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Comparación entre parálisis motrices orgánicas e histéricas

Las parálisis histéricas se caracterizan por:


--Nunca afectan a un solo músculo, salvo el caso que ese músculo sea el instrumento único de una
función, y en cuyo caso corresponde a una parálisis de representación, en donde el órgano
paralizado es la representación vulgar del área afectada.
-No está sometida a la regla de que el segmento periférico es siempre más afectado que el segmento
central, común en las parálisis motrices orgánicas
- La histeria es una enfermedad de manifestaciones excesivas, que tiende a producir sus síntomas
con la mayor intensidad posible.
-En la afasia histérica, el enfermo no puede producir ninguna palabra.
-La histeria se comporta en su parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no existiera. Es
ignorante de la distribución de los nervios y toma los órganos en un sentido vulgar. La pierna es la
pierna, el brazo es el brazo, etcétera.
-En pocas palabras, la parálisis histérica es de una delimitación exacta, y una intensidad excesiva.
- La lesión en las parálisis histéricas es la inaccesibilidad a la concepción del órgano o de la función
para las asociaciones del yo conciente. Es una alteración puramente funcional y está causada por la
fijación de dicha concepción en una asociación subconciente con el recuerdo del trauma, y que esta
concepción no devenga libre y accesible hasta que el valor afectivo del trauma psíquico no haya
sido eliminado por la reacción motriz adecuada o por el trabajo psíquico conciente.

Las parálisis orgánicas se caracterizan por:


- La naturaleza de la lesión desempeña un papel secundario, al contrario que en la parálisis histérica.
En las lesiones orgánicas lo importante es la localización y la extensión.
- Cuando hay debilitamiento de funciones, la más afectada a consecuencia de la parálisis siempre es
la función más compleja
-En la afasia orgánica, el enfermo siempre conserva algunas sílabas.

La Neuropsicosis de Defensa

En el complejo sintomático de la histeria, se puede decir que hay una escisión de la


conciencia con formación de grupos psíquicos separados. La escisión de conciencia es un rasgo
primario de la alteración histérica.
La escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del
enfermo, esos pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que
sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se
presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso
que la persona decidió olvidarla.
En personas del sexo femenino, tales representaciones inconciliables nacen las más de las
veces sobre el suelo del vivenciar y el sentir sexuales.
Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación
intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa
representación débil dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo; empero, la suma
de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo. En la histeria, el modo de
volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación, para
lo cual yo propondría el nombre de conversión
La conversión puede ser total o parcial, y sobrevendrá en aquella inervación- motriz o
sensorial que mantenga un nexo, más íntimo o más laxo, con la vivencia traumática.
El yo ha conseguido así quedar exento de contradicción, pero, a cambio, ha echado sobre sí
el lastre de un símbolo mnémico
Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos
La histeria tiene como origen un fenómeno que se produjo muy atrás en el tiempo. Es una
vivencia que al enfermo le resulta desagradable comentar, que en realidad no recuerda y no
vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasionador y el fenómeno patológico. En la histeria
traumática es evidente que fue el accidente lo que provoco el síndrome, la causa eficiente de la
enfermedad no es la ínfima lesión corporal, lo es, en cambio, el afecto de horror, el trauma psíquico.
No es raro que en la histeria corriente hallemos, en lugar de un gran trauma, varios traumas
parciales, unas ocasiones agrupadas que sólo en su sumación pudieron exteriorizar afecto
traumático.
Los síntomas histéricos singulares desaparecen enseguida y sin retornar cuando se consigue
despertar el recuerdo del proceso ocasionador, convocando así el afecto acompañante, en cuanto el
paciente sea capaz de describir ese proceso de la manera más detallada posible y expresando en
palabras ese afecto.
La pérdida de afectividad de un recuerdo depende de varios factores. Lo que sobre todo
importa es si frente al suceso afectante se reaccionó enérgicamente o no. Por reacción se entiende a
toda la serie de reflejos voluntarios e involuntarios en que se descargan los afectos: desde el llanto
hasta la venganza. Si esta reacción se produce en la escala suficiente, desaparece buena parte del
afecto.
Si la reacción es sofocada, el afecto permanece conectado con el recuerdo. Un ultraje
devuelto, es recordado de otro modo que un ultraje que fue preciso tragarse.
La reacción del dañado frente al trauma sólo tiene en verdad un efecto plenamente catártico
si es una reacción adecuada, pero el ser humano encuentra en el lenguaje un substituto adecuado de
la acción, con su auxilio, el afecto puede ser abreaccionado de igual modo.

