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TEÓRICOS

UNIDAD 1: FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

Concepto de Icc / conflicto psiq / síntoma analítico

ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA. (1893) Freud.


Época de método catártico
Las más de las veces no se tiene un síntoma histérico único, sino un conjunto de ellos en parte independientes entre
sí, en parte enlazados. No se debe esperar un único recuerdo traumático y, como su núcleo, una única representación
patógena, sino que es preciso estar preparado para encontrarse con series de traumas parciales y encadenamientos
de ilaciones patógenas de pensamiento. El material psíquico de una histeria así se figura como un producto
multidimensional de por lo menos una triple estratificación. Primero está el núcleo de recuerdos (recuerdos de
vivencias o de ilaciones del pensamiento) en los cuales ha culminado el momento traumático o halló su plasmación
más pura la idea patógena. En torno de este núcleo hallamos una muchedumbre, a menudo de increíble riqueza, de un
material mnémico de diversa índole que en el análisis es preciso reelaborar y presenta un triple ordenamiento.
Primero es inequívoco un ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada tema singular. La segunda
manera de ordenamiento: están estratificados de manera concéntrica en torno al núcleo patógeno. Son estratos de
resistencia creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales
se extienden los temas singulares. El tercer tipo de ordenamiento es el de según el contenido del pensamiento, el
enlace por los hilos lógicos que llegan hasta el núcleo, enlace al cual en cada paso puede corresponderle un camino
irregular y de múltiples vueltas. Ese ordenamiento posee un carácter dinámico. La terapia no consiste en extirpar algo,
sino en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación el camino por un ámbito antes bloqueado.
El estrechamiento de la conciencia: nunca puede ingresar en el yo-conciencia más que un único recuerdo; el
enfermo ocupado en la reelaboración de ese solo, no ve nada de lo que esfuerza detrás y olvida lo que ya ha pasado.
Y si el dominio sobre este solo recuerdo patógeno tropieza con dificultades, entonces ese paso de estrechura, por así
decir, se obstruye; el trabajo se atasca, nada más puede pasar por ahí, y ese recuerdo solo que se encuentra en el
pasadizo permanecerá ante el enfermo hasta que lo haya aceptado en la anchura del yo. De tal suerte, toda la masa,
espacialmente extensa, del material patógeno se filtrará como por una estrecha hendidura, y así alcanzará la
conciencia como descompuesta en fragmentos o jirones. Es tarea del psicoterapeuta recomponer desde ahí la
organización conjeturada.
Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya dirige su atención Y supera
resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez que por el medio del presionar uno haya abierto
un nuevo camino, puede esperar que durante un trecho el enfermo avanzara libre de nueva resistencia.
Cuando entre las tareas de análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de acrecentamiento en su
intensidad o de retorno, durante el trabajo se observa, de ese síntoma, el interesante y no indeseado fenómeno de la
intromisión. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con intensidad reforzada, tan pronto como uno ha entrado en la
región de la organización patógena que contiene la etiología de este síntoma, y entonces sigue acompañado al Trabajo
con unas oscilaciones características e instructivas para el médico. La intensidad del síntoma se incrementa cuanto
más hondo se entre en uno de los recuerdos patógenos pertinentes, alcanza la altura máxima poco antes de que estos
últimos sean declarados, y desciende de repente tras una declaración completa, o aun desaparece por entero durante
un tiempo.
Y no pocos casos, en particular en mujeres y donde se trata de aclarar unas ilaciones de pensamiento eróticas, la
colaboración de los pacientes pasó hacer un sacrificio personal que tiene que ser recompensado mediante algún
subrogado del amor. Cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, al enfermarse le cruzara la
conciencia de los cargos que se han acumulado Contra aquel. Hasta donde llega mi experiencia, es obstáculo
sobreviene en tres casos principales:
1) el de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, Menospreciada, afrentada O ha escuchado
cosas desfavorables sobre el médico Y el método de tratamiento
2) Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado la persona del médico, perder su autonomía
frente a él Y hasta caer en dependencia sexual de él.
3) Cuando la enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que afloran del
contenido del análisis. Eso es frecuente, Y aún de ocurrencia regular en muchos análisis. La transferencia sobre el
médico acontece por enlace falso
No se puede llevar a término ningún análisis si uno no sabe habérselas con la resistencia que resulta de los tres
hechos mencionados. Ahora bien, uno halla camino apropiado si se forma el designio de tratar a este síntoma,
neoproducido según un modelo antiguo, lo mismo que a un síntoma antiguo. La primera tarea es volverle consciente al
enfermo ese “obstáculo”.

CONFERENCIA 17: EL SENTIDO DE LOS SÍNTOMAS. (1915/16) Freud


En esta conferencia Freud hace una clara distinción entre el enfoque de la psiquiatría clásica de su época y la del PSA.
Describe a la sintomatología de la llamada Neurosis Obsesiva, en donde hay conductas para muchos irracionales, y a
diferencia de la psiquiatría que los consideraban como “degenerados” y no trataban de explicar estas conductas,
plantea que hay un sentido oculto detrás de cada síntoma.
Para esto el narra dos casos de su propia clínica en dónde quiere demostrar que siempre hay un suceso precedente y
desencadenante que está oculto a la CC del paciente. Dice que el síntoma es individual y rico en sentido, y este
sentido se entrama con la historia del enfermo. Coincide en este punto con Janet al considerarlos “exteriorizaciones del
Inconsciente”.
También hace una diferencia entre la sintomatología de la neurosis obsesiva y la de la histeria de conversión. En esta
última la angustia se aloja en el cuerpo y en la Neurosis Obsesiva el sufrimiento está en el alma, caracterizada por
pensamientos recurrentes que el enfermo no puede refrenar y son movidos a realizar acciones que no le dan
satisfacción alguna. Estos pensamientos son el disparador de una esforzada actividad de pensamiento que deja
exhausto al enfermo. Hay impulsos en estos pensamientos que no puede materializar entonces realiza un montón de
actividades para evitar llevar a cabo esas atrocidades para la conciencia. El resultado es el triunfo de la huida y la
precaución. El enfermo no puede dejar de hacer estas rutinas, porque en ellas desplaza la pulsión que lo atormenta,
pero no las suprime. Él lo describe como un penar estrafalario. El plantea que analizar el síntoma te lleva al núcleo más
íntimo de un caso.
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones fallidas y los sueños y que
están en vinculación directa con el paciente. El plantea que la tarea del analista es descubrir esta situación del pasado
en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a su fin. El habla de que los síntomas tienen rasgos “típicos” y
rasgos “particulares”. Es en estos que se va a poder investigar la historia que los desencadeno. Los rasgos típicos son
los que van a ayudarnos para enmarcar al paciente en un diagnóstico, y los “singulares” sirven de material para
desentramar la vivencia particular.

CONFERENCIA 23: LOS CAMINOS DE LA FORMACION DEL SINTOMA (1915/16). Freud


Los síntomas son actos perjudiciales o inútiles, que la persona realiza contra su voluntad, y conllevan displacer o
sufrimiento. Su perjuicio es el gasto anímico que ellos cuestan y que se necesitan para combatirlos. Sí la formación de
síntoma es extensa puede empobrecer a la persona en cuanto a energía anímica disponible. Interesa la cantidad de
energía requerida, por lo que "estar enfermo" es un concepto práctico. Desde el punto de vista teórico todos somos
neuróticos, pues las condiciones para la formación de síntomas también están en las personas normales.
Los síntomas neuróticos resultan de un conflicto en torno a una nueva modalidad de satisfacción pulsional.
Las dos fuerzas opuestas coinciden en el síntoma (compromiso de la formación) por eso es tan resistente. Una de las
dos partes es la libido insatisfecha, denegado (frustrado) su objeto en la realidad, busca otros caminos para su
satisfacción. Emprende el camino de la regresión y aspira a satisfacerse en una de las organizaciones superadas o por
medio de uno de los objetos resignados. La libido es cautivada por la fijación que ha dejado tras de su desarrollo.
Sí las regresiones no despiertan contradicción del yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará una satisfacción
real no normal (perversión). El conflicto se plantea si el yo no acuerda con estas regresiones. La libido intenta drenar
su investidura energética, según el principio de placer, y tiene que sustraerse del yo. Las fijaciones que recorre en
sentido regresivo y de las cuales el yo se protegió a través de represiones, le permiten drenaje. La libido inviste las
posiciones reprimidas y se sustrae del yo y de sus leyes, bajo la frustración externa e interna. Las representaciones
sobre las cuales la libido transfiere su investidura pertenecen al sistema Inconsciente y están sometidas a los procesos
de condensación y desplazamiento. Se establecen formaciones similares a las de la formación del sueño. El síntoma
se engendra como un retoño del cumplimiento de deseo Icc, desfigurado y provisto de dos significados que se
contradicen. La diferencia entre la formación de sueño y la del síntoma es que el propósito Pre-cc del sueño es
preservar el dormir y tolera más la moción de deseo Inconsciente porque el estado del dormir bloquea la salida a la
realidad.
La libido escapa en el conflicto gracias a la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva de estas lleva a sortear
la represión y a la satisfacción de la libido bajo las condiciones del compromiso. Por el rodeo a través del Inconsciente
y las fijaciones, la libido logra alcanzar una satisfacción real, aunque restringida y apenas reconocible. Lo dicho vale
exclusivamente para la formación de síntoma en el caso de la neurosis histérica.
Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, por medio de la regresión de la libido a estadios
anteriores del desarrollo, en la elección de objeto o en la organización. El neurótico quedó adherido a un punto de su
pasado, a un período en donde satisfacía su libido, aunque para ello tenga que retroceder hasta su lactancia. El
síntoma repite aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del
conflicto y mudada en sufrimiento que lleva a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma
aporta es irreconocible para la persona, pues siente la presunta satisfacción como sufrimiento, y esta mudanza es
parte del conflicto psíquico bajo cuya presión se formó el síntoma. Lo que fue para el individuo satisfacción está
destinado a provocar hoy su resistencia o repugnancia.
Los síntomas como medio de satisfacción libidinosa prescinden del objeto y resignan el vínculo con la realidad exterior,
consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad y del retroceso al principio de placer.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas no siempre son
verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis o recordadas son una mezcla de verdad y falsedad. Los
síntomas son ora la figuración de vivencias reales y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la
libido, ora la figuración de fantasías del enfermo.

DUER (2015). ACTUALIDAD DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA


Asistimos en las últimas décadas a una modificación en los motivos de las consultas. Fenómenos clínicos que toman
distancia del síntoma freudiano como manifestación de un sujeto dividido (el predominio de una angustia desanudada
llevada a su punto máximo en el ataque de pánico, el acting out y el pasaje al acto, la compulsión y peculiar relación
con el objeto que se pone en juego en la adicción, etc.) Quedan rezagados los conflictos y padecimientos subjetivos,
reconocidos por quien consulta, en su relación con el otro. Este panorama se vincula directamente con un incremento
en las interconsultas con psiquiatras: sustitución de sesiones por psicofármacos, angustias medicadas y no
interrogadas.
*Caracterizando la época: La globalización instaló nuevos imperativos y modos de goce (goce generalizado común a
todos los sujetos). Se funciona en base a ideales comandados por el mercado y sostenidos en el consumo de objetos.
Se trata de una globalización de la respuesta al malestar en la cultura por la vía del consumo. Una relación con el
objeto donde se excluye el lazo con el cuerpo del otro, con el deseo y con la palabra. Un sujeto ubicado en un goce
localizado más allá del padre y en un franco rechazo al saber. Se le ofrecen al sujeto objetos que podrían neutralizar la
división subjetiva (Ej. drogas en los adolescentes como modo de no querer saber de su propio ICC, de la
insatisfacción, de la castración). Todos es mercancía. El ser y el tener aparecen soldados. Es el capitalismo
hipertrofiado. Y si no se funciona en esa frecuencia, entonces la depresión, el vacío del sentido, la desesperanza.
Declinación de los semblantes de autoridad. Cae la Ley paterna y se entroniza la ley del mercado. El capitalismo
desplaza al padre constituyéndose como amo. Los movimientos totalitarios del Siglo XX intentan reinstalar el lugar de
autoridad, pero encarnando a un padre absoluto que no tiene el contrapeso de la ley, y deviene perverso.
Formas actuales de responder al malestar estructural de la cultura que muestran una fuerte marca de desmezcla
pulsional. Encontramos un S-yo desatado que no puede ser neutralizado por Eros. Búsquedas de un goce ilimitado
que, a veces, solo encuentra un tope en la muerte. (Goce como satisfacción pulsional autoerótica: satisfacción en el
propio cuerpo que no pasa por el otro. Tendencia al exceso, empuje a gozar)
Dos dificultades que se presentan en la clínica ligadas a los síntomas actuales: 1) la falta de atadura Ste, 2) la
fuerte impronta superyoica derivada de la desmezcla pulsional. Queda puesta en tensión la función del analista: ¿de
qué manera se recorre la tarea analítica cuando los síntomas de la época se presentan desprovistos de atadura Ste?
Queda expuesta la dificultad en la clínica de establecer un lazo transferencial al no haber suposición de saber. (Sujeto
Supuesto Saber caído)
*¿Qué subsiste del dispositivo con el cruce de la época?: La atención psicoterapéutica está hoy en manos de
obras sociales y prepagas que bajan línea en cuanto a los tratamientos. Se trata de “objetivos” que paciente y analista
acuerdan conjuntamente, solucionables en un plazo no mayor a 30 sesiones. No es un trabajo guiado por el síntoma
que habla. Hay metas terapéuticas y nomenclaturas basadas en el DSM, se trata de trastornos. Hay un notable
incremento de pacientes medicados, se naturalizan las interconsultas con psiquiatría. Los analistas quedan diluidos en
una práctica asistencial regida por ideales terapéuticos de carácter sanitarista y sostenidos en remisiones sintomáticas.
¿Cómo abordar los efectos de la declinación del padre como lugar de saber y sostén de las identificaciones y
los ideales? Quedará en las maniobras del analista, en los recursos que pueda implementar para reconducir los
análisis hacia el develamiento de un saber no sabido y al reconocimiento de su falta. Se trata de que un sujeto se
responsabilice de aquello que lo aqueja, de su modo de gozar. El PSA responde al mandato del amo moderno con el
deseo del analista delimitando el goce singular de cada quien, reinstaurando el lazo social. Apuntando a buscar nuevos
arreglos con las modalidades de goce, lejos de los preestablecidos por el goce universal de la globalización.
Se corre el riesgo de que tb la palabra quede fagocitada por la globalización, que se instale la palabra-fármaco. Una
palabra mercantilizada, que rechaza lo ICC y los fundamentos éticos del PSA, perdiendo la especificidad de ser el
recurso que apunta a develar un saber.
El PSA enfrenta una encrucijada y de la rta que ofrezcamos dependen tal vez los destinos de nuestra práctica.
Estancarse en una queja melancólica que añora el retorno a un estado previo, o afrontar el desafío de reinventarse a la
luz de los nuevos desafíos. La 1º de las opciones nos sitúa en el marco mismo de las neurosis y la repetición, la 2º tal
vez nos permita introducir un elemento diferencial en un circuito repetitivo, ¿acaso es otra cosa la tarea analítica?

UNIDAD 2: INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO

Proceso diagnóstico / diferencias escucha analítica y psicoterapias / entrevistas preliminares / método


analítico: asoc libre, atención parejamente flotante, abstinencia, neutralidad

Freud (1912) CONSEJOS AL MÉDICO SOBRE EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
1- El médico deberá guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles de recuerdos, etc. del paciente
sin confundirlo con un material parecido proveniente de otro paciente. P/ lograr esto, el médico no debe fijarse en nada
en particular y prestar a todo lo q escucha la misma “atención parejamente flotante”, ya q tan pronto como uno
tensa adrede su atención, empieza tmb a escoger entre el material ofrecido, guiado x expectativas e inclinaciones
propias, corriendo el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe. El médico deberá abandonarse x entero a sus
memorias Inconscientes, deberá volver “hacia el ICC emisor del enfermo su propio ICC como órgano receptor”. X su
parte, el analizado deberá atenerse a una particular exigencia, considerada la regla fundamental del psicoanálisis:
referir todo cuanto se le ocurra, sin críticas ni selección previa (Asociación Libre). Así, los elementos del material que
ya se ensamblan en un nexo quedarán a disposición CC del médico, mientras q los elementos restantes, todavía
incoherentes, surgirán en la memoria del médico tan pronto como el analizado presente algo nuevo al cual referirlo.
2- Desaconseja q en el curso de las sesiones se tomen notas extensas ya q de esta manera se practicaría una
selección del material.
3- Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado no es bueno elaborarlo científicamente.
4- El médico no puede tolerar aquellas resistencias q aparten de su CC lo q su ICC ha discernido, p/ ello es lícito
exigirle que se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico q le permitirá tomar CC de sus propios complejos que
pudieran perturbarlo, para aprehender lo que el analizado le ofrece (propio análisis).
5- Critica la actitud del médico q considera adecuado p/ superar las resistencias del enfermo, dejar ver sus propios
defectos y conflictos anímicos. El médico no debe ser transparente p/ el analizado, sino mostrar sólo lo que le es
mostrado.
6- Ambición pedagógica: no hacer del paciente un patrimonio personal, no imponerle ideales ni complacerse por su
obra.
7- Abstinencia: Frialdad de sentimientos exigible al analista, crea condiciones más ventajosas. Para el médico el
cuidado de su propia vida afectiva y para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy nos es posible prestarle.
8- Neutralidad: a) en cuanto a valores morales, religiosos, etc, es decir no dirigir la cura a un ideal cualquiera y
abstenerse de todo consejo, b) respecto del discurso del analizado, no conceder a priori una importancia preferente a
determinado fragmento (relación a la atención flotante).

Freud (1912) SOBRE LA INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO.


(PRACTICO A-TEORICO)
Freud plantea una serie de reglas (que no adquieren carácter de obligatoriedad), sino que han sido fruto de su
experiencia y que le han resultado más adecuadas para su individualidad.
1- Aceptar a los enfermos primero solo provisoriamente, por una o dos semanas. Durante ese lapso se toma
conocimiento del caso y se decide si es apto para el psicoanálisis. La interrupción dentro de ese lapso ahorra al
enfermo la impresión de un intento de curación fallido. La iniciación del tratamiento con un período de prueba tiene
además una motivación diagnóstica.
2- Prolongadas entrevistas previas antes de comenzar el tratamiento, así como un conocimiento anterior entre el
médico y la persona por analizar, traen consecuencias desfavorables: hacen que el paciente enfrente al médico con
una actitud transferencial ya hecha.
3- Con respecto a la transferencia, Freud asignaba a cada paciente una determinada hora. La misma era suya y
permanecía destinada a él aunque no la utilice. Consideraba que tomar una actitud más tolerante, las inasistencias
ocasionales se multiplicaban. Creía que aún interrupciones breves implicaban un prejuicio para el trabajo.
Una de las preguntas más desagradables que debía enfrentar el médico era: ¿Cuánto durará el tratamiento? Esta
pregunta es de difícil respuesta ya que:
· Es frecuente que el neurótico en ciertos períodos solo haga progresos muy lentos
· Las alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud debido a la atemporalidad de los procesos
inconscientes
· El analista introduce un proceso (la resolución de las represiones existentes), puede supervisarlo, promoverlo,
quitarle obstáculos del camino, pero una vez iniciado sigue su propio camino.
4- El psicoanálisis requiere de lapsos más prolongados de los que el paciente espera. Esto debe ser informado al
enfermo antes de iniciar el tratamiento.
5- Respecto al dinero: consideraba que en la estima de dinero coparticipan poderosos factores sexuales. Veía que la
estima del enfermo por el tratamiento no se elevaba brindándoselo demasiado barato. El analista tendría derecho a
negar asistencia gratuita, ya que la misma le sustrae una fracción considerable de tiempo de trabajo, además muchas
resistencias del neurótico se acrecientan por el tratamiento gratuito. La relación toda se traslada fuera del mundo real y
el paciente pierde un buen motivo para aspirar al término de la cura.
6- Aconseja hacer que el enfermo se acueste en un diván mientras el médico se sienta detrás de modo que él no lo
vea, a fin de no influir con ningún gesto en sus interpretaciones o comunicaciones.
7- ¿En qué punto y con qué material se debe comenzar el tratamiento? No interesa con qué material se empiece, con
tal que se deje al paciente hacer su relato y escoger el punto de partida.
Hay que sancionar la conducta de aquellos pacientes que preparan su relato, supuestamente para asegurarse un mejor
aprovechamiento del tiempo, ya que detrás de su conducta se esconde una actitud resistencial que le permite
protegerse del afloramiento de ocurrencias indeseadas.
Ante aquellos pacientes que empiezan su cura diciendo que no se les ocurre nada de qué hablar, por ninguna razón
debe cederse a su ruego de que se les indique aquello sobre lo cual debe hablar.
8- ¿Cuándo se debe empezar a hacer comunicaciones al analizado? Sólo cuando se haya establecido en el paciente
una transferencia operativa (buen rapport).
Es necesario proceder con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo antes de que
el paciente esté próximo a ello, de suerte que solo tenga que dar un corto paso para apoderarse él mismo de esa
solución.
9- Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar el tema de la
transferencia, hay que esperar hasta que haya devenido resistencia. La transferencia a menudo basta por sí sola para
eliminar los síntomas del padecer, pero ello de manera solo provisional, mientras ella misma subsista. Así sería sólo un
tratamiento sugestivo, no un psicoanálisis. Adquiriría este último nombre si la transferencia ha empleado su intensidad
para vencer las resistencias.

Galende (1990) LOS TRATAMIENTO ANALITICOS EN LAS INSTITUCIONES .


(PRACTICO B-TEORICO)
Hace una distinción e/ los requerimientos de un tratamiento analítico y ciertas intervenciones analíticas que no
constituyen un tratamiento, pero se basan en su método y producen ciertos efectos.
Intervenciones analíticas: (Señalamientos, interpretaciones, etc. Ej. analizar un síntoma, un sueño)
● Requisito p/ considerarlas como PSA→ deben responder a la función interrogativa del método, deben guardar relación
exclusiva a la palabra ya que un acto que no se media por lo simbólico, no tiene función analítica.
● En gral, incluye la intención de develar la estructura patológica del síntoma, del conflicto.
● A diferencia de los tratamientos, no pueden ser previstas ni programadas: se caracterizan por el factor
sorpresa, la ocurrencia en el momento oportuno (que obedece a la presencia de analistas en estas instituciones
y a la experiencia que éstos tengan)
● Junto a los tratamientos analíticos planificados y llevados a cabo en las insts, constituyen los rasgos de la
presencia de psicoanalistas en estos lugares de Salud Mental.

