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Resumen VI

Curso: Psicología de atención al paciente (2023)


Prof. Francisco Navarro

Lenguaje y comunicación

La comunicación humana tiene la particularidad de surgir con el lenguaje. Humberto Maturana argumenta
que, aunque todos los seres vivos se comunican, solo los seres humanos (hasta donde sabemos) viven en
el lenguaje. El análisis del lenguaje es un tema complejo cuyas aproximaciones varían entre lingüistas,
psicólogos, teóricos de la información, entre otros. Como señala Bermeosolo (2007) el lenguaje puede
verse como sistema, código, conducta personal o conducta interpersonal, cada uno de los cuales considera
diferentes aspectos del acto lingüístico. A grandes rasgos, cada una de estas aproximaciones se define de
la siguiente manera:

• Lenguaje como sistema: el lenguaje, o más bien la lengua, es un sistema con una estructura
jerárquica de componente o niveles interdependientes. Clásicamente, estos componentes básicos
son el nivel semántico, morfosintáctico y fónico. Que corresponden respectivamente al
significado, las unidades portadoras de significado y las unidades sonoras mínimas del habla.

• Lenguaje como código: corresponde al enfoque derivado de la teoría de la información. En este


caso “se ve el lenguaje como un conjunto de señales que permiten transmitir información
desde un emisor a un receptor” (Bermeosolo 2007, p. 31).

• Lenguaje como conducta personal: se enfoca en el lenguaje como conducta o actividad humana
más que como un sistema de componentes.

• Lenguaje como conducta interpersonal: se ve al lenguaje como “instrumento de comunicación


en una interacción social” (Bermeosolo 2007, p. 34). En este caso se considera el contexto de
comunicación, además del hablante y el oyente en sí mismos.

Todas estas distinciones son relevantes porque nos muestran que el estudio del lenguaje puede dividirse
en el estudio de su estructura (lenguaje como sistema y código) y en el estudio de su uso (lenguaje como
conducta).

¿Qué es lo que ocurre cuando hablamos, es decir, cuando somos participes del lenguaje?
Morris y Maisto (2009) definieron el lenguaje como un “sistema flexible de comunicación que usa sonidos,
reglas, gestos o símbolos para transmitir información” (énfasis añadido). Este tipo de definiciones suele
ser muy popular. Ya sea en psicología, neurociencia, inteligencia artificial y otras ramas de las ciencias
cognitivas, la alusión a la transmisión de información para referirse a los procesos que definen “lo
cognitivo” (dentro de lo cual está el uso del lenguaje) es una idea común que ha logrado permear
fuertemente en nuestro sentido común. Incluso, aun cuando disciplinas como la psicolingüística han
querido destacar la naturaleza conductual y social del lenguaje, permanece a veces de trasfondo, en mayor
o menor medida, la idea de que el lenguaje corresponde a un sistema de intercambio informativo, en el
cual hay un output (el habla) y un input (la interpretación del mensaje). De la misma manera que un
computador.

Lenguaje como acción: actos de habla y lenguajear

El estudio de los actos de habla proviene de las aportaciones del filósofo del lenguaje John L. Austin,
recogidas en su obra póstuma Cómo hacer cosas con palabras (1962). En términos generales, suele decirse
que los actos de habla son todos aquellos actos que se realizan gracias al lenguaje. Por ejemplo, alguien
que dice a su pareja “prometo que seré mejor persona” no solo está enunciando una oración, sino que
está haciendo el acto mismo de prometer. En este sentido, la comunicación y el lenguaje no es solamente
una transmisión de información.
El lenguaje no solo sirve para describir el mundo, sino que también me permite realizar acciones. Esto no
debería sorprendernos si consideramos que el lenguaje surge en la relación, en mi actuar con otro –ya sea
conmigo mismo en la forma de dialogo interno o con un oyente externo en la conversación– Es un
fenómeno inherentemente participativo. Cuando el lingüista describe el lenguaje abstrae ciertos
elementos como la estructura fónica, sintáctica y semántica de un enunciado, pero esto no responde a la
pregunta por la actividad lingüística, es decir, qué es estar en el lenguaje. Para usar un término de
Humberto Maturana, no nos dice lo que hacemos cuando lenguajeamos. Esto podríamos entenderlo si
hacemos una analogía con la música. El musicólogo sabe que la música no es, literalmente, la partitura,
sino más bien el fenómeno que surge en la relación del musico con su instrumento (o su voz). La partitura
es una representación de lo que es hacer música.
En el sentido anterior, y acorde con una idea del lenguaje como conducta interpersonal señalado
previamente, la actividad lingüística ocurre para Maturana (1992) en la interacción con otros cuando
llevamos a cabo coordinaciones conductuales recursivas, esto es, cuando coordinamos nuestras
coordinaciones de acciones (Maturana, 2002: 53). Esto es lo que permite, entre otras cosas, la capacidad
semántica de nuestro lenguaje que lo diferencia de otros sistemas “rígidos” de comunicación animal.
Para entenderlo bien consideremos el siguiente ejemplo: una abeja que comunica mediante su danza la
dirección y distancia de una fuente de polen a sus pares está coordinando su conducta con las demás
abejas. Sin embargo, dicha comunicación no genera lenguaje, porque la abeja no es capaz del acto
recursivo de coordinar o “mirar” su propia danza e informarlo a los miembros de la colmena para que
decidan hacer otra cosa (variar el tipo de danza, no danzar, elegir otro mecanismo de comunicación, etc.).
Básicamente, la coordinación de segundo orden es mirar nuestra propia actividad como objeto de análisis.
Dos amigos riéndose de una anécdota no solo coordinan su actuar (e.g.: dirigir la mirada al oyente, generar
palabras, mover las manos y asentir con la cabeza, gesticular anímicamente) sino que son conscientes de
su propia actividad conductual (pueden decidir cuando es tiempo de hacer pausas en la conversación,
cuando es cómodo alejar la mirada del rostro del interlocutor, cuando esbozar una sonrisa cordial, etc.).
Esta visión abarca además todos los tipos de lenguaje no verbal que son inseparables del hablante.
Bibliografía

Bermeosolo, J. (2001). Psicología del lenguaje. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.
3ª edición.

Morris, M.G. & Maisto A.A. (2009). Psicología. México: Pearson Educación; 13ª edición.

Maturana, H. (2002). La objetividad. Un argumento para obligar. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones.

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