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"La importancia de la pedagogía posmoderna frente a la crisis del coronavirus”

Álvaro Pavón González


La educación actual se enfrenta ante una nueva clase de hombre, caracterizado por la
homogeneidad y la carencia de identidad diferenciadora; la falta de interiorización y de
asimilación del conocimiento, la ausencia de posiciones críticas y analíticas, por su apego a
lo políticamente correcto o a lo políticamente de moda.
Una educación como la enseñanza a distancia ha planteado a los países del mundo nuevos
retos y, particularmente, a México.  En la primera reunión en línea de ministros de
educación organizada por la UNESCO el pasado 10 de marzo, el secretario de educación,
Esteban Moctezuma, reconoció que “solo el 60% de los estudiantes tienen internet”, por lo
que se tuvo “que ofrecer una combinación de educación a distancia con televisión abierta”.
Sin embargo, el funcionario federal no se refirió a las estrategias para llegar a lxs niñxs con
necesidades especiales y a lxs niñxs, adolescentes y jóvenes en contextos indígenas y
rurales. Tampoco planteó recursos adicionales para apoyar la enseñanza a distancia y
mejorar la conectividad en zonas aisladas, dos aspectos que resultan relevantes en los
momentos actuales. (Romero, 2020)
La contingencia provocada por la pandemia del coronavirus puso a prueba al sistema
educativo, así mismo, dejó al descubierto sus deficiencias, tales como: la falta de
conectividad y herramientas, así como el analfabetismo digital, tanto de profesores como
alumnos. Hace dos años se vivía en su punto crítico una situación de contingencia sanitaria
mundial, ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2 que causa la enfermedad del Covid-
19 y obliga al “aislamiento social”; por ello, y de manera emergente, en México se instruyó
a los docentes de todos los niveles escolares para que se dispusieran a impartir clases a
distancia a sus alumnos.
Dicha instrucción se estableció en el acuerdo 02/03/20, presentado por el secretario de la
SEP, Esteban Moctezuma Barragán, publicado el 16 de marzo de 2020, en el que se dio a
conocer la suspensión de clases en las escuelas de educación preescolar, primaria,
secundaria, normal y demás para la formación de maestros de educación básica del Sistema
Educativo Nacional, así como aquéllas de los tipos medio superior y superior dependientes
de la SEP (DOF 2020, p. 1). Sin embargo, en el acuerdo presentado no se dieron
recomendaciones puntuales, ni un soporte técnico o metodológico por parte de la Secretaría
para llevar a cabo la instrucción. (Navarrete; Manzanilla; Ocaña, 2020)
Dicha medida de “impartir clases a distancia” desembocó en la Imposición de la forma
frente al contenido. Esta se pudo apreciar en la implementación de “Aprende en casa”
(primera versión) donde los temas y contenidos no estaban adaptados al nivel o grado
educativo acorde a los alumnos a los cuales estaba dirigido. Asimismo, quiénes lo
impartían no eran docentes, sino presentadores; demostrando que no importa lo que se diga
sino como se diga. Y que, debemos respetar todos los discursos independientemente de su
contenido, siendo más importante dentro de un enfrentamiento dialéctico, la forma del
discurso que el propio discurso como tal.
El estado implantó una acción de emergencia para trabajar desde casa y los docentes
tuvimos que adaptarnos a este buscando cursos, herramientas y opciones que permitieran
continuar con nuestra labor docente desde los hogares. Nos adaptamos al programa y, no el
programa se adaptó al docente, demostrando que “la educación es uno de los caballos de
batalla del que se sirven todos los partidos políticos para construir su discurso demagógico”
(Pavón, 2020). La SEP, frente a la emergencia sanitaria originada por el Covid-19, intentó
aprovechar todos los recursos digitales disponibles para continuar con el desarrollo del
ciclo escolar 2019-2020 desde casa.
