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June 20, 2022

Capítulo 43. Comprender


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capítulo 43

Comprender
Todos, alguna vez, fuimos amores pasajeros

de trenes que no iban a ningún lado.

Joaquín Sabina

Manuel fue a consultar el abogado junto a Ignacio. El profesional lo asesoró y


se ocupó de conversar con el letrado que representaba a María Dolores. Las
pretensiones de ella eran sencillas de resumir, porque básicamente quería
todo, menos su oficina, la camioneta y las deudas contraídas, por supuesto.
Además, una cuota mensual de por vida para ella y su hijo.

Había poco por discutir. El matrimonio se había terminado por exclusiva


culpa de su esposo. La ley la amparaba, porque podía probar la relación
paralela de su excónyuge.
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Además, Manuel no quería dar batalla. Se sentía completamente responsable
y la amaba. En su favor y por insistencia de su abogado, solo puso la
condición de que respecto de ella, esa cuota sería reconsiderada cada dos
años. Si bien no lo expresaría el acuerdo, la misma se relacionaba con la
posibilidad de que ella formara pareja nuevamente. El solo hecho de pensar
en eso le destrozaba el alma. En verdad, estaba roto por dentro. La mitad de
su ser moría de ausencia, mientras la otra intentaba sostener y disfrutar el
amor correspondido que también hacía latir su corazón.

Raquel lo esperaba en su casa. Estaba feliz de tenerlo, aunque no había


logrado que le contara con exactitud qué había sucedido. Solo le había dicho
que María Dolores se había enterado de que estaban juntos y qué él había
tomado una decisión. Había omitido la dantesca pelea, alegando que se había
golpeado el ojo con el filo de una viga en una obra. Eso era mucho más digno
que el golpe contra el mini Coliseo romano arrojado contra él. Le había dicho
también que María Dolores estaba embarazada. Raquel no soportó esto
último. Aunque Manuel la hubiera elegido, tenía temor de que un hijo le
diera ventaja a su ex.

Había inventado así su atraso para sentirse más segura y medir las reacciones
de Manuel. No estaba embarazada y en realidad, no quería estarlo por deseos
de ser madre sino por no ser la otra siempre. Las amantes casi nunca tienen
hijos, las esposas los tienen y ella quería ocupar ese lugar.

Esa noche decidió que quería salir a cenar afuera, pero antes deseaba saber
en qué términos se había acordado el divorcio.

–¡Hola, amor! ¿Cómo te ha ido con el abogado?

–Bien.

–¿Qué significa bien? ¿La camioneta?

–Es nuestra. También la oficina.

–¡Genial! –dijo victoriosa.


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–¿Cuándo venderá la casa? He pensado que con tu parte más mi propiedad
podemos comprar una más cómoda –dijo con entusiasmo.

–No la venderá.

–¿Por qué no?

–Porque se la he dejado.

Raquel comenzó a inquietarse.

–¿Por qué hiciste eso?

–Porque tendrá un hijo mío.

–Puede que también yo –mintió irritada.

–Eso no es seguro. Y si ocurriera, ya veremos. Te amo, lo sabes.

–También te amo, pero este acuerdo no me parece justo.

–Lo es. Estoy aquí contigo.

–Sí, pero la mitad de todo lo que le dejas te pertenece. Has trabajado mucho
por eso –dijo en tono de pelea.

–Yo acepté –respondió enojado por los cuestionamientos.

–No me digas… ¿Y qué más aceptaste?

Manuel decidió ser honesto. Se quedará con la casa, el auto y una cuota de
manutención.

–¿¡Qué!? ¿Te volviste loco? ¿Y nosotros?

–Nosotros estamos juntos. Esa fue siempre la idea.

–¡No es justo! Quiero que te hagas valer. ¿Qué te sucede? ¿Por qué lo hiciste?
–sus dudas reclamaban, pero no eran los bienes. Lo importante era descubrir
si lo unía algo más a su ex.

