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“Lo institucional es presentado como algo diferente a la educación como proceso y como
práctica" (Garay, 2000, p. 11). Aluden a dos realidades que tienen existencia más allá de los
actores en el escenario educativo.
Una institución para ser generada supone otras instituciones que le sirvan de plataforma, de
despegue. Necesita de otras instituciones. Desplaza a otras; reabsorbe algunas. Nace y se
institucionaliza en oposición a otras instituciones o complementariamente “la escuela en
relación al estado (Garay, 2000, p. 13).
El proceso de institucionalización tiene tres planos. Uno con la sociedad y con la etapa histórica
que ha creado las condiciones (objetivas y subjetivas) que posibilitan el surgimiento e
institucionalización.
Podría decirse que la institucionalización, deja sus marcas en las estructuras; en cada
establecimiento. No solo en los establecimientos, en su espacio interior, sino, en la mentalidad
de la gente.
La institucionalización, produce y es producida, por luchas de fuerzas, por movimientos, por
mutaciones y transformaciones de sus características. Son nuevamente, fuerzas y luchas de
fuerzas las que tienden a transformarla, quebrarla o extinguirla. A estas fuerzas se llama
instituyentes, productoras de nuevas ideas y valores. Son fuerzas productoras de códigos, de
símbolos. Generan una nueva institucionalización. Otras características institucionales, otro
instituido.
Estas ideas, metas, valores sostenidos por fuerzas instituyentes, para instituirse deberán
plasmarse en proyectos y no de unos pocos sino de muchos, consensuado; abarcarse de y para
el conjunto. Tampoco esto sería suficiente. Tendrán que existir condiciones objetivas que lo
hagan posible; condiciones objetivas y subjetivas al interior de la institución y en la sociedad.
(Garay, 2000, p. 15).
Los actores institucionales habitualmente creen que el secreto para instituir proyectos
educativos radica en la voluntad de conjunto del interior institucional. Sin embargo la clave
está en la demanda social y en los sectores sociales cuya fuerza logre plasmarse en poder
instituyente, sostenido; y no poder individual sino colectivo. Tratándose de instituciones
educativas la demanda social de educación se nutre en las necesidades del individuo humano.
Podríamos distinguir, dos tipos de necesidades básicas: las necesidades de subsistencia y las
necesidades de existencia, mientras las primera tiene que ver con los elementos más vitales
de la vida, su conocimiento, su seguridad, su sobrevivencia; las necesidades de existencia
tienen que ver con el sujeto como ser social, como sujeto de saber, como sujeto de poder
hacer, con su identidad e individuación.
Las necesidades no se definen solo como carencia. Por el contrario, hay necesidades activas,
sostenida por el deseo en términos de voluntad, de intención de búsqueda; cuando la
necesidad va acompañada de deseo y este de la intención de buscar, de alcanzar los objetos de
deseo, hablamos de DEMANDAS (Garay, 2000, p. 16).
La institucionalización es una fase activa. El modo en como realmente suceden las cosas. La
historia la acción. Esta fase es la que aporta más conocimientos claves para comprender e
interpretar el escenario institucional. Me aventuro a decir que el análisis y la intervención
queda, en su articulación política, inscripta en esta fase.
El supuesto básico es que ese establecimiento es un escenario donde los actores, sus papeles,
los guiones y sus productos no se explican por sí mismos. Las fracturas, los conflictos, las
funciones, los estilos conllevan las marcas de la institucionalización. Es decir, de los resultados
de la lucha entre lo instituido y lo instituyente; de las fuerzas de poderes que fueron puestos
en juego; como de los grupos sociales, actores del campo educativo y escolar, que sostuvieron
lo instituyente y/o definieron lo instituido.
Dar cuenta de la institucionalización es, a la vez, una meta y una operación de la investigación
básica para el análisis. Sirve tanto para analizar una institución globalmente, como para
comprender y explicar los contenidos y sentidos de una función. La función directiva, en un
establecimiento o en un sistema educativo; la función social de la escuela de una comunidad;
la función de los equipos técnicos en las escuelas; el destino de una forma curricular, de un
consejo directivo, de conflictos y crisis.
Estas luchas entre instituido e instituyente (a veces representados por las autoridades y la
gente o la comunidad); o entre fuerzas instituyentes de distinto signo, ideologías o proyectos,
se generan microhistorias que a modo de corriente subterránea alimentas disputas actuales
(Garay, 2000, p. 20).
Historia institucional historizacion
“la historia como ordenamiento objetivo se halla a la merced de los distintos dé,
temporalidades mecánicas distintas… la temporalidad del Yo como sujeto de la historia y la
temporalidad del Inconsciente bajo la atemporalidad del Deseo”.
Existe a veces, la memoria anual, la más de las veces un escueto registro descriptivo
estereotipado, idéntico unos a otros. Nadie ha construido archivos, no solo de estadísticas
(alumnos, docentes, mobiliarios) sino datos socios socio-demográficos del medio circulante.
