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coinciden dos o más hilos, que desde ahí vuelven a devanarse unidos; y en el nucleo desembocan por
regla general varios hilos de trayectorias separadas o que muestran a trechos conexiones laterales. Es
decir, un síntoma es de determinismo múltiple.
Puede ocurrir que en el material patógeno haya un juego más de un núcleo, por ejemplo, cuando
toca analizar un segundo estallido histérico que tiene su propia etiología, pero se entrama con un
primer estallido de histeria aguda, superado años atrás.
La terapia no consiste en extirpar algo, sino en disolver la resistencia y así facilitar a la
circulación el camino por un ámbito antes bloqueado.
El estrechamiento de la conciencia: nunca puede ingresar en el yo-conciencia más que un único
recuerdo; el enfermo ocupado en la reelaboración de ese solo, no ve nada de lo que esfuerza detrás y
olvida lo que ya ha pasado. Y si el dominio sobre este solo recuerdo patógeno tropieza con
dificultades, Por ejemplo si el enfermo no relaja la resistencia a él, siquiera reprimirlo o mutilarlo;
entonces ese paso de estrechura, por así decir, se obstruye; el trabajo se atasca, nada más puede
pasar por ahí, y ese recuerdo solo que se encuentra en el pasadizo permanecerá ante el enfermo
hasta que lo haya aceptado en la anchura del yo. De tal suerte, toda la masa, espacialmente extensa,
del patógeno se filtrará Como por una estrecha hendidura, Y así alcanzará la conciencia como
descompuesta en fragmentos O jirones. Es tarea de psicoterapeuta recomponer desde ahí la
organización conjeturada. Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el núcleo de la
organización patógeno. Y aunque uno fuera capaz de colegirla Como el enfermo no sabría qué hacer
con el esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado psíquicamente por este último.
No tenemos más remedio que mantenernos al comienzo en la periferia del producto psíquico
patógeno. Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya
dirige su atención Y supera resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez que
por el medio del presionar uno haya abierto un nuevo camino , puede esperar que durante un trecho
el enfermo avanzara libre de nueva resistencia.
Si los enlaces entre representaciones de los neuróticos y, En especial, de los histéricos causan
una impresión diversa; si aquí la relación entre las intensidades de diferentes representaciones no
parece explicable a partir de condiciones psicológicas solamente, ya nos hemos anoticiado de la razón
de esa apariencia Y sabemos nombrarla Como existencia de motivos escondidos, Inconscientes.
De esta manera, Por las pistas que ofrecen unas lagunas en la primera exposición del enfermo,
a menudo encubiertas por “enlaces falsos”, pilla uno cierto tramo del hilo lógico en la periferia Y desde
ahí mediante el procedimiento de la presión facilita el ulterior camino.
Se puede aseverar que en el curso un análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que
no posea su significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas carentes
de toda pertinencia, que estuvieran solo asociadas de algún modo con las importantes
Cuando entre las tareas de análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de
acrecentamiento en su intensidad o de retorno, durante el trabajo se observa, de ese síntoma, el
interesante y no indeseado fenómeno de la intromisión. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con
intensidad reforzada, tan pronto como uno ha entrado en la región de la organización patógena que
contiene la etiología de este síntoma, y entonces sigue acompañado al Trabajo con unas oscilaciones
características e instructivas para el medico. La intensidad del síntoma se incrementa cuanto más
hondo se entre en uno de los recuerdos patógenos pertinentes, alcanza la altura máxima poco antes
de que estos últimos sean declarados, y desciende de repente tras una declaración completa, o aun
desaparece por entero durante un tiempo.
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En relación al enfermo en el análisis: las representaciones que vienen de la profundidad máxima,
las que constituyen el núcleo de la organización patógena, son las que con mayor dificultad reconoce
el enfermo como recuerdos.
Y no pocos casos, en particular en mujeres Y donde se trata de aclarar unas ilaciones de
pensamiento eróticas, la colaboración de los pacientes pasó hacer un sacrificio personal qué tiene Que
ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Cuando el médico quiera averiguar la
siguiente idea patógena, al enfermarse le cruzara la conciencia de los cargos que se han acumulado
Contra aquel. Hasta donde llega mi experiencia, es obstáculo sobreviene en tres casos principales:
1) el de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, Menospreciada, afrentada O
ha escuchado cosas desfavorables sobre el médico Y el método de tratamiento
2) Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado la persona del médico,
perder su autonomía frente a el Y hasta caer en dependencia sexual de el.
3) Cuando el enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones
penosas que afloran del contenido del análisis. Eso es frecuente, Y aún de ocurrencia regular en
muchos análisis. La transferencia sobre el médico acontece por enlace falso
No se puede llevar a término ningún análisis si uno no sabe habérselas con la resistencia que
resulta de los tres hechos mencionados. Ahora bien, uno halla camino apropiado si se forma el
designio de tratar a este síntoma, neo producido según un modelo antiguo, Lo mismo que a un
síntoma antiguo. La primera tarea es volverle consciente al enfermo ese obstáculo.
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qué lo hacía decía “no saber”, pero de pronto supo porque lo hacía. Relato que en la noche de bodas
su marido resulto impotente. Este había corrido de una habitación a las otras reiteradas veces para
intentar concretar el acto sexual sin éxito alguno; y este exclamo que era “como para avergonzarse
ante una mucama”. Por eso tomó un frasco con tinta roja y manchó en vez de las sábanas, un mantel,
para simular que había desvirgado a su mujer. Freud hace un paralelismo entre mesa y cama. En este
caso la paciente se identifica con su marido, representa su papel. El núcleo de esta acción es el
llamado a la mucama a quién le pone la mancha ante los ojos y de esta manera salva al marido de la
vergüenza.”
Con este caso Freud insinúa que detrás de estas acciones repetitivas hay algo oculto que casi
siempre seria de carácter sexual. Para demostrarlo plantea el siguiente caso.
“Cuenta el caso de una señorita de 19 años que tenía una molesta rutina a la hora de acostarse.
Digo molesta porque su ritual le llevaba casi 2 horas en realizarse y era un hecho inevitable si quería
dormir. Ella exigía que parasen todos los relojes de péndulo de la sala, y sacar hasta el pequeño reloj
de pulsera de su mesita de noche, porque no la dejaban dormir con el tic-tac. También exigía que
retirasen todos los floreros y jarrones de su dormitorio por miedo a que se cayeran y también tenía un
modo particular de acomodar sus almohadas, en donde no podían tocar el respaldo, y ella debía
acomodar la cabeza exactamente en el centro del rombo que formaba el almohadón. Además exigía
que sus padres dejaran la puerta entornada de su dormitorio. Freud interroga en varias oportunidades
a la paciente y después de muchas resistencias de ella a asociar su sintomatología, descubren la
relación que tienen los relojes con el “latir” involuntario del clítoris en las noches. También al obligarlos
a los padres a dejar su puerta entreabierta exige que estos no tengan intimidad sexual. Freud analiza
cada detalle narrado por ella como si fuera un sueño desde su simbología, y vuelve a demostrar que lo
oculto y reprimido es de índole sexual.”
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones
fallidas y los sueños y que están en vinculación directa con el paciente. El plantea que la tarea del
analista es descubrir esta situación del pasado en la que la idea estaba justificada y la acción
respondía a su fin. El habla de que los síntomas tienen rasgos “típicos” y rasgos “particulares”. Es
estos que se va a poder investigar la historia que los desencadeno. Los rasgos típicos son los que van
a ayudarnos para enmarcar al paciente en un diagnóstico, y los “singulares” sirven de material para
desentramar la vivencia particular.
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Los síntomas neuróticos resultan de un conflicto en torno a una nueva modalidad de satisfacción
pulsional. Las dos fuerzas opuestas coinciden en el síntoma (compromiso de la formación) por eso es
tan resistente. Una de las dos partes es la libido insatisfecha, denegado (frustrado) su objeto en la
realidad, busca otros caminos para su satisfacción. Emprende el camino de la regresión y aspira a
satisfacerse en una de las organizaciones superadas o por medio de uno de los objetos resignados. La
libido es cautivada por la fijación que ha dejado tras de su desarrollo.
Sí las regresiones no despiertan contradicción del yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido
alcanzará una satisfacción real no normal (perversión) El conflicto se plantea si el yo no acuerda con
estas regresiones. La libido intenta drenar su investidura energética, según el principio de placer, y
tiene que sustraerse del yo. Las fijaciones que recorre en sentido regresivo y de las cuales el yo se
protegió a través de represiones, le permiten drenaje. La libido inviste las posiciones reprimidas y se
sustrae del yo y de sus leyes, bajo la frustración externa e interna. Las representaciones sobre las
cuales la libido transfiere su investidura pertenecen al sistema Inconscientey están sometidas a los
procesos de condensación y desplazamiento. Se establecen formaciones similares a las de la
formación del sueño. El sueño es el cumplimiento de una fantasía Inconscientede deseo que entra en
transacción con un fragmento de actividad Pre-cc, esta ejerce la censura y permite la formación del
sueño manifiesto como compromiso. La subrogación de la libido en el interior del Inconscientetiene
que contar con el poder del yo Pre-cc. La contradicción del yo contra ella la persigue como
"contrainvestidura" y la fuerza a escoger una expresión que al mismo tiempo sea la suya. El síntoma
se engendra como un retoño del cumplimiento de deseo Icc, desfigurado y provisto de dos significados
que se contradicen. La diferencia entre la formación de sueño y la del síntoma es que el propósito Pre-
cc del sueño es preservar el dormir y tolera más la moción de deseo Inconscienteporque el estado del
dormir bloquea la salida a la realidad.
La libido escapa en el conflicto gracias a la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva
de estas lleva a sortear la represión y a la satisfacción de la libido bajo las condiciones del
compromiso. Por el rodeo a través del Inconscientey las fijaciones, la libido logra alcanzar una
satisfacción real, aunque restringida y apenas reconocible. Lo dicho vale exclusivamente para la
formación de síntoma en el caso de la neurosis histérica.
Las prácticas y vivencias sexuales infantiles pueden dejar fijaciones libidinales en los afanes
parciales abandonados y en los objetos resignados. Hacia ellos revierte la libido. En la infancia se
manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía en su disposición innata y
las vivencias infantiles le activaron por primero vez otras pulsiones. Unas vivencias de la infancia son
capaces de dejar como secuela fijaciones libidinales y las disposiciones constitucionales son la
secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados.
La predisposición por fijación libidinal del adulto se nos descompone en constitución sexual
hereditaria y en predisposición adquirida en el vivenciar infantil. La constitución sexual forma con el
vivenciar infantil otra "serie complementaria" semejante a la formada entre predisposición y vivenciar
accidental del adulto. Las regresiones vuelven a etapas más tempranas de la organización sexual.
La libido de los neuróticos vuelve a las vivencias sexuales infantiles regresivamente después que
fue expulsada de sus posiciones tardías. Pero estas vivencias libidinales no tuvieron en su momento
importancia alguna y sólo la cobraron regresivamente. La investidura libidinal de las vivencias infantiles
es reforzada por la regresión de la libido. Existen neurosis infantiles en las que el diferimiento temporal
no cumple ningún papel y la enfermedad se contrae como consecuencia directa de vivencias
traumáticas. Las neurosis de los niños son muy frecuentes y en la mayoría de los casos se presentan
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como una histeria de angustia. Sí en períodos más tardíos estalla una neurosis, el análisis revela, que
es la continuación directa de aquella enfermedad infantil velada. Hay casos en los que esa neurosis
infantil prosigue como un estado de enfermedad que dura toda la vida. A menudo el análisis de una
neurosis contraída en la adultez nos permite reconstruir la neurosis infantil de esa persona.
La fijación en determinados puntos del desarrollo sólo cobra valor en la inmovilización de un
determinado monto de energía libidinosa. Hay casos en los que el peso de la causación recae en las
vivencias sexuales infantiles, sin necesidad del apoyo de la constitución sexual y su inmadurez. Hay
otros casos en los que el acento recae sobre los conflictos posteriores y la insistencia en las
impresiones infantiles, obra de la regresión. En un extremo la "inhibición del desarrollo" y en el otro la
"regresión" y entre ellos todos los grados de conjugación de ambos factores.
Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, por medio de la regresión de la
libido a estadios anteriores del desarrollo, en la elección de objeto o en la organización. El neurótico
quedó adherido a un punto de su pasado, a un período en donde satisfacía su libido, aunque para ello
tenga que retroceder hasta su lactancia. El síntoma repite aquella modalidad de satisfacción de su
temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto y mudada en sufrimiento que lleva
a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma aporta es irreconocible para la
persona, pues siente la presunta satisfacción como sufrimiento, y esta mudanza es parte del conflicto
psíquico bajo cuya presión se formó el síntoma. Lo que fue para el individuo satisfacción está
destinado a provocar hoy su resistencia o repugnancia. P.e. el niño que ha mamado del pecho
materno años más tarde manifiesta una fuerte renuncia a beber leche o repugnancia cuando la leche
se halla cubierta de nata.
Los síntomas como medio de satisfacción libidinosa prescinden del objeto y resignan el vínculo
con la realidad exterior, consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad y del
retroceso al principio de placer. También hay un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado,
como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual. Reemplazan una modificación en
el mundo exterior por una modificación en el cuerpo, vale decir, una acción exterior por una interior. El
síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo infantil, por medio de
la condensación esa satisfacción puede comprimirse en una inervación única y por medio
de desplazamiento puede circunscribirse a un pequeño detalle del complejo libidinoso.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas no
siempre son verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis o recordadas son una
mezcla de verdad y falsedad. Los síntomas son ahora la figuración de vivencias reales y a las que
puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la libido, ora la figuración de fantasías del enfermo.
Cuando el enfermo nos presenta el material que, por detrás de los síntomas, lleva hasta
situaciones de deseo calcadas de las vivencias infantiles, al comienzo debemos dudar si se trata de
realidades o fantasías. Durante largo tiempo no comprenderá el designio de equiparar fantasía y
realidad y de no preocuparnos por saber si esas vivencias son lo uno o lo otro. El enfermo se ha
ocupado de esas fantasías, ese hecho no tiene menor importancia para su neurosis que si hubiera
vivenciado en la realidad el contenido de sus fantasías. Ellas poseen realidad psíquica, en oposición a
una realidad material, en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva.
Entre los acontecimientos que retornan en la historia del neurótico hay algunos de particular
importancia: la observación del comercio sexual entre los padres, la seducción por una persona adulta
y la amenaza de castración. El niño pequeño puede ser testigo del comercio sexual entre adultos y
comprender con posterioridad esta impresión. Pero cuando este acto es descrito con detalles precisos
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o como ejecutado por atrás, esa fantasía se apuntala en la observación del comercio sexual entre
animales y en su insatisfecho placer de ver. La seducción entre niños es más frecuente que la
seducción por un adulto y en el caso de las niñas aparece con regularidad el padre. Con la fantasía de
seducción el niño encubre el período autoerótico de quehacer sexual y se ahora la vergüenza de la
masturbación fantaseando un objeto anhelado. El niño se compone esa amenaza de castración sobre
la base de indicios, ayudado por su saber de qué la satisfacción autoerótica está prohibida, y bajo la
impresión de su descubrimiento de los genitales femeninos.
Estos hechos de la infancia pertenecen al patrimonio de las neurosis, si la realidad no los ha
concedido se los establece a partir de indicios y se los completa mediante fantasía. No hay diferencia
alguna por el hecho de que en esos sucesos infantiles tenga mayor participación la fantasía o la
realidad. La fuente de tales fantasías está en las pulsiones y en todos los casos tienen idéntico
contenido porque estas fantasías primordiales son un patrimonio filogenético. El individuo rebasa su
propio vivenciar hacia el vivenciar de la prehistoria. Es posible que lo que hoy es fantasía haya sido
realidad en los tiempos originarios humanos y que el niño fantaseador haya llenado las lagunas de la
verdad individual con una verdad prehistórica.
El hombre es educado para apreciar la realidad y obedecer al principio de realidad por influencia
del apremio exterior. Tiene que renunciar a diversos objetos y metas de su aspiración sexual -no sólo
sexual- Pero es difícil para el hombre abandonar ese placer y por eso en el fantasear concede a estas
fuentes de placer resignadas y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia
(existencia emancipada de la realidad y del "examen de realidad") El demorarse en los cumplimientos
de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque se sabe que no se trata de una realidad.
En el fantasear el hombre sigue gozando de la libertad de la compulsión exterior, esa libertad a la que
renunció en la realidad.
Las producciones de la fantasía son los "sueños diurnos", unas satisfacciones imaginadas de
deseos eróticos, que florecen más cuanto más la realidad llama a moderarse. Su esencia es la
ganancia de placer con independencia de la aprobación de la realidad. Los sueños diurnos pueden ser
cc o Icc, estos últimos son fuente tanto de los sueños nocturnos como de los síntomas neuróticos.
La importancia de la fantasía para la formación de síntoma. Con la frustración la libido inviste
regresivamente las posiciones abandonadas, a las que quedaron con ciertos montos. Los objetos y
orientaciones de la libido resignada, ellos o sus retoños, son retenidos en representaciones de la
fantasía con cierta intensidad. La libido vuelve a las fantasías para hallar desde ellas el camino a cada
fijación reprimida. Esas fantasías son toleradas porque, aunque sean opuestas al yo, cumplen con una
condición cuantitativa. Pero el aflujo libidinal eleva la investidura energética de las fantasías (exigen su
realización) y se produce el conflicto entre ellas y el yo. Si estas eran Pre-cc o cc son reprimidas por el
yo y atraídas al Icc. Desde las fantasías Inconscientela libido vuelve a migrar hasta sus propios puntos
de fijación.
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio en el camino hacia la formación de
síntoma. La introversión es el extrañamiento de la libido respecto de la satisfacción real y la
sobreinvestidura de las fantasías que hasta entonces eran inofensivas. El carácter irreal de la
satisfacción neurótica y la indiferencia entre fantasía y realidad están determinados por la permanencia
en el estadio de la introversión.
Desde el punto de vista económico, el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes de que
hayan alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistan las condiciones de
contenido. La importancia patógena de los factores constitucionales depende de cuánto más de una
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pulsión parcial respecto de otra esté presente en la disposición, en términos de proporciones
cuantitativas. Interesa el monto de libido que la persona puede conservar flotante y la cuantía de la
fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual hacia metas de sublimación. La meta final,
que desde lo cualitativo aspira a la ganancia de placer y a evitar el displacer, desde lo económico
consiste en dominar los volúmenes de excitación que operan en el aparato psíquico e impedir su
estasis generadora de displacer.
Todo hasta aquí se refiere a la formación de síntoma en el caso de la histeria. Las
contrainvestiduras frente a las exigencias pulsionales pasan a primer plano en la neurosis obsesiva y,
por medio de las "formaciones reactivas", dominan el cuadro clínico.
Existe un camino de regreso de la fantasía a la realidad y es el arte. El artista, como cualquier
insatisfecho, se extraña de la realidad y transfiere su libido a las formaciones de deseo de su fantasía.
Es probable que su constitución incluya una vigorosa facultad para la sublimación y cierta flojera de las
represiones para el conflicto. El artista elabora sus sueños diurnos de modo que pierdan lo personal y
chocante, para que los extraños puedan gozarlos, y no deja traslucir sus fuentes prohibidas. Da forma
al material hasta que se convierte en reflejo de la representación de su fantasía y después anuda a
esta figuración de su fantasía Inconscienteuna ganancia de placer tan grande que doblega
temporalmente a las represiones. Posibilita a los otros que extraigan alivio de las fuentes de placer de
su propio Icc.
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UNIDAD 2 : INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO
El proceso diagnóstico. Diferencias entre escucha analítica y psicoterapéutica. Entrevistas
preliminares. Del padecimiento a la queja y de la queja a la implicación subjetiva. Método
analítico: asociación libre, atención parejamente flotante, abstinencia, neutralidad.
5) Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. Parte 3. LAS
ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LOS MOVIMIENTOS DE APERTURA: A y B. (PR
a 4)
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“Analizable”: creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto
inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso de
las soluciones que él había elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan
extraer de las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella
iluminación al servicio de modificaciones orientadas de su funcionamiento psíquico. Facilitar un trabajo
de sublimación que permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas satisfacciones
pulsionales.
Movimientos de apertura: son en función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la relación
transferencial futura. Es un modo de entablar el diálogo con el paciente. Se trata de reducir lo que va a
aparecer en la transferencia como resistencia. Se ubica después de las entrevistas preliminares en
función de la transferencia que va a venir.
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Neutralidad: No interviene la persona del analista, sino el analista como función. Sus valores y
creencias no tienen lugar. No omitir juicios de valor, ya que no somos nosotros ante el paciente sino
que estamos en el lugar de los primeros objetos todo poderosos. (imagos parentales). El paciente está
atento a nuestras opiniones.
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Ante aquellos pacientes que empiezan su cura diciendo que no se les ocurre nada de qué
hablar, por ninguna razón debe cederse a su ruego de que se les indique aquello sobre lo cual debe
hablar.
8- ¿Cuándo se debe empezar a hacer comunicaciones al analizado? Sólo cuando se haya
establecido en el paciente una transferencia operativa (buen rapport). La primera meta del tratamiento
sigue siendo allegarlo a éste y a la persona del médico.
Es necesario proceder con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de
un deseo antes de que el paciente esté próximo a ello, de suerte que solo tenga que dar un corto paso
para apoderarse él mismo de esa solución.
9- Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que
tocar el tema de la transferencia, hay que esperar hasta que haya devenido resistencia. La
transferencia a menudo basta por sí sola para eliminar los síntomas del padecer, pero ello de manera
solo provisional, mientras ella misma subsista. Así sería sólo un tratamiento sugestivo, no un
psicoanálisis. Adquiriría este último nombre si la transferencia ha empleado su intensidad para vencer
las resistencias.
PSICOTERAPIAS PSICOANALISIS
Son más fenomenológicas en la captación del Se propone una disección de las estructuras
síntoma productoras de conflicto
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Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la
transferencia, ya que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un
análisis. La cuestión es preguntarse que agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos
parece que ciertas cuestiones del encuadre sean lo esencial: el pago, en numero de sesiones, la
disponibilidad del lugar, el diván, horarios, etc. Sí nos parece importante contar con la aceptación por la
institución de ciertos requerimientos que tiene un tratamiento analítico: elección mutua entre analista y
paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de la relación analítica, aceptación del tiempo de
duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no pueden fijarse
administrativamente, respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios administrativos.
La singularidad de cada análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnostico, clasificaciones y generalizaciones que
suelen hacer conflicto con este requerimientos de singularidad. Lo que nos parce que la institución
agrega a estos tratamientos es justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En al creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza
instituyente de una relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de
análisis. Esta transferencia es previa a la transferencia analitica propiamente dicha, y suele
permanecer como obstáculo, telón de fondo de todo tratamiento en las instituciones, con frecuencia
como un aspecto no analizable. Esta transferencia esta configurada por la relación regresiva que el
paciente mantiene con la institución médico-asistencial y que suele expresarse tanto bajo formas de
sometimiento como de exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la función
sofocante de la subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar privilegiado de deposticación y fijación de los
aspectos ambiguos de la personalidad, indiferenciados. Hay una impregancion identificatoria en la
relación del sujeto con la institución. Ddesde otro angulo: la consciencia, la representación, que el
enfermo tiene de su padecimiento, incluye las de la institución medica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de el parten los fantasmas
omnipotentes de control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la
fusión con la madre: exigencia de ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra
parte esta transferencia con la institución esta infiltrada por la compulsión de repetición.
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la
relación al analista alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de
modo compulsivo el vinculo simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su
dimensión compulsiva nos aparece en lo altamente ritualizado en la relación con el medico y en el
requerimiento repetido del acto sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza
homogeneizante que aplasta las singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus
síntomas podrían desplazar sentido. Toda institución afecta al ser de sus miembros a la
homogeneización que produce, borrando las diferencias subjetivas. Ambas, instituciones y
transferencia del sujeto, se constituye en resistencia al análisis que requiere el despliegue de una
singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico,
escindido y fijado en la relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la
institución sus propias demandas regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el
analista recurra a la institución como defensa, poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve
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al analista para protegerse de la transferencia del paciente y al mismo tiempo o simultáneamente sirve
al paciente como resistencia para el análisis, la institución, en su reinado absoluto logra impedir el
análisis. Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a
ésta como síntoma: en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista
interroga sobre la demanda de la institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es
objetivamente del enfermo; esto se expresa en el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus
ser en lo simbólico (esto es, define su lugar en los intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número.
Una interrogación psicoanalítica sobre esta demanda, encarnada en el paciente, apunta a interrumpir
la ley ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y permite acceder al sentido de su
organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica
en la que el padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus
relaciones actuales, la demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un
síntoma lo interroga: a que sirve el síntoma? Porque en este momento? Que quiere del medico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido,
incorporando y significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este
sentido, los encuadres de las institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la
institución asistencial (lugar, tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la
demanda pueda ser escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención
analítica no tiene porque ser diferente al que se hace en la practica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su
prestigio narcisista o su poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta
para facilitar la relación del paciente con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas
y otros técnicos de la Salud Mental en las instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas,
que supone un modo de relación nueva y diferente con los enfermos, repercute sobre el conjunto de la
institución y tiene en cuanto a esto, un valor critico sobre los vínculos que la institución propone. Es
necesario partir de la idea de que en el momento actual la institución de Salud Mental no es en si un
instrumento terapéutico, sino el lugar donde se implante una relación nueva que quiere ser terapéutica.
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Responde a la demanda. Presenta una relación
asimétrica de poder. El poder está en posición del
psiquiatra (sujeto de la enunciación que tiene la No responde a la demanda sino que lo interroga
palabra), el sujeto es hablado por el saber
psiquiátrico (sujeto del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto natural
por su condición de enfermo. El sujeto ya no es Su intervención es singularizante, tiende a
más objeto de esta medicina, es solo terreno, resituar en el sujeto su relación con lo colectivo
hábitat en el que la enfermedad evoluciona
Se caracteriza por su capacidad de problematizar
Presenta modelos clasificatorios y objetivantes.
la realidad sobre lo que piensa, mostrar su
Nombra por sus diagnósticos y hace entrar al
complejidad, tensiones, fuerzas y los caminos
enfermo en sus categorías. Generaliza
de resolución de sus conflictos
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clínica que demanda un análisis. Está constituida por entrevistas preliminares que dejan ver la
estructura clínica del pte; son un medio para realizar un diagnostico.
