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1. INTRODUCCIÓN.

LOS FUNDAMENTOS DEL ARTE EGIPCIO

1.1. EGIPTO EN SU CONTEXTO

Egipto es especialmente sugestivo para el hombre occidental, como fascinación de lo inmutable y eterno
además de apertura al mágico Oriente. El desierto y las gigantescas necrópolis simbolizan el reposo eterno, pero
esta civilización creará unos cambios estéticos e ideológicos que son claves en el desarrollo del arte y del
pensamiento occidental.
1.1.1. La cuenca del Nilo: el contexto geográfico
Egipto es un “don del Nilo” (según Herodoto, historiador griego del siglo V ANE), pues de sus crecidas
e inundaciones dependía la población, y por ello se convertirá en fuente de inspiración de gran parte de las ideas
religiosas y artísticas.

Se sitúa este territorio en el extremo nororiental del continente africano, como una estrecha franja fértil
(la tierra negra del delta –llamada “kemet” por los antiguos egipcios-), encerrada entre el desierto líbico al oeste
y el arábigo al este (la tierra roja árida, llamada “khaset”). Esta zona cultivable y habitada sólo supone el 4% de
la superficie, concentrada en el delta del Bajo Egipto, algunos oasis y las estrechas márgenes del río. Por ello
tiene una importancia fundamental la crecida anual del Nilo y la inundación de las tierras, un ciclo eterno que
permitía volver a renacer la vida.

Efectivamente el estrecho valle fluvial del río Nilo se encuentra en una de las áreas desérticas y áridas
más grandes del mundo, donde el rio transporta las aguas del lago Victoria, solo explorado y conocido desde
finales del siglo XIX, al mar Mediterráneo, a más de 5.500 kms de distancia. En su largo recorrido, el Nilo,
encajado entre los dos formidables desiertos, ha excavado una profunda garganta de vida, el valle fluvial y el
delta final, fertilizados por la crecida anual ligada a las lluvias estacionales del clima tropical, lo que arrastrará y
depositará sobre el suelo una gruesa capa de aluvión oscuro y fértil (la tierra negra). Esta acusada división entre
delta y valle conformará la futura división entre el Bajo y el Alto Egipto.

El volumen de las aguas del Nilo era un elemento cíclico y su crecida anual la clave de los cultivos y de
la economía egipcia. Un sistema complejo de canales permitía el aprovechamiento del agua a lo largo de todo el
año y era el fundamento de la agricultura.

Los egipcios ignoraban por qué se producía la crecida anual del Nilo o desconocían la existencia del
lago Victoria, pero su quehacer estaba absolutamente prefijado por este fenómeno, no solo como un elemento de
subsistencia, sino como un hecho determinante en la vida cotidiana, y por ello el calendario egipcio se componía
tres estaciones: inundación, cosecha y sequía.

En la antigüedad la cosecha dependía únicamente de la crecida estival, de tal forma que si el nivel
alcanzado por las aguas era el adecuado se producían abundantes cultivos para cubrir las necesidades
alimenticias de la población, pero si las inundaciones eran escasas durante varios años podían producir terribles
hambrunas. Por ello uno de las principales tareas del faraón era velar para que el Nilo fuera benévolo y
favoreciera la llegada de inundaciones controlables para obtener abundantes cosechas, mediante la construcción
de un complejo sistema de canales, diques y terrazas de cultivo.

Entre la variada vegetación de las marismas y lagos menos profundos crecieron los juncos, el papiro, el
nenúfar y el loto, plantas ampliamente representadas en la decoración pictórica y escultórica de templos y
tumbas. Además encontramos numerosas especies de aves acuáticas, peces y reptiles, utilizadas en las
representaciones plásticas, destacando los ibis y la cobra, símbolo de protección mágica de los faraones que
aparece en el tocado regio.

Pero además encontraremos en su subsuelo la piedra necesaria para las construcciones, sea pórfido,
granito, diorita, gres arenisca, caliza…
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Este aislamiento geográfico del país y la suficiencia de sus recursos naturales, especialmente en épocas
de prosperidad, propició una larga continuidad cultural, generando en sus habitantes una cierta sensación de
seguridad y superioridad con respecto a los pueblos vecinos, más sometidos a las influencias externas y las
invasiones de otras etnias.

1.1.2. El significado de la escritura jeroglífica


Un elemento fundamental para el desarrollo de la civilización egipcia es la invención de la escritura
jeroglífica. Su papel será primordial para la expansión de reflexiones abstractas del pensamiento así como para
los avances técnicos, administrativos y religiosos registrados en la época predinástica. La escritura jeroglífica
está plenamente constituida en el periodo tinita, simultáneamente a la aparición de la escritura entre los
sumerios en la Baja Mesopotamia.

Los egipcios consideraban que la escritura jeroglífica tenía un origen religioso: creación del dios Thot.
Los primeros signos jeroglíficos eran ideogramas pictográficos, que simbolizaban aquello que se quería
personificar mediante su dibujo. Derivaban de la creencia mágica de que la imagen es el doble del original y con
los mismos poderes, creencia que se remonta a las pinturas rupestres del Paleolítico Superior. Un paso posterior
será la evolución de la representación artística a la escritura y la consolidación de la “doctrina del nombre”,
según la cual una cosa no existe hasta que no tiene nombre, y nombrarla es poseerla y tomar posesión de ella.
Por ello las representaciones artísticas fueron siempre acompañadas de jeroglíficos que completaban su
significado.

