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AFECTIVIDAD Y SEXUALIDAD EN LA VIDA CONSAGRADA1

INTRODUCCIÓN

Como afirma Juan Pablo II en la RH 10, el hombre no puede vivir sin


amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está
privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el
amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él
vivamente.
La Sagrada Congregación para la Educación de la Fe nos dice: la
primera vocación del cristiano es amar, y que la vocación al amor se
realiza por dos caminos diversos: el matrimonio o el celibato por el Reino
(OEMH 56). En el nº 6 se considera la afectividad y la sexualidad como los
pilares fundamentales para la madurez en el amor.
La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica considera imprescindible para la vivencia de
la castidad la madurez afectiva (OFIR 13) y en los nº 39-41 da especial
relieve a la formación sexual. Las distintas Congregaciones asumen las
aportaciones de las ciencias antropológicas que orientan la afectividad y
la sexualidad en la perspectiva del amor, considerando la madurez sexual
como la plenitud de la madurez afectiva.

1.- LA AFECTIVIDAD

1.1. ¿QUÉ ES?

Es un tema poco estudiado y por su propia naturaleza presenta


ciertas dificultades a la hora de abordarlo:
a) Dificultades para su definición. La madurez afectiva es un
condicionante de la madurez humana, junto con la madurez psíquica como su
infraestructura y a su vez esencial para ésta. Se trata de un
acontecimiento psíquico proteiforme y difuso en sus contenidos. Carece de
ser propio, aunque se encuentra siempre en toda manifestación humana. Por
eso sólo se puede definir de un modo vago y analógico, en conexión con los
demás valores de la vida psíquica, por ser una respuesta automática ante
los estímulos. Es importante tener en cuenta que la reacción afectiva es
independiente en sí misma del proceso cognoscitivo que la origina y de la
tendencia motivacional que pueda derivar de él. En principio no tiene por
qué haber automáticamente proporción entre el estímulo y la reacción
afectiva del sujeto, ni el impulso de éste a la acción será,
espontáneamente, el correspondiente a la calidad objetiva propia del
estímulo.
b) Amplitud de la vivencia afectiva. Dentro de ciertos límites se
puede decir que la experiencia emotiva sólo se produce cuando todos los
procesos implicados en la reacción emotiva a una situación estímulo
determinada han entrado en la conciencia y se han incluido en su
significado existencial.
En todo estado de emoción se señalan cinco parámetros: vivencia,
reacción fisiológica, comportamiento, plano cognitivo, asertividad. Habrá
1
Artículo condensado de R. GOMEZ MANZANO, C.M.F. [médico psiquiatra], Afectividad
y sexualidad en la formación para la vida religiosa, en Formar hoy para la vida
religiosa de mañana. Madrid 1991, pp. 267-302.

1
que preguntarse cómo se produce (génesis), qué se siente interiormente
(vivencia), qué reacción corporal provoca (fisiología), qué
manifestaciones de conducta pone en marcha (comportamiento), y qué se
percibe a nivel de las ideas, juicios y pensamientos (plano cognitivo).
Así pues la asertividad será definida como un proyecto personal de
conducta en el que debe elaborarse la experiencia afectiva.
c) El valor subjetivo. La experiencia afectiva es tan especial para
el sujeto que, al menos en la percepción subjetiva, parece su única
experiencia. El carácter personal de la vivencia afectiva, tan distinto de
unos a otros, se muestra en las diferencias del llamado umbral general o
particular de los sentimientos, es decir, el límite a partir del cual es
incontrolable para el sujeto un sentimiento particular o todos en general,
que, evidentemente, es único para cada persona, sea madura o inmadura.
Cuando es demasiado bajo, con tendencia a descargar más hacia afuera que
hacia adentro, o con descarga hacia adentro provocadora de trastornos
funcionales orgánicos, se habla de inmadurez afectiva.

1.2. LA DINAMICA DEL PROCESO AFECTIVO

La reacción afectiva puede considerarse como un estado de defecto,


de necesidad, que el individuo quiere superar, ya sea necesidad
fisiológica, sentimental o metafísica. Dichas necesidades son un reflejo
vivencial de la ley de la comunicación con el mundo exterior, que afecta a
la conservación, desarrollo y configuración del individuo, con un ritmo
bien definido: estímulo, sentimiento, impulso, búsqueda o rechazo,
encuentro (satisfactorio o no).

1.3. LAS CUATRO EXPERIENCIAS AFECTIVAS

Sólo a modo de aclaración se habla de emociones, sentimientos,


pasiones y humores o estado de ánimo. La emoción surge de forma brusca,
aguda, perturbadora del orden psíquico, con fuertes reacciones
fisiológicas, pero de corta duración. El sentimiento es la experiencia más
importante de las cuatro por ser el modo habitual del discurrir afectivo.
Representa un estado subjetivo difuso, con tonalidad positiva o negativa.
La pasión tiene la intensidad de la emoción y la duración del
sentimiento, a costa de un predominio de la vida afectiva sobre la
intelectual. Los estados de ánimo o humores, son los sentimientos
profundos y autónomos, llamados por muchos "el sentimiento vital
fundamental".

