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Delito de calumnia

Art. 109. La calumnia o falsa imputación a una persona física determinada de la

comisión de un delito concreto y circunstanciado que dé lugar a la acción pública,

será reprimida con multa de pesos tres mil a pesos treinta mil. En ningún caso

configuraran delito de calumnia las expresiones referidas a asuntos de interés

público o las que no sean asertivas.

La imputación constitutiva del delito de calumnia ha de consistir en la

atribución de un delito en forma concreta y circunstanciada a una persona de

existencia física, excluyendo expresamente a las personas de existencia ideal

como sujeto pasivo de esta modalidad delictiva.

Por otra parte, ha consagrado la atipicidad de las imputaciones delictivas

cuando éstas estén referidas a asuntos de interés público o cuando las mismas no

sean asertivas.

De todos modos la sustancia de esta figura delictiva no ha variado: la

calumnia sigue siendo una falsa imputación de un delito que da lugar a la acción

pública.

Características de la forma delictiva:

Conducta típica: imputación

Para que exista un delito de calumnia, la acción debe consistir en una

“imputación”, es decir una atribución de un hecho a una persona. Señalar o indicar

que alguien ha cometido una acción desvalorada por el Derecho Penal o por las

leyes punitivas especiales.


Imputar equivales a inculpar, hacer responsable o incriminar a otra persona

la realización de algo, en este caso, un delito concreto y determinado que da lugar

a una acción penal de carácter público según lo dispuesto por los artículos 71 y

siguientes del Código Penal.

La doctrina en general coincide con esta apreciación. Así, Núñez señala

que la imputación consiste en poner a cargo de alguien un acto delictuoso

determinado que se ha producido por su causa e intervención.

En consecuencia, la imputación exige la atribución de un delito a otra

persona: afirmar que es autora de él; que la misma ha cometido un hecho

delictuoso o que ha participado de algún modo en tal ilícito.

La imputación tiene que ser clara y manifiesta, y puede ser realizada por

cualquier medio capaz de expresarla, sea de palabra, por escrito o gráficamente, o

por cualquier medio de comunicación. La jurisprudencia argentina

categóricamente así lo había establecido, señalando que esa atribución imputativa

debe ser actual, y contener un claro sentido de asignación.

Si la imputación fuera encubierta o equivoca, tal modo comisivo no sería ya

típico en estos términos, sin perjuicio de lo que disponía el art. 112 del Código

Penal que ha sido derogado.

La imputación delictiva puede formalizarse en forma personal o sirviéndose

de un tercero inimputable para tales fines o por quien obra por error.
A su vez, cualquiera puede ser el medio comisivo, admitiéndose tanto la

palabra hablada como la escrita, los gestos, imágenes o publicaciones en los

medios masivos de comunicación como la televisión, internet, radio, etc.

No es exigencia del tipo que se formule a través de una denuncia judicial o

policial, pudiéndose perfeccionar por cualquier otro modo extrajudicial. Si la misma

es realizada ante autoridad, aparece en el caso otro bien jurídico tutelado que es

la administración pública, y más precisamente la administración de justicia, dando

lugar a la eventual aplicación del delito de falsa denuncia.

Lo trascendente a los fines de la aplicabilidad de esta figura es que la

conducta del autor establezca entre un hecho y una persona una relación

imputativa.

La atribución se relaciona necesariamente con un hecho delictivo, por lo

que no importa calumnia la referencia genérica a hecho o calidades como los

epítetos de ladrón, estafador, traidor a la patria o similares, o expresiones en las

que no se indica circunstancia alguna, como cuando se dice que alguien ha

robado, defraudado, malversado, etc.

De tal manera, decirle a una persona que “hurto un libro” será una injuria,

pero jamás tendrá el carácter de calumnia. Así, la Cámara en lo Criminal y

Correccional de la Capital ha sostenido que “la particularización de la imputación

calumniosa se satisface con la determinación del autor y del hecho, señalando al

primero, y en lo atinente al segundo, mencionando al ofendido e indicando la

materialidad de éste y las circunstancias de modo, tiempo y lugar”.


En esta línea de pensamiento Alejandro Tazza coincide en que la

intimación documentada de recurrir a la justicia frente a una posible controversia

de índole civil no es configurativa del delito de calumnia; como así tampoco la

critica o valoración de los procederes utilizados por un funcionario público en

ejercicio de su función; ni el hecho de asegurar que se emplearon “procedimientos

irregulares” en una determinada actuación; ni las criticas y recriminaciones

efectuadas al sindico de una empresa, o afirmar que una deuda que se pretende

cobrar lo ha sido con abuso de confianza.

Es por tanto que la atribución imputativa debe ser clara y expresa, y poseer

un indudable sentido de asignación, pues “nada atribuye todavía el que

únicamente se reserva la acción penal para hacerla valer más adelante, aunque al

hacerse dicha reserva se haga mención a dos ilícitos penales”, con lo que la sola

alusión de hacerse la reserva de accionar judicialmente por la presunta comisión

de delitos no es suficiente como para tener por configurada aquella atribución, que

es un elemento necesario del tipo penal en análisis.

