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 RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA

Reflexiones sobre la ética y las finanzas (I)


BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on 15/01/2019
“En todas partes cuecen habas”, dice el refrán español. En todas partes hay problemas éticos: “el que esté
libre de pecado, que tire la primera piedra”. Pero, hay que reconocerlo, en algunos sitios hay problemas
éticos más grandes, por sus consecuencias. Si pienso mal de mi vecino, es mi problema. Aunque es probable
que esto tenga consecuencias para otros. Primero, porque seguiré pensando mal de mi vecino. Y de otros
vecinos. Y porque quizás le trataré con cierto desprecio. Y agriaré mi carácter, convirtiéndome en un
malpensado. Y esto ya tendrá consecuencias mayores.

Las finanzas son uno de esos ámbitos en que las consecuencias (personales, organizativas y sociales) pueden
ser graves. La culpa no es de las finanzas, que son un instrumento excelente y útil, que alguien tendría que
inventar si no lo hubiésemos inventado hace siglos. Pero algunas consecuencias de los fallos éticos de las
finanzas son graves. Por ejemplo: la creación de burbujas financieras, que estuvieron en la base de la crisis
que empezó alrededor de 2007. O las manipulaciones de precios de los activos financieros en el Libor, el
Euribor, el mercado de metales preciosos y el de moneda extranjera. O los engaños a los clientes, a la hora
de venderles algún producto financiero. O las operaciones innecesarias de compra y venta de productos a
cargo de los fondos (lo que los anglosajones llaman churning). O la creación de riesgo excesivo en los
mercados, hasta la crisis (y después también).

“¡Un momento!”, me dice el lector. “Esos son problemas técnicos, no éticos“. No estoy de acuerdo: algunos
son problemas muy directamente éticos, como el de “venderle” un televisor de gran pantalla a una pobre
inmigrante sin apenas recursos, al tiempo que le concedían un crédito para rehacer el sepulcro de sus
padres… Otros pueden ser técnicos, como el del riesgo excesivo, pero también es ético. Como ya he
explicado otras veces, no hay problemas éticos: hay problemas, que son a la vez técnicos (económicos,
ingenieriles, biológicos), y sociales, y políticos, y éticos. Y son éticos no porque afectan a otros, sino
porque me afectan a mí, en primer lugar. Cuando yo engaño al cliente, me hago daño a mí mismo, mucho
antes de que lo reciba el cliente. Ya lo he explicado antes.

En finanzas, los problemas técnicos son también éticos. Por ejemplo, la asimetría de información: una parte
sabe más que la otra y, por tanto, juega con ventaja. En el ejemplo del televisor, el que sabe más es el
vendedor; en otros casos, es al revés: el que pide un crédito con la intención de desaparecer antes de
devolverlo “sabe” algo que el acreedor no sabe. Otro ejemplo: la asimetría de poder que, de nuevo, puede
estar en una parte o en la otra. Como decía no me acuerdo quién, si usted debe 100 euros y no puede
pagarlos, usted tiene un problema; si debe 100 millones de euros… el problema lo tiene el banco.

“Vale”, me dice el lector, “pero, ¿por qué hay tantas conductas no éticas?”. Dejaremos la respuesta para otro
día. Pero antes quiero agradeceros vuestra fidelidad a este blog, que celebró el pasado día 11 su octavo año
de vida, con más de 1.600 entradas.
 RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA

Reflexiones sobre la ética y las finanzas (II)


BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on 18/01/2019
En una entrada anterior con este mismo título me preguntaba de quién era la culpa de que hubiesen tantos
casos no éticos en el mundo de las finanzas. Es una vieja cuestión: ¿es una manzana, que corrompe el cesto,
o es el cesto el que corrompe las manzanas? La respuesta es importante: la culpa, ¿es de los agentes
financieros? ¿O de las entidades financieras? ¿O quizás del sistema? ¿O todos tienen su parte de culpa?

“¡Un momento!”, protesta el lector: “la ética es siempre de la persona, porque es la que actúa”. Sin duda.
Pero la persona no actúa en el vacío, sino en un entorno, y aunque la responsabilidad final sea personal,
hemos de considerar también el entorno, sobre todo el que forman otras personas. Por eso, la ética
económica o financiera puede ser vista desde tres niveles: la persona que decide, la organizaciónen la que
está, y la sociedad en que se mueve.

