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TEMA 9 Intervenciones complementarias al EMDR

1. Terapia narrativa

La observación de las narrativas (discursos incompletos, evasivos, contenido


implícito, omisiones, temas repetidos, atención al modelo sensorial preferente y
comunicación no verbal) y su exploración (silencio e intervención verbal mínima,
palabras vagas, parafraseo, reflejo empático, preguntas, clarificación, lenguaje
evocador de experiencias y metáforas) eran una herramienta útil en el proceso de
evaluación en psicoterapia.

Vamos a ver cómo poder utilizar también algunas estrategias narrativas de


transformación como parte del tratamiento, en combinación con la terapia EMDR.
Debemos aclarar que la división entre estrategias de observación, de exploración y
de transformación tiene una finalidad didáctica. En la práctica, cuando se trabaja las
primeras, ya se están produciendo cambios, y las últimas se apoyan en ellas
(Fernández, 2001 y 2002).

Sabemos que, cuando el trauma no ha sido procesado, se generan memorias y


narrativas limitantes, cargadas de:
- Emociones y sensaciones desbordantes, disfuncionales, bloqueadas.
- Creencias negativas, rígidas sobre uno mismo.

Las técnicas narrativas pueden ayudar a transformar estas narrativas, haciéndolas


más flexibles. Existen varias posibilidades:
- Utilizar técnicas narrativas cuando el paciente ya ha iniciado el procesamiento
de recuerdos traumáticos con EMDR.
- Utilizar técnicas narrativas en pacientes para los que no es tolerable el
procesamiento con EMDR y que requieren una fase más larga de preparación,
estabilización y mayor vinculación con el terapeuta.

En el siguiente cuadro, podemos ver las condiciones de una narrativa alternativa


válida:

Condiciones de una narrativa alternativa válida

Definir lo suficiente de la propuesta por el paciente para hacer innecesario el síntoma

Asemejarse lo necesario a la original para ser creíble y aceptable por el paciente

Integrar la cantidad de elementos del paciente suficientes para permitir prever, plantear y resolver
los problemas que van a suscitar las exigencias previsibles de este mundo sin ser cuestionada

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Compatibilizar con los valores prevalentes en el entorno en el que el paciente va a convivir

Resultar creíble por el paciente y el terapeuta

No ser preparada por el terapeuta para que el paciente la acepte pasivamente

Uno de los objetivos en psicoterapia es transformar, expandir y amplificar la narrativa


del paciente, lo que ayuda en la elaboración de la historia personal. A continuación,
presentamos algunas de las herramientas terapéuticas más utilizadas (Fernández,
2001):

Herramientas para la transformación de narrativas


● Pregunta milagro: La pregunta del milagro invita al cliente a que imagine un
futuro sin el problema, qué sería distinto si aquello que lo preocupa se
solucionara: «Imagínate que esta noche, después de ir a dormir, sucede un
milagro —hay una máquina del tiempo o ha pasado algo mágico— y los
problemas que te traen por aquí se resuelven. ¿Qué sería lo primero que
notarías?, ¿qué notarían los demás en ti?».

Esta pregunta posibilita que los pacientes imaginen con libertad, sin censurar
ideas. En la respuesta encontraremos algunas claves para solucionar el
problema. Vamos a ir ampliando las contestaciones hasta dar con objetivos
mínimos, alcanzables y concretos, es importante poder llegar a unos realistas.
- Por ejemplo, si una mujer que está en un proceso de separación
conflictivo acude a consulta y plantea como respuesta «Mi expareja
me dejaría de decir lo que tengo que hacer o no me llamaría más»,
tenemos que seguir avanzando, hasta llegar a algo más realista, que
sea viable. Podría ser: «Que, cuando me llame, esto no tenga tanta
repercusión para mí o no me active sistemáticamente una crisis de
pánico”.
- Unos padres, por ejemplo, han traído a consulta a un adolescente de
quince años. Si, ante la pregunta milagro, el papá responde: «Por la
mañana, mi hijo es amable, no tiene cambios de humor y me cuente
cómo se siente», debemos llegar a algo más sencillo y realista. Habrá
que hacer hipótesis sobre qué le ocurre al chico, si es acorde a su
etapa de desarrollo evolutivo o son síntomas psicopatológicos
derivados de un trauma.

● Las preguntas de escala sirven para puntuar en rangos de cero a diez, y hay
distintas variantes. Por ejemplo, las de avance: «Siendo diez un indicador de
que el problema está superado del todo y uno el peor momento, ¿cuál es la
puntuación hoy?». Este tipo de escalas u otras cuantitativas y cualitativas son

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útiles en pacientes que no transmiten cambio en su narrativa. Al
preguntarles, te pueden decir «Todo igual», «Ningún cambio respecto a la
última sesión», «No hay nada diferente respecto a este síntoma». Pero, al
pedirles que utilicen la escala, es posible que te digan siete, y les podemos
mostrar si en sesiones anteriores la puntuación era ocho, nueve o diez.

También podemos preguntarle al paciente: «¿Qué tendría que ocurrir de aquí


a la siguiente sesión para que las cosas estén con una puntuación mayor, de
medio o un punto? ¿Cuál sería la primera señal?». Con esto lo ayudamos a
observar mínimo cambios, sabiendo que, en casos graves, la mejoría va a ser
muy gradual. No es previsible que haya grandes cambios de una sesión a otra,
salvo que se haya terminado de procesar algún recuerdo traumático muy
relevante.

Podemos usar otras dos variantes de escala:


- De confianza.
- De decisión.

Para la primera, le vamos a pedir al paciente que mide cuánta confianza tiene
que poder conseguir para mantener cambios positivos. Esto nos va a ser útil
para detectar problemas de autoestima. Si llega a consulta una persona con
la idea generalizada de «No soy capaz», podremos ayudarle de varias
maneras:
- A tener experiencias de éxito en el presente que empiecen a debilitar
estas creencias.
- Visibilizando y potenciando sus fortalezas y recursos.
- Procesando los recuerdos que han generado esa idea limitante.

Las escalas de decisión nos pueden dar una idea de su nivel de motivación:
«¿Cómo estás de decidido a intentarlo, entre cero —en absoluto— y diez
―completamente―?». Nos puede servir como profesionales para adecuar el
ritmo de la terapia y ver si hay de base un problema que limita la energía del
paciente; por ejemplo: alimentación. El terapeuta siempre debe tener
esperanza en que los cambios son posibles; pero, si el paciente se encuentra
en el nivel cero de la escala de decisión, aquel tiene que ajustarse, no puede
encontrarse en el diez, porque está demasiado distanciado.

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En general, las preguntas de escala nos ayudan a salir de la dicotomía
mal-bien, permite ver matices —se pueden usar escalas numéricas; con
niños, de colores― e ir generando una sensación de control interno. Así, en
pacientes que tengan ideas de que no controlan nada en su vida o no pueden
cambiar nada, poco a poco se van generando pequeñas excepciones.

Al interpretar, el terapeuta propone un nuevo significado del problema, de


una conducta o actitud.
- Interpretación de un problema y nuevo significado</paragraph>
- Por ejemplo, a un paciente adulto que tiende a la repetición de
patrones disfuncionales en sus relaciones de pareja, conociendo ya su
biografía, su tipo de apego y habiendo un vínculo terapéutico, le
podemos plantear: «Quizá la elección de parejas y la forma de
relacionarte, encadenando unas con otras, de perfiles muy similares,
que no genera relaciones saludables y satisfactorias, se asocian a tus
experiencias vinculares en la primera infancia, en relación con las
figuras femeninas y tu miedo a estar solo».

