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Bloque 1 historia de España

LAS NUEVAS FORMAS DE VIDA DEL


NEOLÍTICO.
Se produjo la llegada de grupos que cultivaban trigo y cebada, criaban ovejas, cabras y
posteriormente ganado vacuno. En este período encontramos los primeros utensilios
relacionados con prácticas agrícolas, como molinos barquiformes, hachas y azadas de
piedras, o lascas denticuladas usadas para segar el cereal.
Destaca la cerámica cardial, denominada así por su decoración con la concha de berberecho
o cardium edule.
Este proceso de neolitización no fue uniforme entre las comunidades indígenas.
Durante el Neolítico final se comenzaron a construir estructuras funerarias con piedras de
gran tamaño conocidas como megalitos. Las tipologías comprenden desde los dólmenes
hasta las complejas estructuras como los sepulcros del corredor. En ellas se han encontrado
ajuares con hachas de piedra pulimentada, cerámica cardial, cuchillos de sílex o ídolos de
piedra, de forma cilíndrica y con grandes ojos.
En cuanto a manifestaciones artísticas, destaca el arte rupestre levantino, caracterizado por
la representación de escenas monocromas en abrigos rocosos poco protegidos.

LA EDAD DEL COBRE ( CALCOLÍTICO)


Se produjo la incorporación paulatina de la metalurgia.
En el sudeste peninsular, destacó especialmente la cultura de los Millares. En el yacimiento
que dió nombre a dicha cultura se pueden apreciar profundos cambios en el orden social y
económico:
● Enclave promontorios elevados y uso de murallas, lo que indica una preocupación
defensiva, propia de desigualdades entre los diferentes asentamientos y campañas
de saqueo.
● Gran importancia de la necrópolis, situada en el exterior del poblado y caracterizada
por una gran presencia de entrenamientos megalíticos colectivos.
Aparece en la Península un nuevo tipo de cerámica, denominada campaniforme, que ha sido
interpretada como un objeto de prestigio y de intercambio en rutas de larga distancia en el
continente europeo. Los ajuares de los enterramientos se caracterizan por la presencia de
formas cerámicas ricamente decoradas y acompañadas de elementos de cobre.

LOS PUEBLOS DEL ÁREA ÍBERA.


El término “íbero” procede de íber. Fue utilizado para referirse a un mosaico de pueblos que,
a pesar de no conformar una unidad política, compartían elementos comunes, como su
lengua y escritura o sus costumbres funerarias.
El área íbera se extendió por el Este y Sur peninsular, distinguiendo dos espacios: la zona
íbera caracterizada por la influencia de las colonizaciones griegas y la cultura de los campos
de urnas; y la zona de influencia íbera, que recibió una mayor influencia de fenicios,
cartagineses y tartesios.
La organización social y política estaba compuesta por monarquías encabezadas por régulos
que controlaban varias ciudades, así como regímenes aristocráticos cuyo poder se basaba en
fórmulas clientelares como la devotio ibérica. Por debajo, se situaba la mayoría de la
población dedicada a actividades comerciales, artesanales, agrarias y ganaderas. También
existía la servidumbre.
Tenían un poblamiento defensivo, es decir una gran eclosión de núcleos urbanos
amurallados y situados en zonas de fácil defensa. Estos asentamientos eran centros
políticos-administrativos, religiosos y económicos. En economía, predominan la agricultura
(cereales y leguminosas) y la ganadería (vacuno y ovicápridos).
Mantenían intercambios comerciales con las colonias fenicias, griegas y cartaginesas,
acuñaban moneda propia y exportaban metales. Además, se generalizó la metalurgia del
hierro, lo que queda patente en elementos como rejas de arado, hoces y armamento.

