Está en la página 1de 13

Universidad Autónoma de Santo Domingo

PRESENTADO A:
Prof. Manuel Francisco Espinal
PRESENTADO POR:
Alondra Cruz Pichardo
MATRICULA:
100514319
ASIGNATURA:
Derecho Penal General II
TEMA:

El Tipo Subjetivo. Dolo, Imprudencia y Error de Tipo


FECHA DE ENTREGA:
05-11-2023
Introducción

En la tipicidad se trata de comparar la conducta histórica concreta realizada con la


descripción abstracta plasmada por el legislador en una norma. Las descripciones
legales (los tipos) contienen elementos externos u objetivos, como también internos o
subjetivos: así, el homicidio no es la mera realización de la muerte de alguien, sino la de
carácter doloso. Y también las concretas conductas contienen elementos tanto objetivos,
como subjetivos. La faceta subjetiva se refiere a la representación o conocimiento por el
agente de los elementos de la tipicidad objetiva. Es decir, se trata de que lo objetivo del
hecho (el riesgo desplegado por la conducta) sea conocido por el sujeto agente (esto es,
que se lo haya representado). La tipicidad subjetiva o imputación subjetiva consiste en
valorar si el agente conoce el riesgo de su conducta; es decir, si obra con dolo.
Entendemos por dolo el conocimiento por el agente del riesgo que encierra su conducta.
Con otras palabras, la conciencia de realizar los actos del tipo. No se exige que además
sepa que está prohibido, lo cual no es objeto del dolo, de la tipicidad subjetiva, sino de
la culpabilida; tampoco se exige que el agente goce de perfectas condiciones psíquicas,
las cuales pueden influir o condicionar el dolo, pero no se identifican. Históricamente el
término «dolus», proveniente del Derecho privado romano, en el que significa fraude,
engaño..., de donde, a finales del siglo XIX, pasa a la teoría del delito, poseía entonces
una carga de desvalor, es decir, se trataba de un concepto peyorativo. De ahí la
denominación de dolus malus (conciencia y voluntad de realizar un delito, así como
conciencia y voluntad de su carácter antijurídico) que durante siglos fue identificada con
el elemento subjetivo del delito.

El Tipo Subjetivo
Para que podamos atribuir carácter delictivo a una acción u omisión es preciso que
concurran también determinados elementos de naturaleza subjetiva, que aparecen a lo
largo de los diferentes escalones del sistema del delito. Partiendo del concepto
dogmático de delito como acción típica, antijurídica yculpable, ya la misma existencia
de un comportamiento humano accion, presupone 141 que los movimientos corporales
han sido realizados voluntariamente.

Para poder estar ante una conducta contraria a las normas penales, acción típica, ésta
deberá haber sido realizada con dolo o, al menos, de modo imprudente. por último, para
poder hacer responsable al agente de dicha acción, es preciso que haya actuado
culpablemente, con capacidad de motivación y conociendo la antijuridicidad del hecho.
la relación entre los citados elementos subjetivos de los tres estratos del delito opera a
modo de círculos concéntricos, en el sentido de que la afirmación del dolo presupone la
de una acción voluntariamente realizada y, a su vez, la culpabilidad sólo cabe plantearse
una vez afirmado un previo conocimiento (o conocimiento potencial) de los efectos de
la acción.

Tales elementos en el delito responde al presupuesto básico de la responsabilidad


subjetiva, emanado del principio de culpabilidad. Según dicho principio, plasmado en el
adagio latino nullum crimen, poena sine culpa, no resulta legítimo hacer responsable de
un delito a una persona e imponerle una pena si no lo ha realizado con culpabilidad
(entendida en sentido amplio).Así,no puede atribuirse un movimiento corporal a un
“agente” si no ha sido fruto de su decisión voluntaria; de igual modo, no puede
atribuirse un hecho lesivo a una persona si no ha sido realizado con la voluntad de
producirlo (dolo), o al menos con el conocimiento de que podía tener lugar (im-
prudencia); por último, sólo si el agente tenía la capacidad de evitar su realización y de
conocer su trascendencia resulta justo imponerle una pena (culpabilidad).

