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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 0004/2022

Sucre, 17 de febrero de 2022

SALA PLENA
Magistrada Relatora: MSc. Julia Elizabeth Cornejo Gallardo
Acción de inconstitucionalidad abstracta

Expediente: 33807-2020-68-AIA
Departamento: La Paz

En la acción de inconstitucionalidad abstracta interpuesta por Adriana


Salvatierra Arriaza, Senadora; y, Sonia Silva Brito Sandoval, Juana
Quispe Ari y Franklin Richard Flores Córdova, Diputados, todos de la
Asamblea Legislativa Plurinacional, demandando la inconstitucionalidad de
los arts. 123 y 133 del Código Penal (CP) el último -según Ley 1768 de 10 de
marzo de 1997 y la modificación realizada mediante el parágrafo I del art. 2 de la
Ley 170 de 9 de septiembre de 2011- por ser presuntamente contrarios a los
arts. 13.IV; 14.III y IV; 21.3.4 y 5; 109.II; 116.II; 256.I y II; 410.I y II de la
Constitución Política del Estado (CPE); IV, XXII y XXV de la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre; 9.1, 18.I, 22.1 y 2 del Pacto Internacional
de los Derechos Civiles y Políticos (PIDCP); 7.2, 8.2, 9, 13.1 y 16.1 y 2 de la
Convención Americana Sobre Derechos Humanos (CADH).

I. ANTECEDENTES CON RELEVANCIA JURÍDICA

I.1. Contenido de la acción

Por memorial presentado el 26 de mayo de 2020, cursante de fs. 31 a 76, los


accionantes, expusieron los siguientes argumentos:

Los accionantes sostienen que los actos de terrorismo son delitos de alta
gravedad, que generan de manera justificada una gran preocupación estatal, por
lo que deben ser perseguidos y sancionados, puesto que causan graves daños a la
población, al tratar de generar en la misma una sensación de zozobra; sin
embargo, estas características del delito de terrorismo, extensivas al delito de
sedición, no deben implicar que el Estado efectúe su persecución penal
sobrepasando el marco de sus principios rectores y el respeto por los derechos
humanos, sacrificando con ello su propia legitimidad.

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Se advierte que la forma en la que están tipificados penalmente los delitos de
terrorismo y sedición vulneran los principios fundamentales establecidos en la
Norma Suprema, así como los estándares aceptados soberanamente por Bolivia
en acuerdos y convenios de protección de derechos humanos, los mismos que
dan forma y limitan la capacidad de persecución penal del Estado en resguardo
del pueblo boliviano.

Sostienen que si bien los derechos fundamentales como la libertad de


pensamiento, el derecho a la libre expresión y el derecho a la libertad de
asociación pueden ser limitados por una “finalidad lícita”, tales límites deben ser
necesarios y razonables; y, que estos solamente pueden estar determinados por
ley.

Al referirse al principio de legalidad, citando la SC 0062/2002 de 31 de julio


concluyó que las exigencias del principio de legalidad no se agotan en la
formulación de la ley previa, sino que además con el mismo valor, está la
exigencia de la garantía de certeza. La realización material del principio de
legalidad también viene condicionada por la forma como se encare el proceso de
subsunción de la conducta en el tipo descrito por la norma sancionatoria, pues en
todo andamiaje que importan las garantías formales, quedarían reducidas a la
nada, si fuera conforme a derecho, aplicar un precepto distinto al de la conducta
atribuida o imputada.

Respecto al principio de taxatividad, como elemento esencial del principio de


legalidad, forma parte del carácter material del principio de legalidad, que implica
la suficiente predeterminación normativa de los ilícitos y sus consecuencias
jurídicas; también cita la garantía de materialidad o de la exterioridad de la
acción, afirmando que este principio se basa en que solo los actos humanos
realizados de manera consciente son capaces de lesionar bienes jurídicos de
terceros, por lo que las ideas de las persona no son susceptibles de valoración
penal, en ese entendido, el legislador no puede prohibir actitudes, estados de
ánimo internos, ni siquiera los genéricamente construidos, sino solamente los
actos humanos; es decir, las manifestaciones fácticas de la voluntad del ser
humano.

También se hace alusión al principio de culpabilidad o de responsabilidad


personal, mismo que se encuentra relacionado con la garantía de inocencia, que
se basa en que no existe pena sin culpa, lo que establece que el hecho de que se
reconoce la culpabilidad como el límite central y mínimo para la determinación de
las lesiones de un bien jurídico protegido, y para que en consecuencia se imponga
una sanción al autor de tal lesión; la consagración de esta garantía exige que para
sancionar una conducta esta debe ser típica, antijurídica y culpable; además, de
que no existan causales que eviten la posibilidad de la imposición de la pena que
correspondiere ante la existencia del delito.

Se advierte que el principio de culpabilidad es reconocido por parte del sistema de


defensas penales del individuo frente al Estado por la Convención Americana de

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Derechos Humanos, que en su art. 8.2, determina que toda persona inculpada
sobre delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad, lo que implícitamente lleva la exigencia de
que todo Estado supedite la imposición de toda sanción al establecimiento legal y
previo de la culpabilidad del sindicado.

Es esencial el resaltar la aplicabilidad y exigibilidad de los derechos y garantías


consagrados en los Acuerdos y Pactos suscritos por nuestro Estado en el marco
del ordenamiento jurídico boliviano, reconocido por nuestra Ley Fundamental en
sus arts. 13.IV; 14.III; 256.I y II; 410.I y II; además, de que estos pactos sobre
derechos humanos integran el bloque de constitucionalidad, tal y como lo
establece la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Plurinacional.

Expresa los motivos de inconstitucionalidad de los arts. 123 y 133 del Código
Penal (CP) en los siguientes términos:

a) El art. 123 del CP, es inconstitucional por vulnerar los principios de


legalidad, taxatividad, culpabilidad y las libertades de pensamiento y de
expresión:

1) Al tipificar que cometen delito de sedición “…los que sin desconocer la


autoridad del gobierno legalmente constituido, se alzaren públicamente y en
abierta hostilidad, para deponer a algún funcionario o empleado público…”.

Los accionantes sostienen que en aplicación de los principios de legalidad y de


taxatividad, los límites que el Estado puede imponer a las personas en sus
derechos deben ser regulados por ley. Esos límites, en el marco de la persecución
penal, deben ser expresos, taxativos, unívocos, inequívocos y establecidos
mediante una Ley emanada de los órganos competentes; lo que no sucede en la
tipificación del delito de sedición en el punto glosado, ya que el mismo no permite
al ciudadano guiar su actuar con la certeza necesaria para no incurrir en la
conducta prohibida por el Estado, puesto que al establecer como elemento de
valoración penal, que el actuar del sujeto activo del tipo sea “sin desconocer la
autoridad del gobierno legalmente constituido”, implica una valoración subjetiva,
que no depende de la voluntad del sujeto activo, pues se trata de una condición
que depende de la posición del análisis del hecho, de acusado o de acusador, ya
que no están definidos los límites de la acción de desconocer o no a la autoridad
del gobierno de turno, vulnerando de esa manera los principios de legalidad y de
taxatividad de la norma penal reconocidos constitucionalmente.

De igual manera, el hecho de que la tipificación del delito en cuestión establezca


que la responsabilidad de una persona no se centre en su actuar objetivo o
subjetivo, sino en un hecho: “sin desconocer la autoridad del gobierno legalmente
constituido”, determina que la persecución penal de la población no dependa de
una acción en concreto ni del sujeto activo del delito, sino de la interpretación
subjetiva que realicen los aparatos de persecución penal, de lo que estos
entiendan por desconocer o no un gobierno y si ese gobierno está o no

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legalmente constituido; lo que es contrario a los principios constitucionales antes
indicados.

Por otra parte, la tipificación del delito de sedición analizado, cuando establece
como conductas sancionables los que se “alzaren públicamente y en abierta
hostilidad para deponer a algún funcionario o empleado público” no delimita ni
pone claros los hitos que definen lo que se entiende penalmente por “alzarse
públicamente” y “en abierta hostilidad” estas conductas genéricas, como están
tipificadas, no tienen un límite razonable, no son determinadas ni determinables y
una vez más todo depende de la visión subjetiva de los aparatos de persecución
penal estatal y no específicamente de las acciones del sujeto activo del delito;
extremos, que vulneran el orden constitucional y los estándares internacionales
reconocidos convencionalmente por el Estado Plurinacional de Bolivia a momento
de ejercer su capacidad punitiva.

De lo explicado se puede evidenciar, que el tipo penal de sedición, al no


especificar qué entiende por alzamiento, al no definir razonablemente las acciones
denominadas hostiles ni establecer la magnitud o parámetros con los que
delimitará lo públicos y abiertos que deben ser los actos que pretende sancionar
como alzamiento hostil, viola los principios de legalidad y taxatividad y la garantía
de culpabilidad.

Por otra parte, la tipificación en estudio vulnera la libertad de pensamiento y la


libertad de expresión; toda vez que, permite la persecución penal de esas
libertades, ignorando que, en tanto las expresiones de opinión y de pensamiento,
se mantengan como tales, aún se las exprese por cualquier medio, no deben ser
perseguidas, tipificadas ni sancionadas penalmente, como se hace en la
inapropiada tipificación del art. 123 del CP, que al no tipificar acciones, y con su
grado de generalidad, hace que las ideas y la simple expresión de las mismas
puedan ser entendidas como una forma de alzamiento hostil, público y abierto en
contra de un gobierno.

2) Por tipificar: “…los que sin desconocer la autoridad del gobierno legalmente
constituido, (…) oponerse al cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones
judiciales o administrativas …”

El problema central de esta tipificación, -referente a los que se opongan al


cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones judiciales o administrativas-,
radica en que es genérica y no taxativa, ni precisa y menos señala cuáles acciones
se entienden como penalmente reprochables.

El legislador no individualizó lo que se entiende por “oponerse”, ni dice si esa


opción es por la vía legal o no, por lo que bajo esta forma de tipificación,
cualquier acción puede justificar la persecución penal por oponerse al
cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones judiciales o administrativas, como
ser el hecho de manifestarse públicamente en desacuerdo con las mismas o
interponer un recurso de impugnación, una apelación o el ejercicio de cualquier

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acción de defensa contra las normas o resoluciones referidas; circunstancia que
vulnera directamente los principios de legalidad, taxatividad y culpabilidad
consagrados constitucionalmente.

3) Al tipificar que “…los que sin desconocer la autoridad del gobierno legalmente
constituido, (…) ejercer algún acto de odio o de venganza en la persona o
bienes de alguna autoridad o de los particulares…”.

Más allá de la valoración subjetiva de que un acto se funde u origine en el odio o


la venganza, el tipificar como delito de sedición “algún acto”, evidencia que esa
tipificación es irracional, injustamente irrestricta e imprecisa y por ser tan amplia,
rompe con los principios señalados, al calificar penalmente perseguible “algún
acto” de los ciudadanos, lo que da lugar a su inconstitucionalidad.

El Estado se comprometió constitucionalmente a no tipificar conductas en forma


tan abierta e irrestricta, el hecho que se hubiera incurrido en ello, al tipificar el
delito de sedición no debe tener otra respuesta que la declaratoria de
inconstitucionalidad.

Por otra parte, los calificativos de “venganza” y “odio”, si bien pueden ser parte de
una tipificación penal, en esta norma no aportan a la claridad de esa tipificación,
pues no vinculan esos conceptos con los elementos subjetivos del tipo, en forma
taxativa e inequívoca. La redacción analizada deja a la subjetividad de los
aparatos de persecución penal del Estado el definir si ese acto es de odio o
venganza. La falta de claridad de la norma analizada, vulnera los principios de
culpabilidad, taxatividad y legalidad, pues la formulación estricta y restrictiva de
los tipos penales es una garantía que tiene toda persona frente a los abusos del
Estado y sus aparatos de persecución penal.

4) Al calificar que “…los que sin desconocer la autoridad del gobierno legalmente
constituido, (…) trastornar o turbar de cualquier otro modo el orden público”.

Una limitación del art. 123 del Código Penal, es que no especifica las conductas
que persigue penalmente, haciéndolo impreciso, nada taxativo y contrario a los
preceptos constitucionales, tal situación también se da cuando califica como una
conducta típica el “trastornar o turbar de cualquier otro modo el orden público”, lo
que conlleva que ante la falta de precisión, y ser la redacción demasiado amplia y
genérica, cualquier conducta humana, la que fuere, pueda ser perseguida
penalmente como delito de sedición; lo cual torna el tipo penal en arbitrario, pues
viola el orden legal y constitucional, y resulta contrario a las exigencias
constitucionales establecidas por el principio de taxatividad, y las garantías de
materialidad y de culpabilidad.

De igual manera, esa redacción genérica, tiene como efecto que cualquier idea,
pensamiento o expresión de opinión pueda ser perseguida bajo la amplia
tipificación del delito de sedición; vulnerando también este tipo penal, el derecho
fundamental al libre pensamiento como el derecho a la libertad de expresión, ya

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que bajo la simple excusa de que una idea o expresiones de ella, estas puedan
trastornar el orden público, entonces los aparatos de persecución penal estatal
pueden exitosamente perseguir y sancionar penalmente a un ciudadano.

Como se expuso en todos los incisos anteriores, es contrario a la Constitución el


tipificar delitos en forma tan amplia e irrestricta, al punto de violar el principio de
legalidad, pues la norma penal termina admitiendo que se persiga cualquier
conducta bajo el libre albedrío de los aparatos de persecución penal o de los
grupos gobernantes; resultando que la tipificación del delito de sedición, no sólo
vulnera los preceptos constitucionales bolivianos, sino los estándares
convencionales internacionales.

Conforme lo establecido por la CIDH en el caso Herrera Ulloa contra Costa Rica,
sentencia de 2 de julio de 2004, la tipificación que se hace del delito de sedición
en el ordenamiento jurídico boliviano no cumple con el estándar de necesidad,
razonabilidad y mínima restricción, por lo que debe ser declarado inconstitucional.

b) Inconstitucionalidad del art. 133 (terrorismo) del Código Penal


(modificado por el parágrafo I del art. 2 de la Ley 170 de 9 de
septiembre de 2011) por vulneración de los principios de legalidad y de
taxatividad

Para analizar la inconstitucionalidad del referido tipo penal, debe tomarse en


cuenta la interpretación efectuada por la Corte Interamericana de Derechos
Humano (Corte IDH) en la Opinión Consultiva (OC)-6/86 de 9 de mayo de 1986,
respecto al art. 30 de dicha Convención, en el punto 32; en el caso Velásquez
Rodríguez contra Honduras, Sentencia de 29 de julio de 1988. En cuanto a las
leyes antiterroristas, los Casos de García Asto y Ramírez Rojas contra Perú,
Sentencia de 25 de noviembre de 2005 y el de Norín Catrimán y otros; resultando
sus fundamentos aplicables a la inconstitucionalidad de los delitos de sedición; así
como, de terrorismo, por vulnerar derechos y garantías constitucionales y
convencionales; así como, la jurisprudencia de la Corte IDH y los parámetros
establecidos internacionalmente para la regulación del tipo penal de terrorismo,
tipificado en el art. 133 del CP y sus modificaciones, como se explica a
continuación.

i) Al tipificar que “…el que formare parte, actuare al servicio o colaborar de


cualquier forma …”

Dicha redacción es contraria a la Constitución Política del Estado y a los preceptos


convencionales que la complementan y viola los principios de legalidad y
taxatividad al igual que los valores constitucionales de igualdad, armonía,
equilibrio, igualdad de oportunidades, equidad social, bienestar común,
responsabilidad y justicia social para vivir bien; puesto que, la tipificación penal
realizada, respecto de la acción en estudio, no es taxativa, clara, unívoca,
inequívoca, no señala acciones concretas ni establece inequívocamente cada
conducta, acción u omisión en forma expresa, que implique “formar parte”

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“actuare al servicio” o “colabore” con una organización armada, más si el tipo
penal establece que dichas generalidades se las puede realizar “de cualquier
forma”, sin indicar cuáles son esas formas como exigen los principios señalados.

Esta tipificación tan abierta, genérica e imprecisa, no responde a los estándares


internacionales aplicables en Bolivia y permite al libre albedrío de las entidades
estatales encargadas de la persecución penal, para incluso definir los límites de
las acciones descritas. Se advierte que la indicada norma y sus modificaciones no
establecen que el sujeto activo del tipo penal deba tener necesariamente
conocimiento de que se trata de una organización armada cuyo destino es
precisamente cometer ciertos delitos y subvertir el orden constitucional, con el
objeto de deponer al gobierno elegido constitucionalmente, mantener en estado
de alarma o pánico colectivo a la población o a un sector de ella; lo que viola los
principios ya señalados y las normas constitucionales que los contienen.

ii) Al calificar que: “El que formare parte, actuare al servicio o colabore de
cualquier forma…”

Esta tipificación también es amplia e irrestricta, que implica que todas las formas
de participación criminal se convierten en autoría, más allá del grado efectivo de
participación de una persona; es decir, que cualquier acto podría servir para
sancionar a una persona por este delito y convertir a cualquier partícipe en autor,
lo que es contrario al principio de culpabilidad, que establece que toda persona
sólo puede ser sancionada por lo que hizo.

Por consiguiente, esta tipificación incumple su esencia de ser un límite al poder


punitivo del Estado y tiene como efecto dejar en indefensión al ciudadano
boliviano; resultando igualmente contrario a las garantías constitucionales de
materialidad, taxatividad y legalidad, a la normativa interna y a los convenios
internacionales en la materia, a más de los derechos reconocidos en los arts. 7, 8
numerales 2 y 9 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos y
art. 14.III y IV de la CPE.

El párrafo analizado, vulnera también los derechos constitucionales a la libertad de


pensamiento, a la libertad de expresión y a la libertad de asociación, puesto que
la generalidad y falta de taxatividad ya anotada, tiene como efecto permitir que
los órganos de persecución penal del Estado hostiguen penalmente a personas
por las ideas que tienen, las opiniones que viertan a favor o en contra de una
determinada ideología, o por el simple hecho de estar asociadas para un fin, que
para el poder estatal gobernante, sea considerado peligroso a sus intereses, o que
impliquen a su entender que forman parte, actúan o colaboran de cualquier forma
con una organización armada y que tiene los destinos y fines descritos en el art.
133 del CP.

La posibilidad de que la manifestación de una idea o pensamiento pueda ser


tipificada como terrorismo; posibilidad que permite el citado artículo, prueba su

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inconstitucionalidad por vulnerar el derecho al libre pensamiento consagrado en el
art. 21.3 de la CPE y los pactos y declaraciones internacionales.

Por otra parte, la forma en que está tipificado el delito de terrorismo en Bolivia,
fue objeto de amplias críticas, por restringir indebidamente el derecho a la libertad
de asociación de quienes objeten las políticas gubernamentales o tengan
opiniones distintas y por la flexibilidad de catalogar a una organización como
terrorista y criminalizar la sola membresía o vinculación con la misma. Al respecto
el informe de 2006 del “Special Rapporteur on the promotion and protection of
human rights and fundamental freedoms while countering terrorism”, consideró
que las prohibiciones genéricas de asociaciones constituyen una limitación al
derecho de asociación, debiendo limitarse su existencia a través del derecho
penal, sólo cuando éstas recurren al uso extremo de la violencia contra las
personas; es decir, a tácticas de terrorismo.

iii) Al calificar que: “con una organización armada destinada a cometer delitos
contra la seguridad común, delitos contra la vida o delitos contra la integridad
corporal, con la finalidad de subvertir el orden constitucional, deponer al gobierno
elegido constitucionalmente, mantener en estado de alarma o pánico colectivo a
la población o a un sector de ella…”

Este artículo, en ninguna parte establece que el sujeto activo del mismo debe
saber o tener conocimiento cabal de que la organización de la que forma parte,
actúa al servicio o colabora “de cualquier forma”, o armada, para los fines que
describe la norma glosada; con lo que vulnera el principio de legalidad y
taxatividad reconocidos por la Constitución Política del Estado. Una falencia
principal del tipo penal cuestionado, radica en que en su formación típica
establece que la reprochabilidad de la conducta del sujeto activo no depende de
él, ni de su consentimiento, ni su actuación u omisión es la que le genera
responsabilidad penal, ya que aunque no se le sanciona por terrorismo por meras
consideraciones que pudieran hacer los aparatos de persecución penal estatal o el
propio Estado a través de sus diferentes órganos; por tanto, no cumple su función
de impedir los abusos del poder estatal.

