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Unidad 1

1. Derecho Internacional Público


a. Concepto. Precisiones relacionadas a los sujetos vinculados por el derecho internacional y
al objeto de este ordenamiento.
A lo largo del tiempo se han propuesto diversas definiciones para describir al derecho internacional.
Las definiciones materiales describen al derecho internacional de acuerdo al contenido histórico
circunstancial de las normas pertenecientes al orden jurídico universal.
En sus comienzos, el derecho internacional público fue definido como el derecho que regulaba las
relaciones de los Estados tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra.
Las definiciones formales describen al derecho internacional en relación al proceso de creación de
las normas o bien de acuerdo a los sujetos a quienes esas normas van dirigidas.
Hans Kelsen distingue al derecho internacional de acuerdo al proceso de creación de la norma
jurídica internacional independientemente de los sujetos a que éste hace referencia. Por su parte, A.
Verdross y G. Sceile relacionan el concepto de derecho internacional con la idea del ordenamiento
de la comunidad internacional.
Señala la cátedra como definición la que cita MONCAYO-VINUESSA como el conjunto de normas
jurídicas que regulan las relaciones entre los sujetos de la comunidad internacional. Definición que
mantiene a los Estados como actores principales en las relaciones internacionales.

b. Sujetos.
Sujeto de un ordenamiento jurídico es, entonces, todo ente que goza de algún derecho o debe
cumplir alguna obligación en virtud de tal ordenamiento.
El Estado es, por su propia naturaleza, sujeto originario y necesario del ordenamiento jurídico
internacional. Desde las etapas formativas del derecho internacional los Estados fueron
considerados como "únicos”sujetos de ese ordenamiento.
Sin embargo, a partir de fines del siglo XIX, aparecen los organismos Internacionales que adquieren
personalidad jurídica internacional; por lo tanto, al igual que los Estados deberán ser considerados
como sujetos de ese derecho. Pero su personalidad jurídica no es originaria, depende inicialmente
de la voluntad de los Estados que concurren a su creación. Tal voluntad se manifiesta,
generalmente, en el acto constitutivo del organismo.
Las relaciones entre los organismos internacionales y los Estados y la de los organismos
internacionales entre sí, forman parte del ordenamiento jurídico llamado derecho internacional.
La evolución más reciente de las relaciones jurídicas entre Estados ha determinado la posibilidad de
considerar también al individuo como sujeto del derecho internacional, pues existen normas jurídicas
internacionales que regulan directamente su conducta. Esta subjetividad del individuo dentro del
derecho internacional no es originaria sino que derivaría, en lo inmediato, de la voluntad de los
Estados. Son entonces sujetos del derecho internacional no sólo los Estados, sino también los
organismos internacionales y, aún los individuos. En ciertas circunstancias otros entes pueden, a su
vez, adquirir subjetividad internacional; tal es el caso, por ejemplo, de los grupos beligerantes y el de
aquellos pueblos a los que se les reconoce un derecho a la autodeterminación.
La coexistencia de una pluralidad de sujetos no implica que todos ellos tengan capacidades
idénticas. El Estado es el sujeto primero y originario del ordenamiento internacional y como tal goza
de la plenitud de derechos. Las demás entidades a las que se ha hecho referencia, si bien también
tienen personalidad internacional, gozan de una capacidad limitada.
Estas capacidades distintas de los distintos sujetos no modifica en nada el hecho de que todos
tengan personalidad internacional. La capacidad de participar en la elaboración de normas
internacionales y la aptitud para prevalerse directamente de ellas.
En lo que concierne al objeto del derecho internacional, éste se ha visto ampliado a través de los
años. El derecho internacional clásico se limitaba a la reglamentación de las relaciones entre los
Estados en tiempo de paz y en tiempo de guerra. La aparición de nuevos sujetos derivados, a más
del nacimiento de nuevos Estados como consecuencia del proceso de descolonización —acelerado
a partir de la segunda guerra mundial— han ampliado el ámbito de aplicación personal del derecho
internacional. El desarrollo de las comunicaciones, la creciente interdependencia entre Estados y los
avances tecnológicos han propuesto nuevos ámbitos materiales de regulación y cooperación
internacional. Se extiende así el contenido normativo del orden jurídico internacional. Nacen normas
reguladoras de la cooperación y el desarrollo internacional en el campo económico y social; se
contempla la reglamentación del espacio ultraterrestre y de los fondos marinos como espacios
sustraídos a las soberanías estaduales. Problemas tales como el de la contaminación ambiental, la
utilización de la energía nuclear, el de la integración física y económica regional, etc.
c. Terminología (denominaciones)
Al conjunto de normas jurídicas que regulan las relaciones entre los sujetos de la comunidad
internacional se lo denomina, indistintamente, Derecho Internacional, Derecho de Gentes, Derecho
Internacional Público o Derecho de la Comunidad Internacional. El término "Derecho
Internacional”proviene de la traducción literal del concepto inglés de International law utilizado por
primera vez por Jeremías Benthan en el año 1789. Derecho Internacional no quiere decir, sin
embargo, derecho entre naciones —nación en sentido político social—, sino que alude, básicamente,
al derecho entre Estados.
Los primeros doctrinarios del Derecho Internacional se refirieron a él como derecho de la guerra y
derecho de la paz o bien como derecho de gentes. En la actualidad la doctrina alemana llama al
derecho internacional Vólkerrecht o sea derecho de los pueblos. La denominación de Vólkerrecht
reconoce como antecedente el concepto de jus gentium utilizado por los romanos.
En el siglo XVIII, la idea del jus gentium penetra y domina a la doctrina internacionalista plasmada en
las obras de Vattel y von Martens denominad-as Droit des Gens. El término derecho de gentes
renace dentro de la doctrina contemporánea conjuntamente con el resurgimiento de las teorías jus
naturalistas que aluden al contenido humanista del derecho internacional.
Los tratadistas norteamericanos, en su afán por abarcar dentro de una misma disciplina jurídica a
todas las relaciones internacionales, llaman derecho transnacional (Transnational law) al conjunto de
normas jurídicas que regulan todas las relaciones —públicas o privadas— que traspasan las
fronteras de los Estados.
A fines del siglo XIX, los continentalistas europeos, seguidos por los publicistas latinoamericanos,
adicionaron al término de Derecho Internacional el calificativo de público, para distinguirlo del,
llamado por la ciencia jurídica, derecho internacional privado. El derecho internacional privado parte
del derecho interno de los Estados, reservamos la denominación de Derecho Internacional para
referirnos al conjunto de normas jurídicas que regulan las relaciones entre los sujetos de la
comunidad internacional.
Cabe acotar, por último, que “Derecho Internacional”es sinónimo de Derecho -internacional Público o
de Derecho de Gentes.
d. División: Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Privado.
La ciencia jurídica denomina Derecho Internacional Privado al conjunto de normas jurídicas que
regulan las interrelaciones entre sujetos del derecho privado, en las que existen uno o varios
elementos extraños al derecho interno de un Estado.
El Derecho Internacional Privado es el derecho de la extraterritorialidad del derecho privado
extranjero. El objeto del Derecho Internacional Privado como ciencia es, entonces, el estudio de las
relaciones entre sujetos del derecho privado en las que a través de un elemento extraño al derecho
del Estado se ponen en contacto dos o más ordenamientos jurídicos.
El Derecho Internacional Privado es parte del derecho privado; por lo que no corresponde una
autonomía normativa-legislativa ni judicial.
Las normas jurídicas, objeto del Derecho Internacional Privado, se crean y se constatan como
cualquier otra norma jurídica del derecho interno de los Estados.
Distintos criterios se han utilizado para diferenciar al Derecho Internacional Público del Privado. La
distinción clásica hace referencia, ya sea a los intereses particulares o comunes regulados por las
normas jurídicas, es decir, su objeto, o bien a los sujetos a quienes esas normas van dirigidas. Una
tercera tendencia trata de eliminar la clasificación del derecho, en público y privado, como divisiones
históricas de la ciencia jurídica; esta posición en el plano internacional se relaciona con la idea del
derecho transnacional, desarrollada por los tratadistas norteamericanos.
e. Problemática de la existencia del D.I.P. Caracteres de este ordenamiento.
i. Diferencias con el derecho interno y sus atenuaciones.
Uno de los métodos tradicionales utilizado por la ciencia jurídica para caracterizar al derecho
internacional se fundamenta en la comparación de este sistema con el derecho interno de los
Estados. Así es que el ordenamiento jurídico internacional, tal como ha sido definido, presenta una
serie de peculiaridades que lo distinguen de los distintos derechos internos.
La doctrina, en general, sostiene que las diferencias esenciales entre el derecho interno y el derecho
internacional radican en la inexistencia dentro de este último de: a) un órgano legislador; b) un
órgano juzgador obligatorio; c) un vínculo de subordinación de los sujetos de ese ordenamiento.
Carencia de un “órgano legislador”.
El "legislador”de derecho interno no aparece en el derecho internacional. Los Estados, sujetos
primarios y necesarios de este ordenamiento, son, al mismo tiempo, los generadores de la norma. La
voluntad, expresa o tácita del Estado es el origen inmediato de la norma.
