Está en la página 1de 19

Psicoanálisis I

Unidad I: El descubrimiento Freudiano.


Primeras aproximaciones. Tratamiento psíquico. Método catártico. El afecto “estrangulado”. Trauma psíquico. El encuentro
con la Histeria: Histeria traumática, histeria corriente, histeria de defensa. Conflicto psíquico. Defensa. Conversión.
Resignificación. (Referencia clínica: Caso Elizabet, Caso Emma) Determinación Psíquica de los síntomas. Formación de los
síntomas. Teoría de la seducción. De la Teoría Traumática a la introducción de la Fantasía: realidad psíquica

Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos. Comunicación preliminar.


(Breuer y Freud) 1893.

Investigamos la histeria, su ocasionamiento. No puede aclararse el punto inicial mediante un simple


examen clínico, y eso se debe a que suele tratarse de vivencias que al enfermo le resultan desagradables
de comenzar o que en realidad no las recuerda. Casi siempre es preciso hipnotizar a los enfermos,
despertarles los recuerdos de aquel tiempo en el que el síntoma afloro la primera vez, así se consigue
evidenciar el nexo.
El nexo suele ser tan claro que es bien visible como el suceso ocasionador produjo este fenómeno
determinado y no otro. En otros casos el nexo no es tal simple; solo consiste en un vínculo simbólico
entre el ocasionamiento y el fenómeno patológico, como el que también las personas sanas forman en
el sueño.
En la neurosis traumática la causa eficiente de la enfermedad no es la ínfima lesión corporal, lo es el
trauma psíquico  abarca todas las vivencias que susciten afectos penosos del horror, la angustia, la
vergüenza, el dolor psíquico; y de la sensibilidad de la persona afectada dependerá que la vivencia se
haga valer como trauma.
Histeria corriente: podemos hallar, en lugar de un gran trauma, varios traumas parciales. En otros
casos, son circunstancias indiferentes en sí mismas las que por conjugación con un momento temporal
particularmente sensible, han adquirido el carácter de trauma.
Nexo causal: el trauma psíquico ocasionador con el fenómeno histérico no es tal que el trauma como
agente provocador, desencadenaría el síntoma, que subsistiría luego, ya devenido autónomo.
Trauma psíquico (vivencia penosa sin descarga): o el recuerdo (ligado a sentimientos, sensación) de él,
obra de modo de cuerpo extraño que aún mucho tiempo después de su intrusión debe ser considerado
como de eficacia presente.
Síntomas histéricos singulares: desaparecen en seguida y sin retornar cuando se consigue despertar el
recuerdo del proceso ocasionador convocando al mismo tiempo al afecto acompañante y cuando luego
el enfermo describe ese proceso de la manera más detallada posible y expresa en palabras el afecto. Un
recordar sin afecto es ineficaz; el decurso del proceso psíquico originario tiene que ser repetido con la
mayor vividez posible.
Proceso ocasionador: produce efectos durante años, no indirectamente por mediación de una cadena
de eslabones causales intermedios, sino de manera inmediata como causa desencadenante, al modo en
que un dolor psíquico recargado provoca luego una secreción lagrimal.
La pérdida de afectividad de un recuerdo depende de varios factores. Lo que más importa es su frente
al suceso importante si se reacciona energéticamente o no.
Reacción: toda serie de reflejos voluntarios o involuntarios en que se descargan los afectos, desde el
llanto hasta la venganza. Si se producen escalas suficientes, desaparece buena parte del afecto. Si es
sofocada, el afecto permanece conectado con el recuerdo.
Abreacción: es el único modo de tramitación que dispone el mecanismo psíquico normal de la persona
sana cuando ha experimentado un trauma psíquico.
Representación: idea o pensamiento con una cierta cantidad de energía ligada a ella.
Suceso: mucha energía (pensada en cantidad, no cualidad) positiva o negativa. La misma debe ser
descargada por la palabra, venganza, llanto, grito o rectificación asociativa. El recuerdo entra en el
complejo de la asociación, se inserta junto a otras vivencias que lo rectifican (contradicen). Ejemplo: “yo
tengo una idea de lo que soy, me dijeron algo negativo, pero no me interesa, no es verdad”. Rectifico el
pensamiento del otro asociándolo con el mío.
La abreaccion a ser un modo de descarga ante una determinada situación, evita un efecto patógeno,
evita que se mantenga el efecto penoso. Al contar el suceso libero energía. No es el mismo sentimiento
con el que lo cuento el mismo día, que un año después. Hay diferente carga emocional.
Freud  trauma psíquico: impresión subjetiva causada por una vivencia cargada de mucha energía.
Recuerdos: que han ocasionado fenómenos histéricos se han conservado con frescura y plena
afectividad, pero estas vivencias están completamente ausentes de la memoria de los enfermos en su
estado psíquico habitual. Únicamente en estado de hipnosis esos recuerdos se vuelven vividos y frescos.
Corresponden a traumas que no han sido suficientemente abreaccionados, no perdieron la carga de
afecto.
Dos series de condiciones bajo las cuales es interceptada la reacción frente al trauma:
1. casos en que los enfermos no han reaccionado frente a traumas psíquicos porque la naturaleza
misma del trauma excluía una reacción o porque circunstancias sociales la imposibilitaron, o
porque se trataba de cosas que el enfermo quería olvidar y por esos las desalojo. A esas cosas
penosas se las halla en la hipnosis como fenómenos histéricos.
2. No comandadas por el contenido de los recuerdos, sino por los estados psíquicos en que
sobrevinieron las vivencias: en la hipnosis, uno halla como apasionamiento de síntomas histéricos
también representaciones que, sin ser significativas en sí mismas, deben su conservación a la
circunstancia de haberse generado en afectos graves y paralizantes. Ejemplo: terror.
Ambos grupos pueden conjugarse. Es el caso cuando un trauma en si eficiente sobreviene en un estado
de afecto grave y paralizante o de conciencia alterada. Pero aparece también que en virtud del trauma
psíquico en muchas personas se suscita uno de esos estados anormales, el cual a su vez imposibilita la
reacción.
1 y 2 tienen en común que los traumas psíquicos no tramitados por vía de reacción no lo son
tampoco mediante procesamiento asociativo. En 1 es el designo del enfermo el que quiere olvidar las
vivencias penosas y excluirlas de la asociación. En 2 ese procesamiento asociativo no se produce por
falta de un enlace asociativo entre el estado de conciencia normal y el patológico en que se generaron
las representaciones.
Entonces las representaciones devenidas patógenas se conservan tan frescas y con tanto vigor
afectivo porque les es denegado el desgaste normal por abreaccion y por reproducción en estados de
asociación desinhibida.
Entre el suceso ocasionador y la crisis hay una separación, ruptura, escisión. El nexo no existe.
Hay amnesia, olvido del suceso ocasionador. Aquella escisión de la conciencia, tan llamativa como doble
conciencia, existe de manera rudimentaria en toda histeria; entonces, la inclinación a disociar y al
surgimiento de estados anormales de conciencia (hipnoides propuestos por Breuer) sería el fenómeno
básico de esta neurosis.
Hipnosis  histeria artificial: la base y condición de ella es la existencia de los estados hipnoides
 coinciden entre sí y con la hipnosis porque las representaciones que en ellos afloran son muy
intensas, pero tienen bloqueado el comercio asociativo con el restante contenido de la conciencia. Los
estados hipnoides son asociables entre si y su contenido de representación puede alcanzar grados
diversos de organización psíquica. Su naturaleza y el grado de segregación de los restantes procesos de
conciencia pueden variar de modo semejante al de la hipnosis. Si estos estados existen antes de que se
contraiga la enfermedad manifiesta, ofrecen el terreno sobre el cual el afecto instalara al recuerdo
patógeno junto con los fenómenos somáticos que son su consecuencia  histeria de predisposición.
Un trauma grave, una sofocación trabajosa, pueden producir una escisión de grupos de
representaciones aun en quienes ese fenómeno no preexistía  histeria adquirida psíquicamente.
Nuestras psicosis oníricas no influyen sobre nuestro estado de vigilia mientras que los productos
de los estados hipnoticos penetran en la vida de vigilia como fenómenos histéricos.
Breuer  el acontecimiento es traumático porque ha sido vivenciado cuando la persona estaba
en estado de conciencia traumático (estados hipnoides)
Clasificación
Histeria hipnoide (Breuer)  la sintomatología se produce por acontecimientos traumáticos
ocurridos en estado de disociación de la conciencia. Debe haber en la paciente una cierta predisposición
a la disociación de la conciencia.
Histeria de retención  hay un suceso traumático sin abreaccion. Hay un monto de energía
ligada a ese suceso que queda retenido y se produce la histeria  afecto estrangulado.
Histeria de defensa  el hecho ocasionador posee un contenido de que el sujeto quiere
defenderse por ser traumático. Hay una voluntad de olvidar, de reprimir y eliminar un contenido
desagradable para el sujeto. La defensa es patológica porque genera síntomas.
Historia común/simple  hay una sumatoria de vivencias traumáticas. No es un solo trauma con
cantidad grande de energía.
Las últimas tres histerias planteadas por Freud. Existe un suceso traumático (trauma ahora es
inespecífico) que se reproduce al momento de la crisis histérica. Lo que no se recuerda es puesto en
acción en dicha crisis.
Escisión: supone que existe una segunda conciencia que se mantiene alejada de la conciencia
normal. Ese grupo de ideas se asocian entre sí pero no establecen conexión con el resto del psiquismo.
Hay escisión entre idea y afecto. Es un mecanismo propio de la histeria (junto con la conversión).
Segunda conciencia o grupo psíquico separado: son hechos que están alejados de la conciencia,
pero a veces logran tener un efecto en ella; por eso deben ser removido. Algo queda en la conciencia
yoica dominante y algo queda en la segunda conciencia.
Hay un deseo de la conciencia yoica dominante: quiero silencio  hay una voluntad contraria,
que escapa de la conciencia y tiene tanto poder que es capaz de imponerse al deseo  hago ruido 
está en la segunda conciencia.
Hipnosis: es necesaria porque en su estado consiente el sujeto no sabe cuál es el recuerdo (esta
en otro lugar  segunda conciencia y llegamos a ella por hipnosis).
Fallas: cuando el paciente despierta, sigue sintiendo ese “cuerpo extraño”. Freud no se considera
buen hipnotizador. Los efectos son a corto plazo, desaparecen y al poco tiempo vuelven, por esto
abandona la hipnosis.
Trayectoria típica de una histeria grave: primero se forma en estados hipnoides un contenido de
representación que luego se apodera, durante un periodo de “histeria aguda” de la inervación corporal
y de la existencia del enfermo; crea síntomas permanentes y ataques; y luego sana, salvo de algunos
restos. Si la persona normal consigue cobrar de nuevo el gobierno, lo que sobrevivió de aquel contenido
de representación hipnoide retorna en ataques histéricos y va devolviendo la persona a esos estados.
Luego se establece un equilibrio entre los grupos psíquicos reunidos en la persona; ataques y vida
normal se suceden los unos a la otra, sin influirse entre sí. El ataque sobreviene de manera espontánea o
puede ser provocado, al modo en que los recuerdos despiertan siguiendo las leyes de asociación. La
provocación del ataque se produce por estimulación de una zona histerogena o por semejanza entre
una vivencia nueva y una vieja.
Abreacción  cancela la acción eficiente de la representación originariamente no
abreaccionada, porque permite a su afecto estrangulado el decurso a través del decir y la lleva hasta su
rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal o al cancelarla por sugestión medica.