Empecemos por la persona: ¿por qué un vendedor de productos financieros engaña al cliente, diciéndole, por
ejemplo, que el nivel de riesgo del producto es muy bajo, cuando no es verdad, sino que, con una
probabilidad no pequeña, el cliente puede arruinarse? Bueno, pensemos cómo toma decisiones una persona.
Tiene unas motivaciones: quiere ganar un sueldo, quizás una promoción, quiere pasarlo bien, no tener
problemas, divertirse en su trabajo, hacer amigos, sacar adelante su familia, que la empresa no se hunda,
quizás también que el cliente se lleve un buen producto… Habitualmente decimos que la moralidad de su
acción depende de tres cosas: el objeto, el fin y las circunstancias. El objeto, suponemos, es vender un
producto que puede ser útil para el cliente. El fin o intención puede ser, realmente, satisfacer la necesidad
del cliente, o engañarle para que compre, o quitarnos de encima un producto que nadie quiere, o ver qué tal
nos manejamos a la hora de colocar un producto difícil… en fin, las motivaciones mencionadas antes. Y
las circunstancias: el cliente es un excelente conocedor del mundo financiero o es una persona sin cultura
económica, está en pleno uso de sus facultades o está hundido en la miseria por un problema familiar, tiene
un gran patrimonio o es más pobre que una rata… Y el vendedor tiene ya una larga experiencia y reputación,
o está recién llegado y con un contrato basura que puede acabar en despido muy pronto, y tiene que sacar
una familia numerosa adelante o es un joven sin especiales deberes próximos…

Hasta aquí, un caso típico de decisión personal. Pero esa persona es un empleado de una institución
financiera, en un año no muy bueno para los beneficios de los bancos, en un mercado muy competido, en un
entorno financiero y ético determinado. Debemos ampliar nuestro punto de vista. El próximo día.

 RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA

Reflexiones sobre la ética y las finanzas (III)


BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on 21/01/2019
Recuerdo al lector que lo que estamos haciendo en esta serie de entradas es comentar la responsabilidad de
la persona que toma decisiones financieras. Hoy pasaremos a los escalones superiores de esa decisión:
la empresa (banco, fondo, compañía de seguros, agencia de rating, el despacho de asesores…) en que
trabaja, el sector, el mercado y, finalmente, la sociedad. ¿Qué parte tienen en la culpa de la falta de ética de
los empleados y directivos?

Empecemos por la empresa. En ella encontramos una serie de normas, una cultura (a veces, varias, según el
departamento y la localización), una estructura, líneas de autoridad, procesos de toma de decisiones,
relaciones informales, comunicación, lo que los anglosajones llaman tone–from–the-top o actitud ética de
los de “arriba”… Y ahora ponemos al empleado del caso anterior en ese ambiente. Le han señalado
unos objetivos muy exigentes, que tiene que cumplir no ya cada año, sino, probablemente, cada día: ¿cuánto
has aportado hoy a la cuenta de resultados? Sus jefes no quieren saber nada: solo cuánto ha vendido. En
particular, su jefe inmediato es muy duro. No quiere saber nada de problemas de conciencia: esto no es una
onegé, dice; aquí estamos para ganar dinero para la entidad. Presión, toda. Esto desemboca en
los incentivos señalados para el empleado: privados (marcados por el contrato: bonus, promociones,
duración del contrato…) y públicos (regulaciones, normas legales, la dichosa compliance que hay que
cumplir, de modo que quede garantizado que no causas problemas a la dirección de la empresa: si algo sale
mal, la culpa es tuya).

¿Estoy justificando la acción inmoral del empleado, aquel engaño al cliente para que compre un producto
que no le conviene, porque tiene mucho riesgo, pero que el cliente no será capaz de entender, al menos antes
de que le digan que… se ha arruinado? No. Al final, el empleado tendrá que tomar una decisión en
conciencia, en su conciencia. Pero me parece que conviene tener en cuenta que la empresa, o sea, sus
directivos, empezando por los del consejo de administración y acabando en el de su sucursal u oficina,
tendrán una responsabilidad, a veces muy grande, en lo que está pasando.

“Bueno”, me dice el lector: “ya hemos encontrado al culpable. Ahora hablemos de las soluciones”. No:
todavía no hemos acabado de depurar responsabilidades.

 RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA

Reflexiones sobre la ética y las finanzas (IV)


BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on 24/01/2019
Acabamos la entrada anterior poniendo a nuestro empleado en situación de vender un producto financiero
inadecuado a un cliente ignorante, y veíamos la responsabilidad de la empresa y de sus directivos en esa
acción que, probablemente, es inmoral (y digo probablemente, porque quizás el comprador esté en
condiciones de asumir el riesgo que se le presenta, y lo desea, por la rentabilidad que espera recibir: o sea,
no juzguemos a la ligera lo que nos cuentan…). Ahora pasaremos a los escalones superiores: el mercado (o
sea, los competidores, las reglas, normas, leyes, regulaciones, costumbres…), el sector y la sociedad en su
conjunto.