ABREACCIÓN: Descarga emocional, por medio de la cual un individuo se libera del afecto ligado
al recuerdo de un acontecimiento traumático, lo que evita que éste se convierta en patógeno o siga
siéndolo

Cuando no se produce esa reacción de obra o de palabra, el recuerdo del hecho conserva en
principio su tinte afectivo. La abreacción no es el único modo de tramitación que dispone el
mecanismo psíquico normal.
Casos en los que el trauma no ha sido abreaccionado:
- Casos en que los enfermos no han reaccionado frente a traumas psíquicos porque la naturaleza
misma del trauma excluía una reacción o porque circunstancias sociales lo imposibilitaron, o porque
se trataba de cosas que el enfermo quería olvidar y por eso adrede las reprimió. A esas cosas
penosas se las halla luego en la hipnosis como base de fenómenos histéricos.
- En la hipnosis, uno halla como ocasionamiento de síntomas histéricos también representaciones
que, sin ser significativas en sí mismas, deben su conservación a la circunstancia de haberse
generado en afectos graves y paralizantes, como el terror, o directamente en estados psíquicos
anormales, como el estado crepuscular semihipnótico del soñar despierto, los estados de
autohipnosis y fenómenos similares. Aquí fue la naturaleza de esos estados lo que imposibilitó
reaccionar frente a lo que sucedía.
Ambos grupos de condiciones tienen en común que los traumas psíquicos no tramitados por
vía de reacción no lo son tampoco mediante procesamiento asociativo. En el primer grupo es el
designio del enfermo el que quiere olvidar las vivencias penosas y excluirlas en lo posible de la
asociación; en el segundo, ese procesamiento asociativo no se produce por falta de un vasto enlace
asociativo entre el estado de conciencia normal y el patológico en que se generaron aquellas
representaciones.
El hecho de que el recuerdo del trauma psíquico eficiente no se halla, en la memoria normal
del enfermo, sino en la memoria del hipnotizado. Pues bien; mientras más nos
ocupábamos de estos fenómenos, más seguro se volvía nuestro convencimiento de que aquella
escisión de la conciencia, tan llamativa como double conscience en los casos clásicos consabidos,
existe de manera rudimentaria en toda histeria; entonces, la inclinación a disociar y, con ello, al
surgimiento de estados anormales de conciencia, que resumiremos bajo el nombre de «hipnoides»,
seria el fenómeno básico de esta neurosis
«Base y condición de la histeria es la existencia de estados hipnoides». Estos últimos, a pesar de su
diversidad, coinciden entre sí y con la hipnosis en un punto: las representaciones que
en ellos afloran son muy intensas, pero tienen bloqueado el comercio asociativo con el restante
contenido de la conciencía.
Si tales estados hipnoides existen antes que se contraiga la enfermedad manifiesta, ofrecen
el terreno sobre el cual el afecte instalará al recuerdo patógeno junto con los fenómenos somáticos
que son su consecuencia. Este comportamiento corresponde a la histeria de predisposición. Pero de
nuestras observaciones se sigue que un trauma grave (como el de la neurosis traumática), una
sofocación trabajosa (p. ej., del afecto sexual), pueden producir una escisión de grupos de
representaciones aun en quienes ese fenómeno no preexistía, y este sería el mecanismo de la histeria
adquirida psíquicamente.
Respecto de los ataques histéricos podemos repetir casi
las mismas aseveraciones que hemos formulado para los síntomas histéricos permanentes.
que en la secuencia de un ataque completo
permite discernir cuatro fases:
1) la epileptoide;
2) la de los grandes movimientos;
3) la de las attitudes passionnelles (la fase alucinatoria), y
4) la del delirio terminal.

