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UNO: La gruta

La discoteca se silenció por el ruido de los disparos que ella recibió. Mientras le daban un beso, ella
confundió el amor con la muerte. Pero salió de dudas cuando notó la pistola cerca.

—Ivan, soy una bestia. Merezco morir. Que todos se vayan a la mierda —me dijo desfallecida estando de
camino al hospital.

—Deja de hablar, Raquel. Si quieres sobrevivir, escucha mis órdenes y cumplelas —decreté.

Ella todo el tiempo me atrepaba la mano y me pedía constantemente que no la dejara morir. La verdad,
era normal que lo dijera, todos piensan que es una criminal, que es una bestia y que solo transmite
reproche tras reproche pero dejadme deciros que no, que mucha gente miente.

—No quiero morir tan joven.

Mientras trataba de llegar hasta la unidad sanitaria, trataba de animarla para que ella por lo menos
llegue al hospital somnolienta. Aún estando medio muerta, podría decir que se veía hermosa, fatalmente
divina cuando la sangre se desplomaba por todo su vestido creando un gigante abujero que iba a
cambiar la vida de los dos por completo.

La velocidad de la camilla, el cierre de la puerta y la orden estricta de una enfermera fueron las que me
separaron de ella.

—Avísale a mi hermana —alcancé a oír.

Como si supiera dónde vivía su hermana o quién era. Nadie lo sabía, ni siquiera Pablo, que fue quién la
conoció tanto y tuvo la suerte de tenerla antes de morir.

—Raquel.

Ese nombre se repetía todo el tiempo porque sigo teniendo la esperanza de que ella va a sobrevivir.
Pude traerla rápidamente al hospital, por lo tanto, las esperanzas no se han esfumado todavía. Mirando
hacia la ventana, puedo observar que el cielo de Madrid cambia para darle la bienvenida al amanecer.

En este caso, veo que amanece más lento y poco a poco las luces se apagan siendo progenitoras de un
barrio de donde una vez bajó ella.

Antes que pueda explicar toda mi historia con ella es necesario que me presente. Muchos escritores no
hacen que sus personajes se presenten y se describen a sí mismos pero es mi historia así que me
importa una mierda eso la verdad.

Quiero que primero me conozcáis ositos y ositas. En vez de deciros lectores o lectoras, prefiero llamaros
así. Bueno, mi nombre es Ivan. Tengo alrededor de diecisiete años recién cumplidos. Mucha gente
cuando se describe a sí mismo diciendo que tiene una vida aburrida pero en mi caso, no es que la mía lo
sea.
Pienso eso por culpa de mis padres, que son personas de las cuales siempre hablan en todos lados. ¿El
problema? El problema es que cuando ellos cometen un error tienen que perseguirme para
preguntarme que opino cuando deberían imaginarlo.

La farándula siempre es exigente con los familiares de cualquier celebridad. Siempre soy el “centro de
atención”. Eso me cansa, me estresa, pero a veces tenemos que acostumbrarnos a aceptar cosas que nos
duelen, cosas que nos queman por dentro y no lo sabemos.

Por una parte me entusiasma pero por la otra no es que me ponga feliz. Siempre ha sido asfixiante tener
a tantas personas a tu alrededor para que solo te hagan preguntas de “¿Qué opinas de esto?” cuando no
tengo nada que ver.

En algunas ocasiones no me molesta porque entiendo que quieran saber mi opinión porque soy el hijito,
pero tampoco es que tenga mucho que opinar. Lo malo de todo esto, es que para algunos, solo me
consideran importante por ser el elegido de mis padres.

La única persona que no me considera importante por esa mierda es mi mejor amiga Julieta. Tiene los
ojos marrones, una piel con tono medio, labios gruesos y dientes perfectos. Podría decir que ella es más
mayor que yo, pero esta vez la gané por unos años.

Hablando más sobre mí, mi casa es enorme. Es de forma rectangular en tonos azules porque a mi padre
le gusta muchísimo el azul. Las plantas en el jardín, es idea de mi nana Amanda, a la que le encanta la
jardinería.

Siempre ha sido como mi segunda madre. Es como mi hermana porque nos contamos todo siempre y
nos tenemos mucha confianza. Es esa persona en la que puedes confiar cien por cien.

Luego están mis hermanos con mi hermana: Lorena, Lorenzo y Martín. Cada uno tiene sus diferencias
porque cada uno tiene sus preferencias.

A mi hermana le apasiona la lectura y la música. Si fuera por ella, estaría siempre encerrada en su
habitación escuchando música o simplemente leyendo porque es algo que le gusta.

Luego a mis hermanos, les gusta mucho jugar a la consola o al fútbol. Juegan en el estadio del Barça casi
todos los días hasta los fines de semana. A veces no entiendo porque se sacrifican tanto.

Después, mis padres siempre están trabajando por lo que puedo hacer fiestas en mi casa a las que todos
siempre quieren asistir. Ser hijo de empresarios exitosos, tiene su mérito, ositos y ositas.

Porque esta historia también es vuestra. Todo lo que cuento aquí es porque una chica me pidió que
escribiera varios capítulos para algo que tenía que hacer en literatura.

Volviendo al presente, mientras espero impaciente a que alguien me diga algo sobre su estado de salud,
siempre me ha gustado escuchar música, por lo tanto, pongo play a mi lista de reproducción en Spotify.
“La flaca - Jarabe de Palo” suena a través de mis alucinantes auriculares Bluetooth.
Esa canción me recuerda a Raquel, porque todos hemos querido que Raquel sea nuestra flaca. Días
después de conocerla, Pablo estaba de vacaciones con sus amigos por lo que ella me invitó a pasear por
su barrio.

Pablo y yo vivíamos en el centro de la ciudad, dónde la mayoría de personas que viven allí son personas
adineradas y cerradas.

Al principio, quería preguntar lo típico, pero luego entendí que a lo mejor a ella le incomodaba que la
atormentaran con tantas preguntas. Igualmente, me contó que tenía cosas para contarme.

-Pensaba que eso te iba a incomodar -le dije estando con las manos en los bolsillos caminando al lado de
ella.

-Para nada, me gusta que me hagan preguntas por lo que no te preocupes -explicó -Además, te va a
parecer rarísimo pero estoy escribiendo un libro y he pensado que para que sea más real, que tu
escribieras la historia de Romeo que más adelante te contaré quién es, de Pablo y la nuestra.

Me quedé impresionado con la propuesta porque no me esperaba que pocos días después de haberla
visto por primera vez, confiaría en mi para escribir esto. A veces me siento afortunado de estar
escribiendo esto porque siento que es una manera de desahogar todos mis pensamientos y
sentimientos.

—Me encanta la idea. Cuentas conmigo para lo que quieras. Para eso estamos los amigos —dije.

—A partir de ahora serás mi mejor amigo —ordenó.

Me seguía sorprendido eso de que de repente me propusiera escribir nuestra historia y que encima me
diga que vamos a ser mejores amigos. Cómo ella me gustaba, le dije que sí.

—Presta atención a esto. Allí arriba está la antigua casa de mis padres. Tuve que venderla porque ellos se
mudaron a California por trabajo y cómo se van a quedar allí oficialmente, decidí ponerla en venta —
suspiró.

Ella me señalaba la casa con su dedo estirado hacia la parte alta de la montaña, adornado con un anillo y
su brazo mestizo. Sus hombros estaban al descubierto como de costumbre, con sus diminutas camisetas
y sus bubis tan erguidas como el dedo que señalaba.

—A mí nadie me va a matar —proclamó —Soy mala hierba.

Estaba desesperado. Ha pasado media hora y todavía ningún médico se ha dignado a decirme nada
sobre su estado. Creo que es porque no tuve tiempo de registrarla, por lo que fui a hacerlo.

—Hola —saludé.

Ella repitió el saludo, —¿Qué necesita joven? —interpeló.

La enfermera era hermosa. Tenía su cabello rojo que le llegaba hasta los hombros, una sonrisa perfecta
con unos labios perfectos también, un cuerpo esbelto con su traje de enfermera. Eso la hace verse sexy.

—Bueno. Vine hace una hora con una mujer ensangrentada. ¿Podría decirme cómo está su estado o si
hay algún médico que la esté operando? —pregunté.

—Creo que sí. Bueno, todavía están operándola pero creo que va a sobrevivir. En unos minutos vendrá
un doctor a comunicarle sobre el estado de esa mujer —dictaminó.

En lo personal, todos hemos creído Raquel era inmortal a pesar de que vivió rodeada de muertos.
Siempre me ha atacado la certeza de que algún momento moriría, pero me consolaba con lo que decía
Pablo cuando estaba vivo: ella tiene un chaleco antibalas debajo de la piel.

—¿Y debajo de la ropa? —cuestioné.

—Esa mujer tiene carne firme —respondió.

Todos nos moríamos por ella, porque derrochaba sensualidad que eso era en aquellos tiempos, lo que a
todos los chicos nos gustaba. Cuando la conocimos, ella estaba saliendo con un mafioso del cual nunca
supimos su nombre hasta tiempo después. Ese era ese tal Romeo.

Lo más loco de toda esta historia era que Pablo, mi mejor amigo de la infancia, con el que compartí
maravillosos momentos antes de morir, fue el único chico que se atrevió a tenerla para él solito. Tenía el
coraje que se necesitaba para estar con una mujer de la talla de Raquel. Pablo fue el que arriesgó su vida
hasta el último momento de su vida.

En aquellas épocas, Pablo era enemigo del entonces novio de Raquel. Romeo le tenía celos enfermos a
Pablo. «Lo mato a él y después te mataré con mis propias manos», eso fue lo que me contó Raquel el día
que descubrí que Romeo quería matarla a ella y a mi mejor amigo.

—¿Qué pasó, bestie? —cuestioné.

—Romeo quiere matar a Pablo y también me quiere matar a mí —aclaró.

Esa misma noche, no pude cerrar los ojos. No podía dejar de pensar en ella. Pablo me llamó minutos
después de que corazones imaginarios flotaran a mi alrededor. Me dijo que él también seguía despierto
y que seguramente más tarde pasaría a ver a Raquelita.

—Te llamo para ver si me puedes dar el teléfono de los padres de Raquelita.

—¿Crees que yo sé de la vida personal de esa mujer? Te recuerdo que es un misterio —le dije.

—Bueno, veremos si podemos averiguar más tarde cuando nos veamos en el Lolita's Stage.

Esa discoteca era ese sitio al que todos íbamos. Era un sitio frecuentable por lo linda que es por dentro y
el buen servicio que nos brindaban todo el personal del lugar. Ahora entiendo porque Raquel siempre
luchó por olvidar esos momentos en los que se sentía sola, porque he de aclarar que su pasado es una
casa rodante que la acompaña hasta al quirófano, entre monitores y tanques de oxígeno, donde la
tienen esperando a que resucite.

—¿Cómo dijo que se llamaba? —interrogó la enfermera.

—Raquel Villa —le corregí —Por cierto, ¿Cómo te llamas hermosa? —interpelé.

—Mónica —dijo.

En realidad, Raquel tenía un apodo: la reina púrpura. Nada más entrar en el negocio, me contó ella que
se lo cambiaron contra su voluntad pero que luego le terminó gustando ese poderoso nombre. Desde
hace semanas, me he sentido despreciable por haber mandando a matar a alguien como Romeo, uno de
los mafiosos más cotizados de la historia de España, pero no me importa, porque personas como Romeo,
merecen dormir en su propia tumba.

—Con algo tan simple cómo mi nombre puedo asustar a cualquiera —dijo ese día en el que
caminábamos por su barrio —Eso me gusta.