La escritura jeroglífica se perfeccionó y enriqueció con fonogramas, signos que a veces coincidían con
los pictogramas pero que registraban los sonidos de las palabras, con lo que se pudieron expresar conceptos que
no podían describirse mediante ideogramas, como es el caso de nombres propios o conceptos abstractos.

La escritura jeroglífica será conocida gracias a la piedra de Rosetta (descubrimiento casual en e11799 de
una gran piedra en basalto negro recogiendo un decreto de los sacerdotes de Menfis del 196 ANE, materializado
en tres textos sucesivos en escritura jeroglífica, demótica y griega). El avance fundamental será su
desciframiento por el francés Champollion. Gracias a ello descubrimos una sociedad con una concepción
estática del cosmos caracterizada por: magismo (simbiosis personas y animales), metempsicosis (inmortalidad
del ka); panteón con dioses locales como Amón (Tebas) y dioses cósmicos como Ra (Sol), Isis (Luna), Chu
(Aire)...

1.1.3. El poder faraónico y la administración del estado

El punto de partida es un sistema político teocrático fundamentado en una perfecta organización


piramidal en cuya cúspide se encuentra el monarca o faraón, considerado un rey-dios, un dios en la tierra y
único interlocutor válidos entre los dioses y los hombres, encargándose como sumo sacerdote de mantener el
orden universal mediante el ejercicio del culto. Pero también estaba siempre en litigio con el poder espiritual y
fáctico del clero de los grandes santuarios y constantemente amenazado por la vocación separatista de los
distintos nomos o provincias. Estas tensiones internas, unidas a las presiones exteriores (nubios en el frente
meridional y asiáticos en el flanco oriental), fueron los constantes conflictos de la larga historia.

El faraón concentra todos los poderes humanos y divinos, pero no es tanto un dios como el primero de
los humanos, único intermediario en el trato con los dioses. Es el amo y señor de Egipto, que le fue confiado por
los dioses; tiene privilegios reales (transporte y comercio), el monopolio económico y dispone del botín
procedente de la guerra y de las riquezas minerales de las posesiones del exterior. Nombra todos los cargos de la
administración y está investido del supremo poder jurídico.

El rey es representado como dominador del mundo que vence al caos (la conocida escena del
abatimiento de los enemigos) y se esfuerza en ensanchar la frontera en nombre de los dioses. La realización del
culto y la construcción de los edificios están reservados al rey, pero en la práctica delegará en los sacerdotes los
rituales del culto.

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Su representación externa muestra una cabeza adornada con diferentes coronas (la blanca del Antiguo
Egipto, la roja del Bajo Egipto y la doble del país unificado), con el tocado real (nemes) o una simple peluca. En
la frente muestra la serpiente o “uraeus”, destinada a repeler los poderes de los enemigos del rey. Las insignias
que simbolizan el poder real son el cetro curvo y el flagelo.

El origen divino del rey y su regeneración se materializan en los 30 años de reinado y luego cada tres en
la llamada “fiesta del sed” (fiesta de la renovación), donde se entierra una estatua del rey, lo que simboliza la
muerte, mientras que al día siguiente se rejuvenece en el trono, en analogía con el Sol que noche tras noche se
regenera. Según sus creencias cuando morían se unían disco solar. En el caso de que una nueva dinastía se
implantara por la fuerza, ello se interpretaba como que el faraón depuesto era falso y había triunfado el
verdadero dios.

El visir representa el ejecutivo, equivalente a Primer Ministro, y jefe de la administración real, pero sin
funciones legislativas (prerrogativa exclusiva del rey). Se ocupa de la justicia y principalmente del tesoro
(finanzas estatales) y de la agricultura. Una escena frecuente en los relieves es la confección de los inventarios
para pagar a los funcionarios, medir las tierras cultivables y aparecer los inspectores del fisco cuando se recoge
la cosecha.

Egipto se dividía en distritos administrativos o nomos, con una capital, un gobernador y un nombre
derivado de los dioses que eran adorados en la región. Las tareas provinciales más importantes eran recaudar
impuestos y reclutar la población del campo obligada a trabajar para el Estado, llevándose para ello un registro
catastral. Los documentos así obtenidos se dirigían a los archivos centrales, dependientes del visir, donde se
calcularían los impuestos a recaudar y las necesidades de mano de obra.

El control de esta maquinaria administrativa estaba en manos de un ejército de funcionarios, individuos


privilegiados frente al resto de la población. La expresión escriba alude a la obligatoriedad de lectura y
escritura; se sienten orgullosos de su status social y se materializan en estatuas. Su remuneración era en especie,
mediante la recepción de tierras, la participación en beneficios económicos de su institución, y las prebendas
especiales otorgadas por el rey. Los cargos y las carreras solían mantenerse en dinastías familiares.

Como no se conocía la separación de Estado e Iglesia los templos eran también instituciones del estado,
no sólo como lugares de culto sino también instalaciones económicas con medios de producción, superficies
agrícolas y personas, gestionados por los funcionarios y los sacerdotes.

Por debajo del faraón se hallaba la nobleza, estamento formado por una minoría cortesana, por la clase
sacerdotal y por los funcionarios, algunos de cuyos miembros estaban directamente vinculados mediante lazos
de sangre con la institución regia. Este privilegiado grupo social contrastaba con la gran mayoría de la población
que formaba la clase baja, desfavorecido grupo de campesinos y siervos sin bienes, libertad o cultura. Sus
miembros estaban obligados a la prestación personal al faraón, colaborando como mano de obra gratuita en las
ingentes obras públicas.