● Interpretación: A l interpretar, ponemos en relación patrones, fomentamos la


reflexión y la autocomprensión. Si el terapeuta emplea esta estrategia, debe
ser cuidadoso de hacerlo en un momento adecuado y con prudencia y estar
muy atento a la reacción del paciente: si lo puede escuchar tranquilo y
conectado o si es un disparador y lo saca de su ventana de tolerancia
―hiperactivación o desconexión―. Lo debemos plantear como una
posibilidad o hipótesis ―«Quizás», «Se me ocurre», «Podría ser»― y
comprobar qué piensa y siente el paciente respecto a esta nueva perspectiva.

● Confrontación: La confrontación es un recurso con el que hay que tener


especial cuidado. No debemos usarlo en exceso, solo si estamos seguros de
que hay un vínculo suficiente con el paciente, porque puede generar
respuestas defensivas, falsa aceptación, confusión, asombro o negación. Sirve
para expresar discrepancias entre lo que piensa, siente, dice que hace y lo
que realmente hace la persona.
- Discrepancias entre el decir y el hacer
- Por ejemplo, un paciente nos dice, hablando de su hijo, que es muy
importante realizar actividades lúdicas para el desarrollo de una
persona, pero no reserva un espacio para esto ni entresemana ni los
fines de semana. O una paciente cuenta que está invadida por la
pereza, pero narra que ha quedado varias veces con sus amigas para
hacer actividades en la semana.

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A veces los pacientes tienen ideas muy arraigadas sobre ellos mismos, que
repiten de forma automática ―por ejemplo, «Soy vago»―, y hay que ir
parándose en la narrativa para traer datos que incorporar en ella. Quizá la
transformación puede ser a «Casi siempre soy vago», «Siempre he sido
vago», «Siempre me han/he dicho que era muy vago».

Hay veces que lleva mucho tiempo se generen cambios en la vida cotidiana
de la persona; en estos casos, vamos a obtener datos de las sesiones. Por
ejemplo, podemos señalar el hecho de ir hasta la consulta e invertir tiempo,
energía, dinero en su autocuidado cuando un paciente dice «No hago nada de
lo que debería para mejorar», «Es imposible que mejore», «No lograré estar
bien».

● Reformulación y connotación positiva: La reformulación es una herramienta


clave en todo proceso de psicoterapia. De hecho, se puede considerar la
psicoterapia como un proceso global de reformulación. El paciente pasa de
ser alguien pasivo, que sufre, no puede hacer nada, no sabe resolver
problemas, está bloqueado a una persona que sabe pedir ayuda, va a adquirir
herramientas para cuidarse, puede estar de otra manera.

Es necesaria la reformulación en el trabajo tanto con adultos como con niños.


En el caso de menores, debemos usar esta estrategia en entrevistas
familiares, es decir, tiene que poder llegar a las figuras de apego del niño. Si
es un adolescente que no tolera estar en la sesión junto a sus padres, lo
haremos por separado; pero, si es posible, de forma conjunta, para que
escuchen todos lo mismo a la vez y poder trabajar sobre las reacciones.
- Reformulación en el trabajo con menores
- En un niño de cinco años al que traen a consulta por encopresis
secundaria, una vez hecha la evaluación, detectamos que el inicio del
síntoma coincide con la enfermedad grave del abuelo paterno. En la
narrativa inicial, el padre explica: «Se hace caca porque quiere, porque
le da pereza ir al baño».
- Conforme avanzan las sesiones, el terapeuta puede devolver: «Lo que
yo veo es que está pasando algo muy doloroso para toda la familia y
que él no sabe gestionar y es una forma de expresarlo, igual que tú
tienes insomnio».
- Reformulación en el trabajo con mayores
- A un paciente adulto que tiene, entre sus creencias negativas, la idea
«Soy débil», y ya hemos empezado a trabajar recuerdos traumáticos
con EMDR, podemos plantearle que tiene capacidad para exponerse a

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situaciones difíciles, porque es capaz de confiar en que va a ser
tolerable y útil.

Con frecuencia, cuando nos llega a consulta un paciente con autolesiones o


intentos autolíticos, escuchamos de los padres o la pareja algo parecido a «Lo
hace por llamar la atención», «Solo quiere que estemos ahí todo el día». En
estos casos, especialmente graves, primero vamos a observar las narrativas y,
en cuanto podamos, iremos planteando lecturas alternativas, desde nuestra
formación y experiencia en el trabajo con trauma.

Es particularmente importante con niños empezar a reformular lo antes


posible porque su estructura psíquica es más frágil, y están en proceso de
construcción de su autoestima. El autoconcepto se genera con lo que reciben,
y hay muchas veces que las familias, cuando llegan a consulta, están agotadas
por el síntoma, por su propia psicopatología o apego inseguro, y esto puede
generar dejadez u hostilidad.

Lo vemos en el lenguaje (verbal y no verbal) que utilizan para referirse a los


niños y en la relación con ellos, que llega a veces al desprecio. Por ejemplo:
«Es un cagón», «Hace aposta los movimientos esos (tics) para fastidiarme
porque sabe que no lo soporto», «Estamos mejor sin él».

La connotación positiva cambia la cualidad del síntoma o conducta problema,


le atribuye un significado positivo, así como al contexto relacional donde
adquiere su funcionalidad, especificando la contribución de cada uno de sus
miembros a la pauta circular, buscando resaltar los recursos del sistema.
- Connotación positiva
- Por ejemplo, en una familia compuesta por los padres y dos hijas de
nueve y quince años: «Fijaros que el que Ana (9) sea tan dependiente
a la hora de hacer los deberes está ayudando a Lucía (15) a aprender a
cuidar de su hermana pequeña, ser responsable en el cuidado de otra
persona y entrenar su paciencia».

● Externalización del problema: La externalización del problema ayuda a tratar


los problemas o síntomas como entidades que están fuera de la persona. Esto
permite que su identidad no se fundamente en la conducta, poner en
perspectiva, desculpabilizar y promover acciones para solucionarla. Si el
paciente está inundado por el problema, se complica la solución. Hay varias
estrategias en este sentido:
- Desde el lenguaje. El terapeuta puede preguntar: «¿Cómo ha estado
la ansiedad esta semana?». Como profesionales, ya sea en consulta,

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en las coordinaciones con otros compañeros, debemos ser muy
cuidadosos del uso del lenguaje que hacemos. Este, sin darnos cuenta,
puede ser muy estigmatizante e irrespetuoso. Por ejemplo: «Es una
loca», «Es un esquizofrénico».
- A través del juego y el dibujo. Por ejemplo, un niño puede dibujar o
modelar con plastilina el miedo, y nos lo podemos quedar nosotros en
la consulta, o que se lo lleve y lo deje guardado en una caja para que
no lo moleste. Es posible utilizar, en este sentido, la técnica de la caja
de arena, técnicas de psicodrama, etc.
- Si, por ejemplo, estamos procesando con un niño la muerte de
su padre, y esto le activa mucha tristeza, le podemos proponer
que dibuje la parte que le resulte inmanejable. La guardamos
nosotros en un cofre durante la consulta, y el resto se la puede
llevar él para observar qué ocurre con ella durante la semana
―le pediremos al adulto al cargo que también vea qué ocurre
con la tristeza―.
- Trabajo contra la ludopatía
- A un paciente adulto que, por ejemplo, acude a consulta por
ludopatía le podemos preguntar qué quiere hacer con esto:
someterse a la influencia del problema o declinar la incitación
a hacerlo. Si elige lo segundo, lo acompañamos en el proceso
de rebelión contra la conducta, trabajando sobre cuestiones
del presente y del pasado, al ritmo que él pueda ir.

