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capítulo 61
Dudas
Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se
abrazan. Ese lugar es mañana.
Eduardo Galeano
***
¿Qué falta cuando aparentemente se lo tiene todo? Saber oír y mirar. Decidir
y recuperar.
¿Es posible haber perdido, en las idas y venidas del tiempo, la capacidad de
reconocer los momentos valiosos y la posibilidad de disfrutar de las pequeñas
cosas simples? Sí, pero no es definitivo.
A veces, hay que volver. Saber leer la brújula del alma y enfrentar la voz del
destino.
***
Con el beso de Rafael, latiendo en sus labios y la noche que habían pasado
juntos, Gina no pudo contener las lágrimas. Ubicada en el asiento del avión,
:
recordó las últimas palabras antes de embarcar. Continúa confiando en mí. No
hay ningún final aquí. Solo te subes a un avión y yo, a otro. ¿Era eso verdad?
¿Qué quería la nueva Gina? Una pareja no estaba en sus planes. Había amado
compartir ese tiempo, pero ¿cómo podría eso adecuarse a su vida cotidiana?
Ella no tenía la menor intención de negociar aspecto alguno de su
independencia. Había recuperado el control de sus prioridades, no se correría
del primer lugar. También había logrado preservarse, tampoco quería
exponer su vulnerabilidad a un hombre que, por mágico que fuera, era
hombre al fin. También Francisco la había deslumbrado tiempo atrás. Sin
embargo eso había terminado sin que ella supiera ni cómo ni cuándo.
***
–Te amo, lo sabes. Siempre ha sido así. Pero necesito que pienses muy bien
qué paso darás. Todavía vives en casa de Gina…
–¿Es en serio?
–Sí, lo es. ¿Me equivoqué de color? –preguntó como si eso fuera importante.
Era tan inocente para sus años. Tan primario en la seducción, pero tan dulce
en sus ideas. Amalia no podía sentir más amor por él.
–Bueno, quiero que mi casa sea un lugar para los dos. No pretendo que te
mudes hasta que estés segura, pero debes saber que el resto del decorado
estará a tu cargo.
–No hay “si no” posible. Me volví a enamorar de ti, pero esta vez no se
terminará. Ni por Gina ni por ninguna otra mujer.
–Quiero que estés muy seguro de eso. Solo cuando la veas podrás tener
certeza.
–Pero yo no. Necesito que lo hagas. Si tú tienes razón, quiero que tengas con
ella una relación adulta. Están tus hijos y mi sobrina. Es necesaria la armonía.
Tengo miedo de que ella quiera volver contigo y tú cambies de idea.
–Lo entiendo y me ocuparé de cada miedo. Eliminaré uno a uno tus temores
con besos. Te haré el amor por cada duda que te angustie hasta que solo
quede en ti la seguridad de que estamos unidos por todo el tiempo que nos
queda por vivir. Y lo viviremos. Te lo prometo. Pasarán cosas lindas y de las
otras, la vida es eso. No puedo garantizarte solo felicidad, pero sí puedo
decirte que estaré a tu lado, sea cual sea el destino que espera por nosotros.
–Luego de que hables con Gina, si todo es como dices, le contaré a Ángeles.
Creo que algo sospecha pero es tan respetuosa y tiene tanto miedo de hacer
algo mal, que no me pregunta. Solo me observa y sonríe.
–No dudes de mí. Tuvo suerte de que seas su tía. ¿Supiste algo de tu
hermana?
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–Me enteré por una vecina suya, que es mi paciente, que salieron del país.
Vendieron todo antes. No me extrañaría que no regresen. Creo que nunca
amó a su hija.
–Mejor que estén lejos –meditó un instante–. Haré lo que me pides. Hablaré
con Gina –dijo.
–Luego, les diré a mis hijos. Quiero que todos sepan de ti.
***
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