LA UNIFICACIÓN TERRITORIAL.
A pesar del establecimiento del reino visigodo, la Península era un conglomerado
heterogéneo de territorios, en el que, además del reino suevo, existían regiones montañosas
aún dominadas por cántabros, astures y vascones. Además, el sur peninsular había quedado
bajo el control bizantino a mediados del siglo VI, a raíz de la expansión territorial
protagonizada por el emperador Justiniano.
Durante los reinados de Leovigildo y Recaredo se desarrollaron diferentes campañas
militares que permitieron tanto la desaparición del reino suevo como el sometimiento
parcial de vascones, cántabros y astures. Suintila sometió definitivamente a los vascones y
conquistó los del sur ocupados por los bizantinos. Con la salvedad de algunos territorios del
Norte y las Islas Baleares, el reino visigodo estableció así la unidad territorial.

LA UNIFICACIÓN JURÍDICA Y
ADMINISTRATIVA.
Lograda la unidad religiosa, las leyes que regían a la minoría dirigente -unos 100000
visigodos- y al grueso de la población hispanorromana- unos 7 millones- eran diferentes. En
este ámbito hay que destacar la compilación del Liber ludiciorum bajo el reinado de
Recesvinto, una compilación de leyes que ponía fin a las diferencias jurídicas entre
hispanorromanos y godos.
La sociedad de los siglos VI y VII distaba, sin embargo, de ser homogénea. La ruralización
acentuada durante las postrimerías del Imperio Romano acrecentó las diferencias entre las
capas superiores y las inferiores, estimulando relaciones de dependencia prefeudal entre los
campesinos colonos y la aristocracia latifundista. Además, se establecieron numerosas
disposiciones legales contra los judíos, quienes bajo algunos monarcas fueron forzados a
convertirse al catolicismo.
La monarquía visigoda fundamentó su poder con la creación de nuevas instituciones, entre
las que destacaron:
● El Aula Regia, una asamblea que realizaba funciones legislativas y judiciales.
● El Officium Palatinum, un órgano similar a una corte conformada por magnates de
confianza del monarca.
● Los concilios, asambleas eclesiásticas convocadas por el rey, que a menudo versaron
sobre aspectos de índole política.
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE AL-ÁNDALUS.
Durante los ocho siglos de presencia musulmana, Al-Ándalus pasó por distintas etapas:
● Emirato dependiente de Damasco: al- Andalus se integró como provincia del califato
de Damasco. Esta etapa se caracterizó por la conclusión del avance musulmán en
Covadonga y Poitiers, así como por el establecimiento de un cinturón defensivo en
torno a las mareas de Mérida, Toledo y Zaragoza.
● Emirato independiente: en 750, la dinastía Abasida protagonizó un golpe de Estado
en Damasco contra la dinastía Omeya. Abd al-Rahman I, uno de los supervivientes,
se estableció en la Península y se auto proclamó emir independiente. De esta forma,
ratificaba su independencia política del califato de Bagdad, aunque no la religiosa.
● Califato de Córdoba: Abderramán III llegó al poder en 912 y tuvo que enfrentarse a
numerosas revueltas en Mérida, Toledo, Zaragoza y Bobastro. Tras su sometimiento,
en 929 se autoproclamó califa, lo cual se traducía en la Independencia definitiva de
al-Ándalus. Esta decisión no sólo suponía asumir el rango de máxima autoridad
religiosa, sino que constituía una auténtica reivindicación de la dinastía Omeya.
El apogeo militar y económico de al-Ándalus frente a los reinos cristianos del Norte
se prolongó también durante el reinado de al-Hakam II, cuyo reinado se caracterizó
por el desarrollo y esplendor cultural de Córdoba. Sin embargo, la minoría de edad
de su sucesor, Hisham II, fue aprovechada por el visir al-Mansur para asumir el
gobierno efectivo y protagonizar numerosas campañas de saqueos (razias) contra los
reinos cristianos.
● Los primeros reinos de taifas y las invasiones de almorávides y almohades: La
muerte de al-Mansur dio paso a un período de enfrentamientos que desembocó en la
disolución del califato en 1031. El poder se disgregó en una serie de reinos
independientes dominados por élites andalusíes, eslavas y bercheres, denominadas
taifas, cuya aparición será intermitente. En esta etapa contrastó el gran desarrollo
cultural y artístico frente a la gran debilidad militar, evidenciada por el pago de
parias a los reinos cristianos. Dicha debilidad de las taifas supuso la toma de Toledo
por Alfonso VI y la posterior invasión almorávides y almohades, pueblos bereberes
del Norte de África.
● El reino Nazarí de Granada: La destrucción del ejército almohade en la batalla de las
Navas de Tolosa en 1212, abrió las puertas a la conquista de la mayor parte del
territorio andalusí, dejando aislado al reino nazarí de Granada hasta su conquista
definitiva en 1492.