● Transformaciones: Son distintos los tipos de transformaciones que pueden


realizarse desde la narrativa:
- Tiempo.
- Espacio.
- Causalidad.
- Interacción.
- Valores.
- Forma de contar la historia o trama.

Ejemplos de transformaciones del tiempo:

Estáticas y fluctuantes: Si una paciente dice: «Tengo ansiedad desde


siempre», intentaremos indagar sobre cuándo fue la vez que la sintió. Si un
hijo dice de su padre que «grita continuamente», buscaremos momentos del
día cuando esto no es así. O, si un paciente dice: «Nunca en la vida he
aguantado más de un mes en ningún trabajo», buscaremos cuál es el
disparador estable, que se repite una y otra vez —por ejemplo: que le digan

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lo que tiene que hacer—, y luego intentaremos entender cómo se originó
—apego en infancia, probablemente—.

Nombres y verbos
Cuando las historias están muy cargadas de estados, intentaremos que el
paciente hable sobre las acciones; o, si hay muchas etiquetas, trataremos de
que las pueda pensar como secuencias de conducta. Por ejemplo, si un
paciente nos cuenta: «Mi madre era una histérica y nos regañaban
continuamente», se puede traducir como «Mi madre tenía pocas
herramientas de regulación emocional, y con frecuencia se sentía
sobrepasada y acababa regañándonos». También podemos facilitar que se
nominalicen relatos que se narran de forma impersonal: «Se lo castigaba a mi
hermano cuando llegaba tarde del colegio porque se entretenía jugando»; s
cambia a «Mi padre castigaba a mi hermano, mi madre solía estar en casa de
sus padres».

No histórico e histórico
Vamos a ayudar al paciente a contextualizar sus reacciones, en términos de
disparadores y traumas. Si uno dice: «Sin venir a cuento, solo porque no me
contestó el mensaje, inmediatamente me entró una tristeza infinita»,
podemos ayudarlo a pensar: «¿Se parece a situaciones en las que, cuando
eras pequeña, necesitabas que te atendieran tus padres porque tenías miedo
y ellos no acudían cuando los llamabas?». A algunos pacientes les genera
mucha angustia no entender por qué tienen determinadas reacciones
emocionales o conductuales. Que, en el presente, una figura de apego
—terapeuta— lo entienda y se lo transmita de forma comprensible, junto con
un plan de acción, genera seguridad.

Ejemplos de transformaciones del espacio

No contextual y contextual
Si la historia carece de escenario, localización, vamos a intentar dárselo para
concretar en qué marco ocurre cada cosa y cuándo no.
- Contextualización de la ansiedad
- Al llegar a consulta, el paciente nos dice que ha tenido ansiedad toda
la semana. Media hora después, le preguntamos cómo se encuentra, y
nos dice que está tranquilo. Ahí podemos ver que, en el contexto de la
terapia, está diferente a cómo está fuera. Esto nos permite explorar si
hay otros lugares en los que se puede sentir parecido que en la
consulta, quizá con otras figuras de apego seguro —si las hay—.

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Ejemplos de transformaciones de causalidad

Causa y efecto
Podemos hacer preguntas circulares que cuestiones narrativas lineales. Por
ejemplo, si, en una sesión de pareja, el hombre cuenta: «Ella está nerviosa,
entonces yo me aíslo», le podemos preguntar: «Cuando tú llegas a casa,
¿puedes conectar con ella o, temiendo que esté nerviosa, te aíslas para evitar
tener que enfrentarse a eso, y entonces ella se pone nerviosa?».

Ejemplos de transformaciones de interacción


Intrapersonal e interpersonal
Si, en un relato, hay atribuciones psicológicas como «Él es insensible»,
podemos ampliar a lo interpersonal, preguntando: «¿Cuándo esperas tú que
no lo sea?», «¿Cómo reaccionas tú cuando esperas algo de él y no responde
como necesitas?», «¿Qué crees que percibe de ti cuando te acercas?».

Intenciones y efectos
Por ejemplo: «Dices que ella te dijo todas esas cosas para hacerte daño,
aprovechándose de tu vulnerabilidad. ¿Puede ser que también estuviera en
un momento de vulnerabilidad sobrepasada por la situación que estabais
viviendo?».

Síntomas y conflictos
Si un paciente, por ejemplo, dice: «Me entra la rabia y tengo que gritarle para
que me haga caso», le podemos preguntar: «¿Cuál crees que es el disparador
que te genera tanta rabia? ¿De dónde crees que viene ese disparador? ¿De
qué manera crees que podrías reducirlo? ¿Crees que sería posible sentir esa
rabia y gestionarla para no tener que gritar? Si gritas a tu hijo, ¿te entra más
rabia?».

Roles y reglas
Pueden ser familiares o sociales. Si, por ejemplo, el que aportó
económicamente en una familia es el padre, y se lo considera «el cabeza de
familia», podemos preguntar si también es el que da las normas o los
cuidados o si es el único que puede hablar en terapia.

Ejemplos de transformaciones de valores


Buena y mala intención
Sería un caso de connotación positiva. Por ejemplo: «Gracias a que Pedro se
hace pis por la noche, los adultos os habéis puesto de acuerdo para organizar
de forma más estructurada el horario para cenar e irse a dormir».

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Sano e insano
Por ejemplo: «Aquella depresión que tuviste durante la relación de pareja te
sirvió para darte cuenta de que había algo que estaba siendo muy doloroso
para ti y no te dejaba ser tú misma. Entonces pudiste empezar a pensar en
qué cambios necesitabas hacer en tu vida para encontrarte mejor y decidiste
romper la relación. Esto cambió completamente tu situación».

Legítimo e ilegítimo
Un paciente cuenta, por ejemplo, que, desde que se han separado, su
exmujer no quiere que vayan juntos a las tutorías de sus hijos. Esto le duele
mucho porque han estado varios años juntos y la separación ha sido de
mutuo acuerdo. Le podemos explicar que quizá ella necesita no tener
contacto en persona para poder elaborar la separación. Además, así está más
tranquila y puede centrarse en lo que le tenga que contar la profesora sobre
su hija, sin otras distracciones o disparadores.

Ejemplos de transformaciones de forma de contar la historia o trama


Pasiva y activa
Si, por ejemplo, un paciente se queja de que, siempre que ha debido
cambiarse de casa, ha tenido poco tiempo para elegir y al final no ha estado a
gusto en ninguna. Podemos ayudarlo a reflexionar si hubiera sido posible
organizarse de otra manera, contar con alguna ayuda; si hay algo del malestar
que no depende de la casa, sino de su interior.

Interpretaciones y descripciones
Si el paciente usa muchas suposiciones, le pediremos que se centre en la
descripción. Por ejemplo, si dice: «Sabía, antes de ir, que nadie de mi familia
quería que yo fuera a esa fiesta», le podemos preguntar: «¿Cómo te
reciberon al llegar? ¿Alguien se alegró de verte y te transmitió cariño de
forma verbal o no verbal?». Si hay solo acciones en la narrativa, como «Salí
del trabajo dando un portazo, llegué a casa, seguí trabajando, me tomé una
aspirina y me dormí muy pronto», le podemos preguntar: «¿Qué ocurrió
antes de que te marcharas dando un portazo? ¿Cuál crees que fue el
disparador? ¿Cómo te sentías? ¿Es posible que se te pusiera dolor de
cabeza por la tensión?».