Nuestro intento de explicación se refiere a la tercera fase, la de las attitudes passionnelles.


Toda vez que ella aparece de manera marcada, contiene meramente la reproducción
alucinatoria de un recuerdo sustantivo para el estallido de la histeria: el recuerdo del gran trauma
único de la histeria o de una serie de traumas parciales afines, como los que están en la base de la
histeria corriente. O, por último, el ataque espeja aquellos sucesos que se elevaron a la condición de
traumas en virtud de haber sobrevenido en un momento de particular predisposición.
Ahora bien, existen también ataques que en apariencia consisten sólo en fenómenos
motores, y a los que les falta una phase passionnelle. Si en uno de esos ataques de convulsiones
generales, rigidez cataléptica, o en un attaque de sonuneil, se consigue establecer un rapport con el
enfermo, o, todavía mejor, si se logra suscitar el ataque en estado de hipnosis, se descubre que
también lé subyace el recuerdo del trauma psíquico o de una serie de traumas, el mismo que
de ordinario cobra relieve en una fase alucinatoria.
Los recuerdos que afloran en los ataques histéricos, o que pueden ser evocados en medio de
ellos, se corresponden en sus restantes aspectos con las ocasiones que dilucidamos como los
fundamentos de síntomas histéricos permanentes. Igual que estos, atañen a traumas psíquicos
que no se tramitaron por vía de abreacción ni por un trabajo asociativo del pensar; e igual que ellos,
se sustraen enteramente, o en sus partes esenciales, a la capacidad mnémica de la conciencia normal
y muestran pertenecer al contenido de representación de estados de conciencia hipnoides con
asociación restringida.
Un recuerdo de esta clase que había provocado ataques queda inhabilitado de hacerlo si en la
hipnosis se lo lleva hasta la reacción y rectificación asociativa.
En la histeria están presentes grupos de representaciones generadas en estados hipnoides,
excluidas del comercio asociativo con los restantes grupos pero asociables entre sí, y que de ese
modo constituyen, con una organización más o menos alta, el rudimento de una conciencia segunda,
de una «condition seconde». Según eso, un síntoma histérico permanente corresponde a una
penetración de ese estado segundo en la inervación corporal gobernada de ordinario por la
conciencia normal; en cambio, un ataque histérico atestigua una organización más alta de ese estado
segundo, e indica, cuando nace, un momento en que esa conciencia hipnoide se
ha apoderado de la existencia total.
Ahora se entiende el modo en que produce efectos curativos el método de psicoterapia por nosotros
expuesto. Cancela la acción eficiente de la representación originariamente no abreaccionada, porque
permite a su afecto el curso a través del decir, y la lleva hasta su rectificación asociativa al
introducirla en la conciencia normal (en estado de hipnosis ligera) o al cancelarla por sugestión
médica, como ocurre en el sonambulismo con amnesia.
Desde luego, no curamos la histeria en tanto ella es predisposición; tampoco conseguimos
nada contra el retorno de estados hipnoides. Y aun, durante el estadio productivo de una histeria
aguda, nuestro procedimiento no puede prevenir que los fenómenos laboriosamente eliminados sean
sustituidos enseguida por otros nuevos. Pero trascurrido ese estadio agudo, y cuando quedan
pendientes los restos de él como síntomas permanentes y ataques histéricos, nuestro método los
elimina a menudo y para siempre

