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enfermo ocupado en la reelaboración de ese solo, no ve nada de lo que esfuerza detrás y olvida lo que ya ha
pasado. Y si el dominio sobre este solo recuerdo patógeno tropieza con dificultades, Por ejemplo si el enfermo no
relaja la resistencia a él, siquiera reprimirlo o mutilarlo; entonces ese paso de etsrechura, por así decir, se
obstruye; el trabajo se atasca, nada más puede pasar por ahí, y ese recuerdo solo que se encuentra en el pasadizo
permanecerá ante el enfermo hasta que lo haya aceptado en la anchura del yo. De tal suerte, toda la masa,
espacialmente extensa, del patógeno se filtrará Como por una estrecha hendidura, Y así alcanzará la conciencia
como descompuesta en fragmentos O jirones. Es tarea de psicoterapeuta recomponer desde ahí la organización
conjeturada. Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el núcleo de la organización patógeno. Y
aunque uno fuera capaz de colegirla Como el enfermo no sabría qué hacer con el esclarecimiento que se le
obsequia, ni sería alterado psíquicamente por este último.
No tenemos más remedio que mantenernos al comienzo en la periferia del producto psíquico patógeno. Uno
empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya dirige su atención Y supera
resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez que por el medio del presionar uno haya
abierto un nuevo camino, puede esperar que durante un trecho el enfermo avanzara libre de nueva resistencia.
Si los enlaces entre representaciones de los neuróticos y, En especial, de los histéricos causan una impresión
diversa; si aquí la relación entre las intensidades de diferentes representaciones no parece explicable a partir de
condiciones psicológicas solamente, ya nos hemos anoticiado de la razón de esa apariencia Y sabemos nombrarla
Como existencia de motivos escondidos, Inconscientes.
De esta manera, Por las pistas que ofrecen unas lagunas en la primera exposición del enfermo, a menudo
encubiertas por “enlaces falsos”, pilla uno cierto tramo del hilo lógico en la periferia Y desde ahí mediante el
procedimiento de la presión facilita el ulterior camino.
Se puede aseverar que en el curso un análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que no posea su
significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas carentes de toda pertinencia, que
estuvieran solo asociadas de algún modo con las importantes
Cuando entre las tareas de análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de
acrecentamiento en su intensidad o de retorno, durante el trabajo se observa, de ese síntoma, el interesante y no
indeseado fenómeno de la intromisión. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con intensidad reforzada, tan
pronto como uno ha entrado en la región de la organización patógena que contiene la etiología de este síntoma, y
entonces sigue acompañado al Trabajo con unas oscilaciones características e instructivas para el medico. La
intensidad del síntoma se incrementa cuanto más hondo se entre en uno de los recuerdos patógenos pertinentes,
alcanza la altura máxima poco antes de que estos últimos sean declarados, y desciende de repente tras una
declaración completa, o aun desaparece por entero durante un tiempo.
En relación al enfermo en el análisis: las representaciones que vienen de la profundidad máxima, las que
constituyen el núcleo de la organización patógena, son las que con mayor dificultad reconoce el enfermo como
recuerdos.
Y no pocos casos, en particular en mujeres Y donde se trata de aclarar unas ilaciones de pensamiento
eróticas, la colaboración de los pacientes pasó hacer un sacrificio personal qué tiene Que ser recompensado
mediante algún subrogado del amor. Cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, al enfermarse
le cruzara la conciencia de los cargos que se han acumulado Contra aquel. Hasta donde llega mi experiencia, es
obstáculo sobreviene en tres casos principales:
1) el de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, Menospreciada, afrentada O ha
escuchado cosas desfavorables sobre el médico Y el método de tratamiento
2) Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado la persona del médico, perder su
autonomía frente a el Y hasta caer en dependencia sexual de el.
3) Cuando el enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que afloran
del contenido del análisis. Eso es frecuente, Y aún de ocurrencia regular en muchos análisis. La transferencia
sobre el médico acontece por enlace falso
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No se puede llevar a término ningún análisis si uno no sabe habérselas con la resistencia que resulta de los
tres hechos mencionados. Ahora bien, uno halla camino apropiado si se forma el designio de tratar a este síntoma,
neo producido según un modelo antiguo, Lo mismo que a un síntoma antiguo. La primera tarea es volverle
consciente al enfermo ese obstáculo.
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vez de las sábanas, un mantel, para simular que había desvirgado a su mujer. Freud hace un paralelismo entre
mesa y cama. En este caso la paciente se identifica con su marido, representa su papel. El núcleo de esta acción es
el llamado a la mucama a quién le pone la mancha ante los ojos y de esta manera salva al marido de la
vergüenza.”
Con este caso Freud insinúa que detrás de estas acciones repetitivas hay algo oculto que casi siempre seria
de carácter sexual. Para demostrarlo plantea el siguiente caso.
“Cuenta el caso de una señorita de 19 años que tenía una molesta rutina a la hora de acostarse. Digo
molesta porque su ritual le llevaba casi 2 horas en realizarse y era un hecho inevitable si quería dormir. Ella exigía
que parasen todos los relojes de péndulo de la sala, y sacar hasta el pequeño reloj de pulsera de su mesita de
noche, porque no la dejaban dormir con el tic-tac. También exigía que retirasen todos los floreros y jarrones de su
dormitorio por miedo a que se cayeran y también tenía un modo particular de acomodar sus almohadas, en donde
no podían tocar el respaldo, y ella debía acomodar la cabeza exactamente en el centro del rombo que formaba el
almohadón. Además exigía que sus padres dejaran la puerta entornada de su dormitorio. Freud interroga en varias
oportunidades a la paciente y después de muchas resistencias de ella a asociar su sintomatología, descubren la
relación que tienen los relojes con el “latir” involuntario del clítoris en las noches. También al obligarlos a los
padres a dejar su puerta entreabierta exige que estos no tengan intimidad sexual. Freud analiza cada detalle
narrado por ella como si fuera un sueño desde su simbología, y vuelve a demostrar que lo oculto y reprimido es de
índole sexual.”
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones fallidas y los
sueños y que están en vinculación directa con el paciente. El plantea que la tarea del analista es descubrir esta
situación del pasado en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a su fin. El habla de que los
síntomas tienen rasgos “típicos” y rasgos “particulares”. Es estos que se va a poder investigar la historia que los
desencadeno. Los rasgos típicos son los que van a ayudarnos para enmarcar al paciente en un diagnóstico, y los
“singulares” sirven de material para desentramar la vivencia particular.
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libido inviste las posiciones reprimidas y se sustrae del yo y de sus leyes, bajo la frustración externa e interna. Las
representaciones sobre las cuales la libido transfiere su investidura pertenecen al sistema Inconscientey están
sometidas a los procesos de condensación y desplazamiento. Se establecen formaciones similares a las de la
formación del sueño. El sueño es el cumplimiento de una fantasía Inconscientede deseo que entra en transacción
con un fragmento de actividad Pre-cc, esta ejerce la censura y permite la formación del sueño manifiesto como
compromiso. La subrogación de la libido en el interior del Inconscientetiene que contar con el poder del yo Pre-
cc. La contradicción del yo contra ella la persigue como "contrainvestidura" y la fuerza a escoger una expresión
que al mismo tiempo sea la suya. El síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento de deseo Icc,
desfigurado y provisto de dos significados que se contradicen. La diferencia entre la formación de sueño y la del
síntoma es que el propósito Pre-cc del sueño es preservar el dormir y tolera más la moción de deseo
Inconscienteporque el estado del dormir bloquea la salida a la realidad.
La libido escapa en el conflicto gracias a la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva de estas
lleva a sortear la represión y a la satisfacción de la libido bajo las condiciones del compromiso. Por el rodeo a
través del Inconscientey las fijaciones, la libido logra alcanzar una satisfacción real, aunque restringida y apenas
reconocible. Lo dicho vale exclusivamente para la formación de síntoma en el caso de la neurosis histérica.
Las prácticas y vivencias sexuales infantiles pueden dejar fijaciones libidinales en los afanes parciales
abandonados y en los objetos resignados. Hacia ellos revierte la libido. En la infancia se manifestaron por primera
vez las orientaciones pulsionales que el niño traía en su disposición innata y las vivencias infantiles le activaron
por primero vez otras pulsiones. Unas vivencias de la infancia son capaces de dejar como secuela fijaciones
libidinales y las disposiciones constitucionales son la secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados.
La predisposición por fijación libidinal del adulto se nos descompone en constitución sexual hereditaria y
en predisposición adquirida en el vivenciar infantil. La constitución sexual forma con el vivenciar infantil otra
"serie complementaria" semejante a la formada entre predisposición y vivenciar accidental del adulto. Las
regresiones vuelven a etapas más tempranas de la organización sexual.
La libido de los neuróticos vuelve a las vivencias sexuales infantiles regresivamente después que fue
expulsada de sus posiciones tardías. Pero estas vivencias libidinales no tuvieron en su momento importancia
alguna y sólo la cobraron regresivamente. La investidura libidinal de las vivencias infantiles es reforzada por la
regresión de la libido. Existen neurosis infantiles en las que el diferimiento temporal no cumple ningún papel y la
enfermedad se contrae como consecuencia directa de vivencias traumáticas. Las neurosis de los niños son muy
frecuentes y en la mayoría de los casos se presentan como una histeria de angustia. Sí en períodos más tardíos
estalla una neurosis, el análisis revela, que es la continuación directa de aquella enfermedad infantil velada. Hay
casos en los que esa neurosis infantil prosigue como un estado de enfermedad que dura toda la vida. A menudo el
análisis de una neurosis contraída en la adultez nos permite reconstruir la neurosis infantil de esa persona.
La fijación en determinados puntos del desarrollo sólo cobra valor en la inmovilización de un determinado
monto de energía libidinosa. Hay casos en los que el peso de la causación recae en las vivencias sexuales
infantiles, sin necesidad del apoyo de la constitución sexual y su inmadurez. Hay otros casos en los que el acento
recae sobre los conflictos posteriores y la insistencia en las impresiones infantiles, obra de la regresión. En un
extremo la "inhibición del desarrollo" y en el otro la "regresión" y entre ellos todos los grados de conjugación de
ambos factores.
Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, por medio de la regresión de la libido a
estadios anteriores del desarrollo, en la elección de objeto o en la organización. El neurótico quedó adherido a un
punto de su pasado, a un período en donde satisfacía su libido, aunque para ello tenga que retroceder hasta su
lactancia. El síntoma repite aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura
que nace del conflicto y mudada en sufrimiento que lleva a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción
que el síntoma aporta es irreconocible para la persona, pues siente la presunta satisfacción como sufrimiento, y
esta mudanza es parte del conflicto psíquico bajo cuya presión se formó el síntoma. Lo que fue para el individuo
satisfacción está destinado a provocar hoy su resistencia o repugnancia. P.e. el niño que ha mamado del pecho
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materno años más tarde manifiesta una fuerte renuncia a beber leche o repugnancia cuando la leche se halla
cubierta de nata.
Los síntomas como medio de satisfacción libidinosa prescinden del objeto y resignan el vínculo con la
realidad exterior, consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad y del retroceso al principio de
placer. También hay un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado, como el que ofreció las primeras
satisfacciones a la pulsión sexual. Reemplazan una modificación en el mundo exterior por una modificación en el
cuerpo, vale decir, una acción exterior por una interior. El síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a
la manera de lo infantil, por medio de la condensación esa satisfacción puede comprimirse en una inervación
única y por medio de desplazamiento puede circunscribirse a un pequeño detalle del complejo libidinoso.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas no siempre son
verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis o recordadas son una mezcla de verdad y falsedad.
Los síntomas son ora la figuración de vivencias reales y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación
de la libido, ora la figuración de fantasías del enfermo.
Cuando el enfermo nos presenta el material que, por detrás de los síntomas, lleva hasta situaciones de deseo
calcadas de las vivencias infantiles, al comienzo debemos dudar si se trata de realidades o fantasías. Durante largo
tiempo no comprenderá el designio de equiparar fantasía y realidad y de no preocuparnos por saber si esas
vivencias son lo uno o lo otro. El enfermo se ha ocupado de esas fantasías, ese hecho no tiene menor importancia
para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el contenido de sus fantasías. Ellas poseen
realidad psíquica, en oposición a una realidad material, en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la
decisiva.
Entre los acontecimientos que retornan en la historia del neurótico hay algunos de particular importancia: la
observación del comercio sexual entre los padres, la seducción por una persona adulta y la amenaza de castración.
El niño pequeño puede ser testigo del comercio sexual entre adultos y comprender con posterioridad esta
impresión. Pero cuando este acto es descrito con detalles precisos o como ejecutado por atrás, esa fantasía se
apuntala en la observación del comercio sexual entre animales y en su insatisfecho placer de ver. La seducción
entre niños es más frecuente que la seducción por un adulto y en el caso de las niñas aparece con regularidad el
padre. Con la fantasía de seducción el niño encubre el período autoerótico de quehacer sexual y se ahora la
vergüenza de la masturbación fantaseando un objeto anhelado. El niño se compone esa amenaza de
castración sobre la base de indicios, ayudado por su saber de qué la satisfacción autoerótica está prohibida, y bajo
la impresión de su descubrimiento de los genitales femeninos.
Estos hechos de la infancia pertenecen al patrimonio de las neurosis, si la realidad no los ha concedido se
los establece a partir de indicios y se los completa mediante fantasía. No hay diferencia alguna por el hecho de
que en esos sucesos infantiles tenga mayor participación la fantasía o la realidad. La fuente de tales fantasías está
en las pulsiones y en todos los casos tienen idéntico contenido porque estas fantasías primordiales son un
patrimonio filogenético. El individuo rebasa su propio vivenciar hacia el vivenciar de la prehistoria. Es posible
que lo que hoy es fantasía haya sido realidad en los tiempos originarios humanos y que el niño fantaseador haya
llenado las lagunas de la verdad individual con una verdad prehistórica.
El hombre es educado para apreciar la realidad y obedecer al principio de realidad por influencia del
apremio exterior. Tiene que renunciar a diversos objetos y metas de su aspiración sexual -no sólo sexual- Pero es
difícil para el hombre abandonar ese placer y por eso en el fantasear concede a estas fuentes de placer resignadas
y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia (existencia emancipada de la realidad y del
"examen de realidad") El demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción,
aunque se sabe que no se trata de una realidad. En el fantasear el hombre sigue gozando de la libertad de la
compulsión exterior, esa libertad a la que renunció en la realidad.
Las producciones de la fantasía son los "sueños diurnos", unas satisfacciones imaginadas de deseos
eróticos, que florecen más cuanto más la realidad llama a moderarse. Su esencia es la ganancia de placer con
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independencia de la aprobación de la realidad. Los sueños diurnos pueden ser cc o Icc, estos últimos son fuente
tanto de los sueños nocturnos como de los síntomas neuróticos.
La importancia de la fantasía para la formación de síntoma. Con la frustración la libido inviste
regresivamente las posiciones abandonadas, a las que quedaron con ciertos montos. Los objetos y orientaciones de
la libido resignada, ellos o sus retoños, son retenidos en representaciones de la fantasía con cierta intensidad. La
libido vuelve a las fantasías para hallar desde ellas el camino a cada fijación reprimida. Esas fantasías son
toleradas porque, aunque sean opuestas al yo, cumplen con una condición cuantitativa. Pero el aflujo libidinal
eleva la investidura energética de las fantasías (exigen su realización) y se produce el conflicto entre ellas y el yo.
Si estas eran Pre-cc o cc son reprimidas por el yo y atraídas al Icc. Desde las fantasías Inconscientela libido
vuelve a migrar hasta sus propios puntos de fijación.
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio en el camino hacia la formación de síntoma.
La introversión es el extrañamiento de la libido respecto de la satisfacción real y la sobreinvestidura de las
fantasías que hasta entonces eran inofensivas. El carácter irreal de la satisfacción neurótica y la indiferencia entre
fantasía y realidad están determinados por la permanencia en el estadio de la introversión.
Desde el punto de vista económico, el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes de que hayan
alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistan las condiciones de contenido. La
importancia patógena de los factores constitucionales depende de cuánto más de una pulsión parcial respecto de
otra esté presente en la disposición, en términos de proporciones cuantitativas. Interesa el monto de libido que la
persona puede conservar flotante y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual
hacia metas de sublimación. La meta final, que desde lo cualitativo aspira a la ganancia de placer y a evitar el
displacer, desde lo económico consiste en dominar los volúmenes de excitación que operan en el aparato psíquico
e impedir su estasis generadora de displacer.
Todo hasta aquí se refiere a la formación de síntoma en el caso de la histeria. Las contrainvestiduras frente
a las exigencias pulsionales pasan a primer plano en la neurosis obsesiva y, por medio de las "formaciones
reactivas", dominan el cuadro clínico.
Existe un camino de regreso de la fantasía a la realidad y es el arte. El artista, como cualquier insatisfecho,
se extraña de la realidad y transfiere su libido a las formaciones de deseo de su fantasía. Es probable que su
constitución incluya una vigorosa facultad para la sublimación y cierta flojera de las represiones para el conflicto.
El artista elabora sus sueños diurnos de modo que pierdan lo personal y chocante, para que los extraños puedan
gozarlos, y no deja traslucir sus fuentes prohibidas. Da forma al material hasta que se convierte en reflejo de la
representación de su fantasía y después anuda a esta figuración de su fantasía Inconscienteuna ganancia de placer
tan grande que doblega temporalmente a las represiones. Posibilita a los otros que extraigan alivio de las fuentes
de placer de su propio Icc.
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UNIDAD 2 : INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO
El proceso diagnóstico. Diferencias entre escucha analítica y psicoterapéutica. Entrevistas
preliminares. Del padecimiento a la queja y de la queja a la implicación subjetiva. Método analítico:
asociación libre, atención parejamente flotante, abstinencia, neutralidad.
5) Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. Parte 3. LAS
ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LOS MOVIMIENTOS DE APERTURA: A y B. (PR
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Dice que es imposible separar lo “efectos de sentido” de su “carga afectiva” (fuerza). Ambos son
responsables de la organización del espacio/tiempo que encuadra nuestros encuentros.
Habla de un doble movimiento que está en la base que es el soporte de la relación analítica y de la
relación transferencial, se refiere al “intercambio de conocimientos” y el “intercambio de afectos”.
El psicoanálisis, no es una terapia de la urgencia, aunque en todo análisis se pueden presentar situaciones
a las que tendremos que responder con urgencia.
Hay una diferencia entre tiempo de interpretación y tiempo de decidir si queremos ocupar el puesto
de analista.
Se debe reservar una libertad muy grande al tiempo de la interpretación. No podemos prever cuando ésta se hará
posible, ni que trabajo de preparación, de elaboración hará falta para que el Sujeto pueda apropiarse de ella.
El tiempo que se dispone para hacer una indicación de análisis, para decidir si aceptamos ocupar el puesto de
analista con el sujeto, para elegir los movimientos de apertura, está contado.
No se puede acrecentar demasiado la cantidad de las entrevistas preliminares, sin correr el riesgo de que nuestra
negativa se produzca demasiado tarde.
La problemática psíquica de un sujeto puede escapar de nuestro método y aún puede estar contraindicado,
cuando sin embargo ese mismo sujeto está dispuesto a hacer muy rápido de nuestra persona el soporte de
sus proyecciones con mayor carga afectiva.
Una vez instalado ese mecanismo proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda probabilidad, como la
repetición de un rechazo, la confirmación de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una herida…
Reacciones que pueden tener un efecto desestructurante y provocar la descompensación de un frágil equilibrio.
Entrevistas preliminares:
Diagnóstico si el sujeto es analizable o no.
¿Tiene interés el analista en proponerse como su eventual analista? (autodiagnóstico sobre su capacidad
de investir y de preservar una relación transferencial con la singularidad del sujeto a quien se enfrenta,
más allá del síntoma. Se puede estar siempre en entrevista y no entrar en el análisis (interrogación sobre el
síntoma dirigido al analista, y que el paciente se sienta implicado con ese síntoma).
Deberán proporcionarle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen puerto ese trabajo de auto
interrogación.
Corolario de su concepción del objetivo que asigna a la experiencia analítica.
“Analizable”: creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto inconsciente
que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso de las soluciones que él
había elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer de las entrevistas
preliminares hagan esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio de modificaciones
orientadas de su funcionamiento psíquico. Facilitar un trabajo de sublimación que permita al sujeto renunciar, sin
pagarlo demasiado caro, a ciertas satisfacciones pulsionales.
Movimientos de apertura: son en función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la relación transferencial
futura. Es un modo de entablar el diálogo con el paciente. Se trata de reducir lo que va a aparecer en la
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transferencia como resistencia. Se ubica después de las entrevistas preliminares en función de la transferencia que
va a venir.
El médico deberá guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles de recuerdos,
ocurrencias y producciones patológicas del paciente sin confundirlo con un material parecido proveniente de otro
paciente. Para lograr esto, el médico no debe fijarse en nada en particular y prestar a todo lo que escucha la
misma “atención parejamente flotante”, ya que tan pronto como uno tensa adrede su atención, empieza también
a escoger entre el material ofrecido, guiado por expectativas e inclinaciones propias. El médico deberá
abandonarse por entero a sus memorias Inconscientes, deberá volver “hacia el Inconsciente emisor del enfermo
su propio Inconsciente como órgano receptor”. Por su parte, el analizado deberá atenerse a una particular
exigencia, considerada la regla fundamental del psicoanálisis: referir todo cuanto se le ocurra, sin críticas ni
selección previa (asociación libre).
Desaconseja que en el curso de las sesiones se tomen notas extensas, se redacten protocolos, etc., ya que
de esta manera se practicaría una dañina selección del material. No hacer anotaciones, privilegiar la escucha.
Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado no es bueno elaborarlo científicamente. La conducta
correcta del analista consistirá en no especular ni cavilar mientras se analiza, someter el material adquirido al
trabajo de pensamiento sólo después de concluido el análisis. No hacer hipótesis mientras analiza, hacerlo luego
de concluido el análisis.
El médico no puede tolerar aquellas resistencias que aparten de su conciente lo que su inconsciente ha
discernido, para ello es lícito exigirle que se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico que le permitirá
tomar conciencia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo, para aprehender lo que el analizado le
ofrece. Supervisión.
Abstinencia: Frialdad de sentimientos exigible al analista, crea condiciones más ventajosas. Para el
médico el cuidado de su propia vida afectiva y para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy nos es
posible prestarle. No otorgarle al paciente una satisfacción sustitutiva, no otorgarle un amor que está pidiendo,
que en realidad se lapide a otro (transferencia) motor del tratamiento: dejar subsistir la angustia.
Neutralidad: No interviene la persona del analista, sino el analista como función. Sus valores y creencias no
tienen lugar. No omitir juicios de valor, ya que no somos nosotros ante el paciente sino que estamos en el lugar de
los primeros objetos todo poderosos. (imagos parentales). El paciente está atento a nuestras opiniones.
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3- Con respecto a la transferencia, Freud asignaba a cada paciente una determinada hora. La misma era
suya y permanecía destinada a él aunque no la utilice. Consideraba que tomar una actitud más tolerante, las
inasistencias ocasionales se multiplicaban. Creía que aún interrupciones breves implicaban un prejuicio para el
trabajo.
Una de las preguntas más desagradables que debía enfrentar el médico era: ¿Cuánto durará el tratamiento?
Esta pregunta es de difícil respuesta ya que:
Es frecuente que el neurótico en ciertos períodos solo haga progresos muy lentos
Las alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud debido a la atemporalidad de los
procesos inconscientes
El analista introduce un proceso (la resolución de las represiones existentes), puede supervisarlo,
promoverlo, quitarle obstáculos del camino, pero una vez iniciado sigue su propio camino.
4- El psicoanálisis requiere de lapsos más prolongados de los que el paciente espera. Esto debe ser
informado al enfermo antes de iniciar el tratamiento.
5- Respecto al dinero: consideraba que en la estima de dinero coparticipan poderosos factores sexuales.
Veía que la estima del enfermo por el tratamiento no se elevaba brindándoselo demasiado barato. El analista
tendría derecho a negar asistencia gratuita, ya que la misma le sustrae una fracción considerable de tiempo de
trabajo, además muchas resistencias del neurótico se acrecientan por el tratamiento gratuito. La relación toda se
traslada fuera del mundo real y el paciente pierde un buen motivo para aspirar al término de la cura.
6- Aconseja hacer que el enfermo se acueste en un diván mientras el médico se sienta detrás de modo que
él no lo vea, a fin de no influir con ningún gesto en sus interpretaciones o comunicaciones.
7- ¿En qué punto y con qué material se debe comenzar el tratamiento? No interesa con qué material se
empiece, con tal que se deje al paciente hacer su relato y escoger el punto de partida.
Hay que sancionar la conducta de aquellos pacientes que preparan su relato, supuestamente para asegurarse
un mejor aprovechamiento del tiempo, ya que detrás de su conducta se esconde una actitud resistencial que le
permite protegerse del afloramiento de ocurrencias indeseadas.
Ante aquellos pacientes que empiezan su cura diciendo que no se les ocurre nada de qué hablar, por
ninguna razón debe cederse a su ruego de que se les indique aquello sobre lo cual debe hablar.
8- ¿Cuándo se debe empezar a hacer comunicaciones al analizado? Sólo cuando se haya establecido en el
paciente una transferencia operativa (buen rapport). La primera meta del tratamiento sigue siendo allegarlo a éste
y a la persona del médico.
Es necesario proceder con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo
antes de que el paciente esté próximo a ello, de suerte que solo tenga que dar un corto paso para apoderarse él
mismo de esa solución.
9- Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar el tema
de la transferencia, hay que esperar hasta que haya devenido resistencia. La transferencia a menudo basta por sí
sola para eliminar los síntomas del padecer, pero ello de manera solo provisional, mientras ella misma subsista.
Así sería sólo un tratamiento sugestivo, no un psicoanálisis. Adquiriría este último nombre si la transferencia ha
empleado su intensidad para vencer las resistencias.
PSICOTERAPIAS PSICOANALISIS
Son más fenomenológicas en la captación del Se propone una disección de las estructuras
síntoma productoras de conflicto
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Parten de y tienden a la unidad del sujeto; el Su sujeto es estructuralmente escindido, tópico y el
humanismo que las sustenta se expresa en sus ideas conflicto y la adaptación son de naturaleza
de adaptación y equilibrio irreductible
Propone problematizar, Recuperar en toda su amplitud el conjunto de factores que determinan los modos en
que se plantean los problemas de la Salud Mental, la manera de comprenderlo y las respuestas políticas que se
efectúan. Se trata de potenciar el análisis para mejorar las respuestas prácticas.
Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la
transferencia, ya que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un análisis. La
cuestión es preguntarse que agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos parece que ciertas
cuestiones del encuadre sean lo esencial: el pago, en numero de sesiones, la disponibilidad del lugar, el diván,
horarios, etc. Sí nos parece importante contar con la aceptación por la institución de ciertos requerimientos que
tiene un tratamiento analítico: elección mutua entre analista y paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de
la relación analítica, aceptación del tiempo de duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no
pueden fijarse administrativamente, respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios
administrativos. La singularidad de cada análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnostico, clasificaciones y generalizaciones que suelen hacer
conflicto con este requerimientos de singularidad. Lo que nos parce que la institución agrega a estos tratamientos
es justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En al creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza instituyente de
una relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de análisis. Esta transferencia es
previa a la transferencia analisitca propiamente dicha, y suele permanecer como obstáculo, telón de fondo de todo
tratamiento en las instituciones, con frecuencia como un aspecto no analizable. Esta transferencia esta configurada
por la relación regresiva que el paciente mantiene con la institución médico-asistencial y que suele expresarse
tanto bajo formas de sometimiento como de exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la
función sofocante de la subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar priviliegiado de deposticacion y fijación de los aspectos
ambiguos de la personalidad, indiferenciados. Hay una impregancion identificatoria en la relación del sujeto con
la institución. Ddesde otro angulo: la consciencia, la representación, que el enfermo tiene de su padecimiento,
incluye las de la institución medica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de el parten los fantasmas
omnipotentes de control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la fusión con la
madre: exigencia de ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra parte esta transferencia
con la institución esta infiltrada por la compulsión de repetición.
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la relación al
analista alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de modo compulsivo el
vinculo simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su dimensión compulsiva nos
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aparece en lo altamente ritualizado en la relación con el medico y en el requerimiento repetido del acto
sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante que
aplasta las singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus síntomas podrían desplazar sentido.
Toda institución afecta al ser de sus miembros a la homogeneización que produce, borrando las diferencias
subjetivas. Ambas, instituciones y transferencia del sujeto, se constituye en resistencia al análisis que requiere el
despliegue de una singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico, escindido y
fijado en la relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la institución sus propias
demandas regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el analista recurra a la institución como
defensa, poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve al analista para protegerse de la transferencia
del paciente y al mismo tiempo o simultáneamente sirve al paciente como resistencia para el análisis, la
institución, en su reinado absoluto logra impedir el análisis. Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a ésta como
síntoma: en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista interroga sobre la demanda de
la institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es objetivamente del enfermo; esto se
expresa en el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus ser en lo simbólico (esto es, define su lugar en
los intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número. Una interrogación psicoanalítica sobre esta demanda,
encarnada en el paciente, apunta a interrumpir la ley ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y
permite acceder al sentido de su organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica en la que
el padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus relaciones actuales, la
demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un síntoma lo interroga: a que sirve el
síntoma? Porque en este momento? Que quiere del medico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido, incorporando y
significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este sentido, los encuadres de las
institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la institución
asistencial (lugar, tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la demanda pueda ser
escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítica no tiene porque ser
diferente al que se hace en la practica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su prestigio
narcisista o su poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta para facilitar la
relación del paciente con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas y otros técnicos de la
Salud Mental en las instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas, que supone un modo de relación
nueva y diferente con los enfermos, repercute sobre el conjunto de la institución y tiene en cuanto a esto, un valor
critico sobre los vínculos que la institución propone. Es necesario partir de la idea de que en el momento actual la
institución de Salud Mental no es en si un instrumento terapéutico, sino el lugar donde se implante una relación
nueva que quiere ser terapéutica.
Tiende a la exclusión, segregación y encierro del loco No avala la exclusión y custodia de los enfermos,
y su custodia en los manicomios. siempre sostuvo una práctica de respeto por la
palabra del enfermo y una ética de la verdad y el
deseo
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Establece una relación de asistencia No establece una relación de asistencia
Busca lo patológico en el signo biológico para lo cual Centra la cuestión de la producción de lo patológico en
necesita excluir al sujeto el seno mismo de la estructura de producción subjetiva
Responde a la demanda. Presenta una relación
asimétrica de poder. El poder está en posición del
psiquiatra (sujeto de la enunciación que tiene la No responde a la demanda sino que lo interroga
palabra), el sujeto es hablado por el saber psiquiátrico
(sujeto del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto natural por su
condición de enfermo. El sujeto ya no es más objeto de Su intervención es singularizante, tiende a resituar en
esta medicina, es solo terreno, hábitat en el que la el sujeto su relación con lo colectivo
enfermedad evoluciona
Se caracteriza por su capacidad de problematizar la
Presenta modelos clasificatorios y objetivantes.
realidad sobre lo que piensa, mostrar su complejidad,
Nombra por sus diagnósticos y hace entrar al enfermo
tensiones, fuerzas y los caminos de resolución de sus
en sus categorías. Generaliza
conflictos
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Un pte, según lacan, no puede estar ubicado en dos estructuras al mismo tiempo. El analista deberá ser
preciso con el fin de orientar las acciones a la cura y es complicado porque se puede encontrar con neuróticos con
rasgos perversos o perversión más del lado del psicótico, etc.
La dura que puede darse en un analista, puede resolverse: recusando la demanda o prolongando entrevistas
hasta que el analista este seguro.
Las entrevistas son como la estructura de bienvenida para el psa. No tienen tiempo definido y son un
principio lacaniano. El analista puede darse el tiempo necesario en estas sesiones que no tienen una estructura
estándar.
Miller: plantea que en el análisis la cuestión del derecho es esencial, mucho más que la cuestión de los
hechos. Las personas quieren el análisis, se sienten “mal hechos”, lo cual es propio de la condición humana.
La cuestión fundamental del sujeto en análisis es: a que cosa tengo derecho? Un neurótico puede negarse a
abandonar las cosas que le impiden gozar porque icc no tiene derecho a eso. El derecho es siempre una ficción,
simbólica y que estructura el mundo siendo operativa.
El sujeto en la clínica es un sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con relación al derecho,
no se trata de un sujeto de hecho. Y si alguien va a observar al sujeto buscándolo en la objetividad, jamás lo
encontrara.
Decir que el sujeto en la clínica no es un sujeto de hecho sino un sujeto de derecho, equivale a decir que no
se puede separar la clínica analítica de la ética, de la ética del psa. Es la ética del psa la que constituye, en la
experiencia analítica, al sujeto. La primera incidencia clínica de la ética del psa es el propio sujeto.
Localización subjetiva:
Lo esencial es lo que el pte dice significa separarnos de la dimensión del hecho para entrar en la
dimensión del dicho, que no está muy lejos de la dimensión del derecho pero: ir de los hechos a los dichos no es
suficiente. También es necesario cuestionarse la posición que toma el que habla en relación a sus dichos. Lo
esencial es a partir de los dichos, localizar el decir del sujeto (localización subjetiva, introduce al sujeto en el icc),
lo que lacan llamaba: ENUNCIACION la posición que aquel que enuncia toma con relación al enunciado.
MODALIZACION MODULACION DEL DICHO palabras que indican en el dicho, la posición que
el sujeto asume ante el. (el tono, por ejemplo, también es una modalizacion).
- Alguien puede decir una cosa sin creer en lo que dice.
- En el análisis, hay un esfuerzo de decir la verdad, pero esta no podemos conocerla y es con la
regla analítica que esto aparece. La verdad no puede ser dicha porque no la conocemos y la única cosa
que se puede hacer es decirla. Hay sujeto que el esfuerzo de decir la verdad los lleva a la imposibilidad de
decirla y conlleva sufrimiento.
Miller habla de la CAJA VACIA DEL SUJETO: distinguir entre el dicho y una posición con relación al
dicho, siendo esa posición el propio sujeto. Es decir, tenemos siempre que inscribir algo, en segundo lugar, como
un índice subjetivo del dicho. En la caja vacía es donde vamos a escribir las variaciones de la posición subjetiva.
Es importante para el analista distinguir el enunciado de la enunciación, el dicho del decir. Una cosa es el
dicho, el dicho como hecho y otra lo que el sujeto hace de lo que dice: hay una posición subjetiva con relación a
lo dicho.
Atribución subjetiva:
El analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda. Ya que se puede hacer una demanda de análisis
a través de una medicación, una demanda de supervisión puede ser una demanda de análisis, etc. Miller hace un
paralelismo de esto con una frase de lacan en cuestión preliminar: “en cada cadena significante se sitúa la cuestión
de la atribución subjetiva” no hay una sola cadena ste sin que se plantee la cuestión del sujeto, de quien habla y
desde que posición habla. En toda cadena ste la cuestión es de atribución al sujeto, al sujeto del dicho.
Cadena ste no hay una unidad de la cadena ste desde el punto de vista de la enunciación. Una palabra es
la repetición del discurso del otro. Es polifónica, hablamos a varias voces modificando continuamente la posición
del sujeto.
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Importancia de la PUNTUACION como método analítico la puntuación justa depende de cómo el
analista fija la posición subjetiva palabra del analista, palabra de verdad.
Evolución de la modalidad del dicho:
El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de cambio “quiero cambiar”, puede revelarse
como una demanda de no cambiar. A veces el pte busca un analista para saber si alguien puede entender lo que
dice. La pregunta clave que debe hacer el analista a su pte: “pero, que quiere decir con eso?”
El diagnostico se hace por un motivo de racionalidad pero es un poco homologo a lo que se hace cuando se
clasifican animales. Para el psa, el síntoma que puede tratarse es un auto diagnostico, es un síntoma aquello que
el sujeto considera como tal. Solo es un síntoma tratable aquel que se presenta como un ste de la tr, que suponga
un sujeto. (Diferente al síntoma en psiquiatría que tiene que ver con la observación).
La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo el
sujeto puede decir lo que no marcha para el aunque ignore la causa.
Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina. Pero también
dentro del psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
“el psa no es una psicoterapia” es verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los
psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas por los
síntomas y el sufrimiento que produce el malestar. El psa transforma estas demandas en otra cosa, pero
son las mismas.
Por otra parte, muchos analistas no solamente analizan sino que trabajan en instituciones.
Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás” no vendemos psicoterapia, pero
aceptamos demandas terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis presenta dos
aspectos indisociables.
-es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los significantes, las
palabras, los deseos que circulan en el icc.
-Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos TERAPEUTICA.
Las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración del
inconsciente .
No se puede prescindir del DIAGNOSTICO. En general lo justificamos en función de la posible psicosis
del pte que consulta.
Recorrido por las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis :
Los síntomas cambian según el contexto de discurso, son históricos.
Desde los inicios del psicoanálisis, se trataba de saber si había una clínica psicoanálisis propia del discurso
analítico, que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Suponía una nosografía propia (id de los
síntomas propia) y teorías explicativas propias.
Freud y lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por la
psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las categorías
diagnosticas de la psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
En contra de lo que se cree, la psiquiatría clásica y la clínica del DSM no son tan heterogéneas como se
imagina. La diferencia es que la clínica del DSM es descriptiva que pasa por la estadística, mientras que la clínica
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clásica, la de los psiquiatras, era una clínica basada en el interrogatorio de los ptes uno por uno, era más acorde al
método psicoanalítico que la vía estadística y la respuesta a los cuestionarios anónimos.
Hoy se hace hincapié en nuevos síntomas en la serie de depresión, abulia, toxicomanía, etc.
Uso del diagnostico: uso práctico ante el pte.
Algunos pensamientos piensan que el diagnostico es inútil en el discurso psicoanálisis . Pero también están
quienes denuncian el uso del diagnostico como un abuso.
La época actual es diagnosticista. Los mismos pacientes lo demandan, quieren etiquetas.
Foucault: diagnosticar es hacer entrar el caso singular en una especie general.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el médico. En su
palabra no se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es por lo tanto un hetero
diagnostico, un diagnostico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto es constituyente, simplemente es
el vehículo de los signos.
En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Lo denominada síntoma
en la clínica de la observación no se denomina síntoma en la clínica auto diagnosticada del sujeto. O incluso lo
que el otro social no soporta o lo estigmatiza, no siempre coincide con lo que no soporta un sujeto dado. La
palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo el sujeto puede
decir lo que no marcha para el, aunque ignore su causa.
Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios.
Un ENFERMO IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de el “lo tiene
todo para ser feliz” pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el síntoma visible,
aquel que el psiquiatra puede diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive, o sea entre el síntoma
observado y el síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico seria una especie de abuso del
saber en provecho de otra cosa.
Para Foucault: estigmatiza la posición del poder del psiquiatra.
Nosotros, en tanto alumnos de lacan, estamos persuadidos de la necesidad del diagnostico previo para saber
si la persona que recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico y de qué modo.
Para Freud, el psa es inoperante para la psicosis.
La posición de lacan: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una psicosis,
cuáles son sus condiciones, y la naturaleza de sus fenómenos, entonces se remara sobre arena, entraremos en
actividad en vano, y puede ser peligroso.
La localización subjetiva: consiste en hacer aparecer la caja: la caja vacía donde se inscriben las variaciones
de la posición subjetiva: hacerlo percibir al sujeto que toma distintas posiciones con relación al dicho.
Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacio donde se inscriben las modalizaciones. El
vacio encarna el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la modalidad fundamental que se debe
hacer surgir: “yo, el pte, no sé lo que digo”. En este sentido el lugar de la enunciación es el lugar del inconsciente
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UNIDAD 3 : TRANSFERENCIA
Sugestión, resistencia, repetición. Instalación de la transferencia. Transferencia como motor y
obstáculo a la asociación libre: de la repetición en acto al manejo de la transferencia. Transferencia
tierna. Erótica. Hostil. Actuar en vez de recordar. Neurosis de transferencia. Bibliografía:
Disposiciones innatas e influjos durante la niñez determinan una forma de relación amorosa que
determinarlas condiciones de amor, las pulsiones a satisfacer y las metas que se fijaran, que se pondrán en juego
siempre, como un clisé, durante la trayectoria dese vida. Parte de las mociones amorosos se volcaran hacia la
realidad objetiva, y otra parte se desplegara en la fantasía, en el inconsciente. Cuando la persona intente satisfacer
su amor, van a participar ambas corrientes de las mociones para el acomodamiento con un objeto (persona). Una
de estas personas es la del médico, que será insertado en la serie psíquica de objetos de amor del paciente.
Esta transferencia de amor consciente/inconsciente se produce no solo en personas neuróticas bajo
tratamiento, sino que se dan también en personas no analizadas, por lo cual no es culpa del psicoanálisis que esta
aflore. Sucede también que esta transferencia, palanca del éxito, salga como la más fuerte resistencia. Para
esclarecer esto vemos el camino a la neurosis: hay introversión de la libido a estadios infantiles a causa de una
frustración en la vida real de la satisfacción, lo que sale a luz en el análisis como una resistencia. A estas mismas
fuerzas que llevan a la represión, se le suma, también una atracción que ejerce el inconsciente sobre la libido. Dos
fuerzas: la que empuja a lo inconsciente, y la que ejerce el inconsciente mismo. Va a haber un punto donde,
persiguiendo el material inconsciente desde uno consciente, se va a ver claramente una ocurrencia como un
compromiso entre ambas partes y es ahí donde sobreviene la transferencia: si algo del material del complejo es
apropiado para transferir sobre el médico se genera una formación de compromiso.
Para entender porque la transferencia es también resistencia Freud separa la transferencia positiva de la
negativa. La primera tiene 2 partes: una de sentimientos amistosos y tiernos susceptibles de conciencia y otra
parte erótica inconsciente. Estos dos partes están enlazados y la tierna se genera a expensas de un debilitamiento
de la erótica. Esta parte positiva erótica, junto con la transferencia negativa son las que forman la resistencia en el
análisis. La parte tierna de la transferencia positiva es la que lleva al éxito de la cura.
Cuando se detiene la asociación libre del paciente, puede ser porque entra en juego la transferencia con el
médico.
¿Por qué en el análisis la Transferencia sale al paso como la más fuerte resistencia?
Cuando las asociaciones libres del paciente se deniegan, es posible eliminar esa parálisis aseverándole que
ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo perteneciente a él. Para
explicar la transferencia devenida resistencia, Freud evoca la condición psicológica del tratamiento: una
condición previa, regular e indispensable de toda contracción de una psiconeurosis, es el proceso que Jung
denominó “Introversión de la libido”. Disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la
realidad objetiva y aumenta el sector de la libido extraña a la conciencia. La libido se interna en el camino de la
regresión y reanima los imagos infantiles.
Hasta allí sigue la cura analítica que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al
servicio de la realidad objetiva. Ahora todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevan como
unas resistencias al trabajo para conservar ese nuevo estado.
Las resistencias acompañan todos los pasos del tratamiento. Si se persigue un complejo patógeno desde su
subrogación en lo consciente (síntoma) hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida se entrará en una región donde
la resistencia se hace valer con nitidez. En este punto sobreviene la transferencia. Si algo del material del
complejo es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, ésta transferencia se produce, da por
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resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia (ejemplo: detención de las
ocurrencias).
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El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia. ¿Qué repite o actúa?
Repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto (sus inhibiciones y
actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el tratamiento repite todos sus
síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder actual. Esta condición patológica va entrando
progresivamente dentro d del campo de acción de la cura, y el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y
actual, mientras el analista tiene que realizar el trabajo terapéutico que en parte consiste en reconducirlo al pasado.
El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un fragmento
de vida real, y eso no puede ser inofensivo y carente de peligro.
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el reproducir en un
ámbito psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo puede lograr. Se dispone a
librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito psíquico todos los impulsos que él
querría guiar hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría
descargar por medio de una acción, lo celebra como un triunfo de la cura. Cuando la ligazón trasferencial se ha
instalado, el tratamiento logra impedir al enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizarlas
como un material para el trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y transformarla en
un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa compulsión inocua y, más aún,
aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la trasferencia como la
palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para
nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado. En este marco, los
síntomas de la enfermedad cobran un nuevo significado trasferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria
por una neurosis de trasferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La trasferencia crea
así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta. El
nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial
asequible por doquiera a nuestra intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran en la trasferencia,
los caminos del tratamiento llevan luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las resistencias, sobrevienen
con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto el médico, pues el
analizado nunca la discierne, y comunicársela a este. Pero nombrar la resistencia no puede producir su cese
inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y obedeciendo a
la regla analítica fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo con el
analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se
convence en virtud de tal vivencia. Se tiene que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado y aún
menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado
y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto
alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo. En teoría se la puede
equiparar a la «abreacción» de los montos de afecto estrangulados por la represión, abreacción sin la cual el
tratamiento hipnótico
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La transferencia sobre el médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas.
Cuando se cancela la transferencia, haciéndola consciente, solo hacemos desasirse de la persona del médico
esos dos componentes del acto de sentimientos, en cuanto al otro componente, susceptible de conciencia y no
chocante, subsiste y es el portador del éxito.
En la pesquisa de la libido extraviada de lo consciente, una ha penetrado en el ámbito de lo inconsciente.
Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura desea, sino que aspiran a reproducirse.
El analizado no recuerda nada de lo reprimido y olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como
recuerdo sino como acción.
La técnica analítica impone al médico denegar a la paciente la satisfacción apetecida (cura realizada en
abstinencia).
Postular este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como fuerzas
pulsionantes de trabajo y no apaciguarlas. Uno no podría más que ofrecer subrogados.
Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la
cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar, repetir en la vida
algo que solo deben recordar, reproducir como material psíquico.
Consentir la apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla.
El amor se compone por entero de repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles. Amor
de Transferencia consta de reediciones de resgos antiguos y repite reacciones infantiles. Justamente, lo
compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil. Transferencia como el
proceso por el cual deseos Inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos.
Carácter del amor de transferencia:
1) Provocado por la situación analítica
2) Empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la situación.
3) Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva. Más ciego en la apreciación de la persona
amada.
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Los que adolecen de neurosis narcisistas no tienen capacidad e transferencia, rechazan al médico con
indiferencia y debido a esto no es posible curarlos.
La terapia hipnótica usa la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja intactos los
procesos que han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los conflictos de donde nacen
los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de ellos; impone un difícil trabajo para cancelar
las resistencias internas. Se trabaja con la transferencia resolviendo lo que se contrapone. La superación de los
conflictos se logra si se le han dado las representaciones-expectativa que coinciden con su realidad interior. La
transferencia es objeto de tratamiento, es descompuesta en su manifestación. El éxito del tratamiento se produce
por superación de las resistencias.
Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de gozar y producir porque la libido no está dirigida a objetos
reales, y porque tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y defenderse de ella. La
terapia consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al Yo para ponerla al servicio de él.
La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario
resolverlos; para esto hay que remontarse hasta su génesis, renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a otro
desenlace con el auxilio de fuerzas no disponibles en ese momento, pero no en las huellas mnémicas de los
sucesos que originaron la represión sino en transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La
transferencia es el campo de batalla en el que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda la libido converge
en la relación con el médico, los síntomas quedan despojados de libido. La transferencia aparece en lugar de la
enfermedad. En lugar de los objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el médico. Cuando la
libido vuelve a desasirse del objeto provisional no puede volver atrás a sus primeros objetos, sino que queda a
disposición del Yo. Se libró batalla con la repugnancia del Yo hacía ciertas orientaciones de la libido (inclinación
a reprimir).
Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la libido,
para eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo. Bajo la influencia de la
sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado por lo inconsciente que se hace consciente, se
reconcilia con la libido, se le concede alguna satisfacción y se reduce el horror ante sus reclamos por la
posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.
Los límites están en la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la rigidez
del narcisismo, que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueños, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los síntomas y
descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión y los objetos a los
cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.
El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta mociones
reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La persona sana es
virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo práctico, y se define por el
resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el sano puede poseer innumerables
formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia práctica. La diferencia es de índole
cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y ligados por represión.
El yo tiene como tarea obedecer a sus 3 vasallajes: el ello, la realidad objetiva, y el superyó. Y mantener
pese a todo, su autonomía. El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo
cual tiene que solventar grandes gastos de contrainvestidura. También la exigencia del superyó puede volverse
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intensas. Ello y superyó hacen causa común contra el oprimido yo, quien para conservar su norma quiere aferrarse
a la realidad objetiva.
PLAN TERAPEUTICO: el yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que acudir en su
ayuda. FORTALECER EL YO DEBILITADO + VENCER LAS RESISTENCIAS.
El médico y el yo debilitado del enfermo, deben formar un bando contra los enemigos: PACTO. El yo del
enfermo nos promete la más cabal sinceridad y nosotros le aseguramos discreción y ponemos a su servicio nuestra
experiencia. Nuestro saber debe remediar su no saber, debe devolver al yo del pte el imperio sobre jurisdicciones
perdidas de la vida anímica.
Lo comprometemos a observar la REGLA FUNDAMENTAL DEL PSA, que en el futuro debe gobernar su
conducta hacia nosotros. Todo cuanto le acuda a la mente, aunque sea desagradable, debe decirlo, aunque le
parezca sin importancia y hasta sin sentido. Así, nos permite colegir lo icc reprimido en el, y por medio de nuestra
comunicación, ensanchar la noticia que su yo tiene sobre su icc.
PERO el pte ve en el analista un RETORNO, una reencarnación de una persona importante de su infancia,
de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin duda se referían a ese arquetipo. Este
hecho de la TR pronto demuestra ser: por un lado, un recurso auxiliar de valor insustituible, por el otro, una fuente
de peligros serios. Esta TR es ambivalente, incluye actitudes positivas, tiernas, así como negativas y hostiles hacia
el analista, quien por lo general es puesto en el lugar de un miembro de la pareja parental. Mientras es positiva nos
presenta los mejores servicios, resorte que pulsiona la colaboración del pte.
La relación transferencial conlleva, además, otras dos ventajas. Si el pte pone al analista en el lugar de su
padre o su madre, le otorga también el poder que su superyó ejerce sobre su yo, puesto que estos progenitores han
sido el origen del superyó. Y entonces el nuevo superyó tiene oportunidad para una suerte de pos educación del
neurótico.
Otra ventaja de la TR es que en ella el pte escenifica ante nosotros, un fragmento importante de su
biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Actúa en lugar de
informarnos.
Puesto que la TR reproduce el vínculo con los padres, asume también su ambivalencia. Difícilmente se
pueda evitar que la actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe en negativa hostil. También esta es de
ordinario una repetición del pasado.
Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la TR positiva están bajo sospecha de ser de
naturaleza sugestiva. Si la TR negativa llega a prevalecer. Uno repara, en que fueron vanos todo el empeño y
trabajo anteriores.
Es muy indeseable para nosotros que el pte fuera de la TR actúe en lugar de recordar: la conducta ideal para
nuestros fines seria que fuera del tto el se comportara de la manera más normal posible y exteriorizara sus
reacciones anormales solo dentro de la tr.
Si lo asaltáramos con nuestras interpretaciones antes que el estuviera preparado, la comunicación
provocaría un estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la haría peligrar. En cambio, si
lo hemos preparado todo de manera correcta, a menudo conseguimos que el pte corrobore nuestra construcción y
el mismo recuerde el hecho íntimo o externo olvidado.
Con la mención de la resistencia hemos llegado a la segunda parte. El yo se protege mediante unas
constrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados oriundos del ello icc y reprimido: que estas
constrainvestiuras permanezcan intactas es una condición para la función normal del yo.
Queremos que el yo, tras cobrar osadía por la seguridad de nuestra ayuda, arriesgue el ataque para
reconquistar lo perdido. Y en este empeño registramos la intensidad de esas contrainvestiduras como unas
resistencias a nuestro trabajo. Resistencia de represión.
Debemos mover al yo para que venza esas resistencias. Vencer las resistencias es la parte e nuestro trabajo
que demanda el mayor tiempo y la máxima pena.
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UNIDAD 4 : CONTRATRANSFERENCIA
Diferentes concepciones de la contratransferencia. Transferencias cruzadas. Deseo del analista.
MARCO AMPLIO MAS QUE ENCUADRE RIGIDO para el trabajo de análisis con un paciente
neurótico, no es un cuadro rígido, inmodificable e inflexible. Todo lo contrario: varia con cada analizante y
también con las distintas etapas de un análisis. Así como cada paciente es absolutamente singular, también el
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analista lo es, y tendremos que ir acuñando un estilo propio, un modo original de ejercer psicoanálisis. El
dispositivo analítico, además de adecuarlo a cada analizante, cabe adaptarlo también a la medida del analista.
RETORNO A LA ASOCIACION LIBRE la asociación libre no está pensada como una fuente de
recuerdos ni para rememorar acontecimientos vividos. Funciona como una musa inspiradora: aporta ideas,
ocurrencias para que luego sean procesadas. La asociación libre no es sinónimo de halar en sesión, se puede llenar
horas con un discurso vacío.
En cambio, hay una exigencia de trabajo implícita en esta visión de la asociación libre y de la elaboración
posterior de aquello que esta aporta.
Hay que suponer que algo ligado a la pulsión de vida, permite la emergencia de un soplo nuevo, una
bocanada de aire fresco. Yo no actúo ahí por sola presencia. Acompaño esa tarea. Acompañar a veces con un
sí..Si... o un ahá.. hacer una acotación o señalar un aspecto especifico a interpretar.
EL PASADO un psa no apunta reconstruir el pasado del sujeto, sino que punta mas a la resignificación.
Sabemos que en un análisis se producen con cierta frecuencia revivencias de aspectos de la historia personal. A
mí me interesa poner ese movimiento mas al servicio de la RESIGNIFICACION de aquella que a los efectos de
una minuciosa reconstrucción de los tiempos y contextos anteriores.
