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CEU CLAUDIO COELLO – Historia de España (2º Bachillerato)

A. De la Prehistoria al reinado de los primeros Borbones.

1. La Prehistoria y la Edad Antigua en la Península Ibérica

1.1. El Paleolítico y el Neolítico


Durante el Paleolítico (hasta el 10.000 a.C.) tuvo lugar la aparición del Homo Sapiens en
África, especie que se extendió por la Península Ibérica a finales de este periodo. La base
económica en el Paleolítico fue la caza, la pesca y la recolección, tratándose de sociedades
nómadas, con periódicos desplazamientos una vez agotados los recursos del territorio habitado.
Las culturas peninsulares paleolíticas desarrollaron útiles de piedra, dominaron el fuego y
practicaron ritos funerarios.

El Neolítico (10.000-3000 a.C.) se inicia con la revolución que supone la aparición de la


agricultura y la ganadería. Ello significó la aparición de sociedades sedentarias y el paso de
comunidades depredadoras a otras productivas, propiciándose las primeras diferencias sociales
en virtud de la división del trabajo. En el Neolítico surgieron los objetos cerámicos y la confección
de tejidos.

Desde finales del Paleolítico aparecen las primeras manifestaciones artísticas. Se trata tanto
del arte mobiliar, pequeñas tallas en piedra, como de las pinturas rupestres, destacando las
existentes en la Cueva de Altamira (Cantabria), del Paleolítico o las de Valltorta (Castellón) o El
Cogul (Lleida), del Neolítico.

1.2. Los pueblos prerromanos y las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo
Los denominados pueblos prerromanos poblaron la Península en el I milenio a.C. Entre ellos,
destacan los íberos y los celtas. Los íberos descienden de los peninsulares prehistóricos,
asentándose en el tercio este peninsular. De economía agropecuaria y minera, comerciaron con
griegos y fenicios. Desarrollaron manifestaciones artísticas, cuyo mejor ejemplo es la Dama de
Elche. Los celtas proceden de Centroeuropa, asentándose en el interior peninsular. De
organización social y política más rudimentaria, destacaron en la metalurgia del hierro.

También en el I milenio a.C. tuvieron lugar las colonizaciones de los pueblos del
Mediterráneo oriental, con el fin de comerciar con los metales existentes en la Península (cobre,
oro o plata). Asentados en factorías costeras, se trató de los fenicios, procedentes de Próximo
Oriente, con colonias en la costa andaluza (Cádiz, Almuñécar o Málaga) y de los griegos, que
llegaron con posterioridad, y fijaron sus factorías en la costa mediterránea (Ampurias o Rosas).
Los fenicios fueron sucedidos por los cartagineses. Procedentes de la colonia fenicia de Cartago,
en el norte de África, tuvieron iniciales asentamientos en Baleares y la costa sureste, destacando
Cartago Nova (Cartagena), con una posterior ocupación del interior peninsular hasta su derrota
por parte de Roma en la segunda guerra Púnica.

1.3. La Hispania romana


Hispania es el término utilizado por los romanos para referirse a la Península Ibérica. El
dominio romano de la Península se inició en el 218 a.C., en la segunda guerra Púnica entre Roma
y Cartago (218-201 a.C.), dominando entonces los romanos las zonas colindantes a la costa
mediterránea española. El emperador Augusto concluyó la conquista de Hispania al dominar el

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norte peninsular en el s. I a.C. La presencia romana en la Península perduró hasta el s.V, cuando
llegaron los pueblos germánicos.

Hispania fue un territorio con elevado grado de romanización dentro del Imperio romano,
aunque la romanización no fue homogénea, con mayor evidencia en el sur y en el este
peninsular. Se configura como importante proveedor de materias primas con destino a Roma
(productos agrícolas, ganaderos y mineros). Las bases de la romanización fueron el latín como
lengua común, la religión cristiana, la extensa red de calzadas, el derecho romano o la división
territorial, aspectos actualmente perceptibles en la cultura y organización de España. Muestras
materiales de legado romano en España son sus construcciones (Teatro de Mérida, Anfiteatro
de Tarragona) y obras de ingeniería (Acueducto de Segovia, Puente de Alcántara).

