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DE
ARTE CUBANO
AUTORAS:
Todos los diseños que serán mostrados son indiscutiblemente cubanos, pero
unos más que otros estarán apegados a estilos identificativos de Europa por el
hecho de ser, la mayoría de las veces, encargos de esta unión o de otros
países que recurren a nuestro territorio en busca de la belleza y calidad que
presentan nuestros productos.
“…fueron las industrias tabacaleras las que por espacio de más de medio siglo
dieron la vida a la litografía, ya que no había otros industriales que se
aventurasen a utilizar semejante medio de publicidad, bien porque éste
resultara costoso o tal vez por estimar que el interesado en la prensa diaria se
prestaba a ser conocido por mayor número de personas. Mas, sea como fuere,
lo innegable es, repetimos, que de no haber sido por los fabricantes de tabaco
y cigarro, la industria litográfica no hubiera alcanzado un amplio desarrollo y
prosperidad”1
Pero no sólo el proceso litográfico estará transitando por las fábricas de tabaco
y cigarro, sino que su gran impronta tanto decorativa o comercial hará de esta
técnica un espacio en muchas de las industrias que se dedican a la venta de
otros productos, tales como: perfume, jabón, vino, ron, medicina, productos
alimenticios, chocolate, entre otros.
1
José Rivero Muñiz: Tabaco, su historia en Cuba; en Antonio Núñez Jiménez: Marquillas cigarreras
cubanas. Ediciones Tabapress, España, 1989, pág. 32.
DESARROLLO
Así de las obras plásticas del siglo XVII –realizadas por artistas foráneos-
puede decirse que dominan, ante todo, documentos que reflejan el carácter
militar de la colonia: son grabados que muestran hazañas de corsarios y
piratas, sus luchas marítimas frente a las costas cubanas. Dichos grabadores,
por lo general anónimos, no parecen haber visitado la Isla e ilustraron tales
batallas partiendo de relatos realizados por marinos.
El primer taller litográfico con fines comerciales que funcionó en la Isla fue
establecido en La Habana en el otoño de 1822 por Santiago Lessieur y Durand,
pintor miniaturista de origen francés, radicado desde 1808 en Cuba. Este taller,
instalado en la calle Compostela esquina a Amargura, en la Habana Vieja, era
conocido como Imprenta Litográfica de Música de Lessieur, también como la
Litografía de Música, o más sencillamente, Litografía de La Habana. Así se le
menciona en los anuncios que aparecen en la prensa seriada de la época y en
las ilustraciones de varios libros entre 1822 y 1828. En este taller no se hicieron
estampaciones con calidad artística, a lo sumo, alguna que otra viñeta alusiva
hecha en los impresos musicales para mayor atracción del público. Como
vemos, la música fue la principal causa para introducir la litografía en nuestro
país pues no podemos olvidar que La Habana era una gran plaza musical.
Dicha instalación funcionó hasta 1829.
Después del pionero Lessieur llegó ese mismo año, en febrero, otro francés a
La Habana procedente de Veracruz. Se trata del pendolista más que dibujante
litógrafo, Louis Caire, conocido en la ciudad como Caire. Todo indica que se
estableció en el almacén de muebles del francés M. Perrau, sito en la antigua
calle de Santa Teresa, llamada después Teniente Rey. Este artesano también
participó en la demanda de la música impresa para la revista La Moda o
Recreo Semanal del Bello Sexo, además de otras ilustraciones de carácter
técnico para la revista Anales de la Agricultura, Artes y Ciencias que publicaba
en La Habana Don Ramón de la Sagra desde 1828. Caire se aventuró en la
ilustración artística por una sola ocasión cuando en lugar de la pieza de música
impresa tuvo que realizar - por la demanda de los lectores de La Moda – la
imagen de los mellizos de Siam, los hermanos Cheng, noticia que causó gran
impacto en el mundo. Este taller funcionó hasta 1830 cuando su dueño se
ausentó de la ciudad y no volvió más.
