Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
capítulo 48
Perú
Voy a vivir el momento
Marc Anthony
–Es de cabra, señora –dijo la amable mujer que se la había traído. Optó por
un jugo de frutas.
Los paisajes eran espectaculares sobre el Valle Sagrado de los Incas, en medio
de lugares que fusionaban lo milenario y la más pura emoción de aventura. El
tramo que harían era Calca, Urubamba, Huarán. Hacía calor. Les dieron los
chalecos salvavidas y las instrucciones. El rafting era un trabajo en equipo. El
guía explicó en español y en italiano que, según los rápidos del río, había que
remar de un lado en un sentido y del otro, en el contrario cuando deseaban
girar. Él era experto y les indicaría.
Era tranquilo, seguían las órdenes. Reían, hablaban entre ellos en ambos
idiomas. Hasta que el primer rápido los sorprendió. Primero se empaparon,
luego la fuerza que debían hacer para remar era terrible. Los debilitaba la
risa. ¡Destra! ¡sinistra! Todos se divertían incluso Gina. Sus compañeras la
animaban. Los hombres, algunos jóvenes y otros no tanto, estaban en grupo,
se conocían y eran muy alegres. Disfrutaban. La tarea de llegar a destino fue
:
titánica. Atravesaron varios rápidos. Les dolía el cuerpo por el esfuerzo físico.
Luego almorzaron en medio de ese paraíso recordando anécdotas del día. De
regreso al hotel, Gina no podía levantar los brazos en la ducha para lavarse el
cabello: los rápidos se habían quedado con toda su energía y le habían dejado
mucho dolor muscular. Tomó un analgésico.
Supuso que la enseñanza era que no había que bajar los brazos, pero ¿cómo?
Esa noche se durmió contenta. Había conocido una Gina que no hubiera sido
capaz de imaginar ni en sus mejores sueños. Podía ser parte de una aventura
y disfrutarla. Había logrado actuar sin conocer los resultados de nada. La
notaria lograba el cambio que la mujer le imponía a su equilibrada vida.
Durante esos días Gina no quiso comunicarse ni con sus hijos ni con
Francisco. Solo había hablado brevemente con su madre y largo rato con
María Dolores. Se sentía juzgada por los demás y no deseaba exponerse a
eso. Extrañaba a Parker y a Chloé con desesperación. También, al chequear la
cotización en alza del dólar, llamó a Alicia para que les avisara a unos clientes
que la notaría no les cobraría honorarios por su trabajo. La demora era
imputable a la otra parte, pero no obstante preocupaba a Gina. Así los
comparadores de esa propiedad estarían más tranquilos.
Algunas horas después, abrió los ojos. Su cuerpo le recordaba cada segundo
de las aventuras vividas. Comenzó a reírse sola de sí misma. Paul llamó.
–Rota. Literalmente mi cuerpo debería ser descartable. No hay una sola parte
de él que no me duela –rio–. ¡Estoy hecha un desastre! Con una coleta de
caballo, sin maquillar, cansada y todo el día en calzado deportivo. Fueron
muy atinadas mis compras en Nueva York.
–Así sucede. Bueno, debo dejarte. Arréglate un poco. ¡Uno no sabe dónde
puede encontrar el amor de su vida!
:
–Por Dios, Paul. No estoy para citas. Luego de mi excursión a Machu Picchu,
iré pensando en regresar.
–¿Quieres hacerlo?
–No…
Gina no quería girar. La voz. Esa voz la había captado por completo hasta
:
aislar cualquier otro sonido del espacio. El tono era el más seductor que había
escuchado en toda su vida. Quería que continuara hablando. En un instante
imaginó un hombre irresistible, al siguiente no le importaba su imagen, solo
quería oírlo.
La latía el corazón. ¿Qué sucedía con ella? Nada ni nadie le había atraído
desde su separación, ni siquiera le había llamado la atención. Sin embargo,
allí detrás de ella el magnetismo de una voz la había hipnotizado. Justo
cuando iba a responder una mano se posó sobre su hombro.
Una energía eléctrica le erizó la piel. Se desconoció. Tomó valor y giró. Fue
entonces cuando sus ojos vieron la sonrisa del dueño de la voz.
–No, claro que no– respondió. Pero no se levantaba para irse. Quería que
siguiera hablando, no importaba de qué. Se hubiera quedado absorta
mientras le leía la Biblia. Era un hechizo. Además, tenía una mirada dulce.
Jamás antes le había sucedido algo así. Su cuerpo se despertó enviando
señales de alerta, de ganas, de energía viva y de oportunidad a cada una de
sus terminales nerviosas.
–Bueno, creo que solo tenemos tres opciones. O se queda usted con mi
reserva lo que implicaría no cumplir una promesa para mí, o se retira, o
compartimos la cena. ¿Qué prefiere?
Gina sentía que ese hombre podía ver los latidos de su corazón asomando por
la paradójica frase “Choose life”. No le importaba. Solo deseaba que
continuara hablando.
:
–Creo que podemos compartir la cena –respondió–. Al escucharse, pensó que
desde su llegada a Cuzco era la primera noche que salía a cara lavada. Lo
lamentó. Se sintió atrevida. ¿Estaba bien cenar con un extraño por su voz?
¿De qué hablarían? Las dudas se le vinieron encima, iba a levantarse cuando
recordó las palabras de la anciana y se detuvo. Él se sentó enfrente de ella sin
dejar de observarla.
Gina perdió la noción del tiempo y de la situación. ¿Era esa la voz del destino
que la llevaría a su felicidad?
Ir a la siguiente página
: