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DIÁLOGO LACAN-PICHON

Primera Parte

Clase teórica de Segundo Año, dictada por Gladys Adamson en la Escuela de Psicología So-
cial del Sur, sede Quilmes, el 20 de Octubre de 2003.
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Bueno, vamos a tener dos clases donde vamos a ir articulando las nociones de Lacan y Pi-
chon. Recuerdan que nosotros dijimos que nos íbamos a situar en un cruce de epistemologías
convergentes, íbamos a establecer un diálogo entre Lacan y Pichon, así que vamos a tener dos
clases donde vamos a establecer este diálogo y estas articulaciones.
Yo me voy a basar en un esquema que nosotros vimos muy a principio de año, y que tenía
que ver con cómo piensa Pichon la constitución del sujeto social, o sea, cómo es el desarrollo
del sujeto y la constitución de la subjetividad desde la Psicología Social, desde el E.C.R.O. de
Enrique Pichon Rivière. Recuerden que nosotros veíamos cómo en el nacimiento el ser huma-
no tiene una carencia que le es fundamental, que es su carencia de instintos; cómo en el ser
humano no hay nada que se pueda asimilar a una respuesta programada genéticamente, o sea,
el ser humano nace y no tiene respuestas automáticas que lo adapten a su medio a partir de de-
terminados instintos. Esto, que es típico de los vástagos que nacen de los mamíferos superio-
res, que desde el nacimiento tienen respuestas preparadas para adaptarse a su habitat, en el ser
humano no aparece; a lo sumo nace con unos pocos reflejos, que va perdiendo, y el reflejo de
succión es el que, en rigor, inicia toda su vinculación con un otro social significativo, que en
este caso es la madre, o bien quien cumple la función materna. Entonces nosotros decíamos
que lo propio de la naturaleza humana, lo único que se podría decir que es propio de la natura-
leza humana es esta apertura al mundo, esta plasticidad para moldearse de acuerdo a la cultura
en la que uno nace; y por otro lado impulsos, pero que son impulsos sin cualidad, que no tie-
nen direccionalidad, no tienen objeto, no tienen forma, o sea que estos impulsos son los que
van a ser moldeados por la cultura. Hay que pensar que, en los últimos años, las investigacio-
nes genéticas establecieron que la carga genética de la raza humana, cualquiera sea el punto
del planeta donde vive, sea la raza china, la negra, la pigmea, la occidental, la europea, la in-
doeuropea americana, en fin, toda la raza humana tiene la misma carga genética. Somos
idénticos genéticamente. Entonces, ¿qué es lo que hace que haya una subjetividad pigmea en
el África y haya un yuppie en Nueva York? O sea, uno compara un pigmeo y un yuppie neo-
yorquino y dice ‘no tienen nada que ver uno con el otro’. ¿Dónde es que se estableció esa di-
ferencia si genéticamente son idénticos? O sea que la única explicación es que genéticamente
nacemos con impulsos, pero estos impulsos son inespecíficos.
¿Qué es lo que dice Lacan al respecto? Lacan habla de la “falta en ser”. El dice: “El ser
humano tiene una falta en ser”. Es como si el ser completo fuera el animal y el ser humano
tiene una falta en esa totalidad. Lacan dice que esta falta en ser se produce por la intersección
del lenguaje. El hecho de que el bebé llora por su sistema reflejo; y este llanto, para transfor-
marse en algo propio de la dimensión humana, la madre lo transforma en un mensaje. Este
llanto reflejo, la madre dice ‘es hambre’, y le da de mamar. O sea que este ser humano no tie-
ne otra posibilidad de transformarse en ser humano si no es por la intersección del lenguaje.
Entonces Lacan dice que esta es la condición humana, que es una condición de falta en ser. El
bebé progresivamente va a tener que aprender a comunicarse para poder demandar, para po-
der protestar, para poder pedir, etc.
¿Qué es lo que dice Pichon que es el primer acto, digamos, de socialización, el primer
paso en la socialización del sujeto, en la constitución de esta subjetividad? Es la presencia del
protovínculo, es esa “madre-envoltura” como dice Arminda Aberastury, es ese útero social,
esa estructura vincular que todavía no es un vínculo, porque hay una indiscriminación entre