Un pte, según lacan, no puede estar ubicado en dos estructuras al mismo tiempo. El analista
deberá ser preciso con el fin de orientar las acciones a la cura y es complicado porque se puede
encontrar con neuróticos con rasgos perversos o perversión más del lado del psicótico, etc.
La dura que puede darse en un analista, puede resolverse: recusando la demanda o
prolongando entrevistas hasta que el analista este seguro.
Las entrevistas son como la estructura de bienvenida para el psa. No tienen tiempo definido y
son un principio lacaniano. El analista puede darse el tiempo necesario en estas sesiones que no
tienen una estructura estándar.
Miller: plantea que en el análisis la cuestión del derecho es esencial, mucho más que la cuestión
de los hechos. Las personas quieren el análisis, se sienten “mal hechos”, lo cual es propio de la
condición humana.
La cuestión fundamental del sujeto en análisis es: a que cosa tengo derecho? Un neurótico
puede negarse a abandonar las cosas que le impiden gozar porque icc no tiene derecho a eso. El
derecho es siempre una ficción, simbólica y que estructura el mundo siendo operativa.
El sujeto en la clínica es un sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con relación
al derecho, no se trata de un sujeto de hecho. Y si alguien va a observar al sujeto buscándolo en la
objetividad, jamás lo encontrara.
Decir que el sujeto en la clínica no es un sujeto de hecho sino un sujeto de derecho, equivale a
decir que no se puede separar la clínica analítica de la ética, de la ética del psa. Es la ética del psa la
que constituye, en la experiencia analítica, al sujeto. La primera incidencia clínica de la ética del psa es
el propio sujeto.
Localización subjetiva:
Lo esencial es lo que el pte dice 🡪 significa separarnos de la dimensión del hecho para entrar en
la dimensión del dicho, que no está muy lejos de la dimensión del derecho pero: ir de los hechos a los
dichos no es suficiente. También es necesario cuestionarse la posición que toma el que habla en
relación a sus dichos. Lo esencial es a partir de los dichos, localizar el decir del sujeto (localización
subjetiva, introduce al sujeto en el icc), lo que lacan llamaba: ENUNCIACION 🡪 la posición que aquel
que enuncia toma con relación al enunciado.
MODALIZACION 🡪 MODULACION DEL DICHO 🡪 palabras que indican en el dicho, la posición
que el sujeto asume ante el. (el tono, por ejemplo, también es una modalizacion).
- Alguien puede decir una cosa sin creer en lo que dice.
- En el análisis, hay un esfuerzo de decir la verdad, pero esta no podemos conocerla y es con la
regla analítica que esto aparece. La verdad no puede ser dicha porque no la conocemos y la única
cosa que se puede hacer es decirla. Hay sujeto que el esfuerzo de decir la verdad los lleva a la
imposibilidad de decirla y conlleva sufrimiento.
Miller habla de la CAJA VACIA DEL SUJETO: distinguir entre el dicho y una posición con
relación al dicho, siendo esa posición el propio sujeto. Es decir, tenemos siempre que inscribir algo, en
segundo lugar, como un índice subjetivo del dicho. En la caja vacía es donde vamos a escribir las
variaciones de la posición subjetiva.
Es importante para el analista distinguir el enunciado de la enunciación, el dicho del decir. Una
cosa es el dicho, el dicho como hecho y otra lo que el sujeto hace de lo que dice: hay una posición
subjetiva con relación a lo dicho.
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Atribución subjetiva:
El analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda. Ya que se puede hacer una
demanda de análisis a través de una medicación, una demanda de supervisión puede ser una
demanda de análisis, etc. Miller hace un paralelismo de esto con una frase de lacan en cuestión
preliminar: “en cada cadena significante se sitúa la cuestión de la atribución subjetiva” 🡪 no hay una
sola cadena ste sin que se plantee la cuestión del sujeto, de quien habla y desde que posición habla.
En toda cadena ste la cuestión es de atribución al sujeto, al sujeto del dicho.
Cadena ste 🡪 no hay una unidad de la cadena ste desde el punto de vista de la enunciación.
Una palabra es la repetición del discurso del otro. Es polifónica, hablamos a varias voces modificando
continuamente la posición del sujeto.
Importancia de la PUNTUACION como método analítico 🡪 la puntuación justa depende de cómo
el analista fija la posición subjetiva 🡪 palabra del analista, palabra de verdad.
Evolución de la modalidad del dicho:
El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de cambio “quiero cambiar”, puede
revelarse como una demanda de no cambiar. A veces el pte busca un analista para saber si alguien
puede entender lo que dice. La pregunta clave que debe hacer el analista a su pte: “pero, que quiere
decir con eso?”
El diagnostico se hace por un motivo de racionalidad pero es un poco homologo a lo que se hace
cuando se clasifican animales. Para el psa, el síntoma que puede tratarse es un auto diagnostico, es
un síntoma aquello que el sujeto considera como tal. Solo es un síntoma tratable aquel que se
presenta como un ste de la tr, que suponga un sujeto. (Diferente al síntoma en psiquiatría que tiene
que ver con la observación).
La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa.
Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para el aunque ignore la causa.
Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina.
Pero también dentro del psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
✔ “el psa no es una psicoterapia” 🡪 es verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los
psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas por
los síntomas y el sufrimiento que produce el malestar. El psa transforma estas demandas en otra cosa,
pero son las mismas.
Por otra parte, muchos ana i’m listas no solamente analizan sino que trabajan en
instituciones.
✔ Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás” 🡪 no vendemos psicoterapia,
pero aceptamos demandas terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis
presenta dos aspectos indisociables.
-es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los
significantes, las palabras, los deseos que circulan en el icc.
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-Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos
TERAPEUTICA.
Las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración
del inconsciente .
No se puede prescindir del DIAGNOSTICO. En general lo justificamos en función de la posible
psicosis del pte que consulta.
Recorrido por las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis :
Los síntomas cambian según el contexto de discurso, son históricos.
Desde los inicios del psicoanálisis, se trataba de saber si había una clínica psicoanálisis propia
del discurso analítico, que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Suponía una
nosografía propia (id de los síntomas propia) y teorías explicativas propias.
Freud y lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados
por la psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las
categorías diagnosticas de la psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
En contra de lo que se cree, la psiquiatría clásica y la clínica del DSM no son tan heterogéneas
como se imagina. La diferencia es que la clínica del DSM es descriptiva que pasa por la estadística,
mientras que la clínica clásica, la de los psiquiatras, era una clínica basada en el interrogatorio de los
ptes uno por uno, era más acorde al método psicoanalítico que la vía estadística y la respuesta a los
cuestionarios anónimos.
Hoy se hace hincapié en nuevos síntomas en la serie de depresión, abulia, toxicomanía, etc.
Uso del diagnostico: uso práctico ante el pte.
Algunos pensamientos piensan que el diagnostico es inútil en el discurso psicoanálisis . Pero
también están quienes denuncian el uso del diagnostico como un abuso.
La época actual es diagnosticista. Los mismos pacientes lo demandan, quieren etiquetas.
Foucault: diagnosticar es hacer entrar el caso singular en una especie general.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el
médico. En su palabra no se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es
por lo tanto un hetero diagnostico, un diagnostico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto
es constituyente, simplemente es el vehículo de los signos.
En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Lo denominada
síntoma en la clínica de la observación no se denomina síntoma en la clínica auto diagnosticada del
sujeto. O incluso lo que el otro social no soporta o lo estigmatiza, no siempre coincide con lo que no
soporta un sujeto dado. La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede
tratarse con el psa. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para el, aunque ignore su causa.
Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios.
Un ENFERMO IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de el
“lo tiene todo para ser feliz” pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre
el síntoma visible, aquel que el psiquiatra puede diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto
vive, o sea entre el síntoma observado y el síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico seria una especie
de abuso del saber en provecho de otra cosa.
Para Foucault: estigmatiza la posición del poder del psiquiatra.
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Nosotros, en tanto alumnos de lacan, estamos persuadidos de la necesidad del diagnostico
previo para saber si la persona que recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico y de
qué modo.
Para Freud, el psa es inoperante para la psicosis.
La posición de lacan: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una
psicosis, cuáles son sus condiciones, y la naturaleza de sus fenómenos, entonces se remara sobre
arena, entraremos en actividad en vano, y puede ser peligroso.
La localización subjetiva: consiste en hacer aparecer la caja: la caja vacía donde se inscriben las
variaciones de la posición subjetiva: hacerlo percibir al sujeto que toma distintas posiciones con
relación al dicho.
Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacio donde se inscriben las
modalizaciones. El vacio encarna el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la
modalidad fundamental que se debe hacer surgir: “yo, el pte, no sé lo que digo”. En este sentido el
lugar de la enunciación es el lugar del inconsciente
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UNIDAD 3 : TRANSFERENCIA
Sugestión, resistencia, repetición. Instalación de la transferencia. Transferencia como motor y
obstáculo a la asociación libre: de la repetición en acto al manejo de la transferencia.
Transferencia tierna. Erótica. Hostil. Actuar en vez de recordar. Neurosis de transferencia.
Bibliografía:
Disposiciones innatas e influjos durante la niñez determinan una forma de relación amorosa que
determinarlas condiciones de amor, las pulsiones a satisfacer y las metas que se fijaran, que se
pondrán en juego siempre, como un clisé, durante la trayectoria dese vida. Parte de las mociones
amorosos se volcaran hacia la realidad objetiva, y otra parte se desplegara en la fantasía, en el
inconsciente. Cuando la persona intente satisfacer su amor, van a participar ambas corrientes de las
mociones para el acomodamiento con un objeto (persona). Una de estas personas es la del médico,
que será insertado en la serie psíquica de objetos de amor del paciente.
Esta transferencia de amor consciente/inconsciente se produce no solo en personas neuróticas
bajo tratamiento, sino que se dan también en personas no analizadas, por lo cual no es culpa del
psicoanálisis que esta aflore. Sucede también que esta transferencia, palanca del éxito, salga como la
más fuerte resistencia. Para esclarecer esto vemos el camino a la neurosis: hay introversión de la
libido a estadios infantiles a causa de una frustración en la vida real de la satisfacción, lo que sale a luz
en el análisis como una resistencia. A estas mismas fuerzas que llevan a la represión, se le suma,
también una atracción que ejerce el inconsciente sobre la libido. Dos fuerzas: la que empuja a lo
inconsciente, y la que ejerce el inconsciente mismo. Va a haber un punto donde, persiguiendo el
material inconsciente desde uno consciente, se va a ver claramente una ocurrencia como un
compromiso entre ambas partes y es ahí donde sobreviene la transferencia: si algo del material del
complejo es apropiado para transferir sobre el médico se genera una formación de compromiso.
Para entender porque la transferencia es también resistencia Freud separa la transferencia
positiva de la negativa. La primera tiene 2 partes: una de sentimientos amistosos y tiernos susceptibles
de conciencia y otra parte erótica inconsciente. Estos dos partes están enlazados y la tierna se genera
a expensas de un debilitamiento de la erótica. Esta parte positiva erótica, junto con la transferencia
negativa son las que forman la resistencia en el análisis. La parte tierna de la transferencia positiva es
la que lleva al éxito de la cura.
Cuando se detiene la asociación libre del paciente, puede ser porque entra en juego la
transferencia con el médico.
¿Por qué en el análisis la Transferencia sale al paso como la más fuerte resistencia?
Cuando las asociaciones libres del paciente se deniegan, es posible eliminar esa parálisis
aseverándole que ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a
algo perteneciente a él. Para explicar la transferencia devenida resistencia, Freud evoca la
condición psicológica del tratamiento: una condición previa, regular e indispensable de toda
contracción de una psiconeurosis, es el proceso que Jung denominó “Introversión de la libido”.
Disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad objetiva y aumenta
el sector de la libido extraña a la conciencia. La libido se interna en el camino de la regresión y reanima
los imagos infantiles.
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Hasta allí sigue la cura analítica que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y
ponerla al servicio de la realidad objetiva. Ahora todas las fuerzas que causaron la regresión de la
libido se elevan como unas resistencias al trabajo para conservar ese nuevo estado.
Las resistencias acompañan todos los pasos del tratamiento. Si se persigue un complejo
patógeno desde su subrogación en lo consciente (síntoma) hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida
se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con nitidez. En este punto sobreviene la
transferencia. Si algo del material del complejo es apropiado para ser transferido sobre la persona del
médico, ésta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante
los indicios de una resistencia (ejemplo: detención de las ocurrencias).
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situación presente. Tenemos que prepararnos para que el analizado se entregue a la compulsión
de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo en la relación personal con el
médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida -p. ej., si durante la
cura elige un objeto de amor, toma a su cargo una tarea, inicia una empresa-. Tampoco es difícil
discernir la participación de la resistencia. Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el
recordar por el actuar (repetir). Si la cura empieza bajo el patronazgo de una trasferencia suave,
positiva y no expresa, esto permite, como en la hipnosis, una profundización en el recuerdo, en
cuyo trascurso hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el ulterior trayecto esa trasferencia
se vuelve hostil o hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja sitio enseguida
al actuar. Y a partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El
enfermo extrae del arsenal del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la
cura, y que nos es preciso arrancarle pieza por pieza.
El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia. ¿Qué
repite o actúa? Repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser
manifiesto (sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además,
durante el tratamiento repite todos sus síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder
actual. Esta condición patológica va entrando progresivamente dentro d del campo de acción de la
cura, y el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo y actual, mientras el analista tiene que realizar el
trabajo terapéutico que en parte consiste en reconducirlo al pasado.
El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un
fragmento de vida real, y eso no puede ser inofensivo y carente de peligro.
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el
reproducir en un ámbito psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo
puede lograr. Se dispone a librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito
psíquico todos los impulsos que él querría guiar hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el
trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una acción, lo celebra
como un triunfo de la cura. Cuando la ligazón trasferencial se ha instalado, el tratamiento logra impedir
al enfermo todas las acciones de repetición más significativas y utilizarlas como un material para el
trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y
transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa
compulsión inocua y, más aún, aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto
ámbito: le abrimos la trasferencia como la palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad
casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que
permanezca escondido en la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la
enfermedad cobran un nuevo significado trasferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por
una neurosis de trasferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La
trasferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el
tránsito de aquella a esta. El nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero
constituye una enfermedad artificial asequible por doquiera a nuestra intervención. De las reacciones
de repetición, que se muestran en la trasferencia, los caminos del tratamiento llevan luego al despertar
de los recuerdos, que vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto el médico, pues
el analizado nunca la discierne, y comunicársela a este. Pero nombrar la resistencia no puede
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producir su cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo
el trabajo y obedeciendo a la regla analítica fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre
uno, dentro del trabajo con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de
cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. Se tiene que esperar y
consentir un decurso que no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para
el analizado y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que
produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo
influjo sugestivo. En teoría se la puede equiparar a la «abreacción» de los montos de afecto
estrangulados por la represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico
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2) Empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la
situación.
3) Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva. Más ciego en la apreciación de
la persona amada.
La terapia hipnótica usa la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja
intactos los procesos que han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los
conflictos de donde nacen los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de ellos;
impone un difícil trabajo para cancelar las resistencias internas. Se trabaja con la transferencia
resolviendo lo que se contrapone. La superación de los conflictos se logra si se le han dado las
representaciones-expectativa que coinciden con su realidad interior. La transferencia es objeto de
tratamiento, es descompuesta en su manifestación. El éxito del tratamiento se produce por superación
de las resistencias.
Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de gozar y producir porque la libido no está dirigida a
objetos reales, y porque tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y
defenderse de ella. La terapia consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al
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Yo para ponerla al servicio de él. La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la
satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario resolverlos; para esto hay que remontarse hasta su
génesis, renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas no
disponibles en ese momento, pero no en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la
represión sino en transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La transferencia es el
campo de batalla en el que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda la libido converge en la
relación con el médico, los síntomas quedan despojados de libido. La transferencia aparece en lugar
de la enfermedad. En lugar de los objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el
médico. Cuando la libido vuelve a desasirse del objeto provisional no puede volver atrás a sus
primeros objetos, sino que queda a disposición del Yo. Se libró batalla con la repugnancia del Yo hacía
ciertas orientaciones de la libido (inclinación a reprimir).
Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto
de la libido, para eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo. Bajo la
influencia de la sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado por lo inconsciente que
se hace consciente, se reconcilia con la libido, se le concede alguna satisfacción y se reduce el horror
ante sus reclamos por la posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.
Los límites están en la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en
la rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueños, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los
síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión
y los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.
El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta
mociones reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La
persona sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo
práctico, y se define por el resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el
sano puede poseer innumerables formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia
práctica. La diferencia es de índole cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y
ligados por represión.
El yo tiene como tarea obedecer a sus 3 vasallajes: el ello, la realidad objetiva, y el superyó. Y
mantener pese a todo, su autonomía. El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias
pulsionales del ello, para lo cual tiene que solventar grandes gastos de contrainvestidura. También la
exigencia del superyó puede volverse intensas. Ello y superyó hacen causa común contra el oprimido
yo, quien para conservar su norma quiere aferrarse a la realidad objetiva.
PLAN TERAPEUTICO: el yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que
acudir en su ayuda. FORTALECER EL YO DEBILITADO + VENCER LAS RESISTENCIAS.
El médico y el yo debilitado del enfermo, deben formar un bando contra los enemigos: PACTO.
El yo del enfermo nos promete la más cabal sinceridad y nosotros le aseguramos discreción y
ponemos a su servicio nuestra experiencia. Nuestro saber debe remediar su no saber, debe devolver
al yo del pte el imperio sobre jurisdicciones perdidas de la vida anímica.
Lo comprometemos a observar la REGLA FUNDAMENTAL DEL PSA, que en el futuro debe
gobernar su conducta hacia nosotros. Todo cuanto le acuda a la mente, aunque sea desagradable,
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debe decirlo, aunque le parezca sin importancia y hasta sin sentido. Así, nos permite colegir lo icc
reprimido en el, y por medio de nuestra comunicación, ensanchar la noticia que su yo tiene sobre su
icc.
PERO el pte ve en el analista un RETORNO, una reencarnación de una persona importante de
su infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin duda se
referían a ese arquetipo. Este hecho de la TR pronto demuestra ser: por un lado, un recurso auxiliar de
valor insustituible, por el otro, una fuente de peligros serios. Esta TR es ambivalente, incluye actitudes
positivas, tiernas, así como negativas y hostiles hacia el analista, quien por lo general es puesto en el
lugar de un miembro de la pareja parental. Mientras es positiva nos presenta los mejores servicios,
resorte que pulsiona la colaboración del pte.
La relación transferencial conlleva, además, otras dos ventajas. Si el pte pone al analista en el
lugar de su padre o su madre, le otorga también el poder que su superyó ejerce sobre su yo, puesto
que estos progenitores han sido el origen del superyó. Y entonces el nuevo superyó tiene oportunidad
para una suerte de pos educación del neurótico.
Otra ventaja de la TR es que en ella el pte escenifica ante nosotros, un fragmento importante de
su biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Actúa en
lugar de informarnos.
Puesto que la TR reproduce el vínculo con los padres, asume también su ambivalencia.
Difícilmente se pueda evitar que la actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe en negativa
hostil. También esta es de ordinario una repetición del pasado.
Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la TR positiva están bajo sospecha de ser
de naturaleza sugestiva. Si la TR negativa llega a prevalecer. Uno repara, en que fueron vanos todo el
empeño y trabajo anteriores.
Es muy indeseable para nosotros que el pte fuera de la TR actúe en lugar de recordar: la
conducta ideal para nuestros fines seria que fuera del tto el se comportara de la manera más normal
posible y exteriorizara sus reacciones anormales solo dentro de la tr.
Si lo asaltáramos con nuestras interpretaciones antes que el estuviera preparado, la
comunicación provocaría un estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la
haría peligrar. En cambio, si lo hemos preparado todo de manera correcta, a menudo conseguimos
que el pte corrobore nuestra construcción y el mismo recuerde el hecho íntimo o externo olvidado.
Con la mención de la resistencia hemos llegado a la segunda parte. El yo se protege mediante
unas constrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados oriundos del ello icc y reprimido: que
estas constrainvestiuras permanezcan intactas es una condición para la función normal del yo.
Queremos que el yo, tras cobrar osadía por la seguridad de nuestra ayuda, arriesgue el ataque
para reconquistar lo perdido. Y en este empeño registramos la intensidad de esas contrainvestiduras
como unas resistencias a nuestro trabajo. Resistencia de represión.
Debemos mover al yo para que venza esas resistencias. Vencer las resistencias es la parte e
nuestro trabajo que demanda el mayor tiempo y la máxima pena.
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UNIDAD 4 : CONTRATRANSFERENCIA
Diferentes concepciones de la contratransferencia. Transferencias cruzadas. Deseo del
analista.
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sin que muchas interpretaciones de mi parte hayan sido necesarias. De todas formas, no hay que
generalizar: los psicóticos y los borders plantean un abordaje diferente, algunos neuróticos también, ya
que en determinados casos se requiere de una mayor participación del analista.
MARCO AMPLIO MAS QUE ENCUADRE RIGIDO 🡪 para el trabajo de análisis con un paciente
neurótico, no es un cuadro rígido, inmodificable e inflexible. Todo lo contrario: varia con cada
analizante y también con las distintas etapas de un análisis. Así como cada paciente es absolutamente
singular, también el analista lo es, y tendremos que ir acuñando un estilo propio, un modo original de
ejercer psicoanálisis. El dispositivo analítico, además de adecuarlo a cada analizante, cabe adaptarlo
también a la medida del analista.
RETORNO A LA ASOCIACION LIBRE 🡪 la asociación libre no está pensada como una fuente de
recuerdos ni para rememorar acontecimientos vividos. Funciona como una musa inspiradora: aporta
ideas, ocurrencias para que luego sean procesadas. La asociación libre no es sinónimo de halar en
sesión, se puede llenar horas con un discurso vacío.
En cambio, hay una exigencia de trabajo implícita en esta visión de la asociación libre y de la
elaboración posterior de aquello que esta aporta.
Hay que suponer que algo ligado a la pulsión de vida, permite la emergencia de un soplo nuevo,
una bocanada de aire fresco. Yo no actúo ahí por sola presencia. Acompaño esa tarea. Acompañar a
veces con un sí..Si... o un ahá.. hacer una acotación o señalar un aspecto especifico a interpretar.
EL PASADO 🡪 un psa no apunta reconstruir el pasado del sujeto, sino que punta mas a la
resignificación. Sabemos que en un análisis se producen con cierta frecuencia revivencias de aspectos
de la historia personal. A mí me interesa poner ese movimiento mas al servicio de la
RESIGNIFICACION de aquella que a los efectos de una minuciosa reconstrucción de los tiempos y
contextos anteriores.
Más que reconstruir el pasado se trata de construir una historia que no ha tenido jamás lugar
anteriormente, en tanto se la edifica con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz. Por eso es
que hay una creación en la transferencia, no solo repetición: surge algo nuevo.
La emergencia de verdades subjetivas instaura un saber, pero la modificación del sujeto no es
por ese plus de conocimientos.
Es fundamental distinguir lo que constituye un epifenómeno de las modificaciones psíquicas de
aquello que serian las causas de los cambios.
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cambiar la forma de vivir. El análisis tiene algo que ver con esto, en tanto ha preparado el terreno para
que tales cimbronazos acontezcan. El trabajo analítico fue despejado toda la gama de coberturas y de
hojarascas que mantenían embotadas esas fuerzas, ese empuje.
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Pienso que las particularidades del analista entran en juego, en tanto en la situación analítica no
funcionamos como puro espejo ni somos solo receptores o pantalla de lo que el analizante pone en
nosotros. Nuestra presencia no es solo en el plano consciente. La transferenciaes la heredera de la
sugestión.
DESEO DEL ANALISTA 🡪 Lacan habla de la presencia del analista en la trama transferencial. La
transferenciase origina a partir del analista. Es este quien la provoca, la dispara, poniendo en juego el
deseo del analista, que tendría como función hacer emerger el deseo del analizante. Cuando lacan
habla del deseo del analista se esta refiriendo a un deseo que permite sostener la función analítica.
Al sostener la idea de TRANSFERENCIACRUZADAS, subrayo que tanto analista como
analizantes en el campo transferencial, cada uno con sus propias repeticiones, fantasmas, deseos,
síntomas, y entre ambos configuran una relación única. La transferenciaademás de producirse
espontáneamente, es activada, potenciada por el dispositivo y las interpretaciones analíticas.
Hablar de TRANSFERENCIACRUZADAS no significa que las posiciones y funciones de ambos
sean simétricas. Tampoco otorgar vía libre a la subjetividad del analista, a la sugestión, al uso de los
sentimientos del analista para precisar mejor los de su paciente, ni hacer de los afectos la brújula para
comprender al analizante.
LA FUNCION DELANALISTA🡪 Existe una función del analista, lo que no existe es esa función
en abstracto, disociada de un sujeto de carne y hueso que la lleva adelante. Ella se encarna siempre
en tal o cual analista. No es indiferente de quien ocupe ese lugar, quien se hace cargo de dicha
función. Teniendo en cuenta la incidencia personal del analista, es como podrían en la práctica
limitarse o controlarse estas influencias. Cada analista está metido en el análisis de sus pacientes y lo
está con sus características propias.
Pretender que es posible borrarnos completamente para que el espacio transferencial sea
ocupado solo por el analizante, sosteniendo que lo único que estaría en juego es la subjetividad del
paciente y queriendo de paso fundar en ello la objetividad, es una opción que entraña sus riesgos. El
analista no es jamás un observador neutro, sino que forma parte de la situación analítica y que, sus
vacilaciones respecto de la neutralidad no suelen ser excepcionales.
Estoy convencido de que el reconocimiento de estos hechos permitiría limitar esa incidencia,
tanto por parte del analista como del analizante. El primero está obligado a tomar los cuidados
necesarios para evitar dirigir la vida de su paciente; al segundo le cabe la posibilidad de no tomar las
intervenciones de su analista como si fuera palabra santa.
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Al cabo de un año el sujeto se da cuenta que su estado de confusión era consecuencia de sus
reacciones de duelo, que solo invirtiéndolas había podido superar.
La analista se cree aquí autorizada para hacer lo que se denomina una interpretación de ego a
ego (que no se distingue de la proyección). Conviene abstenerse de estas interpretaciones. Se trata de
intervenciones del eje de lo simbólico, no desde el eje de lo imaginario.