Se notaba que le gustaba porque pronunciaba su nombre vocalizando cada sílaba, y terminaba
rematando con una sonrisa en su rostro, haciéndome ver que estaba orgullosa de tener ese nombre.

—No pienses que ese es mi nombre real porque no lo es, mi nombre es Raquel Villa Martínez —dijo.

En la oscuridad de los pasillos siento la angustiosa soledad de Raquel en este mundo sin una identidad
que la respalde, ella es tan distinta a todos los barrios en los que podemos escarbar nuestro pasado de
un mordisco con apellidos repugnantes.

La vida de Raquel no ha sido color de rosa aunque lo parezca por la enorme fama de sus padres. Desde
que recibió la noticia de que a sus padres los habían encontrado muertos, la vida no le ha dejado pasar
ni una, por eso tuvo que defenderse de su propia sombra que le creaba pesadillas.

Cuando descubrió ese terrible acontecimiento, nació su obsesión por sentirse mejor creando un mundo
de placer también gracias a que Romeo fue quién la incitó hacia ese mundo desde que ella se lo
encontró matando a alguien.

—Debí seguir caminando como si nada, pero bueno, a veces tenemos que aprender de nuestros errores
—anotó.

El cuerpo de Raquel era engañoso, creíamos que se podían encontrar en él las delicias de lo placentero,
porque a eso se invitaba su figura canela porque siempre nos daban ganas de probarla, siempre daban
ganas de sentir la ternura de su piel limpia y sexy.

Pablo nunca me contó cómo era ella. Lo que me daba envidia era que tenía la autoridad para decir que
Raquel era su novia con toda la alegría del mundo, cuando yo me moría por decirle a ella lo muy
enamorado que estaba de ella.

Siempre que los tres íbamos a una casa a las afueras del centro de Madrid, los escuchaba gemir y
ahogarse en lo placentero que es meterte en ella. Ella y Pablo gritaban durante horas sus prolongados
orgasmos.

Desde el cuarto vecino, los escuchaba. Suspiraba sabiendo que eso nunca me va a pasar. La envidia se
quedaba enorme a mi lado. No podía entender todavía porque Pablo siempre era el favorito cuando soy
mucho más atractivo que él.

Meses después de su muerte, cuando Raquel terminó sus sesiones de terapia indivual, tuve mi primera
noche con ella. Sentía que traicionaba a Pablo pero igual a Pablo le gustaba ver a Raquel feliz, por lo que
me di el lujo de disfrutar esa noche con ella.

Empecé a sentir cosas por ella cuando bailaba bachata cada domingo en una discoteca con ella cuando
su novio nos dejaba salir de fiesta como amigos.

Cómo ella bailaba pegada a mí, no podía evitar volverme loco. Gordius fue una de las primeras
discotecas a las que fui solo con ella. Tenía muchas luces de colores, bares con millones de bebidas para
elegir, muchos DJ 's y sobre todo: gente.

Teníamos que hacernos un hueco para poder bailar sin la espinilla de que nos vamos a chocar con
alguien. Ella era una diosa bailando, me gustaba como movía sus caderas mientras se mordía el labio.

A través de eso, fuimos al primer lavabo que estaba libre. Cerramos la puerta con candado y me besó
con toda la sensualidad del mundo. Habíamos bebido un montón. Cada uno bebió una bebida distinta:
yo vodka y ella un tequilita. La realidad era que nos habíamos pasado de tragos. Mis hormonas se
hervían en sangre polar acompañados de pétalos de rosa juntados por el placer que ella derrocha
siempre.

—Tienes novio y ese novio es mi mejor amigo —le dije.

—Se nota que quieres besarme —proclamó.

Ella me empujó hacia el mueble que estaba debajo de los espejos, y me quedé en frente de ella. Tenerla
tan cerca hace que mi corazón latiera descontrolado.

Fue entonces cuando la besé e iniciamos la ronda de besos apasionados, —¿Sabes si existen
medicamentos para sanar esto? —ella siguió sumergiendo besos en mi boca hasta que soltamos muchos
jadeos.

Ella iba dejando besos húmedos por todo mi cuello haciendo que me estremezca. Mis manos apretaban
su cuerpo con deseo. Ella me observó antes de volverme a besar.

—Eres una fiera —exclamé.

—Eres lindo. Tienes algo que me atrapa pero estoy saliendo con Pablo, no podemos traicionarlo, pero
ahora que él no está aquí y tenemos la puerta cerrada podemos hacer de las nuestras.

—Digo lo mismo de ti —confieso.


La enfermera pasa su mano por mi cara para hacer que me diera cuenta de que estaba levantado frente
a ella, estando con la cabeza en las nubes. Me preguntó a qué hora trasladé a Raquel hasta aquí.

—A las ocho y media. Veníamos de una discoteca. Por cierto, ¿sabes qué hora es?

—Son las cuatro de la mañana, tengo sueño, así que me iré a dormir. Buenas noches —anotó.

—Buenas noches princesa —le dije.

Hasta mi sueño tenía. Era tarde y deseaba con mucha angustia irme a mi casa, pero decidí hacer eso,
cuando me dieran la noticia de que Raquel está estable. A cada rato el silencio que trato de resaltar se
rompe con un grito. No tenía buen oído, pero creo que son de ella. Ningún grito se repite, ahora solo se
escuchan voces en tonos bajos como si no se escuchara nada de fondo.

Ahí procedí a llorar desconsoladamente. Gritar y maldecir muchas cosas que nunca pude decir. ¿Porque
Dios me quiere castigar intentando matarla? El silencio de los pasillos comenzó a ser violentado por un
grito. Eran los gritos de Raquel pero después se esfumaron, supongo que le pusieron un sedante para
que durmiera.

Aunque fui corriendo a la enfermera que estaba en el pasillo a preguntarle si podía verla me dijo que
todavía hacen lo posible para que ella se recupere del todo. También me explicó que cuando ella esté
mejor, podría pasar a verla.

Menudos desgraciados, la verdad.

—Déjame verla, joder. No haré nada, sólo estaré mirándola mientras duerme —le suplico.

—Tienes que entender que a ella lo que le hace falta es recuperarse de los tres balazos que le metieron.
No es momento para que su novio la vea. No me importa si es el amor de tu vida pero no puedes verla,
entiéndelo —dictaminó con odio.

Menuda red flag es esa mujer.

—Pues entiéndeme a mi también. Si estoy aquí es por el amor que le tengo a ella, he luchado mucho
para seguir vivo y estar con ella así que por favor hazme el favor —le dije.

Ella bufa con una cara de "como la toques te mato" pero después, vuelve a suspirar, —Está bien, pero ni
se te ocurra tocarla o despertarla —dijo con advertencia.

Al verla tumbada en la camilla, no pude evitar sentirme orgulloso de ver que su corazón todavía
palpitaba. Desde pequeño, siempre me gustó cantar, por lo que decidí cantarle una canción bajito
mientras dormía. Espero que aunque esté sedada, pueda escucharme.

—Cómo le hablaría alguien de vos, primero empezaría por tu voz, por lo delicada y bruta que sos, cada
cosa que tienes tu amor —canté susurrando —Te he visto vestirte en mi habitación, con mi remera y mi
pantalón, desde ese día no hay nadie mejor —alcé un poco la voz.
Cogí su mano para seguirle cantando, ella tiene la pegatina en el orificio dónde le han inyectado la típica
vacuna que pinchan y tenía tapada su boca con el instrumento que los doctores utilizan para los
pacientes puedan controlar su respiración.

—Te quiero en mi vida y no solo por hoy —seguí cantando porque me gustaba como se escuchaba mi
voz —Seca mis lágrimas cuando no hay nadie más, cuando no duermo por mis problemas de ansiedad…
se qué no hay nadie más…

Noto cómo sus ojos se abren poco a poco. Siento la necesidad de seguir cantando pero ella lo hace con
la voz quebrada.

—Y nos conocimos, ma’, bajo la luna rodeados de montaña de madera y de lluvia, volvería ese lugar,
porque es nuestro lugar —cantó con su hermosa y dulce voz.

—Conectamos como si fuésemos luz —paré para respirar —Lo hacemos todas las noches como en
Moon, mami cuéntame cómo has estado hoy… que te escucho y que me pierdo con tu voz (que me
pierdo).

—Y ¿cómo le hablaría a alguien de vos? Primero empezaría por tu voz, por lo delicado y bruto que sos,
cada cosa que haces tiene tu amor, seca mis lágrimas cuando no hay nadie más —sus lágrimas empiezan
a caerse por su rostro —Sé que no hay nadie más... —cantó.

—Te he visto vestirte en mi habitación —canté —Con mi remera y mi pantalón. Desde ese día no hay
nadie mejor, te quiero en mi vida…

Ella alzó sus manos para coger mi mentón para besarme, —Te amo Ivan. No somos novios ahora, pero
quiero que sepas que siempre te voy a adorar. Has sido el hombre de mi vida. No quiero que los dos
emprendamos nuestra nueva vida sin decirnos esto —me dijo sollozando.

—Gracias a ti por dejarme entrar a tu vida, ahora tienes que descansar, no quiero que los doctores me
echen la bronca —expresé abrazándola.

—Quiero dormir contigo —ofrecí.

—Bueno, déjame que haga espacio para que duermas conmigo. Sabes, siempre supe que en realidad
debía enamorarme de ti —dijo.

—¿Por qué lo dices? —dije estando a su lado quitándome la camisa y buscando alguna ropa para
ponerme porque estaré aquí por unos cuantos días.

—Porque fuiste la única persona que me escuchó —demandó.

Dice eso porque ella me contaba historias sobre su vida. Me las explicaba cómo si fuera una película de
acción. En las historias que me tocaban, ella perdía. No era lo mismo oírla contar con palabras los litros
de sangre que le sacó a otras personas, pero si era doloroso escuchar las historias sangrientas que ella
explicaba.
—Soy una criminal —dijo ella en la noche que tuve relaciones con ella por primera vez.

—No tienes la culpa de haberte cruzado con Romeo aquella vez.

—Si la tengo porque tomé la decisión equivocada.

Siempre me respondía todas las preguntas que le hacía excepto una, —¿Alguna vez te has enamorado?

—Si —respondió.

En ese momento nos quedamos en silencio y si mi memoria es buena, no recuerdo haber entablado más
conversación con ella. A la mañana siguiente, nos despertaron las enfermeras diciendo lo lindos que nos
veíamos dormidos. Ahí fue cuando vi a la enfermera sexy, es decir, a Mónica.

—Buenos días, Clara. Te presento a Ivan, mi ex-novio y mejor amigo —derrochó felicidad al decirlo.

—Me parece maravilloso que sigáis llevando bien, eso significa que os queréis mucho —dijo la
enfermera revisando a Raquel.

—Si. A ella la amo, porque siempre me escuchó —dije mirándola a ella.

—Ivan de verdad, que cursi eres —declaró Raquel riéndose.

La verdad es que soy bastante cursi cuando me enamoro. La enfermera sexy me dijo que tenía que
preguntarme algo por lo que salí con ella a pasear por el hospital. Mientras caminaba, me preguntó algo
curioso.

—¿Quién es ella? —me preguntó —Dime la verdad.

—Ella es mi ex-novia y mi mejor amiga. No me digas que estás celosa —dictaminé.

—No creas que estoy celosa. No me considero de esas chicas, solamente sentí curiosidad —ordenó, —Es
que siento que eres lindo, ¿sabes? —pronunció.