Por otra parte, el tipo del delito de terrorismo, en su parte final, al señalar que
“sin perjuicio de la pena que le corresponda si se cometieren tales
delitos”, da lugar a interpretar que admite la posibilidad de que los delitos contra
la seguridad común, la vida y la integridad corporal, no se cometan
necesariamente; es decir, que no sean delitos de resultado, lo que es contrario al
principio de culpabilidad que basa su estándar en que del actuar de las personas
depende su responsabilidad penal, y no como en este caso, de su condición de
asociado a una organización criminal o no.

De lo expuesto, la tipificación señalada, al permitir que una persona pueda ser


perseguida penalmente por cualquier forma de participación, reduciendo la carga
probatoria a la sola calificación de la pertenencia o membresía, sin que sea
necesaria una prueba del elemento de intencionalidad respecto del propósito

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criminal común, es contraria a los principios de legalidad, taxatividad y
culpabilidad y vulnera los principios, derechos y garantías constitucionales
reiteradamente citados; así como, los Convenios internacionales sobre Derechos
Humanos, de los que Bolivia es parte, correspondiendo también citar el caso
Herrera Ulloa contra Costa Rica, Sentencia de 2 de julio de 2004, sobre cuya base
se concluye que el delito de terrorismo en nuestro ordenamiento jurídico, no
cumple con el estándar de necesidad, razonabilidad y mínima restricción
establecidos en dicho fallo, por lo que debe ser declarado inconstitucional al
vulnerar además tratados internacionales en materia de Derechos Humanos que
el estado boliviano se comprometió a cumplir; y así garantizar el respeto a la
Constitución y al orden jurídico.

En mérito a lo desarrollado, pidieron se declare la inconstitucionalidad de los tipos


penales contenidos en los artículos impugnados del Código Penal boliviano y sus
modificaciones.

I.2. Admisión y citaciones

Por Auto Constitucional 0095/2020-CA de 3 de junio, cursante de fs. 77 a 96, la


Comisión de Admisión de este Tribunal, admitió la acción de inconstitucionalidad
abstracta planteada por Adriana Salvatierra Arriaza, Senadora; y Sonia Silvia Brito
Sandoval, Juana Quispe Ari y Franklin Richard Flores Córdova, Diputados, todos
de la Asamblea Legislativa Plurinacional, disponiendo que sea puesta en
conocimiento de Mónica Eva Copa Murga, Presidenta en ejercicio de la Asamblea
Legislativa Plurinacional, como representante del Órgano emisor de la norma
impugnada, a objeto de su apersonamiento y formulación de alegatos. La
diligencia al Presidente de la Asamblea Legislativa Plurinacional, se cumplió el 24
de noviembre de 2020, cual consta a fs. 215.

I.3. Alegaciones del personero de la institución que generó la norma


impugnada

Oscar Choque Calle, en virtud del Testimonio de Poder 0643/2020 de 19 de


noviembre, en representación legal de David Choquehuanca Céspedes,
Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia y Presidente de la Asamblea
Legislativa Plurinacional, se apersonó al proceso, señalando en sus alegatos lo
siguiente:

Por disposición del art. 164.II de la CPE que dispone: “La Ley será de
cumplimiento obligatorio desde el día de su publicación, salvo que en ellas
establezca un plazo diferente para su entrada en vigencia…”; las normas
únicamente se aplican a los hechos y situaciones acaecidos durante su vigencia, lo
que hace necesario establecer cuáles son los momentos de inicio y fin de su
vigencia.

Con relación al art. 133 del Código Penal, según el texto de la Ley 1768 de 10 de
marzo de 1997, modificado por Ley 170 de 9 de septiembre de 2011, cuya

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inconstitucionalidad se solicita, se establece que fue nuevamente modificado por
Ley 262 de 30 de julio de 2012, con una nueva redacción. En virtud a ello, la
acción incoada, está direccionada contra un artículo que fue modificado a través
de la Ley 262 citada, misma que derogó la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011;
por ende, se encuentra fuera del ordenamiento jurídico nacional, siendo
impertinente y sin relevancia jurídica, entrar al análisis de constitucionalidad de
una norma que no genera consecuencia jurídica. En ese sentido se pronunció la
SCP 0532/2012 de 9 de julio de 2012. En consecuencia, el tipo penal de
terrorismo, modificado por la referida Ley 262, no vulneró la libertad de asociación
con fines lícitos y responde claramente a la voluntad del legislador y del espíritu
democrático del Estado Boliviano.

Respecto al art. 123 del CP, lo alegado por la parte accionante carece de
fundamentación, y que no justifica la conexitud de la supuesta vulneración de esa
norma, respecto de los arts. 109.II, 116.II, 410.I de la CPE, ni del art. 22.1 del
PIDCP; toda vez que, no es suficiente mencionar los artículos constitucionales
supuestamente vulnerados, sino argumentar de qué forma la norma objetada
contradice o violenta un precepto constitucional específico como los citados,
contrariando así lo previsto en el art. 24.I.4 del Código Procesal Constitucional
(CPCo).

Por otra parte, referente al indicado artículo 123 del CP, que tipifica el delito de
sedición, sobre la supuesta ambigüedad de la frase “sin desconocer la autoridad
de gobierno legalmente constituido”, hizo una explicación doctrinal sobre lo que
se entiende por gobierno legalmente constituido, señalando que el origen
constitucional del mismo se encuentra en la soberanía popular, expresada en el
voto universal. En ese orden, si se desconoce al gobierno legalmente constituido,
se desconoce la soberanía del pueblo que es su causa y su sustancia.

Sobre la frase “alzaren públicamente y en abierta hostilidad, para deponer a algún


funcionario o empleado público”, -que los accionantes consideran genérica y que
da lugar a la subjetividad de su análisis-, determinó que en materia penal
“alzamiento” considera sólo los actos violentos que denoten insurrección,
sublevación o subversión, por lo que es justificable su tipificación para mantener
la tranquilidad pública y paz social.

Con relación al derecho a la libertad de expresión ligada a la libertad de


pensamiento, señaló que puede haber restricción de la libertad de expresión para
la protección de la seguridad nacional y el orden público; es más, en otros países
enmarcan la libertad de expresión bajo ciertas restricciones, como es el caso
Colombiano. Que ambas libertades gozan de pleno respeto por el Estado
Boliviano, puesto que el tipo penal de sedición no busca limitar derechos,
libertades y garantías constitucionales, al contrario, lo que busca es evitar la
fragmentación del estado y la alteración del orden público; existiendo la necesidad
de la existencia del tipo penal de sedición, como un precepto de protección al
orden público y la seguridad nacional, que son obligación del Estado.

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La SCP 0082/00 de 14 de noviembre y la SCP 0015/2013 de 3 de enero,
establecen la previsión de mantener la seguridad jurídica a momento de
interpretar una “norma constitucional” (sic), en el entendido de que si se dispone
la expulsión de un precepto legal, se generaría un caos jurídico, más si se trata de
un delito como es la sedición, que tiene como bien jurídico protegido, la seguridad
interior del estado, que implica mantener la paz social y tranquilidad pública,
derivada de la unidad del estado.

En mérito a lo expuesto, solicitó que la sentencia declare constitucional el


art. 123 del CP; e improcedente respecto a la acción interpuesta contra el
art. 133 del mismo Código, al haber sido modificado.

I.4. Trámite procesal en el Tribunal Constitucional Plurinacional

Mediante Decreto Constitucional de 23 de febrero de 2021, se suspendió el plazo


a objeto de recabar documentación complementaria, reanudándose el mismo a
partir del día siguiente de la notificación con el Decreto Constitucional de 11 de
febrero de 2022, por lo que la presente Sentencia Constitucional Plurinacional es
emitida dentro del plazo legal.

II. CONCLUSIONES

Con la finalidad de ingresar a realizar el juicio de constitucionalidad, corresponde


determinar cuáles son las normas consideradas inconstitucionales y cuáles las
normas constitucionales consideras infringidas:

II.1. Normas del Código Penal consideradas inconstitucionales

Artículo 123. (SEDICIÓN). Serán sancionados con reclusión de uno (1) a tres (3) años
los que sin desconocer la autoridad del Gobierno legalmente constituido, se alzaren
públicamente y en abierta hostilidad, para deponer a algún funcionario o empleado
público, impedir su posesión u oponerse al cumplimiento de leyes, decretos o
resoluciones judiciales o administrativas, ejercer algún acto de odio o de venganza en la
persona o bienes de alguna autoridad o de los particulares o trastornar o turbar de
cualquier otro modo el orden público.
Los funcionarios públicos que no hubieren resistido una rebelión o sedición por todos los
medios a su alcance incurrirán en reclusión de uno (1) a dos (2) años.

Artículo 133

Según la Ley de Modificaciones al Código Penal -Ley 1768 de 10 de marzo de


1997- y la modificación realizada mediante el parágrafo I del art. 2 de la Ley 170
de 9 de septiembre de 2011), el art 133 del CP, contiene el siguiente texto:

Artículo 133.- (Terrorismo) (Artículo modificado). El que formare parte, actuare


al servicio o colabore de cualquier forma, con una organización armada destinada a
cometer delitos contra la seguridad común, delitos contra la vida o delitos contra la
integridad corporal, con la finalidad de subvertir el orden constitucional, deponer al

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gobierno elegido constitucionalmente, mantener en estado de alarma o pánico
colectivo a la población o a un sector de ella, será sancionado con presidio de quince
(15) a veinte (20) años, sin perjuicio de la pena que le corresponda si se cometieran
tales delitos.

Posteriormente, la disposición adicional segunda de la Ley número 262 de 30 de julio


de 2012, modificó art.133 del Código Penal, precedentemente referido, derogó y
abrogó toda norma contraria a ella, quedando redactado con el contenido que sigue:

Artículo 133º.- (Terrorismo). (Vigente por Ley 262 de 30 de julio de 2012) El


que cometiere hechos punibles que constituyan delitos contra la seguridad común, la
salud pública y atentare contra la seguridad de los medios de transporte; la vida, la
integridad corporal, la libertad y la seguridad de Jefes de Estado extranjeros o de otras
autoridades que son internacionalmente protegidas en razón de sus cargos, con la
finalidad de intimidar o mantener en estado de alarma o pánico colectivo a la
población, a un sector de ella u obligar a un gobierno nacional, extranjero u
organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo; subvertir el
orden constitucional o deponer al gobierno elegido constitucionalmente, será
sancionado con presidio de quince (15) a veinte (20) años, sin perjuicio de la pena que
le corresponda si se cometieran tales hechos punibles.
También comete delito de terrorismo el que, se apoderare de una aeronave en vuelo o
buque mediante violencia, amenaza o cualquier otra forma de intimidación; el que
atente contra la vida o integridad de una persona internacionalmente protegida o
cometa un atentado violento contra locales oficiales, residencia particular o medio de
transporte de una persona internacionalmente protegida que pueda poner en peligro
su integridad física o su libertad; el que entregue, coloque, arroje o detone un
artefacto explosivo u otro artefacto mortífero en contra de un lugar de uso público, una
instalación pública o gubernamental, una red de transporte o instalación de
infraestructura pública, será sancionado con presidio de quince (15) a veinte (20) años.
Será sancionado con la misma pena el que promoviere, creare, dirigiere, formare parte
o prestare apoyo a una organización destinada a la realización de las conductas
tipificadas en el presente Artículo.
Las conductas que tengan por finalidad la reivindicación o ejercicio de derechos
humanos, derechos sociales o cualquier otro derecho constitucional, no serán
sancionadas como delito de Terrorismo.

II.2. Normas relacionadas con el art. 123 del Código Penal

Artículo 124. (Atribuirse los derechos del pueblo). Con la misma pena serán
sancionados los que formen parte de una fuerza armada o de una reunión de personas
que se atribuyeren los derechos del pueblo y pretendieren ejercer tales derechos a su
nombre.
Artículo 125. (Disposiciones comunes a los delitos de rebelión y sedición) En
caso de que los rebeldes o sediciosos se sometieren al primer requerimiento de la
autoridad pública, sin haber causado otro daño que la perturbación momentánea del
orden, sólo serán sancionados los promotores o directores, a quienes se les aplicará la
mitad de la pena señalada para el delito.
Artículo 126. (Conspiración). El que tomare parte en una conspiración de tres o
más personas para cometer los delitos de rebelión o sedición, será sancionado con la
pena del delito que se trataba de perpetrar, disminuida en una mitad.
Estarán exentos de pena los partícipes que desistieren voluntariamente antes de la
ejecución del hecho propuesto y los que espontáneamente impidieren la realización del
delito.

12
Artículo 127. (Seducción de tropas). El que sedujere tropas o usurpare el mando
de ellas o retuviere ilegalmente un mando político o militar, para cometer una rebelión
o una sedición, será sancionado con la mitad de la pena correspondiente al delito que
trataba de perpetrar.
II.3. Normas constitucionales consideradas infringidas

Artículo 13.IV

IV Los tratados y convenios internacionales ratificados por la Asamblea Legislativa


Plurinacional, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los
Estados de Excepción prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes
consagrados en esta Constitución se interpretarán de conformidad con los Tratados
internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia.

Artículo 14.
III. El Estado garantiza a todas las personas y colectividades, sin discriminación alguna, el
libre y eficaz ejercicio de los derechos establecidos en esta Constitución, las leyes y los
tratados internacionales de derechos humanos.
IV. En el ejercicio de los derechos, nadie será obligado a hacer lo que la Constitución y las
leyes no manden, ni a privarse de lo que éstas no prohíban.
Artículo 21. Las bolivianas y los bolivianos tienen los siguientes derechos:
3. A la libertad de pensamiento, espiritualidad, religión y culto, expresados en forma
individual o colectiva, tanto en público como en privado, con fines lícitos.
4. A la libertad de reunión y asociación, en forma pública y privada, con fines lícitos.
5. A expresar y difundir libremente pensamientos u opiniones por cualquier medio de
comunicación, de forma oral, escrita o visual, individual o colectiva.
Artículo 109
II Los derechos y sus garantías sólo podrán ser regulados por la ley
Artículo 116.II
II. Cualquier sanción debe fundarse en una ley anterior al hecho punible.
Artículo 256
I. Los tratados e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos que
hayan sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado, que declaren
derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, se aplicarán de manera
preferente sobre ésta.
II. Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a los
tratados internacionales de derechos humanos cuando éstos prevean normas más
favorables.
Artículo 410.
I. “Todas las personas, naturales y jurídicas, así como los órganos públicos, funciones
públicas e instituciones, se encuentran sometidos a la presente Constitución.
II. La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico boliviano y goza de
primacía frente a cualquier otra disposición normativa. El bloque de constitucionalidad
está integrado por los Tratados y Convenios internacionales en materia de Derechos
Humanos y las normas de Derecho Comunitario, ratificados por el país. La aplicación de
las normas jurídicas se regirá por la siguiente jerarquía, de acuerdo a las competencias de
las entidades territoriales:
1. Constitución Política del Estado.
2. Los tratados internacionales

13
3. Las leyes nacionales, los estatutos autonómicos, las cartas orgánicas y el resto de
legislación departamental, municipal e indígena
4. Los decretos, reglamentos y demás resoluciones emanadas de los órganos
ejecutivos correspondientes.”

II.4. Normas de los Instrumentos Internacionales consideradas


infringidas

Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre

Artículo IV
Toda persona tiene derecho a la libertad de investigación, de opinión y de expresión y
difusión del pensamiento por cualquier medio.
Artículo XXII
Toda persona tiene derecho de asociarse con otras para promover, ejercer y
proteger sus derechos legítimos de orden político, económico, religioso, social, cultural,
profesional, sindical o de cualquier otro orden.
Artículo XXV
Nadie puede ser privado de su libertad sino en los casos y según las formas
establecidas por leyes preexistentes.

Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos


Artículo 9.
1.Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales. Nadie podrá
ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser privado de su libertad,
salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento
establecido en ésta.
Artículo 18.
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión; este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las
creencias de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus
creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el
culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza.
2. Nadie será objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de
tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección.
3. La libertad de manifestar la propia religión o las propias creencias estará sujeta
únicamente a las limitaciones prescritas por la ley que sean necesarias para
proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos, o los derechos
y libertades fundamentales de los demás.
4. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de
los padres y, en su caso, de los tutores legales, para garantizar que los hijos reciban
la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

Artículo 22.
1. Toda persona tiene derecho a asociarse libremente con otras, incluso el
derecho a fundar sindicatos y afiliarse a ellos para la protección de sus intereses.
2. El ejercicio de tal derecho sólo podrá estar sujeto a las restricciones
previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés
de la seguridad nacional, de la seguridad pública o del orden público, o
para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los
demás. El presente artículo no impedirá la imposición de restricciones legales al

14
ejercicio de tal derecho cuando se trate de miembros de las fuerzas armadas y de la
policía.

Convención Americana Sobre Derechos Humanos

Artículo 7.2 Derecho a la Libertad Personal

Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las
condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Políticas de los Estados
Partes o por las leyes dictadas conforme a ellas.

Artículo 8. Garantías Judiciales


2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete,
si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal;
b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación
de su defensa;
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un
defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el
Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se
defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por la
ley;
f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de
obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan
arrojar luz sobre los hechos;
g) derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable, y
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
Artículo 9. Principio de Legalidad y de Retroactividad
Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de
cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede
imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito.
Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una
pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

Artículo 13. Libertad de Pensamiento y de Expresión

1.Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este


derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas
de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en
forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a
previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar
expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:
a) El respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o
b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la
moral públicas.

15
1. No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos,
tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para
periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la
difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir
la comunicación y la circulación de ideas y opiniones.
2. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la ley a censura previa con
el exclusivo objeto de regular el acceso a ellos para la protección moral de la
infancia y la adolescencia, sin perjuicio de lo establecido en el inciso 2.

3. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda


apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la
violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo
de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u
origen nacional.

Artículo 16. Libertad de Asociación

1. Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente con fines


ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales,
deportivos o de cualquiera otra índole.

2. El ejercicio de tal derecho sólo puede estar sujeto a las restricciones


previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en
interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o
para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades
de los demás.

III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

En la presente acción, se demanda la inconstitucionalidad de los arts. los arts. 123


y 133 del Código Penal (CP) el último -según Ley 1768 de 10 de marzo de 1997 y
la modificación realizada mediante el parágrafo I del art. 2 de la Ley 170 de 9 de
septiembre de 2011- por ser presuntamente contrarios a los arts. 13.IV; 14.III y
IV; 21.3.4 y 5; 109.II; 116.II; 256.I y II; 410.I y II de la CPE; IV, XXII y XXV de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 9.1, 18.I, 22.1 y 2
del PIDCP; 7.2, 8.2, 9, 13.1 y 16.1 y 2 de la CADH. Con el argumento que el tipo
penal de sedición previsto en el art. 123 del CP, no especifica las conductas que
persigue penalmente, por lo que es impreciso, nada taxativo y en consecuencia
contrario a los preceptos Constitucionales señalados, por vulnerar los principios de
legalidad, taxatividad materialidad de la acción y de culpabilidad, debido a que
cualquier conducta puede ser perseguida como acción típica. En cuanto a la
previsión contenida en el art. 133 (Terrorismo) del Código Penal, a criterio de la
parte accionante, resulta incompatible e infringe los principios de legalidad,
taxatividad, culpabilidad, reserva de ley, materialidad de la acción y por vulnerar
los derechos a la libertad de pensamiento, de expresión y a la libertad de
asociación, previstos en los artículos señalados como infringidos de la Constitución
Política del Estado, así como por ser contrario a los preceptos internacionales
referidos en la demanda.