Manuel estaba agotado, sensible y triste. Le faltaba una parte de su ser,


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aunque tuviera la otra. No podía pensar con claridad. Además, estaba
aturdido por la discusión. Fue cuando pensó que no podía confesar su verdad.
Recordó las súplicas de su amigo que le había pedido por favor que ya no
repitiera eso.

Silencio.

El tiempo simuló detenerse.

Nada amenazaba los siguientes minutos, si elegía las palabras correctas.


Aunque fuera a medias, quería ser honesto. Ella lo merecía.

Raquel solo lo miraba esperando una respuesta.

–No lo sé. Supongo que el tiempo que llevamos juntos, el hecho de que
espera un hijo mío y yo no estaré a su lado del modo que ella imaginó, me
empujaron a no discutir. A dejarle todo –Raquel se quedó callada unos
instantes–. Estoy contigo. Te amo –repitió. No quería que el amor se le
escapara absurdamente ante sus ojos. De pronto sintió que su verdad era la
ilógica mentira de un hombre común que creyó que podía jugar a la doble
vida y salir ileso de allí. Su autoestima se estrelló contra la realidad. Manuel
la abrazó. Necesitaba sentirla cerca. Ella respondió al abrazo. Se le caían las
lágrimas.

–Necesito que me escuches. Dependo emocionalmente de ti. Tu amor me da


seguridad y tus palabras me sostienen. Cada caricia ha sanado una parte de
mí que alguien más había roto en pedazos. Desde que te conozco solo sueño
con una cosa, no compartirte. Ser feliz a tu lado. Solo te pido que no me
mientas. Si has actuado por culpa, puedo entenderlo –agregó–, pero necesito
estar segura de que estás donde deseas estar y de que construiremos juntos
una vida. Sin fantasmas del pasado.

Manuel la escuchaba. Reconocía en sus palabras la razón que lo alejaba de lo


que había pretendido sostener, hasta que la confusión de las alianzas había
desencadenado lo ocurrido. Supuso que, si eso no hubiese pasado, habría
sido otra cosa la que lo hubiera puesto al descubierto. Recuperó cierta
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coherencia. Hizo un esfuerzo por correr el sentimiento por María Dolores de
ese escenario.

–No quiero mentirte. Te amo. Estaremos bien. Solo te pido tiempo. Es un


duelo luego de tantos años, pero quiero atravesarlo contigo. Sé que tarde o
temprano será un recuerdo. Tengo mucha suerte de tenerte a mi lado. Eres
una mujer increíble. Amo el modo en que defiendes nuestro amor desde las
entrañas con una madurez de la que debo aprender mucho –era
completamente sincero.

A Raquel le daba seguridad que Manuel la valorara. No quería perderlo y ya


más calmada, internamente sintió que poco le importaban los bienes
materiales o intentar competir con la ex. Debía centrarse en luchar por su
felicidad. Nunca había estado tan cerca. Lo apoyaría y poco a poco su sueño
sería realidad.

–¿Crees que podríamos salir a cenar afuera? Quisiera comenzar a disfrutar el


hecho de que ya no debemos escondernos.

Manuel necesitaba un poco de oxígeno. Nadie como Raquel para dárselo.

–Sí, creo que es una buena idea –caminó hacia el cenicero de la entrada y lo
tomó en sus manos. Todavía estaba allí la alianza del par de María Dolores–.
Ya no necesitamos esto –agregó. Fue su primera determinación simbólica.
Lucharía contra ese amor dividido con toda su voluntad. Había entendido que
más allá de sus sentimientos, desde la razón no era posible. Eso de amarlas a
las dos era la mejor manera de lastimarlas y perderlas. No quería eso.
Ignoraba cómo, pero saldría de esa red de fantasía.

–Me parece bien –respondió Raquel.

Manuel se dirigió a la cocina y tiró a la basura el cenicero de cristal con el


anillo incluido. Una puntada en el corazón lo obligó a contener el dolor.
¿Estaba haciendo lo correcto?

Una nueva etapa comenzaba. Raquel era feliz.


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