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Estudios sobre la histeria- 1893

PSICOTERAPIA DE LA HISTERIA 
 

Cuando intenté  aplicar a una serie mayor de enfermos el método de Breuer para la curación de síntomas histéricos por vía de busca y
abreacción en la hipnosis, tropecé con dos dificultades, persiguiendo las cuales di en modificar tanto la técnica como la concepción. 1)
No eran hipnotizables todas las personas que mostraban síntomas inequívocamente histéricos y en las cuales, con toda probabilidad,
reinaba el mismo mecanismo psíquico. 2) Debí tomar posición frente al problema de saber qué, en verdad, caracterizaba a la histeria y
la deslindaba de las otras neurosis.

Hasta donde se podía hablar de una causación por la cual las neurosis fueran adquiridas, la etiología debía buscarse en
factores sexuales.

Llegué a la conclusión de que la neurastenia respondía en verdad a un monótono cuadro clínico en el que no desempeñaba ningún
papel un “mecanismo psíquico”. De la neurastenia se separó tajantemente la neurosis obsesiva, en la que se pudieron discernir un
complejo mecanismo psíquico, una etiología semejante a la histérica y una vasta posibilidad de reducirla mediante psicoterapia.

La neurosis de angustia sobreviene por la acumulación de una tensión psíquica que es, por su parte, de origen sexual; tampoco esta
neurosis tiene un mecanismo psíquico.

El método catártico es harto capaz de eliminar cualquier síntoma histérico, mientras que, como fácilmente se averigua, es por
completo impotente frente a los fenómenos de la neurastenia y sólo rara vez, y por unos rodeos, influye sobre las consecuencias
psíquicas de la neurosis de angustia.

Hay una segunda barrera para la eficacia del método catártico: no influye sobre las condiciones causales de la histeria, y por tanto no
puede impedir que en lugar de los síntomas eliminados se generen otros nuevos.

El método catártico no pierde valor por ser sintomático y no causal.

Etiología de las neurosis à su génesis las más de las veces está sobredeterminada.

Mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una fuerza que contrariaba el devenir-conciente (recordar) de las
representaciones patógenas. Se me ocurrió que esa podría ser la misma fuerza psíquica que cooperó en la génesis del síntoma
histérico y en aquel momento impidió el devenir-conciente de la representación patógena.

Unas representaciones patógenas, olvidadas y llevadas fuera de la conciencia, eran de naturaleza penosa, aptas para provocar los
efectos de la vergüenza, el reproche, el dolor psíquico, la sensación de un menoscabo: eran todas ellas de tal índole que a uno le
gustaría no haberlas vivenciado, preferiría olvidarlas. De ello no se desprendía, como naturalmente, la idea de la defensa.

Ante el yo del enfermo de había propuesto una representación que demostró ser inconciliable, que provocó una fuerza de repulsión del
lado del yo cuyo fin era la defensa frente a esa representación inconciliable. Esta defensa prevaleció de hecho, la representación
correspondiente fue esforzada afuera de la conciencia y del recuerdo, y en apariencia era ya imposible pesquisar su huella psíquica.
Empero, esa huella tenía que estar presente. Cuando yo me empeñaba en dirigir la atención hacia ella, sentía como resistencia a la
misma fuerza que en la génesis del síntoma se había mostrado como repulsión.

El no saber de los histéricos era en verdad un no querer saber, más o menos conciente, y la tarea del terapeuta consistía en superar esa
resistencia de asociación mediante un trabajo psíquico, mediante un esforzar, orientar la atención de los enfermos hacia las huellas de
representación buscadas.

Con este propósito yo me sirvo en primer término de un pequeño artificio técnico. Anticipo al enfermo que le aplicaré enseguida una
presión sobre su frente; le aseguro que mientras dure esa presión y al cabo de ella, verá  ante sí un recuerdo en forma de imagen, o lo
tendrá en el pensamiento como ocurrencia, y lo comprometo a comunicarme esa imagen o sea ocurrencia, cualquiera que ella fuere.
Es signo de una defensa lograda que las representaciones patógenas hayan de aparecer como de tan escasa sustancia en su
reafloramiento; de ahí uno puede inferir en qué consistió el proceso de la defensa: en tornar débil la representación fuerte, arrancarle el
afecto.