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Gladys Adamson ― Diálogo Lacan-Pichon (I)

los sujetos, hay un bebé prematuro, inmaduro, sumamente plástico y abierto a las influencias
del medio, y hay una mamá (o quien cumpla la función materna) socializada, ya constituida
como sujeto de una cultura. El protovínculo es todo el universo de experiencia del bebé.
Quien cumple la función materna es el horizonte total, universal, para el bebé.
¿Qué es lo que dice Lacan de esto? Lacan va a hablar del primer tiempo del Edipo. Va a
hablar de la madre fálica. La relación de la madre con el bebé en esta etapa es una relación
triangular, pero donde está el niño en un extremo, la madre en otro y el falo en el vértice.
¿Qué es el falo? El falo es el significante de la completud. O sea, lo que estructura la relación
de la madre con el bebé, lo que articula, es esta ilusión de completud, donde la mamá se com-
pleta con el bebé y el bebé desea ser el deseo de la madre. También dice Lacan que la madre
es un “Gran Otro primordial”, que es, en términos de Pichon, el “otro social universal”. Ese
universo de experiencias sociales el bebé las tiene con quien cumple la función materna.
Desde Pichon, sobre todo desde Arminda Aberastury, que es la que habla de la “madre en-
volvente”, va a ocurrir lo que ella denomina el “segundo nacimiento”. No ya el nacimiento
biológico, sino que de repente el bebé descubre que más allá de la madre hay otro universo.
Que el universo no se agota en la madre como en un primer momento le parecía a partir del
protovínculo. En este segundo nacimiento el bebé descubre que hay otros, que está el padre,
que está la familia, y es el ingreso del niño o de la niña al espacio doméstico, al grupo fami-
liar, al ámbito de la familia y del grupo familiar. Esto implica acceder a otra lógica y a otras
reglas de juego totalmente diferentes a las del protovínculo. En el protovínculo le bastaba llo-
rar. Podía desarrollar una fantasía de omnipotencia, de que ‘yo lloro y se me presenta lo que
quiero’. Acá le cuesta más trabajo. Acá entra en una lógica edípica. Entra en un interjuego
donde demandar es también seducir, o es convencer, o es encontrar un aliado. Implica compe-
tencias. Implica la diferenciación. Implica que tal vez tengo que esperar. Demando y tengo
que esperar. O sea, aquí hay una lógica, unas reglas de juego que implican otro posiciona-
miento y otros recursos que no son los del protovínculo.
¿Qué es lo que dice Lacan respecto de esto? El va a hablar del “segundo tiempo” del Edi-
po, o sea, acá se da el “segundo tiempo” del Edipo. El segundo tiempo del Edipo implica una
función paterna (podríamos decir que en las sociedades tradicionales esta función la hacía el
padre), y que implica separar a la madre del bebé. Es como si el padre dijera al bebé ‘no po-
seerás a tu madre’ y a la madre ‘no reintegrarás tu producto (no será una parte tuya)’. En este
segundo tiempo del Edipo aparece el padre como el otro primordial. El gran problema del otro
primordial es que es la ley. Implica una lógica caprichosa: cuando el otro está encarnado en
alguien, cuando el Gran Otro está encarnado en alguien, se está a merced de ese alguien. Es
como un amo, es como el que impone la ley. Y si alguien tiene el poder de imponer la ley, por
supuesto la va a imponer de acuerdo a su capricho, de acuerdo a su conveniencia. Por eso es
importante lo que Lacan establece luego como “tercer tiempo” del Edipo. En el tercer tiempo
del Edipo el padre aparece como un otro castrado. Un otro también incompleto. ¿Qué signifi-
ca que el padre o el Gran Otro sea incompleto? Significa que hay una ley que trasciende a ese
padre. O sea, una cosa es el padre que dice “esto es así porque yo lo digo”, y otra es un padre
que dice “esto es así porque sino te va a hacer mal”. O “esto es así porque sino vas a sufrir”;
“esto es así porque hay una lógica más allá de mí que indica que esto deba ser así”. Ahí apare-
ce la figura de alguien que representa una ley, pero que no es la ley. No la encarna.
De todas maneras, el tercer tiempo del Edipo se daría como resolución del Edipo, y está
en el pasaje del ámbito de lo familiar a lo institucional. Recuerdan con Pichon que nosotros
veíamos cómo, luego de toda esta etapa de socialización en la familia, se pasaba a otro ámbito
que es el ámbito institucional, que en el caso de los niños suele ser el jardín de infantes, la es-
cuela. Todo esto, por supuesto, desde Pichon, va constituyendo el esquema referencial, o sea,
lo que va sedimentando, lo que va encarnando en el sujeto en este proceso de socialización
son los modelos de percibir la realidad, modelos de valorarla, modelos de jerarquizarla, mode-

