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Publicado originalmente en Riquelme, R.; Thumala, E. (2006) Edit. Avances en Psicoterapia y Cambio
Psíquico. Santiago: Ediciones Sociedad Chilena de Salud Mental.
Resumen
En el presente trabajo se describen los dos grandes aspectos del vínculo terapéutico que guían la
investigación empírica en psicoterapia: la alianza terapéutica y la transferencia. Los trabajos muestran la
importancia radical de la alianza para obtener buenos resultados terapéuticos. Se discute si ésta es
condición suficiente o necesaria sobre la cual debe instalarse la acción terapéutica específica. Los
resultados respecto al uso de la interpretación de transferencia en terapia breve resultan controvertidos.
Interpretaciones transferenciales de alta frecuencia se asocian a malos resultados terapéuticos,
especialmente si no se discrimina por tipo de pacientes. Se presentan diversos modelos de
operacionalización de la transferencia, que corresponden a patrones repetitivos de relaciones
maladaptativas. Los pacientes con historia de buenas relaciones objetales parecen beneficiarse con el
trabajo en torno a estos patrones relacionales, incluso cuando se presentan en la transferencia. Se destaca
un modelo que parece lograr articular los aspectos de alianza y transferencia en torno al trabajo específico
de evitar y reparar los quiebres en la relación terapéutica. Finalmente se discuten los aportes de estos
estudios a la práctica clínica.
Caso I: Margarita es una paciente de 33 años, casada con tres hijos, dueña de casa quien
consulta por dolores abdominales difusos, sensaciones parestésicas en cara y cuello
y “nerviosismo”, irritabilidad, estados de ansiedad. En la primera entrevista relata
“aunque hace tiempo que estoy nerviosa, siento que ahora se me rebalsó el vaso, lloro
por todo, quizá es en parte hereditario porque mi mamá estuvo hospitalizada en el Peral
(hospital psiquiátrico), tiene una esquizofrenia, temo que mis nervios me lleven a lo
mismo.... siento que desde mi niñez la enfermedad de mi madre me dejó secuelas”. Los
síntomas físicos se iniciaron hace 2 años, recrudeciendo en los últimos 5 meses antes de
consultar. Actualmente, la paciente debe agregar a sus labores de dueña de casa el
cuidar a su suegra con deterioro psico-orgánico, que vive con su familia, y el
preocuparse por a su madre esquizofrénica que vive a pocas casas de la suya. En la
entrevista aparece una paciente vestida sobriamente sin adornos ni maquillaje, denota
intensa angustia, es incapaz de hilar una frase sin ponerse a llorar. Como antecedentes
importantes relata el haber tenido que hospitalizar a la madre 2 años antes. Además
refiere que, hace 5 meses, el marido atropelló en su bus a una anciana que quedó
hospitalizada. Margarita se involucra intensamente en esta situación, visitándola en el
hospital y estableciendo una relación de amistad con ella.
Hay que tomar en cuenta que la paciente inicia los primeros síntomas cuando le toca
hospitalizar a su madre lo que le genera, probablemente, sentimientos de culpa y
ambivalencia por el deseo soterrado de aliviarse de su presencia. A la vez, en ese
momento debe hacerse cargo de la suegra, también con enfermedad mental lo que
mantiene el conflicto, al repetir su historia. Finalmente, la descompensación aguda
ocurre asociada al atropello por parte del marido de una anciana que ella se siente
obligada a visitar en el hospital; presionada por sus sentimientos de culpa que a su vez
recubrían los deseos hostiles respecto a la figura materna. Así, el sentimiento oculto de
hostilidad hacia la madre es reactivado con este atropello. Se focaliza la situación en
torno al conflicto con la madre y el sistema defensivo de la formación reactiva. Para
establecer el foco se toman en cuenta las indicaciones de Malan (1983) en el sentido de
la presencia de un conflicto actual que reactiva un conflicto nuclear del pasado.
Caso II: Leticia está en la mitad de la década de los 40, es profesora de Educación
media. Soltera, vive sola a pesar que mantiene una relación simbiótica con el padre,
quien vive al frente y atraviesa muchas veces al día para suministrarle sus
medicamentos o resolverle el más mínimo detalle doméstico: “cuando muera mi padre
me mataré para irme a la tumba con él, tengo una relación enfermiza con mi papito”. En
el momento de consultar, su psiquiatra la mantiene con 5 medicamentos diferentes,
entre antidepresivos, neurolépticos y estabilizadores del ánimo. Ha estado hospitalizada
por lo menos 6 veces recibiendo incluso tratamiento electroconvulsivo. Relata estar
hace 11 años con una angustia permanente que no ha cedido a ninguno de estos
procedimientos. Ubica el comienzo de la angustia con una ruptura sentimental, situación
que relata no haber podido superar a la fecha. Refiere pasar por períodos de desánimo
en que no puede levantarse ni cuidar de su aseo personal. Presenta síntomas obsesivos y
compulsivos importantes, distingue crisis de angustia y de pánico. Padece por períodos
de bulimia y de anorexia con importantes fluctuaciones en el peso. Es impulsiva, no
tolera frustrarse, a veces rabiosa llegando a la agitación psicomotora que ha obligado a
consultas de urgencia. Fluctúa entre sentimientos de total minusvalía y grandiosidad. Ha
sido muy inestable en su trabajo, con reiteradas licencias; e inestable en sus relaciones
sentimentales. Si bien el padre ha dedicado su vida a cuidarla, tiene con ella una
relación fría y formal. La madre fallecida, por el relato se deduce que era una mujer de
personalidad infantil, muy violenta e impredecible que golpeaba y maltrataba a sus
hijos.
