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TRABAJO

DE
ARTE CUBANO

“LA LITOGRAFÍA INDUSTRIAL


EN LA CUBA COLONIAL”

AUTORAS:

MARIELA NAVARRO LUGO

ROSABEL VALDÉS LAU

3er AÑO DE HISTORIA DEL ARTE


FACULTAD DE ARTES Y LETRAS
UNIVERSIDAD DE LA HABANA
INTRODUCCIÓN

La litografía, como técnica artística, es un fenómeno que comenzó a


desarrollarse en Cuba a principios del siglo XIX, planteándose como método
rector del momento en cuanto a manifestación cultural y comercial. No
obstante, a principios del siglo XX todavía existían muchas fábricas que la
utilizaban para promocionar y comercializar sus productos.

El objetivo de este trabajo es dar a conocer, en primer lugar, cómo fue


introducida la técnica litográfica en nuestro país y cómo se desarrolla a través
de la industria, principalmente, en la gran diversidad de estampaciones de
marcas que utilizaban las fábricas de este entonces para la venta de sus
productos, en especial, de tabaco y cigarro y, desde esta perspectiva, realizar
un análisis vinculado a sus cualidades artísticas. Debido a que el sumo de
todas las marcas cuenta con más de 7000 diseños es pertinente aclarar que
sólo nos restringiremos a mostrar las más importantes, haciendo alusión a las
diferentes temáticas por las que estas transitan. De esta manera, mostraremos
los variados diseños que existían sobre el pasado clásico europeo –vestimenta,
historia, cultura- y un presente propio de nuestras tierras, cada forma dirigida
respectivamente a un público determinado.

Todos los diseños que serán mostrados son indiscutiblemente cubanos, pero
unos más que otros estarán apegados a estilos identificativos de Europa por el
hecho de ser, la mayoría de las veces, encargos de esta unión o de otros
países que recurren a nuestro territorio en busca de la belleza y calidad que
presentan nuestros productos.

“…fueron las industrias tabacaleras las que por espacio de más de medio siglo
dieron la vida a la litografía, ya que no había otros industriales que se
aventurasen a utilizar semejante medio de publicidad, bien porque éste
resultara costoso o tal vez por estimar que el interesado en la prensa diaria se
prestaba a ser conocido por mayor número de personas. Mas, sea como fuere,
lo innegable es, repetimos, que de no haber sido por los fabricantes de tabaco
y cigarro, la industria litográfica no hubiera alcanzado un amplio desarrollo y
prosperidad”1

Lo anterior es una muestra objetiva de la importancia que trasmitía para Cuba


descubrir el tabaco como fuente imprescindible de nuestra economía, y ligado a
ello el desarrollo de la litografía implementada directamente en la industria.

Pero no sólo el proceso litográfico estará transitando por las fábricas de tabaco
y cigarro, sino que su gran impronta tanto decorativa o comercial hará de esta
técnica un espacio en muchas de las industrias que se dedican a la venta de
otros productos, tales como: perfume, jabón, vino, ron, medicina, productos
alimenticios, chocolate, entre otros.

1
José Rivero Muñiz: Tabaco, su historia en Cuba; en Antonio Núñez Jiménez: Marquillas cigarreras
cubanas. Ediciones Tabapress, España, 1989, pág. 32.
DESARROLLO

La litografía es un procedimiento de impresión, hoy casi en desuso salvo para


la obtención y duplicación de obras artísticas. Para este tipo de impresión se
utiliza una piedra caliza pulimentada sobre la que se dibuja la imagen a
imprimir con una materia grasa, bien sea mediante lápiz o pincel. Este proceso
se basa en la incompatibilidad de la grasa y el agua. Una vez la piedra
humedecida, la tinta de impresión solo queda retenida en las zonas dibujadas
previamente.
Unas de las principales funciones de esta técnica de impresión son la artística y
la industrial. La primera será utilizada por los grabadores de la época colonial
para desarrollar sus obras, mostrando en su mayoría paisajes naturales o
vistas de ciudades. En el caso de la litografía industrial se realiza el mismo
procedimiento técnico pero con una perspectiva comercial, siendo utilizada con
fines promocionales para diversos productos de las fábricas de la época.

A pesar de que el periodo colonial en Cuba abarca cuatro siglos, desde el


punto de vista histórico, la actividad plástica sólo cobra importancia a partir del
siglo XVIII, y sobre todo en el XIX. Las condiciones de pobreza económica de
la Isla traen como consecuencia, en los siglos precedentes al XVIII, un escaso
desarrollo cultural.

Así de las obras plásticas del siglo XVII –realizadas por artistas foráneos-
puede decirse que dominan, ante todo, documentos que reflejan el carácter
militar de la colonia: son grabados que muestran hazañas de corsarios y
piratas, sus luchas marítimas frente a las costas cubanas. Dichos grabadores,
por lo general anónimos, no parecen haber visitado la Isla e ilustraron tales
batallas partiendo de relatos realizados por marinos.

A raíz de tales aclaraciones, queremos referirnos a la cuestión de cómo


comenzó a desarrollarse el arte litográfico en nuestro país. Veremos que,
aunque la litografía no comenzó asociada al tabaco, sino a la música -como
precisó la Dra. Zoila Lapique en sus palabras introductorias a El arte del
tabaco, donde se muestran marquillas, pinturas y piedras litográficas del siglo
XIX - lo cierto es que la industria tabacalera propició grandemente en Cuba el
desarrollo de esa técnica de grabado.

El primer taller litográfico con fines comerciales que funcionó en la Isla fue
establecido en La Habana en el otoño de 1822 por Santiago Lessieur y Durand,
pintor miniaturista de origen francés, radicado desde 1808 en Cuba. Este taller,
instalado en la calle Compostela esquina a Amargura, en la Habana Vieja, era
conocido como Imprenta Litográfica de Música de Lessieur, también como la
Litografía de Música, o más sencillamente, Litografía de La Habana. Así se le
menciona en los anuncios que aparecen en la prensa seriada de la época y en
las ilustraciones de varios libros entre 1822 y 1828. En este taller no se hicieron
estampaciones con calidad artística, a lo sumo, alguna que otra viñeta alusiva
hecha en los impresos musicales para mayor atracción del público. Como
vemos, la música fue la principal causa para introducir la litografía en nuestro
país pues no podemos olvidar que La Habana era una gran plaza musical.
Dicha instalación funcionó hasta 1829.

Después del pionero Lessieur llegó ese mismo año, en febrero, otro francés a
La Habana procedente de Veracruz. Se trata del pendolista más que dibujante
litógrafo, Louis Caire, conocido en la ciudad como Caire. Todo indica que se
estableció en el almacén de muebles del francés M. Perrau, sito en la antigua
calle de Santa Teresa, llamada después Teniente Rey. Este artesano también
participó en la demanda de la música impresa para la revista La Moda o
Recreo Semanal del Bello Sexo, además de otras ilustraciones de carácter
técnico para la revista Anales de la Agricultura, Artes y Ciencias que publicaba
en La Habana Don Ramón de la Sagra desde 1828. Caire se aventuró en la
ilustración artística por una sola ocasión cuando en lugar de la pieza de música
impresa tuvo que realizar - por la demanda de los lectores de La Moda – la
imagen de los mellizos de Siam, los hermanos Cheng, noticia que causó gran
impacto en el mundo. Este taller funcionó hasta 1830 cuando su dueño se
ausentó de la ciudad y no volvió más.

Tradicionalmente, se ha tenido como introductor de la litografía en Cuba a Juan


de Mata Tejada, hecho que se sitúa en la ciudad de Santiago de Cuba en 1824.
Pero, como ya hemos visto, esto es falso. Además, la apertura del taller de
Tejada tuvo lugar, exactamente, 11 años después, o sea, en enero de 1835.
Este taller, auspiciado por la Diputación Provincial de la Sociedad Económica
de Amigos del País, se abrió como una Escuela para la enseñanza de la
litografía para que los jóvenes pobres de la ciudad de Santiago de Cuba
pudieran dedicarse a un arte tan útil como necesario. Pero, por desgracia,
Tejada falleció repentinamente el 17 de mayo de ese mismo año de 1835
cuando apenas llevaba unos meses de iniciado el proyecto. Tejada tuvo una
connotación diferente a los dos talleres comerciales inaugurados en La Habana
con anterioridad por los franceses Lessieur y Caire, debido a que su taller no
conllevaba fines de lucro.

En el periodo que se extiende de 1830-1839, La Habana no cuenta con


imprenta litográfica alguna hasta que en el último año de la década del 30 son
fundadas, casi al unísono, dos imprentas o establecimientos litográficos: el
dirigido por Francisco Miguel Cosnier y Alejandro Moreau de Jonnés,
franceses, entre cuyos primeros trabajos se encuentran los impresos musicales
para la casa editora de Edilmann, las ilustraciones para la primera edición de
Cecilia Valdés y las etiquetas para las tabaquerías y cigarrerías de La Habana
así como del interior del país. El otro taller provenía de Madrid y estaba dirigido
por los hermanos Fernando y Francisco de la Costa. Como primeras
producciones muestran las ilustraciones para la publicación semanal El Plantel,
de 1838, y para el libro editado en 1839 por Ramón de Oliva, Obsequio a las
damas. Esta litografía desaparece en la década del 60. En los años posteriores
se multiplicaron el número de talleres litográficos.

Pronto, tanto los franceses como los españoles planearon la tirada de álbumes
de paisajes y vistas de diferentes lugares del país, todo de inspiración
romántica. El álbum de los franceses, Isla de Cuba Pintoresca, hecho por
separatas, era de mayor formato y sus estampaciones, muy hermosas en su
realización, estaban dibujadas y litografiadas por el artista bórdeles Federico
Mialhe. En su cuarta entrega se incluyeron los dibujos tomados en la rica zona
tabacalera de Pinar del Río, por Moreau de Jonnés y pasados a la piedra
litográfica por Mialhe. En la novena entrega (1841) de dichos álbumes se utilizó
el daguerrotipo – también introducido tempranamente en Cuba – para captar la
Fuente de la India o Noble Habana. Así, los dibujantes tenían mayor
comodidad al no tener que desplazarse hacia el objeto de su interés para
litografiar cuando tenían un daguerrotipo delante.

Los franceses también trabajaron las ilustraciones para diferentes


publicaciones seriadas de la época, para obras literarias y para las etiquetas en
blanco y negro de la aún pequeña industria del tabaco, así como otras
necesidades de etiquetas de la industria y el comercio locales.

Por su parte, los españoles iniciaron también la tirada de vistas de paisajes y


escenas de la ciudad y su entorno rural, incluidos en un álbum titulado Paseo
Pintoresco por la Isla de Cuba, de menor formato y menos vuelo artístico, pero
acompañados de un texto descriptivo hecho por los más importantes escritores
cubanos de la época. En su realización litográfica intervinieron Fernando de la
Costa y Laureano Cuevas. Este taller también trabajó para las ilustraciones de
la prensa seriada y libros, así como también las etiquetas de los habanos y
cigarrillos impresas todas en blanco y negro, y otros servicios con impresos
para las industrias y comercios. Este taller funcionó hasta 1851 cuando sus
dueños lo venden.