Pronto, tanto los franceses como los españoles planearon la tirada de álbumes
de paisajes y vistas de diferentes lugares del país, todo de inspiración
romántica. El álbum de los franceses, Isla de Cuba Pintoresca, hecho por
separatas, era de mayor formato y sus estampaciones, muy hermosas en su
realización, estaban dibujadas y litografiadas por el artista bórdeles Federico
Mialhe. En su cuarta entrega se incluyeron los dibujos tomados en la rica zona
tabacalera de Pinar del Río, por Moreau de Jonnés y pasados a la piedra
litográfica por Mialhe. En la novena entrega (1841) de dichos álbumes se utilizó
el daguerrotipo – también introducido tempranamente en Cuba – para captar la
Fuente de la India o Noble Habana. Así, los dibujantes tenían mayor
comodidad al no tener que desplazarse hacia el objeto de su interés para
litografiar cuando tenían un daguerrotipo delante.
Durante la segunda mitad del siglo XIX las publicaciones cubanas utilizaron
profusamente el procedimiento litográfico, que era más rápido que la
calcografía y la xilografía, por lo tanto, más propio del periodismo que ya
comenzaba a preocuparse seriamente por el aspecto gráfico. Con la
introducción del fotograbado en Cuba, en 1883 por el portugués Francisco
Pereira Taveira, y el gran avance de los nuevos procedimientos rotativos fue
suprimida la piedra y emplearon en su lugar placas de zinc y de aluminio. La
litografía tradicional se limitó fundamentalmente a la producción de las lujosas
etiquetas de la industria tabacalera.
Por lo tanto, tal como ha sucedido con los sellos de correos, la temática de las
marcas de tabaco y cigarros cubanos del siglo XIX despertó el interés de los
coleccionistas. Algunos de los temas, representados en etiquetas litográficas o
marquillas recogen todo el diario acontecer nacional como internacional, los
hechos más destacados y los personajes más sobresalientes en la vida
política, cultural o social del Viejo y el Nuevo Mundo. Todo ello calculado para
la búsqueda y conquista del mercado de determinado país. Después de la caña
de azúcar, es de tal importancia la industria de tabaco cubano, que ya a
mediados del siglo XIX el valor de algunas marcas o sea, el crédito obtenido,
era incalculable.
Por esa época algunos marquistas, que empezaron su negocio con carácter
doméstico en los llamados chinchales, se habían convertidos en acaudalados
propietarios de grandes talleres con un gran volumen de exportación de
tabacos. Por ello el fabricante no trata de amparar sólo su marca contra el
fraude, sino que busca una mejor representación para su producto. Ya los
envases no van a tener la simple etiqueta litografiada a una sola tinta, impresa
en papel a color, con un diseño sencillo que identifica a la fábrica, sino que se
convierten en verdaderos estuches de lujo que van a complacer el gusto de las
principales casas europeas, cuestión que abordaremos profundamente más
adelante.
En América, y concretamente en Cuba, ocurrió algo similar, pero con una raíz
diferente. El siglo XIX fue testigo también de la definición de la nacionalidad
que, en un intento por lograr su reconocimiento frente al colonialismo español,
se manifestó a partir del surgimiento de nuevos temas como el paisaje y el
costumbrismo, que se reflejaron en la literatura, la música, el teatro y, en
general, en muchas facetas de la vida social. Las artes plásticas se
mantuvieron algo apartadas de esta corriente, sobre todo en pintura, que fue
durante buena parte de la centuria, europeizada. Ello dejó un vacío que fue
cubierto por el grabado, fundamentalmente el trabajo de la vitolfilia que,
apropiándose de lo costumbrista y lo popular –elementos no necesariamente
idénticos- y sin rechazar la herencia venida de lejos, entregó un objeto artístico
mucho más fresco y acorde con la realidad cubana de entonces.
