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Contexto histórico del Antiguo Egipto

Egipto surge en la prehistoria en estrecha relación con el río Nilo que atraviesa el
legendario país fluyendo hasta el mediterráneo y determinando su culta existencia.
Las crecidas regulares y periódicas que experimenta el caudal por el deshielo de las
nieves con el consiguiente desbordamiento de las aguas e inundaciones de las
tierras hacen la vida y la historia de Egipto. Las inundaciones crean un limo que actúa
como fertilizante natural de las tierras favoreciendo la producción agrícola y en consecuencia,
la concentración de la vida humana a lo largo del valle del río. Incluso el año para los
egipcios es reflejo de esta peculiaridad geográfica. Se divide en tres estaciones según la
situación de las aguas del río. Es lo que se llama 'calendario nilótico'. Egipto es el don del sol.
Nada podría el Nilo con su limo fertilizador sin el sol que nutre las tierras y las vivifica. El
único astro que reina y domina en Egipto es el sol. Él es el que cría las plantas, regula las
inundaciones y funde las nieves. Es el astro mágico que anima a las almas. Cuando vayáis a
Egipto veréis que el día empieza con un estadillo de luz. Las otras estrellas no brillan con el
brillo como lucen en las tierras altas del planeta tierra. Egipto es un país de tumbas. Más
acertado sería decir, Egipto está poblado de personajes vivos, si el vivir es existir como
espíritus y entes de razón. Las tumbas en Egipto son moradas. Allá van a morar los difuntos
con otra vida diferente pero no peor que la que tienen cuando vivían.

         

Egipto es tierra de muchas cosas, es tierra de piedras. Tanto el Valle del Nilo como el Delta
carecen de madera. Los egipcios tuvieron que importar los postes y las vigas de Siria. El limo
del Nilo tampoco era un material muy apropiado para elaborar ladrillos y recurrieron a los
bloques de piedras.Ellos se enorgullecen de haberlos descubierto y haberlos labrado. Egipto
también es tierra de jeroglíficos, llegando la caligrafía a perfección nunca superada. Una
piedra encontrada en 1789 en Roseta, en el Delta del Nilo, sirvió para descifrar los
jeroglíficos egipcios. Es tierra de dioses, polvareda de dioses. Entre los numerosos dioses
egipcios adorados bajo formas materiales, se distinguen dos categorías. Los dioses de culto
local, de ciudad y provincia, y los dioses oficiales que se consideran creadores y cuidadores
del mundo. Para ellos se construyen los grandes templos. Se les representa como animales o
con cuerpos humanos y cabeza de animal o algún atributo de estos, con representaciones
teleomórficas. Anubis, dios de los muertos, se le representa como un hombre con cabeza de
'chacal'. Horus,protector de los reyes en vida, le representa el 'halcón' u hombre con cabeza
de halcón que lleva el disco solar sobre la cabeza. Isis, considerada como la esposa de Osiris
y la madre de Horus, es representada en ocasiones, con dos cuernos liriformes que
encerraban el disco solar. Osiris, dios de la fertilidad y del más allá se le representa con una
'momia'. A él hay que rendir cuenta después de la muerte.
               

Giedion escribe 'el origen de la religión descansa en el anhelo del hombre por entrar en
contacto con las fuerzas sobrenaturales, el de prologar la vida y continuar la existencia
después de la muerte'. Este último pensamiento es muy importante
para los egipcios. Creían que el hombre se componía de elementos
materiales y espirituales. Entre ellos estaba el Ka, que continuaba
después de la muerte en la tierra. Durante el día estaba fuera y
durante la noche descansaba en el cuerpo. Era el elemento de
fuerza vital, como un doble mortal que confiere a la persona
protección y vida en el más allá. Abandona el cadáver y está
condenado a vagar siempre pero si consigue volver al cuerpo,
volvería a la vida. Para que esta segunda existencia fuera posible, había que asegurar el
mantenimiento eterno del cuerpo, de ahí la momificación. El Ka no puede vivir solo, necesita
el cuerpo. Las distintas vísceras se colocan en unos vasos canopes o canónicos que
representan los cuatro hijos de Horus y sus cuatro hijos protegen cuatro partes del cuerpo:
Apis (mono), los pulmones. Duamutef (Chacal), el estómago. Amsite (humano), el hígado y
Aebsenuf, (gavilán), los intestinos. Después de la momificación se celebra 'la apertura de la
boca', conjuros que los sacerdotes realizaban para atraer el Ka del difunto y mediante un
instrumento tocaban la boca del cadáver y el Ka penetraba nuevamente en él. También este
ritual se efectuaba sobre las esculturas que podían ser soportes del Ka si la momia se
destruía.