Estudios sobre la histeria. Breuer y Freud 1893-1895.


Los realizó Freud con Charcot se centraron en gran medida en la histeria. Al comienzo confió en
los métodos terapéuticos habitualmente recomendados, como la hidroterapia, la electroterapia,
masajes y cura de reposo. Cuando estos mostraron no ser eficientes, dirigió su pensamiento en otra
dirección  Hipnosis. El caso de la señorita Emmy Von M fue el primero que el trató por el método
catártico. El caso de Elisabeth iniciado en 1892, es el que Freud describe como su primer análisis
completo de una histeria. El caso de la señorita Cacilie M fue el que llegó a él y Breuer por observación
en comunidad, a publicar comunicación preliminar. Los borradores de ese trabajo comenzaron en 1892.
Estudios sobre la histeria fue publicado en 1895 y suele considerarse como punto de partida del
psicoanálisis.
El más importante de los logros de Freud fue su invención del primer instrumento para el
examen científico de la mente humana. En este trabajo se rastrean las etapas iniciales del desarrollo de
este instrumento, cómo fueron superados los obstáculos y el descubrimiento de estos. Anna paciente
de Breuer superó ella misma el 1° de éstos obstáculos: la amnesia característica del paciente histérico.
Cuando se trajo a la luz la existencia de esta amnesia, de inmediato se advirtió que el contenido psíquico
manifiesto de la paciente no lo era todo, que había detrás un contenido psíquico inconsciente. Así
quedó en claro que el problema no consistía solo en la investigación de procesos psíquicos conscientes.
Si hay también fenómeno psíquico inconsciente se requiere un instrumento especial.
Sugestión hipnótica  utilizada no con fines directamente terapéuticos sino, para persuadir al
paciente a que produjera material oriundo de la región inconsciente de la psique. No todas las histéricas
eran tan accesibles como ella, no con cualquiera se obtenía con tanta prontitud la hipnosis profunda.
Fue el abandono de Freud del hipnotismo lo que amplió más su intelección de los procesos psíquicos,
revelándole la presencia de otro obstáculo. La resistencia de los pacientes al tratamiento, su renuncia a
cooperar en su propia curación. En los años posteriores Freud abandonó cada vez más la mecánica de la
sugestión deliberada y paso a confiar en el flujo de asociaciones libres de los pacientes, lo que abrió el
camino para el análisis de los sueños y éste le permitió inteligir el funcionamiento del proceso primario
de la psique y la forma en que influye en la producción de nuestros pensamiento más accesibles y
posibilitó su propio autoanálisis y sus consecuentes descubrimientos de la sexualidad infantil y el
complejo de Edipo.
En comunicación preliminar los autores afirman que en el decurso normal, si una vivencia es
acompañada por un gran monto de afecto, ese afecto o bien es descargado en una variedad de actos
reflejos conscientes, o bien desaparece gradualmente por asociación con otro material psíquico
consciente. Pero en el caso de los pacientes histéricos no sucede ninguna de las dos cosas. El afecto
permanece “estrangulado” y el recuerdo de la vivencia a la que está adherido es suprimido de la
consciencia. A partir de entonces el recuerdo afectivo se exterioriza en síntomas histéricos. Para explicar
esta formación patológica se ofrecen dos razones principales:
1. la vivencia original tuvo lugar hallándose el sujeto en estado de disociación mental (estado
hipnoide).
2. El yo del sujeto, considerando que esa vivencia era inconciliable con él, debió defenderse de
ella.
En ambos casos, se utiliza el método catártico, si la vivencia original junto con su afecto, puede
ser traída a la conciencia, el afecto es por ese mismo hecho descargado o abreccionado, la fuerza del
síntoma deja de operar y el síntoma desaparece.
Principio de constancia: el aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible o al menos
constante, la cantidad de excitación presente en el.
Afectos: deben su importancia a la etiología de la histeria al hecho de ir acompañados por la
producción de grandes cantidades de excitación, y que éstas a su vez exigen ser descargadas de acuerdo
con el principio de constancia.
Las vivencias traumáticas deben su fuerza patógena a que producen cantidades de excitación
demasiado grandes para ser tramitadas de la manera normal. La posición teórica esencial es que la
necesidad clínica de abreaccionar el afecto y los resultados patógenos de su estrangulamiento se
explican por la tendencia a mantener constante la cantidad de excitación.
La necesidad clínica de abreaccionar el afecto y los resultados patógenos de su estrangulamiento
se explican por la tendencia a mantener constante la cantidad de excitación. Se ha dicho que el principio
de constancia ya estaba implícita en la teoría del trauma y la abreacción.
Breuer, destaca la importancia de la pulsión sexual como la fuente más poderosa de aumentos
de excitación persistentes (y como tal, de neurosis). Freud señala que el propio principio de placer es
una tendencia que está al servicio de un función, la de hacer que el aparato anímico quede exento de
excitación o la de mantener en el constante o en el nivel mínimo posible, el monto de la excitación.
Freud 1914  declara que la doctrina de la represión es ahora, el pilar fundamental de
psicoanálisis.
Breuer  se debe a él la idea de estados hipnoides, catarsis y abreacción. Fue el primero en
llamar al principio de constancia por ese nombre, pero le adjudicó la hipótesis a Freud, al igual que con
“conversión”. Hay varias concepciones importantes para atribuirle a Breuer: la idea de que la
alucinación consiste en una excitación “retrocedente” del aparato perceptivo por unas imágenes
mnémicas; la tesis de que un mismo aparato no puede cumplir a la vez las funciones de percepción y
memoria, y el distingo entre la energía psíquica ligada (tónica) y no ligada (móvil), y el distingo entre
procesos psíquicos primarios y secundarios.
Freud  se le atribuye el uso del término investidura. El término de “principio de constancia”
presentado como “principio de inercia temporal”, muestra el rasgo neurológico de los trabajos de Freud.
Breuer  declara su propósito de tratar el tema de la histeria en términos puramente
psicológicos mientras que Freud explicaba los fenómenos psíquicos en términos fisiológicos y químicos.
1895  Freud  se hallaba a mitad de camino en su tránsito de las implicaciones fisiológicas de
los estados psicopatológicos a su elucidación psicológica. Por una parte proponía una explicación
química de las neurosis actuales (neurastenia y neurosis de angustia); por otra, una elucidación
psicológica, en términos de “defensa” y “represión”, de la histeria y las neurosis obsesivas. Su formación
inicial y carrera como neurólogo hacía que se resistiera a aceptar como definitivas las explicaciones
psicológicas y estaba empeñado en formular una complicada estructura de hipótesis que permitieran
describir los sucesos psíquicos en términos exclusivamente neurológicos.
Diferencias entre Breuer y Freud  en relación a la etiología de la histeria y consistía en la
contraposición de su doctrina de la defensa con la teoría de los estados hipnoides. En comunicación
preliminar se aceptan ambas. La principal divergencia entre ambos sobre la cual Freud insistió se refería
al papel cumplido por las pulsiones sexuales en la causación de la histeria. La creencia de Freud en el
origen sexual de la histeria n ningún lugar se afirma. Breuer destaca con la mayor fuerza la importancia
de la sexualidad en las neurosis.

