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La terapia de juego puede ser empleada en una gran variedad de problemáticas y trastornos
de diversa índole, y de hecho se utiliza en muchos ámbitos de intervención.
Algunos trastornos y situaciones en que puede ser de gran utilidad es ante la presencia de
alteraciones emocionales, ansiedad, pánico o baja autoestima. Niños que hayan vivido eventos
traumáticos como abusos sexuales, violencia intrafamiliar, abandono de uno o ambos
progenitores, bullying o muertes de seres queridos pueden expresar y procesar sus
sensaciones y vivencias con este tipo de terapia. También resulta útil para procesar, expresar
las emociones que provocan y trabajar fenómenos como el divorcio de los padres, cambios de
domicilio o precariedad económica.
Por último, también resulta de gran ayuda en niños con problemas en la comunicación y
menores que presenten trastornos como el TDAH, obsesiones, autismo, trastornos
alimenticios o trastornos del estado del ánimo como la depresión.
En general este tipo de terapia provoca una disminución del miedo y la ansiedad, un aumento
de la sensación de control, la autoconfianza y las habilidades sociales y la generación de
nuevas perspectivas y estrategias de afrontamiento, además de una mejora sustancial del
estado del ánimo.
Referencias bibliográficas:
A través de este tipo de terapia se busca facilitar la expresión de emociones y situaciones que
el menor encuentra difícil expresar con palabras, sea debido al trauma que le suponen o la
ausencia de capacidad lingüística suficiente para ello.
Para ello se recurre al juego, a través del cual pueden expresar sus emociones, sentimientos y
vivencias de manera simbólica.
El contexto de juego supone asimismo un clima positivo que puede favorecer la interacción del
terapeuta con el menor, estableciéndose un rapport positivo que permita que el paciente se
sienta seguro y confíe en el profesional.
Además de ello, la participación del profesional en el juego (que debe realizarse desde la
perspectiva y dirección del menor) permite que el paciente no solo se exprese, sino que pueda
observar y adquirir nuevas conductas y modos de ver la realidad que por si mismo podría no
plantearse. Resulta útil para entrenar habilidades sociales y emocionales.
Por último, este tipo de terapia ayuda al paciente a que además de expresar lo ocurrido sea
capaz de procesarlo para posteriormente trabajarlo, así como fomentar su resiliencia o
resistencia a las adversidades y ayudarle a emplear mecanismos y estrategias de
afrontamiento adaptativas.
La terapia de juego
Se basa en el uso del juego como elemento de comunicación, gracias al cual el paciente puede
llegar a exteriorizar sus emociones y experiencias de manera simbólica. No solo sirve como
mecanismo de expresión, sino que permite al sujeto procesar y trabajar la información a nivel
consciente e incluso elaborar y/o aprender maneras de hacerles frente. Su funcionamiento es
en apariencia simple, pero exige un elevado nivel de observación por parte del profesional y la
capacidad de que el sujeto se sienta seguro y apoyado.
Generalmente se aplica de una forma constante y más o menos cercana en el tiempo, como
por ejemplo de sesiones semanales en la consulta, la escuela o incluso en el propio domicilio
del sujeto de manera por lo general individual. El terapeuta puede llevar a cabo la sesión de
forma directiva (dirigiendo los juegos) o bien no directiva si se permite el juego libre del
menor.
La información que se puede extraer del juego es mucha. Además del propio simbolismo que
el sujeto imprima al juego, otros aspectos que pueden dar datos de interés son la tendencia a
utilizar juegos concretos o a actuar de determinada manera durante ellos, si el menor incluye
al terapeuta en el juego o lo ignora o si retoma los juegos de las anteriores sesiones o por el
contrario empieza un nuevo juego pueden ser aspectos a valorar.
Si yo no quiero cambiar, no voy a cambiar. El dicho de que “la gente nunca cambia” tendría
que cambiarse por “la gente que no quiere cambiar nunca cambia”. Lo más importante es la
intención, el convencimiento, si yo quiero cambiar algo haré lo posible para que eso se haga
realidad, lo intentare hasta que salga, ahora bien, si no quiero me mantendré pasivo.