1.4. La monarquía visigoda


El dominio romano perduró hasta principios del s.V, cuando llegaron a la Península
diferentes pueblos germánicos: vándalos, suevos y alanos. Para expulsar a estos pueblos, Roma
acordó con otro pueblo germánico, los visigodos, entonces asentado al sur de la Galia, la
devolución de Hispania al control romano. Sin embargo, aprovechándose de la debilidad romana,
los visigodos iniciaron su asentamiento en la Península durante el s.V, creando el Reino visigodo
de Toledo. El definitivo control peninsular visigodo concluyó con el rey Leovigildo (569-586),
quien derrotó al reino suevo en el noroeste peninsular. Bajo su hijo y sucesor, Recaredo (586-
601), los visigodos abandonaron el arrianismo y abrazaron el catolicismo en el III Concilio de
Toledo, produciéndose la unificación religiosa entre la sociedad hispanorromana y la visigoda.

Políticamente, el estado visigodo adoptó la forma de monarquía. El rey se apoyó en


diferentes instituciones en su gobierno: el Officium Palatinum, personas de mayor confianza del
rey, o el Aula Regia, de carácter consultivo. Especial relevancia cobraron los Concilios,
convocados por el rey y celebrados en Toledo. Los Concilios fueron inicialmente asambleas
eclesiásticas, si bien terminaron adquiriendo un importante papel político, estando integrados
por la jerarquía eclesiástica y por la alta nobleza.

2. La Edad Media en la Península Ibérica

2.1. Al-Ándalus: evolución política


Identificamos a Al-Ándalus como los territorios bajo dominio musulmán en la Península
entre 711 y 1492. Este domino fue completado a partir de la batalla de Guadalete (711),
fijándose la capital andalusí en Córdoba. Al-Ándalus se estableció como el Emirato dependiente
del Califato de Damasco (711-756), hasta que la dinastía Omeya fundara el Emirato
independiente del Califato de Bagdad (756-929). Seguidamente, Abderramán III se
autoproclamó califa, implantando el Califato de Córdoba (929-1031), etapa de mayor auge
militar, económico y cultural de Al-Ándalus.

La muerte de Almanzor a inicios del s.XI derivó en la descomposición del Califato de


Córdoba y su fragmentación en los reinos de taifas independientes y enfrentados entre sí. Ello
facilitó el proceso de reconquista de los reinos cristianos desde el norte, a excepción de los
periodos de unificación política andalusí protagonizados por almorávides y almohades. La

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derrota musulmana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) frente a los reinos cristianos
propició el progresivo encogimiento de Al-Ándalus, hasta limitarse al Reino nazarí de Granada,
escenario de constantes disputas internas por el poder hasta su conquista por Castilla en 1492.

2.2. Al-Ándalus: economía, sociedad y cultura. El legado judío en la Península Ibérica


Identificamos a Al-Ándalus como los territorios bajo dominio musulmán en la Península
entre 711 y 1492. La economía andalusí fue fundamentalmente agrícola, con gran desarrollo del
regadío y la introducción de cultivos (arroz, cítricos o algodón). En las ciudades destacan los
zocos. La estructura social estuvo encabezada por la aristocracia árabe latifundista, seguida de
los bereberes ganaderos. Por debajo de éstos, la burguesía urbana (funcionarios, artesanos,
comerciantes), la plebe, y los esclavos. Existió una preeminencia social de los musulmanes,
teniendo menor consideración los muladíes y otras minorías religiosas: judíos y mozárabes.
Durante el Califato de Córdoba (929-1031) Al-Ándalus alcanzó su mayor auge cultural, con
desarrollo de diferentes disciplinas: astronomía, matemáticas, medicina, geografía, literatura...
De su arquitectura destaca la construcción de mezquitas (mezquita de Córdoba) y palacios (La
Alhambra en Granada o Palacio de la Aljafería en Zaragoza).

Los judíos constituyeron una próspera comunidad en la Edad Media hasta su expulsión en
1492. Aunque sujetos a impuestos extraordinarios y denegado su acceso a cargos públicos,
gozaron de generalizada tolerancia religiosa. En Al-Ándalus, destacan Judá Leví (poesía y
medicina) o Maimónides (medicina y filosofía), mientras que durante el dominio cristiano
despunta la Escuela de Traductores de Toledo.