Después de Moreau y Mialhe llegaron otros franceses a La Habana. El más


importante sería Luis Marquier como dueño del taller y, Eduardo Laplante como
pintor autor de bellísimas litografías, como una serie de mayor formato con
vistas panorámicas, destinadas para adornar las paredes de las casas; aunque
también se destacó como litógrafo industrial con la representación de ingenios
cubanos para las marquillas cigarreras. En ese taller de Marquier, que funcionó
entre 1849 y 1854, se produjeron algunos de los más importantes y hermosos
libros con litografías que se han hecho en Cuba. Nos referimos a Viaje
Pintoresco alrededor de la Isla de Cuba, realizado por Federico Mialhe. La
elaboración de estas estampaciones repartidas como separatas duró dos años
entre 1855 y 1857. Las imágenes reproducen los exteriores e interiores, éstos
magnificados, de un idílico mundo en realidad, dantesco que fue el mundo de la
esclavitud. Marquier vendió su taller y sus piedras al habanero de origen
francés, Santiago Martín y Martín.

Con la venta de Marquier concluye una época de grandes realizaciones en la


impresión litográfica a una sola tinta e iluminados a mano que tienen valor
artístico, histórico y documental. Incluidos están las vistas panorámicas de las
ciudades más importantes de Cuba, hechas por Laplante.

Quedaba atrás la época romántica de la impresión de álbumes pintorescos que


dejaban escasa o ninguna ganancia. En lo adelante, la litografía “pane
lucrando” estaría al servicio del comercio y las industrias locales. Después que
en 1860 se importaron modernas máquinas, procedentes de Francia, la
litografía en color entró en la industria de los cigarrillos antes que en la de los
habanos, donde no se introduce hasta la década de los ochenta del mismo
siglo XIX.

El nexo del auge de la litografía en Cuba con la incipiente industria tabacalera


en el siglo XIX tiene como principal motivación la defensa de la legitimidad del
producto protegiéndolo del fraude y la imitación extranjera, después intervendrá
la belleza de la presentación comercial del habano. Se trata así de poner en
práctica un recurso que facilitara la venta de tabacos, sobre todo, entre los
consumidores –fundamentalmente en Europa y en las Américas-, quienes
catalogaban la calidad y procedencia legítima del producto, guiándose por la
presentación que tuviera y con la cual asociaban a determinada marca de
habanos.

La litografía en Cuba está unida al desarrollo del grabado costumbrista y


popular, que a su vez está estrechamente vinculado a la industria tabacalera.

“Se origina pues, una simpática producción de arte de carácter un poco


comercial pero de franco sabor popular y de gran pintoresquismo. Aún en el
siglo XX finas sensibilidades artísticas reconocerán la importancia de este arte
que nació en forma comercial” 2

Durante la segunda mitad del siglo XIX las publicaciones cubanas utilizaron
profusamente el procedimiento litográfico, que era más rápido que la
calcografía y la xilografía, por lo tanto, más propio del periodismo que ya
comenzaba a preocuparse seriamente por el aspecto gráfico. Con la
introducción del fotograbado en Cuba, en 1883 por el portugués Francisco
Pereira Taveira, y el gran avance de los nuevos procedimientos rotativos fue
suprimida la piedra y emplearon en su lugar placas de zinc y de aluminio. La
litografía tradicional se limitó fundamentalmente a la producción de las lujosas
etiquetas de la industria tabacalera.

Un rasgo significativo de la litografía es la actualidad de su temática, la cual


constituye uno de los testimonios más vivaces del siglo XIX. Incluso llega a
asimilar el arribo de la fotografía a La Habana en 1841 y, coincide con ella
2
Guy Pérez Cisneros: Evolución de la pintura en Cuba, La Habana, 1959.
hasta el momento en que esta se desplaza por completo como medio para
ilustrar las publicaciones seriadas cubanas.

Por lo tanto, tal como ha sucedido con los sellos de correos, la temática de las
marcas de tabaco y cigarros cubanos del siglo XIX despertó el interés de los
coleccionistas. Algunos de los temas, representados en etiquetas litográficas o
marquillas recogen todo el diario acontecer nacional como internacional, los
hechos más destacados y los personajes más sobresalientes en la vida
política, cultural o social del Viejo y el Nuevo Mundo. Todo ello calculado para
la búsqueda y conquista del mercado de determinado país. Después de la caña
de azúcar, es de tal importancia la industria de tabaco cubano, que ya a
mediados del siglo XIX el valor de algunas marcas o sea, el crédito obtenido,
era incalculable.

Por esa época algunos marquistas, que empezaron su negocio con carácter
doméstico en los llamados chinchales, se habían convertidos en acaudalados
propietarios de grandes talleres con un gran volumen de exportación de
tabacos. Por ello el fabricante no trata de amparar sólo su marca contra el
fraude, sino que busca una mejor representación para su producto. Ya los
envases no van a tener la simple etiqueta litografiada a una sola tinta, impresa
en papel a color, con un diseño sencillo que identifica a la fábrica, sino que se
convierten en verdaderos estuches de lujo que van a complacer el gusto de las
principales casas europeas, cuestión que abordaremos profundamente más
adelante.

La contemplación de una marquilla –tabacalera o cigarrera- es capaz de hacer


meditar, recordar vivencias, y hasta provocar la sonrisa del espectador,
independientemente de su nivel cultural y status social. Ello se debe en gran
medida a la presencia en éstas de algunos elementos de la cultura popular
aplicados a la litografía, apreciables sólo a partir de la manera en que ellos se
manifiestan y relacionan dentro de la marquilla, y que están presentes en los
temas, en la manera de hacer y como sistema valorativo y aprehensivo de la
realidad.

Como se ha reiterado varias veces, fueron variados los asuntos reflejados en


esas marquillas de tabacos y cigarros: escenas costumbristas urbanas,
paisajes como fondo o tema central, motivos mitológicos acriollados, retratos
de célebres figuras extranjeras y personas de alta clase social, caricaturas de
tipos populares, representación de aborígenes, obras literarias, entre otras.
Diversas fueron también las influencias formales recibidas, que oscilan desde
un antiguo barroco a un estilo decimonónico como el romanticismo (con su
exotismo orientalista y evasión al pasado) y el neoclásico, y que pasa por el
finisecular art nouveau.
El movimiento romántico, nacido en Europa en el siglo XIX, asumió en una de
sus vertientes la cultura popular, como forma de reanimación de lo nacional, lo
que se manifestó tanto en la literatura como en las artes plásticas, a partir del
reanálisis de la historia de las costumbres, que trajo el surgimiento de nuevos
temas, así como el retomar de otros, ya trabajados, con una óptica diferente.

En América, y concretamente en Cuba, ocurrió algo similar, pero con una raíz
diferente. El siglo XIX fue testigo también de la definición de la nacionalidad
que, en un intento por lograr su reconocimiento frente al colonialismo español,
se manifestó a partir del surgimiento de nuevos temas como el paisaje y el
costumbrismo, que se reflejaron en la literatura, la música, el teatro y, en
general, en muchas facetas de la vida social. Las artes plásticas se
mantuvieron algo apartadas de esta corriente, sobre todo en pintura, que fue
durante buena parte de la centuria, europeizada. Ello dejó un vacío que fue
cubierto por el grabado, fundamentalmente el trabajo de la vitolfilia que,
apropiándose de lo costumbrista y lo popular –elementos no necesariamente
idénticos- y sin rechazar la herencia venida de lejos, entregó un objeto artístico
mucho más fresco y acorde con la realidad cubana de entonces.

Las marquillas correspondientes a las fábricas de tabacos son de gran tamaño,


mientras las de cigarros son pequeñas, a lo más dos pulgadas cuadradas; en
algunas ocasiones, muy raras, se imprimían sobre papeles de colores azul,
verde, amarillo, rosado, etc. El texto de las etiquetas correspondientes a las
fábricas de tabacos está casi siempre en español e inglés y a veces también en
alemán y francés. En esta última también suelen hallarse muy curiosos dibujos
reproduciendo vegas, edificios y personajes célebres, mientras que en las de
cigarros predominan nombres y escenas típicos de la época, acompañando
algunas de ellas versos en que se ensalza el producto y se incita al comprador
para que lo adquiera.

El Tabaco como producto impulsor litográfico

¨El tabaco revela su individualismo


presuntuoso, no sólo por sus atavíos,
sino por el arte y el lujo con que se los
enriquece y adorna para acrecentar
su distinción¨.

Como ya hemos podido apreciar en el acápite anterior, la producción


tabacalera jugó un papel fundamental en el impulso de la litografía como medio
de difusión industrial. Podremos apreciar, a continuación, de manera más
específica, por qué surgió desde un primer momento esta necesidad de
representación; cómo funcionó en la industria tabacalera el desarrollo de esta
técnica y cuáles fueron las grandes variedades de grabados que se realizaron
a partir de ella.

La vitolfilia es el arte cómplice, seductor y proteccionista del tabaco cubano.


Sus estampas siempre han estado en función de un cultivo, producción y
comercio llamado a satisfacer al hombre en un plano sensorial, cubriendo un
amplio espectro de preferencias y gustos. De ahí que las imágenes llamadas a
garantizar, proteger y distinguir las muy diversas marcas del tabaco, se
caracterizan por el diseño novedoso, sugerente y cautivador, haciendo de la
vitolfilia un maravilloso compendio de anillos y habilitaciones de hermosa y
esmerada factura, convirtiéndolas en auténticas piezas de arte, atesoradas por
ansiosos y exhaustivos coleccionistas desde el siglo XIX, momento en que a la
ya universal costumbre de fumar, se une a una suerte de fiebre por poseer
estos anillos y habilitaciones de tabacos cubanos. A esta bondadosa adicción
es a lo que se le ha dado el nombre de Vitolfilia.

En su largo peregrinaje, desde su cultivo y factura, hasta su comercio y


consumo, el tabaco busca el arte, que es creación e inspiración, por lo cual
muy pronto el orgullo y la bien ganada fama de los tabaqueros los llevó a
abandonar el uso de la plantilla, para realizar las vitolas con el artificio de sus
dispuestos y bien despiertos sentidos, a ojo de buen cubero. Y como el mismo
tabaco no es planta uniforme, sino que depende de la tierra en que se cultive y
del trabajo que reciban sus hojas para su calidad final, su figura también quedó
al capricho de sus hacedores, conservándose una secreta complicidad entre
cultivadores, fabricantes y fumadores.

Lógicamente, las hermosas estampas que casi desde un inicio representaron y


vistieron las cajas de tabaco, así como los anillos que adornaron las vitolas, se
multiplicaron rápidamente en diseños y motivos, siempre en dependencia del
fabricante y del mercado. No obstante, en la historia de la vitolfilia es posible
establecer una cierta periodicidad, ceñida a las funciones esenciales de estas
estampas y a su modo de elaboración, historia que de hecho nos confirma el
valor cultural y por consecuencia, social de un arte ligado estrechamente al
desarrollo económico de un producto esencialmente cubano, pero
universalmente conocido, propagado por acción espontánea desde los
comienzos mismos del siglo XVI.