Cuando determinados órganos de una organización internacional pueden dictar válidamente normas
obligatorias para los sujetos del ordenamiento, esto es así en razón de que fueron esos mismos
sujetos los que mediante el tratado constitutivo autorizaron al órgano "legislar”para situaciones
específicas.
Empero, aunque no existe en el derecho internacional general un órgano "legislativo centralizado",
los Estados asumen funciones de sustancia legislativa cuando, a través de cualesquiera de los
métodos válidos para el ordenamiento jurídico internacional, crean derecho.
Carencia de un “órgano juzgador”obligatorio.
Una de las facultades del Estado es la de aplicar su ordenamiento jurídico. A tal fin, éste se dota de
los órganos que considera adecuados, a los que los sujetos deben obligatoriamente acudir para
solucionar sus controversias. El derecho internacional general carece, en cambio, de un órgano
jurisdiccional de aplicación, obligatorio, propio de la sociedad interestatal.
Cuando se suscita una controversia entre Estados, éstos pueden, en una primera etapa,
solucionarla mediante la negociación directa para lo que aplicarán, o no, el ordenamiento positivo
internacional. Pueden, también, sin perjuicio de acudir a otros medios de solución pacífica, otorgar —
mediante el acuerdo de voluntades— imperium a una instancia jurisdiccional.
En los supuestos en que el derecho internacional contemporáneo muestra la existencia de órganos
jurisdiccionales permanentes y obligatorios con la función de aplicar o interpretar sus normas. Es
menester precisar, empero, que si bien el origen del imperium no está en la voluntad inmediata de
los sujetos parte en la controversia, aquél se encuentra en las voluntades que aceptaron
concordantemente, en un tratado constitutivo de una organización internacional, la existencia del
órgano jurisdiccional.
Pero esta carencia de un órgano jurisdiccional obligatorio y permanente dentro del ordenamiento
jurídico internacional no contradice la existencia de una norma general de ese mismo ordenamiento
por la cual los Estados están obligados a solucionar pacíficamente sus controversias. La instancia
judicial es, entonces, sólo uno de los métodos de solución pacífica de controversias, pero no el
único.
3. Carencia de vinculo de ''subordinación”de los sujetos.
En derecho interno, los sujetos del ordenamiento no sólo deben cumplir sus normas, sino que
pueden ser obligados a ello por los órganos del Estado que poseen tal competencia. En derecho
internacional, no existe, en principio, un órgano superior a los sujetos que pueda efectuar el control
del respeto a la norma y obligarlos compulsivamente a su cumplimiento.
Sin embargo, en algunos supuestos de las relaciones internacionales contemporáneas aparece un
órgano supraestatal dotado del poder de coacción y de sanción, aunque ello sólo ocurra porque los
Estados que han creado la organización le han transferido tal competencia, autorizándolo a actuar en
ciertos casos y aceptando, en el mismo tratado constitutivo, conformarse a las resoluciones que éste
adopte.
ii. Otras diferencias.
El estado como sujeto y agente ordenador.
En el ordenamiento jurídico internacional existe un sistema descentralizado tanto en el proceso de
creación como en el de aplicación de las normas jurídicas. El Estado —al igual que toda
organización internacional— es, a la vez, agente generador de normas internacionales y sujeto de
ellas. Ello pone de manifiesto la importancia de cada Estado, y la de toda organización internacional,
como agente determinante de la obligatoriedad de las normas reguladoras de las relaciones
internacionales. Así, por ejemplo, las voluntades estaduales pueden concurrir a generar una norma
internacional celebrando un tratado, pero una vez vigente éste se hallan sujetos obligatoriamente a la
norma creada, no ya por el mero hecho de la concurrencia inmediata de tales voluntades sino por
imperio de derecho internacional general que prescribe el sometimiento de las partes al tratado en
vigor. El agente generador de la norma se limita a través de ella.
Derecho de coordinación y derecho de subordinación.
Para la ciencia jurídica en general, el derecho internacional es un derecho de coordinación y no un
derecho de subordinación. El derecho internacional no es un mandato de un superior dirigido a un
sujeto subalterno, sino que es la formulación jurídica de las relaciones entre Estados.
Clasificar al derecho internacional como derecho de coordinación, empero, en nada afecta el
carácter obligatorio de la norma jurídica internacional.
Derecho internacional general y derecho internacional particular.
La doctrina anglo-sajona tradicionalmente ha distinguido entre "Derecho Internacional universal",
"Derecho Internacional general”y "Derecho Internacional particular".