Las primeras sesiones se dedican primero que nada a establecer un vínculo, ya que se
muestra oscilando entre la descalificación y la idealización irreal. Un segundo objetivo,
consiste en acordar el encuadre, distribuyendo las tareas, indicándole qué se espera de
ella en la terapia y cuál será mi rol. Habiendo establecido un vínculo y distribuido las
tareas, nos dedicamos a revisar y ubicar temporalmente la relación sentimental que
habría desencadenado el cuadro angustioso, e intentar establecer algunos paralelos entre
esa relación y la relación con el padre. Esto estimula a la paciente a hacerle una visita al
ex novio. Yo refuerzo esta conducta respecto a su iniciativa de enfrentar situaciones
largamente postergadas. Leticia empieza a mostrar paulatinamente alivio a su angustia.
Empieza a analizar espontáneamente porqué se enganchó con esa persona y a revisar
sus últimas relaciones y sus características. Después de la muerte de la madre, se peleó
con la hermana y no ha vuelto a ver a sus sobrinos a quienes dice echar de menos;
empiezo a estimularla a que los vea y mostrarle el valor curativo de esos vínculos. La
paciente empieza a hacerse consciente de lo vacío de su vida, “me doy cuenta que estoy
sola, he vivido la vida sin proyecto de nada, sin propósito”. Empieza a aparecer una
necesidad de vincularse que es mostrada en las sesiones y estimulada , ayudándola a
rescatar antiguas amistades.
Este proceso de terapia de apoyo pretende ilustar una terapia basada preferentemente en
la alianza terapéutica, en sus componentes vínculo, tareas y objetivos compartidos
(Bordin, 1979, véase más adelante).
En las viñetas presentadas quise ilustrar dos psicoterapias donde en una se enfatiza una
estrategia basada en “lo transferencial” y en la otra, una estrategia basada en la alianza
terapéutica. Así, cuando hablamos de vínculo terapéutico, en el contexto que nos ocupa,
nos remitiremos a dos fenómenos: la transferencia y la alianza terapéutica. Por razones
conceptuales, de claridad explicativa y por el derrotero que ha seguido la investigación
empírica en psiocterapia, hemos tomado la opción, de describir estos dos fenómenos en
forma separada, lo que será motivo de discusión más adelante.
La alianza terapéutica
Freud, en varios de sus escritos sugiere la presencia de estas dos perspectivas (alianza y
transferencia). Por ejemplo, respecto a cuándo debe dársele las primeras
interpretaciones al paciente, Freud (1913) plantea: “no antes de que se haya establecido
en el paciente una transferencia operativa, un rapport en regla. La primera meta del
tratamiento sigue siendo allegarlo a éste y a la persona del médico”; o, en su escrito
sobre transferencia (1912) cuando define la transferencia negativa o positiva “de
mociones eróticas reprimidas” como provocadoras de resistencia, en contraste con la
transferencia “no chocante”, la que “subsiste (una vez removidas las resistenciales) y es
en el psicoanálisis, al igual que en los otros métodos de tratamientos, el portador del
éxito”(subrayados son míos). Podemos decir entonces que desde los comienzos del
psicoanálisis estaba el concepto que más allá de las resistencias siempre hay “alguien”
que está colaborando con el terapeuta (1). Sterba ya en el año 1934 habla de la
disociación terapéutica del yo, una parte que colabora con el analista y otra que se le
opone. La primera está identificada con el analista lo que le permite a ese aspecto del yo
poderse observar y establecer una alianza con el analista. Fueron los psicólogos del yo
en Estados Unidos (por ejemplo Hartmann 1958, en Safran y Muran, 2000) los que
establecieron las condiciones para el desarrollo del concepto de alianza al fijar la
atención en los aspectos reales de la relación terapéutica. Así aparecen los aportes de
Zetzel que profundizan en el concepto, dando cuenta cómo tanto la neurosis de
transferencia como la alianza terapéutica son fenómenos en el fondo transferenciales,
donde ésta última se apoya en las funciones autónomas del yo remitiéndose a las
primeras relaciones de objeto (satisfactorias) del niño. La alianza sería un fenómeno
diádico que se expresaría en la capacidad del paciente de establecer una relación de
confianza (básica) con el terapeuta. De no existir esta capacidad de confiar, sería el
terapeuta el encargado de construirla mediante una actitud e intervenciones de apoyo.