Psicoterapia de la Histeria
Los síntomas histéricos singulares desaparecían enseguida y sin retornar cuando se
conseguía despertar con plena luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al
mismo tiempo el afecto acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de la
manera más detallada posible y expresaba en palabras el afecto.
Cuando intenté aplicar a una serie mayor de enfermos el método de Breuer para la curación
de síntomas histéricos por vía de busca y abreacción en la hipnosis, tropecé con dos dificultades,
persiguiendo las cuales di en modificar tanto la técnica como la concepción.
1) No eran hipnotizables todas las personas que mostraban síntomas inequívocamente histéricos y
en las cuales, con toda probabilidad, reinaba el mismo mecanismo psíquico.
2) Debí tomar posición frente al problema de saber qué, en verdad, caracterizaba a la histeria v la
deslindaba de las otras neurosis.
Frente al segundo problema, no me quedaba otro camino, pues, que escoger para el método
catártico aquellos casos que era posible diagnosticar provisionalmente como de histeria porque
presentaban unos pocos o muchos de los estigmas o síntomas característicos de ella. Y luego me
sucedía a menudo obtener pobrísimos resultados terapéuticos a pesar de ese diagnóstico de histeria,
pues ni siquiera el análisis sacaba a la luz nada sustantivo. Otras veces intenté tratar con el
método de Breuer unas neurosis que nadie habría juzgado como histeria, y descubrí que de esta
manera era posible influirlas y aun solucionarlas.
Hasta donde se podía hablar de una causación por la cual las neurosis fueran adquiridas, la
etiología debía buscarse en factores sexuales. A ello se enhebró el hallazgo de que, universalmente,
factores sexuales diferentes producían cuadros también diversos de contracción de neurosis.
La neurastenia respondía en verdad a un monótono cuadro clínico en el que, como los
análisis lo demostraban, no desempeñaba ningún papel un «mecanismo psíquico»
La neurosis obsesiva, la neurosis de las auténticas representaciones obsesivas, en la que se
pudieron discernir un complejo mecanismo psíquico, una etiología semejante a la histérica y una
vasta posibilidad de reducirla mediante psicoterapia.
La neurosis de angustia sobreviene por la acumulación de una
tensión psíquica que es, por su parte, de origen sexual; tampoco esta neurosis tiene un mecanismo
psíquico, pero influye sobre la vida psíquica de una manera bien regular, de suerte que «expectativa
angustiada», fobias, hiperestesia hacia dolores, etc., se cuentan entre sus exteriorizaciones
regulares. Es cierto que esta neurosis de angustia, como yo la entiendo, se superpone parcialmente
con la neurosis que bajo el nombre de «hipocondría»
Las más de las veces cabe designar «mixtas» a las neurosis corrientes; es cierto que de la
neurastenia y la neurosis de angustia se pueden hallar sin dificultad formas puras,sobre todo en
jóvenes. Los casos puros de histeria y de neurosis obsesiva son raros; de ordinario estas dos
neurosis se combinan con una neurosis de angustia. El hecho de que unas neurosis mixtas se
presenten con tanta frecuencia se debe a la frecuencia con que se contaminan sus factores
etiológicos.
El método catártico es harto capaz de eliminar cualquier síntoma histérico, mientras que,
como fácilmente se averigua, es por completo impotente frente a los fenómenos de la neurastenia y
sólo rara vez, y por unos rodeos, influye sobre las consecuencias psíquicas de la neurosis de
angustia. Hay una segunda barrera para la eficacia del método catártico: no influye sobre las
condiciones causales de la histeria, y por tanto no puede impedir que en lugar de
los síntomas eliminados se generen otros nuevos.
1. No sostengo haber eliminado efectivamente todos los síntomas histéricos a que apliqué el método
catártico, pero opino que los obstáculos residían en circunstancias personales de esos casos y no
eran de principio.
2. El método catártico no pierde valor por ser sintomático y no causal
3. Donde se ha superado un período de producción histérica, un paroxismo histérico agudo, y las
secuelas son sólo unos síntomas histéricos como fenómenos residuales, el método catártico es
satisfactorio para todas las indicaciones y alcanza éxitos plenos y duraderos.
El médico no pretenderá alterar una constitución como la histérica; tiene que darse por
contento si elimina el padecer al cual es proclive esa constitución y que puede surgir de ella con la
cooperación de condiciones externas. Se dará por contento si el enfermo ha recuperado
su productividad. Por otra parte, ello no le quita todo consuelo en cuanto al futuro, por lo que atañe
a la posibilidad de una recidiva. Conoce este carácter rector en la etiología de las neurosis: que su
génesis las más de las veces está sobredeterminada.