Para ella, el "Derecho Internacional universal”sería el que obliga a toda la comunidad internacional
de tal manera que sólo pudiese una norma de ese sistema ser modificada o derogada por el acuerdo
unánime de todos los Estados. Una norma de "Derecho Internacional general”sería aquélla que ha
sido creada por un gran número de Estados entre los cuales se encuentran las grandes potencias de
la comunidad internacional. Una norma de "Derecho Internacional particular”sería la que, habiendo
sido creada por dos o más Estados, sólo obliga a éstos en sus relaciones mutuas.
Esta clasificación adolece de ciertas incongruencias y ha llevado a confundir el "Derecho
Internacional
universal”con el orden público internacional y al "Derecho Internacional particular”con el derecho
dispositivo. Señalan MONCAYO y VINUESSA junto a GUTIERREZ POSSE, la aceptación de un
solo ordenamiento jurídico internacional en el cual coexisten normas generales y normas
particulares. La norma general se distingue de la norma particular por el número de Estados
participantes en el proceso de creación de esa norma.
Ciertas normas particulares, al ser desarrolladas y aceptadas por todos los Estados de una región
geográfica, han sido denominadas normas jurídicas regionales. Una norma regional es una norma
del derecho internacional cuyo ámbito de aplicación queda limitado a las relaciones entre los sujetos
de esa región.
4. Posibilidad de que una misma norma internacional sea expresada simultáneamente por dos o más
fuentes distintas
Dentro del ordenamiento jurídico internacional existen supuestos en los que idénticos derechos y
obligaciones son reconocidos simultáneamente a sujetos distintos en virtud de distintas fuentes de
derecho.
f. Categorías de normas. Normas impositivas (ius cogens) y normas dispositivas.
En el derecho internacional contemporáneo encontramos dos categorías distintas de normas
obligatorias: normas dispositivas y normas imperativas.
La gran mayoría de las normas del derecho internacional son normas dispositivas. La norma
dispositiva es aquélla que admite acuerdo en contrario. Los Estados que crean una norma dispositiva
pueden modificarla o derogarla por medio de sus voluntades concordantes.
La noción de norma imperativa, es definida por el art. 53 de la Convención de Viena de 1969 sobre
el Derecho de los Tratados, el cual precisa su concepto diciendo que:
«[…]una norma imperativa de derecho internacional general es una norma aceptada y reconocida
por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en
contrario y que sólo puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general
que tenga el mismo carácter.»
Toda norma imperativa de derecho internacional es una norma general en cuanto a su proceso de
creación y aplicación, pero no toda norma general es, por este sólo hecho, una norma imperativa. El
contenido de las normas imperativas representa, conceptualmente, la manifestación normativa del
orden público internacional.
Si bien existe consenso sobre qué es una norma imperativa, no existe un criterio generalizado entre
los Estados para establecer cuáles son imperativas. Así se sostiene, por ejemplo, que tendrían tal
carácter las referidas a la igualdad soberana de los Estados, al cumplimiento de buena fe por las
partes de todo tratado en vigor, a los derechos humanos, etc. Por su parte, el principio de la
prohibición del recurso a la amenaza o al empleo de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, contenido en el art. 2.4, de la Carta de la ONU, es
generalmente aceptado y reconocido como norma imperativa de derecho internacional general.
g. Obligatoriedad del Derecho Internacional y Fundamento de Validez de la norma internacional. i.
Obligatoriedad del Derecho Internacional.
Desde el punto de vista doctrinario distintas teorías sobre la naturaleza del derecho internacional han
cuestionado su carácter jurídico. Para estas teorías, el llamado derecho internacional no sería
entonces una rama de la ciencia jurídica, sino de la ética o de la moral internacional. Esta posición,
que niega la existencia del derecho internacional, reconoce remotos antecedentes en el pensamiento
político de Hobbes y Espinosa, para quienes la sociedad de Estados se encuentra en pleno estado
de naturaleza, carece de legislador y de un poder coercitivo centralizado.
John Austin, fundador de la escuela analítica del derecho, es quien con mayor rigorismo científico
definió al derecho internacional como parte de una moral positiva internacional. La escuela analítica
no acepta como derecho ningún postulado que no emane de la voluntad de un poder político
supremo. Los doctrinarios anglo-sajones clásicos argumentan, en contra de la escuela analítica, que
todas las características por ella apuntadas, son instancias típicas de los sistemas legales primitivos
o de los sistemas aún en pleno desarrollo, que no por ello dejan de ser verdaderos sistemas
jurídicos. La doctrina continental europea reacciona frente a los postulados de Austin distinguiendo
entre un derecho de subordinación —caso del derecho interno de los Estados— y un derecho de
coordinación — caso del derecho internacional.