Escritos Técnicos. Lacan
● Los escritos técnicos, son un cierto número de escritos de Freud entre 1904 y 1919,
cuyo título, presentación y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico (Freud no
habla en ellos exclusivamente de técnica). En ellos hay nociones fundamentales para comprender
el modo de acción terapéutica analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el
modo de acción e intervención en la transferencia y el papel esencial de la neurosis de
transferencia.
● Estos textos constituyen una etapa intermedia, preceden a la elaboración de la teoría
estructural (neurosis, psicosis, perversión) de las instancias, la que Freud llamó metapsicología.
● La experiencia analítica debe formularse en una relación de tres (la palabra) y no de
dos.
● Para Freud, la dimensión propia del análisis es la reintegración por parte del sujeto de
su historia hasta sus últimos límites sensibles.
● La historia no es el pasado, es el pasado historizado en el presente.
● Que el sujeto reviva, rememore, los acontecimientos formadores de su existencia, no es
tan importante lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.
● El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de
reviviscencia en el sentido afectivo.
● La teoría no coincide con la práctica, pero la estructura.
● El problema del sujeto es el rechazo del sentido de sus síntomas. Este sentido no debe
serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la
persona humana. A eso es ilógico plantear que el objetivo es forzar la resistencia del sujeto.
(escuela inglesa).
● Freud considera al discurso como una realidad en tanto tal, haz de discursos
yuxtapuestos que se recubren unos a otros, se suceden. Él no disponía de la noción de “soporte
material de la palabra”, Hoy habría tomado como elemento de su metáfora, la sucesión de
fonemas que componen parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es
tanto mayor a medida que el sujeto se aproxima a un discurso que sería el último y el bueno, pero
que rechaza de plano.
● Todo lo que suspende, destruye, interrumpe la continuidad del tratamiento es una
resistencia.
● No es ajeno a la esencia de la palabra, engancharse en el otro. La palabra es sin duda
mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un
elemento esencial de la realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Pero existe otra
faceta de la palabra que es revelación. Revelación y no expresión: el inconsciente sólo se expresa
mediante una deformación.
● La resistencia se produce en el momento en que la palabra de revelación no se dice, no
aparece.
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● Palabra plena: donde se dice lo que no se quiere decir y aparece el Sujeto. Aparece la
verdad del sujeto.
● Palabra Vacía: el conocimiento, Comunica los acontecimientos.
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Este doble carácter de algo inherente a la situación analítica pero deslizable hacia el polo de la
liquidación de la misma es característico de momentos contra transferenciales.
Estas experiencias contra transferenciales como complicación fecunda, no supone invertir el
sentido del proceso, sino favorecer un salto cualitativo en el balance regresivo del analista
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UNIDAD 5 : OBSTÁCULOS AL TRABAJO DE LA ASOCIACIÓN
LIBRE:
Las distintas formas de resistencia.Resistencias del yo: represión, beneficio secundario del
síntoma, transferencia.. Resistencia del ello: compulsión de repetición. Pulsión de muerte y
Más allá del principio del placer.. Resistencia del superyó: reacción terapéutica negativa.
Sentimiento inconciente de culpa y necesidad de castigo.. Resistencias del analista.
Bibliografía:
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- Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de
tinte erótico y explotarla a los fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura,
hace que se pierda todo interés por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del
paciente, y lo espejan de manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del
análisis si una técnica diestra sabe darle el giro correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su
empeño sobre cualquier mejoría d su estado.
Estas resistencias tienen que salir a la luz y quedamos insatisfechos cuando no lo provocamos
con nitidez suficiente y no podemos aclararlo al enfermo.
El vencimiento de estas es una operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que
nos asegura que hemos conseguido algo con el paciente.
Estas resistencias que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas, se convirtió en la
base de concepción dinámica de la neurosis.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varia de continuo, aumenta cada vez
que nos aproximamos a un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de
este y vuelve a desbaratarse cuando se lo finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de
la resistencia que un paciente puede desplegar. Si estamos a punto de promover a su cc un fragmento
nuevo del material icc, particularmente penoso para el, se vuelve critico al extremo.
¿De que manera aplicamos esto de que el enfermo se defiende con tanta energía contra la
eliminación de sus síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal de sus procesos anímicos?
Se registran fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado, tiene que ser las mismas
que en su tiempo lo impusieron.
En la formación del síntoma tiene que haber ocurrido algo que ahora podemos reconstruir. La
existencia del síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final
normalmente, de manera que pudiera devenir consciente. El síntoma es un sustituto de lo que se
interceptó. Debe de haberse producido una violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado
penetrase hasta la cc, por eso permaneció icc, en cuanto inconsciente tuvo el poder de formar un
síntoma. Esa misma renuncia se opone durante la cura analítica al esfuerzo por volver a transportar lo
inconsciente a lo consciente. Esto es lo que sentimos como RESISTENCIA. El proceso patógeno que
la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de REPRESION.
- Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a nada
de lo que conocemos.
- Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría
recuerdo alguno de el, el proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase.
- Las mociones que están dentro del vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la mirada de
la conciencia, que se encuentra en el otro espacio: por fuerza tienen que permanecer al principio
inconsciente. Cuando ya se abrieron paso hasta el umbral y fueron refrenadas por el guardián son
inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero las mociones a las que el guardián dejo
pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente conscientes, meramente pueden llegar a
serlo si logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso, ese sistema es el preconsciente.
El destino de la represión para una moción singular consiste en que el “guardián” no la deje pasar del
sistema inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con quien tomamos conocimiento en
calidad de resistencia cuando procuramos cancelar la represión mediante el tratamiento analítico.
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Los restos diurnos, en los que individualizamos a los incitadores del sueño, eran un materia
preconsciente que durante la noche, en el estado del dormir, había podido experimenta la influencia de
unas mociones de deseo inconscientes y reprimidas, y formar el sueño latente en comunidad con
estas mociones y merced a la energía de ellas. Bajo el imperio del sistema inconsciente, ese material
había recibido un tipo de procesamiento (la condensación y el desplazamiento) que en la vida anímica
normal, es decir, dentro del sistema preconsciente, es desconocido o se admite solo por excepción.
Los síntomas sirven a la satisfacción sexual de los enfermos, son un sustituto de esa satisfacción
que les falta en la vida. Los neuróticos son aquellos que enferman a raíz de una frustración cualquiera,
cuando la realidad les escatima la satisfacción de sus deseos.
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una barrera anti estimulo que protege contra las excitaciones del exterior, pero esa barrera no acciona
contra excitaciones del interior del aparato. Todo esto provoca: la prevalencia de las sensaciones
desplacer-displacer que son captadas por el CC. 2. Una orientación conductual hacia estímulos
internos que generan displacer. Estos estímulos serán tratados como externos para poder defenderse
de ellos (origen de la proyección).
Las situaciones traumáticas, provocadas por excitaciones externas (que rompen la barrera anti
estimulo), provocan un desequilibrio económica en el aparato psíquico. En este momento, el principio
de placer queda abolido, porque el sistema no puede evitar el ingreso desmedido de excitación. Lo
que buscará el aparato psíquico será dominar el estímulo, ligarlo psíquicamente, para luego
tramitarlo. El aparato pondrá una investidura energética contra esa energía que irrumpe, una enorme
contra investidura, que quita energía a todos los otros sistemas psíquicos para ser posible, lo que
resulta en una parálisis.
En las neurosis traumáticas, los sueños no están al servicio del cumplimiento del deseo, sino
que reconducen a la situación traumática, algo que no genera placer. Estos sueños buscan recuperar
el dominio sobre el estímulo traumático por medio de la angustia cuya omisión propicio la neurosis.
Esta función de “ligazón” sería más originaria que la de genera placer o evitar displacer. Entonces no
todo sueño es un cumplimiento del deseo, sino que es la manifestación de una compulsión a la
repetición.
Cap. V. Se había dicho que no hay barrera anti estimulo contra las excitaciones internas,
cuya fuente es la pulsión, por lo tanto estas pulsiones pueden provocar neurosis económicamente
equiparables a las neurosis traumáticas. Las mociones pulsionales tiene la característica de ser
“energía no ligada”, lo que permite la condensación y el desplazamiento característico del
inconsciente, es decir que son partes del proceso primario. Los estratos superiores del aparato
psíquico lo que buscarían es ligar la excitación que proviene de las pulsiones, tras lo cual se podrá
implementar el principio de placer. (Primero ligarla excitación, para luego tramitarla según el principio
de placer). Las exteriorizaciones de la compulsión de la repetición tendrían entonces un “carácter
pulsional” y demoniaco, opuesto al del principio de placer.
El niño repite, al servicio del principio de placer. Pero el analizado no. las repeticiones de éste
último están más allá del principio de placer. Esto demuestra que las huellas mnémicas de su pasado
infantil están en el interior del aparato como fuerza no-ligada.
Relación pulsión-compulsión a la repetición. Toda pulsión tendría como meta la
reproducción de un estado anterior, inherente a todo lo orgánico vivo. No habría pulsiones de
perfeccionamiento, o desarrollo, sino que estos serían causados por influjos exteriores al organismo.
La meta de toda la vida es a muerte, toda pulsión aspira a una vuelta a lo inanimado. Las pulsiones de
“auto conservación” serían pulsiones parciales que buscan asegurar el camino hacia la muerte.
Paradójico es el accionar pulsional, ya que el organismo lucha contra influencias que podrían ayudarlo
a alcanzar su meta vital.
El camino hacia el perfeccionamiento que parece contrariar las pulsiones como destinadas a
llegar a la muerte, nace en realidad de la represión de las pulsiones, por la sublimación.
La pulsión busca satisfacerse repitiendo una vivencia primaria de satisfacción. Ninguna
satisfacción sustitutiva o reactiva, o sublimación puede cancelar la tensión que genera esa pulsión, y
lo que no se contiene de ella genera el “factor pulsionante”, que al no poder “regresar” obstruido por
las resistencias, tiene una vía de escape hacia adelante.
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Cap. VII. Si la pulsión busca la vuelta a un estado anterior, a la muerte, es claro que hay
procesos más allá del principio de placer.
El aparato psíquico tiene como función primordial la de ligar energía, ligar las mociones
pulsionales. Una vez ligada la energía se puede imponer el principio de placer. El principio de placer es
una tendencia al servicio de la función mantener al mínimo la excitación en el aparato psíquico. Esta
función participa de la aspiración más universal de volver al reposo del mundo inorgánico. Se liga la
moción para acomodar la excitación y luego descargarla. El placer o displacer neos basa en ser un
proceso primario secundario, sino que en los procesos primarios hay placer y displacer, siendo estas
sensaciones más intensas que en los procesos secundarios.
El principio de placer está directamente al servicio de las pulsiones de muerte.
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Yo, no es solo el resto de las identificaciones, sino que también se opone a ellas. Dice como se debe,
y qué no se puede ser, porque las causas de la represión fue el amor sexual infantil que se tenía antes
esas figuras. (Algo así con ser como el padre por “x” motivo, pero no ser como por qué no puedes
tener tu madre). Cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido sobrevino la represión más
severo será ese súper yo, como conciencia moral y como sentimiento inconsciente de culpa.
El Súper Yo tiene como causa de origen 2 factores biológicos: el desvalimiento/dependencia del
ser humano (que tiene como consecuencia la elección de objeto de amor a la madre e identificación
con el padre, base del complejo de Edipo) y la acometida en 2 tiempos de la sexualidad humana.
El súper Yo es entonces heredero del complejo de Edipo, expresión de las mociones y destinos
libidinales del Ello, figurando como abogado del Ello ante el Yo, que representa al mundo exterior. Es
la relación del Súper Yo con el Ello lo que hace que quede en gran parte inconsciente.
Cap. V. Los vasallajes del Yo: Retomando, el yo se conforma en parte por las identificaciones
que reemplazan las investiduras de objeto. Estas primeras identificaciones se contraponen al Yo como
Súper Yo. La posición del Súper Yo se debe entonces que parte de identificaciones primordiales, que
tuvieron lugar cuando el yo era débil, y por serle heredero del complejo de Edipo. Conserva el carácter
del complejo paterno de dominar al Yo. Como el súper yo desciende de esas primeras investiduras
resignadas, reprimidas, el superyó mantiene una estrecha relación con el Ello y lo subroga frente al Yo.
En la clínica. Hay personas que ante las señales de mejoría, empeoran. Ante cada progreso
parcial, parece se esfuerzan en padecer. Esta es la reacción terapéutica negativa. Esta se opone a
la curación que pareciera ser un peligro. Ésta va más allá del desafío al analista o de la ganancia de la
enfermedad, persistiendo como el obstáculo más poderoso. Parece un factor “moral” que encuentra
satisfacción en la enfermedad. Pero el enfermo no siente culpa alguna, sino que se siente enfermo. Es
inútil pelear de forma directa con esta culpa, solo de forma indirecta poniendo poco a poco al
descubierto sus fundamentos inconscientes. Es quizás esta característica del Súper Yo, lo que podría
definir la gravedad de la neurosis.
La culpa “norma” es el resultado de la tensión entre el Yo y el Súper Yo, y es consciente. La
culpa neurótica no puede ser justificada por el enfermo, yole pide al analista que cela ratifique, para
desautorizarla. Pero esto no sirve, porque hay procesos del Súper Yo que el Yo no conoce. A veces se
reprime una percepción penosa con la que amenaza el Súper Yo, y el sentimiento de culpa permanece
inconsciente. Gran parte del sentimiento de culpa es en realidad inconsciente, porque la génesis de la
conciencia moral se relaciona con e Edipo que sufre represión. (Esta culpa Icc, si es desmedida puede
llevar a un acto delictivo para justificarla). Si bien el Súper yo parte también de las percepciones, su
energía de investidura parte del Ello.
El súper Yo es un “cultivo” de la pulsión de muerte, y deposita toda su agresividad en el Yo, en
los casos de sadismo, llegando incluso a dar muerte al Yo.
En la neurosis obsesiva no habría peligro de suicidio, pero hay una regresión a etapas pre-
genitales que hace que los impulsos de amor se traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto.
Estas mociones agresivas permanecen en el Ello, y el Yo las combate con formaciones reactivas, etc.
Pero el Súper Yo, se comporta como si el Yo fuera responsable de esas mociones y lo castiga. El Es
atacado por el Ello y el Súper Yo, lo que da por resultado un autor martirio y una tartarización del
objeto siempre que esté a mano.
La pulsión de muerte puede tener varios destinos: 1. puede ser inoculada por mezcla con la
pulsión de vida. 2 puede ser desviada hacia fuera, hacia los objetos del mundo exterior. 3. pueden
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permanecer obrando en el interior. Entre más se limita la salida al exterior, más severo se torna el
Súper Yo.
Al formarse el Súper Yo por identificación, hay una desexualización del vínculo con la figura
parental, lo que con lleva a una desmezcla pulsional, en la cual la pulsión de muerte queda en manos
del Súper Yo. En el caso de la neurosis obsesiva, la desmezcla pulsional se da por una regresión en el
Ello a etapa pre genitales donde el amor se expresaba en términos agresivos. Pero la agresión queda
también del lado del Súper Yo.
El Ello tiene 2 formas de llegar al Yo: de forma directa, y a través del Súper Yo. Y sirve al Ello, al
Súper Yo y a la realidad.
La angustia moral es la continuación de la angustia de castración, ya que la castración era antes
función del Súper Yo.
El masoquismo contradice el principio de placer porque el displacer mismo se vuelve meta. Hay
que indagar las pulsiones de vida y muerte en relación con el principio de placer.
Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial
de la tendencia a la estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las
sumas de excitación que le afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el
termino de principio de nirvana. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer displacer
con este principio de Nirvana. De ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y
todo placer con una disminución de la tensión de estimulo presenten en lo anímico; el principio de
Nirvana estaría por completo al servicio de las pulsiones de muerte, cuya meta es conducir la inquietud
de la visa a la estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar conra las exigencias de las
pulsiones de vida (de la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira. Por
ende, esta concepción no puede ser correcta. Es indudable que existen tensiones placenteras y
distenciones displacenteras. Es decir que el placer/displacer no se refiere al aumento o disminución de
una tensión (carácter cuantitativo). El placer-displacer dependería de algo cualitativo.
El principio de Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer, modificación
impulsada por la pulsión debida. El principio de nirvana expresa la pulsión de muerte. El principio
de placer subroga la exigencia de la libido y su modificación, el principio de realidad expresa el
mundo exterior. Ninguno de los tres es destituido por los otros. En general saben conciliarse entre si.
Se concluye que el principio de placer no es el principio rector de la vida.
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nombre de pulsión de destrucción . Parte de esa pulsión de muerte desviada es puesta al servicio de la
sexualidad (seria el sadismo), y otra parte queda en el interior ligándose gracias a la base fisiológica
de excitación de dolor, que sería el masoquismo erógeno, originario. Se mezclan entonces las dos
clases de pulsión.
Esa mezcla pulsional puede deshacerse luego. Después de que su parte principal fue trasladada
afuera, sobre los objetos, en el interior permanece como su residuo, el genuino masoquismo erógeno,
que por una parte ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto
al ser propio. Así, ese masoquismo seria un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que
aconteció la liga, tan importante para la vida entre Eros y la pulsión de muerte. El sadismo proyectado,
vuelvo hacia fuera, o pulsión de destrucción puede ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro,
regresando así a su situación anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario,
añadiéndose al primario.
2. Masoquismo femenino: Es el más accesible a la observación. Las fantasías perversas
desembocan en actos onanistas o ella escenificación misma de la escena como placer sexual. El
contenido manifiesto es: ser amordazado, atado, golpeado, azotado, sometido a obediencia. El
significado de esta fantasía es que el sujeto quiere ser tratado como un niño desvalido, dependiente,
pero en particular como un niño díscolo. El sujeto se pone en una situación femenina, porque la
sumisión masoquista significa ser castrado o poseído sexualmente o parir. Pero la condición es que los
genitales no sufran un daño efectivo. En esta fantasía se pone de manifiesto también un sentimiento
de culpa, porque se supone que la persona hizo algo malo (relacionado con el onanismo infantil esto).
Este tipo de masoquismo se basa enteramente en el masoquismo erógeno, primario, el placer en el
recibir dolor.
3. Masoquismo moral: Se aprecia como sentimiento de culpa inconsciente. Este masoquismo
no se relaciona con la sexualidad como las otras formas. En las otras dos formas, el padecer suele
surgir de la persona amada, ser tolerado por orden de ella, mientras que aquí importa el dolor en sí.
Hay una forma patológica, extrema, de este masoquismo se da en pacientes que ante la mejoría
en el análisis, sufren de cierto sentimiento inconsciente culpa y se los reconoce por la reacción
terapéutica negativa. Este sentimiento inconsciente de culpa es parte de la ganancia de la
enfermedad y el que más resiste a la cura. Se propone cambiar el nombre “sentimiento inconsciente
de culpa” por el de “necesidad de castigo”.
Hemos atribuido al superyó la función de la consciencia moral, y reconocido en el sentimiento de
culpa la expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimiento de culpa
(angustia de la conciencia moral) ante la percepción de que no esta a la altura de los reclamos que le
dirige su ideal, sus superyó
El yo encuentra su función en conciliar entre sí, En reconciliar, las exigencias de las tres
instancias a las que sirve, podemos agregar que para esto tiene en el superyó el arquetipo al que
puede aspirar. en efecto, este superyó es el subrogado tanto del ello Como del mundo exterior. Debe
su génesis a que los primeros objetos de las mociones libidinosas del ello, la pareja parental fueron
introyectados en el yo, a raíz de lo cual el vinculo con ellos fue desexualizado, experimento un desvío
de las metas sexuales directas. Solo de esta manera se posibilitó la superación del complejo de Edipo.
Ahora bien, el superyó conservo caracteres esenciales de las personas introyectadas; su poder, su
severidad, su inclinación a la vigilancia y el castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla
de pulsiones que acompaña a esa introducción en el yo. Ahora el superyó, la consciencia moral eficaz
dentro de el, puede volverse duro, cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
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Pero esas mismas personas que, como instancia de la consciencia moral siguen ejerciendo una
acción eficaz dentro del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del
ellos, pertenecen, además, al mundo exterior real. De este fueron tomadas; su poder tras el que se
ocultan todos los influjos del pasado y de la tradición, fue una de las exteriorizaciones más sensibles
de la realidad. Merced a esta consciencia, el superyó, el sustituto del complejo de Edipo, deviene
también representante del mundo exterior real y, así, el arquetipo para el querer alcanzar del yo. El
complejo de Edipo demuestra ser la fuente de nuestra eticidad individual.
Hay una diferencia esencial entre inconciencia moral y masoquismo moral. En la
inconciencia moral el acento está en el sadismo acrecentado del súper yo al cual el yo se somete. En
el masoquismo moral es el Yo el que pide castigo, sea del súper Yo o de objetos externos. En los dos
casos se trata de una relación entre el yo y el superyó o poderes equiparables a este ultimo, y en
ambos el resultado es una necesidad que se satisface mediante castigo y padecimiento. A su vez el
sadismo del súper yo puede hacerse consciente, mientras que el masoquismo del yo permanece por lo
general oculto a la conciencia.
La consciencia moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización, del
complejo de Edipo, mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada el complejo de Edipo es
reanimado, se abre la vía para una regresión de la moral al complejo de Edipo. El masoquismo moral
es inconsciente. Este masoquismo moral re-sexualiza la relación con el objeto introyectado,
reanimando el Edipo, ya que el deseo de ser golpeado se relaciona con una vinculación sexual pasiva
que el niño tuvo para con el padre. Para provocar el castigo por parte de esta ultima subrogación de
los progenitores, el masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar en contra de su
propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren el mundo real, y eventualmente aniquilar su
propia existencia real
La vuelta del sadismo al interior de la persona es propiciada por una sofocación cultural de las
pulsiones, esto es lo que genera el acrecentamiento del masoquismo en el interior del yo. El sadismo
del súper yo se complementa con el masoquismo del yo. Es por esto que la sofocación pulsional
genera culpa y que un aumento en la abstención de agredir, aumente la severidad de la conciencia
moral: porque se vuelve hacia adentro la pulsión de muerte.
Primero hay renuncia de lo pulsional por influjo de poderes exteriores, creando la etnicidad que
luego proclama nuevas renuncias pulsionales.
El masoquismo moral testimonia la mezcla y desmezcla pulsional, pero desciende de la pulsión
de muerte y de ahí su peligrosidad. Pero a su vez tiene el valor psíquico de un componente erótico, y
por eso produce satisfacción libidinosa.
42
alteración del yo, como formación reactiva en el interior del yo, estas formaciones son exageraciones
de rasgos de carácter normales.
En la histeria resulta más difícil pesquisar la contrainvestidura, pero es igualmente indispensable.
La RESISTENCIA que debemos superar en el análisis es operada por el YO, que se afirma en
sus contrainvestiduras. Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo
con lo reprimido. Si ha devenido cc le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas
y premios si abandona la resistencia. En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que
poner en duda o rectificar. Pero el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun
después que se formo el designio de resignar sus resistencias, y llamamos REELABORACION a la
fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. Tras cancelar la resistencia yoica, es
preciso superar el poder de la compulsión de repetición.
Freud retrabaja las resistencias:
oResistencia de asociación 🡪 resistencia radial, que implica que cuanto más cerca nos
encontramos del núcleo patógeno, mayor resistencias se encuentran.
oResistencia en la transferencia 🡪 la transferencia tiene una cara motora que permite el circuito
asociativo, y también una cara como obstáculo que implica que en determinado momento se produce
una falta de asociación.
oResistencia en la ganancia secundaria de la enfermedad 🡪Hasta aquí, lo inconsciente era igual
a lo reprimido, pero ya no piensa SOLO en la concepción dinámica lo cual implica la represión y el
retorno de lo reprimido.
oCompulsión a la repetición 🡪 con mas allá del principio de placer, Freud se pregunta qué es lo
que no se puede tramitar? Piensa en resistencias estructurales con incidencias en la teoría analítica.
Existen resistencias que la interpretación no puede levantar.
En el análisis hay que combatir con 5 clases de resistencias: todo aquello que impide y
obstaculiza el trabajo analítico
Resistencias el yo:
●Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión
sustrae la representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
●Transferencia: es una resistencia en tanto impide la asociación libre.
●Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
●Compulsión de repetición
Está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere resignarse.
No puede ser trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una
reelaboración (vuelta del análisis)
Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se
recorta la estructura de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
●Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se
opone al éxito y a la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la RTN, es decir, el
sujeto no quiere abandonar la satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto no quiere
abandonar su posición de enfermo, no quiere curarse.
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27) Freud (1929). EL MALESTAR EN LA CULTURA. Cap VII y VIII. (PR A- 8)
¿Qué le pasa para que se vuelva inocuo su gusto por la agresión?
La agresión es introyectada, interiorizada, pero en verdad es reenviada a su punto de partida.
Vuelta hacia el yo propio; es recogida por una parte del yo que se contrapone al resto como superyó y
entonces como cc moral. (Ejercer contra el yo la misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho
de buena gana en otros individuos).
Cc de culpa 🡪 tensión entre el syo que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido.
La cultura interrumpe el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo y
vigilándolo mediante una instancia situada en su interior.
No se considera solo culpable el que hizo al que se discierne como malo, también el que no ha
hecho nada malo pero se discierne el mero propósito de obrar de ese modo. En ambos casos ya se ha
discernido al mal como reprobable como algo que no debe ejecutarse.
¿Qué es lo malo? No es lo dañino o perjudicial para el yo, al contrario, puede ser lo que anhela y
le depara contento: una influencia ajena delimita lo que debe llamarse malo y lo bueno.
El hombre se sometió a este influjo por su desvalimiento y dependencia de otros. Angustia frente
a la perdida de amor. Lo malo es en un comienzo aquello por lo cual uno es amenazado con la perdida
de amor y es preciso evitarlo po la angustia frente a la perdida.
La cc de culpa no es sino angustia frente a la perdida de amor, angustia social. Se les permite
ejecutar lo malo que les promete cosas agradables cuando están seguros que la autoridad no se
enterara o no podrá hacerles nada y su angustia se dirige solo a la posibilidad de ser descubiertos.
Cuando la autoridad es introyectada por la instauración del SUPERYO, ante el nada puede
ocultarse, ni siquiera los pensamientos. El superyó para al yo pecador con los mismos sentimientos de
angustia y acecha oportunidad de hacerlo castigar por el mundo exterior. En el fondo las cosas
quedaron como antes.