16
La presente Sentencia Constitucional Plurinacional, desarrollará los siguientes ejes
temáticos: 1) Naturaleza jurídica de la acción de inconstitucionalidad abstracta,
Instrumentos internacionales y el Bloque de constitucionalidad, Supremacía
Constitucional; 2) Instrumentos internacionales, y el Bloque de constitucionalidad,
Supremacía constitucional; 3) Sobre el principio de legalidad penal y los
subprincipios de taxatividad y tipicidad; 4) Los derechos de libertad de expresión,
de pensamiento en relación con el principio de Materialidad o exterioridad de la
acción, y el derecho de asociación, y su ubicación en el bloque de
constitucionalidad; 5) Sobre la seguridad jurídica; 6) El ejercicio del control
normativo de constitucionalidad sobre normas que no se encuentran vigentes
(abrogadas o derogadas) cuestionadas de inconstitucionalidad; y, 7) Análisis del
caso concreto y test de constitucionalidad.

III.1. Naturaleza jurídica de la acción de inconstitucionalidad abstracta.

Las acciones de inconstitucionalidad se encuentran normadas por el art.


132 de CPE, que establece que: “Toda persona individual o colectiva
afectada por una norma jurídica contraria a la Constitución tendrá derecho
a presentar la Acción de Inconstitucionalidad, de acuerdo con los
procedimientos establecidos por la ley”.

Por su parte, el art. 72 del Código Procesal Constitucional (CPCo), dispone


que: “Las Acciones de Inconstitucionalidad son de puro derecho y tienen
por objeto declarar la inconstitucionalidad de toda norma jurídica incluida
en una Ley, decreto o cualquier género de resolución no judicial que sea
contraria a la Constitución Política del Estado, a instancia de las autoridades
públicas señaladas en el presente Código”.

En su art. 73 la referida norma procesal manifiesta que existen dos clases


de acciones de inconstitucionalidad:
1. Acciones de Inconstitucionalidad de carácter abstracto contra leyes,
estatutos autonómicos, cartas orgánicas, decretos, ordenanzas y todo género de
resoluciones no judiciales.

2. Acción de Inconstitucionalidad de carácter concreto, que procederá en el marco


de un proceso judicial o administrativo cuya decisión dependa de la
constitucionalidad de leyes estatutos autonómicos, cartas orgánicas, decretos,
ordenanzas y todo género de resoluciones no judiciales (las negrillas fueron
añadidas).

En el art. 74 del CPCo, se estipula que:

Están legitimadas y legitimados para interponer la Acción de Inconstitucionalidad


Abstracta la Presidenta o Presidente del Estado Plurinacional, cualquier miembro de
la Asamblea Legislativa Plurinacional o de los Órganos Legislativos de las Entidades
Territoriales Autónomas, las máximas autoridades ejecutivas de las Entidades
Territoriales Autónomas, así como la Defensora o el defensor del Pueblo.

17
El art. 78.I del CPCo dispone: “La sentencia podrá declarar la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de la Ley, Estatuto Autonómico,
Carta Orgánica, Decreto, ordenanza y cualquier género de resolución no
judicial…”

El art. 78.II.5. de la indicada norma procesal, dispone: “La


inconstitucionalidad de otros preceptos que sean conexos o concordantes
con la norma legal impugnada que deberán ser referidos de forma expresa,
en cuyo caso tendrán los mismos efectos que en lo principal”.

III.2. Instrumentos internacionales, y el Bloque de constitucionalidad,


Supremacía constitucional

Conforme al derecho internacional de los derechos humanos, cuando los


Estados pasan a ser parte de los tratados internacionales, convenciones,
pactos y declaraciones, asumen las obligaciones y deberes de respetar,
proteger y realizar los derechos humanos, así esa obligación significa que
los Estados no pueden interferir en el ejercicio y disfrute de estos derechos.
La obligación de protegerlos exige a los Estados partes impedir los abusos
contra los derechos humanos de personas y conjuntos de persona o
determinados grupos. La obligación de realizarlos obliga a los estados a
adoptar medidas positivas para proporcionar el disfrute de los derechos
humanos. Es así como los tratados, convenciones, pactos y declaraciones
en materia de derechos humanos pasan a formar parte del bloque de
constitucionalidad y constituyen medidas de análisis en los juicios de
constitucionalidad demandadas contra las normas internas.

Por medio de la ratificación de los tratados internacionales sobre derechos


humanos, los gobiernos se comprometen a promulgar y adoptar leyes y
medidas internas compatibles con estos. Cuando los procedimientos
judiciales nacionales no toman en cuenta los abusos contra los derechos
humanos, es posible presentar denuncias ante organismos a nivel regional
e internacional, que garantizan el respeto y cumplimiento de las normas
sobre derechos humanos en el plano local.

Al respecto la SC 0102/2003 de 4 de noviembre, sostuvo:

(…) conforme ha establecido este Tribunal Constitucional a través de la


interpretación integradora, los tratados, convenciones y declaraciones en materia
de derechos humanos forman parte del ordenamiento jurídico del Estado como
parte del bloque de constitucionalidad, entonces se convierten también en
parámetros del juicio de constitucionalidad de las disposiciones legales
impugnadas, en ese marco se pasa a someter a juicio de constitucionalidad las
disposiciones legales esgrimidas con las normas de los tratados, convenciones o
declaraciones internacionales invocados, como lesionados (…)

18
Posteriormente la SCP 1250/2012 de 20 de septiembre, tomando en cuenta
la jurisprudencia precedentemente señalada, establece que los tratados
internacionales deben entenderse:

(…) bajo una interpretación pro homine, sistemática e histórica que el concepto de
Constitución Política del Estado implica y conglomera a los Tratados de Derechos
Humanos que tienen un trato preferencial en el contexto constitucional en
referencia al resto de Tratados Internacionales.
Interpretación que al tenor del art. 13.IV de la CPE, establece: “Los derechos y
deberes consagrados en esta Constitución se interpretarán de conformidad con los
Tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia”,
integrándose además los razonamientos de las Sentencias de tribunales
internacionales en materia de derechos humanos al bloque de constitucionalidad
sea o no el Estado boliviano parte procesal en virtud a que se constituyen en
intérpretes oficiales de los tratados internacionales de derechos humanos. Así, la
SC 0110/2010-R sostuvo: “…se colige que inequívocamente las Sentencias
emanadas de la CIDH, por su naturaleza y efectos, no se encuentran por debajo ni
de la Constitución Política del Estado tampoco de las normas jurídicas infra-
constitucionales, sino por el contrario, forman parte del bloque de
constitucionalidad y a partir del alcance del principio de supremacía constitucional
que alcanza a las normas que integran este bloque, son fundamentadoras e
informadoras de todo el orden jurídico interno…”.
En todo caso el juez o tribunal, incluido claro está este Tribunal, debe elegir entre
el estándar normativo o jurisprudencial más alto, así el art. 256 de la CPE,
establece que:
I. Los tratados e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos
que hayan sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado,
que declaren derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, se
aplicarán de manera preferente sobre ésta.
II. Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a
los tratados internacionales de derechos humanos cuando éstos prevean normas
más favorables”.

En consecuencia, conforme al bloque de constitucionalidad reconocido en el


art. 410.II de la CPE, el Tribunal Constitucional Plurinacional vela por la
supremacía constitucional entendida como la expresión más importante del
concepto de soberanía; sobre la que se organiza el Estado de derecho y se
estructuran las relaciones internas e internacionales de un Estado,
encontrándose obligado a realizar el control de convencionalidad en el
conocimiento de causas sometidas a su conocimiento al haber suscrito y
ratificado la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
observancia del principio pacta sunt servanda.

Los tratados Internacionales de Derechos Humanos y las normas de


Derecho Comunitario se integran al derecho interno y sirven como
parámetro para la interpretación de las normas y efectivizar los derechos
fundamentales, en relación a los principios pro persona o pro homine, pro
actione, favor debilis, de progresividad, favorabilidad, proporcionalidad,
prevalencia del derecho sustancial sobre el formal, el de preferencia y
eficacia de los derechos humanos, entre otros, buscando aquella

19
interpretación que optimice más un derecho fundamental, dejando de lado
interpretaciones restrictivas dirigidas a negar su efectividad.

III.2.1. Sobre el bloque de constitucionalidad y su incidencia sobre la


interpretación de los derechos fundamentales

La Constitución y las normas del bloque de constitucionalidad constituyen


entonces una unidad, que fundamenta el sistema jurídico nacional, en la
que rigen los principios de favorabilidad y progresividad previamente
citados, y que se encuentran reconocidos en los arts. 13.IV y 256 de la CPE.

Al concluir que los principios rectores en la interpretación son los de


favorabilidad y progresividad, implica que existe un deber de que esta
tarea interpretativa sea acorde a los tratados de derechos humanos, tal y
como la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Plurinacional lo ha
establecido en su SCP 0572/2014 de 10 de marzo en su Fundamento
Jurídico III.2, determinó lo siguiente:

En ese ámbito, debe hacerse mención a los arts. 13 y 256 de la CPE, que
introducen dos principios que guían la interpretación de los derechos
fundamentales: la interpretación pro homine y la interpretación conforme a los
Pactos internacionales sobre Derechos Humanos. En virtud a la primera, los
jueces, tribunales y autoridades administrativas, tiene el deber de aplicar aquella
norma que sea más favorable para la protección del derecho en cuestión-ya sea
que esté contenida en la Constitución Política del Estado o en las normas del
bloque de constitucionalidad-y de adoptar la interpretación que sea más favorable
y extensiva al derecho en cuestión; y en virtud a la segunda (interpretación
conforme a los Pactos internacionales sobre Derechos Humanos), tienen el deber
de ejercer el control de convencionalidad, interpretar el derecho de acuerdo a
las normas contenidas en Tratados e Instrumentos Internacionales en
materia de Derechos Humanos ratificados o a los que se hubiere
adherido el Estado, siempre y cuando, claro está, declaren derechos más
favorables a los contenidos en la Norma Suprema; obligación que se extiende,
además al contraste del derecho con la interpretación que de él ha dado la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

Ello implica que, dentro del control normativo de constitucionalidad, los


principios rectores antes mencionados, obligan al intérprete a aplicar no
solamente los métodos tradicionales de interpretación del derecho (literal,
sistemático, histórico, lógico, teleológico, etc.), sino también criterios de
interpretación específicos de los derechos humanos incorporados por las
normas del bloque de constitucionalidad.

El principio de favorabilidad, en la dimensión interpretativa sostiene que


debe preferirse el sentido normativo más favorable al derecho fundamental
en cuestión, lo que implica que en el caso que una norma de carácter
interno contradiga una norma o estándar de derecho internacional de los
derechos humanos, debe aplicarse la norma más favorable y progresiva
para el derecho que esté en discusión.

20
Esto implica que la jurisprudencia constitucional y los estándares
internacionales del bloque de constitucionalidad, son fuente directa del
derecho, lo que define un rol de las autoridades jurisdiccionales en su labor
interpretativa, en la resolución de las causas sometidas a su conocimiento,
en las que no solamente tendrán como referencia la ley, sino que bajo esta
nueva visión de las fuentes jurídicas imperantes, debe aplicarse los
principios de interpretación de progresividad y de favorabilidad.
Esto tendrá un efecto en el control normativo, ya que el contraste de las
normas legales con las normas y valores constitucionales realizadas, ahora
se ven en la necesidad de ampliar su ámbito de control normativo, a partir
del “control de convencionalidad”, que tendría un carácter complementario
al control de constitucionalidad, a efecto de contrastar las normas, actos y
resoluciones internas con los Tratados y Convenios Internacionales sobre
Derechos Humanos, de los cuales forme parte el Estado y con la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derecho Humanos y los
estándares emitidos por el sistema universal. Al respeto, este tipo de
control de convencionalidad nace en la suscripción y ratificación de los
Pactos, Convenios y Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos,
debido a que los estados miembros de estos asumen obligaciones de
carácter internacional, que deben ser do obligatorio cumplimiento en el
orden interno, en el marco del Pacta Sunt Servanda (principio de buena fe
de los estados signatarios), consagrado desde el art. 27 de la Convención
de Viena sobre Tratados Internacionales. Similar contenido se advierte en el
art. 1.1 de la CADH que establece la obligatoriedad de los Estados partes de
respetaros derechos y libertades ahí contenidos y garantizar su libre y pleno
ejercicio sin discriminación alguna.

EL control de convencionalidad puede ser realizado respecto a las


disposiciones legales infraconstitucionales, y también puede ser aplicado
sobre las mismas normas constitucionales, en el marco precisamente del
principio de favorabilidad, conforme expresamente lo establece el parágrafo
II del art. 256, en los siguientes términos: “Los derechos reconocidos en la
Constitución serán interpretados de acuerdo a los tratados internacionales
de derechos humanos cuando éstos prevean normas más favorables”.

Dicho criterio fue recogido en la SCP 0032/2019 de 9 de julio, en el que se


determinó que el control de convencionalidad es una vía por la cual el
Estado boliviano cumple con su deber de adoptar y emprender todo lo que
se encuentra a su alcance para materializar los derechos fundamentales,
llegando incluso a la posibilidad extrema de inaplicar sus propias normas
constitucionales, para aplicar preferentemente normas que tengan un
contenido más favorable para tal efecto, lo que implica dejar sin efectos
jurídicos aquellas normas internas que contraríen estándares
internacionales o parámetros mínimos de reconocimiento de derechos

21
humanos, consagrados por el Sistema Interamericano de Protección de
Derechos Humanos1.
Por lo previamente discurrido, resulta claro que el Tribunal Constitucional
Plurinacional debe enmarcar su tarea interpretativa en el marco de los
precedentes interamericanos y su jurisprudencia, tanto dentro de su tarea
de protección y materialización de los derechos humanos, mediante la
revisión de las acciones tutelares, como dentro del control normativo de
constitucionalidad, sea este previo o posterior (Consultas y acciones de
inconstitucionalidad), aplicando el parámetro del principio de favorabilidad y
de interpretación conforme a los Pactos internacionales sobre Derechos
Humanos.

III.3. Sobre el principio de legalidad penal y los subprincipios de


taxatividad y tipicidad.

El principio de legalidad sustantiva en el ámbito penal; se refiere a la


máxima nullunm crimen, nulla poena sine praevia lege, En su sentido más
inclusivo, dicho principio incorpora: 1. el concepto de la irretroactividad
(nullum crimen, nulla poena sine lege praevia); 2. la prohibición de la
analogía (nullum crimen, nulla poena sine lege stricta); 3. el principio de
máxima taxatividad legal (nullum crimen, nulla poena sine lege certa); y 4.
el principio de reserva de ley (nullum crimen, nulla poena sine lege
scripta)2.

En lo concerniente a la normativa interna, el art. 116.II de la CPE consagra


al principio de legalidad como parte de las garantías jurisdiccionales al
establecer que “Cualquier sanción debe fundarse en una ley anterior al
hecho punible.”

Por su parte el art. 9 de la CADH, cuando refiere que:

Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de


cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede
imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito.
Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una
pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

El art. 9 del PIDCP que dispone “…Nadie podrá ser privado de su libertad,
salvo por las causas previstas por ley y de acuerdo al procedimiento
establecido en ésta”. Por su parte el art. XXV de la Declaración Americana

1
FJ III.2.2: en la SCP 0032/2019 refirió que: (…) el control de convencionalidad es entendido como una vía para que el Estado
boliviano cumpla con su deber de adoptar y emprender todo lo que se encuentra a su alcance para materializar el “corpus iuris”
de derechos humanos y evitar incurrir en responsabilidad internacional, incluso al grado de inaplicar su propia Norma Suprema,
aplicando preferentemente el “corpus iuris” de derechos humanos; todo esto, a partir de los arts. 13.IV y 256 de la CPE, que
consagran el efecto útil y la aplicación preferente de los instrumentos internacionales que declaren o desarrollen derechos
humanos de manera más favorable, como elementos de interpretación y aplicación, con el objeto de dejar sin efecto jurídico, en
el peor de los casos, aquella normativa interna contraria a aquel estándar o parámetro mínimo de reconocimiento y garantía de
derechos humanos consagrado por el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos.
2
Kreß, C. “Nulla poena nullum crimen sine lege”, en Max Planck Encyclopedia of Public International Law, 2010, párr. 1.

22
de los Derechos y Deberes del Hombre, prohíbe la privación de libertad y
establece su restricción únicamente en los casos y según las formas
establecidas en leyes preexistentes, instrumentos que exigen ley previa, y
específica al hecho punible.

La jurisprudencia constitucional, refiriéndose al principio de legalidad


sustantiva, en el Fundamento Jurídico III.2, de la SC 0062/2002 de 31 de
julio, señaló:
…el principio de legalidad en su vertiente penal (sustantiva), prohíbe que una
conducta, por reprochable que parezca y por mucho que lesione un derecho,
pueda conceptuarse como falta o delito, si la ley no la describe de manera taxativa
como tal. En este sentido, corresponde precisar si la conducta objeto del
juzgamiento se encuentra descrita en la ley o reglamento, y si la sanción que se
ha aplicado es la que corresponde, conforme al orden jurídico vigente.
(…)
…La realización material del principio de legalidad también viene condicionada por
la forma como se encare el proceso de subsunción de la conducta en el tipo
descrito por la norma sancionadora; pues, todo el andamiaje que importan las
garantías formales, quedarían reducidas a la nada, si fuera conforme a derecho,
aplicar un precepto distinto, al de la conducta atribuida o imputada.

Dicho entendimiento ha sido reiterado en la SCP 0770/2012 de 13 de


agosto3.

Refiriéndose al principio de taxatividad, la SC 0022/2006 de 18 de abril,


señala:

…Del principio de legalidad emerge el principio de taxatividad de la norma penal


o disciplinaria, que implica la suficiente predeterminación normativa de los
ilícitos y sus consecuencias jurídicas; pues la indeterminación supone una
deslegalización material encubierta.
(…)

3
En el F.J. III.2, se señala: Por su parte, el Tribunal Constitucional, a momento de precautelar el respeto y la vigencia del
principio de legalidad ha desarrollado el mismo en sus dos vertientes, en este sentido, a través de la SC 0062/2002 de 31 de
julio, precisó: "…el principio general de legalidad, como elemento esencial del Estado de Derecho, representa la materialización
de los valores fundamentales que este encarna; consiguientemente, se constituye en un presupuesto básico insoslayable de la
administración (realización) de la justicia, de que, siendo la ley expresión de la voluntad de sus destinatarios en materia
sancionatoria, se legitimiza sólo cuando la misma ha sido aprobada con las exigencias formales establecidas por el ordenamiento
superior: su Constitución. (...) el principio de legalidad en su vertiente procesal (garantía jurisdiccional), tiende a garantizar que
nadie pueda ser sancionado sino en virtud de un proceso desarrollado conforme a las reglas establecidas en el procedimiento en
cuestión, en el que se respeten las garantías establecidas por ley. (...) el principio de legalidad en su vertiente penal
(sustantiva), prohíbe que una conducta, por reprochable que parezca y por mucho que lesione un derecho, pueda conceptuarse
como falta o delito, si la ley no la describe de manera taxativa como tal. (…) "La realización material del principio de legalidad
también viene condicionada por la forma como se encare el proceso de subsunción de la conducta en el tipo descrito por la
norma sancionadora; pues, todo el andamiaje que importan las garantías formales, quedarían reducidas a la nada, si fuera
conforme a derecho, aplicar un precepto distinto, al de la conducta atribuida o imputada”.
En cuanto al principio de legalidad, de conformidad a lo previsto por el art. 180 de la CPE, el Tribunal Constitucional a través de
su SC 0275/2010-R de 7 de junio, ha señalado que: “…es un principio procesal de la jurisdicción ordinaria; al respecto este
Tribunal a través de la SC 0919/2006-R de 18 de septiembre, que a su vez citó a la SC 0062/2002 de 31 de julio, estableció que:
'el principio general de legalidad, como elemento esencial del Estado de Derecho' (...) en su vertiente procesal (garantía
jurisdiccional), tiende a garantizar que nadie pueda ser sancionado sino en virtud de un proceso desarrollado conforme a las
reglas establecidas en el procedimiento en cuestión, en el que se respeten las garantías establecidas por ley”.
En consecuencia, el Estado no puede castigar una conducta que no está descrita ni penada por la ley, cimentándose una doble
garantía: Por una parte, todas las personas conocen el ámbito de lo permitido y prohibido y, por la otra, el delincuente no puede
ser castigado más que por las acciones legalmente descritas y sólo con la pena correspondiente.

