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HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES

Educación en tiempos de
pandemia: consejos de
especialistas para enriquecer
las aulas virtuales
Tres investigadores trazan un panorama de los desafíos y las
posibilidades de la educación a distancia.

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Publicado el 9 de abril de 2020
El cierre de los centros educativos -las escuelas primarias,
secundarias y las universidades- fue una de las primeras medidas que
tomó el Gobierno Nacional para evitar la propagación del coronavirus.
Ese cierre trajo alivio –“cerrarlas constituye una de las intervenciones
no farmacéuticas más poderosas que se puedan implementar”,
coincidieron los especialistas- pero también desafíos implícitos en la
contingencia. ¿Cuán preparados estaban, estudiantes y docentes,
para zambullirse en la educación a distancia? ¿Qué aprendimos en
estas semanas de aprendizaje, valga la redundancia, virtual? ¿Cuánto
quedará de la estela tecnológica cuando pase el temblor?

“Hasta que nos azotó la pandemia, el trabajo más fuerte en la


educación virtual superior era el aula invertida y aprendizaje móvil
–asegura Lourdes Morán, investigadora del CONICET y especialista
en Tecnología Educativa en ámbitos superiores-, es decir, las aulas
mixtas, combinadas, en las que los estudiantes van a la universidad a
tener aquellas prácticas que en solitario o en sus casas no pueden
realizar, y el docente experto lo orienta y ayuda con los errores en
vivo. Todo el desarrollo más bien teórico de lectura y aprendizaje más
básico de comprensión de contenidos, se les proponía que lo hicieran
por fuera del ámbito universitario”. A esa modalidad mixta o “blended”,
explica, se llegó después de casi veinte años de madurar distintas
experiencias de inserción de las nuevas tecnologías en la educación
terciaria y universitaria.
Los contenidos digitales irrumpieron en la escuela primaria y
secundaria, en cambio, diez años atrás, con la adopción de programas
como Conectar Igualdad, para escuelas secundarias, o el de Aulas
Digitales Móviles y otros planes provinciales para la escuela primaria.
“Esos recursos que ya estaban disponibles permitieron que las
prácticas de la educación a distancia ahora se desplieguen de manera
casi inmediata: hay un enorme reservorio de materiales elaborados
concienzudamente para el acompañamiento pedagógico, fruto de una
decisión estatal orientada a diseñar plataformas como Educ.Ar o ABC,
programas educativos y contenidos propios, nacionales y de carácter
público”, explica el investigador del CONICET en el área de sociología
de la cultura y TIC Sebastián Benítez Larghi, del Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS,
CONICET-UNLP).

La mudanza urgente de la escuela primaria y secundaria al entorno


virtual también encontró sus escollos, como por ejemplo, la posibilidad
de que todos los estudiantes pudieran conectarse desde sus casas.
“Ya hace tiempo sabemos que la (des)conexión, la digitalización, es
una nueva dimensión de la desigualdad: la crisis del coronavirus no
hace más que acentuarlo al punto de la obviedad”, advierte el
investigador del CONICET Nicolás Welschinger, especializado en
sociología de las tecnologías, educación y políticas de inclusión, con
lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y
Ciencias Sociales (IdIHCS, CONICET-UNLP). “Y si no tenemos en
cuenta este nivel de fragmentación, y no se presentan propuestas
integrales para hacer frente a esta emergencia, esta situación de
virtualización potenciará las desigualdades ya existentes”, agrega. Y
otro problema surgido en este contexto, señalan todos los
especialistas consultados, fue la necesidad de que se acompañe a los
docentes en el proceso de mudar los contenidos pedagógicos a las
aulas virtuales.

Contigo en la distancia

¿Qué cuestiones deberían tenerse en cuenta, entonces, para que en


medio de la pandemia la educación a distancia sea efectiva y
potenciadora? En primer lugar, no dejar de considerar que el
estudiante está en un contexto emocional endeble, es decir, que esto
no es solo educación virtual, sino que atravesamos una situación que
a veces complica los procesos de enseñanza y aprendizaje. “Reducir
los niveles de incertidumbre, ansiedad y expectativas desmedidas
resulta fundamental en las actuales condiciones de emergencia”,
indica Benítez Larghi.