La perduración de la resistencia del enfermo se muestra en que los nexos permanecen desgarrados, faltan las soluciones, las imágenes
recordadas acuden no nítidas e incompletas.

La histeria se genera por la represión, desde la fuerza motriz de la defensa, de una representación inconciliable; de que la
representación reprimida permanece como una huella anémica débil (menos intensa), y el afecto que se le arrancó es empleado para
una inervación somática: conversión de la excitación. Entonces, justamente en virtud de su represión, la representación se vuelve
causa de síntomas patológicos, vale decir, patógena ella misma. A una histeria que muestre este mecanismo psíquico se le puede
adherir la designación de histeria de defensa.

Las más de las veces no se tiene un síntoma histérico único, sino un conjunto de ellos en parte independientes entre sí, en parte
enlazados. No se debe esperar un único recuerdo traumático y, como su núcleo, una única representación patógena, sino que es preciso
estar preparado para encontrarse con series de traumas parciales y encadenamientos de ilaciones patógenas de pensamiento.

El material psíquico de una histeria así se figura como un producto multidimensional de por lo menos triple estratificación:

En primer lugar estuvieron presentes un núcleo de recuerdos en los cuales ha culminado el momento traumático o halló su plasmación
más pura la idea patógena. En torno de este núcleo hallamos una muchedumbre de un material mnémico de diversa índole que en el
análisis es preciso reelaborar y presenta, como dijimos, un triple ordenamiento.

Primero, es inequívoco un ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada tema singular.

Una segunda manera de ordenamiento: estratificados de manera concéntrica en torno al núcleo patógeno. Son estratos de resistencia,
creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales se extienden los temas
singulares. Los estratos más periféricos contienen, de diversos temas, aquellos recuerdos (o fascículos) que se rememoran con
facilidad y fueron siempre claramente concientes; cuanto más hondo se cala, con mayor dificultad se disciernen los recuerdos
aflorantes, hasta que, en la proximidad del núcleo, se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aun en la reproducción.

Un tercer tipo de ordenamiento, el más esencial y sobre el cual resulta más difícil formular un enunciado universal, es el ordenamiento
según el contenido de pensamiento, el enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, enlace al cual en cada caso puede
corresponderle un camino irregular y de múltiples vueltas. Ese ordenamiento posee un carácter dinámico, por oposición al
morfológico de las dos estratificaciones antes mencionadas.

Es imposible instalarle al enfermo nada acerca de las cosas que presuntamente él no sabe o influir sobre los resultados del análisis
excitándole expectativas.

Si en virtud de una resistencia el enfermo dilata mucho la declaración, la tensión de la sensación se vuelve insoportable y, si uno no
puede esforzar la declaración, sobreviene realmente el síntoma. Así se cobra una impresión plástica de que el síntoma remplaza a una
acción psíquica (aquí la de declarar), tal como lo afirma para la histeria la teoría de la conversión.

Obstáculo externo à Este caso sobreviene cuando el vínculo del enfermo con el médico se ve perturbado, y significa el más enojoso
obstáculo con que se pueda tropezar. Si esa relación de la enferma con el médico es perturbada, también se deniega su buena
disposición; cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, a la enferma se le cruzará la conciencia de los cargos que se
han acumulado contra aquel. Hasta donde llega mi experiencia, ese obstáculo sobreviene en tres casos principales:

1. El de una enajenación personal, cuando la enferma se cree menospreciada


2. Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado a la persona del médico, perder su autonomía, y
3. Cuando la enferma se espanta por trasferir a la persona del médico las representaciones penosas que afloran desde el
contenido del análisis. La trasferencia sobre el médico acontece por enlace falso.
Las neuropsicosis de defensa- 1894
Comenzaremos por presentar la modificacion que nos parece indispensable introducir en la teoria de la neurosis histérica. Según Janet,
la disociación de la conciencia es un rasgo primario de la modificación histérica, y depende de una debilidad congénita de la capacidad
de síntesis psiquica, o sea de una angostura del campo de conciencia. Según Breuer es base y condicon de la histeria la existencia de
singulares estados de conciencia, estados hipnoides. Es una disociación adquirida secundaria, motivada porque las representaciones
surgidas en los estados hipnoides se hallan excluidas del comercio asociativo con los restantes contenidos de la conciencia.
En algunos casos, la disociación del contenido de la conciencia es consecuencia de una volición del enfermo, iniciada por un esfuerzo
de voluntad. La intención del enfermo es otra, y no llega a cumplirse, acarreando una disociación.
En otra forma de la histeria, la disociación es insignificante o nula. Casos en los que solo perdura la reaccion a estimulos traumaticos y
que pueden ser curados por derivación del trauma (Isabel de R), puras histerias de retención.