2.3. Los reinos cristianos: evolución de la conquista de la Península y organización política


Los reinos cristianos nacen en el siglo VIII a partir de diversos núcleos de resistencia situados
en el norte peninsular tras la conquista musulmana. El primero de ellos es el Reino de León,
originado en la cornisa cantábrica, del que pronto se desgajó el Condado de Castilla. Ambas
entidades avanzaron desde el siglo IX hacia el sur conquistando los valles del Duero, del Tajo y,
tras la victoria en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), el del Guadalquivir, uniéndose
posteriormente en la Corona de Castilla en el mismo s.XIII. Del área pirenaica surgieron: el reino
de Pamplona, fundado en el s.IX y antecedente del Reino de Navarra; el Condado de Aragón,
bajo control pamplonés y convertido en Reino en el s.XI; y los Condados Catalanes, tutelados por
los francos hasta el s.X. La unificación del reino de Aragón y los Condados Catalanes en el s. XII
supuso el nacimiento de la Corona de Aragón.

La organización política de los reinos cristianos peninsulares estaba encabezada por el rey,
asesorado por la Curia Real, órgano integrado por los nobles y el clero. Desde 1188 en el Reino
de León y durante el s.XIII en el resto de los reinos, se incorporaron a la Curia Real los burgueses
en representación de las ciudades más importantes, naciendo de este modo las Cortes. Sus
funciones fueron atender las consultas del rey y votar impuestos de carácter extraordinario.

2.4 Modelos de repoblación. Organización estamental en los reinos cristianos medievales


Paralelamente a la conquista cristiana de territorios de Al-Ándalus, los reinos cristianos
realizaron la repoblación de las tierras conquistadas. Este proceso se manifestó de diferentes
formas: entre el s.VIII al s.X se produjo el avance cristiano hasta los ríos Duero y Ebro,
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predominando la repoblación por presura. Entre los s.XI y XII se progresó al sur del Duero y hasta
la cuenca del Tajo, concretándose la repoblación en Concejos mediante la concesión de fueros
o cartas puebla por el rey. Y desde el s.XIII en el avance por la submeseta sur y el valle del
Guadalquivir, predominó la repoblación en encomiendas, latifundios otorgados a las órdenes
militares, y en repartimientos, recompensas territoriales a quienes participaran en la toma del
territorio andalusí restante.

La estructura social en los reinos cristianos era estamental, con tres estamentos. Por un
lado, estaban los dos estamentos privilegiados: la nobleza (bellatores), con función militar,
basada en relaciones mutuas de vasallaje y en cuya cúspide se sitúa el rey; y el clero (oratores).
Ambos grupos afianzaron el régimen señorial a partir del s.XII, cuando los monarcas les
concedieron extensos señoríos, en los que podían cobrar impuestos e impartir justicia. Por otro,
los no privilegiados, el estado llano (laboratores), en su mayoría campesinos, que conformaban
el grueso de la sociedad.

2.5. La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el Reino de Navarra
En la Baja Edad Media, durante los s.XIV y XV, en la Corona de Castilla se produjo el
fortalecimiento del poder real frente a los nobles, sentándose las bases de una monarquía
autoritaria. Este proceso no estuvo exento de constantes guerras civiles, como la que enfrentó
a Pedro I con su hermanastro Enrique dando paso a la dinastía de los Trastámara. En los periodos
de paz interna, se continuó la expansión frente al Reino Nazarí de Granada hasta su la definitiva
conquista castellana en 1492.

En la Corona de Aragón se mantuvo la identidad institucional de sus distintos territorios:


Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, desarrollando una política pactista con el monarca. La
Corona desarrolló una expansión mediterránea y una próspera actividad mercantil. En 1412
llega al trono Fernando de Trastámara tras el Compromiso de Caspe. El s.XV fue un siglo de
constantes conflictos internos, especialmente en Cataluña con el reinado de Juan II.

En Navarra prevaleció igualmente la doctrina pactista entre las Cortes y el rey, que debía
respetar los fueros. Sin embargo, su inestabilidad política durante el siglo XV en constante
guerra civil entre bandos nobiliarios llevó a la pérdida de territorios frente a sus vecinos y a la
conquista e incorporación por Castilla en 1512.