Los fabricantes sellaban las grandes cajas de tabaco con etiquetas que
llevaban impreso su nombre y otros datos de interés, con los cuales avalaban
el producto. El propósito esencial de estas marcas o marquillas era el de
defenderse de los falsificadores y garantizar la calidad de la mercancía
“marcada”.
Sin embargo, ya hemos expuesto que el tabaco busca el arte, y fue así, cómo a
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, los fabricantes, siguiendo los
designios de sus propios instintos y de sus avivados sentidos, redujeron
considerablemente el tamaño de los envases de las vitolas y por consecuencia,
comenzaron a estampar sus marcas sobre las tiras de papel que luego fijaban
a dichas cajas, siendo de su interés, no sólo garantizar el producto sino lograr
con el diseño de estas marcas adornar las cajas de tabaco y atraer de esta
forma a un mayor número de clientes. Las cajas llegaron a ser en algunos
casos auténticas obras de ebanistería, fabricadas de modo artesanal, de finas
maderas cubanas y con capacidad para no más de un centenar de piezas.
Coincide con esta etapa, el esplendor que durante la primera mitad del XIX
alcanzó la producción tabaquera cubana. Para ese entonces, los pequeños
chinchales ya se convirtieron en grandes fábricas, proyectadas hacia un
mercado mucho más amplio y exigente, que obligó a los fabricantes a buscar
nuevas y más eficientes fórmulas para imponer su mercancía. Ya no se trataba
de garantizar y proteger su producto, sino vencer a otros en la competencia del
mercado mundial.
De existir una musa del tabaco fue ésa la que vino a inspirar a los tabaqueros
cubanos, llevándolos a transformar el diseño de las cajas de vitolas y el de sus
marcas, mejorando ostensiblemente la presentación de sus respectivos
productos. Tan marcada fue esta preocupación entre los fabricantes que
ajustaron los diseños litográficos de estas estampas tabaqueras a los gustos
del país de destino, o al de una asociación o club determinado, e incluso, hasta
al de un individuo en particular que gozara de cierta celebridad o solicitara él
mismo ser reconocido o que, por ardid del fabricante, era de este modo
captado como futuro consumidor de su marca.
Otras fábricas que se desarrollaron en esta primera mitad del siglo XIX serán
las muy conocidas “Partagás” (1827), “Por Larrañaga” (1834), “H. Upmann”
(1844) y “La Corona” (1845).
Abriendo la segunda mitad del siglo XIX, alrededor del año 1860 es el momento
en que, como veremos, convergen los factores principales que le dan el mayor
sentido y valor alcanzado por estas estampas o habilitaciones del tabaco. Sin
perder su objetivo originario: el de proteger, defender y garantizar el producto
ante los falsificadores; se impone un interés publicitario en las habilitaciones,
dándole el sentido exacto a la connotación de esta palabra: habilitar es hacer
una cosa hábil, apta o capaz, proveer a alguien o a algo de lo necesario para
un viaje y otras cosas semejantes… Y es en este periodo que las llamadas
habilitaciones alcanzan su mayor esplendor en cuanto a diversidad de diseños,
formatos, temas y demás matices, convirtiéndose en la vestidura de elegancia
de las cajas y vitolas.
La litografía para dichas habilitaciones asimiló las últimas técnicas que este
procedimiento artístico seguía en el mundo, e introdujo la reproducción
policromática que le dio a estas estampas una mayor belleza y elegancia,
causando admiración y atrayendo hasta a los no fumadores, quienes no
dudaron, en muchos casos, darse al placer de coleccionar estas impresiones.
Para tener una idea de la riqueza de las citadas marcas tabacaleras debemos
conocer que en 1848 el Capitán General de la Isla de Cuba ordenó que
aquellas marcas de tabaco y cigarros existentes fuesen registradas
oficialmente, inscribiéndose 232 de tabacos y 180 de cigarros.