23
… exige que las conductas tipificadas como faltas disciplinarias, sean descritas
de forma que generen certeza, sin necesidad de interpretación alguna, sobre el
acto o conducta sancionada, así como sobre la sanción impuesta, pues la
existencia de un precepto sancionador sin la suficiente claridad del acto que
describe como lesivo a un bien jurídico protegido, puede dar lugar a que sean
las autoridades encargadas de aplicar dicho precepto quienes creen el tipo para
adecuarlo a la conducta procesada, lo que no coincide con los principios de
legalidad y debido proceso.

Entendimiento reiterado en las Sentencias Constitucionales Plurinacionales


0074/2017 de 24 de octubre y 0770/ 2012 de 13 de agosto, entre otras.

Posteriormente, en la SCP 0001/2019 de 3 enero4, refiriéndose a la


constitucionalidad y convencionalidad de los tipos penales abiertos, en los
que se describen elementos del tipo de forma indeterminada, estableció
que:

…los tipos penales abiertos no resultan contrarios a la Constitución


Política del Estado o inconvencionales, en relación al principio de
legalidad, en sus exigencias de ley cierta o principio de taxatividad penal
y del principio de tipicidad, en tanto la indeterminación sea de menor
intensidad en relación a los demás elementos del tipo penal, los cuales
permitan precisar su contenido, alcance y una interpretación razonable

Por su parte la Corte IDH, caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú 5 con
relación al principio de legalidad en su vertiente de máxima taxatividad,
señala:

…La Corte entiende que en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar
términos estrictos y unívocos, que acoten claramente las conductas punibles,
dando pleno sentido al principio de legalidad penal. Este implica una clara
definición de la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla
de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no
penales. La ambigüedad en la formulación de los tipos penales genera dudas y
abre el campo al arbitrio de la autoridad, particularmente indeseable cuando se
trata de establecer la responsabilidad penal de los individuos y sancionarla con
penas que afectan severamente bienes fundamentales, como la vida o la libertad…

En el caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú6 se precisa que:

4
En el F.J. III.1, se señala: Ahora bien, haciendo un contraste entre el principio de legalidad y los tipos penales abiertos, con las
características anteriormente señaladas, inicialmente podríamos afirmar que estos resultan contrarios a este principio,
especialmente en sus vertientes de tipicidad y taxatividad, que como ya se manifestó anteriormente, determina que los
elementos constitutivos de los tipos penales deben necesariamente estar descritos de forma clara, precisa y no incierta o
indeterminada; sin embargo, esta primera afirmación no se constituye en absoluta, por cuanto, existen tipos penales en los
cuales la descripción de la conducta disvaliosa no puede ser desarrollada de forma íntegra; y como consecuencia de ello, surge
su indeterminación, misma que podrá darse en mayor o menor intensidad, dependiendo de la conducta específica que se
pretenda describir; lo cual, no implica necesariamente que esta clase de normas penales sean constitucionalmente inaceptables;
empero, la indeterminación propia de los tipos penales con textura abierta, deben observar un límite[3] a efectos de ser
compatibles con el principio de legalidad, límites que están referidos principalmente al grado de indeterminación y en relación a
los demás elementos constitutivos del tipo penal que hagan viable una interpretación racional.
5
Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Sentencia de 30 de mayo de 1999, Fondo, Reparaciones y Costas, párr. 121.
6
Caso pollo rivera y otros vs. Perú, sentencia de 21 de octubre de 2016, fondo, reparaciones y costas, párr. 219.

24
…Es necesario que el ámbito de aplicación de cada uno de los tipos esté
delimitado de la manera más clara y nítida que sea posible, en forma expresa,
precisa, taxativa y previa7 . La calificación de un hecho como ilícito y la fijación de
sus efectos jurídicos deben ser preexistentes a la conducta del sujeto al que se
considera infractor pues, de no ser así, las personas no podrían orientar su
comportamiento conforme a un orden jurídico vigente y cierto, en el que se
expresan el reproche social y las consecuencias de éste8

Con relación al principio de tipicidad, en la SCP 0770/2012 de 13 de agosto,


se señala:

… el principio de tipicidad que desarrolla el principio fundamental «nullum crimen,


nulla poena sine lege», se aplica como la obligación de que los jueces y
tribunales apliquen la ley sustantiva debidamente enmarcando la
conducta del imputado exactamente en el marco descriptivo de la ley
penal a efectos de no incurrir en calificación errónea que afecte al
debido proceso y devenga en defecto absoluto insubsanable; (…)

…el Estado no puede castigar una conducta que no está descrita ni


penada por la ley, cimentándose una doble garantía: Por una parte, todas las
personas conocen el ámbito de lo permitido y prohibido y, por la otra, el
delincuente no puede ser castigado más que por las acciones legalmente descritas
y sólo con la pena correspondiente.

Por su parte la SCP 0228/2018-S2 de 28 de mayo, acotó que

…El principio de tipicidad es una de las manifestaciones esenciales del principio


de legalidad y exige la más estricta adecuación entre la conducta prohibida
descrita en el tipo y el hecho cometido por acción u omisión; es decir, supone la
imperiosa necesidad de predeterminación normativa de las conductas infractoras y
de las sanciones correspondientes.

En el Sistema Interamericano tanto la Comisión como la Corte


Interamericana han desarrollado los elementos de este principio: i) La
tipificación en términos precisos e inequívocos que definan el delito
sancionable; ii) El que no se pueda imponer una pena más grave que la
aplicable en el momento en que se cometió el delito; iii) El derecho a
beneficiarse de una sanción más leve se ésta ha sido adoptada en
legislación posterior a la comisión del delito.

Al respecto, se tiene que el art. 9 de la CADH, cuando refiere que:

Nadie puede ser condenado por acciones que en el momento de cometerse no


fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede imponer pena más
grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad
a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve el
delincuente se beneficiará de ella”. En relación con el art. 7 de la misma
Convención.

7
Cfr. Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas, supra, párr. 121; Caso Fermín Ramírez Vs. Guatemala. supra, párr. 90; y Caso
Norín Catrimán y otros (Dirigentes, miembros y activista del Pueblo Indígena Mapuche) Vs. Chile, supra, párr. 162.
8
Cfr. Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. supra, párr. 106, y Caso Norín Catrimán y otros (Dirigentes, miembros y activista
del Pueblo Indígena Mapuche) Vs. Chile. supra, párr. 161.

25
En ese orden se tiene el art. 9 del PIDCP que dispone:

…Nadie podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas previstas por ley y de
acuerdo al procedimiento establecido en ésta”. Por su parte el art. XXV de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, prohíbe la privación
de libertad y establece su restricción únicamente en los casos y según las formas
establecidas en leyes preexistentes, instrumentos que exigen ley previa, y específica
al hecho punible.

La calificación de un hecho como ilícito y la fijación de sus efectos jurídicos


deben ser preexistentes a la conducta del sujeto al que se considera como
infractor, pues de no ser así, las personas no podrán orientar su
comportamiento conforme al ordenamiento jurídico vigente y cierto, en el
que se exprese el reproche social y las consecuencias de este 9. La
elaboración de tipos penales supone una clara definición de la conducta
incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla de
comportamientos no punible o conductas ilícitas sancionables con medidas
no penales10; en el mismo contexto se precisó que “la tipificación de un
delito debe formularse en forma expresa, precisa, taxativa y previa, debido
a que el marco legal debe brindar seguridad jurídica al ciudadano11.

La Corte IDH recuerda de manera reiterada que “La ambigüedad en la


formulación de tipos penales genera dudas y abre el campo al arbitrio de la
autoridad, particularmente indeseable cuando se trata de establecer la
responsabilidad penal de los individuos y sancionarla con penas que afectan
severamente bienes fundamentales, como la vida y la libertad” 12. En
síntesis, el principio de legalidad es interpretado en el sentido de exigir a los
Estados parte que los delitos estén definidos sin ambigüedades.

Ahora, respecto al principio de legalidad, tenemos que la jurisprudencia


constitucional en cuanto al principio de legalidad en su vertiente penal
sustantiva, en la SC 0062/2002 de 31 de julio, señala:

…el principio de legalidad en su vertiente penal (sustantiva), prohíbe que una


conducta, por reprochable que parezca y por mucho que lesione un derecho,
pueda conceptuarse como falta o delito, si la ley no la describe de manera taxativa
como tal. En este sentido, corresponde precisar si la conducta objeto del
juzgamiento se encuentra descrita en la ley o reglamento, y si la sanción que se
ha aplicado es la que corresponde, conforme al orden jurídico vigente.

Posteriormente, la SCP 0001/2019 de 3 de enero sobre el principio de


legalidad y los subprincipios de taxatividad y tipicidad, desde una óptica de
la Corte IDH refirió que:

9
Caso Baena Ricardo y otros Vs Panamá, párr. 106; Caso Mohamed Vs Argentina párr. 131
10
Caso Castillo Pacheco Teruel y otros vs Honduras, parr. 105
11
Caso Usón Ramirez vs Venezuela, párr. 55
12
Caso Castillo Petruzzi vs. Perú, párr. 121

26
La Corte IDH, en su reiterada jurisprudencia comprendió el alcance y concepto del
principio de legalidad; así, en el Caso Pollo Rivera y Otros vs. Perú, en la Sentencia
de 21 de octubre de 2016 sobre Fondo, Reparaciones y Costas, en los párrafos
218 y 219, señala:
218. El principio de legalidad, según el cual “nadie puede ser condenado por
acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según
el derecho aplicable” (artículo 9 de la Convención), constituye uno de los pilares
de todo Estado de derecho. Un Estado de derecho sólo puede penar a alguien por
lo que haya hecho, pero nunca por lo que el autor sea y, por consiguiente, el
principio de legalidad y la derivada irretroactividad de la ley penal desfavorable
deben observarse por todos los órganos del Estado, en sus respectivas
competencias, particularmente cuando se trata del ejercicio de su poder punitivo.
219. La elaboración correcta de los tipos penales deberá cuidar siempre
definiciones claras de las conductas incriminadas, que fijen sus
elementos objetivos y subjetivos de modo que permita deslindarlas de
comportamientos no punibles o de otras conductas ilícitas sancionables
con medidas no penales. Es necesario que el ámbito de aplicación de
cada uno de los tipos esté delimitado de la manera más clara y nítida
que sea posible, en forma expresa, precisa, taxativa y previa. La
calificación de un hecho como ilícito y la fijación de sus efectos jurídicos deben ser
preexistentes a la conducta del sujeto al que se considera infractor pues, de no ser
así, las personas no podrían orientar su comportamiento conforme a un orden
jurídico vigente y cierto, en el que se expresan el reproche social y las
consecuencias de éste (Las negrillas son añadidas).
Por su parte, este Tribunal, en su amplia jurisprudencia constitucional emitida
respecto al principio de legalidad en materia penal, señaló que el mismo se
constituye en el límite penal para que nadie pueda ser condenado por la
perpetración de un hecho, si este no se encuentra descrito como figura delictiva,
con el establecimiento de su correspondiente consecuencia jurídica por una ley
anterior a su comisión; a su vez, subdividió este principio en los de taxatividad,
tipicidad, favorabilidad e irretroactividad; en lo que respecta a los dos primeros,
la SCP 0770/2012 de 13 de agosto, refiere:
El principio de legalidad se encuentra conformado a la vez por varios sub
principios, entre ellos, taxatividad, referido precisamente -valga la redundancia- a
la taxatividad de la norma procesal, e implica la suficiente predeterminación
normativa de los ilícitos y sus consecuencias jurídicas; pues la indeterminación
supone una deslegalización material encubierta; por otra parte se encuentra el
principio de tipicidad que desarrolla el principio fundamental 'nullum crimen, nulla
poena sine lege', se aplica como la obligación de que los jueces y tribunales
apliquen la ley sustantiva debidamente enmarcando la conducta del imputado
exactamente en el marco descriptivo de la ley penal a efectos de no incurrir en
calificación errónea que afecte al debido proceso y devenga en defecto absoluto
insubsanable (…)
Entendimientos convencionales que deben ser tomados en cuenta por los Estados
partes, para preservar el principio de legalidad.

III.3.1. El principio de legalidad y su relación con los tipos penales


abiertos

Los tipos penales cerrados y los tipos penales abiertos se diferencian de


acuerdo al mayor o menor margen de interpretación que presentan según
Welzel la regla general es que los tipos penales sean cerrados, deben

27
contener todos los elementos fundamentadores del injusto, de esa manera
la conducta que realiza el tipo penal -será antijurídica mientras no se
presente una causa de justificación, o se demuestre lo contrario.

En cambio, en los tipos penales abiertos, es el juez quien debe completar


el tipo por medio de una apreciación previa y judicial independiente y
criterio propio deducido de la ley.

Los tipos abiertos según Jescheck y Weingend son definidos como aquellas
disposiciones penales “en las que falta una imagen rectora de carácter
objetivo para completar el tipo”. 13

Consecuentemente, el tipo penal abierto no es todavía un indicio de


antijuridicidad de la conducta queda sujeta a la verificación judicial
positiva de los elementos especiales de antijuridicidad.

Por ello la doctrina penal se muestra poco dispuesta admitir la figura de los
tipos penales abiertos. Debido a que el tipo penal no puede ser neutral
respecto del injusto. Habitualmente, los tipos penales abiertos contienen
una cláusula general inserta en el tipo penal que le faculta al juez obrar con
cierta discrecionalidad para resolver si el hecho es típico o no. Casi
siempre las cláusulas generales son elementos de valoración global del
hecho, adelantan el análisis de la antijuridicidad al ámbito de la tipicidad.

En ese entendido, una cláusula general que transforma en abierto el tipo


penal de un delito, deja en manos del juez la valoración de la conducta y la
determinación si en función del contexto social de la acción esa conducta
resulta típica, tomando en cuenta el bien jurídico protegido.

Si bien respecto a esta teoría se encuentran corrientes que la justifican, el


Código Penal boliviano, como refiere la jurisprudencia en la SC 0038/2007
(citada al pie) introdujo escasos tipos de naturaleza abierta. De ahí que en
última instancia es posible que este tipo penal pueda ser analizado por el
control de constitucionalidad a la luz del principio de legalidad.
La jurisprudencia constitucional al respecto ha señalado en la
SC 0038/2007 de 7 de agosto que:

13
Hans Heinrich Jescheck Tomas Weigend, citando a Roxcin, traducción de Miguel Olmedo Cardenete, quinta Edición, Editorial
COMARES, p.264-265-2002. La teoría de los tipos abiertos sostiene que en derecho penal existen tipos de los que no pueden
deducir completamente sino tan sólo en parte, los elementos del injusto del delito correspondiente. La integración de los que se
encuentran ausentes debe ser llevada a cabo por medio de componentes positivos de la antijuridicidad que se encuentra fuera
del tipo. Los tipos abiertos son definidos como aquellas disposiciones penales “en las que falta una imagen rectora de carácter
objetivo para completar el tipo”. De modo que en la práctica no puede tener lugar de la mano del texto legal una diferenciación
entre el comportamiento prohibido y el permitido. Sin embargo, la teoría de los tipos abiertos debe ser rechazada, pues si el tipo
es entendido como tipo del injusto sólo puede ser concebido de un modo “cerrado”, porque de lo contrario le faltaría
precisamente su cualidad de tipo. Esto significa que el tipo debe contener sin excepción la totalidad de los elementos
determinantes del injusto de una modalidad delictiva y que la cuestión relativa a la antijuridicidad sólo puede ser determinada en
un sentido negativo, esto es, en el sentido de su exclusión por la intervención de causas de justificación. De todos modos, el
grado de precisión de la materia objeto de prohibición es distinto en cada disposición penal. Los elementos complementarios que
el juez consigue procedentes de juicios de valor general y de las relaciones con otros componentes constituyen, por otro lado,
partes integrantes del tipo para los que, prescindiendo del método por el que son obtenidos, no rigen especialidades.

28
…dada la pluralidad, complejidad y mutación de las relaciones intersubjetivas
surge la necesidad de contar con tipos penales abiertos, los que, sin
individualizar puntualmente la conducta punible, otorgan los elementos
necesarios para que la autoridad judicial califique los actos ilícitos en
cada caso concreto, lo cual por sí solo no vulnera el aludido principio de
legalidad; empero, no puede constituir la regla, debido a que una
generalización de tipos penales abiertos vulneraría el principio de
legalidad, debilitando la función garantizadora que se le atribuye. En ese
sentido asume la coexistencia tanto de los tipos penales cerrados como
abiertos en una medida interpretativa necesaria que no infrinja el
principio de legalidad14.