Los rasgos de la vida de Egipto son propios de pueblos que como él han tenido la
oportunidad de envejecer y al igual que muchas grandes civilizaciones, también tienen un
pasado prehistórico. Es seguro que en esta época hubo un clima moderado en la última
época glaciar y pudo estar ocupado por cazadores-recolectores que manejaban primitivos
útiles de piedra. A los egipcios se les llama de etnia hamítica. Pero esto solo significa que
eran descendientes de Ham o Cam distinta a la de Sem. Se ha descubierto que eran mezclas
de distintas etnias. Hacia el quinto milenio antes de J.C. debió ser invadido por comunidades
de origen africano en posesión de útiles de piedra pulida y cerámica. Debían conocer metales
porque se habla de ellos como de hombres herreros. Lo más probable es que vinieran
siguiendo la corriente del Nilo Blanco y del Nilo. Así tendríamos dos pueblos, los aborígenes y
los herreros. Hay quienes opinan, Flinders Petrie, que en las antiguas representaciones de los
relieves de las tumbas aparecen seis tipos de Egipcios. De cualquier modo, la historia de
estos antiguos tiempos predinásticos la conocemos vagamente por una serie de relieves
grabados en pequeñas placas de pizarra a las que llamamos paletas, aunque la información
es incoherente y confusa. Esta es la dificultad de la egiptología. Hay material muy abundante
pero fragmentario. Y esto parece suceder incluso en las primeras dinastías. Es al llegar a la
dinastía decimoctava cuando ya no existen dificultades, prácticamente, para interpretar las
fuentes. En las anteriores dinastías, los egiptólogos suelen tener grandes desacuerdos y
conscientes de las limitaciones que ofrecen los materiales manejados, no piden gran
precisión en la cronología histórica, aunque sí se ha formado cierta urdimbre sobre la que se
sigue tejiendo y retejiendo la historia de los hechos.

En el Periodo Tinita, I y II dinastía (3.000 a 2.686 a.C.) es cuando Egipto entra en la


historia. En esta época el Alto y Bajo Egipto (Valle y Delta) se unificaron bajo el poder de
Menes, del alto Egipto, al conseguir este rey vencer a los gobernantes del norte, unifica las
dos tierras y comienza la primera dinastía de las treinta y una que se fueron sucediendo
hasta el 332, año que fue conquistado por Alejandro Magno. Con el mítico rey Menes se unió
el país, aunque cada reino mantuvo sus propias características y sus símbolos. Cada reino
tenía su respectiva flor simbólica, el loto, para el sur y el papiro para el norte. Dos coronas
para el faraón, blanca del sur y roja del norte. Incluso al faraón se le llamó 'Señor de las dos
tierras'. En realidad el mayor acierto del país fue considerar que su fuerza residía en la
unidad del Valle del Nilo bajo el gobierno del faraón y la consecuencia más inmediata de todo
ello fue la estabilidad interna que dio paso a etapas muy fecundas aunque también se
alternaron con periodos de crisis.

En el Imperio Antiguo que abarca desde la III a la VIII dinastía (2.686 a 2160 a.J.C.)
comienza en Egipto un desarrollo importante cultivándose el Valle del Nilo y regulando el
régimen del río mediante un sistema de canales que permite repartir el agua de la
inundación, retardando al mismo tiempo la desecación producida por la rapidez con
que el nivel del agua decrece. Surge el pensamiento religioso y la jerarquización de
la sociedad en los diversos grupos que van a conformarla. La capital se sitúa en
Menfis, cerca de la cabecera del delta del Nilo, al sur del Cairo, originándose en sus
inmediaciones grandes necrópolis. Alcanza el máximo desarrollo en la III dinastía
con el faraón Zoser (Djeser) con el conjunto mortuorio en Saqqara. En la IV
dinastía con Snefru, se construyen las pirámides de Gizah. Kheops, Khefren y
Mikerinos. Durante la V dinastía tuvo lugar la idea del KA que posteriormente fue
elaborada por los teólogos heliopolitanos e incorporada a su sistema religioso. La idea más
cercana al concepto del Ka es la de la fuerza vital. El rey recibía el KA de la divinidad que
luego lo dispensaba al pueblo. A través del Ka, el rey era la manifestación de la divinidad.
Las estatuas funerarias estaban estrechamente relacionadas con el Ka. Los egipcios no
consideraban las estatuas funerarias como la representación de los muertos sino que dichas
estatuas estaban existencialmente relacionadas con los muertos a través del KA.