Veremos que existen en las estampas del siglo XIX una ausencia de héroes
nacionales, como Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo o José Martí,
por mencionar algunos; esto puede estar dado simplemente por el hecho de
que los fabricantes vendían en un mercado internacional, en los que estos no
transmitían ningún valor. Pero contrariamente encontramos figuras importantes
de otros países tales como: Benjamín Franklin, de Estados Unidos; Simón
Bolívar, de Venezuela; entre otros. Y destacan también literatos, músicos o
viajeros: William Shakespeare, Víctor Hugo, Ludwig Van Beethoven y Alejandro
de Humboldt. Cada uno de estos personajes, podemos verlos retratados de
frente, de perfil, de busto y de cuerpo entero, y son representados con objetos
que identifican la labor por la que se destacan y trascienden.
Todos los retratos son realizados con bellas tonalidades. También se han de
representar en estos bofetones idílicas escenas campesinas, de vegueros con
sus típicos atuendos, de paisajes realzados con palmas reales y varias
reproducciones del Castillo del Morro, a lo mejor la estructura arquitectónica
más representada de Cuba; también escenas amorosas, símbolos patrios
(entiéndase la bandera, el escudo), paisajes bucólicos donde se destaca la
flora y la fauna, todo lo cual incide en poner de relieve la identidad de lo
cubano. En esto los bofetones siguen, como todo lo relacionado con el tabaco,
la hermosa tradición de exaltar los valores geográficos-históricos de nuestro
pueblo.
“La Opulencia” (Imagen 4), de A.S. Reyes y Cía. nos llega con una hermosa
mujer vestida al estilo clásico pero con colores mucho más exóticos que,
sentada sobre unas pacas de tabaco nos muestra en una de sus manos unas
cajas de habanos. A sus pies, el cuerno de la abundancia, donde se observan
varios mazos con este producto. Como telón de fondo es representado una vez
más el Castillo del Morro, demostrando el interés de los diseñadores en el uso
de la perspectiva usando elementos que distingan al territorio cubano.
En casi todas las marquillas de este tipo predominará la india. Una de estas
litografías (imagen 8) muestra una aborigen sentada, de rostro de muy finas
facciones, como si fuera europea: el cuerpo, de formas sensuales y
voluptuosas, mientras que en su mano izquierda muestra un mazo de tabaco y
a sus espaldas el carcaj. Los colores también refleja esta nueva forma de
representación, el uso del rojo para otorgarle gran importancia a la aborigen y
el uso del amarillo que se asemeja al oro para exaltar a la imagen principal. Es
una evidente idealización de la aborigen cubana.
Entre los temas encontraremos también los relativos a Cristóbal Colón, los que
fueron impresos con motivo del Cuarto Centenario del llamado Descubrimiento
de América. Bajo el letrero de “El Nuevo Mundo” (Imagen 10), de Ángel
Ramírez, aparece en el centro de un círculo al almirante, con su mano en el
globo terráqueo. Desde sus carabelas contempla las costas de América. Al
lado de Colón, fuera del círculo, vemos una india con el rostro desnudo
sosteniendo un pintoresco papagayo y del lado opuesto un guerrero aborigen
con su arco, flechas y escudo. Es posible observar, a pesar de esta variedad
de personajes y objetos, un interés histórico por el cuidado de los detalles que
reflejan nuevamente la realidad de las escenas así mismo como de las figuras
allí representadas y la propia perspectiva en tan poco espacio.
Una vasta serie de marcas destacan retratos de mujeres como “La Isabelita”
(Imagen 25), “Eloisa” (Imagen 26), y “Edén” (Imagen 27) con las medallas
ganadas de las diferentes exposiciones. Las representadas son mujeres de la
alta clase social y su delicadeza se ve acentuada por la profusión de elementos
florales o de objetos que muestran la riqueza de su status, siempre a través de
fondos neutros para enfocar lo principal, así como los tonos pasteles y la
perfección de la línea que dan una mayor importancia y belleza a estas damas.