—También siento que eres hermosísima, pero acabo de salir de una relación sentimental y poco a poco
ella y yo estamos dejando de sentir cosas por los dos, ¿me entiendes? —interrogué.

—No te preocupes, también estoy saliendo de una relación como la tuya —dijo.

Desde la ventanilla de la habitación de Raquel, puedo observar cómo los médicos entraban y salían de
cualquier sitio empujando camillas con otros moribundos o hablando entre ellos. Entraban limpios y
salían con sus uniformes salpicados de sangre.

Pero la sangre de Raquel es distinta a cualquier otra por el veneno que ella tiene dentro su torso. Porque
ositos y ositas, Dios no tuvo nada que ver en su creación.

—Dios y yo siempre hemos tenido malas relaciones —soltó un día que estábamos paseando por la playa
de Cancún tomados de la mano.
—¿No crees en Dios?

—No –dijo —En realidad, no creo mucho en los hombres a menos que seas tú.

Una particularidad de Raquel es que siempre reía a pesar de estar muy destrozada. Soltaba risas que
hacían que mariposas entrasen a mi estómago. Otra cosa que no supe por mucho tiempo fue su edad.
Ella siempre nos engañaba a Pablo y a mí diciéndonos que tenía cualquier edad.

—¿Cuántos años tienes, Raquel?

—¿Cuántos aparento?

—Como unos veinte.

—Eso tengo.

La verdad era que sí aparentaba todos los años que mentía. A veces parecía ser una niña, o apenas era
una adolescente. Otras veces se veía cómo una verdadera mujer con más experiencia que todos
nosotros.

La primera noche oscura en la que tuve más contacto con ella fue en una casa en la montaña lejos de la
farándula y de todas las personas que nos quieren ver sufrir, —¿Qué os ha pasado? —fue lo primero que
pude preguntar.

—Matamos a alguien —dijo él.

—En realidad, la asesina soy yo —dijo ella con la boca seca.

—¿A quién, por dios? —pregunté.

—Ni idea —dijo Pablo.

—Seré la asesina pero no recuerdo a quién maté. Lo sé, soy un caso perdido. Total, tengo a tantos
tachados de mi lista —decretó Raquel.

—Se supone que sabes a quién matas, ¿verdad? —le recordé.

—¿Irónico, cierto? —dijo ella.

Desde que la conocí supe que ella tenía una larga lista de sus víctimas, porque mientras se besaba con
Pablo y me contaba sus historias se acostaba con otros. Volviendo al presente, Raquel estaba dormida
con un sedanto cuando el agente Dawson entró.

A ese agente lo conocí el día que Raquel tenía la orden de ir a atrapar a un enemigo de Romeo. Es de piel
blanca, ojos castaños, con una piel suave, pelo corto rubio rizado y desordenado con su uniforme de
policía sobre su cuerpo, —Hola —saludó.

—Dawson, un gusto verte —extendí mi mano hacia la suya para parecer amable con él aunque no es que
me cayera del todo bien.

—¿Cómo sigue Raquel? —cuestionó.

—Poco a poco se está recuperando de los balazos que le dieron. Creo que dentro de poquito le darán de
alta pero aún nadie lo ha confirmado.

—¿Pudiste ver quién disparó a Raquel?

—Estaba todo iluminado pero fue tan rápido que apenas terminó de besarla salió corriendo —informé.

Raquel era de esas mujeres que tenían mucha autoestima. Siempre nos mostraba sus defectos con toda
la seguridad de la tierra, —Estas rayas son estrías —me las mostró en el abdomen y en las piernas —Es
que he sido gorda varias veces pero eso no va a volver a pasar.

Pero siempre que estaba con ella hasta ahora, estaba delgada; eso da a pensar que está tranquila,
recuperada y alejada de sus antiguas turbulencias.

—Desde niña he sido buena estudiante —me dijo orgullosa —Las profesoras siempre me felicitaban
porque era la mejor. Lo malo, es que tuve que dejar de estudiar por un tiempo. tenían pavor. Hasta me
echaron del colegio por eso de que era la criminal más buscada, en ese entonces, mis padres estaban
muertos.

Hablando sobre la familia de Raquel, empezaría y acabaría por sus padres porque fueron las únicas
personas a las que conocí.

Nuria, la madre de Raquel, era novelista y le encantaba escribir historias sobre mafiosos y esas cosas.
Quién iba a decir que después su hija iba a estar metida en líos como los que escribía su madre en su
Macbook.

Era una escritora conocida solo en España. Su fama no fue tan grande como la de su hija. Algo triste es
que no llegó ni siquiera a terminar el último libro que escribió. Se notaba que ella podía tener un gran
futuro como escritora. Por eso cada día trabajaba como editora en una editorial para ganarse la vida y
mantener a Raquel y a su esposo.

Toda la familia de Raquelita era millonaria por lo que ella ha vivido llena de lujos desde pequeña.

Hablando más de su madre, era una simple editora. La pagaban mucho solo por estar enfrente de un
ordenador corrigiendo por muchas horas varios escritores que los autores le enviaban.

El padre de Raquel era un famosísimo actor. Siempre que estrenaba una serie o película, todos nos
volvíamos locos. Siempre que estaba en cualquier sitio, su presencia era salvaje.

Siempre los tragos le ponían nostálgica a Raquel y por eso se atrevía a contaros cosas sobre sus padres
para recordarlos.

—Ojalá ellos os conocieran —confesó —A ellos les daría gusto porque vosotros siempre me estáis
cuidando y ellos quieren que esté protegida.

Pablo me había advertido que no le hablara de sus padres porque a lo mejor ella le gritó mal cuando le
preguntó por ellos supongo.

—Ellos eran los mejores —interpretó ebria.

Raquel tenía la habilidad de convencernos sin tener que recurrir a muchas lágrimas aunque sean de
cocodrilo. Siempre pensábamos que estaba triste aunque a veces ella no lo estaba y solo fingía estarlo.

—Estoy con una mujer sin saber casi nada de ella —me dijo Pablo un día que volvimos a Gordius por la
noche.

—Entonces, ¿qué estás haciendo con ella? —le inculqué esa pregunta porque era obvio que iba a
preguntarle algo como eso.

—Más bien preguntale a ella qué está haciendo conmigo porque todavía no sé a que juego juega
conmigo.

Si al principio no caí rendido en los encantos de Raquel porque ella no me lo permitió, pero Pablo... Al
principio lo envidiaba, me dio rabia, siempre se conseguía a las mejores, a las más bonitas a pesar de que
era más atractivo que él; a mí, en cambio, me tocaban a las menos bonitas, porque casi siempre una
mujer hermosa anda al lado de una feilla.

Pero con Raquel fue distinto. A ella no la quiso cambiar, y yo tampoco quise quedarme con ninguna
amiga de ella: a mí también me gustó Raquel. Pero tengo que admitirlo: tuve más miedo que Pablo,
porque con ella no se trataba de gusto, de amor o de suerte, con ella la cosa era de tener mucho coraje.

—Esa mujer no le come cuento a nada —le decía a Pablo —Eso es lo que me gusta de ella.

—Ha estado con gente muy dura. Le ha tocado vivir con gente de mierda —insistió Pablo —Pero ahora
siento que con nosotros se siente mejor y más segura. Eso es lo que importa.

Estuvo metida con los que ahora están en la cárcel, con los mafiosos que estaban siendo perseguidos por
los policías federales persiguieron por mucho tiempo. Esas personas insignificantes, le mostraban la
belleza de vivir en la riqueza a pesar de que ella ha vivido en esa riqueza desde que nació.

—Pobrecito Pablo, siempre lo volvía loco —habló Raquel comiéndose su ensalada césar vegana.

—Jaja. Lindos recuerdos, hermosa —respondí.

Pero igualmente mi mejor amigo y yo estábamos en lo cierto. Raquel es de esas mujeres que son
veneno. Porque siempre supimos que al que quiere curar cura, y al que quiere matar mata.

Capítulo 2

Desde que ella conoció la vida no ha dejado de pelear por ella. Unas veces ella le gana a su rival, pero
otras pierde porque no todos podemos ganar en una batalla entre nosotros mismos.

Ella seguramente me diría, como me dijo siempre, que la vida nos gana a todos, que termina
matándonos de cualquier forma, y tendría que decirle que tiene razón, pero que una cosa es perder la
pelea por puntos y otra distinta es perderla por un cuestionable «nocaut».

Por eso insisto en que Raquel nació perdiendo, porque la violaron antes de tiempo, a los catorce años.

—Catorce años tenía solamente —recordó —Eso no se me va a olvidar nunca.

Esas noches no eran las únicas. A ese actor famoso le gustó su infamia. Y según me contó Raquel, siguió
buscándola por todos lados hasta que le dijo a Romeo que lo matara y lo hizo. Solo por cumplirle a ella
cuando casi nunca lo hacía.

—Ese fue el que se encargó de todo y también fue la persona que me inculcó a ser lo que soy ahora —
dijo ella suspirando tumbándose en la cama del hospital, —No sentí lástima por su muerte, porque
quién se sobrepasa conmigo, al día siguiente le metían seis balazos por lo menos.

—¿Al actor ese cómo lo mataron?

—Lo mataron vivo —respondió.

Cuando salió la noticia de que ese actor famoso del cual nunca supe su nombre murió por una alergia,
Raquel tuvo que dejar su casa grande y dejar un poco de lado su vida lujosa. Se compró un apartamento
bastante básico para seguir haciendo su vida cómo podía. Desde allí vivía bien porque sus padres le
dejaron bastante dinero guardado, pero ella sabe que se lo gastará rápido por lo que trabajaba como
camarera para pagar sus estudios.

Cuando Pablo conoció a Raquel, ella era la novia de Romeo. Hacía tiempo que había abandonado el
barrio pero igual seguía merodeando por allí. Para su suerte, los duros dejaron que ella se quedase en
ese apartamento porque cómo ya estaba instalada, no había de ponerlo todo patas arriba.

Sin embargo, Romeo era su ángel de la guarda y su amante clandestino. Recuerdo el día que me llamó.
En fin, luego iremos a ese día, lo que le importaba mucho a ella era la enemistad entre Romeo y Pablo.

Pablo odiaba a Romeo con el alma. Era de esperarse porque Romeo era una mierda de persona. Le
gastabas una broma y era problable de que te pegara un tiro en la frente. Incluso creo que fue el que lo
mató. Solo porque él se comía a Raquel cuando ella tiene el derecho de liarse con quién quiera.

Encima era mi mejor amigo. Eso pasa si te metes con ella. Te mueres. O si no te mueres, por lo menos te
queda un vacío grande. Lo gracioso es que Raquel era la mensajera de ellos dos.

—Decile a ese que se cuide —le mandaba decir Romeo.

—Decile a ese que mi ángel de la guarda me está cuidando —le mandaba a decir Pablo constantemente
hasta que apareció muerto.
—A ver, si os queréis matar, hacedlo, basta ya de decirme “mándale esto mándale lo otro” Por dios, si
que son impacientes —les gritaba Raquel —Me tienen harta los dos.

Ella se quejaba con ganas pero siendo sinceros, le gustaba el duelo. En cierta forma, ella es la culpable de
que ellos se quieran matar entre ellos, pero no la juzgo, pelearse por una mujer en estos tiempos es
bastante común.

Cuando por fin mandé a matar a Romeo con ayuda de Raquel, pude sentirme feliz de hacer justicia por
Pablo. El murió por culpa de él, y no era por venganza, sino lo hice para sentirme bien.