La Administración Educativa Federal (AEF) promovió la creación de la plataforma
virtual  Aprende en casa (…) con la premisa de servir como apoyo a los docentes para
realizar su labor en una modalidad educativa para la que pocos están preparados: la
educación a distancia. Por indicaciones de la autoridad educativa en turno, la plataforma
virtual se estableció como apoyo para los alumnos, docentes y padres de familia, pues estos
últimos deberán enseñar a sus hijos e hijas en casa. (Navarrete; Manzanilla; Ocaña, 2020)
Actualmente, la capacidad crítica de los individuos se ha degradado al punto de adoptar
ciertas ideologías que carecen de fundamento o son absurdas, provocando la degradación
de la sociedad. El que estás ideas se difunden de manera masiva en nuestra sociedad, es
síntoma de la degradación de esta, preocupante. Ciertamente, esta degradación se ha
acrecentado gracias a la conectividad que proporciona la Red y los medios virtuales.
Mediante estos se difunden de manera masiva teorías, creencias, hipótesis, etc., carentes de
fundamento y contradictorias al razonamiento científico. El que estas ideas se difundan de
manera masiva en nuestra sociedad, es síntoma de la degradación de esta, algo preocupante.
Las comunicaciones y el desarrollo personal están determinados por la conectividad a
medios virtuales, en los cuales reina la idealidad y la confusión. Así, medios virtuales como
Facebook o Instagram son determinantes en la creación de la opinión pública y actúan
como orientadores del ser postmoderno. (González, 2018.)
La pretensión de un conocimiento racional que ayude a comprender el mundo en el que
vivimos, se ha difuminado completamente en un mar de relativismo en el que ya no solo se
ponen en duda cuestiones de tipo, por ejemplo, ético, sino que ha trascendido hasta
disciplinas como la física o el estudio del cosmos, siendo ejemplo de ello el tema del
terraplanismo. Lo inquietante de la cuestión es que la fuerza de estos planteamientos
irracionales ha conseguido llegar hasta los estudiantes de las ciencias duras, siendo ahora
completamente normal el que encontremos alumnos de medicina, química o biología que
profesan estas creencias.
Estas situaciones se están dando ya en nuestra sociedad, y si todo sigue igual, se agudizarán
en las décadas que nos esperan, sumado a un futuro incierto en el que ni siquiera sabemos si
los derechos y privilegios de nuestros sistemas políticos podrán ser recuperados total o
parcialmente cuando la pandemia se aplaque. Bien lo decían las redes sociales en el pico de
contagios de Covid-19; ¿qué pasará cuando nos vuelva a afectar otra pandemia? ¿quiénes
nos atenderán? Preguntas que ponían en contexto la situación crítica actual de la sociedad,
cuyos jóvenes están más preocupados por convertirse en Influencers, Youtubers, haciendo
videos que les den likes y/o reacciones que ellos interpretan como éxito en sus vidas.
Lo antes mencionado, se refleja en enseñanzas que predican que se puede superar cualquier
adversidad solamente con la “fuerza de nuestro deseo”; la llamada mentira de la
motivación. Mentira porque no basta desear algo para conseguirlo y hacerlo realidad, no
basta estar motivado para lograr objetivos. Se requieren aptitudes, actitudes, habilidades,
conocimientos, etc., en su conjunto, estas permitirán el éxito o fracaso de los deseos
personales. La mentira de la motivación, aunado a las tendencias de las redes sociales son
las modas que profesan de una forma u otra, en menor o mayor medida tantos y tantos
universitarios; no limitándose solo a jóvenes o alumnos, ya que el nivel intelectual de los
profesores (especialmente los más jóvenes, educados ya en nuestro mismo sistema) es muy
bajo, insuficiente para suministrar correctamente los contenidos.
Otro obstáculo por el que atraviesa la educación actual es la “transversalidad” del
conocimiento, que plantea como una de las justificaciones para supeditar la educación a las
exigencias de la ideología (en esto se basa la falseada pretensión de “poner la universidad
al servicio de la sociedad”), para la cual todas las opiniones son iguales y respetables, el
problema es que “la opinión del médico y la del ignorante no son, en absoluto, igualmente
autorizadas, por ejemplo, respecto de si se va o no a sanar” (Aristóteles, 1010b).
Este lema pedagógico se disuelve en el mismo momento en el que entra en contacto con la
realidad, siendo prueba de ello el hecho de que, para afrontar la crisis que sufrimos, no se
escoge a aquellos que más habilidades sociales tienen o mejor gestionan las emociones,
sino que se apuesta por profesionales o expertos (cuanto mejor formados y más
especialistas en la materia mejor), siguiendo criterios causales y no casuales, ya que lo
contrario sería simplemente una majadería.