Señorita Elisabeth Von R. 1892


En 1982, Elizabeth Von R es presentada a Freud, por medio de un colega, para que la examinase, ya
que desde hace más de dos años padecía de dolores en las piernas y caminaba mal. Se consideraba el
caso como una histeria, aunque no se hallaran en él, los signos habituales.

Elizabeth, una joven de 24 años, había sufrido una serie de tragedias: Su padre había muerto, luego
su madre debió someterse a una seria operación en los ojos, poco después una de sus hermanas
casadas también falleció, tras dar a luz. En todas esas situaciones Elizabeth había tenido una gran
participación. Parecía inteligente y psíquicamente normal, y sobrellevaba con espíritu alegre su
padecer. Ella se quejaba de grandes dolores al caminar, y de una fatiga que le sobrevenía muy rápido
al hacerlo y al estar de pie. Era una fatiga dolorosa. Una zona bastante grande, mal delineada, de la
cara anterior del muslo derecho era indicada como el foco de los dolores, de donde ellos partían con
la mayor frecuencia y alcanzaban su máxima intensidad. También la piel y la musculatura eran ahí
particularmente sensibles a la presión y al pellizco. No existía ningún motivo para suponer una
afección orgánica más seria. La dolencia se había desarrollado poco a poco desde hacía dos años, y era
de intensidad variable.

Freud consideraba que estos dolores eran síntomas histéricos dado que le resultaba llamativo como
relataba su padecer de manera muy imprecisa; ya que un enfermo que padecía malestares orgánicos
solía describir su dolor con gran precisión, y visto que Elizabeth atribuía mucho valor a sus dolores era
correcto inferir que su atención estaba centrada en otra cosa: Pensamientos y sensaciones que se
entramaban con los dolores. Además, si un enfermo orgánico realmente tiene padecimientos, cuando
se estimula la zona de dolor su expresión será de sufrimiento; pero esto no sucedía en Elizabeth,
cuando se le pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperálgica de la pierna, su rostro cobraba
una expresión más de placer que de dolor.
Que la zona no armonizara con el dolor que supuestamente era excitado, concordaba mejor con el
contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma
mediante la estimulación de las partes asociadas a ellos.

Freud arribo a un procedimiento que luego elevo a la condición de método: La remoción del material
patógeno estrato por estrato. Primero hacia contar lo que para la enferma era consabido, poniendo
cuidado en notar donde un nexo parecía enigmático, donde parecía faltar un eslabón en la cadena de
causaciones, e iba penetrando cada vez en estratos más profundos del recuerdo. La premisa del
trabajo era, la expectativa de que se mostraría un determinismo suficiente.

Los estratos más superficiales de sus recuerdos referían a que era la menor de tres hijas mujeres,
que había pasado su juventud con apego a sus padres. La salud de la madre se había quebrantado
varias veces a raíz de una dolencia ocular y a estados nerviosos.
A raíz de eso, la paciente se apegó de manera estrecha a su padre, quien solía decir que esa hija le
sustituía al hijo varón que nunca había tenido. El padre solía pensar que le costaría encontrar marido.
De hecho, ella estaba descontenta con su condición de mujer; rebosaba de planes, quería estudiar y se
indignaba ante la idea de tener que sacrificar sus libertades ante un matrimonio.
Luego sobrevino el golpe que aniquilo la dicha del hogar. El padre contrajo una afección cardiaca. A
ello le siguió el cuidado del enfermo durante un año y medio. Elizabeth dormía en la habitación de su
padre, se despertaba de noche a su llamado, lo asistía durante el día. Sin duda, el comienzo de su
afección se entramo con este periodo de cuidado del enfermo, pues ella pudo recordar que durante
los últimos seis meses de ese cuidado debió guardar cama por un día y medio a causa de aquellos
dolores en la pierna derecha. Pero aseguraba que estos le pasaron pronto y no excitaron su
preocupación ni atención.

El vacío de la muerte del padre empañó la vida anímica de Elizabeth, pero al mismo tiempo movió en
ella el deseo de que los suyos hallaran un sustituto de la dicha perdida, y la hizo concentrar su apego y
desvelos en la madre. El mayor reproche que Elizabeth se hacía era que por buscar un mejor empleo,
tuvieron que mudarse a Austria contribuyendo a aumentar la soledad de la madre. En esta
oportunidad Elizabeth sintió su desvalimiento, su impotencia para ofrecer a la madre un sustituto de
la dicha perdida, la imposibilidad de ejecutar el papel que había concebido por la muerte del padre.

El matrimonio de la segunda hermana pareció más promisorio para el futuro de la familia. Su


conducta reconcilio a Elizabeth con la institución del matrimonio. Además, esta segunda pareja
permaneció en las cercanías de la madre.
La dolencia ocular de la madre exigió una operación. La intervención exitosa culminó con el
reencuentro de las tres familias en un sitio de veraneo. Elizabeth encontraría en este periodo, el
primero exento de penas y temores desde la muerte de su padre. Pero justamente con esa temporada
coincide el estallido de los dolores de Elizabeth y su dificultad para caminar. A partir de ese momento,
ella fue la enferma de la familia. Pero no sin que se presentara una nueva preocupación, la segunda
hermana había quedado embarazada de nuevo. A partir de este nuevo embarazo la hermana fallece
por una afección cardiaca. La triste impresión de que habiéndose dado las condiciones para un
matrimonio feliz, esa dicha tuviera que terminar así, ocupó a partir de entonces los pensamientos de
Elizabeth. Pero además veía hacerse pedazos dentro de sí todo cuanto había anhelado para su madre.

Esa era la historia de padecimiento de esta muchacha ambiciosa y necesitada de amor. Atropellada
por su destino, amargada por el fracaso de todos sus planes de restaurar el brillo de su casa; sus
amores, muertos los unos, distantes los otros; sin inclinación por refugiarse en el amor de un hombre
extraño, vivía hacia un año y medio del cuidado de su madre y de sus dolores.
Era una historia clínica consistente en triviales conmociones anímicas, que no permitía explicar porque
la paciente debió contraer una histeria, ni como esa histeria cobro la forma de una abasia dolorosa.
No iluminaba ni la causación ni la determinación de la histeria ahí existente.

Primer periodo del tratamiento


Al no poder hipnotizar a Elizabeth, Freud utilizo el artificio de la presión sobre la cabeza. La enferma
calló al principio y luego confesó haber pensado en cierto atardecer en que un joven la acompaño a
casa después de una reunión social y las sensaciones con que luego regresó a casa a cuidar a su padre.
Elizabeth relató y trazó los contornos de su creciente convicción de que él la amaba, y comprendía que
casarse con él no le impondría los sacrificios que temía del matrimonio.

El atardecer del que ella se había acordado dibujaba justamente el apogeo de su sentimiento. A
pedido de su padre, había consentido ese día en apartarse de su lecho para asistir a una reunión social
en la cual tenía motivos para esperar encontrarlo. Cuando Elizabeth regresa a su casa, se encontró con
que el estado de su padre había empeorado y se hizo duros reproches por haberlo abandonado por su
gusto personal. Esa fue la última vez que abandonó a su padre por toda una tarde y solo en raras
ocasiones volvió a ver a su amigo. Este fracaso de su primer amor le seguía doliendo cada vez que se
acordaba.

Aquí era lícito buscar la causa de los primeros dolores histéricos: Por el contraste entre la salida que
se había permitido y la miseria en la que encontró al padre al volver, quedó planteado un conflicto, un
caso de inconciabilidad. Como recuerdo del conflicto, la representación erótica fue reprimida
(esforzada al desalojo) de la asociación y el afecto a ella adherido fue aplicado para reanimar un dolor
corporal presente de manera simultánea. Se trataba pues del mecanismo de una conversión con el fin
de la defensa.

Segundo periodo de tratamiento


Elizabeth comunica a Freud que cree saber porque los dolores partían siempre de aquel determinado
lugar del muslo derecho. Es el lugar donde cada mañana, el padre descansaba sus piernas mientras
ella cambiaba sus vendas. Esto había sucedido cientos de veces.