Acá la cc moral se comporta con severidad y desconfianza mayor cuanto más virtuoso es el
individuo. Aquellos que se han acercado más a la santidad son los que más se reprochan su conducta
pecaminosa.
Dos orígenes diferentes del sentimiento de culpa:
●Angustia frente a la autoridad: compele a renunciar a la satisfacción pulsional. Se renuncia a
satisfacción para no perder el amor
●Angustia frente al superyó: esfuerza además a la punición puesto que no se puede ocultar ante
el superyó la persistencia de los deseos prohibidos
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2) Instauración de la autoridad interna, renuncia de lo pulsional a consecuencia de la
angustia frente a ella, angustia de la cc moral.
Hay igualación entre la mala acción y el mal propósito: de ahí la cc de culpa, la necesidad de
castigo.
El sentimiento de culpa de la humanidad desciende del C de Edipo y se adquirió a raíz del
parricidio perpetrado por la unión de hermanos. Y en ese tiempo no se sofoco la agresión, sino que la
ejecutó: la misma agresión suya sofocación en el hijo está destinada a ser la fuente del sentimiento de
culpa.
-participación del amor en la génesis de la cc moral
-el carácter fatal e inevitable del sentimiento de culpa
En la neurosis obsesiva, el sentimiento de culpa se impone expreso a la cc, gobierna el cuadro
patológico y la vida del enfermo. Pero en los otros casos aparece el icc (¿)
Sentimiento de culpa:
●Necesidad icc de castigo en que se exterioriza
●Variedad tópica de la angustia y que en sus fases mas tardías coincide con la angustia frente al
superyó
●La dureza del superyó, lo mismo que la severidad de la cc moral (vigilar y enjuiciar las acciones
y propósitos del yo), es la percepción de ser vigilado, tensión entre sus aspiraciones y las de su
superyó.
●Necesidad de castigo: exteriorización pulsional del yo que ha devenido masoquista bajo el
influyo del yo sádico, emplea un fragmento de la pulsión de destrucción interior en una ligazón erótica
con el superyó.
- No debería hablarse de cc moral antes del momento en que pueda registrarse la presencia del
superyó; en cuanto a la cc de culpa existe antes que el superyó y antes que la cc moral.
Un Descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un sentido ligado a la
transferencia. Hay una estructuración como tal del síntoma a una adherencia libidinal, una satisfacción que lo
habita, en principio irreductible a la eficacia transferencial. La formación del síntoma ha sido siempre el modo
más económico de tramitar una satisfacción traumática de origen sexual. El yo se defiende de aquellos retoños
del recuerdo inicialmente reprimido y en esta lucha crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de
defensa secundaria. Ganancia secundaria de la enfermedad está relacionado con el sostenimiento de los más
altos valores acordes con un estado social. El yo y sus valores más elevados como refuerzo de la fijación al
síntoma, en todos los casos esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del síntoma
obsesivo como analítico.
El neurótico común
Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales. Freud reconoce que el
yo puede aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero recordemos también
que más adelante en 1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a
volver al trauma como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del placer.
Dos vertientes de ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea
45
de que el síntoma como tal, el de siempre el que anuda una ganancia primaria en el borde del trauma más
singular, en el desamparo más solitario de cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho satisfacción en
la trama misma de los vínculos sociales y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo
desciframiento. La satisfacción primaria es interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La
satisfacción de la ganancia secundaria seria externa, proveniente del mundo.
46
UNIDAD 6 : INTERVENCIONES EN LA CLÍNICA
6.1 En neurosis:
Lugar del analista.. Diferentes modos de intervención.. Función de la interpretación. Sus
alcances y límites. Su ocasión, tiempo y destiempo.. Interpretación y transferencia: de la
repetición en acto al manejo de la transferencia y el uso de la interpretación.. Construcciones
en el análisis.. Variedades indirectas de corroboración de la construcción. Bibliografía:
Quien aborde el tratamiento analítico partiendo de la interpretación de sueños, retendrá su interés por
el contenido de estos y querrá obtener la interpretación más completa posible de cada sueño que el
enfermo le cuente. Pero no es fácil.
Si el médico prosigue ese trabajo interpretativo en las sesiones siguientes, se le acumularán entretanto
nuevos sueños, que deberá posponer hasta que pueda dar por tramitado el primero.
Para el tratamiento es de máximo valor tomar noticia CADA VEZ de la superficie psíquica del enfermo,
y mantenerse orientado hacia los complejos y resistencias.
QUE HACER CON LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS DENTRO DEL ANALISIS?
- Conformarse con los resultados que pueda obtener en una sesión y si no alcanzó a discernir
por completo el contenido del sueño, no anota esto como una deuda.
- A la sesión siguiente no se prosigue el trabajo interpretativo. Solo si se nota que ninguna otra
cosa se ha esforzado en el enfermo hacia el primer plano.
- Si se advierten sueños nuevos antes que se haya acabado con el anterior, uno se volverá a
esas producciones mas recientes y no se reprochara por abandonar las más antiguas.
- Cuando los sueños se vuelvan demasiado extensos, uno renunciara de antemano a una
solución completa.
- Hay que guardarse de mostrar un interés muy especial por la interpretación de los sueños y
evitar despertar en el enfermo la creencia de que el trabajo se quedara detenido si el no aporta
sueños. Hay que educar al analizado mas bien con la convicción de que el análisis en cualquier
caso hallara material para continuar.
- Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornara en otro mientras no sea
entendida ni se sustraiga del imperio de lo icc. Asi, el mejor camino para completar la
interpretación de un sueño consistirá en dejarlo para consagrarse al nuevo sueño, que retoma
el mismo material en una forma quizá mas accesible.
- Debe el medico comunicar al enfermo enseguida todo lo que el ha desentrañado del sueño?
No.
Sueños confirmatorios 🡪 solo pueden presentarse en una cura psicoanálisis. Son fáciles de interpretar
y su traducción no arroja mas que aquello que la cura había inferido del material de las ocurrencias
diurnas en las ultimas sesiones. Como si el paciente hubiera tenido la amabilidad de brindar en forma
onírica eso mismo que inmediatamente antes se le sugirió. Solo se observan bajo determinadas
condiciones de influjo por la cura. La gran mayoría de los sueños se anticipan a la cura.
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-Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar. PR A- 6 y 7
30) Freud (1916). Conf 6: PREMISAS Y TÉCNICA DE LA INTERPRETACIÓN.
Premisas y técnicas de interpretación
Necesitamos un método si queremos avanzar en la exploración del sueño. Supongamos que el
sueño no es un fenómeno somático, sino psíquico. Supuesto de que el sueño es un fenómeno
psíquico. Por tanto, es una operación y una manifestación del soñante. El propio soñante debe
decirnos lo que el sueño significa.
Pero las cosas no son tan simples. El soñante dice que no sabe nada. Yo les digo, que es muy
posible que el soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño significa, solo que nos abe que lo sabe y
por eso cree que no lo sabe.
Si alguien cree no saber nada de ciertas vivencias cuyo recuerdo, no obstante, lleva en el interior
de si, ya no es tan improbable que tampoco sepa nada de otros procesos anímicos que ocurren en su
interior.
Existe un nítido parentesco entre el estado hipnótico y el estado del dormir, que es la condición
del soñar. En el dormir natural, retiramos nuestro interés de todo el mundo exterior, en el hipnótico
también, pero con excepción de una persona, el hipnotizador.
La tr en una situación de la hipnosis al dormir natural no parece tan aventurado. La suposición de
que también en el soñante esta presente un saber acerca de su sueño, solo que no le es accesible, de
suerte que no cree tenerlo, no es un invento.
Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño, se trata de
posibilitarle que descubra su saber y nos lo comunique.
Le preguntaremos también por el modo en que ha llegado al sueño, y lo que el enuncie deberá
considerarse como esclarecimiento. Un sueño no es una única palabra fallida, sino que consta de
muchos elementos.
Un sueño se diferencia de un desliz en el habla también por la multiplicidad de sus elementos.
Descompongamos el sueño en sus elementos y abordemos la indagación para cada uno de ellos por
separado.
Contradiremos al soñante si asevera no tener ninguna ocurrencia, le aseguraremos que tiene
que tener una ocurrencia y la obtendremos.
Cuando exhorto a alguien a decir lo que se le ocurre sobre un elemento determinado del sueño,
le estoy pidiendo que se abandone a la asociación libre reteniendo una representación de partida.
Por tanto, si las ocurrencias que emergen de manera libre están condicionadas, y se insertan
dentro de un contexto determinado, con derecho inferiremos que ocurrencias con una ligazón única, a
saber, la ligazón con una representación de partida, no pueden estar menos condicionadas.
Instruidos de esta manera, podrán decir ustedes: ahora admitimos que las ocurrencias libres
estar determinadas y no son arbitrarias como habíamos creído. Lo aceptamos también respecto de las
ocurrencias sobre los elementos del sueño.
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ELEMENTO ONIRICO – es algo no genuino, un sustituto de otra cosa, de algo desconocido para
el soñante, como lo era la tendencia de la operación fallida. Es un sustituto de algo cuyo saber esta
presente en el soñante, pero le es inaccesible.
TECNICA – que emerjan por asociación libre sobre estos elementos, otras formaciones
sustitutivas desde las que podamos colegir lo oculto.
En vez de oculto, inaccesible, no genuino: digamos INACCESIBLE A LA CC del soñante, o ICC.
SUEÑO – sustituto desfigurado de algo diverso, de algo icc, y la tarea de interpretación del
sueño consiste en hallar eso icc.
Tres importantes reglas que debemos observar en el curso del trabajo de interpretación del
sueño:
1) No hay que hacer caso de lo que el sueño parece querer decir, pues nunca será eso lo icc
que buscamos
2) Hay que limitar el trabajo a evocar, para cada elemento, las representaciones sustitutivas sin
reflexionar sobre ellas.
3) Hay que esperar hasta que lo icc oculto, buscado, se instale por si solo
El sueño recordado no es lo genuino, sino su sustituto desfigurado.
Es posible realizar un trabajo de interpretación sobre los sueños. Uno nota que algo opone
dificultades al trabajo. Uno obtiene por cierto ocurrencias, pero no todo se tolera.
Cuando se interpreta el sueño de otro, indicándole la regla inquebrantable que no le es licito
excluir de la comunicación ocurrencia alguna por mas que contra ella se eleve una de las cuatro
objeciones, a saber, que es demasiado trivial, demasiado disparatada, que no viene al caso o es
demasiado penosa para comunicarla.
Comprendemos que el trabajo de interpretación del sueño se cumple en contra de una
RESISTENCIA que le es contrapuesta y cuyas exteriorizaciones son aquellas objeciones críticas.
Las ocurrencias que así querrian sofocarse se revelan sin excepción como las mas importantes,
las decisivas para descubrir lo inconsciente.
Tendríamos derecho a pensar entonces que tras el sustituto tiene que haber algo significativo.
Muchas veces se necesita una única ocurrencia o pocas para llevarnos desde el elemento
onírico hasta su icc, mientras que otras veces se requieren para ello largas cadenas de asociaciones y
el vencimiento de muchas objeciones criticas.
Cuando la resistencia es escasa, el sustituto no esta muy alejado de lo icc, pero una resistencia
mayor conlleva mayores desfiguraciones de lo icc y una distancia mayor desde el sustituto hasta lo
inconsciente.
CONTENIDO MANIFIESTO – lo que el sueño cuenta.
PENSAMIENTOS LATENTES – aquello oculto a lo cual debemos llegar persiguiendo las
ocurrencias.
49
libre, indicios de repeticiones de los afectos pertenecientes a lo reprimido en las acciones más
importantes o ínfimas.
El trabajo analítico consta de dos piezas por entero diferentes, se cumple en dos
personas con cometidos diversos. El analizado debe ser movido a recordar algo vivenciado y
reprimido por él, el analista tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado
tras sí, tiene que construirlo. Cómo habrá de comunicar sus construcciones al analizado,
cuándo y con qué elucidaciones, he ahí lo que establece la conexión entre ambas piezas. Su
trabajo de construcción o reconstrucción muestra coincidencias con el del arqueólogo: así
como el arqueólogo a partir de unos restos de muros que han quedado en pie levanta las
paredes, del mismo modo procede el analista cuando extrae sus conclusiones a partir de unos
jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas exteriorizaciones activas del analizado. Para la
arqueología la reconstrucción es la meta y el término del empeño, mientras que para el
análisis la construcción es solo una labor preliminar. El analista da cima a una pieza de
construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él; luego construye otra
pieza a partir del nuevo material que afluye, procede con ella de la misma manera y en esta
alternancia sigue hasta el final. Interpretación se refiere a lo que uno emprende con un
elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc. Es construcción que
al analizado se le presente una pieza de su prehistoria olvidada. La experiencia analítica nos
enseña que no produce daño alguno equivocarnos en alguna oportunidad y presentar al
paciente una construcción incorrecta como la verdad histórica probable. Lo que sucede es que
el paciente queda como no tocado, no reacciona a ello ni por sí ni por no. En la ocasión
apropiada se lo confesaremos al paciente, cuando sale a la luz un material nuevo que permite
una construcción mejor. El “Si” del analizado es multívoco, puede indicar que reconoce la
construcción oída como correcta pero también puede carecer de significado. Este si sólo
posee valor cuando es seguido por corroboraciones indirectas; cuando el paciente produce,
acoplados a su sí recuerdos nuevos que complementan y amplían la construcción. El “no” es
igualmente multívoco, exterioriza una resistencia que es provocada por el contenido de la
construcción que se ha comunicado, pero que de igual manera puede provenir de otro factor
de la situación analítica compleja. La única interpretación segura de su “no” es que aquella no
es integral, la construcción no se lo ha dicho todo. Una confirmación valiosa de expresión
positiva es que el analizado responda con una asociación que incluya algo semejante o
análogo al contenido de la construcción. Sólo la continuación del análisis puede decidir si
nuestra construcción es correcta o inviable, y a cada construcción la consideramos apenas
una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o desestimada. El camino que parte
de la construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado pero no siempre
lleva tan lejos. Las formaciones delirantes aparecen como unos equivalentes de las
construcciones, unos intentos de explicar y restaurar.
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subclínicas. Descompensación, delirio, pasaje al acto. El soporte del diálogo terapéutico.
Transferencia e intervenciones. Uso de psicofármacos.Intervenciones en pacientes de borde,
narcisistas, fronterizos. Bibliografía:
-Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo . Apartado: La
apertura de partida en la psicosis. pp. 178-185. Buenos Aires: Amorrortu editores.
(practico B)
-Freud, S. (1923). Neurosis y psicosis. (practico B)
-Freud, S. (1924). La pérdida de realidad en neurosis y psicosis (practico B)
-Iunger, V. (1993). Clínica del pasaje al acto en la neurosis. (practico B)
-Muñoz, P. D. (2009). La invención lacaniana del pasaje al acto: de la psiquiatría al
psicoanálisis. Capítulo XIV: El pasaje al acto en la obra freudiana. pp.179-188 (practico
B)
-Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis . Apartado: ¿Qué lugar para el
analista? pp.7- 14. (practico B)
- Ulanosky, P. (2009). Fronteras, bordes, límites. (practico B)
51
UNIDAD 7: TERMINACIÓN DEL TRATAMIENTO
Consideraciones acerca de la terminación de un análisis.. Eficacias y límites.. Obstáculos a la
finalización: hiperintensidad pulsional, alteración del yo, roca de base de la castración.
De los tres factores que hemos reconocido como decisivc para las posibilidades de la terapia
analítica (influjo de trauma, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo ) nos interesa
solo el del medio, la intensidad de las pulsiones.
En términos aproximados se puede designar como el “domeñamiento” de la pulsión; esto quiere
decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de al armonía del yo, es asequible a toda clase
de influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior del yo y ya no se sigue más su camino
52
propio hacia la satisfacción.
Ahora bien, en el sano, toda decisión de un conflicto pulsional vale solo para una determinada
intensidad de la pulsión; mejor dijo, solo es valida dentro de la un determinada relación entre robustez
de la pulsión y robustez del yo. Si esta ultima se relaja, por enfermedad, por agotamiento, etc., todas
las pulsiones domeñadas con éxito hasta entonces volverán a presentar de nuevo sus títulos y pueden
aspirar a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales.
Tampoco da lugar a dudas el material del otro lado: la intensidad pulsional. Dos veces en el
curso del desarrollo individual emergen refuerzos considerables de ciertas pulsiones; durante la
pubertad y, en la mujer cerca de la menopausia. En nada nos sorprende que personas que antes no
eran neurtoicas devengan tales hacia esas épocas. El domeñamiento de las pulsiones que habían
logrado cuando estas eran de menor intensidad, fracasa ahora con su refuerzo. Las represiones se
comportan como unos diques contra el esfuerzo de asalto de las aguas. Lo mismo que producen
aquellos dos refuerzos pulsionales puede sobrevenir de manera irregular en cualquier otra época de la
vida por obra de influjos accidentales. Se llega a refuerzos pulsionales en virtud de nuevos traumas,
frustraciones impuestas, influjos colaterales recíprocos de las pulsiones. El resultado es en todos los
casos el mismo confirma el poder incontrastable del facto cuantitativo en la causación de la
enfermedad.
¿acaso nuestra teoría no reclama para si el titulo de producir un estado que nunca preexistió de
manera espontanea en el interior del yo, y cuto neo-creación constituye la diferencia esencial entre el
hombre analizado y el no analizado?. Todas las represiones acontecen en la primera infancia; son
unas medidas de defensa primitivas del yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se consuman
represiones nuevas, pero son conservadas las antiguas, y el yo recurre en vasta medida a sus
servicios para gobernar las pulsiones. En nuestra terminología, los conflictos nuevos son tramitados
por una pos-represión. Acerca de las represiones infantiles acaso valga lo que hemos sostenido con
carácter universal, a saber: que dependen enteramente de la proporción relativa entre las fuerzas y no
son capaces de sostenerse frente a un acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones. Y bien, el
análisis hace que e l yo madurado y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas represiones;
algunas serán liquidadas y otras reconocidas, pero a estas de las edificará de nuevo sobre un material
más solido. Estos nuevos diques tienen una consistencia por entero diversa que los anteriores; es licito
confiar en que no cederán tan fácil a la pleamar del acrecentamiento de las pulsiones. La rectificación,
con posterioridad, del proceso represivo originario, la cual pone en termino al hiperpoder del factor
cuantitativo, seria entonces la operación genuina de la terapia analítica.
En nuestra primera descripción del desarrollo libidinal dijimos que una fase oral originaria deja
sitio a la fase sádico anal y esta a la fálico genital; la investigación ulterior no lo ha contradicho, pero ha
agregado a modo de enmienda, que estas situaciones no se producen de manera repentina, sino poco
a poco de suerte que en cada momento unos fragmentos de la organización anterior persisten junto a
la más reciente, y aun en el caso del desarrollo normal la trasmudación nunca acontece de modo
integral; por eso, en la plasmación definitiva pueden conservarse unos restos de las fijaciones
libidinales anteriores.
Opino que la respuesta a la pregunta sobre como se explica la inconstancia de nuestra terapia
analítica bien podría ser esta: no hemos alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante
a fondo, nuestro propósito de sustituir las represiones permeables por unos dominios confiables y
acordes al yo. La trasmudación se consigue, pero a menudo solo parcialmente; sectores del
mecanismo antiguo permanecen intocados por el trabajo analítico.
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Cabe afirmar que el titulo reinvindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando el
gobierno sobre lo pulsional, es siempre justo en la teoira, pero no siempre lo es en la practica. Y ello
porque no siempre consigue asegurar en medida suficiente las bases para el gobierno sobre lo
pulsional. Es fácil descubrir la razón de este fracaso parcial. El factor cuantitativo de la intensidad
pulsional se habia contrapuesto en su momento a los empeños defensivos del yo; por eso debimos
recurrir al trabajo analítico y ahora aquel mismo factor pone un limite a la eficacia de este nuevo
empeño. El gobierno sobre lo pulsional mejor, pero sigue incompleto, porque la trasmudacion del
mecanismo de defensa ha sido imperfecta. Nada hay de asombro en ello, pues el análisis no trabaja
con recursos ilimitados, sino restringidos y el resultado final depende siempre de la proporción relativa
entre las fuerzas de las instancias en reciproca lucha
Es sin duda deseable abreviar la duración de una cura analítica, pero el camino para el logro de
nuestro propósito terapéutico solo pasa por el robustecimiento del auxilio que prtendemos aportar con
el análisis del yo.
……………
54
34) Korman: CONSIDERACIONES SOBRE EL FINAL DE ANÁLISIS
El amplio juego medio del análisis que conduce a su fin
En términos muy amplios, una vez efectuado el desbrozamiento inicial del terreno psíquico,
trabajados ciertos paquetes sintomáticos, puestos de relieve los guiones primordiales de las
formaciones fantasmática, retirados los escombros de antiguas construcciones narcisistas venidas
abajo, puesto un tope a la desenfrenada compulsión repetitiva, trabajada la problemática de la
castración… suele suceder entonces algo ligado a la pulsión de vida (cierta fertilidad del terreno
psíquico del analizante) permita la emergencia de un soplo nuevo: llamémosle rebrotamiento de Eros o
activación de la dimensión deseante.
Estos efectos de la larga tarea de movilización de la estructura psíquica del analizante suelen
conlleva una serie de modificaciones subjetivas; entre ellas, una desaparición o mutación de los
síntomas iniciales; al menos, de aquellos que le eran más perturbantes. Se asocia a esto cierto alivio
del sufrimiento y una mejor relación consigo mismo y con los demás. Un ligero tinte hipomaniaco suele
estar presente. Llegados a ese punto, algunos pacientes piensan que ya esta bien y se van. Sin
embargo, no es éste el momento del fin del análisis. Prefieren lo bueno a lo mejor, y quieren ahorrarse
cierto color-placer, ciertos calvarios y conmociones propios de esta ultima etapa.
Para estudiar mejor los avatares de estos casos (los que llegan al final de análisis) lo haré desde
aquellos ángulos que para mi son especialmente importantes desde la perspectiva de la metamorfosis
de la neurosis (= implica que el psicoanálisis produce cambios de forma de ella sin que exista una
variación de la estructura neurótica). Me referiré a los siguientes puntos
1. Los síntomas
2. El fantasma
3. El trabajo en torno a las identificaciones
4. El Ideal del yo y el tener proyectos
5. La transformación de las instancias narcisistas (yo idea, ideal del yo, etc.) en el registro de la
castración
6. La tarea respecto de las pulsiones. Sublimación
7. El superyó
8. La relación del sujeto con el tiempo
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Este cuadro esta inspirado en la metáfora del ajedrez y representa los momentos iniciales de un
análisis (sector izquierdo) , los finales (circulo derecho), así como también el incierto periodo
intermedio, bosquejado mediante el cuadro central.
1) SÍNTOMAS
Ellos suelen ser los determinantes principales de la demanda inicial, que habitualmente es de
alivio del padecimiento psíquico. Se impone transformar esta demanda inicial en demanda analítica. Si
tenemos éxito en este cambio de juego, es decir, si logramos que el analizante (que viene
frecuentemente a ser curado según el modelo medico) postergue su demanda inicial y acepte un
trueque de cartas, es posible que suceda algo inaudito: que él sea llevado, arrastrado, por su palabra y
pueda emerger y desplegarse la otra escena, activación de lo inconsciente, surgimiento del oscuro
mundo pulsional. En fin, la trama de delgados hilos inconscientes que han bordado la historia de todo
ser humano. Si todo esto comienza a desplegarse, la queja inicial, ligada a los síntomas, suele
entonces desaparecer del primer plano de las asociaciones libres y son otras cuestiones las que
ocupan su lugar.
Lo engañoso y la candidez: la dupla necesaria
a) El síntoma es hipócrita: la cara que más muestra (la sufriente) clama desesperación, pero sus
otras facetas se oponen a ella. Esta impostura del síntoma pide una cierta credulidad en la escucha.
b) Los síntomas conforman la hendidura por donde se cuela la transferencia posibilitando iniciar
una tarea de largo aliento sobre el terreno psíquico. Operamos sobre la neurosis de transferencia
creada y propenderemos a la desaparición o mutación de ellos, mediante la transformación de la
dinámica psíquica del sujeto. Solo si se cambia la neurosis preanalítica por una neurosis de
transferencia es posible un psa.
c) El más allá del principio de placer que habita en cada síntoma hace que la tarea sobre ellos
no sea fácil. Transformar en analítico un síntoma para luego hacerlo desaparecer operando sobre el
goce y los determinantes inconscientes de los mismos, tal es el contradiabolismo que opone el analista
a la pulsión de muerte.
Los síntomas irreductibles
La idea de metamorfosis de la neurosis implica que lo terapéutico, es decir, la modificación
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favorable de los sufrimientos ligados a los síntomas, es consecutiva a la transformación global de la
dinámica psíquica del analizante. Aunque se trabaja sobre los síntomas hasta las ultimas sesiones, en
los periodos finales del análisis comienza a ocupar un cierto espacio el qué hacer con los irreductibles
analiticiso. Tiene que quedar abierta la posibilidad de nuevas resignificaciones ya lejos del analista. Al
analizante se le impone la tarea de hacer algo interesante con los síntomas que persisten.
No me parece poca cosa que el analizante se descubra viviendo mejor, al haber cambiado unos
síntomas insufribles por otros más tolerables.
2) EL FANTASMA
Su reiterada puesta en escena va posibilitando el conocimiento de su contenido argumental, que
puede pensarse como una condensación simbólica expresable mediante una frase concisa. En tanto lo
Real insiste, el fantasma despliega en lo imaginario sus múltiples formas de manifestación. A veces
suelen escenificarse partes de él, y sucede también que ciertos componentes de esos fragmentos
pueden deslizarse por el desfiladero regresivo, razón por la cual adquieren ropajes más arcaicos. Ello
supondrá la emergencia de escansiones primarias, que nos muestran la presencia actualizada del
pasado: sombras de anudamientos y separaciones con los objetos primordiales, marcas de encuentros
con otros cuerpos en historias libidinales y libidinizantes. Asimismo, percibiemos las huellas de los
cortes que transformaron dichas relaciones.
Clínica del fantasma
El trabajo en filigrana sobre las múltiples y variadas formas de expresión fantasmática permite la
construcción del fantasma habitualmente llamado fundamental; la formula condensada del contenido
argumental, básico, del fantasma. Pero éste no existe como tal en la psoquie del analizante puesto que
se trata de una abstracción, de una construcción del analista.
Al descubrir esta clave matriarcal puedo guiarme mejor en la frondosidad de las
escenificaciones, pero evito hacer una rápida reducción de estas formas imaginarias a su mínimo
común denominador.