La gran masa y base social es un inmenso campesinado trabajando las grandes fincas reales, de los
templos o de los particulares, en un estado de semiservidumbre dependiente del estado. No es la esclavitud en el
sentido grecorromano, pues aunque a estas gentes se las puede comprar o vender, también poseen bienes y
pueden tener mujeres e hijos libres. Se les obligaba a prestaciones personales en especie (cosecha) o en trabajo
(obras públicas). En cambio los esclavos, generalmente condenados por la justicia y prisioneros de guerra,
fueron poco numerosos y estuvieron al servicio de los grupos sociales superiores.

Toda la propiedad estatal pertenecía teóricamente al faraón y la posesión de un particular era una
graciosa concesión real. Así se dotaba a príncipes, funcionarios, grandes sacerdotes... y se creaba una
aristocracia diferenciada del resto de la sociedad.

Como clase intermedia encontramos, especialmente durante el Imperio Medio y Nuevo, momentos de
esplendor económico y político, una amplia gama de hombres libres: escribas y funcionarios menores,

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artesanos, capataces, sacerdotes..., personajes que conocemos a través de sus modestas tumbas.

El estado egipcio careció de una economía de mercado con el libre cambio entre productores y
consumidores, de manera que el escaso comercio interior se realizaba habitualmente mediante el trueque. Pero
el país contará con un sistema económico muy jerarquizado y burocratizado por el que el faraón era el dueño de
todas las rentas procedentes de la agricultura, la ganadería y la pesca. La actividad agrícola era la base
económica, cultivándose básicamente trigo y cebada.

El transporte a corta distancia se hacía a lomos de bestias de carga o en trineos tirados por bueyes y
hombres. Pero a larga distancia se utiliza el transporte fluvial, especialmente para la aportación de materiales
para las grandes construcciones.

1.1.4. La religión: El panteón egipcio y la vida de ultratumba


El hombre del Antiguo Egipto está rodeado de dioses y la religión jugó un papel determinante en la
concepción del mundo, lo que se constata en la abundancia de templos, tumbas y otras obras de arte
relacionadas con las creencias y el culto. El mundo no se presenta bajo la forma de ideas abstractas y carentes de
cuerpo, sino como la actuación visible de figuras poderosas que se mueven sobre el escenario del teatro del
mundo. Los dioses son los actores principales del cosmos e influyen en el hombre a través del estado.

El substrato religioso es un sistema totémico, donde los 40 nomos o pequeños principados


independientes presentan sus propios tótemes, que personifican su dios local. El primitivo egipcio veía una
personalidad detrás de cada fenómeno natural, de tal forma que el halcón se convierte en Horus y Tot, el dios-
luna, adopta la forma de un ibis.

Pero este totemismo está ligado a condiciones primitivas donde el clan es la mayor unidad social. Con
las primeras dinastías surgen los dioses mayores y la preeminencia de un culto específico como estandarte
político. En sus orígenes estas divinidades se manifiestan bajo la forma de diversos animales, pero después
mostrarán un claro proceso de antropomorfización, donde van fijando su aspecto físico y sus atributos de una
forma mixta (hombre y animal). La suerte de estos dioses se vincula a los grupos que le dan culto o a la ciudad
donde se ubican preferentemente. Es el caso de Ptah de Menfis o Ra de Heliopolis.

El pueblo egipcio será el más religioso de la antigüedad, tal como confirman sus abundantes
monumentos religiosos y funerarios. Pero además será una religión optimista y todos los acontecimientos
presentan una explicación religiosa. Habrá dos tendencias claras: un grupo inclinado hacia un cierto
monoteísmo y la creencia de un dios impersonal (el culto del dios Atón de la XVIII dinastía), y una mayoría
inclinada hacia el politeísmo, aunque con una creencia en la jerarquización de los dioses.

La personalidad humana estaba compuesta de un cuerpo material, la energía vital que acompañaba al
individuo en la vida desde el nacimiento a la muerte, y un principio espiritual, el “ka”, equivalente al concepto
actual de alma, que podía abandonar la tumba y desplazarse a los lugares que el difunto disfrutó en vida, aunque
periódicamente debia retornar al sustrato corporal.

Los egipcios creían en la inmortalidad del alma que, mediante el fenómeno de la metempsicosis, se
reencarnaba en el cuerpo de los animales hasta volver a vivir en el cuerpo humano después de tres mil años. De
ahí nace la necesidad de embalsamar los cuerpos (momificación), pues el cadáver debía permanecer incorrupto
a lo largo de los siglos, y la estatuaria funeraria, al constituir la imagen del finado su doble que le sustituía en el
caso de que su momia sufriera algún daño accidental a lo largo del tiempo.

El propósito de todo egipcio era momificar su cuerpo para evitar la descomposición de la imagen
terrena y asegurar su supervivencia en la otra vida. La técnica de la momificación mejoró considerablemente
durante el Imperio Medio con la extracción del cerebro y las vísceras del cadáver. Los órganos se guardaban
dentro de los vasos canopos, cuyas tapas podían presentar la cabeza del difunto, aunque en épocas mas tardías
mostrarán la forma de la cabeza de los 4 hijos de Horus. El corazón era sustituido por el escarabeo mágico, y

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entre las capas de vendas del difunto se colocaban numerosos amuletos para asegurar la regeneración y
ahuyentar todos los peligros.