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los de sentir, modelos de hacer, desde las cosas más cotidianas y más simples. Desde ‘los va-
rones no lloran’ y ‘los varones que lloran son mariquitas’ o ‘las mujeres muy activas son ma-
rimachos’. O sea, están los modelos que la cultura indica de cómo deben ser los impulsos. Im-
pulsos más pasivos, impulsos más activos, afectos más expresivos, afectos más reprimidos. Se
van construyendo modelos de pensar, sentir y hacer en el mundo, en relación con otros.
Desde Lacan, desde el Psicoanálisis… Ya Freud decía que la resolución del complejo de
Edipo implicaba la entrada en el “período de latencia”. ¿Qué era el período de latencia? Era la
desexualización, la desvirilización de los objetos, para transformarse en objetos de curiosidad
intelectual. O sea, la latencia implicaba una desexualización de los vínculos y por lo tanto una
mayor curiosidad hacia los objetos de la cultura. En síntesis, el chico está preparado para ir a
la escuela. O sea, está preparado o se generan condiciones para abandonar la endogamia, o
sea, que todo ocurra en familia, los amores, los odios, las competencias, y está preparado para
la exogamia. El Psicoanálisis lo que indica es que este pasaje se da con una identidad sexual.
O sea, cuando se accede al mundo de la cultura se accede ya con una identidad sexual. En ese
sentido el complejo de Edipo es como un nudo, que produce una articulación o produce un
decantamiento en relación a las identificaciones, promoviendo una identidad sexual, y al mis-
mo tiempo es una salida al mundo exogámico.

Alumna: ¿A partir de ese momento ya se podría ir definiendo si una persona va a ser homose -
xual?

Docente: Sí. Se considera que en estos tres tiempos del Edipo se producen las identificaciones
fundamentales para la identidad sexual. El ser humano es bisexual, o sea, puede orientar…
Los impulsos eróticos los tiene inespecíficos también.

Alumno: ¿No tiene que ver con la presencia del padre, digamos, como la ley?

Docente: Sí. Por un lado se considera que la identidad sexual tiene que ver con la problemáti-
ca de la castración. Se considera que en la homosexualidad masculina se produce, en vez de
una identificación con el padre, una identificación con la madre, y se busca a otro para tratarlo
como a un niño, como la madre lo trató a él. Por eso la figura típica es sobre todo la figura
griega: la figura del amor homosexual griego tenía que ver con un adulto formado, muchas
veces el maestro… o Sócrates, o sea, el filósofo de los jóvenes. Y el que elige un joven, elige
un joven que lo admira, que depende intelectualmente de él, etc., como su enamorado, como
su amante, en un amor que en Grecia era un amor muy estimado, muy valorado. Inclusive era
más valorado que el amor de los esposos.

Alumno: ¿Sino a falta de esa castración puede haber psicosis, no?

Docente: Claro, o sea, esta primer castración es fundamental porque permite la individuación.
O sea, si no se produjera esta castración, acá hay alguien que es una parte de otra persona. O
sea, si no se produce esa castración no se produce un sujeto deseante de objetos más allá de la
madre, y el niño o la niña queda como una parte de la madre.

Alumna: ¿Cuando no existe la figura paterna la madre puede ser un tercero, o sí o sí tiene que
haber un tercero?