14
SC 0038/2007 de 7 de agosto FJ III.3. Sobre los tipos penales abiertos. - La doctrina reconoce los tipos penales
cerrados, como aquellos que con su sola descripción permiten determinar las conductas que deben ser consideradas
delictivas, asignándoles una pena; es decir, que en el precepto están contenidos con claridad y precisión, todos y cada
uno de los elementos constitutivos del tipo. En cambio, los tipos penales abiertos, son los que de manera general
describen conductas a las que se adscriben penas, dejando la individualización del ilícito penal en cada caso en
particular al juzgador, sobre la base de expresiones genéricas que brindan los elementos descriptivos y normativos
necesarios para individualizarla, labor que en la doctrina se conoce con el nombre de complementación del tipo.
En los tipos penales abiertos, el legislador no describe a cabalidad la conducta que debe ser considerada delictiva,
sólo una parte del tipo se encuentra legalmente detallada, dejando al juzgador la labor de adscribir si la conducta a
juzgar se acomoda a la previsión legal, a diferencia de lo que ocurre en los tipos penales en blanco, donde la
definición de la conducta, está remitida a otro ordenamiento jurídico de igual o menor jerarquía.
Zaffaroni en su “Tratado de Derecho Penal”, Parte General, tomo III, pág. 183, se refiere a “otra forma de apertura
típica” como aquellos casos donde el tipo penal contiene una descripción genérica de la conducta punible, pero la
limita o la circunstancia a través de ejemplificaciones, refiriéndose al caso de la estafa, donde en cuya descripción,
luego de enunciarse algunos ardides o engaños se agrega “cualquier otro”, lo que significa, según el citado autor, que
sólo pueden comprenderse como típicos los que tengan la misma entidad que los ejemplificados, como podría ser el
nombre supuesto, la calidad simulada, los falsos títulos, etc.
La existencia de los tipos penales abiertos se justifica en la imposibilidad del legislador de prever todas y cada una
de las conductas posibles que sean susceptibles de configurar un tipo penal, pues no es viable condensar en moldes
completos y perfectamente definidos toda la realidad sometida a regulación penal, dada la complejidad de las
relaciones sociales, siendo necesario establecer para ciertos casos, o mejor dicho en algunos tipos penales,
mecanismos que permitan al aparato sancionatorio acomodarse a las formas siempre cambiantes en las que puede
presentarse el delito, contrarrestando así toda pretensión de impunidad.
Por ello, tratándose de delitos estancos en los que los elementos constitutivos del tipo permanecen inmutables a toda
circunstancia exterior capaz de incidir sobre su configuración primigenia, es posible establecer tipos penales cerrados;
mientras que tratándose de delitos dinámicos, sujetos a las nuevas y siempre cambiantes contingencias de la realidad
social deben instituirse tipos penales abiertos, de lo contrario, muchas acciones y omisiones lesivas de los bienes
jurídicos quedarían sin protección penal.
Ahora bien, la observancia y el resguardo del principio de legalidad penal exigen contar con tipos penales
preferentemente cerrados, porque definen de forma cabal y hermética la acción u omisión que debe ser considerada
como delito; empero, dada la pluralidad y complejidad de las relaciones intersubjetivas y su constante mutación,
hacen surgir la necesidad de contar también con tipos penales abiertos, los que sin individualizar puntualmente la
conducta punible, otorgan los elementos necesarios para que la autoridad judicial califique los actos ilícitos en cada
caso concreto, lo cual por sí solo no vulnera el aludido principio, aunque sin embargo, no puede constituir en modo
alguno la regla, puesto que una generalización de tipos penales abiertos, violaría el principio de legalidad,
debilitando la función garantizadora que se le atribuye, por lo que en inicio se debe limitar la indeterminación a objeto
de no caer en la arbitrariedad y el subjetivismo al que la acción del juez podría llevar a tiempo de calificar los actos
que deben ser considerados como delito.
Nuestro Código Penal ha tenido el cuidado de no abundar en esta clase de tipos penales, puesto que los tipos penales
que podrían considerarse abiertos son escasos y se limitan a circunstancias en las que la tarea de prever todas y cada
una de las conductas imaginables resulta imposible, por ello en su técnica legislativa utiliza expresiones “cualquier otro
medio” en los arts. 207, 237, 338 y 351; “cualquier medio”, “forma”, “modo” o “manera” en los arts. 176, 208, 213,
214, 237, 271, 287, 292, 297; “cualquier otra ventaja” en los arts. 145, 158, 334; y otras expresiones como “y demás
profesionales”, “otra naturaleza”, etc., en las que dada la naturaleza del tipo, existe una indeterminada cantidad de
conductas en las que el delito de que se trate podría presentarse y donde resultaría imposible preverlas todas, sin que
por ello se viole el principio de legalidad, por cuanto en cada uno de los tipos aludidos, la ley penal hace la descripción
puntual de las conductas a ser consideradas punibles, citando algunas a manera de ejemplo y abriendo la posibilidad
de que la autoridad judicial, sin apartarse del tipo previamente definido, incluya otras en las que de manera
indubitable el indicado tipo se manifieste, piénsese por ejemplo en el tipo penal 326 inc. 1) del CP que tipifica el delito
de hurto agravado, que a tenor del precepto se comete cuando el apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble ajena
se produce con escalamiento, uso de ganzúa, llave falsa “u otro instrumento semejante”. De no existir la expresión
en último término señalada, muchísimas conductas quedarían en situación de indeseable impunidad, afectando
seriamente a la lucha contra la criminalidad.

29
Lo determinado por nuestra jurisprudencia implica que la elaboración
correcta de los tipos penales debe cuidar siempre que las definiciones de
las conductas incriminadas sean claras, en la que se fijen sus elementos
objetivos y subjetivos de modo que permita deslindarlas de
comportamientos no punibles o de otras conductas ilícitas sancionables con
medidas no penales. Ello tiene como consecuencia que su ámbito de
aplicación de cada tipo penal esté previamente delimitado de la manera
más clara posible, en forma expresa, precisa, taxativa.

La calificación de un acto u hecho como ilícito y la fijación de efectos


jurídicos (una sanción penal u administrativa), deben ser preexistentes a la
conducta del sujeto al que se le considere como infractor, ya que de no ser
así las personas no podrían orientar su comportamiento conforme al
ordenamiento jurídico vigente.

Respecto a los principios de taxatividad y tipicidad, la SCP 0770/2012 de 13


de agosto, refirió lo siguiente:

El principio de legalidad se encuentra conformado a la vez por varios sub


principios, entre ellos, el de taxatividad, referido precisamente -valga la
redundancia- a la taxatividad de la norma procesal, e implica la suficiente
predeterminación normativa de los ilícitos y sus consecuencias
jurídicas; pues la indeterminación supone una deslegalización
material encubierta; por otra parte se encuentra el principio de tipicidad
que desarrolla el principio fundamental “nullum crimen, nulla poena sine lege”,
se aplica como la obligación de que los jueces y tribunales apliquen la ley
sustantiva debidamente enmarcando la conducta del imputado exactamente
en el marco descriptivo de la ley penal a efectos de no incurrir en calificación
errónea que afecte al debido proceso y devenga en defecto absoluto
insubsanable…

Por lo previamente citado, resulta claro que el Estado, en materia penal, no


puede castigar una conducta que no está descrita ni penada por ley con
carácter previo, lo que se constituye en una doble garantía, por una parte
todas las personas conocen el ámbito de lo permitido y lo prohibido, y por
otra, el sujeto activo o el infractor, no puede ser castigado más que por las
acciones descritas y solo con la pena que le corresponda.

Ahora, la jurisprudencia se refirió a la relación existente entre el principio de


legalidad y los tipos penales abiertos, en la SCP 0001/2019 de 3 de enero, en
su Fundamento Jurídico III.1, se refirió a esta temática en los siguientes
términos:

Así, comprendido el principio de legalidad en materia penal, corresponde


señalar que dentro de la clasificación doctrinal de los diferentes tipos
penales, encontramos a los con textura abierta, que son aquellos que
utilizan expresiones con un contenido semántico amplio y de relativa
vaguedad; es decir, no desarrollan la conducta de manera específica,

30
pues la ley describe solo parte de las características de la conducta
penalmente reprochable; para Jescheck15: “…son tipos abiertos los
portadores de elementos valorativos de la figura legal cuya apreciación no
implique la antijuricidad de la conducta…”; para Roxin16 los tipos penales
abiertos contradicen la teoría del valor y la esencia de la prohibición del tipo,
pues no expresan al autor una norma de comportamiento clara y utilizable.

Ahora bien, haciendo un contraste entre el principio de legalidad y los


tipos penales abiertos, con las características anteriormente
señaladas, inicialmente podríamos afirmar que estos resultan
contrarios a este principio, especialmente en sus vertientes de
tipicidad y taxatividad, que como ya se manifestó anteriormente, determina
que los elementos constitutivos de los tipos penales deben necesariamente
estar descritos de forma clara, precisa y no incierta o indeterminada; sin
embargo, esta primera afirmación no se constituye en absoluta, por cuanto,
existen tipos penales en los cuales la descripción de la conducta
disvaliosa no puede ser desarrollada de forma íntegra; y como
consecuencia de ello, surge su indeterminación, misma que podrá
darse en mayor o menor intensidad, dependiendo de la conducta
específica que se pretenda describir; lo cual, no implica
necesariamente que esta clase de normas penales sean
constitucionalmente inaceptables; empero, la indeterminación propia
de los tipos penales con textura abierta, deben observar un límite17 a
efectos de ser compatibles con el principio de legalidad, límites que están
referidos principalmente al grado de indeterminación y en relación a los demás
elementos constitutivos del tipo penal que hagan viable una interpretación
racional.

Al respecto, es claro que el principio de legalidad no se verá afectado por


este tipo de normas penales, siempre y cuando estas normas permitan una
sana interpretación.

III.4. Los derechos de libertad de expresión, de pensamiento en relación


con el principio de materialidad o exterioridad de la acción; el
derecho de asociación; y su ubicación en el bloque de
constitucionalidad.

III.4.1. Sobre el derecho a la libertad de expresión

15
JESCHECK, Hans Heinrich, Tratado de Derecho Penal, Parte General. Mir Puig y Francisco Muñoz Conde. Vol. II, Barcelona
1981, pág. 336.
16
ROXIN, Claus, Teoría del Tipo Penal. De Palma, Buenos Aires-Argentina, 1979, pág. 135.
17
Razonamiento que fue desarrollado por la Corte Constitucional de Colombia en la Sentencia C - 091/17 de 15 de febrero de
2017; en la cual, refirió en el Fundamento 21, que: “…En el establecimiento de tipos penales y de sus correspondientes
sanciones, el legislador está vinculado al respeto del principio de tipicidad, de modo que la redacción de cada figura debe ser
clara, precisa e inequívoca, pues ello garantiza la libertad y el debido proceso (ii). En virtud de estos mandatos, están proscritos
los supuestos de hecho punibles, en todos sus elementos, así como las consecuencias jurídicas indeterminadas e imposibles de
determinar con razonable certeza (iii) […] los tipos penales en blanco solo son admitidos si la remisión que hacen a otras normas
permite determinar la conducta penalizada y si la norma objeto de remisión existe al momento de la necesaria integración del
tipo, es determinada, de público conocimiento y respeta los derechos fundamentales (iv). Así mismo, la validez constitucional de
los tipos abiertos está sujeta a que el margen de indeterminación sea moderado y a la disponibilidad de referentes para precisar
su contenido y alcance (v). Y, en general, la vaguedad y ambigüedad de las normas penales resulta admisible, conforme a la
garantía bajo análisis, solo si elementos objetivos habilitan de alguna manera distinguir lo prohibido de aquello que no lo está…”.

31
El derecho a la libertad de expresión, como todo derecho humano,
es universal, inalienable, indivisible e interdependiente; se trata de
un derecho a la que la jurisprudencia interamericana reconoce
triple función, puesto que: Este derecho tiene íntima relación con
la autonomía de la voluntad que resulta esencial para la realización
del ser humano; asimismo, es un derecho que tiene una función
instrumental, puesto que constituye una condición fundamental
para la democracia; y es imprescindible para el ejercicio de otros
derechos humanos.

El derecho a la libertad de expresión, como parte de los derechos


civiles, se encuentra reconocido en el art. 21. 5 y 6 de la CPE, que
establece que comprende el derecho: a) A expresar y difundir
libremente pensamientos u opiniones por cualquier medio de
comunicación, de forma oral, escrita o visual, individual o
colectiva; y, b) A acceder a la información, interpretarla, analizarla
y comunicarla libremente, de manera individual o colectiva.

Por su parte, el art. 106 de la CPE consagra la garantía del


derecho a la libertad de expresión, estableciendo que:

I. El Estado garantizara el derecho a la comunicación y el derecho a la


información.
II. El Estado garantiza a las bolivianas y los bolivianos el derecho a la
libertad de expresión, de opinión y de información, a la rectificación
y a la réplica, y el derecho a emitir libremente las ideas por cualquier
medio de difusión, sin censura previa.
III. El Estado garantizara a las trabajadoras y los trabajadores de la
prensa, la libertad de expresión, el derecho a la comunicación y a la
información.
IV. Se reconoce la cláusula de conciencia de los trabajadores de la
información.

También se encuentra reconocido por los instrumentos


internacionales; así La Convención Americana sobre Derechos
Humanos (CADH), reconoce el derecho a la libertad de expresión;
en su art. 13 señala que:

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de


expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y
difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o
por cualquier otro procedimiento de su elección.

Por su parte el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,


en su art. 19, establece: “Toda persona tiene derecho a la libertad
de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en

32
forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su
elección”.

A su vez, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del


Hombre, en su art. 4 reconoce el derecho a la libertad de
expresión señalando: “Toda persona tiene derecho a la libertad de
investigación, de opinión y de expresión y difusión del
pensamiento por cualquier medio”.

En cuanto al estándar de las dos dimensiones- individual y


colectiva- del contenido del derecho a la información, la opinión
consultiva OC-5/85 establece:

El artículo 13 de la CADH señala que la libertad de pensamiento y


expresión “comprende la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole [...]”. Esos términos establecen
literalmente que quienes están bajo la protección de la CADH tienen no
sólo el derecho y la libertad de expresar su propio pensamiento, sino
también el derecho y la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole. Por tanto, cuando se restringe
ilegalmente la libertad de expresión de un individuo, no sólo es el
derecho de ese individuo el que está siendo violado, sino también el
derecho de todos a “recibir” informaciones e ideas, de donde resulta que
el derecho protegido por el artículo 13 tiene un alcance y un carácter
especiales.5

Asimismo, el derecho a la libertad de expresión, conlleva a su vez


para el Estado las siguientes tres obligaciones: a) Respetar el
derecho, o abstenerse de interferir en el goce del mismo; b)
Proteger, o ejercer la diligencia debida a fin de prevenir, punir,
investigar y compensar el daño causado por personas o entidades
privadas; y, c) Dar cumplimiento al derecho, o tomar medidas
positivas o proactivas a fin de hacerlo efectivo.

Por su parte el art. 13.3 de La CADH, establece que:

No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios


indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de
papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y
aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros
medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y
opiniones

En suma, el derecho a la libertad de expresión comprende: i) El


derecho a expresar ideas, opiniones y emitir información de toda
índole; ii) El derecho a acceder, buscar y recibir información; y,
iii) El derecho a difundir informaciones e ideas por cualquier
medio de expresión.

33
La jurisprudencia constitucional prevista en la SCP 0614/2014 de
25 de marzo, citando la Opinión Consultiva 05/1985 de 13 de
noviembre y al referirse a la libertad de expresión y libertad de
pensamiento señaló que:

Efectivamente, debe hacerse mención a la Opinión Consultiva 05/1985 de


13 de noviembre, sobre la Colegiatura obligada de los periodistas, que al
efectuar la interpretación del art. 13 de la Convención Americana sobre
Derechos humanos, relativo al derecho a la libertad de expresión, señaló:
“30. El artículo 13 señala que la libertad de pensamiento y expresión
‘comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas
de toda índole...’ Esos términos establecen literalmente que quienes están
bajo la protección de la Convención tienen no sólo el derecho y la libertad
de expresar su propio pensamiento, sino también el derecho y la
libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda
índole. Por tanto, cuando se restringe ilegalmente la libertad de expresión
de un individuo, no sólo es el derecho de ese individuo el que está siendo
violado, sino también el derecho de todos a ‘recibir’ informaciones e ideas,
de donde resulta que el derecho protegido por el artículo 13 tiene un
alcance y un carácter especiales. Se ponen así de manifiesto las dos
dimensiones de la libertad de expresión. En efecto, ésta requiere, por un
lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de
manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de
cada individuo; pero implica también, por otro lado, un derecho colectivo a
recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento
ajeno” (resaltado fuera del texto original).
La misma Opinión Consultiva, añadió posteriormente:
“70. La libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma
de una sociedad democrática. Es indispensable para la formación de la
opinión pública. Es también conditio sine qua non para que los partidos
políticos, los sindicatos, las sociedades científicas y culturales, y en
general, quienes deseen influir sobre la colectividad puedan desarrollarse
plenamente. Es, en fin, condición para que la comunidad, a la hora de
ejercer sus opciones, esté suficientemente informada. Por ende, es posible
afirmar que una sociedad que no está bien informada no es plenamente
libre.
71. Dentro de este contexto el periodismo es la manifestación primaria y
principal de la libertad de expresión del pensamiento y, por esa razón, no
puede concebirse meramente como la prestación de un servicio al público
a través de la aplicación de unos conocimientos o capacitación adquiridos
en una universidad o por quienes están inscritos en un determinado
colegio profesional, como podría suceder con otras profesiones, pues está
vinculado con la libertad de expresión que es inherente a todo ser
humano” (resaltado del texto original).

III.4.1.1. Las condiciones de validez para la restricción del derecho a la


libertad de expresión

El derecho a la libertad de expresión; que como todo derecho no es


absoluto; consiguientemente puede ser restringido.

34
Precisamente refiriéndose a la restricción del derecho a la libertad de
expresión, el art. 13.2 de la CADH, establece:

2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar


sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben
estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:
a) El respeto a los derechos o a la reputación de los demás; o
b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la
moral públicas.

La restricción de un derecho a la libertad para ser constitucionalmente


válida debe superar el llamado juicio o test tripartito; eso es que se
encuentre fundada en una ley, en sentido formal y material (principio de
legalidad); que persiga una finalidad legítima; pero, además tal como se
tiene desarrollado en el acápite anterior, debe superar el test de
proporcionalidad; es decir, que existan suficientes razones para
afirmar que se trata de una limitación necesaria, útil y
proporcionada para alcanzar dicha finalidad legítima en una
sociedad democrática.

En lo concerniente al principio de legalidad, relativa a la restricción del


derecho a la libertad de información, corresponderá verificar si existe una
norma legal en sentido formal y material que establezca la restricción; es
decir, en una norma vinculante general y abstracta adoptada por el órgano
legislativo constitucionalmente previsto por el procedimiento
correspondiente18 Dicha ley debe establecer una definición precisa
del alcance de la limitación a imponer en términos lo suficiente
claros y no ambiguos como para que los ciudadanos gocen de
seguridad jurídica al respecto.

Si el análisis supera el principio de legalidad, le corresponde a la autoridad


judicial competente, verificar si la revelación del secreto de fuente, en
cuanto a la restricción al derecho a la libertad de expresión, persigue
alguno de los objetivos legítimos taxativamente señalados en el art. 13.2 de
la CADH.

Luego corresponderá efectuar el correspondiente test de proporcionalidad; que se


basará en: a) verificar si la relevación del secreto de fuente es idónea o adecuada
para la finalidad buscada con dicha medida; b) Si la revelación es necesaria y si,
acaso, existen otras medidas menos graves, que restrinjan menos el derecho a la
libertad de expresión, que podrían ser adoptadas en el caso concreto para la
alcanzar la finalidad perseguida; y, c) Analizar la proporcionalidad en sentido
estricto que consiste en analizar si la restricción del derecho a la libertad de
expresión a través de la revelación de la fuente no resulta exagerada o desmedida
frente a las ventajas que se obtienen con tal restricción y el cumplimiento de la
finalidad perseguida.

18
Corte IDH. «La Expresión «Leyes» en el Artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos». Opinión
Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie A No 6.

35
Finalmente, la resolución que se pronuncie ante el pedido de relevación de fuente,
debe cumplir con los estándares de fundamentación y motivación establecidos por
la jurisprudencia constitucional.
En ese marco, si la orden judicial que restringa el derecho a la libertad de
expresión no cumple con los requintos materiales y formales, precedentemente
desarrollado, resultará arbitraria y vulnera el derecho a la expresión.

III.4.2 Libertad de pensamiento

La libertad de pensamiento es un derecho incoercible, irreprimible por su


naturaleza, y por sus características no necesitaría ser garantizado
legalmente, pero cuando este se exterioriza, incursiona dentro de la
libertad de expresión, de ahí su estrecha relación con esta19. El art. 13 de
la CADH, que refiere: “Toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de
buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma
expresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”.

El derecho a la libertad de pensamiento es el derecho que tiene toda


persona, de no ser sancionada o molestada por sus pensamientos,
opiniones o creencias, incluye la libertad de expresar opiniones sin
interferencia, buscar, recibir y difundir información e ideas a través de los
medios de comunicación colectiva y las expresiones orales personales.

La Constitución Política del Estado, prevé en su art. 21.3 las bolivianas y


bolivianos tienen los siguientes derechos: “A la libertad de pensamiento,
espiritualidad, religión y culto, expresados en forma individual o
colectiva, tanto en público como en privado, con fines lícitos” en relación
con el numeral 5 del mismo artículo que refiere: “A expresar y difundir
libremente pensamientos u opiniones por cualquier medio de
comunicación, de forma oral, escrita o visual individual o colectiva”.
Encontrándose correlacionados en cuanto a su protección constitucional,
en consideración a la naturaleza del derecho a la libertad de
pensamiento.