Más que reconstruir el pasado se trata de construir una historia que no ha tenido jamás lugar anteriormente,
en tanto se la edifica con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz. Por eso es que hay una creación en la
transferencia, no solo repetición: surge algo nuevo.
La emergencia de verdades subjetivas instaura un saber, pero la modificación del sujeto no es por ese plus
de conocimientos.
Es fundamental distinguir lo que constituye un epifenómeno de las modificaciones psíquicas de aquello que
serian las causas de los cambios.
INVOCANDO LA PULSION DE VIDA sostengo que en un momento determinado del análisis aparece
en el campo transferencial algo que viene muy de adentro del paciente, un deseo profundo de cambiar la forma de
vivir. El análisis tiene algo que ver con esto, en tanto ha preparado el terreno para que tales cimbronazos
acontezcan. El trabajo analítico fue despejado toda la gama de coberturas y de hojarascas que mantenían
embotadas esas fuerzas, ese empuje.
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POSICIONAMIENTOS PERSONALES son más útiles las interpretaciones y construcciones que el
propio paciente haga que las mías. El determinismo infantil, aunque es importante, no es absoluto. Dejo trabajar,
intervengo poco, pero estoy presente. Trato de favorecer al máximo la tarea de asociación libre del paciente y sus
efectos.
Pienso que el analizante requiere un tiempo de sesión para poder explayarse, para que pueda asociar, para
tener una oportunidad de que algo del orden de lo inconsciente pueda manifestarse, producirse.
Allí donde la pulsión de muerte habita no hay tregua para el analista. Debemos saber que ser soporte de la
transferencia implica que su peso recaerá sobre nosotros, que estaremos sometidos a ella.
Tener presente que la transferencia va más allá de las cuatro paredes del consultorio, y que invade la vida
del analizante y su entorno. Es conveniente saber que ser analista es un oficio y no un modo de vida que se
extiende más allá del consultorio. Tampoco es necesario prolongar excesivamente los análisis.
TRANSFERENCIAS CRUZADAS Se supone que el campo analítico está saturado por el discurso del
paciente, pero el analista esta también formando parte del mismo campo. En cada momento operamos sobre la
TRANSFERENCIA con todo aquello que hemos ido decantando, de nuestra historia como psas. Todos otorgan
importancia al TRIPODE: ANALISIS – SUPERVISION – FORMACION TEORICA.
En la conducción de la cura influye asimismo también lo que uno es en tanto sujeto. Como analista, es
imposible borrarnos completamente del campo analítico, me incluyo (soy incluido en la tr) y opero desde dentro
de ella. Proponemos el paradigma del borramiento para que las sesiones puedan estar saturadas por el material
que aporta el analizante. Pero a ese ideal solo podemos acercarnos asintóticamente. El análisis de un paciente con
una analista no seria igual al análisis de ese mismo paciente con otro analista.
DESEO DEL ANALISTA Lacan habla de la presencia del analista en la trama transferencial. La
transferenciase origina a partir del analista. Es este quien la provoca, la dispara, poniendo en juego el deseo del
analista, que tendría como función hacer emerger el deseo del analizante. Cuando lacan habla del deseo del
analista se esta refiriendo a un deseo que permite sostener la función analítica.
Al sostener la idea de TRANSFERENCIACRUZADAS, subrayo que tanto analista como analizantes en el
campo transferencial, cada uno con sus propias repeticiones, fantasmas, deseos, síntomas, y entre ambos
configuran una relación única. La transferenciaademás de producirse espontáneamente, es activada, potenciada
por el dispositivo y las interpretaciones analíticas.
Hablar de TRANSFERENCIACRUZADAS no significa que las posiciones y funciones de ambos sean
simétricas. Tampoco otorgar vía libre a la subjetividad del analista, a la sugestión, al uso de los sentimientos del
analista para precisar mejor los de su paciente, ni hacer de los afectos la brújula para comprender al analizante.
LA FUNCION DELANALISTA Existe una función del analista, lo que no existe es esa función en
abstracto, disociada de un sujeto de carne y hueso que la lleva adelante. Ella se encarna siempre en tal o cual
analista. No es indiferente de quien ocupe ese lugar, quien se hace cargo de dicha función. Teniendo en cuenta la
incidencia personal del analista, es como podrían en la práctica limitarse o controlarse estas influencias. Cada
analista está metido en el análisis de sus pacientes y lo está con sus características propias.
Pretender que es posible borrarnos completamente para que el espacio transferencial sea ocupado solo por
el analizante, sosteniendo que lo único que estaría en juego es la subjetividad del paciente y queriendo de paso
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fundar en ello la objetividad, es una opción que entraña sus riesgos. El analista no es jamás un observador neutro,
sino que forma parte de la situación analítica y que, sus vacilaciones respecto de la neutralidad no suelen ser
excepcionales.
Estoy convencido de que el reconocimiento de estos hechos permitiría limitar esa incidencia, tanto por
parte del analista como del analizante. El primero está obligado a tomar los cuidados necesarios para evitar dirigir
la vida de su paciente; al segundo le cabe la posibilidad de no tomar las intervenciones de su analista como si
fuera palabra santa.
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sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto mayor a medida que el sujeto se aproxima a un
discurso que sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano.
Todo lo que suspende, destruye, interrumpe la continuidad del tratamiento es una resistencia.
No es ajeno a la esencia de la palabra, engancharse en el otro. La palabra es sin duda mediación
entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un elemento esencial de la
realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Pero existe otra faceta de la palabra que es
revelación. Revelación y no expresión: el inconsciente sólo se expresa mediante una deformación.
La resistencia se produce en el momento en que la palabra de revelación no se dice, no aparece.
Palabra plena: donde se dice lo que no se quiere decir y aparece el Sujeto. Aparece la verdad del
sujeto.
Palabra Vacía: el conocimiento, Comunica los acontecimientos.
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7) Evitar la perentoniedad para sacar de si aunque sea bajo formas interpretativas lo que pulsa a partir de
impregnaciones masivas o sutilmente penetrantes.
8) Recuperar la asimetría
Este doble carácter de algo inherente a la situación analítica pero deslizable hacia el polo de la liquidación de la
misma es característico de momentos contra transferenciales.
Estas experiencias contra transferenciales como complicación fecunda, no supone invertir el sentido del
proceso, sino favorecer un salto cualitativo en el balance regresivo del analista
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UNIDAD 5 : OBSTÁCULOS AL TRABAJO DE LA ASOCIACIÓN
LIBRE:
Las distintas formas de resistencia.Resistencias del yo: represión, beneficio secundario del síntoma,
transferencia.. Resistencia del ello: compulsión de repetición. Pulsión de muerte y Más allá del
principio del placer.. Resistencia del superyó: reacción terapéutica negativa. Sentimiento inconciente
de culpa y necesidad de castigo.. Resistencias del analista. Bibliografía:
Cuando emprendemos un análisis para liberar al paciente de sus síntomas patológicos, se supone una fuerte
y tenaz resistencia, que se mantiene durante todo el tratamiento. El enfermo produce todos los fenómenos de esta
resistencia sin reconocerlos como tales, y es un gran éxito que logremos inducirlo a aceptar esta concepción y
contar con ella. ¿se revelan acaso contra su auxiliador beneficio de su enfermedad? Si.
La resistencia de los enfermos es:
- Diversificada
- Refinada
- Difícil de reconocer
- Variadas y proteicas las formas de manifestación.
Cuando se fija la regla analítica fundamental, decir todo lo que se le cruce por la cabeza y omitir toda
crítica y reparo; se le pide que comunique todas las percepciones interiores en la secuencia que emerjan de el, sin
hacer selección o exclusión de ocurrencias, sin censura ni critica. El resultado del tratamiento dependerá de la
escrupulosidad con que obedezca esta regla. Al fijarla, lo primero que conseguimos es que se convierta en el
blanco de ataque de la RESISTENCIA. Asevera que no se le ocurre nada. Es raro encontrarse con un enfermo
que no intente reservar para si algún ámbito a fin de defenderlo de la cura. Al final se logra arrancarle a la
resistencia una cierta cuota de obediencia a la regla técnica fundamental y se vuelca hacia otro ámbito. Aparece
como RESISTENCIA INTELECTUAL, lucha con argumentos, se hace fuerte en las dificultades de las doctrinas
analíticas, aparecen las críticas y objeciones hacia la técnica. Empero, el paciente admite razones: le gustaría que
lo instruyéramos, lo aconsejemos, esta dispuesto a hacerse partidario del psicoanálisis bajo la condición de que el
análisis deje a salvo su persona.
Pero nosotros visualizamos este apetito de saber como resistencia, como distracción de nuestra tarea y lo
rechazamos.
Las resistencias intelectuales no son las peores, siempre se puede salir vencedor de ellas. Pero el paciente
durante el análisis se las arregla para producir resistencias cuyo vencimiento se encuentra entra las tareas mas
difíciles.
- En lugar de recordar, repite unas actitudes y mociones afectivas de su vida que por medio de la
transferencia pueden emplearse para resistirse al médico y a la cura.
- Si se trata de un hombre, por lo general tomara este material de su relación con el padre, en cuyo
lugar pone al médico y entonces sus resistencias parten del afán de afirmar su autonomía personal y
de juicio.
- Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de tinte erótico
y explotarla a los fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura, hace que se pierda
todo interés por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del paciente, y lo
espejan de manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica diestra
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sabe darle el giro correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su empeño sobre cualquier mejoría d su
estado.
Estas resistencias tienen que salir a la luz y quedamos insatisfechos cuando no lo provocamos con nitidez
suficiente y no podemos aclararlo al enfermo.
El vencimiento de estas es una operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que nos asegura
que hemos conseguido algo con el paciente.
Estas resistencias que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas, se convirtió en la base de
concepción dinámica de la neurosis.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varia de continuo, aumenta cada vez que nos
aproximamos a un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de este y vuelve a
desbaratarse cuando se lo finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de la resistencia que un
paciente puede desplegar. Si estamos a punto de promover a su cc un fragmento nuevo del material icc,
particularmente penoso para el, se vuelve critico al extremo.
¿De que manera aplicamos esto de que el enfermo se defiende con tanta energía contra la eliminación de
sus síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal de sus procesos anímicos?
Se registran fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado, tiene que ser las mismas que en su
tiempo lo impusieron.
En la formación del síntoma tiene que haber ocurrido algo que ahora podemos reconstruir. La existencia del
síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final normalmente, de manera que
pudiera devenir consciente. El síntoma es un sustituto de lo que se interceptó. Debe de haberse producido una
violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado penetrase hasta la cc, por eso permaneció icc, en cuanto
inconsciente tuvo el poder de formar un síntoma. Esa misma renuncia se opone durante la cura analítica al
esfuerzo por volver a transportar lo inconsciente a lo consciente. Esto es lo que sentimos como RESISTENCIA.
El proceso patógeno que la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de REPRESION.
- Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a nada de lo
que conocemos.
- Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría recuerdo
alguno de el, el proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase.
- Las mociones que están dentro del vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la mirada de la
conciencia, que se encuentra en el otro espacio: por fuerza tienen que permanecer al principio
inconsciente. Cuando ya se abrieron paso hasta el umbral y fueron refrenadas por el guardián son
inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero las mociones a las que el guardián dejo
pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente conscientes, meramente pueden llegar a serlo si
logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso, ese sistema es el preconsciente. El destino de
la represión para una moción singular consiste en que el “guardián” no la deje pasar del sistema
inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con quien tomamos conocimiento en calidad de
resistencia cuando procuramos cancelar la represión mediante el tratamiento analítico.
Los restos diurnos, en los que individualizamos a los incitadores del sueño, eran un materia preconsciente
que durante la noche, en el estado del dormir, había podido experimenta la influencia de unas mociones de deseo
inconscientes y reprimidas, y formar el sueño latente en comunidad con estas mociones y merced a la energía de
ellas. Bajo el imperio del sistema inconsciente, ese material había recibido un tipo de procesamiento (la
condensación y el desplazamiento) que en la vida anímica normal, es decir, dentro del sistema preconsciente, es
desconocido o se admite solo por excepción.
Los síntomas sirven a la satisfacción sexual de los enfermos, son un sustituto de esa satisfacción que les
falta en la vida. Los neuróticos son aquellos que enferman a raíz de una frustración cualquiera, cuando la realidad
les escatima la satisfacción de sus deseos.
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23) Freud (1920). MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER. Cap II al IV
Cap. III: En una primera época el análisis se basaba en la intelección, reconstrucción y comunicación de lo
inconsciente al paciente. Posteriormente se buscaba que el enfermo recuerde mediante la construcción que se le
corroboraba. Se luchaba contra las resistencias que imposibilitaban el recordar poniendo asen descubierto en la
transferencia.
Pero luego se vio que no bastaba solamente con hacer consciente lo inconsciente (ya sea recuerdo o
resistencia), ya que no todo lo reprimido se podía recordar. Antes que recordar, el sujeto repite lo reprimido en
transferencia. Lo que se repite tiene que ver con un fragmento de la sexualidad infantil y por lo tanto con el Edipo.
Cuando se repite, se traduce una neurosis infantil en una neurosis de transferencia. Hay una compulsión de la
repetición. Freud aclara que no se lucha contra lo reprimido, porque lo reprimido busca acceder a la conciencia
más que resistirse. La resistencia se da contra los estratos más altos de la conciencia que buscan que lo reprimido
se mantenga como tal. Otra aclaración es que la oposición no es Yo vs. Inconsciente, porque hay partes del Yo
que no son conscientes. La oposición es Yo vs reprimido (ello). La resistencia si bien es inconsciente, parte del
Yo. La compulsión a la repetición vendría de parte de lo reprimido inconsciente.
Por un lado tenemos el Yo, que en su parte inconsciente resiste, y por el otro lado lo inconsciente reprimido
que insiste en una compulsión a la repetición.
Esta resistencia del Yo estaría del lado del principio de placer, porque busca evitar el displacer de la
liberación de lo reprimido. Si bien la descarga pulsional siempre es placentera, lo sería solo para el Ello, no para
el Yo, y por eso la resistencia está al servicio del principio de placer. La compulsión a la repetición pareciera
entonces buscar el placer del Ello. Pero lo que señala Fraudes que a veces la compulsión de la repetición intenta
mostrar algo que bajo ningún punto de vista provocaría placer, incluso en la infancia. Es decir que no
siempre se repiten mociones pulsionales sexuales infantiles edificas. La vida sexual infantil tuvo que ser
reprimida porque en ese momento sus deseos eran inconciliables con la realidad. Se repiten todas esas
frustraciones de la vida sexual infantil, que ni antes ni ahora generarían placer. Esto hace suponer una
compulsión a la repetición que está más allá del principio de placer. La compulsión a la repetición sería
previa al principio de realdad en la constitución del aparato psíquico.
Cap. IV: La conciencia es una operación de un sistema psíquico particular (CC.), y brinda las
percepciones que vienen del mundo exterior y las sensaciones de placer displacer del mundo interior. Por lo tanto
se encuentra entre el límite del mundo exterior y el mundo interior. En el sistema CC., no hay ninguna huella de
las percepciones consientes, sino que las huellas se almacenan en sistemas contiguos al CC. El CC. Se agota en el
“devenir consciente”, por su ubicación espacial. El CC. Tiene una barrera anti estimulo que protege contra las
excitaciones del exterior, pero esa barrera no acciona contra excitaciones del interior del aparato. Todo esto
provoca: la prevalencia de las sensaciones desplacer-displacer que son captadas por el CC. 2. Una orientación
conductual hacia estímulos internos que generan displacer. Estos estímulos serán tratados como externos para
poder defenderse de ellos (origen de la proyección).
Las situaciones traumáticas, provocadas por excitaciones externas (que rompen la barrera anti estimulo),
provocan un desequilibrio económica en el aparato psíquico. En este momento, el principio de placer queda
abolido, porque el sistema no puede evitar el ingreso desmedido de excitación. Lo que buscará el aparato psíquico
será dominar el estímulo, ligarlo psíquicamente, para luego tramitarlo. El aparato pondrá una investidura
energética contra esa energía que irrumpe, una enorme contra investidura, que quita energía a todos los otros
sistemas psíquicos para ser posible, lo que resulta en una parálisis.
En las neurosis traumáticas, los sueños no están al servicio del cumplimiento del deseo, sino que
reconducen a la situación traumática, algo que no genera placer. Estos sueños buscan recuperar el dominio sobre
el estímulo traumático por medio de la angustia cuya omisión propicio la neurosis. Esta función de “ ligazón”
sería más originaria que la de genera placer o evitar displacer. Entonces no todo sueño es un cumplimiento del
deseo, sino que es la manifestación de una compulsión a la repetición.
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Cap. V. Se había dicho que no hay barrera anti estimulo contra las excitaciones internas, cuya fuente es
la pulsión, por lo tanto estas pulsiones pueden provocar neurosis económicamente equiparables a las neurosis
traumáticas. Las mociones pulsionales tiene la característica de ser “energía no ligada”, lo que permite la
condensación y el desplazamiento característico del inconsciente, es decir que son partes del proceso primario.
Los estratos superiores del aparato psíquico lo que buscarían es ligar la excitación que proviene de las pulsiones,
tras lo cual se podrá implementar el principio de placer. (Primero ligarla excitación, para luego tramitarla según
el principio de placer). Las exteriorizaciones de la compulsión de la repetición tendrían entonces un “carácter
pulsional” y demoniaco, opuesto al del principio de placer.
El niño repite, al servicio del principio de placer. Pero el analizado no. las repeticiones de éste último
están más allá del principio de placer. Esto demuestra que las huellas mnémicas de su pasado infantil están en el
interior del aparato como fuerza no-ligada.
Relación pulsión-compulsión a la repetición. Toda pulsión tendría como meta la reproducción de un
estado anterior, inherente a todo lo orgánico vivo. No habría pulsiones de perfeccionamiento, o desarrollo, sino
que estos serían causados por influjos exteriores al organismo. La meta de toda la vida es a muerte, toda pulsión
aspira a una vuelta a lo inanimado. Las pulsiones de “auto conservación” serían pulsiones parciales que buscan
asegurar el camino hacia la muerte. Paradójico es el accionar pulsional, ya que el organismo lucha contra
influencias que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital.
El camino hacia el perfeccionamiento que parece contrariar las pulsiones como destinadas a llegar a la
muerte, nace en realidad de la represión de las pulsiones, por la sublimación.
La pulsión busca satisfacerse repitiendo una vivencia primaria de satisfacción. Ninguna satisfacción
sustitutiva o reactiva, o sublimación puede cancelar la tensión que genera esa pulsión, y lo que no se contiene de
ella genera el “factor pulsionante”, que al no poder “regresar” obstruido por las resistencias, tiene una vía de
escape hacia adelante.
Cap. VII. Si la pulsión busca la vuelta a un estado anterior, a la muerte, es claro que hay procesos más
allá del principio de placer.
El aparato psíquico tiene como función primordial la de ligar energía, ligar las mociones pulsionales. Una
vez ligada la energía se puede imponer el principio de placer. El principio de placer es una tendencia al servicio
de la función mantener al mínimo la excitación en el aparato psíquico. Esta función participa de la aspiración más
universal de volver al reposo del mundo inorgánico. Se liga la moción para acomodar la excitación y luego
descargarla. El placer o displacer neos basa en ser un proceso primario secundario, sino que en los procesos
primarios hay placer y displacer, siendo estas sensaciones más intensas que en los procesos secundarios.
El principio de placer está directamente al servicio de las pulsiones de muerte.
24) Freud (1923). EL YO Y EL ELLO. Cap. III: El yo y el superyó. Cap. V: Los vasallajes
del yo.
Cap. III. El yo y el SuperYo (Ideal del yo): El Yo es una parte del Ello modificada por el sistema de la
percepción. Pero dentro del Yo también está el Súper Yo, pero mantiene un vínculo menos firme con la
conciencia que el Yo.
Dentro del Yo se erige un objeto perdido por identificación con este. Esto contribuye a su conformación y
su carácter. En la fase oral, las investiduras de objeto parten del Ello, pero el Yo luego las admite o las reprime.
Si se resigna ese objeto sexual, se erige dentro del Yo, que sería una sedimentación de investiduras de objeto
resignadas. Por esta vía el yo puede dominar al Ello, ofreciéndose el mismo como objeto de amor, porque ha
adquirido por identificación las características del objeto amado (“ámame que soy igual ;)”). La libido objetar
entonces se vuelve libido narcisista y sobreviene una desexualización y una capacidad para sublimar. Si el yo se
identifica conmutables objetos, puede sobrevenir una fragmentación del mismo.
Las primeras identificaciones del yo tienen efectos duraderos y universales y son las que contribuyen a la
formación del Súper Yo. El niño en una primera instancia, antes de investir la figura del padre, crea una fuerte
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identificación con él. Luego la elección de sexual parental fuerza esa identificación. Hay 2 factores que juegan en
las identificaciones y elecciones objétales que conformarán el Súper Yo. El primer es la disposición triangular
del complejo de Edipo y el segundo factor es la bisexualidad constitucional del ser humano.
En el caso del varón, junto con la identificación con el padre hay una elección de la madre como objeto de
amor, relaciones que van juntas, hasta que el chico percibe que el padre es una amenaza para su relación con la
madre, y la relación con él se vuelve ambivalente. Se conforma así el Edipo Simple, positivo... Cuando este
termina el varón tiene que resignar a la madre, y lo hace identificándose con ella, o reforzándose la identificación
con el padre, opción más frecuente que reafirma la masculinidad del niño. La elección de la identificación en el
padre o en la madre se relaciona cola disposición bisexual infantil ya que depende de la intensidad relativa de las
dos disposiciones sexuales. La bisexualidad también se juega en el Edipo Negativo, un duplicado del positivo,
donde se comporta con una actitud ambivalente hacia la madre tierna hacia el padre. En general se juega el Edipo
completo en el neurótico.
Una vez enterrado el complejo de Edipo, las 4 relaciones (amor-odio hacia padre y madre) se desmontan y
conforman una identificación padre-madre. La disposición sexual depende de la intensidad relativa de la
identificación con una y otra figura. El resultado del complejo de Edipo es una sedimentación de ambas
identificaciones unificadas entre sí: el Súper Yo. Pero este Súper Yo, no es solo el resto de las identificaciones,
sino que también se opone a ellas. Dice como se debe, y qué no se puede ser, porque las causas de la represión fue
el amor sexual infantil que se tenía antes esas figuras. (Algo así con ser como el padre por “x” motivo, pero no
ser como por qué no puedes tener tu madre). Cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido
sobrevino la represión más severo será ese súper yo, como conciencia moral y como sentimiento inconsciente de
culpa.
El Súper Yo tiene como causa de origen 2 factores biológicos: el desvalimiento/dependencia del ser
humano (que tiene como consecuencia la elección de objeto de amor a la madre e identificación con el padre, base
del complejo de Edipo) y la acometida en 2 tiempos de la sexualidad humana.
El súper Yo es entonces heredero del complejo de Edipo, expresión de las mociones y destinos libidinales
del Ello, figurando como abogado del Ello ante el Yo, que representa al mundo exterior. Es la relación del Súper
Yo con el Ello lo que hace que quede en gran parte inconsciente.
Cap. V. Los vasallajes del Yo: Retomando, el yo se conforma en parte por las identificaciones que
reemplazan las investiduras de objeto. Estas primeras identificaciones se contraponen al Yo como Súper Yo. La
posición del Súper Yo se debe entonces que parte de identificaciones primordiales, que tuvieron lugar cuando el
yo era débil, y por serle heredero del complejo de Edipo. Conserva el carácter del complejo paterno de dominar al
Yo. Como el súper yo desciende de esas primeras investiduras resignadas, reprimidas, el superyó mantiene una
estrecha relación con el Ello y lo subroga frente al Yo.
En la clínica. Hay personas que ante las señales de mejoría, empeoran. Ante cada progreso parcial, parece
se esfuerzan en padecer. Esta es la reacción terapéutica negativa. Esta se opone a la curación que pareciera ser un
peligro. Ésta va más allá del desafío al analista o de la ganancia de la enfermedad, persistiendo como el obstáculo
más poderoso. Parece un factor “moral” que encuentra satisfacción en la enfermedad. Pero el enfermo no siente
culpa alguna, sino que se siente enfermo. Es inútil pelear de forma directa con esta culpa, solo de forma indirecta
poniendo poco a poco al descubierto sus fundamentos inconscientes. Es quizás esta característica del Súper Yo, lo
que podría definir la gravedad de la neurosis.
La culpa “norma” es el resultado de la tensión entre el Yo y el Súper Yo, y es consciente. La culpa
neurótica no puede ser justificada por el enfermo, yole pide al analista que cela ratifique, para desautorizarla. Pero
esto no sirve, porque hay procesos del Súper Yo que el Yo no conoce. A veces se reprime una percepción penosa
con la que amenaza el Súper Yo, y el sentimiento de culpa permanece inconsciente. Gran parte del sentimiento de
culpa es en realidad inconsciente, porque la génesis de la conciencia moral se relaciona con e Edipo que sufre
represión. (Esta culpa Icc, si es desmedida puede llevar a un acto delictivo para justificarla). Si bien el Súper yo
parte también de las percepciones, su energía de investidura parte del Ello.
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El súper Yo es un “cultivo” de la pulsión de muerte, y deposita toda su agresividad en el Yo, en los casos
de sadismo, llegando incluso a dar muerte al Yo.
En la neurosis obsesiva no habría peligro de suicidio, pero hay una regresión a etapas pre-genitales que
hace que los impulsos de amor se traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. Estas mociones agresivas
permanecen en el Ello, y el Yo las combate con formaciones reactivas, etc. Pero el Súper Yo, se comporta como
si el Yo fuera responsable de esas mociones y lo castiga. El Es atacado por el Ello y el Súper Yo, lo que da por
resultado un autor martirio y una tartarización del objeto siempre que esté a mano.
La pulsión de muerte puede tener varios destinos: 1. puede ser inoculada por mezcla con la pulsión de vida.
2 puede ser desviada hacia fuera, hacia los objetos del mundo exterior. 3. pueden permanecer obrando en el
interior. Entre más se limita la salida al exterior, más severo se torna el Súper Yo.
Al formarse el Súper Yo por identificación, hay una desexualización del vínculo con la figura parental, lo
que con lleva a una desmezcla pulsional, en la cual la pulsión de muerte queda en manos del Súper Yo. En el
caso de la neurosis obsesiva, la desmezcla pulsional se da por una regresión en el Ello a etapa pre genitales donde
el amor se expresaba en términos agresivos. Pero la agresión queda también del lado del Súper Yo.
El Ello tiene 2 formas de llegar al Yo: de forma directa, y a través del Súper Yo. Y sirve al Ello, al Súper
Yo y a la realidad.
La angustia moral es la continuación de la angustia de castración, ya que la castración era antes función del
Súper Yo.
El masoquismo contradice el principio de placer porque el displacer mismo se vuelve meta. Hay que
indagar las pulsiones de vida y muerte en relación con el principio de placer.
Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de la
tendencia a la estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las sumas de
excitación que le afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el termino de principio
de nirvana. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer displacer con este principio de Nirvana. De
ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer con una disminución de la tensión
de estimulo presenten en lo anímico; el principio de Nirvana estaría por completo al servicio de las pulsiones de
muerte, cuya meta es conducir la inquietud de la visa a la estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función
alertar conra las exigencias de las pulsiones de vida (de la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya
consumación se aspira. Por ende, esta concepción no puede ser correcta. Es indudable que existen tensiones
placenteras y distenciones displacenteras. Es decir que el placer/displacer no se refiere al aumento o disminución
de una tensión (carácter cuantitativo). El placer-displacer dependería de algo cualitativo.
El principio de Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer, modificación
impulsada por la pulsión debida. El principio de nirvana expresa la pulsión de muerte. El principio de placer
subroga la exigencia de la libido y su modificación, el principio de realidad expresa el mundo exterior.
Ninguno de los tres es destituido por los otros. En general saben conciliarse entre si. Se concluye que el principio
de placer no es el principio rector de la vida.
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cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad inorgánica. La tarea de la libido es volver
inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en buena parte hacia fuera, dirigiéndola hacia los
objetos del mundo exterior. Recibe el nombre de pulsión de destrucción . Parte de esa pulsión de muerte desviada
es puesta al servicio de la sexualidad (seria el sadismo), y otra parte queda en el interior ligándose gracias a la
base fisiológica de excitación de dolor, que sería el masoquismo erógeno, originario. Se mezclan entonces las dos
clases de pulsión.
Esa mezcla pulsional puede deshacerse luego. Después de que su parte principal fue trasladada afuera,
sobre los objetos, en el interior permanece como su residuo, el genuino masoquismo erógeno, que por una parte
ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser propio. Así, ese
masoquismo seria un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la liga, tan importante
para la vida entre Eros y la pulsión de muerte. El sadismo proyectado, vuelvo hacia fuera, o pulsión de
destrucción puede ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro, regresando así a su situación anterior. En tal
caso da por resultado el masoquismo secundario, añadiéndose al primario.
2. Masoquismo femenino: Es el más accesible a la observación. Las fantasías perversas desembocan en
actos onanistas o ella escenificación misma de la escena como placer sexual. El contenido manifiesto es: ser
amordazado, atado, golpeado, azotado, sometido a obediencia. El significado de esta fantasía es que el sujeto
quiere ser tratado como un niño desvalido, dependiente, pero en particular como un niño díscolo. El sujeto se
pone en una situación femenina, porque la sumisión masoquista significa ser castrado o poseído sexualmente o
parir. Pero la condición es que los genitales no sufran un daño efectivo. En esta fantasía se pone de manifiesto
también un sentimiento de culpa, porque se supone que la persona hizo algo malo (relacionado con el onanismo
infantil esto). Este tipo de masoquismo se basa enteramente en el masoquismo erógeno, primario, el placer en el
recibir dolor.
3. Masoquismo moral: Se aprecia como sentimiento de culpa inconsciente. Este masoquismo no se
relaciona con la sexualidad como las otras formas. En las otras dos formas, el padecer suele surgir de la persona
amada, ser tolerado por orden de ella, mientras que aquí importa el dolor en sí.
Hay una forma patológica, extrema, de este masoquismo se da en pacientes que ante la mejoría en el
análisis, sufren de cierto sentimiento inconsciente culpa y se los reconoce por la reacción terapéutica negativa.
Este sentimiento inconsciente de culpa es parte de la ganancia de la enfermedad y el que más resiste a la cura. Se
propone cambiar el nombre “sentimiento inconsciente de culpa” por el de “necesidad de castigo”.
Hemos atribuido al superyó la función de la consciencia moral, y reconocido en el sentimiento de culpa la
expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimiento de culpa (angustia de la
conciencia moral) ante la percepción de que no esta a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, sus superyó
El yo encuentra su función en conciliar entre sí, En reconciliar, las exigencias de las tres instancias a las
que sirve, podemos agregar que para esto tiene en el superyó el arquetipo al que puede aspirar. en efecto, este
superyó es el subrogado tanto del ello Como del mundo exterior. Debe su génesis a que los primeros objetos de
las mociones libidinosas del ello, la pareja parental fueron introyectados en el yo, a raíz de lo cual el vinculo con
ellos fue desexualizado, experimento un desvío de las metas sexuales directas. Solo de esta manera se posibilitó la
superación del complejo de Edipo. Ahora bien, el superyó conservo caracteres esenciales de las personas
introyectadas; su poder, su severidad, su inclinación a la vigilancia y el castigo. La severidad resulta acrecentada
por la desmezcla de pulsiones que acompaña a esa introducción en el yo. Ahora el superyó, la consciencia moral
eficaz dentro de el, puede volverse duro, cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
Pero esas mismas personas que, como instancia de la consciencia moral siguen ejerciendo una acción eficaz
dentro del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del ellos, pertenecen, además,
al mundo exterior real. De este fueron tomadas; su poder tras el que se ocultan todos los influjos del pasado y de
la tradición, fue una de las exteriorizaciones más sensibles de la realidad. Merced a esta consciencia, el superyó,
el sustituto del complejo de Edipo, deviene también representante del mundo exterior real y, así, el arquetipo para
el querer alcanzar del yo. El complejo de Edipo demuestra ser la fuente de nuestra eticidad individual.
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Hay una diferencia esencial entre inconciencia moral y masoquismo moral. En la inconciencia moral el
acento está en el sadismo acrecentado del súper yo al cual el yo se somete. En el masoquismo moral es el Yo el
que pide castigo, sea del súper Yo o de objetos externos. En los dos casos se trata de una relación entre el yo y el
superyó o poderes equiparables a este ultimo, y en ambos el resultado es una necesidad que se satisface mediante
castigo y padecimiento. A su vez el sadismo del súper yo puede hacerse consciente, mientras que el masoquismo
del yo permanece por lo general oculto a la conciencia.
La consciencia moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización, del complejo de
Edipo, mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada el complejo de Edipo es reanimado, se abre la
vía para una regresión de la moral al complejo de Edipo. El masoquismo moral es inconsciente. Este masoquismo
moral re-sexualiza la relación con el objeto introyectado, reanimando el Edipo, ya que el deseo de ser golpeado se
relaciona con una vinculación sexual pasiva que el niño tuvo para con el padre. Para provocar el castigo por parte
de esta ultima subrogación de los progenitores, el masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar
en contra de su propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren el mundo real, y eventualmente
aniquilar su propia existencia real
La vuelta del sadismo al interior de la persona es propiciada por una sofocación cultural de las pulsiones,
esto es lo que genera el acrecentamiento del masoquismo en el interior del yo. El sadismo del súper yo se
complementa con el masoquismo del yo. Es por esto que la sofocación pulsional genera culpa y que un aumento
en la abstención de agredir, aumente la severidad de la conciencia moral: porque se vuelve hacia adentro la
pulsión de muerte.
Primero hay renuncia de lo pulsional por influjo de poderes exteriores, creando la etnicidad que luego
proclama nuevas renuncias pulsionales.
El masoquismo moral testimonia la mezcla y desmezcla pulsional, pero desciende de la pulsión de muerte y
de ahí su peligrosidad. Pero a su vez tiene el valor psíquico de un componente erótico, y por eso produce
satisfacción libidinosa.
REPRESION esfuerzo de desalojo. No consiste en un proceso que se cumple de una vez y para siempre,
sino que reclama un gasto permanente. Si este faltara, la moción reprimida que recibe continuos aflujos desde sus
fuentes, retomaría el mismo camino que fue esforzada a desalojar, la represión quedaría despojada de su éxito o
debería repetirse indefinidamente.
La naturaleza continuada de la pulsión exige al yo asegurar su acción defensiva mediante un gasto
permanente. Esta acción en resguardo de la represión es la RESISTENCIA presupone la contrainvestidura. En
la neurosis obsesiva es palpable una contrainvestidura así. Se manifiesta como alteración del yo, como formación
reactiva en el interior del yo, estas formaciones son exageraciones de rasgos de carácter normales.
En la histeria resulta más difícil pesquisar la contrainvestidura, pero es igualmente indispensable.
La RESISTENCIA que debemos superar en el análisis es operada por el YO, que se afirma en sus
contrainvestiduras. Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo con lo reprimido.
Si ha devenido cc le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la
resistencia. En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en duda o rectificar. Pero el yo
sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun después que se formo el designio de resignar sus
resistencias, y llamamos REELABORACION a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. Tras
cancelar la resistencia yoica, es preciso superar el poder de la compulsión de repetición.
Freud retrabaja las resistencias:
oResistencia de asociación resistencia radial, que implica que cuanto más cerca nos encontramos del
núcleo patógeno, mayor resistencias se encuentran.
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oResistencia en la transferencia la transferencia tiene una cara motora que permite el circuito
asociativo, y también una cara como obstáculo que implica que en determinado momento se produce una falta de
asociación.
oResistencia en la ganancia secundaria de la enfermedad Hasta aquí, lo inconsciente era igual a lo
reprimido, pero ya no piensa SOLO en la concepción dinámica lo cual implica la represión y el retorno de lo
reprimido.
oCompulsión a la repetición con mas allá del principio de placer, Freud se pregunta qué es lo que no se
puede tramitar? Piensa en resistencias estructurales con incidencias en la teoría analítica. Existen resistencias que
la interpretación no puede levantar.
En el análisis hay que combatir con 5 clases de resistencias: todo aquello que impide y obstaculiza el
trabajo analítico
Resistencias el yo:
Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión sustrae la
representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
Transferencia: es una resistencia en tanto impide la asociación libre.
Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
Compulsión de repetición
Está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere resignarse. No puede
ser trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una reelaboración (vuelta del
análisis)
Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se recorta la
estructura de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se opone al éxito y a
la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la RTN, es decir, el sujeto no
quiere abandonar la satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto no quiere abandonar su posición de
enfermo, no quiere curarse.
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La cc de culpa no es sino angustia frente a la perdida de amor, angustia social. Se les permite ejecutar lo
malo que les promete cosas agradables cuando están seguros que la autoridad no se enterara o no podrá hacerles
nada y su angustia se dirige solo a la posibilidad de ser descubiertos.
Cuando la autoridad es introyectada por la instauración del SUPERYO, ante el nada puede ocultarse, ni
siquiera los pensamientos. El superyó para al yo pecador con los mismos sentimientos de angustia y acecha
oportunidad de hacerlo castigar por el mundo exterior. En el fondo las cosas quedaron como antes.
Acá la cc moral se comporta con severidad y desconfianza mayor cuanto más virtuoso es el individuo.
Aquellos que se han acercado más a la santidad son los que más se reprochan su conducta pecaminosa.
Dos orígenes diferentes del sentimiento de culpa:
Angustia frente a la autoridad: compele a renunciar a la satisfacción pulsional. Se renuncia a
satisfacción para no perder el amor
Angustia frente al superyó: esfuerza además a la punición puesto que no se puede ocultar ante el
superyó la persistencia de los deseos prohibidos
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28) Indart. LOS SÍNTOMAS FUERA DE LA TRANSFERENCIA. En: El síntoma
charlatán
Un Descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un sentido ligado a la transferencia.
Hay una estructuración como tal del síntoma a una adherencia libidinal, una satisfacción que lo habita, en principio
irreductible a la eficacia transferencial. La formación del síntoma ha sido siempre el modo más económico de tramitar una
satisfacción traumática de origen sexual. El yo se defiende de aquellos retoños del recuerdo inicialmente reprimido y en esta
lucha crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de defensa secundaria. Ganancia secundaria de la enfermedad
está relacionado con el sostenimiento de los más altos valores acordes con un estado social. El yo y sus valores más elevados
como refuerzo de la fijación al síntoma, en todos los casos esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del
síntoma obsesivo como analítico.
El neurótico común
Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales. Freud reconoce que el yo puede
aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero recordemos también que más adelante en
1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a volver al trauma como satisfacción
vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del placer. Dos vertientes de ganancia en el síntoma,
ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea de que el síntoma como tal, el de siempre el que anuda
una ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en el desamparo más solitario de cada sujeto, impone su lógica y
su saber hacer hecho satisfacción en la trama misma de los vínculos sociales y que así también persiste y se hace crónico
fuera de todo desciframiento. La satisfacción primaria es interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La
satisfacción de la ganancia secundaria seria externa, proveniente del mundo.
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UNIDAD 6 : INTERVENCIONES EN LA CLÍNICA
6.1 En neurosis:
Lugar del analista.. Diferentes modos de intervención.. Función de la interpretación. Sus alcances y
límites. Su ocasión, tiempo y destiempo.. Interpretación y transferencia: de la repetición en acto al
manejo de la transferencia y el uso de la interpretación.. Construcciones en el análisis.. Variedades
indirectas de corroboración de la construcción. Bibliografía:
Quien aborde el tratamiento analítico partiendo de la interpretación de sueños, retendrá su interés por el contenido
de estos y querrá obtener la interpretación más completa posible de cada sueño que el enfermo le cuente. Pero no
es fácil.
Si el médico prosigue ese trabajo interpretativo en las sesiones siguientes, se le acumularán entretanto nuevos
sueños, que deberá posponer hasta que pueda dar por tramitado el primero.
Para el tratamiento es de máximo valor tomar noticia CADA VEZ de la superficie psíquica del enfermo, y
mantenerse orientado hacia los complejos y resistencias.
QUE HACER CON LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS DENTRO DEL ANALISIS?
- Conformarse con los resultados que pueda obtener en una sesión y si no alcanzó a discernir por completo
el contenido del sueño, no anota esto como una deuda.
- A la sesión siguiente no se prosigue el trabajo interpretativo. Solo si se nota que ninguna otra cosa se ha
esforzado en el enfermo hacia el primer plano.
- Si se advierten sueños nuevos antes que se haya acabado con el anterior, uno se volverá a esas
producciones mas recientes y no se reprochara por abandonar las más antiguas.
- Cuando los sueños se vuelvan demasiado extensos, uno renunciara de antemano a una solución completa.
- Hay que guardarse de mostrar un interés muy especial por la interpretación de los sueños y evitar
despertar en el enfermo la creencia de que el trabajo se quedara detenido si el no aporta sueños. Hay que
educar al analizado mas bien con la convicción de que el análisis en cualquier caso hallara material para
continuar.
- Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornara en otro mientras no sea entendida ni se
sustraiga del imperio de lo icc. Asi, el mejor camino para completar la interpretación de un sueño
consistirá en dejarlo para consagrarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una forma quizá
mas accesible.
- Debe el medico comunicar al enfermo enseguida todo lo que el ha desentrañado del sueño? No.
Sueños confirmatorios solo pueden presentarse en una cura psicoanálisis. Son fáciles de interpretar y su
traducción no arroja mas que aquello que la cura había inferido del material de las ocurrencias diurnas en las
ultimas sesiones. Como si el paciente hubiera tenido la amabilidad de brindar en forma onírica eso mismo que
inmediatamente antes se le sugirió. Solo se observan bajo determinadas condiciones de influjo por la cura. La
gran mayoría de los sueños se anticipan a la cura.
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Necesitamos un método si queremos avanzar en la exploración del sueño. Supongamos que el sueño no es
un fenómeno somático, sino psíquico. Supuesto de que el sueño es un fenómeno psíquico. Por tanto, es una
operación y una manifestación del soñante. El propio soñante debe decirnos lo que el sueño significa.
Pero las cosas no son tan simples. El soñante dice que no sabe nada. Yo les digo, que es muy posible que el
soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño significa, solo que nos abe que lo sabe y por eso cree que no lo sabe.
Si alguien cree no saber nada de ciertas vivencias cuyo recuerdo, no obstante, lleva en el interior de si, ya
no es tan improbable que tampoco sepa nada de otros procesos anímicos que ocurren en su interior.
Existe un nítido parentesco entre el estado hipnótico y el estado del dormir, que es la condición del soñar.
En el dormir natural, retiramos nuestro interés de todo el mundo exterior, en el hipnótico también, pero con
excepción de una persona, el hipnotizador.
La tr en una situación de la hipnosis al dormir natural no parece tan aventurado. La suposición de que
también en el soñante esta presente un saber acerca de su sueño, solo que no le es accesible, de suerte que no cree
tenerlo, no es un invento.
Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño, se trata de posibilitarle que
descubra su saber y nos lo comunique.
Le preguntaremos también por el modo en que ha llegado al sueño, y lo que el enuncie deberá considerarse
como esclarecimiento. Un sueño no es una única palabra fallida, sino que consta de muchos elementos.
Un sueño se diferencia de un desliz en el habla también por la multiplicidad de sus elementos.
Descompongamos el sueño en sus elementos y abordemos la indagación para cada uno de ellos por separado.
Contradiremos al soñante si asevera no tener ninguna ocurrencia, le aseguraremos que tiene que tener una
ocurrencia y la obtendremos.
Cuando exhorto a alguien a decir lo que se le ocurre sobre un elemento determinado del sueño, le estoy
pidiendo que se abandone a la asociación libre reteniendo una representación de partida.
Por tanto, si las ocurrencias que emergen de manera libre están condicionadas, y se insertan dentro de un
contexto determinado, con derecho inferiremos que ocurrencias con una ligazón única, a saber, la ligazón con una
representación de partida, no pueden estar menos condicionadas.
Instruidos de esta manera, podrán decir ustedes: ahora admitimos que las ocurrencias libres estar
determinadas y no son arbitrarias como habíamos creído. Lo aceptamos también respecto de las ocurrencias sobre
los elementos del sueño.
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Es posible realizar un trabajo de interpretación sobre los sueños. Uno nota que algo opone dificultades al
trabajo. Uno obtiene por cierto ocurrencias, pero no todo se tolera.
Cuando se interpreta el sueño de otro, indicándole la regla inquebrantable que no le es licito excluir de la
comunicación ocurrencia alguna por mas que contra ella se eleve una de las cuatro objeciones, a saber, que es
demasiado trivial, demasiado disparatada, que no viene al caso o es demasiado penosa para comunicarla.
Comprendemos que el trabajo de interpretación del sueño se cumple en contra de una RESISTENCIA que
le es contrapuesta y cuyas exteriorizaciones son aquellas objeciones críticas.
Las ocurrencias que así querrian sofocarse se revelan sin excepción como las mas importantes, las decisivas
para descubrir lo inconsciente.
Tendríamos derecho a pensar entonces que tras el sustituto tiene que haber algo significativo.
Muchas veces se necesita una única ocurrencia o pocas para llevarnos desde el elemento onírico hasta su
icc, mientras que otras veces se requieren para ello largas cadenas de asociaciones y el vencimiento de muchas
objeciones criticas.
Cuando la resistencia es escasa, el sustituto no esta muy alejado de lo icc, pero una resistencia mayor
conlleva mayores desfiguraciones de lo icc y una distancia mayor desde el sustituto hasta lo inconsciente.
CONTENIDO MANIFIESTO – lo que el sueño cuenta.
PENSAMIENTOS LATENTES – aquello oculto a lo cual debemos llegar persiguiendo las ocurrencias.
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apropiada se lo confesaremos al paciente, cuando sale a la luz un material nuevo que permite
una construcción mejor. El “Si” del analizado es multívoco, puede indicar que reconoce la
construcción oída como correcta pero también puede carecer de significado. Este si sólo
posee valor cuando es seguido por corroboraciones indirectas; cuando el paciente produce,
acoplados a su sí recuerdos nuevos que complementan y amplían la construcción. El “no” es
igualmente multívoco, exterioriza una resistencia que es provocada por el contenido de la
construcción que se ha comunicado, pero que de igual manera puede provenir de otro factor
de la situación analítica compleja. La única interpretación segura de su “no” es que aquella no
es integral, la construcción no se lo ha dicho todo. Una confirmación valiosa de expresión
positiva es que el analizado responda con una asociación que incluya algo semejante o
análogo al contenido de la construcción. Sólo la continuación del análisis puede decidir si
nuestra construcción es correcta o inviable, y a cada construcción la consideramos apenas
una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o desestimada. El camino que parte
de la construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado pero no siempre
lleva tan lejos. Las formaciones delirantes aparecen como unos equivalentes de las
construcciones, unos intentos de explicar y restaurar.
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UNIDAD 7: TERMINACIÓN DEL TRATAMIENTO
Consideraciones acerca de la terminación de un análisis.. Eficacias y límites.. Obstáculos a la
finalización: hiperintensidad pulsional, alteración del yo, roca de base de la castración.
De los tres factores que hemos reconocido como decisivc para las posibilidades de la terapia analítica
(influjo de trauma, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo ) nos interesa solo el del medio, la
intensidad de las pulsiones.
En términos aproximados se puede designar como el “domeñamiento” de la pulsión; esto quiere decir que
la pulsión es admitida en su totalidad dentro de al armonía del yo, es asequible a toda clase de influjos por las
otras aspiraciones que hay en el interior del yo y ya no se sigue más su camino propio hacia la satisfacción.
Ahora bien, en el sano, toda decisión de un conflicto pulsional vale solo para una determinada intensidad de
la pulsión; mejor dijo, solo es valida dentro de la un determinada relación entre robustez de la pulsión y robustez
del yo. Si esta ultima se relaja, por enfermedad, por agotamiento, etc., todas las pulsiones domeñadas con éxito
hasta entonces volverán a presentar de nuevo sus títulos y pueden aspirar a sus satisfacciones sustitutivas por
caminos anormales.
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Tampoco da lugar a dudas el material del otro lado: la intensidad pulsional. Dos veces en el curso del
desarrollo individual emergen refuerzos considerables de ciertas pulsiones; durante la pubertad y, en la mujer
cerca de la menopausia. En nada nos sorprende que personas que antes no eran neurtoicas devengan tales hacia
esas épocas. El domeñamiento de las pulsiones que habían logrado cuando estas eran de menor intensidad, fracasa
ahora con su refuerzo. Las represiones se comportan como unos diques contra el esfuerzo de asalto de las aguas.
Lo mismo que producen aquellos dos refuerzos pulsionales puede sobrevenir de manera irregular en cualquier
otra época de la vida por obra de influjos accidentales. Se llega a refuerzos pulsionales en virtud de nuevos
traumas, frustraciones impuestas, influjos colaterales recíprocos de las pulsiones. El resultado es en todos los
casos el mismo confirma el poder incontrastable del facto cuantitativo en la causación de la enfermedad.
¿acaso nuestra teoría no reclama para si el titulo de producir un estado que nunca preexistió de manera
espontanea en el interior del yo, y cuto neo-creación constituye la diferencia esencial entre el hombre analizado y
el no analizado?. Todas las represiones acontecen en la primera infancia; son unas medidas de defensa primitivas
del yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se consuman represiones nuevas, pero son conservadas las
antiguas, y el yo recurre en vasta medida a sus servicios para gobernar las pulsiones. En nuestra terminología, los
conflictos nuevos son tramitados por una pos-represión. Acerca de las represiones infantiles acaso valga lo que
hemos sostenido con carácter universal, a saber: que dependen enteramente de la proporción relativa entre las
fuerzas y no son capaces de sostenerse frente a un acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones. Y bien, el
análisis hace que e l yo madurado y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas represiones; algunas
serán liquidadas y otras reconocidas, pero a estas de las edificará de nuevo sobre un material más solido. Estos
nuevos diques tienen una consistencia por entero diversa que los anteriores; es licito confiar en que no cederán tan
fácil a la pleamar del acrecentamiento de las pulsiones. La rectificación, con posterioridad, del proceso represivo
originario, la cual pone en termino al hiperpoder del factor cuantitativo, seria entonces la operación genuina de la
terapia analítica.
En nuestra primera descripción del desarrollo libidinal dijimos que una fase oral originaria deja sitio a la
fase sádico anal y esta a la fálico genital; la investigación ulterior no lo ha contradicho, pero ha agregado a modo
de enmienda, que estas situaciones no se producen de manera repentina, sino poco a poco de suerte que en cada
momento unos fragmentos de la organización anterior persisten junto a la más reciente, y aun en el caso del
desarrollo normal la trasmudación nunca acontece de modo integral; por eso, en la plasmación definitiva pueden
conservarse unos restos de las fijaciones libidinales anteriores.
Opino que la respuesta a la pregunta sobre como se explica la inconstancia de nuestra terapia analítica bien
podría ser esta: no hemos alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante a fondo, nuestro propósito
de sustituir las represiones permeables por unos dominios confiables y acordes al yo. La trasmudación se
consigue, pero a menudo solo parcialmente; sectores del mecanismo antiguo permanecen intocados por el trabajo
analítico.
Cabe afirmar que el titulo reinvindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando el gobierno
sobre lo pulsional, es siempre justo en la teoira, pero no siempre lo es en la practica. Y ello porque no siempre
consigue asegurar en medida suficiente las bases para el gobierno sobre lo pulsional. Es fácil descubrir la razón de
este fracaso parcial. El factor cuantitativo de la intensidad pulsional se habia contrapuesto en su momento a los
empeños defensivos del yo; por eso debimos recurrir al trabajo analítico y ahora aquel mismo factor pone un
limite a la eficacia de este nuevo empeño. El gobierno sobre lo pulsional mejor, pero sigue incompleto, porque la
trasmudacion del mecanismo de defensa ha sido imperfecta. Nada hay de asombro en ello, pues el análisis no
trabaja con recursos ilimitados, sino restringidos y el resultado final depende siempre de la proporción relativa
entre las fuerzas de las instancias en reciproca lucha
Es sin duda deseable abreviar la duración de una cura analítica, pero el camino para el logro de nuestro
propósito terapéutico solo pasa por el robustecimiento del auxilio que prtendemos aportar con el análisis del yo.
……………
46
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34) Korman: CONSIDERACIONES SOBRE EL FINAL DE ANÁLISIS
El amplio juego medio del análisis que conduce a su fin
En términos muy amplios, una vez efectuado el desbrozamiento inicial del terreno psíquico, trabajados
ciertos paquetes sintomáticos, puestos de relieve los guiones primordiales de las formaciones fantasmática,
retirados los escombros de antiguas construcciones narcisistas venidas abajo, puesto un tope a la desenfrenada
compulsión repetitiva, trabajada la problemática de la castración… suele suceder entonces algo ligado a la pulsión
de vida (cierta fertilidad del terreno psíquico del analizante) permita la emergencia de un soplo nuevo: llamémosle
rebrotamiento de Eros o activación de la dimensión deseante.
Estos efectos de la larga tarea de movilización de la estructura psíquica del analizante suelen conlleva una
serie de modificaciones subjetivas; entre ellas, una desaparición o mutación de los síntomas iniciales; al menos,
de aquellos que le eran más perturbantes. Se asocia a esto cierto alivio del sufrimiento y una mejor relación
consigo mismo y con los demás. Un ligero tinte hipomaniaco suele estar presente. Llegados a ese punto, algunos
pacientes piensan que ya esta bien y se van. Sin embargo, no es éste el momento del fin del análisis. Prefieren lo
bueno a lo mejor, y quieren ahorrarse cierto color-placer, ciertos calvarios y conmociones propios de esta ultima
etapa.