Todavía no caigo de que Pablo no esté con nosotros. El no se metía en problemas como Raquel, solo era
el acompañante de Raquel en sus aventuras de mafia y de placer.

—¿Estás enfadado conmigo, Ivan? —soltó.

La miré y ella pasaba la mano por mi pómulo y le sonreía para que ella también lo haga, —No, es que
antes eras un puro misterio, a veces me estresabas.

—Por algo era tan conocida supongo.

Cuando por fin mataron a su Romeo, pensé que ella se iba a resentir conmigo, pero no fue así. Incluso
me ofreció ir a Lolita's Stage a celebrar que Romeo no está con nosotros. Algo bueno es que Raquel solo
estaba involucrada en dos organizaciones.

La de Romeo y la de Logan Robles. Si, tiene mi apellido. En fin, como ella solo está involucrada en dos
organizaciones fue bastante fácil que se deshiciera del mundo del narcotráfico.

Le pedí a la enfermera que cuidase a Raquel para que pudiera salir con el agente afuera. El viento arropó
mi rostro dándole aire.

—Tranquilo, Ivan. En estas semanas siempre hay gente como esa —me dijo la enfermera que no es esa
que digo que es hermosa —No te preocupes, los que te quieren ver son buena gente. Te preguntarán
cosas un poco injustas, pero tienes que entender que es para su investigación.

—Muchas gracias Lorena.

Sí, como mi hermana. En el tiempo que he estado en el hospital, me he hecho amigo de casi todos los
médicos y enfermeras. Pude notar quiénes eran así que solo me acerqué.

Eran oficiales con rostros demasiado opacos como sus uniformes. Con la displicencia que aprendieron
sueltan su interrogatorio como si yo fuera el criminal. Que por qué la mató, con qué le disparó, quién era
la muerta, qué parentesco o relación tenía...

—Hola, Ivan… ¿Robles? ¿Eres el hijo de…? —ocasionó el agente.

—Sí ya lo sabes no lo digas por favor —dije sin ánimos.


—¿No trajo usted a la mujer del balazo? —preguntó.

—Sí, ella fue mi mejor amiga y también fue mi novia por dos años. Obviamente, yo no intenté matarla.
Yo a ella la quiero muchísimo como para hacerle eso —proclamé.

—Bien, ¿conoce un poco su historia? —interrogó el oficial.

—Ella se metió en esto porque mataron a sus padres, y también abusaron de ella y tiempo después se
encontró a un mafioso matando a alguien, por lo tanto, como ella tenía esa sed de venganza, empezó a
matar a personas y creo que eso ha hecho hasta ahora —pronuncié.

—Maravilloso, ¿Quién la disparó? —interpeló.

—No lo sé —repetí.

Los oficiales me dijeron que me cambiara de ropa pero no les hice mucho caso. Cuando entré a su
habitación, estaba totalmente dormida, por lo que decidí sacar mi Macbook para seguir escribiendo.

La primera vez que la vi fue en Lolita's Stage un viernes por la noche. Los de la discoteca se aproximaban
a los de abajo que comenzábamos a subir, y a los de arriba se les conocía por ser los VIP.

Ellos tenían el dinero y el poder suficiente para quedarse con todo lo que nosotros queremos. Gastamos
nuestro dinero en los sitios donde nosotros pagamos a crédito, porque me cabía la idea de que tenían
negocios con los nuestros, hasta en lo económico incluso.

Ellos se ponían nuestra misma ropa y nos presumían sus coches de mejor calidad, obtenían más droga y
nos invitaban a meter. En aquella época, la droga era la substancia que muchos ingerían por el siemple
hecho de que les gusta ser el centro de atención. Pero siempre me negué. Puedo beber alcohol y fumar,
pero nunca voy a drogarme.

Primero muerto.

Los VIP eran arraigados, siempre trataban de darse a respetar como lo hacía Raquel. Esas personas eran
la copia barata de Aliexpress de ella. Fueron lo que nosotros no fuimos pero siempre quisimos ser.

Todos nos dábamos cuenta de lo peligrosos que eran porque siempre llevaban armas grandes con
muchas balas dentro a la mano, mostrándonos de muchas maneras que ellos molaban más que
nosotros.

Podían coquetear con todas las mujeres sean lindas o no. Tenían el poder de todo. Hasta de una
discoteca. Siempre nos exhibían. Eran mujeres desinhibidas, incondicionales en la entrega, calientes, de
piernas duras, más complacientes y menos jodidas. Entre ellas estaba Raquel.

—¿Cómo fue que te enamoraste de ella? —le pregunté a Pablo.

—Apenas nos miramos, nos comimos. Tuvimos una noche buenísima juntos. Hasta ella me pidió ser su
novio y yo acepté.
—Entiendo que cuando ves a una mujer, te gusta, pero me refiero a que si te enamoraste de verdad de
ella, ¿si me entiendes? —le dije.

Pablo se quedó pensativo.

—No es cualquier mujer. Ella es una venus futurista. Tiene pinta de mala persona pero es todo lo
contrario. Ella es amable —dijo —Raquel Villa, ese es su hermoso nombre.

—¿Sabes que es una criminal, verdad? —le recordé.

En ese momento pensé que Pablo estaba loco, pero luego cuando la vi más cerca, me di cuenta de lo
hermosa que era.

—Ella es lindísima —sugirió —Te lo pierdes.

—Pues presentamela entonces —dije.

El asintió. Vio que estaba un poco en la luna, pero no dijo nada hasta que llegamos a la barra y nos
pedimos un tequila con limón.

—¿Te gusta Raquel? —me preguntó.

—Ni siquiera la conozco —bufé bebiéndome el trago.

A los pocos minutos Raquel se aproximó hacia nosotros y fue el momento exacto en el que nos vimos
más de cerca. Ella llevaba un vestido rojo corto con la espalda al descubierto acompañadas de sus
hermosas piernas con unas botas altas negras y su chaqueta de cuero también de color negro.

—Oh, mi nombre es Raquel. Supongo que mi novio te ha hablado de mí —dijo ella.

Le extendí mi mano, —Ivan, encantado. Por supuesto, somos mejores amigos jaja —nos reímos los tres.

—Bueno, en un momento vuelvo, amor —lo besó —En nada regreso con vosotros.

Cuando ella se fue me la quedé mirando. Menos mal que ella no se dió cuenta. Y ahora viéndola a ella,
estando tomada de mi mano, diciéndome a cada rato lo orgullosa que se siente de mí, me hace pensar
que hice las cosas bien.

—Me flechaste desde el primer momento —le conté —No supe decírtelo porque estabas con mi mejor
amigo y cuando murió no quería que pensaras cosas malas de mí.

—No te preocupes, desde el primer momento también sentí cosas por ti, porque te vi de lejos —
exclamó, —En serio de verdad.

Pablo también era celoso, pero no al nivel de Romeo. Siempre decía que yo sentía cosas por ella, por eso
siempre me inventaba excusas de camino a casa, para que no sospechara. Era díficil no contarle a mi
mejor amigo mis sentimientos por ella porque no quería pelearme con él por Raquel.
—Creo que te gusta —dijo Pablo.

—Mientes, es tu novia, puede gustarme muchísimo pero no me meteré con ella. Somos mejores amigos
nada más —insistí.

Desde que conocí a Raquel, siempre nos pasábamos las noches hablando de cualquier cosa. Hasta de su
vida personal. Cuando hablaba con ella en persona, me miraba a los ojos, tenía el superpoder de
atraparme con ellos por más tonto que fuera el tema, podía llevarme a través de su mirada tan
reluciente siendo tan oscura; por eso le dije que tenía que ser escritora.

—Una criminal no escribe libros —mintió.

—Mentirosa.

—Igualmente, puede ser que lo escriba. La gente tiene que saber mi versión de los hechos.

Sus cuentos no eran de príncipes y princesas. Eran crudas y desagradables. Las mías parecían cuentos
infantiles al lado de las de ella, y si en las mías Caperucita regresaba feliz con su abuelita, en las de ella,
la niña se comía al lobo, al cazador y a su abuela.

—Joder, en serio. Woah, si supieras… —decía antes de contarle a su loco enamorado todo el chisme.

Fueron años de horas siendo desaprovechadas para contarnos nuestras historias. Pero cuando volví al
presente, había una enfermera que preguntaba sobre que éramos nosotros dos ahora.

—¿Es su novia? —preguntó.

Miré a Raquel, —No, es mi ex novia pero nos seguimos llevando muy bien y nos tenemos mucho cariño.

—Perfecto, pues nada, los dejo solos. Ahora viene la comida, Raquel. Por fin vas a comerte la crema
vegana que me pediste.

—Gracias, doc.

Nunca pude saber exactamente qué tipo de relación sostuve con ella aunque lo tenía bastante claro.
Todos en el barrio sabían que éramos amigos, pero tiempo después, ella se dió cuenta de lo que sentía
pero en vez de que ella me lo dijera, se lo dije yo.

Bueno, nunca excepto una noche, esa noche fue cuando le pedí que sea mi novia. Pablo había muerto
meses atrás y Raquel estaba más feliz, pero aún seguía triste. Podía entenderla, también sentía un vacío
por dentro pero era momento de que los dos nos digamos la verdad.

Encendí velas por toda la sala y acomodé una tela en el suelo para después poner los platos, los
cubiertos, la bebida, los vasos, la comida y por supuesto: la música. Ella llevaba poca ropa, una camiseta
larga como mucho.

—La verdad Ivan, no quiero herirte —proclamó.


—Mira, si ahora comenzamos una relación y luego sentimos que no tiene sentido, no pasa nada, lo
importante es que los dos seamos felices. A Pablito le gustaría verte feliz —dije.

Ella suspiró, —Tienes razón —objetó —¿Qué era eso tan importante que me dijiste que tenías que
decirme? —interrogó.

Oh, cierto.

Cogí la caja roja pequeña y me volví a sentar abriendo la caja. Ella se tapó la boca con las manos y vio
más de cerca el anillo, —¿Quieres ser mi novia? —le pregunté.

Le puse el anillo en su dedo índice para después sonreír. Era momento de decirle lo mucho que la amaba
y lo mucho que quería estar con ella porque era el amor de mi vida. Necesitaba soltarme de una vez por
todas.

—Claro que sí, te amo —cogió mi mentón y me besó.

Me sentí contento de que accediera, porque la verdad siempre tuve la corazonada de que esto iba a
pasar. Lo único que quería es estar feliz y que ella lo esté. Además, si nuestra relación no iba a funcionar,
por lo menos lo intentamos.

—Mi osito hermoso —así me llamaba ella.

En los años que estuvimos en una relación sana y preociosa, fueron los mejores años de mi vida. Ahora
pienso que tal vez no hubiera pasado nada distinto, lo digo por esa manía absurda que tienen las
mujeres de unirse no al hombre que quieren, sino al que les da la gana.

—Le gustas a Raquel —insistió Pablo.

—Ya empezamos —dije bufando.

—Es que a ti te lo cuenta todo y a mi no me cuenta nada —quejó.

—Lo que pasa es que tienes que darle tiempo —aconsejé —Así ella te tendrá mucha más confianza, si al
principio no le paras de preguntar cosas no querrá decirte nada. Que sepas que no he hecho ningún
truco de magia.

Capítulo 3

Raquel estaba haciendo su ejercicio de rehabilitación mientras me explicaba cosas sobre su historia. Un
actor famoso del cual ella no recuerda el nombre, fue su primera víctima. Por él aprendió que podía
defenderse sola, sin la ayuda de nadie. Con él aprendió que la vida puede tener su lado oscuro, y que ese
lado le había tocado a ella.