Incompetencia y competencia

Por ejemplo, una paciente que se acaba de trasladar a otro país y dice: «No
voy a ser capaz de adaptarme, ni de encontrar trabajo, ni de hacer amigos»,
podemos recordarle: «Me comentabas, en otras sesiones, que hiciste el

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doctorado, que fue muy trabajoso, requirió esfuerzo. Luego sacaste la
oposición y pudiste tener plaza fija y comprar tu casa, que ahora te ha
permitido irte con tu pareja a Francia a vivir esa experiencia»

● Documentos: Los documentos terapéuticos con certificados o diplomas,


adaptados a la edad del paciente, dan constancia de sus logros. Por ejemplo,
a un niño le podemos dar un diploma después de la primera sesión en que ha
procesado con EMDR o de procesar el primer recuerdo. En pacientes adultos
que van avanzando en terapia —y así se refleja en la sintomatología, pero su
sensación es de estar «más o menos igual» al preguntarles cómo están—, les
podemos dar un documento que indique los avances que hemos percibido
hasta ese momento y que se lo puedan llevar a casa.

Esto es útil en pacientes que tienen una historia importante de trauma. Al


hablarlo con el terapeuta, sí pueden conectar con los cambios que se están
dando, pero rápidamente les saltan creencias negativas fuera de la sesión, del
tipo «No puedo conseguir lo que quiero». Tener el documento en casa los
puede ayudar a reflexionar, observar y valorar, desautomatizando esas
creencias que saltan involuntariamente.

Amplía la información mediante el vídeo Viñetas clínicas respecto al uso


combinado de EMDR y terapia narrativa.

2. Terapia familiar

Siempre que el paciente sea un menor, se recomendará hacer una intervención


familiar, como mínimo para hacer la evaluación y la psicoeducación —trauma,
ventana de tolerancia y apego—. Después, dependiendo del caso, podemos
combinar sesiones individuales con el niño y sesiones familiares.

Otra posibilidad es hacerlo por etapas: por ejemplo, primero una fase de
intervención familiar y luego un bloque de sesiones individuales. Recordemos que no
vamos a iniciar procesamiento con EMDR con un niño si el sistema de apego no
cumple unos mínimos. La intervención familiar nos ayuda en la evaluación y la
intervención necesarias para alcanzarlos.

Si se trata de un joven mayor de edad que vive con sus padres, tendremos que
valorar qué es mejor en ese caso concreto. En general, si ellos pueden asistir a alguna
sesión, serán una fuente de información importante que nos ayudará a hacer
hipótesis, pero puede ocurrir que el paciente no quiera que vayan.

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Nos encontraremos jóvenes que, en contexto privado, abonan la terapia, y lo más
habitual es que, si viven con sus padres, sean económicamente dependientes y se la
paguen.

A continuación, pasamos a describir los diferentes postulados que sustentan el


conocimiento sistémico de la intervención familiar (Minuchin, 1974 y 1995).

Hay dos claves teóricas imprescindibles para entender la terapia familiar. La primera
es que toda conducta sintomática se entiende como retraso o detención del
sistema familiar. Es decir, cualquier síntoma clínico de un paciente que llega a terapia
puede ser abordado desde las dinámicas familiares, ya que se piensa que estas son
sostenedoras de la conducta.

En segundo lugar, trabajar en terapia para modificar o cambiar la organización,


límites, jerarquías, alianzas, etc., provocará un desequilibrio o crisis funcional.

Esto hará que el sistema pueda sostener mejor los síntomas del paciente
identificado, y, por lo tanto, se tienda a la estabilidad y salud mental en general, de
todos los miembros.

Es frecuente verlo cuando empezamos a trabajar individualmente con un paciente;


por ejemplo, procesando con EMDR. Cuando hay mejora de la sintomatología,
aparecen cosas que no lo habían hecho antes de forma tan explícita ―una crisis de
pareja de los padres―, o se visibiliza algún problema de otro hijo. Síntomas
internalizantes comienzan a cambiar.

Las propiedades de la familia, según este modelo, las podemos entender desde
estos conceptos teóricos:

Causalidad circular
Este concepto se contrapone a entender los fenómenos psíquicos como lineales o
causales, es decir, un acontecimiento A provoca uno B, y este, a su vez, uno C, y así
sucesivamente. La causalidad circular revoluciona esta concepción y establece que el
sistema en sí mismo genera una serie de influencias reciprocas. Así, para entender un
fenómeno psíquico, debemos estudiar las propiedades del sistema y su relación.

Por lo tanto, la forma de comprender al paciente será siempre sistémica y relacional.


La manera de hacer la terapia implicará a todo el sistema —o al mayor número de
miembros posibles— y no solo al paciente sintomático. En la terapia familiar, se
trabaja, por tanto, con un grupo comunicacional. Este, en algún momento del
desarrollo de su ciclo vital, se ha detenido o estancado. A través de ciertas

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modificaciones o prescripciones terapéuticas, se puede restablecer un equilibrio más
funcional.

Homeostasis
Este concepto se refiere principalmente a que las familias —o los sistemas humanos
en general— tienden a establecerse de una manera determinada incluso aunque
exista disfuncionalidad. Cuando esto ocurre, no pueden adaptarse a los cambios
propios del desarrollo. Por ejemplo, encontramos aquellas que lo hacen muy bien
cuando los hijos son pequeños y los roles están muy marcados, pero que no varían lo
suficiente para adaptarse a los retos de adolescentes; esto provoca un parón o
estancamiento en todas las figuras del sistema.

La terapia familiar puede hacer evidente esta homeostasis disfuncional, provocar


cambios acordes y generar equilibrios más adecuados para que todos los miembros
puedan seguir con su proceso de desarrollo.

Paciente designado o identificado


Dentro de un sistema familiar, lo más habitual es llegar a consulta a través del
paciente identificado, aquel miembro con síntomas más reconocibles. Interesa
observar cómo la familia se desempeña en relación con este. Por ejemplo, es
habitual encontrar en consulta niños con mal comportamiento, y, de manera más o
menos clara, los padres lo describen como una característica individual no
relacionada con nada más, algo así como un rasgo de personalidad o algo que le está
pasando.

La terapia familiar provocará, a través de técnicas y ciertas prescripciones, que la


familia tome conciencia sobre el hecho de que el portador de estas conductas es uno
más dentro de un sistema donde todos, de alguna u otra manera, tienen síntomas.

Sería muy interesante, por ejemplo, descubrir que el mal comportamiento del hijo se
debe a que, por un lado, ellos no pueden hacerse cargo o no pasan suficientemente
tiempo con él, ya que el padre está en un proceso depresivo —después de un
trauma: muerte de un familiar—, también la madre está ausente por tener mucha
carga laboral, la no supervisión del niño hace que esta reaccione de una manera poco
controlada. Las conductas del hijo provoca que los padres se culpabilicen y no
puedan afrontar sus respectivos problemas como deberían. En este ejemplo,
podemos ver la definición de paciente identificado, pero también de causalidad
circular y homeostasis.

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Primeros pasos en la terapia familiar
Para intervenir con la familia en terapia, debemos dar una serie de pasos antes de
provocar cambios o modificaciones en el sistema. Primero validar y estudiar e motivo
de consulta: ¿qué está ocurriendo?, ¿desde cuándo?, ¿cómo afecta estos síntomas al
resto de la familia? Recogeremos el genograma de tres generaciones, observaremos
indicadores de trauma intergeneracional, alianzas, tipos de apego.

