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Paleolítico y neolítico
La presencia humana en la península Ibérica se remonta a 1,3 millones de años, según evidencia
Atapuerca. El registro fósil abarca Homo antecesor (800,000), Homo heidelbergensis (400,000), y
Homo neanderthalensis (100,000). Hace 40,000 años, Homo sapiens, originario de África, llegó y
convivió con los neandertales hasta su extinción hace 30,000 años. Durante el Paleolítico, el clima
era más frío, la economía era depredadora, y la vida nómada en pequeños grupos. Pinturas
rupestres, como las de Altamira, se originaron hace 35,000 años, destacando por su naturalismo y
uso de colores vivos. Tras la última glaciación (9,000 a.C.), comenzó el Neolítico, marcado por la
transición a una economía de producción, incluyendo agricultura y ganadería, lo que llevó a la
sedentarización y la aparición de la división social y del trabajo. Este período, entre el 5,000 y 3,000
a.C., vio cambios tecnológicos como el pulimentado de la piedra y la cerámica cardial. Además, se
desarrolló la pintura levantina, al aire libre y esquemática, con escenas humanas variadas.
1.3. Hispania romana
La conquista romana de la península Ibérica, se desplegó a lo largo de varias fases a partir del año
218 a.C. La primera etapa, entre 218 y 197 a.C., se centró en la subyugación del sur y este,
culminando con la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica. La segunda fase, abarcando
desde el 197 hasta el 29 a.C., se concentró en el sometimiento del interior y oeste, superando la
resistencia indígena en las Guerras lusitanas (hasta el 136 a.C.) y las Guerras celtíberas (hasta el 133
a.C.). La tercera fase, de 29 a 19 a.C., consistió en la subyugación del norte, donde Octavio derrotó
a cántabros, astures y vascones. Paralelamente a la conquista militar, se produjo un proceso de
romanización, que fue la difusión de la cultura romana entre la población de los territorios
conquistados. Las contribuciones romanas fueron profundas y duraderas en varios aspectos. Desde
el punto de vista administrativo, se observó una intensa urbanización, siguiendo el modelo
constructivo romano con plano ortogonal, alcantarillado, teatros, termas, anfiteatros y circos. A lo
largo del tiempo, Hispania experimentó divisiones provinciales. En el ámbito social, se implantó el
modelo romano basado en esclavos y personas libres, con divisiones jerárquicas de derechos entre
patricios, plebeyos y libertos, regulando la convivencia según el derecho romano. Económicamente,
la península experimentó un gran crecimiento, favorecido por la circulación monetaria y la
integración en rutas comerciales. En el ámbito cultural, se impuso la lengua latina, la mentalidad y
los hábitos de vida romanos, mientras que la religión politeísta, sincrética y con culto al emperador,
fue reemplazada por el cristianismo, que se convirtió en oficial a partir del 313 d.C.
1.4. La monarquía visigoda
Después de la caída del Imperio romano de Occidente en el año 476, los visigodos establecieron el
reino visigodo de Toledo en Hispania (507-711). Durante este periodo, hubo intentos de unificar el
territorio e integrar a las poblaciones visigodas e hispanorromanas, destacando logros como la
unificación política y territorial bajo Leovigildo (569-586), la conversión al catolicismo de
Recaredo en 589 y la unificación legislativa con Recesvinto en 654 mediante el Fuero Juzgo.
La monarquía visigoda,era electiva y estuvo marcada por la inestabilidad, experimentó conflictos
entre la nobleza, guerras y regicidios. Aunque teóricamente los reyes tenían amplios poderes, en la
práctica estaban limitados por la influencia de la nobleza e Iglesia. Los concilios de Toledo (desde
632) asumieron un papel político, pero los enfrentamientos internos debilitaron el reino, que
desapareció en 711 tras la derrota de Don Rodrigo ante los musulmanes en la batalla de Guadalete.
2.1. Al Ándalus: evolución política
Tras la rápida conquista de Al-Ándalus en 711-714, su evolución política se dividió en varias etapas
clave. Comenzó como un Emirato dependiente (714-756) bajo el Califato Omeya, seguido por un
Emirato independiente (756-929), donde Abderramán I se proclamó emir independiente
políticamente, ya que aun reconocía al califa en lo religioso. Luego, Abderramán III estableció el
Califato de Córdoba (929-1031), marcando un período de poder y esplendor económico, seguido de
la fragmentación tras su muerte. Posteriormente, los Primeros reinos de taifas (1031-1086)
enfrentaron la presión cristiana y disputas internas. La conquista de Toledo en 1085 provocó la
llegada de imperios norteafricanos, almorávides (1086-1146) y almohades (1170-1230), que
temporalmente reunificaron Al-Ándalus hasta su derrota en las Navas de Tolosa en 1212. Las
Últimas taifas (1230-1492) vieron la caída de la mayoría ante los avances cristianos, excepto la taifa
de Granada (1237-1492), que sobrevivió pagando parias hasta su conquista por los Reyes Católicos
en 1492.