Para los que como-Hegel ven en el Estado la suprema organización humana, el derecho
internacional no es otra cosa que el derecho estatal externo, pues no existe una voluntad superior en
el proceso de creación de normas jurídicas internacionales, sino voluntades particulares.
Las profundas transformaciones que se producen en la sociedad internacional a partir del siglo xix
favorecen el reconocimiento de la obligatoriedad de la norma internacional.
La participación de los Estados en la creación de las normas, traduce un interés en su contenido y
demuestra la voluntad de cumplirlas.
Por otra parte, el legislador común que formula el derecho por medio de leyes no es indispensable
para que exista un orden jurídico; el derecho surge independientemente del proceso de creación de
la ley y las normas jurídicas también pueden emanar de acuerdos de voluntades de los sujetos de
derecho — por ejemplo, de tratados multilaterales— o de la costumbre.
Ninguna de las peculiaridades del derecho internacional impide que concurran, en su caso, los
supuestos esenciales de la juridicidad: la existencia de una pluralidad de sujetos, cuyas conductas
respectivas se encuentran en interferencia intersubjetiva; y el reconocimiento, por parte de esos
sujetos, de ciertas pautas de conducta que los obligan.
ii. Fundamento de validez de la norma internacional.
Distintas teorías han tratado de explicar la obligatoriedad del derecho internacional. Dentro de éstas
es posible distinguir las teorías voluntaristas de las objetivistas:
1. Teorías voluntaristas.
Las teorías voluntaristas, también llamadas subjetivistas, tratan de encontrar el fundamento en del
Derecho Internacional en la voluntad de los Estados. Su postulado básico expresa que la suprema
voluntad de éstos es la que le da contenido jurídico a las normas internacionales. a. Teoría de la
autolimitación.
Esta teoría reconoce antecedentes inmediatos en el pensamiento político de Hegel, pero es Jellinek
quien le dio formulación científica al establecer que el Estado, en razón de su voluntad soberana, se
obliga frente a otro u otros Estados. Jellinek identifica las bases del derecho con los fines del Estado.
Su soberanía implica que no existe subordinación alguna más allá de las creadas por su propia
capacidad para obligarse a sí mismo. Pero esa obligación emana de un acto discrecional del Estado,
no condicionado; por lo tanto, podrá "desobligarse”ejerciendo esa misma voluntad soberana
inmanente e irrevocable. Las consecuencias extremas de la teoría de la autolimitación ponen en
peligro la estabilidad que se quiere proteger a través de las normas internacionales. Sostener que el
derecho internacional no es otra cosa que la suma de los derechos estatales externos, implica negar
la existencia misma del derecho internacional.
Teoría de la voluntad común.
Esta teoría fue formulada por Triepel como reacción a la teoría de ¡a autolimitación. No basta la
voluntad de un solo Estado, sino que es necesaria la concurrencia de dos voluntades, por lo menos,
para que exista una norma del derecho internacional Pero solamente en la concurrencia y
coincidencia de actos concluyentes válidos para cada Estado —o sea en el acuerdo de voluntades
estaduales— se sella y fundamenta el nacimiento de una norma jurídica internacional. La voluntad
del Estado puede ser expresa (tratados) o tácita (costumbre). Esta posición niega el puro
voluntarismo al proponer como corolario de su postulado básico el hecho de que una vez que el
Estado ha participado en la creación de la norma, su violación compromete siempre e
indefectiblemente su responsabilidad internacional. El consentimiento común de los Estados no
puede ser alterado por la voluntad de uno solo de ellos, sin que éste incurra en un ilícito
internacional.
Doctrina soviética contemporánea.
Para Tunkin, los principios de igualdad e independencia de los Estados indican que el único medio
de crear normas obligatorias para los sujetos del derecho internacional es el acuerdo, entendiendo
por tal a la coordinación de voluntades. Este concepto de coordinación de voluntades, que
reemplaza al de voluntad común, tiene su origen en el hecho de que para la doctrina soviética el
derecho internacional general es un ordenamiento que regula las relaciones entre Estados
pertenecientes a sistemas económicos diametralmente diferentes La coordinación de voluntades
estaduales se refiere tanto al contenido de una norma particular como a su reconocimiento como
norma del derecho internacional.
En general, las teorías voluntaristas no explican la razón última de la obligatoriedad de la norma
internacional, sino que se limitan, en realidad, a describir el proceso de creación de este
ordenamiento.
2. Teorías objetivistas.
Las teorías objetivistas tratan de encontrar el fundamento de la obligatoriedad del derecho
internacional fuera de la voluntad de los Estados.
Positivismo italiano.
Anzilotti propone como base de todo el ordenamiento jurídico internacional el postulado pacta sunt
servanda. Esta es una hipótesis que no puede comprobarse jurídicamente.