El entierro del difunto se realizaba aproximadamente a los 70 días de su muerte, pero si la tumba o el
ajuar no estaba preparado se retrasaba. El cadáver se llevaba a la tumba en medio de un cortejo fúnebre
ceremonial animado por plañideras, acompañando los vasos canopos, el ajuar funerario y las ofrendas. La
procesión fúnebre atravesaba el Nilo y el cuerpo era conducido por la necrópolis, lo que simbolizaba la
peregrinación del cadáver a Abydos, lugar de culto de Osiris, dios de los muertos, y este rito funerario y
procesión eran plasmados en las paredes de los enterramientos. El juicio final ante el tribunal de Osiris
dictaminaba su destino, y si era favorable el alma volvía a unirse con su cuerpo, que había sido conservado en
buen estado gracias a la momificación. El “Libro de los muertos”, colocada en la tumba junto al cadáver, era de
gran ayuda. En caso de veredicto negativo el alma del difunto era devorada rápidamente por un monstruo.

La divinidad soberana, venerada con culto casi monoteísta, será Atum-Ra o el Sol, como principio
creador y regulador de la vida, reflejado en el recorrido diario del Sol en el cielo desde Oriente a Occidente para
volver a resurgir el día siguiente. Es el dios básico de Heliopolis, que surgió de las aguas preexistentes y creó
los elementos del Universo y la pluralidad de las formas.

Según los textos de la mitología egipcia Atum, el dios-sol, autocreado y solo en la loma primigenia
(ondulada ribera de fértil barro nacido de las aguas del caos con la inundación del Nilo), crea a Shu, dios del
aire, y a Tefnut, diosa de la humedad; éstos engendran a Geb, el dios-tierra, y a Nut, la diosa del cielo, quienes a
su vez dan origen a Osiris e Isis, Set y Neftis.

En cambio Ptah es máximo dios adorado en Menfis, la capital del Imperio Antiguo, y representa el
señor del orden cósmico, por lo que se asocia con la monarquía. La forma canónica de Ptah es una momia con
un birrete azul ajustado a la cabeza y un cetro en las manos.

Amón es el dios de Tebas y su lugar principal de culto será Karnak. Al unirse con el Dios-Sol Ra, es un
dios primigenio y creador que se engendra a si mismo, garante de la continua renovación del mundo y como rey
de los dioses el monarca de las esferas terrestre y celeste.

Desde el 3000 ANE hay una tendencia de agrupar las divinidades en triadas, siguiendo el modelo
familiar de la sociedad egipcia (familias de dioses bajo el esquema padre-madre-hijo): Ptah, Sekhmet y
Nefertum fueron la sagrada triada de Menfis, aunque la más peculiar será Osiris, Isis y Horus primero, y Amón,
Mut y Khonsu después. Horus será una de las divinidades más importantes del panteón egipcio; es considerado
hijo de Ra y se le representa con cabeza de halcón.

En el Imperio Antiguo Heliópolis será la ciudad sagrada del delta, un auténtico centro de sabiduría
donde se establecen las bases del derecho público e internacional, y donde su clero tuvo una notable fuerza
política. Posteriormente será eclipsada por Karnak.

Los teólogos de Heliópolis serán creadores de una cosmogonía egipcia donde se daba respuesta al
origen del mundo, e integrada por los siguientes dioses: Atum-Ra (principio creador y providencial); Chu (el
aire); Tefnut (el fuego); Geb (el dios-tierra); Nut (la diosa-cielo); Osiris (dios de los muertos); Isis (esposa de
Osiris); Seth (hermano y asesino de Osiris); y Neftis (esposa de Seth).

Dentro del complejo panteón egipcio otros dioses importantes serán: Apis (toro sagrado de Menfis),
Ave fénix (renacía de sus cenizas y era símbolo de la resurrección), Hathor (vaca sagrada, como diosa del amor
identificada con Astarté y Afrodita), Maat (diosa de la justicia y la verdad), Nekhbet (diosa buitre del Alto
Egipto), Sobek (dios cocodrilo), Tueris (diosa hipopótamo) y Uadjet (diosa cobra del Bajo Egipto).

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1.2. LOS FUNDAMENTOS DEL ARTE EGIPCIO: UN ARTE PARA LA ETERNIDAD

1.2.1. Las construcciones del más allá y las imágenes de la vida para después de la muerte
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Gran parte del arte egipcio está motivado por la creencia en la existencia eterna del hombre y de todos
los demás seres, lo que obliga a crear obras de arte destinadas a perdurar más allá de la vida de sus autores y que
reflejan una absoluta serenidad ante el Más Allá. Para lograr la perdurabilidad de estos difuntos pertenecientes a
la familia real y la nobleza, los artífices egipcios construirán una morada con pretensión de eternidad, unas
tumbas en piedra que alojaban bellos sarcófagos rodeados de un ingente y rico ajuar funerario.
Alrededor, en las paredes, se reproducen escenas de la vida cotidiana donde participa el difunto,
mientras los escultores ejecutan retratos idealizados que sustituyan en piedra dura el cuerpo mortal, para que allí
se deposite el “ka”, o fuerza vital que le acompañará en la vida eterna.
1.2.2. Imágenes de los dioses y de los hombres