1.4. SENTIDO DE LA VIVENCIA AFECTIVA

a) Sus relaciones. La vivencia afectiva está íntimamente vinculada a


la vida, a la satisfacción, al placer y a la felicidad, pero también al
dolor y a la muerte, en la medida en que es reflejo de la ley de
comunicación con el exterior. Por esto está relacionada con todas las
funciones y planos que estructuran la personalidad humana.
b) Su finalidad. Las vivencias pulsionales están matizadas por el
todavía no. Son el signo de hallarse en camino hacia un fin que para cada
una de ellas es un valor y en su conjunto tienden al control de la
realidad y de las situaciones, a una progresiva fusión del interés por sí
mismo con el interés de los demás, hasta llegar al encuentro interpersonal
totalizante.

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c) Su desarrollo. Hay varios niveles. En el primer nivel, llamado
narcisismo primario, las relaciones del niño con los objetos tiene lugar
exclusivamente bajo el impulso de necesidades imperiosas. En el segundo
nivel o narcisismo secundario (amor interesado), se empieza a distinguir
los objetos según aporten o no satisfacción. El amor está en relación a la
utilidad aportada. El tercer nivel o narcisismo socializado es el de
utilizar las personas para conseguir lo que no se puede lograr por sí
mismo (forma rudimentaria de relacionarse con los demás). El cuarto nivel
es el amor postnarcisista u oblativo que hemos definido al hablar de la
finalidad de la vivencia afectiva.

2.- LOS MECANISMOS DE BASE DE LA AFECTIVIDAD

2.1. EL INCONSCIENTE

Según Freud abarcaría los contenidos reprimidos porque en la


conciencia serían perturbadores. Los atribuía exclusivamente al Ello. Hoy
se sabe que el Yo y el Super Yo tienen tales elementos perturbadores y que
el inconsciente está constituido por todo lo que no está en la conciencia.
Este conjunto de contenidos que la vida mental selecciona y aleja de la
conciencia influyen en la dinámica de los sentimientos.

2.2. LA FANTASIA INCONSCIENTE

Se relaciona la fantasía con las pulsiones e instintos. La fantasía,


aparte de ser una expresión mental de los instintos, es, sobre todo, en
las primeras etapas de la infancia, un medio de defensa contra la realidad
desagradable o peligrosa, sustituyéndola por elaboraciones fantásticas
agradables. En las etapas sucesivas es una fuerza en la dinámica del
impulso creador, al servicio de la libertad y del amor. Es necesario,
pues, conocer el trato que el sujeto tuvo y tiene con la realidad y el
grado de su inserción en ella para calibrar las verdaderas motivaciones de
su conducta y el por qué de sus aciertos o frustraciones a la hora de
elaborar y realizar el proyecto personal.

2.3. EL PROCESO HACIA LA FELICIDAD

a) Los conflictos afectivos. Las diversas tendencias se hallan entre


sí en una relación de convergencia o divergencia. En el último caso
provocan conflicto o neurosis si se exacerba aquél. Las primeras
relaciones con la madre juegan un papel decisivo en la génesis y
posibilidad de control y solución de los mismos. Si son negativas
dificultan un contacto objetivo y adecuado con la realidad provocando una
personalidad insegura, demandante, con las características de una
afectividad captativa, ansiosa e incapaz de lograr una armonía interna.
b) La búsqueda de la satisfacción. Es de gran importancia en el
aprendizaje y maduración de la afectividad. La carencia persistente
provoca agotamiento de las actividades creativas de la fantasía y favorece
el progresivo predominio de fantasías negativas. El fracaso y la
frustración pertenecen a la misma estructura del ser humano. Una cosa es
no tener satisfacción y otra no soportar la más mínima falta de ellas.
Hecha la salvedad, hay que reafirmar la necesidad de satisfacciones para
el ser humano.
c) La corrección del principio del placer. La propia naturaleza del
placer da lugar a las antinomias entre él mismo y la felicidad, dado lo

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finito de aquél y el inacabable deseo de ésta. Por eso, el placer puede
ser el enemigo de la felicidad, si trata de encerrarla en sus vínculos
limitados y concretos. Es necesario desmitificar la absolutización del
placer confundido con la felicidad.
Así como la realidad psíquica se rige por el principio del placer,
la consciente lo hace por el de la realidad. El psiquismo tiende
automáticamente al placer por el camino más corto; el principio de la
realidad abre el psiquismo al mundo circundante imponiéndole diferir la
obtención del placer para conseguirlo en mejores condiciones y más
fácilmente. En este sentido, el principio de la realidad está al servicio
del principio del placer.
El principio del placer toma a los seres como meras ocasiones o
pretexto de disfrute, llegando por ello a la frustración. El principio de
la realidad libera al sujeto, por sus renuncias, de los determinismos del
placer y lo abre a un tipo de goce más profundo y radical: el amor
oblativo, que encuentra su felicidad en el amor del otro, entendido como
intercambio y comunión, siempre abierto a mayor plenitud. El placer es de
corta duración, sin apertura al futuro, sólo encuentra su sentido en una
felicidad abierta. Es necesario vivir esta dinámica para madurar.
d) El control de los sentimientos. Después de lo dicho no hace falta
significar la importancia del control de los sentimientos.

3.- LA FORMACION DE LA AFECTIVIDAD EN LA VIDA CONSAGRADA

3.1. NECESIDAD DE LA EDUCACION AFECTIVA. LA HISTORICIDAD

El ser humano no es un punto estático, a realizar de una vez para


siempre, sino el resultado de un proceso de crecimiento sin límites
asignables en el tiempo. Su meta es la transcendencia. Esta es la razón de
su historicidad y, por tanto, de la necesidad de su desarrollo en etapas
evolutivas, en intercambio con los acontecimientos, el entorno y los
demás. La vocación religiosa/misionera no contradice la vocación humana,
sino que la prolonga y completa, le ayuda a alcanzar su verdadera meta: la
culminación de su desarrollo natural humano. Por eso, aunque la vocación
religiosa, sacerdotal, misionera no puede explicarse sólo desde la
vocación humana, ésta es condición requerida por aquélla.