Otro asunto para atender en el ámbito superior, según Morán, es tener


presente que la educación es un hecho vincular y que, al ser virtual,
los educadores deberían chequear y verificar de manera casi
constante que el estudiante esté siguiendo la clase. “Todos los medios
y caminos que podamos fortalecer con los estudiantes para la
comunicación es una buena decisión: más allá del campus, tener un
foro, redes sociales o grupos de WhatsApp, contribuye para ver cómo
se desarrolla el proceso de comprensión de los alumnos con el
contenido”, sugiere. En esa misma línea, Welschinger, dice que en las
escuelas primarias y secundarias “ya se empiezan a ver experiencias
en donde se abren espacios de interacción entre docentes, directivos,
familias y estudiantes en grupos de redes sociales y mensajería
instantánea, gestionados o promovidos por las asociaciones
cooperadoras escolares”.

Los investigadores también remarcan la necesidad de que los


docentes revisen continuamente sus metodologías. “Si algo pone de
manifiesto la tecnología –indica Morán– es que para aprender en línea
hay que apostar por la innovación metodológica. Una clase magistral
de un docente universitario que expone ya no se sostiene. Los
tiempos deben ser más breves, con videos de todo tipo: teóricos, de
demostraciones, de prácticas; lecturas orientadas, ejemplos
ilustrativos, consignas claras y donde los estudiantes tengan una
participación activa”. Benitez Larghi, en el ámbito del primario y
secundario, completa el panorama: “Aunque resulte imposible
suplantar las dinámicas y aprendizajes que se dan en las clases
presenciales, es necesario que la gestión del tiempo al interior de las
familias se redistribuya, para dejar bien definido quién, cuánto y cómo
dedicarse a orientar a chicos y chicas de primario y secundario en el
estudio hogareño sin reproducir estereotipos y desigualdades de
género existentes”.

Según Morán, no solo los docentes, sino también los estudiantes,


deberían estar dispuestos a cambiar los modelos tradicionales y
encontrar roles más participativos, para que esta situación que se dio
en la emergencia se traduzca en un cambio a nivel educativo que
perdure. “Cuando todos los ojos se posaron en la educación virtual, a
raíz de la pandemia, los pedagogos estamos replanteándonos qué nos
faltó resolver de la educación puramente virtual que ahora nos impacta
tan fuertemente para poder llevar a cabo nuestra tarea”, reflexiona.
“Aunque si logramos hacer un cambio entre las instituciones, el equipo
docente y los estudiantes en su rol, creo que vamos a tener un camino
muy interesante para la educación del futuro”, avizora. Welschinger
coincide: “La situación desatada a raíz de la crisis del coronavirus está
interpelando a la escuela de modo urgente sobre su capacidad de
responder a un desafío con el que desde hace años la educación
viene lidiando: qué hacer con ese huracán llamado digitalización”.

¿Será posible que aquel “tercer espacio” que debería crearse en un


entorno virtual, a medio camino entre la escuela y las redes, haya
surgido en este contexto para ya quedarse? “Lo que se está
produciendo en la escuela primaria y secundaria con la pandemia es
la formalización de estrategias informales que los docentes ya tenían,
como grupos de WhatsApp para dar clases, grupos de Facebook, y
tutoriales de YouTube para conectarse con los estudiantes”, dice
Welschinger. “Me parece que es algo que puede llegar a perdurar
luego de la pandemia y sería bueno, porque el objetivo debería ser el
de extender la jornada educativa ya que sería muy beneficioso para
combatir esa desigualdad del sistema educativo. Pero hay que
generar conciencia de que para eso se necesitan recursos. Es un
desafío sobre el que hay que trabajar porque la crisis desatada
también podría llegar a agravar la desigualdad si no se continúan los
esfuerzos realizados hasta ahora”, agrega. Como conclusión, para
Benítez Larghi, “los aciertos y errores de hoy servirán de aprendizaje
para seguir repensando los sentidos de la educación y de la escuela
en las sociedades contemporáneas por venir”. El futuro tendrá, como
siempre, la última palabra.

Por Cintia Kemelmajer

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