SOBREDETERMINADO: Hecho consistente en que una formación del inconsciente (síntoma,


sueño, etc.)
remite a una pluralidad de factores determinantes. Esto puede entenderse en dos
sentidos bastante distintos:
a) la formación considerada es la resultante de varias causas, mientras que una
sola causa no basta para explicarla;
b) la formación remite a elementos inconscientes múltiples, que pueden organizarse en secuencias
significativas diferentes, cada una de las cuales, a un cierto nivel de interpretación, posee su propia
coherencia. Este segundo sentido es el más generalmente admitido.

4. Toda vez que uno haya tropezado con una histeria aguda, un caso en su período de más viva
producción de síntomas histéricos y el consecuente avasallamiento* del yo por los productos de la
enfermedad (psicosis histérica), el método catártico modificará poco en la impresión y la trayectoria
de ese caso clínico.
5. Cuando se trata de histerias de trayectoria crónica, con una producción moderada pero incesante
de síntomas histéricos, ahí es cuando uno aprende a lamentar más la falta de una terapia de eficacia
causal, pero también a estimar mejor el valor del procedimiento catártico como terapia sintomática.
6. No todos los síntomas son psicógenos y no todos pueden ser eliminados mediante un
procedimiento psicoterapéutico. La solución reside en que una parte de estos síntomas no psicó-
genos se cuentan, sí, entre los signos patológicos, pero no se los puede designar como padecimiento
(tales, los estigmas); entonces, en la práctica no importa diferencia si sobreviven a la tramitación
terapéutica del caso clínico
El procedimiento es trabajoso e insume al médico mucho tiempo, supone un gran interés por
los hechos psicológicos y, al mismo tiempo, una simpatía personal hacia los enfermos. Las
condiciones que se piden a los enfermos no son menores. Por debajo de cierto nivel de inteligencia
el procedimiento es absolutamente inaplicable, y cualquier contaminación de debilidad mental lo
dificulta de manera extraordinaria.
A raíz de mis intentos de extender la aplicación del método de Breuer a un radio más vasto
tropecé con la dificultad de que algunos enfermos no eran hipnotizables, aunque el diagnóstico
indicaba histeria y declaraba probable la vigencia del mecanismo psíquico por nosotros descrito.
Sólo noté que en algunos pacientes el impedimento se remontaba un paso más atrás; se rehusaban
ya al intento de hipnosis. Así, sería no hipnotizable quien tuviera un reparo psíquico contra la
hipnosis, lo exteriorizara o no como un no querer.
Entonces yo me volvía más insistente aún, ordenaba a los enfermos acostarse y cerrar los ojos
deliberadamente para «concentrarse», lo cual ofrecía al menos cierta semejanza con la hipnosis; de
este modo hice la experiencia de que sin mediar hipnosis alguna afloraban nuevos y más remotos
recuerdos que con probabilidad eran pertinentes para nuestro tema.
Tales experiencias me dejaron la impresión de que un mero
esforzar podía hacer salir a la luz las series de representaciones patógenas cuya presencia era
indudable mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una
fuerza que contrariaba el devenir-conciente (recordar) de las representaciones patógenas
podría ser la misma fuerza psíquica que cooperó en la génesis del síntoma histérico y en aquel
momento impidió el devenir-conciente de la representación patógena. ¿Qué clase de fuerza cabía
suponer ahí eficiente, y qué motivo pudo llevarla a producir efectos?
Y averigüé un carácter general de tales representaciones; todas ellas eran
de naturaleza penosa, aptas para provocar los afectos de la vergüenza, el reproche, el dolor psíquico,
la sensación de un menoscabo: eran todas ellas de tal índole que a uno le gustaría no haberlas
vivenciado, preferiría olvidarlas. De ello se desprendía, como naturalmente, la idea de la defensa.