Es así que podríamos plantear la hipótesis, que dada las experiencias positivas de la
primera paciente con su abuelo-padre, ella podía “transferir” esta relación a la terapeuta,
estableciendo así una rápida alianza terapéutica, pudiendo trabajar en una terapia breve
de tipo expresiva (véase De la Parra, 2000). La segunda paciente, con funcionamiento
más primitivo, no tenía experiencias gratificantes que le permitieran establecer una
alianza desde la partida, lo que obligaba a trabajar permanentemente en su construcción,
en el marco de una psicoterapia de apoyo. Greenson (1976, 1967, versión origina)
define la “alianza de trabajo” como, “la relación racional y relativamente no neurótica
que tiene el paciente con su analista. Es la parte razonable y objetiva de los sentimientos
que el paciente tiene por el analista la que hace la alianza de trabajo…la alianza se
forma entre el yo razonable del paciente y el yo analizador del analista”. El aporte de los
psicólogos del yo, al poner los aspectos realistas de la relación en primer plano
utilizando intervenciones no interpretativas, permitió, como lo plantean, Safran y
Muran, una mayor flexibilización técnica, y así el desarrollo de otro tipo de terapias
para un abanico más amplio de pacientes.
En la historia de la alianza terapéutica, fueron los trabajos de Bordin (1979) los que
permitieron generalizarla, ser integrada por otras orientaciones y ser tomada como
objeto de investigación empírica. Para los terapeutas experienciales pasa a ser un factor
fundamental del cambio terapéutico, también para los teóricos experienciales
contemporáneos (Greenberg, Rice y Elliott, 1993, en Safran y Muran, 2000), así como
para los teóricos actuales de la terapia cognitivo conductual (por ejemplo, Muran y
Ventur, 1995, en Safran y Muran, 2000). Para Bordin (1979), la alianza está constituida
por tres componentes: a) el acuerdo sobre la tarea de la terapia, b) el acuerdo sobre los
objetivos y c) el vínculo, que corresponde a la relación afectiva, terapeuta-paciente. El
aporte de Bordin fue no solo el ser uno de los primeros que da cuenta de la alianza como
un factor multidimensional, sino haber permitido operacionalizarla y, como
decíamos, aplicarla a la investigación empírica (2). Este autor plantea que la alianza
terapéutica es prerrequisito para el cambio en cualquier tipo de terapia, lo que nos lleva
al significado de los factores genéricos en psicoterapia.
Desde el punto de vista de la investigación nos va a interesar la relación que existe entre
la cuantificación, la calidad y las visicitudes de la alianza terapéutica y los resultados
psicoterapéuticos. Esta relación, se da en lo que se denomina “investigación de
proceso/resultado” que explora la influencia de las variables de proceso en los
resultados terapéuticos (véase más adelante odenamiento de variables del proceso según
Orlinsky).Responde a la pregunta ¿qué ocurre en el proceso para producir resultados
favorables o desfavorables en la terapia?, ¿qué varaiable del proceso es mejor predictor
de buenos resultados? etc. Es importante destacar que, normalmente, los datos sobre
efecto terapéutico se originan en tres fuentes de evaluación: paciente, terapueta, y juez
independiente. Por ejemplo para evaluar la alianza terapéutica en una determinada
sesión, al final de ésta puede responder un instrumento el terapeuta, el paciente y/o un
evaluador independiente. Estas tres fuentes no siempre correlacionan, por lo que los
diversos autores, prefieren presentar los resultados en forma separada. En lo que sigue,
destacaré la fuente, sólo si no correlacionen o existen resultados significativos solo para
uno de ellos.
Nos van a interesar aquí las variables del proceso donde describen:
Los hallazgos presentados por Orlinsky y cols. (2004) corresponden a dos revisiones
que abarcan desde 1950 a 2001. La primera revisión que realizó este autor junto a
Howard (importante investigador recientemente fallecido) entre1950-1992 de 500
trabajos proceso-resultado dio lugar a 2354 hallazgos diferentes. Hallazgo se define
como la relación entre una variable del proceso y su resultado. Esta revisión dio lugar a
conclusiones válidas hasta la actualidad, como por ejemplo la famosa curva dosis-
efecto de las psicoterapias, o el modelo fásico de proceso psicoterapéutico. Entre 1993 y
2001 estos autores revisaron los 320 trabajos publicados en el tema. Vale la pena
subrayar que los trabajos revisados provienen de terapias de las más diversas
orientaciones, lo que da cuenta de cómo el concepto de alianza terapéutica, gracias a la
investigación, ha adquirido un status pan-teórico.
Calidad general del vínculo: la revisión de 56 trabajos hasta el año 1992 y luego de 53
hasta el 2001 concluye que la calidad general del vínculo se relaciona con buenos
resultados terapéuticos.
