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Unidad 5: Texto Jerusalinsky, A “Psicoanálisis del autismo”

Introducción

Psicoanalizar el autismo implica enfrentarse con problemas cruciales de la teoría psicoanalítica. Particularmente
en el autismo nos encontramos frente a interrogantes fundamentales: el proceso de constitución del sujeto y sus
coordenadas; feminidad y función materna articulada en torno al falo; las psicosis en la infancia; la transferencia
en la psicosis y en las psicosis infantiles.

Transferencia

No hemos podido aún lograr una elaboración valiosa sobre este tema, quedando en deuda con este concepto en
el campo de las psicosis de la infancia.

El lenguaje, el bebé y el sujeto

El hecho de que un cachorro humano nazca sano no es suficiente para garantizar la constitución en él de un
sujeto psíquico. Requiere prolongados cuidados para sobrevivir, pero tampoco bastan, ya que la satisfacción en el
nivel de lo real no produce el corte que pondrá al niño en relación con el campo de la palabra.
El eje del proceso constitutivo del sujeto no reside ni en la satisfacción ni en la frustración de sus necesidades. La
operación que lo sitúa se define en otro nivel que es el del significante.
“Las palabras fundadoras, que envuelven al sujeto, son todo aquello que lo constituye: sus padres, sus vecinos,
toda la estructura de la comunidad, que lo constituye no solamente como símbolo sino en su ser. Son leyes de
nomenclatura las que, determinan y canalizan las alianzas a partir de las cuales los seres humanos copulan entre
sí y terminan por crear. No son otros símbolos, sino seres reales que al llegar al mundo poseen inmediatamente
esa pequeña etiqueta que es su nombre, símbolo esencial de lo que les está reservado.” (Lacan)
Esas palabras que obviamente no son comprendidas por el bebé, llegan hasta el niño porque todo acto que se
cumple en relación con él está capturado en un discurso; discurso que se expresa en los movimientos esbozados,
en las actitudes del otro, con quien el niño se identifica orientado por el deseo materno. Dado que ese deseo se
articula en lo que le falta a la madre, el falo, éste se convierte en el orientador de esas identificaciones que
utilizan lo imaginario como significante. (Lacan)
Lo que permite la ruptura entre la continuidad entre la madre y el hijo es intromisión de un discurso que
operando en la madre la castración simbólica, obliga a ambos a hacer referencia a un tercero. Así, el padre se
hace presente a través de su nombre, que es sgte fundamental. Este Nombre del padre representa la ley de la
prohibición incestuosa y la restricción del goce que lanza al niño y a la madre al campo del deseo, deseo cuyo
objeto encuentra en el falo la simbolización esencial.
En efecto la madre escribe sobre el cuerpo del niño la serie sgte que la afecta en relación a él. No podrá hacer de
él su objeto erótico y eso genera un trazado discontinuo en sus aproximaciones al cuerpo del niño. Esa escritura,
originariamente reprimida, compone el conocimiento inconsciente que permitirá al niño de dos años lanzarse al
ejercicio del arte del lenguaje.

Función materna

La primera realidad se constituye sobre el eje de la relación primordial del niño con su madre, aunque sea
imposible aplicarla únicamente por el vínculo del deseo con un objeto que puede o no satisfacerlo, nos dice
Lacan. De hecho el niño se interesa primero por toda clase de objetos antes de hacer esa experiencia privilegiada
que hemos descrito con el nombre de fase del espejo. Y ese interés del niño está orientado por el deseo materno,
que recorta el mundo en concordancia con el discurso del cual es mediador. Discurso de la madre, mediadora del
padre interdictor que metonimiza en la relación al hijo lo que el Nombre del Padre metaforizará.
En su papel de mediadora, la madre particulariza el modo de la alternancia ausencia/presencia del otro que se
ofrece en el campo del semejante para el espejamiento. Al mismo tiempo, representa al Otro primordial,
encarnando en la situación la historicidad que articula la metáfora paterna, colocando sobre el hijo la puntuación
que le confiere su significancia. Hay una mirada materna que si no puede ser nombrada como función en un
sentido estricto, puede ser llamada función el sentido descriptivo del papel que le cabe como primer objeto que
se ofrece para ser simbolizado (Lacan)
Por otro lado, las tesis winnicottianas colocan el acento en los cuidados maternos. Es evidente que la madre que
cuida no es la misma que desea. “más allá de lo que el sujeto demanda, más allá de lo que el otro demanda al
sujeto, está lo que el otro (la madre) desea” (Lacan)
Se trata de que desear al hijo gira en torno de la forma en que, en la madre, se establece la falta. Por eso toda
relación con el niño parte de una falla y de una irremediable incompletud. Para Winnicott, la cuestión madre-hijo
se resuelve en lo real y en lo imaginario. Falta en esta postura el ordenador simbólico: el falo.