Ante el yo del enfermo se había propuesto una representación que demostró ser inconciliable que
convocó una fuerza de repulsión del lado del yo cuyo fin era la defensa frente a esa representación
inconciliable. Esta defensa prevaleció de hecho, la representación correspondiente fue esforzada
afuera de la conciencia y del recuerdo, y en apariencia era ya imposible
pesquisar su huella psíquica
Sentía como resistencia a la misma fuerza que en la génesis del síntoma se había mostrado"
como repulsión. una fuerza psíquica, la desinclinación del yo, había originariamente esforzado
afuera de la asociación la representación patógena, y ahora contrariaba su retorno en
el recuerdo. Por tanto, el no saber de los histéricos era en verdad un. . . no querer saber, más o
menos conciente, y la tarea del terapeuta consistía en superar esa resistencia de asociación mediante
un trabajo psíquico

Anticipo al enfermo que le aplicaré enseguida una presión sobre su frente; le aseguro que,
mientras dure esa presión y al cabo de ella, verá ante sí un recuerdo en forma de imagen, o lo tendrá
en el pensamiento como ocurrencia, y lo comprometo a comunicarme esa imagen o esa ocurrencia,
cualquiera que ella fuere. Le digo que no tiene permitido reservárselo por opinar, acaso, que no es
lo buscado, lo pertinente, o porque le resulta desagradable decirlo. Le afirmo que sólo así podremos
hallar lo buscado, que así lo hallaremos infaliblemente.
La representación patógena supuestamente olvidada está aprontada siempre «en las
cercanías», se la puede alcanzar mediante unas asociaciones de fácil tránsito; sólo se trata de
remover algún obstáculo. Ese obstáculo parece ser, también aquí, la voluntad de la
persona, y personas diferentes hallan diversos grados de dificultad para despojarse de sus propósitos
y adoptar una conducta de observación enteramente objetiva de los procesos psíquicos en el interior
de ellas.
Entonces, la presión no ha puesto
en descubierto la representación patógena —la cual, por lo demás, separada del contexto, sin
preparación, sería ininteligible—, pero ha señalado el camino hacia ella, la dirección en que debe
avanzar la búsqueda En otros casos, aun, mediante la presión de la mano se evoca un recuerdo que
es consabido en sí mismo para el enfermo, pero cuya aparición le causa asombro porque ha
olvidado su vínculo con la representación de partida.
El procedimiento de la presión no es más que un ardid para sorprender por un momento
al yo que se place en la defensa; Han prometido decir todo cuanto se
les ocurra bajo la presión de la mano, no importa que les parezca o no pertinente, vale decir, sin
seleccionarlo ni dejar que lo influyan la crítica o el afecto. Y bien; no mantienen su promesa, es algo
superior a sus fuerzas. En todos los casos el trabajo se atasca, una y otra vez aseveran que
ahora no se les ocurre nada. Uno no debe creerles; uno debe suponer siempre, y también
exteriorizarlo, que ellos se reservan algo porque no lo consideran importante o lo
sienten penoso. Uno persevera en esto, repite la presión, se finge infalible, hasta que efectivamente
se entera de algo
De tal suerte, el enfermo deja traslucir con
posterioridad los motivos de una resistencia que al comienzo no quería confesar. Es evidente que él
no puede operar otra cosa que una resistencia; siempre aguzo el oído cuando escucho a los
enfermos hablar con tanto menosprecio de una ocurrencia. En efecto, es signo de una defensa
lograda que las representaciones patógenas hayan de aparecer como de tan escasa sustancia en su
reafloramiento; consistió el proceso de la defensa: en tornar débil la representación fuerte,
arrancarle el afecto.

DEFENSA: Conjunto de operaciones cuya finalidad consiste en reducir o suprimir toda


modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia del individuo
biopsicológico. La defensa, de un modo general, afecta a la excitación interna (pulsión) y
electivamente a las representaciones (recuerdos, fantasías) que aquélla comporta, en
una determinada situación capaz de desencadenar esta excitación en la medida en
que es incompatible con dicho equilibrio y, por lo tanto, displacentero para el yo.

