La identidad docente desde una perspectiva hermenéutica
Luis Antonio Monzón-Laurencio La identidad personal-profesional del docente requiere responder a la pregunta ¿qué significa ser docente? Es una pregunta que en algún periodo de nuestro desempeño profesional nos hemos planteado y que, la búsqueda de su respuesta nos puede llegar a plantear más incógnitas que respuestas. Así mismo, su respuesta puede recaer al plan filosófico, poético, profesional o narrativo; depende la inclinación que le queramos dar a nuestra respuesta. Para A.R. Cerquera Flórez., et al. (2016): Ser docente en la actualidad significa ser un profesional que ejerce una labor pedagógica enmarcado en dos esferas la subjetiva (lo que desea, siente y lo afecta) y la objetiva (lo que debe mostrar en la sociedad), cuya función principal es la formación de individuos pensantes, reflexivos y críticos, constituyendo el sentido existencial del docente en el amor a su vocación política, ética y social, la cual se fundamenta en las experiencias vividas durante su recorrido histórico personal. Por su parte, Damiàn Z, mencionan que “ser docente es una misión a base de valores, amor, empatía por crear ciudadanos con un futuro brillante. La vocación es aquello que diferencia a un maestro excelente de aquel que no lo es”. (2019). Se puede percibir que ambos conceptos guardan semejanza en la finalidad del ser docente, pero al final, cada una guarda su identidad propia, la cual, el autor logró conceptualizarla a través de su narrativa. Así mismo, ser docente es ser una persona comprometida a la enseñanza, estudiosa, paciente amante de la profesión docente y que constantemente se encuentra evolucionando, tanto personal como profesionalmente. El significado se lo otorgamos de acuerdo con nuestra narrativa, ya que la identidad se convierte en una forma más de interpretar al mundo. Pero interpretarlo es un asunto complejo, ya que nunca acaba de ser y se modifica a ritmo cada vez más acelerado. La identidad docente se encuentra en constante construcción; porque la narrativa nunca está terminada mientras podamos continuar proporcionando elementos para la misma. Esta narrativa se nutre de nuestra experiencia docente, tanto en la práctica, como en la teoría. Ser docente implica poder narrar una serie de sucesos constantes y consistentes entre sí sobre las actividades que social e individualmente se consideran acciones docentes. Y que, a su vez la narrativa sobre lo que implica ser docente nunca es personal, sino el reflejo de actitudes externas. Monzón menciona que “la narrativa univocista de la teoría no corresponde con la multívoca realidad del maestro, pues la teoría no habla de él, sino de un docente abstracto y general”. El docente no es más que un instrumento más de la industria educativa y, por ello, el docente está obligado a comportarse de determinada manera para lograr un eficiente proceso de enseñanza. Los docentes se han formado a través de un molde que la industria educativa ha prefabricado, y que los medios de comunicación se han encargado de producir en cadena; dándole a la sociedad el poder de calificar la calidad del producto a través de su experiencia. En términos pedagógicos, la construcción de la identidad docente, entonces, no significa la identificación de algo propio o esencial en el sujeto que lo determine como docente, sino de la construcción de una narración que privilegie de una u otra manera los enunciados que se vinculen con el trabajo docente. Ser docente es una oportunidad de contribuir al cambio en la sociedad, de aprender de los de nuestros alumnos, fomentar la creatividad y la imaginación, forjar su carácter y proporcionarles herramientas para el siguiente nivel o para la vida profesional y personal. En conclusión, la identidad docente es la representación que cada uno de nosotros (docentes) desarrolla de sí mismo, y se va a basar y centrar de acuerdo a nuestra narrativa que hemos, estamos e iremos construyendo a través de nuestra experiencia y años de servicio.