La SCP 0131/2013 de 1 de febrero, en cuanto a la libertad de


pensamiento y libertad de expresión concluye que si bien el art. 13 de la
CADH, señala que toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión, empero, permite una limitación a estos
derechos por medio de una ley previa, como señala el numeral 2 inciso
b) de la referida norma convencional, en virtud a la protección de la
seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral pública 20.

19
Véase Diccionario de Ciencia Jurídicas políticas y Sociales de Manuel Ossorio.
20
SCP 0131/2013 de 1 de febrero III.3. El contenido esencial del derecho a la libertad de expresión y su
ubicación en el bloque de constitucionalidad En una interpretación a la luz del principio de unidad del bloque de
constitucionalidad y en armonía con el contenido del bloque de convencionalidad, debe precisarse en principio que en el marco

36
Asimismo, la referida Sentencia Constitucional señaló que si bien el
Estado Constitucional de Derecho, tiene como misión esencial asegurar el
respeto al bloque de constitucionalidad y los derechos fundamentales,
por tanto, el cumplimiento de sus fines asegura la materialización del
llamado fenómeno de constitucionalización del ordenamiento jurídico, es
imperante destacar que a través del ejercicio del control de
constitucionalidad y mediante una labor hermenéutica razonada y acorde
con el bloque de constitucionalidad, deben establecerse las limitaciones
al ejercicio de derechos que respondan a los postulados propios tanto del
Sistema Universal como del Sistema Interamericano de Protección de
Derechos, en este marco, debe señalarse que el derecho a la libertad de
opinión y expresión, genera para el Estado Boliviano, la prohibición de
limitación, menoscabo o impedimento arbitrario de la manifestación del
pensamiento. Empero motiva que si bien el derecho en cuestión es un
derecho fundamental sustantivo, sin embargo para la consolidación de
los fines del Estado, podrá ser “razonablemente” limitado, por tanto,
cualquier limitación en un Estado Constitucional de Derecho, para efectos

del Sistema Universal de Protección de Derechos Humanos, el art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
señala que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; añade también esta disposición convencional,
que este derecho incluye el derecho a no ser molestado a causa de las opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Por su parte, el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, en el art. 13 de la CADH, indica lo siguiente:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir
y difundir información e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o
artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”.
De la misma forma, el art. 21.5 de la CPE, garantiza el derecho fundamental a la libertad de expresión; así en su tenor
normativo señala que las bolivianas y los bolivianos tienen derecho a expresar y difundir libremente pensamientos u opiniones
por cualquier medio de comunicación, de forma oral, escrita o visual, individual o colectiva.
Asimismo, es imperante destacar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, desarrolló éste derecho en los casos
Ricardo Canese vs. Paraguay; y en el caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica; entre otros, estableciendo lo siguiente: “…la Corte
estima que el artículo 13 de la Convención, al estipular expresamente los derechos a “buscar” y a “recibir” “informaciones”,
protege el derecho que tiene toda persona a solicitar el acceso a la información bajo el control del Estado, con las salvedades
permitidas bajo el régimen de restricciones de la Convención. Consecuentemente, dicho artículo ampara el derecho de las
personas a recibir dicha información y la obligación positiva del Estado de suministrarla, de forma tal que la persona pueda tener
acceso a conocer esa información o reciba una respuesta fundamentada cuando por algún motivo permitido por la Convención el
Estado pueda limitar el acceso a la misma para el caso concreto. Dicha información debe ser entregada sin necesidad de
acreditar un interés directo para su obtención o una afectación personal, salvo en los casos en que se aplique una legítima
restricción. Su entrega a una persona puede permitir a su vez que ésta circule en la sociedad de manera que pueda conocerla,
acceder a ella y valorarla. De esta forma, el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión contempla la
protección del derecho de acceso a la información bajo el control del Estado, el cual también contiene de manera
clara las dos dimensiones, individual y social del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, las cuales
deben ser garantizadas por el Estado de forma simultánea” (resaltado nuestro).
Asimismo, es imperante señalar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en su Opinión Consultiva OC
05/85, disciplina la bidimensionalidad de la libertad de pensamiento y expresión; así, ha señalado que ésta
requiere por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio
pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un
derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno.
En este marco, y para efectos de determinar el contenido esencial del derecho a la libertad de pensamiento y expresión, debe
establecerse que doctrinalmente, éste se configura como un derecho fundamental sustantivo expresamente
reconocido por el bloque de constitucionalidad imperante, cuyo núcleo duro, se divide en dos ámbitos esenciales:
i) Un ámbito individual de protección; y, ii) Un ámbito colectivo y difuso de expansión de la información.
En efecto, el ámbito individual de protección de este derecho sustantivo, el cual será desarrollado exclusivamente en el marco
de la denuncia constitucional realizada mediante la presente acción de inconstitucionalidad concreta, constituye un derecho de
primera generación para las personas, el cual, a su vez, implica un deber de respeto y resguardo para todo Estado
Constitucional de Derecho, como es el caso del Estado Plurinacional de Bolivia; en ese orden, debe señalarse que en esta faceta,
este derecho fundamental en su contenido esencial, se encuentra integrado por dos elementos esenciales:
a) El derecho de toda persona a “buscar” y a “recibir” informaciones; y
b) La prohibición arbitraria de menoscabo o impedimento de manifestación del pensamiento.
Ahora bien, de acuerdo al objeto y causa de la presente acción de inconstitucionalidad concreta, corresponde desarrollar el
segundo componente del derecho a la libertad de expresión en su faceta individual; es decir, el referente a la prohibición
arbitraria de menoscabo o impedimento de manifestación del pensamiento”.

37
de su armonización con el bloque de constitucionalidad imperante,
deberá a través del ejercicio del control de constitucionalidad, someterse
a un “test de razonabilidad”21.

III.4.3. Sobre la protesta social en el Sistema interamericano

Dentro de la Declaración Americana de los Derechos y Obligaciones del


Hombre como en la Convención Americana de Derechos Humanos 22 se
utiliza indistintamente los términos de “protesta social” o
“manifestaciones públicas” para referirse a toda acción individual o
colectiva, que se encuentre dirigida a expresar ideas, visiones o valores,
exigencias de acciones por parte del Estado, denuncia de abusos de
poder o reivindicaciones políticas, sociales o culturales; apoyo o crítica al
propio gobierno, la reacción a una política estatal o la denuncia de un
problema público determinado.
Resulta claro que el derecho a la libre manifestación y a la protesta
pacífica son elementos esenciales del funcionamiento y la existencia
misma de nuestro sistema democrático, siendo esta una vía que permite
a las personas, ya sea de manera individual, como de manera colectiva,
reunidos en diversos grupos con objetivos comunes, sean estos intereses
permanentes, pasajeros o transitorios, para poder expresar y reclamar
sus demandas, como también el poder expresar su disentimiento o
resistencia a determinados actos que consideren lesivos a sus derechos,
21
FJ III.4. en la SCP 0131/2013 de 1 de febrero “La prohibición arbitraria de menoscabo o impedimento de
manifestación del pensamiento. Las limitaciones razonables al ejercicio de este derecho en el contexto del Estado
Constitucional de Derecho.

El ejercicio del control de constitucionalidad en un Estado Constitucional de Derecho, tiene como misión esencial asegurar el
respeto al bloque de constitucionalidad y los derechos fundamentales, por tanto, el cumplimiento de sus fines asegura la
materialización del llamado fenómeno de constitucionalización del ordenamiento jurídico descrito en el Fundamento Jurídico III.1
de la presente Sentencia Constitucional Plurinacional; en esta perspectiva, es imperante destacar que a través del ejercicio del
control de constitucionalidad y mediante una labor hermenéutica razonada y acorde con el bloque de constitucionalidad, deben
establecerse las limitaciones al ejercicio de derechos que respondan a los postulados propios tanto del Sistema Universal como
del Sistema Interamericano de Protección de Derechos, en este marco, debe señalarse que el derecho a la libertad de opinión y
expresión, genera para el Estado Boliviano, la prohibición de limitación, menoscabo o impedimento arbitrario de la manifestación
del pensamiento.
Por lo expuesto, si bien el derecho en cuestión es un derecho fundamental sustantivo, no es menos cierto que el mismo, para la
consolidación de los fines del Estado, podrá ser “razonablemente” limitado, por tanto, cualquier limitación en un Estado
Constitucional de Derecho, para efectos de su armonización con el bloque de constitucionalidad imperante, deberá a través del
ejercicio del control de constitucionalidad, someterse a un “test de razonabilidad”.
En efecto, para dicho test de constitucionalidad, debe precisarse que el valor axiomático y dogmático-garantista de la nueva
Constitución, está íntimamente ligado al principio de aplicación directa y eficaz de los derechos fundamentales plasmado en el
art. 109.1 de la CPE; en ese orden de ideas, debe precisarse que el estándar axiomático, destinado a la materialización
de los valores igualdad y justicia, es el principio de razonabilidad.
En el marco de lo mencionado, cabe precisar que los valores justicia e igualdad constituyen el estándar axiomático, el cual, en el
orden constitucional imperante en el Estado Plurinacional de Bolivia, tiene génesis directo en el valor supremo del Estado, que es
el “vivir bien”, valor inserto en el preámbulo de la Constitución, a partir del cual deben ser entendidos los valores ético-morales
de la sociedad plural, plasmados en los dos parágrafos del art. 8 de la Constitución. En ese orden, estos parámetros
axiomáticos; es decir, el valor justicia e igualdad que son consustanciales al valor vivir bien, forman parte del
contenido esencial de todos los derechos fundamentales, por lo que toda decisión normativa, para cumplir con el
principio de razonabilidad, debe plasmar un contenido normativo acorde con los valores antes citados. En este
marco, debe precisarse también que toda limitación a un derecho fundamental, debe responder también al
principio de razonabilidad para consolidar así una plena conformidad con los postulados del Estado
Constitucional de Derecho (…).
22
PROTESTA Y DERECHOS HUMANOS, Estándares sobre los derechos involucrados en la protesta social y las obligaciones
que debe guiar la respuesta estatal, Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, Edison Lanza, Relator Especial para la Libertad de Expresión, 2019, págs. 1-2.

38
actos que pueden emerger de particulares, y claro, también de
autoridades estatales. En síntesis, la protesta social se constituye en una
vía, o un canal que permite a las personas pertenecientes a los más
diversos grupos de la sociedad el poder materializar un elemento de su
derecho a la expresión, para poder expresar (valga la redundancia) sus
demandas y reclamar a sus gobernantes el respeto a sus derechos
fundamentales.

Dentro de nuestra CPE, no se advierte que esta se refiera textualmente


sobre el derecho a protestas, o a las manifestaciones públicas, pero
dentro de su Capítulo Quinto (Derechos Sociales y Económicos), Sección
III (derecho al Trabajo y al Empleo), en su art. 51.VII, textualmente
establece que: “Las trabajadoras y los trabajadores por cuenta propia
tienen el derecho a organizarse para la defensa de sus intereses.”;
mientras que en su art. 53 establece lo siguiente: “Se garantiza el
derecho a la huelga como el ejercicio de la facultad legal de las
trabajadoras y los trabajadores de suspender labores para la defensa de
sus derechos, de acuerdo con la ley.”; lo previamente citado implica el
reconocimiento por parte del Estado al derecho a la huelga, y esta es
una forma de protesta, que involucra el paro de las actividades laborales,
para lograr una negociación colectiva entre los trabajadores
representados por sus sindicatos con los empleadores, que pueden
personas particulares o el mismo Estado, por lo que nuestro
ordenamiento jurídico, desde la misma Norma Suprema, reconoce el
derecho fundamental a poder protestar, siendo el derecho a la huelga
una forma de materializar un descontento por determinadas condiciones
laborales o solicitar la mejora de las mismas.

Ahora, es necesario el advertir que en el sistema interamericano se pone


de relieve una fuerte interconexión entre el derecho a la libertad de
expresión y el derecho de reunión y el derecho a la protesta social. En
este aspecto se tiene que las reuniones y manifestaciones desempeñan
un papel transcendental en la movilización de la población y la
formulación de sus reclamos y aspiraciones, pues facilitan la celebración
de eventos y ejercen de manera innegable influencia en la política
pública de los Estados.

Es también innegable que la protesta social también se encuentra


fuertemente asociada a las actividades de defensa de los derechos
humanos, incluyendo demandas de reconocimiento, protección o
ejercicio de un derecho.
Las situaciones de las que puede emerger una protesta son de lo más
variadas, y son de carácter reactivo ante hechos de violencia, desalojos,
estabilidad laboral u otros eventos que hayan afectado derechos. Por lo
que es innegable que protestas y manifestaciones sociales han
constituido una vía por la cual se logró elevar los estándares de
cumplimiento y respeto de los derechos fundamentales a nivel nacional,

39
como a su vez la incorporación de una amplia cantidad de derechos en el
desarrollo progresivo del derecho internacional de los derechos humanos.

Tenemos que las protestas y manifestaciones se encuentran asociadas a


concentraciones o marchas en espacios públicos, y pueden adoptar
distintas formas y modalidades como lo han reconocido los distintos
sistemas internacionales de protección de derechos humanos. En su
informe de 2006 sobre la situación de las Defensoras y Defensores de los
Derechos Humanos en las Américas, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, consideró las modalidades tradicionales de protesta,
pero también hizo especial mención a los cortes de ruta, los cacerolazos
y las vigilias, así como a desfiles, congresos o eventos deportivos,
culturales, artísticos, etc23.

III.4.4. Libertad de asociación

Del art. 22 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, la


libertad de asociación

…es una de las libertades fundamentales, según la cual las personas son libres
para asociarse, organizarse o agruparse con otras personas para fines lícitos en
protección de sus intereses, es decir son libres para decidir su pertenencia o no a
determinado grupo. Por ejemplo, todos los trabajadores tienen derecho a formar
sindicatos y a pertenecer a ellos con la finalidad de defender y exigir sus
derechos laborales, pero no están obligados a hacerlo, por lo que un trabajador
puede decidir voluntariamente pertenecer o no a un sindicato.

El art. 21.4 de la Constitución Política del Estado, dispone que las


bolivianas y bolivianos tienen derecho a la libertad de reunión y
asociación, en forma pública y privada con fines lícitos”; en relación con
la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre que en
el art. XXII prevé: “Toda persona tiene derecho de asociarse con otras
para promover, ejercer y proteger sus derechos legítimos de orden
político, económico, religioso, social, cultural, profesional, sindical o de
cualquier orden”. Por su parte el art. 22.1. del PIDCP, dispone que toda
persona tiene derecho a asociarse libremente; el numeral 2 del referido
artículo, establece que este derecho sólo puede estar restringido
mediante una ley que sea necesaria en una sociedad democrática, en
interés de la seguridad nacional, de la seguridad pública, o del orden
público, para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y
libertades de los demás. En el mismo sentido el art. 16.1 de la CADH,
faculta la libertad de asociarse libremente con fines ideológicos,
religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales,
deportivos o de cualquiera otra índole. El numeral 2 de la citada norma,

23
CIDH, Informe sobre la Situación de las Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos en las Américas, 2006.

40
coincide con el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos al
señalar que la restricción de este derecho sólo puede estar prevista
por una ley necesaria en una sociedad democrática, en interés
de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o
para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y
libertades de los demás (las negrillas son nuestras).

La SCP 1419/2012 de 24 de septiembre, al referirse en un caso concreto


sobre el derecho de asociación y la expulsión de los integrantes de
asociaciones sin previo proceso, señaló que:

El art. 21.4 de la CPE, reconoce: “…la libertad de reunión y asociación en forma


pública y privada, con fines lícitos”.

Por otra parte, el art. 16 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,


señala que todas las personas tienen el derecho a asociarse libremente con fines
ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales,
deportivos o de cualquier otra índole. Similar precepto se encuentra en el art. 22
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) cuando señala en
su numeral 1 que toda persona tiene derecho a asociarse libremente con otras,
incluso el derecho a fundar sindicatos y afiliarse a ellos para la protección de sus
intereses.

La SC 0349/2010-R de 15 de junio, estableció que el derecho de reunión y


asociación, “…implica la facultad o potestad de toda persona para comprometerse
con otras en la realización de un proyecto colectivo de carácter social, cultural,
político, económico, y (…) de carácter religioso a través de la conformación de una
estructura organizativa, reconocida por el Estado…”. En su oportunidad, a través
de la SC 0112/2004-R de 11 de octubre, se determinó también que dicho derecho
es: “…la facultad que tienen las personas de poner en común sus bienes, sus
valores, su trabajo, su actividad, sus fuerzas individuales o cualesquier otros
derechos para un fin desinteresado o no, intelectual, moral, económico, artístico,
recreativo o de beneficencia. La libertad de asociación es el derecho del individuo
de unirse con otros en forma voluntaria y durable para la realización común de un
fin lícito…”.

El contenido esencial de este derecho alcanza a los derechos a la libertad de


asociación, es decir, al de asociarse con fines lícitos previo el cumplimiento de
requisitos proporcionales a la observancia de los fines de la asociación y, al
derecho de no asociarse, salvo exista interés público en la misma (SC 0083/2005
de 25 de octubre), al derecho a permanecer en la asociación, salvo se decida la
separación de un asociado previo debido proceso y, el derecho a separarse o salir
de una asociación previo cumplimiento de requisitos proporcionales al
cumplimiento de la finalidad de la asociación.

En ese entendido, para la separación o expulsión de un asociado, corresponde


indicar que la decisión que se asuma no debe ser arbitraria, sino por el contrario,
debe responder a las normas legales, estatutarias y reglamentarias que rigen a la
asociación y que de manera clara deben establecer las causales y procedimientos
de separación y expulsión, debiendo el asociado conocer los motivos de su
expulsión o separación para que en su caso pueda impugnar la decisión, lo
contrario desconocería el núcleo esencial del derecho de asociación.

41
Los derechos de libertad de expresión, de pensamiento y de asociación, se
encuentran protegidos por la Constitución Política del Estado y los
Instrumentos Internacionales descritos; estos últimos, permiten su
restricción o limitación mediante una ley previa taxativa, concreta,
específica, cuando está en riesgo el interés de la seguridad
nacional, el orden público, para proteger la salud o la moral públicas o los
derechos y libertades de los demás, en resguardo del bienestar común.

Ahora, se tiene que el derecho a la libertad de asociación tiene dimensiones


específicas cuando se trata de determinados grupos y colectivos o formas
específicas de protesta. Un ejemplo de ello son los sindicatos y la huelga,
respectivamente. En este campo la asociación está especialmente protegida
por el artículo 8 del Protocolo Adicional a la Convención Americana en
Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales - “Protocolo de San
Salvador”. El derecho de libertad de asociación sindical consiste en la
facultad de constituir organizaciones sindicales y poner en marcha su
estructura interna, actividades y programa de acción, sin intervención de las
autoridades públicas que limite o entorpezca el ejercicio del respectivo
derecho.

Al respecto William Herrera Añez, en su artículo “El derecho a protestar” 24,


sostiene lo siguiente:

El derecho a la huelga es una de las expresiones de este derecho, y ha sido


considerada una de las formas más comunes de ejercicio del derecho a la
protesta. En el mismo sentido debe interpretarse la protección específica de la que
gozan las formas de asociación y organización de los pueblos indígenas conforme
las Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas, y sus formas de manifestación y protesta cuando ellas están
relacionadas con derechos especialmente protegidos como por ejemplo su
identidad cultural y sus tierras.

La Constitución boliviana (artículo 53) garantiza el derecho a la huelga como el


ejercicio de la facultad legal de las trabajadoras y los trabajadores de suspender
labores para la defensa de sus derechos.

III.5. Sobre la seguridad jurídica

Este Tribunal en referencia a la seguridad jurídica a través de la


jurisprudencia glosada en la SCP 0096/2012 de 19 de abril, señaló que:

Ahora bien, el art. 178 de la Norma Fundamental, reconoce a la seguridad jurídica


como un principio constitucional, sobre el cual se sustenta la potestad de impartir
justicia, así lo entendió la SC 0070/2010-R de 3 de mayo, al afirmar: '…la
seguridad jurídica como principio emergente y dentro de un Estado de Derecho,
implica la protección constitucional de la actuación arbitraria estatal; por lo tanto,
la relación Estado-ciudadano (a) debe sujetarse a reglas claras, precisas y

24
William Herrera Añez, “El derecho a protestar”, Revista Boliviana de Estudios Constitucionales, número 6; abril de 2020.