Su teoría sólo explicaría la validez inmediata de una de las fuentes del derecho internacional: los
tratados. La norma consuetudinaria °4 —en tanto que prueba de una práctica generalmente
aceptada como derecho— y los principios generales de derecho, no encontrarían fundamento
inmediato -de obligatoriedad dentro de su marco teórico.
La teoría normativa.
Todo el esquema conceptual normativo de la teoría pura del derecho está íntimamente relacionado
con el fundamento de validez del derecho, derivando su validez de una norma fundamental básica e
hipotética. Las normas particulares podrán obtenerse por medio de una operación intelectual que
infiere de lo general lo particular.
Kelsen encuentra el fundamento de validez de los tratados —es decir, su obligatoriedad— en una
norma de derecho internacional consuetudinario: pacta sunt servanda, según la cual los tratados se
concluyen para ser cumplidos. Las costumbre está constituida por actos de los Estados. La norma
básica del derecho internacional, por lo tanto, tiene que ser una norma que admita a la costumbre
como un hecho creador de normas y podría enunciarse diciendo "los Estados deberán comportarse
como lo hayan hecho por costumbre".
La teoría pura del derecho, al proponer como fundamento último de validez una hipótesis del
razonamiento, no da una respuesta convincente sobre la obligatoriedad de las normas jurídicas
internacionales, sino que establece un supuesto fundamental del cual se deriva un esquema
particular de lógica normativa.
La teoría sociológica.
La escuela sociológica, aplicada al derecho internacional, también explica la obligatoriedad de las
normas jurídicas a través de ciertos postulados suprapositivos.
Duguit, fundador de esta escuela, sostiene que el Estado, al igual que los individuos, debe sujetarse
a las normas jurídicas. Estas normas están impuestas por la solidaridad social y se originan en la
naturaleza de los hombres y en sus necesidades esenciales.
El Estado sólo puede, entonces, promulgar normas que consagren la solidaridad social. La
objetividad propuesta por Duguit se reduce a la interpretación de tal solidaridad por parte de los que
detentan el poder, poniendo así en peligro las libertades individuales que intenta preservar con su
teoría.
Nicolás Politis, seguidor de Duguit, sostiene que el derecho es simplemente un producto social. Los
dirigentes de la sociedad en que ha nacido se limitan a formularlo en leyes o tratados. El derecho
internacional no tiene más que una sola y única fuente: la conciencia jurídica de los pueblos. Para
Georges Scelle, en cuanto a su proceso formativo, está condicionado por un imperativo social que
responde a necesidades concretas de los individuos. Los grupos sociales imponen sus realidades
biológicas al Estado que, como unidad política, las interpreta a través de normas jurídicas. El
fundamento del derecho no es otro que tales necesidades condicionadas como imperativos. Para
Cavaré, lo que justifica y hace obligatorias a las normas del derecho internacional público es la
necesidad para los individuos y para los Estados de mantener relaciones regulares y normales. d.
Las teorías de derecho natural.
Teoría clásica del derecho natural Para ésta, el fundamento del derecho internacional no es otro que
su calidad de derecho derivado de la ley natural o de la ley divina, ya sea ésta revelada o
descubierta a través de la razón humana. El derecho natural es la recta ratto o razón que la divinidad
ha comunicado al hombre. Para la escolástica católica existen, en orden jerárquico, una ley eterna,
una ley natural y una ley positiva. El problema del derecho natural radica en la determinación de la
autoridad que puede enunciarlo, descubrirlo o interpretarlo.
Teoría de los derechos fundamentales: se basa en la existencia de un estado de naturaleza en el
cual se encuentran todos los Estados como consecuencia de no haber sobre ellos poder superior
alguno. Cada Estado, por el hecho de existir, goza de ciertos derechos inherentes a su condición de
tal (independencia, igualdad soberana de los Estados, respeto mutuo y comercio internacional).
Esta doctrina de los derechos fundamentales dificulta la posibilidad de explicar la expansión y el
desarrollo del contenido del Derecho Internacional. Por otra parte, la atribución de esos derechos
responde a un momento dentro del proceso histórico del sistema político-jurídico universal. Tampoco
alcanza a responder por qué las normas jurídicas internacionales son obligatorias.
El ius naturalismo racional: El más claro exponente de esta doctrina es Alfred Verdross, para quien el
Derecho Internacional Público basa su existencia en ciertas convicciones jurídicas coincidentes entre
los Estados. Esas convicciones jurídicas provienen de la naturaleza humana, asegurando la
subsistencia de un mínimo de valores universales y constantes. Preceden al derecho positivo, no
sólo los hombres y sus relaciones, sino, también, las valoraciones determinadas por la naturaleza
humana común El iusnaturalismo presupone ciertos valores formulados como principios jurídicos que
fundamentan y le dan unidad a las relaciones entre Estados. Las normas del derecho internacional
positivo se han ido constituyendo sobre la base de la conciencia jurídica común de los pueblos.