Freud aprendió a utilizar como brújula el dolor despertado; cuando ella enmudecía, pero todavía
acusaba dolores, sabía que no lo había dicho todo y la instaba a continuar la confesión hasta que el
dolor fuera removido por la palabra. Sólo entonces le despertaba un nuevo recuerdo.
En este período de abreacción, el estado de Elizabeth mejoró notablemente, tanto en el aspecto
somático como psíquico.
Freud, gracias a Elizabeth, obtuvo un panorama de cómo se genera la histeria monosintomática. La
pierna derecha le dolía cuando se producían recuerdos del cuidado a su padre, del trato de su
compañero de juventud (Primer tramo de su padecimiento); mientras que el dolor en la pierna
izquierda le sobrevenía cuando se despertaba un recuerdo sobre la hermana difunta y los dos cuñados
(Segundo tramo de su padecimiento).

Freud presto amplio interés al modo en que todo el complejo sintomático de la abasia pudo
edificarse sobre esas zonas dolorosas, y con ese propósito formulo diversas preguntas, como: “¿De
dónde provienen los dolores al andar, estar de pie, yacer?”, que la paciente respondió en parte sin que
mediara influjo, en parte bajo la presión de su mano. De ahí resultaron dos cosas: Por un lado, agrupó
todas las escenas conectadas con impresiones dolorosas según que en ellas hubiera estado sentada o
de pie, etc. Así, por ejemplo, estaba de pie junto a una puerta cuando trajeron a casa al padre tras
sufrir un ataque al corazón, y en su terror ella quedó de pie como plantificada. A este primer terror
estando de pie le seguían otros recuerdos, hasta llegar a la escena terrible en que de nuevo se quedó
parada, frente al lecho de su hermana muerta. Toda esa cadena de reminiscencias estaba destinada a
evidenciar el justificado enlace de los dolores con el estar de pie, y aun podía considerarse como
prueba de una asociación; sin embargo, uno debía tener presente el requisito de que en todas esas
oportunidades era preciso que se registrara, además, otro factor que dirigiera la atención al estar de
pie (o al andar, estar sentada, etc.). Y la explicación para este sesgo de la atención parecía tener que
buscarse en la circunstancia de que andar, estar de pie y yacer se anudan a operaciones y estados de
aquellas partes del cuerpo que eran en este caso las portadoras de las zonas dolorosas, las piernas. De
ese modo resultaba fácil de comprender el nexo entre la astasia-abasia y el primer caso de
conversión en este historial clínico.

En primer lugar, la zona dolida crecía por sumación, pues cada nuevo tema de eficacia patógena,
investía una nueva región de las piernas; en segundo lugar, cada una de las escenas impresionantes
había dejado tras sí una huella, pues producía una «investidura» permanente, que se acumulaba más
y más; pero, además, era inequívoco que en la plasmación de la astasia-abasia había cooperado otro
mecanismo. La enferma no cesaba de repetir lo doliente que era la sensación de “no avanzar un
paso”. Se atribuyó entonces a sus reflexiones que ella directamente buscaba una expresión simbólica
para sus pensamientos de tinte dolido, y lo había hallado en el refuerzo de su padecer. Mediante una
simbolización así pueden generarse síntomas somáticos de la histeria. En la señorita Elisabeth von R. el
mecanismo psíquico de la simbolización no se situaba en primera línea, él no había creado la abasia,
pero todo indicaba que la abasia preexistente había experimentado un refuerzo sustancial por este
camino.

Freud sostiene que su método de presión sobre la frente nunca fracasó con Elizabeth pues ella
siempre tenía una ocurrencia o una imagen en la mente, aunque no siempre estaba dispuesta a
comunicarla, sino que intentaba volver a sofocar esos pensamientos. Freud supuso dos motivos para
esto: O la enferma ejercía una crítica sobre su ocurrencia o bien la horrorizaba indicar la ocurrencia
porque le resultaba demasiado desagradable su comunicación. Cuando ella decía que no se le ocurría
nada, Freud le aseguraba que sí se le había ocurrido y así él repetía la presión. De esta manera la
enferma mostraba resistencias a reproducir sus recuerdos.

Tercer periodo de tratamiento


La enferma se sentía mejor, estaba psíquicamente aliviada y se había vuelto productiva, pero era
evidente que los dolores no habían sido eliminados; volvían de tiempo en tiempo y con su antigua
violencia. Lo incompleto del éxito terapéutico se correspondía con lo incompleto del análisis.
Freud formuló entonces la pregunta por las circunstancias y causas de la primera emergencia de los
dolores. Como respuesta, sus pensamientos se orientaron hacia su estancia en la residencia veraniega.
Hasta entonces se le antojaba que era lo bastante fuerte para prescindir del apoyo de un hombre;
pero ahora se apoderaba de ella un sentimiento de su debilidad como mujer, una añoranza de amor
en la que la solidez de su ser empezaba a derretirse.

En una caminata en esa estancia, junto a su cuñado, se le hizo hiperpotente el deseo de poseer un
hombre que se la pareciera. Pocos días después, ella realizo un paseo, y soñó de nuevo con una dicha
de amor como la que poseía su hermana, y con un hombre que supiera cautivar su corazón como ese
cuñado. Por último, aflora el recuerdo junto al cuerpo de su hermana fallecida, pensamiento que
ahora se había instalado de nuevo irrechazablemente “Ahora el está de nuevo libre, y yo puedo
convertirme en su esposa”.

Es así como Freud encuentra aquí la idea de defensa frente a una representación inconciliable; de la
génesis de síntomas históricos por conversión de una excitación psíquica a lo corporal, de la formación
de un grupo psíquico separados por el acto de voluntad que lleva a la defensa: Ella había conseguido
dejar de lado la dolorosa certidumbre de que amaba al marido de su hermana (Representación
inconciliable) creándose a cambio unos dolores corporales; y en los momentos en que esa
certidumbre pretendía imponérsele (Durante el paseo con él a la colina, ante el lecho de la hermana,
etc.) habían sido generados aquellos dolores por una lograda conversión a lo somático.
El efecto de la readmisión de aquella representación reprimida fue desconsolador para Elizabeth.
Freud le dio la oportunidad de aligerarse, por abreacción, de esa excitación almacenada, así ella
empezó a recordar varias situaciones involucradas con el cuñado. En este proceso a través de las
cuales se reelaboraron esos recuerdos, se volvió claro para Elizabeth que el sentimiento hacia su
cuñado era de larga data.
Esta abreacción se hizo muy bien, y la dio por curada.

Epicrisis
Sobre la naturaleza de la paciente obraron unas dolientes emociones; en primer lugar, el influjo
despotenciador de un largo cuidado de su padre enfermo; quien tiene la mente ocupada por la
infinidad de tareas que supone el cuidado de un enfermo, tareas que se suceden en interminable
secuencia a lo largo de semanas y de meses, por una parte se habitúa a sofocar todos los signos de su
propia emoción y, por la otra, distrae pronto la atención de sus propias impresiones porque le faltan el
tiempo y las fuerzas para hacerles justicia. Así, el cuidador de un enfermo almacena en su interior una
sobreabundancia de impresiones susceptibles de afecto.
Según la concepción que parece convenir a la teoría de la histeria como conversión, cabría exponer
el proceso del siguiente modo: Ella reprimió (desalojó) la representación erótica de su conciencia y
trasmudó su magnitud de afecto a una sensación de dolor somático. Un conflicto totalmente similar
se repitió unos años después y condujo a un aumento de esos mismos dolores y a su difusión más allá
de las fronteras inicialmente establecidas. De nuevo era un círculo de representaciones eróticas el que
entraba en conflicto con todas sus representaciones morales, pues la inclinación recaía sobre su
cuñado, y tanto en vida de su hermana como después de su muerte era para ella un pensamiento
inaceptable que ansiara justamente a ese hombre para sí. El análisis proporcionó noticia sobre este
conflicto que constituye el punto central del historial clínico. Acaso la inclinación de la enferma hacia
su cuñado germinaba desde mucho antes; su desarrollo fue favorecido por el agotamiento físico tras
el nuevo cuidado de enfermo, el agotamiento moral tras varios años de desengaños; su tiesura
interior empezó a aflojarse por entonces, y ella se confesó que necesitaba el amor de un hombre.
En aquel tiempo, como en el del análisis, el amor por su cuñado estaba presente en su conciencia al
modo de un cuerpo extraño, sin que hubiera entrado en vinculaciones con el resto de su representar.
Había preexistido ese singular estado de saber y al mismo tiempo no saber con respecto a esa
inclinación, el estado del grupo psíquico divorciado.
El motivo era el de la defensa, la revuelta del Yo a conciliarse con ese grupo de representaciones; el
mecanismo era el de la conversión, en lugar de los dolores anímicos que ella se había ahorrado
emergieron los corporales; así se introdujo una trasmudación de la que resultó,
como ganancia, que la enferma se había sustraído de un estado psíquico insoportable, es cierto que al
costo de una anomalía psíquica -la escisión de conciencia consentida- y de un padecer corporal -los
dolores, sobre los cuales se edificó una astasia-abasia-.
La señorita Von R que mantenía continuo trato con su cuñado, estaba expuesta de particular modo a
la emergencia de nuevos traumas.