—Cómo mis padres estaban en una mala racha económica que duró unos pocos meses, me tocaba ir a
comprar la comida para cenar —tragó saliva —Ese día había bajado al supermercado y una vecina me
acompañó hasta una calle y luego me dejó sola. Una oía muchas historias, pero a mí no me daba miedo
porque sabía que nadie iba a meterse conmigo porque era hija de un actor famoso. Saliendo del
supermercado, me encontré al actor que por lo que oí me tenía muchas ganas —suspiró —En ese
momento no pensaba que ellos se meterían conmigo porque era la protegida de mi padre, pero pasó.
Esa noche se metieron. Estaba muy oscuro pero pude verlos a todos porque llevaban una linterna.

—No te pares, cuéntalo, eres una mujer fuerte —dije animándome.

—Gracias, Ivan. Bueno, los dos me arrastraron hasta llegar al actor famoso. Ese día iba a ir de fiesta con
mis amigas y al final no pude ir porque hubo un cambio de planes. Mientras gritaba y pataleaba, mucha
gente pasaba por allí pero no hacían nada porque les tenían miedo a ellos —dijo —La cosa fue que me
destrozaron un poco el vestido y después me volvieron mierda a mí.

Raquel interrumpió su historia, se quedó mirando el espejo; yo miré para otro lado porque no sabía para
dónde mirar, después vi que encogió los hombros y me sonrió.

—¿Y entonces? —me atreví a preguntar.

—Nada. Estuve depresiva por mucho tiempo hasta que conocí a Romeo y pude vengarme de ellos
matando uno a uno tiempo después —suspiró —Necesitaba que esos desgraciados pagaran su placer
con la muerte. Romeo no me hablaba porque no quise contarle quiénes habían sido, pero yo no quería
que le pasara algo a él, ya con lo mío era suficiente. A los seis meses, me encontré al famoso actor con
esos mismos chicos. Fijate que no me reconocieron. Aproveché eso para deshacerme de ellos de alguna
manera. Encima se pusieron a coquetearme y a decirme obscenidades —explicó ella.

—¿Y que más?

—Cuadré una cita y los maté uno a uno de la manera más seductora posible —sonrió —Eso nunca se me
va a olvidar. Desde ese momento, decidí acabar con las vidas de las personas sin antes seducirlas.

—Eres tremenda —exclamé.

—Luego tuvimos que inventar una autopsia para que no sospechen nada, fue fácil hacerlo. Con la
seducción todas las mujeres ganamos siempre —concluyó.

Cada vez que ella contaba una historia, era como si la viviera. Raquel puede contarme mil historias y
todas parecen distintas pero a la hora de un poderoso balance, la historia era sólo una, la de Raquel
buscando infructuosamente ganarse la vida.

—¿Ganarle qué? —me preguntó Pablo el último día en el que le vi.

Ganarle simplemente con tenerla a sus pies, como estamos todos los que creemos que la cuestión se
resuelve con una profesión, una esposa, una casa y unos hijos.

La pelea de Raquel no era tan simple, tiene raíces profundas, de generaciones anteriores; sus genes se
arrastran con una raza de hidalgos. Raquel lo ha soportado desde siempre, por eso el día en que nació
no llegó cargando pan, sino que traía la desgracia en sus venas.
—Holiwis, ¿qué se cuenta? —preguntó Pablo apenas me contestó.

—Nada, recuerda que esta gente es un misterio pero sigo atento —informé.

—Entonces ¿para qué me llamaste? —dijo ofuscado.

—¿Qué horas serán? —le pregunté.

—Ni idea, bueno, en fin, me llamas si tienes más noticias —me dijo.

Raquel casi siempre lloraba por rabia, pocas veces la vi llorando por tristeza. Lo cierto es que no era
adicta al llanto, sólo recurrió al llanto en situaciones extremas.

A ella no le gustaba verse gorda por lo que siempre trataba de comer saludable y se pesaba cuando veía
que estaba inflada. Con el tiempo logró salir de ese problema alimenticio, con nutriólogas, etc.

Ahora la veo bien. Tiene más o menos la misma figura de cuando la vi por primera vez pero un poco más
adulta. Recuerdo que a veces mi mejor amigo y ella se peleaban porque ella besaba a sus víctimas antes
de matarlas.

—¡De verdad entiendo esa manía que tienes de besar a los muertos! —reprochaba Pablo.

—¿De qué muertos hablas? —respondió —Sí hago eso es para que tengan una linda muerte.

—Todavía no entiendo que tienen que ver los besos con la muerte.

Raquel bufó y subió hasta una habitación y cerró la puerta. Después de eso, los dos aprendimos a hablar
de la muerte con la misma naturalidad con que ella mataba.

Sinceramente, me metí con ellos porque los quería de verdad, porque no podía vivir sin estar con ellos, y
porque a esa edad quería tener aventuras y con ellos esas aventuras las tenía garantizadas.

Recuerdo con dolor el momento en el que dispararon a Pablo. Fue escalofriante. Por lo menos murió en
paz, lo enterraron en su lago favorito. Allí esparcimos sus semillas. Fue doloroso. Demasiado. Raquel en
ese tiempo estaba depresiva. Solo lloraba y lloraba.

Una noche estaba sin camisa en la cama con ella y noté que estaba despierta. Salimos de noche para
irnos hasta la estación de policías pero antes pasamos por Gordius para envolver nuestra adrenalina.

La notaba suelta, con muchas ganas de besarme con locura. Éramos pareja oficialmente y no me
importaba presumir ese logro. Pero esa noche mientras fui a por unos tragos, ella hizo de las suyas.

—Se nota que eres una perra —le dijo el hombre.

—No me jodas Valentín. Por favor, no te metas en mi vida —advirtió.

—Mira, tienes a tu Romeo triste porque estás con ese inútil —dijo él —Mejor vente conmigo para hablar
con él.
—¿Quieres una piruleta? —ofreció.

Parece ser que cuando ella abrió el paquete, había polvo y él se lo sopló en la cara. Se limpió los ojos
porque le ardían con ganas y vio que seguía ahí.

—Se nota que quieres jugar sucio —le dijo ella —Bésame anda, con lengua. Después me tocas todo el
cuerpo…

El hombre no entendía su cambio de actitud, pero obedeció. A medida que ella se lamía sus mejillas,
dejó un largo camino de besos húmedos por todo el cuello del hombre. Después, como ella se lo había
ordenado, llegó hasta su boca, sacó la lengua; mientras tanto había sacado la pistola de su cartera, puso
el arma en la barriga, y cuando Valentín chupó su lengua, disparó.

—A mi me respetas, cabrón —fue lo último que Valentín oyó. Guardó la pistola y llegó tranquila hasta la
mesa dónde estaba sentado.

—Vámonos —dijo.

Después de cuadrarlo todo con Dawson, el agente, volvimos a casa hechos polvo. Ella se durmió
plácidamente mientras escribía este capítulo.

Capítulo 4

Desde la ventana del hospital, Madrid se ve como un pesebre. Los edificios que estaban iluminados le
dan una apariencia de tinglado cosmopolita, dando a entender que el cielo tiene un aire de grandeza.

—Bajar por aquí es como ir a Miami —interpretó Raquel.

—¿Has estado en Miami? –le pregunté.

—Muchas veces —contestó —Unas por familia y otras para esconderme.

—¿Quién te invitó?

—Los únicos que me dan todo lo que quería.

La parte de la ciudad que le tocó a Raquel me impresionó tanto como a ella, con la diferencia de que yo
no pude compararla con ningún Miami, ni con ningún otro sitio que conociera.

A ella, la despertaron en su nuevo apartamento porque el otro tuvo que venderlo, con la noticia de que a
sus padres los han encontrado muertos y también que Pablito también había sido encontrado muerto.

—Necesito que me acompañes por favor —dijo entre sollozos —Si me quieres, hazme el favor.

Raquel estaba descompuesta; poseída por el dolor, lloraba a la vez que amenazaba de muerte a Dios.
Estaba armada. Tuve que parar el taxi y decirle que si no me entregaba la pistola no la llevaba. No me
hizo caso, se bajó e hizo detener a un taxi, rápidamente me bajé y la agarré. Luego, como si se hubiera
tomado algo, se tranquilizó.
—Me mataron al amor de mi vida y a mis padres —dijo.

—No me digas que es... —expulsé antes de que las lágrimas se esparcian por mis mejillas.

—Sí, a Pablo lo encontraron muerto —tras decir esas palabras, comencé a llorar como loco.

—Pablo —gritaba llorando —Pablo... ¿Porque? —me quedé en el suelo con las manos en el pantalón de
Raquel.

—Tenemos que ser fuertes —dijo también llorando —No te preocupes, que le vamos a hacer una
maravillosa despedida.

Cuando llegamos a la parte baja de su barrio, comenzó a guiarme. Ya estábamos en el laberinto, sólo
tenía que seguir sus instrucciones.

—Nos vemos mañana. Puedo seguir sola —dijo dándome otro abrazo.

Se bajó temblorosa, pálida, vencida por un miedo que no pudo esconder. Agarró con fuerza su carterita y
se chantó unas gafas para el sol que comenzaba a salir.

Se dio vuelta y comenzó a escalar una loma sin pavimento. Lo hacía con suavidad. Vi sus piernas
templadas, su trasero empinado, su figura erguida a pesar de estar cargando con su peor dolor. Alguien
desde una puerta la saludó.

Toda su vida me dolía como si fuera la mía. Verla sufrir me llenaba de tristeza, —Es muy fácil —me decía
—Sólo se necesita tener hombres y yo los tengo.

No era solamente cuestión de gente, también había que tener huevos para ser como Raquel, a mí solo
me quedaban ganas de seguir estando con ella a pesar de todos los enredos en que me metió, pero
tampoco necesitaba más dinero que hace mucho había perdido. Sin embargo, en lugar de acompañarla
en su nueva aventura, comencé a sentirme mejor estando cerca de ella.

A la semana de la noticia de la muerte de los padres de Raquel y la noticia de la muerte de Pablo, Raquel
me llamó a las tres de la mañana.

—¿Dónde estás? —le pregunté apenas reconocí su voz.

—Hoy enterramos a mis padres y a Pablo —me dijo.

—Dime dónde estás para alcanzarte.

—En realidad te llamaba para decirte que estaré fuera por unos días. Te prometo que cuando vuelva te
llamaré. Tienes mi palabra.

—¿No estarás presente en el entierro? —dije.

—Luego te cuento. En serio, ahora estoy ocupada sin ganas de hablar —dijo y colgó.
Siempre que le pasaba algo así, y fueron muchas veces, Pablo me juraba que iba a terminar con ella,
pero Raquel sabía cómo neutralizarlo, porque dejaba que soltese todo su enfurecimiento y después en
la cama ella se encargaba de volverlo loco.

—¡Lo que me molesta es que nunca me dice nada! –dijo Pablo furioso-. ¡Como si yo no existiera!

—Ella me dijo que te lo va a contar. Dale tiempo, por dios —le dije tratando de excusarla.

—¡Eso es todavía más raro!

—¿Qué cosa?

—¡Que te llamó a ti y no me llamó a mí!

Pablo tenía razón en eso. Pero él nunca tuvo la paciencia para sentarse a entender a Raquel. Tal vez
porque cuando empezó a tenerla solo para él, se acostumbró a lo inmediato, pero yo en cambio tenía
que imaginarla, estudié cada paso para tenerla cerca, la observé con cuidado para no cometer alguna
imprudencia, aprendí que había que ganársela de a poquito, y después de tanto examen silencioso logré
entenderla, acercarme a ella como nadie lo había hecho.