3.2. LOS CONTENIDOS

3.2.1. La integración de la dinámica del proceso

Los elementos de la dinámica del proceso afectivo (cf. 1.2) los


podemos reducir a tres: impulso ante el estímulo, camino hacia el
encuentro con el objeto que estimula y encuentro satisfactorio con el
mismo.
Estos dinamismos se pueden disociar de diversas maneras:
1) es la orientación exclusiva hacia el placer;
2) privilegiar el deseo preliminar al encuentro, sin el esfuerzo y
la lucha que supone su búsqueda (se hacen proyectos repetidos, bien
programados, pero o no inician su ejecución, o abandonan en el momento del
comienzo);
3) inician el camino de múltiples proyectos, pero no terminan
ninguno por miedo a los vínculos o compromisos que conlleva el encuentro,

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o simplemente se precipitan al disfrute de la satisfacción final, sin
tener en cuenta las reglas del juego y el ritmo adecuado para su logro.
En la integración de los tres dinamismos de modo satisfactorio para
el sujeto, proporcionado al tipo objetivo planteado, radica la madurez. El
sujeto no puede atender siempre a todos sus apetitos ni responder a todas
las demandas. Cuánto más radicales sean sus opciones, mayores han de ser
las renuncias y los esfuerzos de búsqueda, aunque también será más
profunda la gratificación del encuentro.

3.2.2. La identificación personal

a) El concepto de sí mismo. Uno de los criterios más importante de


la salud mental es el progresivo sentimiento y convicción de ser él mismo,
que el sujeto va logrando a lo largo de su desarrollo. Supone una
experiencia de globalidad y unidad personales integradas en un todo
armónico. La fragmentación del yo, que desconecta las experiencias de
determinados sectores de la personalidad y del entorno, y la
identificación con sólo aspectos parciales de las mismas, preferentemente
negativas, son signo claro de inmadurez que incapacita para una opción
estable.
Sólo a partir de una imagen positiva y satisfactoria de sí mismo, la
comprensión, la tolerancia y la contención de los conflictos, de los
propios límites y contradicciones internas, se vuelven creadoras. Pero hay
que asegurarse de que la imagen de sí mismo que sostiene el sujeto
responde a su verdadera realidad, pues se pueden encontrar elaboraciones
ideales del propio yo que responden más a los deseos que a los hechos. Se
trata de provocar la crisis de la autoimagen para construir sobre seguro.
b) La autonomía personal. Se busca la definición del ser personal
como único, original e irrepetible, que el sujeto entienda que además de
único es propio, en el sentido de que él es el único, o al menos el primer
responsable de sus actos y realización personal. No se puede descargar
sobre los otros la responsabilidad de las opciones, ni de los fracasos,
inseguridades, etc. Ha de coger las riendas de su vida emprendiendo
cuántas rectificaciones y correcciones necesite. Ha de lograr
progresivamente la capacidad de opciones libres, desde unos valores
jerarquizados e integrados en su verdadero yo.
c) Los problemas inevitables. Nacen de la originalidad y autonomía
descritas. La misma originalidad separa cada ser humano de los demás,
provocando un sentimiento de soledad, con el miedo consiguiente a no ser
comprendido, acogido y amado como desearía, sólo superable por un amor que
no utiliza al otro.

3.2.3. La identidad social

a) El paso de la dependencia infantil a las relaciones adultas. Es


la superación del deseo infantil de fusión, aceptando la alteridad
diferenciada de los otros para establecer relaciones adecuadas en los
distintos niveles. Supone el paso de una actitud de cooperación y
complementariedad con los demás desde la autonomía e identificación
personal. El sujeto descubre que no logra la propia satisfacción si no
satisface también a los demás. Para ellos ha de obtener la actitud
dialógica de comunicación y participación que le lleva a sintonizar con
los sentimientos, deseos y aspiraciones de los otros. Es capaz de situarse
en la óptica del otro, de ceder en el momento oportuno, de ser tolerante y
comprensivo. Ha logrado un mínimo de autenticidad y sinceridad consigo
mismo y de benevolencia, respeto, escucha y apertura para con el otro, que