PSICOTERAPIAS PSICOANÁLISIS
Son más fenomenológicas en su captación del síntoma Se propone una disección de las estructuras
productoras de conflicto
Parten de y tienden a la unidad del sujeto, ideas de Su sujeto es estructuralmente escindido, el conflicto y la
adaptación e equilibrio. adaptación son de naturaleza irreductible.
Se proponen la resolución del síntoma, en lo cual Devela la relación entre síntoma y verdad histórica del
basan su eficacia. sujeto. La disolución del síntoma sobreviene por
añadidura, por develamiento de esa verdad.

Responden a la demanda del paciente y tienden a Interroga la demanda sin satisfacerla, tratando de
reunir lo que éste separa. desagregar lo que la constituye.
Autorizan en el terapeuta la utilización de su persona Se rige por el principio de abstinencia y la relación
para lograr la cura. exclusiva a la palabra.
El terapeuta utiliza un saber y una experiencia que El analista interroga al saber en el paciente, evitando
hacen de su acción una pedagogía subyacente. toda intención pedagógica.

Abordar las cuestiones relativas al TRATAMIENTO ANALÍTICO EN UNA INSTITUCIÓN es preguntarse por la
transferencia, ya que es su despliegue en la cura lo que define las características y posibilidades de un análisis. Se
pregunta qué agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. Dice que las cuestiones del encuadre no son
lo esencial, pero que si es importante contar con la aceptación por la institución de ciertos requerimientos q tiene un
tratamiento analítico: elección mutua del analista y el paciente, respeto de la privacidad de la relación analítica,
aceptación del tiempo de duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones (que no pueden fijarse
administrativamente), respetar que es el analista quien dirige la cura, aceptación de los criterios analíticos de curación
y fin de la cura. Para un analista, la singularidad de cada análisis es esencial (caso x caso), lo cual entra en
conflicto con los requerimientos de las instituciones referidos al diagnóstico, clasificaciones y generalizaciones. Lo que
agrega la Institución a estos tratamientos analíticos es justamente la PRESENCIA DE LA INSTITUCIÓN EN LA
TRANSFERENCIA (transf. institucional):
● La inst. emerge como fuerza instituyente de una relación con el analista q hace obstáculo a la configuración de
la relación de análisis.
● Esta transferencia es previa a la transferencia analítica propiamente dicha, y suele permanecer como obstáculo,
telón de fondo de todo tratamiento en la inst.
● Está configurada por la relación regresiva que el paciente mantiene con la Institución médico-asistencial, y
suele expresarse tanto como formas de sometimiento, como de exigencias despóticas de cuidados y
atenciones.
● La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la relación con el
analista algo de los vínculos primarios. La transferencia a la inst. busca repetir de modo compulsivo el vínculo
simbiótico materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. (aparece en lo ritualizado en la relación
con el médico y en el requerimiento repetido en el acto sometimiento-cuidado).
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante que aplasta las
singularidades de su historia personal. Esto se une a los efectos de homogeneización que produce la Inst en sus
miembros. Ambas, instituciones y la transferencia del S, se constituyen en resistencia al análisis que requiere el
despliegue de una singularidad plena. Estas consideraciones son claves, porque el psicoanalista no está exento de su
propia identificación con la Institución y de establecer “transferencia recíproca”. Es frecuente que los analistas
depositen en la Inst. sus propias demandas regresivas de protección, seguridad y cuidados. Frente al investimiento
transferencial que los pacientes hacen sobre el analista suele ocurrir que éste recurra a la institución como defensa,
poniéndose en función resistencial. Si la Institución sirve al analista para protegerse de la transferencia del paciente y
al mismo tiempo, sirve al paciente como resistencia para el análisis, entonces la inst. logra impedir el análisis.
Así como el analista abre interrogantes frente a la demanda del paciente, es preciso que se interrogue la demanda de
la institución, la cual apunta a una afectación diagnóstica y clasificatoria. A diferencia del analista, la institución no se
plantea interrogantes, sino que tiende a responder con su propia red de sentido, incorporando y significando a ese
sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos, por ende, los encuadres de la inst. y del analista son
antagónicos.
La propuesta de GALENDE: Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico en el que la
demanda pueda ser escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítico en la
inst. no tiene por qué ser distinto al que se realiza en el ámbito privado, debe ser la misma. La calidad de la
intervención, la privacidad de todo análisis, el mantenimiento del secreto, respeto x el paciente y sus síntomas, el modo
de escucha y la interpretación no tienen por qué diferir. La transferencia está en el paciente y se hará presente en la
clínica si hay un analista dispuesto a recibirla. Es una cualidad de la estructura del S, no una maniobra técnica que
pueda o no realizarse.

Miller (2005) DIAGNÓSTICO PSICOANALÍTICO Y LOCALIZACIÓN SUBJETIVA.


He aquí una diferencia muy importante para distinguir la posición del analista antes y después del umbral del análisis,
antes y después de la frontera del discurso analítico. La función operativa de la ignorancia es la misma que la de la
transferencia, la misma que la de la constitución del Sujeto supuesto Saber. El Sujeto supuesto Saber no se constituye
a partir del saber sino que se constituye a partir de la ignorancia. A partir de esa posición el analista puede decir, o
hacer entender, que no sabemos con anterioridad lo que el paciente quiere decir, pero suponemos que quiere decir
otra cosa. La importancia del diagnóstico PSA constituido a nivel del sujeto, distinto del diagnóstico psiquiátrico
mecanicista y a nivel objetivo.
Tres niveles: los dos primeros se vinculan a la subjetivación y los dos últimos a la rectificación: 1) Avaluación clínica, 2)
Localización subjetiva, y 3) Introducción al inconsciente.
La subjetivación: Hay un vector que soporta todo esto, el vector del propio acto analítico, el vector del sí o del no del
analista avalando o rechazando la demanda de su paciente. Un vector donde el pte es un candidato y el analista un
jurado.
Avaluacion clínica en la experiencia analítica, no está constituida por objetividad. El sujeto es una referencia ineludible
en el diagnóstico. La avaluación es un diagnóstico preliminar de la estructura clínica que demanda un análisis. Está
constituida por entrevistas preliminares que dejan ver la estructura clínica del pte; son un medio para realizar un
diagnóstico.
Un pte, según lacan, no puede estar ubicado en dos estructuras al mismo tiempo. El analista deberá ser preciso con el
fin de orientar las acciones a la cura y es complicado porque se puede encontrar con neuróticos con rasgos perversos
o perversión más del lado del psicótico, etc.
La dura que puede darse en un analista, puede resolverse: recusando la demanda o prolongando entrevistas hasta
que el analista esté seguro.
Las entrevistas son como la estructura de bienvenida para el psa. No tienen tiempo definido y son un principio
lacaniano. El analista puede darse el tiempo necesario en estas sesiones que no tienen una estructura estándar.
Miller: plantea que en el análisis la cuestión del derecho es esencial, mucho más que la cuestión de los hechos. Las
personas quieren el análisis, se sienten “mal hechos”, lo cual es propio de la condición humana.
La cuestión fundamental del sujeto en análisis es: ¿a qué cosa tengo derecho? Un neurótico puede negarse a
abandonar las cosas que le impiden gozar porque icc no tiene derecho a eso. El derecho es siempre una ficción,
simbólica y que estructura el mundo siendo operativa.
El sujeto en la clínica es un sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con relación al derecho, no se trata
de un sujeto de hecho. Y si alguien va a observar al sujeto buscándolo en la objetividad, jamás lo encontrará.
Decir que el sujeto en la clínica no es un sujeto de hecho sino un sujeto de derecho, equivale a decir que no se puede
separar la clínica analítica de la ética, de la ética del psa. Es la ética del psa la que constituye, en la experiencia
analítica, al sujeto. La primera incidencia clínica de la ética del psa es el propio sujeto.
Localización subjetiva: Lo esencial es lo que el pte dice lo que significa separarnos de la dimensión del hecho para
entrar en la dimensión del dicho, que no está muy lejos de la dimensión del derecho pero: ir de los hechos a los dichos
no es suficiente. También es necesario cuestionarse la posición que toma el que habla en relación a sus dichos. Lo
esencial es a partir de los dichos, localizar el decir del sujeto (localización subjetiva, introduce al sujeto en el icc), lo que
lacan llamaba: ENUNCIACIÓN à la posición que aquel que enuncia toma con relación al enunciado.
MODALIZACIÓN o MODULACIÓN DEL DICHO palabras que indican en el dicho, la posición que el sujeto asume ante
el. (el tono, por ejemplo, también es una modalización).
- Alguien puede decir una cosa sin creer en lo que dice.
- En el análisis, hay un esfuerzo de decir la verdad, pero esta no podemos conocerla y es con la regla analítica que
esto aparece. La verdad no puede ser dicha porque no la conocemos y la única cosa que se puede hacer es decirla.
Hay sujeto que el esfuerzo de decir la verdad los lleva a la imposibilidad de decirla y conlleva sufrimiento.
Miller habla de la CAJA VACÍA DEL SUJETO: distinguir entre el dicho y una posición con relación al dicho, siendo esa
posición el propio sujeto. Es decir, tenemos siempre que inscribir algo, en segundo lugar, como un índice subjetivo del
dicho. En la caja vacía es donde vamos a escribir las variaciones de la posición subjetiva.
Es importante para el analista distinguir el enunciado de la enunciación, el dicho del decir. Una cosa es el dicho, el
dicho como hecho y otra lo que el sujeto hace de lo que dice: hay una posición subjetiva con relación a lo dicho.
nadie puede hablar sin CITAR, pero frecuentemente el S no sabe que lo que dice es una cita del discurso del Otro, y
que introduce esa escisión, esa ruptura, entre el dicho y el decir, introduciendo un elemento fundamental.
Atribución subjetiva: El analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda. Ya que se puede hacer una
demanda de análisis a través de una medicación, una demanda de supervisión puede ser una demanda de análisis,
etc. Miller hace un paralelismo de esto con una frase de lacan en cuestión preliminar: “en cada cadena significante se
sitúa la cuestión de la atribución subjetiva”: no hay una sola cadena ste sin que se plantee la cuestión del sujeto, de
quien habla y desde qué posición habla. En toda cadena ste la cuestión es de atribución al sujeto, al sujeto del dicho.
Cadena ste: no hay una unidad de la cadena ste desde el punto de vista de la enunciación. Una palabra es la
repetición del discurso del otro. Es polifónica, hablamos a varias voces modificando continuamente la posición del
sujeto.
Evolución de la modalidad del dicho: El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de cambio “quiero
cambiar”, puede revelarse como una demanda de no cambiar. A veces el pte busca un analista para saber si alguien
puede entender lo que dice. La pregunta clave que debe hacer el analista a su pte: “pero, ¿qué quiere decir con eso?”
¿Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacío donde se inscriben las modalizaciones. El vacío
encarna el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la modalidad fundamental que se debe hacer surgir:
“yo, el pte, no sé lo que digo”. En este sentido el lugar de la enunciación es el lugar del inconsciente.

Soler (2009) DEL DIAGNOSTICO EN PSICOANALISIS.


Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina. Pero también dentro del
psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
El psa no es una psicoterapia”: es verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los psicoanalistas reciben las
mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas por los síntomas y el sufrimiento que produce el
malestar. El psa transforma estas demandas en otra cosa, pero son las mismas. Por otra parte, muchos analistas no
solamente analizan sino que trabajan en instituciones.
Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás”: no vendemos psicoterapia, pero aceptamos demandas
terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis presenta dos aspectos indisociables.
-es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los significantes, las palabras, los deseos
que circulan en el icc.
-Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos TERAPÉUTICA.
No se puede prescindir del DIAGNÓSTICO. En general lo justificamos en función de la posible psicosis del pte que
consulta.
Freud y Lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por la psiquiatría, y
procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las categorías diagnósticas de la
psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el médico. En su palabra no se
buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es por lo tanto un hetero diagnóstico, un
diagnóstico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto es constituyente, simplemente es el vehículo de los
signos. En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. La palabra, los dichos del
sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para
el, aunque ignore su causa. Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios. Un ENFERMO
IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de él “lo tiene todo para ser feliz” pero no,
algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el síntoma visible, aquel que el psiquiatra puede
diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive, o sea entre el síntoma observado y el síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico seria una especie de abuso del saber en
provecho de otra cosa. No podemos prescindir del diagnóstico. Necesidad del diagnóstico para saber si la persona que
recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico, y de qué modo, porque el saber clínico orienta la acción.
En los diagnósticos no solo está el elemento de saber, está la dimensión de juicio ético en el diagnóstico. Hay que
reconocer la violencia del diagnóstico.
UNIDAD 3: TRANSFERENCIA

Sugestión, resistencia, repetición / instalación de la transferencia / transf como motor y obstáculo a la asoc
libre: de la repetición en acto al manejo de la transf / transf tierna, erótica, hostil / actuar en vez de recordar /
ns de transf

Freud (1912) SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA.


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
Disposiciones innatas e influjos durante la niñez determinan una forma de relación amorosa que determina las
condiciones de amor, las pulsiones a satisfacer y las metas que se fijaran, que se pondrán en juego siempre, como un
clisé, durante la trayectoria de su vida. Parte de las mociones amorosos se volcaran hacia la realidad objetiva, y otra
parte se desplegará en la fantasía, en el inconsciente. Cuando la persona intente satisfacer su amor, van a participar
ambas corrientes de las mociones para el acomodamiento con un objeto (persona). Una de estas personas es la del
médico, que será insertado en la serie psíquica de objetos de amor del paciente.
Esta transferencia de amor consciente/inconsciente se produce no solo en personas neuróticas bajo tratamiento, sino
que se dan también en personas no analizadas, por lo cual no es culpa del psicoanálisis que ésta aflore. Sucede
también que esta transferencia, palanca del éxito, se mude en el medio más potente de la resistencia.
La libido (en todo o en parte) se ha internado por el camino de la regresión y reanima las imagos infantiles. Y bien,
hasta allí la sigue la cura analítica, que quiere pillarla, volverla de nuevo asequible a la conciencia y, por último, ponerla
al servicio de la realidad objetiva. Toda vez que la investigación analítica tropieza con la libido retirada en sus
escondites, no puede menos que estallar un combate; todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se
elevarán como unas «resistencias» al trabajo, para conservar ese nuevo estado. En efecto, si la introversión o
regresión de la libido no se hubiera justificado por una determinada relación con el mundo exterior (en los términos más
universales: por la frustración de la satisfacción), más aún, si no hubiera sido acorde al fin en ese instante, no habría
podido producirse en modo alguno. Empero, las resistencias de este origen no son las únicas, ni siquiera las más
poderosas. La libido disponible para la personalidad había estado siempre bajo la atracción de los complejos
inconscientes (mejor dicho: de las partes de esos complejos que pertenecían a lo inconsciente) y cayó en la regresión
por haberse relajado la atracción de la realidad. Para liberarla es preciso ahora vencer esa atracción de lo
inconsciente, vale decir, cancelar la represión {esfuerzo de desalojo} de las pulsiones inconscientes y de sus
producciones, represión constituida desde entonces en el interior del individuo.
No puede comprender el empleo de la transferencia como resistencia mientras piense en una «transferencia» a secas.
Es preciso decidirse a separar una transferencia «positiva» de una «negativa», la transferencia de sentimientos
tiernos de la de sentimientos hostiles, y tratar por separado ambas variedades de transferencia sobre el médico. Y la
positiva, a su vez, se descompone en la de sentimientos amistosos o tiernos que son susceptibles de conciencia, y la
de sus prosecuciones en lo inconsciente. De estos últimos, el análisis demuestra que de manera regular se remontan a
fuentes eróticas, de suerte que se nos impone esta intelección: todos nuestros vínculos de sentimiento, simpatía,
amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han
desarrollado por debilitamiento de la meta sexual a partir de unos apetitos puramente sexuales, por más puros y no
sensuales que se presenten ellos ante nuestra autopercepción consciente. La transferencia sobre el médico sólo
resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una transferencia negativa, o una positiva de
mociones eróticas reprimidas. Cuando nosotros «cancelamos» la transferencia haciéndola consciente, sólo hacemos
desasirse de la persona del médico esos dos componentes del acto de sentimiento; en cuanto al otro componente
susceptible de conciencia y no chocante, subsiste y es en el psicoanálisis, al igual que en los otros métodos de
tratamiento, el portador del éxito.

Freud (1914) PUNTUALIZACIONES SOBRE EL AMOR DE TRANSFERENCIA


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
Para el médico significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratransferencia acaso
aprontada en él. Tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica
y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona; que, por tanto, no hay razón para que se
enorgullezca de semejante «conquista», como se la llamaría fuera del análisis. Y siempre es bueno estar sobre aviso
de ello. Para la paciente, en cambio, se plantea una alternativa: debe renunciar a todo tratamiento psicoanalítico, o
consentir su enamoramiento del médico como un destino inevitable.
A primera vista no parece que del enamoramiento en la trasferencia pudiera nacer algo auspicioso para la cura. La
paciente, aun la más dócil hasta entonces, ha perdido de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por él,
no quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que le sea correspondido; ha resignado sus síntomas o los
desprecia, y hasta se declara sana. Sobreviene un total cambio de vía de la escena.
En el surgimiento de esa apasionada demanda de amor la resistencia tiene sin duda una participación grande. Es que
desde hacía tiempo uno había observado en la paciente los signos de una transferencia tierna, y con acierto pudo
imputar a esa actitud frente al médico su docilidad, su favorable acogida a las explicaciones del análisis, su notable
comprensión y la elevada inteligencia que así demostraba. Todo ello ha desaparecido como por encanto; la enferma ya
no intelige nada, parece absorta en su enamoramiento. El enamoramiento existía desde mucho antes, pero ahora la
resistencia empieza a servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al
médico analista en un penoso desconcierto. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia, hay que dejar subsistir
en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de
apaciguarlas mediante subrogados.
¿Qué sucedería si el médico obrara de otro modo y, por ejemplo, aprovechara la libertad dada a ambas partes
para corresponder al amor de la paciente y saciar su necesidad de ternura? Si al hacerlo calculara que en virtud
de tal solicitud aseguraría su imperio sobre la paciente, moviéndola así a solucionar las tareas de la cura, vale decir,
que ganaría su liberación permanente de la neurosis, la experiencia por fuerza le mostraría que ha hecho un falso
cálculo. La paciente alcanzaría su meta, nunca él la suya. Consentir la apetencia amorosa de la paciente es entonces
tan funesto para el análisis como sofocarla. Uno retiene la trasferencia de amor, pero la trata como algo no real, como
una situación por la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconscientes y ayudará
a llevar a la conciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.
No hay ningún derecho a negar el carácter de amor «genuino» al enamoramiento que sobreviene dentro del
tratamiento analítico De cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular posición: 1)
es provocado por la situación analítica; 2) es empujado hacia arriba por la resistencia que gobierna a esta situación, y
3) carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva, es menos prudente, menos cuidadoso de sus
consecuencias, más ciego en la apreciación de la persona amada de lo que querríamos concederle a un
enamoramiento normal. Pero no nos es lícito olvidar que justamente estos rasgos que se desvían de la norma
constituyen lo esencial de un enamoramiento.

Freud (1914) RECORDAR, REPETIR, REELABORAR


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
Etapas de la técnica psicoanalítica:
1. Catarsis breueriana: Se enfocaba en el momento de la formación del síntoma, reproduciendo los procesos
psíquicos deshabituación para que tuvieran una resolución a nivel cc. Se recordaba y abreaccionaba.
2. Renuncia a la hipnosis: se pasa a primer plano las ocurrencias libres del paciente para llegar a lo que no se podía
recordad, que eran interpretadas para vencer la resistencia. Seguía el enfoque sobre el momento de la formación del
síntoma, y se tenían en cuenta otras situaciones detrás de ésta. Se deja la abre acción por la regla fundamental.
3. Se renuncia a enfocarse a un momento y problema determinado. Se analiza lo que muestra el paciente para
discernir las resistencias y hacerlas conscientes. La meta era la misma que antes, vencer las resistencias. El médico
renuncia a enfocar un momento o un problema determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el
analizado presenta cada vez, y se vale del arte interpretativo para discernir las resistencias que se recortan en el
enfermo y hacérselas conscientes. Se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone en
descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra con toda facilidad las
situaciones y los nexos olvidados. La meta de estas técnicas ha permanecido idéntica: llenar las lagunas del recuerdo;
en términos dinámicos: vencer las resistencias de represión.
El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un «bloqueo» de ellas. Los otros
grupos de procesos psíquicos que como actos puramente internos (fantasías, procesos de referimiento, mociones de
sentimiento, nexos) se pueden oponer a impresiones y vivencias deben ser considerados en modo distinto en su
relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, que se «recuerde» algo que nunca pudo ser «olvidado» porque en
ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente. Para ciertas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la
infancia, la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo (pero se llega a tomar noticia de ellas a través de
sueños, y a través del análisis de neuróticos).
El signo distintivo de esta nueva técnica respecto del tipo anterior, se puede resumir en que el analizado no
recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como
acción; lo repite, sin saber, que lo hace. El paciente empieza la cura con una repetición. Y durante el lapso que
permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición; se comprende que esta es su manera de
recordar.
Relación de esta compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia:
La transferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la trasferencia del pasado olvidado; pero no
sólo sobre el médico sino también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente. Tenemos que prepararnos
para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo en
la relación personal con el médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida -p. ej., si
durante la cura elige un objeto de amor, toma a su cargo una tarea, inicia una empresa-. Tampoco es difícil discernir la
participación de la resistencia. Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir). Si
la cura empieza bajo el patronazgo de una transferencia suave, positiva y no expresa, esto permite, como en la
hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo transcurso hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el
ulterior trayecto esa transferencia se vuelve hostil o hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja
sitio enseguida al actuar. Y a partir de ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El
enfermo extrae del arsenal del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la cura, y que nos es
preciso arrancarle pieza por pieza. El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la
resistencia. ¿Qué repite o actúa? Repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su
ser manifiesto (sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el
tratamiento repite todos sus síntomas. El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica,
equivale a convocar un fragmento de vida real, y eso no puede ser inofensivo y carente de peligro.
El principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y transformarla en un motivo para
el recordar, reside en el manejo de la transferencia. Volvemos esa compulsión inocua y, más aún, aprovechable si
le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como la palestra donde tiene
permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar
patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la enfermedad
cobran un nuevo significado transferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de
trasferencia, de la que puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La transferencia crea así un reino intermedio
entre la enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta. El nuevo estado ha asumido
todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible por doquiera a nuestra
intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran en la transferencia, los caminos del tratamiento llevan
luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad.
Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y obedeciendo a la regla analítica
fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del trabajo con el analizado, las mociones
pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia.
Se tiene que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una
prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre
el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo

Freud (1938) ESQUEMA DEL PSICOANÁLISIS


El yo tiene como tarea obedecer a sus 3 vasallajes (la realidad objetiva, el ello y el S-yo) y mantener pese a todo, su
organización y autonomía. El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo cual
tiene que solventar grandes gastos de contrainvestidura. Tb la exigencia del S-yo puede volverse intensa. Ello y S-yo
hacen causa común contra el oprimido yo, quien para conservar su norma quiere aferrarse a la realidad objetiva.
PLAN TERAPÉUTICO: el yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que acudir en su ayuda.
FORTALECER EL YO DEBILITADO + VENCER LAS RESISTENCIAS. El médico y el yo debilitado del enfermo,
deben formar un bando contra los enemigos: PACTO, en éste consiste la situación analítica. El yo del enfermo nos
promete la más cabal sinceridad y nosotros le aseguramos discreción y ponemos a su servicio nuestra experiencia en
la interpretación del material influido por el ICC. Nuestro saber debe remediar su no saber, debe devolverle el imperio
sobre jurisdicciones perdidas de la vida anímica. Lo comprometemos a observar la REGLA FUNDAMENTAL DEL
PSA. Así, nos permite colegir lo ICC reprimido en él, y por medio de nuestra comunicación, ensanchar la noticia que su
yo tiene sobre su ICC. Pero el pte no se reduce a considerar al analista, a la luz de la realidad objetiva, como el
auxiliador, sino que ve en él un RETORNO (reencarnación) de una persona importante de su infancia, de su pasado, y
por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin duda se referían a ese arquetipo. Este hecho de la TR
pronto demuestra ser: por un lado, un recurso auxiliar de valor insustituible, por el otro, una fuente de peligros serios.
Esta TR es ambivalente, incluye actitudes positivas, tiernas, así como negativas y hostiles hacia el analista, quien por
lo gral es puesto en el lugar de un miembro de la pareja parental.
Ventajas de la relación transferencial:
1) Mientras la TR es positiva nos presenta los mejores servicios. Altera la situación analítica entera, el pte relega el
propósito de sanar y librarse del padecimiento x el propósito de agradar al analista, ganar su aprobación y amor. La TR
se convierte en el resorte que pulsiona la colaboración del pte; el yo endeble deviene fuerte, bajo el influjo de este
propósito y obtiene logros que de otro modo le habrían sido imposibles: suspende sus síntomas, se pone sano en
apariencia, sólo por amor al analista.
2) Si el pte pone al analista en el lugar de su padre o madre, le otorga tb el poder que su S-yo ejerce sobre su yo, ya
que que estos progenitores han sido el origen del S-yo. Y entonces el nuevo S-yo tiene oportunidad para una suerte de
poseducación del neurótico, puede corregir los errores de sus padres en la educación.
3) En la TR el pte escenifica ante nosotros un fragmento importante de su biografía, actúa en lugar de informarnos.
Como la TR reproduce el vínculo con los padres asume también su ambivalencia. Difícilmente se pueda evitar que la
actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe en negativa hostil. También esta es de ordinario una repetición del
pasado. Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la TR positiva están bajo sospecha de ser de
naturaleza sugestiva. Si la TR negativa llega a prevalecer. Uno repara, en que fueron vanos todo el empeño y trabajo
anteriores.
Es muy indeseable para nosotros que el pte fuera de la TR actúe en lugar de recordar: la conducta ideal para nuestros
fines sería que fuera del tto se comportara de la manera más normal posible y exteriorizara sus reacciones anormales
solo dentro de la TR.
Nuestro camino para fortalecer al yo debilitado parte de la ampliación de su conocimiento de sí mismo. El material para
el tjo PSA, lo obtenemos de diversas fuentes (asoc libres, sueños, etc) que nos ayudan a establecer construcciones
sobre el pte, las cuales serán comunicadas en el momento oportuno. Si lo asaltamos con nuestras interpretaciones
antes que esté preparado, la comunicación provocará un estallido de resistencia y estorbará la continuación del tjo o la
hará peligrar. En cambio, si lo hemos preparado, a menudo conseguimos que el pte corrobore nuestra construcción y
él mismo recuerde el hecho íntimo o externo olvidado. El yo se protege mediante unas constrainvestiduras de la
intrusión de elementos indeseados que provienen del ello ICC y reprimido; que estas contrainvestiduras permanezcan
intactas es una condición para la función normal del yo. A esta resistencia que persiste durante todo el tratamiento, la
llama “Resistencia de represión del yo” (displacer de exponerse al difícil tjo q se le propone). Debemos mover al yo
para que venza esas resistencias.
UNIDAD 4: CONTRATRANSFERENCIA

Diferentes concepciones de la contratransf / transf cruzadas / deseo del analista

Korman (1996) TRANSFERENCIAS CRUZADAS


El psicoanálisis no es una actividad contemplativa sino transformativa y el analista no es el agente de esas
modificaciones subjetivas sino el propio analizante, mediante su trabajo en sesión. La tarea analítica, si bien es
compartida por ambos, tiene su epicentro en el analizante. No se planifican ni preestablecen metas. No abordará los
síntomas frontalmente, el trabajo de movilización y puesta en marcha de toda la estructura psíquica traerá aparejada
una serie de modificaciones subjetivas, entre ellas, la mutación de los síntomas.
PRIMER PASAJE POR LA ASOCIACIÓN LIBRE: la regla fundamental y el contexto analítico estimulan a que el
lenguaje sea utilizado de forma diferente al habitual y que el paciente se vea entonces arrastrado por sus palabras.
Ellas dirán más de lo que él supone y también, algo distinto de lo que nosotros esperábamos. El estado de asociación
libre, que no es permanente en sesión, constituye una especie de trance en el que suele haber un decir disperso,
deshilvanado, pero con anudamientos posibles en distintos niveles. Reubicación de elementos conocidos y nuevos en
una trama que se va recreando, con la consiguiente producción de efectos de verdad que entrañan modificaciones
subjetivas. Se produce la irrupción de aquello que no se preveía. Si pedimos al paciente asociar libremente no es por
puro formalismo, es para que surja lo propio, lo singular. Hay que poner a trabajar este material. Y ahí está uno de los
meollos de la instrumentación de la TR. El manejo de ella no puede reducirse a sugerir indicaciones técnicas
generalizadas, ya que la conducción de un análisis depende de cada paciente y de aquel que conduce una cura. En
sentido estricto, no hay normas técnicas universales.
EL ANÁLISIS: UNA REESCRITURA DE LA NOVELA FAMILIAR: en el seno de la relación transferencial, el
analizante escribe una nueva novela familiar. El saber hacer del analista consistiría en sostener un contexto que
posibilite al analizante la escritura de los borradores de dicha novela; en sostener el trabajo de hacer y rehacer ese
texto invisible, con sus raspaduras, borrones; permitir, fomentar que forje nuevos mitos y leyendas sobre si mismo. Se
trata de una elaboración permanente del material asociativo. Acompañar este proceso implica para mi crear y recrear
en cada caso, una forma de estar presente que condicione lo menos posible esta tarea de asociación y elaboración del
paciente. Nuestra escucha nunca es pasiva. Lo más difícil es inventar formas de estar presente en la sesión de manera
tal de no distorsionar el trabajo del paciente mediante inducciones de sentido, más propias del analista que de su
analizante.
El analizante me supone un saber (sobre sus síntomas); yo, en cambio, supongo que ese saber (inconsciente) reside
en él y que será también en el mismo donde se habrán de encontrar las fuerzas que le permitan salir de su situación
actual. Mi silencio no es táctico, es la condición misma para que un trabajo de este tipo pueda ser realizado. Si el
paciente labora con ellos, se suelen operar fenómenos de reacomodamiento subjetivos sin que muchas
interpretaciones de mi parte hayan sido necesarias.
MARCO AMPLIO MÁS QUE ENCUADRE RÍGIDO: para el trabajo de análisis con un paciente neurótico, no es un
cuadro rígido, inmodificable e inflexible. Todo lo contrario: varía con cada analizante y también con las distintas etapas
de un análisis. Así como cada paciente es absolutamente singular, también el analista lo es, y tendremos que ir
acuñando un estilo propio, un modo original de ejercer psicoanálisis. El dispositivo analítico, además de adecuarlo a
cada analizante, cabe adaptarlo también a la medida del analista.
RETORNO A LA ASOCIACIÓN LIBRE: Funciona como una musa inspiradora: aporta ideas, ocurrencias para que
luego sean procesadas. La asociación libre no es sinónimo de halar en sesión, se puede llenar horas con un discurso
vacío. Hay una exigencia de trabajo implícita en esta visión de la asociación libre y de la elaboración posterior de
aquello que esta aporta. Hay que suponer que algo ligado a la pulsión de vida, permite la emergencia de un soplo
nuevo, una bocanada de aire fresco. Yo no actúo ahí por sola presencia. Acompaño esa tarea.
INTERPRETACIÓN Y VERDADES SUBJETIVAS: acontecen en un análisis, aquellas situaciones particularmente
fecundadas en las que en el paciente se produce un shock frente a lo dicho que hace que él ya no sea el mismo que
antes. Es un estado mezcla de dolor y alborozo, cada vez que se producen efectos de verdad subjetiva. El paciente
necesita un tiempo para poder encajar una verdad de ese orden que lo ubica en un punto de no retorno.
EL PASADO: un psa no apunta reconstruir el pasado del sujeto, sino que apunta más a la resignificación. Sabemos
que en un análisis se producen con cierta frecuencia revivencias de aspectos de la historia personal. A mí me interesa
poner ese movimiento más al servicio de la RESIGNIFICACION de aquella que a los efectos de una minuciosa
reconstrucción de los tiempos y contextos anteriores. Más que reconstruir el pasado se trata de construir una historia
que no ha tenido jamás lugar anteriormente, en tanto se la edifica con elementos que recién ahora empiezan a ver la
luz. Por eso es que hay una creación en la transferencia, no sólo repetición: surge algo nuevo.
INVOCANDO LA PULSIÓN DE VIDA: sostengo que en un momento determinado del análisis aparece en el campo
transferencial algo que viene muy de adentro del paciente, un deseo profundo de cambiar la forma de vivir. El análisis
tiene algo que ver con esto, en tanto ha preparado el terreno para que tales cimbronazos acontezcan.
DESCONECTAR EL DOLOR DE SU LIGAZÓN ERÓGENA: el padecimiento psíquico, el sufrimiento tiene que llegar a
un punto tal que de él mismo nazca esa fuerza que se oponga a aquella otra que encadena a las repeticiones.
Condición previa: desconectar el dolor del circuito masoquista.
POSICIONAMIENTOS PERSONALES: son más útiles las interpretaciones y construcciones que el propio paciente
haga que las mías. Pienso que el analizante requiere un tiempo de sesión para poder explayarse, para que pueda
asociar, para tener una oportunidad de que algo del orden de lo inconsciente pueda manifestarse, producirse.
Allí donde la pulsión de muerte habita no hay tregua para el analista. Debemos saber que ser soporte de la
transferencia implica que su peso recaerá sobre nosotros, que estaremos sometidos a ella.
Tener presente que la transferencia va más allá de las cuatro paredes del consultorio, y que invade la vida del
analizante y su entorno. Es conveniente saber que ser analista es un oficio y no un modo de vida que se extiende más
allá del consultorio. Tampoco es necesario prolongar excesivamente los análisis.
TRANSFERENCIAS CRUZADAS: Se supone que el campo analítico está saturado por el discurso del paciente, pero
el analista está también formando parte del mismo campo. En cada momento operamos sobre la TRANSFERENCIA
con todo aquello que hemos ido decantando, de nuestra historia como psas. En la conducción de la cura influye
asimismo también lo que uno es en tanto sujeto. Como analista, es imposible borrarnos completamente del campo
analítico, me incluyo (soy incluido en la tr) y opero desde dentro de ella. Proponemos el paradigma del borramiento
para que las sesiones puedan estar saturadas por el material que aporta el analizante. Pero a ese ideal sólo podemos
acercarnos asintóticamente. El análisis de un paciente con una analista no sería igual al análisis de ese mismo
paciente con otro analista.
LA SUBJETIVIDAD DEL ANALISTA: El espacio queda configurado por ambos. Pienso que las particularidades del
analista entran en juego, en tanto en la situación analítica no funcionamos como puro espejo ni somos solo receptores
o pantalla de lo que el analizante pone en nosotros. Nuestra presencia no es solo en el plano consciente. La
transferencia es la heredera de la sugestión.
DESEO DEL ANALISTA: Lacan habla de la presencia del analista en la trama transferencial. La transferencia se
origina a partir del analista. Es este quien la provoca, la dispara, poniendo en juego el deseo del analista, que tendría
como función hacer emerger el deseo del analizante. Cuando lacan habla del deseo del analista se está refiriendo a un
deseo que permite sostener la función analítica, que posibilita colocar el saber en lugar de la verdad.
Al sostener la idea de TRANSFERENCIAS CRUZADAS, subrayo que tanto analista como analizantes en el campo
transferencial, cada uno con sus propias repeticiones, fantasmas, deseos, síntomas, y entre ambos configuran una
relación única, singular. La transferencia además de producirse espontáneamente, es activada, potenciada por el
dispositivo y las interpretaciones analíticas.
Hablar de TRANSFERENCIAS CRUZADAS no significa que las posiciones y funciones de ambos sean simétricas.
Tampoco otorgar vía libre a la subjetividad del analista, a la sugestión, al uso de los sentimientos del analista para
precisar mejor los de su paciente, ni hacer de los afectos la brújula para comprender al analizante.
LA FUNCIÓN DEL ANALISTA: Existe una función del analista, lo que no existe es esa función en abstracto, disociada
de un sujeto de carne y hueso que la lleva adelante. Ella se encarna siempre en tal o cual analista. No es indiferente de
quien ocupe ese lugar, quien se hace cargo de dicha función.

Lacan (1963) SEMINARIO I: LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD.


Toma un caso clínico: El analizado fue invitado a dar una disertación a la radio sobre un tema que interesaba a la
analista. Esta disertación fue realizada unos días después de la muerte de la madre del analizado. A pesar de estar
afectado sigue con sus obligaciones. Llega a la sesión siguiente en un estado de estupor y confusión y la analista
interpreta: “usted está así porque piensa que estoy muy resentida por el éxito que tuvo en la radio hablando de este
tema que me interesa”. Para Lacan, esta fue una interpretación choque. El hecho que el sujeto haya salido de su
estado tras esta intervención no prueba la justeza de la misma. Al cabo de un año el sujeto se da cuenta que su estado
de confusión era consecuencia de sus reacciones de duelo, que solo invirtiéndolas había podido superar. La analista
se cree aquí autorizada para hacer lo que se denomina una interpretación de ego a ego (que no se distingue de la
proyección). Conviene abstenerse de estas interpretaciones. Se trata de intervenciones del eje de lo simbólico, no
desde el eje de lo imaginario.
Escritos Técnicos: trataban del método psicoanalítico. En ellos hay nociones fundamentales para comprender el
modo de acción terapéutica analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e
intervención en la transferencia y el papel esencial de la neurosis de transferencia. Preceden a la elaboración de la
teoría estructural.
La experiencia analítica debe formularse en una relación de tres (la palabra) y no de dos.
Para Freud, la dimensión propia del análisis es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos
límites sensibles. La historia no es el pasado, es el pasado historizado en el presente. Que el sujeto reviva, rememore,
los acontecimientos formadores de su existencia. No es tan importante lo que cuenta, lo que vale es lo que reconstruye
de ellos. El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el
sentido afectivo. El problema del sujeto es el rechazo del sentido de sus síntomas. Este sentido no debe serle
revelado, debe ser asumido por él.
Contratransf para Freud: el analista debe mantenerse en abstinencia y neutralidad, por ende si en el analista se
suscitaba algo como producto del análisis de determinado paciente debiera trabajarlo en su propio análisis, para
reducirlo. Contratransf como obstáculo a ser superado. Ella se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce
sobre su sentir inconsciente. Freud no ignora la contratransferencia, pero sí señala que debe ser algo a resolver por el
analista. La contratransferencia es algo posible de emerger, en este diálogo de “inconciente a inconciente”.
Contratransf según Lacan: no habla de contratransferencia, habla del deseo del analista, el deseo por el psa. Ese
deseo sirve de guía para el análisis, hay que tratar de que lo prejuicios no interfieran, de no hacer interpretaciones de
ego a ego, ya que esto obstaculiza la cura. Hay que eliminar la contratransferencia para que ella no interfiera con la
atención flotante, es un obstáculo.

Paz (1995) PRELIMINARES SOBRE LA CONTRATRANSFERENCIA


Manera tradicional de concebir la contratransf: Rta del analista a las transf del analizado. Es una perturbación a
superar para recuperar la objetividad momentáneamente perdida, la neutralidad. Incluso, si la cosa es intensa, por un
eventual retorno al propio análisis.
Críticas de PAZ: Es una solución formalmente impecable pero arrastra un supuesto: podría no tener lugar o acontecer
de manera circunstancial, trabajando el sostenimiento adecuado de la atención flotante. Si la concebimos de esta
forma, la dejamos en 2º plano. La contratransferencia es un emergente intrínseco y constante de la estructura básica
del campo transferencial. Hay que indagar en las configuraciones propias y específicas del proceso y del campo
analítico, de esta manera se impide que quede masivamente volcado del lado de la subjetividad del analista, y en el
extremo, como problemas a resolver de lo inacabado de su análisis. Así el compromiso personal y los modos de
exposición del analista podrán ser tomados como circunstancias sobredeterminadas que devienen en instrumentos
posibles de operación clínica. La define como la activación de vínculos y fantasías primarias, reconocible por sus
efectos, suscitada en el analista a partir de lo manifestado por el analizado, en un proceso analítico constituido o en vía
de gestación. Esto supone:
1) q no es algo circunstancial ni menos aún excepcional.
2) Siempre se inicia como una dificultad, pero el destino que el movimiento tenga obedecerá a factores que dependen
crecientemente (en términos tanto del proceso como de la evolución personal del analista) del modo en que se la
tramite. Por esto es incorrecto concebirla como un problema y automáticamente como algo a eliminar. La contratransf.
como circunstancia afectivo-representacional dominante es momento inexorable en la configuración de un campo
analítico que aspira a la densidad mayor alcanzable y no al mínimo común denominador de un estado apto para
operaciones de esclarecimiento. Necesaria para dar lugar a un proceso analítico y a las sucesivas aperturas a lo
disociativo y reprimido q requiere para su desarrollo.
3) Siempre somos afectados en alguna medida por las comunicaciones del pte, pero no toda Rta emocional es
contratransf, aun cuando puedan existir obviamente resonancias en niveles primarios.
4) Hay que aprovechar su riqueza indicial (“reconocible x sus efectos”), lo cual requiere contención y elaboración
siendo sólo excepcionalmente pasible de lectura directa.
5) La instrumentación de la contratransf solo es posible en 2º instancia: la Rta a la comunicación del pte q nos moviliza
siempre es sorpresiva, x eso requiere de una recuperación para que se vuelva eficaz como intuición elemental o
comprensión global interpretable. Puede trazarse una secuencia esquemática:
a. Rta emocional profunda y en cierta proporción enigmática
b. Los sentimientos y representaciones suscitados conmueven, perturban o dislocan el lugar de observador no
participante
c. Se hace necesario elaborar algún tipo de intervención p/ recobrarse del involucramiento
d. Cuando esto se logra se evidencia un avance y consolidación de todo lo q sostiene el proceso analítico como
algo valioso a preservar en sí mismo.
6) Mantener disponibilidad contratransferencial requiere poner en resonancia incluso las reacciones profundas y
oscuras con las elaboraciones que se van dando en la cabeza del analista, sosteniendo la excentración del narcisismo.
No se trata de agregar nada, sino de permitir que lo existente dentro de uno se manifieste también, trabajar dentro de
sí las Rtas a los estímulos múltiples que recibimos.
7) Evitar la perentoriedad (urgencia), las tentaciones de contractuar mediante formas de saber compulsivo o liquidando
el “timing” a través de un ping pong reintroyectivo.
8) 3 aspectos importantes:
a. Los efectos analíticos, que llevan a que el analista se interrogue sobre sí, no son pasibles de una elaboración in
situ, salvo excepciones.
b. Las contratransf. repudiadas retornan negativamente, con más fuerza o magnitud en el campo analítico.
c. Es esencial la identificación proyectiva para entender estos procesos.
9) Hay que recuperar la asimetría: no se trata de superioridad, sino de un compromiso sostenido en que las Rtas
emocionales del analista sean situadas en el horizonte del proceso y de la interioridad del analizado. Estos 2 aspectos
operan como polos de tracción y como normatividad de lugar y función e/ ideal y superyoica en los primeros tiempos de
formación de un analista (nos ocupamos de él en el análisis), pero la experiencia acumulada permite paulatinamente
agregar el placer de la excentración al salir interpretativamente del involucramiento.