LA FORMACIÓN DE NÚCLEOS CRISTIANOS.


La ocupación musulmana no se extendió al Norte del Duero y del Ebro y los primeros
núcleos de resistencia cristiana surgieron en la cordillera cantábrica y los Pirineos.
En el área cantánbrica, un grupo de visigodos encabezados por Pelayo derrotaron a los
musulmanes en Covadonga, una simple escaramuza que sería aprovechada posteriormente
por su valor simbólico y religioso. En sus inmediaciones nació el reino de Asturias, con
capital en Cangas de Onís y posteriormente Oviedo. Durante el reinado de Alfonso III se
alcanzó la frontera del Duero y la capital se trasladó a León, pasándose a denominar reino de
León.
Ya en el siglo X, en la frontera oriental del reino de León, en una zona escasamente poblada y
muy expuesta a los ataques musulmanes, Fernán González creó el condado de Castilla en las
actuales Cantabria y Burgos, como un territorio independiente del reino de León.
En el área pirenaica, tras la contención del avance musulmán en la batalla de Poitiers, el
emperador franco Carlomagno había creado la Marca Hispánica como frontera entre su
reino y al-Ándalus. Esta zona fronteriza se extendía desde Pamplona hasta Barcelona y
estaba formado por diferentes condados, vasallos del rey franco. Tras la muerte de
Carlomagno estos territorios fueron desvinculándose del reino franco, y se originaron el
reino de Pamplona, los condados aragoneses y los condados catalanes:
● El Pirineo occidental, el clan de los Arista expulsó a los carolingios a inicios del siglo
IX. El primitivo reino de Pamplona extendió su territorio a inicios del siglo X, bajo la
dinastía Jimena.
● En los altos vasallos del Pirineo central surgieron los condados de Aragón, Sobrarbe
y Ribagorza.
● En el Pirineo oriental se crearon diversos condados: Barcelona, Gerona, Rosellón,
Cerdaña, etc. A finales del siglo IX, Vilfredo el Velloso unificó los principales
condados catalanes, el conde de Barcelona Borrel II aprovechó la caída de la dinastía
carolingia para desvincular sus dominios del reino franco.

LOS MODELOS DE REPOBLACIÓN.


De forma paralela al proceso de expansión territorial, los reyes cristianos trataron de atraer
pobladores hasta las nuevas tierras conquistadas. Para ello, se articularon diferentes
fórmulas:
● Entre los siglos VII y X, la repoblación del Norte del Duero y el Piedemonte pirenaico
se produjo por parte de campesinos que ocupaban las tierras despobladas (presura).
● Entre los siglos XI y XIII, la repoblación entre el Duero y el Tajo comportó que las
villas y su territorio recibieran del rey fueros o cartas pueblas, que aseguraban
privilegios a sus habitantes.
● En el siglo XIII, el sistema de repartimientos al Sur del Tajo, otorgaba grandes
extensiones territoriales a la Igleisa, la nobleza y las órdenes militares que habían
ayudado en las campañas militares.
La incorporación de estos territorios acarreó la presencia de musulmanes en territorio
cristiano, denominados mudéjares. A pesar de que podían conservar sus leyes, costumbres,
religión y parte de sus propiedades, debían pagar impuestos especiales y tenían la
obligación de residir en barrios segregados(morerías). La población judía debía habitar
también en barrios separados, las juderías.

