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Caso 6

Sobre el uso de tarjetas de empresa

Juvenal ocupa un cargo directivo en una empresa. Ésta ha puesto a su


disposición, a efectos de su trabajo, diversos medios, como teléfono móvil,
ordenador con conexión a internet, coche con chófer, etc. En particular, dispone
de una tarjeta de crédito con cargo a la empresa para hacer frente a gastos en
viajes por motivos de trabajo, a comidas por motivos profesionales y a otros
gastos variados; puede usar esta tarjeta según su discreción.
Durante años ha utilizado alguno de estos medios también para su uso
personal, e incluso, ocasionalmente, familiar. Lo ha hecho sin ánimo de
defraudar, sino por un simple motivo de desorden o de “simplificar la vida”:
por no tener dos teléfonos, hacía habitualmente sus llamadas personales con
cargo al teléfono de la empresa; a veces hacía desplazamientos personales con el
coche de la empresa; ocasionalmente, ha pagado con la tarjeta de la empresa
algún pequeño gasto privado o algún gasto cuyo carácter profesional es
dudoso, etc…
Ahora cae en la cuenta de que todo esto ha supuesto una cantidad difícil de
calcular, pero no irrelevante, en facturas bancarias, telefónicas, carburantes y
gastos de otro tipo. Y que esta cantidad repercute en perjuicio de los
propietarios de la empresa, es decir, de los accionistas. Por otra parte, es un mal
ejemplo para sus hijos y para cuantos lo sepan.
La praxis que él ha seguido es la habitual en otros directivos de la empresa; y es
conocida; es decir, no se realiza de un modo oculto, sino abierto. Y, en este
sentido, entiende, hay una cierta aprobación “tácita” por parte de los directivos.
No es conocida por los accionistas; pero esto se debe, más que a ocultamiento, a
que no se suele descender a este tipo de detalles. De hecho, es un buen cristiano,
honrado, y nunca se había planteado problemas de conciencia por este
comportamiento.
No obstante, ahora, al ver las consecuencias de las corruptelas cuando se
extienden, a pequeña o gran escala, en la sociedad, comienza reflexionar sobre
su praxis. Piensa que su comportamiento quizás forme parte de esa corrupción
extendida que tanto daño hace, piensa ahora, a la vida social.
Su primera conclusión, es que debe dejar de hacerlo. Debe proveer una
organización personal que distinga netamente los gastos personales y familiares
de los profesionales, aunque esto sea más complicado y le exija más orden.
Más difícil le resulta un segundo problema: la restitución. No le parece ni
obligatoria ni posible una restitución directa. No obligatoria, porque era una
práctica tácitamente aprobada. No posible porque supondría autodelatarse y
porque quedaría en ridículo ante sus colegas, que no sólo no se lo plantean, sino
que siguen haciendo esas prácticas como algo lícito y normal. Pero piensa,
aunque no está seguro, que sí debe hacer algún tipo de restitución indirecta:
debe hacer una estimación aproximada del “fraude” cometido, y buscar algún
modo de compensar ocultamente a la empresa.
En tercer lugar, piensa que tiene también el deber, o al menos la oportunidad,
de difundir una cultura de la honradez también en este terreno: en una
sociedad donde, consciente o inconscientemente, se difunden prácticas dudosas
o abiertamente corruptas, y esto hace mucho daño, se propone -de un modo
genérico- dar ejemplo, con obras y palabras, sobre la importancia del
comportamiento recto, sin escrúpulos pero hasta en los detalles pequeños, en
estas materias; y de la repercusión que tiene este comportamiento para la
sociedad. No obstante, no sabe cómo hacerlo: es consciente de este deber y de
esta oportunidad, y tiene el correspondiente propósito, pero no sabe cómo
ponerlo en práctica, no se le ocurren modos concretos.

Preguntas
1. Valoración moral de la conducta de Juvenal en el pasado
2. ¿Está obligado Juvenal a restituir en el momento actual? ¿De qué modo
podría hacerlo?
3. Consejos pastorales para Juvenal en relación con su deseo de difundir un
buen ejemplo, de palabra y de obra, en esta materia

BIBLIOGRAFÍA

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2408-2409

(Sobre la restitución) Ángel Rodríguez-Luño, Elegidos en Cristo para ser santos.


Vol. III (Moral especial) Roma 2008, pp. 77-81 (disponible en
http://www.eticaepolitica.net/corsodimorale/Especial03.pdf)

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