Durante el primer periodo intermedio que comprende las dinastías IX a la XI (2.160 a


2.065 a. J.C.) disminuye la autoridad del faraón que es un monarca absoluto con carácter
divino frente a la progresiva independencia del alto funcionariado, cayendo el país en la
anarquía, dividiéndose y produciéndose una gran crisis de valores.

El siguiente periodo, el Imperio Medio, comprende las dinastías XI a la XIV (2.065 al 1.650
a. J.C.). La llegada de Mentuhotep II, faraón de la XI dinastía, puso fin al desgobierno,
reunificando el país. La capital se trasladó al sur, a Tebas. Destacan en esta época la
construcción de los templos de Luxor y Karnac, aunque fueron finalizadas en el Imperio
Nuevo, en el que se realiza el templo funerario de Mentuhotep. Hoy Tebas se encuentra
ocupada parcialmente por las ciudades de Karnac y Luxor, identificada también en el Antiguo
testamento como la ciudad de Amón.
      

Sigue a continuación, el segundo periodo intermedio, desde la XII a la XVII dinastía.


(1.650 a 1.550 a. J.C.). Es un periodo de crisis provocado no sólo por la decadencia interna
sino por la invasión de los hicsos, tribus asiáticas que invaden Egipto hacia el 1730 antes de
J.C. estableciendo su capital en la parte oriental del delta, Abanis. Su poder solo duró 150
años y fue efectiva en el delta y en el Egipto medio, ya que en el sur solo se pagaba un
pequeño tributo. Los hicsos introdujeron el carro con caballo, elemento con el que luego los
egipcios los expulsaron del país. Otra aportación significativa fue el arco.

El llamado Imperio Nuevo abarca desde la dinastía XVIII a la XX.(1550-1080 a. J.C.). En


esta época alcanzó Egipto el periodo más brillante de su historia. Logró una importante
expansión territorial. Los tebanos expulsaron a los hicsos y reunifican el país, vencen a los
asirios y se enfrentan a los hititas. Comienza a generalizarse el lujo ya que afluían las
riquezas procedentes de botines de guerras y de tributos anuales y hay un gran impulso
constructivo elevándose los templos de Luxor, Karnac, Abu-Simbel y la tumba de
Tutankhamon. A finales de la dinastía XVIII, Amenofis IV, que cambió su nombre por
Akhenatón, impulsó una especie de revolución religiosa que sustituyó al dios Amón, a
comienzos del Imperio Nuevo, por el culto a Atón, que fue considerado dios protector de la
dinastía, pretendiendo imponer una religión monoteísta. Esta revolución no fue sólo religiosa
o ideológica, sino que también alcanza el arte. Trasladó su capital a Tell el Amarna. Duró
escasamente 20 años. Su sucesor restableció el culto a Amón y trasladó la capital a Tebas.

          

En el tercer periodo intermedio, también conocido como época Tanita, debido a su capital
Tanis, comprende desde la dinastía XXI a la XXV (1069 a 664 a. de J.C.),
ninguna autoridad política egipcia conseguirá la unidad del estado. La
región del delta, que siempre había tenido una población más cosmopolita,
vivió iniciativas políticas de individuos de origen libio que reclamaban para
sí la representación de esta monarquía milenaria, pero que no fueron
capaces de controlar casi más que el territorio del Bajo Egipto. Mientras
tanto, en el sur, algunos señores nubios reclamaban la autoridad sobre el
valle. Todo el Próximo Oriente se encontraba, por entonces, bajo dominio
de los Asirios, que habían establecido un imperio de control político y
tributario sobre muchos territorios, incluso sobre Egipto. La dinastía Saita
(dinastía XXVI), en el delta, iniciada con Psamético I, se libró del yugo
asirio y extendió su poder por todo el valle. Estos soberanos de origen libio
revitalizaron las tradiciones egipcias. Fue el fenómeno más interesante. Las estatuillas de
bronce de animales, hechas para ser colocadas como ofrendas votivas en los templos por
ejemplo halcones o ibis (el pájaro de Thot), o las numerosas esculturas de gatos dedicadas a
la diosa Bastet, forman parte de esta revitalización del culto a los animales en esta época.
Ningún gato tuvo nunca las proporciones del gato de Bastet o estuvieron sentados tan
derechos, pero son precisamente esos rasgos los que le confieren su atractivo.