42
determinadas, en especial a las leyes, que deben desarrollar los mandatos de la
Constitución Política del Estado, buscando en su contenido la materialización de los
derechos y garantías fundamentales previstos en la Ley Fundamental, es decir,
que sea previsible para la sociedad la actuación estatal; este entendimiento está
acorde con el nuevo texto constitucional, que en su art. 178 dispone que la
potestad de impartir justicia emana del pueblo boliviano y se sustenta, entre otros,
en los principios de independencia, imparcialidad, seguridad jurídica, probidad y
celeridad’.

Razonamiento que nos lleva a concluir que a través de los principios y valores
contenidos en la norma fundamental, se busca la eficacia máxima de los derechos
fundamentales y garantías constitucionales; por cuanto, su resguardo sólo
podrá hacerse efectiva cuando se advierta su vinculación con un derecho
fundamental objeto de tutela constitucional”

III.6. El ejercicio del control normativo de constitucionalidad sobre


normas que no se encuentran vigentes (abrogadas o derogadas)
cuestionadas de inconstitucionalidad

La jurisprudencia constitucional en cuanto al control normativo de


constitucionalidad sobre normas abrogadas o derogadas, en la
SCP 0131/2013 de 1 de febrero, estableció que la acción de
inconstitucionalidad abstracta por regla general debe ser
aperturada para aquellas normas en plena vigencia temporal; sin
embargo, señala que para evitar ámbitos exentos del control de
constitucionalidad, existe una excepción al citado entendimiento,
aplicable exclusivamente al control normativo de constitucionalidad activado
a través de la acción de inconstitucionalidad concreta, en estos casos
cuando se cuestiona una o más normas, cuyo análisis de constitucionalidad
sea relevante para una decisión jurisdiccional o administrativa pendiente
de resolución y en caso de ser la norma impugnada abrogada o derogada
antes de realizarse dicho control de constitucionalidad, deberá
desarrollarse el pertinente test de constitucionalidad25.

25
El FJ III.1 de la SCP 0131/2013 de 1 de febrero refiere que “a la luz del modelo de Estado diseñado por la Constitución de
2009, se describió el sistema jurisdiccional plural y concentrado de control de constitucionalidad, dentro del cual, se encuentra
como uno de sus ámbitos de ejercicio el control normativo de constitucionalidad; en ese contexto, debe precisarse que la
activación de este brazo propio de la justicia plural constitucional, en su faceta abstracta, como regla general,
debe ser aperturado para aquellas normas en plena vigencia temporal, razón por la cual, luego de la realización
del correspondiente test de constitucionalidad y en caso de verificarse la incompatibilidad de la norma
cuestionada con el régimen constitucional imperante, los efectos de la declaración de inconstitucionalidad de la
misma, serán abrogatorios o derogatorios, según la inconstitucionalidad sea total o parcial.
Ahora bien, la regla general antes descrita, es también aplicable al control normativo de constitucionalidad en su faceta
concreta; sin embargo, en el marco de los postulados del Estado Constitucional de Derecho, con la finalidad de evitar ámbitos
exentos del control de constitucionalidad, existe una excepción al citado entendimiento, aplicable exclusivamente al
control normativo de constitucionalidad activado a través de la acción de inconstitucionalidad concreta.
En este orden de ideas, se tiene que para supuestos en los cuales, se haya activado este ámbito de control de
constitucionalidad cuestionándose una o más normas cuyo análisis de constitucionalidad sea relevante para una
decisión jurisdiccional o administrativa pendiente de resolución y en caso de ser la norma impugnada abrogada o
derogada antes de realizarse dicho control de constitucionalidad, deberá para estos casos desarrollarse el
pertinente test de constitucionalidad, circunstancia en mérito de la cual, en cuanto a la norma cuestionada, se
determinará su compatibilidad o en su caso la contradicción con el bloque de constitucionalidad imperante, con
efectos en la resolución judicial o administrativa pendiente de resolución.
El postulado antes expuesto, es decir la excepción a la regla que ordena el ejercicio del control normativo de constitucionalidad
en relación a normas con plena vigencia temporal, encuentra fundamento constitucional en la garantía de prohibición de
aplicación retroactiva de norma sustantiva.

43
Al respecto se tiene la SCP 0038/2019 de 7 de agosto, entre otras, que
establece que las normas cuestionadas de inconstitucionalidad, por la vía de
la acción de inconstitucionalidad abstracta, deben encontrarse en plena
vigencia; para demandar su constitucionalidad, así textualmente refiere
que:

Entonces, el control de constitucionalidad ejercido por este Tribunal a través de la


Acción de Inconstitucionalidad Abstracta, consiste en la confrontación de los
preceptos demandados de inconstitucionales con el conjunto de disposiciones
establecidas en la Norma Suprema que han sido señaladas como infringidas en la
correspondiente demanda; cabe recalcar sin embargo, que las normas que
sean impugnadas de inconstitucionales, deberán encontrarse vigentes al
momento de su impugnación; pues, como se manifestó, la finalidad de la
acción abstracta de inconstitucionalidad, es expulsar del ordenamiento
jurídico las disposiciones legales que sean incompatibles con los
preceptos constitucionales, ya que -se reitera- no tendría sentido
pronunciarse sobre una norma que ya no forma parte del ordenamiento
jurídico, porque precisamente ha sido derogada, abrogada o ya no se
encuentra vigente por alguna otra razón” (las negrillas son adicionadas).

Por su parte, la SCP 0065/2016 de 1 de septiembre, complementando la SCP


0037/2016, expresó: “…En tal sentido, para la interposición de una acción de
inconstitucionalidad abstracta, no resulta suficiente que las normas
demandadas contraríen los preceptos contenidos en la Ley Fundamental,
sino que también se encuentren en plena vigencia a tiempo de
formularse la demanda; concepto que si bien está claramente definido,
corresponde ser complementado en el sentido de que, el test de
constitucionalidad, tampoco procederá, cuando la norma demandada de
inconstitucionalidad, haya sido removida del ordenamiento jurídico a
través de otro mecanismo, declarándose su abrogatoria o derogatoria”
(las negrillas son agregadas); razonamiento que también fue asumido en la SCP
0089/2017 de 29 de noviembre.

Asimismo, cabe hacer referencia a los criterios vertidos en el voto disidente


de la referida SCP 0038/2019 de 7 de agosto, sobre los alcances del control
de constitucionalidad normativo posterior respecto a normas que no se
encuentran vigentes, en cuanto a este tema sostiene una excepción
para aquellos casos en los que las normas a pesar de no estar vigentes
formalmente, todavía producen efectos jurídicos dada su
ultraactividad. Así señala textualmente que:

La jurisprudencia constitucional contenida en el AC 0796/2012-CA de 10 de


octubre, sobre los alcances del control de constitucionalidad correctivo o posterior,
establece una excepción al control de constitucionalidad posterior sobre normas
vigentes y sostuvo lo siguiente:

En efecto, en procesos jurisdiccionales o administrativos en los cuales se haya activado el control normativo de
constitucionalidad, para resguardar la garantía de prohibición de aplicación retroactiva de norma sustantiva, la
causa deberá concluir con la misma norma sustantiva con la cual se sustanció dicho proceso, por tal razón, el
resguardo de esta garantía, constituye el fundamento jurídico-constitucional para que el control de
constitucionalidad sea ejercido en relación a normas derogadas o abrogadas antes del análisis de
constitucionalidad, toda vez que dicha norma, en relación a la causa jurisdiccional o administrativa en la cual se
originó la duda de constitucionalidad, todavía surte efectos.

44
Asimismo, se establece que el control normativo de constitucionalidad correctivo o
posterior se ejerce sobre las normas vigentes que tengan vida y formen parte del
ordenamiento jurídico; sin embargo, excepcionalmente el juicio de
constitucionalidad normativo procede contra normas que fueron
abrogadas o derogadas, no se encuentran vigentes; empero, la condición
es que las mismas, a pesar de no estar vigentes formalmente, todavía
producen efectos jurídicos dada su ultra actividad (las negrillas son
agregadas).

La jurisprudencia constitucional, si bien -por regla- estableció que no procede el


control de constitucionalidad respecto a normas que ya no se encuentran vigentes;
toda vez que, de verificarse su incompatibilidad con la Constitución Política del
Estado, se tiene como efecto la declaración de su inconstitucionalidad y por ende
la expulsión de dicha norma del ordenamiento jurídico; sin embargo, también se
señaló una excepción, como la contenida en el AC 0796/2012-CA citado
precedentemente, que establece que el control de constitucionalidad puede ser
ejercido respecto a normas que si bien fueron derogadas, mantienen sus efectos
jurídicos.

Entendimiento que consideró que la norma que las derogaba mantenía aún
vigente sus efectos.

En ese entendido para que la norma sea sometida al control normativo de


inconstitucionalidad abstracta la norma debe estar en plena vigencia, o no
obstante a no estar vigentes, se debe demostrar que aún surte efectos
jurídicos. En caso de activarse la acción de inconstitucionalidad concreta, es
preciso demostrar que la norma surte aún efectos para el caso concreto.

III.7. Análisis del caso concreto


En la presente acción se cuestiona la constitucionalidad de los tipos penales
previstos en los arts. 123 y 133 del CP, el último -según Ley 1768 de 10 de
marzo de 1997 y la modificación realizada mediante el parágrafo I del art. 2
de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011- por ser presuntamente
contrarios a los arts. 13.IV; 14.III y IV; 21.3.4 y 5; 109.II; 116.II; 256.I y
II; 410.I y II de la CPE; IV, XXII y XXV de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; 9.1, 18.I, 22.1 y 2 del PIDCP; 7.2, 8.2, 9,
13.1 y 16.1 y 2 de la CADH.

a) Arguyen que el tipo penal previsto en el art. 123 (Sedición) del Código
Penal es inconstitucional por vulnerar los principios de legalidad,
taxatividad, culpabilidad y las libertades de expresión, pensamiento y de
asociación al tipificar el delito de sedición, no se establecen límites
expresos, taxativos, unívocos, inequívocos mediante una ley, resulta
genérico, impreciso, incurre en una valoración subjetiva, el tipo se funda
sobre el odio o la venganza; cuando señala “algún acto” lo cual resulta
impreciso, injustamente irrestricto y extremadamente abierto, no especifica
las conductas que persigue; en la frase de “cualquier otro modo”, tipifica
conductas abiertas.

45
b) En cuanto al art. 133 (terrorismo) del Código Penal (modificado
por el parágrafo I del art. 2 de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011),
arguyen que vulnera los principios de legalidad y taxatividad, al tipificar “el
que formare parte, actuare al servicio o colaborar de cualquier forma…”
“Con una organización armada a cometer delitos contra la seguridad
común delitos contra la vida o delitos contra la integridad corporal con la
finalidad de subvertir el orden constitucional, deponer al gobierno elegido
constitucionalmente, mantener en estado de alarma o pánico colectivo a la
población o a un sector de ella…” al señalar en la parte final “sin perjuicio
de la pena que corresponda si se cometieren tales delitos”.

III.7.1. Análisis o Test de constitucionalidad del art. 123 del CP


(Sedición) en su contenido respecto a los arts. 13.IV;
14.III y IV; 21. 3. 4 y 5; 109.II; 116.II; 256.I y II; 410.I
y II todos de la CPE

Por razones metodológicas se efectuará el test de


constitucionalidad agrupando los cargos de inconstitucionalidad de
la siguiente manera: 1) la vulneración de los principios de
legalidad y taxatividad de las frases: i) “Los que sin desconocer
la autoridad del gobierno legalmente constituido”, toda vez que
no define los límites de la acción de desconocer o no a la
autoridad del gobierno de turno por lo que la persecución penal
no dependa de una acción en concreto ni del sujeto activo del
delito, sino de la interpretación subjetiva que realicen los
aparatos de persecución penal; ii) “se alzaren públicamente y en
abierta hostilidad para deponer a algún funcionario o empleado
público” , no delimita ni pone claros los hitos que definen lo que
se entiende penalmente por “alzarse públicamente” y “en abierta
hostilidad”, no tienen un límite razonable, no son determinadas ni
determinables y una vez más todo depende de la visión subjetiva
de los aparatos de persecución penal estatal y no de las acciones
del sujeto activo del delito; iii) Por tipificar: “(…) los que sin
desconocer la autoridad del gobierno legalmente constituido, (…)
“oponerse al cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones
judiciales o administrativas; ya que no se precisa y menos señala
cuáles acciones se entienden como penalmente reprochables, El
legislador no individualiza lo que se entiende por “oponerse”, ni
dice si esa opción es por la vía legal o no; iv) “ejercer algún
acto de odio o de venganza en la persona o bienes de alguna
autoridad o de los particulares;, ya que es irracional,
injustamente irrestricta e imprecisa y por ser tan amplia, rompe
con los principios señalados, al calificar penalmente perseguible
“algún acto” de los ciudadanos; y, v) “trastornar o turbar de
cualquier otro modo el orden público”, puesto que la falta de
precisión, y ser la redacción demasiada amplia y genérica,
cualquier conducta humana, pueda ser perseguida penalmente

46
como delito de sedición; 2) Vulneración de los derechos a la
libertad de pensamiento y la libertad de expresión: a) De la frase
“alzaren públicamente y en abierta hostilidad para deponer a
algún funcionario o empleado público”, toda vez que permite la
persecución penal de esas libertades, ignorando que, en tanto las
expresiones de opinión y de pensamiento, se mantengan como
tales, aún se las exprese por cualquier medio, no deben ser
perseguidas, tipificadas ni sancionadas penalmente; y, b)
“trastornar o turbar de cualquier otro modo el orden público, ya
que tiene como efecto que cualquier idea, pensamiento o
expresión de opinión pueda ser perseguida bajo la amplia
tipificación del delito de sedición”; y, 3) Análisis del
art. 123 del CP en su conjunto.

1) Con relación a la vulneración de los principios de legalidad y


taxatividad

La norma impugnada establece:

Artículo 123 (Sedición) Serán sancionados con reclusión de uno (1) a tres (3) años
los que sin desconocer la autoridad del Gobierno legalmente constituido, se alzaren
públicamente y en abierta hostilidad, para deponer a algún funcionario o empleado
público, impedir su posesión u oponerse al cumplimiento de leyes, decretos o
resoluciones judiciales o administrativas, ejercer algún acto de odio o de venganza en
la persona o bienes de alguna autoridad o de los particulares o trastornar o turbar de
cualquier otro modo el orden público.
Los funcionarios públicos que no hubieren resistido una rebelión o sedición por todos
los medios a su alcance incurrirán en reclusión de uno (1) a dos (2) años.”

Previamente, corresponde precisar que el delito de sedición es uno de los


llamados históricamente delitos políticos cuyo bien jurídico protegido
supraindividual es la seguridad del estado, el orden público y la seguridad.

Del contenido del tipo precedentemente descrito se advierte que se trata de


un delito plurisubjetivo, ya que el tipo alude a “los que”; consecuentemente,
no es posible la autoría individual de este delito. Se trata además de un delito
de comisión doloso, en razón a que el tipo hace referencia a la existencia un
plan del grupo de los agentes que se alzan públicamente y en abierta
hostilidad con alguna de las finalidades descritas (deponer a algún
funcionario o empleado público, impedir su posesión u oponerse al
cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones judiciales o administrativas,
ejercer algún acto de odio o de venganza en la persona o bienes de alguna
autoridad o de los particulares o trastornar o turbar de cualquier otro modo
el orden público).

El verbo rector se halla constituido por “alzarse” públicamente y en “abierta


hostilidad”.

47
Conforme se tiene desarrollado en el Fundamento Jurídico III.3 del presente
fallo, el principio de legalidad en su vertiente de taxatividad (nullum crimen,
nulla poena sine lege certa), exige que las “acciones y omisiones” criminales
sean descritas de la manera más clara y precisa que sea posible; que en la
formulación de los tipos se utilicen términos estrictos y unívocos, que acoten
claramente las conductas punibles.

Sin embargo, es indudable que los tipos penales contienen elementos


normativos, clausulas con cierto grado de indeterminación; en cuyo caso, no
se presenta, necesariamente, una vulneración del referido principio, en la
medida en la que, al quedar definidas y acotadas las condiciones de su uso,
dicho término, resulte determinable. Asimismo, existen tipos penales, que,
por la naturaleza de la conducta que describen, (cambiante) contienen
exprofesamente clausulas abiertas, ya que consignan elementos de un alto
grado de indeterminación, cuya concreción se remite a un contexto
normativo-judicial.

Con relación a esta clase de tipos penales, cabe precisar que la


jurisprudencia interamericana y constitucional han establecido que no
resultan contrarios a la Constitución Política del Estado o que sean
inconvencionales, en relación al principio de legalidad, en sus exigencias de
ley cierta o principio de taxatividad penal y del principio de tipicidad, en
tanto la indeterminación sea de menor intensidad en relación a los
demás elementos del tipo penal, los cuales permitan precisar su
contenido, alcance y una interpretación razonable.

Consecuentemente, bajo esos criterios corresponde examinar los siguientes


cargos de inconstitucionalidad:

1.a) El accionante asevera que la frase “sin desconocer la autoridad del


gobierno legalmente constituido”, vulnera los principios de legalidad y
taxatividad, en razón a que implica una valoración subjetiva, que no depende
de la voluntad del sujeto activo, ya que no están definidos los límites de la
acción de desconocer o no a la autoridad del gobierno de turno; es decir se
cuestiona la vaguedad de dichos términos.

El tipo subjetivo en los delitos dolosos de comisión, además de los elementos


congnitivo y volitivo, puede contener especiales elementos subjetivos de la
autoría, que de acuerdo a la doctrina penal26, se refieren a que el hecho haya
sido realizado por el autor con una determinada intensión, una determinada
motivación o un determinado impulso.

Ahora bien, teniendo en cuenta que el art. 123 del CP describe las finalidades
de la acción (deponer a algún funcionario o empleado público, impedir su
26
Enrrique Bacigalupo, manual de derecho penal, parte general, segunda reimpresión, editorial temis S.A, 1994, señala: “En
ciertos casos se requiere que, además del conocimiento y voluntad de la realización del tipo, el autor haya reakuado el hecvho
tipicio con una determinación intención, una determinada motivación o iun determinado impulso”

48
posesión u oponerse al cumplimiento de leyes, decretos o resoluciones
judiciales o administrativas, ejercer algún acto de odio o de venganza en la
persona o bienes de alguna autoridad o de los particulares o trastornar o
turbar de cualquier otro modo el orden público), es posible deducir que dicha
frase integra la descripción del elemento subjetivo de la autoría en el delito
de sedición, por medio del cual se patentiza que la acción típica no está
dirigida a la misma finalidad del delito de alzamientos armados contra la
seguridad y soberanía del Estado; es decir deponer a los poderes públicos;
consecuentemente, a partir de la descripción de la finalidad típica, es posible
determinar que ese es su contenido. Consiguientemente, al quedar
determinado el contenido, se concluye que no es evidente que dicha frase
impugnada sea contraria a los principios de legalidad y taxatividad.

1.b) Con relación al cargo relativo a la frase: cabe precisar que el mismo
constituye“se alzaren públicamente y en abierta hostilidad” el núcleo
de la acción típica; ya que contiene el verbo rector del tipo objetivo de
sedición.

