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Organización Judicial

Es sabido que, tomando como modelo a la Constitución norteamericana

de 1787, nuestra Constitución creó un doble orden judicial. De acuerdo con ese

régimen existen en el país, por un lado, una justicia nacional que ejerce sus

atribuciones en todo el territorio de la República con respecto al conocimiento

de los asuntos mencionados por el art. 116 de la Constitución (competencia

federal) y sin esa limitación en los lugares sometidos a la potestad del Gobierno

Nacional; y, por otro lado, una justicia ordinaria o común que ejerce sus

funciones a través de los órganos judiciales que cada provincia debe crear y

organizar con prescindencia del gobierno central (CN, arts. 5º, 121, 123 y 126)

y cuya competencia abarca el conocimiento de todos los asuntos regidos por el

derecho común y local, con las limitaciones establecidas por el art. 75, inc. 12

de la Constitución Nacional.

Organización del Poder Judicial de la Nación

El art. 108 de la Constitución Nacional determina que el Poder Judicial

de la Nación será ejercido por una Corte Suprema de Justicia y por los

tribunales inferiores que el Congreso estableciere en el territorio de la Nación.

La Corte Suprema de Justicia se compone de cinco jueces y actúan ante

ella el Procurador General de la Nación, los procuradores fiscales de la Corte y

los defensores oficiales de ese mismo tribunal en los términos de la ley 24.946

y demás legislación complementaria (cfr. ley 26.183 (modificatoria del art. 21

del decreto-ley 1285/58) que redujo el número de miembros del tribunal de

nueve a cinco.
No obstante, la norma al tiempo de su sanción fijó transitoriamente en

siete el número de sus miembros, contemplándose su gradual reducción en la

medida en que se produjeran las correspondientes vacancias definitivas en su

seno hasta llegar al número proyectado de cinco). Corresponde a la ley la

fijación del número de jueces de la Corte y de sus fiscales, por cuanto la

reforma constitucional de 1860 (mantenida en este tema por la de 1994) dejó

sin efecto el art. 91 de la Constitución de 1853, según el cual dicho tribunal

estaría integrado por nueve jueces y dos fiscales. Las leyes 27 (art. 6º) y

13.998 (art. 21) y el decreto-ley 1285/58 (art. 21) fijaron la composición del

tribunal en cinco jueces, número que fue elevado a siete por la ley 15.271,

reducido a cinco por la ley 16.895 (ambas modificatorias del art. 21 del referido

decreto-ley), aumentado a nueve por la ley 23.774 y llevado nuevamente a

cinco por la ley 26.183.

La Corte Suprema tiene su asiento en la Capital Federal y designa a su

presidente. El art. 79, RJN, dispone que el presidente de la Corte y los

vicepresidentes primero y segundo son elegidos por mayoría absoluta de votos

de los jueces del tribunal y duran tres años en el ejercicio de sus funciones.

La Corte dictará su reglamento interno (CN, art. 113) y el Reglamento

para la Justicia Nacional, estableciendo las facultades de superintendencia de

la propia Corte y tribunales inferiores (decreto 1285/58). La facultad conferida a

la Corte en el sentido de delegar en los tribunales inferiores el ejercicio de la

superintendencia fue hecha efectiva por el tribunal mediante acordada de fecha

3 de marzo de 1958 (Fallos, 240-107), en la cual dispuso transferir a las

cámaras nacionales de apelaciones la facultad de designar y promover a su

personal y al de los juzgados y ministerios públicos, a propuesta de los jueces y


funcionarios titulares, así como la de otorgar licencias a su propio personal y,

dentro de ciertos límites, a los magistrados de todas las instancias y

funcionarios titulares de los ministerios públicos.

Pero debe tenerse en cuenta que si bien la decisión de tales asuntos

deriva de la superintendencia inmediata que corresponde a las cámaras de

apelaciones, ello no obsta a que cuando la Corte lo estime conveniente ejerza,

por vía de avocación, las facultades de superintendencia general que le

incumbe como órgano máximo de la justicia nacional. Lo mismo cabe decir en

cuanto a la aplicación de sanciones disciplinarias efectuadas por los tribunales

inferiores (RJN, art. 22).

En los casos de recusación, impedimento, vacancia o licencia de alguno

de los miembros de la Corte Suprema, este tribunal se integra, hasta completar

el número legal para fallar, mediante sorteo entre los presidentes de las

cámaras nacionales de apelación en lo federal de la Capital Federal y los de las

cámaras federales con asiento en las provincias. En el caso de que el tribunal

no pueda integrarse mediante ese procedimiento, corresponde practicar un

sorteo entre una lista de conjueces hasta completar el número legal para fallar,

debiendo éstos ser designados en número de diez por el Poder Ejecutivo con

acuerdo del Senado, correspondiendo que el nombramiento recaiga en

personas que reúnen las condiciones establecidas para ser juez de la Corte y

tenga una duración de tres años que puede extenderse al solo efecto de

resolver las causas en que el juez haya sido sorteado, hasta tanto se dicte el

pronunciamiento (decreto-ley 1285/58,art. 22, modif. por ley 23.498).

En cumplimiento del mandato contenido en el art. 108 de la CN, el

Congreso ha sancionado numerosas leyes de creación de órganos judiciales


inferiores a la Corte Suprema, los cuales, en la actualidad, pueden clasificarse

en tres grupos sobre la base de que tengan competencia territorial en toda la

República, en las distintas provincias conforme a las delimitaciones que para

cada órgano establezcan las leyes, y en la Capital Federal.

A su vez, los órganos comprendidos en el primer grupo se diferencian

según que ejerzan exclusivamente competencia federal, o indistintamente

competencia federal y ordinaria, y los incluidos en el tercer grupo conforme se

hallen provistos de competencia exclusivamente federal, exclusivamente

ordinaria o indistintamente ambas clases de competencia. Los juzgados y

tribunales comprendidos en el segundo grupo sólo ejercen, en cambio,

competencia federal en tanto coexisten, en los ámbitos locales donde

funcionan, con los órganos de la justicia provincial a quienes incumbe, por

imperio de lo prescripto en las normas constitucionales mencionadas

anteriormente, el conocimiento de las causas regidas por el derecho común o

local.

El siguiente cuadro ilustra acerca de la clasificación precedentemente

enunciada.

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