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capítulo 60
Volver
Déjame volver con el recuerdo de aquellas esperanzas del día que partí.
Homero Expósito
Sin embargo, esa tarde casi noche sentía nostalgia. Extrañaba a sus hijos, sus
animales, a María Dolores, a Alicia. Comenzó a pensar en la salud de sus
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mayores. Le dolió haber podido comunicarse solo con su madre y ser
enjuiciada tan duramente por su padre. Necesitaba ver al viejo Parker, echaba
de menos la ternura de su mirada. Quería besar a su amada gata Chloé y
hablarle como solía hacerlo cada día. Todo lo que había dejado comenzaba a
reclamar su lugar. Extrañaba. ¿Por qué? Era simple la respuesta, porque nada
ni nadie, por muy lejos que estuviera, podía cambiar el sentimiento que la
unía a sus seres. Priorizarse era la mejor decisión, pero en modo alguno
significaba dividirse. Ella los amaba profundamente y desde ese lugar, la
distancia comenzaba a angustiarla. No estaba arrepentida de nada, pero sabía
que no podía prolongar para siempre ese idilio. Una dosis de realidad se
había apoderado de ella.
Rafael era todo lo que una mujer como ella podía imaginar en un hombre. Se
divertían, reían, hablaban seriamente de los hijos, compartían sus proyectos y
algo diferente les sucedía. Lo habían hablado. Se admiraban. Eso era algo que
no les había ocurrido nunca. Sentir admiración por alguien y que fuera
recíproco. Admirar a ese ser con quien se comparte la entrega absoluta. A
quien se le da el control del propio cuerpo y la llave de las emociones más
secretas. Porque después de los cuarenta y cinco años, compartir una cama
no era dormir juntos o tener sexo, era algo que iba más allá de todo el placer
y se convertía en el disfrute del después garantizado. Gina recordaba su olor,
sus palabras y sus caricias con la misma sonrisa que en su momento y junto a
la necesidad de volverlas a sentir. Rafael tenía a Gina instalada en su corazón
y sus pensamientos en forma permanente. Solo quería volver a sentirla del
modo que fuera y mirarla. Ver su expresión cuando lo escuchaba no se
comparaba con nada que él hubiera conocido antes. El tiempo juntos era tan
valioso entre las sábanas como durante una conversación en el transcurso de
un paseo.
–Porque los sueños terminan. Esto que vivo no es la realidad. Debo volver.
Extraño a mis hijos y mis mascotas. Además, Rafael no es compatible con mi
vida. Él es periodista en Barranquilla y yo, notaria en Bogotá.
–¡No te burles!
–No lo hago. Creo que no eres honesta contigo. Lo que tienes, además del
sentimiento “viaje pos mes”, es miedo.
Gina escuchó atentamente cada una de sus palabras. Él siempre tenía razón.
–¿Y el miedo?
–En este momento le tienes miedo a todo, por lo tanto postérgalo. Tienes
temor de regresar, de quedarte, de Rafael, de tu gente, del tiempo, de ti
misma… ¿Sigo?
–Sí.
–Solo tú lo sabes.
***
Gina se quedó sin aire. Quería transportarse por alquimia a Bogotá, pero
conservó la calma.
–No puedo contarte. Ellos me han pedido reserva pero sí puedo, sin
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traicionarlos, decirte que creo que es tiempo de que vuelvas.
Andrés sabía todo lo que les sucedía a sus hermanos. Isabella le había
confiado con detalles lo que ocurría con Luciano y Matías. Diego lo tenía al
corriente de lo sucedido con Ángeles, también. Entre ellos, habían hablado
poco porque Diego era de pocas palabras pero se habían reunido y la sangre
que compartían había precipitado sus confesiones más sinceras. Los tres
hermanos se aconsejaban y acompañaban de diferentes maneras, acordes a
sus conflictos y temperamentos.
–Gracias.
–Te amo.
–Yo también.
***
–Está bien.
–Nunca lo dijiste.
Gina rememoró ese diálogo en la cima del Huayna Picchu. Tenía razón.
¿Cómo podía recordar con ese nivel de precisión?
Su voz seguía siendo música para ella. Se caía en su sonido rendida ante lo
que le provocaba.
–He hablado con mi hijo mayor. Su novia, su esposa –corrigió– está enferma.
Tiene cáncer. Me necesita. Además, no me dijo qué, pero a mis otros dos hijos
les suceden cosas –explicó proporcionando los pocos detalles que tenía–.
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Debo volver.
–No debes, quieres. Y está bien. Eres madre y no me gustaría que dieras la
espalda a ese llamado. Ni por mí ni por nadie. Tu decisión habla de ti.
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