La iconografía de los dioses recoge una serie de convenciones que permanecieron más o menos
inmutables. La tradición del animal mágico-sagrado se mantuvo y no se afirmó de forma contundente la
preeminencia del hombre sobre la naturaleza, como haría posteriormente la religión griega. Cada divinidad
estaba asociada a un animal que simbolizaba las virtudes atribuidas a ésta y por ello era representada
combinando los rasgos de la bestia, normalmente la cabeza, con rasgos humanos, casi siempre el cuerpo (Horus
con cabeza de halcón, Sobeck de cocodrilo, Anubis de chacal…), aunque algunos se manifestarán solo como
hombres (Atum, Ptah y Osiris) y otros siempre fueron animales (el buey Apis).
En su aspecto humano los dioses se muestran con el faldellín corto propio del Imperio Antiguo y las
diosas con el vestido de lino pegado al cuerpo, con pelucas cortas, con todos los símbolos y atributos de la
realeza (corona, cetro, bastón…). Desde el punto de vista de la mitología se les atribuía el don de poseer carne
de oro, símbolo de incorruptibilidad, por lo que existirían muchas representaciones en este metal, pero nos han
llegado pocos ejemplos.
Sin embargo durante el Imperio Nuevo se abandona el simple faldellín para los hombres (ahora es mas
largo, visten camisa y la bata se ciñe con una amplia banda), y el estrecho vestido de lino blanco para las
mujeres es sustituido por otro plisado con mangas que cae con total libertad. Las prendas femeninas se hacen
amplias y transparentes, con múltiples pliegues, y se añade una capa ceñida por una larga banda.
La mayor parte de la población era ajena a la forma oficial de los dioses, pues tenía prohibido el acceso
a los templos, entendidos no como lugar de culto sino como casa de la divinidad, de la que solo salían en
determinadas festividades. Pero en este caso tampoco veía el pueblo la imagen porque se encerraba en una urna
o se tapaba con un velo, y sólo el faraón y los sacerdotes podían contemplar su apariencia. La religión oficial era
para las élites, en contraste con la religiosidad popular de pequeñas divinidades, genios protectores de la familia
y el hogar y de los amuletos con ciertas propiedades.
La iconografía del hombre muestra la profunda humanidad y la visión optimista del individuo, siempre
dentro del principio de la representación de perfil. El hombre y la mujer se diferencian por la pigmentación de la
piel y su fisonomía. El hombre recibe tonos ocres oscuros, rojizos, mientras que la mujer adopta los ocres
claros, amarillentos. El hombre común se representa con anchos hombros, talle estrecho, piernas musculosas y
rostro impenetrable. Las mujeres se presentan con reducidos hombros, estrechas caderas y senos pequeños y
redondeados, rasgos subrayados por el uso de largos vestidos que ciñen y marcan la figura. El canon es, pues,
una figura estilizada, con mujeres esbeltas y hombres atléticos.
El modelo masculino presenta el pie izquierdo adelantado, el peso del cuerpo descansando en la pierna
derecha retrasada, los brazos caídos a lo largo del cuerpo y los puños cerrados, en un ademán de inicio de
movimiento. Las mujeres aparecen con los pies juntos y con una actitud más pasiva, con los brazos cruzados en
el pecho; esta representación femenina es escasa en el Imperio Antiguo pero en el Nuevo realiza todo tipo de
labores. Una excepción es la representación de Hatshepsut, madrastra de Tutmosis III, representada como
faraón: gesto impasible, anchos hombros, talle estrecho y pierna izquierda adelantada.

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Estas tipologías se diferencian entre las clases elevadas y el pueblo llano. El diferente pigmento de la
piel no existe entre las clases bajas, que además muestran gran movimiento y versatilidad de actitudes. La
juventud eterna caracteriza al soberano, pero el funcionario se representa de manera realista. Los extranjeros son
representados claramente con sus rasgos faciales.

1.2.3. Características básicas del arte egipcio


A) Arte esencialmente religioso y funerario (pirámides, estatuas, ajuar funerario..) como manifestación de la
idea de eternidad. Ello es resultado de una concepción fatalista del mundo, donde la vida terrenal es
considerada un episodio efímero del tiempo infinito del más allá. La muerte plantea la posibilidad de la
felicidad eterna si se ha vivido en armonía con las reglas establecidas. La inmortalidad del alma o “ka” debe
ser sometida al Juicio de Osiris y obliga al embalsamamiento del cadáver en un sarcófago con ajuar.
Sin embargo el arte reflejará todos los aspectos de la vida, aunque el culto a los muertos sea una
funcionalidad básica, y por ello nos encontraremos la representación de una cervecera, una compañía de
arqueros nubios o la maqueta de una casa.

B) Arte solemne y estereotipado, hierático, convencional y conservador como resultado de las convicciones
anteriores. Se muestra inalterable con el transcurso de los siglos, aunque experimentará algunas influencias
externas, y está en relación con un orden estático e inmutable del cosmos defendido por faraón y sacerdotes.
Pero esta cohesión no implica un estancamiento formal, pues es posible encontrar en algunas etapas de la
historia egipcia una evolución dentro de los distintos géneros artísticos. Es el caso de la escultura real de la
XII dinastía, correspondiente al Imperio Medio, donde encontramos un cierto acercamiento sicológico de
los personajes representados, o la especial iconografía de las imágenes del periodo de Amarna en el Imperio
Nuevo.
Ello implica la inexistencia del artista, sustituido por artesanos repitiendo fielmente el modelo
preestablecido y continuando la misma creación iniciada por los dioses. El individualismo y la originalidad
serán elementos secundarios en el arte egipcio.