Un mes después de la llamada, apareció. Estaba delgada pero dejó ser la misma Raquel de la discoteca.
Había algo en su gesto que me asustaba. Me citó en un restaurante que quedaba cerca de su
apartamento, en la sección de comida rápida. La encontré comiéndose una crema vegana de verduras.
Tenía gafas oscuras y vestía bastante normal.

—Hola, bestie. ¿Cómo te encuentras? —dije después del saludo.

—Me siento horrible. Dile al camamero que traiga la cuenta.

—Me parece raro que te esfumas de la noche a la mañana, y después apareces así de la nada.

—No soy como otras chicas —dijo retándome.

—Estás muy rara.

—Pues entonces marcháte. Tampoco quiero hablar. Si te cité es para que me hicieses compañia, pero por
lo que veo, también estás en mi contra.

—En realidad vine porque quería verte. Te eché de menos durante todo el mes.

—Yo también —se limitó a decir.

Hubo un silencio entre nosotros. Después me miraron con disimulo. Yo no supe qué hacer, pero después
supe menos, porque cuando me iba a levantar vi que ella se iba hacia su apartamento.

-¡¿Para qué son los amigos?! ¿Para qué? —A través de sus gafas pude ver que lloraba —¡Si no puedo
contar contigo, entonces con quién! No te llamé para que me jodieras.
—Ya no me importan estar en la vida de nadie y menos en la tuya, ¿Estamos? No me importa nadie, a las
únicas personas que me importaban, me las mataron y a ti no te importa.

—Que sepas que una de esas personas es mi mejor amigo, joder. Raquel basta, vamos a tomar algo a
otro sitio.

—Quiero irme a casa.

La rabia y el llanto no la dejaron seguir. Quedó temblando ahogada en sus propias palabras, —Tu me
importas, Raquel —fue lo único que le dije. Y aunque yo lo pensé primero, fue ella la que me abrazó.

Capítulo 5

—¿Te quieres casar conmigo, Raquelita? —le propuso Pablo.

—Creo que te equivocas —le respondió ella.

—¿Por qué? Si nos queremos.

—Yo te amo pero no quiero que te cases con una sicaria.

Pablo ya me había hablado de sus intenciones, pero no le dije nada, primero porque conocía a Raquel, y
segundo porque la propuesta era más un acto de rebeldía que un acto de amor. La familia lo venía
presionando para que la dejara, le cortaron entradas y privilegios y comenzaron a tratarlo como a un
sospechoso.

—A mis padres no les gusta verme feliz —me contó.

Pero lo que me llamó la atención de la propuesta de Pablo, fue la respuesta de Raquel. Confirmé que
detrás de su belleza y su violencia, había un punto de vista sensato. Cada cosa que descubría en ella me
obligaba a seguirla queriendo.

—Entonces ¿qué? Te vas a casar, ¿sí o no?

—Qué va, ella no quiere —contestó.

La familia de Pablo pertenece a la monarquía de familias adineradas, era muy famosa como mi familia
pero mis padres eran más conocidos. Son de esas familias que en ningún lado hacen fila, tampoco le
pagan a nadie porque creen que el apellido les da crédito, casi siempre suelen hablar en inglés porque
creen que así tienen más clase, y quieren más a Estados Unidos que a España.

Pablo quiso entrar a la universidad pública para estudiar idiomas y periodismo, para rematar, para
rematar, les llevó a Raquel.

—Tiene clase pero es una criminal —le dijo su madre.

—No conoces su historia madre —respondió de mala gana.


Pablo nunca se atrevió a desafiarlos con un vínculo diferente al que sostuvo con ella. Y como casi
siempre sucede, ganó el esquema.

Después de Raquel antes de morir comenzó a ganar más dinero y comenzó a salir con una chica.
También se enteró que estaba sintiendo cosas por ella así que cogió sus maletas y se marchó dejando a
Raquel sola. Nunca imaginé eso de estar tanto tiempo en un hospital sabiendo que este tipo de lugares
me estresan como no tienes idea.

—En la operación, pudimos sacarle todas las balas pero ella necesita mucha rehabilitación —explicó el
doctor cuando le pedí que me tradujera el diagnóstico.

—¿Y que más?

—En unos meses le daremos de alta porque también la vemos un poco mal —dijo.

—Verás que ella va a salir de aquí cuando menos lo esperes —me dijo el doctor.

Raquel sintió el rechazo de la familia de Pablo desde el primer minuto. La señora no había hecho ningún
esfuerzo por disimularlo y a Raquel los nervios le destrozaron sus buenas intenciones.

-Cuando me vio, la señora arrugó la nariz —me contó.

La saludó con un «¿Cómo está, señorita?», y no volvió a pronunciar palabra hasta que se fue.

-¡Hija de puta! —repetió.

Cuando recordaba esa noche, apretaba los dientes. Apenas llegó a su casa me llamó.

—Si los hubieras visto —Casi ni podía hablar —Yo que me había comprado una ropa cara, fui a la
peluquería para que me dejaran preciosa y me dejaron lo más de bonita, parecía una reina. Me había
propuesto hablar poquito para no cagarla, hasta lo ensayé en el espejo. Hasta me tapé mis heridas con
unas cadenas lo más finas posible, mejor dicho, no me hubieras reconocido, pero apenas llegué, me sale
la madre de Pablo mirándome como si yo fuera un pedazo de mierda.

—¿Pablo que hizo en tu defensa? —le pregunté.

—Le tocó contestar por mí, porque yo no había preparado nada de lo que sus padres me preguntaron, y
con lo ahogada que estaba no pude volver a abrir la boca. Apenas todos terminamos de comer, la
primera que se paró fue su madre, no dijo nada y se fue de la fiesta, y después todos se fueron, y
solamente quedábamos Pablo y yo.

A cada palabra le ponía el dolor que sentía. Hacía una pausa de vez en cuando para madrear a la señora,
para hablar mal de los ricos, para cagarse en Dios y después seguía con su relato.

Esa noche me dijo que iba a mandar a la mierda a Pablo, que ella necesitaba personas que la amaran de
verdad y lo dejó, por eso Pablo decidió irse del país.
A mí, por el contrario, siempre hubo un «te lo dije» después de verla salir con Pablo. Siempre hubo un
«te lo advertí» cada vez que los escuchaba juguetear encerrados, cuando imaginaba en lo que acababan
sus juegos porque así me lo decía el repentino silencio de sus risas, el chirriar de la cama y uno que otro
quejido involuntario.

—¿Qué haces? —me preguntó.

Salía con una camiseta larga, sin nada debajo, con la sonrisa que se dibuja después de una sesión
sabrosa.

—Esperándote porque me aburro.

Ella salía a fumarse un cigarrillo porque a su ex-novio no le gustaba que ella fumara en la habitación.

—Pues bien por ti porque volveré arriba con tu amigo.

Capítulo seis

—¿Si te has fijado que muerte rima con suerte? —observó Raquel.

En esas semanas, le había enseñado mis libros de poesía, —Aprendes rápido —le dije.

Hubo un tiempo en que nos encerrábamos todo un domingo a fumar y a leer. Encontrábamos frases que
nos hacían creer que ya entendíamos el mundo, otras que nos cabeceaban y nos dejaban mudos, junto
a otras que nos hacían desternillar de la risa.

Ésas fueron épocas tranquilas, las de música y lectura. Pero hubieron otros domingos y otros encierros
de los que todavía no entiendo cómo salíamos vivos.

—Son sus amigos —deduje para mi mismo.

Tenían el pelo rapado, usaban unas camisetas tres tallas más grandes que les llegaban un poco más
arriba de la rodilla y abajo uno se encontraba con un par de tenis.

—Raquel me habla mucho de ti, loco —me dijo Federico, uno de sus amigos más leales —Dice que eres
el buenorro. A mí la gente que quiere a Raquel me cae bien —se sacó la chaqueta, —Ten, ponte esto
para que me ciudes a mi hermanita de cariño. Te doy esto para que la cuides con tu vida porque veo que
tienes cara de responsable —Estas hermoso —me apretó los pomúlos y me dio un beso en la boca.

Estuvo tocándome el pelo y diciéndome de cosas hasta que se fue con todos los demás. Cuando la
encontré tirada en la cama, me senté a su lado y me estiré quedando encima de sus piernas. Ella tocaba
mi pelo con suavidad.

—Federico estuvo detrás mío en toda la fiesta —le dije.

—Es normal. A él le gustan los chicos y al parecer le gustaste. Lo veo normal, eres hermoso —dijo ella
entre suspiros.
—Tu también lo eres. Bueno, ¿porque todos respetaban a Romeo? —pregunté.

—Pues porque era buenísimo con las motos. Además una vez nos salvó de una que si no hubiera sido
por él, estaría muerta. Claro que todo fue por la mala puntería, porque nos estábamos peleando y
aparte andábamos muy mal con la economía. Romeo comenzó a disparar y Fede ya no tenía balas,
solamente Romeo, entonces Fede le gritó: «¡Resiste loco!», y Romeo le empezó a contestar, pero en vez
de darle a él, disparó a otro que no habíamos visto.

Toda esta historia me interesaba porque así fue como conoció a los de la cúpula, acompañando a
Romeo, en los trabajos que les encomendaba La Oficina.

—Entonces, ¿cómo fue que llegaste hasta arriba? —volví a preguntar.

—La historia es larga —dijo.

Cuando se decidía a hablar, Raquel era parlanchina. Sus palabras tasadas eran una droga deliciosa y
adictiva. Lo curioso fue que al comienzo llegué a dudar que Raquel iba a seguir contándome sus
historias sangrientas, incluso en las primeras salidas su saludo se limitó a una sonrisa.

—No me has contado cómo fue que los conociste —le dije.

—Fue de camino a la discoteca —dijo con mala gana.

A Romeo y a Raquel les habían asignado en La Oficina una misión complicada. Les pagaron mucho dinero
para que el objetivo sea un éxito. Era que tenían que deshacerse de un político que le estaba
complicando la vida a sus jefes.

—¿Cómo se llama? —le pregunté.

—Se llamaba Alejandro —dijo.

Igual la misión fue todo un éxito. Ella pudo viajar con su ex novio y sus hombres y aunque nunca me
contó los pormenores del operativo, sí me dijo que todos habían viajado acompañados.

—Es que se ponían nerviosos por cualquier estupidez —me explicó —Nosotras somos las únicas que
podemos tranquilizarlos. Esa vez también nos pagaron a Deisy, que es mi mejor amiga y a otras que no
conocía. Todos viajamos separados y llegamos en distintas fechas, pero mi equipo y yo nos pudimos
encontrar en el mismo hotel. Nos hicimos pasar por parejitas en luna de miel. Fue bastante divertido
además de ser arriesgoso.

En cuestión de segundos no supe qué hacer con todas las palabras que imaginaba para ella. Esas
palabras eran de amor porque os recuerdo que estaba enamorado de ella y me preparaba para
decírselas algún día bajo una luna, frente a una playa, en el tono romanticón que a ella tanto le gusta.
¿De qué otra forma se puede hablar de amor?

—Estabas en lo del hotel —recordé.


—Como todos ellos no nos dejaban salir. Deisy y yo teníamos nuestros días de chicas. Los muchachos
salían temprano y volvían de noche. Yo me pasaba para el cuarto de Deisy o se pasaba por el mío. Lo
único que hacíamos era ver películas en el cable, comer vegano y hablar de chicos. Los muchachos
llegaban por la noche acelerados, y nunca nos contaban nada de lo que hacían, cada uno cogía para su
cuarto para que los mimáramos. Romeo llegaba como un loco, como si nunca hubiera estado conmigo —
suspiró —Por algo dejó de parecerme atractivo.

