Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Nace Hume en Edimburgo en 1711 y muere en la misma ciudad en 1776. Tras abandonar la
carrera de Leyes viajó a Francia y allí recibió influencias de racionalistas como Malebranche
(discípulo de Descartes), también está fuertemente marcado por el empirismo de Locke.
A pesar de ser considerado uno de los filósofos más importantes en lengua inglesa, nunca
obtuvo ninguna cátedra universitaria y tuvo que trabajar como bibliotecario.
Sus obras principales son el Tratado sobre la naturaleza humana1 y la Investigación sobre el
entendimiento humano. Ambas obras pretenden establecer lo que pretende ser el cometido de
la filosofía, ser una ciencia de la naturaleza humana.
Hume consideraba que la labor de la filosofía era ser una ciencia de la naturaleza humana que
sirviera como base para todas las demás ciencias, esto es así porque cada científico (físico,
biólogo…) se ocupa de su propio campo de estudio dando por hecho que conocemos, pero es
la filosofía la que debe estudiar hasta dónde puede conocer el ser humano.
Es por este motivo que la filosofía deberá ser la ciencia que investigue los procesos psíquicos
por los que el hombre va formando ideas y conociendo, pero, además, el filósofo escocés
afirma que esta ciencia también debe estudiar qué es lo que lleva al hombre actuar, por lo que
la ciencia de la naturaleza humana será teoría del conocimiento, por un lado y ética por otro.
Todo nuestro conocimiento tiene por objeto las percepciones pero nunca la realidad, es por
esto que el empirismo es una forma de inmanentismo2, es decir, cuando nosotros conocemos,
conocemos percepciones, pero no la realidad extramental.
A esto hay que añadir que todo nuestro conocimiento deriva de la experiencia sensible, lo que
implica que no tenemos ideas innatas (tal como defendía Descartes) sino que vamos
1
En las PAU la lectura de Hume objeto de examen es el Abstract o Resumen del Tratado sobre la
naturaleza humana.
2
El inmanentismo es una posición propia de la filosofía moderna que niega la posibilidad de conocer la
realidad y defiende que solo conocemos nuestras propias ideas, percepciones, etc.
elaborando todas nuestras ideas a partir de los sentidos y de distintas leyes de asociación de
ideas.
Así pues, las percepciones, que constituyen todo nuestro conocimiento, son solo estados de
conciencia inmanentes y se dividen en dos clases:
De lo que acabamos de decir podemos concluir que la diferencia entre impresiones e ideas no
es otra que la mayor fuerza y vivacidad de las primeras frente a las segundas.
A lo anterior hay que añadir que las percepciones (impresiones e ideas) pueden ser simples (si
son captada por un sentido) o complejas (si son captadas por varios sentidos o si son ideas de
la imaginación resultado de combinar varias ideas).
Toda esta clasificación elaborada por Hume es algo característico de muchos empiristas
británicos (Locke ya hizo algo parecido) y recibe el nombre de psicologismo, que es el estudio
de los procesos psicológicos por los que desde la experiencia sensitiva vamos elaborando ideas,
incluso ideas muy abstractas.
Hume considera que la imaginación crea ideas, pero su modo de operar no es totalmente
arbitrario sino que obedece a una serie de leyes asociativas. Él las reduce a tres:
- Semejanza: asociamos ideas entre sí por el parecido que guardan entre ellas (el retrato
de una persona nos lleva a pensar en ella, sin que tengamos una impresión actual).
- Contigüidad en el espacio y en el tiempo: asociamos ideas por la relación que existe en
el espacio (una imagen de Coliseo nos lleva a pensar en Roma), o en el tiempo (el
relámpago nos lleva a pensar en el trueno), sin que haya impresiones presentes y
actuales de esas dos ideas.
- Causa y efecto: asociamos ideas entre sí porque aparecen conjuntadas (unidas) como si
estuvieran conectadas, de este modo la imaginación considera que si se produce una,
necesariamente se producirá la otra como efecto de la anterior.