Dicho en otros términos, prefiero revelar las variantes, los tintes, los armónicos y disarmónicos,
las escenificaciones parciales o regresivas de los fantasmas. Además se du fijeza me interesa
subrayar su carácter proteiforme . tener presente esto ultimo me permite descubrir y hacer descubrir al
analizante los diferentes modos que tiene de relacionarse desde matices circunscritos y desde las
tonalidades e los fantasmas que le son constitutivos. En otro términos, que pueda percibir que la
construcción de la realidad que él hace esta determinada por su condición de sujeto deseante, deseo
cuyo código es transportado por sus fantasmas.
Debería darse un cambio en la posición subjetiva en el fantasma un mayor libre juego en la
escena fantasmática; es decir, la creación de guiones inéditos o la representación de otros roles. Esto
implica un paso, un corte, un acto. Hace falta un salto, un efecto de innovación, que probablemente
consista en trascender la identificación imaginaria que condenaba al sujeto a representar siempre el
mismo papel en la película.
El fantasma fundamental es teórico; en lo psíquico; complejo fantasmatico, multiplicidad. Hay
ciertos reduccionismos teóricos que no son compatibles con las formas que los fantasmas tienen
qhabitar en lo psíquico. Si algo aporta la cura al analizante, ésta nos e expresa a través de efectos de
reducción sino por la creación y recreación de nuevos circuitos.
Cura psicoanalítica y fantasma
Señalaría como efectos del análisis un relajamiento de la fijeza del fantasma. En otra palabras,
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que el analizante pueda dejar de estar capturado, cometido y obligado a “actuar” por el fantasma
siempre e inexorablemente de la misma manera.
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Una alternativa: duelo o identificación narcisista
Al conservar(internamente) al objeto no hay duelo posible. La identificación narcisista no es ni
compensatoria de una perdida ni la respuesta ante la misma. Más bien es una nota perdida
evidenciada por la sobrevivencia intra-psíquica del objeto y de su relación con el. Justamente por eso
no hay duelo. Este último implica una elaboración simbólica de la pérdida, fenómeno que no ocurre
cuando ella se salda con una identificación narcisista. Deshacerse de esta identificación es la
verdadera amenaza de perdida, porque reactiva el desamparo Y las angustias a él asociadas. Por eso
el sujeto parece preferir el eterno combate sadomasoquista intra psíquico con el objeto de renunciar a
él. Mantiene la ilusión de “amamantarse” de ese objeto perdido (a medias) y revivido en la mente,, Y
evita así la angustia aniquilación que este desprendimiento podría despertar. Por medio de de este tipo
de identificación el sujeto ha establecido una solución incestuosa (soldarse al objeto) frente a una
angustia separación exacerbada.
Identificación narcisista y metamorfosis de la neurosis
El lugar que permite incidir la operación analista es aquel en el cual se posibilita la separación de
este objeto incorporado con el que se sostenía ese vinculo narcisista. Se trata de un complejo proceso
de reobjetalización; una verdadera “puesta afuera” del objeto, lenta, fraccionada. Quizá sean estos los
momentos más álgidos y peligrosos del análisis que algunos pacientes quieren evitar yéndose tras las
primeras mejorías sintomáticas.
La identificación narcisista es productora de una seguridad ilusoria, pero seguridad al fin: la que
otorga el seguir portando el objeto dentro de si. Aunque esto perpetua la conflictividad (agresividad
enorme, ambivalencia hacia el objeto, satisfacción de las tendencias sadomasoquistas) se siente esto
como más tolerable que la supuesta orfandad que conllevaría el distanciamiento.
Mi trabajo interpretativo respecto de estas identificaciones (que es también una forma de
procesar psicoanalíticamente el narcisismo) evita insistir en aquellos aspectos que remiten a las
semejanzas entre el sujeto y el objeto incorporado Por el contrario, apunto más bien a las diferencias
con él porque creo que esto facilita las separaciones puntuales respecto del objeto incorporado. Como
casi nunca acontece una caída masiva de tal identificación tendrán necesariamente que reiterarse
estos despegues parciales. Se van produciendo así desoldaduras focales con el objeto, simultaneas a
su “externalización” progresiva. En el mejor de los casos, se reconstruye fuera del objeto y este
comienza a adquirir volumen y consistencia propia. Este proceso conlleva cierta recuperación de los
fragmentos de historia que quedaron aplastados por la identificación.
Esta labor suele tener efectos desalienantes. Se abre así la posibilidad de atenuar las
repeticiones de la conflictiva expuesta y permite ganar para la dimensión del deseo lo que está más
allá del principio de placer, arrebatando territorio del narcisismo fallido, engrosando el narcisismo
trófico y los procesos simbolizantes.
Esta soldadura al objeto especifico de las identificaciones narcisistas podrá resolverse mejor o
peor según el grado de simbolización de lo imaginario que pueda obtenerse en la tarea clínica.
Siempre se requiere trabajar la problemática del desamparo y las idealizaciones arcaicas que están en
juego.
Caída de lo imaginario con reacomodo siguiente
La tarea analítica no tiene solo como objeto el desmantelamiento de los soportes yoicos. Es
necesario otorgar siempre un tiempo para el siguiente reacomodo, para una posterior restitución
diferenciada. De lo contrario, el sujeto puede quedar en estado de destitución subjetiva, de errancia. La
perdida de los soportes imaginarios ha de ser la necesaria antesala para su reorganización. Si bien el
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análisis pretende un quebrantamiento de los espejismos en los cuales ha quedado capturado un
sujeto, no debería, sin embargo tender a la exoneración de toda función imaginaria. No se trata de
barrer el narcisismo sino de transformarlo, destilarlo
No a la identifiacion con el analista
La tarea clínica esta en las antípodas de una búsqueda de la identificación del analizante con el
analista. En un contexto como el transferencial, la idealización (denigración) funciona a tambor batiente
y esto empuja a la identificación con el analista. Este tipo de análisis puede producir como efecto un
sujeto desubjetivado, errático, desengañado, a merced de un destino incierto, con un sentido de lo
trágico aguzado y que hace del pesimismo la única verdad de su exigencia.
Resignificación de la historia personal
Si el de desmontaje-remontaje puede realizarse con el tiempo necesario, si se acompaña al
analizante en las recomposiciones calidoscópicas de su batería identificatoria, ce va creando un
espacio para nuevas ópticas, se va armando otro andamiaje simbólico que da al sujeto una
consistencia distinta. En fin, se elabora, se escribe una historia que no ha tenido jamás lugar
anteriormente en tanto se construye con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz del día.
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desvanecer las raíces narcisistas de estos sistemas idealizantes arcaicos, con punto de partida en el
yo ideal o en un Ideal del Yo tiránico. No se trata de una abolición de los ideales sino de un pasaje de
ellos por el registro de la castración
De todas formas, conviene estar atentos para no confundir una decepción respecto de un objeto
sobrevalorado con la transformación de las fuentes psíquicas de donde brota la idealización. Si esto
ultimo no acontece, el desengaño habido suele ser velozmente sustituido con una nueva idolatría.
El humor
Dos aspectos polares ligados a las transformaciones del narcisismo que suelen aparecen al fin
den análisis: uno, el humor, la risa. Otro; la muerte, la percepción más clara de la finitud de la vida.
Solo cuando la sensación de la injuria narcisista o su riesgo se atenúan es posible que el analizante
pueda reírse de sí mismo, aceptar que le caricaturicen o ironizar. Ha disminuido la sensibilidad a la
burla.
En las postrimerías del análisis, al descubrir que se acabaron los nunca, los jamases son
relativos y los siempre imperfectos, el analizante se aproxima, se pone en contacto con el corazón
paradójico que late en cada recodo de la vida. Suele encontrar ahí una fuente importante de humor.
Percibe también que las palabras, mucho más intensamente que antaño pueden querer decir otra cosa
de las que dicen, que tienen facetas ocultas.
El siniestrar también acaba produciendo hilaridad: no hay nada que esté más cerca de lo cómido
que la angustia horrenda de haber perdido las referencias del ser. Sentir que las garantías de
existencia que pedía nadie se las puede dar y aunque se la dieran no le serviría de nada. Hay otra
risa: la que aparece después de haberles dado muchas vueltas a las situaciones y ya no necesitar
hacerlo como antes.
La muerte
La relación con la muerte, o si quieren, con mayor eufemismo, la percepción de la finitud de la
vida. En tanto se descubrió que ella es ya una realidad en nuestro presente, la muerte no sólo nos
aguarda sino que nos preexiste, nos habita. En el análisis se desentierra los muertos de cada quien, se
dialoga con ellos; quizá se les dice lo que no se les pudo expresar antes. Luego, se los vuelve a
enterrar.
6) LA SUBLIMACIÓN
En los períodos de terminación de un proceso analítico se producen un conjunto de fenómenos
que en cierto sentido podrían se considerados como un aumento de la capacidad de sublimar; es
decir, cambiar un fin que es originariamente sexual por otro no sexual, pero emparentado con el
primero.
7) SUPERYÓ
El superyó es un ligar de cultivo de la pulsión de muerte y origen de un empuje hacia el
masoquismo primario. El superyó nos habla de la tiranización que el inconsciente ejerce sobre el
sujeto, a nivel del síntoma y más allá de él. Una fuerza constante que se impone como ley, como
imperativo categórico, goza!
En la instancia donde se origina tano el sentimiento de culpa, el estar en falta, como los
autocastigos y autorreproches. A través de el y sus efectos vemos claramente que hay algo en cada
ser humano, en lo más intimo de si mismo, que no colabora ni batalla a favor del bienestar y se
construye en una fuente inagotable de remordimientos, puniciones, autoinculpaciones.
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La puesta en transferencia y movilización de toda la estructura psíquica tendrá efectos sobre
esta instancia insensata e insaciable; podríamos decir que las representaciones imaginarias del
superyó (figuras persecutorias, severísimas, cargadas de enorme autoridad) van adquiriendo rostros
más benévolos, permisivos.
Hay también una visión más clara de las identificaciones que han constituido esta instancia, y
como efecto del siniestrar, acontece un retejido de sus rasgos constitutivos. Se abre, además, la
posibilidad de actuar sin tanta necesidad de la aprobación o desaprobación ajenas.
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tuerca. Quizás en esto radique lo que Freud consideraba como la interminabilidad del análisis.
En el psicoanálisis a la mayor “porosidad” para la emergencia de lo inconsciente se le pude
repsonder mediante procedicimientos psíquicos que no impliquen necesariamente a la represión.
● Capacidad para la acción: supone una actitud más resuleta en el actuar, valor; la valentía el
tener genio y nervio. Supone estar tensado, preparado, para el acto, cosa que requiere del
desvanecimiento, al menos en una dosis importante, de las dudas, las vacilaciones extenuantes
y/o las inhibiciones del neurótico. Esto le otorga una mayor capacidad de decisión y presteza. En
otro plano, supone haber integrado para accionar en la vida cotidiana una dosis adecuada de la
agresividad que otrora se manifestaba de manera explosiva o era controlada y contenida.
● Talento para vivir: capacidad de poder precisar las actividades, personas o cosas que a cada
uno le van (aludo al deseo) y saber, además luchar por conseguirlas, sorteando los obstáculos
propios y ajenos que inveteradamente se opondrán a la obtención de tales metas.
● Me duele la vida-me gusta la vida: el inevitable dolor de existir y sus renovadas ganas de vivir
de disfrutar de la vida.
Lo esperable que al final del análisis , el “dolor de vivir” se haga más soportable (Lacan). Si algo
creativo, productico, pudo hacerse con el sufrimiento se habrá ampliado la posibilidad de ver la vida
como una aventura. Todo ello implico, además de otros duelos, uno por ese largo periodo en que los
síntomas mantenían un cierto acorralamiento de la existencia. Ahora, en las postrimerías del análisis,
el sufrimiento no desaparece del todo, pero es quizás más tolerable; se puede maniobrar mejor con el.
El temple analítico incluye haber perdido la ilusión de marcharse del análisis con inmunidad
contra todas las algias. Comprende, igualmente, el poder aceptar las miserias, las propias, las ajenas
las de la humanidad; que estas no pesen tanto, pero que tampoco sean ignoradas, que duelas, si, pero
que puedan ser soportadas.
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que concluye con la ultima sesión, esta dentro del registro temporal. La otra consiste también en un
desprendimiento, pero es uno muy particular que se enfrenta dentro del espacio intrapsíquico del
analizado y que tiene lugar mucho antes y muy después de la ultima sesión. Es más bien una
autoseparación, un corte de una parte de uno mismo. No se produce de una vez, sino que se
engendra lenta y progresivamente a partir del atravesamiento de una prueba singular, y continúa
indefinidamente mucho más allá del día final. Es una separación al margen del tiempo, concebible no
como un acontecimiento momentáneo sino como un largo proceso que se inaugura con la experiencia
de una prueba dolorosa en el punto culminante del análisis y, continua como un trabajo de duelo, que
en lo temporal, va mucho más allá del ultimo día de diván. Entonces, al distinguir dos clases de
separación diferenciamos implícitamente dos registros diferentes de la cura: el primero registro
temporal, es aquel por el que la cura se desenvuelve cronológica-mente en tres fases que van
marcando la evolución de la neurosis de transferencia: una fase inicial en la que la histeria de
transferencia se instala gradualmente. Una fase media caracterizada por un estado de crisis aguda en
el analizado y que marca el punto de exacerbación paroxístico de la neurosis transferencial. En este
preciso momento se produce ese hecho capital de la cura que es la confrontación del analizando con
la prueba de angustia. Una ultima fase, la final, donde se elaboran el duelo y el proceso de
autoseparación surgidos de la prueba. En esta se confirma como tal a partir del momento en que el
psicoanalista y el analizado acuerdan concluir, en un fin cercado, su trabajo común de análisis.
El segundo registro de la cura es el del proceso psíquico del análisis. Se despliega en un tiempo
ilimitado (pero igualmente cíclico) que naco con el primer germen de la idea de consultar a su
psicoanalista y se aleja, terminando ya el análisis, hacia otra parte desconocida.
La forma en que el analizado de despedirá de su análisis y de su analista depende directamente
de las modalidades con las que este mismo analizado haya remontado la prueba singular y efectuado
su autoseparación. No hubo análisis acabado porque lo esencial de un análisis, es decir, esa prueba
dolorosa cuyo atravesamiento hace posible el trabajo de autoseparación, no tuvo lugar.
Esta posición es necesariamente ideal y debe ser entendida como un fecundo punto de
referencia para nuestro trabajo clínico y no como una ley imperativa.
La histeria de transferencia, las condiciones que conducen al analizado a las puertas de la
prueba de angustia
El sufrimiento neurótico que condujo al paciente histérico a entrar en análisis es la expresión
dolorosa de una mala defensa (la represión y la conversión) que el yo emplea para poner un dique a la
angustia del fantasma inconsciente de castración. Esta angustia es intolerable y para deshacerse de
ella, el histérico no ha encontrado más solución que transferirla a los sufrimientos corporales o más
generalmente a los sufrimientos neuróticos. El mecanismo de conversión transforma a la insoportable
angustia de castración en cuerpo-falo. La conversión redujo quizás el inconsciente el exceso angustia,
pero ahora se ha transformado en otro exceso, el de la erotización/ inhibición dolorosa del cuerpo. El
tratamiento analítico de neurosis, entendido a su vez como reactualización del fantasma de castración
por medio de la tranferencia.
En efecto, de lo que se trata en un análisis es de volver al punto de partida, quiero decir al punto
de origen fantasmático de la neurosis, y de reproducir en el seno de la cura la misma situación de
peligro que, el inconsciente, provoca angustia. En una palabra, se trata de crear la angustia para
resolverla; se trata de instituir una nueva neurosis, E intentar hallar entonces una salida mejor que la
de la conversión. Atravesar la angustia. El psicoanalista apunta a crear las condiciones para que el
analizado afronte, por fin, su miedo. Hay que reactivar la angustia que antes se había convertido en
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los síntomas por lo que el paciente vino a consultar. ¿Cuáles son esas condiciones? Se reducen
principalmente a tres ficciones peligrosas, a tres máscaras amenazadoras del Otro que suscitan
angustia y el psicoanalista habrá de revestir:
●El Otro castrado: la figura más amenazadora. Se yergue Como una figura de horror cuando el
niño descubre, súbitamente, la imagen del cuerpo desnudo, castrado de la madre. Esta falta,
sombra opaca en un cuerpo luminoso, significa que yo también corro el riesgo de sufrir algún día
la mutilación. Y sin embargo, horrorizado Y paralizado por la amenaza, el niño se empeña
paradójicamente en seguir bajo el dominio del peligro, hasta el punto tal de demandar que el Otro
le exhiba la grieta de su castración, y lo asuste. El otro castrado representa para el neurótico no
sólo una amenaza que espanta, si no también una llamada que seduce y tranquiliza. Pero no
olvidemos su condición primera de garantía que protege al niño fálico del peligro absoluto, El de
experimentar un goce sin límites.
●El Otro de la Ley: es una de las versiones paternas del Otro. Su función, prohibir y castigar
severamente el deseo incestuoso, está representada por una voz que hace restallar la ley de
prohibición del incesto. Es la figura principal, Sonora y peligrosa, del fantasma de castración en El
origen de la neurosis obsesiva. Como lo hizo antes frente al Otro castrado, El niño escapa y
persigue al mismo tiempo, la presencia amenazadora que asústa y tranquiliza. “tengo miedo de la
ley, pero no dejes de recordarme la constantemente; te pido que me mandes, me prohíbas Y de
ser necesario me castigues”
●El Otro del deseo perverso: es una figura eminentemente paterna, la de un padre gozador Y
que goza de todas las mujeres, un padre capaz de abusar de mí, de violarme Y gozar de mi
sufrimiento. El neurótico se angustia, pero prefiere vivir el horror y la angustia de un niño asustado
antes que asumir trabajosamente su límites de ser hablante Y sexuado. Sin mirar nunca los ojos a
su padre amado le pediría: “tengo mucho miedo de ti, pero tómame en tu brazos y haz de mí la
presa de tu deseo perverso”. Sólo se trata una perversión soñada; el neurótico no es un perverso
sino alguien que sueña con serlo. El fantasma neurótico es solamente el fantasma perverso de un
neurótico que se aferra su angustia y suela con ser un nuño angustiado frente a una madre
monstruoasamente bella (Otro castrado) , a un padre terriblemente protector (Otro de la Ley) y a
otro padre, perversamente amante (Otro del deseo perverso).
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como fracaso de la represión y después como falización del cuerpo no genital/inhibición genital, se
presenta ahora como una fijación irresistible del neurótico de angustia.
Para desembarazarse de ella radicalmente, debe conocer primero una angustia nueva
producida por el análisis, atravesarla y entonces si, dejarla.
Antes de atravesar la prueba de angustia: reconocemos aquí un estado de peligro creado por la
triple amenaza bajo las especies del agujero , la ley y el deseo perverso. “estoy angustiado y no tengo
más salida que transformar mi angustia en síntomas y transformarme a mi mismo en el objeto que le
falta al Otro; yo paso a ser su objeto y al hacerlo, lleno su agujero y me aseguro de que el Otro sigue
castrado y frágil”. “en la angustia , soy una cosa inmóvil que ya no piensa y que goza de un goce que
es dolor tanto como placer narcisista”.
La acción del psicoanalista apunta a resolver la histeria de transferencia
¿Cómo sebe intervenir para que su analizado trate la angustia de otra manera y no
convirtiéndola en refugio narcisista? Los consejos dados por Freud se mantienen en los limites de una
gran prudencia, ya que reglas técnicas excesivamente definidas pueden llevar a intervenciones
apresuradas e inoportunas. El practicante correría el riesgo de alcanzar un resultado contrario al que
se persigue, reforzando aun más la histeria de transferencia, haciendo interminable el análisis.
Las intervenciones del analista procurarán primero volver a hallar en su analizado al niño
angustiado, arrinconando frente al obstáculo insuperable del horror de la castración. La acción
analítica debiera cuajar justo en el momento en que la angustia va a transformarse en sufrimiento
neurótico y justo antes de que el sujeto se identifique con el objeto. El psicoanalista cambia de lugar
porque ha comprendido que es el momento de modificar su posición: deja caer sus mascaras de Otro
de la castración, da un paso al costado y se instituye como testigo simbólico de una prueba que el
sujeto puede cumplir ahora solo.
El terapeuta debiera captar este instante naciente de la angustia , este momento en que el sujeto
se encuentra ante la alternativa siguiente: o contener esta angustia naciente y asumirla, y será
entonces la apertura a la prueba; o convertir la angustia en sufrimiento y será entonces el mal camino
que cristaliza la neurosis.
Para Freud, la negativa a abrirse a la angustia suele desembocar en la interrupción brusca de la
cura. En su comentario, Freud explica la begativa del paciente a entrar en la prueba de angustia como
una repulsa de la castración, en sus palabras: repulsa a la feminidad. Le ngativa a atravsar la prueba,
es un “no” que el neurtoico angustiado opone a la idea fantasmática de dejarse castrar (en el caso del
hombre) o la idea fantasmática de no obtener el falo codiciado (en el caso de la mujer). Precisamente
en este punto el analizado interrumpe bruscamente la cura y abandona furioso e indignado a su
analista. “El analista choco con el escollo de la roca de castración”.
Descripción del atravesamiento de la prueba de angustia
Acercarse lentamente a la angustia hasta la más extrema inmediatez, contenerla en su punto de
máxima tensión y entonces a travesarla. En el instante mismo de pasar, se redujera a una fina lamina
acerada que nos atravesara el cuerpo por el centro, dejando la huella umbilical de una límpida
hendidura. Atravesar la angustia significa ser atravesado por ella.
Comprendí, no mentalmente sino en acto, que cualquiera que sea el desenlace final de este
atravesamiento de la angustia , el riesgo será necesariamente parcial y la perdida inevitable.
Comprendí, mi cuerpo comprendió que nunca perderé todo y que, si gano, no ganaré nunca sin
perder.
El duelo de un análisis terminado no es el duelo de mi analista, sino el duelo de una ficción y
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de una angustia
Es una perdida de una ilusión, la ilusión de un todo (mi ser-falo) y del monstruo amenazador que
me hacia sufrir (el Otro castado). Al comprender que nunca expongo todo, que el riesgo es parcial y la
perdida inevitable, descubro la ficción de la que me hallaba prisionero y, al descubrirla, la pierdo. Sí,
aceptando perder una parte de mi, pueso la omnipotencia fictia del Otro y, junto con ella, lo que estaba
en juego: mi supuesta potencia fálica. Así, mi angustia se devanece. Ya no tengo angustia , es
verdad, pero me pongo a lemantar la desaparición del peligro ficticio, de una potencia infantil, el falo, y
de una angustia ahora disipada que, en definitiva, no era más que una manerda segura de existir.
Ahora con esta comprobación dolorosa pero serenca comienza el trabajo de duelo por la muerte
de una ficción transferencial, trabajo que conducirá primero a la separación concreta y efectiva con el
psicoanalista, y que se prolongará después, más alla de la cura, en un proceso interminable. Se
advierte de este modo que el duelo de un análisis acabado no es el de mi psicoanalista, sino el duelo
de una ficción y de una angustia .
El signo incontestado que señala la entrada de la cura en su fase terminar es el siguiente: el
paciente, en un estado de gran serenidad, ha cesado de hallarse en espera de amor, o sea que ha
cesado de demandar al Otro, recibir su amor alguna vez. El analizado ha comprendido que su analista
no le dio ninguna otra cosa porque ninguna otra cosa que dar, salvo esta “promesa”, esta esperanza
de alcanzar las puertas de la prueba de angustia. Otros signos: por ejemplo, en este periodo es
frecuente comprobar la aparición en el relato del paciente recuerdos vinculados a los momentos
iniciales del análisis; también, la presencia de sueños singularísimos relacionados con el nacimiento,
con movimientos de partida, estaciones y transportes, aviones, barcos, gente que se marcha y cosas
que llegan.
El fin de la cura no es el levantamiento de los síntomas. Los síntomas parecen tener vida propia,
una vida que no depende de la evolución del análisis. El hecho que los síntomas desaparezcan no
autoriza al practicante a imaginar y esperar un fin próximo de la cura. Es mucho más importante que el
psicoanalista preste atención a los cambios de posición subjetiva en el analizado. Este una vez que
ceso de dirigir su demanda de amor al Otro de la neurosis transferencial, toma una distancia más
serena respecto de su analista.
La manera de terminar una cura da fe de su fecundidad o su fracaso. La manera en que una
cura se detiene decide no solo sobre la continuación postanalítica sino también sobre el periodo de
analítico mismo, la cura etenra. La detención de un análisis es la causa final que determina a
posteriorn la fecundidad o, por el contrario, la esterilidad de la andadura analítica. No hemos sabido
(analista y paciente) crear conjuntamente las condiciones de un paso exitoso de la angustia y evitar
entonces que el analizado se marchase con su sufrimiento intacto.
El caso de la reanudación de un nuevo análisis tras haber interrumpido el primero. El problema
de los tramos. Cuando un analizado toma la decisión de emprender un segundo tramo de análisis, a
nuestro modo de ver esto corrobora el carácter inacabado de su primer recorrido analítico. El
psicoanalista no debe trabajar con la idea de que el segundo tramo de su analizando completa con
fortuna al primero. Por el contario, el análisis en curso, aquí y ahora, es el único análisis en juego.
Porque la demanda de un nuevo tramo muestra claramente que la finalización del precedente no
sanciono la separación que debió producirse. Si a la interrupción de un análisis le sucede la iniciación
de otro, esto indica que el analizado no efectuó, el paciente no efectuó la autoseparación, no logro
separarse de cierta parte de el mismo (su fantasma neurótico de castración) y, sobre todo, no supo
despegarse de la figura ficticia del Otro y abandonar así su angustia. Cuando un paciente decide
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emprender el segundo tramo, se deduce que el Otro de su neurosis sigue representando por uno y
otro de los psicoanalistas sucesivos, o sea que el lugar del Otro continua ocupado por el interlocutor
analítico.
Terminar un análisis consiste, justamente en separarme psíquicamente del Otro analítico, en
cesar de dirigirle mi demanda de amor y en trasladar esta demanda al exterior de la cura. El segundo
tramo constituye a mi juicio una nueva ocasión para reinstalar tal vez las condiciones de la histeria de
transferencia, para intentar de nuevo la experiencia que no se pudo llevar a cabo (atravesamiento de la
angustia) y para concluir finalmente el análisis.