Qué queremos conseguir en la terapia familiar


Como se habrá podido observar hasta ahora, la terapia familiar va más allá del
paciente identificado y de sus síntomas. Podemos decir que estudiará dónde se están
desarrollando dichos síntomas e incidirá en su conexión con otros aspectos más
relacionales. En general, los terapeutas familiares se plantean:
- Visibilizar patrones interaccionales rígidos disfuncionales que no permiten
desarrollarse, crecer para luego poder flexibilizarlos.
- Acompañar las crisis del ciclo vital.
- Reorganizar el grupo familiar: redefinición de las reglas explicitas o implícitas
del sistema, roles y límites.
- Facilitar la comunicación.
- Brindar nuevos mecanismos para la resolución de conflictos.
- Advertir la individuación y diferenciación de cada uno de sus miembros,
modificando las relaciones de tipo simbiótico rígido que impiden el
crecimiento personal.
- Emplear los recursos y las fortalezas familiares para que el sistema utilice su
capacidad espontánea de cambio.
- Visibilizar necesidades de cada miembro.
- Establecer al «paciente sintomático» como un asunto familiar de manera que
cada miembro se dé cuenta de su papel y asuma su responsabilidad.
- Construir significados nuevos, que apoyen el desarrollo familiar.
- Reparar el apego.

Para conseguir todos estos planteamientos, la terapia familiar utiliza herramientas


específicas —preguntas circulares, estratégicas y reflexivas y recursos técnicos— que
promueven la visibilización, la toma de conciencia y el cambio. Veamos algunas.

Tipo de preguntas en terapia familiar


● Preguntas circulares: Sirven para explorar las interrelaciones entre los
problemas y otras variables, como las estrategias de afrontamiento y los
vínculos entre personas. Ayudan a hacer pensar a la familia sobre cómo soN
las conexiones entre sus miembros, las acciones, las percepciones, los
sentimientos, etc., siempre buscando los supuestos de la causalidad circular.

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Encontramos preguntas de varios tipos
● Triádicas. Sitúan a un tercero como testigo de la relación entre dos miembros
de la familia, obligándolos a escuchar cómo se los percibe. Por ejemplo:
- «¿Cómo se llevan tus padres ahora que él trabaja en casa?». O
también
- «¿Qué crees que piensa tu hijo pequeño cuando os oye discutir?».

● Sobre alianzas. Estas preguntas intentan hacer ver las relaciones más
cercanas y las más lejanas en la familia. Por ejemplo: «¿Quién estaba más
cerca de tu padre cuando estuvo hospitalizado?».

● Para clasificar. Estas preguntas trazan un mapa de relaciones y establecen un


orden en relación con una cualidad. Por ejemplo: «¿Quién está más
incómodo cuando se realizan las tareas de la casa?».

● Explicativas. Intentan explicar el porqué de las cosas, por qué suceden


determinadas conductas o reacciones. Se busca información sobre el sistema
de creencias y, en ocasiones, pueden elicitar secretos. Ejemplo: «¿Por qué
crees que tu madre siempre ayuda a tu hermano mayor?», «¿Por qué cree
que tu papá y ella se enfadan tanto cuando tú llegas tarde?».

● Hipotéticas. Tantean la posible reacción del grupo familiar ante nuevos


escenarios, buenos o malos; se persigue esbozar un nuevo mapa de
relaciones para que la familia considere alternativas de significado y acción.
Ejemplo: «Si no hubierais tenido hijos, ¿cómo creéis que hubierais resulto
vuestro conflicto?». O también: «¿Qué pasaría si, en vez de llevarte al fútbol
papá, te llevara mamá?».
● Preguntas estratégicas. Este tipo de preguntas tienen un objetivo prescriptivo
y correctivo, se recurre a ellas cuando es preciso ser más directivo, pretende
movilizar el sistema atascado e impedir que el bloqueo continúe. Ejemplo:
«¿Por qué no hablas con tu mujer acerca de tus preocupaciones en lugar de
hacerlo con tus hijos?».
● Preguntas reflexivas. Se utilizan para enseñar a la familia a ser capaz de
generar por sí misma nuevas percepciones y conductas que faciliten l solución
de sus problemas. Tratan, por tanto, de activar intencionalmente la reflexión.

Existen varios tipos:


- Orientadas al futuro. «Si todo sigue igual, ¿qué pasará cuando tus
hijos lleguen a la adolescencia?». Que convierten al interrogado en
observador. «¿Cómo explicas que tu hijo quiera dormir contigo cada
vez que su hermano no está en casa?».

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- De cambio inesperado de contexto. «¿Qué pasaría si dejáis de
acompañar a vuestro hijo al instituto todas las mañanas?».

Como se puede observar, estas preguntas intentan que la familia tenga mayor
conciencia del funcionamiento del sistema, de la causalidad circular. Pero tambiéN
son terapéuticas en sí mismas, ya que establecen nuevas estrategias y hacen
reflexionar sobre determinada rigidez del sistema. Usadas en el momento preciso,
pueden ser movilizadoras, facilitadores de insights y de cambio.

Para la terapia familiar, el manejo de este tipo de preguntas es crucial en el día a día.
No obstante, también se apoya en otros recursos técnicos específicos para promover
cambios. Veamos algunos ejemplos.

Recursos técnicos
● Intervención paradójica. Estas intervenciones se usan cuando existe mucha
resistencia al cambio. Se trata de trabajar con la paradoja terapéutica por la
que el paciente deposita en el profesional la responsabilidad del cambio.
Consiste en la prescripción controlada y específica de aquello mismo que
constituye el problema. Para poder realizar esta intervención, se debe hacer
antes un minucioso análisis del valor funcional de los procesos de resistencia,
para no perjudicar al paciente. Hay varias formas de realizarlas:

● Petición de cambio lento. Por ejemplo, después de estudiar el síntoma, pedir


al paciente que elija momentos en la semana cuando no sucedan o haga que
no sucedan.
● Prescripción de no cambio. Decir al paciente que no haga nada. Esto a veces
lo conduce a buscar estrategias de cambio por sí mismo.
● Prescripción del síntoma. Con esta técnica, se persigue que el paciente tenga
una información paradójica sobre lo que está bien o mal. Animar a seguir así
o ver qué pasa si se aumenta la frecuencia del síntoma.

Estás técnicas no persiguen que los pacientes las realicen, lo normal es que no pase
lo que hemos prescrito. Se trata de que tengan una mayor conciencia del problema y
de que, a través de prescripciones contrarias a las que esperan, se movilicen para el
cambio.

● Ilusión de alternativas —ordalías—. Dar a elegir varias opciones para que


paciente elija. Esto suele tener un efecto de control sobre su proceso
terapéutico y de cambio. Por ejemplo, ante niños muy oposicionistas que
siempre tienen conductas muy desafiantes en el momento de ponerse la

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ropa, podemos proponer varias alternativas controladas y que elijan una de
ellas.

● Desafío. El terapeuta cuestiona la estructura de la familia, obligándola a


buscar nuevos patrones de conducta. Se puede hacer solo a un miembro. Por
ejemplo, diciendo al padre: «Creo que no eres capaz de llegar ningún día
antes del trabajo a casa», a un subsistema —padres—: «Seguro que no
podéis reunir a todos vuestros hijos en una comida», o a todo el sistema:
«¿Por qué no podéis salir todos juntos este fin de semana como hacíais
antes?»