Muchas veces fui víctima de mi propio invento, porque al buscar que Raquel me contara sus historias,
me encontraba con detalles que hubiera preferido ignorar. Prefería imaginarla en sus intimidades.

—Deisy me contó que a su supuesto novio le pasaba lo mismo —prosiguió —Y que también durante
toda la noche no dormía y se mantenía despierto. Una noche nos dijeron que alistáramos todo porque
mañana nos íbamos a una finca.

—¿Y quién nos va a recoger, amor? —se le ocurrió preguntar a Deisy.

—A ti que te importa cotilla —Por lo menos agradece de que te traje aquí con tu amiguita —dijo
Federico.

—Denfendí a Deisy y por eso casi nos pillan. Después de eso Romeo decidió dejar de hablarme . Se armó
un escándalo horrible, hasta que tocaron la puerta y ahí nos quedamos paralizados, nadie hablaba ni se
movía.

—¿Todo bien? —preguntó el del hotel.

—Sí, todo bien no se preocupe —contestó Raquel.

—¿Porque se escuchan los ruidos? —volvió a preguntar el del hotel.

—Estamos viendo un vídeo en la televisión. No te preocupes, estamos bien —dije para calmarlo.

—Oímos a unas mujeres llorando.

—Es que las mujeres lloran por todo —aclaró Federico.

Casi siempre que Rosario me contaba algo de este calibre, interrumpía para prender un cigarrillo. Las
primeras fumadas las hacía en silencio, con la mirada puesta en un punto que no existía, detenida en
ese recuerdo que la obligaba a fumar.

—Nosotras no volvimos a preguntar nada y nos fuimos a dormir —dijo después de una pausa, —Los
muchachos se quedaron juntos tomando trago. Al otro día salieron muy temprano, ni Deisy ni yo nos
dimos cuenta de lo dormidas que estábamos. Como a las diez de la mañana apareció un chico joven que
nos trasladó a una finca enorme. La mansión estaba llenas de mujeres con bikinis, canchas de tenis,
caballos, cascadas, meseros, eso más bien parecía un club. Deisy y yo nos pusimos nuestros trajes de
baño y nos duchamos en la enorme piscina.

—Me imagino que veías hermosa —le dije.


—Siempre estoy linda —dijo ella —Siguiendo con la historia, los muchachos aparecieron a las doce de la
noche estando borrachos, pero se veían contentos, se abrazaban, y nos besaban a cada una, pidieron
más tequila y armaron una rumba que duró tres días.

Raquel para descansar su voz, se bebió agua y decidió dejar de fumar. Esa vez el silencio fue largo. A
veces incluso, como esa vez, cambiaba súbitamente de tema, y de una bala pasaba a una canción, de
una muerte a un comentario sobre los calores que estaban haciendo en Madrid. Era mejor no insistir,
tocaba esperar el próximo capítulo con paciencia, hasta que la protagonista decidiera volver a escena.

—Qué calores los que están haciendo aquí en Madrid —dijo después del silencio.

—Esto se está volviendo tierra caliente —respondí.

Era cierto que la ciudad se había «calentado». Ya estábamos hasta el cuello de muertos. Tratábamos de
acostumbrarnos, pero el ruido de cada explosión cumplía su propósito de no dejarnos salir del miedo.

—No he podido descifrar por qué, pero eres distinto a todo el mundo.

Aunque no me sirvió de nada, Raquel también aprendió a conocerme con sus conclusiones espontáneas.
Tuve el privilegio de ser el único al que le descubrió nuevas facetas, el único al que le hizo preguntas de
adentro, el único en que esculcó para encontrar lo que nunca le dieron, pero se asustó con el hallazgo,
los dos nos llenamos de miedo esa noche cuando volvimos a cerrar lo que abrimos como si nunca lo
hubiéramos visto.

-No enredemos más las cosas, parcero –me dijo esa noche. Yo cerré los ojos, lo único que se me permitió
tener abierto desde entonces y pensé en lo tonto que había sido y en que ya era muy tarde, porque las
cosas no podían estar más enredadas.

Capítulo siete

Capítulo once

"Si ojos tienen que no me vean, si manos tienen que no me agarren, si pies tienen que no me alcancen,
no permitas que me sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta, no permitas
que mi sangre se derrame, Tú que todo lo conoces, sabes de mis pecados, pero también sabes de mi fe,
no me desampares, Amén"

Ese era su rezo antes de cometer crímenes. En estas semanas, Raquel ha estado en pruebas de
rehabilitación afuera del hospital por lo que pude estar esas semanas con mi familia porque los dejé muy
abandonados.

—Mami —la abracé.

—¿Dónde estuviste estos meses, cariño? —preguntó dejándome pasar a casa.

—Estuve en el hospital porque dispararon a Raquelita.


—Esa era la novia de Pablo, ¿no tiene que estar el en el hospital? —se quejó.

—Mamá, Pablo murió hace más de un año y medio —dije apartando esos pensamientos.

Ella se quedó en silencio, —Lo siento hijo, no lo sabía. ¿Ella está bien? —prosiguió.

—Sí, está en Valladolid haciendo pruebas para volver a caminar —expliqué.

En el tiempo que estuve con mi familia, pude volver a trabajar con mi hermana, reordenar tareas
pendientes y volver a construir mi vida poco a poco. También estuve en contacto con la enfermera sexy
que iba a visitar a menudo.

En ese tiempo, he cumplido con amarla y respetarla. ¿Porque gasto mi tiempo estando enamorado de
Raquel? Igual, ella es mi mejor amiga. No tendría que preguntarme esas cosas.

—Bestie —recordé con una sonrisa, —Mi bestie.

También aproveché para dormir mucho. Cuando estaba en el hospital no podía pegar ojo durante meses.
También no comía. Así que fui a la cocina a prepararme algo de comer antes de irme a escribir y después
a leer.

Por la ventana, una niebla madrugadora nos deja sin montañas, borra con miedo el pesebre y los barrios.
Volvamos al pasado mientras preparo mi comida. Horas antes de que mataran a Pablo, me habían
devuelto a Raquel después de la temporada de crímenes. Pablo la había dejado en su apartamento y me
llamó.

—Cuidala, ella es nuestra nenita —dijo —Tengo que ir a dar un recado y vuelvo en unas horas a ver a mi
niña. Te amo bestie.

Raquel estaba tan despistada que dejó la puerta abierta y cuando pude entrar, la encontré con una
camisa larga gris de algodón puro, con sus piernas al descubierto y sin zapatos.

Al sentirme, se giró y volvió a mirar hacia la ventana exhalando el humo del cigarro. Con solo verme las
lágrimas se sobrepasaron por sus mejillas, notando que de verdad estaba triste.

—Ivan —me dijo ella y se arrojó en un abrazo pero como siempre, se veía irremisiblemente perdida.

La cubrí, la llevé hasta la cama y la arropé con una manta super poderosa. Busqué con la mano algún
rastro de fiebre en sus mejillas, pero como no encontré que tuviese fiebre, le acaricié el pelo hacia atrás,
le hablé dulcemente con el tono de niño pijo que ella a veces me decía que era horroroso, pero no podía
evitar hablarle así para que saque una sonrisa.

—Te juro que me siento harta de pertenecer al mundo del narcotráfico —apenas podía hablar.

—Yo te voy a cuidar, no te preocupes.

—Te prometo que dejaré esta vida, bestie, porque esto me hace daño porque me está matando. Los voy
a dejar a ellos, además, dejaré de ser mala.

—Tú no eres mala, si todo el colegio te amaba es por algo —concluí.

Le pedí que no hablara más para que pudiese descansar. Entonces cerró los ojos obedeciendo, y la vi tan
pálida, tan consumida, tan escasa que no pude evitar imaginarme a ella estando muerta, pero aparté
esos innecesarios pensamientos porque me recorrió un pavor inmenso que me hizo apretar sus manos y
después me incliné hacia ella para darle sin inhibición un beso en la frente.

Ahí sentí que estaba tomando aire nuevo, el buen aire con el que ella soñaba, el de sus nuevos
propósitos, pero luego noté que soltó mi mano y que descansaba, la arropé hasta el cuello, cerré todas
las cortinas, y caminé sigiloso hasta la puerta, pero no fui capaz de irme sin despedirme, luego iba a
enfadarse y no quería pelear por ella por algo estúpido. Me senté a su lado viendo cómo ella estaba en
el quinto sueño durmiendo como un dulce angelito.

—Te quiero mucho, Raquel —le dije en voz alta, pero con la enorme seguridad de que estando tan
dormida ya no me escuchaba.

Por la culpabilidad que sentía de dejarla sola, me quedé con ella varios días mientras solucionaba
algunos conflictos con agentes de la TEA que perseguían hasta las garras a Raquel y pude librarme del
bando de Romeo.

Igual, tenía un plan pero eso íbamos a dejarlo para después. ¿Fue fácil? No, para nada. Eso me tomó
meses, pero cuando pude lograr llegar a un acuerdo con los policías, me sentí feliz. Fueron días difíciles.
Porque ella extrañaba a Pablo, Romeo murió y yo solo era su mejor amigo.

Ella se hundía con la nostalgia, las ganas de morirse pero trataba de animarla siempre porque tendría
que estar feliz, —Mi familia no me quiere porque soy una criminal —decía ella llorando.

—Ellos te aman aunque lo seas porque tienen que quererte seas como seas.

—Quiero irme con mis padres al cielo. Me lo merezco.

—Si tú te vas, estaré solo y triste.

Ella trató de decir algo pero no lo dijo hasta horas después. Por la mañana nada más despertarse, oí
como se arreglaba divertida para correr a mi oficina.

—Ivan... quiero decirte que me gustas. Me pareces un hombre respetuoso, y que ha logrado…

—¿Te puedo besar?

—Claro que sí.

Ella corrió hasta mí para estampar sus labios contra los míos, la agarré e hice que diera vueltas estando
feliz. Desde ahí éramos novios pero no nos atrevimos a besarnos tanto porque en esas horas tuvimos
otra sesión sabrosa.
—Te amo, Ivan.

—Yo también, Raquel.

Después de la sesión sabrosa era momento de volver a la marcha. Aún nos quedaban cosas por resolver
y queríamos ser ya personas libres. Cómo nos enteramos que la policía estaba cerca, tuvimos que dejar
ese apartamento, para irnos a otro.

—Tiene que haber salida. La famosa luz al final del túnel, ¿verdad amor? —dije.

—Es lo mismo.

—No logro entenderte.

—A ver, te explico, no te preocupes. La famosa luz no alumbra nada distinto a lo que había cuando
entramos al túnel.

Uno de los nuestros va a revisarlo y en efecto, lo que dice ella es verdad. No hay una gran diferencia
entre los paisajes de entrada y de salida. Entonces sólo queda la mentira como única motivación.

—Si el túnel es tan largo, podemos entrar con lluvia y salir con sol, eso sí se puede hacer sin problema.

—Entonces, ¿Quién me garantiza que no vuelva a llover? —dijo en tono sarcástico.

Eso me recordó a las ballenas que eran testarudas porque no querían regresar de dónde venían: el mar.
Por más que yo intentaba arrastrarla hacia la luz, ella era ayudada por el peso de un compañero y yo
pero el problema es que ella buscaba hundirse más, como si eso fuera un propósito.