Freud piensa que no es al azar como se convierte el afecto disociado de la representación en el


cuerpo, postula que hay cierto determinismo en el síntoma y está dado de 3 formas:
TOPICO: por un lado, hay una relación con determinados sucesos y por otro lado con determinadas
zonas dolorosas; el síntoma está dado por una sumatoria de sucesos, una vez que Elizabeth expresaba
verbalmente un suceso, esa zona dolorosa se liberaba y olvidaba. Freud determina que los dolores en
las piernas tenían que ver con hechos vividos por su paciente. En relación al MUSLO DERECHO
observaba que los sucesos tenían que ver con el PADRE o el MUCHACHO. Los dolores en su MUSLO
IZQUIERDO con su HERMANA y su SEGUNDO CUÑADO.
FUNCIONAL: tiene que ver con la posición en la que se encontraba en diferentes escenas o vivencias.
Elizabeth estaba de pie cuando traen a su padre sufriendo un ataque y también cuando ve a su
hermana muerta, esto está referido a la dificultad que tenía para estar de pie.
SIMBOLICA: está relacionada con la expresión lingüística en el orden de lo corporal. Ella tenía la
impresión subjetiva de no poder dar un paso para hacer feliz a su madre, de sentirse sin apoyo; esta
expresión es expresada en el cuerpo de Elizabeth como una dificultad para caminar. 

Caso Emma. 1886-1899

La compulsión histérica proviene de una variedad del movimiento de formación de símbolo,


probablemente es un proceso primario (se lo comprueba en el sueño). La fuerza que mueve este
proceso es la defensa del yo.
En el ámbito sexual existe una constelación psíquica particular.
Emma no podía ir sola a la tienda.
Primer recuerdo  tenía 12 años, fue a una tienda a comprar algo y vio a dos empleados reírse entre
ellos, salió corriendo con afecto de terror.
Se despiertan pensamientos: que se reían de su vestido, que uno le gustaba sexualmente.
Segundo recuerdo  tenía 8 años, fue dos veces a la tienda de un pastelero, y el hombre le pellizcó los
genitales a través del vestido. Luego de la segunda vez no fue más.

Comprendemos la escena 1 (empleados) si recurrimos a la escena 2 (pastelero). Dijo que la risotada de


los empleados le hacía acordar a la risotada del pastelero cuando la pellizcó.
En la tienda dos empleados RIEN, la risa evoca el recuerdo del pastelero, además que de nuevo esta sola
en el negocio. El recuerdo despierta un desprendimiento sexual que se traspone en angustia, con esta
angustia tiene miedo de que los empleados puedan repetir el atentado y escapa.
En el proceso no ha llegado a la conciencia nada más que el fragmento “vestido”, ha plantado dos
enlaces falsos con empleados, risa, vestidos, sensación sexual.
El complejo integro esta subrogado en la conciencia por vestido, ha sobrevenido una represión con
forma de símbolo. No ingresa en la conciencia el eslabón que despierta interés (atentado) sino un
símbolo (vestidos). Se averigua el desprendimiento sexual del que hay testimonio en la conciencia. Este
se anuda al recuerdo del atentado, pero no se anuda al atentado cuando fue vivenciado.
Es reprimido un recuerdo que solo con efecto retardado ha devenido trauma. Retardo de la pubertad.
_________
Toda persona adolescente tiene huellas mnémicas que solo pueden ser comprendidas con la
emergencia de sensaciones sexuales propias. Lo perturbador en un trauma sexual es claramente el
desprendimiento del afecto. Los histéricos han sido vueltas excitables sexualmente de manera
prematura por estimulación mecánica y de sentimientos.

La perturbación del proceso psíquico normal tiene dos condiciones:


1. Que el desprendimiento sexual se anudara a un recuerdo y no a una vivencia
2. Que el desprendimiento sexual sobreviniera prematuramente.

Con el olvido desaparecen la selección, la adecuación al fin y la lógica del decurso. El proceso
afectivo se aproxima al proceso primario desinhibido.
A raíz del desprendimiento de afecto de la representación desprendiente misma cobra fuerza, la
operación principal del yo investido consiste en prevenir nuevos procesos afectivos y en rebajar las
antiguas facilitaciones de afecto.
Mientras más intenso sea el desprendimiento de displacer, más difícil es para el yo.
El reflexionar es una actividad del yo que demanda tiempo, y no puede realizarse con intensas
formación de símbolos en el nivel de afecto. Para el yo se trata de no consentir ningún desprendimiento
de afecto, porque así consentiría un proceso primario. Su mejor herramienta es el mecanismo de la
atención. Si una investidura que desprende displacer puede escapar a la atención, el yo llegaría muy
tarde para contraponérsela.
Es una huella mnémica la que inesperadamente desprende displacer, y el yo se entera muy
tarde.
Cuando el trauma sobreviene en la época que ya existe un yo, acontece un desprendimiento de
displacer, pero he ahí al yo simultáneamente activo para crear investiduras colaterales.
La inhibición por el yo no esté presente en el primer desprendimiento de displacer, y el proceso
no transcurra como una vivencia de afecto primario póstuma, que es lo que cumple cuando el recuerdo
ocasiona por primera vez el desprendimiento de displacer. El retardo de la pubertad posibilita unos
procesos primarios póstumos.

Las neuropsicosis de Defensa (Sigmund Freud – 1894)


I - En este texto, el termino defensa, es inauguralmente utilizado aquí. Comienza a esbozarse el papel
de la sexualidad, se roza la cuestión de la naturaleza de lo inconsciente y se plantea toda la teoría
fundamental de las investiduras psíquicas y
Janet y Breuer mostraban que los síntomas de la histeria indicaban una escisión de la conciencia con
formación de grupos psíquicos separados, pero no era claro el origen y el papel que esa escisión jugaba
en la formación de la histeria. Para Janet, la escisión de conciencia era un rasgo primario basado en una
debilidad innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del campo de conciencia.
Para Breuer la base de la histeria era la aparición de estados hipnoides, estados de conciencia
oniriformes con poca aptitud para la asociación, aquí es secundaría, adquirida, y se da porque las
representaciones que afloran en estados hipnoides son segregadas del comercio asociativo con los
contenidos de conciencia.
Freud muestra dos formas de histeria en donde la escisión de consciencia es la consecuencia de un
acto voluntario del enfermo. No se propone producir esta escisión, sino que su propósito es otro, pero
al no alcanzar su meta, se genera la escisión.
En la otra forma, la escisión juega un papel mínimo, apenas se intercepta la reacción frente al estímulo
traumático, estos se tramitan por abreacción: histeria de retención pura.
En relación a las fobias y las representaciones obsesivas, sólo nos interesa la segunda forma de la
histeria, a la cual damos, por motivos fácilmente visibles, el nombre de histeria de defensa,
distinguiéndola así de las histerias hipnoides y de las de retención.
Los pacientes analizados habían gozado de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso
de inconsciabilidad en su vida de representaciones que, al despertar un afecto tan penoso, movieron al
sujeto a decidir olvidarlos, no creyéndose con fuerzas suficientes para resolver por medio de una labor
mental la contradicción entre su yo y la representación intolerable.
Tales representaciones intolerables florecen casi siempre, tratándose de sujetos femeninos, en el
terreno de la experiencia o la sensibilidad sexuales, y las enfermas recuerdan con toda la precisión
deseable sus esfuerzos para rechazarlas y su propósito de dominarlas y no pensar en ellas. (Elizabeth)
No pudo afirmar que tal esfuerzo de la voluntad por expulsar del pensamiento algo determinado sea
un acto patológico, ni tampoco que aquellas personas que bajo iguales influencias psíquicas
permanecen sanas, consigan realmente el deseado olvido. Sólo sabía que, en los pacientes analizados,
ese olvido no se logró, sino que llevó a diversas reacciones patológicas que provocaron una histeria, o
una representación obsesiva o una psicosis alucinatoria. En la aptitud para provocar mediante aquel
acto voluntario uno de estos estados, todos los cuales se conectan con una escisión de conciencia, ha
de verse la expresión de una predisposición patológica.
El camino que desde el acto voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma neurótico se podría
expresar así: La tarea que el yo defensor se impone, tratar como no acontecida la representación
inconciliable, es insoluble; una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación están
ahí, ya no se los puede extirpar. Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea, lograr
convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que
sobre ella gravita. Entonces esa representación débil dejará de exigir el trabajo asociativo, pero la suma
de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.
Hasta aquí son iguales los procesos en la histeria y en las fobias y representaciones obsesivas; desde
este punto, los caminos se separan. A partir de aquí dejan de ser iguales los procesos en la histeria, las
fobias y representaciones obsesivas. En la histeria se vuelve inocua la representación inconciliable
trasponiendo el afecto al cuerpo mediante conversión. La conversión puede ser total o parcial y se dará
en una inervación motriz o sensorial que tenga relación con la vivencia traumática. El yo elimina así la
contradicción, a cambio un símbolo mnémico habita la conciencia como parásito, como inervación
motriz o como sensación alucinatoria. La idea de la representación reprimida formó así el núcleo de un
segundo grupo psíquico.
Proceso psicofísico en la histeria: Una vez formado el núcleo en el momento traumático, su
engrosamiento se da en momentos traumáticos auxiliares, cuando una impresión similar traspasa la
barrera fijada por la voluntad, aporta nuevo afecto a la representación débil e impone por un tiempo el
enlace asociativo de ambos grupos psíquicos, hasta que una nueva conversión ofrezca defensa. El
equilibrio logrado es frágil; el afecto llevado por vía corporal cada tanto vuelve a la representación
inconciliable, y obliga a la asociación o a descargar en ataques histéricos. El método catártico de Breuer
reorientaba el afecto de lo corporal a lo psíquico, con conciencia, reequilibrando la contradicción
mentalmente y descargando el afecto al hablar.