Docente: No, no, se considera incluso que el padre puede tener efecto de castración si la ma-
dre lo deja. O sea, el lugar para la castración lo hace la madre. Si la madre es alguien desean-
te, es la madre misma la que va a producir esa castración. ¿Porque qué es la castración en últi-

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ma instancia? Es descubrir que más allá de mi madre hay cosas muy interesantes para indagar,
para investigar. O sea, el mundo y el universo no se agotan acá. Para la madre también: es
descubrir que ‘está bien, yo tengo mi bebé, lo adoro, muero por él, pero el mundo es ancho y
ajeno, hay otras cosas muy atractivas además de mi bebé’. Entonces, si la madre es una madre
deseante, es una madre castrada. ¿Qué quiere decir ‘castrada’? Quiere decir incompleta. En
ese sentido Pichon y Lacan piensan lo mismo. Tienen una profunda valoración de la carencia.
O sea, porque el sujeto que es carente se moviliza. Se mueve. Quiere obtener otros objetos. Es
curioso. Pichon lo que dice es que la carencia produce una pérdida del equilibrio. O sea, si yo
fuera completa, me quedo completa. Porque soy carente me desequilibro. O sea, hay algo que
ahí no encaja. Y esto motoriza al sujeto al mundo externo. Al encuentro con otros sujetos.
Con otros objetos. Lacan dice que la dialéctica del deseo tiene que ver con la insatisfacción.
No con la satisfacción sino con la insatisfacción. Es interesante pensar cómo piensa el deseo
Lacan y cómo piensa la necesidad Pichon. Lacan lo que dice es que hay una carencia esencial.
Esta carencia se completa con un primer objeto que es el pecho. Pero ese pecho se pierde y
ahí queda un vacío. Porque queda un vacío me causa deseo. O sea, el vacío no es el deseo,
pero causa el deseo. Entonces, como este objeto cayó, este vacío me impulsa a obtener otro
objeto. Pero en ese objeto yo reencuentro la insatisfacción, y esto es lo que produce la “meto-
nimia” del deseo. Produce el desplazamiento del deseo de un objeto a otro. Porque nunca es el
objeto perdido, nunca se va a encontrar la completud. Siempre va a reaparecer el vacío, con lo
cual voy a tener que seguir buscando. Lacan acá está interpretando todo en clave lingüística.
O sea, está utilizando metáforas linguísticas. Como, por ejemplo, la “metonimia” del deseo.
Pichon tiene una tendencia a comprender los fenómenos humanos en términos más de estruc-
tura vincular. En términos más estructurales. Por eso piensa al sujeto albergado en una trama
vincular. Y en procesos dialécticos. En procesos contradictorios, en procesos espiralados. Por
lo cual la “necesidad”, en Pichon, no es un término psicoanalítico. Es un término que él lo ex-
trae de la ideología alemana de Marx y Engels. Esta necesidad es en un primer momento bio-
lógica. Es la necesidad de mamar. Esto hace que se encuentre a un objeto: el pecho. El bebé
transforma ese pecho en la experiencia de mamar, pero él también se transforma. El pecho
deja de ser ese pecho y el sujeto deja de ser ese sujeto. Por el cual va a necesitar otro objeto,
pero ese sujeto también va a ser diferente. O sea, la búsqueda de nuevos objetos es como un
acto de mutua transformación. De ahí la dialéctica. O sea, ésta es la manera en que Pichon en-
tiende por qué el ser humano siempre queda con una carencia en relación al objeto y necesita
buscar otro. Necesita constantemente recrear este objeto y esta recreación lo transforma. Por
lo cual parece que el sujeto fuera el mismo, parece que el objeto fuera el mismo, pero siempre
está siendo integrado y superado.
De todas maneras, en lo que sí coinciden es en que la carencia es fundamental. Que la ca-
rencia es fundamental porque es lo que motoriza. Y esto es importante porque durante muchos
años, sobre todo en el psicoanálisis más ortodoxo, la frustración era considerada causa de pa-
tología. Y esto es al revés. Pichon hablaba de la patología del objeto (…) 1, la patología del
vínculo bueno. Era tan amoroso, tan amoroso, tan amoroso que uno quedaba a merced del
vínculo. A merced del otro. Quedaba como un objeto del otro. No como un sujeto.
Entonces Lacan acá dice algo interesante, que es que la fantasía fálica no se abandona.
Pero se transforma en un falo simbólico. O sea, se supone que en el mundo va a haber un ob-
jeto que me va a completar. Que yo voy a ser completo si yo poseo este objeto de la cultura.
Entonces uno, en función de esta fantasía fálica, estudia, trabaja, quiere conseguir cosas, se
propone metas, logro de objetos, de experiencias... en esta ilusión de completud fálica (pero
de un falo simbólico en este caso).