C) Arte mágico, asociado a la facultad propiciatoria de las imágenes. Efectivamente desconoce la noción de
belleza por si misma, ya que el objetivo es hacer obras útiles y eternas. Las estatuas o los relieves no
cumplen una mera función de representación sino que la imagen tiene la función de hacer existir las cosas
(pensamiento animista que podemos remontar a la pintura rupestre del Paleolítico Superior). Por ello la obra
de arte acabada era llamada mágicamente a la vida mediante el denominado ritual de “apertura de la boca”,
que realizaba un sacerdote. Consistía en un conjuro que transformaba un producto inanimado, elaborado por
la mano humana, en una parte viva del orden divino.
Este carácter mágico se manifestaba claramente en épocas de crisis, como el cisma religioso de
Akhenaton, cuando se quiere terminar con los dioses anteriores a Aton y por ello se decide suprimir los
nombres que acompañaban a sus esculturas o representaciones. Desde ese momento las imágenes no tenían
relación con el original, ni tenían sus facultades, ni formaban parte del orden del universo, y eran simples
objetos.

D) Arte optimista, de serenidad ante una vida feliz en el mas allá, lo que lleva a representar sencillas escenas de
la vida cotidiana y eliminando toda exhibición de crueldad gratuita, tal como ocurría en el arte
mesopotámico. Este optimismo y realismo lo convierten en precedente del arte griego.

E) Arte con una función trascendental: ofrecer una visión idealizada del propio estado, inmerso en la teología y
dominado por la institución faraónica. Es decir el arte debía difundir esa ideología y crear una identidad
única. En ese sentido nos encontramos ante un arte oficializado, no como resultado de la creación
espontánea de artistas individuales sino como producto de un patrocinio y una dirección. El arte privado
siguió los principios del arte oficial, aunque aplicándolos de una manera menos rígida.

F) Colosalismo como símbolo de grandeza y poder, basado en la representatividad y apariencia, en


contradicción con funcionalidad.

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G) Simbolismo: abundancia elementos simbólicos en el arte, como jeroglíficos y representaciones del panteón,
en último caso manifestación de una sociedad teocrática.

H) Creación de conceptos estéticos que preludian el arte occidental: forma ideal del cuerpo humano,
perspectiva, movimiento o jerarquía. Sin embargo hay una ausencia de profundidad espacial (representación
plástica en un solo plano y profundidad sugerida por superposición y escalonamiento de elementos), y el
recurso más antiguo es la perspectiva abatida (pintura de jardín con estanque en la tumba de Nebamon,
correspondiente a la dinastía XVIII del Imperio Nuevo).

I) Ley o principio de la frontalidad en la representación de la figura humana: dos mitades iguales por el cruce
de dos ángulos rectos como representación humana característica de cualquier arte primitivo (las figuras
representadas por los niños). La figura humana se descompone en tres partes (cabeza, tronco y
extremidades) que incorporan los puntos de vista de perfil y de frente. La regla estricta es la perspectiva
torcida (figura cambiando su ángulo de visión en 90º) y la figura humana resulta de la unión de dos
proyecciones: ojo, hombros y pecho de frente; cabeza y piernas de perfil.

J) Ley del marco como criterio fundamental de composición. Nos encontramos ante un marcado sentido del
orden y de la jerarquización de los temas figurativos: la pintura y el relieve están divididos en bandas
horizontales o registros, con marcado “horror vacui“ y ritmo continuo, sin división en escenas. Es la
consecuencia de la ley del marco, o adaptación de los personajes, elementos o historias a un espacio
rectangular, donde las imágenes se insertan bajo una rigurosa disciplina y se disponen en hileras
rigurosamente paralelas con las que se ordena la narración, lo que crea un ritmo continuo y un devenir
imperturbable como la propia vida, continuada después en la eternidad. Esta ley del marco permite la
aparición de un concepto fundamental en el arte egipcio: la simetría.

K) Estricto sistema de proporciones humanas o canon vigente desde la IV dinastía, prácticamente inmutable,
donde se refleja la inalterabilidad del orden divino y al que debían adaptarse todas las creaciones. Su
elaboración se basaba en tres conceptos, considerados de origen divino: la armonía de las proporciones, le
ley de la frontalidad y la visión rectilínea. En ese sentido destaca la presencia de cuadrículas en algunas
obras, realizadas por el pintor o escultor para ajustar las figuras a un canon de proporciones donde el cuerpo
se diseña mediante una retícula con 18 cuadrados, cuyo módulo regulador es el puño o anchura de la mano
(la mano es el miembro corporal que produce y crea las cosas en nombre de los dioses), distribuidos de la
manera siguiente: 2 para el rostro, 10 desde los hombros hasta la altura de la rodilla, y los 6 restantes para
piernas y pies. Por ello un hombre y una mujer eran bellos si medían 18 veces su propio puño, con
independencia de que su portador fuera alto o bajo, guapo o feo, grueso o delgado. Pero, también una
unidad básica es el codo (también llamado cúbito pequeño), que equivalía a la distancia entre el codo y la
punta del dedo pulgar

Una figura erguida medía 6 codos. Pero este codo se dividía en 4 palmos o puños (el ancho de la mano,
incluyendo el pulgar). Cada lado del cuadrado de la retícula ideal medía un palmo y cada parte del cuerpo
quedaba en el interior de determinados campos de la retícula. La base del canon antiguo establece la altura
del hombre desde la planta a la mitad de la frente en 4 cúbitos pequeños, equivalentes a 18 puños (o
cuadrados de la retícula) o a 6 pies (el pie: 3 puños o cuadrados). Pero también se utilizaba desde época
inmemorial el cúbito real, 1/6 mayor que el primero, al llegar a la punta de la mano extendida, medida
utilizable para edificios construidos en nombre del rey, como pirámides o templos. Será el canon nuevo, que
coincide básicamente con el canon griego del siglo V.