En sus comienzos los productores de tabaco cubano se tuvieron que enfrentar


en el siglo XVIII a vándalos y falsificadores que se sirvieron de todo tipo de
artilugios para enmascarar falsas vitolas. De esta contienda, surgieron las
llamadas marcas y los consecuentes marquistas, quienes no eran otros que los
propios fabricantes y exportadores radicados fundamentalmente en La Habana,
preocupados por ofrecer a sus consumidores el producto verdadero.

Los fabricantes sellaban las grandes cajas de tabaco con etiquetas que
llevaban impreso su nombre y otros datos de interés, con los cuales avalaban
el producto. El propósito esencial de estas marcas o marquillas era el de
defenderse de los falsificadores y garantizar la calidad de la mercancía
“marcada”.

Antes de 1845 los tabacos se envasaban en grandes cajas de madera de pino


muy seco con 5000 a 10000 piezas. Cada uno llevaba impreso a fuego o tinta,
con hierro, las iniciales o nombre completo del fabricante o exportador, título de
la fábrica y lugar de procedencia y se detallaba la vitola, el color y su perfecta
confección. Esta forma fue víctima del fraude.

Sin embargo, ya hemos expuesto que el tabaco busca el arte, y fue así, cómo a
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, los fabricantes, siguiendo los
designios de sus propios instintos y de sus avivados sentidos, redujeron
considerablemente el tamaño de los envases de las vitolas y por consecuencia,
comenzaron a estampar sus marcas sobre las tiras de papel que luego fijaban
a dichas cajas, siendo de su interés, no sólo garantizar el producto sino lograr
con el diseño de estas marcas adornar las cajas de tabaco y atraer de esta
forma a un mayor número de clientes. Las cajas llegaron a ser en algunos
casos auténticas obras de ebanistería, fabricadas de modo artesanal, de finas
maderas cubanas y con capacidad para no más de un centenar de piezas.

Fue en este momento cuando los productores utilizaron la litografía para


realizar con esta técnica de grabado artístico, las estampaciones que llevarían
por dentro y por fuera dichas cajas, conteniendo todos los datos necesarios
que permitieran identificar el producto, dándole un sello de exclusividad y
garantía.

Digno de mención es el principal innovador que hubo en la industria tabaquera.


A Ramón Allones, que en 1845 había establecido en la calle de Ánimas número
129 una modesta tabaquería denominada La Eminencia, le corresponde el
mérito de haber iniciado en su taller importantes mejoras, más tarde imitadas
por sus competidores. Fue él el primero en introducir las vitolas superiores o de
regalía y el único que en aquellos tiempos comenzó a usar los envases de lujo
que tanto llamaron la atención en las mesas de los príncipes, los reyes y los
emperadores, y que por necesidad fue imitado más tarde por todos los
fabricantes, porque así lo imponían las exigencias del consumo. A partir de esa
fecha –1845–, nació en las tabaquerías un nuevo oficio, el de fileteador, cuya
labor consiste en adornar los cajones de tabacos con las habilitaciones en que
figura como parte esencial el filete, o sea, la tira de papel larga y angosta con
que se cubren las aristas del cajón, sirviendo no solamente de adorno, sino
también para evitar que por allí se evapore el aroma de los tabacos contenidos
en su interior. Merced a Ramón Allones, industrial de temperamento artístico,
surgió, como hemos dicho, la presentación atractiva y lujosa del tabaco torcido,
y su iniciativa convirtió al oscuro y humilde artesano que fijaba las sencillas
etiquetas en un obrero, cuyo buen gusto transformaba un tosco cajón de cedro
en un llamativo envase, digno de figurar al lado de aquellos en que se
presentaban al mercado los más exquisitos productos.

Las primeras habilitaciones ya gozaban de hermosura y cuidado en sus


diseños, reflejando una preocupación por cautivar visualmente. Estas estampas
primigenias consisten en legítimas litografías, dibujadas sobre rocas calcáreas
traídas a Cuba desde las canteras de Baviera, e impresas sobre papeles de
diferentes colores, a una sola tinta.

Coincide con esta etapa, el esplendor que durante la primera mitad del XIX
alcanzó la producción tabaquera cubana. Para ese entonces, los pequeños
chinchales ya se convirtieron en grandes fábricas, proyectadas hacia un
mercado mucho más amplio y exigente, que obligó a los fabricantes a buscar
nuevas y más eficientes fórmulas para imponer su mercancía. Ya no se trataba
de garantizar y proteger su producto, sino vencer a otros en la competencia del
mercado mundial.

De existir una musa del tabaco fue ésa la que vino a inspirar a los tabaqueros
cubanos, llevándolos a transformar el diseño de las cajas de vitolas y el de sus
marcas, mejorando ostensiblemente la presentación de sus respectivos
productos. Tan marcada fue esta preocupación entre los fabricantes que
ajustaron los diseños litográficos de estas estampas tabaqueras a los gustos
del país de destino, o al de una asociación o club determinado, e incluso, hasta
al de un individuo en particular que gozara de cierta celebridad o solicitara él
mismo ser reconocido o que, por ardid del fabricante, era de este modo
captado como futuro consumidor de su marca.

Otras fábricas que se desarrollaron en esta primera mitad del siglo XIX serán
las muy conocidas “Partagás” (1827), “Por Larrañaga” (1834), “H. Upmann”
(1844) y “La Corona” (1845).

Abriendo la segunda mitad del siglo XIX, alrededor del año 1860 es el momento
en que, como veremos, convergen los factores principales que le dan el mayor
sentido y valor alcanzado por estas estampas o habilitaciones del tabaco. Sin
perder su objetivo originario: el de proteger, defender y garantizar el producto
ante los falsificadores; se impone un interés publicitario en las habilitaciones,
dándole el sentido exacto a la connotación de esta palabra: habilitar es hacer
una cosa hábil, apta o capaz, proveer a alguien o a algo de lo necesario para
un viaje y otras cosas semejantes… Y es en este periodo que las llamadas
habilitaciones alcanzan su mayor esplendor en cuanto a diversidad de diseños,
formatos, temas y demás matices, convirtiéndose en la vestidura de elegancia
de las cajas y vitolas.

La función de estas litografías no era meramente decorativa. En la habilitación


cada pieza desempeña una función y ocupa un lugar determinado dentro de la
decoración de la caja de tabaco. Así, la vista, ubicada en el reverso de la tapa,
es la marquilla más adornada y atractiva. Como su nombre indica, estas
estampas son las más hermosas. Se imprimen en hojas de gran tamaño, en
correspondencia con la tapa de la caja y se colocan en el interior de ellas, de
modo que al abrirla quede visible, como una imagen agradable. Son estampas
generalmente muy elaboradas, con un derroche de imaginación y elegancia en
el diseño, presentando relieves, dorados y barnices. Como litografías, son de
alta complejidad de elaboración. El bofetón es una estampa que se coloca en el
interior de la caja y su medida se corresponde con la misma. Su función es la
de cubrir la primera camada de tabacos, por lo que su impresión se realiza sin
relieves ni barnices que puedan afectar la forma o sabor del tabaco,
protegiendo estos de la humedad. La papeleta, de menor tamaño, sigue en
belleza a la vista y sella la tapa en el costado de la caja, de modo que al abrirla
dicha papeleta quede rota, cual si fuese un sello de garantía y protección;
mientras que el tapaclavo o contraseña es la etiqueta de forma redonda u oval
que se coloca al frente de la tapa de la caja de tabacos, con el propósito de
encubrir los clavos que cierran dicha tapa. En las aristas se pega una cinta de
papel litografiado nombrado filete.

La litografía para dichas habilitaciones asimiló las últimas técnicas que este
procedimiento artístico seguía en el mundo, e introdujo la reproducción
policromática que le dio a estas estampas una mayor belleza y elegancia,
causando admiración y atrayendo hasta a los no fumadores, quienes no
dudaron, en muchos casos, darse al placer de coleccionar estas impresiones.

Para 1880, según noticia de algunos historiadores, fue que se inventó y


generalizó el uso del anillo. Pequeño aro de papel impreso en litografía donde,
con esmero y hermosura, digno del oficio de magos y anónimos grabadores,
quedaron fijadas imágenes de rostros célebres, plantas, animales, escudos,
banderas y cuantos temas pasaron por la mente prodigiosa de aquellos artistas
plásticos, que pusieron su talento en función del tabaco.

En este periodo, habilitaciones y anillos, no sólo gozan del dibujo cuidado en


todos sus detalles, de los colores bien distribuidos, del mensaje textual directo
y claro; sino que también se distinguieron por el uso del relieve en la
estampación y del llamado polvo de oro, creador de un dorado distinguido y
cautivador, así como de la creación de series litográficas monotemáticas, con
motivos costumbristas, en los cuales se reflejaban con inteligente humor
diversas circunstancias de la época; o con compendios de charadas y
adivinaciones; o visiones rurales o urbanas que ampliaban el conocimiento
alrededor de nuestra vida social y económica.

Para tener una idea de la riqueza de las citadas marcas tabacaleras debemos
conocer que en 1848 el Capitán General de la Isla de Cuba ordenó que
aquellas marcas de tabaco y cigarros existentes fuesen registradas
oficialmente, inscribiéndose 232 de tabacos y 180 de cigarros.

Algunas marcas lograron imponerse y ganaron justa fama en el mercado del


Viejo y Nuevo Continente, y subsistieron desde mediados de siglo hasta
nuestros días con gran prestigio por su calidad uniforme de acuerdo con el
gusto específico del consumidor. Tal es el caso de las marcas “Henry Clay”, “La
Escepción” (tomado del nombre original de la marca), “Romeo y Julieta” y
otras.

Posiblemente no exista en la historia cultural de los pueblos nada más popular


que el mito, en cualquier país y época de que se trate. Incluso, de la literatura,
los temas que se retoman son los más universales y gustados, entiéndase
Romeo y Julieta o el Quijote. Con la representación de la historia ocurre en
ocasiones algo similar, sobre todo a partir del tratamiento del tema de la
conquista que, aunque generalmente tiene un carácter más bien anecdótico –y
sígnico en algunos casos-, llena el vacío dejado por la pintura colonial cubana.

Existe la posibilidad, a raíz de esto, de que haya habido una relación de


influencia entre los elementos tomados de la alta cultura y de la cultura popular.
Estos últimos rompieron con el estiramiento tradicional con que la primera
había trabajado los temas, los refrescó y al mismo tiempo los enriqueció con un
lenguaje plástico diferente.

El tabaco asumió la presencia del indio y la vega, como motivos novedosos y


exclusivos dentro de las artes plásticas cubanas. El indio simbolizaba al nativo
artífice del descubrimiento de la planta por los conquistadores. La vega, por su
parte, pieza esencial dentro del sistema sígnico regidor de este tipo de gráfica,
representaba a la agricultura y muchas veces se utilizaba a la par del mar –
cada uno a un lado diferente de la composición- en alusión a la
comercialización del producto. La Habana usualmente ha aparecido encarnada
por una india, con el escudo de la ciudad en una de sus manos y Europa y
América como mujeres vestidas a la manera clásica e indígena,
respectivamente. En general la figura femenina ha servido para simbolizar, por
sus cualidades estilísticas, el comercio, la industria, la agricultura, la marina, las
naciones, los continentes e, incluso, las estaciones del año.
Algunas fábricas que surgieron y se desarrollaron en este segundo periodo del
siglo serán: “Gener” (1867), de la cual se derivan las marcas “La Escepción” y
“Hoyo de Monterrey”; “Romeo y Julieta” (1875); “Calixto López” (1878) y
“La Meridiana” (1882).