3. La Edad Moderna

3.1. Los Reyes Católicos: unión dinástica e instituciones de gobierno. La guerra de Granada
Tras el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (1469) tuvo lugar la Guerra
de Sucesión Castellana (1474-1479), entre los partidarios de Juana de Trastámara (la Beltraneja)
y los de Isabel. Su desenlace propició la coronación de Isabel como reina de Castilla, tras el
Tratado de Alcaçovas. Los Reyes Católicos establecieron entonces la unión dinástica de Castilla
y Aragón, conservando cada territorio sus propias leyes, instituciones y políticas exteriores.

Los Reyes Católicos conformaron una monarquía autoritaria, superando la fragmentada


estructura feudal. En Castilla, el Consejo Real era el principal órgano de gobierno y autoridad
judicial. Las Cortes eran convocadas para aprobar tributos. Aragón mantuvo la autonomía de sus

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reinos, con el Consejo de Aragón como institución consultiva del rey. Se nombraron virreyes en
cada uno de los reinos aragoneses, conservándose la autonomía de sus respectivas Cortes, con
capacidad para proponer leyes e impuestos.

Con la toma del Reino de Granada por Castilla entre 1481 y 1492 termina el proceso de
reconquista. La conquista del reino granadino se basó en asedios a las ciudades musulmanas,
negociándose sus rendiciones mediante capitulaciones. El apoyo castellano a Boabdil en las
luchas internas del reino granadino resultó fundamental para la rendición de Granada y su
incorporación a Castilla en 1492.

3.2. Exploración, conquista y colonización de América (desde 1492 y durante el siglo XVI)
Concluida la conquista del Reino de Granada, Castilla aceptó en 1492 el proyecto de
Cristóbal Colón, quien planteaba la idea de alcanzar Asia navegando desde la Península hacia el
oeste, a partir de la forma esférica de la Tierra. Colón realizó un total de cuatro expediciones
hasta su fallecimiento en 1504, habiendo explorado buena parte del actual mar Caribe y algunos
puntos costeros de Centroamérica, Colombia o Venezuela.

Durante el s.XVI, Castilla llevó a cabo un notable impulso de las expediciones de conquista
y colonización en América. Destacaron la expedición de Núñez de Balboa (1513), quien atravesó
el istmo de Panamá y alcanzó el océano Pacífico, así como las de Hernán Cortés, quien dominó
el Imperio Azteca (1519-1522) y de Francisco Pizarro con la conquista del Imperio Inca (1527-
1533), estableciéndose así los respectivos virreinatos de Nueva España y del Perú. Desde estos
virreinatos se llevan a cabo nuevas expediciones: Diego de Almagro y Pedro de Valdivia en Chile,
Pedro de Orellana y Lope de Aguirre en el Amazonas o Alvar Núñez Cabeza de Vaca en
Norteamérica. La encomienda y el repartimiento fueron los sistemas mediante los que la
colonización española aseguró la mano de obra para la explotación económica de los territorios
americanos.

3.3. Los Austrias del siglo XVI. Política interior y exterior


Carlos I (1516-1556) heredó de su padre los territorios austriacos y con ellos el derecho a
ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. También los Países Bajos y el Franco
Condado. Por vía materna recibió, Castilla y Aragón con sus territorios extrapeninsulares. De su
política interior destaca la represión de las Comunidades de Castilla y de las Germanías en
Aragón, que significaron el refuerzo de la autoridad monárquica, apoyada por la nobleza.
Combatió a los turcos en el Mediterráneo y se enfrentó a los franceses en Italia, obteniendo el
ducado de Milán. En el Sacro Imperio, el enfrentamiento con los luteranos terminó con la cesión
de autonomía política y religiosa a los príncipes germánicos.

Felipe II (1556-1598) se convirtió también en rey de Portugal en 1580, configurando así un


imperio sin parangón, si bien Carlos I asignó los territorios austriacos a su hermano Fernando.
Los problemas internos de su reinado fueron la rebelión de las Alpujarras, levantamiento de los
moriscos granadinos, siendo reprimidos y dispersados por todo el reino, y las alteraciones en
Aragón, donde intervino militarmente ante la búsqueda de apoyos en Francia por parte de las
instituciones aragonesas. En el ámbito exterior salió victorioso frente a Francia en San Quintín
(1556); se inició la sublevación de los Países Bajos desde 1566; y derrotó a los turcos en Lepanto

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(1571). Igualmente, la guerra contra Inglaterra determinó su frustrado intento de invasión, con
la denominada Armada Invencible (1588).