LA UNIÓN DINÁSTICA.
El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón dio origen, al acceder ambos a los
tronos, a una nueva entidad política, la monarquía hispánica. Esta debe entenderse como
una unión dinástica de dos coronas, en la que cada territorio siguió rigiéndose por sus leyes
e instituciones, pero compartían una misma monarquía.
Se denominaba España a la asociación de todos los pueblos de la península Ibérica, pero no
tenía un significado político; de tal manera que los Reyes Católicos no utilizaron la
denominación de Reyes de España sino de cada uno de los reinos que la formaban. Las leyes,
la moneda, las instituciones, así como las Cortes de cada reino permanecieron diferenciadas
y las fronteras entre los diferentes territorios obligaban al pago de derechos sobre las
mercancías.
LOS CONFLICTOS INTERIORES.
El siglo XVI coincide con el reinado de los primeros monarcas de la dinastía Austria. Carlos
había nacido en Gante y era hijo de Juana I de Castilla y Felipe de Habsburgo, por lo que
recibió una formidable herencia:
● De sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, había heredado la Corona de Castilla
con los territorios americanos, la Corona de Aragón con las posesiones italianas y el
reino de Navarra.
● De sus abuelos paternos había recibido los Países Bajos, el Franco Condado,
Luxemburgo y los territorios alemanes de la casa de Austria. Además, tras la muerte
de su abuelo, el emperador Maximiliano, adquirió la posibilidad de ser coronado
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Carlos I llegó a la Península para asumir el trono rodeado de consejos flamencos y fue
recibido con una fuerte oposición, pues era visto como un extranjero ajeno a los intereses
peninsulares. Únicamente convocó las Cortes con el fin de obtener el dinero necesario para
coronarse emperador con el nombre de Carlos V. Marchó hacia Alemania, en medio de un
malestar creciente, que estalló en diversas revueltas:
● La revuelta de las comunidades: se inició en algunas ciudades de Castilla, como
Toledo y Segovia. La nobleza y parte del campesinado se unieron contra la
desatención del rey a los asuntos de Castilla, y en oposición a los consejeros
flamencos. Las fuerzas comuneras fueron derrotadas en la batalla de Villalar.
● El levantamiento de las Germanías: Se produjo en Valencia y Mallorca, por parte de
artesanos y campesinos, para conseguir una mayor participación en los cargos
municipales y más protección frente a los abusos señoriales. Apelaron al rey para
que los defendiese de los poderosos pero Carlos I se alió con la nobleza y las tropas
reales pusieron fin a la resistencia.
En 1556, Carlos I abdicó en su hijo Felipe II, cediendo a su hermano el título imperial y los
territorios austriacos. Además, gracias a sus derechos dinásticos, Felipe II fue reconocido
rey de Portugal, lo cual supuso la incorporación de las extensas posesiones coloniales
portuguesas. A diferencia de su padre, Felipe II estableció en Castilla su centro de poder,
administrando sus territorios desde la nueva corte de Madrid y el Monasterio del Escorial.
Los problemas más graves se produjeron a raíz de la persecución de los moriscos
granadinos. Ello desencadenó la sublevación de las alpujarras, que fue sofocada
militarmente y comportó la dispersión de unos 80000 moriscos por la Península.
Por otro lado, la centralización de los reinos peninsulares iniciada por Felipe II provocó un
conflicto en Aragón, cuando a raíz de la persecución en tierras aragonesas de Antonio Pérez,
antiguo secretario del rey acusado de asesinaro, el rey impuso su autoridad por encima de
los fueros de Aragón.

EXPANSIÓN Y DEFENSA DEL IMPERIO.


