Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los colonizadores son una serie de pueblos procedentes del Mediterráneo occidental, con un
desarrollo cultural avanzado, que llegaron a la península ibérica a principios del primer milenio
a.C. por las riquezas minerales que había y por poder establecer relaciones comerciales. Los
pueblos peninsulares obtuvieron avances tecnológicos y culturales como: desarrollo de cultivos
como el olivo y la vid, mejora de las técnicas metalúrgicas, torno alfarero y el uso de la moneda
y escritura.
Los fenicios provenían de un pueblo mercantil del actual Líbano y llegaron los primeros a la
península. Fundaron asentamientos importantes como Gadir (Cádiz), clave en rutas que
conectaban el Atlántico con el Mediterráneo. También Sexi (Almuñécar), Malaka (Málaga) o
Ebusus (Ibiza). Los fenicios influenciaron en las poblaciones autóctonas de manera económica,
social y cultural. Su principal y duradera aportación fue la introducción de la escritura en la
Península Ibérica.
En el S. VIII a.C. llegaron los griegos. Estos hicieron pequeños establecimientos comerciales
ubicados en las costas de Alicante y Cataluña. Solo dos de estos se convirtieron en ciudades:
Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias, La escala), ambos en la costa de la actual provincia de
Gerona.
Los iberos (S. Vi a S. II a.C.) ocupaban un amplio territorio que iba del sur de Francia hasta el
alto Guadalquivir. Desarrollaron una rica y compleja cultura de tipo mediterráneo organizada
en torno a ciudades aristocráticas semejantes a sus homólogas italianas y griegas coetáneas,
algunas de las cuales alcanzaron una notable importancia como Castulo, Ilerda o
Arsesaguntum. La sociedad era tribal y estaba muy jerarquizada en función del poder
económico y militar. Su base económica era la agricultura y la ganadería. Trabajaban la minería,
artesanía y metalurgia. Comerciaron con los pueblos colonizadores, lo que propició la
acuñación de la moneda propia y el urbanismo y el arte funerario o religioso (Dama de Elche).
Uno de sus rasgos culturales más distintivos fue el amplio desarrollo de la cultura escrita.
Conservamos numerosas inscripciones ibéricas, aunque son, por ahora, intraducibles.
Los pueblos celtas (S.V a S.I a.C.) ocuparon el interior de la Península Ibérica, la cornisa
cantábrica y la fachada atlántica en la parte central del actual Portugal. Su grado de desarrollo
económico, político y cultural era muy inferior al de los pueblos iberos de la costa
mediterránea. Fueron un pueblo ganadero, aunque también practicaban la agricultura.
Trabajaban el bronce y el hierro para fabricar herramientas y armas. La explotación minera de
estaño y oro fue muy importante para los pueblos del norte, lo que favoreció el comercio con
fenicios y cartaginenses.
Los pueblos celtas mejor conocidos son los celtíberos. Su violenta oposición a la dominación
romana en el S. II a.C. hizo que los autores antiguos les prestaran mucha atención, convirtiendo
en famosas algunas de sus ciudades como Segeda y Numantia.
La conquista romana se da entre el S. III y S.I a.C. En el contexto de las Guerras Púnicas y civiles
se divide en 3 fases: Primero, durante la segunda Guerra Púnica (218 – 197 a.C.), se toma
Sagunto y Publio Cornelio Escipión derrota a Aníbal, sometiendo así en el sur y el este
peninsular; Segundo, la conquista del interior (197 – 29 a.C.) se dificultó por la oposición de los
pueblos celtíberos; Por último, la conquista de la Cornisa cantábrica (29 – 19 a.C.), en la que
destacan las Guerras Cántabras.
Las antiguas ciudades ser revitalizaron y, junto a ellas, las colonias (ciudades fundadas por los
romanos: Tarraco, Caesar Augusta, Hispalis, Emerita Augusta, etc.) se convirtieron en el centro
administrativo, jurídico, político y económico de la Hispania romana; en ellas se construyeron
edificaciones, convertidos hoy en uno de los legados más representativos del pasado romano.
Una importante red de calzadas las comunicaba entre sí con el resto del Imperio.
La presencia romana dejó como legado importantes elementos culturales como el latín,
intelectuales como Séneca, Quintiliano y Marcial, y emperadores como Trajano, Adriana y
Teodosio.
Los visigodos entran a la Península Ibérica en el S.III d.C. cuando los pueblos germánicos la
invaden. Los visigodos entraron como aliados de Roma, expulsando a suevos, vándalos y alanos
en el S.V. Se sentaron en Hispania y asentaron su capital en Toledo tras la derrota de Vouillé
(507) en la Galia. Crearon el primer Estado político independiente y unificado en la Península
Ibérica.
Al principio impusieron una política de dominio sobre la población hispanorromana. Pero, con
el tiempo, emprendieron medidas unificadoras entre ambos pueblos:
Políticamente hay dos instituciones centrales: La monarquía electiva, que se intentó cambiar a
hereditaria en el IV Concilio de Toledo sin éxito en el 633, y donde a su vez el Rey tiene apoyo
de dos asambleas, el Aula Regia (consultivo, formada por magnates) y el Officium Palatinum
(hombres de confianza del rey); y los Concilios, formados por el Clero. Esta unión Iglesia-Estado
supuso la sacralización de la figura del Rey y la obtención de tierras por parte del clero (ahora
nobleza).