La historia viva se encuentra en el lugar de la memoria de los actores pasados, o en los relatos
de los actores actuales de aquella memoria. Pero entonces aquí ya no estaríamos ante un
“ordenamiento objetivo de la realidad pasada”. Estaríamos ante un conjunto de
representaciones de los sucesos pasados, de reconocimientos que han pasado por una
selección cuyos criterios están a merced de otra lógica que la de ordenamiento objetivo, la
lógica de subjetividad. De este modo no estaríamos ante la historia, sino ante la
HISTORIAZACION de la institución y de la propia historia.
En los límites del campo institucional, lo que efectivamente operaba, era el sentido anclado en
la subjetividad auto referenciada, y no en el sentido que se desprendía de la realidad del
contexto social y económico que lo producía. La historia de los hechos era así una historia
subjetiva; una historizacion construida desde la posición y el posicionamiento presente de los
actores, de sus intereses, deseos e imaginarios.
Esta subjetivación de la historia por la historizacion no se produce de igual modo en todas las
instituciones. Si bien forman parte de la naturaleza de las instituciones sociales, donde priman
procesos de producción simbólica más que bienes materiales, particularmente en las
instituciones educativas (Garay, 2000, p. 23).
Temporalidad institucional
La vida institucional está marcada por el tiempo. En las instituciones educativas el tiempo
subjetivo es una dimensión impregnante. Las etapas etarias del sujeto aprendiendo y el ciclo
vital en que se encuentran los docentes son anclajes de la subjetividad.
El análisis institucional quiere dar cuenta de fenómenos como son las instituciones, que se
reproducen en la realidad social, de los procesos humanos y sus trasformaciones, que se
reproducen en su interior, tiene que reconocer que la identidad de esta especie de fenómenos
es el resultado de un complejo proceso de interrelaciones, oposiciones y transformaciones
consigo misma. Nuevamente, aquí se nos aparece la triple lógica de que hablamos antes: la del
objeto mismo, por el cual se va construyendo una realidad; la de los conceptos con el que se
piensa en las instituciones y la del sujeto que las piensa, el lenguaje y las condiciones
históricas-sociales y materiales en la que ese conocimiento es producido.
Podríamos entonces hipotetizar que las dificultades (obstáculos) al análisis provienen de estas
dos instancias: de las funciones sociales no dichas de la escuela (reproducción de la
desigualdad social, legitimación de la injusticia, control social, marginalización) como de las
funciones psíquicas (papel en los procesos identifica torios, contención de la ansiedad) que
cumple en relación a los individuos (Garay, 2000, p. 66).
Desde esta posición se constituye un nuevo obstáculo al análisis este conlleva a la crítica como
elaboración simbolizante. Complementariamente, los sujetos viven las institucionales con
sufrimiento, lo que hace singularmente doloroso un análisis que transcienda subjetividad o lo
ideología, es decir, en el sentido que lo planeamos antes, como elaboración simbolizante.
Efectivamente, un proceso de análisis debe producir un conocimiento, autoconocimiento
institucional e individual, pero no evita el dolor que el encuentro con un saber más verdadero
produce (Garay, 2000, p. 67-68).
Debemos reconocer que el análisis institucional ocupa una posición marginal dentro de los
enfoques con que hoy se estudian las instituciones o se invierte en su desarrollo.
Las crisis conmueve a las instituciones mismas como estructurarte (organizadoras) de las
practicas humanas. Se rompe los lazos de solidaridad al interior de los colectivos del trabajo;
se desarticulan las funciones de contención y sostén que estos colectivos tenían para los
sujetos (Garay, 2000, p. 68).
Ante este panorama cabría preguntarse acerca del sentido del análisis institucional; de los
efectos en la construcción teórica, en las estrategias metodológicas de diagnóstico de
intervención, en la posición de quienes asumen esta práctica (analista, asesores
institucionales). Tratare de abordar respuestas centrándome en el análisis institucional de la
educación y sus organizaciones.
Hemos identificado, y verificado, dos órdenes de cuestiones. Una que los procesos
institucionales emergen, se hacen reconocibles y objetos de diagnóstico y análisis en momento
de crisis y conflicto. Otra que la demanda proviene de instituciones y servicio que responde a
necesidades sociales y humanas básicas, educación y salud por ejemplo (Garay, 2000, p. 69).
Una de las instancias del analista que quedara afectada por estas cuestiones es la construcción
teórica, tanto en la arquitectura conceptual como las hipótesis relacionadas y las claves
interpretativas. En tanto el campo institucional es un campo de conflictos, entre instancias,
entre sujeto y la institución, entre la institución y la sociedad, los sucesos institucionales son
producidos y productores de conflictos. El sentido, el contenido y la significación de un proceso
no podrán establecerse sino por referencia a una posición en este campo institucional.
Los obstáculos existen siempre, lo importante es que podamos someterlos al propio análisis y
de este modo sacarlos del universo imaginario en que suele quedar atrapada la propia práctica
del análisis (Garay, 2000, p. 71).