Para estudiar mejor los avatares de estos casos (los que llegan al final de análisis) lo haré desde aquellos
ángulos que para mi son especialmente importantes desde la perspectiva de la metamorfosis de la neurosis (=
implica que el psicoanálisis produce cambios de forma de ella sin que exista una variación de la estructura
neurótica). Me referiré a los siguientes puntos
1. Los síntomas
2. El fantasma
3. El trabajo en torno a las identificaciones
4. El Ideal del yo y el tener proyectos
5. La transformación de las instancias narcisistas (yo idea, ideal del yo, etc.) en el registro de la castración
6. La tarea respecto de las pulsiones. Sublimación
7. El superyó
8. La relación del sujeto con el tiempo
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Este cuadro esta inspirado en la metáfora del ajedrez y representa los momentos iniciales de un análisis
(sector izquierdo) , los finales (circulo derecho), así como también el incierto periodo intermedio, bosquejado
mediante el cuadro central.
1) SÍNTOMAS
Ellos suelen ser los determinantes principales de la demanda inicial, que habitualmente es de alivio del
padecimiento psíquico. Se impone transformar esta demanda inicial en demanda analítica. Si tenemos éxito en
este cambio de juego, es decir, si logramos que el analizante (que viene frecuentemente a ser curado según el
modelo medico) postergue su demanda inicial y acepte un trueque de cartas, es posible que suceda algo inaudito:
que él sea llevado, arrastrado, por su palabra y pueda emerger y desplegarse la otra escena, activación de lo
inconsciente, surgimiento del oscuro mundo pulsional. En fin, la trama de delgados hilos inconscientes que han
bordado la historia de todo ser humano. Si todo esto comienza a desplegarse, la queja inicial, ligada a los
síntomas, suele entonces desaparecer del primer plano de las asociaciones libres y son otras cuestiones las que
ocupan su lugar.
Lo engañoso y la candidez: la dupla necesaria
a) El síntoma es hipócrita: la cara que más muestra (la sufriente) clama desesperación, pero sus otras
facetas se oponen a ella. Esta impostura del síntoma pide una cierta credulidad en la escucha.
b) Los síntomas conforman la hendidura por donde se cuela la transferencia posibilitando iniciar una tarea
de largo aliento sobre el terreno psíquico. Operamos sobre la neurosis de transferencia creada y propenderemos a
la desaparición o mutación de ellos, mediante la transformación de la dinámica psíquica del sujeto. Solo si se
cambia la neurosis preanalítica por una neurosis de transferencia es posible un psa.
c) El más allá del principio de placer que habita en cada síntoma hace que la tarea sobre ellos no sea fácil.
Transformar en analítico un síntoma para luego hacerlo desaparecer operando sobre el goce y los determinantes
inconscientes de los mismos, tal es el contradiabolismo que opone el analista a la pulsión de muerte.
Los síntomas irreductibles
La idea de metamorfosis de la neurosis implica que lo terapéutico, es decir, la modificación favorable de
los sufrimientos ligados a los síntomas, es consecutiva a la transformación global de la dinámica psíquica del
analizante. Aunque se trabaja sobre los síntomas hasta las ultimas sesiones, en los periodos finales del análisis
comienza a ocupar un cierto espacio el qué hacer con los irreductibles analiticiso. Tiene que quedar abierta la
posibilidad de nuevas resignificaciones ya lejos del analista. Al analizante se le impone la tarea de hacer algo
interesante con los síntomas que persisten.
No me parece poca cosa que el analizante se descubra viviendo mejor, al haber cambiado unos síntomas
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insufribles por otros más tolerables.
2) EL FANTASMA
Su reiterada puesta en escena va posibilitando el conocimiento de su contenido argumental, que puede
pensarse como una condensación simbólica expresable mediante una frase concisa. En tanto lo Real insiste, el
fantasma despliega en lo imaginario sus múltiples formas de manifestación. A veces suelen escenificarse partes de
él, y sucede también que ciertos componentes de esos fragmentos pueden deslizarse por el desfiladero regresivo,
razón por la cual adquieren ropajes más arcaicos. Ello supondrá la emergencia de escansiones primarias, que nos
muestran la presencia actualizada del pasado: sombras de anudamientos y separaciones con los objetos
primordiales, marcas de encuentros con otros cuerpos en historias libidinales y libidinizantes. Asimismo,
percibiemos las huellas de los cortes que transformaron dichas relaciones.
Clínica del fantasma
El trabajo en filigrana sobre las múltiples y variadas formas de expresión fantasmática permite la
construcción del fantasma habitualmente llamado fundamental; la formula condensada del contenido argumental,
básico, del fantasma. Pero éste no existe como tal en la psoquie del analizante puesto que se trata de una
abstracción, de una construcción del analista.
Al descubrir esta clave matriarcal puedo guiarme mejor en la frondosidad de las escenificaciones, pero
evito hacer una rápida reducción de estas formas imaginarias a su mínimo común denominador.
Dicho en otros términos, prefiero revelar las variantes, los tintes, los armónicos y disarmónicos, las
escenificaciones parciales o regresivas de los fantasmas. Además se du fijeza me interesa subrayar su carácter
proteiforme . tener presente esto ultimo me permite descubrir y hacer descubrir al analizante los diferentes modos
que tiene de relacionarse desde matices circunscritos y desde las tonalidades e los fantasmas que le son
constitutivos. En otro términos, que pueda percibir que la construcción de la realidad que él hace esta determinada
por su condición de sujeto deseante, deseo cuyo código es transportado por sus fantasmas.
Debería darse un cambio en la posición subjetiva en el fantasma un mayor libre juego en la escena
fantasmática; es decir, la creación de guiones inéditos o la representación de otros roles. Esto implica un paso, un
corte, un acto. Hace falta un salto, un efecto de innovación, que probablemente consista en trascender la
identificación imaginaria que condenaba al sujeto a representar siempre el mismo papel en la película.
El fantasma fundamental es teórico; en lo psíquico; complejo fantasmatico, multiplicidad. Hay ciertos
reduccionismos teóricos que no son compatibles con las formas que los fantasmas tienen qhabitar en lo psíquico.
Si algo aporta la cura al analizante, ésta nos e expresa a través de efectos de reducción sino por la creación y
recreación de nuevos circuitos.
Cura psicoanalítica y fantasma
Señalaría como efectos del análisis un relajamiento de la fijeza del fantasma. En otra palabras, que el
analizante pueda dejar de estar capturado, cometido y obligado a “actuar” por el fantasma siempre e
inexorablemente de la misma manera.
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La creencia de que la toma de consciencia es sinónimo de deshacer una identificación no es más que una
vana ilusión. Tampoco se trata de romper las identificaciones . Si esas son las que constituyen al sujeto, se deduce
que identificaciones de esta índole no pueden abolirse porque ello acarrearía la cancelación del S. Es modificable,
en cambio, la relación que se ha establecido internamente con y entre los rasgos de los objetos introyectados y
apropiados.
Aquí nos topamos con los limites de nuestro accionar: el núcleo duro de identidad generado por las
identificaciones es in duda transformable pero dentro de ciertas cotas; no hay renacimiento del sujeto sino
recomposición del mosaico identificatorio. Esto ultimo aporta sustancialmente a la metamorfosis de la neurosis y
a su temple analítico.
Una seducción duradera
Freud plantea que el yo ( identificado los ramos del objeto) envía al ello el siguiente mensaje: “puedes
amarme pues soy parecido al objeto”.
Buena parte del trabajo analítico sobre las identificaciones edipicas pasa,, justamente, por modificar ese
encantamiento con el que el yo captura al ello. Es la condición necesaria para que pueda aflojarse la firmeza de
estas trazas constitutivas del yo O del sujeto.
Siniestrar
Siniestrar significa hacer que lo propio, lo absolutamente familiar y personal, comience a devenir extraño.
Lograr que lo que ha sido tan consustancial al analízante empiece a producirle el horror necesario como para que
pueda desprenderse de estos rasgos y abandonar las delicias de la endogamia.
Clínica de las identificaciones narcisistas
Además del mecanismo incorporativo que predice su consumación, las identificaciones narcisistas se
caracterizan por la soldadura, por el imantamiento del yo al objeto de identificación, con el cual se establece una
relación absoluta, total. Esta última es producto del desamparo y la angustia de separación exacerbados. La
identificación narcisista tiende a unificar, a hacer uno de lo diferente, propende a un uniformar, lleva justamente a
no crear la diferencia, fomentar y refuerza una dependencia del objeto, a diferencia de lo que sucede con las
secundarias edípicas.
La identificación narcisista habla más de la capacidad (fantasmática en la neurosis, alucinatoria en la
psicosis) de mantener vivo dentro de si al objeto (supuestamente) perdido.
Una alternativa: duelo o identificación narcisista
Al conservar(internamente) al objeto no hay duelo posible. La identificación narcisista no es ni
compensatoria de una perdida ni la respuesta ante la misma. Más bien es una nota perdida evidenciada por la
sobrevivencia intra-psíquica del objeto y de su relación con el. Justamente por eso no hay duelo. Este último
implica una elaboración simbólica de la pérdida, fenómeno que no ocurre cuando ella se salda con una
identificación narcisista. Deshacerse de esta identificación es la verdadera amenaza de perdida, porque reactiva el
desamparo Y las angustias a él asociadas. Por eso el sujeto parece preferir el eterno combate sadomasoquista intra
psíquico con el objeto de renunciar a él. Mantiene la ilusión de “amamantarse” de ese objeto perdido (a medias) y
revivido en la mente,, Y evita así la angustia aniquilación que este desprendimiento podría despertar. Por medio
de de este tipo de identificación el sujeto ha establecido una solución incestuosa (soldarse al objeto) frente a una
angustia separación exacerbada.
Identificación narcisista y metamorfosis de la neurosis
El lugar que permite incidir la operación analista es aquel en el cual se posibilita la separación de este
objeto incorporado con el que se sostenía ese vinculo narcisista. Se trata de un complejo proceso de
reobjetalización; una verdadera “puesta afuera” del objeto, lenta, fraccionada. Quizá sean estos los momentos más
álgidos y peligrosos del análisis que algunos pacientes quieren evitar yéndose tras las primeras mejorías
sintomáticas.
La identificación narcisista es productora de una seguridad ilusoria, pero seguridad al fin: la que otorga el
seguir portando el objeto dentro de si. Aunque esto perpetua la conflictividad (agresividad enorme, ambivalencia
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hacia el objeto, satisfacción de las tendencias sadomasoquistas) se siente esto como más tolerable que la supuesta
orfandad que conllevaría el distanciamiento.
Mi trabajo interpretativo respecto de estas identificaciones (que es también una forma de procesar
psicoanalíticamente el narcisismo) evita insistir en aquellos aspectos que remiten a las semejanzas entre el sujeto
y el objeto incorporado Por el contrario, apunto más bien a las diferencias con él porque creo que esto facilita las
separaciones puntuales respecto del objeto incorporado. Como casi nunca acontece una caída masiva de tal
identificación tendrán necesariamente que reiterarse estos despegues parciales. Se van produciendo así
desoldaduras focales con el objeto, simultaneas a su “externalización” progresiva. En el mejor de los casos, se
reconstruye fuera del objeto y este comienza a adquirir volumen y consistencia propia. Este proceso conlleva
cierta recuperación de los fragmentos de historia que quedaron aplastados por la identificación.
Esta labor suele tener efectos desalienantes. Se abre así la posibilidad de atenuar las repeticiones de la
conflictiva expuesta y permite ganar para la dimensión del deseo lo que está más allá del principio de placer,
arrebatando territorio del narcisismo fallido, engrosando el narcisismo trófico y los procesos simbolizantes.
Esta soldadura al objeto especifico de las identificaciones narcisistas podrá resolverse mejor o peor según el
grado de simbolización de lo imaginario que pueda obtenerse en la tarea clínica. Siempre se requiere trabajar la
problemática del desamparo y las idealizaciones arcaicas que están en juego.
Caída de lo imaginario con reacomodo siguiente
La tarea analítica no tiene solo como objeto el desmantelamiento de los soportes yoicos. Es necesario
otorgar siempre un tiempo para el siguiente reacomodo, para una posterior restitución diferenciada. De lo
contrario, el sujeto puede quedar en estado de destitución subjetiva, de errancia. La perdida de los soportes
imaginarios ha de ser la necesaria antesala para su reorganización. Si bien el análisis pretende un quebrantamiento
de los espejismos en los cuales ha quedado capturado un sujeto, no debería, sin embargo tender a la exoneración
de toda función imaginaria. No se trata de barrer el narcisismo sino de transformarlo, destilarlo
No a la identifiacion con el analista
La tarea clínica esta en las antípodas de una búsqueda de la identificación del analizante con el analista. En
un contexto como el transferencial, la idealización (denigración) funciona a tambor batiente y esto empuja a la
identificación con el analista. Este tipo de análisis puede producir como efecto un sujeto desubjetivado, errático,
desengañado, a merced de un destino incierto, con un sentido de lo trágico aguzado y que hace del pesimismo la
única verdad de su exigencia.
Resignificación de la historia personal
Si el de desmontaje-remontaje puede realizarse con el tiempo necesario, si se acompaña al analizante en las
recomposiciones calidoscópicas de su batería identificatoria, ce va creando un espacio para nuevas ópticas, se va
armando otro andamiaje simbólico que da al sujeto una consistencia distinta. En fin, se elabora, se escribe una
historia que no ha tenido jamás lugar anteriormente en tanto se construye con elementos que recién ahora
empiezan a ver la luz del día.
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CASTRACIÓN
La idealización es un proceso subjetivo que produce una sobrevaloración del objeto. Se trata de un
narcisismo proyectado. La idealización convierte el narcisismo en una tierra sin fronteras; se sostiene a un Otro
omnipotente, omnisciente, todopoderoso; un todopoderoso; un Otro no castrado, según Lacan.
Desde esta dimensión el neurótico engendra como si fuera su propia sombrea, una imagen de gigante que lo
acompaña a todas partes. Es un apasionado de esta figura que él segrega, que el construye. Se sostiene otro
omnipotente para no asumir lo que significa reconocerlo castrado: mientras exista un Otro así, habrá siempre un
causante de sus males.
A “su majestad el bebe” se le cae la corona
Reconocer al Otro castrado implicaría aceptar de alguna manera la propia castración; sería dejar de buscar
culpables externos, que el victimismo se acaba y se que deben tomar las riendas de su propia vida. Quizás este
aquí otro de los momentos durísimos del análisis; caer en la cuesta de que el peor enemigo esa dentro de uno
mismo.
Deshacer los ídolos requiere tanto más tiempo del que se necesitó para construirlos y adorarlos, pues no
basta con desbaratar su encarnación temporal en tal persona, institución, teoría u objeto, sino desvanecer las raíces
narcisistas de estos sistemas idealizantes arcaicos, con punto de partida en el yo ideal o en un Ideal del Yo
tiránico. No se trata de una abolición de los ideales sino de un pasaje de ellos por el registro de la castración
De todas formas, conviene estar atentos para no confundir una decepción respecto de un objeto
sobrevalorado con la transformación de las fuentes psíquicas de donde brota la idealización. Si esto ultimo no
acontece, el desengaño habido suele ser velozmente sustituido con una nueva idolatría.
El humor
Dos aspectos polares ligados a las transformaciones del narcisismo que suelen aparecen al fin den análisis:
uno, el humor, la risa. Otro; la muerte, la percepción más clara de la finitud de la vida. Solo cuando la sensación
de la injuria narcisista o su riesgo se atenúan es posible que el analizante pueda reírse de sí mismo, aceptar que le
caricaturicen o ironizar. Ha disminuido la sensibilidad a la burla.
En las postrimerías del análisis, al descubrir que se acabaron los nunca, los jamases son relativos y los
siempre imperfectos, el analizante se aproxima, se pone en contacto con el corazón paradójico que late en cada
recodo de la vida. Suele encontrar ahí una fuente importante de humor. Percibe también que las palabras, mucho
más intensamente que antaño pueden querer decir otra cosa de las que dicen, que tienen facetas ocultas.
El siniestrar también acaba produciendo hilaridad: no hay nada que esté más cerca de lo cómido que la
angustia horrenda de haber perdido las referencias del ser. Sentir que las garantías de existencia que pedía nadie
se las puede dar y aunque se la dieran no le serviría de nada. Hay otra risa: la que aparece después de haberles
dado muchas vueltas a las situaciones y ya no necesitar hacerlo como antes.
La muerte
La relación con la muerte, o si quieren, con mayor eufemismo, la percepción de la finitud de la vida. En
tanto se descubrió que ella es ya una realidad en nuestro presente, la muerte no sólo nos aguarda sino que nos
preexiste, nos habita. En el análisis se desentierra los muertos de cada quien, se dialoga con ellos; quizá se les dice
lo que no se les pudo expresar antes. Luego, se los vuelve a enterrar.
6) LA SUBLIMACIÓN
En los períodos de terminación de un proceso analítico se producen un conjunto de fenómenos que en
cierto sentido podrían se considerados como un aumento de la capacidad de sublimar; es decir, cambiar un fin que
es originariamente sexual por otro no sexual, pero emparentado con el primero.
7) SUPERYÓ
El superyó es un ligar de cultivo de la pulsión de muerte y origen de un empuje hacia el masoquismo
primario. El superyó nos habla de la tiranización que el inconsciente ejerce sobre el sujeto, a nivel del síntoma y
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más allá de él. Una fuerza constante que se impone como ley, como imperativo categórico, goza!
En la instancia donde se origina tano el sentimiento de culpa, el estar en falta, como los autocastigos y
autorreproches. A través de el y sus efectos vemos claramente que hay algo en cada ser humano, en lo más intimo
de si mismo, que no colabora ni batalla a favor del bienestar y se construye en una fuente inagotable de
remordimientos, puniciones, autoinculpaciones.
La puesta en transferencia y movilización de toda la estructura psíquica tendrá efectos sobre esta instancia
insensata e insaciable; podríamos decir que las representaciones imaginarias del superyó (figuras persecutorias,
severísimas, cargadas de enorme autoridad) van adquiriendo rostros más benévolos, permisivos.
Hay también una visión más clara de las identificaciones que han constituido esta instancia, y como efecto
del siniestrar, acontece un retejido de sus rasgos constitutivos. Se abre, además, la posibilidad de actuar sin tanta
necesidad de la aprobación o desaprobación ajenas.
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la represión.
Capacidad para la acción: supone una actitud más resuleta en el actuar, valor; la valentía el tener genio
y nervio. Supone estar tensado, preparado, para el acto, cosa que requiere del desvanecimiento, al menos en
una dosis importante, de las dudas, las vacilaciones extenuantes y/o las inhibiciones del neurótico. Esto le
otorga una mayor capacidad de decisión y presteza. En otro plano, supone haber integrado para accionar en
la vida cotidiana una dosis adecuada de la agresividad que otrora se manifestaba de manera explosiva o era
controlada y contenida.
Talento para vivir: capacidad de poder precisar las actividades, personas o cosas que a cada uno le van
(aludo al deseo) y saber, además luchar por conseguirlas, sorteando los obstáculos propios y ajenos que
inveteradamente se opondrán a la obtención de tales metas.
Me duele la vida-me gusta la vida: el inevitable dolor de existir y sus renovadas ganas de vivir de
disfrutar de la vida.
Lo esperable que al final del análisis , el “dolor de vivir” se haga más soportable (Lacan). Si algo creativo,
productico, pudo hacerse con el sufrimiento se habrá ampliado la posibilidad de ver la vida como una aventura.
Todo ello implico, además de otros duelos, uno por ese largo periodo en que los síntomas mantenían un cierto
acorralamiento de la existencia. Ahora, en las postrimerías del análisis, el sufrimiento no desaparece del todo,
pero es quizás más tolerable; se puede maniobrar mejor con el.
El temple analítico incluye haber perdido la ilusión de marcharse del análisis con inmunidad contra todas
las algias. Comprende, igualmente, el poder aceptar las miserias, las propias, las ajenas las de la humanidad; que
estas no pesen tanto, pero que tampoco sean ignoradas, que duelas, si, pero que puedan ser soportadas.
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diferenciamos implícitamente dos registros diferentes de la cura: el primero registro temporal, es aquel por el que
la cura se desenvuelve cronológica-mente en tres fases que van marcando la evolución de la neurosis de
transferencia: una fase inicial en la que la histeria de transferencia se instala gradualmente. Una fase media
caracterizada por un estado de crisis aguda en el analizado y que marca el punto de exacerbación paroxístico de la
neurosis transferencial. En este preciso momento se produce ese hecho capital de la cura que es la confrontación
del analizando con la prueba de angustia. Una ultima fase, la final, donde se elaboran el duelo y el proceso de
autoseparación surgidos de la prueba. En esta se confirma como tal a partir del momento en que el psicoanalista y
el analizado acuerdan concluir, en un fin cercado, su trabajo común de análisis.
El segundo registro de la cura es el del proceso psíquico del análisis. Se despliega en un tiempo ilimitado
(pero igualmente cíclico) que naco con el primer germen de la idea de consultar a su psicoanalista y se aleja,
terminando ya el análisis, hacia otra parte desconocida.
La forma en que el analizado de despedirá de su análisis y de su analista depende directamente de las
modalidades con las que este mismo analizado haya remontado la prueba singular y efectuado su autoseparación.
No hubo análisis acabado porque lo esencial de un análisis, es decir, esa prueba dolorosa cuyo atravesamiento
hace posible el trabajo de autoseparación, no tuvo lugar.
Esta posición es necesariamente ideal y debe ser entendida como un fecundo punto de referencia para
nuestro trabajo clínico y no como una ley imperativa.
La histeria de transferencia, las condiciones que conducen al analizado a las puertas de la prueba de angustia
El sufrimiento neurótico que condujo al paciente histérico a entrar en análisis es la expresión dolorosa de
una mala defensa (la represión y la conversión) que el yo emplea para poner un dique a la angustia del fantasma
inconsciente de castración. Esta angustia es intolerable y para deshacerse de ella, el histérico no ha encontrado
más solución que transferirla a los sufrimientos corporales o más generalmente a los sufrimientos neuróticos. El
mecanismo de conversión transforma a la insoportable angustia de castración en cuerpo-falo. La conversión
redujo quizás el inconsciente el exceso angustia, pero ahora se ha transformado en otro exceso, el de la
erotización/ inhibición dolorosa del cuerpo. El tratamiento analítico de neurosis, entendido a su vez como
reactualización del fantasma de castración por medio de la tranferencia.
En efecto, de lo que se trata en un análisis es de volver al punto de partida, quiero decir al punto de origen
fantasmático de la neurosis, y de reproducir en el seno de la cura la misma situación de peligro que, el
inconsciente, provoca angustia. En una palabra, se trata de crear la angustia para resolverla; se trata de instituir
una nueva neurosis, E intentar hallar entonces una salida mejor que la de la conversión. Atravesar la angustia. El
psicoanalista apunta a crear las condiciones para que el analizado afronte, por fin, su miedo. Hay que reactivar la
angustia que antes se había convertido en los síntomas por lo que el paciente vino a consultar. ¿Cuáles son esas
condiciones? Se reducen principalmente a tres ficciones peligrosas, a tres máscaras amenazadoras del Otro que
suscitan angustia y el psicoanalista habrá de revestir:
El Otro castrado: la figura más amenazadora. Se yergue Como una figura de horror cuando el niño
descubre, súbitamente, la imagen del cuerpo desnudo, castrado de la madre. Esta falta, sombra opaca en un
cuerpo luminoso, significa que yo también corro el riesgo de sufrir algún día la mutilación. Y sin embargo,
horrorizado Y paralizado por la amenaza, el niño se empeña paradójicamente en seguir bajo el dominio del
peligro, hasta el punto tal de demandar que el Otro le exhiba la grieta de su castración, y lo asuste. El otro
castrado representa para el neurótico no sólo una amenaza que espanta, si no también una llamada que seduce
y tranquiliza. Pero no olvidemos su condición primera de garantía que protege al niño fálico del peligro
absoluto, El de experimentar un goce sin límites.
El Otro de la Ley: es una de las versiones paternas del Otro. Su función, prohibir y castigar severamente
el deseo incestuoso, está representada por una voz que hace restallar la ley de prohibición del incesto. Es la
figura principal, Sonora y peligrosa, del fantasma de castración en El origen de la neurosis obsesiva. Como lo
hizo antes frente al Otro castrado, El niño escapa y persigue al mismo tiempo, la presencia amenazadora que
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asústa y tranquiliza. “tengo miedo de la ley, pero no dejes de recordarme la constantemente; te pido que me
mandes, me prohíbas Y de ser necesario me castigues”
El Otro del deseo perverso: es una figura eminentemente paterna, la de un padre gozador Y que goza de
todas las mujeres, un padre capaz de abusar de mí, de violarme Y gozar de mi sufrimiento. El neurótico se
angustia, pero prefiere vivir el horror y la angustia de un niño asustado antes que asumir trabajosamente su
límites de ser hablante Y sexuado. Sin mirar nunca los ojos a su padre amado le pediría: “tengo mucho
miedo de ti, pero tómame en tu brazos y haz de mí la presa de tu deseo perverso”. Sólo se trata una
perversión soñada; el neurótico no es un perverso sino alguien que sueña con serlo. El fantasma neurótico es
solamente el fantasma perverso de un neurótico que se aferra su angustia y suela con ser un nuño angustiado
frente a una madre monstruoasamente bella (Otro castrado) , a un padre terriblemente protector (Otro de la
Ley) y a otro padre, perversamente amante (Otro del deseo perverso).
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o convertir la angustia en sufrimiento y será entonces el mal camino que cristaliza la neurosis.
Para Freud, la negativa a abrirse a la angustia suele desembocar en la interrupción brusca de la cura. En su
comentario, Freud explica la begativa del paciente a entrar en la prueba de angustia como una repulsa de la
castración, en sus palabras: repulsa a la feminidad. Le ngativa a atravsar la prueba, es un “no” que el neurtoico
angustiado opone a la idea fantasmática de dejarse castrar (en el caso del hombre) o la idea fantasmática de no
obtener el falo codiciado (en el caso de la mujer). Precisamente en este punto el analizado interrumpe
bruscamente la cura y abandona furioso e indignado a su analista. “El analista choco con el escollo de la roca de
castración”.
Descripción del atravesamiento de la prueba de angustia
Acercarse lentamente a la angustia hasta la más extrema inmediatez, contenerla en su punto de máxima
tensión y entonces a travesarla. En el instante mismo de pasar, se redujera a una fina lamina acerada que nos
atravesara el cuerpo por el centro, dejando la huella umbilical de una límpida hendidura. Atravesar la angustia
significa ser atravesado por ella.
Comprendí, no mentalmente sino en acto, que cualquiera que sea el desenlace final de este atravesamiento
de la angustia , el riesgo será necesariamente parcial y la perdida inevitable. Comprendí, mi cuerpo comprendió
que nunca perderé todo y que, si gano, no ganaré nunca sin perder.