El “principio de dolo o imprudencia” conlleva la exigencia de una conexión subjetiva


entre el autor y su hecho, de forma que la im- posición de una pena requerirá siempre,
además de la causación de un resultado lesivo para un bien jurídico, la imputación
subjetiva de ese hecho a su autor. de este modo, resulta contrario a este “derecho penal
de la culpabilidad” el antiguo principio de responsabilidad objetiva, quedando
extramuros del castigo penal los supuestos de causación fortuita del resultado o la
posibilidad de agravar la pena por un resultado más grave, si éste no puede atribuirse al
dolo o imprudencia del autor.

El Dolo
El dolo puede definirse como el conocimiento y voluntad de realización de los
elementos del hecho típico. Ahora bien, dicha de- finición responde a la noción de dolo
neutro que mayoritariamente viene siendo manejada por la teoría del delito en la
actualidad, tras la aparición de la corriente dogmática del finalismo (abanderada en su
origen por hans Welzel) y el abandono de una sistemática clásica de cor te causalista.
Así, desde el actual sistema del delito, el dolo –y la imprudencia- pasa a formar parte de
la tipicidad y deja de entenderse como un dolus malus, que formaba parte de la
categoría de la culpabilidad y en el que quedaba también incluido el conocimiento de la
antijuridicidad.
de este modo, los aspectos subjetivos del ilícito penal pasan a dividirse en las dos
categorías básicas del delito –tipicidad y culpabilidad-, del siguiente modo:
1- En la tipicidad: dolo / imprudencia (conocimiento real o potencial de los ele- mentos
objetivos del delito)
2- En la culpabilidad: conocimiento de la prohibición de la conducta. en cualquier caso,
la citada definición – caracterizada por las notas de la voluntad y el cono- cimiento - no
es quizá representativa de la institución del dolo en su globalidad, pues, según qué
concepción del mismo se sostenga, al menos en la modalidad de dolo eventual el
elemento de la voluntad de realización apenas jugará papel alguno; expresado en otros
términos: que será posible afirmar la existencia de dolo sin que concurra dicha voluntad.
Tradicionalmente, el dolo ha venido recibiendo una clasificación tripartita, divi- dida en
las siguientes modalidades:
a) dolo intencional (o directo de primer grado)
b) dolo directo (de segundo grado o de consecuencias necesarias) c) dolo eventual.
La primera (llamada teoría de la voluntad) pone el acento en la voluntad como
elemento central del dolo, y asume, por tanto que, sin voluntad no hay dolo, por lo que
también el dolo eventual precisa de una voluntad dirigida al resultado.
La segunda (teoría de la representación) sitúa al conocimiento como elemento
central, e incluso único, del dolo, en la consideración de que la voluntad de realización
del resultado no concurre en el dolo eventual, pero ni siquiera se da en el dolo directo de
segundo grado.

Las diferentes modalidades de responsabilidad subjetiva


y su necesidad de distinción: el dolo y la imprudencia.
Todos los sistemas penales establecen una diferenciación básica
entre las formas de responsabilidad subjetiva del hecho, distinguiendo los casos en los
que el delito es la obra consciente y asumida por el autor (dolo) de aquellos otros en los
que la producción del resultado contrario al ordenamiento jurídico se ha debido a una
actuación negligente o descuidada, pero que no formaba parte del plan del autor
(imprudencia). Establecer esa distinción se debe a la diferente gravedad que jurídico-
penalmente conllevan ambas modalidades de actuación y, en consecuencia, a la
diferente consecuencia jurídica que los Códigos Penales suelen asignarles. Después
pondremos de manifiesto que los límites entre ambas formas de actuación, determinados
por la frontera que separa el dolo eventual de la imprudencia consciente,
pueden ser en ocasiones muy difíciles de trazar.
Clases de dolo. Límites con la imprudencia.
El orden suele ser asumido, en ocasiones, como un orden jerárquico basado
en la gravedad de la conducta realizada; así, un homicidio, por ejemplo, realizadocon
dolo intencional será más grave que un homicidio realizado con dolo eventual. En este
sentido, no son pocos los penalistas que han considerado que tal diferentegravedad
debería quedar reflejada en la legislación penal, asignando a las modalidades de dolo
intencional una penalidad más grave que la del dolo eventual, siquiera sea por la
similitud de esta última modalidad con la realización imprudente del delito,y las
consiguientes dificultades de delimitación entre ambas que con frecuencia se
presentan.