En el llamado Periodo tardío desde la dinastía XXII al 2º Imperio Persa (664 al 332
antes de J.C.). Desde el siglo VI antes de J.C., Egipto se convirtió ya en provincia de
sucesivos estados. En el 525 antes de J.C., el rey persa Cambises lo incorporó a su imperio
como una de las satrapías más occidentales. En 332 antes de J.C., Alejandro Magno lo
conquistó como parte de su gran imperio oriental y fundó Alejandría, que desde entonces se
convirtió en la capital del estado. Transcurrieron tres siglos bajo los tolomeos (332 al 32
antes de J.C.) y en el año 32 antes de J.C. una descendiente de esta dinastía helenística, la
reina Cleopatra VII, se vio implicada en las luchas de los últimos momentos de la república
romana. Aliada con Marco Antonio, ambos fueron vencidos por Augusto. En el año 31 antes
de J.C. Egipto se convierte así en provincia romana. (32 al 395 después de J.C.)

Hacia mediados del siglo IV, la presión de los bárbaros sobre las fronteras del Imperio
Romano fue incontenible. A la muerte del emperador Teodosio, en el año 395, el imperio se
dividió en dos provincias, cada una de ellas en manos de uno de sus hijos: El Imperio
Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, formado por los territorios del
Mediterráneo Oriental: Egipto, Siria, Palestina, Asia Menor y los Balcanes (Grecia y
Macedonia) y el Imperio Romano de Occidente, con capital en Milán, formado por los
territorios del Mediterráneo Occidental: norte de África, Península Ibérica, Galia (Francia,
Bélgica, Países Bajos, Suiza y parte de Alemania), Italia e Irilia (Yugoslavia). El Imperio
Bizantino o Imperio Romano de Oriente fue la parte oriental del Imperio Romano que
sobrevivió a la caída de la parte occidental. La vida del imperio se considera que transcurrió
entre los años 395 y 1453. Durante cientos de años fue conocido como el Imperio Romano
de Oriente, no siendo conocido como Imperio Bizantino hasta el siglo XVII. El Emperador
romano Constantino I el Grande ordenó reconstruir Bizancio (la actual Estambul) en el año
330, dándole el nombre de Constantinopla y trasladando allí la capital del Imperio Romano.

Durante el siglo VII, el poder del Imperio bizantino fue desafiado por la dinastía de los
sasánidas de Persia, que invadió Egipto en el 616. Fueron expulsados de nuevo en el 628,
pero poco después, en el 642, el país cayó bajo el dominio de los árabes, que trajeron una
nueva religión, el Islam, e inauguraron un nuevo capítulo de la historia egipcia.

Según Giedion la cultura egipcia no llegó a un final brusco, sino que se manifestó más fuerte
que la de sus conquistadores. La imaginación mitopoyética de los egipcios fue lo que
mantuvo la gran vitalidad de su civilización. La idea de realeza cambió desde el concepto de
la divinidad real de la edad de la pirámide, hasta el concepto del rey como instrumento del
favor de los dioses. Pero la tradición de realeza persistió. Alejandro Magno, los reyes
tolemaicos y los emperadores romanos hasta Domiciniano, asumen todos ello los gestos y
las vestiduras rituales de los faraones y se presentaron ante los dioses como los grandes
faraones del Antiguo Egipto.

Bibliografía

- Drioton, Etienne y Vandier, Jacque. Historia de Egipto, EUDEBA. Buenos Aires. 1973.

- Giedion, Sifried. El presente eterno: Los comienzos de la arquitectura. Alianza Editorial.


Madrid 1993.

- Pijoán, José. Summa Artis. Arte Egipcio, Volumen III. Espasa Calpe.Madrid.1992

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