Al recuerdo patógeno se lo discierne, pues, entre otros


rasgos distintivos, por el hecho de que los enfermos lo tildan de inesencial y lo enuncian sólo con
resistencia Puesto que el enfermo sólo se libera del síntoma histérico reproduciendo las impresiones
patológicas causadoras y declarándolas bajo una exteriorización de afecto, la tarea terapéutica
consiste sólo en moverlo a ello, y una vez solucionada esa tarea no le resta al médico
nada más para corregir ni cancelar.
La histeria se genera por la represión, desde
la fuerza motriz de la defensa, de una representación inconciliable; de que la representación
reprimida permanece como una huella mnémica débil (menos intensa), y el afecto que se le arrancó
es empleado para una inervación somática: conversión de la excitación. Entonces, justamente
en virtud de su represión, la representación se vuelve causa de síntomas patológicos, vale decir,
patógena ella misma. A una histeria que muestre este mecanismo psíquico se le
puede adherir la designación de «histeria de defensa».

El material psíquico de una histeria así se figura como


un producto multidimensional de por lo menos triple estratificación. En primer lugar estuvieron
presentes un núcleo de recuerdos (recuerdos de vivencias o de ilaciones de pensamiento) en los
cuales ha culminado el momento traumático o halló su plasmación más pura la idea patógena. En
torno de este núcleo hallamos una muchedumbre, a menudo de increíble riqueza, de un material
mnémico de diversa índole que en el análisis es preciso reelaborar {durcharbeiten} y presenta,
como dijimos, un triple ordenamiento.
Primero, es inequívoco un ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada
tema singular. Ahora bien, esos temas muestran una segunda manera de ordenamiento: están
estratificados de manera concéntrica en torno del núcleo patógeno
Son estratos de resistencia, creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual
alteración de conciencia dentro de las cuales se extienden los temas singulares.
Los estratos más periféricos contienen, de diversos temas, aquellos recuerdos (o fascículos) que se
rememoran con facilidad y fueron siempre claramente concientes; cuanto más hondo se cala,
con mayor dificultad se disciernen los recuerdos aflorantes, hasta que, en la proximidad del núcleo,
se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aun en la reproducción Es el ordenamiento según
el contenido de pensamiento, el enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, enlace al
cual en cada caso puede corresponderle un camino irregular y de múltiples vueltas.
Ese ordenamiento posee un carácter dinámico, por oposición al morfológico de las dos
estratificaciones antes mencionadas. Es muy notable cuan a menudo un síntoma es de determinismo
múltiple, de comando múltiple
Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el núcleo de la organización
patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el enfermo no sabría qué hacer con el
esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado psíquicamente por este último.
No tenemos más remedio que mantenernos al comienzo en la periferia del producto psíquico
patógeno. Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya
dirige su atención y supera resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez
que por medio del presionar uno haya abierto un nuevo camino, puede esperar que durante un
trecho el enfermo avanzará libre de nueva resistencia.
Cuando se ha trabajado un tiempo de esta manera, suele moverse en el enfermo un empeño
de colaborar.
Ya he admitido como posible que el procedimiento de la presión fracase
En tal caso, he dicho, caben dos alternativas: la primera, que en el lugar donde uno investiga no
haya realmente nada para recoger; o bien que se haya tropezado con una resistencia que sólo más
tarde se podrá vencer, que se esté frente a un nuevo estrato en el que aún no se puede penetrar: Es
posible además un tercer caso que de igual modo significa un obstáculo, pero no de
contenido, sino externo. Este caso sobreviene cuando el vínculo del enfermo con el médico se ve
perturbado, y significa el más enojoso obstáculo con que se pueda tropezar.
Si esa relación de la enferma con el médico es perturbada, también se deniega su
buena disposición; cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, a la enferma se le
cruzará la conciencia de los cargos que se han acumulado contra aquel. Hasta donde llega mi
experiencia, ese obstáculo sobreviene en tres casos principales
1. El de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, menospreciada, afrentada, o
ha escuchado cosas desfavorables sobre el médico y el método de tratamiento.
2.Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado a la persona del médico,
perder su autonomía frente a él y hasta caer en dependencia sexual de él
3.,Cuando la enferma se espanta por trasferir a la persona del médico las representaciones penosas
que afloran desde el contenido del análisis

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