El dolo ha venido recibiendo una clasificación tripartita, dividida


en las siguientes modalidades:

a) Dolo Intencional (o directo de primer grado): En el dolo intencional el autor


persigue la realización del delito. Ello no implica, en todo caso, que dicha
realización sea el motivo último de su actuación; es, así, preciso distinguir
motivación e intención: la intención, la finalidad de la acción, es lesionar el bien
jurídico (dolo), si bien ello puede tener otros fines como motivación. El
delito puede querer realizarse como un medio para otros fines que pueden ser, a
su vez, penalmente relevantes, pero ello no implica la inexistencia de un dolo
intencional, si el delito era el fin pretendido por el autor con su acción.

Ejemplo: A entra en casa de B y lo mata con la finalidad de apoderarse de sus


bienes.

b) Dolo directo (de segundo grado o de consecuencias necesarias) Concurre un


dolo directo, también llamado de consecuencias necesarias, cuando la acción
realizada no va dirigida a la realización del hecho típico, pero tiene la práctica
seguridad de que si la realiza se producirá el resultado. Como puede apreciarse,
en esta modalidad la intención ya no es el elemento determinante para la
afirmación del dolo, pasando a serlo el conocimiento seguro o casi seguro de las
consecuencias del actuar.

Ejemplo: El propietario de un barco c oloca un explosivo para hacerlo estallar cuando el


barco se halle en alta mar con la finalidad de cobrar el seguro en caso de hundimiento.
Como consecuencia de la explosión, además del efectivo hundimiento fallece la
tripulación del barco.

Dolo eventual. El dolo eventual es la modalidad más relevante del dolo a efectos
prácticos, porque determina el límite con la imprudencia, que conllevará una pena
inferior.
Dicha delimitación presenta por lo demás no poca complejidad, existiendo diversas
posturas doctrinales. Por ello, es preferible comenzar con una definición de mínimos, en
la que todos los sectores coincidirían, para ir concretándola a continuación.
El dolo eventual se caracteriza porque al autor se le presenta la posibilidad la
eventualidad- de que el resultado se produzca, y aun así actúa.
Con esta definición pueden trazarse claramente las diferencias con el dolo
directo, que radican en una mera cuestión de grado de conocimientos: mientras en el
dolo directo el autor se representa la producción del resultado con práctica seguridad
(con su actuar el resultado se producirá necesariamente), en el dolo eventual se
representa la producción del resultado como posible, o probable, sin alcanzar el grado se
práctica seguridad que define a la modalidad anterior. No obstante, tal definición de
mínimos no es apta para delimitar el dolo eventual de la imprudencia consciente, pues
ésta se caracteriza igualmente por actuar con la representación de un resultado posible.

La teoría del consentimiento


La teoría del consentimiento, o de la aprobación, asume que la distinción con la
imprudencia consciente radica en que en el dolo eventual el agente ha de consentir
en la probabilidad de producción del resultado. Para comprobar dicho consentimiento,
suele utilizarse una fórmula hipotética (llamada Fórmula de Frank), según la cual
estaríamos ante un dolo eventual cuando, anticipando mentalmente la efectiva
producción del resultado y contemplando el mismo como seguro, el autor habría
realizado igualmente la acción. Estaremos, en cambio, ante una imprudencia consciente
si, en cambio, el autor dejaría de actuar si supiese con seguridad que el resultado lesivo
iba a producirse.
Ejemplos:
1. Caso de los mendigos rusos: unos mendigos utilizan a menores para la mendicidad,
a los que mutilan para inspirar más compasión. A pesar de haber muerto algunos niños
como consecuencia de las mutilaciones, los mendigos continúan con tales prácticas,
muriendo otro niño.