El tema del amor no podía faltar en estas series de habilitaciones: una estampa
titulada “Bodas de Oro” (Imagen 32) nos muestra una pareja de recién casados
después de contraer nupcias. De fondo son representadas, junto con la Iglesia,
elementos arquitectónicos clásicos como las columnas corintias; “Pablo y
Virginia”, famosa obra francesa, inspiró el título de estas dos marquillas
(Imagen 33 y 34), donde en la primera la vemos a ella sentada en una silla y él,
en el suelo, la acaricia delicadamente; en la otra, ambos amantes pasean
abrazados en un idílico jardín, guareciéndose de la lluvia bajo una inmensa
hoja; otra escena amorosa es posible verla en “El Beso” (Imagen 35), donde
una pareja de amantes, con atuendos parecidos al Medioevo, parecen
susurrarse palabras de amor. Es posible observar con esta obra la intensidad
colorística que se puede llegar a obtener de las piedras litográficas.
Entonces, veremos que no fue sólo en las cajas de tabaco donde se observó el
proceso litográfico, sino que este también fue usado en las etiquetas de los
cigarros. Al principio, al igual que el habano, fue usada en blanco y negro
impreso sobre un papel de diversos colores y después se usó la
cromolitografía. También aquí fue usada con extraordinarios resultados, tal vez
por el menor tamaño de sus etiquetas así como los numerosos y variados tipos
de las cajetillas en que se ofertaban al público y a la mayor rapidez de su
consumo. El diseño de las cajetillas muestra una agilidad y una variedad
temática tales, que las sitúa como aspecto significativo de la litografía en Cuba.
Por otra parte, La Honradez presenta series que ofrecen una visión ilustradora
acerca de varios países, entre ellos: series de frutas cubanas; frutas de Europa;
fauna exótica y fauna cubana; personajes de las cortes francesas y española
con trajes y peinados de la época; galería de los soberanos; hábitos religiosos;
uniformes del ejército inglés, italiano, francés, ruso, austríaco y voluntario de
Cuba; mapas de varios países; ingenios cubanos; el campo de Cuba; sellos de
correos; colección de escudos de armas; nobiliario español; paisajes; cosas de
La Habana, como modas de la época; la muy popular serie Vida de la mulata y
numerosísimas más ilustraciones que con tratamiento humorístico, incluso
satírico o con toda seriedad, reflejan modas, costumbres, hábitos, lugares,
personajes, etc. Representan diferentes países y épocas que nos brindan
valiosa información, sobre todo, de inapreciables datos históricos.
La vida del negro y la mulata es, sin dudas, el tema más importante que, en
pintura, sólo tiene comparación a partir de los óleos del vasco Víctor Patricio de
Landaluze (uno de los tantos autores anónimos de marquillas, y quien se
inspiró con frecuencia en escenas sobre la mulata), en la segunda mitad del
siglo XIX. Y, el uso combinado de la imagen y el grafismo, es quizás la
contribución más significativa de estas marquillas.
Ejemplo, la muchacha linda, que parece blanca, pero deja entrever rasgos de
mulata, es llamada Blanco de segunda o tren común. A la parda fina y bonita
que llamaba la atención, se la comparó con quebrado de primera o azúcar de
centrífuga; las mujeres de pronunciados rasgos negroides eran cucuruchos, por
último, las de más baja condición moral y social, sería un azúcar dañado y de
poco valor comercial.
Hubo marcas que pasaron por alto ese importante mecanismo de mercado y se
apoyaron sólo en una representación muy bien elaborada para agradar al
cliente. Ello es más frecuente en las marquillas monocromáticas, y los mejores
ejemplos están en: “Atahualpa” y “Los manantiales de Vento”. En esos casos,
el tema se aleja un poco de lo popular o costumbrista, aunque sin abandonar
totalmente dicho sentido, que entonces se refleja a partir de la ruptura de sus
esquemas tradicionales de representación y por la claridad de la imagen y lo
cotidiano de la idea que ella representa, que puede ser desde una flor hasta un
paisaje o un rostro. Su formato es bien sencillo y convencional, con el dibujo en
su parte superior y, debajo, los datos de la fábrica, a veces con diferentes
tipografías e idiomas.