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Los puntos suspensivos con paréntesis representan un fragmento que se omite por ser inaudible o poco com-
prensible en la clase grabada. (Nota del desgrabador)

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Gladys Adamson ― Diálogo Lacan-Pichon (I)

Siempre me preguntan también en relación a la homosexualidad femenina. Ustedes saben


que el Edipo para la mujer es más complicado que para el hombre, porque el primer objeto de
amor para la mujer es un objeto homosexual, porque es su mamá, es otra mujer. La nena, en
este sentido, tiene que desplazar el amor a su madre hacia su padre, y tiene que aceptar la cas-
tración con la ilusión de un bebé. Acepta su castración porque su completud va a estar en la
obtención de un bebé. En el caso de la homosexualidad femenina, la niña no hace este despla-
zamiento. Continúa con un objeto de amor femenino. No hay un desplazamiento del objeto
erótico, el objeto amado, hacia el padre, sino que preserva el amor hacia su madre.
Todas estas cuestiones son muy polémicas y han desencadenado muchos debates, feminis-
tas sobre todo, en el sentido de que algunas feministas piensan que Lacan brinda otros argu-
mentos machistas, con predominio del hombre, y otras feministas dicen que no, que Lacan da
claves para pensar el posicionamiento femenino.
Si nosotros pensamos en la Psicología Social y lo integramos con ciertas ideas de Lacan,
Lacan lo que plantea (y sobre todo yo lo he leído con desarrollos de Miller) es que la cultura,
el Gran Otro, es fálico. O sea, el Gran Otro coloca al hombre como sujeto. La cultura, el Gran
Otro, está significado desde el hombre, y en ese sentido la mujer queda en un lugar de objeto.
Esto ya lo planteaba Levi-Strauss también desde la Antropología, en el sentido de que la mu-
jer queda como objeto de intercambio. La mujer es la que se cede en los matrimonios, es la
prenda de paz en familias que están peleadas. O sea, el sujeto de la cultura es un sujeto mas-
culino, por lo cual la mujer, para encontrar su identidad, tiene que pasar por lo masculino. In-
clusive algunas feministas dicen que el lenguaje es machista, que en la misma construcción
del lenguaje aparece el hombre como sujeto, y no la mujer. Ya la duda de qué desea una mu-
jer es una duda de toda la historia, pero Freud se lo plantea explícitamente. El misterio de qué
desea una mujer. Uno podría decir que bueno, tal vez desea ser sujeto. Por eso es una eterna
insatisfecha. De todas maneras, Lacan reivindica a la mujer, primero porque el Psicoanálisis
se descubre a partir de las mujeres. Son las mujeres las que hacen trabajar a Freud para que
descubra el inconsciente. O sea, son las mujeres las que le enseñan a Freud qué es esto del
aparato psíquico del ser humano. Pero por otro lado Lacan también dice que el deseo es histé-
rico, y que son las mujeres las que mejor expresan esta condición del deseo humano. O sea, la
eterna insatisfacción, siempre el querer otra cosa. Pero Lacan dice que no es un deseo femen-
ino. Es un deseo humano. El deseo humano es así. El deseo humano tiene características his-
téricas. Desde el Psicoanálisis se interpreta que la cultura occidental tiende a producir mujeres
histéricas y hombres obsesivos. O sea, hay ciertas elecciones, como identificaciones, que son
promovidas por la cultura. Si nosotros pensamos por qué en la época de Freud existían los
grandes ataques histéricos, que ya no existen prácticamente. O sea, en la época de Freud las
histéricas no son las histéricas de ahora, que seducen a diestra y siniestra, o que seducen en las
fiestas. Eran ataques histéricos. Se arqueaban, tenían convulsiones, hacían grandes revolucio-
nes teatrales y en la máxima inconsciencia; como desvestirse con una mano y vestirse con la
otra, entablar luchas con supuestos violadores… Eran espectaculares. Tal es así que se hacían
shows. Charcot tenía prácticamente un show. En la Salpetriere, donde Freud fue a estudiar en
Paris, era un show, porque Charcot probaba que con la sugestión producía estos ataques, los
producía ahí en plena escena, con todo el público de médicos y psiquiatras. Pero bueno, es
plena sociedad victoriana. Es plena sociedad clausurada. De los claustros. Las lógicas de clau-
sura. Una sociedad racionalista. Con parámetros universales y con normas muy estrictas don-
de todo el mundo tenía que adaptarse. O sea que el contexto social y cultural determina los
cuadros. De todas maneras es interesante pensar cómo lo social puede estar previo a la escena
de verificación de la castración. O sea, el Psicoanálisis plantea que la primer premisa es que
todo en el mundo es completo. Si todo el mundo es completo, todas las cosas tienen pene. Las
tazas, las teteras, las palomas, el sol, las nubes, todo tiene pene. Mamá también. Hasta que se
visualiza que las nenas no tienen. O sea, la escena traumática de que hay seres que no lo tie-