A los fines de nuestro estudio de las fobias y las representaciones obsesivas, sólo nos interesa una tercer forma de histeria, la de
defensa, distinta de las hipnoides y de retención.
Las dos pacientes analizados habían gozado de salud hasta el momento en que surgio en su vida un caso de incompatibilidad de
representación, que al despertar un afecto penosisimo movieron al sujeto a decidir olvidarlos, no juzgandose con fuerzas para resolver
la contradicción entre su yo y la representación. Tales representaciones florecen casi siempre, en sujeto femeninos, en el terreno de la
sexualidad.
La labor que el yo se plantea de considerar como non arrivée la representación intolerable es insoluble para él; ni la huella mnemica ni
el afecto inherente pueden desaparecer. Pero lo equivalente es debilitar la representación, despojandola del afecto. La representación
asi debilitada no aspirará a la asociación. Mas la magnitud de estimulo de ella separada habra de encontrar otro empleo.
Hast aquí muestran la histeria, las fobias y las obsesiones iguales procesos. Pero en la histeria, la representación intolerable queda
hecha inofensiva por la transformación de su magnitud de estimulo en excitaciones somaticas, conversión.
El yo consigue con ello verse libre de contradicción; pero en cambio carga con un simbolo mnemico que en calidad de inervación
motora o sensación alucinatoria habita como un parasito en la conciencia y perdura hasta que tiene lugar una conversión opuesta. La
huella mnemica no desaparece por ello, sino que forma a partir de aquí el nodulo de segundo grupo psiquico.
Constituido tal nodulo de una disociación histerica en un momento traumatico, crece luego en otros momentos, a los que podemos
llamar momentos traumaticos auxiliares, en cuanto una nueva impresión de igual genero consigue traspasar las barreras alzadas por la
voluntad, aportar nuevo afecto a la representación debilitada e imponer por algun tiempo el enlace asociativo de ambos grupos
psiquicos hasta que una nueva conversión restablece la defensa.
La excitación, impulsada por un falso camino (inervacion somatica) retrocede entre tanto hasta la representación, de la que fue
separada, y fuerza entonces al sujeto a su elaboracion asociativa o a su descarga en ataques histericos, como lo prueba la conocida
antitesis, formada por los ataques y los sintomas permanentes.
Consideramos pues como el factor caracteristico de la histeria no la disociación sino la facultad de conversión.

Cuando en una persona de disposición nerviosa no existe la aptitud de la conversión y es emprendida para rechazzar una
representación, la separacion de la misma de su afecto, este tiene que permanecer existiendo en lo psíquico. Se adhiere luego a otras
representaciones no intolerables, a las que este falso enlace convierte en representaciones obsesivas. Es directamente comprobable
que: la fuente de la que nace el afecto falsamente enlazado es la vida sexual; y que surgio cuando el esfuerzo de voluntad por rechazar
la representación alcanzó su intención.
Para el enlace secundario dl afecto devenido libre puede ser utilizada cualquier representación que sea susceptible de conezion con un
afecto de la cualidad dada o tenga con la intolerable ciertas relaciones, funcionando como subrogado. La angustia devenida libre se
enlaza asi a las comunes fobias primarias de los hombres, animales, tormentas, oscuridad.
Pero hay aun otra forma de defensa mucho más energica, consistente en que el yo rechaza la representación intolerable conjuntamente
con su afecto y se conduce como si nunca hubiesen llegado a él. Queda entonces el sujeto sometido a una psicosis, locura alucinatoria.
El yo se separa de la representación intolerable, pero esta se halla unida a un trozo de realidad, y al desligarse de ella se desliga
tambien de la realidad.
La idea auxiliar de montante de afecto tiene todas las propiedades de una cantidad, aunque no se pueda medir. Algo susceptible de
aumento, disminución, desplazamiento y descarga, que se extiende por las huellas mnemicas de las representaciones como una carga
electrica por la superficie de los cuerpos.

Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa- 1896


En el trabajo anterior, el acento estaba colocado en el concepto de defensa o represión, aquí se examina mucho más de
cerca aquello contra lo cual se hace operar la defensa, y llega a la conclusión de que el factor causante es una vivencia
sexual de índole traumática (en la histeria una experiencia pasiva, en las obsesiones una activa). La causa última es
siempre la seducción de un niño por parte de un adulto; el suceso traumático tiene lugar antes de la pubertad, por más que
el estallido de la neurosis se produzca luego de ésta.
Etiología específica de la histeria: Breuer y yo hemos declarado que los síntomas de la histeria sólo se vuelven inteligibles
reconduciéndolos a unas vivencias de eficiencia “traumática”, y que estos traumas se refieren a la vida sexual. Es preciso
que éstos correspondan a la niñez temprana, y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales
(procesos semejantes al coito).
No son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático, sino sólo su reanimación como recuerdo, después que el
individuo ha ingresado en la madurez sexual.
Dudo de que una pasividad sexual después del octavo año, y hasta el décimo, pueda posibilitar una represión si esta última
no es promovida por una vivencia anterior. En cuanto al límite inferior, llega hasta adonde alcanza el recuerdo.
Todas las vivencias y excitaciones que preparan u ocasionan el estallido de la histeria en el periodo de vida posterior a la
pubertad sólo ejercen su efecto, comprobadamente, por despertar la huella mnémica de esos traumas de la infancia, huella
que no deviene entonces consiente sino que conduce al desprendimiento de afecto y a la represión.
En la primera comunicación quedó sin esclarecer cómo el afán de la persona hasta ese momento sana por olvidar una de
aquellas vivencias traumáticas podía tener por resultado que se alcanzara realmente la represión deliberada y se abriesen
las puertas a la neurosis. Ello no podía deberse a la naturaleza de la vivencia, debía admitirse que la aptitud para la
reacción histérica ya existía antes de este. Tal predisposición histérica puede remplazarse por el efecto póstumo del
trauma infantil sexual. Sólo consiguen reprimir el recuerdo de una vivencia sexual de la edad madura aquellas personas en
quienes esa vivencia es capaz de poner en vigor la huella mnémica de un trauma infantil.
Las representaciones obsesivas tienen de igual modo por premisa una vivencia sexual infantil. La etiología de las dos
neuropsicosis de defensa presenta el siguiente nexo con la etiología de las dos neurosis simples (neurastenia y neurosis de
angustia): éstas son efectos inmediatos de las sexuales mismas, y las dos neurosis de defensa son consecuencias mediatas
de influjos nocivos sexuales que sobrevinieron antes del ingreso en la madurez sexual.