Respecto a la contribución del paciente a la calidad del vínculo y su relación con los
resultados terapéuticos los hallazgos fueron mucho más consistentes para las tres
fuentes de observación
La revisión de Horvath del 2005 concluye que la correlación entre alianza y resultado es
moderada pero significativa. Fluctúa entre 0.22, 0.29, (Horvath, 2005) hasta 0.56, 0.68
dependiendo, entre otros, del resultado evaluado, si son síntomas, cambio estructural,
etc. (Hentschel, 2005). Horvath también concluye que la perspectiva del paciente tiende
a ser más predictiva del resultado que las otras fuentes y que la evaluación precoz de la
alianza es mejor predictor que las evaluaciones hechas en otros momentos del proceso.
Dentro de esta misma línea están las investigaciones que relacionan acciones
terapéuticas (como interpretaciones transferenciales) o aplicaciones técnicas como
adherencia a manuales (véase más adelante) con mejoría o deterioro de la alianza
Ya sabemos que la alianza es importante para el proceso y los resultados, por lo que
cabe preguntarse si ésta es entrenable. La revisión de Horvath (2005) nos revela que
menos de la mitad de los trabajos mostraban una relación positiva entre el
entrenamiento de la alianza y la cualidad de ésta, reportada por el paciente o un juez
independiente. Lo que los trabajos muestran, es más bien que jueces pueden identificar
consistentemente atributos del terapeuta, como flexibilidad, interés y calidez, que se
relacionan con una buena alianza. La mayoría de los proyectos exitosos en
entrenamiento psicoterapéutico, incluyen supervisión individual en un formato
estructurado en que se examinan y discuten los tratamientos que hacen los terapeutas
nóveles, revisando y corrigiendo la “relación terapéutica problemática” (véase
después acerca de patrones de relaciones maladaptativas, o problemáticas) que tiene en
ese momento el terapeuta con su paciente. Safran y Muran (2000) plantean que los
terapeutas deben crecer en su capacidad de autobservarse para poder establecer una
buena alianza. Más adelante mostraremos cómo la aplicación rígida de manuales de
psicoterapia pueden llevar al deterioro de la alianza (Bein, Anderson, Strupp y cols.,
2000; De la Parra & Isla, 2000). Norcross (2002, en Hentschel, 2005), por su parte,
reconoce la dificultad de cambiar los estilos de interacción de los terapeutas, pero
propone favorecer que éste adapte su estilo interpersonal de acuerdo a las necesidades
individuales del paciente; sin embargo, Lazarus (1993 en Hentschel, 2005) se pregunta:
“¿puede el terapeuta ser un camaleón auténtico?”
Horvtah sugiere que así como las relaciones humanas cambian a través del tiempo, hay
que estudiar la evolución de la alianza. También refiere sobre nuevos estudios que
demuestran que el analizar, en un trabajo mutuo, comprometido, el patrón relacional
pueden ser predictivo del desarrollo fásico de una buena alianza (véase por ejemplo,
Safran y Muarn, 2000)
La Transferencia
Introducción
No me voy a ocupar aquí de la definición tradicional de transferencia (al respecto
puede verse Etchegoyen, 1986), más bien me voy a referir a ella en el contexto del
desarrollo actual del psicoanálisis y de la investigación en psicoterapia. Esto significa,
partir del reconocimiento que el psicoanálisis ha evolucionado desde teorías
intrapsíquicas a teorías relacionales, mucho más apoyadas en la observación. La
investigación empírica en el tema ha seguido una evolución similar. Las primeras
investigaciones se hicieron tomando en cuenta las interpretaciones transferenciales
tradicionales, pero luego, al querer operacionalizar el concepto éste fue influido por las
perspectivas interacciónales y luego constructivistas relacionales. La teoría que está a la
base de estos nuevos desarrollos, es entender que la transferencia no es algo que se
proyecte “sobre” o “en” el terapeuta, sino que lo que se trae a la relación terapéutica es
todo un escenario transferencial, donde el terapeuta es instalado como uno de los actores
de este escenario. La instalación de este escenario, produce sentimientos
contratransfernciales (en la línea de la transferencia total de Heimann, 1950) y una
inevitable tendencia a “contra-actuar”, que, en un terapeuta atento, puede ser una rica
fuente de información (véase Balint y Balint, 1961; Strupp y Binder, 1984; Thomae y
Kächele, 1986; De la Parra, 2003). Como lo plantean Sandler, Dare y Holder, (1993):
“no debería limitarse la transferencia a la percepción ilusoria de otra persona, sino que
ella abarca asimismo los intentos inconscientes (a menudo sutiles) de manipular a los
demás o de provocar situaciones que son la repetición disfrazada de experiencias y
relaciones anteriores o bien la exteriorización de una relación de objeto interna”.
Antes de retomar estos modelos nos detendremos en las líneas de investigación que
exploraron los efectos de las interpretaciones transferenciales tanto en los resultados
terapéuticos como en la alianza.