El duelo de un análisis terminado no es el duelo de mi analista, sino el duelo de una ficción y de una angustia
Es una perdida de una ilusión, la ilusión de un todo (mi ser-falo) y del monstruo amenazador que me hacia
sufrir (el Otro castado). Al comprender que nunca expongo todo, que el riesgo es parcial y la perdida inevitable,
descubro la ficción de la que me hallaba prisionero y, al descubrirla, la pierdo. Sí, aceptando perder una parte de
mi, pueso la omnipotencia fictia del Otro y, junto con ella, lo que estaba en juego: mi supuesta potencia fálica.
Así, mi angustia se devanece. Ya no tengo angustia , es verdad, pero me pongo a lemantar la desaparición del
peligro ficticio, de una potencia infantil, el falo, y de una angustia ahora disipada que, en definitiva, no era más
que una manerda segura de existir.
Ahora con esta comprobación dolorosa pero serenca comienza el trabajo de duelo por la muerte de una
ficción transferencial, trabajo que conducirá primero a la separación concreta y efectiva con el psicoanalista, y
que se prolongará después, más alla de la cura, en un proceso interminable. Se advierte de este modo que el duelo
de un análisis acabado no es el de mi psicoanalista, sino el duelo de una ficción y de una angustia .
El signo incontestado que señala la entrada de la cura en su fase terminar es el siguiente: el paciente, en un
estado de gran serenidad, ha cesado de hallarse en espera de amor, o sea que ha cesado de demandar al Otro,
recibir su amor alguna vez. El analizado ha comprendido que su analista no le dio ninguna otra cosa porque
ninguna otra cosa que dar, salvo esta “promesa”, esta esperanza de alcanzar las puertas de la prueba de angustia.
Otros signos: por ejemplo, en este periodo es frecuente comprobar la aparición en el relato del paciente recuerdos
vinculados a los momentos iniciales del análisis; también, la presencia de sueños singularísimos relacionados con
el nacimiento, con movimientos de partida, estaciones y transportes, aviones, barcos, gente que se marcha y cosas
que llegan.
El fin de la cura no es el levantamiento de los síntomas. Los síntomas parecen tener vida propia, una vida
que no depende de la evolución del análisis. El hecho que los síntomas desaparezcan no autoriza al practicante a
imaginar y esperar un fin próximo de la cura. Es mucho más importante que el psicoanalista preste atención a los
cambios de posición subjetiva en el analizado. Este una vez que ceso de dirigir su demanda de amor al Otro de la
neurosis transferencial, toma una distancia más serena respecto de su analista.
La manera de terminar una cura da fe de su fecundidad o su fracaso. La manera en que una cura se detiene
decide no solo sobre la continuación postanalítica sino también sobre el periodo de analítico mismo, la cura
etenra. La detención de un análisis es la causa final que determina a posteriorn la fecundidad o, por el contrario, la
esterilidad de la andadura analítica. No hemos sabido (analista y paciente) crear conjuntamente las condiciones de
un paso exitoso de la angustia y evitar entonces que el analizado se marchase con su sufrimiento intacto.
El caso de la reanudación de un nuevo análisis tras haber interrumpido el primero. El problema de los
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tramos. Cuando un analizado toma la decisión de emprender un segundo tramo de análisis, a nuestro modo de ver
esto corrobora el carácter inacabado de su primer recorrido analítico. El psicoanalista no debe trabajar con la idea
de que el segundo tramo de su analizando completa con fortuna al primero. Por el contario, el análisis en curso,
aquí y ahora, es el único análisis en juego. Porque la demanda de un nuevo tramo muestra claramente que la
finalización del precedente no sanciono la separación que debió producirse. Si a la interrupción de un análisis le
sucede la iniciación de otro, esto indica que el analizado no efectuó, el paciente no efectuó la autoseparación, no
logro separarse de cierta parte de el mismo (su fantasma neurótico de castración) y, sobre todo, no supo
despegarse de la figura ficticia del Otro y abandonar así su angustia. Cuando un paciente decide emprender el
segundo tramo, se deduce que el Otro de su neurosis sigue representando por uno y otro de los psicoanalistas
sucesivos, o sea que el lugar del Otro continua ocupado por el interlocutor analítico.
Terminar un análisis consiste, justamente en separarme psíquicamente del Otro analítico, en cesar de
dirigirle mi demanda de amor y en trasladar esta demanda al exterior de la cura. El segundo tramo constituye a
mi juicio una nueva ocasión para reinstalar tal vez las condiciones de la histeria de transferencia, para intentar de
nuevo la experiencia que no se pudo llevar a cabo (atravesamiento de la angustia) y para concluir finalmente el
análisis.
Atravesar la angustia es dar un paso al dolor del duelo
¿qué consecuencias resultaran para la vida del analizado? Son tres: la aparición del dolor del duelo, el
surgimiento del sujeto del inconsciente, un cambio en la percepción de s identidad sexual por el sujeto
cuando un histérico atraviesa la prueba de angusia se separa del niño fálico que habita en su inconsciente.
Pero tal separación no es nunca una perdida definitiva, ya que en el curso de su existencia el histérico perderá y
reencontrará miles de veces al niño de su fantasma. El hecho de haber temrinado una cura analítica y de haber
pasado con éxito la prueba de la angustia de castración otorga al analizado una única conquista: la de aprender a
perder y a encontrar indefinidamente a su niño fálico, pero siento cada vez menos afectado por la pasión de la
angustia . Menos afectado por la angustia pero invadido por un nuevo afecto que entonces se impone, el del dolor.
La angustia de la neurosis, que ahora ha desaparecido, da paso al dolor del duelo
El dolor del duelo no es dolor de haber sufrido una perdida, sino dolor de reencontrar lo que se perdió
sabiéndolo uno irremediablemente perdido.
El dolor de duelo no es dolor de perder, sino dolor de reencontrar lo que se perdió sabiéndolo uno
irremediablemente perdido
El analizado ha logrado atravesar la prueba de angustia e ingresar en la fase terminar, aquella donde de
despliega el proceso de duelo de una parte que es el niño fálico. Son los reencuentros mil veces repetidos con el
niño fálico mil veces perdido, los que engendran cada vez, el dolor.
Freud intento dilucidar un enigma: ¿por qué hay dolor cuando perdemos un ser amado? Para muchos
anglosajones el dolor resulta directamente de la separación. Yo no pienso así, por el contrario, el dolor que surge
en el momento en que hay una sobreinvestidura de la representación del objeto amado y hoy perdido. Lo que
duele en el trabajo de duelo no es tanto la auscencia del ser querido, como el encuentro, la investidura y la
sobreinvestidura de la representación psíquica que tenemos del ser amaso y perdido. El dolor de produce cuando,
psíquicamente, localizacmos y cercamos al máximo la representación del objeto perdido.
Lo que duele es encontrarse de nuevo con la cosa amada para al final poder desprendeser de ella en forma
definitiva. Lo que duele es amar de nuevo, si, pero sin que esté la persona imaginaria que sostiene ese amot.
¿Qué perdemos cuando alguien muere? Cuando alguien muere perdemos fundamentalmente la armazón
imaginaria que nos permitía amarlo mientras vivía. Aunque esta perdida no suscita el dolor del duelo. El dolor
esta en encontrarnos miles de veces con la representación del objeto amado y perdido, pero sin el sostén
imaginario que el otro significaba cuando vivía. Este sostén es mi propia imagne devuelta por el otro vivo y
amado. Según lacan: en el trabajo de duelo, tengo que amar al otro sin yo ideal, sin la imagnen del otro y sin mi
propia imagen.
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“Estamos de duelo porque para quien ocupábamos, sin saberlo, el lugar de su falta”. Precisamente, el otro
(hoy desaparecido) importaba en el registro de lo imaginario como superficie especular porque yo ocupaba, en
uno u otro momento, el lugar de su falta., ocupar el lugar del objeto de deseo.
Para que hagamos el duelo de una persona desaparecida se necesitan dos condiciones: que ella haya
contado para nosotros como un sostén imaginario; y que hayamos ocupado para ella el lugar del objeto de su
deseo. Estamos de duelo por aquel que imaginariamente conto para nosotros y esto lo sabíamos, y para el cual
hemos sido el objeto fantasmático de su deseo, y eso no lo sabíamos. Finalmente, la proposición de Lacan podría
enunciarse así: para que haya duelo de un ser desaparecido, es preciso que con este ser haya habido una doble
relación, de amor y de su fantasma.
¿Qué hace que un duelo no se elabore? La falta de tiempo y la ausencia del ritual ¿Y que es un ritual? Un
ritual es el tiempo necesario para retomar la representación del objeto perdido, sobreinvestirla y poco a poco
separarse de ella.
Al final del análisis, el analizado que ha perdido al niño de su fantasma siente el dolor, no de haberlo
perdido, sino de reencontrarlo sabiéndolo irremediablemente perdido. El atravesamiento de la angustia ha dado
paso así al dolor del duelo.
Atravesar la angustia es reencontrar el lugar de nacimiento de aquel que nunca deje de ser
A la salida de la prueba, su voz nos diría “he comprendido que nunca perderé todo y que inevitablemente
perderé una parte de mi mismo. Y, al comprenderlo, he perdido la ficción ¿Pero, que queda entonces? Nada, ya no
hay nada de la totalidad ficticia, del fantasmático peligro y de la angustia , no quedo más que yo. Yo es el sujeto,
quiero decir, el mero sujeto absoluto, único, el del inconsciente, el sujeto que nunca dejamos de ser puesto que
estaba ya mucho antes, sin que lo superamos.
Precisamente en el orden de la constitución del sujeto, el término y el punto de partida del análisis
coinciden; en la cura no hay futuro ni porvenir, pues el ir hacia delante es en realidad un retorno, no al pasado,
sino a lo más inicial y autentico en mi.
Percibimos ahora claramente que el camino de un análisis describe el trayecto circular de dos giros que
enazan en espiral el punto terminal con el punto inicialr de un proceso cilciico e indefinito y siempre abierto.
Estos dos registros se complementan y describen un movimiento general del análisis según un tiempo ilimitado y
cilcioco.
¿Cuál es ese cicli abierto e ilimitado de una cura analítica? Comprende dos giros circulares que no se
cierran sino que describen una curva espiral y tres moemtnos singulares: la primera entrevista (M1), la prueba de
angustia (M2) y el nacimiento del sujeto (M3).
El primer giro comienza con el aconecimiento de la primera entrevista (M1) y temina, después de formar
un rizo, con el acontecimiento de la prueba de angustia (M2). Estos dos momentos se superponen, por caudno en
la primera entrevista el analizadodice su sufrimiento y en la prueba de angustia atraviesa el fantasma que dio
origen a este sufrimiento.
El segundo giro describe también un rizo que queda igualmente abierto. Comienza con la salida exitosa de
la prueba de angustia (M2) y termina, después del rizo, con el surgimiento del sujeto absoluto (M3) que el sujeto
llevaba en su desde siempre y que el pase de la angustia permitio revelra. Estos dos momentos también se
superponen por cuanto el pase exitoso significa que el analizado se ha desligado de su neurosis y ha reecontrado
por fin al sujeto verdadero que él nunca habia dejado de ser.
Los 4 términos sucesivos que jalonan el cilo de un análisis: sujeto del inconsciente imperceptible yo
neurótico atravesamiento de la prueba de angustia encuentro con el sujeto del innc imperceptible. El tiempo
exigido para hacer un análisis y terminarlo es el tiemo de una prueba difícil y de una revelación singular y
repetida. El tiempo analítico se contrae como el momento puntual de emergencia en acto de la verdad.
El atravesamiento de la angustia modifica la percepción de mi propia identidad sexuada
¿Que nuevo estado tiene el inconsciente en un sujeto que concluyo su análisis? Es un inconsciente más el
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atravesamiento de la prueba de angustia . es un inconsciente modificado, suavizado por el atravesamiento de un
pase doloroso; un inconsciente más maleable en su capacidad de ejercer la autopercepción inconsciente.
¿Qué es lo cambio en el inconsciente? La cualidad de la percepción de nuestra propia identidad sexuada.
Antes de atravesar la prueba el sujeto ignoraba (represión) la diferencia de sexos y percibida la falta de falo como
la falta de un Todo absoluto, de una fuerza absoluta. Pues bien ¿Qué sucede después de la prueba? Hará otra que
reconocer la existencia de la diferencia sexual: sabrá interrogarla. Esta distinción no será ni reprimida ni
dogmatizada, sino reconocida, y de inmediato, cuestionada. La percepción del sujeto que el atravesamiento del
pase modifico ya no será inspirada por el afuera sino que se volverá al adentro. Antes de la prueba, orientada
hacia el exterior, la percepción se hallaba al acecho de la castración del Otro, interpretada como la falta de un
Todo; después de la prueba, vuelta hacia adentro, la percepción aprehende el enigma del ser sexuado.
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TRABAJOS PRÁCTICOS B
Práctico 1 : Psiquiatría y psicoanálisis
Freud, S. (1916). Conferencia 16: Psicoanálisis y psiquiatría (ANTES)
¿Tiene alguna especificidad el psicoanálisis en los hospitales? ¿Cuáles son las condiciones de la práctica?
¿Qué consecuencias tiene al quedar inscripta bajo el marco de la salud pública? No puede hablarse de un psa
diferente al del consultorio una vez recortado el espacio analítico en el hospital, sin embargo, hay ciertas
condiciones de la práctica profesional que se presentan allí: la coexistencia de discursos, el trabajo con los otros
profesionales de la salud, la incidencia de la idiosincrasia de la salud pública, las condiciones de tiempo y dinero
y la variabilidad de las demandas que allí se presentan que hacen que no todo allí pueda ser psa.
Psicoanálisis y salud pública: La OMS define a la salud “como el estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición impregnada de
“felicidad”, que supone restaurar una armonía entre sujeto y su ambiente, obtura las condiciones de estructura
que el psa descubre: “un sujeto disarmónico con la realidad”. Entonces, ¿Cuál es el lugar del analista en este
marco? El analista ocupa el lugar de “saber” al que es confinado el médico por ser parte de esa institución de
salud, pero como terapeuta debe tomar allí su lugar proponiendo una cura que rompa con los criterios de salud
por los cuales es llamado, ofreciendo una alternativa al sujeto: abrir un espacio a la dimensión subjetiva del
paciente abolida por los permanentes intentos de objetivación del modelo médico hegemónico, dando cabida a
una demanda de saber, y con ello dando un lugar para que el deseo pueda desplegarse.
No todo Psicoanálisis: Sólo es posible sostener el discurso psicoanalítico en este lugar si se reconoce que
en el hospital no todo es psicoanálisis. El discurso analítico y el discurso universitario son diferentes, pero no por
eso irreconciliables. El Psicoanálisis surge en el límite de la medicina, no en su reemplazo y es un hecho que en
los hospitales que los médicos llaman, en su límite, al analista. También ocurre lo mismo a la inversa. Se trata de
reconocer las diferencias. Se trata de ver hasta qué punto es posible generar un espacio dónde haya una lógica
que opere diferente al discurso médico, que sostenga otra ética, que despliegue la subjetividad del que consulta,
sin confundir el espacio físico en que ambos discursos se producen.
Las demandas y la posición del analista: Las demandas hospitalarias se caracterizan por su enorme
variabilidad y el acceso a una población a veces muy alejada de los principios del análisis. Las personas que
llegan a una entrevista puede que no estén demandando análisis, por lo que las entrevistas son un momento
valioso para decidir qué tipo de intervención realizar: medicación, internación, interconsulta. El analista,
entonces, lo primero que hace es ofrecer un espacio de escucha, A veces, se deriva un trabajo analítico, otras, el
paciente sólo consigue aplacar su sufrimiento.
Por otra parte, el analista, dadas las condiciones del caso por caso, se ve precisado a recurrir a
intervenciones que podrían no considerarse estrictamente psicoanalíticas, pero que pueden convertirse en un paso
necesario para establecer transferencia. Si bien es fundamental que el analista no ocupe la posición de un gran
Otro, a veces es necesario ante emergencias subjetivas que el analista deba recurrir a ese poder (ya que la cura
por sugestión no es la cura psicoanalítica), pero sin modificar los principios ni fundamentos del método.
Por último, es harto importante que no se establezca como una regla fuera del caso por caso el hecho de
que “si no hay demanda de análisis, lo mejor es que el paciente se vaya”. Es preciso que en el ámbito hospitalario
se reformule lo que se piensa como “demanda de análisis”, ya que el hecho de que un paciente no venga decidido
buscando un analista para analizarse, no significa que en el transcurso de las entrevistas, el analista pueda
reformular esa demanda sin rechazar al sujeto. Puede que finalmente no se dé un análisis, pero hay que dar
razones para ello. Muchas veces puede suceder que el deseo del analista de hacer surgir una implicación subjetiva
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impida al mismo analista a seguir paso a paso las condiciones singulares del caso y se impida la instalación de la
transferencia.
Si el analista toma al psicoanálisis como un ideal, aplicable de un modo universal y estandarizado, no
podrá escuchar el decir del sujeto. En ese caso no es el deseo del analista el que se pone en juego, sino el intento
de sostenerse como analista por la vía de la identificación.
La instalación de la transferencia y el comienzo del trabajo analítico se producen a partir del
funcionamiento del dispositivo que da lugar a la apertura del inconsciente y eso no depende del pago en dinero.
El momento en que pueda sancionarse una entrada en análisis o un pasaje a privado debe ser evaluado caso por
caso
Tiempo y dinero: El límite del tiempo definido por criterios institucionales resulta ajeno a la singularidad
del caso por caso. Este tiempo acotado puede introducir la dimensión de un real que como tal anticipa un efecto
de castración, que si es bien utilizado puede operar analíticamente.
El tema del dinero introduce un punto problemático. Si el analizante debe pagar con algo, es con su goce.
Y el dinero está intrínsecamente ligado a la dimensión del goce, pero esto debe ser tomado caso por caso y no
debe ser considerado una imposibilidad a priori. Por ejemplo, cuando un paciente demanda gratuidad de
tratamiento o pide pagar menos, hay que ver si efectivamente hay una imposibilidad real de continuar el
tratamiento por este motivo, o si no pueden hacerlo por las condiciones de su propia neurosis. Hay casos en los
que los analizantes no pagan el tratamiento (niños, adolescentes, adultos que no trabajan) y hay otros en los que
el pago de dinero no implique una cesión de goce.
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posibilidad de evitar la ruptura hacia cualquiera de los lados deformándose a sí mismo, consistiendo menos cabos
a su unicidad y eventualmente segmentándose y partiéndose.
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39) Freud (1911). PUNTUALIZACIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE UN CASO DE
PARANOIA DESCRITO AUTOBIOGRÁFICAMENTE
En Tres Ensayos de Una teoría Sexual Freud formula la opinión de que cada estadio del desarrollo de la
psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación o predisposición patológica. En el caso de la paranoia, Freud
sostiene que este punto de fijación ha de buscarse en el tramo entre autoerotismo, narcicismo y homosexualidad.
Freud sostiene la hipótesis que el núcleo de conflicto en la paranoia masculina, es la fantasía de deseo
homosexual, siendo que todas las variaciones de paranoia pueden resumirse a la contradicción de una sola frase:
“Yo [Un Varón] lo amo [a un varón]”. A esta frase la contradice:
a) El delirio de persecución: “Yo no lo amo – pues yo lo odio”. Esta contradicción en lo inconsciente no
puede devenirle a la consciencia del paranoico de esta forma. El mecanismo de formación de síntomas de la
paranoia exige que la percepción interna sea sustituido por una percepción de afuera. Así, la frase se muda por
Proyección en la frase “El me odia (me persigue), lo cual me justificará después odiarlo”. Entonces, el
sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como una percepción exterior: “Yo no lo amo – pues yo lo odio –
porque él me persigue”. Entonces, el perseguidor es en realidad la persona amada.
b) Otro punto de ataque para la contradicción lo registra la erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo la amo”.
Y aquella compulsión a proyectar imprime la mudanza: “Yo no lo amo – yo la amo – porque ella me ama”.
c) Delirio de celos.
d) Delirio de grandeza: La cuarta variedad de contradicción es la desautorización de la frase integra: “Yo
no amo en absoluto, y no amo a nadie” psicológicamente equivalente a “Yo me amo solo a mí”. Este delirio de
grandeza se puede percibir como una sobreestimación sexual del yo propio.
En el caso de la Paranoia, Freud había dicho anteriormente que la fijación se ubicaba en el estadio
libidinal entre autoerotismo, narcicismo y sexualidad [que luego corrige diciendo que el estadio de fijación
libidinal de la paranoia es propiamente el narcicismo porque la libido liberada vuelve al yo magnificándolo (de
aquí se desprende su explicación sobre el delirio de grandeza y persecución y la imposibilidad del psicótico de
establecer transferencia)], por lo que frente a una fantasía homosexual, la represión actúa sobre ella de la
siguiente manera: El enfermo sustrae de las personas de su entorno y del mundo exterior en general la investidura
libidinal que hasta entonces se le había dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para
él, y tiene que explicarlo mediante una racionalización secundaria. El sepultamiento del mundo es la
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proyección de esta catástrofe interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le sustrajo su amor.
Y el paranoico reconstruye este mundo, no de la misma manera en que estaba establecido anteriormente, sino
sustrayendo esa moción insoportable que provocó la represión y la posterior regresión libidinal, que se explica
mediante el delirio. Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es en
realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción. Tras la catástrofe, ella se logra más o menos bien,
nunca por completo.
Freud dice entonces: el proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la libido
de personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no tenemos noticias sobre él. Lo que se hace notar ruidoso
es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce a la libido a las personas por ella
abandonadas. En la paranoia, este proceso se cumple por el camino de la proyección. No era correcto decir
que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera: más bien inteligimos que lo cancelado
adentro retorna desde afuera. [Este es el pie para Lacan para hablar sobre el retorno desde lo real].
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mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria, donde el significante mismo sufre profundos
reordenamientos. Esto se ve a modo de ejemplo en la lengua fundamental de Schreber. La relación con el mundo
es una relación de espejo, donde hay un acoplamiento con otro que es inseparable de uno mismo. La estructura
subyacente que se presenta es la del estadio del espejo, donde dentro del delirio, el sujeto recibe del otro su
imagen invertida.
Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego en el
movimiento dialectico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena, una sustracción de la trama
en el tapiz, que se llama Delirio.
Apartado 7: La Disolución imaginaria: Lacan ubica que Freud describe la paranoia de Schreber
centrándose en el narcicismo como punto casi central: Lo que repugnaba al narcicismo del presidente era la
adopción de una posición femenina respecto a su padre, posición que implicaba la castración. En la fórmula de
Freud “Yo no lo amo, yo lo odio, él me odia” Lacan Ubica en el meollo de la cuestión que todo el problema es ese
“él” detenido, vaciado, neutralizado de su subjetividad. El fenómeno persecutorio adquiere el carácter de signos
indefinidamente repetidos, y el perseguidor, en la medida que es su sostén, no es más que la sombra del objeto
persecutorio. Lacan refiere que efectivamente la relación con el objeto, y el objeto mismo, han sido modificados.
Pero que no alcanza el mecanismo de retracción de la libido presente en las neurosis para explicar los efectos de
la paranoia, por lo que plantea el problema en relación a los registros (I, S, R).
1) Lacan toma el caso de Dora para ejemplificar que si bien una histérica como ella, al romperse el
cuadrilátero amoroso en el que se hallaba como participante necesaria, también presentó una reivindicación contra
otros (“mi padre me prostituye entregándome al sr. K para poder estar con la Sra. K”) como ocurre en el delirio de
persecución de la paranoia, sin embargo, Dora no era una psicótica porque no presentaba ningún trastorno del
orden del lenguaje.
2) Lacan considera al narcicismo como la relación imaginaria central para la relación interhumana.
Ante todo, la relación narcisista es esencialmente ambigua por ser una relación erótica – toda captura del otro por
la imagen en una relación de cautivacion erótica, se hace a través de la relación narcisista - y también es la base
de una tensión agresiva. El estadio del espejo sirve para instalar esta relación: si la relación agresiva interviene en
esa formación que se llama el Yo, es porque le es constituyente, porque el Yo es desde el comienzo en sí mismo
otro y de esta manera se instaura una dualidad interna en el sujeto, En toda relación con otro hay erotismo, pero
también hay agresividad, porque en el plano imaginario el sujeto está constituido de tal manera que el otro está
siempre a punto de retornar a su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que es siempre ajeno. Amo
implantado en el por encima del conjunto de sus tendencias. Y este amo está a su vez siempre dentro y fuera, por
esto el equilibrio imaginario siempre está marcado por una inestabilidad fundamental.
En la relación imaginaria hay una tensión constante, una sensación de aplastamiento donde hay
sentimiento de peligro de colisión, de “despachurramiento” general. El sentido mismo del complejo de Edipo es
mantener una hiancia en la relación imaginaria. Para que el ser humano pueda mantener una relación más
natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero que sea la imagen de algo logrado,
modelo de armonía, más precisamente una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de
la palabra, es decir el padre. El orden que impide esa colisión está fundado en la existencia del nombre del
padre.
3) Para que todo no se reduzca a nada, pero que toda la tela de la relación lejos, es necesaria la red de
naturaleza simbólica que conserva cierta estabilidad de la imagen en las relaciones humanas.
Apartado 11: Del Rechazo de un Significante Primordial: La promoción, la valorización en la psicosis de
los fenómenos del lenguaje es para nosotros la más fecunda de las enseñanzas.
1) Lacan ubica que la cuestión del ego está siempre presente en la psicosis, ya que el ego, en su relación
con el mundo exterior, está en ella puesto en jaque. El ego hace surgir en el mundo exterior una señal, destinada a
prevenirlo, en forma de alucinación. Ahora bien, este ego no está sólo, está siempre acompañado de un “mellizo”
que es el Yo Ideal. El caso es que en las psicosis, ese Yo Ideal habla. Es una fantasía o un fantasma, no al modo
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del fantasma en las neurosis, sino más bien una fantasía hablada. Nombra al sujeto, hace eco de sus pensamientos,
lo vigila, nombra a medida que se suceden las acciones del sujeto, pero esto no se explica por la teoría de lo
imaginario y del yo especular. Los mecanismos de la psicosis no se limitan al registro de lo imaginario; ahora, ese
Yo Ideal mellizo del ego que habla, no es ese otro-reflejo que amenaza constantemente al yo. El mecanismo
imaginario da forma a la psicosis, pero no da cuenta de su dinámica. Encontramos la noción de que más
allá del pequeño otro imaginario, debe admitirse la existencia otro Otro.
2) Lacan formula como tesis que la realidad está marcada de entrada por el anonadamiento
simbólico. Es estructuralmente necesario postular una primera etapa primitiva en la cual aparecen en el mundo
los significantes en cuanto tales. Antes de que el niño aprenda a hablar, debe de suponerse que ya hay
significantes que aparecen que son del orden simbólico, como la regla de ausencia-presencia que plantea Freud en
Más Allá del Principio del Placer. Ahora bien, en este campo de articulación simbólica, es donde se produce lo
que Lacan denomina, tomando a Freud, como verwerfung. A propósito de la verwerfung, Freud dice que el
sujeto no quería saber nada de la castración, ni siquiera en el sentido de la represión. Por lo tanto, esto supone
otro mecanismo. La verwerfung se trata del rechazo, de la expulsión, de un significante primordial a las
tinieblas exteriores, significante que a partir de entonces faltará en ese nivel. Este es el mecanismo primordial que
se haya en la base de la paranoia. Se trata de un proceso primordial de exclusión de un interior primitivo, que no
es el interior del cuerpo, sino el interior de un primer cuerpo significante.