● Búsqueda de excepciones. Se trata de explorar con el paciente momentos


cuando el síntoma no aparece, con el fin de encontrar allí soluciones
relacionales adecuadas para mayor control. Podemos trabajar con dos tipos
de situaciones distintas:

● Excepciones deliberadas. Son situaciones de ausencia de la conducta


sintomática, que encierran soluciones eficaces, en las cuales los individuos
son conscientes de que hacen algo voluntariamente para impedir que surja el
síntoma y de que con eso tienen éxito. Por ejemplo, darse cuenta que,
cuando está su madre a su lado, se comporta mejor que cuando no.

● Excepciones espontáneas. Son situaciones de ausencia de la conducta


sintomática, pero, en esta ocasión, el paciente no encuentra una regla que
preceda su aparición, percibiéndolas como ajenas a su control voluntario. Por
ejemplo, estar mejor por las mañanas que por las tardes.

● Cambio de roles. Supone representar una escena alternando los papeles


definidos. Por ejemplo, que el padre se comporte como la madre y viceversa.
Puede ser dentro de la terapia o como tarea para casa. Suele ser una técnica
muy movilizadora, ya que facilita la empatía, se toma conciencia sobre la
circularidad del problema y, en general, se tiende al humor, fundamental para
una mejor sintonía afectiva entre los miembros de la familia.

● Esculturas. Son expresiones plásticas simbólicas de la estructura vincular del


sistema. Los participantes pueden darse cuenta de su situación dentro de él a
través de representaciones estáticas, modificarlas para sentirse de otra
manera y tener conciencia sobre cómo el sistema puede estar influyendo.

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Si hacemos intervenciones familiares más movilizadoras, son recomendables varias
sesiones seguidas con el grupo, para ir comprobando la evolución, en lugar de
alternar entre individuales y familiares.

Si estamos procesando con EMDR, por ejemplo, con un adolescente, es probable que
genere activación emocional. En este sentido, necesitaremos adultos lo
suficientemente regulados para acompañar a su hijo en el proceso y poder ser
«refugio seguro» si lo necesita. Así, en principio, si estamos haciendo sesiones
alternas individual-familiar, no utilizaremos técnicas movilizadoras a la vez en ambos
encuadres. La propuesta de intervención la iremos ajustando en cada caso según los
recursos individuales y familiares y la evolución. También dependerá de la frecuencia
con la que se pueden realizar las sesiones.

Profundiza a través del vídeo Viñetas clínicas respecto al uso combinado de EMDR y
terapia familiar sistémica.

3. Técnica de la caja de arena

La caja de arena (sandplay) es una técnica de juego, proyectiva y vivencial. Su


creadora fue la psicoterapeuta suiza Dora M. Kalff, quien basó sus teorías en los
principios de la psicología analítica de Carl Gustav Jung y Margarita Lowenfeld
(2004). Comprobó que era un medio por el cual tanto niños como adultos podían
traer el contenido psíquico a la consciencia, a través de un juego con esencia no
verbal y simbólica, en un ambiente facilitador generado por el terapeuta. Kalff
enfatizaba la cualidad espontánea y dinámica de la propia experiencia creativa, que
permite, además de la expresión, la experimentación de la trama interna, como un
microcosmos donde el individuo puede entrar en contacto: «No es sólo un método
de terapia, sino un medio activo a través del cual los contenidos de la imaginación se
hacen reales y visibles»

Es una técnica indirecta de elaboración del trauma, indicada:


- Cuando el trauma no está accesible para trabajarlo directamente. No
podemos usar EMDR porque el paciente se encuentra fuera de su ventana de
tolerancia (hiper- o hipoactivación). Esto es más frecuente que ocurra en
casos de trauma grave y crónico intrafamiliar.
- De forma complementaria al procesamiento con EMDR. En ese sentido,
recomendamos su aplicación después de haber estado procesando un
recuerdo en sesión. Para poder hacer esto, debemos asegurarnos de que hay
tiempo suficiente para las dos cosas.

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Se puede usar el material de la técnica en el procesamiento con EMDR. Por ejemplo,
si estamos trabajando con un niño, que lo represente con las figuras en lugar de
dibujarlo. Pero, en este caso, no estamos usando la técnica de la caja de arena, y
pierde el carácter proyectivo, que permite la expresión libre de lo que el paciente
necesite expresar en ese momento

Si bien la técnica de la caja de arena sirve para elaborar la historia traumática, tiene
otras funciones más amplias en dos áreas:
- Evaluación.
- Intervención.

Presentación de la técnica
El uso de la técnica implica tener a nuestra disposición una bandeja azul —elemento
contendor— llena de arena y un número de figuras en miniatura —medio de
expresión seguro— que representen distintas categorías de elementos —familias,
objetos de la naturaleza, animales, construcciones, etc.— (Marrodán, 2013). Se invita
al paciente a coger las figuras que quiera y ponerlas en la bandeja, mientras se está
en silencio. Se permite jugar con la arena, la cual tiene cualidades sensoriales y
kinestésicas.

El papel del terapeuta es, desde una actitud de completa atención e interés,
contener sin invadir ni abandonar, no metiendo nunca la mano en la caja, sin tocarla.
No se realizan interpretaciones, se mantiene la metáfora. Pueden hacer preguntas
abiertas; por ejemplo, «¿Qué está pasando?».

La técnica de la caja de arena como herramienta de evaluación


Al ser una actividad lúdica, de entrada permite comunicar simbólicamente lo que
nos está sucediendo y cómo nos sentimos con ello. Es decir, es un medio de
comunicación. Esto será de especial ayuda en pacientes que han sufrido traumas que
han generado un bloqueo emocional, para sentir emociones o para expresarlas.

Tendremos indicadores de:


- Sintomatología y estado mental: ansiedad, depresión, agresividad,
situaciones de amenaza y riesgo, incertidumbre, inseguridad, sentimientos de
abandono, rechazo o soledad, duelos no resueltos, conflictos internos y de
lealtades, angustia, terror, culpa, vivencias violentas, malos tratos o abusos.
- Elementos resilientes en las escenas a través de símbolos que sugieren
puntos fuertes, que generan seguridad y protección.
- Tipo de apego de la persona

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Algunos pacientes pueden hablar sobre su historia en paralelo utilizando el
lenguaje verbal y no verbal. En otros casos, hay quienes son capaces de comunicarla
a través de lo no verbal mucho antes de poder hacerlo verbalmente. Por ejemplo,
una paciente pudo empezar a compartir experiencias traumáticas de abuso a través
de la caja de arena muchos meses antes de poder empezar a poner palabras
directamente.

La técnica de la caja de arena como herramienta de intervención


Para que la técnica pueda tener un carácter terapéutico, es necesario generar una
base de seguridad y confianza. A través de la relación profesional, se ampliará al
espacio de la terapia.

Una de las primeras funciones que podemos pensar sobre la técnica de la caja de
arena es su capacidad de contención. En esto es clave la puesta de límites respecto
al material que se va a utilizar: las figuras y la caja, que ofrece un espacio limitado y
contenedor de la fantasía y la dispersión y que actúa como factor ordenador.