Atravesar la angustia es dar un paso al dolor del duelo
¿qué consecuencias resultaran para la vida del analizado? Son tres: la aparición del dolor del
duelo, el surgimiento del sujeto del inconsciente, un cambio en la percepción de s identidad sexual por
el sujeto
cuando un histérico atraviesa la prueba de angusia se separa del niño fálico que habita en su
inconsciente. Pero tal separación no es nunca una perdida definitiva, ya que en el curso de su
existencia el histérico perderá y reencontrará miles de veces al niño de su fantasma. El hecho de
haber temrinado una cura analítica y de haber pasado con éxito la prueba de la angustia de castración
otorga al analizado una única conquista: la de aprender a perder y a encontrar indefinidamente a su
niño fálico, pero siento cada vez menos afectado por la pasión de la angustia . Menos afectado por la
angustia pero invadido por un nuevo afecto que entonces se impone, el del dolor. La angustia de la
neurosis, que ahora ha desaparecido, da paso al dolor del duelo
El dolor del duelo no es dolor de haber sufrido una perdida, sino dolor de reencontrar lo que se
perdió sabiéndolo uno irremediablemente perdido.
El dolor de duelo no es dolor de perder, sino dolor de reencontrar lo que se perdió
sabiéndolo uno irremediablemente perdido
El analizado ha logrado atravesar la prueba de angustia e ingresar en la fase terminar, aquella
donde de despliega el proceso de duelo de una parte que es el niño fálico. Son los reencuentros mil
veces repetidos con el niño fálico mil veces perdido, los que engendran cada vez, el dolor.
Freud intento dilucidar un enigma: ¿por qué hay dolor cuando perdemos un ser amado? Para
muchos anglosajones el dolor resulta directamente de la separación. Yo no pienso así, por el contrario,
el dolor que surge en el momento en que hay una sobreinvestidura de la representación del objeto
amado y hoy perdido. Lo que duele en el trabajo de duelo no es tanto la auscencia del ser querido,
como el encuentro, la investidura y la sobreinvestidura de la representación psíquica que tenemos del
ser amaso y perdido. El dolor de produce cuando, psíquicamente, localizacmos y cercamos al máximo
la representación del objeto perdido.
Lo que duele es encontrarse de nuevo con la cosa amada para al final poder desprendeser de
ella en forma definitiva. Lo que duele es amar de nuevo, si, pero sin que esté la persona imaginaria
que sostiene ese amot.
¿Qué perdemos cuando alguien muere? Cuando alguien muere perdemos fundamentalmente la
armazón imaginaria que nos permitía amarlo mientras vivía. Aunque esta perdida no suscita el dolor
del duelo. El dolor esta en encontrarnos miles de veces con la representación del objeto amado y
perdido, pero sin el sostén imaginario que el otro significaba cuando vivía. Este sostén es mi propia
imagne devuelta por el otro vivo y amado. Según lacan: en el trabajo de duelo, tengo que amar al otro
sin yo ideal, sin la imagnen del otro y sin mi propia imagen.
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“Estamos de duelo porque para quien ocupábamos, sin saberlo, el lugar de su falta”.
Precisamente, el otro (hoy desaparecido) importaba en el registro de lo imaginario como superficie
especular porque yo ocupaba, en uno u otro momento, el lugar de su falta., ocupar el lugar del objeto
de deseo.
Para que hagamos el duelo de una persona desaparecida se necesitan dos condiciones: que ella
haya contado para nosotros como un sostén imaginario; y que hayamos ocupado para ella el lugar del
objeto de su deseo. Estamos de duelo por aquel que imaginariamente conto para nosotros y esto lo
sabíamos, y para el cual hemos sido el objeto fantasmático de su deseo, y eso no lo sabíamos.
Finalmente, la proposición de Lacan podría enunciarse así: para que haya duelo de un ser
desaparecido, es preciso que con este ser haya habido una doble relación, de amor y de su fantasma.
¿Qué hace que un duelo no se elabore? La falta de tiempo y la ausencia del ritual ¿Y que es un
ritual? Un ritual es el tiempo necesario para retomar la representación del objeto perdido,
sobreinvestirla y poco a poco separarse de ella.
Al final del análisis, el analizado que ha perdido al niño de su fantasma siente el dolor, no de
haberlo perdido, sino de reencontrarlo sabiéndolo irremediablemente perdido. El atravesamiento de la
angustia ha dado paso así al dolor del duelo.
Atravesar la angustia es reencontrar el lugar de nacimiento de aquel que nunca deje de ser
A la salida de la prueba, su voz nos diría “he comprendido que nunca perderé todo y que
inevitablemente perderé una parte de mi mismo. Y, al comprenderlo, he perdido la ficción ¿Pero, que
queda entonces? Nada, ya no hay nada de la totalidad ficticia, del fantasmático peligro y de la angustia
, no quedo más que yo. Yo es el sujeto, quiero decir, el mero sujeto absoluto, único, el del
inconsciente, el sujeto que nunca dejamos de ser puesto que estaba ya mucho antes, sin que lo
superamos.
Precisamente en el orden de la constitución del sujeto, el término y el punto de partida del
análisis coinciden; en la cura no hay futuro ni porvenir, pues el ir hacia delante es en realidad un
retorno, no al pasado, sino a lo más inicial y autentico en mi.
Percibimos ahora claramente que el camino de un análisis describe el trayecto circular de dos
giros que enazan en espiral el punto terminal con el punto inicialr de un proceso cilciico e indefinito y
siempre abierto. Estos dos registros se complementan y describen un movimiento general del análisis
según un tiempo ilimitado y cilcioco.
¿Cuál es ese cicli abierto e ilimitado de una cura analítica? Comprende dos giros circulares que
no se cierran sino que describen una curva espiral y tres moemtnos singulares: la primera entrevista
(M1), la prueba de angustia (M2) y el nacimiento del sujeto (M3).
El primer giro comienza con el aconecimiento de la primera entrevista (M1) y temina, después de
formar un rizo, con el acontecimiento de la prueba de angustia (M2). Estos dos momentos se
superponen, por caudno en la primera entrevista el analizadodice su sufrimiento y en la prueba de
angustia atraviesa el fantasma que dio origen a este sufrimiento.
El segundo giro describe también un rizo que queda igualmente abierto. Comienza con la salida
exitosa de la prueba de angustia (M2) y termina, después del rizo, con el surgimiento del sujeto
absoluto (M3) que el sujeto llevaba en su desde siempre y que el pase de la angustia permitio revelra.
Estos dos momentos también se superponen por cuanto el pase exitoso significa que el analizado se
ha desligado de su neurosis y ha reecontrado por fin al sujeto verdadero que él nunca habia dejado de
ser.
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Los 4 términos sucesivos que jalonan el cilo de un análisis: sujeto del inconsciente imperceptible
🡪 yo neurótico🡪 atravesamiento de la prueba de angustia 🡪 encuentro con el sujeto del innc
imperceptible. El tiempo exigido para hacer un análisis y terminarlo es el tiemo de una prueba difícil y
de una revelación singular y repetida. El tiempo analítico se contrae como el momento puntual de
emergencia en acto de la verdad.
El atravesamiento de la angustia modifica la percepción de mi propia identidad sexuada
¿Que nuevo estado tiene el inconsciente en un sujeto que concluyo su análisis? Es un
inconsciente más el atravesamiento de la prueba de angustia . es un inconsciente modificado,
suavizado por el atravesamiento de un pase doloroso; un inconsciente más maleable en su capacidad
de ejercer la autopercepción inconsciente.
¿Qué es lo cambio en el inconsciente? La cualidad de la percepción de nuestra propia identidad
sexuada. Antes de atravesar la prueba el sujeto ignoraba (represión) la diferencia de sexos y percibida
la falta de falo como la falta de un Todo absoluto, de una fuerza absoluta. Pues bien ¿Qué sucede
después de la prueba? Hará otra que reconocer la existencia de la diferencia sexual: sabrá
interrogarla. Esta distinción no será ni reprimida ni dogmatizada, sino reconocida, y de inmediato,
cuestionada. La percepción del sujeto que el atravesamiento del pase modifico ya no será inspirada
por el afuera sino que se volverá al adentro. Antes de la prueba, orientada hacia el exterior, la
percepción se hallaba al acecho de la castración del Otro, interpretada como la falta de un Todo;
después de la prueba, vuelta hacia adentro, la percepción aprehende el enigma del ser sexuado.
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TRABAJOS PRÁCTICOS B
Práctico 1 : Psiquiatría y psicoanálisis
Práctico 2 y 3 : Clínica en la psicosis
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La pérdida de realidad (objetividad) estaría dada de antemano en la psicosis, en cambio, se
creería que la neurosis la evita.
La Neurosis como resultado de una represión fracasada. La contradicción sólo subsiste
mientras tenemos en vista la situación inicial de la Neurosis, cuando el YO, al servicio de la realidad,
emprende la represión de una moción pulsional. Pero eso no es todavía la Neurosis misma. La
Neurosis consiste en los procesos que aportan un resarcimiento a los sectores perjudicados del ello,
por tanto, en la reacción contra la represión y el fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la
realidad es entonces la consecuencia de este segundo paso en la formación de la Neurosis.
También en la PSICOSIS se perfilarán dos pasos: el 1ro de los cuales, esta vez, arrancara al
yo de la realidad, y el 2do presenta el carácter de reparación, quiere compensar la pérdida de realidad,
más no a expensas de una limitación del Ello, sino por otro camino, por la creación de una realidad
nueva, que ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la abandonaba. En consecuencia, el 2do
paso tiene por soporte las mismas tendencias en las Neurosis y en las Psicosis, en ambos casos sirve
el afán de poder del Ello, que no se deja constreñir por la realidad. Tanto Neurosis como Psicosis
expresan la rebelión del Ello contra el mundo exterior, su displacer, y su incapacidad para adaptarse
al apremio de la realidad. Ambas se diferencian mucho más en la 1ra reacción, que en el subsiguiente
ensayo de reparación.
Esa diferencia inicial se expresa en el resultado final del siguiente modo: en la Neurosis se
evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en la Psicosis se lo
reconstruye. O sea, en la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la
Neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior intento de huida. La Neurosis no desmiente
la realidad, se limita a no querer saber nada ella, la psicosis la desmiente y procura sustituirla.
A la psicosis se le plantea la tarea de procurarse percepciones tales que correspondan a la
realidad nueva, lo que se logra de la manera más radical por la vía de la alucinación.
Otra analogía entre Neurosis y Psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse en el
2do paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión
reprimida (Neurosis) y la subrogación de la realidad no se deja verter en los moldes de formas
satisfactorias. Pero en uno y otro caso los acentos se distribuyen diversamente.
En la Psicosis, el acento recae íntegramente sobre el 1er paso, que es en sí patológico y sólo
puede llevar a la enfermedad, en la Neurosis, en cambio, recae en el 2do, el fracaso de la represión,
mientras que el 1er paso puede lograrse y en efecto se logra innumerables veces en el marco de la
salud.
Estas diferencias son consecuencia de la diversidad típica en la situación del conflicto
patógeno a saber, que en ella el Yo rinda vasallaje al mundo real o al Ello.
Tampoco en la Neurosis faltan intentos de sustituir la realidad indeseada por otra más acorde
al deseo. La posibilidad de ello la da la existencia de un mundo de la fantasía, este es un ámbito que
fue segregado del mundo exterior real por la instauración del principio de realidad. El mundo de la
fantasía desempeña el mismo papel en la Psicosis, constituye el lugar de donde se recoge el material
para edificar la nueva realidad. Pero el nuevo mundo exterior, fantástico de la Psicosis quiere
reemplazar a la realidad exterior, en cambio, el de la Neurosis gusta de apuntalarse en un fragmento
de la realidad, le presta un significado particular y un sentido secreto, que llamamos simbólico. Así
para ambas, no solo cuenta el problema de la pérdida de realidad sino el de un sustituto de
realidad.
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39) Freud (1911). PUNTUALIZACIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE UN CASO DE
PARANOIA DESCRITO AUTOBIOGRÁFICAMENTE
En Tres Ensayos de Una teoría Sexual Freud formula la opinión de que cada estadio del
desarrollo de la psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación o predisposición patológica. En el
caso de la paranoia, Freud sostiene que este punto de fijación ha de buscarse en el tramo entre
autoerotismo, narcicismo y homosexualidad. Freud sostiene la hipótesis que el núcleo de conflicto en
la paranoia masculina, es la fantasía de deseo homosexual, siendo que todas las variaciones de
paranoia pueden resumirse a la contradicción de una sola frase: “Yo [Un Varón] lo amo [a un varón]”. A
esta frase la contradice:
a) El delirio de persecución: “Yo no lo amo – pues yo lo odio”. Esta contradicción en lo
inconsciente no puede devenirle a la consciencia del paranoico de esta forma. El mecanismo de
formación de síntomas de la paranoia exige que la percepción interna sea sustituido por una
percepción de afuera. Así, la frase se muda por Proyección en la frase “El me odia (me persigue), lo
cual me justificará después odiarlo”. Entonces, el sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como
una percepción exterior: “Yo no lo amo – pues yo lo odio – porque él me persigue”. Entonces, el
perseguidor es en realidad la persona amada.
b) Otro punto de ataque para la contradicción lo registra la erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo
la amo”. Y aquella compulsión a proyectar imprime la mudanza: “Yo no lo amo – yo la amo – porque
ella me ama”.
c) Delirio de celos.
d) Delirio de grandeza: La cuarta variedad de contradicción es la desautorización de la frase
integra: “Yo no amo en absoluto, y no amo a nadie” psicológicamente equivalente a “Yo me amo solo
a mí”. Este delirio de grandeza se puede percibir como una sobreestimación sexual del yo propio.
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En el caso de la Paranoia, Freud había dicho anteriormente que la fijación se ubicaba en el
estadio libidinal entre autoerotismo, narcicismo y sexualidad [que luego corrige diciendo que el estadio
de fijación libidinal de la paranoia es propiamente el narcicismo porque la libido liberada vuelve al yo
magnificándolo (de aquí se desprende su explicación sobre el delirio de grandeza y persecución y la
imposibilidad del psicótico de establecer transferencia)], por lo que frente a una fantasía homosexual,
la represión actúa sobre ella de la siguiente manera: El enfermo sustrae de las personas de su entorno
y del mundo exterior en general la investidura libidinal que hasta entonces se le había dirigido; con
ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo mediante una
racionalización secundaria. El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe
interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le sustrajo su amor. Y el paranoico
reconstruye este mundo, no de la misma manera en que estaba establecido anteriormente, sino
sustrayendo esa moción insoportable que provocó la represión y la posterior regresión libidinal, que se
explica mediante el delirio. Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación
delirante, es en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción. Tras la catástrofe, ella se
logra más o menos bien, nunca por completo.
Freud dice entonces: el proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento
de la libido de personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no tenemos noticias sobre él. Lo
que se hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y
reconduce a la libido a las personas por ella abandonadas. En la paranoia, este proceso se
cumple por el camino de la proyección. No era correcto decir que la sensación interiormente
sofocada es proyectada hacia afuera: más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna
desde afuera. [Este es el pie para Lacan para hablar sobre el retorno desde lo real].
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dicotomía: lo que caiga bajo esta bejahung, sufrirá diversos destinos: lo afectado por la verwerfung,
sufrirá otro destino completamente disímil.
2) ¿Qué es el fenómeno psicótico? ¿Qué es lo que sucede en el momento en que lo que no
está simbolizado reaparece en lo real? Lo que aparece, aparece bajo el registro de la significación que
viene de ninguna parte y no remite a nada, pero que es una significación esencial que afecta al sujeto.
En este punto, Lacan aclara que no es impreciso hablar de defensa y represión, pero que en el caso
de la psicosis a diferencia de la neurosis no encaja, no tiene los mismos resultados. En el caso de la
neurosis, cuando una pulsión pasiva o pasivizante aparece en un sujeto para quien dicha pulsión ya
fue puesta juego en diferentes puntos de su simbolización previa (digamos por ejemplo en su neurosis
infantil), esta se reprime y luego retorna lográndose expresar en uno o más síntomas. Esto quiere
decir, que aunque fallidamente, el sujeto vía represión tiene una manera de arreglárselas con lo que
vuelve a aparecer. Pero la verwerfung no pertenece al mismo nivel que la verneinung (represión), por
lo tanto, cuando al comienzo de la psicosis lo no simbolizado retorna desde lo real, hay respuestas
desde la represión pero son inadecuadas.
A diferencia de la neurosis, todo parece indicar en la psicosis que no hay prehistoria. Frente a
algo que aparece en el mundo exterior que no fue primitivamente simbolizado, el sujeto queda inerme,
incapaz de hacer funcionar mecanismos represivos. Por lo que la reacción se produce a nivel del
registro imaginario. Por no poder realizar mediación simbólica entre algo nuevo y él mismo, entra otro
modo de mediación que sustituye la mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria,
donde el significante mismo sufre profundos reordenamientos. Esto se ve a modo de ejemplo en la
lengua fundamental de Schreber. La relación con el mundo es una relación de espejo, donde hay un
acoplamiento con otro que es inseparable de uno mismo. La estructura subyacente que se presenta es
la del estadio del espejo, donde dentro del delirio, el sujeto recibe del otro su imagen invertida.
Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego
en el movimiento dialectico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena, una
sustracción de la trama en el tapiz, que se llama Delirio.
Apartado 7: La Disolución imaginaria: Lacan ubica que Freud describe la paranoia de Schreber
centrándose en el narcicismo como punto casi central: Lo que repugnaba al narcicismo del presidente
era la adopción de una posición femenina respecto a su padre, posición que implicaba la castración.
En la fórmula de Freud “Yo no lo amo, yo lo odio, él me odia” Lacan Ubica en el meollo de la cuestión
que todo el problema es ese “él” detenido, vaciado, neutralizado de su subjetividad. El fenómeno
persecutorio adquiere el carácter de signos indefinidamente repetidos, y el perseguidor, en la medida
que es su sostén, no es más que la sombra del objeto persecutorio. Lacan refiere que efectivamente la
relación con el objeto, y el objeto mismo, han sido modificados. Pero que no alcanza el mecanismo de
retracción de la libido presente en las neurosis para explicar los efectos de la paranoia, por lo que
plantea el problema en relación a los registros (I, S, R).
1) Lacan toma el caso de Dora para ejemplificar que si bien una histérica como ella, al
romperse el cuadrilátero amoroso en el que se hallaba como participante necesaria, también presentó
una reivindicación contra otros (“mi padre me prostituye entregándome al sr. K para poder estar con la
Sra. K”) como ocurre en el delirio de persecución de la paranoia, sin embargo, Dora no era una
psicótica porque no presentaba ningún trastorno del orden del lenguaje.
2) Lacan considera al narcicismo como la relación imaginaria central para la relación
interhumana. Ante todo, la relación narcisista es esencialmente ambigua por ser una relación erótica –
toda captura del otro por la imagen en una relación de cautivacion erótica, se hace a través de la
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relación narcisista - y también es la base de una tensión agresiva. El estadio del espejo sirve para
instalar esta relación: si la relación agresiva interviene en esa formación que se llama el Yo, es porque
le es constituyente, porque el Yo es desde el comienzo en sí mismo otro y de esta manera se instaura
una dualidad interna en el sujeto, En toda relación con otro hay erotismo, pero también hay
agresividad, porque en el plano imaginario el sujeto está constituido de tal manera que el otro está
siempre a punto de retornar a su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que es siempre
ajeno. Amo implantado en el por encima del conjunto de sus tendencias. Y este amo está a su vez
siempre dentro y fuera, por esto el equilibrio imaginario siempre está marcado por una inestabilidad
fundamental.
En la relación imaginaria hay una tensión constante, una sensación de aplastamiento donde
hay sentimiento de peligro de colisión, de “despachurramiento” general. El sentido mismo del
complejo de Edipo es mantener una hiancia en la relación imaginaria. Para que el ser humano
pueda mantener una relación más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un
tercero que sea la imagen de algo logrado, modelo de armonía, más precisamente una ley, una
cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es decir el padre. El orden
que impide esa colisión está fundado en la existencia del nombre del padre.
3) Para que todo no se reduzca a nada, pero que toda la tela de la relación lejos, es necesaria
la red de naturaleza simbólica que conserva cierta estabilidad de la imagen en las relaciones
humanas.
Apartado 11: Del Rechazo de un Significante Primordial: La promoción, la valorización en la
psicosis de los fenómenos del lenguaje es para nosotros la más fecunda de las enseñanzas.
1) Lacan ubica que la cuestión del ego está siempre presente en la psicosis, ya que el ego, en
su relación con el mundo exterior, está en ella puesto en jaque. El ego hace surgir en el mundo
exterior una señal, destinada a prevenirlo, en forma de alucinación. Ahora bien, este ego no está sólo,
está siempre acompañado de un “mellizo” que es el Yo Ideal. El caso es que en las psicosis, ese Yo
Ideal habla. Es una fantasía o un fantasma, no al modo del fantasma en las neurosis, sino más bien
una fantasía hablada. Nombra al sujeto, hace eco de sus pensamientos, lo vigila, nombra a medida
que se suceden las acciones del sujeto, pero esto no se explica por la teoría de lo imaginario y del yo
especular. Los mecanismos de la psicosis no se limitan al registro de lo imaginario; ahora, ese Yo
Ideal mellizo del ego que habla, no es ese otro-reflejo que amenaza constantemente al yo. El
mecanismo imaginario da forma a la psicosis, pero no da cuenta de su dinámica. Encontramos
la noción de que más allá del pequeño otro imaginario, debe admitirse la existencia otro Otro.
2) Lacan formula como tesis que la realidad está marcada de entrada por el anonadamiento
simbólico. Es estructuralmente necesario postular una primera etapa primitiva en la cual aparecen en
el mundo los significantes en cuanto tales. Antes de que el niño aprenda a hablar, debe de suponerse
que ya hay significantes que aparecen que son del orden simbólico, como la regla de ausencia-
presencia que plantea Freud en Más Allá del Principio del Placer. Ahora bien, en este campo de
articulación simbólica, es donde se produce lo que Lacan denomina, tomando a Freud, como
verwerfung. A propósito de la verwerfung, Freud dice que el sujeto no quería saber nada de la
castración, ni siquiera en el sentido de la represión. Por lo tanto, esto supone otro mecanismo. La
verwerfung se trata del rechazo, de la expulsión, de un significante primordial a las tinieblas
exteriores, significante que a partir de entonces faltará en ese nivel. Este es el mecanismo primordial
que se haya en la base de la paranoia. Se trata de un proceso primordial de exclusión de un interior
primitivo, que no es el interior del cuerpo, sino el interior de un primer cuerpo significante.
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¿Qué quiere decir significante primordial? Está claro con toda exactitud que no quiere decir
nada. Lacan no cree en modo alguno que haya algún momento o etapa, en la que el sujeto adquiere
primero el significante primitivo, introduciéndose luego en el juego de las significaciones y después
habiéndose tomado de la mano significante y significado, se entre en el dominio del discurso. Empero,
hay una representación necesaria en la que Freud avanza.
Apartado 14: El significante, en cuanto tal, no significa nada: Freud tiene esta fórmula: “Lo que
fue rechazado en el interior, reaparece en el exterior”. A lo Lacan retruca: “Lo que ha sido suprimido en
la idea reaparece en lo real” o “Lo que fue objeto de una verwerfung reaparece en lo real”. ¿Pero qué
quiere decir esto?
Lacan explica que durante la pre psicosis, no hay nada que de indicios de que se esté frente a
una neurosis o a una psicosis. En este nivel, frente a un hecho fortuito, se vive algo cuya índole es la
perplejidad. Schreber, frente a la idea inusitada para él “debe ser muy agradable ser una mujer
sufriendo una acoplamiento”, es presa de extraños presentimientos, es invadido bruscamente por esa
imagen. ¿Cómo situar el límite entre ese momento de confusión y el momento en que su delirio
terminó construyendo que él era efectivamente una mujer, y no cualquier mujer, sino la mujer de Dios?
Lacan dice que esto no basta para ubicar la entrada en la psicosis: El punto esencial es que el
delirio comienza a partir del momento en que la iniciativa viene de otro, con O mayúscula, en la
que la iniciativa está fundada en una actividad subjetiva. En la psicosis se encuentra
manifiestamente el mecanismo del como si, de la compensación imaginaria del Edipo ausente, que en
caso de haberse constituido le hubiera permitido al sujeto el manejo de la virilidad bajo la forma, no de
la imagen especular, sino del significante, del nombre del padre.
En el fondo, se trata en la psicosis de un impasse, de una perplejidad respecto al significante.
Todo transcurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de restitución, de
compensación. La crisis fundamentalmente se desencadena por una pregunta: “¿Qué es? No
sé”. El sujeto reacciona a la ausencia del significante por la afirmación tanto más subrayada de un
otro, que como tal, es esencialmente enigmático. El Otro con mayúscula está excluido en tanto
portador de significante. Es tanto más poderosamente afirmado, entre el sujeto y él, a nivel del otro
con minúscula, del imaginario. Allí ocurren todos los fenómenos de entre-yo que constituyen lo
aparente en la fenomenología de las psicosis: a nivel del otro sujeto, de ese que tiene la iniciativa en el
delirio.
Es a nivel del entre-yo, vale decir del otro con minúscula, del doble del sujeto, que es y no es a
la vez su yo, donde aparecen palabras que son una especie de comentario corriente de la existencia.
Este fenómeno se ve en el automatismo mental.
Apartado 15: Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno: Lacan ubica que la
entrada a la psicosis está marcada anteriormente por una pregunta que se hace primero, antes de que
el sujeto se la haga a sí mismo. La sensación que le produce al sujeto de haber llegado al borde del
agujero se denomina perplejidad y aquí estamos en presencia de una pre psicosis. Se trata de
concebir, de imaginar, que sucede para un sujeto cuando la pregunta viene de allí donde no hay
significante, cuando el agujero, la falta, se hace sentir como tal. En la psicosis el significante está en
causa, y como el significante nunca está solo, como siempre forma algo coherente – es la significancia
misma del significante- la falta de un significante lleva necesariamente al sujeto a poner en tela de
juicio del conjunto del significante.
¿Qué ocurre cuando la verdad de la cosa falta, cuando ya no hay nada para representarla en
su verdad, cuando, por ejemplo el registro del padre está ausente? ¿Qué le queda al sujeto? Le queda
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una imagen a la que se reduce la función paterna. Es una imagen que no se inscribe en ninguna
dialéctica triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, le da pese a todo al sujeto
un punto de enganche que le permite aprehenderse en el plano imaginario. Esta verdadera
desposesión primitiva del significante, será lo que el sujeto tendrá que cargar, y cuya compensación
deberá asumir, a través de una serie de identificaciones conformistas a personajes que le darán la
impresión de lo que hay que hacer para ser un hombre.