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convierten la relación del uno-con-el otro en uno-para-el otro. Sólo se
puede hablar de madurez afectiva si se tiene un nivel suficiente de
superación de las actitudes narcisistas descritas en 1.4.
b) Madurez en el amor. Se suele proponer como ideal de la madurez en
el amor el llamado amor de entrega, con un cierto olvido y sacrificio de
sí en aras del amado. Supone la capacidad de identificación con el otro,
anteponiendo, cuando sea conveniente, los deseos e intereses ajenos a los
propios en un deseo de brindarle la felicidad. Exige un fuerte sentido de
responsabilidad por el otro para comprenderlo y aceptarlo como es, con sus
posibilidades de evolución y realización personal, para ayudarle a ser él
mismo, sin imponerle cómo querríamos que fuera.
Los contenidos descritos deben aplicarse a todos los tipos de amor.
Respecto a la vida religiosa, es muy importante la madurez en al amor
filial y fraterno, además del de amistad y el erótico-sexual. El aspirante
debe haber superado o estar en vías de hacerlo, los conflictos infantiles
del hogar, su no entendimiento con las figuras parentales.
c) La amistad. Es la tendencia lógica del amor y en cierto modo su
plenitud que sólo será completada con el amor sexual maduro, como veremos.
Añade al amor la reciprocidad.
Se suelen describir tres niveles de intimidad: el metafísico o
estructural, que es el ámbito más profundo del ser humano. Es la fuente de
la originalidad personal. El psicológico que abarca el ámbito del
temperamento y las aptitudes principalmente con todas sus inclinaciones
tendencias y posibilidades. El circunstancial que recoge todos los
condicionantes propios o adquiridos en el desarrollo personal.
Aparte del amor exigible para toda relación madura con los demás, no
es posible lograr el mismo nivel de comunicación con todos los seres
personales a nuestro alcance. Existen niveles más o menos superficiales
que supone un intercambio comunicativo sin una especial implicación de la
persona. Otros niveles suponen un grado aceptable de implicación personal
por comunicar experiencias propias o incluso sentimientos y aspiraciones
de fondo. Un último nivel es en el que la comunicación implica a la
persona, o personas, en toda su intimidad, en un mostrarse o darse
íntegramente.
En los niveles en que hay un grado aceptable de implicación
personal, podemos hablar de relaciones amistosas. En el último nivel es
cuando se habla propiamente de amistad. Sus notas distintivas son la
donación de sí mismo y la confidencia. Supone el silencio, como encuentro
en profundidad con la propia soledad y la del otro.
Uno sólo será maduro en su vida relacional cuando ha logrado tal
nivel de aceptación de sí mismo y del otro que pueda llegar a
transformarse en verdadera amistad. Es sólo posible con un número reducido
de personas en relación dual.
En una comunidad el ideal es lograr como tónica comunitaria las
relaciones amistosas, pero tendiendo a la madurez exigible para vivir una
auténtica amistad, cuando el caso lo permita,tanto entre personas del
mismo sexo, como heterosexuales, sin pseudoenamoramientos, guardando las
reglas del juego. Dicha madurez para la amistad es el mejor supuesto para
un encuentro en profundidad, totalizante, con el Señor que llama, sin
olvidar que la madurez es un proceso límite nunca alcanzado del todo y que
la oración ayuda a madurar.

3.2.4. La identidad en el tiempo

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a) El proceso adaptativo en los cambios. Es interminable la serie de
cambios que se van produciendo en la vida. Su elaboración y adecuada
asimilación forman parte del proceso de identificación y aceptación
personal. Hay cambios significativos fruto de la propia evolución por
etapas: infancia, adolescencia, etc. Su buena integración se convierte en
creadora de nuevas perspectivas de vida. Hay también cambios en la
realidad externa, que el individuo debe saber tolerar en un proceso de
adaptación y asimilación, no sólo acomodándose (en este caso es sometido
por el cambio), sino adaptándose (participando positivamente en su
proceso, dominando la situación). La inhibición puede provocar un yo
fragmentado y la pérdida de perspectiva con el entorno.
b) La creatividad. Es inherente al proceso de identificación y
aceptación de sí mismo. Pero es especialmente necesaria en el proceso de
cambio descrito. Sus campos son: descubrir y aceptar las propias aptitudes
y temperamento; integrar en ellos los valores y dinámicas de la vida
consagrada, tanto para ir elaborando la propia estructura de respuesta a
la llamada, como para definir su rol y aportación a la comunidad e irse
orientando de cara a su futuro ejercicio de la misión hoy.

4.- LA SEXUALIDAD

4.1. DE UNA SOCIEDAD PROHIBITIVA A UNA SOCIEDAD PERMISIVA

a) Las actitudes ante la sexualidad. La reducción de la sexualidad a


la genitalidad y procreación provocó un prohibicionismo exagerado. Su
sistema educativo se asentaba sobre una concepción dualista del hombre: el
cuerpo es cárcel del alma y fuente de las pasiones que había que
controlar. Aparte del prohibicionismo citado, se instauró, como actitud
dominante, el secretismo, la obsesión y tabuización. Esta actitud
predominó hasta los años del Concilio. A pesar de los avances en las
ciencias sexológicas que harían ridículo el mantenimiento a ultranza de
esa actitud, el sexo no ha encontrado, todavía, su sitio en el proceso de
crecimiento y maduración humanos.
b) Partir de las ciencias humanas, non sólo de la moral. puesto que
no se puede prescindir del juicio moral, el punto de partida es la
necesidad del mismo desde el intento positivo de la Moral que aspira al
hombre responsable y consciente del por qué de sus comportamientos. Por
esta razón se ha de estudiar al hombre sin apriorismos, antes de juzgarlo.
Y esto es tarea de las ciencias humanas, en nuestro caso de las ciencias
sexológicas, como mejor ayuda para el juicio moral.