Finalmente acepté que no podía hacer nada por ella, que mi única alternativa era estar a su lado y
esperar a que al menos rebotara en su caída. Ella es mi tesoro y no iba a dejar que se hundiera. Después
de muchas horas, abrimos las ventanas.

—Tendremos que limpiar todo —dijo ella.

Se metió a la cocina y vi cómo salía de la cocina con la aspiradora, trapos, además de tener muchas
escobas con sus recogedores, se recogió el pelo, se tiró un trapo sobre el hombro, y se dispuso a
enchufar el aparato. De ahí me preparé para ayudarla y acabar con esto rápido. Me entregó los utensilios
y logró conectar la aspiradora. Me quedé shock viéndola limpiar.

Nunca pensé que iba a verla haciendo algo tan noble como limpiar tu casa. Pero no me sorprende
porque también en mi casa lo hago con mi nana.

—Los voy a matar.

—¡¿Qué pasó, Raquel?!

—¡Secuestraron a Deisy!
En medio de sus gritos estaba como loca, cada vez estaba peor. Sentí mucho miedo pero con un beso
nítido la pude tranquilizar.

—Mañana mismo los mato a todos de un disparo y salvamos a mi mejor amiga.

—Pero me prometes que te vas a tranquilizar.

A la noche siguiente, cada uno fue a ducharse a un lavabo diferente. Días antes nos dedicamos a
planificar la misión para que todo saliera bien. Nunca antes, ni después, habíamos estado el uno con el
otro, ni siquiera en nuestras noches juntos.

Eran las cuatro de la mañana cuando nos terminamos de duchar. Ella se vistió con un top verde con un
short del mismo color con unos guantes que le cubrían todo el antebrazo, después llegaba unas botas
altas de color verde también con una peluca de rubia.

En el coche estuvimos escuchando a Harry Styles, porque me dijo que era uno de sus cantantes favoritos
en el mundo. Después de cantar a todo pulmón Falling con nuestras estupendas voces estuvimos
hablando de otras cosas.

—¿Si te has dado cuenta de que hago daño a mis padres aunque ellos estén muertos? —observó.

—Tranquila que pronto saldrás de este mundo para que vuelvas a ser la reina del colegio —le recordé
esa etapa y ella sonrió.

Ella respiró hondo, —Me inscribí en el internado Fontana Negra —dijo y me quedé asombrado —Siento
que es momento de ponerme a estudiar algo que me gusta porque me he dado cuenta de que quiero ser
escritora.

—Te amo. Cuentas conmigo, amor.

Ella pasó su mano por mi rostro para decirme que me ama. Cuando llegamos al sitio dónde
supuestamente estaba encerrada su amiga, decidimos implementar el plan de llegar a un acuerdo con
los enemigos de Romeo después de salvarla.

Romeo en ese momento estaba de viaje y cuando ese hombre está fuera del país, se desconecta de todo
así que teníamos vía libre.

—Si tienen ojos que no vean, si manos tienen que no me agarren, si pies tienen que no me alcancen, no
permitas que nuestra sangre se derrame, tú que todo lo conoces y sabes de mis pecados pero sabes de
mi fe, no me desampares, amén —dijimos entre los dos.

Ahora sí llegó el momento.

La casa estaba desolada y la puerta estaba medio abierta por lo que pudimos entrar fácilmente. Para
poder acabar con esto más rápido, deicidimos ir por caminos diferentes.

—Tú vas por la derecha y yo por la izquierda —indicó.


Rápidamente noté los disparos y con el arma que ella me dió pude disparar a todas las personas que se
me ponían enfrente. Pude pelear, golpear, cortar cuellos y dejar que la sangre saliera de sus cuerpos.

Fui hasta la sala de instalaciones para activar una alerta y varios hombres salieron disparados con
muchas armas. Dejé mi arma en el suelo y con la mano pude hacer que dos cayeran al suelo a la vez, cogí
mi arma y los disparé.

Después, pensando en angelitos disparé a todos los demás. Fui corriendo hasta dónde estaba Raquel y la
ayudé. Nos escondimos para que no nos disparen. Cada dos segundos íbamos disparando.

—En esa puerta está Deisy, ve por ella mientras me encargo de estos —ordenó.

Entré a la puerta gracias a disparé al tomo de la misma puerta. Deisy era una chica alta con un cuerpo
esbelto, rubia de ojos marrones con unos labios perfectos y unos dientes perfectos.

—Hola, por favor, quítame esto —indicó.

—Tranquila, no te va a pasar nada —dije.

—Gracias por esto. ¿Eres el novio de Raquel? —interpeló.

—Si, venga vamónos —ordené.

Cuando salimos, Raquel disparó a alguien más y cuando vió a Deisy hizo caer su pistola y las dos
rompieron a llorar.

—Amiga, te extrañé, ¿Qué te pasó? —preguntó ella de camino al coche.

—Romeo me mandó a secuestrar porque al parecer le parecía linda —explicó.

—No te preocupes, que ahora mi novio y yo nos encargaremos de matarlo —expulsó.

Al llegar a la empresa de Horacio, propietario de una empresa ilegal archienemigo de Romeo desde
siempre. A la señal de Raquel, guardamos nuestras armas y ella entró a la oficina. Ella rápidamente me
dio la señal para que vigilara. Igual podía ver todo lo que pasaba dentro.

—Hola hermosa —dijo Horacio.

—Bueno… mi nombre es Jimena y quiero hacer negocios contigo. He oído que odias a Romeo Madrigal
—ofreció.

Madrigal era el último apellido de Romeo.

—No te preocupes que yo me encargo de matarlo —dijo y ella se echó a reír.

—Mira baboso lo que quiero es ver a ese man muerto —explicó —Tú me das lo que quiero yo a cambio
te entrego a mi amorcito —le dijo apuntándole con una pistola.
—¿Qué quieres? —interrogó.

—Quiero ser la jefa de todo esto. Además, te estoy dando un ofertón —debatió —Este negocio es para
suplantar tu identidad, ¿no, bestie? —ella se echó a reír —¿Qué pensaría tu esposa y tu hija de que no
eres lo que ellas piensan? —hizo cara de bebé —Mira o aceptas hacer el negocio o le digo a tu esposa
que eres un delincuente —amenazó.

—Con ellas no te metas cabrona —dictaminó.

—Entonces acepta mi propuesta. Tan fácil cómo eso —dijo.

—Se que eres Raquel Villa, una tremenda perra inútil pero tranquila, no creas que aceptaré tu propuesta
a menos que me hagas un trabajo —ofreció.

—No haré ningún trabajo, tienes que marcharte ahora porque sino te pego un tiro en la frente.

Ese hombre se fue pero antes de irse, —Veo que no lo aceptas así que vete despidiéndote de tu vida
cabrón —disparó.

Corrimos hasta las oficinas principales y pusimos todo patas arriba. Ella se coronó la reina del mundo
como toda una diosa.

—Ahora aquí soy la jefa. Vuestro jefe está muerto por lo tanto, necesito que cuadren un encuentro
mañana —miró a la chica que escribía en el ordenador —Hermosa. Porfa, llama a los ejecutivos y diles
que mañana tienen una reunión conmigo —antes de irnos ella dijo unas últimas palabras —Todo esto se
queda aquí. No vayáis de cotillas.

Wow. Raquel si que es una fiera. En esos días, estuvimos escapando de la policía hasta que fue en un
evento especial dónde estaba Logan.

Capítulo ocho

—Logan va a ser mi última victíma —Después nos iremos de vacaciones o a vivir a Miami.

Raquel había recuperado su belleza y nuevamente la palidez le dio paso a su color mestizo. Había vuelto
a sus encantos, a sus bluyines apretados, a sus camisetas ombligueras, a los hombros destapados, a su
sonrisa con todos los dientes. Había vuelto a lo que era antes, pero distinta, más exquisita, más dispuesta
para la vida, más deliciosa para quererla, pero ése era, precisamente, el único aspecto que no cambiaba,
cómo no quererla si cada día la quería más, si con su nueva actitud se parecía más a lo que yo soñaba, a
lo que siempre esperé de ella. Cómo quererla y no perderme, cómo dejar de ser su «parcero» y
volverme exclusivo, imprescindible, parte, motivo, necesidad, alimento para Rosario. Cómo hacerle saber
que mis abrazos tenían ganas de quedarse cerrados para siempre, que mis besos en su mejilla querían
deslizarse hasta la boca, que mis palabras se quedaban a medias; cómo explicarle que ya la había tenido
muchas noches y que la había paseado por mi existencia, imaginándomela en mi pasado y contando con
ella para el resto de mi vida. Sin embargo, aún viéndola nueva, con planes y propósitos, aún sabiendo a
Emilio culo arriba, a Ferney cada vez más lejos de sus intenciones y a los duros de los duros
escondiéndose del gobierno, aún así el dilema seguía, y así todo cambiara, todo para mí seguía igual,
como el primer día en que me desperté asustado, dizque enamorado de Rosario Tijeras. Lo que al
comienzo fue un encierro tormentoso, se convirtió en unas vacaciones que uno hubiera querido para
siempre. Sin salir del apartamento, sentía que salía a pasear con Rosario de la mano, me sentía, al
escuchar su voz con su nuevo tono, en medio de una pradera verde con brisa fresca, con los brazos
abiertos y al igual que una cometa esperando viento. Quería que así siguiera la vida, sin intrusos, sin los
inoportunos habitantes que vivían en Rosario. Llegué hasta perdonarme por desear perdido a mi mejor
amigo, por descuidar a mi familia, por haber abandonado todo por una mujer, pensaba que valía la pena
toda mi entrega, antes que traidor e ingrato me sentía redentor, que por obrar en nombre del amor se
me perdonarían todos los daños. Después supe que el perdón había llegado por conmiseración, porque
a quienes les fallé entendieron el error que yo no veía por ser parte de él, pero que no tardé mucho en
ver, porque después de tantas noches boquiabierto escuchando a Rosario deleitarse con sus propias
historias, con sus planes y sus sueños, después de muchos abrazos para comprometerme en sus buenos
propósitos, después que la creía recuperada de sus males, después, una noche nos despertó el teléfono
y yo contesté, precisamente yo para que no quedara ninguna duda de mi error, contesté y fui a su cuarto
a despertarla.

-Es una mujer –dije todavía esperanzado en que fuera una equivocación-. No dijo quién era.

-Rosario encendió su lámpara de noche y se quedó pensativa; yo creí que se estaba dando tiempo para
despertarse, pero su entumecimiento tenía que ver exclusivamente con la llamada.

-Pasámela –dijo finalmente, y después, lo peor-: Cerré la puerta.

Yo colgué mi extensión con ganas de no hacerlo, quería corroborar el motivo de mi zozobra, pero no me
permití algo tan directo; me decidí por algo menos atrevido y me paré al lado de su puerta a escuchar,
pero no fue mucho lo que capté, solamente una serie de «sí... sí...sí» que a medida que escuchaba me
deslizaban hacia el piso, donde terminé, a ras con mi ánimo, después de tantos síes y después de un
fulminante «deciles queya voy para allá». La sentí prender luces, abrir cajones y puertas y hasta escuché
la llave del baño. No recuerdo cuánto tiempo pasó antes que saliera en carrera con su bolso de viaje, con
las llaves del carro en su mano, tan distraída y presurosa que no me vio echado a su puerta como un
perro. No se despidió ni dejó nota, de todas maneras no me hicieron falta esos detalles, no necesitaba
ninguna explicación, la vida había retomado su curso.

-Otra vez –me dije, sin poderme parar.

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