Los visigodos adoptaron la tradición latina, cristiana e imperial romana, pero sobre una
sociedad ruralizada, ya que la vida en las ciudades desapareció. La cultura ahora se reducía al
ámbito religioso. Un escritor destacado fue San Isidro de Sevilla quien intentó mantener el
legado cultural romano.
Entonces, la monarquía visigoda estaba dividida por una disputa de bandos entre el rey
Roderico y Agila o Egila, hijo del rey anterior. Los “witicianos” pudieron solicitar ayuda
musulmana para recuperar el trono.
Por su parte, los musulmanes controlaban el norte de África desde el 708 y, ante la debilidad
de la monarquía visigoda, el gobernador de Marruecos envió una expedición dirigida por Tarik
para ocupar Hispania. Los musulmanes vencieron a los visigodos en la batalla de Guadalete en
el 711 e iniciaron una rápida expansión, ya que los musulmanes no encontraron resistencia
debido a la desorganización militar visigoda y la falta de interés de la población. En el 714 los
musulmanes han conseguido el dominio del territorio peninsular excepto los Pirineos y la zona
cantábrica.
3) Califato de Córdoba (929-1031). Con Abderramán III, Al-Ándalus alcanzó su época de mayor
esplendor político, militar, económico y cultural. Emir desde el 912 en el año 929 se
autoproclamó califa. Su hijo Al-Hakam II continuó con la labor de su padre e impulsó además la
cultura. A su muerte, Hisham II, su hijo, ya no se dedicará personalmente a las labores de
gobierno. El poder efectivo lo asumió Almanzor.
4) Reinos de Taifas e invasiones bereberes (1031-1238). Tras la desaparición del califato
surgieron territorios independientes, las taifas. Alcanzaron gran tamaño y prosperidad
económica. Sin embargo, su debilidad militar y las disputas entre ellos fueron aprovechadas
por los reyes cristianos para extender la Reconquista. Las taifas buscaron ayuda en los imperios
bereberes. Primero llegaron los almorávides (1085- 1114) y luego los almohades (1146-1212),
que lograron controlar temporalmente el avance cristiano e impusieron estrictos regímenes
religiosos.
La última etapa se denomina El reino Nazarí de Granada (1237-1492). Fue fundado por
Mohamed Ben Nazar del linaje árabe de los Nars. El reino nazarí sobrevivirá varios siglos
gracias a su habilidad diplomática y por su prosperidad económica. En 1492, tras una guerra de
diez años, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición y entrega de Granada,
desapareciendo así el último vestigio de dominio musulmán en la Península.
Resume los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al
Ándalus
La sociedad andalusí era muy heterogénea por su diversidad religiosa, étnica y económica. El
grupo religioso dominante era el musulmán compuesto por árabes, bereberes y muladíes
(cristianos convertidos al islam). Los cristianos que quedaron bajo dominación musulmana
(mozárabes) y los judíos eran minorías toleradas, pero debían pagar tributos especiales. Les
seguían los libertos (esclavos que habían conseguido su libertad al convertirse al islam) y los
esclavos (de origen africano o eslavo)
Al-Ándalus fue una sociedad científica y culturalmente más avanzada que la Europa medieval.
Actuaron como transmisores de conocimientos, sobre todo del mundo helenístico y del
Oriente. La producción intelectual tuvo autores destacados en diversas disciplinas: en literatura
destacó el poeta Ibn Hazn autor de la obra El collar de la paloma. En el campo científico, se
cultivó la astronomía, la botánica, la farmacología, la medicina y las matemáticas. En filosofía
destacaron Avicena, Averroes y Avempace.
El arte islámico va a estar influenciado por la doctrina religiosa. Las principales
manifestaciones en arquitectura son palacios, como Medina Azahara en Córdoba, la Alhambra
de Granada o la Aljafería de Zaragoza, y las mezquitas entre las que destaca la de Córdoba.
Frente a la rápida conquista musulmana surgieron dos focos de resistencia: las zonas
montañosas de la franja cantábrica y los Pirineos. En estas zonas se configuran pequeños
núcleos cristianos que serán el embrión de los futuros reinos cristianos.
Como frontera oriental del reino leonés surgió Castilla, primero como condado dirigido por
Fernán González en el año 930 y luego convirtiéndose en reino con Fernando I en 1035.
El área de los Pirineos estuvo influenciada por la presencia y los intereses del reino de los
francos, en especial durante el reinado de Carlomagno. En esta área se originaron tres núcleos:
Con el paso del tiempo los distintos reinos cristianos desarrollaron diversas instituciones
políticas: la monarquía, las Cortes y los municipios
Entre los s. XII y XIII surgieron las Cortes, en las que se reunían los tres brazos (nobleza, Iglesia y
ciudades) convocados por el rey. Las cortes castellanas tuvieron un carácter consultivo y de
aprobación de subsidios. En Aragón las cortes tenían una función legislativa y votaban los
impuestos.