Per Hoglend, es un autor noruego que, inspirado por las numerosas visitas a Oslo de
Sifneos y especialmente de Malan en los 70, comenzó una línea de investigación que
exploraba la relación entre la interpretación de la transferencia, basadas en los
triángulos de Malan (1983), y los resultados en terapias breves. Siguiendo los
lineamientos de este autor, esperaba encontrar una relación positiva entre la proporción
de interpretaciones transferenciales y resultados, en pacientes que cumplieran con la
premisa de traer un conflicto actual circunscrito, relacionado con un conflicto nuclear
del pasado, con una motivación para conocerse a sí mismos. En su primero trabajo
(1994, en Hoglend, 2003) tomó una muestra de 43 pacientes que dividió en dos grupos:
aquellos adecuados para el tipo de terapia (según los criterios recién expuestos), n=22, a
quienes se les realizaron una alta frecuencia de interpretaciones transferenciales y un
segundo grupo, “no adecuado”, a quienes se les realizaron solo interpretaciones
extratransferenciales. A todos los pacientes se los evaluó usando una escala de “cambios
dinámicos”, derivada de entrevistas clínicas, al comienzo de la terapia, al término y en
seguimientos a los dos y cuatro años. La revisión de muestras de videos de sesiones por
parte de jueces independientes mostró un promedio de 6 interpretaciones
transferenciales por sesión (rango 2-12) en el grupo “adecuado” y un promedio menor
que 1 en el grupo “no adecuado”. El principal resultado de este trabajo fue encontrar un
efecto negativo de las interpretaciones transferenciales persistentes sobre los cambios
psicodinámicos a los 2 y a los 4 años de terminada la terapia. No se encontró un efecto
de interacción entre pertenencia a alguno de los grupos y frecuencia de las
interpretaciones transferenciales. En este mismo estudio Hoglend quiso explorar
también si las terapias breves “a la Malan” eran capaces de producir cambios en
pacientes más graves, tal como lo afirmaba este autor. Para esto evaluó la “calidad
de las relaciones objetales” mediante una escala de 8 puntos que resultó ser altamente
confiable (6). Este autor encontró que la calidad de las relaciones objetales era
independiente de la severidad de la psicopatología, de la motivación y de la presencia
de un conflicto circunscrito. Reproduciendo los resultados de otros autores encontró que
la calidad de las relaciones objetales era un fuerte predictor de resultados favorables
tanto en síntomas como en cambio dinámico, evaluados al término de la psicoterapia y
en los seguimientos a los 2 y 4 años. Los pacientes con mejor calidad de relaciones
objetales se beneficiaron más con terapias más breves (10-25 sesiones) mientras que los
con peor calidad de relaciones objetales necesitaros terapias más largas (30-50
sesiones). En otro estudio, Hoglend (1992, en Hoglend 2003), estudió 4 dimensiones
para definir pacientes adecuados para psicoterapia breve: problema circunscrito,
motivación, grado de compromiso en la entrevista y calidad de las relaciones objetales.
Solo esta última tuvo capacidad de predecir evolución favorable de los pacientes a largo
plazo. Además demostró que la adherencia al foco en las interpretaciones se
correlacionó levemente con buenos resultados en el grupo de buena calidad de
relaciones objetales, y en el otro grupo tuvo resultados contraproducentes, lo que es
concordante los hallazgos del grupo de Vanderbilt (Bein, Anderson y Strupp, Henry,
Schacht, Bindedr, Butler, 2000, véase más adelante).
En resumen podemos decir que, hasta aquí, el cúmulo de trabajos empíricos permiten
concluir que las interpretaciones transferenciales (“crudas”) parecen no provocar
reacciones positivas inmediatas en los pacientes, aumentarían el riesgo de reacciones
defensivas, pueden perjudicar la alianza, llevar a disminuir el compromiso del paciente
en el proceso y aumentar la tasa de deserción (véase la revisión de Hoglend, 2003 y de
Henry, Strupp, Schacht, y Gaston, 1994). Estos resultados se relativizan en pacientes
seleccionados (buena calidad de relaciones objetales) donde se modere cuidadosamente
la frecuencia de estas interpretaciones. Futuros trabajos en desarrollo darán luz sobre la
influencia de interpretaciones transferenciales dosificadas en cohortes específicas de
pacientes.
Operacionalizando la transferencia
Este método se ha hecho muy popular tanto en su uso clínico, para establecer y seguir
un foco, como en la investigación. Hacia fines de los 90 había más de 180 estudios en
curso con el CCRT. Una revisión reciente del Luborsky (2000), le permite concluir
que: a) en los procesos terapéuticos se verifica en las narrativas de los pacientes un
tema central conflictivo de relaciones interpersonales que aparece recurrentemente
desde la primera a la última sesión; b) los pacientes que sacan más provecho de la
terapia muestran signos de un mejor manejo de su CCRT específico, (según un
instrumento creado para medir manejo del CCRT) y c) en 19 estudios se ha utilizado el
CCRT para evaluar cambio en estructura de personalidad.
Crits-Cristoph (1998, en Hoglend, 2003), otro de los creadores del CCRT, llama a la
cautela respecto al uso del CCRT en el aquí y ahora de la transferencia, ya que sus
estudios muestran que los patrones interpersonales típicos de los pacientes, se expresan
en la relación con el terapeuta solo en un 34% de los casos, lo que lo hace concluir que
el enfocarse en la relación terapéutica no es algo que esté indicado para todos los
pacientes.