También se restringe lo que se puede hacer y lo que no; por ejemplo, no se puede
tirar arena fuera de la caja. Se acepta incondicionalmente a la persona, no sus
comportamientos. El incumplimiento de estos límites será devuelto desde la figura
del terapeuta, es decir, habrá alguien frente a él muy interesado en lo que el paciente
haga, no está solo en esta tarea. Por otro lado, la persona puede ir tomando
consciencia de lo que es suyo, de sus creaciones, de su expresión. Así, ella misma
pondrá a prueba sus propios límites mientras nos muestra en un espacio delimitado
el estado de su mente.

Situar al paciente frente a un mundo de posibilidades a través de la caja de arena


permite experimentar y explorar. Puede pasar de la incertidumbre, el miedo a lo
desconocido y la inhibición a la curiosidad, el deseo, la experimentación. Esto se
logra en un entorno en el que todo lo que haga es válido. Así, la técnica permite salir
de situaciones de bloqueo y desierto emocional a través de la expresión no verbal y
la toma de decisiones: cómo contactar con la arena, qué figuras van a intervenir, etc.

Este nuevo mundo de posibilidades permite, por lo tanto, potenciar la creatividad de


la persona, que seguro es una habilidad que le va a ser gratificante y útil en su vida
diaria.

La técnica ayuda en la resolución de conflictos. En la medida en que la transposición


de problemas del mundo interior hacia el exterior los convierte en visibles, la
expresión y la visualización de los aspectos conflictivos y de fuentes de angustia
activan la psique de forma espontánea para elaborarlos.

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Situarse frente a la caja de arena, aquí y ahora, pudiendo dedicarle el tiempo
necesario, sin prisa, en un espacio seguro, hace que el paciente pueda poner toda su
atención en esta experiencia. Esta consciencia plena de su experiencia interna
facilita la regulación de su propia activación.

Además de usarla en la construcción de escenas con miniaturas, podemos usar la


arena de dos formas:
● Como elemento de regulación emocional. Si un paciente se encuentra en
hiperactivación y el contacto con la arena le resulta agradable, podemos
dedicar unos minutos a hacer tandas de estimulación bilateral a la vez que
manipula la arena. Preguntaremos al paciente si prefiere estar de pie o
sentado y si prefiere tapping, estimulación visual o tonos bilaterales. Puede
ocurrir que un paciente llegue a la sesión en ese estado o que suceda durante
la sesión. Es una herramienta para tener en cuenta. Cuando ya se ha utilizado
de este modo en alguna sesión, es habitual que sea el paciente el que lo pida
en otras.
● Como refuerzo de una sensación agradable. Si el paciente está regulado y
queremos instalar esa sensación agradable del contacto con la arena,
podemos utilizar estimulación bilateral para reforzarla.

La técnica facilita ver las cosas desde otras perspectivas. Lo que expresa el paciente
no le ocurre a él, sino a los participantes en la historia creada. Esta distancia permite
verla desde otro punto de vista, con un impacto emocional distinto, sintiéndose
acompañado por el terapeuta.

Por otro lado, aumenta la capacidad de mentalización. Al presentarse como «tercer


elemento» entre el paciente y el terapeuta, la caja desbloquea la mentalización. Y el
paciente puede depositar emociones, deseos, fantasías, temores en un universo
seguro, con límites —la caja—, dentro de otro espacio seguro —la terapia—, a través
de los símbolos. Conforme va creando mundos, el paciente puede atribuir
emociones, intenciones, deseos, etc., a los personajes participantes en las historias.

Aumenta también la ventana de tolerancia emocional del paciente,que va


confirmando sesión a sesión cómo la emoción puede aflorar sin peligro de ser
juzgado o dañado.

Poder volcar en el ejercicio de la técnica, en distintas sesiones, el interior de la


persona —preocupaciones, miedos, fortalezas, deseos, etc.— va a ayudar a integrar
aspectos fragmentados de su historia o personalidad. Por ejemplo, en pacientes

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con síntomas disociativos graves —encontraremos T y t en su historia—, veremos
inicialmente escenas inconexas, sin sentido, elementos que quedan fuera de la
historia; gradualmente aparecerán imágenes más organizadas y coherentes.

La recreación de situaciones traumáticas, además de facilitar la expresión emocional


sin retraumatizar, permite generar sentimientos de control, ya que es el paciente el
que dirige la escena y toma el control sobre esta. Esto es muy importante en el
trabajo con trauma: como terapeutas, lo primero que tenemos que cuidar es no
generar más daño, y muchas veces prácticas inadecuadas aumentan
el trauma de los pacientes.

En pacientes con perfiles de personalidad obsesiva, con gran necesidad de controlar


y anticiparse a todo, ayudará en la flexibilidad. Por un lado, las figuras en el anaquel
no estarán colocadas exactamente en el mismo lugar siempre ―es frecuente que
pacientes con este perfil expresen que les pone nervioso la estantería los primeros
días―. Por otro lado, la técnica facilita que se generen escenas distintas que
reflejarán su estado mental en ese momento, y esto hace que no sean repetitivas
―aunque se repitan temáticas o personajes, nunca dos cajas hechas dos días serán
iguales—.

Así, si bien estos pacientes a veces traen una idea preconcebida de qué elementos
usarán, se expondrán a ser espontáneos y dejar de lado la planificación, al
comprobar que es un espacio seguro y que no serán dañados por eso. Esto se
traducirá también en el título que podrán poner al terminar su construcción. Así, en
pacientes racionalizadores, ayudará a activar la parte emocional.

La aparición de nuevas metáforas facilitará la generación de narrativas novedosas,


que ayudan en la tarea de dar sentido y orden a la mente y facilitan la comprensión y
la aceptación de las vivencias.

El terapeuta debe ser capaz de generar un apego terapéutico con el paciente, desde
el respeto, la escucha activa, a través de una relación sintonizada resonante, atento a
sus necesidades emocionales. Es decir, debe resonar con la persona posibilitando el
«sentirse sentido» mediante una atención cálida, no invasiva, tolerando
manifestaciones dolorosas, de miedo o silenciosas y ofreciendo un marco para
contener las emociones y poder dar paso a la elaboración y el pensamiento.

La actitud de apertura y aceptación del profesional facilitará que el espacio


terapéutico se convierta en uno de expresión seguro.

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La construcción de un vínculo terapéutico posibilita la creación de un espacio libre y
protegido. De esta forma, el paciente puede expresar todas sus vivencias, a veces de
inseguridad extrema, de manera poco invasiva. Esto permite al terapeuta observar
escenarios y escenas psíquicas y al paciente simbolizar, por ejemplo, la
rabia, sin necesidad de actuarla.

Conozca más con el vídeo Viñetas clínicas respecto al uso combinado de EMDR y la

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TEST

1. Lo importante en la terapia familiar es:


A. Reducir el síntoma en el paciente identificado a través de todos los miembros de
la familia.
- Es una definición no acertada, ya que la terapia familiar no se centra en los
síntomas, sino en los aspectos relacionales.
B. Hacer consciente a la familia de los patrones relacionales rígidos que están
sosteniendo el síntoma en el paciente identificado.
- Visibilizar patrones interaccionales rígidos disfuncionales que no permiten
desarrollarse, crecer para luego poder flexibilizarlos.
C. Dar cuenta de lo mal que lo están haciendo.
- Esto sería una práctica iatrogénica, ya que nadie lo hace bien o mal, sino
como puede en ese momento.
D. Todas son correctas.
A y C no son correctas.