Así pues, concluye Hume, todas las ideas que no cumplen con el principio de la copia son fruto
de la imaginación que las crea a través de una de estas tres leyes de asociación, por lo tanto,
debemos considerar dichas ideas como falsas.
A partir de lo expuesto hasta ahora, dedica Hume una parte de su obra a analizar la idea de
sustancia, idea clave en la filosofía cartesiana.
Descartes define sustancia como “aquello que es de tal modo que no necesita de nada, excepto
de Dios para existir”. Así, Hume afirma que nosotros tenemos la idea de sustancia como la de
una realidad estable e independiente de las impresiones, pero la pregunta es de qué impresión
deriva dicha idea y como no podemos señalar la impresión que la ha causado, debemos
considerarla fruto de la imaginación.
A continuación, el filósofo pasa a analizar las tres sustancias defendidas por el racionalismo:
3
No obstante, Hume intenta suavizar este agnosticismo recurriendo a la utilidad de la creencia en Dios y
en la religión para la vida en sociedad.
- La idea de sustancia pensante o yo: consideramos que detrás de las percepciones
(impresiones e ideas) hay un sujeto o yo que las recibe o produce, sin embargo, no
tenemos ninguna impresión de dicho yo. Sí que sentimos frío, calor, alegría, pena…
pero no tenemos ninguna impresión de un yo como algo diferente de las impresiones,
luego la idea de sustancia pensante o yo es un invento de nuestra imaginación.
Tras este análisis exhaustivo de la idea de sustancia vemos como el empirismo de Hume acaba
tornándose un escepticismo, pues concluye que no podemos conocer el mundo, ni a Dios ni
siquiera al yo pues todo conocimiento queda reducido a impresiones.
Una vez Hume establece el principio de la copia y lo aplica a su crítica de la sustancia, el autor
pasa a analizar los dos tipos de conocimiento que desarrolla nuestra naturaleza y los reduce a
dos:
Si nos centramos en la relación causa – efecto que, como hemos visto ya, es una ley de
asociación de la imaginación, vemos que nuestra experiencia lo único que observa son hechos
que aparecen conjuntados, pero al ver que habitualmente sucede lo mismo, nuestra
imaginación concluye que siempre pasará así, pero no lo hemos comprobado todavía.
Cuando observamos la supuesta relación causa – efecto lo único que observamos son
fenómenos que aparecen conjuntados, pero no observamos ningún tipo de conexión que nos
permita afirmar que uno es causa del otro.
Además, plantea Hume que para que la relación de causalidad sea un conocimiento válido,
tendría que ser una relación de ideas o una cuestión de hecho, pero si nos fijamos bien, la
relación de causalidad no es una relación de ideas, pues si lo fuese tendríamos que conocerla
de forma independiente a la experiencia y eso es imposible. El filósofo recurre a un ejemplo
para ilústralo: Adán4 en toda la plenitud de sus facultades era incapaz de inferir a priori que el
agua de un río era capaz de ahogarle, necesitó de la experiencia de ver quizá algún animal
ahogarse para saber que el agua podía resultar letal. De este modo, si la relación causal fuese
una relación de ideas Adán tendría que poder establecerla sin recurrir a la experiencia y eso no
es posible. La causalidad tampoco es una cuestión de hecho, pues la experiencia, como hemos
dicho, solo nos muestra hechos conjuntados, pero no conectados causalmente. Es más la
misma relación causal es invisible para nosotros, pues si analizamos las cualidades sensibles de
un objeto, no encontraremos nada en él que nos indique que es causa o efecto de nada. Aquí
el pensador recurre al juego del billar y muestra que en la primera bola no hallamos nada que
nos indique que sea causa del movimiento de la segunda bola.