La teoría de la representación

La teoría de la representación, o de la probabilidad, por su parte, se desentiende


de todo componente volitivo y se conforma para afirmar un dolo eventual con que el
agente se represente como posible o probable la producción del resultado. Es decir,
dentro de esta concepción, coexisten líneas doctrinales que exigen la elevada
probabilidad del resultado con otras para las que basta la representación de la mera
posibilidad.
Las críticas a esta concepción son, en esencia, las siguientes:

a) Se afirma en primer lugar que si se excluye todo componente volitivo de la noción de


dolo ya no será posible establecer una diferencia cualitativa con la imprudencia que
justifique la diferente penalidad, puesto que lo caracteriza a la imprudencia consciente
es precisamente ese conocimiento de la situación peligrosa.

b) E n cuanto a su aplicación práctica, resulta inaplicable una delimitación


entre dolo e imprudencia basada en la mayor o menor probabilidad, pues
resulta imposible de establecer de antemano un porcentaje numérico para trazar esa
frontera.

La teoría de la asunción. Concreciones sobre la delimitación entre


dolo e imprudencia
El criterio más adecuado pasa por plantear una especie de síntesis entre ambas
concepciones, si bien otorgando mayor peso a la concepción cognoscitiva del dolo,
entendiendo, en consecuencia, que lo determinante del dolo, y con ello del dolo
eventual, es el conocimiento de la concreta aptitud de la conducta para producir el
resultado. Como ha afirmado Gimbernat, la diferencia básica entre ambas concepciones
radica en que mientras la teoría del consentimiento enfrenta al autor con el resultado, la
teoría de la probabilidad enfrenta al autor con la acción peligrosa, prescindiendo
entonces de la cuestión de si el autor habría querido, consentido o aprobado el resultado
y vinculando la afirmación el dolo con la existencia de un acción peligrosa para el bien
jurídico y la realización de dicha acción a pesar de conocer el concreto riesgo que
conlleva.

Ejemplos: 1. Caso del integrista religioso. Un miembro de una violenta organización


terrorista islámica decide ocultar una bomba con un dispositivo de explosión retardada
en una estación de metro. Media hora antes de que el artefacto explote, el sujeto se
arrepiente de su acción, pero decide no dar aviso a la policía por temor a ser descubierto
y opta por recurrir a otra solución: es tal su fe en Dios, que le implora mediante rezos
que detenga la explosión de la bomba, llegando a quedar plenamente convencido de
que así ocurrirá. No obstante, la bomba estalla y mata a varias personas.

2. Caso de la lotería: Un individuo convence a un amigo suyo para que le preste


una elevada cantidad de dinero, afirmando que va a invertirla en un negocio muy
rentable de fabricación de maquinaria que, en realidad, no existe. Su verdadera idea es
destinar el dinero a la compra de boletos de lotería y, con las ganancias que confía en
obtener al recibir el premio, devolver el dinero al amigo y lucrarse él mismo. Frente a lo
que él esperaba, no le toca la lotería y no puede devolver el dinero a su amigo.
LA IMPRUDENCIA
El término “imprudencia” equivale al de “culpa”, que la doctrina había venido
utilizando tradicionalmente. En la presente lección, hemos optado por emplear la
primera acepción –y hablar, así, de delito imprudente en lugar de “culposo”-, en aras
de evitar confusiones con la categoría de la “culpabilidad”, que constituye el tercer
eslabón de la teoría del delito. La imprudencia sólo podrá castigarse cuando el
legislador haya establecido expresamente la posibilidad de su castigo
“El que por medio de alimentos, brebajes, medicamentos, sondeos, tratamientos
o de otro modo cualquiera, causare o cooperare directamente a causar el aborto
de una mujer embarazada, aun cuando ésta consienta en él, será castigado con la
pena de reclusión. La misma pena se impondrá a la mujer que causare un aborto o
que consintiere en hacer uso de las substancias que con ese objeto se le indiquen o
administren o en someterse a los medios abortivos, siempre que el aborto se haya
efectuado. Se impondrá la pena de prisión de seis meses a dos años a las personas
que hayan puesto en relación o comunicación una mujer embarazada con otra
persona para que le produzca el aborto, siempre que el aborto se haya efectuado,
aun cuando no hayan cooperado directamente al aborto. Los médicos, cirujanos,
parteras, enfermeras, farmacéuticos y otros profesionales médicos, que, abusando de
su profesión, causaren el aborto o cooperaren a él, incurrirán en la pena de cinco a
veinte años de trabajos públicos, si el aborto se efectuare.
Como puede apreciarse, el legislador se limita a describir una serie de conductas
en términos meramente causales, incluyendo, entonces, elementos meramente
objetivos o externos del hecho y sin referencias al aspecto subjetivo. Ello implica
que, desde el principio de legalidad, ningún obstáculo existiría para incluir bajo tal
descripción típica conductas realizadas por imprudencia, puesto que también éstas, y
no sólo las dolosas, pueden causar el aborto.