La etiología de la histeria- 1896


En la etiología de histeria un factor que el enfermo no menciona nunca y solo a disgusto acepta es la disposición hereditaria. Charcot
ve en la herencia la única causa verdadera de la histeria y considera como meras causas ocasionales todos los demás factores dañosos.
Hay mejores posibilidades de llegar a la etiología de la histeria con mayor independencia de los datos del enfermo. Se puede partir de
los síntomas. Breuer dice que los síntomas de la histeria derivan su determinación de ciertos sucesos de efectos traumáticos vividos
por el enfermo. Ha de emplearse su método para dirigir la atención del sujeto desde el síntoma a la escena en la cual y por la cual
surgió, y una vez establecida una relación entre ambos elementos, se consigue hacer desaparecer el síntoma. Para lograr esto tal escena
debe cumplir dos condiciones: ha de poseer adecuación determinante y fuerza traumática suficientes. El problema es que lo mas
frecuente es tropezarse con otras tres posibilidades: puede suceder que la escena a la cual nos conduce el análisis y en la que el
síntoma apareció por primera vez se muestra inadecuada para la determinación del síntoma, no ofreciendo su contenido relación
alguna con la naturaleza del mismo. O bien, el suceso traumático, ofrece dicha relación con el síntoma, pero se nos presenta como una
impresión normalmente inofensiva e incapaz de tal efecto. O por ultimo, se trata de una escena traumática tan inocente como ajena al
carácter del síntoma histérico analizado.
Cuando el análisis de un síntoma lo refiere a una escena traumática, carente de las condiciones señaladas, el efecto terapéutico es nulo.
Surge así un nuevo método: sabemos por Breuer que existe la posibilidad de resolver los síntomas histéricos cuando nos es dado a
hallar el camino que conduce al recuerdo de un suceso traumático. Ahora bien, si el recuerdo descubierto no responde a nuestras
esperanzas, debemos continuar avanzando por el mismo camino, ya que detrás de la primera escena traumática podría esconderse el
recuerdo de otra que satisfaga mejor nuestras aspiraciones, y cuya reproducción aporte un mayor efecto terapéutico, hallándose así una
concatenación asociativa. Esto puede repetirse varias veces, hasta que se consiga llegar, por fin, desde el síntoma histérico a la
autentica escena traumática.
Cuando la primara escena descubierta es insatisfactoria decimos al enfermo que tal suceso no explica nada, pero que detrás de él tiene
que esconderse otro anterior importante, y siguiendo la misma técnica le hacemos concentrar su atención sobre la cadena de
asociaciones que enlaza ambos recuerdos: el hallado y el buscado. La continuación del análisis conduce entonces siempre a la
reproducción de nuevas escenas.
La cadena de asociaciones posee siempre más de dos elementos, y las escenas traumáticas no forman series simples, sino conjuntos
ramificados. Pues en cada nuevo suceso actúan como recuerdos dos o mas anteriores.
Las diversas concatenaciones asociativas siguen al principio cursos regresivos independientes, pero presentan múltiples
ramificaciones. Partiendo de una escena se alcanzan simultáneamente dos o tres recuerdos, de los cuales, surgen a su vez,
concatenaciones laterales, cuyos distintos elementos pueden hallarse enlazados asociativamente con elementos de la cadena principal.
El resultado principal de esta consecuente prosecución del análisis consiste en descubrirnos que en todos los casos y cualquiera que
sea el síntoma que tomemos como punto de partida, lleguemos al terreno de la vida sexual. Quedaría así descubierta una de las
condiciones etiológicas de los síntomas histéricos.
Así, una vez alcanzada la convergencia de las cadenas mnémicas llegamos al terreno sexual y a algunos pocos sucesos acaecidos en un
mismo periodo de la vida; esto es en la pubertad. De estos sucesos hemos de extraer la etiología de la histeria y la comprensión de la
génesis de los síntomas histéricos. Tales sucesos traumáticos son de carácter sexual y acaecieron en la pubertad. Pero presentan gran
disparidad y valores diferentes en cada sujeto. En algunos casos se trata de sucesos que se reconocen como intensos traumas, otras
veces se trata de sucesos singularmente nimios.
Los histéricos son seres especiales en los que el horror a la sexualidad, que en la pubertad desempeñan normalmente cierto papel,
aparece intensificado hasta lo patológico y subsiste duraderamente, o sea son personas que no pueden satisfacer psíquicamente las
exigencias de la sexualidad.
Hay que buscar la determinación de los síntomas en escenas anteriores, obrando así, llegamos a la primera infancia, esto es, a una edad
anterior al desarrollo de la vida sexual, circunstancia a la cual se enlaza una renuncia a la etiología sexual.
Las reacciones anormales que son de orden sexual, con las que nos sorprenden los histéricos en su pubertad, tienen como base tales
sucesos sexuales de la infancia, que serian de naturaleza uniforme e importante.