La colonización del continente americano avanzó hacia el Oeste en tiempos de Carlos I. La
primera etapa fue capitaneada por Hernán Cortés, quien conquistó el Imperio Azteca. La
segunda, dirigida por Francisco Pizarro, se inició en 1531 y finalizó con el dominio del
Imperio Inca. Paralelamente, otros conquistadores se expandieron hacia el Norte y el Sur,
mientras otros expedicionarios alcanzaban las islas filipinas en Asia.
La política europea de Carlos I se caracterizó por la defensa de la unidad territorial y
religiosa del Imperio. Felipe II se esforzó por mantener la hegemonía europea de Habsburgo
y apoyarla sobre la potencia de Castilla. Además, como defensor de la contrarreforma,
emprendió numerosas guerras:
● Los enfrentamientos con Francia por el control del Milanesado, en el Norte de Italia,
condujeron a la victoria de Carlos I en la batalla de Pavía. Este conflicto concluyó con
la victoria de Felipe II en la batalla de San Quintín.
● En el Meditarráneo, Carlos I intentó frenar a los turcos que amenazaban la zona del
Danubio y el Mediterráneo, y ocupó Túnez. En tiempos de Felipe II se estableció la
Liga Santa, liderada por la monarquía hispánica, para frenar la expansión turca en el
Mediterráneo, obteniendo la victoria en la batalla de Lepanto.
● Carlos I también mantuvo guerras de religión con los príncipes alemanes que
apoyaban al luteranismo y amenazaban la autoridad imperial. Tras unas victorias
iniciales el emperador reconoció la religión luterana y concedió la libertad religiosa
en los Estados Alemanes.
● El principal foco bélico de los Austrias fueron los Países Bajos. Allí, el aumento de los
impuestos y la expansión de los calvinistas desencadenaron la rebelión de las
Provincias del Norte, de mayoría protestante, que declararon su independencia
provocando la guerra de Flandes. Este conflicto culminó con el reconocimiento de la
independencia de las Provincias Unidas.
● Felipe II planeó una intervención contra Inglaterra en represalia a los ataques a la
flota española que comerciaba con América y el apoyo inglés a los protestantes. La
derrota de la Armada Invencible constituyó un gran fracaso para el monarca.

EL GOBIERNO DE LOS VALIDOS


Los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II se caracterizaron por la delegación de los
asuntos gubernativos en validos o favoritos. Estas figuras evidenciaban una mayor
complejidad en la administración de los Estados modernos y, para el caso español, una
debilidad de los reyes manifiesta. Los validos dirigían el gobierno y controlaban los consejos
y las redes clientelares, otorgando cargos y beneficios a familiares y partidarios, e
incurriendo a menudo en prácticas corruptas.
Felipe II tuvo como valido al duque de Lerma, más interesado en adquirir poder y riqueza
que en gobernar. Bajo su gobierno se realizó la expulsión de los moriscos y el traslado de la
corte a Valladolid. Los monarcas siguieron luchando por la defensa de sus territorios y el
catolicismo. Felipe III firmó la paz con Inglaterra y la tregua de los Doce Años con las
Provincias Unidas, a fin de recuperar la economía. Sin embargo, decidió participar en la
guerra de los Treinta Años.
Su hijo Felipe IV, rey cultivado y mecenas, confió su poder al conde-duque de Olivares,
autoritario y con gran capacidad de trabajo. El valido fracasó en hacer de Felipe IV un
monarca absoluto y sostener con las armas el prestigio del Imperio. El reinado de Felipe IV
fue un periodo de guerras en múltiples frentes. Con el objetivo de reforzar el poder real y
asegurar su hegemonía en Europa, el conde-duque de Olivares diseñó una estrategia basada
en dos pilares:
● La Unión de Armas, que suponía la creación de un gran ejército para la defensa del
Imperio, sostenido no solo por Castilla sino también por el resto de territorios
hispánicos.
● La uniformización de leyes e instituciones de todos sus reinos, siguiendo el modelo
de las de Castilla.

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