UNIDAD 5: OBSTACULOS AL TRABAJO DE LA ASOCIACION LIBRE

Resistencias / resistencias del yo: repr, benef secundario del síntoma, transferencia / resistencia del ello:
comp de repetición. Puls muerte y más allá del ppio del placer / resistencia del syo: rtn. Sentimiento icc de
culpa y necesidad de castigo / resistencias del analista

Freud (1915/16) CONFERENCIA 19: RESISTENCIA Y REPRESIÓN


Cuando emprendemos un análisis para liberar al paciente de sus síntomas patológicos, se supone una fuerte y tenaz
resistencia, que se mantiene durante todo el tratamiento. El enfermo produce todos los fenómenos de esta resistencia
sin reconocerlos como tales, y es un gran éxito que logremos inducirlo a aceptar esta concepción y contar con ella. ¿se
revelan acaso contra su auxiliador beneficio de su enfermedad? Si, la resistencia de los enfermos es: diversificada,
refinada, difícil de reconocer, variadas y proteicas las formas de manifestación.
Cuando se fija la regla analítica fundamental, decir todo lo que se le cruce por la cabeza y omitir toda crítica y reparo;
se le pide que comunique todas las percepciones interiores en la secuencia que emerjan de el, sin hacer selección o
exclusión de ocurrencias, sin censura ni crítica. El resultado del tratamiento dependerá de la escrupulosidad con que
obedezca esta regla. Al fijarla, lo primero que conseguimos es que se convierta en el blanco de ataque de la
RESISTENCIA. Asevera que no se le ocurre nada. Es raro encontrarse con un enfermo que no intente reservar para si
algún ámbito a fin de defenderlo de la cura. Al final se logra arrancarle a la resistencia una cierta cuota de obediencia a
la regla técnica fundamental y se vuelca hacia otro ámbito. Aparece como RESISTENCIA INTELECTUAL, lucha con
argumentos, se hace fuerte en las dificultades de las doctrinas analíticas, aparecen las críticas y objeciones hacia la
técnica. Empero, el paciente admite razones: le gustaría que lo instruyéramos, lo aconsejemos. Pero nosotros
visualizamos este apetito de saber como resistencia, como distracción de nuestra tarea y lo rechazamos.
Las resistencias intelectuales no son las peores, siempre se puede salir vencedor de ellas. Pero el paciente durante el
análisis se las arregla para producir resistencias cuyo vencimiento se encuentra entra las tareas más difíciles.
- En lugar de recordar, repite unas actitudes y mociones afectivas de su vida que por medio de la transferencia pueden
emplearse para resistirse al médico y a la cura.
- Si se trata de un hombre, por lo general tomará este material de su relación con el padre, en cuyo lugar pone al
médico y entonces sus resistencias parten del afán de afirmar su autonomía personal y de juicio.
- Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de tinte erótico y explotarla a los
fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura, hace que se pierda todo interés por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del paciente, y lo espejan de
manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica diestra sabe darle el giro
correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su empeño sobre cualquier mejoría d su estado.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varía de continuo, aumenta cada vez que nos aproximamos a
un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de este y vuelve a desbaratarse cuando se lo
finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de la resistencia que un paciente puede desplegar. Si estamos
a punto de promover a su cc un fragmento nuevo del material icc, particularmente penoso para él, se vuelve crítico al
extremo.
El proceso patógeno que la resistencia nos revela ha de recibir el nombre de REPRESIÓN.
- Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a nada de lo que conocemos.
- Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría recuerdo alguno de el, el
proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase.
- Las mociones que están dentro del vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la mirada de la conciencia, que se
encuentra en el otro espacio: por fuerza tienen que permanecer al principio inconsciente. Cuando ya se abrieron paso
hasta el umbral y fueron refrenadas por el guardián son inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero
las mociones a las que el guardián dejó pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente conscientes,
meramente pueden llegar a serlo si logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso, ese sistema es el
preconsciente. El destino de la represión para una moción singular consiste en que el “guardián” no la deje pasar del
sistema inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con quien tomamos conocimiento en calidad de
resistencia cuando procuramos cancelar la represión mediante el tratamiento analítico.
Freud (1925) INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA
La resistencia es la acción que el yo realiza en resguardo de la represión (esfuerzo de desalojo). La naturaleza
continuada de la pulsión exige al yo asegurar su acción defensiva mediante un gasto permanente de energía,
denominado contrainvestidura. La resistencia que debemos superar en el análisis es operada por el yo, que se afirma
en sus contrainvestiduras. Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo con lo reprimido.
Si ha devenido cc le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la
resistencia. En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en duda o rectificar. Pero el yo sigue
hallando dificultades para deshacer las represiones aun después que se formó el designio de resignar sus resistencias,
y llamamos reelaboración a la fase de trabajoso empeño que sigue a ese loable designio. Tras cancelar la resistencia
yoica, es preciso superar todavía el poder de la compulsión de repetición. En el análisis hay que combatir con 5 clases
de resistencias: todo aquello que impide y obstaculiza el trabajo analítico
Resistencias el yo:
*Resistencia de Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión sustrae la
representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
*Resistencia de transferencia
*Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
*Compulsión de repetición: está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere
resignarse. No puede ser trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una reelaboración
(vuelta del análisis) Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se
recorta la estructura de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
*Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se opone al éxito y a la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la rtn, el sujeto no quiere abandonar la
satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto, no quiere abandonar su posición de enfermo, no quiere curarse.

Freud (1923) EL YO Y EL ELLO


(PRACTICO A-TEORICO)
Cap III: El yo y el superyó
Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del in-dividuo, es por completo imposible distinguir entre investidura de
objeto e identificación.' Más tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del ello, que
siente las aspiraciones eróticas como necesidades. El yo, todavía endeble al principio, recibe noticia de las investiduras
de objeto, les presta su aquiescencia o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión. El carácter del
yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de estas elecciones de objeto.
Desde luego, de entrada es preciso atribuir a una escala de la capacidad de resistencia la medida en que el carácter
de una persona adopta estos influjos provenientes de la historia de las elecciones eróticas de objeto o se defiende de
ellos. Cabe considerar una simultaneidad de investidura de objeto e identificación, vale decir, una alteración del
carácter antes que el objeto haya sido resignado. Cuando el yo cobra los rasgos del objeto, por así decir se impone él
mismo al ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole: «Mira, puedes amarme también a mí; soy
tan parecido al objeto…». La trasposición así cumplida de libido de objeto en libido narcisista conlleva,
manifiestamente, una resignación de las metas sexuales, una desexualización y, por tanto, una suerte de sublimación.
Puede sobrevenir una fragmentación del yo sí las diversas identificaciones se segregan unas a otras mediante
resistencias; y tal vez el secreto de los casos de la llamada personalidad múltiple resida en que las identificaciones
singulares atraen hacia sí, alternativamente, la conciencia. Pero aun si no se llega tan lejos, se plantea el tema de los
conflictos entre las diferentes identificaciones en que el yo se separa, conflictos que, después de todo, no pueden
calificarse enteramente de patológicos. Comoquiera que se plasme después la resistencia del carácter frente a los
influjos de investiduras de objeto resignadas, los efectos de las primeras identificaciones, las producidas a la edad más
temprana, serán universales y duraderos. Esto nos reconduce a la génesis del ideal del yo, pues tras este se esconde
la identificación primera, y de mayor valencia, del individuo: la identificación con el padre de la prehistoria personal. A
primera vista, no parece el resultado ni el desenlace de una investidura de objeto: es una identificación directa e
inmediata {no mediada}, y más temprana que cualquier investidura de objeto.
Yo opino que se hará bien en suponer en general, y muy particularmente en el caso de los neuróticos, la existencia del
complejo de Edipo completo: que es uno duplicado, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria del
niño. Es decir que el varoncito no posee sólo una actitud ambivalente hacia el padre, y una elección tierna de objeto en
favor de la madre, sino que se comporta también, simultáneamente, como una niña: muestra la actitud femenina tierna
hacia el padre, y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre. Esta injerencia de la bisexualidad es lo que
vuelve tan difícil penetrar con la mirada las constelaciones {proporciones} de las elecciones de objeto e identificaciones
primitivas. A raíz del sepultamiento del complejo de Edipo, las cuatro aspiraciones contenidas en él se desmontan y
desdoblan de tal manera que de ellas surge una identificación-padre y madre; la identificación-padre retendrá el objeto-
madre del complejo positivo y, simultáneamente, el objeto-padre del complejo invertido; y lo análogo es válido para la
identificación-madre. Como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede
suponer una sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de
alguna manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo como
ideal del yo o superyó.
Si consideramos una vez más la génesis del superyó tal como la hemos descrito, vemos que este último es el
resultado de dos factores biológicos de suma importancia: el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante
su prolongada infancia, y el hecho de su complejo de Edipo, que hemos reconducido a la interrupción del desarrollo
libidinal por el período de latencia y, por tanto, a la acometida en dos tiempos de la vida sexual.
El ideal del yo es, por lo tanto, la herencia del complejo de Edipo y, así, expresión de las más potentes mociones y los
más importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución, el yo se apodera del complejo de Edipo y
simultáneamente se somete, él mismo, al ello. Mientras que el yo es esencialmente representante del mundo exterior,
de la realidad, el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello. Ahora estamos preparados a
discernirlo: conflictos entre el yo y el ideal espejarán, reflejarán, en último análisis, la oposición entre lo real y lo
psíquico, el mundo exterior y el mundo interior. La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las
operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa. Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con
otros sobre el fundamento de un idéntico ideal del yo. Si el yo no logró dominar bien el complejo de Edipo, la
investidura energética de este, proveniente del ello, retomará su acción eficaz en la formación reactiva del ideal del yo.

Cap V: Los vasallajes del yo


En la clínica. Hay personas que ante las señales de mejoría, empeoran. Toda solución parcial, cuya consecuencia
debiera ser una mejoría o una suspensión temporal de los síntomas, como de hecho lo es en otras personas, les
provoca un refuerzo momentáneo de su padecer; empeoran en el curso del tratamiento, en vez de mejorar. Presentan
la llamada reacción terapéutica negativa. No hay duda de que algo se opone en ellas a la curación, cuya inminencia es
temida como un peligro. Se dice que en estas personas no prevalece la voluntad de curación, sino la necesidad de
estar enfermas. se llega a la intelección de que se trata de un factor por así decir «moral», de un sentimiento de culpa
que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Ese sentimiento de culpa es
mudo para el enfermo, no le dice que es culpable; él no se siente culpable, sino enfermo. Sólo se exterioriza en una
resistencia a la curación, difícil de reducir. Además, resulta particularmente trabajoso convencer al enfermo de que ese
es un motivo de su persistencia en la enfermedad; él se atendrá a la explicación más obvia, a saber, que la cura
analítica no es el medio correcto para sanarlo.
Desde el punto de vista de la limitación de las pulsiones, esto es, de la moralidad, uno puede decir: El ello es
totalmente amoral, el yo se empeña por ser moral, el superyó puede ser hipermoral y, entonces, volverse tan cruel
como únicamente puede serlo el ello. Es asombroso que el ser humano, mientras más limita su agresión hacia afuera,
tanto más severo —y por ende más agresivo— se torna en su ideal del yo.
Vemos al yo como una pobre cosa sometida a tres servidumbres y que, en consecuencia, sufre las amenazas de tres
clases de peligros: de parte del mundo exterior, de la libido del ello y de la severidad del superyó. Tres variedades de
angustia corresponden a estos tres peligros, pues la angustia es la expresión de una retirada frente al peligro. El yo
obedece, simplemente, a la puesta en guardia del principio de placer. En cambio, puede enunciarse lo que se oculta
tras la angustia del yo frente al superyó —la angustia de la conciencia moral—. Del ser superior que devino ideal del yo
pendió una vez la amenaza de castración, y esta angustia de castración es probablemente el núcleo en torno del cual
se depositó la posterior angustia de la conciencia moral; ella es la que se continúa como angustia de la conciencia
moral.

Freud (1924) EL PROBLEMA ECONÓMICO DEL MASOQUISMO


Si dolor y displacer pueden dejar de ser advertencias para constituirse, ellos mismos, en metas, el principio de placer
queda paralizado, y el guardián de nuestra vida anímica, por así decir, narcotizado. El masoquismo es incomprensible
si el principio de placer gobierna los procesos anímicos de modo tal que su meta inmediata sea la evitación de
displacer y la ganancia de placer. Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un
caso especial de la tendencia a la estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las
sumas de excitación que le afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el término de
principio de nirvana. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer displacer con este principio de Nirvana.
De ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer con una disminución de la tensión de
estímulo presenten en lo anímico; el principio de Nirvana estaría por completo al servicio de las pulsiones de muerte,
cuya meta es conducir la inquietud de la visa a la estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar contra las
exigencias de las pulsiones de vida (de la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira.
Por ende, esta concepción no puede ser correcta. El placer-displacer dependería de algo cualitativo. El principio de
Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer, modificación impulsada por la pulsión debida. El
principio de nirvana expresa la pulsión de muerte. El principio de placer subroga la exigencia de la libido y su
modificación, el principio de realidad expresa el mundo exterior. Ninguno de los tres es destituido por los otros. En
general saben conciliarse entre si. Se concluye que el principio de placer no es el principio rector de la vida.
Masoquismo: tiene 3 formas:
1. Masoquismo erógeno: Éste placer de recibir dolor es el fundamento de los otros dos tipos de masoquismo. En la
vida sexual infantil, la excitación se genera por una intensidad fisiológica que rebasa cierto límite. El dolor probaría
entonces también excitación. Esa excitación por dolor luego se extinguiría pero deja una base fisiológica para el
masoquismo erógeno. En el ser vivo la libido se enfrenta con la pulsión de destrucción o de muerte; esta que impera
dentro de él, querría desagregarlo y llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad
inorgánica. La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en buena parte
hacia fuera, dirigiéndola hacia los objetos del mundo exterior. Recibe el nombre de pulsión de destrucción. Parte de
esa pulsión de muerte desviada es puesta al servicio de la sexualidad (sería el sadismo), y otra parte queda en el
interior ligándose gracias a la base fisiológica de excitación de dolor, que sería el masoquismo erógeno, originario. Se
mezclan entonces las dos clases de pulsión. Esa mezcla pulsional puede deshacerse luego. Después de que su parte
principal fue trasladada afuera, sobre los objetos, en el interior permanece como su residuo, el genuino masoquismo
erógeno, que por una parte ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser
propio. Así, ese masoquismo sería un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la liga, tan
importante para la vida entre Eros y la pulsión de muerte. El sadismo proyectado, vuelto hacia fuera, o pulsión de
destrucción puede ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro, regresando así a su situación anterior. En tal caso
da por resultado el masoquismo secundario, añadiéndose al originario.
2. Masoquismo femenino: Es el más accesible a la observación. Las fantasías perversas desembocan en actos
onanistas o ella escenificación misma de la escena como placer sexual. El contenido manifiesto es: ser amordazado,
atado, golpeado, azotado, sometido a obediencia. El significado de esta fantasía es que el sujeto quiere ser tratado
como un niño desvalido, dependiente, pero en particular como un niño díscolo. El sujeto se pone en una situación
femenina, porque la sumisión masoquista significa ser castrado o poseído sexualmente o parir. Pero la condición es
que los genitales no sufran un daño efectivo. En esta fantasía se pone de manifiesto también un sentimiento de culpa,
porque se supone que la persona hizo algo malo (relacionado con el onanismo infantil esto). Este tipo de masoquismo
se basa enteramente en el masoquismo erógeno, primario, el placer en el recibir dolor. En el contenido manifiesto de
las fantasías masoquistas se expresa también un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona afectada ha
infringido algo (se lo deja indeterminado) que debe expiarse mediante todos esos procedimientos dolorosos y
martirizadores.
3. Masoquismo moral: Se aprecia como sentimiento de culpa inconsciente. Este masoquismo no se relaciona con la
sexualidad como las otras formas. En las otras dos formas, el padecer suele surgir de la persona amada, ser tolerado
por orden de ella, mientras que aquí importa el dolor en sí. Hay una forma patológica, extrema, de este masoquismo,
se da en pacientes que ante la mejoría en el análisis, sufren de cierto sentimiento inconsciente culpa y se los reconoce
por la reacción terapéutica negativa. Este sentimiento inconsciente de culpa es parte de la ganancia de la enfermedad
y el que más resiste a la cura. Se propone cambiar el nombre “sentimiento inconsciente de culpa” por el de “necesidad
de castigo”.
Hemos atribuido al superyó la función de la conciencia moral, y reconocido en el sentimiento de culpa la expresión de
una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimiento de culpa (angustia de la conciencia moral) ante la
percepción de que no está a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, su superyó
El superyó conservó caracteres esenciales de las personas introyectadas; su poder, su severidad, su inclinación a la
vigilancia y el castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de pulsiones que acompaña a esa
introducción en el yo. Ahora el superyó, la conciencia moral eficaz dentro de él, puede volverse duro, cruel, despiadado
hacia el yo a quien tutela. pero esas mismas personas que, como instancia de la conciencia moral siguen ejerciendo
una acción eficaz dentro del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del ellos,
pertenecen, además, al mundo exterior real. De este fueron tomadas; su poder tras el que se ocultan todos los influjos
del pasado y de la tradición, fue una de las exteriorizaciones más sensibles de la realidad. Merced a esta consciencia,
el superyó, el sustituto del complejo de Edipo, deviene también representante del mundo exterior real y, así, el
arquetipo para el querer alcanzar del yo. El complejo de Edipo demuestra ser la fuente de nuestra eticidad individual
(moral).

Indart (1998) LOS SÍNTOMAS FUERA DE LA TRANSFERENCIA


Un Descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un sentido ligado a la transferencia.
Hay una estructuración como tal del síntoma a una adherencia libidinal, una satisfacción que lo habita, en principio
irreductible a la eficacia transferencial. No debe sorprender que el sujeto halle en su síntoma refugio y ganancia, más
allá de su aspecto desplaciente, cuando lo hay, pues desde el inicio la formación del síntoma ha sido siempre el modo
más económico de tramitar una satisfacción traumática de origen sexual. Se añade a esa satisfacción la que procura el
síntoma como solución de exigencias sociales, lo que introduce la delicada cuestión de articular el síntoma con lo que
llama “el yo”. Ese refugio y esa ganancia en dos vertientes constituyen el mayor obstáculo para el desciframiento
transferencial y para la cura.
*Síntoma obsesivo: En la formación del síntoma hay el rechazo y la articulación (la represión y el retorno de lo
reprimido). Junto a estos síntomas de compromiso, que significan el retorno de lo reprimido y, con el, un fracaso de la
defensa originariamente lograda, la neurosis obsesiva forma una serie de otros síntomas de origen por entero diverso.
Y es que el yo procura defenderse de aquellos retoños del recuerdo inicialmente reprimido, y en esta lucha defensiva
crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de “defensa secundaria”. Todos estos síntomas constituyen
“medidas protectoras”, y a su vez son síntomas por la satisfacción transferida, pueden resumirse en una
escrupulosidad de la cc moral. Dicha defensa secundaria, que es síntoma por su satisfacción, es posteriormente
situada con claridad dentro de la ganancia secundaria.
Esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del síntoma obsesivo como analítico, y lo que lo
transforma en rasgo de carácter positivamente valorado. El síntoma obsesivo se trata de la misma satisfacción
transferida.
*Síntoma histérico: Freud reconoce en su desencadenamiento el factor relativo a la ganancia secundaria. El síntoma
histérico está al servicio de la tendencia primaria, pero también al servicio de las tendencias secundarias, toda vez que
mediante la producción del ataque es posible alcanzar un fin útil para el enfermo.
La ganancia secundaria en el síntoma histérico es satisfacción inherente al síntoma como tal.
El estado neurótico común: Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales.
Freud reconoce que el yo puede aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero
recordemos también que más adelante en 1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia
inconsciente a volver al trauma como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del
placer. Dos vertientes de ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea
de que el síntoma como tal, el de siempre el que anuda una ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en
el desamparo más solitario de cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho satisfacción en la trama misma de
los vínculos sociales y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo desciframiento. La satisfacción
primaria es interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La satisfacción de la ganancia
secundaria sería externa, proveniente del mundo.

Freud (1920) MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
El ppio de placer se pone en marcha a partir de una tensión displacentera a la cual deberá disminuir, a partir de la
evitación del displacer o la producción de placer. Ppio de placer propio de un modo de trabajo primario del aparato.
Bajo el influjo de las puls de autoconservación del yo, es relevado por el ppio de realidad. Pto de vista económico:
cantidad de excitación presente en la vida anímica: aumento (displacer) y disminución (placer).
1914 repetición de lo reprimido Icc, tiene que ver con hacer cc lo Icc.
CAPITULO II Hasta ahora no se ha alcanzado un conocimiento pleno - de las neurosis de guerra ni de las neurosis
traumáticas de tiempos de paz. En el caso de las primeras, resultó por un lado esclarecedor, aunque por el otro volvió
a confundir las cosas, el hecho de que el mismo cuadro patológico sobrevenía en ocasiones sin la cooperación de una
violencia mecánica cruda; en la neurosis traumática común se destacan dos rasgos que podrían tomarse como punto
de partida de la reflexión: que el centro de gravedad de la causación parece situarse en el factor de la sorpresa, en el
terror, y que un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis.
Terror, miedo, angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede distinguir muy bien en
su relación con el peligro. La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para
él, aunque se trate de un peligro desconocido; el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo
siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca el
factor de la sorpresa. No he sabido que los enfermos de neurosis traumática frecuenten mucho en su vida de vigilia el
recuerdo de su accidente. Quizá se esfuercen más bien por no pensar en él. Cuando se admite como cosa obvia que
el sueño nocturno los traslada de nuevo a la situación patógena, se desconoce la naturaleza del sueño.
FORT-DA: Es imposible que la partida de la madre le resultara agradable, o aun indiferente. Entonces, ¿cómo se
concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta vivencia penosa para él? Acaso se responderá
que jugaba a la partida porque era la condición previa de la gozosa reaparición, la cual contendría el genuino propósito
del juego. Pero lo contradice la observación de que el primer acto, el de la partida, era escenificado por sí solo y, en
verdad, con frecuencia incomparablemente mayor que el juego íntegro llevado hasta su final placentero. En la vivencia
era pasivo, era afectado por ella; ahora se ponía en un papel activo, repitiendola como juego, a pesar de que fue
displacentera. Podría atribuirse este afán a una pulsión de apoderamiento que actuara con independencia de que el
recuerdo en sí mismo fuese placentero o no. Pero también cabe ensayar otra interpretación. El acto de arrojar el objeto
para que «se vaya» acaso era la satisfacción de un impulso, sofocado por el niño en su conducta, a vengarse de la
madre por su partida. si en el caso examinado ese esfuerzo repitió en el juego una impresión desagradable, ello se
debió únicamente a que la repetición iba conectada a una ganancia de placer de otra índole, pero directa. Nos
convencemos de que aun bajo el imperio del principio de placer existen suficientes medios y vías para convertir en
objeto de recuerdo y elaboración anímica lo que en sí mismo es displacentero.
CAPÍTULO III El enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido. Si tal sucede, no adquiere
convencimiento ninguno sobre la justeza de la construcción que se le comunicó. Más bien se ve forzado a repetir lo
reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, como el médico preferiría, en calidad de fragmento del
pasado. Esta reproducción, que emerge con fidelidad no deseada, tiene siempre por contenido un fragmento de la vida
sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente se juega {se escenifica} en el
terreno de la transferencia, esto es, de la relación con el médico. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado
hasta este punto, puede decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, neurosis de transferencia.
Para entender esta «compulsión de repetición» que se exterioriza en el curso del tratamiento psicoanalítico de los
neuróticos, es preciso ante todo librarse de un error, a saber, que en la lucha contra las resistencias uno se enfrenta
con la resistencia de lo «inconsciente». Lo inconsciente, vale decir, lo «reprimido», no ofrece resistencia alguna a los
esfuerzos de la cura; y aun no aspira a otra cosa que a irrumpir hasta la conciencia o hasta la descarga. No hay duda
de que la resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del principio de placer. En efecto: quiere ahorrar
el displacer que se excitaría por la liberación de lo reprimido, en tanto nosotros nos empeñamos en conseguir que ese
displacer se tolere invocando el principio de realidad. Ahora bien, ¿qué relación guarda con el principio de placer la
compulsión de repetición, la exteriorización forzosa de lo reprimido? Es claro que, las más de las veces, lo que la
compulsión de repetición hace revivenciar no puede menos que provocar displacer al yo, puesto que saca a luz
operaciones de mociones pulsionales reprimidas. No contradice al principio de placer, es displacer para un sistema y,
al mismo tiempo, satisfacción para el otro, la compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no
contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel contexto pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las
mociones pulsionales reprimidas desde entonces. En la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición
que se instaura más allá del principio de placer.
CAPÍTULO IV El sistema CC se singularizaría por la particularidad de que en él, a diferencia de lo que ocurre en todos
los otros sistemas psíquicos, el proceso de excitación no deja tras sí una alteración permanente de sus elementos, sino
que se agota, por así decir, en el fenómeno de devenir-consciente. Un supuesto posible sería que en su avance de un
elemento al otro la excitación tiene que vencer una resistencia, y justamente la reducción de esta crea la huella
permanente de la excitación (facilitación); podría pensarse entonces que en el sistema CC ya no subsiste ninguna
resistencia de pasaje de esa índole entre un elemento y otro. Llamemos traumáticas a las excitaciones externas que
poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestimulo. Un suceso como el trauma externo provocará, sin
ninguna duda, una perturbación enorme en la economía energética del organismo y pondrá en acción todos los medios
de defensa. Pero en un primer momento el principio de placer quedará abolido. Ya no podrá impedirse que el aparato
anímico resulte anegado por grandes volúmenes de estímulo; entonces, la tarea planteada es más bien esta otra:
dominar el estímulo, ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violentamente a fin de conducirlos,
después, a su tramitación. De todas partes es movilizada la energía de investidura a fin de crear, en el entorno del
punto de intrusión, una investidura energética de nivel correspondiente. Se produce una enorme «contrainvestidura»
en favor de la cual se empobrecen todos los otros sistemas psíquicos, de suerte que el resultado es una extensa
parálisis o rebajamiento de cualquier otra operación psíquica.
Si en la neurosis traumática los sueños reconducen tan regularmente al enfermo a la situación en que sufrió el
accidente, es palmario que no están al servicio del cumplimiento de deseo, cuya producción alucinatoria devino la
función de los sueños bajo el imperio del principio de placer. Pero tenemos derecho a suponer que por esa vía
contribuyen a otra tarea que debe resolverse antes de que el principio de placer pueda iniciar su imperio. Estos sueños
buscan recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisión causó la neurosis
traumática. Nos proporcionan así una perspectiva sobre una función del aparato anímico que, sin contradecir al
principio de placer, es empero independiente de él y parece más originaria que el propósito de ganar placer y evitar
displacer. Así, no sería la función originaria del sueño eliminar, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones
perturbadoras, unos motivos capaces de interrumpir el dormir; sólo podría apropiarse de esa función después que el
conjunto de la vida anímica aceptó el imperio del principio de placer. Más bien obedecen a la compulsión de repetición,
que en el análisis se apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido

UNIDAD 6: INTERVENCIONES EN LA CLINICA

Lugar del analista / diferentes modos de intervención / interpretación: alcances y límites / interpretación y
transferencia / construcción en el análisis

Freud (1912) EL USO DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS EN PSA.