Evidentemente los términos que componen la frase impugnada, “se alzaren


públicamente y en abierta hostilidad”, son de alta indeterminación, lo que
trae como consecuencia una vulneración precisamente a los principios de
taxatividad y tipicidad citados en el Fundamento Jurídico III.3, de la presente
Sentencia Constitucional Plurinacional que claramente determina que las
normas penales o disciplinarias (normas administrativas) que implica la
suficiente predeterminación normativa de los ilícitos y sus consecuencias
jurídicas; pues la indeterminación supone una deslegalización material
encubierta.

El principio de legalidad, y los principios subyacentes del mismo como son el


de tipicidad y taxatividad estos principios exigen que las conductas
consideradas como antijurídicas sean descritas de forma que generen
certeza, sin necesidad de interpretación alguna, sobre el acto o conducta
sancionada, así como sobre la sanción impuesta, pues la existencia de un
precepto sancionador sin la suficiente claridad del acto que describe como
lesivo a un bien jurídico protegido, puede dar lugar a que sean las
autoridades encargadas de aplicar dicho precepto quienes creen el tipo para
adecuarlo a la conducta procesada, lo que no coincide con los principios de
legalidad y debido proceso (SC 0022/2006 de 18 de abril).

En ese sentido es claro que la frase cuestionada no puede ser reducida y


precisada en su contenido por medio de los demás elementos del tipo
sedición (que se refieren a la intención de los autores), esencialmente en
razón a que el art. 123 del Código Penal impugnado no describe la forma
comisiva de la acción típica de sedición, puesto que no alude al uso de la
fuerza ni hace referencia al uso de medios que se hallen al margen de las
vías legales, ni a ningún otro medio, lo que trae serias dudas respecto a que
actos de protesta o la simple exteriorización de criterios u opiniones

49
contrarias a determinados actos estatales, o cuestionamientos a leyes o actos
de autoridades estatales trae consigo que esos actos puedan ser
considerados como sediciosos.

En ese marco, dada la alta indeterminación advertida de la frase impugnada,


el núcleo de la acción típica resulta indeterminable, y se concluye que no es
posible determinar previamente si quedan comprendidas dentro de
este tipo conductas comunes tales como manifestaciones grupales
pacíficas, con expresiones verbales altisonantes vehementes de
desacuerdo, por cualquier medio de comunicación o protestas
sociales no violentas de momentánea interrupción de vías públicas,
e inclusive sublevaciones de grupos armados; es decir, la frase
impugnada contiene una indeterminación de alta intensidad con
relación al resto de los elementos de tipo, que no permite precisar
su contenido, alcance y una interpretación razonable, puesto que
por la omisión descriptiva señalada, no se hallan definidas y
acotadas las condiciones de su uso; por lo cual es evidente que resulta
contrario a los principios de legalidad y taxatividad, puesto que no permite
conocer con certeza la conducta punible.

Lo previamente advertido trae a colación que dicha frase, por las


características anotadas previamente, debido a su alta indeterminación,
vulnera además de los principios de tipicidad y taxatividad, de manera directa
el derecho a la libre expresión y la protesta social, ya que precisamente
conductas tan comunes como manifestaciones grupales pacíficas, con
expresiones verbales altisonantes vehementes de desacuerdo, o
protestas sociales no violentas de momentánea interrupción de vías
pública, pudieran ser consideradas como actos sediciosos,
imponiendo de esta manera restricciones irracionales al ejercicio de
estos derechos, vulnerando de esta el contenido central de este derecho
fundamental que comprende el derecho a expresar ideas, opiniones y
difundirlos por cualquier medio de comunicación, imponiéndose limitaciones
que ni siquiera están debidamente definidas trayendo consigo una
incertidumbre intolerable al ejercicio de este derecho fundamental.

Es necesario advertir que además se desconoce el principio de la


seguridad jurídica, citado en el Fundamento Jurídico III.6, de la presente
sentencia constitucional, en el que la jurisprudencia reconoce que dicho
principio se encuentra reconocido en el art. 178 de la CPE, en el que se
sustenta la atribución de impartir justicia, que implica precisamente la
protección constitucional de la actuación arbitraria estatal; por lo
tanto, la relación Estado-ciudadano (a) debe sujetarse a reglas
claras, precisas y determinadas, en especial a las leyes, que deben
desarrollar los mandatos de la Constitución Política del Estado,
buscando en su contenido la materialización de los derechos y garantías
fundamentales previstos en la Ley Fundamental, y que sea previsible para la
sociedad la actuación estatal, es decir, que los principios de taxatividad y

50
legalidad se encuentran profundamente ligados al principio de la seguridad
jurídica, por lo que si estos principios se encuentran vulnerados precisamente
por la vaguedad e indeterminación de una ley al tipificar una conducta
antijurídica como en este caso es la sedición, tal indeterminación también
vulnera el principio de la seguridad jurídica y acrecienta el riesgo de actos
arbitrarios por parte del estado restringiendo la materialización a su vez de
los derechos fundamentales a la libre expresión, al libre pensamiento e
incluso el derecho a la protesta.

Por otra parte, es necesario hacer notar que el verbo rector “alzaren”, que
gramaticalmente es el futuro de subjuntivo de alzar o de alzarse, tiene más
de un significado, puesto que dentro del Código Penal se lo emplea también
en otro tipo penal. En efecto, en su modo singular, constituye el verbo rector
en el delito de “Alzamiento de bienes o falencia civil”, que se halla tipificado y
sancionado por el art. 344 del CP, en los siguientes términos “El que no
siendo comerciante, se alzare, con sus bienes o los ocultare, o cometiere
cualquier otro fraude, con el propósito de perjudicar a sus acreedores,
incurrirá en privación de libertad de 2 a 6 años” (el resaltado es añadido); es
decir el verbo “alzarse” es empleado como verbo rector tanto en un delito
contra la seguridad interior del Estado como en otro delito defraudatorio de
contenido patrimonial; lo cual implica que se incumple con los estándares de
la jurisprudencia interamericana27 referidos a la utilización de términos
estrictos y únivocos en la elaboración de los tipos que acoten claramente las
conductas punibles, dando pleno sentido al principio de legalidad penal.

1.c.) Con relación a la frase “oponerse al cumplimiento de leyes,


decretos o resoluciones judiciales o administrativas”; los accionantes
alegan que no se precisa y menos señala que se entiende por “oponerse” ni
cuáles acciones se entienden como penalmente reprochables.

Como se tiene señalado, la expresión impugnada configura un especial


elemento subjetivo de autoría de la acción típica. Si bien es cierto que el
verbo “oponerse”, que es polisémico, en razón a su vinculación con la
referencia a la intención de los sujetos activos del tipo, prima facie, resultaría
clarificado, y, a partir de ello, sería posible su interpretación razonable;
sin embargo, ello no puede alcanzarse en razón a que- se reitera- el
art. 132 del CP no describe el medio comisivo; y esa omisión,
incrementa la indeterminación, puesto que, al no preverse la forma
de lograr la finalidad propuesta, efectivamente, no es posible
determinar de antemano si en el tipo penal sedición se encuadran
hipótesis conductuales de oposición con uso de la fuerza
únicamente o también quedan incluidas por ejemplo
manifestaciones pacíficas que tengan como móvil la expresión del
desacuerdo colectivo con una determinada ley, decreto o
resoluciones judiciales o administrativas.

27
la Corte IDH, caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú

51
Ello implica que en cada caso que se denunciara la comisión de este delito,
se dejaría al arbitrio judicial la definición de las conductas perseguibles
penalmente, con la irremisible consecuencia de la afectación de los derechos
a la libertad de expresión, reunión y a la protesta social, además de afectar
seriamente el principio jurisdiccional de la seguridad jurídica, ya que las
interpretaciones de los jueces sobre la aplicabilidad de esta norma pueden
variar de caso en caso.

Consecuentemente, se reitera, que la falta de descripción del medio comisivo


en el que incurre la norma impugnada, incide en la indeterminación de la
descripción de la intensión de los autores de la acción, que, por lo mismo
resulta contrario a los principios de legalidad, tipicidad y taxatividad
precitados en el punto anterior, puesto que la falta de claridad de la
descripción de ese elemento del tipo subjetivo y la acción típica no permite
deslindar los comportamientos no punibles por el art. 123 del CP.

1.d.) Con relación a la frase “(…) los que sin desconocer la autoridad
del gobierno legalmente constituido, (…) ejercer algún acto de odio
o de venganza en la persona o bienes de alguna autoridad o de los
particulares (…)”, se cuestiona que al tipificar como delito de sedición
“algún acto”, es irracional, injustamente irrestricta e imprecisa y demasiado
amplia.

Ahora bien, como se tiene precisado supra, el “ejercer algún acto de odio o
venganza”, se describen como un elemento del tipo subjetivo consistente en
un especial elemento subjetivo de la autoría consistente en la intención
perseguida con la realización del núcleo de la acción consistente en “alzarse
públicamente y en abierta hostilidad”. La indeterminación de intensidad alta
que se provocaba en el núcleo de la acción por la falta de descripción del
medio comisivo, al que se ha hecho referencia precedentemente, le es
también aplicable al elemento del tipo subjetivo que se examina por su
dependencia con el núcleo de la acción, que además se agrava por el hecho
de que en la descripción del mismo se emplea la cláusula abierta de “algún
acto”, lo que claramente vulnera los principios de taxatividad y tipicidad
citados en el Fundamento Jurídico III.3, de la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional.

1.e) Respecto a “trastornar o turbar de cualquier otro modo el orden


público”, los accionantes alegan que la redacción es demasiada amplia y
genérica, ya que cualquier conducta humana, la que fuere, pueda ser
perseguida penalmente como delito de sedición.

Además de la indeterminación provocada por la omisión de referencia al


medio comisivo en el que incurre el art. 123 del CP, la indeterminación de
este elemento del tipo subjetivo, se incrementa también por el uso de la
cláusula abierta “de cualquier otro modo”, puesto que no se consignan, así

52
sea de manera ejemplificativa, los supuestos concretos que constituyan los
referentes, a partir de los cuales sea posible realizar su interpretación de
forma conexa e indisoluble con el mismo; lo que no es posible, precisamente,
por la falta de esa previsión, con lo cual, en los hechos, implícitamente se
deja en manos de los órganos de persecución penal, la tipificación y
determinación de la conducta punible, extremo que resulta contrario al
principio de legalidad en sus elemento de taxatividad y tipicidad.

2) Sobre la vulneración específica de los derechos de a la libertad de


pensamiento y a la libertad de expresión

2.i) Sobre este tema, la parte accionante sostiene que la frase: “alzaren
públicamente y en abierta hostilidad para deponer a algún
funcionario o empleado público”, vulnera los derechos de pensamiento
y la libertad de expresión. Debido a que se permite la persecución penal de
esas libertades, ignorando que tanto las expresiones de opinión y de
pensamiento, aun se las exprese por cualquier medio, no deben ser
perseguidas, tipificadas ni sancionadas penalmente.

Dentro del Fundamento Jurídico III.7.1, en su punto a.2 de esta Sentencia


Constitucional Plurinacional, se concluyó que la precitada frase, en su
conjunto es de alta indeterminación, al no describírsela forma comisiva de la
acción típica de la sedición, lo que implicaba que cualquier conducta común
de protesta o expresión de oposición, pudieran ser consideradas como actos
de “alzamiento” y ante esta inseguridad jurídica, provocada por la vaguedad
de los términos empleados dentro de esa frase, se determinó su
inconstitucionalidad.

Por lo previamente advertido, se advierte que precisamente esa falta de


determinación en la frase analizada, pudiera tener como efecto que los
derechos de pensamiento y sobretodo el de libre expresión, como incluso el
derecho a la protesta como elemento integrante del derecho de asociación
pudieran ser objeto de menoscabo ante interpretaciones subjetivas de los
administradores de justicia.

En este caso en particular los principios de taxatividad y tipicidad al ser


incumplidos por el art. 123 del CP, trae como inevitable consecuencia la
vulneración de los derechos fundamentales antes anotados –Derecho a la
libertad de expresión; libertad de pensamiento; derecho de asociación y el
derecho a la manifestación pública o de protesta- así como la transgresión a
la seguridad jurídica dentro de la administración de justicia, teniendo en
cuenta que el Tribunal Constitucional Plurinacional debe enmarcar su tarea
interpretativa en el marco de los precedentes interamericanos y su
jurisprudencia, tanto dentro de su tarea de protección y materialización de
los derechos humanos, mediante la revisión de las acciones tutelares, como
dentro del control normativo de constitucionalidad, sea este previo o
posterior (Consultas y acciones de inconstitucionalidad), aplicando el

53
parámetro del principio de favorabilidad y de interpretación conforme a los
Pactos internacionales sobre Derechos Humanos, respetando los
compromisos asumidos por el Estado Plurinacional, y el bloque de
constitucionalidad en materia de la protección y materialización de los
derechos humanos.

2.ii) Respecto a la frase: “trastornar o turbar de cualquier otro modo el


orden público”, la parte accionante refiere que la misma tiene como efecto
que cualquier idea, pensamiento o expresión de opinión pueda ser
perseguida bajo la amplia tipificación del delito de sedición.

Dentro de este punto se advierte que concurren los mismos elementos de


indeterminación, advertidos en el punto anterior, lo que innegablemente
genera inseguridad jurídica, y el riesgo que interpretaciones subjetivas
puedan vulnerar los derechos fundamentales prenombrados de libertad de
pensamiento y de expresión, e inclusive el derecho a la protesta, motivo por
el cual se reafirma la inconstitucionalidad de la frase “trastornar o turbar de
cualquier otro modo el orden público”.

a) Análisis del art. 123 del CP en su conjunto

Del análisis frase por frase del art. 123, se pudo constatar que la única frase
que pasó el test de constitucionalidad fue la frase “sin desconocer la autoridad
del gobierno legalmente constituido”; sin embargo las frases: “se alzaren
públicamente y en abierta hostilidad”; “oponerse al cumplimiento de leyes,
decretos o resoluciones judiciales o administrativas”; “…ejercer algún acto de
odio o de venganza en la persona o bienes de alguna autoridad o de los
particulares”; “trastornar o turbar de cualquier otro modo el orden público”;
todas estas fueron consideradas como inconstitucionales por su alta
indeterminación, por ser frases que no determinan con claridad el tipo penal y
que por ese motivo vulneran el principio de legalidad, en sus elementos de
tipicidad y taxatividad, y por ende, ante la imposibilidad de poder ser
interpretados de manera clara, puede traer como consecuencia que su
interpretación y aplicación vulnere los derechos fundamentales de libertad de
pensamiento, expresión y de asociación, incluso el derecho a la manifestación
pública (derecho a la protesta); y, el principio de seguridad jurídica.

Lo anteriormente expuesto implica que la frase por si sola “sin desconocer la


autoridad del Gobierno legalmente constituido” carece de sentido si esta es la
única que se considera como constitucional dentro del art. 123.

Por tal motivo, el artículo 123 en su conjunto es inconstitucional, por los


argumentos desarrollados en el Fundamento Jurídico III.7.1, en sus puntos:
1) la vulneración de los principios de legalidad y taxatividad; y, 2) Vulneración
de los derechos a la libertad de pensamiento y la libertad de expresión.

54
III.7.2 En cuanto a la presunta inconstitucionalidad alegada contra el art.
133 (terrorismo) del Código Penal (modificado por el parágrafo I del
art. 2 de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011).

La Ley 1768 de 10 de marzo de 1997 y la reforma realizada mediante el


parágrafo I del art. 2 de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011, modificó el
art. 133 del Código Penal. Posteriormente la disposición adicional segunda de
la Ley 262 de 30 de julio de 2012, modificó nuevamente el art. 133 del CP, con
un texto completamente diferente.

El texto del art. 133 del referido CP que tipifica el delito de terrorismo,
modificado por el parágrafo I del art 2, de la Ley 170 de 9 de septiembre
de 2011, contra el que se interpone la presente acción de
inconstitucionalidad abstracta; no es el vigente, debido a que el Artículo
Único de la Disposición Derogatoria y Abrogatoria de la ley 262 de 30 de
julio de 2012, señala: “Quedan derogadas y abrogadas todas las
disposiciones contrarias a la presente Ley”; no se demostró; y, no se
evidencia norma alguna que refiera que la norma cuestionada de
inconstitucional, todavía produzca efectos jurídicos.

Conforme se tiene referido por la jurisprudencia citada en el Fundamento


Jurídico III.4 de este fallo constitucional, la acción de inconstitucionalidad
abstracta por regla general debe plantearse contra normas que estén en
vigencia plena a momento de su impugnación, considerando que la
finalidad de esta acción es expulsar del ordenamiento jurídico las
disposiciones legales contrarias a los preceptos constitucionales, no
tendría sentido alguno analizar una norma que ya se encuentra fuera del
ordenamiento jurídico al haber sido derogada o abrogada.

La jurisprudencia también ha señalado excepciones al respecto, refirió que


en los casos en los que la norma aún produce efectos jurídicos, es posible
realizar el test de constitucionalidad, ya sea por la vía de la acción de
inconstitucionalidad abstracta, cuando la norma mantiene vigentes
algunos de sus efectos y por la vía de la acción de inconstitucionalidad
concreta cuando la norma mantiene sus efectos para casos concretos,
dada la ultraactividad de la ley.

Sin embargo, en el caso concreto, no se demostró, ni evidenció, que el


art. 133 (terrorismo) del Código Penal (modificado por el parágrafo I
del art. 2 de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011), abrogado, esté
produciendo algún efecto jurídico, por lo que no es posible aplicar la
excepción a la regla.

Por consiguiente, al haberse planteado la acción de inconstitucionalidad


abstracta contra una norma que ha sido abrogada y por tanto que no está

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vigente, corresponde declarar la improcedencia de la acción en cuanto
al art. 133 del Código Penal que tipifica el delito de terrorismo,
modificado por el parágrafo I del art 2, de la Ley 170 de 9 de septiembre
de 2011; si bien se refirió “y a sus modificaciones”, la misma resulta
insuficiente.

POR TANTO

El Tribunal Constitucional Plurinacional, en su Sala Plena; en virtud a la autoridad que


le confiere la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia y conforme al
art. 12.1 de la Ley del Tribunal Constitucional Plurinacional (LTCP), resuelve:

1º Declarar la INCONSTITUCIONALIDAD del contenido del art. 123 del Código


Penal que tipifica el delito de sedición.

2º Declarar la IMPROCEDENCIA de la acción de inconstitucionalidad abstracta con


relación al art. 133 del Código Penal, que tipifica el delito de terrorismo,
modificado por el parágrafo I del art 2, de la Ley 170 de 9 de septiembre de 2011,
con relación con los arts. 13.IV; 14.III y IV; 21. 3. 4 y 5; 109.II; 116.II; 256.I y II;
410.I y II todos de la Constitución Política de Estado y las Normas Internacionales
tachadas de infringidas.

Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional


Plurinacional.

Se hace constar que la Magistrada MSc. Georgina Amusquivar Moller, es de Voto


Disidente y los Magistrados MSc. Paul Enrique Franco Zamora, MSc. Carlos Alberto
Calderón Medrano, MSc. Brígida Celia Vargas Barañado, MSc. Karem Lorena Gallardo
Sejas, Dr. Petronilo Flores Condori, René Yván Espada Navía y Gonzalo Miguel Hurtado
Zamorano, son de Voto Aclaratorio.

Fdo. MSc. Paul Enrique Franco Zamora


PRESIDENTE

Fdo. MSc. Julia Elizabeth Cornejo Gallardo


MAGISTRADA

Fdo. MSc. Carlos Alberto Calderón Medrano


MAGISTRADO

Fdo. MSc. Brígida Celia Vargas Barañado


MAGISTRADA

Fdo. MSc. Karem Lorena Gallardo Sejas


MAGISTRADA

56
CORRESPONDE A LA SCP 0004/2022 (viene de la pág. 56).

Fdo. Dr. Petronilo Flores Condori


MAGISTRADO

Fdo. René Yván Espada Navía


MAGISTRADO

Fdo. Gonzalo Miguel Hurtado Zamorano


MAGISTRADO

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