Ciertamente, esa conclusión no podrá afirmarse respecto de todos los tipos


penales, y ello porque muchos de ellos incluyen expresas referencias a elementos
subjetivos cuya concurrencia resulta incompatible con la realización imprudente del
hecho, y otros muchos delitos, aun cuando no contengan referencias expresas, sólo
son concebibles en su modalidad dolosa, porque su lesividad viene determinada por
una intención determinada.
En cualquier caso, respecto de los tipos legales en los que sí cabría incluir la
realización imprudente, es importante resaltar que, como ya ha sido dicho, un amplio
sector doctrinal considera que salvo regulación expresa del legislador la modalidad
imprudente debería queda excluida del castigo. Tal punto de vista se basa en la
consideración de que la modalidad imprudente reviste una menor gravedad que la del
delito doloso, por lo que, salvo que el legislador asumiera la necesidad político-criminal
de aplicar la sanción penal también para la imprudencia, el principio de intervención
mínima que debe presidir la actuación del Derecho penal debe llevar a restringir el
ámbito de aplicación de los tipos legales a las modalidades más graves.
Ejemplo: Cuando el medico finaliza la operación se da cuenta de que la
herida no esta bien suturada y queda una pequeña hemorragia, pero confía en
que se cerrara sola y la hemorragia cesará. Al paciente se le infecta la herida y
sufre lesiones de consideración.

Desconocimiento (evitable) de los elementos objetivos del hecho típico


Imprudencia inconsciente: el autor no se representa la producción del
hecho típico, pero era su deber conocer el riesgo y evitarlo.

Ejemplo: El medico deja por descuido una gasa dentro del cuerpo del paciente
después de la operación, sin apercibirse de ello. El paciente sufre una
infección y muere.

Concepto de imprudencia. La infracción del deber de cuidado


como elemento nuclear del tipo imprudente
la imprudencia se caracterizará por una falta de conocimiento acerca de las
consecuencias lesivas de la conducta. En la imprudencia inconsciente ese déficit de
conocimiento es completo, dado que el agente ni siquiera se representa el peligro de su
conducta para el bien jurídico, pero también en la imprudencia consciente se da tal
déficit de conocimiento sobre el riesgo; el autor sabe que su comportamiento conlleva
cierto peligro, pero confía en que no dará lugar al resultado, y esa confianza se revela
infundada. Expresado en otros términos, el elemento característico de la imprudencia es
la creencia errónea en la no producción del resultado.

La previsibilidad objetiva como primer aspecto del deber de cuidado:


el deber de advertir el peligro.
El primer contenido del deber llamado deber de cuidado interno es el de
advertir la presencia de un peligro en su gravedad aproximada. Para determinar el
ámbito de este deber recurriremos a un juicio de previsibilidad emitido desde una
perspectiva ex ante, situando a un espectador dotado de conocimientos medios
(más los especiales que tuviera el concreto autor) y analizando si desde la perspectiva
en que se disponía a actuar el autor el peligro resultaba objetivamente previsible.

Tal deber de previsión del peligro es que resulta infringido en la llamada imprudencia
inconsciente. En esta modalidad de la imprudencia, como ya hemos afirmado, el autor
no prevé la situación de riesgo, si bien cabe atribuirle la vulneración de un deber de
cuidado porque ese riesgo resultaba previsible para cualquier persona situada
en su lugar, con lo que también él podría haberlo previsto (y, con ello, evitado el
resultado) si hubiera prestado la atención debida.

El deber de cuidado externo: el contenido del deber de cuidado.