Entonces, la escisión de conciencia no es el factor característico de la histeria sino la capacidad


psicofísica para trasladar el afecto a la inervación corporal. La sola capacidad no excluye la salud
psíquica, solo lleva a la histeria si hay inconciliabilidad psíquica o exceso de afecto. Con este giro, Breuer
y Freud, se acercan mas a Oppenheim y Strümpell que a Janet, que da crucial importancia a la escisión
de conciencia, en la histeria.

II – Si una persona predispuesta a la neurosis no tiene la aptitud a la conversión, y aún así, para
defenderse de la representación inconciliable intenta separar el afecto de la idea, el afecto permanece
en lo psíquico. La representación débil se excluye de asociación en la conciencia pero el afecto libre se
fija a representaciones adecuadas a las que el enlace falso convierte en representaciones obsesivas. Esta
teoría de las representaciones obsesivas y fobias tiene piezas que admiten demostración directa y otras
no. Es demostrable la representación obsesiva misma y la fuente de la que proviene el afecto en enlace
falso. Siempre era la vida sexual la que proporcionaba un afecto penoso de igual índole que el afecto
fijado a la representación obsesiva. No excluía que naciera en otro ámbito pero a él no se había revelado
otro origen
Es demostrable también, el empeño voluntario, varios enfermos relataban que la fobia o la
representación obsesiva aparecieron cuando el acto voluntario parecía haber logrado su fin. Pero, no
todos tenían claro su origen. En general al señalarles la naturaleza sexual de la representación originaria,
la objetaban. Esta era la prueba de que la representación obsesiva sustituía en la conciencia a la
representación sexual primitiva.

El divorcio entre la representación sexual y su afecto, y el enlace de este con una representación
adecuada ocurren al margen de la conciencia, ningún análisis clínico-psicológico lo puede demostrar.
Junto a los casos en que se comprueba la presencia sucesiva de la representación sexual inconciliable y
de la representación obsesiva, hay casos de coexistencia de representaciones obsesivas y
representaciones sexuales inconciliables. No se debe llamar a estas últimas “representaciones obsesivas
sexuales”; les falta un rasgo esencial de las representaciones obsesivas: están justificadas, mientras que
lo penoso de las representaciones obsesivas ordinarias son un problema para el médico y el enfermo. En
estos casos se da una defensa continua frente a representaciones sexuales siempre emergentes, una
labor no concluida.
Los enfermos suelen ocultar sus representaciones obsesivas cuando son conscientes de su origen sexual.
Y cuando se quejan de ellas, expresan su asombro por sucumbir al afecto, por angustiarse, tener ciertos
impulsos, etc. Al médico en cambio, ese afecto le resulta justificado e inteligible; lo llamativo es el enlace
del afecto con una representación que no es digna de él, el afecto de la representación obsesiva le
parece dislocado, si adoptó esta teoría puede si ensayar la retraducción a lo sexual de la representación
obsesiva.

El afecto liberado aprovecha para su enlace secundario cualquier representación que tenga relación con
la representación inconciliable. Una angustia liberada cuyo origen sexual no debe recordarse, se vuelca
en fobias primarias a animales, la tormenta, la oscuridad, o a cosas asociadas con lo sexual: orinar,
defecar.
La ventaja obtenida por el yo al defenderse con la transposición del afecto es menor que en la
conversión histérica pues el afecto penoso permanece intacto; sólo se excluye del recuerdo a la
representación inconciliable. Las representaciones reprimidas forman también aquí el núcleo de un
segundo grupo psíquico que no presenta los síntomas que de la histeria, tal vez porque la modificación
íntegra ocurrió en lo psíquico, y no hubo cambios en la relación entre la excitación psíquica y la
inervación somática
Ejemplos de representaciones obsesivas
1. Una muchacha padece reproches obsesivos. Lee sobre un crimen y se pregunta si no fue ella quien lo
cometió, pero es consciente de que esto absurdo. Durante un tiempo, la conciencia de culpa la dominó
hasta ahogar su juicio crítico y se acusaba ante sus parientes y medico de haber perpetrado los crimines
(Psicosis pro acrecentamiento simple). La culpa surge cuando, incitada por una sensación voluptuosa
casual, se masturba, con conciencia de su mala acción. Un exceso estando en un baile provocó el
acrecentamiento hasta la psicosis.
2. Otra muchacha, teme sufrir incontinencia de orina, desde que una urgencia así la había obligado a
abandonar una sala de conciertos. La fobia le imposibilitó el trato social. Solo se sentía bien si estaba
próxima a un baño al que pudiera ir sin ser advertida. Las ganas de orinar no le sobrevenían en su casa,
en condiciones de tranquilidad. La presión en la vejiga le vino por primera vez en la sala de conciertos,
estando cerca de un señor que no le era indiferente. Imaginando ser su esposa, entró en ensoñación
erótica y le sobrevino una sensación corporal como una erección que en ella concluyó con una presión
en la vejiga. Estaba habituada a esa sensación pero ahora se asustó, pues había resuelto combatir esa
inclinación; el afecto se transfirió así a las ganas de orinar. Esta joven, a quien toda realidad sexual
horrorizaba, no concibiendo siquiera que pudiera casarse algún día, era, por otro lado, de una tal
hiperestesia sexual, que aquella sensación voluptuosa le aparecía con cualquier ensoñación erótica que
se permitiese
3. Una joven que casada cinco años sólo había tenido un hijo, sentía el impulso obsesivo de arrojarse
por el balcón y que, a la vista de un cuchillo, sentía el miedo de tomar impulso de matar a su hijo.
Confesó que rara vez tenía sexo y siempre se cuidaba para evitar la concepción, decía no disgustarle,
pues era poco sensual. Lo cierto era que al ver otros hombres, tenía representaciones eróticas y esto le
había hecho perder la confianza en sí misma, haciéndose sentir degradada, capaz de todo. La paciente
confesó llorando su miseria conyugal, por tanto tiempo ocultada, y comunico más tarde varias
representaciones penosas de carácter sexual no modificado, tales como la sensación frecuentísima de
que se le entraba algo por debajo de las faldas.

III - En los dos casos considerados, la defensa frente a la representación inconciliable ocurría mediante
el divorcio de ella y su afecto. La representación debilitada y aislada permanecía en la conciencia. Pero
había una defensa más poderosa; el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y
se comporta como si nunca hubiera comparecido. Cuando se da esto, la persona sucumbe a una
psicosis alucinatoria.
Ejemplo: Una joven interesada en un hombre cree ser correspondida, pero él frecuenta su casa por
otros motivos. Cuando llega el desengaño, ella se defiende mediante la conversión histérica, y sigue
pensando que él vendrá un día a pedir su mano; sin embargo, se siente desdichada y enferma, pues la
conversión es incompleta y constantemente la asaltan nuevas impresiones dolorosas. Por fin, con la
máxima tensión, lo espera un día de festejo familiar. Y transcurre el día sin que él acuda. Pasados todos
los trenes en que podía llegar, ella se vuelca a una confusión alucinatoria, cree que él llegó, oye su voz.
Por dos meses, vive un sueño donde todo está como antes (de que surja el desengaño del que se
defendía). Histeria y desazón están superadas; mientras dura la enfermedad, es dichosa y solo rabia
cuando alguna medida de sus familiares le impide realizar alguna lógica consecuencia de su dichoso
ensueño. La psicosis fue descubierta diez años después mediante hipnosis.
Freud quería destacar que el contenido de una psicosis alucinatoria consiste en realzar la
representación que estuvo amenazada por el motivo de la enfermedad. El yo se defiende de la
representación insoportable refugiándose en la psicosis; el proceso por el cual se logra, escapa a la
autopercepción y al análisis psicológico-clínico. Es la expresión de una predisposición patológica de
mayor grado. El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama con un
fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o
parcialmente, de la realidad objetiva. Esta última es la condición por la que se imparte a las
representaciones propias una vividez alucinatoria, y tras la defensa lograda, la persona cae en confusión
alucinatoria.
Freud dispone de pocos análisis sobre psicosis de esta clase; pero cree que es un tipo de enfermedad
psíquica a que se recurre con frecuencia, pues en los manicomios hay ejemplos donde vale análoga
concepción, la madre que enfermó a raíz de la pérdida del hijo y ahora mece un leño en sus brazos, o la
novia desairada que desde hace años espera ataviada a su prometido.
Los tres tipos de defensa descritas y las tres formas de enfermar a que esa defensa lleva, pueden estar
reunidas en una misma persona. La aparición simultánea de fobias y síntomas histéricos, que a menudo
se observan, es un factor que dificulta la separación tajante de la histeria respecto de otras neurosis, y
fuerzan a postular las “neurosis mixtas”. La confusión alucinatoria no suele ser compatible con la
persistencia de la histeria y tampoco con la de las representaciones obsesivas. En cambio no es raro que
una psicosis de defensa interrumpa episódicamente la trayectoria de una neurosis histérica o mixta.
En las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto) que tienen todas las propiedades de
una cantidad, aunque no haya forma de medirla, algo que puede aumentar, disminuir, desplazarse y
descargarse, y se difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga
eléctrica por la superficie de los cuerpos. Es posible utilizar esta hipótesis, que ya estaba en la teoría de
la abreacción en el mismo sentido en que el físico emplea el supuesto del fluido eléctrico que corre