A diferencia de hoy, donde no utilizamos medidas humanas (el metro no lo es), el hombre ha sido
sublimado como canon de medidas universales y módulo de proporciones arquitectónicas, convirtiéndose
así en el centro del cosmos.

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1.2.4. Características específicas de la arquitectura
A) Arte teocrático al servicio del soberano y la religión. Las construcciones básicas son la tumba y el templo.

B) Arquitectura de volúmenes dominada por la masa y no por el espacio. Las pirámides son enormes
construcciones macizas donde se excavan corredores y cámaras funerarias de reducidas dimensiones, y los
templos se caracterizan por un bosque de enormes columnas de piedra.

C) Ordenación de los edificios siguiendo un eje lineal, elemento organizador que afecta no solo a las partes de
un edificio sino también a los grandes conjuntos arquitectónicos.

D) Materiales: piedra (sillares muy trabajados) reservada para la edificación de templos y tumbas, mientras que
la arquitectura secular continuó empleando adobes y madera, habiendo desaparecido estas construcciones
más ligeras.

E) Utilización de la piedra con un sentido ideológico y religioso, para construir los edificios más relevantes y
para que perduren en el tiempo

F) Cubierta adintelada o arquitrabada.

G) Formas arquitectónicas surgidas de la abstracción y geometrización: se parte de los modelos del mundo
orgánico (formaciones rocosas) y de la estilización de formas vegetales en columnas como elementos de
sostén: papiriforme, palmiforme, lotiforme, fasciculada...

H) Simplificación y abstracción de las formas geométricas simples: volúmenes horizontales creados por el
predominio de líneas horizontales, e incluso el movimiento vertical de los altos pilonos de la entrada de los
templos es anulado con el marcado remate horizontal superior. En último caso esta horizontalidad está en
relación con el paisaje plano del desierto. Los bloques interiores de columnas en el templo son recuerdos de
los bosques de palmeras o de haces de loto y papiro creciendo en orillas de río.

1.2.5. Características específicas de la escultura y pintura


Las artes figurativas de la pintura y escultura crean un microcosmos como trasunto del macrocosmos.
No hay una realidad temporal, individual o accidental sino intemporal y absoluta. Las escenas de las tumbas no
son biográficas ni incidentales sino ilustrando en fases sucesivas los típicos y repetidos hechos de la vida, de
forma que se apartan de la realidad y se convierten en símbolos. Se evita la noción de espacio y tiempo a favor
de una perfección estática creada por los dioses.

PRINCIPIOS FORMALES.

A) Ley de la frontalidad: plano central imaginario cortando la figura humana en dos mitades simétricas, quizás
como resultado de la incapacidad del artista egipcio por acercarse al natural.

B) Hieratismo o carencia de vida y movimiento no ligado a la falta de destreza técnica, sino como norma
establecida para transmitir la belleza ideal y la relación con una obra eterna de carácter funerario.

C) Contorno como elemento fundamental de figuración: representación en perfil de las figuras.

D) Idealismo y naturalismo como conceptos complementarios, aunque parezcan contradictorios. Idealismo en


cuanto representación abstracta de una figura destinada a la eternidad como doble del difunto, pero
naturalismo en cuanto mínima individualización del rostro en relación con una persona concreta.

E) Naturalismo artístico como resultado de proporcionar una morada duradera al muerto, sea recreándole
mágicamente la vida en las pinturas o aportándole un sustituto en piedra para su cuerpo perecedero, dando

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una gran importancia al retrato. Es el camino contrario a la utilización de las formas y el empleo de figuras
geométricas que encontramos en Mesopotamia.

F) Representación humana como integración de dos proyecciones: fundamental de perfil (cabeza y piernas) y
secundaria de frente (ojos, hombros y pecho). Visión rectilínea partiendo de 4 puntos de vista que se cruzan
en ángulo recto: una vista frontal, otra dorsal y dos laterales. Todas las partes (cabeza, tronco y
extremidades) se entrecruzan en un marco de planos verticales.

G) Utilización de un canon ideal de proporciones humanas, de forma que el arte egipcio es el reflejo intelectual
de un mundo seguro de si mismo, que mantiene inalterable el modelo durante los siglos.

H) Representación bidimensional mediante sucesivos planos paralelos al de superficie, lo que anula las
distancias perpendiculares y oblicuas (superposición de hileras escalonadas). Ello crea bandas narrativas
superpuestas en altura como ordenadores compositivos, pero además con significación especial: banda
inferior como primer plano y la superior como último nivel de profundidad o lejanía.

I) Perspectiva abatida a partir de un elemento central de referencia.

J) Concepción simbólica del espacio de fondo: cromatismo uniforme blanco, ocre o gris reflejando un espacio
inmaterial, no una realidad natural.

K) Jerarquización y discriminación figurativa como reflejo de una sociedad estamental. El soberano se


representa con la máxima perfección y cumpliendo el canon de proporciones, con una máxima idealización
o abstracción de la realidad y nunca con defectos físicos. En cambio para las clases inferiores los criterios
estéticos son el realismo y la cotidianeidad (ejemplo: Escriba sentado).