A partir de las aclaraciones precedentes, nos adentraremos en un análisis más


profundo de los diseños de las marquillas de tabaco.

La imagen se divide: dentro de un óvalo, al centro, un grabado, casi siempre de


un paisaje o una figura humana; alrededor se coloca el nombre de la marca o el
fabricante y la ciudad donde está la industria (mayormente La Habana).
Menudean las litografías donde aparecen las medallas y premios obtenidos por
las mencionadas marcas en exposiciones internacionales. En los diseñadores
se podrá observar un dominio de la técnica, sabrán representar texturas,
figuras, objetos lejanos y el color, que en raras veces será arbitrario, todos de
la forma que se necesita en un momento dado. No serán ostentosos, a no ser
que la imagen lo requiera, ni atentarán contra lo real.

Veremos que existen en las estampas del siglo XIX una ausencia de héroes
nacionales, como Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo o José Martí,
por mencionar algunos; esto puede estar dado simplemente por el hecho de
que los fabricantes vendían en un mercado internacional, en los que estos no
transmitían ningún valor. Pero contrariamente encontramos figuras importantes
de otros países tales como: Benjamín Franklin, de Estados Unidos; Simón
Bolívar, de Venezuela; entre otros. Y destacan también literatos, músicos o
viajeros: William Shakespeare, Víctor Hugo, Ludwig Van Beethoven y Alejandro
de Humboldt. Cada uno de estos personajes, podemos verlos retratados de
frente, de perfil, de busto y de cuerpo entero, y son representados con objetos
que identifican la labor por la que se destacan y trascienden.

Todos los retratos son realizados con bellas tonalidades. También se han de
representar en estos bofetones idílicas escenas campesinas, de vegueros con
sus típicos atuendos, de paisajes realzados con palmas reales y varias
reproducciones del Castillo del Morro, a lo mejor la estructura arquitectónica
más representada de Cuba; también escenas amorosas, símbolos patrios
(entiéndase la bandera, el escudo), paisajes bucólicos donde se destaca la
flora y la fauna, todo lo cual incide en poner de relieve la identidad de lo
cubano. En esto los bofetones siguen, como todo lo relacionado con el tabaco,
la hermosa tradición de exaltar los valores geográficos-históricos de nuestro
pueblo.

En muchas marquillas desfilan mujeres de piel blanca, bellas, elegantes y de


alta posición económica. Ésta colección de femeninas burguesas contrasta con
la de los negros y mulatos de las marquillas cigarreras donde predominan
escenas populares. Pero en ambas coincide la discriminación étnica,
característico de aquella época colonial. Son mujeres de la llamada alta
sociedad; en cambio en las marquillas cigarreras son muy frecuentes las
escenas donde se ven las negras y mulatas; las cuales son expuestas como
amantes de blancos, prostitutas y borrachas.

También son numerosas las imágenes de los flamantes edificios habaneros de


las fábricas de tabaco, temas mitológicos y otros.

La marquilla de la fábrica Montero y Cía. (Ver imagen 1 en Anexos) nos coloca


en su centro a una joven mujer que refleja la influencia neoclásica imperante
durante el siglo XIX en la Isla, pues usa un atuendo propiamente clásico,
intensificado por la corona de laurel que sostiene en una de sus manos. Existe
una contraposición de elementos en la obra, ya que alrededor de la joven se
colocan tres óvalos que nos indican los diferentes procesos que se realizan
para la obtención y venta del producto final del tabaco. En estos los
diseñadores no se desentienden de un dominio técnico, pues son bien
trabajados los volúmenes y la propia perspectiva, destacando la lejanía de
algunos objetos o elementos. Así en una de ellos encontraremos una
plantación atendida por los vegueros, luego las vegas puestas a secar sobre
tendales y finalmente una imagen de la bahía que representa la escena de los
productos antes de ser exportados.

Fundamentalmente el tabaco fue cultivo de hombres blancos, muchos de ellos


venidos de Canarias con el objetivo de blanquear, así se decía en los
documentos del siglo XIX, a la población cubana, notablemente ennegrecida
por el aporte africano.

En la imagen 2 aparece un campesino blanco con un machete en el cinto;


habla con un negro vestido de manera mucho más rústica y con guataca en
mano, testigo gráfico del rango económico superior del primero. La escena
presenta igualmente un trabajo del volumen y de la luz homogéneo, pero se
comporta de manera idílica porque se ubica a los personajes rodeados de
bellas flores rojas y azules, y no enfocados en actividades de campo . No tiene
importancia el momento que se esté tratando, pues el espacio en que estarán
insertos siempre parecerá bello, los diseñadores otorgarán a sus trabajos todo
lo que pueda convertir la imagen en una mirada tranquila y serena.

La presencia norteamericana en las actividades tabaqueras de Cuba está


representada en este bofetón titulado “Flor de Uncle Sam” (Imagen 3), donde
se puede observar a este personaje vestido con el atuendo que lo caracteriza,
sentado sobre una caja de tabacos, sosteniendo en su mano derecha una de
ellas. A su lado el águila imperial con sus garras sobre varias hojas de la
preciada Solanácea. A ambos lados del círculo donde se encuentra
representado el Tío Sam, observamos respectivamente una imagen del Castillo
del Morro y de la Estatua de La Libertad, forma que utilizan para llegar al
importante mercado norteamericano como producto netamente cubano.

“La Opulencia” (Imagen 4), de A.S. Reyes y Cía. nos llega con una hermosa
mujer vestida al estilo clásico pero con colores mucho más exóticos que,
sentada sobre unas pacas de tabaco nos muestra en una de sus manos unas
cajas de habanos. A sus pies, el cuerno de la abundancia, donde se observan
varios mazos con este producto. Como telón de fondo es representado una vez
más el Castillo del Morro, demostrando el interés de los diseñadores en el uso
de la perspectiva usando elementos que distingan al territorio cubano.

En otras estampas tabacaleras como esta de la fábrica La Isla de Cuba


(Imagen 5), el centro estará ocupado por otra hermosa mujer con una caja de
habanos en una de sus manos y usando un atuendo que nos remite al estilo
clásico nuevamente pero, esta vez, con los blancos, azules y rojo de la bandera
nacional. Es posible ver en esta vestimenta un acercamiento más preciso al
dominio que poseían estos fabricantes en el trabajo de las líneas y la propia
técnica, ya que reflejan una textura a partir de líneas onduladas, tal vez por la
influencia del art noveau en nuestro territorio. Con otra de sus manos señala el
mapa de Cuba y es también representado en uno de sus extremos el escudo
de la ciudad de La Habana. Es preciso distinguir la preocupación en el
tratamiento de la perspectiva, pues nos deja entrever un paisaje cubano.

Las mujeres en el centro de los bofetones es una técnica reiterativa. Una de


éstas (Imagen 6) aparece vestida de largo, sombrilla en mano, en medio de
una esplendorosa vega. Preside esta estampa el letrero Gran Fábrica de
Tabacos La Rosa de Santiago. A su lado izquierdo y a forma de promoción,
se encuentra escrito “Fábrica de tabacos de las mejores vegas de la Vuelta
Debajo de Pedro Roger” y, en el lado opuesto, el mismo letrero en inglés,
indicando la influencia norteamericana en las marquillas de principios de siglo.
Al pie de la representación, en azul, vemos el escudo de la ciudad de La
Habana con sus tres torres y la llave, todo de color oro, y a su lado el escudo
español, de cuatro cuarteles con dos torres y los clásicos leones en rojo y,
entre ambos, la corona real de oro, toda una mezcla de elementos cubanos,
norteamericanos y españoles, representativos de la época. Pero, a pesar de
esta mirada burguesa será ubicado en el fondo la imagen de un bohío,
mostrando una vez más la necesidad de reafirmar lo propio de nuestra tierra.

Otras muchas marcas muestran a los primitivos indios de Cuba, siempre


ricamente ataviados con plumas multicolores. Desde mediados del siglo XIX el
indio siboney fue tema preferido de algunos poetas cubanos, que simbolizan en
él las rebeldías independentistas. En la imagen 7 vemos, entre otros
personajes, a un aborigen con una lanza en la mano derecha, al pie de un
arroyuelo mostrando su atuendo característico. Se destaca en esta litografía a
otros indígenas, que junto al paisaje circundante, parecen representar una
escena precolombina que está dada, además, por el uso intenso del color y la
amplitud del espacio donde están ubicados, siendo reflejo de un perfecto
dominio en cuanto al detalle minucioso del dibujo presentado.

En casi todas las marquillas de este tipo predominará la india. Una de estas
litografías (imagen 8) muestra una aborigen sentada, de rostro de muy finas
facciones, como si fuera europea: el cuerpo, de formas sensuales y
voluptuosas, mientras que en su mano izquierda muestra un mazo de tabaco y
a sus espaldas el carcaj. Los colores también refleja esta nueva forma de
representación, el uso del rojo para otorgarle gran importancia a la aborigen y
el uso del amarillo que se asemeja al oro para exaltar a la imagen principal. Es
una evidente idealización de la aborigen cubana.

La imagen 9 muestra en el centro a una mujer con la bandera cubana y el


escudo nacional y, a su lado, una niña india ofertándole una caja de tabacos.
Arriba el escrito “La bandera de Cuba” y, abajo, “Hernández y Canle. Habana”.
Es posible ver, cómo los productores en un momento sólo se interesan por
agradar los pedidos internacionales, pero nunca dejaron de representar por ello
sus raíces cubanas.

Entre los temas encontraremos también los relativos a Cristóbal Colón, los que
fueron impresos con motivo del Cuarto Centenario del llamado Descubrimiento
de América. Bajo el letrero de “El Nuevo Mundo” (Imagen 10), de Ángel
Ramírez, aparece en el centro de un círculo al almirante, con su mano en el
globo terráqueo. Desde sus carabelas contempla las costas de América. Al
lado de Colón, fuera del círculo, vemos una india con el rostro desnudo
sosteniendo un pintoresco papagayo y del lado opuesto un guerrero aborigen
con su arco, flechas y escudo. Es posible observar, a pesar de esta variedad
de personajes y objetos, un interés histórico por el cuidado de los detalles que
reflejan nuevamente la realidad de las escenas así mismo como de las figuras
allí representadas y la propia perspectiva en tan poco espacio.