Quien aborde el tratamiento analítico partiendo de la interpretación de sueños, retendrá su interés por el contenido de
estos y querrá obtener la interpretación más completa posible de cada sueño que el enfermo le cuente. Esta técnica
entra en colisión con las tareas más inmediatas de la terapia, y Freud la contrapone con una REGLA: para el
tratamiento es de máximo valor tomar noticia, cada vez de la superficie psíquica del enfermo, y mantenerse orientado
hacia los complejos y resistencias, y hacia la eventual reacción CC q guiará su comportamiento frente a ello. No hay
que demorar esta meta terapéutica en aras del interés x la interpretación de los sueños. Esta no debe constituirse
como un arte autónomo, su manejo debe someterse a las reglas técnicas que en gral gobiernan la ejecución de la cura.
¿QUÉ HACER CON LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS DENTRO DEL ANÁLISIS?
● Conformarse con los resultados interpretativos que pueda obtener en una sesión y si no alcanzó a discernir por
completo el contenido del sueño, no anota esto como una deuda. A la sesión siguiente no se prosigue el tjo
interpretativo, sino sólo si se nota que ninguna otra cosa se ha esforzado en el enfermo hacia el primer plano.
Por lo tanto no se hace excepción a la regla de tomar siempre lo primero q al enfermo se le pase por la mente,
aun a costa de interrumpir la interpretación de los sueños.
● Si aparecen sueños nuevos antes que se haya acabado con el anterior, uno se volverá a esas producciones
más recientes y no se reprochará por abandonar las más antiguas.
● Cuando los sueños se vuelvan demasiado extensos, uno renunciará de antemano a una solución completa.
● Cuidarse de mostrar un interés muy especial por la interp de los sueños y evitar despertar en el enfermo la
creencia de que el tjo se detendrá si él no aporta sueños. De lo contrario, se corre el riesgo de guiar la
resistencia hacia la producción onírica. Hay que educar al analizado con la convicción de que el análisis hallará
material para continuar, aporte o no sueños.
● No se renuncia a nada asequible cuando se resigna el propósito de una interpretación completa de los sueños.
En los casos graves de Ns es imposible solucionar x completo una producción onírica extensa. Un sueño así
(“sueños biográficos”) se edifica a menudo sobre el material patógeno del caso en su conjunto; se lo puede
equiparar a una traducción de todo el contenido de la Ns al lenguaje del sueño. Cuando se lo intenta interpretar,
aparecen las resistencias. La interp completa de un sueño tal coincide con la ejecución del análisis íntegro.
● Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornará en otro mientras no sea entendida ni se
sustraiga de lo ICC. Así, el mejor camino para completar la interp de un sueño consistirá en dejarlo para
dedicarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una forma quizá más accesible.
● El médico no debe comunicar al enfermo enseguida todo lo que ha colegido del sueño.
● Ordenar al analizado escribir c/ sueño luego de despertar, es una regla superflua en la terapia. Así no se
consigue nada p/ el enfermo, no sobrevienen las ocurrencias sobre el texto de un sueño y el efecto es el mismo
que si el sueño hubiese quedado sin preservarse.

Freud (1915/16) CONFERENCIA 6: PREMISAS Y TÉCNICA DE LA INTERPRETACIÓN


Las cosas no son tan simples en el caso del sueño. En las operaciones fallidas, eso funciona en cierto número de
casos; después dimos con uno en que el preguntado no quería decir nada, y aun rechazó con enojo la respuesta que
le sugerimos. En el sueño nos faltan por completo los casos del primer tipo; el soñante dice siempre que nada sabe. Yo
les digo, en efecto, que es muy posible, y aun muy probable, que el soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño
significa, sólo que no sabe que lo sabe y por eso cree que no lo sabe.
Existe un nítido parentesco entre el estado hipnótico y el estado del dormir, que es la condición del soñar. En el dormir
natural, retiramos nuestro interés de todo el mundo exterior, en el hipnótico también, pero con excepción de una
persona, el hipnotizador. La suposición de que también en el soñante esté presente un saber acerca de su sueño, solo
que no le es accesible. Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño, se trata de
posibilitarle que descubra su saber y nos lo comunique.
Le preguntaremos también por el modo en que ha llegado al sueño, y lo que el enuncie deberá considerarse como
esclarecimiento. Un sueño se diferencia de un desliz en el habla también por la multiplicidad de sus elementos.
Descompongamos el sueño en sus elementos y abordemos la indagación para cada uno de ellos por separado.
Las ocurrencias libres están determinadas y no son arbitrarias. Cuando exhorto a alguien a decir lo que se le ocurre
sobre un elemento determinado del sueño, le estoy pidiendo que se abandone a la asociación libre reteniendo una
representación de partida.

Freud (1915/16) CONFERENCIA 7: CONTENIDO MANIFIESTO DEL SUEÑO Y


PENSAMIENTOS ONÍRICOS LATENTES
Tres importantes reglas que debemos observar en el curso del trabajo de interpretación del sueño: 1) No hay que
hacer caso de lo que el sueño parece querer decir, sea comprensible o absurdo, claro o confuso, pues nunca será eso
lo inconsciente que buscamos. 2) Hay que limitar el trabajo a evocar, para cada elemento, las representaciones
sustitutivas sin reflexionar sobre ellas, sin examinarlas para averiguar si contienen algo pertinente, sin hacer caso de
cuán lejos nos lleven del elemento onírico. 3) Hay que esperar hasta que lo inconsciente oculto, buscado, se instale por
sí solo.
El sueño recordado no es lo genuino, sino su sustituto desfigurado; nos ayudará, por evocación de otras formaciones
sustitutivas, a acercarnos a lo genuino, a hacer consciente lo inconsciente del sueño. Por tanto, si nuestro recuerdo es
infiel, simplemente ha introducido en ese sustituto una desfiguración más, que, por otra parte, tampoco puede ser
inmotivada. Comprendemos que el trabajo de la interpretación del sueño se cumple en contra de una resistencia que le
es contrapuesta y cuyas exteriorizaciones son aquellas objeciones críticas.4 Esta resistencia es independiente de la
convicción teórica del soñante. Y aun se aprende algo más: se hace la experiencia de que tales objeciones críticas
nunca tienen razón. Al contrario; las ocurrencias que así querrían sofocarse se revelan sin excepción como las más
importantes, las decisivas para descubrir lo inconsciente. Cuando la resistencia es escasa, el sustituto no está muy
alejado de lo inconsciente; pero una resistencia mayor conlleva mayores desfiguraciones de lo inconsciente y, por
tanto, una distancia mayor desde el sustituto hasta lo inconsciente.
*Elemento onírico: es algo no genuino, un sustituto de otra cosa, de algo desconocido para el soñante. El
conocimiento de aquello de lo que el elemento onírico es sustituto, está presente en el soñante, pero le es inaccesible
a la cc.
*Contenido manifiesto del sueño: lo que el sueño cuenta (imágenes, historias)
*Pensamientos latentes del sueño: lo oculto a lo cual se debe llegar persiguiendo las ocurrencias.

Freud (1937) CONSTRUCCIONES EN EL ANÁLISIS


(PRÁCTICO A-TEÓRICO)
El analizado debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él, y las condiciones dinámicas de este
proceso son tan interesantes que la otra pieza del trabajo, la operación del analista, pasa en cambio a un segundo
plano. El analista no ha vivenciado ni reprimido nada de lo que interesa; su tarea no puede ser recordar algo. ¿En qué
consiste, pues, su tarea? Tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí; mejor dicho: tiene
que construirlo. Cómo habrá él de comunicar sus construcciones al analizado, cuándo lo hará y con qué elucidaciones,
he ahí lo que establece la conexión entre ambas piezas del trabajo analítico, entre su participación y la del analizado.
El analista da cima a una pieza de construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él; luego
construye otra pieza a partir del nuevo material que afluye, procede con ella de la misma manera, y en esta alternancia
sigue hasta el final. Si en las exposiciones de la técnica analítica se oye tan poco sobre «construcciones», la razón de
ello es que, a cambio, se habla de «interpretaciones» y su efecto. Pero yo opino que «construcción» es, con mucho, la
designación más apropiada. «Interpretación» se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material;
una ocurrencia, una operación fallida, etc. Es «construcción», en cambio, que al analizado se le presente una pieza de
su prehistoria olvidada.
¿Qué garantías tenemos, durante nuestro trabajo con las construcciones, de que no andamos errados y ponemos en
juego el éxito del tratamiento por defender una construcción incorrecta? Puede parecemos que esta pregunta no
admitiría una respuesta universal, pero antes de pasar a elucidarlo prestemos oídos a una consoladora noticia que nos
di la experiencia analítica. Desde luego, ello significa una pérdida de tiempo, y quien sólo sepa referir al paciente
combinaciones erróneas no le hará buena impresión ni obtendrá gran cosa en su tratamiento; pero tales errores
aislados son inofensivos. Lo que en tal caso sucede es, más bien, que el paciente queda como no tocado, no
reacciona a ello ni por sí ni por no. Es posible que esto sólo sea un retardo de la reacción; pero si persiste, estamos
autorizados a inferir que nos hemos equivocado, y en la ocasión apropiada se lo confesaremos al paciente sin
menoscabo de nuestra autoridad. Esa ocasión se presenta cuando sale a la luz material nuevo que permite una
construcción mejor y, de tal suerte, rectificar el error. La construcción falsa cae fuera como si nunca hubiera sido
hecha, y aun en muchos casos se tiene la impresión de haber capturado uno de los esturiones de la verdad con ayuda
del señuelo de la mentira.
El «Sí» directo del analizado puede indicar que reconoce la construcción oída como correcta, pero también puede
carecer de significado, o aun ser lo que podríamos llamar «hipócrita», pues resulta cómodo para su resistencia seguir
escondiendo, mediante tal aquiescencia, la verdad no descubierta. Este «Sí» sólo posee valor cuando es seguido por
corroboraciones indirectas; cuando el paciente produce, acoplados inmediatamente a su «Sí», recuerdos nuevos que
complementan y amplían la construcción. Sólo en este caso reconocemos al «Sí» como la tramitación cabal del punto
en cuestión. El «No» del analizado es igualmente multívoco y, en verdad, todavía menos utilizable que su «Sí». Rara
vez expresa una desautorización justificada; muchísimo más a menudo exterioriza una resistencia que es provocada
por el contenido de .la construcción que se ha comunicado, pero que de igual manera puede provenir de otro factor de
la situación analítica compleja. Por tanto, el «No» del paciente no prueba nada respecto de la justeza de la
construcción, pero se concilia muy bien con esta posibilidad. La única interpretación segura de su «No» es que aquella
no es integral; la construcción, ciertamente, no se lo ha dicho todo.
Existen variedades indirectas de corroboración, plenamente confiables. Una de ellas es el giro que uno oye de las más
diversas personas, con apenas algunas palabras cambiadas, como si se hubiesen puesto de acuerdo: «No me parece»
o «Nunca se me ha pasado». Sin vacilar, se puede traducir así esta exteriorización: «Sí, en este golpe acertó usted con
lo inconsciente». Cuando el análisis está bajo la presión de factores intensos que arrancan una reacción terapéutica
negativa, como conciencia de culpa, necesidad masoquista de padecimiento, revuelta contra el socorro del analista, la
conducta del paciente luego de serle comunicada la construcción suele facilitarnos mucho la decisión buscada. Si la
construcción es falsa no modifica nada en el paciente; pero si es correcta, o aporta una aproximación a la verdad, él
reacciona frente a ella con un inequívoco empeoramiento de sus síntomas y de su estado general. A cada construcción
la consideramos apenas una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o desestimada. No reclamamos para
ella ninguna autoridad, no demandamos del paciente un asentimiento inmediato, no discutimos con él cuando al
comienzo la contradice.

PAULUCCI & DUJOVNE (2013). LA INTERPRETACIÓN Y EL SABER EN PSA.


Controversias en el modo de concebir la interpretación, que pone en juego diferencias en torno a otros conceptos
claves del PSA: la transferencia, el ICC y el lugar que ocupa el analista en la cura. Interpretación: Explicar el sentido
de una cosa y ppalmente el de textos faltos de claridad, así como el de traducir de una lengua a otra.
I. La transferencia: La noción de tratamiento de prueba implica no sólo una dimensión diagnóstica (Ns narcisistas-Ns
de transferencia), sino tb y esencialmente la necesidad de la instauración de la transferencia analítica operativa.
Dimensión simbólica de la transferencia, ligada a la enunciación y el sostenimiento de la regla fundamental, que va
más allá de la transf. imaginaria que trae el consultante. Cuando se anuncia la regla fundamental se intenta instalar al
S en el camino de la asoc. libre, lo cual implica que aquello que diga va a ser escuchado de forma distinta de lo que
quiso decir. Esto conlleva una promesa de significación y una suposición de saber encarnado en el analista que
posibilita la constitución del síntoma en el sentido analítico. Es decir, para que la interpretación sea eficaz y logre la
implicación subjetiva del S, es condición necesaria el establecimiento de la transf analítica. La falta de ésta, puede
constituir un tratamiento por encargo en el cual las interpretaciones resbalan. Desafío permanente de nuestra práctica
actual en la que las consultas pueden presentarse bajo la consistencia de un “yo soy” ej anoréxica, en las que de no
lograr una implicación subjetiva podría derivar en un tratamiento x encargo donde el analista quede convocado a
interpretar desde un saber propio, desde la teoría y la contratransferencia, sin que la transf analítica esté establecida.
II. El ICC y el yo: Freud sostiene que el yo no se presenta de entrada, sino que debe constituirse a partir de un nuevo
acto psíquico que se agrega al autoerotismo. Intento de unidad del yo q se verifica en la operatoria x la cual éste se
afirma como sede de conocimiento. ¿Cuál es el conocimiento q el yo aporta tal como se revela en la práctica analítica?
Las afirmaciones del yo que habla, su claridad e intento de síntesis, están atravesadas x la dimensión de
desconocimiento reconocible en el modo operativo de la negación. Intento de una coherencia ilusoria en su
funcionamiento en el que irrumpen las ambigüedades, los lapsus verbales, las negaciones que, como expresiones del
ICC, conmueven al yo en la pretensión de ser el centro del conocimiento. La dimensión del ICC es heterogénea y
asimétrica con respecto a la del yo. Las formaciones del ICC son vías privilegiadas, en tanto sean escuchadas x el
analista, para el advenimiento del ICC que no implica una duplicación especular del yo CC. Concepto de un sujeto del
ICC diferente del yo entendido como unidad, S a producir q no es agente sino efecto del despliegue subjetivo.
III. La verdad y el saber: En la práctica analítica nos sorprende a menudo la producción de un lapsus, una
ambigüedad o duda en el relato, hechos éstos que nos orientan sobre la dimensión de ese decir como apertura al nivel
de la enunciación ICC. Pero tb nos sorprende cuando nuestro decir interpretativo queda desbordado en su efecto con
relación a lo que creímos haber dicho. Esta cuestión nos lleva a interrogarnos sobre la diferencia e/ una concepción de
la verdad como adecuación a una realidad dada, que sería un saber previo del analista (a partir del cual podría revelar
progresivamente los contenidos del ICC), y una verdad como efecto del movimiento discursivo (Lacan). Los autores
ponen en duda el valor del saber previo como eje generador del efecto interpretativo, y sostienen que el mismo está
ligado a la producción de una verdad (no decible del todo), que resulta del despliegue del discurso del analizante y la
escucha del analista.
Cuando el saber queda del lado del analista, se corren múltiples riesgos en el devenir del proceso analítico:
-La fascinación y el adoctrinamiento consecuentes ante del Saber del Otro
-El acting out
-La reacción terapéutica negativa
-Que el decir del analista se transforme en el rasero de la realidad. Ubicado éste en el lugar del ideal del yo, se
puede configurar una masa de a dos al modo de la hipnosis.
IV. Diferentes modos de concebir la interpretación: Ante la concepción de la interpretación entendida como una
decodificación relacionada con el saber referencial teórico o contratransferencial del analista oponemos la idea de la
interpretación como un efecto a advenir. Rescatamos para ello el valor del decir; saber textual que no es del analista,
sino del ICC a producir. Así queda cuestionada la interpretación en términos sígnicos (entendiendo el signo como lo
que representa algo para alguien), en la cual el analista se ubica como decodificador en el lugar del saber.
La idea de la interpretación como un efecto a advenir se articula con la significación como efecto del despliegue de la
cadena Ste. Este efecto de producción de una verdad analítica como algo nuevo que puede inducir un cambio en la
posición subjetiva, acotando el goce repetitivo del síntoma. El efecto de la interpretación no está garantizado por el
modo de decir del analista. Sus palabras solo quedarán elevadas a la categoría de interpretación en tanto produzcan,
por un cambio de vía discursiva, una trasmutación en la posición subjetiva que únicamente puede ser leída a posteriori.
El analista pasa así a tomar una posición oracular, en la medida en que sus palabras empujen al analizante a la
producción de Rtas como efecto de un decir que pueda resultar enigmático. La interpretación puede ser pensada como
un entre: entre el decir del analizante y el del analista. En esta dirección, en vez de pensar la interpretación a un
aumento del conocimiento en el plano del yo, la ubicamos como un efecto –palabra interpretativa mediante- ligado a un
movimiento posible en las fijaciones del S a los anclajes de su fantasía ICC. Lugar donde anidan las fuentes de su
padecer. El modo de acotar dicho padecer es, interpretación mediante, sólo de modo indirecto y por añadidura.

PRÁCTICO A

PRÁCTICO 1: INTRODUCCIÓN A LA CLÍNICA PSA

Diferencias entre psa y psicoterapias

Freud (1915/16) CONFERENCIA 16: PSA Y PSIQUIATRÍA


Acción sintomática: no es contingente, posee un motivo, un sentido. La cc de quien la consuma ignora el proceso
cuya marca es la acción misma.
Psiquiatría: la declara la acción sintomática una contingencia sin interés psi, no le da importancia. La acción
sintomática parece algo indiferente pero el síntoma se impone como importante, conectado a un intenso sufrimiento
subjetivo. Ideas delirantes por predisposición, a causa de una trasmisión hereditaria. La psiquiatría no aplica los
métodos técnicos del psa.
Psicoanálisis: mecanismo de desplazamiento en la génesis de los celos delirantes. La idea delirante posee pleno
sentido, no son disparatadas. Es necesario como reacción frente a un proceso icc que hay una resistencia. La vivencia
que hay tras la contracción de la enfermedad determina unívocamente que habría de engendrarse una idea de celos
delirantes.

PRACTICO 2: METODO ANALITICO

Fundamentos: regla general y atención flotante / abstinencia y neutralidad

CLASE GILBERTO SIMOES


Las reglas son recomendaciones destinadas a preservar la atención flotante en el analista y evitar resistencia en el
paciente. Muchas de estas reglas, consejos técnicos, fueron convertidos en principios técnicos definitivos,
reglamentarios y transmitidos generación tras generación, en los lugares de formación. Todo indica que las
instituciones perdieron la capacidad de orientar la práctica de sus miembros.
La práctica no sólo es contextuada sino determinada por la realidad social compartida. Nuestra clínica no puede tener
la pretendida pureza de nuestras teorías. Los consultorios de hoy son muy distintos a lo que eran hace una década.
Cambiaron tanto los analistas como los pacientes y sus problemáticas, así como cambiaron las relaciones con ellos y
la actitud que tienen ambos frente al análisis. Por Ej, la frecuencia de las sesiones fue afectada por la realidad social.
Es la situación económica, social, que se nos mete en el consultorio interrumpiendo los tratamientos o la frecuencia de
las sesiones. Nos acostumbramos a los replanteos y reajuste de precios y retraso de los pagos. Esta situación
novedosa obligará a una reformulación de los criterios de neutralidad y abstinencia, variables claves de la posición del
analista.