2. Cuando una familia se comporta de una manera muy poco flexible, y resulta muy difícil el
poder movilizar cambios, ya que esperan que el terapeuta dé pauta concretas y se haga
cargo de las dificultades de la familia, se puede prescribir com intervención paradójica:
A. No hacer nada.
- Estas intervenciones se usan cuando existe mucha resistencia al cambio. Se
trata de trabajar con la paradoja terapéutica según la cual el paciente
deposite en el profesional la responsabilidad del cambio. Consiste en la
prescripción controlada y específica de aquello que constituye el problema.
Para poder realizar esta intervención, se debe hacer antes un minucioso
análisis del valor funcional de los procesos de resistencia, con el fin de no
perjudicar al paciente.
B. Asumir que es una familia que no va a cambiar nunca y derivar a otro terapeuta.
- Esto no es una intervención paradójica como nos referimos en el enunciado.
C. Hacer responsables a los padres de las dificultades que está teniendo el paciente
identificado.
- Esto tampoco es una intervención paradójica; además, responsabilizar o
culpabilizar nunca puede ser terapéutico.
D. Ninguna es correcta.
La A es correcta.

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3. El terapeuta familiar debe dominar una serie de preguntas claves para poder visibilizar la
relación circular que se establece alrededor del síntoma. Así la famili toma conciencia de un
principio fundamental en terapia familia: la «causalida circular». Este tipo de preguntas
responden al nombre de:
A. Preguntas reflexivas.
- No es la opción más completa. Se utilizan para enseñar a la familia a ser capaz
de generar por sí misma nuevas percepciones y conductas que facilite la
solución de sus problemas. Tratan, por tanto, de activar intencionalmente la
reflexión.
B. Preguntas estratégicas.
- No es la opción más completa. Tienen un objetivo prescriptivo y correctivo, se
recurre a ellas cuando es preciso ser más directivo, pretenden movilizar el
sistema atascado e impedir que el bloqueo continúe.
C. Preguntas lineales.
- Esta respuesta es incorrecta, ya que establece el postulado contrario al que
nos referimos.
D. Ninguna de las anteriores.
-
Las preguntas a las que nos referimos se llaman preguntas circulares: Con este tipo de
preguntas, queremos explorar las interrelaciones entre los problemas y otras variables,
como pueden ser las estrategias de afrontamiento y las relaciones interpersonales.
Investigan, por tanto, las diferencias de vínculo entre los miembros de la familia. Son
capaces de hacerla pensar sobre cómo son las conexiones entre ellos, las acciones, las
percepciones, los sentimientos, etc., siempre buscando los supuestos de la causalidad
circular.

4. La técnica de la caja de arena es una técnica principalmente:


A. Proyectiva.
- A, B y C con correctas.
B. De terapia de juego.
- A, B y C con correctas.
C. Simbólica.
- A, B y C con correctas.
D. Todas son correctas.
Esta técnica la podemos encuadrar dentro de las llamadas terapias proyectivas y las terapias
de juego. Las actividades lúdicas sirven para comunicar simbólicamente lo que nos está
sucediendo y cómo nos sentimos con ello. Así, el juego es un buen vehículo para expresar
emociones, es el medio natural de comunicación del niño, le permite manifestar sus

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ansiedades, facilita la solución a sus conflictos, promueve el crecimiento y el desarrollo
integral en lo cognitivo y social. En este sentido, la capacidad de representación simbólica se
considera un logro en el Agustin Francisca2021- 09-21T14:58:00AFPara evitar la repetición,
¿podemos usar evolución? desarrollo del niño.

5. El origen teórico de la técnica de caja de arena se debe a:


A. Freud.
- En ningún caso Freud habló de la caja de arena.
B. C. Jung.
- La creadora de la técnica de la caja de arena fue la psicoterapeuta suiza Dora
M. Kalff (1904-1990), que basó sus teorías en los principios de la psicología
analítica de Carl Gustav Jung. Se formó con él, quien, a su vez, la animó a
conocer personalmente el trabajo de Margarita Lowenfeld en Londres, quien
se convirtió en su maestra.
C. Winnicott.
- Aunque es un referente en la conducta de juego en terapia, no se le atribuye
ninguna relación con la técnica mencionada.
D. Anna Freud.
- Fue una de las pioneras de la terapia de juego, pero no habló nunca de esta
técnica.

6. Aunque la técnica de la caja de arena se puede usar con todo tipo de pacientes, es
especialmente recomendable en aquellos que sufren:
A. Bloqueos emocionales.
- A, B y C con correctas.
B. Vivencias traumáticas.
- A, B y C con correctas.
C. Dificultad de expresión verbal.
- A, B y C con correctas.
D. Todas son correctas.

La aplicación de la técnica ha sido diversa. En los primeros años, desde su aparición, fue
utilizada principalmente en niños y adultos con bloqueos emocionales, malos tratos, abusos
sexuales y otras situaciones traumáticas También se ha empleado en hospitales psiquiátricos
en casos de anorexia adicciones, problemas de conducta e incluso psicosis y en programas
de terapia psicológica escolar y familiar. Además, dado que posibilita la expresión a través de
un vehículo diferente que no es lo verbal, se ha usado en niño que presentan retraso en el
desarrollo con afectación al lenguaje, daño neurológico, así como trastornos del apego.

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7. ¿Cómo son las narrativas de un paciente cuando hay traumas que no han sido
procesados?
A. Emociones y sensaciones desbordantes, disfuncionales, bloqueadas.
- A, B y C son correctas.
B. Creencias negativas sobre uno mismo.
- A, B y C son correctas.
C. Creencias rígidas sobre uno mismo.
- A, B y C son correctas.
D. Todas son correctas.
Sabemos que, cuando un recuerdo no ha sido procesado, se queda en la memoria archivado
de forma disfuncional, de tal modo que permanece activas emociones, sensaciones y
creencias limitantes, porque son disfuncionales, negativas, rígidas y desbordan al paciente.

8. ¿Cuándo pueden ser útiles las técnicas narrativas en una terapia EMDR?
A. Son terapias independientes, hay que elegir una de las dos.
- Son terapias que pueden integrarse en un proceso terapéutico.
B. Solo pueden utilizarse en el tratamiento de adultos.
Podemos usarlo en todos los rangos de edad.
C. Cuando el paciente ha iniciado el procesamiento con EMDR o antes de
comenzarlo, durante la estabilización.
- Puede ser antes del tratamiento con EMDR o en simultáneo.
D. B y C son correctas.
Solo C es cierta.

9. La terapia narrativa puede ser útil:


A. Para flexibilizar creencias negativas del paciente identificado que los familiares
tienen a veces.
- A y B son ciertas.
B. Para flexibilizar las creencias negativas sobre sí mismo que el paciente tiene.
- A y B son ciertas.
C. Solo se pueden cambiar creencias negativas con EMDR.
- Existen diferentes intervenciones psicoterapéuticas con las que podemos
obtener los mismos resultados.
D. A y B son ciertas.
Si realizamos sesiones individuales y familiares, podremos ampliar la narrativas de todos los
participantes.

10. ¿Tiene sentido darle a un niño un diploma por el hecho de haber procesado un
recuerdo traumático con EMDR?
A. Sí, es un tipo de intervención narrativa que incluye el trabajo con certificados.

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- Sirve para dar constancia y enfatizar los logros del paciente.
B. No es necesario ni aporta nada de valor a la terapia.
- Sirve para visibilizar los logros del paciente.
C. Solo debemos hacerlo si no ha habido resistencias durante el procesamiento.
- Se puede hacer independientemente de cómo haya sido el procesamiento
solo debemos adaptarlo a la edad del paciente.
D. A y C son ciertas.

Solo A es cierta.

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