II-
Antes del empelo del análisis no saben los pacientes nada de tales escenas y suelen rebelarse cuando se les anuncia su emergencia.
Mientras atraen a la conciencia tales sucesos infantiles, sufren las más violentas sensaciones, avergonzándose de ellas y tratando de
ocultarlas, y aun después de haberlas vivido de nuevo, intentan negarles crédito.
Hay casos en los que se obtiene una curación total o parcial sin tener que descender a los sucesos infantiles, y otros, en los que no se
consigue resultado alguno hasta alcanzar el análisis su fin con el descubrimiento de los traumas más tempranos. Los primeros ofrecen
el peligro de una recaída, en cambio un análisis completo permite la curación radical de la histeria.
Las experiencias sexuales infantiles, como la estimulación de los genitales, actos análogos al coito, etcétera, han de ser considerados
como aquellos traumas de los cuales parten la reacción histérica contra los sucesos de la pubertad y el desarrollo de síntomas
histéricos.
Cuando se trata de relaciones sexuales entre 2 niños, se consigue a veces, alcanzar la prueba de que el niño había sido antes seducido
por una persona adulta de sexo femenino e intentaba repetir luego con otro infante, bajo la presión de su libido, prematuramente
despertada, aquellas practicas que le habían sido enseñadas. Sin una previa seducción no es posible para el niño emprender el camino
de la agresión sexual. De este modo, la base de las neurosis serian constituidas siempre por personas adultas, durante la infancia del
sujeto, trasmitiéndose luego los niños entre si la disposición a enfermar mas tarde de histeria.
Habrá de tenerse en cuenta tres factores:
- la constitución hereditaria y personal,
- la importancia interna de los sucesos sexuales infantiles,
- y su acumulación.
La histeria puede ser atribuida a un conflicto psíquico, en el que una representación intolerable provoca la defensa del yo e induce a la
represión. La defensa consigue su intención de expulsar de la conciencia la representación intolerable cuando la persona de que se
trata, sana hasta entonces, integra en calidad de recuerdos inconscientes, escenas sexuales infantiles, y cuando la representación que ha
de ser expulsada puede ser enlazada, lógica o asociativamente, a tal suceso infantil.
A los enfermos se los cura de su histeria haciendo concientes sus recuerdos inconscientes de las escenas infantiles. Tales escenas han
de existir en calidad de recuerdos inconscientes y solo en cuanto y mientras lo son pueden crear y mantener síntomas histéricos.
Los sucesos sexuales infantiles constituyen la condición de la histeria, si bien no crean inmediatamente los síntomas histéricos, sino
que permanecen en un Principio inactivos, y solo actúan de un modo patógeno ulteriormente, al ser despertados como recuerdos
inconscientes en la época posterior a la pubertad.
Para la producción de un síntoma histérico es necesario que exista una tendencia defensiva contra una representación penosa; esta
representación ha de hallarse enlazada lógica y asociativamente con un recuerdo inconsciente.