Como se menciona anteriormente, una importante serie fue la dedicada a


personajes históricos célebres como “Alexander de Humboldt” (Imagen 11), el
famoso geógrafo prusiano, llamado el segundo descubridor de Cuba por José
de la Luz y Caballero; “Benjamín Franklin” (Imagen 12), científico y estadista
norteamericano, ubicado dentro de una pequeño óvalo de perfil y con un fondo
neutro, el cual aparece rodeado de los símbolos que lo hicieron famoso: el
pararrayo, una prensa y libros. Bajo el título de la marca “Bolívar” (Imagen 13)
aparece el rostro alargado y sereno de El Libertador, representado de busto y
ataviado con la vestimenta que caracteriza a su personalidad, mirando
desafinadamente al espectador y rodeado de los laureles conquistados en la
gesta independentista sudamericana. El retrato de Beethoven (Imagen 15) lo
tenemos en la marquilla titulada “El Symphonie”, donde aparece el prestigioso
músico de rostro fijando su vista hacia el consumidor con una copiosa melena.
A los lados de su imagen podemos ver un violín y al mismo artista ejecutando
en el piano una de sus piezas musicales.

Entre las numerosas litografías dedicadas a personajes célebres se encuentra


la de Shakespeare (Imagen 16), inglés nacido en 1564. Su retrato aparece
dentro de un óvalo, con fondo neutro, sobre el cual descansa la mano de una
hermosa joven vestida al estilo clásico, mostrando esta vez una mayor riqueza
de líneas y movimiento en la textura, que porta la bandera británica. Junto a la
imagen del famoso literato aparece un ramo de olivo acompañado de una lira,
una pluma y libros, que parecen representar sus obras más conocidas: Romeo
y Julieta, Macbeth y Otelo.

No podía faltar la estampa tan popularizada por Federico García Lorca en su


poema “Son de Santiago de Cuba”, de “Romeo y Julieta” (Imagen 17). Esta
afamada marca nos presenta a los amantes de Verona en la muy conocida
escena del balcón, donde Romeo, subido en una escalera, llega a los brazos
de su amada, hermosa escena que ha sido enmarcada con las medallas de
oros obtenidas por estos habanos. Son representados con la arquitectura y
atuendos propios de la época en que se desarrolla esta obra literaria.

La estampa de Galileo Galilei (Imagen 18) nos exhibe al eminente sabio


sentado entre un enorme telescopio y una esfera del mundo, su figura está
representada con un carácter monumental que nos remite hacia un pasado
renacentista, de la forma en que es expuesto parece estar en proporción con el
tamaño de las palmeras que son ubicadas al fondo de la imagen. También será
mostrada en las lejanías el Castillo del Morro un poco difuminado.

No podían faltar los retratos de los dueños de las afamadas fábricas


habaneras, por ejemplo, bajo el título “Flor de R. Barcia” (Imagen 19), se
destaca la estampa de su dueño, elegantemente vestido con corbata roja,
chaleco que cierra una dorada leontina y saco en cuyo ojal se destacan dos
flores. El propietario aparece con la mirada lánguida y un cuidadoso peinado
que más parece un peluquín. El rostro mira hacia una vega tabacalera donde
se ve una mujer sentada sobre tercios de tabaco, mientras su mano derecha
alza un mazo de Habanos. El cubanísimo paisaje muestra palmas reales, un
bohío y la estampa del guajiro con su chamarreta y pantalón blanco con el
infaltable pañuelo rojo anudado al cuello. Es evidente el tratamiento detallado
por los que estos artistas se dieron a conocer, pues no dejan al vacío ninguna
representación, sino que colocan hasta el último elemento que caracteriza a la
escena.
Muchas destacan solamente al tabaco, unas veces rodeado por idílicas flores o
llevado a los cielos por ángeles (Imagen 20); otros, junto a escudos (Imagen
21); y otros destacan sólo el nombre del fabricante, como el de Pérez y Díaz
(Imagen 22). En esta última veremos alusiones literarias. La profusión se
observa en estas por el uso de los colores, todos desde una perspectiva vívida
que le otorgan a la imagen un gran dinamismo.

También encontramos las litografías carentes de belleza e impresas a dos


colores, reflejo del poco poder económico de algunos propietarios, como es el
caso de “Regateo” (Imagen 23) y la fábrica de tabacos La Intimidad (Imagen
24). Otras fábricas, por el contario, y como ya hemos visto, invertían
grandísimas sumas en el diseño de su litografía, lo cual servía para la
promoción y prestigio del producto.

Una vasta serie de marcas destacan retratos de mujeres como “La Isabelita”
(Imagen 25), “Eloisa” (Imagen 26), y “Edén” (Imagen 27) con las medallas
ganadas de las diferentes exposiciones. Las representadas son mujeres de la
alta clase social y su delicadeza se ve acentuada por la profusión de elementos
florales o de objetos que muestran la riqueza de su status, siempre a través de
fondos neutros para enfocar lo principal, así como los tonos pasteles y la
perfección de la línea que dan una mayor importancia y belleza a estas damas.

Igualmente otra colección de marquillas muestra mujeres que representan


diferentes tipos de sentimientos como “La Humildad” (Imagen 28), “La
Inocencia (Imagen 29), “La Virtud” (Imagen 30) y “La Confianza” (Imagen 31).
Todas mujeres blancas, delicadas y con sencillas pero elegantes vestimentas,
con miradas en correspondencia a los sentimientos que nombran estas fábricas
de tabaco junto con los colores más sencillos que transmiten dichas
emociones. En algunas encontraremos reflejados ángeles (28), remitiéndonos
a un pasado barroco, en otras será evidente las influencias de finales de siglo
como el art noveau (30), por enmarcarla dentro de un espacio que tiene
representado una serie de volutas y líneas sinuosas en todas sus aristas,
donde también se puede llegar a observar la sebka (técnica utilizada
profusamente en el Alminar de Sevilla, España)

Otra delicada imagen representa a una melancólica dama con la leyenda


“Celeste Imperio”. En esta se puede observar varias influencias predominando
la barroca que trajo Europa a nuestro pueblo y que tanto ha sido representada
en la arquitectura cubana. La dama se encuentra ricamente ataviada con un
atuendo clásico y colocada de manera que rememora a las Venus
representadas en la pintura europea. Es ubicada sobre un óvalo del cual
emergen variadas formas sinuosas otorgándole movimiento a la escena. La
presencia del cortinaje de un rojo profundo junto con ángeles y flores, nos
demuestran la importancia que mostraba para nosotros la influencia barroca.
En contraste se ubica de fondo un paisaje cubano y a la joven sosteniendo
unas hojas pertenecientes a nuestra vegetación.

El tema del amor no podía faltar en estas series de habilitaciones: una estampa
titulada “Bodas de Oro” (Imagen 32) nos muestra una pareja de recién casados
después de contraer nupcias. De fondo son representadas, junto con la Iglesia,
elementos arquitectónicos clásicos como las columnas corintias; “Pablo y
Virginia”, famosa obra francesa, inspiró el título de estas dos marquillas
(Imagen 33 y 34), donde en la primera la vemos a ella sentada en una silla y él,
en el suelo, la acaricia delicadamente; en la otra, ambos amantes pasean
abrazados en un idílico jardín, guareciéndose de la lluvia bajo una inmensa
hoja; otra escena amorosa es posible verla en “El Beso” (Imagen 35), donde
una pareja de amantes, con atuendos parecidos al Medioevo, parecen
susurrarse palabras de amor. Es posible observar con esta obra la intensidad
colorística que se puede llegar a obtener de las piedras litográficas.

Una riquísima colección de marquillas con temas alegóricos y mitológicos se


encuentra depositada en el Archivo Nacional de Cuba, como ejemplo
presentamos la litografía sin título (Imagen 36), que nos entrega la imagen de
una hermosa joven con vestimenta oriental acostada sobre una hamaca y
sosteniendo en una de sus manos a un papagayo multicolor, al fondo se
observa un edificio que deja entrever estilos como el mudéjar y el bizantino. Es
la representación de una escena de sosiego inmiscuida dentro de un paisaje
completamente exótico.

Esta etapa plena de hermosísimas litografías, origen y base inspiradora en la


tradición del grabado cubano, concluyó alrededor de 1930, momento en que el
tabaco alcanzó un nuevo punto en su desarrollo, siendo necesario imponer
métodos más modernos de reproducción, con capacidad para producir
centenares de estampas en un tiempo brevísimo y con un menor costo. Es
desechada así la litografía de la producción tabacalera, aunque es digno de
significar que los fabricantes contemporáneos no dejaron de preocuparse por
conservar, bajo estas nuevas fórmulas de impresión, la belleza de sus diseños
y el sentido de sus imágenes.

Cigarro: verdadera crónica de la época

Con el auge de la industria tabacalera, fue preciso organizar la presentación y


el envase del tabaco que muy pronto alcanzaron una gran originalidad.
Igualmente, la industria del cigarrillo envolvió sus productos en papeles
finamente grabados.

Entonces, veremos que no fue sólo en las cajas de tabaco donde se observó el
proceso litográfico, sino que este también fue usado en las etiquetas de los
cigarros. Al principio, al igual que el habano, fue usada en blanco y negro
impreso sobre un papel de diversos colores y después se usó la
cromolitografía. También aquí fue usada con extraordinarios resultados, tal vez
por el menor tamaño de sus etiquetas así como los numerosos y variados tipos
de las cajetillas en que se ofertaban al público y a la mayor rapidez de su
consumo. El diseño de las cajetillas muestra una agilidad y una variedad
temática tales, que las sitúa como aspecto significativo de la litografía en Cuba.

Los primeros pasos en la presentación de los envases de cigarrillos fueron


similares a los de tabaco, es decir, también se realizaron en litografía
monocromática, pero con una evolución más rápida. Según parece, fue en sus
envolturas donde primero se utilizó la policromía y aun cuando no llegó a
alcanzarse nunca el grado de perfección de las cajas de tabacos en cuanto a
dorados y troqueles –no los requería, además, la condición social del usuario
mayoritario-, sí logró un nivel de variedad ostensiblemente superior.

Los temas, inicialmente modestos en diversidad, con la ampliación del color se


incrementaron hasta un número inimaginado. Tales temáticas de índole
universal presentaban, por línea general, un tratamiento simpático o que al
menos difería de la manera tradicional en que aparecía en la pintura de la
época, rompían esquemas en su representación, hacían uso de cierto
desenfado y probaban así, de manera formal, su carácter popular.

Se va creando un arte con estas ilustraciones polícromas que se multiplican en


colecciones de figuras entre las que encontramos: personajes históricos o
célebres, caricaturas, flores, animales, fábulas, piezas de música, sátiras,
paisajes, letras, juego de lotería, almanaques, historietas seriadas y muchas
más, dando origen estos a innumerables diseños de una rica y original
producción litográfica, a veces por su imaginación y variedad que la laminada y
barroca decoración que aparece en las cajas de tabacos.

El diseño gráfico de las cajetillas, con formato rectangular, constaba de tres


elementos fundamentales: la orla, la escena y el emblema. La orla bordea el
borde superior y lateral izquierdo de la pieza, y aunque generalmente su
función y tratamiento son esencialmente decorativos, puede aparecer también
como un elemento chispeante más, relacionado o no con la escena. Esta última
va en el centro y ocupa el mayor espacio. En ella se representa la historia
principal, acompañada del texto. En su parte superior va colocado el nombre de
la serie –conjunto de piezas sobre un mismo tema, a manera de capítulos-, y
en el inferior, la leyenda que complementa la imagen. El emblema se sitúa a la
derecha de la marquilla. Ocupa un área más pequeña y lo conforman el lema
de la fábrica, el slogan y sus datos.