También, el derecho convencional internacional se basa en un principio jurídico general: el principio
de la buena fe.

Finalmente, vale decir que el por qué de la obligatoriedad de las normas de cualquier sistema jurídico
no podrá encontrarse en explicaciones propuestas por la ciencia jurídica. Sus métodos y propósitos
no son apropiados para responder a este interrogante. Esta es materia de la filosofía jurídica. El
fundamento mismo de la obligatoriedad de una norma jurídica es siempre extrajurídico.
2. Origen de la comunidad internacional.
a. Primera etapa: anarquía.
La época de la anarquía internacional abarca desde los tiempos más remotos hasta comienzos del
siglo XVII. Las comunidades organizadas de la antigüedad, al interrelacionarse, tanto a través de
confrontaciones bélicas, como en tiempo de paz, dieron lugar al nacimiento de ciertas pautas de
comportamiento de carácter obligatorio. La vida de relación entre los pueblos era escasa y poco
frecuente. Pero la necesidad, entre pueblos vecinos o próximos, de concertar la paz. de pactar
alianzas o de acordar relaciones de intercambio, los obligó a celebrar tratados, y para ello fue
menester enviar personas que obraran en nombre y representación del soberano. Surgieron así las
primeras normas internacionales, que son sin duda la fidelidad a los tratados y la inviolabilidad de los
enviados.
Las antiguas ciudades helénicas, unidas por su afinidad racial y religiosa y por la necesidad de
defenderse en común, formaron ciertas ligas o confederaciones y recurrieron a veces al arbitraje;
pero asimismo dominaba el sentimiento exclusivista y el antagonismo con los demás pueblos.
Durante la Edad Media, existieron ciertas normas obligatorias entre las comunidades organizadas en
torno al señor feudal. Estas comunidades feudales se sometían al rey y éste a su vez, al Papa o al
Emperador.
Los señores feudales ejercían sobre su territorio un dominio patrimonial mantenido por las armas y
reglaban sus relaciones recíprocas mediante tratados análogos a los contratos del derecho privado:
pero dentro de los propios feudos era frecuente la “guerra privada". A partir del siglo X, la Iglesia y el
Imperio lograban a veces sobreponerse a la anarquía, y en muchos casos el Pontífice o el
Emperador ejercía funciones de mediación o de arbitraje entre los señores feudales.
En una etapa intermedia a las dos grandes épocas referidas, la antigüedad y los tiempos modernos,
la idea del Estado solamente fue posible a través de un Estado universal. El Imperio Romano, como
consecuencia de su expansión, tuvo que adaptarse a las nuevas necesidades históricas, y con ello
aparece el jus gentium como el conjunto de costumbres creadas y puestas en práctica por todos los
pueblos integrados en el imperio romano. Esta idea de un derecho común a todos y de validez
universal, no significaba la aplicación de una sola y única jurisdicción.
En la Edad Media, la idea del imperio siguió siendo un principio básico del pensamiento político de la
época. El desarrollo y penetración de la influencia de la Iglesia contribuyó a promover la concepción
de un orden universal. Si bien la suprema potestad debía ser divina y no terrenal, el representante
supremo de la Iglesia Católica pretendió también fundar un imperio terrenal como representante de
la potestad divina.
El Cristianismo, inspirado en la idea de que todos los hombres tienen un mismo origen y un común
destino, obraba en las conciencias introduciendo la noción de la igualdad y la fraternidad entre los
hombres y los pueblos. Vino a neutralizar la idea de la fuerza, hasta entonces imperante. Por los
concilios de Letrán (1059) y de Clermont (1095), la Iglesia implantó la “Paz de Dios", que aseguraba
la inviolabilidad de ciertas cosas y personas; los templos y los molinos; los clérigos, los agricultores,
sus implementos y cosechas; las mujeres, los niños y los hombres no armados que los acompañan:
y estableció la “Tregua de Dios", que vedaba combatir en determinados días (desde la puesta del sol
del miércoles hasta el amanecer del lunes) y en ciertas épocas del año desde el Adviento a la
Octava de Epifanía y desde el Domingo de Quincuagésima hasta la Octava de Pascua). No son
ajenos a la influencia del Cristianismo algunos sentimientos que dieron origen a la moral del
Caballero: la noción del honor y de la lealtad, que vedan atacar al desvalido y obligan a ampararle. El
Cristianismo no sólo atemperó la dureza de las costumbres, su influencia fue más substancial y
honda, porque uniendo a todos los príncipes con el lazo de una misma fe difundió la idea de una
“comunidad cristiana de las naciones".