4.2. ¿QUE ES LA SEXUALIDAD?

a) Amplitud y sentido del sexo. La sexualidad es un elemento básico


de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse
con los otros, se sentir, expresar y vivir el amor humano. En dicha
dirección, pues, se denomina sexo al conjunto de elementos que
concatenados entre sí hacen que un ser sea masculino o femenino. Es, por
tanto, más que una cualidad un órgano. Algo que se es más que algo que se
tiene, porque es una dimensión vital que nace, crece y se hace con la
persona, hasta el punto que toda la persona está impregnada de él. De ahí
que no se pueda reducir la sexualidad a la genitalidad, ni siquiera a la
procreación. El sexo es, pues, el modo de ser en el mundo de la persona
humana.
b) Las aportaciones de la Antropología. la antropología moderna
considera la alteridad, en sus diversas manifestaciones, como la

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característica más sobresaliente del ser humano. Según Juan de Sahagún
Lucas, la sexualidad es la expresión primigenia de la alteridad humana,
porque ésta tiene su expresión y concrección existencial en la corporeidad
anímica o alma corporeizada. Esta estructura corpórea se expresa en el
binomio varón-mujer: la sexualidad es un principio de configuración, de
modo que el hombre percibe, siente, piensa y quiere como varón-mujer. Por
eso no hay dos sexos, sino uno doble, de tal forma que cada una de las
partes es cauce para la otra. La sexualidad es el vehículo ordinario de la
realización de la intersubjetividad, y un principio integrador de la
personalidad. La sexualidad descubre el misterio de la persona humana al
sintetizar en sí misma lo finito e infinito que la constituye. Dado este
profundo contenido de su sexualidad, el hombre puede prescindir de la
satisfacción genital para dedicarse exclusivamente a los otros valores
superiores.

4.3. LOS DINAMISMOS BASICOS DE LA SEXUALIDAD

a) Signo de identificación y fuerza de maduración e integración


personal. la aportación fundamental de la cultural sexual actual es el
reconocimiento de los valores "personales" de la sexualidad humana, de su
presencia esencial en el desarrollo de la personalidad entera y del papel
primordial que desempeña para el crecimiento en la autonomía, en la
oblatividad, en el amor. A la par que el desarrollo sexual favorece la
personalización, necesariamente ha de potenciar el desarrollo y el
ejercicio de la alteridad, y que ésta favorece la personalización.
b) Impulso y realización del encuentro interpersonal y comunitario.
La relación sexual es por su misma naturaleza una relación social y supera
los estrechos límites del individuo, en apertura dialógica con alguien
distinto de uno mismo y sin embargo complementario. El resultado debe ser
el crecimiento del yo personal por la interacción con el tú. El amor
tiende a suscitar un tercer término, del que el yo y el tú son a la vez
sostén y los productos, puesto que de él reciben su incremento y un ser
nuevo.
La autenticidad sexual es la mejor manera de realizar el "nosotros"
diádico. Es la sexualidad entendida como energía de acercamiento, que
produce en cada uno una mayor liberación y personalización que les apresta
a realizar una unión por encima de la unión carnal inmediata. La
virginidad será la renuncia a la unión carnal, a favor del compromiso
comunitario y de la amistad, incluida la heterosexual.
c) Fuente de compromisos sociales y creación de cultura. Para hablar
de sexualidad madura no es suficiente que el yo salga de su soledad
arrastrado por el tú. Puede esterilizarse, convirtiéndose en un cómodo
egoísmo-de-dos.
La sexualidad, a partir del primer encuentro de la pareja, se
convierte en una clave inagotable del diálogo social, el cual es
indispensable para la protección de la familia misma, sobre todo en una
sociedad pluralista y democrática como la nuestra.
Esta fuerza fecundante de la sexualidad se transforma en creatividad
en el campo político-cultural. Una educación sexual liberadora conduce a
una eficaz y humanizante reestructuración social y política, al poner a
disposición de la comunidad la fuerza expansiva de un Eros bien integrado.
El religioso, por su consagración virginal, renuncia a los aspectos
genitales y procreativos de la sexualidad para dedicarse por entero al
servicio de los hombres en su proceso de renovación individual y social en
todos sus niveles.

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d) Invitación y camino hacia la transcendencia. En las culturas
primitivas, la referencia de la sexualidad a la transcendencia se llevó a
cabo por el camino de la transposición metafísica o por una
transvaloración simbólica.
Zubiri nos dice que el hombre es un animal de realidades. No se
detiene, por tanto, en el nivel estimúlico de las cosas, sino que penetra
en su más profunda realidad, en su misma razón de ser.Por eso se libera
del estímulo y logra afincarse en la realidad ejecutando actos personales,
a la vez que se siente como centro de referencia de todas las cosas, de
tal manera que sólo en relación con ellas puede ir configurando su vida
entera. Esto supone una actitud de crecimiento constante.
En ese tipo de relación se basa la religación del hombre que, en su
necesidad de crecimiento, se ve remitido a preguntarse por el ser
absoluto. En lo que venimos diciendo, Dios significa el ámbito de la
ultimidad de lo real. La solución negativa será el ateísmo y la positiva
la religión.
Por ser la sexualidad una fuerza constructora, en su más radical
sentido, se define como invitación y camino del encuentro transcendente.
La vida religiosa es la vivencia genuina de dicha radicalidad.