Desde el punto de vista formal, permite apreciar con claridad la presencia


intencional del carácter popular de las marquillas cigarreras. Se da de dos
maneras, a partir de la disimilitud en el tratamiento de las imágenes: o bien en
una misma marquilla o bien en temas diferentes de una marca. En el primer
caso, se advierte una disparidad en los lenguajes plásticos de la orla y la
escena de una misma pieza. Resulta notorio que en esta última haya un interés
por asumir y emplear la manera de hacer de los artistas populares, la
planimetría, el irrespeto a la perspectiva, la desproporción en las figuras, sobre
todo en los rostros, y con un colorido en oportunidades bastante llamativo;
aunque en la mayoría de las veces reinará el uso de colores terrosos para
acentuar lo popular y a la clase social a que iban dirigidas; mientras que en la
orla se hace evidente un trabajo más decorativo. Los textos eran también muy
claros, sin regodeos de ningún tipo y elaborados con un refinado sentido del
humor.

El costumbrismo incluye, entre otras cosas, hábitos, trajes, peinados y formas


de hablar. Esta aclaración quizás sirva para explicar el tercer aspecto de “lo
popular” en las marquillas de cigarros, el por qué se hacían así y a quién iban
dirigidas. Las cajetillas eran verdaderos diarios costumbristas, cuya principal
consumidora era la población de menores ingresos, preparación y nivel cultural.
Esta era la clase de persona que con mayor seguridad podrían verse
reflejadas en algunas escenas, provocando en ellos una identificación más
rápida con el mensaje.

En el cigarrillo la más notable firma fue la de Luis Susini e Hijo, dueños de la


fábrica La Honradez, fundada en 1853. Esta fábrica fue una innovadora en el
campo de la tecnología aplicada a la producción y a la mercantilización. En ella
se empleó por primera vez y en Cuba la máquina de vapor para elaborar
cigarrillos. Es importante por el valor documental que poseen sus cajetillas y
por la riqueza de éstas en lo que a temática se refiere. Esta marca tenía como
lema: Los hechos me justificarán. Entre los temas que aparecen tratados en
estas etiquetas podemos apreciar sitios y lugares de nuestra Habana, tanto la
que era intra o de extramuros con su diseño arquitectónico y urbanístico. Por
ejemplo: Vista de La Habana, El Templete, La Plaza de Armas, El teatro Tacón
y su interior, La Alameda de Paula, Real Cárcel, Hospital Militar, entre otros.

Por otra parte, La Honradez presenta series que ofrecen una visión ilustradora
acerca de varios países, entre ellos: series de frutas cubanas; frutas de Europa;
fauna exótica y fauna cubana; personajes de las cortes francesas y española
con trajes y peinados de la época; galería de los soberanos; hábitos religiosos;
uniformes del ejército inglés, italiano, francés, ruso, austríaco y voluntario de
Cuba; mapas de varios países; ingenios cubanos; el campo de Cuba; sellos de
correos; colección de escudos de armas; nobiliario español; paisajes; cosas de
La Habana, como modas de la época; la muy popular serie Vida de la mulata y
numerosísimas más ilustraciones que con tratamiento humorístico, incluso
satírico o con toda seriedad, reflejan modas, costumbres, hábitos, lugares,
personajes, etc. Representan diferentes países y épocas que nos brindan
valiosa información, sobre todo, de inapreciables datos históricos.

La vida del negro y la mulata es, sin dudas, el tema más importante que, en
pintura, sólo tiene comparación a partir de los óleos del vasco Víctor Patricio de
Landaluze (uno de los tantos autores anónimos de marquillas, y quien se
inspiró con frecuencia en escenas sobre la mulata), en la segunda mitad del
siglo XIX. Y, el uso combinado de la imagen y el grafismo, es quizás la
contribución más significativa de estas marquillas.

Aunque ocasionalmente puede encontrarse algún pequeño escrito -a un


extremo de la obra- en pinturas europeas y/o cubanas anteriores a esa etapa,
la interrelación estrecha entre representación figurativa y texto, donde ambos
se complementan para dar el mensaje deseado, no tiene antecedentes en la
historia plástica cubana y vino a ser un recurso cotidiano sólo con la irrupción
del arte moderno.

Esta unión era esencial. Ahí se transmitía de cierta forma la crítica,


generalmente indirecta, lograda a través de la manera de representar las
escenas y sus personajes, más o menos peyorativos, burlones, etc. Es decir, la
clave estaba en erigirse en reflejo de lo que sucedía.

Fábricas importantes como “Para Ud.”, de Eduardo Guilló, “El Fígaro”, de


Julián Rivas y “La Charanga de Villergas”, de Llaguno y Compañía, también
hicieron series similares.

Resulta interesante, por ejemplo, el derroche de imaginación que a veces se


manifestaba en su representación, de la cual quizás la mejor demostración se
puede encontrar en la serie “Muestras del azúcar de mi ingenio”, de la fábrica
Para Ud., donde se exponían las diferentes razas presentes en la población
esclava y se comparaba a la mujer con los tipos de azúcares que se producían
en los ingenios cubanos del pasado siglo.

Ejemplo, la muchacha linda, que parece blanca, pero deja entrever rasgos de
mulata, es llamada Blanco de segunda o tren común. A la parda fina y bonita
que llamaba la atención, se la comparó con quebrado de primera o azúcar de
centrífuga; las mujeres de pronunciados rasgos negroides eran cucuruchos, por
último, las de más baja condición moral y social, sería un azúcar dañado y de
poco valor comercial.

El humor es vital a la hora de valorar los aportes de esta manifestación plástica.


Típicamente local, muy criollo, juguetón y refinado, es quizás uno de los
elementos que salva su carácter popular de lo “populachero”.
La presencia de leyendas o textos desempeñó un importante papel en la
preservación del habla nacional, sobre todo si se tiene en cuenta la literatura
cubana del siglo XIX, en su aspiración de ser culta, no prestó la atención
debida a este elemento. Posiblemente la única manifestación artística que
puede equiparse a la litografía cigarrera en ese sentido –y con ventaja, justo es
decirlo- es el teatro vernáculo que, como aquella, fijó personajes populares.

La actualidad de los temas utilizados requería una mayor soltura en su


realización, un mayor cuidado condicionaba el trabajo litográfico de las
etiquetas destinadas a la envoltura de los cigarros.

Hubo marcas que pasaron por alto ese importante mecanismo de mercado y se
apoyaron sólo en una representación muy bien elaborada para agradar al
cliente. Ello es más frecuente en las marquillas monocromáticas, y los mejores
ejemplos están en: “Atahualpa” y “Los manantiales de Vento”. En esos casos,
el tema se aleja un poco de lo popular o costumbrista, aunque sin abandonar
totalmente dicho sentido, que entonces se refleja a partir de la ruptura de sus
esquemas tradicionales de representación y por la claridad de la imagen y lo
cotidiano de la idea que ella representa, que puede ser desde una flor hasta un
paisaje o un rostro. Su formato es bien sencillo y convencional, con el dibujo en
su parte superior y, debajo, los datos de la fábrica, a veces con diferentes
tipografías e idiomas.

En la litografía cigarrera, es posible hablar de un retomar, criollesco y


tropicalizado, de las escenas de género, en auge en la Europa del siglo XIX
con el romanticismo, pero que podían verse ya, de otra manera, en la pintura
burguesa del norte de Europa (Holanda), en el siglo XV. Incluso se fue un poco
más lejos, pues se incorporaron temas y situaciones prácticamente exclusivas.

Analizando las marquillas cigarreras desde un punto de vista temático podemos


notar que estas estuvieron directamente influenciadas por la sociedad cubana
desde todas sus aristas, principalmente, las de más bajo nivel cultural, por ser
las que podían acceder a este tipo de producto.

“Una riqueza incalculable como documentación. Ligeras, agudas,


eminentemente populares, estas estampas constituyen un legado cuya
importancia sobrepasa con frecuencia a su intrínseco valor pictórico” 3

Aunque la escena suele ser la parte más comentada de las marquillas, en la


orla se concentran una riqueza de motivos cuyo análisis no debe pasarse por

3
Adelaida de Juan: Pintura y grabado coloniales cubanos .
alto. Su valor decorativo queda patente en casos como la imagen 37 y 38,
procedentes de la fábrica La Honradez.

Las marquillas fueron sensibles a las nuevas realidades del siglo XIX. Así,
aparecen entre los temas aquí recogidos el de los sellos de correo (Imagen 39),
que tan rápida acepción suscitó entre los filatélicos, o el de las Exposiciones
Universales (Imagen 40), verdaderos escaparates en los que la burguesía
exhibía con orgullo las muestras del progreso.

Los asuntos exóticos gozaron de gran predicamento en la segunda mitad del


siglo XIX. Temas de la vida o la atracción del Extremo Oriente, que entonces
comenzaba a abrirse a Europa y a las áreas de influjo europeo, son buenos
exponentes de lo dicho. Además, la utilización de estos temas no impide el
matiz satírico tan frecuente en las marquillas. En la imagen 41 están ubicadas
dos jóvenes muchachas dentro de una arquitectura que deja ver rasgos
orientalistas como el arco trilobulado, tantas veces presentado en los espacios
de la propia arquitectura cubana; estas figuras nos remiten también a los baños
turcos y las odaliscas que eran representadas en la pintura europea de aquel
entonces. En la imagen 42 hay una mayor influencia de los países del Extremo
Oriente en los que se matiza la composición con una luz homogénea y un
colorido mucho más vivo que otorga gran dinamismo.

Sobre la serie de Vida y muerte de la mulata, o Historia de la mulata,


mencionada anteriormente, perteneciente a “La Charanga de Villergas”, se
nota un interés por su representación considerable, donde la infeliz mulata
sucumbe siempre a los galanteos de un hombre blanco, y es luego
abandonada junto con su prole por éste, hasta su fin en que la miserable vida
de prostitución que lleva la conduce a la enfermedad y la muerte.

En estas series se reflejan escenas de mediados del siglo XIX, cuando el


español y el criollo blanco comienzan a tender sus redes a la mulata, como la
litografía en que aparece el bodeguero, sentado, fumando un cigarrillo y
dejando caer una moneda en la mano de la mulata de provocadores senos: “El
que siembra coge” (Imagen 43). Podemos ver también, la estampa titulada “No
es muy grata la cosecha”, donde la mulata aparece embarazada frente a su
amante elegantemente vestido (Imagen 44). Las referidas marquillas están
orladas por caricaturas de personajes que tocan instrumentos musicales, llenos
de alegría y colores intensos; mientras que las escenas están hechas a partir
de las personas de pueblo. No es representado ningún aspecto idílico que
beneficie a esta baja clase social.