Ante los supuestos en los que se ha advertido la existencia de una situación
peligrosa (encontrándonos ya, en consecuencia, en el ámbito de la imprudencia
consciente), el deber de cuidado se determinará en cada caso según las circunstancias.
Con carácter general, la doctrina ha venido distinguiendo tres supuestos.

a) E n primer lugar, existe un deber básico de omitir acciones peligrosas. Existen


acciones cuyo peligro para el bien jurídico es tan elevado que el mero hecho de
realizarlas infringiría ya el deber de cuidado. Ello sucede de modo paradigmático
en los supuestos en los que existe una falta de preparación técnica para realizar
determinada actividad.
Ejemplo: Antes de operar, el cirujano debe examinar el estado del paciente y
consultar su historial clínico. A la hora de construir una vivienda, el arquitecto
responsable de la misma debe informarse sobre las condiciones del suelo donde va a
edificarse.
LA GRAVEDAD DE LA IMPRUDENCIA. CRITERIOS DE MODULACIÓN

La imprudencia, la infracción del deber de cuidado en que ello consiste, es una


circunstancia graduable, susceptible, por tanto, de recibir una mayor o menor
desvaloración penal. Ello, por lo demás, es asumido desde antiguo,
habiéndose distinguido, tanto en el ámbito penal como en el civil, entre culpa grave,
leve y levísima.
Es preciso tener en cuenta, además, que la gravedad de la imprudencia tampoco
depende directamente de la clase de imprudencia que sea, consciente o inconsciente;
expresado en otros términos: que la imprudencia consciente sea per se más
grave que la inconsciente. Ello puede ser así en ocasiones, pero son otros factores los
que, junto con éstos, tendrán que ponderarse para efectuar ese juicio desvalorativo.

Por ejemplo, puede haber casos en los que la ausencia de representación del peligro
concurrente en la acción (culpa inconsciente) pueda deberse a una grave desatención
de las normas más básicas de cuidado propias del ámbito social donde el sujeto actúa.
O, como afirma Peñaranda, “una inconsciente desatención del cuidado debido
puede ser calificada de grave y, a la inversa, puede ser leve la infracción del cuidado
debido aunque medie una abstracta conciencia del riesgo”.

En una primera aproximación conceptual, la siguiente clasificación puede ser útil:

a) Imprudencia temeraria: concurriría cuando se ha infringido un deber básico


de cuidado en una medida inusualmente alta, no habiendo prestado atención el autor a lo
que sería evidente para cualquiera.

b) Imprudencia grave: estaremos ante esa modalidad cuando el resultado


sea consecuencia de la desatención o negligencia exigible a cualquier ciudadano,
habiendo podido evitarse el resultado aplicando una diligencia propia de un hombre
medio.

c) Imprudencia leve: se dará cuando la evitación del resultado hubiera requerido


el empleo de un especial cuidado superior al de un hombre medio.

d) Imprudencia levisima: se daría cuando el resultado sólo se hubiera podido


prever mediante el empleo de una diligencia extraordinaria, exigible al más
capacitado de los ciudadanos en el sector donde se desarrolla la actividad.
LA PRETERINTENCIONALIDAD. EL HOMICIDIO PRETERINTENCIONAL
La preterintencionalidad tiene lugar cuando el autor quiere producir dolosamente
un determinado resultado lesivo, pero termina por producir un resultado más
grave que el abarcado por su dolo praeter intentionem : más allá de la intención. La
figura más tradicional es la del homicidio preterintencional, caracterizado porque
de la realización de unas lesiones dolosas se deriva la producción de un resultado de
muerte.
El CP dominicano, en su artículo 309, contempla una regulación específica del
homicidio preterintencional, en los términos siguientes:

“si las heridas o los golpes inferidos voluntariamente han ocasionado la muerte del
agraviado, la pena será de trabajos públicos, aún cuando la intención del ofensor no
haya sido causar la muerte de aquél”. Tal regulación específica implica que la solución
del concurso no sería aplicable, puesto que entraría en aplicación directamente la
regulación específica, que, al conllevar una pena superior a la de las lesiones, abarcaría
todo el desvalor del hecho. Ahora bien, a los efectos de la interpretación correcta de ese
precepto, es importante poner de relieve dos cosas.