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Gladys Adamson ― Diálogo Lacan-Pichon (I)

nen, por lo cual si no lo tienen es que se lo cortaron. Se lo cortaron, lo perdió, no le creció…


Pero alguna patología, algo anduvo mal, viene incompleta, como que le falta algo. Por eso La-
can dice que en la cultura, en el Gran Otro, la mujer no existe. O sea, que la mujer como ser
completo no existe, que es un ser al que le falta algo. No se visualiza a la mujer como alguien
completo. Posiblemente, con el lugar que la mujer está adquiriendo en el campo simbólico,
esto vaya variando o se vaya revirtiendo. Pero tal como lo plantea Lacan es así. Ya desde el
lenguaje, desde los vínculos, la mujer percibe que es objeto, que no tiene el mismo lugar que
los varones, que hay algo que a las mujeres las corre de un lugar central. Por ser mujer. Por lo
cual cuando descubre que no tiene pene encuentra la explicación: ‘Debe ser por eso’. ‘¿Por
qué yo no quedo en el lugar del sujeto? ¿Por qué yo quedo desplazada en el lugar de objeto?’.
Cuando descubre que no tiene pene encuentra la causa. ‘Debe ser por eso: que a mí me falta
algo’. El Psicoanálisis pone el acento en esta experiencia más ligada a la investigación sexual.
O sea, esto de pensar al Gran Otro, de pensar lo simbólico como masculino, como fálico, y
cómo la mujer queda en el lugar de objeto de intercambio y no de sujeto, permite resituar esta
escena de castración. O sea, una cosa es cómo lo vive el varoncito, para quien es natural que
todo el mundo tenga pene, y cuando descubre que alguien no lo tiene dice: ‘Ah, entonces es
posible perderlo’; y es esta escena de castración lo que lo decide a mejor abandonar a la ma-
dre, y fijarse más en la vecinita o en cosas interesantes que tiene la vida, y no correr el riesgo.
Pero en el caso de la mujer, en el caso de la niña, esto es mucho más complicado, porque tiene
que desilusionarse de su primer objeto amoroso. El Psicoanálisis lo que dice es que culpa a la
madre de ser incompleta y de haberla hecho incompleta. Pero podríamos pensar que el víncu-
lo triangular madre-padre-hija es un escenario donde se juegan cuestiones más sociales. Cues-
tiones que ya están en la cultura mucho antes. Porque todo este drama se da a los tres, cuatro,
cinco años, donde ya el pensamiento está funcionando, ya se ha adquirido el lenguaje (se con-
sidera que el lenguaje se adquiere alrededor de los dos años y medio), por eso el niño es un
gran “investigador” sexual: qué hace la diferencia de los sexos, cómo nacen los bebés, qué
hace que las nenas sean así y los varones asá… O sea, el niño es un gran investigador en ese
sentido: construye hipótesis, busca pruebas, desecha hipótesis, construye otras. Freud dice que
se comporta como un investigador científico. O sea que ya hay una percepción, en la nena, de
cómo funciona la vida, por lo cual el dolor de percibir la castración es de alguna manera el do-
lor de adjudicarse… ‘Es por causa mía que yo quedo colocada en un lugar de objeto, no en un
lugar de sujeto. Y además es inevitable, porque no me va a crecer’. O sea, cómo se desplaza
algo del orden de lo social al escenario edípico.