Pocas fuentes resultan tan útiles para el estudio de la situación social de los
mulatos como las marquillas. La visión de las mulatas por parte de los hombres
blancos queda patente en los ejemplos que se ofrecen.
La colección de los ingenios de Cuba se reproduce en bellísimas litografías. En
ellas se muestran las más importantes fábricas de azúcar de nuestro país. Las
paradisíacas alegorías representan la cara burguesa de la sacarocracia
cubana: bellas damiselas, palmeras, flamencos, caballeros, vistosos
papagayos, bailarinas y carpinteros reales. Los ingenios fueron dibujados al
natural y litografiados por Eduardo Laplante. (Imagen 45 y 46)

El “Almanaque profético para el año 1886” de la Real Fábrica La Honradez


comprende 12 estampas correspondientes a los meses del año. Los
personajes de esta serie son principalmente mulatas y mulatos. La litografía
que alude a enero muestra una pareja de danzantes afrocubanos que parecen
títeres adornados con vistosas plumas, en la orla (donde se observa que un
negro persigue a otro, que corre con una botella en la mano en busca de una
gorda mulata) es visible un mayor trato de la figura humana. Acompaña a la
escena principal el texto: “Los diablos coronados castigarán tus pecados”
(Imagen 47). En abril: “Habrá exposición de cañas gordas”, se observan dos
negros que portan en sus manos cañas fálicas muy gruesas, y dirigen sus
pícaros ojos a la mulata que mira con asombro” (Imagen 48). Octubre lo
simboliza un grupo de negros bañándose en una laguna, ante la mirada risueña
de una negra gorda que levanta su falda amarilla bajo la mirada picaresca de
un negro que nada frente a ella (Imagen 49). Vemos en esta última un
desinterés por la perspectiva y la realidad, ya que la señora está ubicada sobre
el propio lago donde se está bañando el otro personaje.

En estas imágenes ya no hay alusiones a las labores agrícolas, sino que, en


unas aleluyas explicativas de la iconografía, se esbozan consejos morales, no
exentos de ironía, se recuerdan las condiciones climáticas de algunos meses y
hasta se hace publicidad de los productos tabaqueros de dicha factoría.

También de La Honradez es la serie “Alegorías Infantiles Cubanas del Cigarro


y del Tabaco”. Aquí, de gigantesca vitola, el habano se transforma en los
objetos más dispares: “El tabaco cohete” (Imagen 50), “El tabaco puntal”
(Imagen 51), “El tabaco acróbata” (Imagen 52), “El tabaco caballito” (Imagen
53), “El tabaco balancín” (Imagen 54) o “La cajetilla bocoy” (Imagen 55).Todas
nos muestran colores acordes a la representaciones infantiles que nos traen
estas marquillas cigarreras. La última de estas imágenes (55) nos muestra a
tres niños que hacen rodar la cilíndrica cajetilla, envuelta por la marquilla
litografiada, obra que nos permite apreciar cómo se presentaba el producto
final para su venta al público.

Los elementos simbólicos y heráldicos se prestan, por su colorido y belleza


ornamental, a ser motivo de numerosas ediciones para coleccionistas, ya sea
en modestas series para niños, ya en otros soportes de mayor calidad. Ello
justifica que se dedicara una serie de marquillas a mapas, por ejemplo la
escena que representa el mapa de Egipto (Imagen 56), la orla muestra en el
lateral, a una mujer de raza negra, en la parte superior están dos pirámides y la
esfinge de Gizeh; escudos, como el de Argentina (Imagen 57) de forma oval,
representa dos manos unidas que sostienen en una pica un gorro frigio, rodea
el óvalo una corona de laurel de donde salen cañones y banderas argentinas y
la orla está dispuesta a partir de rayas diagonales; y por último, banderas,
como la representación de la bandera de España (Imagen 58).

El romanticismo aportó, entre otras realizaciones estéticas, una corriente que


intenta recoger aspectos pintorescos de la vida cotidiana, a veces con un tono
satírico. Afectó, sobre todo, a la literatura y a la pintura y su influjo se dejó
sentir en un largo periodo de tiempo que va más allá del marco cronológico
romántico. En esta línea podrían ubicarse estas escenas de La Habana. En
estas marquillas se recogen una serie de estampas de la vida cotidiana
habanera y aparecen nuevamente unos personajes característicos de la
sociedad del momento: la mulata y el negro, contemplados, al menos en uno
de los ejemplos, desde una perspectiva que lo minusvalora; esta sería la
“enseñanza”, en este caso bastante negativa, que se desprende de las
ilustraciones. Algunos ejemplos provienen de la fábrica “Para Ud.”, como
“Ataja” (Imagen 59) donde se representa a un joven negro que huye con un
gallo robado, perseguido con palos por los dueños; “No se tire que hay cloaca”
(Imagen 60) está decorada con motivos florales insertos en dibujos
geométricos, representa a un hombre blanco cortejando a una mulata y, a sus
espaldas, otro hombre se burla de ellos.

Otro aspecto interesante a destacar de esta última factoría es por ejemplo, las
etiquetas en que se reproducen escenas de bailes en el elegante Café de
Escauriza, situado en el Prado de La Habana. En este lugar, sobre todo en los
bailes de disfraces, se solían introducir en los salones mujeres deshonestas o
de baja condición social que ejercían la prostitución, cuya entrada era prohibida
en este sitio. Sin embargo, los hombres las invitaban y entraban, de ahí las
escenas burlonas de “Aquí se vende gato por liebre” (Imagen 61), “Aquí se da
café con leche” y “El ponche de leche”. Serán representadas figuras con rostros
difuminados y desproporciones anatómicas.

La iconografía animal ha constituido un motivo habitual de representación.


Ahora bien, lo corriente es que los animales no sean el objeto principal de la
obra. Por el contrario, en estas marquillas el protagonismo corresponde a seres
irracionales, pero dotados de cualidades humanas para cumplir mejor su
finalidad satírica. Este es el aspecto que confiere mayor atractivo a las series
de animales. Lo más deslumbrante de estas marquillas es el análisis, sobre
todo formal, que se destapa de ellas, pues es obvio cómo los diseñadores se
perfeccionaron en el uso del color, volumen, perspectiva. Es notable el detalle y
decoración que se le otorga tanto a la orla como a la escena. (Imagen 62, 63,
64, 65 y 66)

Pero los animales también han sido representados desde una visión objetiva,
sin otorgarle un sentido satírico, como es el caso de las series dedicadas a
Mariposas de Europa (Imagen 67), Caballos (Imagen 68) donde se representan
especies de varios países y el arte de la Tauromaquia (Imagen 69). En ellas
estarán reflejadas las diferentes escenas con motivos reales y espacios en los
que se desenvuelven.

La producción de etiquetas cromadas de cigarros, de muy tallada elaboración y


de gran impacto comunicativo por su riqueza temática, fueron objeto de los
coleccionistas en el siglo XIX. Sus diseños, cuyas ilustraciones abarcan los
temas más disímiles, pueden considerarse sorprendentes, fantasiosos,
reveladores al utilizar la incorporación de cuántas imágenes les sirvieran para
lograr sus intereses comerciales, o sea, el vender el producto apoyado en la
presentación, pero sin perder nunca de vista lo popular, el “gancho” de una
imagen gracias a la cual hemos podido conocer y apreciar el vivir diario en el
siglo XIX, reflejado en las numerosas escenas de la vida cotidiana de entonces
que se reproducen en dichas etiquetas por lo que, consideramos, constituyen
en nuestros días un precioso legado de inapreciable valor cubano.

Otras fábricas que utilizaron la litografía como medio de promoción

Veremos cómo a partir del auge cobrado por la litografía en un campo cultural,
variadas industrias, que sin ser la tabacalera o cigarrera, utilizaran esta técnica
para, a través de la promoción, dar a conocer la calidad y belleza de sus
productos.

En las fábricas alimenticias se destacará “La Estrella” (Imagen 70), establecida


en 1868 y productora de panes, galletas y dulces. No está de más mencionar la
fábrica de chocolate “La India” que, aunque fue la primera en la Isla establecida
a principios del siglo XX y no corresponde al objeto de estudio cronológico de
nuestro trabajo, es pertinente su mención pues su creación propició que
nacieran otras como “La Isla de Cuba” (Imagen 71), que asemeja el modelo de
las marquillas de tabaco del siglo pasado, y “Mestre y Martinica”, con la marca
“La Española” (Imagen 72), nos trae un cartel promocional donde es notable la
ausencia de imágenes figurativas, siendo decorado solo por una orla de colores
brillantes y motivos vegetales.
Otras muestras de la utilización por parte de las fábricas para la identificación
de sus productos utilizando la técnica litográfica, serán las empresas de rones,
vinos y ginebras, como la “Licorera Palomo S.A.” (Imagen 73), radicada en la
provincia de Holguín. Las droguerías y farmacias también tuvieron sus
representaciones, como es el caso de la promoción del producto “Bananina”
(Imagen 74), obtenido para fines médicos a partir del plátano verde.

El desarrollo de estas empresas en cuanto a producción litográfica no se


corresponde con el apogeo que obtuvo en esta esfera las fábricas antes
analizadas, pero no deja de ser importante mencionarlas para conocer como
coexistían otras aristas industriales.

CONCLUSIONES

El sentido de lo popular, manifestado en las litografías tabaqueras y cigarrera,


se puede analizar desde diferentes ángulos. Sin embargo, su acción, en tanto
resultado, es siempre la misma. De un lado, se alcanzó una comunicación con
el comprador. Del otro, se explotó al máximo de posibilidades la técnica
litográfica (por la variedad de imágenes y temas ligados a lo costumbrista y
popular) que, a la par que desarrollaba de manera insospechada, condujo al
logro de un nivel estético acorde con las exigencias del mercado y su condición
de manifestación artística. Este desarrollo llegó a tal punto que las
habilitaciones y etiquetas que una vez vistieron las cajas de tabacos y
cigarrillos, forman parte hoy del universo personal y expositivo de
coleccionistas privados y museos en todo el mundo. La multiplicidad de
fabricantes y sus marcas respectivas dio origen a una muy numerosa colección
de litografía que hoy constituye un tesoro de la plástica cubana y donde quedó
representada una extraordinaria gama de hombres y paisajes de Cuba.

La litografía industrial se desarrolló fuera de los pronósticos imaginados gracias


a la gran profusión de diseños que se llevaron a cabo a través de esta técnica.
Con la utilización de este arte del grabado para fines comerciales y con el
objetivo de definir iconográficamente la Isla y los productos propios de ella, se
utilizaron formas distintivas de la cultura cubana. La introducción de la litografía
en el país no fue realizada con fines industriales, más bien periodísticos, pero
se acomodó a las necesidades que las nacientes y prolíferas industrias
requerían. Es así como, con la introducción y posterior desarrollo de esta
técnica aplicada al mercado y sus exigencias, llega a la Historia del Arte
cubana una importantísima vertiente que nos ayuda a conocer diferentes
aspectos de la vida cultural y social de aquellos tiempos, llegando hasta
nuestros días con la frescura de costumbres, lenguaje y figuras que aún
perviven en el cubano actual. Es posible, con las representaciones litográficas
industriales de aquellos tiempos, un traslado ilusorio hacia lo que fue nuestro
país el siglo XIX.