3.4. Los Austrias del siglo XVII. Política interior y exterior


Los Austrias del siglo XVII fueron Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II
(1665-1700), monarcas que delegaron la toma de decisiones en sus validos: el duque de Lerma,
el conde duque de Olivares y Juan José de Austria respectivamente. La aprobación de la Unión
de Armas provocó, entre otras, sublevaciones en Cataluña y Portugal desde 1640. La
intervención militar de Felipe IV en Cataluña propició una guerra concluida en 1652, con la
permanencia de Cataluña bajo soberanía de los Austrias. Por su parte, el apoyo de Francia e
Inglaterra a la nobleza portuguesa significó la independencia portuguesa en 1668.

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y la guerra hispano-holandesa (1621-1648)


supusieron focos de atención en el exterior. La Paz de Westfalia (1648) significó la
independencia de las Provincias Unidas (Países Bajos), mientras que tras la Paz de los Pirineos
(1659) España cedió a Francia el Rosellón y la Cerdaña y Artois. Más tarde, Carlos II hubo de
ceder a Francia Lille y el Franco Condado, tras el Tratado de Nimega (1679). De este modo, el
s.XVII supuso el fin de la hegemonía española en el continente y el encumbramiento de Francia
como principal potencia continental. Carlos II murió sin descendencia, desencadenándose la
Guerra de Sucesión (1701-1713).

3.5. Sociedad, economía y cultura de los siglos XVI y XVII


El s.XVI fue de crecimiento demográfico y económico. Junto a una agricultura sin
tecnificar, basada en el cultivo de secano, destacó la ganadería lanar para la industria del paño
y la exportación a Flandes. Crecieron las ferias y puertos mercantiles, en especial en Sevilla, sede
de la Casa de Contratación. El Renacimiento en la península estuvo marcado por el Concilio de
Trento (1545-1563), destacando nombres como la escritora mística, Santa Teresa de Jesús, la
obra pictórica de El Greco o la arquitectura de Juan de Herrera.

En el s.XVII se produce una crisis demográfica causada por una fuerte disminución de las
cosechas, y la propagación de diferentes oleadas de peste negra, las continuas guerras, la
emigración a América y la expulsión de los moriscos a principios de siglo. La economía también
se resintió a consecuencia de los enormes gastos y la alteración de la moneda. Se considera este
siglo como El Siglo de Oro de las artes y las letras del Barroco con escritores como Cervantes,
Quevedo o Lope de Vega y pintores como Velázquez.

La sociedad en estos siglos mantuvo su estructura estamental, con la consolidación de las


grandes casas nobiliarias y el crecimiento de las clases populares y grupos marginales urbanos.
Para el mantenimiento de la posición y el acceso a cargos públicos era imprescindible probar la
“pureza de sangre”.

3.6 La Guerra de Sucesión. La Paz de Utrecht. Los Pactos de Familia


Carlos II (1665-1700) falleció sin descendencia, desencadenándose la Guerra de Sucesión
Española (1701-1713). Se enfrentaron Castilla y Francia como partidarios de la opción borbónica
de Felipe de Anjou y la alianza partidaria del archiduque Carlos de Habsburgo, formada por

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Austria, Inglaterra, Holanda, Portugal, Prusia y Saboya. El archiduque Carlos tendría igualmente
apoyos en la Corona de Aragón. El nombramiento en 1711 del archiduque Carlos como heredero
del Sacro Imperio Germánico determinó la firma de los Tratados de Utrecht (1713) por los que
Felipe V (1713-1746) fue reconocido como rey de España. A cambio, la Monarquía Hispánica
cedía diferentes territorios: Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña. Austria recibió Flandes,
Nápoles, Milán y Cerdeña, mientras que Saboya incorporó Sicilia.

La política exterior española quedó ligada por los Pactos de Familia con Francia (1733, 1743
y 1761). Estos determinaron la participación española en las grandes guerras europeas del
s.XVIII. En las guerras de sucesión polaca y austriaca, Felipe V recuperó parte de los territorios
italianos para sendos infantes españoles. Resultado de la Guerra de los Siete Años, España cedió
Florida a Inglaterra, obteniendo Luisiana de parte francesa. Asimismo, España participó en la
Guerra de la Independencia estadounidense, recuperando Menorca y Florida.