EL ERROR DE TIPO
El error de tipo consiste en el desconocimiento por parte del agente de alguno
o algunos de los elementos descritos en el tipo. Así, si el dolo se define precisamente
en virtud del conocimiento de los elementos del tipo, el error de tipo constituye su
reverse, y excluye por tanto el dolo.
Ejemplo: Error de tipo: A compra una pistola y decide probarla disparando contra
la pared de una cabaña abandonada que ha encontrado paseando por la montaña. Los
disparos de A causan la muerte de un vagabundo que se había refugiado en la cabaña y
que dormía en ese momento.

Existe un desconocimiento sobre un elemento constitutivo del hecho típico del


homicidio que, en cuanto error de tipo, excluiría el dolo. En
cambio, en el segundo ejemplo el sujeto cuando actúa conoce perfectamente todos
los elementos que describe el tipo legal (actos de naturaleza sexual, ausencia de
consentimiento del sujeto pasivo, etc.,), si bien desconoce que dicha conducta está
prohibida.
ERROR EVITABLE E INEVITABLE
Como acabamos de afirmar, las consecuencias serán diferentes según estemos
ante un error evitable (también denominado “vencible”) o inevitable, puesto que en
el primer caso podrá condenarse por imprudencia y en el segundo la conducta será
impune. Partiendo de ello, el error evitable puede definirse como aquél que habría
podido evitarse si se hubiera aplicado el cuidado debido en la concreta situación. El
error inevitable, por su parte, será el que no hubiera logrado evitarse ni aun prestando
toda la atención exigible.
El error de tipo invencible produce la impunidad. En este caso se entiende
que la persona no sólo no tuvo la intención de realizar el hecho, sino que, además,
no infringió el deber de diligencia, puesto que le era imposible superar el error aun
actuando prudentemente. En este caso, el error de tipo se basa en la creencia
objetivamente fundada para el hombre medio ideal colocado en la situación del autor.
Con los conocimientos de éste y empleando toda la diligencia objetivamente debida.
En tales hipótesis no hay ni dolo ni imprudencia, por lo que se trata de un supuesto
especial de caso fortuito”.
ERROR SOBRE ELEMENTOS DESCRIPTIVOS Y SOBRE ELEMENTOS
NORMATIVOS

Los tipos legales se sirven tanto de elementos descriptivos como de elementos


normativos. Los primeros se caracterizan por referirse a objetos, hechos o circunstancias
fácticas y propias de la realidad exterior aprehensible, en consecuencia, por los sentidos.
Los segundos, en cambio, aluden a una realidad a su vez determinada por normas, ya
sean sociales o jurídicas. Dicha distinción es importante en el ámbito del error por dos
razones. En primer lugar, porque dada su diversa naturaleza, los mecanismos para
aprehender tales elementos serán distintos en cada caso, lo que, a su vez, lleva a que
sean diversos los
criterios para modular la vencibilidad o invencibilidad del error.
Error sobre elementos descriptivos
En el caso antes citado en el que el sujeto que dispara yerra acerca de la presencia
de un “otro” (elemento descriptivo del delito de homicidio), no cabe duda de
que ese error es sobre el tipo.
Error sobre elementos normativos.
Ejemplo: Un sujeto, después de cenar en un restaurante, agarra por error un
abrigo ajeno del perchero creyendo que es el suyo y se lo lleva.
Ejemplo: Dos personas han convivido durante años y una de ellas se va a vivir
al extranjero, dejándose por error un valioso reloj. El que se queda, al encontrar el
reloj en un cajón seis meses después, se lo apropia creyendo que tras el paso de ese
tiempo en su casa ha adquirido la propiedad del mismo. ¿Estaríamos ante un error
de tipo acerca de la “ajenidad”, o ante un error de prohibición?
EL ERROR SOBRE LA DIRECCIÓN DEL CURSO CAUSAL

El error puede referirse a cualquier elemento del tipo, también, por tanto al objeto
de ataque, o al curso causal. No obstante, estos casos presenta particularidades
especiales que hacen aconsejable su examen por separado.
Error in objecto - in persona
Los supuestos de error in objecto (o in persona) se caracterizan porque el autor
confunde el objeto de ataque, dirigiendo su acción contra un objeto (o una persona)
distinto del que pretendía.