¿Qué quiere decir significante primordial? Está claro con toda exactitud que no quiere decir nada. Lacan
no cree en modo alguno que haya algún momento o etapa, en la que el sujeto adquiere primero el significante
primitivo, introduciéndose luego en el juego de las significaciones y después habiéndose tomado de la mano
significante y significado, se entre en el dominio del discurso. Empero, hay una representación necesaria en la
que Freud avanza.
Apartado 14: El significante, en cuanto tal, no significa nada: Freud tiene esta fórmula: “Lo que fue
rechazado en el interior, reaparece en el exterior”. A lo Lacan retruca: “Lo que ha sido suprimido en la idea
reaparece en lo real” o “Lo que fue objeto de una verwerfung reaparece en lo real”. ¿Pero qué quiere decir esto?
Lacan explica que durante la pre psicosis, no hay nada que de indicios de que se esté frente a una neurosis
o a una psicosis. En este nivel, frente a un hecho fortuito, se vive algo cuya índole es la perplejidad. Schreber,
frente a la idea inusitada para él “debe ser muy agradable ser una mujer sufriendo una acoplamiento”, es presa de
extraños presentimientos, es invadido bruscamente por esa imagen. ¿Cómo situar el límite entre ese momento de
confusión y el momento en que su delirio terminó construyendo que él era efectivamente una mujer, y no
cualquier mujer, sino la mujer de Dios? Lacan dice que esto no basta para ubicar la entrada en la psicosis: El
punto esencial es que el delirio comienza a partir del momento en que la iniciativa viene de otro, con O
mayúscula, en la que la iniciativa está fundada en una actividad subjetiva. En la psicosis se encuentra
manifiestamente el mecanismo del como si, de la compensación imaginaria del Edipo ausente, que en caso de
haberse constituido le hubiera permitido al sujeto el manejo de la virilidad bajo la forma, no de la imagen
especular, sino del significante, del nombre del padre.
En el fondo, se trata en la psicosis de un impasse, de una perplejidad respecto al significante. Todo
transcurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de restitución, de compensación. La crisis
fundamentalmente se desencadena por una pregunta: “¿Qué es? No sé”. El sujeto reacciona a la ausencia del
significante por la afirmación tanto más subrayada de un otro, que como tal, es esencialmente enigmático. El Otro
con mayúscula está excluido en tanto portador de significante. Es tanto más poderosamente afirmado, entre el
sujeto y él, a nivel del otro con minúscula, del imaginario. Allí ocurren todos los fenómenos de entre-yo que
constituyen lo aparente en la fenomenología de las psicosis: a nivel del otro sujeto, de ese que tiene la iniciativa
en el delirio.
Es a nivel del entre-yo, vale decir del otro con minúscula, del doble del sujeto, que es y no es a la vez su
yo, donde aparecen palabras que son una especie de comentario corriente de la existencia. Este fenómeno se ve en
el automatismo mental.
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Apartado 15: Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno: Lacan ubica que la entrada a la
psicosis está marcada anteriormente por una pregunta que se hace primero, antes de que el sujeto se la haga a sí
mismo. La sensación que le produce al sujeto de haber llegado al borde del agujero se denomina perplejidad y
aquí estamos en presencia de una pre psicosis. Se trata de concebir, de imaginar, que sucede para un sujeto
cuando la pregunta viene de allí donde no hay significante, cuando el agujero, la falta, se hace sentir como tal. En
la psicosis el significante está en causa, y como el significante nunca está solo, como siempre forma algo
coherente – es la significancia misma del significante- la falta de un significante lleva necesariamente al sujeto a
poner en tela de juicio del conjunto del significante.
¿Qué ocurre cuando la verdad de la cosa falta, cuando ya no hay nada para representarla en su verdad,
cuando, por ejemplo el registro del padre está ausente? ¿Qué le queda al sujeto? Le queda una imagen a la que se
reduce la función paterna. Es una imagen que no se inscribe en ninguna dialéctica triangular, pero cuya función
de modelo, de alienación especular, le da pese a todo al sujeto un punto de enganche que le permite aprehenderse
en el plano imaginario. Esta verdadera desposesión primitiva del significante, será lo que el sujeto tendrá que
cargar, y cuya compensación deberá asumir, a través de una serie de identificaciones conformistas a personajes
que le darán la impresión de lo que hay que hacer para ser un hombre.
Así es como el sujeto se sostiene largo tiempo. Al vivir compensados, los psicóticos tienen
comportamientos viriles aparentemente normales, y de golpe, algo sucede. Algo vuelve súbitamente insuficiente
la muleta imaginaria que permitía al sujeto compensar la ausencia de significante.
La aparición de la pregunta formulada por la falta de significante, se manifiesta como fenómenos
de franja donde el conjunto del significante está puesto en juego. Una gran perturbación del discurso
interior se produce, y el Otro enmascarado que siempre está en nosotros, se presenta de golpe, revelándose
en su función propia (Agrego yo: El Otro aparece sin barrar, el sujeto se encuentra a merced del goce de
este). Esta función es la única que retiene al sujeto a nivel del discurso, el cual amenaza con faltarle por completo
y desaparecer.
Apartado 16: Secretarios del Alienado: Lacan plantea el lugar del analista en el tratamiento de las psicosis como
“un secretario del alienado” que toma al pie de la letra lo que el psicótico dice. Propone que se obtiene algo
mucho más vivaz si en lugar de tratar de determinar si las alucinaciones son verbales, sensoriales o no sensoriales,
simplemente se escucha al sujeto.
Por perturbada que pueda estar la relación del psicótico con la realidad, su testimonio es cabal y
meramente original. Si se sabe escuchar el delirio de las psicosis alucinatorias, se manifiesta una relación muy
específica del sujeto respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes órdenes. En el discurso de este
sujeto, el mismo da fe efectivamente de cierto viraje en relación con el lenguaje, que se puede llamar erotización
o pasivizacion.
Metodológicamente, entonces el analista tiene derecho de aceptar el testimonio del alienado sobre su
posición respecto al lenguaje y se lo debe tomar en cuenta en el análisis del conjunto de las relaciones del sujeto
con el lenguaje.
Apartado 20: El Llamado, La Alusión: Lacan hace un contrapunto sobre la relación de la neurosis con el
significante y la relación de la psicosis con el significante.
¿La realidad es aprehensible fuera de los significantes que la aíslan? La noción que tenemos de la realidad
como aquello en torno a lo cual giran los fracasos y tropiezos de la neurosis, no debe desviarnos del hecho de que
la misma siempre está sostenida, tramada y constituida por una trenza de significantes. Cuando el sujeto no
atraviesa el complejo de Edipo, queda con cierto defecto, no puede precisar las justas distancias que se llaman la
realidad humana, porque justamente la realidad como la concebimos es una integración del sujeto a determinado
juego de significantes. En el caso de la neurosis, lo que caracteriza a la posición histérica es una pregunta que se
relaciona con los polos significantes de lo masculino y lo femenino. Se pregunta cómo se puede ser varón y como
se puede ser hembra. El obsesivo se deniega esta posición, no quiere ser ni uno ni otro. El neurótico habita el
lenguaje, el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
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El psicótico presenta una exterioridad respecto al conjunto del aparato del lenguaje. Y en este punto
Lacan se pregunta si efectivamente el psicótico entró verdaderamente al lenguaje. Helen Deutsch destacó cierto
como sí que parece marcar las etapas de quienes, en cualquier momento, caerán en la psicosis. Nunca entran en el
juego de los significantes, salvo a través de una imitación exterior. (Agrego yo: compensación imaginaria).
Lacan expresa que cuando se toma a pre psicóticos en el análisis el resultado siempre es el de una
psicosis, ya que cuando el análisis se pone arduo, la tarea que se le enfrenta al ser es la de tomar la palabra
(agrego yo: tarea imposible, ya que hay una falla estructural a nivel simbólico). Existe un desfallecimiento del
sujeto en el momento de abordar la palabra verdadera, el cual sitúa la entrada en el fenómeno crítico, en la fase
inaugural de la psicosis.
El neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una “cuenta de lo
perdido” (castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa cuenta. En la psicosis el
sujeto ya asume que es un otro siempre el que le llevas las cuentas y no se permite cuestionamiento alguno de su
sufrimiento su falta. El psicótico tiene el pasado ya armado y asumido, y no hay reinterpretación del mismo como
en la neurosis. El psicótico encuentra al sujeto-supuesto-saber en los padres cuando es niño. Luego esa figura pasa
a un perseguidor externo, porque la realidad ha mostrado las falencias paternas. El psicótico inviste esas figuras
en forma masiva y es con ellas que se relaciona el sujeto. Pero en el análisis está la posibilidad de otro tipo de
investidura, en la cual se entabla un dialogo, y ya no es una charla sin “interlocutor” como en el delirio (donde
al sujeto se le imponen los pensamientos como si fueran del Otro omnisapiente). Es esto lo que posibilita el
análisis en la psicosis. Este dialogo con el otro, el analista, le permite al psicótico también dialogar consigo
mismo y hacerse dueño de sus pensamientos, que antes le era impuesto. Todo esto le permite sospechas al
psicótico que hay relaciones que no son la repetición del pasado.
Nada se lograra en el tratamiento del psicótico si no logramos que crea que ese espacio de análisis no es
idéntico al espacio que antes lo determinaba, ese espacio signado por el Otro, incuestionable.
43) Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Apartado: QUÉ LUGAR PARA EL
ANALISTA?.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de persecución, cuyo cuadro
se ve actualmente estabilizado por verse su relación con la realidad bastante restablecida. Es una psicosis revelada
de 12 años de tratamiento, con automatismo mental marcado. Dicha estabilización fue dada bajo transferencia.
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La demanda de análisis se produce al estallar el primer episodio delirante. Pide ser curada, no de su
delirio, sino de una “desgarradura” evocada como una suerte de muerte subjetiva: “Yo no existo, yo floto o
duermo, soy pura ausencia, no tengo funciones, no tengo roles, ¿Quién soy?” Ella refiere que no la han dado a
luz. La autora reconoce en este punto lo que Lacan marcó en el caso Schreber como el “asesinato del alma”,
instalado según Lacan por la falla del significante. Se está hablando de una falta del significante, pues hay una
falta en la psicosis, pero no la falta neurótica que remite a la castración, sino una falla a nivel significante que se
traduce en un exceso de goce en lo real.
¿Cómo remedio ella ese estado hasta el delirio? La paciente se remedió de este estado de muerte subjetiva
hasta llegar al delirio mediante una suerte de relación de objeto real, persecutoria, mediante un acoplamiento a
otro único que “sabe lo que le hace falta” y se lo impone. De este otro ella ha sido la masa, la marioneta, pasando
de mano en mano a través de una serie de “vínculos pigmalionescos”. Todas las figuras que han venido a ocupar
este lugar han sido universitarios o médicos, es decir, figuras del saber. Lejos de sentirse como un neurótico
(musa inspiradora de estas figuras del saber), se siente como un objeto de tormento de este saber gozoso del Otro.
Efectivamente, dice sentirse petrificada y muda ante un Otro del que ella se encuentra permanentemente
pendiente. Este equilibrio dado por acoplamiento se rompe y es ahí cuando aparece el primer episodio delirante.
Esta ruptura se da en el marco de la separación con su único partenaire amoroso (al que la autora llama “el ojo del
saber”) y es allí cuando las voces alucinatorias vienen a sustituir a la voz que hasta ese entonces se encarnó
en otro se su entorno, y en lo real, le dicen lo que es y lo que debe hacer.
El lugar al que es llamado el analista es a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente percibido por
la forclusión. Es decir, que es llamado a constituirse como suplente y hasta como competidor de las voces que
hablan de ella y la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al analista el sitial del perseguidor, de aquel
que sabe y que al mismo tiempo goza.
A continuación, la autora nombra y explica las maniobras que utilizó vía transferencia a modo de
intervención. Aclara que aquí no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no tiene cabida
alguna cuando se está ante un goce no reprimido.
1) El primer modo de intervención fue un silencio de abstención cada vez que la analista fue
solicitada como Otro primordial, es decir, cada vez que es invocada a saber en lo real. Esto coloca a la analista
como otro Otro, no un Otro del Otro, a saber, el que la paciente llamaba como “la fiera”, su perseguidor. De esta
manera, la analista quedó ubicada en el lugar de Testigo. Esto es harto importante, ya que un testigo es un
sujeto al que no se le supone un saber, ni un goce y presenta por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá
colocar su testimonio.
2) El segundo modo de intervención fue una orientación del goce. Hubo una limitativa, cuando la
analista le puso obstáculos al momento en que la paciente se veía tentada a dejarse estrangular por un hombre. Y
la segunda, de carácter más positivo, fue alentar a la paciente a sostener un proyecto artístico intentándola
convencer de que este era su camino a seguir.
3) La tercera intervención fue de carácter decisivo. Provocó un viraje en la relación transferencial
tanto como en la elaboración de la cura. El viraje consistió en que la cura nunca más volvió a solicitar al
analista como Otro, Paralelamente, a la desaparición de los episodios agudos, hubo una nivelación entre la
sensación de vacío experimentada por la paciente y de su delirio. A partir de este momento, se entró en la
reconstrucción del sujeto al bode del agujero en los simbólico.
La maniobra analítica consistió entonces, por un lado, abstenerse a ocupar el vacío de la forclusión, y por
otro, proliferando una función de límite al goce del Otro. A falta de una ley paterna, el único camino que puede
tomar el analista es apuntalar la posición del propio sujeto que no tiene más solución que tomar el mismo a su
cargo la regulación del goce.
La autora finaliza hablando sobre la culminación de este análisis que desembocó en una estabilización
aunque precaria. El goce demasiado real que se encontraba al principio de la cura, da lugar hacia el final a la
construcción de otro delirio que tiene como efecto una tranquilización manifiesta. Por un lado, ella asegura que su
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perseguidor asesinó a su madre en su más temprana infancia, y por otro lado, en lo que concierne a su padre, hay
una culpa enorme que la transforma a ella misma en una deuda viviente. Este delirio queda prendado a la
presencia del perseguidor y a la figura del analista, ya que hay un acoplamiento doble en la figura del analista y
del perseguidor, por lo que no puede hablarse tampoco de fin de análisis.
Intervenciones en psicosis
44) Fernández, E. (2005). Algo es posible. Clínica Psicoanalítica de locuras y psicosis.
Capítulo 7. Estabilizaciones y suplencias. pp 113-127. Capítulo 8. Intervenir en el delirio. pp.
133-140.
¿Cuál debería ser nuestra posición frente a este tipo de demandas? Es necesario partir de la negativa a
resolver a aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que aceptarlas llevaría al fracaso
y a la frustración. Esto es porque nuestra función no es puramente asistencial, lo que no implica desentenderse de
la angustia de médicos y pacientes.
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Es importante entender que interrogar lo que no funciona no significa identificarse a ello. Y que es
frecuente transponer imperceptiblemente ese limite impreciso de los imposible al que somos convocados a través
del pedido de hacernos cargo de algunas de las formas del horror: al extrema pobreza, el abandono, los niños
golpeados, etc.
Si en lugar de interrogar el malestar que motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su transferencia, el
no poder darle una respuesta mínimamente satisfactoria, ns hará pasibles de una probable acusación de ineficacia.
Ya que al pretender hacernos cargo de la imposibilidad correremos más bien el riesgo de ser identificados a la
impotencia.
Apuntes de clase:
- Dar cuenta que el psi no tiene todas las respuestas (pensado desde la abstinencia)
- Trabajar la demanda del paciente a la institución (aquello que espera recibir de ésta)
- En la interconsulta se cambia el rol del psicólogo por “Psicopatologo” (Diagnosticar)
- No toda cosa deviene en síntoma, hay que hacer de ese síntoma con el que viene que sea analizable. El
síntoma pone en juego el fantasma (aquello que desea)
- En la interconsulta está en juego el saber del psicólogo
- 3 polos: Medico, Padres, Niños
- Transferencia: Del Paciente, De los Médicos.
- “El modo en que está relatado el pedido de consulta”, Posición Analítica
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nombra el matiz del sufrimiento, advirtiendo en ello una salida, aunque sea simplemente la de hacer inteligencia
compartida sobre esa realidad.
Le asigno al termino “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino, por falta
de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado por la astenia cercano al viejo cuadro clínico
de la neurastenia, incluir el valor popular de este ultimo termino como malhumor.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, para la que
periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde formas ambiguas del stress hasta patologías
virales difusas o definidas.
Un cansancio sostenido parece haberse instalado en muchos cuerpos en este fin de milenio, que actualiza
una figura arqueológica de la psicopatología del fin del siglo pasado, descrita por Freud como actual neurosis; sus
formas más conocidas son la hipocondría, la neurosis de angustia y la neurastenia.
Se trata de sujetos coartados, al borde de la supresión como individuos pensantes.
Existen algunos indicadores típicos de esta situación, tales como: Desaparición de la valentía, Resignación,
merma de la inteligencia, incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo (quien no tiene ideas claras acerca
de lo que le sucede en relación con lo que hace). Tampoco puede haber alegría en la mortificación y es obvio el
resentimiento de la vida erótica. En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y de la
autocrítica. En su lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta. No hará demasiadas
trasgresiones, a lo sumo algunas infracciones. Tienden a esperar soluciones imaginarias a sus problemas sin que
estas dependan de su propio esfuerzo, quieren obtener una mezquina ventaja aprovechando circunstancias
propicias.
A este concepto de la contrasta con la Institución de la Ternura, que se identifica con la debilidad, y no
con la fortaleza, y se la refiere tanto a la invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles del amor. Sin
embargo, la ternura es el escenario mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto a la condición pulsional
humana. Es motor primerísimo de la cultura y en sus gestos y suministros habrá de comenzar a forjarse el sujeto
ético. La ternura es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá de imprimirse en el sujeto infantil.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto por contraste nos lleva a entender
más la mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales, que es paradigma de
maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio, no necesariamente limitado a la
institución hospitalaria.
Manicomialización: Es la forma clínica terminal de la mortificación. Su proceso central se resume en
la locura. Promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato eleva el sufrimiento de la locura. Este
maltrato no solo esta referido al fastidio, el miedo, la rabia que suele despertar el traro con la locura, sino que hay
algo más especifico inherente a la locura misma, promotor de reacciones en quienes tienen a cargo su cuidado.
Ante las dificultades de diagnóstico, frecuentemente se encuadra al sujeto en un modo estándar. El maltrato
comienza por repudiar el por qué y el para qué de los síntomas. Al mismo tiempo que el problema es diagnostico,
también es pronostico, porque las dificultades que provocan las incertidumbres del primero, sugieren conicidad o
deterioro o al menos lo incierto. Entonces aparecerán los tratamientos que cortan por lo sano, vale decir que cortan
todo lo sano. El encierro comienza por ser diagnóstico y pronostico y termina manicomial. Hay ocasiones en que
es necesario internar a un paciente, pero hacerlo resulta totalmente distinto al saber y expresar que se trata de un
modo de reconocida impotencia del operador, y no un proceder dictado desde la soberbia, para enmascarar una
eventual invalidez del clínico. Saberlo es de buen manejo clínico.
La ternura crea el alma como patria primera del sujeto, el manicomio, institución del maltrato por
excelencia, inspira desalmados, cuerpos apátridas de vida. Es en este sentido que la mortificación, bajo su aspecto
manicomial terminal o en las formas más leves que lo preceden, es el paradigma opuesto a la ternura.
Pero la historia de la manicomialización no comienza en el manicomio; suele iniciarse en la cuna.
El manicomio es una obra de arte, un clásico en el arte del oprobio. Cada ciudad tiene sus talleres y museos
manicomiales, donde recrea y expresa las desvergüenzas de la mortificación.
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Cada vez que arbitrariamente prevalece la ley del más fuerte, se instaura la protoescena manicomial: la
Encerrona Trágica. Los encierros de esta naturaleza ocurren en la familia, la escuela, el trabajo, las relaciones
políticas y en toda mortificación más o menos culturizada.
Una propuesta que pretenda preservar de de la degradación manicomializante debe ser continuamente
replanteada en su proceso, sometida a la producción critica colectiva, como intento de verificar los conocimiento
de esa propuesta y su relación con los objetivos, y preservada de las desviaciones y los reciclajes del maltrato.
Son los propios responsables de la salud, en el campo concreto y no solamente en las instancias de planificación,
quienes deben mantener la suficiente autogestión correctora de su propio quehacer y defender los buenos
tratamientos, una practica que comienza por considerarlos a ellos mismos, en relación con el modo de maltrato
que en ese programa puede llegar a concernirlos. Hay varios intentos desmanicomializante que se realizan pero,
también es un hecho el carácter fragmentario y aislado de estas acciones.
Los procesos de desmanicomialización son urgentes en lo que concierne a las formas graves, representadas
no sólo por los manicomios sino por muchas otras configuraciones de encerronas trágicas en los programas de
salud y en los sociales. No siempre es sencillo vaciar un manicomio, pero el objetivo perentorio es romper la
anestesiada ideología manicomial. También es prioridad desarmar las estaciones manicomiales previas, para no
seguir alimentando esos museos del horror.
Síndrome de Violencia Institucional (SVI): La constitución de toda cultura institucional supone cierta
violentación legítimamente acordada, que permita establecer las normas indispensables para el funcionamiento de
las actividades de la institución. Constituye un justo precio, por tratarse del pasaje de lo privado a lo publico.
Cuando ésta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes, se configura el SVI.
Las personas que conviven con esta violentación verán afectados la modalidad y el sentido de su trabajo;
ese empieza por perder funcionalidad vocacional, a expensar de los automatismos sintomáticos que nada tienen
que ver con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida. Es así como se conjugan verdades
caracteropatías, en las que los síntomas cobran valor de normalidad y expresan la tórpida situación conflictiva en
que vive el afectado. Éste perderá eficacia responsable y, sobre todo, habilidad creativa. Es difícil que alguien a
cargo de un paciente, pueda considerar la singularidad personal y la particular situación de quien lo demanda
sufriente, cuestión fundamental para que los cuidados de un tratamiento se ajusten a lo que se denomina “buen
trato”.
Es propio del SVI la perdida de funcionalidad de los operadores, degradados a funcionarios sintomáticos.
Esta violentación institucional implica la presencia de una intimidación, más o menos sorda en función del
acostumbramiento, que conspira contra la imprescindible intimidad para investir de interés personal la tarea que
desarrolla. Cuando la gente no se escucha, se ve favorecida la aparición de predicadores en un desierto de oídos
sordos, estado que puede corresponder a todo aquel que teniendo algo que decir, al no encontrar escucha degrada
su discurso a vana repetición.
El síndrome de violentación institucional, como todo sindroma, está integrado por una constelación
sintomática. En primer lugar, se advierte una tendencia a la fragmentación en el entendimiento, incluso en la más
simple comunicación entre las gentes de esa comunidad mortificada. Esta fragmentación conspira contra la
posibilidad de un acompañamiento solidario. Cada uno parece refugiado aisladamente en el nicho de su quehacer.
De este aislamiento se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos entre “ellos” y “nosotros”, como una
precaria y episódica organización de la fragmentación individual en fracciones mayores.
Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la renegación, repudio que impide advertir las
condiciones contextuales en las que se vive, por ejemplo, el clima de hostilidad intimatoria. Este repudio de
refuerza al negar que se esta negando, de modo que a la fragmentación de la comunicación y del espacio se suma
una verdadera fragmentación del aparato psíquico de los individuos. Esta renegación constituye una amputación
del pensamiento. En esta comunidad reina el empobrecimiento propio de la alienación.
A la fragmentación y la alienación enajenante se agrega un tercer síntoma, que completa el sindroma, con
los distintos y grados de desadueñamiento del propio cuerpo, situación al parecer relacionala con la falta de
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especularidad comunicacional y la merma de estímulos libidinales, efecto de la enajenación. Un desadueñamiento
corporal tanto para el placer como para la acción.
Ahora, consideramos lo que denomino “encerrona trágica”. El paradigma es el de la mesa de tortura (en la
tortura se organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación). Es toda situación en donde alguien, para
vivir, trabajar, recuperar la salud, etc., depende de algo o de alguien que lo maltrata, sin tomar en cuenta su
situación de invalidez.
El afecto es lo siniestro, como amenazada vaga o intensa, que provoca una forma de dolor psíquico, en la
que se termina viviendo familiarmente aquello que por hostil y arbitrario es la negación de toda condición familiar
amiga. Este dolor siniestro es una situación sin salida, en tanto no se rompa el cerco de los dos lugares por el
accionar de un tercero que habrá de representar lo justo.
La encerrona trágica causa de la mortificación, es un cuadro inicialmente tumultuoso, pero precisamente
por no vislumbrarse una salida, salvo la que aportaría una situación mesiánica externa, suele dar paso a la
resignación. Lo ejemplifica un manicomio, donde le maltrato institucionalizado es suficientemente escandaloso
como para que se lo oculte tras los muros de un hospital; el manicomio, como forma terminal de la mortificación
esta internado en un hospital que se llama “hospicio”.
La calidad siniestra depende de ese accionar renegador, mediante el cual los afectados terminan secreteando
para si la situación negativa en la que conviven, pero la hostilidad repudiada como conocimiento termina por
infiltrarse tenazmente y provocar el sentimiento siniestro, que indica entonces un fracaso de la renegación. Si esta
es exitosa lo será al precio de la total coartación subjetiva y de una forma de idiotez que se hace presente en el
institucionalismo.
Las Neurosis Actuales permiten entender la patología institucional. Según Freud eran atribuidas a trastornos
de la economía libidinal. Lo interesante es que estas circunstancias propias del SVI, el grupo de mayor presencia
en una institución tiende a asumir en conjunto una actitud y una posición de sitiado frente a los pacientes,
visualizados como sitiadores. Como sitiados desarrollarán un comportamiento semejante a lo que Freud describió
como Neurosis Actuales. Algunos empiezan a trabajar a destajo. También aparecen actividades ejecutadas con
desgano, aun en el trabajo a destajo, causadas por la falta de investimento e interés libidinal, ya que lo que se hace
esta presidido por mecanismos automáticos, con marcado desadueñamiento del cuerpo. Puede ocurrir que la
morbilidad hipocondriaca aumente sensiblemente, sobre todo frente a un trabajo que termina por producir efectos
tóxicos. Otros, en cambio, procurarán eludir las tareas, dibujando respuestas semejantes a las neurosis de angustia,
en general de modalidad depresiva.
Este incremente de la morbilidad en general origina al poco tiempo bajas en el personal, y afecta
principalmente a quienes asumen responsabilidades directivas.
La cultura de la mortificación bien podría ser denominada cultura de las neurosis actuales. Las neurosis
actuales tiene una importancia relevante, a titulo de obstáculo, cuando se intenta mostrar algún dispositivo
psicoanalítico para un intervención, sobre todo porque en la numerosidad social no estamos asistidos por los
clásicos pilares del análisis individual, que desde la abstinencia y la asociación libre, organizan la captura de la
transferencia.