Así es como el sujeto se sostiene largo tiempo. Al vivir compensados, los psicóticos tienen
comportamientos viriles aparentemente normales, y de golpe, algo sucede. Algo vuelve súbitamente
insuficiente la muleta imaginaria que permitía al sujeto compensar la ausencia de significante.
La aparición de la pregunta formulada por la falta de significante, se manifiesta como
fenómenos de franja donde el conjunto del significante está puesto en juego. Una gran
perturbación del discurso interior se produce, y el Otro enmascarado que siempre está en
nosotros, se presenta de golpe, revelándose en su función propia (Agrego yo: El Otro aparece
sin barrar, el sujeto se encuentra a merced del goce de este). Esta función es la única que retiene
al sujeto a nivel del discurso, el cual amenaza con faltarle por completo y desaparecer.
Apartado 16: Secretarios del Alienado: Lacan plantea el lugar del analista en el tratamiento de las
psicosis como “un secretario del alienado” que toma al pie de la letra lo que el psicótico dice.
Propone que se obtiene algo mucho más vivaz si en lugar de tratar de determinar si las
alucinaciones son verbales, sensoriales o no sensoriales, simplemente se escucha al sujeto.
Por perturbada que pueda estar la relación del psicótico con la realidad, su testimonio es cabal
y meramente original. Si se sabe escuchar el delirio de las psicosis alucinatorias, se manifiesta una
relación muy específica del sujeto respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes
órdenes. En el discurso de este sujeto, el mismo da fe efectivamente de cierto viraje en relación con el
lenguaje, que se puede llamar erotización o pasivizacion.
Metodológicamente, entonces el analista tiene derecho de aceptar el testimonio del alienado
sobre su posición respecto al lenguaje y se lo debe tomar en cuenta en el análisis del conjunto de las
relaciones del sujeto con el lenguaje.
Apartado 20: El Llamado, La Alusión: Lacan hace un contrapunto sobre la relación de la
neurosis con el significante y la relación de la psicosis con el significante.
¿La realidad es aprehensible fuera de los significantes que la aíslan? La noción que tenemos
de la realidad como aquello en torno a lo cual giran los fracasos y tropiezos de la neurosis, no debe
desviarnos del hecho de que la misma siempre está sostenida, tramada y constituida por una trenza
de significantes. Cuando el sujeto no atraviesa el complejo de Edipo, queda con cierto defecto, no
puede precisar las justas distancias que se llaman la realidad humana, porque justamente la realidad
como la concebimos es una integración del sujeto a determinado juego de significantes. En el caso de
la neurosis, lo que caracteriza a la posición histérica es una pregunta que se relaciona con los polos
significantes de lo masculino y lo femenino. Se pregunta cómo se puede ser varón y como se puede
ser hembra. El obsesivo se deniega esta posición, no quiere ser ni uno ni otro. El neurótico habita el
lenguaje, el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
El psicótico presenta una exterioridad respecto al conjunto del aparato del lenguaje. Y en este
punto Lacan se pregunta si efectivamente el psicótico entró verdaderamente al lenguaje. Helen
Deutsch destacó cierto como sí que parece marcar las etapas de quienes, en cualquier momento,
caerán en la psicosis. Nunca entran en el juego de los significantes, salvo a través de una imitación
exterior. (Agrego yo: compensación imaginaria).
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Lacan expresa que cuando se toma a pre psicóticos en el análisis el resultado siempre es el de
una psicosis, ya que cuando el análisis se pone arduo, la tarea que se le enfrenta al ser es la de
tomar la palabra (agrego yo: tarea imposible, ya que hay una falla estructural a nivel simbólico).
Existe un desfallecimiento del sujeto en el momento de abordar la palabra verdadera, el cual sitúa la
entrada en el fenómeno crítico, en la fase inaugural de la psicosis.
El neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una
“cuenta de lo perdido” (castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa
cuenta. En la psicosis el sujeto ya asume que es un otro siempre el que le llevas las cuentas y no se
permite cuestionamiento alguno de su sufrimiento su falta. El psicótico tiene el pasado ya armado y
asumido, y no hay reinterpretación del mismo como en la neurosis. El psicótico encuentra al sujeto-
supuesto-saber en los padres cuando es niño. Luego esa figura pasa a un perseguidor externo,
porque la realidad ha mostrado las falencias paternas. El psicótico inviste esas figuras en forma
masiva y es con ellas que se relaciona el sujeto. Pero en el análisis está la posibilidad de otro tipo de
investidura, en la cual se entabla un dialogo, y ya no es una charla sin “interlocutor” como en el
delirio (donde al sujeto se le imponen los pensamientos como si fueran del Otro omnisapiente). Es esto
lo que posibilita el análisis en la psicosis. Este dialogo con el otro, el analista, le permite al psicótico
también dialogar consigo mismo y hacerse dueño de sus pensamientos, que antes le era impuesto.
Todo esto le permite sospechas al psicótico que hay relaciones que no son la repetición del pasado.
Nada se lograra en el tratamiento del psicótico si no logramos que crea que ese espacio de
análisis no es idéntico al espacio que antes lo determinaba, ese espacio signado por el Otro,
incuestionable.
43) Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Apartado: QUÉ LUGAR PARA
EL ANALISTA?.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de persecución,
cuyo cuadro se ve actualmente estabilizado por verse su relación con la realidad bastante
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restablecida. Es una psicosis revelada de 12 años de tratamiento, con automatismo mental marcado.
Dicha estabilización fue dada bajo transferencia.
La demanda de análisis se produce al estallar el primer episodio delirante. Pide ser curada, no
de su delirio, sino de una “desgarradura” evocada como una suerte de muerte subjetiva: “Yo no existo,
yo floto o duermo, soy pura ausencia, no tengo funciones, no tengo roles, ¿Quién soy?” Ella refiere
que no la han dado a luz. La autora reconoce en este punto lo que Lacan marcó en el caso Schreber
como el “asesinato del alma”, instalado según Lacan por la falla del significante. Se está hablando de
una falta del significante, pues hay una falta en la psicosis, pero no la falta neurótica que remite a la
castración, sino una falla a nivel significante que se traduce en un exceso de goce en lo real.
¿Cómo remedio ella ese estado hasta el delirio? La paciente se remedió de este estado de
muerte subjetiva hasta llegar al delirio mediante una suerte de relación de objeto real, persecutoria,
mediante un acoplamiento a otro único que “sabe lo que le hace falta” y se lo impone. De este otro ella
ha sido la masa, la marioneta, pasando de mano en mano a través de una serie de “vínculos
pigmalionescos”. Todas las figuras que han venido a ocupar este lugar han sido universitarios o
médicos, es decir, figuras del saber. Lejos de sentirse como un neurótico (musa inspiradora de estas
figuras del saber), se siente como un objeto de tormento de este saber gozoso del Otro.
Efectivamente, dice sentirse petrificada y muda ante un Otro del que ella se encuentra
permanentemente pendiente. Este equilibrio dado por acoplamiento se rompe y es ahí cuando
aparece el primer episodio delirante. Esta ruptura se da en el marco de la separación con su único
partenaire amoroso (al que la autora llama “el ojo del saber”) y es allí cuando las voces alucinatorias
vienen a sustituir a la voz que hasta ese entonces se encarnó en otro se su entorno, y en lo
real, le dicen lo que es y lo que debe hacer.
El lugar al que es llamado el analista es a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente
percibido por la forclusión. Es decir, que es llamado a constituirse como suplente y hasta como
competidor de las voces que hablan de ella y la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al
analista el sitial del perseguidor, de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza.
A continuación, la autora nombra y explica las maniobras que utilizó vía transferencia a modo
de intervención. Aclara que aquí no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no
tiene cabida alguna cuando se está ante un goce no reprimido.
1) El primer modo de intervención fue un silencio de abstención cada vez que la analista
fue solicitada como Otro primordial, es decir, cada vez que es invocada a saber en lo real. Esto coloca
a la analista como otro Otro, no un Otro del Otro, a saber, el que la paciente llamaba como “la fiera”, su
perseguidor. De esta manera, la analista quedó ubicada en el lugar de Testigo. Esto es harto
importante, ya que un testigo es un sujeto al que no se le supone un saber, ni un goce y presenta por
lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio.
2) El segundo modo de intervención fue una orientación del goce. Hubo una limitativa,
cuando la analista le puso obstáculos al momento en que la paciente se veía tentada a dejarse
estrangular por un hombre. Y la segunda, de carácter más positivo, fue alentar a la paciente a
sostener un proyecto artístico intentándola convencer de que este era su camino a seguir.
3) La tercera intervención fue de carácter decisivo. Provocó un viraje en la relación
transferencial tanto como en la elaboración de la cura. El viraje consistió en que la cura nunca
más volvió a solicitar al analista como Otro, Paralelamente, a la desaparición de los episodios
agudos, hubo una nivelación entre la sensación de vacío experimentada por la paciente y de su delirio.
A partir de este momento, se entró en la reconstrucción del sujeto al bode del agujero en los simbólico.
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La maniobra analítica consistió entonces, por un lado, abstenerse a ocupar el vacío de la
forclusión, y por otro, proliferando una función de límite al goce del Otro. A falta de una ley paterna, el
único camino que puede tomar el analista es apuntalar la posición del propio sujeto que no tiene más
solución que tomar el mismo a su cargo la regulación del goce.
La autora finaliza hablando sobre la culminación de este análisis que desembocó en una
estabilización aunque precaria. El goce demasiado real que se encontraba al principio de la cura, da
lugar hacia el final a la construcción de otro delirio que tiene como efecto una tranquilización
manifiesta. Por un lado, ella asegura que su perseguidor asesinó a su madre en su más temprana
infancia, y por otro lado, en lo que concierne a su padre, hay una culpa enorme que la transforma a
ella misma en una deuda viviente. Este delirio queda prendado a la presencia del perseguidor y a la
figura del analista, ya que hay un acoplamiento doble en la figura del analista y del perseguidor, por lo
que no puede hablarse tampoco de fin de análisis.
Intervenciones en psicosis
44) Fernández, E. (2005). Algo es posible. Clínica Psicoanalítica de locuras y
psicosis. Capítulo 7. Estabilizaciones y suplencias. pp 113-127. Capítulo 8. Intervenir
en el delirio. pp. 133-140.
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5) Del lado de los médicos: transferencia con el saber médico y el saber que este supone.
Transferencia con la propia institución, con el hospital elegido para realizar su formación.
6) Transferencia interservicios: Frente a las crecientes condiciones de pobreza, marginalidad
social, violencia, estado de los servicios públicos, el médico no puede sostener la transferencia
en tanto agente ancestral de sabiduría sobre la vida y la muerte que suscita en sus pacientes.
Por lo que recurre a los servicios de salud mental para dirigir sus pedidos y pedir relevo. Existe
en ellos una ilusión fantasmática de saber total. Frente a la desilusión de que aquí no
encuentran todas las respuestas, en vez de interrogarse por sus propias prácticas, predomina
la desazón y el enojo para con el servicio de salud mental con la consecuente acusación de
ineficacia y la acumulación de impotencia.
¿Cuál debería ser nuestra posición frente a este tipo de demandas? Es necesario partir de la
negativa a resolver a aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que
aceptarlas llevaría al fracaso y a la frustración. Esto es porque nuestra función no es puramente
asistencial, lo que no implica desentenderse de la angustia de médicos y pacientes.
Es importante entender que interrogar lo que no funciona no significa identificarse a ello. Y que
es frecuente transponer imperceptiblemente ese limite impreciso de los imposible al que somos
convocados a través del pedido de hacernos cargo de algunas de las formas del horror: al extrema
pobreza, el abandono, los niños golpeados, etc.
Si en lugar de interrogar el malestar que motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su
transferencia, el no poder darle una respuesta mínimamente satisfactoria, ns hará pasibles de una
probable acusación de ineficacia. Ya que al pretender hacernos cargo de la imposibilidad correremos
más bien el riesgo de ser identificados a la impotencia.
Apuntes de clase:
- Dar cuenta que el psi no tiene todas las respuestas (pensado desde la abstinencia)
- Trabajar la demanda del paciente a la institución (aquello que espera recibir de ésta)
- En la interconsulta se cambia el rol del psicólogo por “Psicopatologo” (Diagnosticar)
- No toda cosa deviene en síntoma, hay que hacer de ese síntoma con el que viene que sea
analizable. El síntoma pone en juego el fantasma (aquello que desea)
- En la interconsulta está en juego el saber del psicólogo
- 3 polos: Medico, Padres, Niños
- Transferencia: Del Paciente, De los Médicos.
- “El modo en que está relatado el pedido de consulta”, Posición Analítica
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Lo anterior pretende ilustrar el modo como un psicoanalista que se proponga no retroceder frente
a las condiciones del sujeto en emergencia, sobre todo cuando se contextúan las distintas versiones de
la pobreza, deberá presentar un equipamiento conceptual y metodológico nada pobre, capaz de
representar alguna oportunidad para revertir la agonía del sujeto coartado.
Cultura de la Mortificación:
Si logramos con cierta justeza el matiz emocional de quien nos demanda, posiblmente los
efectos han de reflejarse en un dialogo que empieza a adquirir un animoso entendimiento mutuo, que
no existía de entrada; avanza entonces la impresión de algo distinto y auspiciosos que comienza a
suceder.
La consciencia compartida de un sufrimiento reconocido abre la posibilidad de reducir los efectos
de la angustia toxica sobre el vegetativo corporal de quien demanda ayuda permitiéndole investir
libidinalmente una idea que se hará pensamiento y dialogo; a partir de ahí será viable, aun a distancia,
establecer una producción transferencial con expectativas de alivio. En ese estado, quizás llegue a
dibujarse un paso siguiente, por donde empiece a circular la inteligencia necesaria para buscar salida a
los infortunios de la vida y los avatares neuróticos que han paralizado al sujeto
Cuando nombré “cultura de la mortificación” debo haber nombrado, sin proponérmelo y bastante
ajustadamente, un matiz del sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores aun no del todo
sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación. Las gentes en esta situación son testigos,
diría en peligro, amenazados por esa mortificación en la que todavía no han zozobrado. Por eso
aparecen sensibles cuando se nombra el matiz del sufrimiento, advirtiendo en ello una salida, aunque
sea simplemente la de hacer inteligencia compartida sobre esa realidad.
Le asigno al termino “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino,
por falta de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado por la astenia cercano al
viejo cuadro clínico de la neurastenia, incluir el valor popular de este ultimo termino como malhumor.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, para
la que periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde formas ambiguas del
stress hasta patologías virales difusas o definidas.
Un cansancio sostenido parece haberse instalado en muchos cuerpos en este fin de milenio, que
actualiza una figura arqueológica de la psicopatología del fin del siglo pasado, descrita por Freud como
actual neurosis; sus formas más conocidas son la hipocondría, la neurosis de angustia y la
neurastenia.
Se trata de sujetos coartados, al borde de la supresión como individuos pensantes.
Existen algunos indicadores típicos de esta situación, tales como: Desaparición de la valentía,
Resignación, merma de la inteligencia, incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo (quien no
tiene ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace). Tampoco puede haber
alegría en la mortificación y es obvio el resentimiento de la vida erótica. En estas condiciones
disminuye y aun desaparece el accionar crítico y de la autocrítica. En su lugar se instala una queja que
nunca asume la categoría de protesta. No hará demasiadas trasgresiones, a lo sumo algunas
infracciones. Tienden a esperar soluciones imaginarias a sus problemas sin que estas dependan de su
propio esfuerzo, quieren obtener una mezquina ventaja aprovechando circunstancias propicias.
A este concepto de la contrasta con la Institución de la Ternura, que se identifica con la
debilidad, y no con la fortaleza, y se la refiere tanto a la invalidez infantil como a los aspectos
fuertemente débiles del amor. Sin embargo, la ternura es el escenario mayor donde se da el rotundo
pasaje del sujeto a la condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura y en sus gestos y
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suministros habrá de comenzar a forjarse el sujeto ético. La ternura es un gesto transmisor de toda la
cultura histórica que habrá de imprimirse en el sujeto infantil.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto por contraste nos lleva a
entender más la mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales,
que es paradigma de maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio,
no necesariamente limitado a la institución hospitalaria.
Manicomialización: Es la forma clínica terminal de la mortificación. Su proceso central se
resume en la locura. Promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato eleva el
sufrimiento de la locura. Este maltrato no solo esta referido al fastidio, el miedo, la rabia que suele
despertar el traro con la locura, sino que hay algo más especifico inherente a la locura misma,
promotor de reacciones en quienes tienen a cargo su cuidado. Ante las dificultades de diagnóstico,
frecuentemente se encuadra al sujeto en un modo estándar. El maltrato comienza por repudiar el por
qué y el para qué de los síntomas. Al mismo tiempo que el problema es diagnostico, también es
pronostico, porque las dificultades que provocan las incertidumbres del primero, sugieren conicidad o
deterioro o al menos lo incierto. Entonces aparecerán los tratamientos que cortan por lo sano, vale
decir que cortan todo lo sano. El encierro comienza por ser diagnóstico y pronostico y termina
manicomial. Hay ocasiones en que es necesario internar a un paciente, pero hacerlo resulta totalmente
distinto al saber y expresar que se trata de un modo de reconocida impotencia del operador, y no un
proceder dictado desde la soberbia, para enmascarar una eventual invalidez del clínico. Saberlo es de
buen manejo clínico.
La ternura crea el alma como patria primera del sujeto, el manicomio, institución del maltrato por
excelencia, inspira desalmados, cuerpos apátridas de vida. Es en este sentido que la mortificación,
bajo su aspecto manicomial terminal o en las formas más leves que lo preceden, es el paradigma
opuesto a la ternura.
Pero la historia de la manicomialización no comienza en el manicomio; suele iniciarse en la cuna.
El manicomio es una obra de arte, un clásico en el arte del oprobio. Cada ciudad tiene sus
talleres y museos manicomiales, donde recrea y expresa las desvergüenzas de la mortificación.
Cada vez que arbitrariamente prevalece la ley del más fuerte, se instaura la protoescena
manicomial: la Encerrona Trágica. Los encierros de esta naturaleza ocurren en la familia, la escuela, el
trabajo, las relaciones políticas y en toda mortificación más o menos culturizada.
Una propuesta que pretenda preservar de de la degradación manicomializante debe ser
continuamente replanteada en su proceso, sometida a la producción critica colectiva, como intento de
verificar los conocimiento de esa propuesta y su relación con los objetivos, y preservada de las
desviaciones y los reciclajes del maltrato. Son los propios responsables de la salud, en el campo
concreto y no solamente en las instancias de planificación, quienes deben mantener la suficiente
autogestión correctora de su propio quehacer y defender los buenos tratamientos, una practica que
comienza por considerarlos a ellos mismos, en relación con el modo de maltrato que en ese programa
puede llegar a concernirlos. Hay varios intentos desmanicomializante que se realizan pero, también es
un hecho el carácter fragmentario y aislado de estas acciones.
Los procesos de desmanicomialización son urgentes en lo que concierne a las formas graves,
representadas no sólo por los manicomios sino por muchas otras configuraciones de encerronas
trágicas en los programas de salud y en los sociales. No siempre es sencillo vaciar un manicomio, pero
el objetivo perentorio es romper la anestesiada ideología manicomial. También es prioridad desarmar
las estaciones manicomiales previas, para no seguir alimentando esos museos del horror.
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Síndrome de Violencia Institucional (SVI): La constitución de toda cultura institucional supone
cierta violentación legítimamente acordada, que permita establecer las normas indispensables para el
funcionamiento de las actividades de la institución. Constituye un justo precio, por tratarse del pasaje
de lo privado a lo publico. Cuando ésta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes,
se configura el SVI.
Las personas que conviven con esta violentación verán afectados la modalidad y el sentido de su
trabajo; ese empieza por perder funcionalidad vocacional, a expensar de los automatismos
sintomáticos que nada tienen que ver con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida.
Es así como se conjugan verdades caracteropatías, en las que los síntomas cobran valor de
normalidad y expresan la tórpida situación conflictiva en que vive el afectado. Éste perderá eficacia
responsable y, sobre todo, habilidad creativa. Es difícil que alguien a cargo de un paciente, pueda
considerar la singularidad personal y la particular situación de quien lo demanda sufriente, cuestión
fundamental para que los cuidados de un tratamiento se ajusten a lo que se denomina “buen trato”.
Es propio del SVI la perdida de funcionalidad de los operadores, degradados a funcionarios
sintomáticos. Esta violentación institucional implica la presencia de una intimidación, más o menos
sorda en función del acostumbramiento, que conspira contra la imprescindible intimidad para investir
de interés personal la tarea que desarrolla. Cuando la gente no se escucha, se ve favorecida la
aparición de predicadores en un desierto de oídos sordos, estado que puede corresponder a todo
aquel que teniendo algo que decir, al no encontrar escucha degrada su discurso a vana repetición.
El síndrome de violentación institucional, como todo sindroma, está integrado por una
constelación sintomática. En primer lugar, se advierte una tendencia a la fragmentación en el
entendimiento, incluso en la más simple comunicación entre las gentes de esa comunidad mortificada.
Esta fragmentación conspira contra la posibilidad de un acompañamiento solidario. Cada uno parece
refugiado aisladamente en el nicho de su quehacer. De este aislamiento se suele salir para organizar
los clásicos enfrentamientos entre “ellos” y “nosotros”, como una precaria y episódica organización de
la fragmentación individual en fracciones mayores.
Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la renegación, repudio que impide advertir las
condiciones contextuales en las que se vive, por ejemplo, el clima de hostilidad intimatoria. Este
repudio de refuerza al negar que se esta negando, de modo que a la fragmentación de la comunicación
y del espacio se suma una verdadera fragmentación del aparato psíquico de los individuos. Esta
renegación constituye una amputación del pensamiento. En esta comunidad reina el empobrecimiento
propio de la alienación.
A la fragmentación y la alienación enajenante se agrega un tercer síntoma, que completa el
sindroma, con los distintos y grados de desadueñamiento del propio cuerpo, situación al parecer
relacionala con la falta de especularidad comunicacional y la merma de estímulos libidinales, efecto de
la enajenación. Un desadueñamiento corporal tanto para el placer como para la acción.
Ahora, consideramos lo que denomino “encerrona trágica”. El paradigma es el de la mesa de
tortura (en la tortura se organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación). Es toda
situación en donde alguien, para vivir, trabajar, recuperar la salud, etc., depende de algo o de alguien
que lo maltrata, sin tomar en cuenta su situación de invalidez.
El afecto es lo siniestro, como amenazada vaga o intensa, que provoca una forma de dolor
psíquico, en la que se termina viviendo familiarmente aquello que por hostil y arbitrario es la negación
de toda condición familiar amiga. Este dolor siniestro es una situación sin salida, en tanto no se rompa
el cerco de los dos lugares por el accionar de un tercero que habrá de representar lo justo.
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La encerrona trágica causa de la mortificación, es un cuadro inicialmente tumultuoso, pero
precisamente por no vislumbrarse una salida, salvo la que aportaría una situación mesiánica externa,
suele dar paso a la resignación. Lo ejemplifica un manicomio, donde le maltrato institucionalizado es
suficientemente escandaloso como para que se lo oculte tras los muros de un hospital; el manicomio,
como forma terminal de la mortificación esta internado en un hospital que se llama “hospicio”.
La calidad siniestra depende de ese accionar renegador, mediante el cual los afectados terminan
secreteando para si la situación negativa en la que conviven, pero la hostilidad repudiada como
conocimiento termina por infiltrarse tenazmente y provocar el sentimiento siniestro, que indica entonces
un fracaso de la renegación. Si esta es exitosa lo será al precio de la total coartación subjetiva y de una
forma de idiotez que se hace presente en el institucionalismo.
Las Neurosis Actuales permiten entender la patología institucional. Según Freud eran atribuidas
a trastornos de la economía libidinal. Lo interesante es que estas circunstancias propias del SVI, el
grupo de mayor presencia en una institución tiende a asumir en conjunto una actitud y una posición de
sitiado frente a los pacientes, visualizados como sitiadores. Como sitiados desarrollarán un
comportamiento semejante a lo que Freud describió como Neurosis Actuales. Algunos empiezan a
trabajar a destajo. También aparecen actividades ejecutadas con desgano, aun en el trabajo a destajo,
causadas por la falta de investimento e interés libidinal, ya que lo que se hace esta presidido por
mecanismos automáticos, con marcado desadueñamiento del cuerpo. Puede ocurrir que la morbilidad
hipocondriaca aumente sensiblemente, sobre todo frente a un trabajo que termina por producir efectos
tóxicos. Otros, en cambio, procurarán eludir las tareas, dibujando respuestas semejantes a las neurosis
de angustia, en general de modalidad depresiva.
Este incremente de la morbilidad en general origina al poco tiempo bajas en el personal, y afecta
principalmente a quienes asumen responsabilidades directivas.
La cultura de la mortificación bien podría ser denominada cultura de las neurosis actuales. Las
neurosis actuales tiene una importancia relevante, a titulo de obstáculo, cuando se intenta mostrar
algún dispositivo psicoanalítico para un intervención, sobre todo porque en la numerosidad social no
estamos asistidos por los clásicos pilares del análisis individual, que desde la abstinencia y la
asociación libre, organizan la captura de la transferencia.
El analista suele quedar atrapado en las neurosis actuales y corre el riesgo de desarrollar él
mismo un comportamiento semejante, sin poder hacer una exploración histórico-genética, cuando en la
mortificación prevalece la convicción de que “las cosas son así”; estas “cosas así” aíslan y esterilizan el
cometido de un analista, obstaculizando su llegada a los individuos y sus procesos de subjetividad.
Si el psicoanálisis es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, no tiene sentido que deje
de operar allí donde el sujeto esta en emergencia
Así las personas que han permanecido aisladas buscarán agruparse y recuperar cierto sentido
gregario del oficio. Entonces, es posible que desde alguna instancia jerárquica intra o extrainstitucional
aparezca, bajo distintas modalidades, una calificación de este nuevo contexto; en tiempos fuertemente
represivos, el nuevo accionar grupal podrá ser denunciado como delito de asociación.
El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no camina, que
no funciona, los restos, el resto.
Si el analista decide atender en el Hospital es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo
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causa.