5.- LOS PLANOS DE LA SEXUALIDAD

5.1. BIOLOGICO

a) Amplitud. Podemos hablar de sexo cromosómico, hormonal, gonádico,


neurovegetativo, psicológico, y sus respectivas génesis, desarrollo,
funcionamiento e implicaciones e interrelaciones, que no responden
directamente a nuestro cometido, aunque juegan su papel en la dinámica
sexual.
b) La significación del cuerpo. En los tres pisos en que suele
estructurarse la neurología de la sexualidad, lo más importante se sitúa
en el segundo y tercero.
Al primero corresponde la sexualidad refleja o genitalidad, pues
actúa por mecanismos reflejos. Su base neuroanatómica reside en la médula
espinal a nivel lumbosacro.
El segundo, llamado cerebro arcaico, es el estrato superior
diencefálico situado en el hipotálamo, sobre todo sus núcleos superiores,
donde se controla el comportamiento sexual de cópula y eyaculación. Así
pues, se trata de un comportamiento congénito, no adquirido.
El sistema límbico lleva dos estructuras cualificadas, el sistema de
la amígdala y el septo-hipocampo, capaces de imprimir matices personales y
situaciones a la expresión sexual. El sistema amigdalino está orientado en
la línea de la autoconservación y defensa, conquista de la pareja y
conservación de la especie. El septo-hipocampo desarrolla la tendencia
social, la colaboración y la convivencia.
El tercero, llamado neocerebelo, tiende a dominar las pulsiones
adaptándolas a la realidad. Confiere al acto sexual su dimensión estética,
humana y afectiva. Incorpora los factores psicológicos a la conducta
sexual: experiencia, propósitos, historia personal y social, aprendizaje,
normas culturales, etc., dando el sentido último a la sexualidad. No es el
mero impulso, sino que selectivamente, desde la libertad, controla y
dirige el desarrollo y ejercicio de la sexualidad hacia la plenitud del
ser personal. Filtra la información de los órganos genitales, dejándola

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sin respuesta inmediata, tardía si conviene, orientando su energía hacia
la consecución de otros intereses más importantes para el sujeto.
El control y orientación de la sexualidad, indica que el ser humano
posee los medios para su recto uso y demuestra que el uso de la
genitalidad no es necesaria para la conservación del individuo, sino de la
especie. Esto quiere decir que el celibato es una forma de vivir la
sexualidad tan normal y natural como el matrimonio.
c) El placer y la procreación. Entendidos como ejercicio de la
genitalidad, no justifican la vivencia sexual del ser humano, que puede
renunciar a ellos.

5.2. PSICOLOGICO

a) Fuerza constructora del yo. El apego: Se llama así al vínculo


afectivo con los progenitores en la primera infancia, indispensable para
alcanzar la identificación sexual del yo, sin la cual, en condiciones de
maduración, no está completo.
b) La identificación sexual. Tiene lugar entre los dos y seis años
de edad, entendiéndose por tal la aceptación del propio sexo, masculino o
femenino. Se completa con el rol que asigna la cultura ambiente de la
sociedad a las mujeres y a los varones.
En el proceso de identificación intervienen varios factores. Uno
neurológico, pues en torno a los dos-tres años se completan las
estructuras elementales del sistema nervioso central. Un segundo es la
valoración de los roles sexuales por la sociedad, percibidos muy pronto
por el niño. Un tercero, muy importante, la relación con el padre y la
madre (cf. el apego).
c) Los modelos sexuales. Se distinguen cuatro modelos:
Modelos reales: personas con las que convive el niño, normalmente
sus padres. Estos son los más significativos, cuya presencia constante es
necesaria para su influencia, todo ello reforzado por el apego, nefasto si
es negativo. A éstos se asimilan los educadores. De todos ellos aprenden
los elementos más representativos de la conducta sexual y reciben su
educación.
Modelos intermediarios: son el tipo de juguetes, vestidos, etc., que
suelen diferenciar al niño de la niña.
Modelos simbólicos: son los presentados por la TV, otros medios de
comunicación y reafirmados por la permisividad de la calle. Son muy
efectivos.
Modelos ejemplares: son los propuestos como ejemplos a seguir por lo
valores que encarnan. Actualmente son sustituidos, con frecuencia, por los
famosos, los triunfadores, los cuales reflejan los valores del momento, no
siempre los correctos.
d) La sexualidad adulta. Está expuesta en el estudio antropológico
ya realizado y se completará con lo que sigue.
e) Criterios de salud sexual. Autores como Félix López y Antonio
Fuertes proponen cinco criterios:
El estadístico y la moral dominante a los que se da un valor muy
relativo. Los restantes se consideran como imprescindibles: la valoración
subjetiva, que pone la fuerza en la importancia dada por la persona a su
conducta sexual. Es insuficiente por los posibles errores del sujeto. El
siguiente, válido para la pareja, se refiere al grado de satisfacción de
los miembros en su convivencia. Este también se considera insuficiente por

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la posible ignorancia,etc. Por último, el sexológico, en el que se pone el
énfasis. Aquí se trata de aplicar los conocimientos científicos que están
sólidamente fundados. A éste se le considera imprescindible.

5.3. SOCIAL

Dado que ha sido desarrollados en 4.3 y completado con el 3.5, sólo


queda por añadir la sugerencia de Ortega que define la sexualidad como un
problema de "atención". Es decir, se trata de concentrar las mejores
energías, la luminosidad de la existencia, en el otro, en una actitud de
ofrenda para toda la vida. Se trata de una opción fundamental por el otro
en un encuentro totalizante que exige compartir toda la vida. Madurar
sexualmente es ponerse en condiciones de entrega total, de encuentro
total, de compartir total.

5.4. ESPIRITUAL

a) La apertura al Absoluto. La esperanza del hombre es coesperanza.