Nuevas Puntualizaciones sobre las Neuropsicosis de Defensa (Sigmund Freud - 1896)


Se les llama <<neuropsicosis de defensa>>, porque se había obtenido para estas afecciones un punto
de vista común, a saber: ellas nacían mediante el mecanismo psíquico de la defensa (inconsciente), es
decir, a raíz del intento de reprimir una representación inconciliable que había entrado en penosa
oposición con el yo del enfermo.

Freud avanza en dos cuestiones: por un lado en la perspectiva etiológica, es decir, en ubicar el trauma
sexual en la infancia, (en la neuropsicosis de defensa, la etiología sexual se ubica fundamentalmente en
un hecho ocurrido en la infancia); y por el otro lado en la diacronía que da de los síntomas. Y como se
van produciendo los síntomas de lo que llama el retorno de lo reprimido (desfigurado por el conflicto y
la defensa en las alucinaciones). Pero en las neurosis obsesivas los reproches son internos, y lo clave es
que el sujeto rechaza esas ideas que vienen del retorno de lo reprimido, se defiende de ellas, “no quiero
pensar en esto, me parece absurdo, pero no lo puedo evitar”, o realizan ciertas ceremonias para
combatir esas ideas.
La defensa es a raíz del intento de reprimir una representación inconciliable que había entrado en
penosa oposición con el yo del enfermo. Para entender por qué actúa la defensa tenemos que suponer
un conflicto psíquico. Es un conflicto entre el yo y una representación inconciliable, intolerable,
rechazada por el yo. Y el conflicto en esta época supone un trauma. La etiología con la que Freud piensa
las neuropsicosis de defensa es fundamentalmente la etiología traumática. Esa etiología traumática
implica una concepción que supone de alguna manera que no hay una sexualidad infantil (esto luego
Freud lo modifica: introduce la teoría de la sexualidad infantil en 1905). En esta época Freud pensaba
que la sexualidad aparecía en la pubertad, y que el episodio traumático implicaría un encuentro con
algo sexual en la infancia cuando el sujeto está todavía inmaduro y no puede asimilar ese encuentro. Y
la etiología traumática implica dos tiempos: un primer tiempo donde eso ocurre pero todavía no tiene
una significación sexual, es decir que no tiene eficacia causal en sí mismo; y un segundo tiempo en la
pubertad donde se despierta la sexualidad y la escena primera se resignifica y cobra eficacia traumática.
En este momento Freud piensa que ha habido algún tipo de trauma sexual en la infancia, eso genera
una representación inconciliable, que pone en juego el mecanismo de la defensa, y que a partir de allí
los caminos divergen por el modo en que se tramita esa representación inconciliable, y genera
distintos tipos de síntomas. Es decir que la defensa frente a la representación inconciliable consiste,
fundamentalmente, en lo que Freud llamaba “separar la representación inconciliable del monto de
afecto”. Según qué destino tengan la representación reprimida y ese monto de afecto, nos darán
distintos tipos de síntomas:
- Si la representación permanece reprimida e icc y el monto de afecto es derivado hacia lo somático lo
que se va a producir es una conversión histérica, un síntoma en el cuerpo
- Si el afecto separado de esa representación inconciliable va a parar a otra representación que
sustituye a esa primera en el ámbito de lo psíquico lo que nos da es una representación obsesiva
- Si tanto la representación como ese monto de afecto, penosos y rechazados por el yo, son sustituidos
alucinatoriamente por una representación que es grata al yo se produce esa confusión alucinatoria
aguda.
Es un cuadro agudo (si es agudo quiere decir que no es crónico) que se da en un momento con mucha
intensidad. Y es un estado confusional alucinatorio de características oniroides: como si el sujeto
estuviera soñando con los ojos abiertos. El enfermo reemplaza una situación penosa por otra que es
grata al yo, y lo vive como si estuviera en un sueño.

Distingue dos tipos de trauma.