PRÁCTICO 3: PRIMERAS ENTREVISTAS

Consulta/ pedido/ demanda

Miller (2005) INTRODUCCIÓN A UN DISCURSO DEL MÉTODO PSA


En el análisis, las cuestiones técnicas son siempre cuestiones éticas, porque nos dirigimos al sujeto. El psa de
orientación lacaniana no trabaja con patrones, trabaja con ppios.
Ppios de la práctica: Discurso del método.
*Recibir al paciente. En psa el paciente desea ser paciente. Él llega al analista en la posición de hacer una demanda
basada en una autoevaluación de sus síntomas y pide el aval del analista sobre su autoevaluación. Aquí ya hay acto
analítico.
*Autorizar un análisis: todo aquel que quiere iniciar un análisis es un candidato, y el analista debe responder
responsablemente, por sí o por no.
*Entrevistas preliminares: el comienzo de un análisis es aplazado, se demora en iniciar, hasta que el analista esté
satisfecho para poder autorizar la demanda de análisis, avalarla.
Los 3 niveles de la práctica: las finalidades. Cada nivel entra en el siguiente, se superponen: Avaluación clínica,
localización subjetiva e introducción al icc. Al vínculo entre avaluación clínica y localización subjetiva lo
llamaremos subjetivación, y al existente entre localización subjetiva e introducción al icc lo llamaremos
rectificación.
Avaluación clínica: es un diagnóstico preliminar de la estructura clínica que demanda un análisis. Las entrevistas
preliminares se utilizan como un medio para realizar un diagnóstico preliminar. El analista debe concluir algo respecto
de la estructura clínica del paciente.

PRACTICO 4: FUNCIÓN DE LAS PRIMERAS ENTREVISTAS

Condiciones de posibilidad de un tratamiento / diagnóstico /analizabilidad

Rubinstein (1999) ALGUNAS CUESTIONES RELATIVAS AL DIAGNÓSTICO EN PSA


El tema del diagnóstico ha sido y sigue siendo un tema polémico en PSA. Para algunos constituye un momento
fundamental de la práctica, para otros carece de valor o es cosa de psiquiatras. Posiciones extremas que no permiten
abordar las diversas facetas del problema.
*Término Diagnóstico: 2 acepciones según el Dicc. Real Academia Española:
1) Etimológicamente deriva del griego y significa distinguir, conocer. Se identifica al Dx con el proceso de conocimiento,
discriminación, que no termina necesariamente en un rotulamiento.
2) El uso corriente proviene de la medicina y da cuenta de una etapa del proceso de administración de la cura.
Clasificación a partir de la lectura de ciertos signos expresados en los síntomas remitiendo finalmente a ciertas
categorías nosográficas (preestablecidas)
*La psiquiatría: Produce un modo de pensar la enfermedad y un glosario, creando categorías universales a partir de
las cuales es juzgado c/ S singular. Busca los signos objetivos de los trastornos de las Fxs psíquicas pero desatiende
los procesos de su determinación subjetiva. La obtención de un Dx que nombre adecuadamente la enfermedad tiene
un efecto tranquilizador especialmente para el médico, en tanto cree reducir su no saber. Pero si el Dx sólo subsume al
paciente en una categoría, se pierde la singularidad psíquica y éste queda oculto tras la mirada objetivadora que lo
nomina, desconociendo las particularidades de su subjetividad. Si bien podemos cuestionar al Dx en su dimensión
objetivante, esto no implica que debamos eliminarlo sino que es necesario redefinir en base a qué criterios se hace y
en qué lugar de la teoría y de la práctica se ubica.
*El diagnóstico como saber: No se puede hablar de Dx sino es en el marco de una teoría en la que éste se inscribe.
De hecho, hablar de Dx es hacer teoría, construir saber. Esta teoría tiene consecuencias en nuestra práctica, al mismo
tiempo que surge de ella. C/ teoría recorta el campo particular de los fenómenos clínicos de una manera diferente.
*El diagnóstico en PSA: No es solo un nombre ni se limita a poner la etiqueta a un tipo clínico. Es Dx del S, producido
en transf, da cuenta de la posición del S en la estructura. Freud no desestima la clasificación, retoma incluso los tipos
clínicos de la psiquiatría y propone una categorización nosográfica, pero la reordena, reedita, y se interroga sobre las
condiciones y mecanismos de su producción. La clasificación así adquiere una nueva determinación, va más allá de un
simple sistema clasificatorio descriptivo. Lacan sitúa las diferentes estructuras clínicas como posiciones con las cuales
el S responde de diversos modos al encuentro con lo real, posiciones localizables en la transf.
Ambos autores, construyen un saber a partir de discernir y reconocer diferencias y recurrencias producidas en las
condiciones de la experiencia analítica. El Dx permite distinguir formas de funcionamiento y organización subjetiva y en
esta perspectiva se acerca al sentido etimológico del término.
Freud va a encontrar que en la variabilidad de lo fenoménico hay un orden (q organiza el campo de lo que aparece),
una legalidad, reglas recurrentes, repetición. A esto apunta la idea de estructura (permite ordenar la manifestación de
acuerdo a reglas de determinación). Pero al mismo tiempo indaga en las diferencias y en la especificidad de cada
estructura. La singularidad del caso es siempre más rica y compleja que la estructura que la ordena (Stes particulares
q se inscriben en la historia de cada S, sus marcas, sus fantasmas, etc).
*Diagnóstico y práctica analítica: La producción teórica y la práctica analítica constituyen 2 momentos diferenciados
del quehacer analítico, aunque interdependientes. La PA sostiene su especificidad en el cumplimiento de la regla
fundamental por parte del pte y en el mantenimiento de la “Atención flotante” x parte del analista. Esto introduce un
punto de tensión: mientras el analista está en su posición en el dispositivo, no puede estar pensando en el Dx .
Anteponer el “saber referencial” al “saber textual” no permite estar atento a la singularidad de las asociaciones del pte,
perturba la atención flotante. Sería ingenuo sin embargo pensar que podemos prescindir de la teoría al escuchar o al
intervenir, orienta la práctica y una adecuada conjetura Dx es importante para dirigir adecuadamente la cura. Pero no
debe funcionar para el analista como un “saber predigerido”, que su saber no haga obstáculo a la producción Ste del
pte y a la posibilidad del analista de escuchar lo que allí se dice. Si no se corre el riesgo de comprender demasiado, de
escuchar lo que ya se cree saber y cerrar la posibilidad de escuchar algo nuevo (tal como le pasó a Freud con Dora: su
insistencia por escuchar el Edipo positivo le había impedido oír la importancia de su relación con la Sra K, y tener esto
en cuenta en la transf.)
Tomado como saber anticipado, el Dx puede obturar la escucha analítica Pero desconocerlo puede llevar al analista a
perder su orientación en la cura. Punto de tensión irreductible de las condiciones mismas del análisis.
*Dificultades diagnósticas: No se trata de hacer una clasificación de superficie, sino de penetrar en la trama de
relaciones, en la posición del S en la estructura, y esto no siempre puede establecerse de entrada. El Dx es una
conjetura que se construye a partir de lo que se escucha y que debe ser verificada tb en lo que se escucha. El analista
debe poder soportar sus errores y estar dispuesto a redefinir la conjetura si aparece algo nuevo. En muchos casos el
Dx lleva tiempo y se hace necesario mantener la espera acompañándola de prudencia en las intervenciones.

P AULAGNIER (1992) LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LOS MOVIMIENTOS DE


APERTURA
Intercambio de conocimientos, intercambio de afectos: es este doble movimiento el que está en la base y es el soporte
de la relación analítica porque está en la base y es el soporte de la relación transferencial.
Las entrevistas preliminares deberán proporcionarle al analista los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen
puerto ese trabajo de autointerrogación, para lo cual es preciso que extraiga de ellas unas conclusiones que nadie más
ni texto alguno le procurarían.
Las entrevistas preliminares deben ser breves. El riesgo es que, al extenderse, la negativa de tratamiento se produzca
demasiado tarde. La negativa puede ser por el querer o no querer del analista, tanto por analizabilidad o no del
paciente. En la psc, el juicio de analizabilidad no coincide con la etiqueta nosográfica, está más allá del síntoma, tiene
que ver con la singularidad del sujeto. Si las entrevistas se extienden demasiado, una vez instalado ese mecanismo
proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda probabilidad, como la repetición de un rechazo, la confirmación
de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una herida. Reacciones que pueden tener un efecto
desestructurante y provocar la descompensación de un frágil equilibrio.
El calificativo de analizable: juzgar a un sujeto analizable es creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir
traer a la luz el conflicto inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el
fracaso de las soluciones que él había elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan
extraer de las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio
de modificaciones orientadas de su funcionamiento psíquico.
Cuando el final de las entrevistas desemboca en la propuesta de una continuación, también es lo que uno ha podido o
creído oír en ellas lo que nos ayuda a elegir nuestros movimientos de.apertura.
La apertura posible debe ser elegida de acuerdo a la singularidad del paciente, con la particularidad de sus propios
movimientos de apertura; y la buena apertura será la q más garantía ofrezca de q el lugar q inicialmente ocupa el
analista no quedará fijado de una vez p/ siempre (tanto en el caso de las NS como de las PS). Mientras q la movilidad
transferencial en el neurótico reduce en mucho el riesgo de esta fijación; en el caso del psicótico, es más difícil evitar q
el SU nos haga ocupar uno de los lugares fijos, ya conocidos. El analista tiene q intentar probarle al SU q en ciertos
momentos, puede estar en “otro lugar”. No conseguiremos nada sino logramos convencer al sujeto de que este lugar
del espacio, el espacio analítico, y este fragmento de tiempo que le proponemos no están signados x la mismidad.
Esta situación puede hacerse especialmente difícil cuando quedamos ocupando el lugar del perseguidor o del amante.
Uno puede a veces aprovechar la transferencia inmediata de una imagen de objeto omnipotente, protector, idealizado,
p/ favorecer el comienzo de la relación, pero será necesario p/ q la misma prosiga, conseguir q la relativice o
cuestione.
Psicosis: el paciente nos puede ubicar en el lugar de las representaciones q su psique se ha formado de sus padres.
No debemos oponernos a este mecanismo proyectivo. Se hace difícil cuando la proyección asigna el lugar exclusivo
del perseguidor. Al SU-supuesto-saber el psicótico lo encontró primero en la persona de sus padres q le prohibieron
creer q otro pensamiento q el de ellos sea correcto. El psicótico preserva una relación de investimiento masivo, x
conflictual q sea, con esos representantes encarnados del poder q son sus padres, es con ellos con quienes prosigue y
repite su dialogo.
El psicótico puede producir un investimiento inmediato de una relación en q el analista ocupa “la posición del oído del q
habla”, y x lo tanto el analista, puede transformar un pensamiento sin destinatario en un discurso q uno puede y q él
puede oír. Presencia de una escucha nueva q pasa a garantizar al SU q esto q dice forma parte de lo oíble, investible x
otro. Esta seguridad es la q funda la posibilidad de una relación de investimiento en el registro de la psicosis. Relación
de investimiento en favor de un escuchante. El investimiento del encuentro y de la relación x parte del psicótico tiene
como condición primera su encuentro con una función de él mismo, recuperada, q es su función de escuchante de su
propio discurso. De ahí, lo q pueda representar su encuentro con el analista: una escucha q le permite separar lo q él
piensa de lo q lo fuerzan a pensar.
Neurosis: La “Ns de T” sólo tiene sentido xq define un mecanismo bien particular de removilización, merced a la T, de
la forma infantil de una Ns, q permitirá al SU recuperar el enunciado de demandas, la expresión de deseos, q el adulto
en q ha devenido había ya elaborado y disfrazado en forma de síntomas.
La NS, a pesar de la intensidad de sus conflictos, mantiene a su disposición medios de pensar, de reinterpretar su
historia, q el niño no tenía. X eso, la Ns de T como consecuencia de la relación analítica, permite al analista dar una
nueva sgción transferencial a los movimientos afectivos de q es escenario. Sustituir la Ns infantil x una Ns de T q
puede ser “curada x el trabajo terapéutico”,
El sueño del neurótico no es retornar a la infancia, sino reconstruir una historia de ese pasado conforme a los deseos
del niño q lo ha vivido.
En ese doble movimiento de retorno y de clausura del pasado infantil, se apoya el analista y el análisis p/ ofrecerle vivir
una nueva historia transferencial cuya interpretación le permitirá modificar la versión q hasta entonces se daba de la
historia de su infancia. Historia de una infancia q el neurótico nos aporta como objeto de nuestra interpretación.
Movimientos de apertura
Empezaré por considerar nuestros movimientos de iniciacion de partida fuera del registro de la psicosis.·
Si el puesto que se ofrece al sujeto -cara a cara o en diván-, frecuencia de las sesiones y la fijación de los honorarios
forman parte de la apertura, también tenemos, que incluir en ella la manera en que el analista entablara el diálogo. Si
no está en su poder decidir el momento de la interpretación, en cambio puede elegir una actitud más o menos
silenciosa, más o menos alentadora, favorecer la palabra o, por el contrario, soportar el silencio dar signos de su
interés o mantenerse muy vigilante hacia cualquier manifestación que pudiera ser acogida e interpretada por el sujeto
como un movimiento positivo, una maniobra de seducción, una invitación a acelerar su movimiento de investimiento
hacia nosotros. Cuando así obra, el analista persigue un objetivo bien preciso: elegir la apertura más idónea para
reducir, en la transferencia que se habrá de establecer, los efectos de los movimientos de resistencia, de huida, de
precipitación en una relación pasional que aquella siempre tiene la posibilidad de provocar.
La apertura de la partida en la psicosis: El psicótico mucho antes de encontrarse con nosotros ha dejado de creer que
en el juego de su vida, pudiera encontrar jugadores diferentes de los ya conocidos. Están primero los representantes
que su propia psique se ha formado, y después esos mismo representantes, según el exterior se los envía en forma de
esas voces, de esas fuerzas, de esos perseguidores. No se puede evitar que el sujeto nos haga ocupar uno de
esos lugares. Uno no debe imponerse a ese mecanismo proyectivo, pero debe intentar probarle que en ciertos
momentos, más o menos fugaces, podemos estar en “otro lugar”.
Se hace imposible cuando la proyección nos asigna el papel exclusivo de perseguidor antes de habernos dado la
posibilidad de ocupar otras posiciones relacionales que permitieran utilizar un caudal de lo ya tejido entre nosotros y el
paciente, para que este pueda repercibir lo que acaso separa al personaje proyectado del personaje que lo escucha.
Al “sujeto supuesto saber” el psicótico lo encontró primero en la persona de los padres que le prohibieron (y acepto la
prohibición, de lo contrario no sería psicótico) creer que otro pensamiento que el de ellos pudiera saber lo que se
refiere al deseo, la ley, el bien, el mal. Dentro del registro del saber, no podremos ocupar la posición que tan fácilmente
se nos ofrece en el neurótico.
En ciertos casos, el psicótico puede producir el investimiento inmediato en que el analista ocupa la posición del oído
del que escucha. Merced a lo cual, en analista, en el tiempo de la apertura, puede transformar un pensamiento sin
destinatario en un discurso que un puede y él puede oír. La presencia de una escucha nueva pasa a garantizar al
sujeto que esto que dice forma parte de nuevo de lo oíble, investible por otro. su encuentro con el analista puede
representar una escucha que le permite separar de nuevo lo que él piensa de lo que lo fuerzan a pensar.
El analista debe lograr con el psicótico una relación que pudiera no ser la repetición idéntica de la ya vivida. Para que
la relación pueda devenir analítica, se debe convencer al sujeto de que este lugar del espacio y el tiempo que le
proponemos no está signado por la mismidad que caracteriza a su relación con el tiempo y el espacio.

FREUD (1915/6) CONFERENCIA 27: LA TRANSFERENCIA


Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo consciente, cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones
para la formación de síntoma y mudamos el conflicto patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna
manera su solución. No otra cosa que esta transformación psíquica provocamos en el enfermo: hasta donde ella
alcanza, hasta ahí llega nuestro auxilio. Donde no hay ninguna represión ni otro proceso psíquico análogo que pueda
ser deshecho, tampoco nuestra terapia tiene nada que buscar. Debemos representarnos a eso inconsciente
tópicamente; debemos rebuscar en su recuerdo el lugar en que eso se produjo por obra de una represión. Si esta
represión se elimina, la sustitución de lo inconsciente por lo consiente puede consumarse sin dificultad. Ahora bien,
¿cómo cancelar una represión así? Nuestra tarea entra aquí en una segunda fase. Primero la rebusca de la represión,
después la eliminación de la resistencia que la mantiene en pie. ¿Cómo se remueve la resistencia? De la misma
manera: coligiéndola y presentándosela al paciente. La resistencia, en efecto, brota de una represión; de la misma que
procuramos solucionar, o de una anterior. La resistencia es producida por la contrainvestidura que se erigió para
reprimir la moción chocante. Interpretar, colegir y comunicarlo; pero ahora lo hacemos en el lugar correcto. La
contrainvestidura, o resistencia, no pertenece al inconsciente, sino al yo, que es nuestro colaborador, y esto es así por
más que aquella no esté destinada a ser consciente.
Notamos que el paciente, al que no le interesaría sino encontrar una salida para sus conflictos patológicos, desarrolla
un interés particular hacia la persona del médico. Todo lo que tiene que ver con esta persona le parece mucho más
importante que sus propios asuntos, y lo distrae de su condición de enfermo. Por eso el trato con el paciente resulta
durante un tiempo muy agradable; procura mostrarse agradecido en cuanta ocasión se le presenta, exhibe finezas y
rasgos meritorios de su carácter que quizá no habríamos esperado hallar en él. en estas condiciones el análisis hace
brillantes progresos; el paciente comprende lo que se le apunta, profundiza en las tareas que la cura le plantea, el
material de recuerdos y ocurrencias afluye en abundancia, sorprende al médico por la seguridad y el acierto de las
interpretaciones que hace, y este no puede menos que comprobar complacido cuán prestamente asimila el enfermo
todas las novedades psicológicas que ahí fuera, en el mundo, suelen despertar la más enconada oposición entre los
sanos. Pero un tiempo tan bueno no puede durar siempre. Un buen día se estropea. Aparecen dificultades en el
tratamiento; el paciente asevera que nada más se le ocurre. Se tiene la definida impresión de que ya no se interesa en
el trabajo y de que pasa por alto, a la ligera, la prescripción que se le dio: la de decir todo cuanto se le pase por la
cabeza y abstenerse de toda crítica. Se comporta como lo hace fuera de la cura, como si nunca hubiera establecido
aquel pacto con el médico; es evidente que le preocupa algo, pero quiere reservárselo. Si uno es capaz de aclarar de
nuevo la situación, reconocerá como la causa de la perturbación el hecho de que el paciente ha transferido
sobre el médico intensos sentimientos de ternura que ni la conducta de este ni la relación nacida de la cura
justifican. La forma en que esta ternura se exteriorice y las metas a que aspire dependerán, desde luego, de las
circunstancias personales de los dos participantes.
Llamamos transferencia a este nuevo hecho que tan a regañadientes admitimos. Creemos que se trata de una
transferencia de sentimientos sobre la persona del médico, pues no nos parece que la situación de la cura avale el
nacimiento de estos últimos. Más bien conjeturamos que toda esa proclividad del afecto viene de otra parte, estaba ya
preparada en la enferma y con oportunidad del tratamiento analítico se transfirió sobre la persona del médico. La
transferencia puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas; en lugar del deseo
de ser amada, puede emerger en la muchacha joven el deseo de que el hombre anciano la acepte como hija
predilecta, y la aspiración libidinosa puede atemperarse en la propuesta de una amistad indisoluble, pero ideal y no
sensual. Muchas mujeres se las arreglan para sublimar la transferencia y modelarla hasta que cobra una suerte de
viabilidad; otras no pueden menos que expresarla en su forma cruda, originaria, imposible la mayoría de las veces.
Pero en el fondo siempre se trata de lo mismo y siempre es inequívoca su proveniencia de la misma fuente. ¿Qué
ocurre con los pacientes masculinos? El mismo vínculo con el médico, la misma sobrestimación de sus cualidades, el
mismo abandono al interés de él y los mismos celos hacia todo cuanto lo rodea en la vida. Las formas sublimadas de la
transferencia son más frecuentes entre hombre y hombre, y más rara la demanda sexual directa, en la misma medida
en que la homosexualidad manifiesta cede el paso a los otros usos de este componente libidinal. En los pacientes
masculinos, el médico observa más a menudo que en el caso de las mujeres una forma de manifestación de la
transferencia que, a primera vista, parece contradecir todo lo descrito hasta aquí: la transferencia hostil o negativa.
Nada se registra de ella, y tampoco hace falta tomarla en cuenta, mientras opera en favor del análisis emprendido en
común. Pero si después se muda en resistencia, es preciso prestarle atención y reconocer que modifica su relación
con la cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas: en primer lugar, cuando en calidad de inclinación tierna se
ha hecho tan fuerte, ha dejado ver tan claramente los signos de su procedencia de la necesidad sexual, que no puede
menos que suscitar una resistencia interior contra ella; y en segundo lugar, cuando consiste en mociones hostiles en
vez de mociones tiernas.
Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia, y sería absurdo rechazarlas
inamistosamente o con indignación; superamos la transferencia cuando demostramos al enfermo que sus sentimientos
no provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino que repiten lo que a él le ocurrió una
vez, con anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces la transferencia, que,
tierna u hostil, en cualquier caso parecía significar la más poderosa amenaza para la cura, se convierte en el mejor
instrumento de ella, con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica.
Pero cuando la transferencia ha cobrado vuelo hasta esta significación, el trabajo con los recuerdos del enfermo queda
muy relegado. No es entonces incorrecto decir que ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente,
sino con una neurosis recién creada y recreada que sustituye a la primera. A esta versión nueva de la afección antigua
se la ha seguido desde el comienzo, se la ha visto nacer y crecer, y uno se encuentra en su interior en posición
particularmente ventajosa, porque es uno mismo el que, en calidad de objeto, está situado en su centro. Todos los
síntomas del enfermo han abandonado su significado originario y se han incorporado a un sentido nuevo, que consiste
en un vínculo con la trasferencia. O de esos síntomas subsistieron sólo algunos, que admitieron esa remodelación. La
trasferencia tiene esta importancia extraordinaria, lisa y llanamente central para la cura, en las histerias, las
histerias de angustia y las neurosis obsesivas, que por eso se reúnen con justo título bajo el nombre de
«neurosis de trasferencia».
En la medida en que su transferencia es de signo positivo, reviste al médico de autoridad y presta creencia a svjs
comunicaciones y concepciones. Sin esa trasferencia, o si ella es negativa, ni siquiera prestaría oídos al médico o a
sus argumentos. La creencia repite entonces su propia historia genética; es un retoño del amor y al comienzo no
necesitó de argumentos.