“La pedagogía oficial es el aparato doctrinal y de propaganda sobre el que se sustenta
esta masificación de la incompetencia […] El profesor es, en la tradición marcada por los
postulados del krausismo de la Institución Libre de Enseñanza, el sujeto que encarna en
las aulas el sistema educativo basado en esta pedagogía formalista” (Sánchez Tortosa,
2014: 76)
No solo los educandos enfrentan obstáculos educativos, la figura del profesor ha sido una
de las que más se ha puesto en duda de un tiempo a esta parte, siendo sustituida
completamente en el contexto de excepción que vivimos durante las últimas semanas.
Durante al periodo de contingencia y la ardua tarea de los docentes, alumnos y tutores al
intentar realizar su labor y obligaciones, surgió a flote la figura del profesor y su
importancia en la noble labor de la enseñanza. Lo padres se dieron cuenta de la importancia
los docentes en la enseñanza, y que esta tarea, antes vista por ellos como algo simple,
resulta compleja al ser enfrentados con la realizad; padres impartiendo contenidos
educativos a sus hijos.
La terrible situación a la que nos referimos en las ideas ya anteriormente planteadas crea un
sistema educativo enfermo, que colapsa en los momentos de mayor tensión, aquellos en los
cuales se demuestra realmente la fortaleza o debilidad. Lo que la pandemia ha demostrado
del sistema educativo nacional mexicano, mayormente son debilidades y casi nulas
fortalezas. Una de las cosas que caracterizó la enseñanza a distancia en nuestro país es la
variedad de métodos a través de los cuales los profesores han intentado proseguir con su
labor, a expensas de prorrogas de la situación de excepción por parte del gobierno y de un
futuro incierto en lo que a la enseñanza se refiere.
Así mismo, nos encontraríamos con una inmensa mayoría de dicentes que han recibido la
suspensión de clases como algo realmente positivo, unas vacaciones del tedio que les
produce un estudio, por lo que bien por falta de iniciativa natural o bien por la incapacidad
del sistema educativo de inculcar en los alumnos el interés por la lectura y el
conocimiento. La falta de soltura y familiaridad por parte de los profesores, y el desinterés
de los alumnos, que a pesar de haber nacido en la era digital y dedicar horas y horas al uso
del móvil y el ordenador, se confiesan como completos ineptos a la hora de llevar a cabo las
actividades más básicas, como escribir un Word siguiendo unos mínimos criterios formales,
o convertir un archivo a PDF. 
Al daño físico del coronavirus, se añade el daño intelectual de un sistema educativo
dirigido por ideólogos y tiranos, que en lugar de intentar buscar el conocimiento y entender
el mundo que les rodea, prefieren venderse al mejor postor y engañar a través de un
discurso que, por muy retóricamente adornado que se presente, no puede resistir las critica
de la filosofía como criba y trituración del mito.
Seremos conscientes del desastre que se cierne sobre nosotros, que está íntimamente ligado
a un sistema educativo precario, incapaz de formar a profesionales con las competencias
suficientes como para superan una crisis de tal calado. Si una crisis de igual calado pasase
dentro de veinte o treinta años, momento en el que los que somos ahora estudiantes,
estaremos en situación de controlar y dirigir la situación, el futuro que nos augura será, sin
duda, cuanto menos incierto.
La educación y la escuela pública en tiempo de pandemias se enfrentan y enfrentarán a
enormes retos que implican derribar toda la estructura organizativa curricular de tiempos,
de asignaturas, de espacios, de clases, de prácticas educativas para adaptarse a situaciones
nuevas, a situaciones, disruptivas, desbocas e imprevistas. Esperemos que hayamos
aprendido de esta experiencia, y que en futuras contingencias salgan a flote las experiencias
exitosas y el sistema educativo se adapte rápida y eficientemente a las condiciones
regionales, nacionales e internacionales educativas.

Referencias
Pavón A. 2020 La impotencia de la pedagogía posmoderna frente a la crisis del
coronavirus. El Catoblepas · número 191 · primavera 2020 · página 15 recuperado
de: https://www.nodulo.org/ec/2020/n191p15.htm

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