1) TRAUMA VIVIDO DE FORMA PASIVA O ESCENA SEXUAL PASIVA (vivencia de seducción): es una
escena sexual vivida en forma pasiva de manera DISPLACENTERA. El trauma pasivo está presente tanto
en la histeria, como en la ns obsesiva. Pero en el caso de la ns obsesiva no es lo que la caracteriza.
2) TRAUMA ACTIVO (acción de agresión sexual): escena vivida de forma activa y placentera.
Lo que caracteriza a la histeria es el TRAUMA PASIVO DISPLACENTERO y lo que caracteriza a la neurosis
obsesiva es el TRAUMA ACTIVO PLACENTERO, pero hay que suponer que en la neurosis obsesiva,
también hubo previo al trauma activo placentero, una escena vivida de forma pasiva y displacentera;
en la neurosis obsesiva están las dos, la pasiva es previa a la activa, es decir que a la escena pasiva la
supone en ambos casos, lo cual le va a permitir a Freud señalar que también en la NO hay un pequeño
núcleo de histeria, de síntomas histéricos.
TRAYECTORIA TIPICA de una NO:
1) PRIMER MOMENTO como Predisposición o neurosis infantil:
a) PERIODO DE INMORALIDAD INFANTIL: si el niño aún no posee una sexualidad, tampoco posee una
moralidad, es decir, no posee un criterio de qué está bien o mal con respecto a lo sexual o corporal, no
tiene una categorización moral de sus acciones. Es en ese contexto que van a acontecer las 2 escenas (la
experiencia pasiva displacentera que Freud llama vivencia de seducción sexual, que se da primero; y la
experiencia activa placentera que Freud llama a veces agresión sexual) fundamentales que caracterizan
a la NO en el primer momento del trauma. Niño inescrupuloso sin ninguna moralidad ni vergüenza.
b) PERIODO DE MADURACION SEXUAL: está ligado al 2º momento del trauma porque este periodo
tiene que ver con el inicio de la pubertad. Es el segundo momento lógico del trauma. El recuerdo para
Freud se produce de manera inversa al modo en que acontecieron los hechos. Se produce primero el
recuerdo de esa escena sexual activa y placentera, y a su vez, eso despierta el recuerdo de la escena
sexual anterior que es la pasiva y displacentera. Es decir, primero se recuerda lo último que pasó, y eso
despierta los recuerdos más antiguos; primero recuerda lo que hizo y luego recuerda que antes se lo
hicieron a él. A eso se le suma un reproche, el recuerdo engendra reproches. Deviene una
representación inconciliable y se motoriza la defensa. Ese recuerdo de la escena anterior pasiva y
displacentera, es como si empujara en el sentido de la represión.
c) PERIODO DE SALUD APARENTE O DEFENSA LOGRADA. La defensa va a producir un tipo particular de
síntomas. Freud va a distinguir tres niveles distintos de síntomas en la neurosis obsesiva. La defensa
ante esta representación inconciliable va a producir lo que Freud llama síntomas de la defensa
primaria, que son síntomas del éxito momentáneo de la defensa primaria. Se cierra una primera etapa
de la cuestión, que aún no es la neurosis obsesiva en su forma clínica y manifiesta, sino más bien lo que
Freud llama predisposición. (No es la neurosis “desencadenada” pero están todas las predisposiciones
para que eso acontezca). Esta primera etapa de la predisposición termina con un éxito de la defensa, o
salud aparente, se representa una estructura que aún no se ha desencadenado. Fundamentalmente hay
que tener en cuenta que acá Freud está utilizando un concepto de síntoma que no es el más familiar, es
decir que no se refiere en este caso a un fracaso de la defensa o un retorno de lo reprimido; decir que
los síntomas de la defensa primaria son producto de una defensa lograda implica que estos síntomas
cumplen otra función diferente, que es la de sostener a la defensa, son síntomas a favor de la defensa,
no en contra de la defensa. Los tres síntomas de la defensa primaria son:
- escrúpulos de la conciencia moral,
- vergüenza,
- desconfianza de sí.
Este momento difiere totalmente del primer periodo de inmoralidad infantil, es el reverso del primer
período y ayudan a velarlo; el periodo de salud aparente refiere al niño vergonzoso, incapaz de hacer
todo lo que el primero si haría. Es un niño vergonzoso que desconfía de sí mismo, “el abanderado”, no
es desubicado, la familia lo ve como el chico ejemplar. Por eso estos síntomas generan el efecto de
salud aparente. Los síntomas de la defensa primaria, entonces, sirven para la defensa. No son síntomas
que perturben al sujeto, al contrario; no perturban al yo, todo lo contrario, lo sostienen. Esto
demuestra que pueden estar las condiciones estructurales para la neurosis pero que esta no
acontezca, porque la defensa es exitosa. (Relación con desencadenamiento de psicosis. Freud dice que
el paranoico desconfía de los otros; el obsesivo desconfía de sí mismo). No puede medirse cuanto puede
durar la salud aparente, hay diversas contingencias, hasta que en un momento empieza la enfermedad
propiamente dicha:
2) SEGUNDO MOMENTO como Enfermedad Propiamente Dicha.
Esto se produce por la irrupción de los síntomas ahora si del retorno de lo reprimido, o de fracaso de
la defensa.
Los síntomas de defensa primaria son síntomas de éxito de la defensa y generan salud aparente, son
síntomas egosintónicos porque están en sintonía con el yo, el sujeto no recuerda el trauma pero lo dice
con su síntoma, el síntoma tiene un sentido y ese sentido es interpretable como un sueño, un lapsus,
etc;
Los síntomas del retorno de lo reprimido dan cuenta del fracaso de la defensa y generan la
enfermedad propiamente dicha, son síntomas que molestan, que perturban. “No quiero pensar en eso
pero no puedo dejar de hacerlo”.
En el síntoma algo se satisface por eso es difícil librar al sujeto de su síntoma.
Si es un retorno de lo reprimido, va a ser un retorno vinculado a las representaciones inconciliables de
la infancia. Y eso pone el acento en dos aspectos, o se destaca más bien lo que concierne al contenido
de la representación, es decir que vamos más por el lado de la representación; o se destaca la
representación ligada al afecto. Es decir que, hay dos tipos de síntomas del retorno de lo reprimido
según se privilegie la sustitución del recuerdo (el contenido mnémico del reproche), o el afecto del
reproche.
a) Primer tipo de síntoma (si se privilegia el contenido mnémico del reproche): Si se sustituye el
contenido mnémico del reproche, se produce una desfiguración del contenido mnémico. La
desfiguración lo va a transformar en una escena actual y no sexual. Ahí se produce el falso enlace
generando una representación obsesiva típica. Es decir, los síntomas obsesivos más típicos: las ideas
obsesivas. Y se produce una doble desfiguración: a lo que era sexual se lo sustituye por algo no sexual,
y algo que estaba vinculado al pasado se lo sustituye por algo del presente. Lo que caracteriza a una
idea obsesiva es que tiene un decurso psíquico forzoso, es decir, que no lo puede desviar, uno no puede
dejar de pensar en eso, por más que sepa que no tiene sentido, se le impone al sujeto forzosamente, no
puede pensar en otra cosa, no puede sacarlo de su cabeza. Cuanto más absurda, más afecta, porque el
sujeto no logra una explicación de por qué no deja de pensar en eso. Las ideas o representaciones
obsesivas (y los afectos obsesivos) son los síntomas típicos de la neurosis obsesiva.
b) Segundo tipo de síntoma (si se privilegia el afecto del reproche) Es decir, cuando se pone el acento
en el afecto que está en juego. Los afectos vinculados al recuerdo del hecho traumático eran el
reproche. Como se dijo, el reproche tiene dos caras: uno se reprocha de algo (y ese algo es el contenido
de la representación), pero el reproche también es un afecto, un afecto en el sentido culposo; el que se
reprocha algo se siente afectado por una culpa. Entonces Freud indaga la forma que toman esos afectos
en la neurosis obsesiva, y los va a llamar los afectos obsesivos. Estos afectos obsesivos aparecen como
una sensación inexplicable para el sujeto, transmiten algo del temor del sujeto, o la angustia de
recibir algún tipo de castigo, aunque ellos no sepan explicar por qué. La cuestión de la culpa va a ser
muy importante en la clínica de la neurosis. Los ejemplos que Freud da son:
- Angustia social o religiosa: el sujeto que supone o teme que algo malo le vaya a pasar como forma de
castigo divino. Ej.: “Dios me va a castigar”. Es curioso porque incluso puede darse en sujetos ateos.
Como puede verse en el HR. Es una sensación medio mágica de que algo le va a pasar malo. También
puede verse la angustia social en cuando se pregunta o piensa que es un criminal. El exceso de angustia
viene de otra cosa.
- Vergüenza: Pero no la vergüenza del síntoma de defensa primaria, que no era perturbadora sino que
le servía al sujeto. Esta es una defensa que al sujeto lo molesta, lo perturba. Esta cuestión de la
vergüenza influye en los sujetos obsesivos muchas veces en su vida social. Por ej.: incomodidad que
afecta a un sujeto cuando debe concurrir a una reunión social. Esa vergüenza es por temer “que se
descubra algo”, que en realidad está vinculado a un hecho ocurrido en el pasado no a lo que está
pasando en el momento. Quien hizo algo en el pasado tiene miedo que Dios lo castigue, que la sociedad
lo castigue, que se sepa, que los demás lo noten, etc.
- Angustia de tentación: Otro reverso del síntoma de defensa primaria de desconfianza sobre sí mismo,
inescrupulosidad de no hacer algo incorrecto. La angustia de tentación es el temor a que se despierte
algo inconveniente. Por ejemplo, un paciente que estaba preocupado por si en ciertos momentos
cuando estaba jugando con su hija, o esta se sentaba sobre su falda podría llegar a tener algún tipo de
erección. Eso no llegaba a ocurrir, pero el temía que pasara. Se reprocha sobre algo que no está
ocurriendo y no recuerda lo que pasó en el pasado.
- Hipocondría
Todo esto genera que la persona viva muy atormentada, por cosas difíciles de explicar. Los demás le
dicen que se quede tranquilo, pero no los ayuda. Todo esto es generado por síntomas del fracaso de la
defensa. Y como todo esto tan martirizador se le torna intolerable al sujeto, se pone en juego una
nueva forma de la defensa, que Freud va a llamar defensa secundaria, y que va a producir los síntomas
de la defensa secundaria, que al principio van a servir para contrarrestar los síntomas del retorno de
lo reprimido, y después paulatinamente se van a volver también problemáticos.
Es decir, el fracaso de la defensa pone en marcha una defensa secundaria. El yo procura defenderse
de aquellos recuerdos reprimidos, y en esa lucha crea unos síntomas de defensa secundaria. Son
ceremoniales y acciones obsesivas que intentan inicialmente ser medidas protectoras para evitar los
síntomas del retorno de lo reprimido (medidas expiatorias como ceremoniales, preventivas como fobias
y supersticiones, etc.). Son modos de intentar protegerse. Por ejemplo: un sujeto que para poder de
irse de la casa tiene que cumplir con acciones ceremoniales como verificar muchas veces que la puerta
este cerrada, que la llave del gas este cerrada, etc. Si cumple con todo eso, no le va a pasar nada, se
puede ir tranquilo. Pero puede irse tranquilo en un primer momento, porque estas medidas
tranquilizadoras terminan transformándose en algo compulsivo; lo compulsivo es algo que también
caracteriza a la neurosis obsesiva. Obsesivo como curso psíquico forzoso, no puede dejar de pensar en
eso. La acción obsesiva apunta a evitar la angustia, a evitar el punto de malestar. En la neurosis
obsesiva, el ceremonial responde a una cuestión de angustia, porque si el sujeto no puede realizar ese
ceremonial se angustia; no es lo mismo que una persona prefiera tener su cama ordenada de
determinada manera por ejemplo para dormir, pero que si no puede ser así no pasa nada; en el caso de
la neurosis obsesiva si no logra hacerlo de esa manera se angustia, por eso se vuelve compulsivo. Lo que
empezó siendo una medida protectora, es decir, un intento de solución, terminó siendo un problema.
Un más que se transforma en un menos. Algo que se torna cada vez más obligatorio, que tiene que
realizarlo repetidamente.
La defensa secundaria puede tener éxito mediante un violento desvío hacia otros pensamientos, cuyo
contenido sea el más contrario posible. La raíz de la represión primaria se formó en el síntoma
defensivo de la escrupulosidad de la conciencia moral. La certidumbre durante el periodo de la defensa
lograda impide creer en el reproche que está envuelto en la representación obsesiva. Los síntomas
patológicos del retorno reciben también creencia sólo pasajeramente. La defensa secundaria es
primero prevención, parece que es solución y luego es tomada por la cuestión compulsiva y se
convierte en un problema. Esto da la pauta de que la NO es como una sucesión de procesos defensivos
que termina en fracaso, y nuevamente la defensa y el fracaso…y que tiene una composición un tanto
laberíntica porque se van formando capas de síntomas, y que tiene una variabilidad clínica muy
importante.

También podría gustarte