- Los mismos temas interpersonales son consistentes a través de las narrativas de los
pacientes, la mayoría refiere un patrón repetitivo a través de muchas narrativas
interpersonales durante la terapia. Sin embargo hay narrativa que son idiosincrásicas a
una sola relación, por lo que esta autora previene a los terapeutas sobre hacer calzar
todas las narrativas de relaciones en un solo foco.
Hasta aquí, estos modelos no parecen influidos todavía por la idea de transferencia
como repetición de un escenario transferencial donde el terapeuta es involucrado
inevitablemente en la interacción. En los próximos dos ejemplos veremos cómo los
modelos incluyen esta noción que permite que los terapeutas puedan usar la
contratransferencia como importante herramienta diagnóstica.
a) ¿Cómo percibe el terapeuta (y por inferencia, los otros) la conducta relacional del
paciente hacia él? (transferencia);
Cuadro 1
Este eje ha mostrado una validez concurrente (correlaciones con instrumento que
apuntan a medir el mismo constructo) estadísticamente aceptable con dos instrumentos
de vasta utilización e el ámbito de la investigación: el Inventario de Problemas
Interpersonales (IIP) de Horowitz (1988, en Cierpka y cols, 2005) y el
Análisis Estructural del del Comportamiento Social” de Benjamin (1974, en Cierpka y
cols, 2005). Un estudio de la validez predictiva (Cierpka y cols. 2005) mostró una
correlación positiva de la rigidez del eje II (medida con escalas de “flexibilidad”) con la
psicopatología.
Este modelo está siendo utilizado en la Europa germano parlante y en Reino Unido,
recién se está introduciendo en nuestro país y pienso que tiene perspectivas promisorias
especialmente en su capacidad de representar una interfase entre la investigación y la
clínica y servir de herramienta para establecer foco en terapias psicodinámicas breves.
a) Actos del self: todos los dominios de “actos”; afectos, motivaciones, situaciones
percibidas, cogniciones, actitudes.
En un estudio financiado por Fondecyt (De la Parra & Isla, 2000), paralelamente al
trabajo realizado por Strupp, aplicamos el mismo manual para entrenar terapeutas
inexpertos en un diseño de características similares. Nosotros verificamos que los
pacientes que se quedaron en terapia (9 de 27), mostraron mejorías significativas. Los
instrumentos que se aplicaron a los supervisores para evaluar los procesos de
supervisión mostraban una evolución en el aprendizaje de los terapeutas inexpertos. Sin
embargo, la revisión de los videos de las terapias, realizada por jueces independientes,
mostró que los terapeutas nunca se adhirieron al manual, no mostrando un aprendizaje
específico de las directrices de éste. Nosotros interpretamos estos resultados como que
los terapeutas aprendieron a través del entrenamiento (especialmente las supervisiones)
más bien a relacionarse mejor con sus pacientes, haciendo caso omiso de una aplicación
rígida del manual y obteniendo resultados favorables en un grupo de pacientes.
Como veíamos, desde los albores del psicoanálisis se discutió si era posible separar
conceptualmente los términos de alianza y transferencia, ya que se plantea que la
alianza no es otra cosa que la transferencia de relaciones temprana de características
gratificantes, por muy discretas que éstas hayan sido.
Autores como Hentschel (2005) han intentado mostrar empíricamente cómo la alianza
se corresponde con imagos infantiles que se repiten en la relación terapéutica. Buscando
dar respuesta a esta hipótesis, este autor realizó un estudio en que explora el rol de las
imágenes parentales en el desarrollo de la alianza terapéutica, la que cuantifican a través
del cuestionario Therapeutic Working Alliance (TWA, véase nota 4). La investigación
se realizó en 126 pacientes, distribuidos en 38 terapeutas. Los pacientes llenaban un
cuestionario con ítems preformulados que describían 10 roles para la madre, 10 para el
padre y 10 para el terapeuta. Así se construyó un perfil para cada uno y se estudiaron los
parecidos a través de correlaciones y las diferencias a través de pruebas t. Los diferentes
perfiles se definieron por nombres característicos; para las madres: a) fálica-
energética; b) idealizada; c) rígida-compulsiva y d) tímida-depresiva. Los perfiles de
los papás: a) rígido-cliché, b) idealizado; c) compulsivo y d) no amenazante-depresivo.
- Proveer de un marco para guiar las intervenciones del terapeuta de manera flexible,
dependiendo del estado del vínculo en ese momento.
- Utilizar las rupturas de la alianza como la “via regia” para entender los constructos
nucleares que determinan al paciente.