FREUD (1915/16) CONFERENCIA 28: LA TERAPIA ANALITICA


A la luz del conocimiento que hemos obtenido del psicoanálisis, podemos describir del siguiente modo la diferencia
entre la sugestión hipnótica y la psicoanalítica: La terapia hipnótica busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; la
analítica, sacar a luz y remover algo. La primera trabaja como una cosmética, la segunda como una cirugía. La primera
utiliza la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza las represiones, pero deja intactos todos los procesos que han
llevado a la formación de síntomas. La terapia analítica hinca más hacia la raíz, llega hasta los conflictos de los que
han nacido los síntomas y se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de esos conflictos. La terapia hipnótica
deja a los pacientes inactivos e inmodificados, y por eso, igualmente, sin capacidad de resistir cualquier nueva ocasión
de enfermar. La cura analítica impone a médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar para cancelar unas
resistencias internas. Mediante la superación de estas, la vida anímica del enfermo se modifica duraderamente, se
eleva a un estadio más alto del desarrollo y permanece protegida frente a nuevas posibilidades de enfermar. En la
aplicación de la hipnosis dependemos del estado en que se encuentra la capacidad de transferencia del
enfermo, sin que podamos ejercer influencia alguna sobre esta última. Ya sea negativa o, como ocurre casi
siempre, ambivalente la transferencia de la persona por hipnotizar, puede haberse protegido de ella por
actitudes particulares; pero nada de eso podemos saber. En el psicoanálisis trabajamos con la trasferencia
misma, resolvemos lo que se le contrapone, aprontamos el instrumento con el que queremos intervenir. En
cualquier otro tratamiento sugestivo, la transferencia es respetada cuidadosamente: se la deja intacta; en el analítico,
ella misma es objeto del tratamiento y es descompuesta en cada una de sus formas de manifestación. Para la
finalización de una cura analítica, la transferencia misma tiene que ser desmontada; y si entonces sobreviene o se
mantiene el éxito, no se basa en la sugestión, sino en la superación de resistencias ejecutada con su ayuda y en la
transformación interior promovida en el enfermo. Además, el hecho de que durante la cura tenemos que luchar
incesantemente contra resistencias que saben mudarse en trasferencias negativas (hostiles) opera en sentido contrario
a la producción de sugestiones singulares. Tampoco dejaremos de mencionar que un gran número de resultados
singulares del análisis, que de otro modo caerían bajo la sospecha de ser productos de la sugestión, nos son
corroborados desde otra fuente inobjetable.
La tarea terapéutica consiste, entonces, en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al yo, para
ponerla de nuevo al servicio de este. Ahora bien, ¿dónde está la libido del neurótico? está ligada a los síntomas, que le
procuran la satisfacción sustitutiva, la única posible por el momento. Por tanto, es preciso apoderarse de los síntomas,
resolverlos; es justamente lo que el enfermo nos pide. Para solucionar los síntomas es preciso remontarse hasta su
génesis, hasta el conflicto del cual nacieron; es preciso renovar este conflicto y llevarlo a otro desenlace con el auxilio
de fuerzas impulsoras que en su momento no estaban disponibles. Esta revisión del proceso represivo sólo en parte
puede consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión. La pieza decisiva del trabajo
se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la «transferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo
conflicto, versiones en las que el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo, mientras que uno, reuniendo
todas las fuerzas anímicas disponibles [del paciente], lo obliga a tomar otra decisión. La transferencia se convierte
entonces en el campo de batalla en el que están destinadas a encontrarse todas las fuerzas que se combaten entre sí.
El trabajo terapéutico se descompone, pues, en dos fases; en la primera, toda la libido es esforzada a pasar de los
síntomas a la transferencia y concentrada ahí, y en la segunda se libra batalla en torno de este nuevo objeto, y otra vez
se libera de él a la libido. El cambio decisivo para el buen desenlace consiste en que se elimine el circuito de la
represión en este conflicto así renovado, de suerte que la libido no pueda sustraerse nuevamente al yo mediante la
huida al inconsciente. Ese cambio es posibilitado por un cambio en el yo, que se consuma bajo la influencia de la
sugestión médica. Mediante el trabajo de interpretación, que traspone lo inconsciente en consciente, el yo es
engrosado a expensas de eso inconsciente; por obra de la enseñanza, se reconcilia con la libido y se inclina a
concederle alguna satisfacción, y su horror ante los reclamos de la libido se reduce por la posibilidad de neutralizar un
monto parcial de ella mediante sublimación.

PRACTICO 8: REACCIÓN TERAPÉUTICA NEGATIVA

Freud (1929) EL MALESTAR EN LA CULTURA


CAP 7: Freud se pregunta: ¿cómo hace la cultura para inhibir la agresión?
La reenvía a su punto de partida: al yo. La agresión es introyectada, interiorizada. Es recogida por una parte del yo,
que se contrapone al resto como S-yo, y entonces, como CC moral, está pronta a ejercer contra el yo la misma
severidad agresiva que el yo habría satisfecho en otros individuos.
CC de culpa: Tensión e/ el S-yo (que se ha vuelto severo) y el yo, que se exterioriza como necesidad de castigo.
Por lo tanto, la cultura interrumpe el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo y vigilándolo
mediante una instancia situada en su interior.
Génesis del sentimiento de culpa: Uno no se siente culpable solo cuando ha hecho algo que discierne como malo,
sino tb cuando no ha hecho nada malo, pero discierne en sí el mero propósito de obrar de ese modo. El propósito se
considera equivalente a la ejecución. Sin embargo, en ambos casos ya se ha discernido el mal como reprochable,
como algo que no debe ejecutarse. ¿Cómo se llega a esa resolución? No existe una capacidad originaria, natural, de
diferenciar el bien del mal. Lo malo no es lo dañino o perjudicial para el yo; al contrario, puede ser lo que anhela y le
depara contento. Entonces aquí se manifiesta una influencia ajena que determina lo que debe llamarse malo y bueno.
El hombre se sometió a este influjo ajeno por su desvalimiento y dependencia de otros: Angustia frente a la pérdida de
amor. Si pierde el amor del otro, de quien depende, queda tb desprotegido frente a diversos peligros, y sobre todo
frente al peligro de que este ser hiperpotente le muestre su superioridad en la forma del castigo. Por lo tanto, lo malo es
en un comienzo aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida de amor y es preciso evitarlo por la angustia
frente a la pérdida. Entonces importa poco que ya se haya hecho lo malo, o sólo se lo quiera hacer; en ambos casos, el
peligro se cierne solamente cuando la autoridad lo descubre, y ella se comportaría de manera semejante en los dos.
Suele llamarse a este estado “mala CC”, pero no merece ese nombre dado que en ese grado la CC de culpa no es sino
angustia frente a la pérdida de amor, angustia social. Los adultos se permiten ejecutar lo malo que les promete cosas
agradables, cuando están seguros que la autoridad no se enterará, y su angustia se dirige solo a la posibilidad de ser
descubiertos.
Sobreviene un cambio importante cuando la autoridad es introyectada por la instauración del S-YO, con ello los
fenómenos de la CC moral son elevados a un nuevo grado; y sólo entonces es correcto hablar de CC MORAL Y
SENTIMIENTO DE CULPA. En este momento desaparece la angustia frente a la posibilidad de ser descubierto, y tb,
por completo el distingo e/ el bien y el mal. En efecto, ante el S-yo nada puede ocultarse, ni siquiera los pensamientos.
Se creería que el S-yo no tendría motivos para maltratar al yo con quien se encuentra en íntima copertenencia, pero el
influjo genético (q deja sobrevivir a lo pasado y superado) se exterioriza en el hecho de que en el fondo las cosas
quedan como al principio. El S-yo pena al yo pecador con los mismos sentimientos de angustia, y acecha
oportunidades de hacerlo castigar por el mundo exterior.
En este 2º grado de su desarrollo, la CC moral presenta una peculiaridad que era ajena al 1º: se comporta con
severidad y desconfianza mayor cuanto más virtuoso es el individuo. Justamente aquellos que se han acercado más a
la santidad son los que más se reprochan su conducta pecaminosa.
-Una denegación continuada tiene x efecto aumentar las tentaciones, que cuando se las satisface ceden al menos
provisionalmente.
-Una frustración exterior, promueve en gran medida el poder de la CC moral dentro del S-yo. Mientras al individuo le va
bien, su CC moral es clemente y le permite al yo emprender toda clase de cosas; cuando lo abruma la desdicha, el
individuo se mete dentro de sí, discierne su pecaminosidad, aumenta las exigencias de su CC moral, se impone
abstinencias y se castiga mediante penitencias. Esto se explica por el hecho de que el grado infantil, originario, de la
CC moral no es abandonado tras la introyección en el Syo, sino que persiste junto a ella y tras ella. El destino es visto
como sustituto de la instancia parental; si se es desdichado, ello significa que ya no se es amado por esos poderes
supremos y, bajo la amenaza de esta pérdida de amor, uno se inclina de nuevo ante la subrogación de los progenitores
en el S-yo, que en la época dichosa se pretendió descuidar.
Dos orígenes diferentes del sentimiento de culpa:
1º Angustia frente a la autoridad externa x miedo a la pérdida de amor: Esfuerza a la renuncia pulsional. Se renuncia a
satisfacción para no perder el amor, , x lo q se supone q no debería quedar pendiente sentimiento de culpa alguno.
2º Angustia frente al s-yó: esfuerza a la renuncia pulsional y a la punición, ya que no se puede ocultar ante el s-yó la
persistencia de los deseos prohibidos.
¿Cómo se entiende la severidad del superyó? (el reclamo de la CC moral)
-Es continuación de la severidad de la autoridad externa, relevada y en parte sustituida x ella.
-Originariamente la renuncia pulsional es consecuencia de la Ang. frente a la autoridad externa; se renuncia a
satisfacciones para no perder su amor, x lo q se supone q no debería quedar pendiente sentimiento de culpa alguno.
En el caso de la angustia frente al S-yo, la renuncia de lo pulsional no es suficiente, pues el deseo persiste y no puede
esconderse ante el S-yo. Por lo tanto, pese a la renuncia consumada sobrevendrá un sentimiento de culpa, y es esta
una gran desventaja económica de la implementación del S-yo (o la formación de la CC moral). Ahora la renuncia
pulsional ya no tiene un efecto satisfactorio pleno; la abstención virtuosa ya no es recompensada x la seguridad del
amor; una desdicha que amenaza desde afuera (pérdida de amor y castigo x parte de la autoridad externa) se ha
trocado en una desdicha interior permanente, la tensión de la CC de culpa.
La secuencia temporal sería entonces:
1º) Renuncia de lo pulsional como Rdo de la angustia frente a la agresión de la autoridad externa, en eso desemboca
la angustia frente a la pérdida del amor.
2º) Instauración de la autoridad interna, renuncia de lo pulsional a consecuencia de la angustia frente a ella, angustia
de la CC moral. Hay igualación entre la mala acción y el mal propósito: de ahí la CC de culpa, la necesidad de castigo.
La agresión de la CC moral conserva la agresión de la autoridad.
Al comienzo, la Ang que más tarde deviene CC moral es la causa de la renuncia pulsional, pero esa relación se invierte
después. Cada renuncia de lo pulsional deviene ahora una fuente dinámica de la CC moral y aumenta su severidad e
intolerancia. Tesis paradójica: La renuncia de lo pulsional (impuesta desde afuera) crea la CC moral, que después
reclama más y más renuncias.
El efecto que la renuncia de lo pulsional ejerce sobre la CC moral se produce del siguiente modo: cada fragmento de
agresión de cuya satisfacción nos abstenemos es asumido por el S-yo y acrecienta su agresión (contra el yo).
El sentimiento de culpa de la humanidad desciende del C de Edipo y se adquirió a raíz del parricidio perpetrado por la
unión de hnos. Y en ese tiempo no se sofocó la agresión, sino que la ejecutó: la misma agresión cuya sofocación en el
hijo está destinada a ser la fuente del sentimiento de culpa. Tras infringir algo, el sentimiento que aparece debe
llamárselo ARREPENTIMIENTO y presupone que existía la disposición a sentirse culpable, una CC MORAL. Freud
explica esta contradicción respecto al sentimiento de culpa (cap 8): Antes el sentimiento de culpa coincidía con el
arrepentimiento, a partir de la instauración de la autoridad interna, perdió su fuerza la diferencia e/ agresión consumada
y mera intención, y ello por la omnisapiencia del S-yo (todo lo sabe).
-No es decisivo que uno mate al padre o se abstenga del crimen, pues el sentimiento de culpa es la expresión del
conflicto de ambivalencia, de la lucha eterna e/ Eros y pulsión de muerte.
CAP 8
El precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa.
Lo que aún suena extraño de este enunciado, tal vez se reconduzca al nexo del sentimiento de culpa con la CC: En los
casos de arrepentimientos comunes, considerados normales, se hace perceptible a la CC con bastante nitidez. El
estudio de las Ns nos ofrece constelaciones contradictorias. En la NO, el sentimiento de culpa se impone expreso a la
CC, pero en otras formas de Ns permanece ICC.
Sentimiento ICC de culpa: Necesidad ICC de castigo en que se exterioriza el sentimiento de culpa. En la CC no
aparece la culpa, sino la necesidad de castigo, buscar algo alejado del placer. (apuntes)
Pero no hay que sobrestimar los vínculos con la forma de NS. Tb en la NO hay tipos de enfermos que no perciben un
sentimiento de culpa o sólo lo sienten como un malestar torturante, una suerte de angustia, tras serles impedida la
ejecución de ciertas acciones.
El sentimiento de culpa: Es en el fondo una variedad tópica de la Angustia, que en sus fases más tardías coincide
enteramente con la Ang. frente al S-yo. La angustia muestra tb las mismas variaciones en su nexo con la CC. Se
encuentra de algún modo tras todos los síntomas, a veces se manifiesta de forma CC y otras ICC, por ello hablamos de
Ang ICC o de posibilidades de angustia (ya que en un ppio la ang es sólo una sensación). A causa de esto, tampoco la
CC de culpa producida por la cultura se discernirá como tal, permanecerá en gran parte ICC o saldrá a la luz como un
malestar.
Diferencia los siguientes términos, todos se refieren a la misma constelación pero designan aspectos diversos de ella:
· El S-yo: Es una instancia
· CC moral: Es una de las funciones del S-yo: la de vigilar y enjuiciar las acciones y los propósitos del yo (ejerce una
actividad censora).
· El sentimiento de culpa: es entonces lo mismo que la severidad de la CC moral; es la percepción, deparada al yo,
de ser vigilado de esa manera, la apreciación de la tensión e/ sus aspiraciones y los reclamos del S-yo.
· Necesidad de castigo: Angustia frente a esa instancia crítica que está en la base de todo el vínculo. Es una
exteriorización pulsional del yo que ha devenido masoquista bajo el influjo del S-yo sádico, que emplea un fragmento
de la pulsión de destrucción interior (preexistente en él) en una ligazón erótica con el S-yo.
No debería hablarse de CC moral antes del momento en que pueda registrarse la presencia de un S-yo.
· CC de culpa: Existe antes que el S-yo, y por tanto antes que la CC moral. Es entonces la expresión inmediata de la
angustia frente a la autoridad externa, el reconocimiento de la tensión e/ el yo y esta última, el retoño directo del
conflicto e/ la necesidad de su amor y el esfuerzo a la satisfacción pulsional, producto de cuya inhibición es la
inclinación a agredir.
· Arrepentimiento: Designación genérica de la reacción del yo en un caso particular del sentimiento de culpa;
contiene (muy poco transformado) el material de sensaciones de la angustia operante detrás, es él mismo un castigo y
puede incluir la necesidad de castigo; por lo tanto tb puede ser más antiguo que la CC moral.

PRÁCTICO B

PRÁCTICO 9 Y 10: CLÍNICA EN LAS INSTITUCIONES DE SALUD MENTAL.

Rubinstein (2004) LA PRÁCTICA DEL PSA EN EL HOSPITAL


Una vez que se recorta el espacio analítico como posible, no puede hablarse de PSA en el htal como diferente al del
consultorio. Sin embargo, ciertas condiciones de la práctica institucional que se presentan allí hacen que no todo pueda
ser PSA en el Htal: la coexistencia de discursos, la incidencia de la salud pública, ciertas condiciones de tiempo y
dinero, y fundamentalmente la variabilidad de las demandas.
*Psicoanálisis y salud pública: La salud pública se maneja con criterios de salud y con modos de medir y evaluar la
efectividad y eficacia de sus acciones que no son compatibles con los nuestros. Supone posible restaurar la armonía
e/ el S y su ambiente, obturando las condiciones de estructura que el PSA descubre: un sujeto disarmónico con la
realidad. Por otro lado, los parámetros de rendimiento, que intentan objetivarse según nº de consultas por día, tiempo
de internación o duración del tratamiento, y exigen adecuarse a criterios de economía y productividad, desconocen la
dimensión subjetiva que no se ajusta a tales criterios.
Una de las funciones que le cabe al PSA en las instituciones es la de preservar algo de la posición original del médico,
la de aquél que responde a una demanda de saber, proponiendo una cura que rompe con los criterios de salud para
los cuales es llamado, ofreciendo una alternativa para el sujeto, la alternativa del deseo. Que un psicoanalista en una
institución pueda abrir un espacio a la dimensión subjetiva, abolida por los permanentes intentos de objetivación,
dando cabida a una demanda de saber, y con ello al deseo.
*No todo PSA: La especificidad del acto analítico sólo puede recortarse como posible si se acepta que no todo es PSA
en el Htal. Un psicoanalista debe poder soportar la coexistencia de discursos y mantener allí su especificidad cuando
ésta tenga lugar. En este sentido el autor ubica al discurso analítico contra el discurso del amo o el universitario. El
PSA surge en el límite de la medicina, no en su reemplazo. Son discursos diferentes y es necesario precisar cuándo y
cómo opera c/u, sin confundirlos con el espacio físico en el que ambos se producen. Se trata de ver hasta qué punto,
dentro de las instituciones sostenidas en la lógica del discurso del amo y del universitario, es posible crear un espacio
para que opere el dispositivo analítico, que sostenga otra ética (la ética del PSA) y que dé lugar al despliegue de la
subjetividad del que consulta.
*Las demandas y la posición del analista: Las demandas hospitalarias se caracterizan por su enorme variabilidad y
el acceso a una población a veces muy alejada de los principios del PSA. Esto obliga al analista a privilegiar el tiempo
de entrevistas para clarificar las demandas y decidir el tipo de intervención posible en cada caso. A veces hay que
recurrir a otras intervenciones como medicación, internación, interconsulta, o incluso asistencia social, sin que las
mismas excluyan necesariamente un espacio específico de entrevistas.
El analista ofrece a quien consulta la posibilidad de hablar de su sufrimiento. Esta oferta podrá convertirse en
entrevistas preliminares que, en algunos casos conducirán a un trabajo analítico y, en otros, sólo tendrá lugar algún
alivio.
Es frecuente en los Htales tener que recurrir a intervenciones que si bien no son específicamente analíticas, pueden
constituir un paso necesario para la instalación de la transferencia. En algunos casos, durante las entrevistas puede
ser necesario el empleo de la sugestión, siempre y cuando la misma no instale al analista en el lugar del amo,
obturando la posibilidad de un espacio analítico.
En relación con el problema de las demandas, se escucha a veces decir que “si no hay demanda de análisis, mejor
que el paciente se vaya”. Es cierto que sin empuje al trabajo, no se puede comenzar un análisis, pero esto es algo a
producir. Seguramente no es lo mismo un sujeto que viene con un deseo decidido de analizarse a buscar un analista
(frecuente en consultorio), que aquel que consulta para pedir ayuda sin saber a lo mejor en qué consiste un análisis.
Sin embargo, la formulación de un pedido como pedido de análisis no asegura que el sujeto esté dispuesto al trabajo
analizante y que a la inversa, en el curso de las entrevistas es frecuente que se produzcan modificaciones en la
posición subjetiva, dando lugar a una reformulación de la demanda que pueda abrir paso a un trabajo analítico. En esto
toma todo su valor el tiempo previsto por Lacan de entrevistas preliminares y la posición del analista durante las
mismas. Si el analista toma al psicoanálisis como un ideal, aplicable de un modo universal y estandarizado, no podrá
escuchar el decir del sujeto.
Se plantea a veces la idea de que en las instituciones sólo podrían producirse entrevistas preliminares y que el
momento de iniciación del tratamiento estaría marcado por el pasaje a privado y la inclusión del dinero. Pero la
instalación de la transferencia y el comienzo del trabajo analítico se producen a partir del funcionamiento del dispositivo
que da lugar a la apertura del ICC y esto no depende del pago de dinero. El momento en que pueda sancionarse una
entrada en análisis o un pasaje a privado debe ser evaluado caso por caso y no convertido en un estándar.
*Tiempo y dinero: Es cierto que el límite de tiempo definido por los criterios institucionales resulta ajeno a la
singularidad del caso por caso, pero puede ser pensado como un real que anticipa un efecto de castración, un tope con
en la cual vérselas, que si es adecuadamente trabajado, puede operar analíticamente. Tb el dinero introduce un pto
problemático, se afirma que no hay PSA sin pago. Es necesario diferenciar el pago como cesión de goce, condición
necesaria de un análisis, de la materialización de ese pago necesariamente en dinero. Si el analizante debe pagar con
algo es con su goce.