3.7. La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance
de las reformas
Felipe V (1713-1746) inaugura la dinastía borbónica en España con la implantación de un
modelo de Estado inspirado en el modelo francés: una monarquía absoluta de carácter
centralista. Así, durante el s.XVIII se tomaron medidas para fortalecer el poder del Estado. Bajo
el pretexto de su apoyo prestado al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión, se implantaron
los Decretos de Nueva Planta en la Corona de Aragón, quedando suprimidas sus leyes e
instituciones. Se nombró un capitán general como máxima autoridad, en sustitución del virrey,
se establecieron las Audiencias como máximos órganos judiciales y se implantó un sistema fiscal
unificado al de Castilla. Asimismo, se fijó la obligatoriedad del castellano como lengua oficial de
las instituciones. Aparecía así el Reino de España como Estado unificado.

Otras reformas fueron la sustitución del sistema de Consejos por las secretarías de
despacho, antecedentes de los actuales ministerios, impulsadas por el marqués de la Ensenada.
Siguiendo el modelo francés, el territorio quedó dividido en provincias, al frente de las cuales se
situaba un intendente. En el ámbito religioso, la Corona llevó a cabo una política regalista
respecto a la Iglesia, logrando en 1753 la firma de un Concordato con la Santa Sede que establecía
el patronato universal.

3.8. Las reformas borbónicas en los virreinatos americanos


La pérdida del imperio europeo tras la Guerra de Sucesión hizo que España se concentrara
durante el s.XVIII en sus posesiones americanas. Las reformas borbónicas en el Nuevo Mundo
propiciaron una administración más centralizada y eficiente, con el nombramiento de capitanes
generales e intendentes, así como un mejor aprovechamiento de los recursos americanos. Para
garantizar una gestión leal a la Corona, los principales funcionarios eran sometidos a un juicio
de residencia al final de su ejercicio. Además, debían proceder de la Península, dejando los
Cabildos y el Ejército como únicas instituciones con presencia criolla. También la política
regalista borbónica alcanzó a la extensa y poderosa Iglesia virreinal, con la expulsión de los
jesuitas como máximo exponente.

El comercio creció notablemente. España mantuvo el régimen de monopolio del comercio


americano, si bien introdujo el sistema de registros (1735), barcos fletados por particulares con
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autorización estatal, y mediante el Reglamento de Libre Comercio (1778) autorizó a 13 puertos


peninsulares y a 22 americanos para comerciar entre sí. La fundación de nuevas universidades
originó una élite criolla de pensamiento ilustrado. No obstante, el férreo control peninsular
fueron gestando en ella el descontento que llevaría a las independencias.

3.9. Sociedad, economía y cultura del siglo XVIII


En el s.XVIII se produjo un importante crecimiento demográfico, destacable en las regiones
periféricas y en Madrid hasta alcanzar los 11,5 millones en 1800. La sociedad mantuvo la
estructura estamental de siglos anteriores, si bien en las ciudades se consolidó una burguesía
cada vez más pudiente gracias a las reformas económicas.

Desde el poder se apostó por mejorar el rendimiento agrícola, sin apenas resultados.
También se impulsaron las manufacturas reales, con el fomento de artículos de lujo o militares.
La actividad comercial con América conoció medidas liberalizadoras: el sistema de registros
(1735), barcos fletados por particulares con autorización estatal; y el Reglamento de Libre
Comercio (1778), por el que se autorizaba 13 puertos peninsulares y a 22 americanos para
comerciar entre sí. La Corona impulsó las Sociedades Económicas de Amigos del País, centros de
difusión de las nuevas teorías económicas, industriales, mineras o agrícolas.

La Ilustración, movimiento que floreció en Europa en el s.XVIII, fundamentado en la primacía


de la razón y el método científico, tuvo su vertiente en España. Su mejor exponente fue Carlos
III (1759-1788), apoyado en diferentes ministros: Campomanes, Olavide, Floridablanca o
Jovellanos. Éstos llevaron a cabo reformas en diversas áreas, incluida la educación, como medio
para mejorar la situación de atraso del país.

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