Su meta es el "sumo bien" y la "suma felicidad". El medio concreto de
conseguirlo es la "projimidad en el sumo bien": un estado de la existencia
humana en el que la relación con el otro sea parte integrante de una
"perfecta" convivencia con la humanidad entera y de la posesión personal
del "ser" o del "sumo bien". Según Teillard el amor hominizado de la
pareja no es sólo la atracción mutua para una fecundidad material "sino
una posibilidad sin límite ni reposo, de contacto por el espíritu mucho
más que por el cuerpo". Porque el desarrollo de la existencia humana es un
movimiento incesante de espiritualización como única manera de ser más
hombre.
b) La vivencia cultual. La comunión con el ser amado expresará la
unidad de procedencia de ambos desde un "más allá" y facilitará la
apertura y el impulso religante hacia él. Según esto la donación oblativa
al otro que exige la vivencia sexual es la verdadera ofrenda, la mejor
manera de objetivar la acción cultual propia de la religión.

6. LA FORMACION DE LA SEXUALIDAD EN LA VIDA RELIGIOSA

6.1. GRATIFICANTE Y ADECUADA VALORACION Y CUIDADO DEL CUERPO

Hay que verlo encuadrado en la "teología del cuerpo", término


originado por Juan Pablo II. En la Exhortación Apostólica "Familiaris
consortio" (22-11-1981), en el nº 11, afirma: "En cuanto espíritu
encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un
espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad
unificada. El amor abarca también al cuerpo humano y el cuerpo se hace
partícipe del amor espiritual".
La doctrina de la Iglesia recogiendo el más genuino contenido de las
ciencias antropológicas actuales, afirma la importancia dada a la
educación, valoración, cuidado y aceptación del propio cuerpo por las
distintas ciencias educativas como medio de autovaloración,
autoconocimiento, equilibrio sexual y heterorrealización personal. De ahí
la conveniencia de la higiene corporal (limpieza, sano ejercicio,
descanso, esparcimiento, alimentación, experiencia profunda a través de
las distintas técnicas de relajación, control, meditación, que faciliten
la autoconciencia, la ciencia del otro y de Dios).

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6.2. ESTIMULAR, Y CORREGIR EN SU CASO, LA IDENTIFICACION SEXUAL.
ALGUNOS PROBLEMAS.

a) Deficiente integración sexual. La persona consagrada necesita,


como cualquier otra persona, una auténtica definición sexual, tanto en lo
referente a la identificación como a la aceptación y ejercicio del rol
correspondiente, con las características descritas. Este aspecto es clave
para la adquisición y desarrollo de la madurez sexual. Debe, pues,
reforzarse la identidad y primarse los objetivos positivos de las
renuncias desde la perspectiva vocacional.
Hay rasgos de conducta que pueden apuntar hacia una falta de
integración, ya sea de la identidad en cuanto tal, ya del rol respectivo.
Los más frecuentes suelen ser: tendencia a la dependencia de iguales o
superiores, del propio o distinto sexo, con desasosiego y pérdida de la
paz interior, con contenido sexual, unas veces claro y otras no;
admiración exagerada o fácil sentimiento de atracción hacia personas del
propio sexo o del otro; miedo, reserva exagerada, falta de naturalidad, al
tratar sobre temas de sexualidad o en la relación con personas de otro
sexo; disgusto con el propio sexo o agresividad contra sus signos
sociales; valoración excesiva del otro sexo o agresividad más o menos
larvada contra el propio.
b) La masturbación. En algunas etapas de la vida, dada su incidencia
estadística, se considera como un fenómeno normal, más discutido en otras.
Hay una serie de necesidades y problemas de desarrollo propios de la
adolescencia, como el desconcierto de la crucial etapa que comienza, la
curiosidad y necesidad de conocer el propio cuerpo, la satisfacción de
determinadas instancias de la fantasía poco madura, la información sexual
de los compañeros y su solicitud masturbatoria, unida a revistas, vídeos,
etc., e incluso el hábito adquirido en etapas anteriores que continúa con
toda "normalidad" por falta de información, que puede prolongarse en
etapas posteriores y no conviene perder de vista. Suelen tener poco
transcendencia y se resuelven casi por sí solos.
Sin embargo, para la edad de la etapa de la formación inicial que
nos interesa, existen motivos bien tipificados como telón de fondo de un
tipo de masturbación reactivo o compulsivo: una actitud egocéntrico-
narcisista impropia de la edad, una deficiente integración sexual, la
necesidad de autoafirmación y falta de seguridad y confianza en sí mismo,
descarga de tensiones y satisfacción de deseos frustrados, compensación de
fracasos y frustraciones, dificultades de relación y carencias afectivas,
pobre control de las emociones, falta de ejercicio físico y en general
cualquier situación de desequilibrio que el sujeto no sabe restablecer.
Cuando el impulso masturbatorio es tan intenso que el sujeto siente que no
puede controlarlo, se le llama compulsivo. Salvo en casos de exagerada
compulsión, la actitud generosa de respuesta, incentivada por la instancia
vocacional, supuesta la vocación, suele ser suficiente. En los casos de
compulsión excesiva, puede ser necesaria ayuda especializada para resolver
el problema.
c) Homosexualidad. La madurez sexual supone madurez diacrónica
(suficiente información, identificación sexual e integración personal de
dicha identificación en sus tres vertientes: aceptación gratificante de la
propia sexualidad, aceptación de la sexualidad en las personas del mismo
sexo y la aceptación de la sexualidad de las personas de sexo distinto) y
sincrónica (motivaciones claras, desmitificadas, sin tabúes, ni miedos, ni
fobias, ni falsas sublimaciones). Sin la aceptación y vivencia gozosa de
estos dos tipos de madurez, no es posible aceptar gratificantemente las

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renuncias de la virginidad, potenciando la entrega a los demás en comunión
y oblatividad y el compromiso eclesial y social.
La homosexualidad excluye radicalmente de la vida consagrada,
entendiéndose por homosexual, no la persona con el deseo o la experiencia
de alguna relación con otros del mismo sexo de modo accidental o pasajero,
sino la que vivencialmente se instala en la expresión sexual de modo
exclusivo o predominante con otras personas del mismo sexo. Se trata, por
tanto, de una vivencia interior captada por el sujeto. Si se confirma la
homosexualidad, es mejor poner al candidato en manos de un especialista,
fuera de la vida consagrada.