3
Adelaida de Juan: Pintura y grabado coloniales cubanos .
alto. Su valor decorativo queda patente en casos como la imagen 37 y 38,
procedentes de la fábrica La Honradez.
Las marquillas fueron sensibles a las nuevas realidades del siglo XIX. Así,
aparecen entre los temas aquí recogidos el de los sellos de correo (Imagen 39),
que tan rápida acepción suscitó entre los filatélicos, o el de las Exposiciones
Universales (Imagen 40), verdaderos escaparates en los que la burguesía
exhibía con orgullo las muestras del progreso.
Pocas fuentes resultan tan útiles para el estudio de la situación social de los
mulatos como las marquillas. La visión de las mulatas por parte de los hombres
blancos queda patente en los ejemplos que se ofrecen.
La colección de los ingenios de Cuba se reproduce en bellísimas litografías. En
ellas se muestran las más importantes fábricas de azúcar de nuestro país. Las
paradisíacas alegorías representan la cara burguesa de la sacarocracia
cubana: bellas damiselas, palmeras, flamencos, caballeros, vistosos
papagayos, bailarinas y carpinteros reales. Los ingenios fueron dibujados al
natural y litografiados por Eduardo Laplante. (Imagen 45 y 46)
Otro aspecto interesante a destacar de esta última factoría es por ejemplo, las
etiquetas en que se reproducen escenas de bailes en el elegante Café de
Escauriza, situado en el Prado de La Habana. En este lugar, sobre todo en los
bailes de disfraces, se solían introducir en los salones mujeres deshonestas o
de baja condición social que ejercían la prostitución, cuya entrada era prohibida
en este sitio. Sin embargo, los hombres las invitaban y entraban, de ahí las
escenas burlonas de “Aquí se vende gato por liebre” (Imagen 61), “Aquí se da
café con leche” y “El ponche de leche”. Serán representadas figuras con rostros
difuminados y desproporciones anatómicas.
Pero los animales también han sido representados desde una visión objetiva,
sin otorgarle un sentido satírico, como es el caso de las series dedicadas a
Mariposas de Europa (Imagen 67), Caballos (Imagen 68) donde se representan
especies de varios países y el arte de la Tauromaquia (Imagen 69). En ellas
estarán reflejadas las diferentes escenas con motivos reales y espacios en los
que se desenvuelven.
Veremos cómo a partir del auge cobrado por la litografía en un campo cultural,
variadas industrias, que sin ser la tabacalera o cigarrera, utilizaran esta técnica
para, a través de la promoción, dar a conocer la calidad y belleza de sus
productos.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Fuentes digitales:
-ww.guije.com/cosas/tabaco/index.htm Consultado 5 de octubre de 2009 a
11:30 pm
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-www.todocoleccion.net/marquilla-tabaco-fabrica-honradez-cuba Consultado 13
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-www.abebooks.de/Marquillas-cigarreras-cubanas.../bd Consultado 17 de
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-www.revistasexcelencias.com/.../a(273348)-Tabaco-cubano-placer-solo-
caballeros.html Consultado 30 de noviembre de 2009 11:00 pm
ANEXOS
Glosario:
3- Pane lucrando: es una locución latina que significa para ganarse el pan.
Esta locución se utiliza comúnmente para referirse a las obras artísticas
o literarias que se hacen, no por amor al arte, sino por necesidad.
Suelen incluirse en esta denominación, las de menor calidad del artísta.
Curiosidades:
4- Isaac Newton estaba fumando cuando vio caer la famosa manzana que
le hizo descubrir las leyes de la gravitación.
1- Años más tarde, en 1870, eran tantas las marcas de tabacos y cigarros,
así como la repetición de algunas de ellas, que el gobernador general de
Cuba, Caballero de Rodas, dictó el 8 de marzo de ese año, una
resolución:
“De acuerdo con lo propuesto a mi Autoridad por la Secretaría de este
Gobierno Superior político, vengo a resolver lo siguiente:”