Las psicosis en la infancia

Según Winnicott, las psicosis infantiles encuentran su explicación en la ausencia materna. El eje está fuera de
lugar: no se trata de su presencia o ausencia sino de la alternancia de ellas y del particular modo del ejercicio
materno, estructurado como deseo, por un discurso que lo trasciende (Jerusalinsky, A)
Lacan, ubica el deseo de la madre, como la madre que no siempre está allí, como la que puede faltarle al niño, o
sea la que puede interesarse por otra cosa (en Miller p124) La referencia a Winnicott es útil a fin de compararlo
con Lacan. Para él la psicosis no está relacionada con la forclusión del nombre del padre, sino con la quiebra del
cuidado materno.
Partamos de la definición de Lacan: “¿Qué es el fenómeno psicótico? La emergencia en la realidad de una
significación enorme que parece una insignificancia –en la medida en que no se puede vincularla a nada, ya que
nunca entró en el sistema de la simbolización- pero que en determinadas condiciones puede amenazar todo el
edificio”
Esta significación enorme puede ubicar al niño como anclado en el espejamiento unívoco de la madre, en cuyo
caso sería psicótico, o bien puede impedir todo acceso al estadio del espejo. Pensamos que en el autismo nos
encontramos con este segundo caso.
De esta manera, nos parece, que la percepción de la ausencia de la madre se impone con tanta frecuencia en la
clínica del autismo que merece ser tratada con cuidado: la ausencia del deseo materno en relación con el hijo
autista.
De este modo el hijo no entra en la ecuación ni siquiera como falo presente, sino como exclusión total de una
madre cuya función aparece previamente suturada. No solo se registra la ausencia de la función que hace al otro,
sino también de la función derivada de la primera: del espejamiento. Sucede que el Otro circula en un imaginario
que deja afuera al hijo. Todo sgte opera lanzándolo al campo de lo real, dejando al niño sin marca.

1- Cuestiones preeliminares

Debido a la presencia en nuestro campo de trabajo de niños autistas y psicóticos sin afecciones orgánicas
demostrables, fuimos percibiendo la semejanza sintomática con los cuadros de aislamiento presentados por los
niños con problemas constitucionales.
Esa semejanza sintomática y la respuesta positiva obtenida en las intervenciones psicoterapéuticas realizadas a
nivel del vínculo madre-hijo en los niños orgánicamente afectados, despertaron ciertos interrogantes que guiaron
la investigación:

1) ¿ La casi completa superposición sintomática entre los cuadros de aislamiento y desconexión presentados
frecuentemente por los niños con problemas de desarrollo y los cuadros típicos de autismo infantil precoz
(AIP) remite a una identidad estructural psíquica entre ambos, o a una mera coincidencia de
características superficiales? Si se comprobase una identidad estructural ya no se podría hablar de rasgos
autistas por un lado y autismo infantil precoz por otro, sino solamente de AIP.
2) Si es plausible pensar en una única estructura psíquica como la constante del AIP ¿qué factores
contribuyen para que ella se establezca? Nos parece que estamos en lo cierto cuando intentamos
penetrar en la comprensión de la praxis de la función materna, porque siempre encontramos intensas
perturbaciones en la vinculación de las madres con los hijos.
3) Nos parece que el aparato técnico existente en los terrenos del psicoanálisis y de la psicología requiere
algunas especificaciones.
4) En la aproximación clínica de los niños autistas y de los que padecen alteraciones psicóticas son otras
características (esquizofrénicas y simbióticas) hemos percibido reacciones que muestran catexizaciones
de objeto divergentes de un cuadro a otro.

Mientras que en los casos de psicosis simbióticas y de esquizofrenia la interpretación verbal acostumbra a ocupar
un lugar central desde el comienzo del trabajo terapéutico, en los casos de AIP la operación a nivel del objeto real
se convierte en el punto de partida obligatorio de cualquier tentativa de ascender a lo simbólico. Esto parece
indicar que la reducción del niño a nivel de lo puro Real es más radical en el autismo que en otras psicosis infant.
Nuestra hipótesis central sustenta la idea de que hay una identidad de estructura psíquica entre los cuadros con
rasgos autistas, característicos de muchos niños con problemas de desarrollo y los cuadros de AIP típico.
A su vez, formulamos hipótesis en un segundo plano:

a) Los factores que inciden en la producción de los cuadros de AIP obedecen a una combinación de aspectos
constitucionales del niño con aspectos compensatorios en el ejercicio de la función materna. Así podemos
encontrar niños sin anomalías orgánicas que justifiquen el AIP que padecen, aunque incluidos en una
relación M-H en que la perturbación de la función materna constituye el factor eficaz. En sentido
contrario, la extrema insuficiencia de un niño orgánicamente perjudicado puede tornar infructuosos
todos los esfuerzos maternos compensatorios. Parecería que para que no se produjera el AIP sería
necesario que se cumpliera una relación proporcional entre la capacidad materna y la capacidad de
registro del niño.
b) La intervención a nivel de lo real parece ser esencial en el abordaje de las psicosis infantiles.
c) Existe una diferencia de estructura entre el AIP y las otras psicosis infantiles.

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