6.3. PROFUNDIZAR LA MOTIVACION RELIGIOSA DE LA VIRGINIDAD

a) Diferenciar otras motivaciones humanas. Es necesario clarificar


la motivación de fondo que impulsa a la virginidad (celibato). Cualquiera
de las dificultades expuestas en 6.1a y b, así como la homosexualidad más
o menos inconfesada o latente, puede provocar un intento de falsa
sublimación o de sublimación megalomaníaca.
La sexualidad exigida por la vida consagrada renuncia a la
genitalidad y a la procreación para dedicarse en totalidad a los demás
aspectos que integran la fecundidad humana; descubre proféticamente nuevas
formas del amor oblativo, que especifica la madurez sexual en la vivencia
de comunión con Cristo y con los hermanos y en la entrega radical a la
instauración de la fraternidad universal del Reino. Por ello conviene
resaltar sus aspectos motivacionales: su novedad evangélica y sus tres
dimensiones fundamentales, cristológica, eclesiológica y escatológica.
b) Favorecer el diálogo, la solidaridad, el trabajo en equipo y el
sentido de pertenencia. Como aspectos concretos que definen la madurez
social, tanto en lo que se refiere a las relaciones interpersonales, como
comunitarias. Es conveniente aprender y entrenarse en las técnicas de
comunicación y expresión dinámica, de diálogo y de trabajo en equipo, y
comprender los distintos niveles de relación adulta, en especial, la
amistad.
Es preciso clarificar la motivación comunitaria desde el Reino, como
expresión de la comunión en Cristo, desde una llamada a la configuración
radical con él; el valor de cada Instituto como don de Dios a su Iglesia;
la dimensión profética de la vida consagrada, como signo de los bienes del
Reino y dinamismo de renovación social; la fuerza personalizadora de la
Palabra, de la vivencia de los consejos evangélicos y de la vida
comunitaria.
c) Personalizar la misión del Instituto e incentivar la creatividad
con sentido comunitario y social. Supone integrar los cuatro contenidos de
madurez descritos en 4.3. Hay que partir de la autenticidad personal. Por
ello es importante descubrir los valores del propio temperamento y las
aptitudes de las que se dispone, potenciando lo positivo y compensando, en
lo posible, lo negativo.
Desde la autenticidad personal hay que identificarse con el carisma
y la misión del Instituto y descubrir los aspectos más en consonancia con
aquella. Es conveniente sensibilizarse en la urgencia de la participación
adecuada en la promoción integral del hombre.
d) Integrar un camino de ascesis que favorezca la calidad de las
relaciones interpersonales. Los momentos de las relaciones interpersonales
pueden servir de pauta ascética para obtener unas relaciones
interpersonales de calidad: momento coejecutivo-compasivo (hacer propios
los sentimientos, alegrías y dolores ajenos); momento cognoscitivo (la

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coejecución y con-pasión se convierten en el conocimiento existencial del
otro facilitando la comunión). Esto supone una actitud de igualdad, es
decir de aceptación del otro como es en igualdad existencial conmigo, que
lleva a la comprensión profunda y recíproca de la que nace el intercambio
personal que conduce a la fe mutua, la cocreencia, como único camino de
mutua transparencia. Y todo ello en la atmósfera del silencio como camino
de la intimidad donde se asimila la del otro.

6.4. PRESENTAR LA VIRGINIDAD COMO PLENA REALIZACION DE LA SEXUALIDAD

Partimos del don de la virginidad, como configuración con la


virginidad de Jesús, y de la vocación divina del hombre, que convierte su
trato con las cosas y con los demás en una mediación en su caminar hacia
Dios. El matrimonio es un caso especialmente significativo de mediación.
Cristo no se casó, valorando el matrimonio hasta convertirlo en sacramento
de su amor a la iglesia (Ef 5,32), porque no necesitaba de ninguna
mediación terrena para el encuentro con Dios, dada la inmediatez de la
unión con lo divino y lo humano en su persona por su doble naturaleza. El
matrimonio es sólo terreno (Mt 12,25). La unión inmediata de lo divino y
lo humano en Cristo es su virginidad. El Verbo encarnado está estructurado
virginalmente. Por eso es la ofrenda verdadera al Padre, y del Padre a los
hombres, ofreciéndonos con él en la cruz (Heb 7-10). El sacrificio de
Cristo es la norma y la plenitud de todo amor oblativo. Es la plenitud a
la que aspira el amor sexual.
La virginidad es la configuración con el Dios hombre resucitado en
el Santuario, en su unión inmediata con el Padre y en su mismo amor
oblativo de comunión y salvación. Por eso, sólo puede ser un Don especial
y personal de Dios. La virginidad religiosa será, pues, como la de Cristo,
la finalidad última de la sexualidad humana.

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