Por último, decir que la relación de causalidad tendemos a aceptarla como si fuese una
relación necesaria (y ya hemos visto que no es una relación de ideas) pero nuestra imaginación
puede concebir multitud de efectos distintos sin que implique una contradicción, volviendo al
juego del billar, podemos imaginar que la bola impacte en la segunda y la segunda permanezca
inmóvil volviendo la primera en línea recta a su punto de partida.
La pregunta que se hace ahora Hume es de dónde sale la tendencia que nos mueve a esperar
que lo experimentado en el pasado se seguirá repitiendo en el futuro y la respuesta es que hay
un principio de la naturaleza humana llamado hábito o costumbre que nos lleva a esperar que
en relación a las cuestiones de hecho hay una relación causal necesaria que hará que en el
futuro suceda igual a como ha venido pasando hasta el presente.
Este principio de la naturaleza humana no nos aporta más que creencia y probabilidad, pero no
certeza, aunque el mismo Hume admite que es muy útil para nuestra naturaleza.
7. La existencia de la realidad.
Queda un último punto por aclarar en relación con nuestro conocimiento y es si podemos
afirmar la existencia de la realidad, pues Hume afirma ya desde el principio que nosotros solo
conocemos percepciones, ya sean impresiones o ideas, pero nunca conocemos la realidad que,
supuestamente está detrás de las impresiones. Entonces, la pregunta que resta es: ¿podemos
conocer la realidad más allá de nuestras impresiones? La respuesta es no, pues la realidad es
algo que queda fuera de nuestro conocimiento. El mismo filósofo afirma que aunque nos
4
Recordemos que Adán, el primero hombre, antes del pecado original tenía la plenitud de sus facultades
al no estar su naturaleza herida por el pecado, luego tenía una inteligencia perfecta, de ahí que Hume
recurra a este ejemplo.
vayamos a los límites más lejanos del universo, nunca daremos un paso fuera de nosotros
mismos.5
Sobre la existencia de la realidad lo único que nos queda es la creencia de que las impresiones
son causadas por una realidad exterior, pero no podemos tener conocimiento ni certeza de su
existencia.
A modo de conclusión, esta ciencia de la naturaleza humana que Hume quería establecer nos
lleva a concluir que el conocimiento es un conocimiento limitado al sujeto y a sus impresiones,
dejando de lado la posibilidad de la ciencia experimental al convertirla en un conjunto de
proposiciones más o menos creíbles o probables.
8. El emotivismo moral.
Al inicio del tema hemos visto que la ciencia de la naturaleza humana pretendía estudiar al
hombre en cuanto a su conocimiento y en cuanto a su obrar. Tras ver la teoría del
conocimiento, pasamos a ver la concepción ética de Hume que ha sido denominada
emotivismo moral, veamos por qué.
Para Hume, la base de las distinciones morales no es ningún tipo de ley natural sino el
sentimiento que despierta en nosotros determinadas acciones. Así, frente a unos actos,
sentimos atracción y frente a otros, rechazo, calificando a los primeros de virtuosos o buenos y
a los segundos, de malvados.
Para explicarlo, Hume recurre a un ejemplo. Dice que imaginemos un asesinato intencionado.
Si lo analizamos, no veremos en el hecho nada que nos indique su maldad o su bondad, solo
podremos observar sentimientos, deseos… pero nada que califique el hecho moralmente. La
calificación moral viene dada del sentimiento de rechazo que produce en nosotros al
identificarnos con la persona asesinada.
Este sentimiento moral, afirma Hume, funciona fundamentalmente igual en todas las personas,
por lo que ante los mismos actos se suscitan los mismos sentimientos morales.
5
Esta postura, propia de la filosofía moderna se fundamenta en el principio de inmanencia que niega la
posibilidad de conocer algo exterior al propio sujeto, pues en la medida en que lo conocemos, pasa por
el propio sujeto y es imposible conocer algo al margen de nuestra mente. En definitiva, nunca
accedemos a la realidad
6
A esta simpatía correspondería lo que actualmente denominamos empatía.