BIBLIOGRAFÍA

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cigarreras. Arte Cubano, revista de artes visuales, no. 2, 1998, pp. 60-63
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Valez Gálvez: Las habilitaciones en el tabaco. Tutora: Dr. Zoila Lapique
Becali. 10ma Edición Diplomado de Tabaco. 2009.
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-www.revistasexcelencias.com/.../a(273348)-Tabaco-cubano-placer-solo-
caballeros.html Consultado 30 de noviembre de 2009 11:00 pm
ANEXOS

Glosario:

1- A ojo de buen cubero: Cuando alguien dice lo de a ojo de buen cubero


se refiere a que se hace de forma aproximada, sin precisión exacta y sin
usar ningún instrumento o herramienta de medición.

2- Carcaj: También conocido como aljaba, es una caja o cilindro de piel,


madera o tela usada por los arqueros para transportar las flechas,
permitiéndoles alcanzarlas con facilidad y rapidez.

3- Pane lucrando: es una locución latina que significa para ganarse el pan.
Esta locución se utiliza comúnmente para referirse a las obras artísticas
o literarias que se hacen, no por amor al arte, sino por necesidad.
Suelen incluirse en esta denominación, las de menor calidad del artísta.

4- Pendolista: Persona que escribe diestra y gallardamente. Calígrafo.

5- Regalías: es el pago que se efectúa al titular de derechos de autor,


patentes, marcas o know-how a cambio del derecho a usarlos o
explotarlos, o que debe realizarse al Estado por el uso o extracción de
ciertos recursos naturales, habitualmente no renovables
6- Separatas: Impresión por separado de un artículo publicado en una
revista o libro.

7- Solanácea: Son una familia de plantas herbáceas o leñosas con las


hojas alternas, simples y sin estípulas. Una de las integrantes de este
grupo es la Nicotianoideae, y a su vez pertenece a ella la Nicotiana
Tabacum, más conocida como planta del tabaco.

8- Tendales: Conjunto de cosas extendidas para que se sequen.

9- Vitola: no es como suele creerse, el anillo que recubre en su centro o en


uno de sus extremos al tabaco dispuesto para ser fumado. Vitola es
forma, figura y plantilla del tabaco; es decir, lo que conforma su
individualidad, su presencia. Y hay tantas vitolas como preferencias del
fumador existan. Así la vitola deja de ser una simple cuestión métrica,
para reflejar determinadas posturas sociales de los diversos fumadores.
Vitola es traza, facha, apariencia del tabaco en consecuencia con
similares inclinaciones del fumador que lo selecciona. La vitola pretende
en su diversificación constante alcanzar las apetencias y gustos de
aquellos fumadores, para quienes el fumar constituye un arte y una
distinción, cuyos secretos se remontan a muy antiguos rituales mágicos
y religiosos.

Curiosidades:

1- Recordemos que las marcas ¨Romeo y Julieta¨ y ¨Fonseca¨ fueron


evocadas por Federico García Lorca como un símbolo de nuestro país
en su poema titulado ¨Son de Santiago de Cuba¨.

2- Se dice que el introductor del tabaco en Inglaterra fue Sir. Walter


Raleingh. Cuentan que al verlo fumar por primera vez en su club de
Londres, un sirviente al ver como echaba humo por la boca y nariz le tiró
una jarra de agua creyendo que se estaba quemando por dentro.

3- Se cuenta que una criatura nació en Málaga, un 25 de octubre de 1881 a


las 11.15 de la noche, pero a los pocos minutos la comadrona lo dio por
muerto. La noticia consternó a los presentes hasta que el hermano del
padre, el médico Salvador Ruiz tuvo la idea de echar bocanadas de
humo de su tabaco sobre el rostro del niño, el cual inmediatamente dio
signos de vida. El mismo fue nombrado Pablo Picasso.

4- Isaac Newton estaba fumando cuando vio caer la famosa manzana que
le hizo descubrir las leyes de la gravitación.

5- La pasión de Johan Sebastián Bach por el fumar lo llevó a componer “la


pipa de tabaco”.
Otros temas de interés:

1- Años más tarde, en 1870, eran tantas las marcas de tabacos y cigarros,
así como la repetición de algunas de ellas, que el gobernador general de
Cuba, Caballero de Rodas, dictó el 8 de marzo de ese año, una
resolución:
“De acuerdo con lo propuesto a mi Autoridad por la Secretaría de este
Gobierno Superior político, vengo a resolver lo siguiente:”

-Los tabaqueros y cigarreros que aspiren a la protección del Gobierno


con el fin de señalar los productos de sus fábricas y distinguirlos de los
demás productores, lo solicitarán del Gobernador civil de cada
jurisdicción por medio del memorial acompañado diseño de la maraca y
una muestra de los colores que en ella intenten emplear.
-Compete a los Gobernadores civiles acceder a las solicitudes de
marcas siempre que la censura las considere admisibles o que en
ejercicio no existiera otra idéntica en título y dibujo.
-En las marcas se indicará el no. del edificio y calle en que se
encuentren establecidas las fábricas.
-Después de concebido el título y diseño presentará el interesado al
respectivo Gobierno un ejemplar de la marca tal cual haya de usarla,
para unirlo al diploma que habrá de expedírsele en papel del sello
primero, sin pago alguno de honorarios, y otro ejemplar para
acompañarlo al expediente que ha de archivarse en el mismo Gobierno
después de la anotación correspondiente en el registro que a este efecto
deberá abrirse.
-El que habiendo obtenido la concesión de título y marca dejare de
usarla, lo avisará al Gobierno local de su residencia para que se admita
la baja en registro y puedan usar aquellos distintivos otros fabricantes
que lo pretendan.
-Cuanto se relacionen con las concesiones acordadas y radiquen en los
Gobiernos civiles se hallarán siempre de manifiesto en los mismos y a
disposición de los que pretenden nuevas marcas con el fin de que
examinadas se evite toda semejanza y analogía entre los otorgados y
las que se soliciten.
-No se dará curso a ninguna instancia en que la marca impetrada no
estuviese expuesta con claridad y exenta de todo título, signo o alegoría
que ofenda a la religión, a la nación, al pudor o la moral pública.
-El que elabore tabacos o cigarros sin marca de fábrica concebida por el
Gobierno, podrá vender dichos artículos públicamente pero en el caso
de usar cualquier distintivo sin la competente autorización, o de emplear
los acordados a las fábricas establecidas en los diferentes puntos de la
Isla, pagará por primera vez la multa de veinte pesos en papel de
Estado, sin prejuicio de los demás a que haya lugar y de lo que proceda
si en la falta se reincidiera.
-Los Gobernadores velarán que las marcas que se les presenten para
obtener el diploma, estén perfectamente iguales a los diseños
presentados al pedirlos, rechazando las que de cualquier modo se
alteren.
-Los pretendientes de licencia para nuevas marcas evitarán el emplear
en sus títulos palabras usadas por fábricas establecidas con los que
puedan confundirse, y en sus dibujos toda semejanza que promueva
quejas en los fabricantes ya instalados.
-Los Gobernadores insertarán en el periódico oficial un anuncio de las
solicitudes de marcas que se les dirijan con expresión de los títulos y
viñetas que acompañen a los interesados, para que dentro del plazo de
diez días se presenten con sus relaciones los agraviados.
-Estas reclamaciones serán oídas cuando por ellos se impugne
justificadamente la nueva solicitud y no se exprese el lugar de la fábrica;
pero de ningún modo serán atendidas si los títulos y diseños son
distintos y no pueden confundirse con los propios; quedándoles sin
embargo a los reclamantes acción expedita para dirigir circulares a todos
los mercados que les convenga en defensa de sus intereses si es que lo
consideran en peligro.
-Los permisos que se concedan para usar de los títulos y marcas a los
fabricantes de tabacos y cigarros, se declaran propiedad del que los
obtenga, heredable y vendible, si bien de toda variación ha de darse
cuenta al Gobierno local para la correspondiente anotación en el registro
sin cuyo requisito podrá alegarse derecho.
-Y último- Quedan derogados todos los decretos y órdenes que se
opongan al cumplimiento de la presente resolución.

2- A pesar de la voluntad de los directores de revistas y de los avances


tecnológicos, el estatuto de la imagen litografiada fue siempre precario
en la prensa insular. Las técnicas eran caras y faltaban especialistas en
la isla; la imagen complicaba además la fabricación de las revistas:
había que encuadernar las estampas, producidas en talleres
especializados, con los textos que salían de las imprentas –por eso
nunca están enumeradas las litografías, a diferencia de las demás
páginas. Por lo tanto, era mucho más barato y rápido publicar un artículo
traducido o redacto por un amigo. A partir de 1856, al Revista de La
Habana tiene que reducir su tamaño –para ahorrar papel- y suprime las
ilustraciones. Por las escasas oportunidades económicas que ofrecía, la
técnica litográfica no podían limitarse al mundo periodístico: los litógrafos
tuvieron que producir carteles, mapas, planos…es decir, toda clase de
documentos utilitarios y muy sofisticados a la vez (lanzados por Mialhe y
pronto imitados por los españoles), luego series panorámicas de gran
tamaño, que da a conocer el paisaje cubano. La última es de 1861.
Cuando la fotografía sustituyó a las vistas pintorescas, la litografía se
orientó hacia el sector del tabaco, cuya industria estaba en pleno
desarrollo. Para atraerá la clientela y evitar las imitaciones, los
marquistas fabricaron envolturas y etiquetas más sofisticadas, las
marquillas, que se inspiran en temas de la vida cubana o evocan
paisajes exóticos. Así fue como se encontraron formas de expresión que
se apartan de los modelos europeos y del periodismo.

3- La Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, de


Francisco Miguel Cosnier y Alejandro Moreau de Jonés, con la ayuda de
Domingo del Monte y José Luis Alfonso, llamada coloquialmente la
Litografía de los Franceses; fundada en 1838 a través de una sociedad
anónima, contaba con tres prensas y cinco operarios. La Real Sociedad
Patriótica de la Habana (1793-1864) era una institución oficial fundada
por el gobierno español al objeto de promover la agricultura, industria y
comercio, aunque finalmente quedó restringida a actividades de carácter
socio-culturales, tales como conferencias, publicaciones, cursos; tuvo
distintas denominaciones, entre ellas: Real Sociedad Económica de la
Habana, Sociedad Económica de Amigos del País.

4- Finalmente, el proceso litográfico culmina en 1907 con la fusión de tres


de los más importantes talleres: Rosendo Fernández Gamoneda,
Manuel García y la Litográfica Habana Comercial, para constituir la
famosa Compañía Litográfica de la Habana, que seguiría utilizando
profusamente hasta bien entrado el siglo XX la piedra caliza como matriz
en la mayoría de los trabajos litográficos relacionados con el tabaco,
sobre todo en los de mayor tamaño, como las habilitaciones de cajas de
cigarros puros. Ya desde hacía bastante tiempo se había comenzado a
sustituir la piedra por metal y se comenzaba a aplicar la técnica del
offset, así a partir de 1920, la Compañía Litográfica de la Habana, con
bastante retraso respecto al viejo continente, inicia el cambio tecnológico
hacia dicha nueva técnica. Ella seguiría dando continuidad y prestigio a
las artes gráficas cubanas en la primera mitad del siglo XX, enlazando
hasta nuestros días con grupos de artistas y técnicos cubanos que
llevan trabajando en el campo de la litografía artística desde 1962 a
partir de las piedras procedentes de La mítica Compañía Litográfica de
la Habana.

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