En definitiva, la imputación debe estar constituida por una afirmación

concreta, en la cual se atribuye a alguien la comisión, por autoría o participación,

de un hecho previsto por la ley como delito en el ámbito penal.


El objeto de la imputación

Lo que se debe imputar falsamente es la comisión de un delito, o mejor

dicho, de un hecho delictivo.

Este ultimo, por expresa disposición legal, debe ser concreto y

circunstanciado.

En primer lugar, la falsa atribución ha de versar sobre un hecho delictivo.

Ello quiere decir que no constituye calumnia toda otra atribución que no se

refiera a un delito, excluyéndose por ende la imputación de comisión de faltas o

contravenciones.

Tiene que tratarse de una atribución que se refiera a un hecho considerado

por la ley penal o las leyes punitivas especiales como delito, es decir, como

conducta típica, antijuridica y culpable, independientemente de su gravedad y de

la pena asignada (multa, inhabilitación o prisión).

Tratándose de un delito, no interesa a los fines de la aplicación de esta

figura que sea considerado un delito político o común, civil o militar, doloso,

culposo o preterintencional, de acción o de omisión.

Lo trascendente en el caso es que se refiera a un delito en el entendimiento

que se le ha asignado, y en consecuencia, no sería configurativo de calumnia la

atribución de un hecho que el autor considera como delito cuando en realidad no

lo es. Es decir, quien califica erróneamente una conducta como delictiva y le

atribuye su comisión a otra persona no comete el delito de calumnia.


A la inversa, es calumnia la falsa atribución de una equivocada calificación

delictiva, siempre y cuando la imputación se vincule con otra figura penal. Decir

que alguien es autor de un robo cuando el encuadre típico corresponde al delito de

hurto configura una calumnia, a pesar de la equivocada asignación delictiva que

pudiera ser de aplicación en el caso concreto.

Características del delito imputado (concreto y circunstanciado)

Según la redacción legal dada por la ley 26.551 a esta figura penal, la falsa

imputación debe atribuirse respecto de un delito concreto y circunstanciado.

La reforma ha aclarado que la imputación sea singularizada por sus

características fácticas, o sea, victima, lugar, tiempo, objeto, medios, etc. De tal

manera, decirle a una persona que es un ladrón, genéricamente y sin otro

aditamento, será a lo sumo una injuria, pero jamás tendrá el carácter de calumnia.

La doctrina en Argentina había establecido desde tiempo estas características,

citando a modo de ejemplo a Gómez, para quien la imputación constitutiva de la

calumnia debía ser “clara, precisa y concreta respecto del hecho atribuido a otro,

porque en eso consiste la imputación”, o Núñez, por caso, quien descalificaba la

atribución de una “conducta delictiva indeterminada”, aclarando a la vez que el

sujeto pasivo tenia que ser una persona física, ya que los entes colectivos no

pueden ser autores responsables de un delito del Derecho Criminal.

El motivo de esta reforma legislativa y de este agregado al texto punitivo

tiene su origen en el precedente “Kimel” de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos. Ello era algo que la misma Corte Interamericana ya había esbozado en

el precedente “Castillo Petruzzi”, al indicar que “las normas que no delimitan

estrictamente las conductas delictuosas son violatorias del principio de legalidad

establecido en el art. 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,

conforme el cual en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar términos

estrictos y unívocos, que acoten claramente las conductas punibles, definiendo

claramente la conducta incriminada, fijando sus elementos, permitiendo

deslindarla de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con

medidas no penales”.

Es así que una amplia tipificación de los delitos de calumnias e injurias

podría resultar contraria al principio de intervención minima y de ultima ratio del

Derecho Penal.

Del precedente sentado por la Corte Interamericana en “Kimel” se pueden

extraer fundamentalmente aquellas conclusiones que hacen a los tipos penales

contenidos en la legislación argentina, en tanto se presentaban como tipos

penales que no contenían precisiones suficientes para delimitar en debida forma

las conductas delictuosas, que no se tenia en cuenta en ellos la gravedad de la

conducta desplegada por el emisor, el dolo con que había actuado y el perjuicio

que se podía haber ocasionado con tales expresiones. Ademas, y sin desconocer

la protección penal que cabria asignarle al honor de las personas, manifestaba el

tribunal que la conducta delictiva debia limitarse a casos especialmente graves,

debiendo recaer la prueba de todos esos elementos en quien formula la

acusación. La ambigüedad de la redacción penal argentina contrariaba de este


modo el principio de legalidad estricta y el derecho a la libertad de expresión, a

punto tal que algunos tribunales locales procedieron a declarar la

inconstitucionalidad de los artículos 109 y 110 del Código Penal argentino

siguiendo tales lineamientos.

Pues bien, la primera modificación efectuada por el Congreso argentino se

refirió a las características que debía tener el delito que falsamente se atribuía a

otra persona, para que pudiera sostenerse que en tales casos existe un delito de

calumnias.

Así, especificó que el ilícito atribuido falsamente a alguien debia ser

“concreto”, y además, “circunstanciado”.

Pese a lo original de la nueva redacción, ya la jurisprudencia argentina

había exigido la presencia de tales requisitos.

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