1.3. EL PAPEL DEL ARTISTA.

El arte egipcio es, esencialmente, un arte colectivo, anónimo e inmutable (se muestra inalterable con el
transcurso de los siglos tras encontrar una serie de características formales, aunque experimentará algunas
influencia externas), lo cual está en relación con un orden estático e inmutable del cosmos, defendido por el
faraón y los sacerdotes. Ello implica la inexistencia del artista, en el sentido actual del término, sustituido por
constructores, escultores y pintores, considerados como obreros especializados y artesanos repitiendo fielmente
el modelo preestablecido y continuando la misma creación iniciada por los dioses. El individualismo y la
originalidad serán elementos secundarios en el arte egipcio.

Sin embargo nos han llegado los nombres de los autores de algunas obras gracias a hallazgos efectuados
en fortuitas excavaciones realizadas en los estudios de algunos escultores del Imperio Nuevo y en las tumbas de
esta etapa, donde se refleja la actividad de distintos grupos artesanales. Por ello sabemos que estos autores eran
respetados en su labor, además muy considerada por su connotación religiosa (creación de obras para la
eternidad). Si a ello unimos que trabajaban con materias primas extraídas de la tierra, aportadas por el dios de la
ciudad de Menfis, Ptah, el creador, que será considerado el patrón de los artesanos, que serán considerados
como los continuadores de la labor creativa de los dioses.

1.4. CRONOLOGÍA DEL ARTE EGIPCIO.


El arte egipcio refleja una gran cultura que perduró durante más de 3000 años, desde la oscura época
predinástica en el IV milenio ANE hasta el finalizar con la etapa de los reyes griegos o ptolemaica, que da paso
inmediatamente a la fase romana, donde las creaciones pierden definitivamente el esplendor y la personalidad
de las épocas precedentes.

Partiendo de que la datación no es coincidente por parte de todos los investigadores, se ha optado por la
siguientes periodización que agrupoa los faraones de las distintas dinastías en grandes periodos con una relativa
unidad:

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1. PERIODO PREHISTÓRICO, conocido también como Predinástico o Formativo, que puede fecharse entre
el 7.000 y el 3.000 ANE, considerándose como fase preparatoria al inicio de la historia de Egipto.

2. PERIODO DINÁSTICO TEMPRANO (entre 3168 y 2705 ANE – I y II DINASTÍA), también denominado
Arcaico, Periodo Protohistórico, Protodinástico y Epoca tinita. Es el momento de creación del modelo
socioeconómico y de fortalecimiento de la institución real como consecuencia de la unificación del Alto y el
Bajo Egipto.

3. IMPERIO ANTIGUO (2705 - 2250 ANE -III a VI DINASTÍA). También llamado como Reino Antiguo o
Periodo Menfita, representa el esplendor hasta la VI dinastía-1ª etapa clásica. Capital Menfis. Es el
momento de poder real absoluto con rígida teología basada en dios solar Ra: conquistas militares y
expansión comercial - época grandes pirámides y templos solares.

4. PRIMER PERIODO INTERMEDIO (entre 2250 y 2035 ANE -VIII a X DINASTÍA). Etapa de
inestabilidad política y malestar social donde declina la autoridad real, que pasa a manos de los
gobernadores de provincia, con la consiguiente desintegración del estado y la paralización de las artes.

5. IMPERIO MEDIO O TEBANO (entre 2035 y 1668 ANE – XI a XIII DINASTÍA). Restauración del orden
y prestigio de la monarquía con la unificación del país gracias a los príncipes tebanos. Hegemonía interna y
fortificación Alto Egipto frente peligros exteriores. Impulso de las artes, especialmente de la escultura.

6. SEGUNDO PERIODO INTERMEDIO (entre 1720 y 1550 ANE – XIV a XVIII DINASTÍA). Nueva
inestabilidad política con el debilitamiento del poder absoluto de los faraones y la invasión de los hicsos,
quienes fundan dos dinastías independientes, la XV y la XVI.

7. IMPERIO NUEVO (entre 1552 y 1070 ANE - XVIII a XX DINASTÍA). Máxima expansión política y
económica con Ramses II, que a nivel artístico se convertirá en el momento de esplendor de la arquitectura
y la pintura. Reforma religiosa de Akenaton o Amenofis IV: eliminación culto Amón e implantación culto
monoteista Aton o disco solar, abandonando Tebas e instalando la capital en Tell el-Amarna: realismo
sustituyendo idealismo hierático.

8. TERCER PERIODO INTERMEDIO (entre 1070 y 664 ANE – XXI Dinastía Tanita a la XXV Dinastía
Kushita de los reyes de Sudán). El declive político divide al país en dos partes, perdiéndose gran parte de las
conquistas exteriores y afectando a las artes. Es el momento de una serie de dinastías de origen librio y
nubio hasta los asirios convierten a Egipto en un protectorado dependiente. Tras su expulsión la XXVI
Dinastía Saita reina entre el 664 y el 525 ANE, lo que supone una renovación económica, política y cultural
(es la denominada Baja Época).

9. PERÍODO TARDÍO (ENTRE 525 Y 332 ANE – XXVII a XXXI DINASTÍA). Época de inestabilidad y de
conquistas extranjeras, especialmente los persas, que convierten a Egipto en su satrapía. Posteriormente
Alejandro Magno convierte en el 332 ANE a Egipto en una provincia de su imperio y definitivamente
pierde su independencia política.

10. ÉPOCA PTOLEMAICA, también llamada griega (entre 317 y 30 ANE). Ptolomeo, sátrapa de Alejandro
Magno, da origen a una dinastía que gobierna Egipto hasta que se convierta en provincia romana.. A nivel
artístico aparece un estilo greco-egipcio.

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