Lo que encontramos aquí no es un oasis de moralidad y buenas prácticas. Seguramente esa sociedad
es individualista, es decir, la gente tiene sus preferencias, que nadie tiene derecho a juzgar, porque son suyas
-esto es, al menos, lo que nos dicen. Por tanto, cada uno decide lo que quiere hacer, sin otra limitación que lo
que le impongan la ley -pero, eso sí, saltándose la ley si le conviene y si la probabilidad de que le pillen es
pequeña: esto forma parte de la cultura vigente. La ética imperante es relativista: cada uno decide por sí
mismo lo que es bueno y lo que no lo es. Los valores de esa sociedad son el utilitarismo, el hedonismo,
el emotivismo (lo que me gusta está bien, lo que no me gusta no está bien)… Y luego está la organización de
la sociedad: la ley decide qué es ético y qué no lo es. La conducta de los ciudadanos se modela a través
de incentivos, como en la empresa: económicos, de prestigio, de aceptación social… No hace falta que los
ciudadanos sean honrados: basta que cumplan la ley, y si no la cumplen, recibirán el castigo
correspondiente.

“¡Hombre!”, me dice el lector: “has creado una visión de la sociedad muy negativa”. Perdón: no me gusta
ser negativo. Pero no olvidemos que lo que he escrito más arriba forma parte de nuestra cultura, la de las
sociedades occidentales postmodernas. Puede que no se aplique a todos, ni siquiera a la mayoría de
ciudadanos. Pero sí que me lleva a algunas conclusiones.
La más importante es que las personas tomamos decisiones de acuerdo con un conjunto de factores, algunos
ya explicados en estas entradas, y no nos debe extrañar que muchas de esas decisiones sean inmorales o, al
menos, discutibles desde el punto de vista ético. No pretendo, ni mucho menos, exonerar de responsabilidad
a los que toman esas decisiones -el engaño al cliente para venderle productos financieros inadecuados, en
nuestro ejemplo. Pero hay que reconocer esa pluralidad de ámbitos que van configurando las decisiones,
morales o inmorales. Permítame el lector que entre en algunos ejemplos más concretos, del mundo de las
finanzas. Pero esto lo haré en la próxima entrada.

 RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA DE LA EMPRESA

Reflexiones sobre la ética y las finanzas (V)


BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on 27/01/2019
En la entrada anterior sobre este tema prometí explicar algunos aspectos de la cultura vigente en algunas
(¿muchas?) entidades financieras y mercados, que explica, me parece, la aparición de problemas éticos en
algunas decisiones. Explicaré cuatro.

 Too–big-to-fail: algunas entidades son demasiado grandes e interconectadas para que se les pueda dejar
caer sin más. Esto lleva a problemas de riesgo moral(asumir demasiado riesgo porque “ya nos
salvarán”), una ventaja competitiva injusta (el rating de esas entidades es mejor, porque tienen la
garantía, implícita o no, de que, si pasa algo grave, las autoridades las rescatarán: por tanto, tipos de
interés más bajos que los de la competencia), más influencia política (el tamaño cuenta, a la hora de
negociar) y, a la larga, una filosofía: hay que “ganar, cueste lo que cueste”.
 Políticas de remuneración. El modelo de la banca cambió de “originate-to-hold”(prestar para guardar en
la cartera) a “originate-to-distribute” (prestar para titulizar y vender rápidamentre), lo que
permitió aumentar el volumen de negocio, despreocuparse de la solvencia del cliente y, por tanto, crear
mucho más riesgo. La clave del negocio para los empleados era ahora llevar a cabo más operacionesy
generar más comisiones.
 Inseguridad en el empleo, típica de la banca de inversiones y de otros intermediarios financieros (y no
solo en las finanzas). El criterio de valoración del empleado es “solo cuenta lo que aportas hoy”; la
única métrica empleada es la aportación a la cuenta de resultados, y no en el largo plazo, sino en el muy
corto. Esto va acompañado de despidos colectivos sin preaviso: como explicaba una investigadora
americana, que lo había experimentado en sus carnes, el personal de Recursos Humanos llega a una
oficina, dicen a todos los empleados que pongan sus cosas en una caja de cartón y se marchen; no se
pueden llevar nada más que lo que sea suyo personal. El mensaje es muy claro para todos: aquí lo único
que cuenta es “sobrevivir a toda costa”.
 Hay otros ejemplos. Por ejemplo, algunas entidades se especializan en diseñar estrategias de elusión
fiscal para sus clientes: dentro de la ley, si es posible, pero también saliéndose de ella cuando conviene.

Todo esto nos lleva a una conclusión sombría: las faltas de ética en muchas entidades financieras no son
manzanas podridas, sino cestos, incluso almacenes enteros, que tienen la curiosa propiedad de pudrir sus
manzanas, creado los incentivos que llevan a las personas a actuar de manera inmoral. ¿Siempre? Y ¿hay
alguna solución? Pido un poco más de paciencia al lector…

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