Ejemplo: Un asesino ha recibido dinero por matar al empresario B. Cuando el


asesino se halla apostado esperando a que su víctima salga del restaurante done su
víctima está cenando, ve aparecer a una persona a quien dispara por confundirlo con
aquélla, dada la similar vestimenta y fisionomía.
Error sobre la dirección del curso causal

El sujeto que inicia una acción dirigida dolosamente a producir un resultado


puede también errar sobre la dirección que tome el curso causal por él creado,
produciéndose el resultado pretendido pero por un curso causal distinto al abarcado por
el dolo. La cuestión que debemos plantearnos es si ese resultado es o no imputable
al dolo. Al respecto cabe plantear diversas situaciones:

a)Que la desviación llegue a excluir la imputación objetiva del resultado, al


romperse la necesaria relación de riesgo entre la conducta peligrosa y el resultado
producido. Ello ya ha sido objeto de estudio en la lección anterior.
Ejemplo: A dispara a B con intención de darle muerte, pero B sobrevive el tiempo
suficiente para ser trasladado al hospital, en el que se produce un incendio
muriendo B a consecuencia del mismo.
b) Que la desviación no excluya la imputación objetiva del resultado. Una vez afirmado
el tipo objetivo, es cuando hemos de indagar si el error sobre el curso causal resulta
relevante a los efectos de imputar el resultado al dolo.

Ejemplo: cuando el autor dispara con intención de matar acertando en el corazón,


pero la bala se aloja en el pulmón, matando a la víctima. Aquí la clase de riesgo
que da lugar a la muerte es la que el autor abarcó con su dolo (matar con un disparo)
y el distinto modo de producción del resultado no conlleva un cambio de calificación
jurídica ni de gravedad de la conducta.
Aberratio ictus
Este grupo de supuestos guarda similitud con el error in persona (o in objecto), puesto
que en ambos casos el sujeto quiere o asume, por ejemplo, matar a A, y termina por
matar a B. La diferencia es precisamente que en el error in objecto no hay desviación el
curso causal, ya que el agente mata al sujeto que se representaba, errando sólo sobre su
identidad. En cambio, en la aberratio ictus, el curso causal termina por dirigirse a un
sujeto distinto del previsto.

Ejemplo: A prepara una bomba y la pone el coche de su enemigo para que estalle
cuando éste encienda el motor. En lugar de hacerlo éste, lo hace su hijo, muriendo a
consecuencia de la explosión.

Desviaciones causales derivadas del momento de la consumación:


“consumación anticipada” y “dolus generalis”.

Junto a los casos ya analizados, pueden también producirse desviaciones del curso
causal con respecto a lo representado por el dolo del autor referidas al momento en que
se produce la consumación del hecho, pudiendo darse tanto el caso en que el resultado
se produce antes de lo esperado por el autor, como casos en los que se produce después.

a) E l primer supuesto es el de la llamada consumación anticipada. Son los casos


en los que el autor, con una primera acción y sin representárselo produce el resultado,
y continúa después con sus actos dirigidos a la producción de un resultado que
objetivamente ya tenido lugar con la primera acción.

Ejemplo: Un sujeto, con la intención de matar a B por estrangulamiento, lo agarra


por el cuello y lo tira al suelo violentamente, produciéndose la muerte a consecuencia
del golpe recibido en la cabeza de B contra el suelo; sin que A sea consciente de la
muerte, continúa ejerciendo presión sobre el cuello de B hasta que nota el cuerpo
inerme.

b) El segundo grupo de casos, con la estructura inversa al anterior, se denominan


dolus generalis (aunque, como veremos, esa acepción no es del todo correcta). Son
aquellos en los que el autor, en la creencia errónea de haber causado el resultado
perseguido con una primera acción, sin saberlo lo causa realmente con una segunda
acción, destinada por lo general a ocultar la primera.

Ejemplo: A dispara a B y ante la inconsciencia de éste, A lo cree muerto. Con la


finalidad de deshacerse del cadáver, lo tira por un precipicio, muriendo realmente
a consecuencia de la caída.

También podría gustarte