Lo típico de hoy voy, mañana no, vuelvo en un mes, desparezco otro, siento decir que no vale
para nada, el hecho de que los psicólogos establezcamos las sesiones semanales no es porque
nos apetezca sino porque el aprendizaje de las nuevas estrategias se da más rápido y de una
manera más efectiva, además cada semana se realiza la práctica lo que hace que todo ese
aprendizaje se fije más. ¿Alguna vez has visto un profesor que enseñe a leer a sus alumnos
así?, hoy una letra, en otro mes otra, dos seguidas en 15 días, no, la práctica es continuada.
Pues lo mismo ocurre en terapia.
Esto siento decirlo tampoco es posible, todo cambio requiere esfuerzo y a veces mucho. Esto
implica hacer las tareas semanales y hacer las cosas aunque nos cuesten y nos resulten
difíciles, si estas cosas no se hacen, puedes estar seguro que no se mejorara.
Creer que el problema es de solución rápida, que ya debería estar solucionado, que no estás
bien ya. Otra vez no es posible, cada problema necesita un tiempo, pero no solo eso, dentro de
cada problema cada persona necesita uno diferente. Por lo que fijar un tiempo en el que creo
que tengo que estar bien, solo hará que me frustre, abandone y pierda la oportunidad de
mejorarlo.
5.-Responsabilizar al terapeuta.
Es el terapeuta el que me tiene que curar, el verá que hace y como lo hace, yo solo tengo que
mirar y esperar.
Otra vez NO, el terapeuta está vendido si el paciente no se responsabiliza. Todo el mundo está
muy acostumbrado a ir a médico y con una pastillita tomada cada 8 horas ya está, fresco como
una lechuga. Pero esto no funciona así en psicología, el terapeuta te da las herramientas y
luego tú ya las utilizas o no, te esfuerzas en integrarlas en tu vida o no. Hay que tener claro que
el único que te puedes ayudar al final eres tu nadie más, el terapeuta solo te dará las
herramientas.
7.- El paciente recibe unas ganancias de estar mal, cosa que refuerza el problema.
Un ejemplo puede ser la atención de todos sus familiares, si la forma de recibir atención es
mediante estar mal, raramente voy a estar motivada para el cambio.
Mucha gente, ve esto como algo esotérico. “Yo no creo en el psicólogo”, es que no es una
cuestión de fe, la fe se tiene en lo que no se puede ver, en lo que no se pude comprobar, hay
muchos estudios que alejan la psicología de una cuestión de fe. Esta es otra de las causas de
fracaso en la terapia psicológica mas importantes.
Poner en duda todo lo que dice el psicólogo, estar constantemente a la defensiva o intentar
llevar la razón en todo, difícilmente hará que se pueda mejorar.
Hay trastornos que son más complicados, la mejoría es mas a lenta y menos acusada, lo mismo
ocurre cuando un problema se ha cronificado, ahí será más difícil, el paciente y terapeuta
tendrán que trabajar más duro.
12.- Que no haya buena relación terapeuta-paciente.
El paciente se tiene que sentir bien con su terapeuta, tiene que poder contar las cosas con
libertad, sentirse entendido, al final la terapia es un lugar controlado donde podemos
expresarnos con más libertad que en ningún otro sitio. Si con el terapeuta no hay una buena
relación, muy difícilmente podrá producirse mejoría, porque el paciente se guardara muchas
cosas para sí. Esta es otra de las causas de fracaso en la terapia psicológica mas importantes.
Como vemos aparte del terapeuta, lo que yo haga o como enfoque la terapia hará que
funcione más o menos, el 90% de los cambios que produce un paciente lo produce él, no el
terapeuta, por eso el mayor mérito siempre es del propio paciente. Por tanto y por suerte las
causas de fracaso en la terapia psicológica, dependen mucho de ti.
El estadio de las operaciones formales es la última de las cuatro etapa de la teoría de Piaget
del desarrollo cognitivo, comienza aproximadamente a partir de los doce años y abarca hasta
la adultez. Coincide con el inicio de la adolescencia y el inicio de la inserción en el mundo de la
adultez.