2.2. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura. El legado judío en la península Ibérica.
La economía de Al-Ándalus experimentó un cambio dinámico, introduciendo mejoras en el regadío
y diversificando cultivos. Las ciudades florecieron como centros administrativos y de comercio,
destacando en artesanía y reactivando la circulación monetaria. La sociedad se dividió por religión,
etnia y riqueza, incluyendo musulmanes (árabes, bereberes, muladíes), cristianos y judíos. Al-
Ándalus sirvió de puente cultural entre el mundo islámico, oriental y la Europa cristiana,
promoviendo la libertad intelectual durante el Califato en Córdoba. Se destacaron en diversas
disciplinas como literatura, matemáticas, medicina, historia y filosofía, con figuras como Averroes
2.3. Los reinos cristianos: evolución de la conquista de la Península y organización política
La conquista de Al-Ándalus por los reinos cristianos abarcó varias etapas desde los siglos VIII hasta
XV. En los siglos VIII al X, los cristianos ocuparon áreas deshabitadas en el valle del Duero y el pie
de monte pirenaico. En los siglos XI y XII, tras la caída del Califato, los castellanos avanzaron hasta
el Tajo (Toledo, 1085). Tras el inicial freno almorávide, el avance se reactivó con las tomas de
Zaragoza (Aragón, 1118), Lisboa (Portugal, 1146), Lérida (1149),Teruel (1170). Con el impulso de
las órdenes militares se avanzó hacia los valles del Guadiana y Júcar. El siglo XIII marcó un
impulso significativo con victorias como las Navas de Tolosa, consolidando la presencia cristiana
en regiones clave. En los siglos XIV y XV, Castilla completó la conquista de Granada en 1492.
Durante este proceso, surgieron entidades políticas cristianas como la Corona de Castilla, la Corona
de Aragón, el reino de Navarra y Portugal. Aunque los reyes ostentaban autoridad, su poder se veía
limitado por la nobleza y el clero, siendo notables la Curia Regia y las Cortes como órganos
importantes para la toma de decisiones.
2.4. Modelos de repoblación. Organización estamental en los reinos cristianos medievales
Durante la conquista cristiana en la península ibérica, se implementaron diversos modelos de
repoblación. En los siglos VIII al X, la presura llevó a una ocupación espontánea y privada de la
tierra, estableciendo pequeñas propiedades. En los siglos XI y XII, la repoblación concejil,
impulsada por los reyes, dividió el territorio en concejos con cartas-pueblas, configurando una
estructura de mediana propiedad. A finales del siglo XII e inicios del XIII, las Órdenes Militares
influyeron en zonas como la Mancha y Extremadura, estableciendo una estructura de gran
propiedad. A partir del siglo XIII, los repartimientos en el Guadalquivir, sur de Valencia y Murcia,
distribuyeron la tierra de forma desigual, consolidando grandes propiedades, principalmente para la
nobleza. La sociedad estaba dividida en tres estamentos: la nobleza y el clero, privilegiados y
propietarios de la mayoría de las tierras; el pueblo o estado llano, conformado mayoritariamente por
campesinos y la incipiente burguesía urbana; y dos minorías segregadas, los judíos en el ámbito
urbano y los mudéjares en el rural, a menudo perseguidas.
2.5. La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el Reino de Navarra
La Baja Edad Media (siglos XIV y XV) estuvo marcada por conflictos políticos, demográficos y
económicos. En Castilla, guerras civiles entre monarcas y nobleza destacaron, mientras que en
Aragón, se libró una guerra entre el rey Juan II, la nobleza y clero catalanes. Factores demográficos
como malas cosechas y la peste en 1348 causaron una caída significativa de la población, generando
tensiones sociales entre la nobleza y el campesinado, así como entre la burguesía y las clases
populares. En el ámbito político, Castilla se volvió unitaria y autoritaria, destacando en la
navegación atlántica y la conquista de Canarias. La Corona de Aragón, menos unitaria,la debilidad
del poder real se manifestaba en la práctica del pactismo, debiendo respetar las normas, fueros e
instituciones particulares de cada territorio y se enfocaba en la expansión mediterránea. Navarra,
vinculada a asuntos franceses, fue incorporada a Castilla en 1515, conservando sus instituciones.