Gamsie (2009) LA INTERCONSULTA: UNA PRÁCTICA DEL MALESTAR


La interconsulta presenta ciertas dificultades a los psicoanalistas que pertenecen a un servicio de psicopatología
porque participan en dispositivos no psicoanalíticos, es decir, no basados específicamente en la asociación libre y la
interpretación. En la interconsulta no somos llamados como analistas sino como “psicopatólogos” (representantes de
una de las tantas especialidades del Htal polivalente). Se nos considera “especialistas” capaces de resolver situaciones
complejas como hacer un diagnóstico diferencial, o ayudar a constituir o completar un diagnóstico ahí donde el
diagnóstico médico no cierra o falta. El pedido del médico es que lo ayudemos a precisar si un fenómeno es de orden
conversivo u orgánico, si es de su competencia o debe remitir el caso a salud mental.
En tanto psicoanalistas, lo que primero hacemos es escuchar quién, qué y para quién demanda. Si bien estamos
habituados a trabajar sobre lo que no funciona, exige ciertas condiciones para que operemos sobre ello (a veces se
puede intervenir y a veces no). Debe ser formulado de manera tal que implique de parte de quien se dirige a nosotros,
cierta interrogación sobre ese malestar. No cualquier cosa deviene síntoma, interrogando al sujeto y que para que lo
haga, es necesario una determinada puesta en forma del síntoma y de la demanda que lo vehiculiza.
A veces el médico mediatiza un pedido de los pacientes, que ante la irrupción de la enfermedad, la proximidad de una
muerte incalculada, etc., se confrontan con algo que deja de funcionar, y ante su angustia piden hablar con alguien que
los pueda escuchar. Son los casos menos frecuentes, se trata más de una consulta que de una interconsulta. En la
interconsulta está en juego la restauración de un saber, el hecho de reinstalar al médico en su función. Llamados en
los impases del accionar médico, ahí donde algo no funciona, apuntamos a contribuir a que el médico pueda tomar las
decisiones que le competen.
*Modalidades de la transferencia en la interconsulta: múltiples transferencias a tener en cuenta. No hablamos de
transferencia en sentido estricto, ya que ésta supone un sujeto a un saber, mientras que por efecto de grupo la
institución tiende a anonimizarlo. Pero si concebimos la relación médico-paciente y las relaciones e/ servicios en
términos transferenciales en sentido amplio.
1) Del lado de los pacientes: Tienen algún tipo de transferencia con la institución hospitalaria (simultáneamente o
previa a la tranf con el equipo médico) a la que atribuyen un saber sobre la enfermedad. Esta transferencia es masiva e
indiferenciada a causa de los efectos desubjetivantes inherentes a la propia institución; cualquiera que lleve un delantal
blanco o diga que pertenece a algún servicio podrá representarla y responder desde esa suposición que hace el
paciente en la medicina, y en los médicos en su conjunto.
2) Del lado de los médicos: Transferencia en 1º lugar con el discurso médico y con el saber que éste supone, y en 2º
lugar con el Htal al que eligen e/ otros para realizar su formación. (transf del médico con la institución, con los colegas)
3) Transferencia “interservicios”: Un equipo de interconsulta es siempre pasible de críticas por una razón
estructural, ligada al tipo de demandas que se nos dirigen. Es en el punto en que el médico no puede sostener la
transferencia que en tanto agente de una ancestral sabiduría sobre la vida y la muerte suscita en sus pacientes, que
suele dirigirnos su pedido, y pretende que tomemos su relevo. La atribución de saber es a veces tan confortable que, si
la aceptamos, corremos el riesgo de transmutarla en una franca transferencia de responsabilidad: “Háganse cargo de
lo insoportable, ustedes q deben saber qué hacer y qué decir ante el dolor, la muerte, la miseria, el incesto”. Aceptar
estas demandas, no hace más que acentuar la ilusión no solo de que existen las soluciones, sino además de que
podríamos disponer de ellas.
Frente a las crecientes condiciones de pobreza, los médicos en vez de implicarse en su malestar e interrogarse sobre
el sentido de su propia función, tienden a recurrir a otros servicios, y psicopatología constituye una referencia siempre
posible. Esto se torna más evidente en los casos sociales de maltratos, violencia familiar o profunda miseria que lo
angustian al punto de impedirle sostenerse mínimamente en su función. Muchos médicos, al tener que prescribir
tratamientos cuyos costos excesivos no podrían ser afrontados por sus pacientes, nos llaman para ayudarlos a tomar
la intolerable decisión de no intervenir allí donde los recursos de la medicina en sentido estricto, lo permitirían.
*Posición del analista frente a estas demandas: Es necesario partir de la negativa a resolver aquellas situaciones
que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que aceptarlas llevaría al fracaso y a la frustración. No podemos
hacernos cargo inmediatamente del pedido del médico, ni automáticamente y sin mediaciones, de los problemas del
paciente. Y esto, porque no intervenimos allí de un modo puramente asistencial, habiendo aceptado como función
intentar operar sobre el pedido que los médicos nos formulan, contribuyendo a resituar ese pedido, dando paso a su
pregunta comprometida. Lo que no implica desentendernos de su angustia. Si en lugar de interrogar el malestar que
motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su transferencia, el no poder darle una respuesta mínimamente
satisfactoria, nos hará pasibles de una probable acusación de ineficacia. Si pretendemos hacernos cargo de la
imposibilidad, correremos más el riesgo de ser identificados a la impotencia.
Nuestra tarea en interconsulta juega un papel importante en lo que hace a la reputación de psicopatología. Representa
en cierto aspecto al servicio, constituyendo la cara que se ofrece a la demanda interna de la institución, siendo al
mismo tiempo testigos de lo que en ella no funciona. En ambos casos, actúa interrelacionando al servicio con los
demás servicios.
(Clase: Muchas veces se llama al equipo de salud mental por las impotencias que no puede resolver la institución:
pobreza)

Ulloa (1995) NOVELA CLÍNICA PSICOANALÍTICA


*La Salud Mental un desafío para el PSA: Se plantea un nuevo desafío para el PSA, metodológico y técnico, que
consiste en abandonar los tradicionales dispositivos para enfrentarse con las producciones socio-culturales sobre las
que se despliega la idea de salud mental. Supone trabajar en las organizaciones institucionales, en tanto lugares
donde se procesan los esfuerzos para obtener los bienes necesarios a la organización y subsistencia de las personas.
Se trata de trabajar desde un PSA decidido a sostener su quehacer en la numerosidad social, que con frecuencia lo
llevará a considerar el campo de la pobreza como ámbito de su acción clínica ya que es allí donde el S aparece en
situación de máxima emergencia. De esta manera, se opera desde una concepción de la salud mental articulada con la
ética y con los derechos humanos. Esta nueva modalidad de trabajo implica abordar, no solo a los sectores
marginados, sino tb a las organizaciones institucionales que presentan una carencia crónica de recursos, tanto
materiales como de capacitación de sus integrantes.
La inserción del PSA en el campo de la cultura cotidiana abre nuevas perspectivas, porque este debe renunciar a cierta
pretensión hegemónica acerca de su saber. El PSA concebido como una disciplina, en la que teoría y práctica se
cierran sobre sí mismas, puede impulsar un proceso de mortificación que promueve formas rituales del “ianismo”
(freudianos, klenianos, lacanianos, etc.), entrando en la palidez mortecina de una práctica retórica, vacía, incapaz de
registrar los matices que tiene enfrente. El psicoanalista que se proponga no retroceder frente a las condiciones del
sujeto en emergencia, deberá presentar un equipamiento conceptual y metodológico nada pobre, capaz de representar
alguna oportunidad para revertir la agonía del sujeto coartado.
*Cultura de la mortificación y proceso de manicomialización. Una reactualización de las NS actuales:
Cultura de la mortificación: Matiz del sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores aún no del todo
sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación (son testigos en peligro, amenazados x esa mortificación).
Aquí habla de cultura en sentido estricto, porque no ha desaparecido la producción de pensamiento ni el suficiente
valor para resistir, bajo la forma de protesta que incluso puede dar lugar a alguna trasgresión, enfrentando un estado
de cosas que en el ámbito institucional de esa persona provoca sufrimiento.
Cuando zozobra la CC de mortificación, se abre paso a una pasividad quejosa y alguna ocasional infracción, y ya no es
apropiado sostener el término cultura, tal vez convenga pensar en una sociedad anónima de mortificados. Se
necesitan algo más que sutiles matices para conmover el acostumbramiento y la coartación que experimentan como
sujetos.
Mortificación: Refiere a la falta de fuerzas, lo mortecino, apagado, sin viveza, a un cuerpo agobiado por la astenia
(cercano al viejo cuadro clínico de a neurastenia), el mal humor, un sentimiento personal de dolor enojado e impotente.
La mortificación puede aparecer por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica (desde estrés hasta
patologías virales). Este cansancio sostenido que parece instalado en muchos cuerpos actualiza la figura descripta por
Freud como Ns Actual. Una vez que se ha instalado la mortificación, el S se encuentra coartado, al borde de la
supresión como individuo pensante.
Indicadores típicos de esta situación: 1) desaparición de la valentía que da lugar a la resignación acobardada, 2)
Pérdida de la inteligencia, e incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo (al no tener ideas claras acerca de lo
que le sucede en relación con lo que hace, no puede dar cuenta de su situación); 3) Falta de alegría y resentimiento de
la vida erótica, 4) disminuye/desaparece el accionar crítico y, mucho más el de la autocrítica. En su lugar se instala una
queja que nunca asume la categoría de protesta (se apoya en sus debilidades para buscar la piedad de quienes lo
oprimen), 5) No habrá transgresiones (que suponen la toma de CC, riesgo), a lo sumo algunas infracciones: se
conforma con obtener alguna mezquina ventaja, aprovechando circunstancias propicias. Tienden a esperar soluciones
imaginarias a sus problemas sin que estas dependan de su propio esfuerzo.
Al concepto de mortificación lo contrasta con otra figura fundamental en el desarrollo cultural humano, la Institución de
la Ternura: A la ternura (la inicial materno infantil) se la identifica en gral con la debilidad, refiere tanto a la invalidez
infantil como a aspectos débiles del amor. Sin embargo, es el escenario mayor donde se da el pasaje del S (nacido
cachorro humano y con un precario paquete instintivo) a la condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la
cultura, transmite la cultura histórica que produce una memoria que no hace recuerdos pero sí el alma-patria primera
del hombre. Ternura es abrigo frente a la intemperie, alimento frente al hambre y fundamentalmente buen trato, como
escudo protector ante las violencias inevitables a vivir. De buen trato proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”; y
esto en contraste con la mortificación, de la que encontramos una de sus formas terminales en el paradigma del
maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio (no necesariamente limitado a la Int.
Hospitalaria).
Manicomialización: Es la forma clínica terminal de la mortificación. Su proceso central se expresa en que la locura
promueve reacciones de maltrato (en quienes tienen a cargo su cuidado) y éste incrementa el sufrimiento de la locura.
Ante las dificultades de diagnóstico, frecuentemente se encuadra al S en un modo estándar (uso de etiqueta),
anulando su singularidad. Así el maltrato comienza por repudiar el por qué y el para qué de los síntomas. Pero el
problema es tb pronóstico: si no se sabe qué decir diagnósticamente tb es difícil saber qué hacer desde el punto de
vista del pronóstico, lo cual puede derivar en tratamientos que cortan todo lo sano. El encierro comienza por ser
diagnóstico y pronóstico y termina manicomial. Los locos inventan la conducta de los psiquiatras y éstos inventan a los
locos, no hay espacio para la simbolización ni el pensamiento crítico: círculo vicioso, que es central cortar para el
proceso de desmanicomialización. En este telón de fondo que amalgama cultura y salud mental y donde lo manicomial
es la forma clínica terminal del maltrato, pueden suponerse formas previas de este estado final, que podrían ser
diagnosticadas tempranamente. Cada vez que se da lo que se denomina encerrona trágica, se avecinan los procesos
manicomiales, presentes o futuros.
Síndrome de Violencia Institucional (SVI): La constitución de toda cultura institucional supone cierta violentación
legítimamente acordada, que permita establecer las normas indispensables para el funcionamiento de las actividades
de la institución. Cuando esta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes, se configura el SVI. Las
personas que conviven con esta violentación verán afectados notablemente la modalidad y el sentido de su trabajo:
éste empieza a perder funcionalidad vocacional, a expensas de los automatismos sintomáticos que nada tienen que
ver con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida. Los síntomas cobran valor de normalidad y
expresan la situación conflictiva en la que vive el afectado. Éste perderá eficacia responsable y, sobre todo, habilidad
creativa. Es difícil que alguien a cargo de un paciente, pueda considerar la singularidad personal y la particular
situación de quien lo demanda sufriente, cuestión fundamental para que los cuidados de un tratamiento se ajusten al
“buen trato”. Es propio del SVI la pérdida de funcionalidad de los operadores, degradados a funcionarios sintomáticos
(él mismo es víctima de esta violentación aunque, en más de una ocasión, se constituya en ejecutor manifiesto de
ella), quienes suelen encarnar la figura de autoridad. Este autoritarismo primero es percibido con escándalo y luego
obligadamente se hace costumbre, a cambio de obtener algún beneficio de la inst.
Esta violentación institucional implica la presencia de una intimidación, más o menos sorda en función del
acostumbramiento, que conspira contra la imprescindible intimidad para investir de interés personal la tarea que
desarrolla. El desinterés por lo propio lleva al desinterés tb por los otros (sus actividades o decir). Cuando la gente no
se escucha, aparecen los predicadores en un desierto de oídos sordos: todo aquel que tenía algo que decir, al no
encontrar escucha, degrada su discurso a vana repetición.
El SVI como todo síndrome está integrado por una constelación sintomática. En 1º lugar, se advierte una tendencia a la
fragmentación del entendimiento y la comunicación: A esto alude el desierto de oídos sordos y sus predicadores. Esta
fragmentación conspira contra la posibilidad de un acompañamiento solidario. C/u parece refugiado aisladamente en el
nicho de su quehacer, pero esto no supone mayor concentración en la actividad sino lo contrario. De este aislamiento
se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos e/ “ellos” y “nosotros” (q no supone concordancia interna),
precaria organización de la fragmentación individual en fragmentaciones mayores.
Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la renegación, repudio que impide advertir las condiciones
contextuales en las que se vive (Ej. el clima de hostilidad intimatoria), el cual se refuerza al negar que se está
negando, de modo que a la fragmentación de la comunicación y del espacio se suma la fragmentación del aparato
psíquico de los individuos. Por esto, la renegación constituye una amputación del pensamiento, de efectos idiotizantes.
En esta comunidad de individuos cada vez más aislados de la realidad contextual y con un enajenamiento
paulatinamente mayor, reina el empobrecimiento propio de la alienación. A la fragmentación y la alienación enajenante
se agrega un 3º síntoma, con los distintos modos y grados de desadueñamiento del propio cuerpo, relacionada con la
falta de especularidad comunicacional y la merma de estímulos libidinales, efecto de la enajenación. Un
desadueñamiento corporal tanto para el placer como para la acción. Abundan las patologías asténicas, que abarca
variadas formas de desgano y cansancio, propio de la mortificación.
Encerrona trágica: Protoescena manicomial, es causa de la mortificación. Se instaura cada vez que arbitrariamente
prevalece la ley del más fuerte. Los encierros de esta naturaleza ocurren en la familia, en la escuela, el trabajo, etc. El
paradigma es el de la mesa de tortura en la cual se organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación. Es
toda situación en la que alguien para vivir, trabajar, recuperar la salud, incluso tener una muerte asistida, depende de
algo o de alguien que lo maltrata o destrata, sin tomar en cuenta su situación de invalidez. El afecto es lo siniestro que
provoca una forma de dolor psíquico, en la que se termina viviendo familiarmente aquello que por hostil y arbitrario es
la negación de toda condición familiar amiga. Se presenta como una situación sin salida con connotación infernal (en
tanto no aparezca un tercero que represente lo justo y rompa el cerco de los dos lugares) que suele dar paso a la
resignación. La calidad siniestra depende de ese accionar renegador, mediante el cual los afectados terminan
secreteando para sí la situación negativa en la que conviven, pero la hostilidad repudiada como conocimiento termina
por infiltrarse tenazmente y provocar el sentimiento siniestro, que indica entonces un fracaso de la renegación. Si esta
es exitosa lo será al precio de la total coartación subjetiva y de una forma de idiotez que se hace presente en el
institucionalismo.
Esta situación donde se vive cotidianamente con algo que ha perdido toda calidad amigable, lo lleva a Ulloa a
reactualizar el antiguo concepto de NS ACTUALES, útil para entender la patología institucional. Freud las atribuía a
trastornos de la economía libidinal. Falta de descarga sexual en Ns de angustia, o exceso de descarga para la
neurastenia. Pensaba que estos cuadros, no transferenciales, no se beneficiaban con el análisis sino que era
necesario establecer medidas higiénicas, es decir, suprimir las conductas patógenas. Desde el punto de vista
institucional, este énfasis en la supresión de las causas que originan la mortificación y sus modalidades de NS actual
resulta legítimo. Freud prestaba atención a los efectos tóxicos de estos cuadros, tanto en el aparato psíquico
(disminución de la inteligencia y el deseo) como sobre el cuerpo (desgano de las patologías asténicas).
En las circunstancias propias del SVI, el grupo de mayor presencia en una institución (ej. personal de planta en Htal)
tiende a asumir una actitud y una posición de sitiado frente a los pacientes (visualizados como sitiadores),
desarrollando un comportamiento semejante a las Ns Actuales. Algunos empiezan a trabajar a destajo, configurando
algo similar al exceso de descarga en las Neurastenias. También aparecen actividades ejecutadas con desgano,
causadas por la falta de investimento e interés libidinal, ya que lo que se hace está presidido por mecanismos
automáticos, con marcado desadueñamiento del cuerpo. Otros, en cambio, tratarán de eludir las tareas, con
respuestas similares a las Ns de angustia, en gral de modalidad depresiva.
Este incremento de la morbilidad en general origina al poco tiempo bajas en el personal, y afecta principalmente a
quienes asumen responsabilidades directivas.
Todos estos síntomas pueden tener cierta evidencia durante un tiempo, y luego entrar en procesos adaptativos:
“estabilidad mortificada”. No es fácil rastrear las causas del sufrimiento, todo parece impregnado por un presente
continuo que hará cada vez más grave la situación pero que, paradójicamente, se manifestará de manera menos
sintomática, en la medida en que se haga de la mortificación cultura. Puede pensarse que una institución donde lo
instituido ha cristalizado y obstaculizado los dinamismos instituyentes, configura una Ns actual en sí misma. De hecho,
la cultura de la mortificación puede ser denominada cultura de las Ns actuales.
Las Ns actuales se convierten en un obstáculo cuando se intenta intervenir con algún dispositivo psicoanalítico porque
en la numerosidad social no estamos asistidos por los pilares del análisis individual que, desde la abstinencia y la asoc.
libre, organizan la captura de la transferencia neurótica en neurosis de transferencia. El analista suele quedar atrapado
en las Ns actuales y corre el riesgo de desarrollar él mismo un comportamiento semejante, cuando en la mortificación
prevalece la convicción de que “las cosas son así” (los conflictos se hacen costumbre) aíslan el cometido del analista,
obstaculizando su llegada a los individuos y sus procesos de subjetividad.
Las instituciones, aún en situaciones de pobreza crónica, distan mucho de equiparar su nivel de mortificación con el de
aquellos a quienes asiste. Sin embargo, la institución tiende a dramatizar en sí misma las características del campo
sobre el cual desarrolla sus tareas principales, algo así como asumir, a modo de contagio, la mortificación de aquellos
a los que asiste. Por lo tanto, si bien puede reconocerse en algunas circunstancias institucionales, una auténtica
cultura de la mortificación con sus SVI, sus encerronas y su actual neurosis, esto no es universal, si lo es en cambio la
dramatización q refleja las condiciones más difíciles que soportan las personas sobre las que opera la inst.
Proceso de desmortificación. Si el PSA es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, debe operar allí donde el
sujeto está en emergencia. La tarea no es fácil, suelen aparecer límites para la práctica PSA, uno de ellos corresponde
al sesgo político que puede disparar un proceso de desmortificación. Así, por ejemplo, la acción movilizadora tal vez
por obra de alguna intervención institucional que pretenda fundar nuevas condiciones, puede llegar a producir
modificaciones sustanciales. Así las personas que han permanecido aisladas buscarán agruparse y recuperar cierto
sentido gregario del oficio. Entonces es posible que desde alguna instancia jerárquica (intra o extrainstitucional)
aparezca una calificación de este nuevo contexto y el nuevo accionar grupal sea denunciado como delito de
asociación. Si comienza a producirse un nuevo pensamiento que rompe con la estabilidad alienada, éste tb puede ser
sancionado como delito de opinión o, al menos, inoportuna perturbación de lo establecido. Mucho más específica será
la descalificación si surge alguna movilización como resultado del readueñamiento del cuerpo, abriendo los horizontes
de la acción. El analista no es un líder político pero no puede dejar de estar atento, como toda persona que
desenvuelve su acción en el campo social, a esta dimensión política propia de la condición humana, se haga cargo o
no de ella.

Zuberman (2002) PSICOANÁLISIS Y HOSPITAL


El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no funciona, los restos, el resto. Si el
analista decide atender en el Htal es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo causa.
La historia del PSA con el Htal es compleja. Aceptado a veces en el htal porque trae rtas a aquello con que la medicina
no puede, rechazado otras tantas veces por interrogar al discurso médico. Qué le ocurre a la medicina con el PSA en
este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el cuestionamiento, es bastante conocido. Nos toca pensar
críticamente tb la otra parte, qué le ocurre a quien como analista accede a la institución hospitalaria.
Para los analistas y el PSA surgen preguntas novedosas: ¿Qué hacer con aquellos pacientes que consultan en el
Htal y que no se presentan como síntomas neuróticos? Pacientes con inhibiciones, problemas de carácter,
adicciones, etc., que llegan con un padecer que no les hace pregunta. Para algunos la respuesta era fácil y expulsiva:
inanalizable y derivación a quien los medique. Para otros, era la oportunidad de investigar que demandaba quien pedía
hablar y no traía una pregunta explícita sobre su padecer. No amparándose en que PSA es 3 veces x semana o alguna
norma del encuadre, estos analistas parten de que un PSA es la cura que conduce un analista en las condiciones que
le son posibles. La resistencia del analista llevó a declarar inviable la cura de quien no se adaptaba a su esquema
teórico. Antes era declarada intransitable la relación del PSA con el Htal porque no se podía sostener el encuadre.
Un analista no se define por una técnica sino por poder ocupar un lugar que permite interrogar el saber del Otro,
causando su palabra. Analistas son quienes pueden sostener esa interrogación en el ámbito hospitalario o en el
consultorio. No se trata ya de discutir si hay o no PSA en el Htal sino de discutir la práctica de los analistas que deciden
sostenerla en ese preciso lugar.
El Htal brinda la posibilidad de interrogar a quienes no pueden acudir al consultorio del analista ampliando el marco de
interrogación analítica. El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no
consultan sólo por síntomas neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los problemas de
nuestro tiempo, ser creativos ante consultas que no interrogaron a los fundadores del PSA. Porque el PSA es una
práctica que permite creatividad e invención cuando el analista se deja interrogar por lo nuevo que le llega en el tiempo
que le toca sostener esta práctica, cabe diferenciarla de una prédica. Practicar no es predicar. Practicar el PSA no es
predicarlo repitiendo los textos y conceptos al modo universitario en que el saber es el agente del discurso.

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