Las estrategias terapéuticas irán encaminadas a enfrentar estas dos formas de amenazas
a la alianza:
b. Explorar los temas relacionales nucleares: como decíamos aquí se integra el trabajo
transferencial, directa y explícitamente a la alianza. Permite entender cómo una tarea
específica que pone en cuestión la alianza es determinada por un patrón relacional
maladaptativo previo del paciente. En este marco, la conciencia del terapeuta respecto a
su aporte a la ruptura de la alianza es fundamental.
b. Explorar los temas relacionales nucleares. Se procede del mismo modo que en el
caso de las rupturas en tareas y objetivos. En este caso sí el trabajo con la transferencia,
(tema relacional nuclear) es fundamental. Es interesante lo que plantean los autores: “en
ciertos aspectos, es conceptualmente más limpio mantener la distinción entre alianza y
transferencia, y ver la alianza como una precondición que hace posible la exploración de
la transferencia. Esto evita la dificultad conceptual de sostener que el desarrollo de la
alianza es precondición para la tarea terapéutica a la vez que una tarea en sí
misma”. Sólo puedo comentar que no puedo estar más de acuerdo.
b. Nueva experiencia relacional: aquí se busca mantener la alianza con acciones que
eviten confirmar el círculo vicioso relacional del paciente. Puede estar indicado en
pacientes que no pueden explorar la relación con el terapeuta o con poca capacidad de
autobservación.
Los autores de este modelo han iniciado una línea de investigación que pretende
demostrar la efectividad de su terapia. Esto no es lo que a nosotros más nos interesa en
estos momentos. Lo que nos resulta altamente relevante es que aparecen como
herederos de los conocimientos acumulados de la investigación empírica en
psicoterapia. No se puede trabajar con la transferencia, “patrones de relaciones
interpersonales maladaptativos”, “temas relacionales nucleares”, o como se los quiera
llamar, sin tomar en cuenta la alianza terapéutica. Por otra parte, en la medida que estos
autores se han hecho cargo del cúmulo de hallazgos empíricos que apoyan la relación
entre alianza y resultados terapéuticos, han elegido el trabajo directo con la rupturas de
la alianza como su foco central de trabajo.
Algunas Conclusiones
El psiquiatra Max Letelier decía que lo que la investigación empírica en psicoterapia iba
a aportar eran conocimientos ya sabidos por los viejos campesinos del Cáucaso,
dudando así de la posibilidad real de que la investigación enseñara algo nuevo a los
clínicos. Al releer el presente trabajo, me planteo que algo de eso hay, sin embargo la
investigación nos permite reafirmar algunas de nuestras teorías clínicas y cuestionar
otras que nos pueden ser muy queridas. Pienso que en este capítulo nos enfrentamos a
las dos situaciones. En lo que sigue quisiera exponer algunas conclusiones que, me
parece, resultan relevantes para la práctica clínica:
La revisión de los trabajos y el recorrido por el presente capítulo nos permiten concluir
sobre la importancia de mantener la separación conceptual entre los constructos
transferencia y alianza terapéutica. Según se ha documentado, ambos aspectos de la
relación son susceptibles de ser investigados separadamente y en su integración y mutua
dependencia.
De lo referido respecto al uso de manuales parece concluirse que “la técnica mata a la
alianza”. Pienso que esto no es cierto, a menos que se los utilice da manera inflexible
como libro de cocina. Hay que usarlos más bien como un libros de ajedrez, que nos
obligan a hacer nuestras jugadas en la espontaneidad del intercambio terapéutico, pero
con la calidez y empatía necesaria para mantener la alianza, algo que no se aprende de
los manuales, pero sí eventualmente en el crecimiento personal y el autoconocimiento.
Finalmente, espero haber cumplido con un objetivo implícito de este trabajo que es
contribuir en la construcción de puentes entre la investigación y la clínica.
NOTAS
(1) El desarrollo del concepto de alianza que describo en los acápites siguientes se basan en los escritos
de Zetzel, 1968, Echegoyen, 1986 y en el excelente resumen de Safran y Muran, 2000.
(2) Diversos autores han aportado también a entender la multidimensionalidad de la alianza terapéutica,
por ejemplo, sobre la base de un análisis factorial, Marmar, Gaston, Gallagher y Thompson (1990, en
Krause, Arístegui, De la Parra, 2003) postulan cinco dimensiones, de las cuales dos se refieren al cliente,
dos al terapeuta y una a la díada terapeuta-cliente. Las dos primeras dimensiones son la confianza y la
capacidad de trabajo del cliente; la tercera está compuesta por la comprensión y el compromiso del
terapeuta; la cuarta se refiere al aporte negativo del terapeuta; y la quinta a la desavenencia entre cliente y
terapeuta respecto de la definición de metas y procedimientos (en Krause, Arístegui, De la Parra, 2003).
Para Gaston (1990, en Krause, Arístegui, De la Parra, 2003) son 4 los componentes de la alianza: 1.-
alianza de trabajo que se refiere a la capacidad del paciente de trabajar intencionadamente en la terapia,
2.- el vínculo afectivo del paciente con el terapeuta, 3.- la comprensión empática y compromiso del
terapeuta, 4.- el acuerdo de terapeuta y paciente sobre tareas y metas de la terapia.
Norcross, por su parte (en Horvath, 2005), revela 11 factores relacionales que contribuyen a la eficacia
terapéutica: alianza, cohesión, empatía, colaboración, consenso de metas, congruencia, retroalimentación,
reparación de rupturas de la alianza, autodevelación, manejo de la contratransferencia, consideración e
interpretación de la relación.