La historia del psicoanálisis y los psicoanalistas con el Hospital es compleja. Qué le ocurre a la
medicina con el psicoanálisis en este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el
cuestionamiento. Además, de ser un problema de discursos, la relación dependió de la mayor o menos
tolerancia de los médicos a un saber que excede el discurso en que se sostienen.
En un momento había un psicoanálisis que se aproximaba tanto a la medicina en tanto cotizaba
alto el ideal de “la salud mental” y biologizaba los conceptos freudianos de pulsión y objeto se alejaban
del Hospital publico. Coexistía el alejarse del Hospital con el acerca el psicoanálisis a rama de la
medicina.
A finales de los 60/70 los residentes médicos y psicólogos comienzan a invitar a los analistas
que se prestan a esta tarea de exponer en los hospitales, a supervisar su clínica, a realizar grupos
donde pensar la posición del analista en el hospital público.
Los analistas que se prestan a esta tarea están tomados por lectiras e ideas que los aleja de un
posicionamiento medico.
Para los analistas y el psicoanálisis surgen preguntan novedosas ¿Qué hacer con aquellos
pacientes que consultan precisamente en el Hospital y que no se presentan como síntomas
neuróticos? Pero no todos los pacientes que vienen al Hospital llegan con una pregunta. Aparecen
inhibiciones, problemas de carácter, adicciones, etc. que llegan con un padecer que no les hace
pregunta. Para algunos la respuesta es fácil y expulsiva: inanalizabilidad y derivación a quien los
medique. Para otros, era la oportunidad de investigar que demandaba, que buscaba, quien pedía
hablar y no traía un pregunta explicita sobre su padecer. Estos son quienes no se amparan en que
psicoanálisis es tres veces por semana o en alguna norma de encuadre; estos analistas parten de que
un psicoanálisis es la cura que conduce un analista en las condiciones que le es posible. La resistencia
del analista llevo a declarar inviable la cura de quien no se adaptaba a su esquema teórico. Ayer, era
declarada intransitable la relación del psicoanálisis con el Hospital porque no se podía sostener el
encuadre. Hoy se amparan otros en similares argumentos sostenidos en frases tomadas de otros
discursos. Un analista no se define por una técnica sino por poder ocupar un lugar que permite
interrogar el saber del Otro, causando su palabra. Analistas so quienes pueden sostener esa
interrogación aquí y allá.
El psicoanálisis no se pasa las fronteras poniendo condiciones “si se llama Servicio de salud
mental no voy, o si tengo que escribir en la Historia Clínica me retiro”; el psicoanálisis atraviesa las
fronteras al modo del significante interrogando, subvirtiendo, transgrediendo.
El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no
consultan solo por síntomas neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los
problemas de nuestro tiempo, ser creativos ante consultas que no interrogaron a los fundadores del
psicoanálisis. Porque el psicoanálisis es una practica que permite creatividad e invención cuando el
analista se deja interrogar por lo nuevo que le llega en el tiempo que le toca sostener esta practica,
cabe diferenciarla de una predica. Practicar no es predicar.
Aunque en el Hospital se tramiten análisis, supervisiones y seminarios, la formación del analista
excede el limite de la institución hospitalaria. Las preguntas que de él emergen se tramitan en los
análisis, los análisis de control, en fin, en la Escuela de analistas o quedan bloqueados.
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48) Henrich: BORDES DE LA NEUROSIS.
El borderline no se ubica entre la neurosis y la psicosis, sino en el borde de la neurosis. Lo que
caracteriza a la neurosis son las formaciones del inconsciente: lapsus, chiste, sueño y en especial
síntoma. La demanda de análisis generalmente la definiimos en relación a una puesta a punto del
síntoma.
Estos sujetos no pueden disponer de los recursos del significante, en especial del síntoma. No
llegan a análisis representados por su síntoma y articulando una pregunta en relación a él. Es más,
muchas veces ni siquiera se quejan de algún síntoma. En su lugar, aparecen representaciones que
pueden ir desde la enfermedad psicosomática hasta la alucinación, desde el delirio hasta el
alcoholismo, desde la anorexia hasta el acting out, pasaje al acto o impulsión. En estos sujetos hay en
común una “falta de confianza en el significante”. No solo no hablan de lo que les pasa sino que
tampoco se hacen representar por un síntoma. Hay una llamativa ausencia de formaciones del
inconsciente.
Hay tres características fundamentales en la clínica de los pacientes borderline:
1) Dificultades en la transferencia: La transferencia nunca termina de instalarse en el análisis de
estos pacientes, ya sea porque falta seguido, no tenga nada que contar, abandone el análisis, que no
entienda una interpretación o que reniegue de lo que dijo. El sujeto border no tiene confianza en el
significante, es decir, en otro que escuche lo que él tiene que decir. No se instala el Sujeto Supuesto
Saber. Estos sujetos no pueden llevar a cabo la regla fundamental de la asociación libre. No producen
formaciones del inconsciente, incluyendo síntomas, en transferencia en un análisis.
2) Trauma infantil no reprimido: Muchos de estos pacientes tienen una particular relación con
algún trauma infantil. No es extraño que aparezcan relatos de violaciones, agresiones,accidentes,
abandonos. Este trauma parece no estar reprimido, a diferencia de la histeria, por ejemplo. Hay un
relato dolido de un trauma infantil, que para el paciente tiene una actualidad acuciante, como si el
tiempo no hubiera transcurrido.
3) Acting out: En algunos cuadros se encuentra la prevalencia del acting out, la impulsión, de la
acción, casi como forma de vida.
Lacan se refiere al termino acting out para describir una respuesta que se produce en análisis.
Una mostración, un llamado de atención que se realiza al analista, allí donde ha fallado en su función.
Es un guiño que le hace el analizante al analista, insinuándole que su interpretación no fue buena, que
erro el blanco, es una respuesta que se produce en análisis. El acting out podría desembocar en dos
salidas posibles, el pasaje al acto (en que la escena mostrada se desgarra y el sujeto se arroja fuera
de ella) y la entrada en lo simbólico del análisis.
Lacan aclara además que puede haber un acting out fuera del análisis. Cuando el analista
interviene en la realidad, en vez de saber que la única realidad es la realidad psíquica, están dadas las
condiciones para provocar en el analizante un acting out. Cuando hay transferencia sin analista que la
sostenga, se produce también el acting out. Lacan define al acting out como transferencia sin análisis.
Ante un acting out, el analista está advertido que es una respuesta a una intervención fallida de su
parte, entonces debe reconducir el discurso al plano de las formaciones del inconsciente, al terreno de
lo simbólico. El out del acting sería un out de lo simbólico. El en acting out el sujeto deja de estar
representado por un significante, para estar mostrado por una escena.
En el acting out hay algo que ha sido forcluído de lo simbólico y retorna en lo real de la escena,
de la acción. Lacan analiza dos maneras del retorno de lo forcluído: actuado (acting out) o padecido
(alucinación). Además dice que podría haber una forclusión que no sea la verwerfung, es decir, la del
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significante primordial, fundante, la del nombre del padre, sino otra clase. A esta la llama werfung. Esta
forclusión no es irreversible sino que es posible un regreso al terreno simbólico.
Entonces, el acting out sería una mostración, un llamado al Otro, para que vuelva a ocupar su
lugar de sostener la palabra cuando no hay nadie que lo sostenga, no tiene sentido hablar, sino que
habrá que encontrar otra forma de hacerse representar. Se necesita de un desfallecimiento estructural
del Otro en un momento instituyente.
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la madre, necesita inscribirlo para luego poder operar con el. Necesita hacerlo entrar en otro registro,
en el del principio de placer, del proceso primerio de lo simbólico, para luego poder operar con el con
las leyes del proceso primario: condensación, desplazamiento , transferencia.
La separación, el corte con la madre, va a adquirir una cobertura fantasmática y una articulación
significante. El lugar del niño en ese fantasma va a ser el de objeto, juega a ser él que desaparece
para el Otro es el primer objeto que ofrece para recubrir la carencia del Otro. La articulación
significante y el fantasma son maneras de hacer con la castración, con la renuncia pulsional fundante.
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La realidad provoca rupturas o desorganiza solo cuando encuentra un terreno fértil. Es decir, un
yo con grietas y fallas en su constitución que le impiden defenderse y hacer frente a satisfactoriamente
a los vasallajes a los que está sometido. La asunción de la alteridad (yo- no yo), la diferencia sexual y
entre la vida y la muerte, son tres límites fundamentales, que ningún sujeto alcanza completamente ni
de una vez y para siempre. Sin embargo, un narcisismo aceptablemente configurado, con una matriz
base de identificaciones que le den soporte, tiene la plasticidad y los recursos necesarios para
reconstituirse; se desequilibra produciendo síntomas, pero sin desorganizarse.
Se denomina “fronterizos, borders, límites” aludiendo a su organización psíquica y a las fronteras
de la analizabilidad con las que se topa el analista y hasta las cuales ellos acceden. Son sujetos que
acarrean un enorme sufrimiento por sentirse inconsistentes, con poco valor, con dudas acerca de su
propia existencia e identidad. Desde su infancia han sido privados de un espejo, de una mirada y de un
discurso que les devolviera una imagen cohesiva y deseada de sí mismos con la cual identificarse,
reconocerse y quererse. Se han visto en la necesidad de sobrevivir y para ello han convocado a sus
objetos, entre ellos al analista, anhelando hallar una prótesis de sí mismos, incondicionalidad, sostén y
un aparato para pensarse. La sensación de vacío, las depresiones, los desbordes, las impulsiones, la
intolerancia, no los definen sino que están enraizados en las fallas primarias de su constitución
psíquica. La dependencia a un objeto la viven como una herida contra su integridad narcisista. Incluso
muchas veces abandonan el análisis antes de ser abandonados.
Es frecuente que el paciente border haga uso del discurso como acto, sin tener conciencia de
ello. Que el fin sea provocar sensaciones en el analista, para que sienta lo que no pueden sentir o
representar, más que el propósito de comunicar contenidos ya que lo que se pone en juego en la
sesión ocurre “entre dos objetos más que entre dos personas”.
La realidad los excede, los desorganiza y les provoca intensas angustias, no sólo por la dificultad
que encuentran en metabolizar y simbolizar las grandes magnitudes de estímulo, que les provoca un
efecto traumático, sino que eso conlleva el no poder hacerse responsable de sus propias acciones y
las consecuencias concomitantes que les vuelven como un boomerang. Son seres que sufren de
excesos, tanto del orden interno pulsional, como del afuera. La manera que encuentran de tramitarlos
es por medio de descargas en el cuerpo, actuaciones en el afuera y con otros. Los fines de estas
impulsiones son diversos, van desde aliviar estados afectivos intolerables hasta castigarse. Presentan
dificultad en traducir las cantidades de apremio en significaciones que adjudiquen un sentido a través
de metáforas y simbolizaciones. Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constituciones de su
psiquismo por defecto, de lo que no se inscribió, o por exceso, de lo que no pudo tramitarse
adecuadamente, en quienes el proceso secundario de pensamiento se ve interferido por el
funcionamiento primario. Se defienden de un temor a la fragmentación del yo.
El paciente border vive el objeto en función de la satisfacción de sus necesidades. Un rasgo que
presentan es la manipulación del otro para intentar dominarlo. En la transferencia esto se repite con
diversas técnicas: victimismo, conductas psicopáticas, seducción, etc. Cuando no lo logran pueden
aparecer reacciones agresivas. Esto pone a prueba la tolerancia a no “contra-actuar” y la plasticidad
del analista para no permitir ser manipulado y así poder dirigir la cura.
El paciente border siente que está amenazada su existencia psíquica. La angustia no puede ser
procesada como señal sino que se vive como amenaza de aniquilación y no logra ser canalizada. Hay
en estos pacientes una escisión entre lo psíquico y lo somático que los protege contra la destrucción
absoluta pero les impide el libre funcionamiento de la simbolización, la creatividad y la imaginación. Se
instala el vacío. Parte de su actuación es para paliar esto. Anhelarían experimentar emociones
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genuinas pero no las toleran. Poseen una insatisfacción permanente, frustración constante. Sus
objetivos son inalcanzables y si los alcanzan pierden valor inmediatamente. Sus logros no son vividos
como propios, los invade una sensación de extrañeza. Buscan placer constantemente para evitar el
displacer.
La transferencia es masiva. Un tema delicado es que estos pacientes pueden presentar el
síndrome de difusión de la identidad. Sus valores y opiniones pueden mimetizarse con los que los
rodean. En la relación terapéutica las intervenciones pueden ser vividas como órdenes, por ende su
formulación debe ser cuidadosa, intentando no aseverar ya que tienden a darle un carácter de certeza
al discurso del otro. La transferencia suele ser caótica y masiva, mostrando una alternancia entre
idealización y devaluación. Puede también darse una transferencia erótica.
En relación a la contratransferencia, estos pacientes pueden despertar sentimientos de enojo,
impotencia, frustración, hostiles, como así sentimientos de rescate y salvación que pueden llevar a una
sobre involucración y ruptura del encuadre psicoterapéutico. Es vital analizar la contratransferencia
para prevenir el acting-out del analista. En un primer tiempo del proceso analítico de estos pacientes
no funciona la asociación libre ni la atención parejamente flotante. Esto puede tornarse resistencial
para el analista intentando forzar situaciones. El analista debe tener un yo armado, que tolere los
embates pulsionales para poder afrontar estos pacientes.
El trabajo analítico consistirá en ir construyendo una relación objetal “posible” diferente, un
cambio en la organización psíquica, a través y por el vínculo. Si el analista interpreta demasiado rápido
intentando llenar el vacío puede ser confundido con la intrusión del objeto malo. Si queda en silencio,
repite la inaccesibilidad del objeto anhelado y frustrante. Lo que sostiene el tratamiento es la presencia
del terapeuta-objeto como forma de crear una nueva modalidad vincular, que permita lograr una mayor
confianza en el otro y en sí mismo. El analista regala representaciones-contenido al mismo tiempo que
ofrece un lugar-continente para albergarlas. La demanda tiene que ver con que el analista hable por él
y se funda en él. Por esto es que la demanda no es de análisis, sino podría decirse que lo que se
demanda es a un otro que hable por él y se funda en él, y la labor del analista consiste en que pueda
reintroyectar aquello que depositó en el analista.
El diagnóstico de estos pacientes no es fácil, salvo en casos de extrema gravedad. El paciente
border presenta una sintomatología polineurótica y puede esconderse. Pueden presentar fobias en
especial referidas al cuerpo y a la percepción del sujeto por el otro, la relación con el objeto está
sometida a la regulación con la distancia a través de mecanismos agora y claustrofóbicos que los
pueden invalidar socialmente. Además pueden presentar síntomas obsesivo-compulsivos que se
vuelven sintónicos con el yo. Además conversiones asociadas a manipulación. Preocupación invasora
en forma de temores hipocondríacos. Pese a presentar síntomas neuróticos las defensas son más
primarias: escisión e idealización. Además de negación e identificaciones proyectivas. Los border se
diferencian de la psicosis en que no está comprometido el juicio de realidad ni inventan una lengua
personal como es la del delirio.
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Patologías fronterizas → son sujetos que acarrean un enorme sufrimiento por sentirse inconsistentes,
con poco valor, con dudas acerca de su propia existencia e identidad. Déficit en la simbolización, hay
impulsiones que sustituyen (la descarga) la decisión, lo que hay es acción. Desde su infancia han sido
privados de un espejo, de una mirada y de un discurso que les devolviera una imagen cohesiva y
deseada de sí mismos con la cual identificarse, reconocerse y quererse; como correlato se han visto
en la necesidad de sobrevivir y para ello han convocado a sus objetos, entre ellos el analista,
anhelando hallar una prótesis de sí mismos, incondicionalidad, sostén, y un aparato para pensarse. La
relación con el objeto es de dependencia, si el objeto desaparece ellos también. Son objetos muy fijos.
Son sujetos que sufren de excesos, tanto del orden interno pulsional, como del afuera, de la realidad
exterior. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de descargas, en el cuerpo como
actuaciones en el afuera y con los otros. Tienen fallas en la comunicación.
Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constitución de su psiquismo por defecto, de lo que
no se inscribió, o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes el proceso
secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario.
Se defienden de un temor a la fragmentación del yo.
En la primera infancia es la madre la encargada de dar sentido al llanto y a los gestos de su bebe. Es
en la decodificación de los signos del bebé y en la codificación que se irán generando y entramando
significaciones y sentido con las cuales se identificara el niño. En los pacientes con estas
organizaciones psíquicas, el yo no ha podido internalizar dichas funciones. Han quedado a expensas
de la intensidad de los estímulos sin mediación satisfactoria. Las consecuencias aparejadas en el niño
serán la desconfianza de sí mismo, la necesidad permanente de confirmación y aprobación del otro, la
incertidumbre acerca del propio sentimiento de existencia, baja autovaloración, duelos de difícil
resolución y angustias de fragmentación, aniquilación, fusión y abandono. Esos yoes son muy
vulnerables.
El modelo psicoanalítico “asociación libre-atención flotante” no función en un 1° momento. Las
interpretaciones no van dirigidas únicamente a los contenidos reprimidos del ello, sino directamente al
yo y a un superyó que esta frente a un yo tan débil. Nuestro trabajo es crear representación con las
cuales el yo vaya lentamente adquiriendo consistencia y pueda identificarse. Para estar en condiciones
de emprender un psicoanálisis, para desarticular, des-identificar y desarmar tenemos que estar frente
a un yo armado que tolere, a su manera, los embates pulsionales. Va a tener que propiciar la
autonomía y la autoestima.
Lo que el tratamiento debería proveer durante el proceso es, a través de la continuidad del mismo,
representaciones psíquicas que vayan reorganizando ese psiquismo fallido.
Como contrapartida de una transferencia masiva y caótica, se presentan intensos sentimientos contra-
transferenciales que van desde el enojo, la impotencia, la frustración, etc.
No van a ser pacientes de diván porque requieren la mirada del otro, de la confirmación para sentir la
propia existencia.
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escena, de una escena que alcanza su punto final. En el Pasar al Acto: Hay un efecto de Sujeto. Hay
un efecto de máxima subjetividad. Hay un cambio de posición subjetiva. En cambio, en el Pasaje al
Acto: Hay un efecto de aniquilación del Sujeto en un intento fracasado de hacer surgir su subjetividad.
Aniquilación que deja, a lo sumo, una marca de ese acto que fracasa, en el cual converge la
conmemoración de esa aniquilación y al mismo tiempo del intento de subjetivación.
El pasaje al acto se diferencia también del Acting Out. Aquí un Sujeto le muestra al otro el
objeto de su deseo (objeto señuelo del deseo). Es una escena que se sostiene. El Sujeto está
diferenciado del objeto y se lo muestra al otro, otro que desfallece en su función de lectura e
interpretación, otro que no reconoce ese deseo del sujeto. Hay un fracaso en la articulación
significante del deseo. Hay en ese punto una fala en la cadena significante, y en vez de la articulación
metonímica del deseo, hay una mera función de señal. El deseo le es señalado al Otro, a través de
esta mostración del objeto señuelo. El acting out como el resultado de una operación de verwerfung,
pero no del Nombre del Padre, sino como una operación realizada sobre otro punto de la malla de la
estructura significante.
En el caso del Pasaje al Acto, no se trata de una escena que se sostiene sino de una escena
que concluye. Es una escena en la que se diferencian dos momentos:
1- Se ve la instauración progresiva de una escena que avanza y abarca progresivamente más y
más aspectos de la vida del Sujeto. Es decir, gestación de la escena y amplificación tomando más
aspectos de la vida del sujeto.
2- La escena se corta repentinamente, haciéndola cesar. Este segundo momento es lo que se
designa como Pasaje al Acto.
En la situación analítica, el Sujeto va presentándose en posición de desecho, de resto
identificado con el objeto a, hasta llegar al punto en el cual el Sujeto es el objeto en tanto desecho, van
desapareciendo las instancias de clivaje del sujeto con relación a ese objeto. Nada del Ideal queda del
lado del sujeto, queda totalmente del lado del Otro.
¿Qué ocurre del lado del Otro? Va quedando configurado progresivamente como absoluto en un
borramiento cada vez más acentuado de su borradura. El Otro va presentándose cada vez más
identificado al Ideal del Yo, en una conjunción entre totalización del saber y totalización el goce. El Otro
se totaliza en una dimensión de goce y el Sujeto, en tanto objeto resto, es el objeto de ese goce.
En la neurosis, el Pasaje al Acto tiene la particularidad de irse anunciando por indicios que se
tornan más y más evidentes tendiendo a abarcar toda la escena del Sujeto.
El pasaje al acto puede ser el suicidio, el homicidio y otros modos de hacer cesar la escena en
un intento de cortar el goce del otro. No podemos dejar de lado la mención de los fenómenos
imaginarios que se dan en el pasaje al acto, por ejemplo, en algunos pacientes que se melancolizan en
un duelo y en quienes la fragmentación corporal se mostró de un podo particularmente patente, en otro
casos, el pasaje al acto deja como resto de la escena, un cuerpo despedazado, como huella de un
exceso en la propia escena de aniquilación del sujeto. También está la agresividad articulada a veces
a la fragmentación del cuerpo.
¿Cómo se dirige la cura frente al Pasaje al Acto? El analista debe anticiparse a la culminación de
la escena. Debe ofrecerse como el Otro barrado. Cortar la relación entre el sujeto identificado al
objeto-resto y el goce del otro. Se trata de romper, a través de la presencia del analista (en tanto Otro
barrado) con la instancia de otro absoluto. No hay que esperar a la configuración completa de la
escena del pasaje al acto para operar. Ofrecer el semblante del Otro barrado es una primera operación
básica. Hay una relación estrecha entre el sujeto identificado totalmente al objeto-resto y el goce del
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Otro que es necesario cortar. Y ese mismo corte es un avance en la operación de la cura hacia la
relación del sujeto con su verdad, definida por la particularidad de la circunstancia en juego.
Muchas veces el Pasaje al Acto es una vicisitud necesaria de la cura, así como el acting out. Es
el arte del analista el que tiene que permitir un suficiente despliegue de la escena en la transferencia y
al mismo tiempo situar el tiempo en que se empieza a producir las distintas operaciones que tienen por
consecuencia el atravesamiento de este tiempo y corte de la escena desde el análisis. Es el acto del
analista el que tiene que cortar la escena y no dejar que sea la propia escena la que conduzca al
analizante a cortarla en la culminación del pasaje al acto.
¿Cuáles serian las operación que hacen a una estrategia de la dirección de la cura frente al
pasaje al acto? Primero el “semblante del Otro barrado”, allí donde el Otro esta totalizado el analista
debe sostener su presencia barrada, dando un lugar para el analizante como sujeto. En segundo lugar,
se trata de poner en continuidad la escena del análisis con la escena de la vida del analizante, tratando
de esa manera de sostener al limite la dimensión transferencial. Frente al pasaje al acto, no se puede
dejar librado el sostén de la transferencia solamente al analizante, pued precisamente por la propia
estructura de la escena del pasaje al acto, tiende a totalizar el analista, y a sustraerse de la escena del
análisis. Es el analista quien debe hacerse cargo, al menos provisoriamente, de sostener y activar la
transferencia. Este paso se denomina “operación mantenimiento de la transferencia”.
Otra operación tiene que ver con el objeto. El analista debe hacerse cargo de poner en juego el
objeto desde su costado. La mirada y la voz del analista, son particularmente aptas para esta
operación. Por ejemplo; pedir al sujeto que llame o llamar nosotros: el analista ofrece allí su mirada o
su voz en tanto objeto a para clivar al sujeto del objeto a en tanto desecho al cual esta identificado.
Por un lado se ofrece el soporte del sentido y de la imagen, soportes necesarios frente a ese
punto debacle simbólica que es el pasaje al acto. En tanto imagen, cuando se invita al analizante a
situarse frente a frente se le esta ofreciendo la unificación corporal del propio cuerpo del analista, como
soporte frente a la fragmentación, tendiendo a evitar el incremento de la sensación de estar a merced
del goce terrorífico del Otro que la fragmentación corporal provoca y que puede desencadenar por sí
sola el pasaje al acto.
En relación a la palabra, ella también puede operar como corte simbólico en relación al goce del
Otro, Aunque por momentos la dirección de la cura tiene que sostenerse predominantemente desde lo
real y lo imaginario, hasta que la palabra recupera plenamente su eficacia. En la medida en que esta
eficacia se recupera, y el sujeto logra hablar del fantasma del pasaje al acto, de la escena que va
preparando, el propio hablar constituye una operación de corte. El discurso puede ser la encarnación
del goce, pero el discurso también corta el goce del Orto. O sea, que la propia palabra también hace
de barrera.
Si las cosas van bien, el deseo del sujeto comienza a tener una presencia en el texto de la cura,
que en la situación del pasaje al acto es al principio esporádico y puntual, y debe ser sostenida por el
analista. Esta presencia del deseo es una barrera esencial frente al goce y por lo tanto un acotamiento
estructural del pasaje al acto.
Por otro lado, dado el carácter extendido de la presencia de un duelo melancolizado en el pasaje
al acto, el trabajo de duelo en el análisis se torna fundamental, trabajo en el cual el valor simbólico de
la palabra es esencial. Empieza con la restitución de la eficacia de la palabra. Es un trabajo sobre cada
rasgo del objeto perdido, precedido por la instancia de situar qué es lo que el sujeto perdió.
Si la operación de mantenimiento de la transferencia funciona, si la operación del semblante del
Otro barrado en la transferencia funciona, si la operación clivaje del sujeto y el objeto funciona, el
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analizante podrá atravesar el tiempo del pasaje al acto, bajo transferencia sin necesidad de concluir la
escena del pasaje al acto propiamente dicha. Y en todo caso, si la concluye, que sea un pasar al acto
y no un pasaje.
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dimensión del Otro. Para él el recuerdo tiene una dimensión intersubjetiva ineludible; recordar no es
solo traer un recuerdo a la consciencia, sino saber sobre todo comunicarlo; no se trata de la memoria
como función psicológica sino de la transmisión en acciones de un mensaje que no se expresa en
palabras.
Freud no distingue con términos diferentes los fenómenos de repetición dentro y fuera de la
sesión sino que ambos se ordenan por el termino agieren, abarcativo de estas formas de la acción: las
actuaciones fuera de la transferencia que luego el paciente relata al analista (acting out fuera de la
sesión), los enamoramientos demostrativos dirigidos al analista que posibilitan y a la vez obstaculizan
el tratamiento (acting out en la sesión) y las rupturas del vinculo analítico que conducen (pasaje al
acto).
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