Alumna: ¿“Falo” siempre se le llama al pene?

Docente: Freud siempre diferenció, y Lacan tal vez más todavía, que una cosa es el pene real
(sobre el cual se apoya el significante fálico), pero el falo es un significante y es un significan-
te de completud. Por eso se puede hablar de madre fálica, se puede hablar de falo simbólico.
Bueno, vamos a seguir la próxima vez con el ámbito comunitario, que esta sí es una dife-
rencia: para Lacan todo es Gran Otro; para Pichon no. No hay sólo un Gran Otro, no hay ‘la
sociedad’, sino que hay ámbitos diferentes en la sociedad.

Alumna: ¿Todo esto es inconsciente o preconsciente?

Docente: Está todo el aparato psíquico, pero toda esta estructura que nosotros estamos viendo
es fundamentalmente inconsciente.

Alumno: Cuando Lacan dice que el Gran Otro es el lenguaje (o sea, el lenguaje lo relaciona a
la cultura), ¿tiene que ver con la idea de Pichon Rivière cuando habla del “otro social”?

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Docente: Sí. O sea, creo que lo común es que los dos piensan la sociedad en una dimensión
simbólica, que es una dimensión de construcción humana. Lacan pone el acento de que en el
lenguaje estaría la cultura, o sea que la transmisión privilegiada de la cultura es a través del
lenguaje. Para Pichon el lenguaje también es importante, fíjense la importancia que le da a la
comunicación. Lo que pasa es que para Pichon el sostén vincular es la estructura que permite
la circulación del lenguaje. O sea, Pichon diría: ‘Bueno, ¿es el lenguaje, o es la estructura vin-
cular donde circula el lenguaje?’. Por eso la comunicación en Pichon es un acto comunicativo,
es una acción, es una escena, es algo más del orden de lo estructural.

Alumno: O sea que da más importancia al vínculo (…).

Docente: Al vínculo y… O sea, todo vínculo tiene intercambio de significaciones, todo víncu-
lo tiene momentos, dice él, de comunicación. Un ejemplo podría ser, supongamos, una misma
frase. ¿Que sé yo? “Sos un h. de p.”. “Sos un h. de p.” puede ser el inicio de una pelea, porque
hay un vínculo de hombre a hombre que determina que esa frase desencadene una pelea. Pero
en otro vínculo eso significa una admiración. Un halago. Depende del vínculo. O sea, la frase,
las palabras son las mismas, pero la estructura vincular es lo que determina. Esto permite pen-
sar en las relaciones de poder. Cómo algo puede no estar estrictamente en el nivel informati-
vo, sino que está en la estructura vincular. Y en cómo se da la relación con el otro. Por eso lo
que sería más parecido al vínculo en Lacan es la noción de “discurso”. El “discurso” para La-
can es el lazo social basado en el lenguaje. O son los niveles denotativos del mensaje. Todo
mensaje denota y connota algo. O sea, es lo que está como más allá del lenguaje. Pero creo
que Pichon lo plantea mucho más explícitamente. Lo que determina ese vínculo es la estructu-
ra vincular.

Alumna: El complejo de Electra, ¿no es el complejo de Edipo en la mujer?

Docente: Pero Freud no planteó el complejo de Electra. ¿No es de Jung el complejo de Elec-
tra? Me parece que es de Jung. Son otros autores. Que son nombres que se le han puesto para
diferenciar el complejo de Edipo femenino del masculino. Bueno, seguimos en la próxima.

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