(3) Las escalas para cuantificar la alianza terapéutica pueden ser aplicadas por jueces independientes, ser
respondidads por el paciente y/o el terapeuta. Las más conocidas son: the Therapeutic Alliance Rating
Scale (TARS), the Californian Psychotherapy Alliance Rating System (CALTARS), the Californian
Psychotherapy Alliance Scales (CALPAS), the Therapeutic Bond Scales (TBS; basado en el modelo
genérico). Las escalas más utilizadas son las creadas por Horvath y Greenberg: Working Alliance
Inventory (WAI, se basa en las subedimensiones de Bordin) y Therapeutic Working Alliance (TWA)
(4) Los determinantes, (input) de las actividad psicoterapéutica serían: características personales,
profesionales (se refiere al diagnóstico) y situación de vida del paciente, características personales,
profesionales y situación de vida del terapeuta, la organización o comunidad dentro de la cual se
desarrolla la psicoterapia, creencias culturales u orientaciones valóricas dentro de las cuales los
participantes le dan sentido a la psicoterpia.
(5) Las consecuencias (output) se darían en: en la vida y persona del paciente, en la vida y persona del
terapeuta, en la organización o comunidad que los rodea y en su sistema de creencias
(6) Las escalas de relaciones objetales definen desde a una tendencia permanente del paciente a establecer
relaciones caracterizadas por su madurez, estabilidad y consideración hasta relaciones primitivas,
inestables y explotadoras.
(7) Un breve ejemplo adaptado parcialmente del libro de Luborsky y Crits-Cristoph (1990): sueño de un
paciente: “yo iba a una tienda” (W= obtener algo), “completamente desnudo” (W=¿deseo de exhibirse?),
“dos mujeres jóvenes se ríen” (RO=es avergonzado) “y tuve que arrancar del dueño de la tienda”
(RO=perseguido por un hombre más fuerte), me sentía asustado y perseguido (RS: humillado, perseguido,
empequeñecido). Desde la perspectiva del clínico psicodinámico podríamos pensar en un tema nuclear de
connotaciones edípicas que podría darse perfectamente tanto en las relaciones actuales, como en la
relación transferencial.
(8) Para una aplicación clínica de estos desarrollos véase De la Parra, 2003.
(9) Ejemplo (adaptado de OPD 2001): una paciente depresiva se queja de tener que hacer todo en la casa,
se frustra por sentir que no recibe nada a cambio, se siente no considerada por los hijos, quienes no la
ayudan en sus quehaceres. Se queja también de su marido a quien debe apoyar permanentemente.
Perspectiva de cómo la vivencia el terapeuta: la paciente habla sin parar, asegurándose cada cierto rato de
que el terapeuta la está escuchando. Justo antes de terminar la hora mira al entrevistador de manera
demandante, esperando un consejo. El terapeuta infiere que ha sido “nutrido” con información, pero que
ahora la paciente se da cuenta que se va a frustrar si no recibe algo de vuelta por parte del terapeuta.
Después de la entrevista, el terapeuta refiere que se desconectaba cada cierto rato debido a la verborrea de
la paciente.
1a: La paciente se experimenta a sí misma como que permanentemente ella: ayuda, atiende cuida. (ítem
3); culpa, se queja (ítem 8).
1b: La paciente vivencia a los demás como que permanentemente ellos: le exigen (5); la ignoran (14).
2a: El terapeuta experimenta que la paciente permanentemente lo: determina, domina (6); se pegotea (21).
2b: El terapeuta se siente permanentemente respecto a la paciente: que se retira de ella (30).
Si esto lo sintetizamos en un foco con el cual se podría trabajar terapéuticamente, diría: La paciente siente que sus hijos y marido le
exigen y la ignoran (5,14), y ella se percibe como atenta y cuidadora aunque los culpa (3,8). Para ella es seguramente inconsciente
cómo controla a través de su conducta, y cómo se pegotea (6, 21) lo que hace que los demás se retiren (30), lo que, a su vez, la hace
sentirse ignorada.
(10) El siguiente ejemplo adaptado del manual de Strupp y Binder ilustra su funcionamiento
a) Actos del self: Rosa se siente completamente defectuosa, se pasa recortando el pelo todo el día,
especialmente si se siente mal consigo misma; simbolizando: el repararse para no auyentar a posibles
parejas y, a la vez, buscando verse mal para evitar que los hombres se acerquen y tener intimidad con
ellos. Busca además tener un sentimiento de control perfeccionista y autoconfortarse por autocaricias.
b) Espectativas acerca de los otros: Rosa se imagina que los demás la encuentran inadecuada
especialmente por su apariencia física. La falta de aprecio la mostrarían los hombres queriendo usarla
solo sexualmente.
c) Actos de los otros: Ella observa que la mayoría no se acerca a ella lo que interpreta como una
confirmación de sus temores y no como consecuencia de su retiro
Introyecto: Ella se castiga con autoreproches y retirándose de oportunidades de intercambio social para
recortarse el pelo, sintiéndose completamente defectuosa.
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