III-
Una determinada series de fenómenos, como el deseo doloroso de orinar, dolor a defecar, trastornos intestinales y vómitos,
demostraron ser también en el análisis, y con frecuente regularidad, derivaciones de los mismos sucesos infantiles.
La reacción de los histéricos solo aparentemente es exagerada; tiene que parecérnoslo porque no conocemos sino una pequeña parte de
los motivos a que obedece. Esta reacción es proporcional al estímulo excitante y, por tanto, normal y psicológicamente comprensible.
En la histeria, una mínima mortificación actual ha despertado los recuerdos de múltiples e intensas ofensas anteriores, detrás de las
cuales se esconde aún el recuerdo de una grave ofensa jamás cicatrizada, recibida en la infancia.
En los histéricos conservan su eficacia todos los sucesos a los que ya han reaccionado con tanta frecuencia y tan violentamente,
pareciendo estos enfermos incapaces de llevar a cabo una descarga de los estímulos psíquicos. Hay en esto algo de verdad. Pero no ha
de olvidarse que los antiguaos sucesos vividos por los enfermos actúan al ser estimulados por un motivo actual como recuerdos
inconscientes.
La importancia etiológica de los sucesos sexuales infantiles no aparece limitada al terreno de la histeria, extendiéndose también a la
neurosis obsesiva e incluso a la paranoia crónica y a otras psicosis.
Todos los casos de neurosis obsesiva han revelado un fondo de síntomas histéricos, en su mayoría sensaciones y dolores, que podían
ser referidos a los más antiguos sucesos infantiles.
Las representaciones obsesivas se revelan siempre como reproches, disfrazados y deformados, correspondientes a agresiones sexuales
infantiles, siendo por tanto, mas frecuentes en los hombres que en las mujeres, y desarrollándose en aquellos con mayor frecuencia
que la histeria.
El carácter activo o pasivo del papel desempeñado por el sujeto en las escenas sexuales infantiles ejerce una influencia determinante
sobre la elección de la neurosis posterior.
Sobre la psicogenesis de un caso de homosexualidad femenina- 1920
Una muchacha de 18 años ha despertado el disgusto y preocupación de sus padres por el cariño con el que persigue a uan señora de la
buena sociedad, 10 años mayor, de mala reputación. La muchacha no discute tales afirmaciones, pero no se deja influir por ellas.
Los padres ignoran hasta donde pueden haber lelgado las relaciones de su hija con aquella. No han observado nunca en la muchacha
interes algunos hacia los jóvenes.
Dos aspectos de su conducta despiertan la contrariedad de sus padres: la imprudencia con la que se muestra públicamente en compañía
de su amiga, y la tenacidad con que recurre a toda clase de engaños para facilitar y encubrir sus entrevistas con ella. Exceso de
franqueza y a la vez de disimulo.
Un dia sucedió que el padre encontró a su hija acompañada de la señora en cuestión, y les dirigio una mirada colérica. La dama,
altamente disgustada, le ordeno que se separe de ella y no volviera a buscarla. Luego se separaba la muchacha de su amiga para
arrojarse al foso del tranvia.
El padre era un hombre serio, respetable, cariñoso, aunque la severidad le habia alejado de sus hijos. Al tener conocimiento por
primera vez las inclinaciones homosexuales de la muchacha ardio en colera e intento reprimirlas con amenazas. Estaba decidido a
combatirla por todos los medios, acudiendo a Freud.
La posición de la madre no resultaba tan transparente. Mujer joven aun, que no renunciaba a gustar. No tomaba tan tragico el capricho
de su hija, sólo lo referente a su exposición.
La muchacha no estaba enferma, no sufría ni se lamentaba por su estado. No sólo habia elegido un objeto femenino, ademas habia
adoptado una actitud masculina.
Habia pasado en sus años infantiles por el C de E. Comenzaba luego a sustituir a su padre por uno de su hermanos, poco menor que
ella. No habia padecido de sintomas neutoricos. Teniendo 13 o 14 mostró una cariñosa preferencia por un chiquillo de 3 años, de lo
que se deduce que se hallaba dominada por el deseo de ser madre. Pero poco después se le hizo indiferente aquel niño, y comenzo a
mostrar un agudo interes por las mujeres maduras.
Queda convertida entonces en homosexual. Un suceso fue decisivo para la comprensión del caso, un tercer hermano nacido cuando
ella tenia 16. El analisis revela que la dama objeto de su amor era un sustituto materno. Aunque el carácter de aquella señora
recordaba a la sujeto la personalidad de su hermano mayor.
¿Cómo explica el nacimiento de un hermano tal suceso? El deseo de tener un hijo era conciente, pero no era conciente que lo deseaba
de su propio padre. No fue ella quien recibio el niño, sino su madre. Frustrada, se aparto del padre y del hombre. Se transformó
(identificó) en hombre (padre) y tomo como objeto a la madre. Se agrego que esta ultima aun gustaba de ser cortejada por los
hombres, con lo que al hacerse homosexual, le dejaba campo libre.
Esta era, finalmente, un medio para vengarse de su padre. La madre se mostraba tolerante, como reconociendo el favor. El padre ardia
en colera, como si entendiera la intencion vengativa. Su dama coincidia con un tipo particular de eleccion de objeto en el hombre:
mujer en pareja, liviana, merecida de compasión y salvación.
La tentativa de suicidio significaba una realización de aquel deseo cuyo incumplimiento la hizo homosexual: el de parir (ir abajo,
parir) por causa de su padre. Se suma que su amiga la rechazaba igual que el padre. En el suicidio tambien intentaba matar a su padre,
con el que se hallaba identificada, e igualmente a la madre, por haber tenido el hijo que ella quería.

Al principio del tratamiento produjo la sujeto una serie de sueños que pueden ser considerados como una transferencia positiva, y
como una revivisencia del primitivo amor al padre. En ellos, la sujeto se mostraba heterosexual. Pero Freud no prestó fe a esos sueños.
Dice que pretendian engañarlo y ganarse su estimacion, solo para vengarse mejor luego. De manera que tambien lo inconsciente puede
mentir. ¿Cómo podemos edificar sobre sus interpretaciones? Porque el sueño no es lo inconciente, es su forma fundida.

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