El analista suele quedar atrapado en las neurosis actuales y corre el riesgo de desarrollar él mismo un
comportamiento semejante, sin poder hacer una exploración histórico-genética, cuando en la mortificación
prevalece la convicción de que “las cosas son así”; estas “cosas así” aíslan y esterilizan el cometido de un analista,
obstaculizando su llegada a los individuos y sus procesos de subjetividad.
Si el psicoanálisis es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, no tiene sentido que deje de operar
allí donde el sujeto esta en emergencia
Así las personas que han permanecido aisladas buscarán agruparse y recuperar cierto sentido gregario del
oficio. Entonces, es posible que desde alguna instancia jerárquica intra o extrainstitucional aparezca, bajo distintas
modalidades, una calificación de este nuevo contexto; en tiempos fuertemente represivos, el nuevo accionar
grupal podrá ser denunciado como delito de asociación.
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47) Zuberman. PSICOANÁLISIS Y HOSPITAL
El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no camina, que no
funciona, los restos, el resto.
Si el analista decide atender en el Hospital es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo causa.
La historia del psicoanálisis y los psicoanalistas con el Hospital es compleja. Qué le ocurre a la medicina
con el psicoanálisis en este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el cuestionamiento. Además, de ser
un problema de discursos, la relación dependió de la mayor o menos tolerancia de los médicos a un saber que
excede el discurso en que se sostienen.
En un momento había un psicoanálisis que se aproximaba tanto a la medicina en tanto cotizaba alto el ideal
de “la salud mental” y biologizaba los conceptos freudianos de pulsión y objeto se alejaban del Hospital publico.
Coexistía el alejarse del Hospital con el acerca el psicoanálisis a rama de la medicina.
A finales de los 60/70 los residentes médicos y psicólogos comienzan a invitar a los analistas que se prestan
a esta tarea de exponer en los hospitales, a supervisar su clínica, a realizar grupos donde pensar la posición del
analista en el hospital público.
Los analistas que se prestan a esta tarea están tomados por lectiras e ideas que los aleja de un
posicionamiento medico.
Para los analistas y el psicoanálisis surgen preguntan novedosas ¿Qué hacer con aquellos pacientes que
consultan precisamente en el Hospital y que no se presentan como síntomas neuróticos? Pero no todos los
pacientes que vienen al Hospital llegan con una pregunta. Aparecen inhibiciones, problemas de carácter,
adicciones, etc. que llegan con un padecer que no les hace pregunta. Para algunos la respuesta es fácil y expulsiva:
inanalizabilidad y derivación a quien los medique. Para otros, era la oportunidad de investigar que demandaba,
que buscaba, quien pedía hablar y no traía un pregunta explicita sobre su padecer. Estos son quienes no se
amparan en que psicoanálisis es tres veces por semana o en alguna norma de encuadre; estos analistas parten de
que un psicoanálisis es la cura que conduce un analista en las condiciones que le es posible. La resistencia del
analista llevo a declarar inviable la cura de quien no se adaptaba a su esquema teórico. Ayer, era declarada
intransitable la relación del psicoanálisis con el Hospital porque no se podía sostener el encuadre. Hoy se amparan
otros en similares argumentos sostenidos en frases tomadas de otros discursos. Un analista no se define por una
técnica sino por poder ocupar un lugar que permite interrogar el saber del Otro, causando su palabra. Analistas so
quienes pueden sostener esa interrogación aquí y allá.
El psicoanálisis no se pasa las fronteras poniendo condiciones “si se llama Servicio de salud mental no voy,
o si tengo que escribir en la Historia Clínica me retiro”; el psicoanálisis atraviesa las fronteras al modo del
significante interrogando, subvirtiendo, transgrediendo.
El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no consultan solo por
síntomas neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los problemas de nuestro tiempo, ser
creativos ante consultas que no interrogaron a los fundadores del psicoanálisis. Porque el psicoanálisis es una
practica que permite creatividad e invención cuando el analista se deja interrogar por lo nuevo que le llega en el
tiempo que le toca sostener esta practica, cabe diferenciarla de una predica. Practicar no es predicar.
Aunque en el Hospital se tramiten análisis, supervisiones y seminarios, la formación del analista excede el
limite de la institución hospitalaria. Las preguntas que de él emergen se tramitan en los análisis, los análisis de
control, en fin, en la Escuela de analistas o quedan bloqueados.
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El borderline no se ubica entre la neurosis y la psicosis, sino en el borde de la neurosis. Lo que caracteriza a
la neurosis son las formaciones del inconsciente: lapsus, chiste, sueño y en especial síntoma. La demanda de
análisis generalmente la definiimos en relación a una puesta a punto del síntoma.
Estos sujetos no pueden disponer de los recursos del significante, en especial del síntoma. No llegan a
análisis representados por su síntoma y articulando una pregunta en relación a él. Es más, muchas veces ni
siquiera se quejan de algún síntoma. En su lugar, aparecen representaciones que pueden ir desde la enfermedad
psicosomática hasta la alucinación, desde el delirio hasta el alcoholismo, desde la anorexia hasta el acting out,
pasaje al acto o impulsión. En estos sujetos hay en común una “falta de confianza en el significante”. No solo no
hablan de lo que les pasa sino que tampoco se hacen representar por un síntoma. Hay una llamativa ausencia de
formaciones del inconsciente.
Hay tres características fundamentales en la clínica de los pacientes borderline:
1) Dificultades en la transferencia: La transferencia nunca termina de instalarse en el análisis de estos
pacientes, ya sea porque falta seguido, no tenga nada que contar, abandone el análisis, que no entienda una
interpretación o que reniegue de lo que dijo. El sujeto border no tiene confianza en el significante, es decir, en
otro que escuche lo que él tiene que decir. No se instala el Sujeto Supuesto Saber. Estos sujetos no pueden llevar a
cabo la regla fundamental de la asociación libre. No producen formaciones del inconsciente, incluyendo síntomas,
en transferencia en un análisis.
2) Trauma infantil no reprimido: Muchos de estos pacientes tienen una particular relación con algún trauma
infantil. No es extraño que aparezcan relatos de violaciones, agresiones,accidentes, abandonos. Este trauma
parece no estar reprimido, a diferencia de la histeria, por ejemplo. Hay un relato dolido de un trauma infantil, que
para el paciente tiene una actualidad acuciante, como si el tiempo no hubiera transcurrido.
3) Acting out: En algunos cuadros se encuentra la prevalencia del acting out, la impulsión, de la acción,
casi como forma de vida.
Lacan se refiere al termino acting out para describir una respuesta que se produce en análisis. Una
mostración, un llamado de atención que se realiza al analista, allí donde ha fallado en su función. Es un guiño que
le hace el analizante al analista, insinuándole que su interpretación no fue buena, que erro el blanco, es una
respuesta que se produce en análisis. El acting out podría desembocar en dos salidas posibles, el pasaje al acto (en
que la escena mostrada se desgarra y el sujeto se arroja fuera de ella) y la entrada en lo simbólico del análisis.
Lacan aclara además que puede haber un acting out fuera del análisis. Cuando el analista interviene en la
realidad, en vez de saber que la única realidad es la realidad psíquica, están dadas las condiciones para provocar
en el analizante un acting out. Cuando hay transferencia sin analista que la sostenga, se produce también el acting
out. Lacan define al acting out como transferencia sin análisis. Ante un acting out, el analista está advertido que es
una respuesta a una intervención fallida de su parte, entonces debe reconducir el discurso al plano de las
formaciones del inconsciente, al terreno de lo simbólico. El out del acting sería un out de lo simbólico. El en
acting out el sujeto deja de estar representado por un significante, para estar mostrado por una escena.
En el acting out hay algo que ha sido forcluído de lo simbólico y retorna en lo real de la escena, de la
acción. Lacan analiza dos maneras del retorno de lo forcluído: actuado (acting out) o padecido (alucinación).
Además dice que podría haber una forclusión que no sea la verwerfung, es decir, la del significante primordial,
fundante, la del nombre del padre, sino otra clase. A esta la llama werfung. Esta forclusión no es irreversible sino
que es posible un regreso al terreno simbólico.
Entonces, el acting out sería una mostración, un llamado al Otro, para que vuelva a ocupar su lugar de
sostener la palabra cuando no hay nadie que lo sostenga, no tiene sentido hablar, sino que habrá que encontrar otra
forma de hacerse representar. Se necesita de un desfallecimiento estructural del Otro en un momento instituyente.
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Los pacientes que ubicamos en ese borde son aquellos que parecen no esta representados por el síntoma y
el significante, sino que funcionan, tanto en la vida como en el análisis con “falta de confianza en el significante”.
Hay solidaridad estructural entre estas presentaciones actuadas y las dificultades de estos sujeto en
establecer transferencia en confiar en un Otro dispuesto a escuchar a la letra lo que tuviera para decir : la
presentación del sujeto en relación a un síntoma significante y se creencia en el sujeto supuesto Saber responder a
la misma estructura.
Podría decirse que en Freud hay un doble movimiento teórico con respecto al trauma. Por un lado él
comienza a teorizar el trauma como accidental hasta poder llegar a darle estatuto de estructural; y por otro,
respecto a los traumas relatados por sus pacientes, hace el pasaje que va del trauma realmente vivido a lo que
llamará luego “fantasía traumática”
En “Más allá…” habla de un momento constitutivo del sujeto, de un juego simbólico fundante; el Ford-da,
Al principio el juego trata en tirar lejos de su todos sus juguetes, juega a que los juguetes desaparezcan. Luego se
hace más sofisticado y tira un carretel y lo vuelve a atraer hacia si diciendo “o-o-o” y cuando desaparece “a-a-a”.
Freud interpreta este sueño y dice:” la interpretación del juego estaba cerca. Tenia relación con el gran logro
cultural del niño, con la renuncia pulsional que había logrado, de aceptar sin protestar, que la madre se fuera”.
Renuncia pulsional como logro pulsional, en tanto operación fundante es homologable a la Represión Primeria, y
del mismo modo que en esta habría que poder pensar una renuncia pulsional primaria, fundante (estructuralmente
necesaria) y otra secundaria, que alimentaría al Superyó.
En términos e la metáfora paterna lo que moviliza la pregunta “¿qué quiere mi mama más alla de mi?” es el
hecho de que la mama se ausente. Que haya una alternancia entre la presencia y la ausencia de la madre; que este
y no este,, es lo que induce esta pregunta acerca del deseo de la madre. La respuesta provendrá dese el significante
del nombre del padre, desea al falo y el portador del falo es el padre. Respuesta intranquilizadora, en tanto puede
un lugar que definía en su ser: ser el objeto del Otro. Respuesta tranquilizadora en tanto el sujeto ya no deberá
preocuparse por el goce de la madre, podrá dedicarse a hacer su vida, se constituye en un sujeto deseante.
La renuncia pulsional entonces habla de la renuncia a un goce: el nene logro una renuncia pulsional; aceptar
que la madre se vaya. Momento traumático de corte con el Otro primordial, traumático y fundante al mismo
tiempo.
Situamos el trauma en este primer tiempo de Renuncia Pulsional y leemos allí una primera eficacia de la
metáfora paterna. Y después tenemos el fort-da como segundo tiempo.
¿Por qué el nene repite en el juego el alejamiento de la madre? Para elaborarlo psíquicamente, para ligarlo.
Hay que elaborar psíquicamente lo que impresiona. A este hecho real, del alejamiento de la madre, necesita
inscribirlo para luego poder operar con el. Necesita hacerlo entrar en otro registro, en el del principio de placer,
del proceso primerio de lo simbólico, para luego poder operar con el con las leyes del proceso primario:
condensación, desplazamiento , transferencia.
La separación, el corte con la madre, va a adquirir una cobertura fantasmática y una articulación
significante. El lugar del niño en ese fantasma va a ser el de objeto, juega a ser él que desaparece para el Otro es
el primer objeto que ofrece para recubrir la carencia del Otro. La articulación significante y el fantasma son
maneras de hacer con la castración, con la renuncia pulsional fundante.
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que operar esto para que constituya el fort-da como primera oposición simbólica, que hablaría de la constitución
del sujeto como deseante. No es lo mismo que este juicio se produzca o no, la madre tiene que interpretarlo.
Hay una apropiación que el sujeto hace de los significantes que le vienen del Otro, pero lo que es lo más
importante, hay una convalidación por parte del Orto, de que se trata de un registro compartido y en talo tal,
legible, interpretable. El sujeto también habla esperando que el analista interprete.
Entonces, si pensamos el trauma y el fort-da como momentos constitutivos podríamos decir que, siguiendo
a Freud, en la psicosis el corte con el Otro no se produjo, con lo cual tampoco se produce el Fort-da. En la
neurosis, el trauma actuó y el fort-da también y hay un borde, en el que tal vez el trauma se hay producido y el
fort-da no.
Al introducir el “Juicio del Otro” como condición del Fort-da, estamos hablando de un tiempo fundante en
relación al Otro. Vemos que no son iguales la posición respecto al Fort-da en la psicosis y en el Borde, en la
primera hay una imposibilidad lógica, de entrada en el discurso en la medida en que la metáfora paterna no ha
operado. En los bordes, el fort-da se inscribe pero de manera insuficiente, funcionando entonces con reservas con
desconfianza.
Entonces, un trauma que no obtuvo una conveniente articulación significante, no tendrá la posibilidad de
caer bajo la barra de la represión, es decir, que no podrá retornar como formación del inconsciente; tendrá que
retornar de otra manera. Por otro lado, si el Otro no ha instaurado la dimensión de la escucha, convalidando el
fort-da, difícilmente pueda había una demanda de análisis dirigida a un sujeto Supuesto de Saber.
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La realidad los excede, los desorganiza y les provoca intensas angustias, no sólo por la dificultad que
encuentran en metabolizar y simbolizar las grandes magnitudes de estímulo, que les provoca un efecto traumático,
sino que eso conlleva el no poder hacerse responsable de sus propias acciones y las consecuencias concomitantes
que les vuelven como un boomerang. Son seres que sufren de excesos, tanto del orden interno pulsional, como del
afuera. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de descargas en el cuerpo, actuaciones en el afuera
y con otros. Los fines de estas impulsiones son diversos, van desde aliviar estados afectivos intolerables hasta
castigarse. Presentan dificultad en traducir las cantidades de apremio en significaciones que adjudiquen un sentido
a través de metáforas y simbolizaciones. Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constituciones de su
psiquismo por defecto, de lo que no se inscribió, o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en
quienes el proceso secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario. Se defienden de
un temor a la fragmentación del yo.
El paciente border vive el objeto en función de la satisfacción de sus necesidades. Un rasgo que presentan
es la manipulación del otro para intentar dominarlo. En la transferencia esto se repite con diversas técnicas:
victimismo, conductas psicopáticas, seducción, etc. Cuando no lo logran pueden aparecer reacciones agresivas.
Esto pone a prueba la tolerancia a no “contra-actuar” y la plasticidad del analista para no permitir ser manipulado
y así poder dirigir la cura.
El paciente border siente que está amenazada su existencia psíquica. La angustia no puede ser procesada
como señal sino que se vive como amenaza de aniquilación y no logra ser canalizada. Hay en estos pacientes una
escisión entre lo psíquico y lo somático que los protege contra la destrucción absoluta pero les impide el libre
funcionamiento de la simbolización, la creatividad y la imaginación. Se instala el vacío. Parte de su actuación es
para paliar esto. Anhelarían experimentar emociones genuinas pero no las toleran. Poseen una insatisfacción
permanente, frustración constante. Sus objetivos son inalcanzables y si los alcanzan pierden valor
inmediatamente. Sus logros no son vividos como propios, los invade una sensación de extrañeza. Buscan placer
constantemente para evitar el displacer.
La transferencia es masiva. Un tema delicado es que estos pacientes pueden presentar el síndrome de
difusión de la identidad. Sus valores y opiniones pueden mimetizarse con los que los rodean. En la relación
terapéutica las intervenciones pueden ser vividas como órdenes, por ende su formulación debe ser cuidadosa,
intentando no aseverar ya que tienden a darle un carácter de certeza al discurso del otro. La transferencia suele ser
caótica y masiva, mostrando una alternancia entre idealización y devaluación. Puede también darse una
transferencia erótica.
En relación a la contratransferencia, estos pacientes pueden despertar sentimientos de enojo, impotencia,
frustración, hostiles, como así sentimientos de rescate y salvación que pueden llevar a una sobre involucración y
ruptura del encuadre psicoterapéutico. Es vital analizar la contratransferencia para prevenir el acting-out del
analista. En un primer tiempo del proceso analítico de estos pacientes no funciona la asociación libre ni la
atención parejamente flotante. Esto puede tornarse resistencial para el analista intentando forzar situaciones. El
analista debe tener un yo armado, que tolere los embates pulsionales para poder afrontar estos pacientes.
El trabajo analítico consistirá en ir construyendo una relación objetal “posible” diferente, un cambio en la
organización psíquica, a través y por el vínculo. Si el analista interpreta demasiado rápido intentando llenar el
vacío puede ser confundido con la intrusión del objeto malo. Si queda en silencio, repite la inaccesibilidad del
objeto anhelado y frustrante. Lo que sostiene el tratamiento es la presencia del terapeuta-objeto como forma de
crear una nueva modalidad vincular, que permita lograr una mayor confianza en el otro y en sí mismo. El analista
regala representaciones-contenido al mismo tiempo que ofrece un lugar-continente para albergarlas. La demanda
tiene que ver con que el analista hable por él y se funda en él. Por esto es que la demanda no es de análisis, sino
podría decirse que lo que se demanda es a un otro que hable por él y se funda en él, y la labor del analista consiste
en que pueda reintroyectar aquello que depositó en el analista.
El diagnóstico de estos pacientes no es fácil, salvo en casos de extrema gravedad. El paciente border
presenta una sintomatología polineurótica y puede esconderse. Pueden presentar fobias en especial referidas al
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cuerpo y a la percepción del sujeto por el otro, la relación con el objeto está sometida a la regulación con la
distancia a través de mecanismos agora y claustrofóbicos que los pueden invalidar socialmente. Además pueden
presentar síntomas obsesivo-compulsivos que se vuelven sintónicos con el yo. Además conversiones asociadas a
manipulación. Preocupación invasora en forma de temores hipocondríacos. Pese a presentar síntomas neuróticos
las defensas son más primarias: escisión e idealización. Además de negación e identificaciones proyectivas. Los
border se diferencian de la psicosis en que no está comprometido el juicio de realidad ni inventan una lengua
personal como es la del delirio.
Patologías fronterizas → son sujetos que acarrean un enorme sufrimiento por sentirse inconsistentes, con
poco valor, con dudas acerca de su propia existencia e identidad. Déficit en la simbolizació n, hay
impulsiones que sustituyen (la descarga) la decisió n, lo que hay es acció n. Desde su infancia han sido
privados de un espejo, de una mirada y de un discurso que les devolviera una imagen cohesiva y deseada
de sí mismos con la cual identificarse, reconocerse y quererse; como correlato se han visto en la necesidad
de sobrevivir y para ello han convocado a sus objetos, entre ellos el analista, anhelando hallar una pró tesis
de sí mismos, incondicionalidad, sostén, y un aparato para pensarse. La relació n con el objeto es de
dependencia, si el objeto desaparece ellos también. Son objetos muy fijos.
Son sujetos que sufren de excesos, tanto del orden interno pulsional, como del afuera, de la realidad
exterior. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de descargas, en el cuerpo como
actuaciones en el afuera y con los otros. Tienen fallas en la comunicació n.
Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constitució n de su psiquismo por defecto, de lo que no se
inscribió , o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes el proceso secundario de
pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario.
Se defienden de un temor a la fragmentació n del yo.
En la primera infancia es la madre la encargada de dar sentido al llanto y a los gestos de su bebe. Es en la
decodificació n de los signos del bebé y en la codificació n que se irá n generando y entramando
significaciones y sentido con las cuales se identificara el niñ o. En los pacientes con estas organizaciones
psíquicas, el yo no ha podido internalizar dichas funciones. Han quedado a expensas de la intensidad de los
estímulos sin mediació n satisfactoria. Las consecuencias aparejadas en el niñ o será n la desconfianza de sí
mismo, la necesidad permanente de confirmació n y aprobació n del otro, la incertidumbre acerca del propio
sentimiento de existencia, baja autovaloració n, duelos de difícil resolució n y angustias de fragmentació n,
aniquilació n, fusió n y abandono. Esos yoes son muy vulnerables.
El modelo psicoanalítico “asociació n libre-atenció n flotante” no funció n en un 1° momento. Las
interpretaciones no van dirigidas ú nicamente a los contenidos reprimidos del ello, sino directamente al yo
y a un superyó que esta frente a un yo tan débil. Nuestro trabajo es crear representació n con las cuales el yo
vaya lentamente adquiriendo consistencia y pueda identificarse. Para estar en condiciones de emprender
un psicoaná lisis, para desarticular, des-identificar y desarmar tenemos que estar frente a un yo armado que
tolere, a su manera, los embates pulsionales. Va a tener que propiciar la autonomía y la autoestima.
Lo que el tratamiento debería proveer durante el proceso es, a través de la continuidad del mismo,
representaciones psíquicas que vayan reorganizando ese psiquismo fallido.
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Como contrapartida de una transferencia masiva y caó tica, se presentan intensos sentimientos contra-
transferenciales que van desde el enojo, la impotencia, la frustració n, etc.
No van a ser pacientes de divá n porque requieren la mirada del otro, de la confirmació n para sentir la
propia existencia.
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absoluto. No hay que esperar a la configuración completa de la escena del pasaje al acto para operar. Ofrecer el
semblante del Otro barrado es una primera operación básica. Hay una relación estrecha entre el sujeto identificado
totalmente al objeto-resto y el goce del Otro que es necesario cortar. Y ese mismo corte es un avance en la
operación de la cura hacia la relación del sujeto con su verdad, definida por la particularidad de la circunstancia
en juego.
Muchas veces el Pasaje al Acto es una vicisitud necesaria de la cura, así como el acting out. Es el arte del
analista el que tiene que permitir un suficiente despliegue de la escena en la transferencia y al mismo tiempo
situar el tiempo en que se empieza a producir las distintas operaciones que tienen por consecuencia el
atravesamiento de este tiempo y corte de la escena desde el análisis. Es el acto del analista el que tiene que cortar
la escena y no dejar que sea la propia escena la que conduzca al analizante a cortarla en la culminación del pasaje
al acto.
¿Cuáles serian las operación que hacen a una estrategia de la dirección de la cura frente al pasaje al acto?
Primero el “semblante del Otro barrado”, allí donde el Otro esta totalizado el analista debe sostener su presencia
barrada, dando un lugar para el analizante como sujeto. En segundo lugar, se trata de poner en continuidad la
escena del análisis con la escena de la vida del analizante, tratando de esa manera de sostener al limite la
dimensión transferencial. Frente al pasaje al acto, no se puede dejar librado el sostén de la transferencia solamente
al analizante, pued precisamente por la propia estructura de la escena del pasaje al acto, tiende a totalizar el
analista, y a sustraerse de la escena del análisis. Es el analista quien debe hacerse cargo, al menos
provisoriamente, de sostener y activar la transferencia. Este paso se denomina “operación mantenimiento de la
transferencia”.
Otra operación tiene que ver con el objeto. El analista debe hacerse cargo de poner en juego el objeto desde
su costado. La mirada y la voz del analista, son particularmente aptas para esta operación. Por ejemplo; pedir al
sujeto que llame o llamar nosotros: el analista ofrece allí su mirada o su voz en tanto objeto a para clivar al sujeto
del objeto a en tanto desecho al cual esta identificado.
Por un lado se ofrece el soporte del sentido y de la imagen, soportes necesarios frente a ese punto debacle
simbólica que es el pasaje al acto. En tanto imagen, cuando se invita al analizante a situarse frente a frente se le
esta ofreciendo la unificación corporal del propio cuerpo del analista, como soporte frente a la fragmentación,
tendiendo a evitar el incremento de la sensación de estar a merced del goce terrorífico del Otro que la
fragmentación corporal provoca y que puede desencadenar por sí sola el pasaje al acto.
En relación a la palabra, ella también puede operar como corte simbólico en relación al goce del Otro,
Aunque por momentos la dirección de la cura tiene que sostenerse predominantemente desde lo real y lo
imaginario, hasta que la palabra recupera plenamente su eficacia. En la medida en que esta eficacia se recupera, y
el sujeto logra hablar del fantasma del pasaje al acto, de la escena que va preparando, el propio hablar constituye
una operación de corte. El discurso puede ser la encarnación del goce, pero el discurso también corta el goce del
Orto. O sea, que la propia palabra también hace de barrera.
Si las cosas van bien, el deseo del sujeto comienza a tener una presencia en el texto de la cura, que en la
situación del pasaje al acto es al principio esporádico y puntual, y debe ser sostenida por el analista. Esta
presencia del deseo es una barrera esencial frente al goce y por lo tanto un acotamiento estructural del pasaje al
acto.
Por otro lado, dado el carácter extendido de la presencia de un duelo melancolizado en el pasaje al acto, el
trabajo de duelo en el análisis se torna fundamental, trabajo en el cual el valor simbólico de la palabra es esencial.
Empieza con la restitución de la eficacia de la palabra. Es un trabajo sobre cada rasgo del objeto perdido,
precedido por la instancia de situar qué es lo que el sujeto perdió.
Si la operación de mantenimiento de la transferencia funciona, si la operación del semblante del Otro
barrado en la transferencia funciona, si la operación clivaje del sujeto y el objeto funciona, el analizante podrá
atravesar el tiempo del pasaje al acto, bajo transferencia sin necesidad de concluir la escena del pasaje al acto
propiamente dicha. Y en todo caso, si la concluye, que sea un pasar al acto y no un pasaje.
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51) Muñoz: EL PASAJE AL ACTO EN LA OBRA FREUDIANA.
El concepto de pasaje al acto no integra el corpus teórico elaborado por Freud. Es invención de Lacan. Y lo
distingue del acting out. La hipótesis es que el agieren de Freud es el antecedente de la oposición lacaniana acting
out-pasaje al acto.
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¿Acting out fallido o pasaje al acto?
La oposición lacaniana de acting out y pasaje al acto, podría equipararse al agieren freudiano, en el sentido
en que el acting out tiene más que ver con algo del orden de lo reprimido, no recordado, sino actuado, mientras
que el pasaje al acto seria de lo no ligado. Es la ruptura del vínculo analítico, el corte de la escena, lo que produce
el viraje del acting out al pasaje al acto. Justamente el pasaje al acto apunta al quiebre de la escena y a la ruptura
del marco analítico.
Se habla de acting out fallido cuando se produce una autolesión que no apunta al total aniquilamiento de
uno, pero lleva a la muerte involuntaria. Es una mostración fallida que lleva a la muerte pero no era la voluntad.
Dentro de esto entran los intentos suicidas no serios, que arman una escena al Otro pero sin una efectiva
determinación suicida. Pero cuando esto fracasa y se produce la muerte, es un acting out fallido.
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