Los últimos años de la Edad media fueron reflejo de las rivalidades y conflictos entre el emperador y
el Papa por un lado, y de los señores feudales y el imperio, por el otro. La intensificación del
intercambio comercial, el desarrollo y poderío de los burgos y sus zonas de influencia, el nacimiento
de nuevas clases sociales y económicas, la amenaza constante de las guerras localistas, el
surgimiento de identidades comunes a varias comarcas —tradiciones, lengua, religión—, los grandes
descubrimientos, fueron los factores desencadenantes de una nueva distribución de poderes y
potestades. El Renacimiento y la Reforma maduraron la revolución que determinó el
desmembramiento del sistema feudal y el aglutinamiento de las comunidades locales en incipientes
Estados nacionales.
La Reforma religiosa, interpretada desde un punto de vista institucional como la rebelión de los
Estados contra la
Iglesia, declaró a la autoridad civil como suprema dentro de los ámbitos territoriales bajo su potestad.
Mientras tanto, la navegación en el Mediterráneo y en el Mar del Norte dio origen a reglamentos que
gobernaron durante siglos las relaciones comerciales por mar y constituyen las primeras bases del
derecho marítimo internacional. Tales son las “Leyes Rodias”, compilación reunida en los siglo VII y
XI: las “Tablas de Amalfi”, leyes que datan del siglo X; los “Roles de Olerón” que desde el siglo XII
aplicaron en el Mar del Norte las decisiones del tribunal marítimo de aquel puerto francés; y el
“Consulado del Mar”, reglas dictadas en Barcelona en el siglo XIII para la navegación en el
Mediterráneo.
i. Naturaleza del Estado moderno y Basamento filosófico del Nuevo Orden
Con la reforma protestante y el renacimiento, se desarrollaron por una serie, de conceptos y teorías
que ayudaron a racionalizar el nuevo estado de cosas.
En torno a los problemas de la naturaleza del Estado moderno y del basamento del nuevo sistema u
orden universal surgió la doctrina de la soberanía, desarrollada principalmente por Jean Bodin,
quien ante la descentralización de poderes, la rivalidad de los señores feudales y la intolerancia
religiosa, propone la vigorización de la monarquía francesa.
El Estado necesita de una autoridad central de la cual emane el poder. La manifestación esencial de
la soberanía es el poder para crear la ley. Si bien el soberano no queda obligado por las leyes por él
creadas, hay otro tipo de leyes que lo obligan: ellas son la ley divina, la ley de la naturaleza o de la
naturaleza o razón, la ley que es común a todas las naciones. Por lo tanto, el poder del Estado no es
arbitrario o irresponsable, sino derivado de una ley que es superior a él.
La consolidación de los Estados modernos con gobiernos fuertes y absolutos fue deteriorando la
idea medieval del derecho que delimita toda autoridad humana subsumiéndola a una autoridad
superior. La ley la hace el hombre y es la manifestación de la voluntad jerarquizada.
El acontecer histórico posterior a Bodin, reafirmó al soberano no como al gobernante por ley
establecida, sino como sostenedor del poder del Estado, sin importar de dónde emana o de quién
deriva ese poder. Estos conceptos son desarrollados por Thomas Hobbes (Leviathan, 1651) y
Samuel Pufendorf para quienes, es el poder el que hace al soberano y el derecho es lo que él
comanda y ordena. La soberanía es absoluta y ilimitada.
La consecuencia directa de esta postura es que, en las relaciones entre Estados, el principio de la
soberanía absoluta de los mismos, solamente los autorizaría a reconocer como normas jurídicas a
aquéllas que concuerdan con sus intereses. La guerra, lejos de estar proscripta en las relaciones
internacionales, es el método natural para la solución de controversias.
Frente a la teoría de la soberanía absoluta, los primeros teóricos del incipiente derecho internacional
estructuraron sus esquemas y formularon sus principios inspirados en el derecho natural
El derecho positivo que contradice al derecho natural no puede considerarse obligatorio.
Oponiéndose a la teoría de la soberanía, el derecho natural deniega la total irresponsabilidad jurídica
de los soberanos.
Hugo Grocio (1583-1645) sostiene que los Estados forman una comunidad internacional como
consecuencia de la existencia del derecho natural dictado por la razón y unido por la supremacía
universal de la justicia.

b. Segunda etapa: equilibrio político.


La época del equilibrio político es consecuencia de la implantación de las grandes monarquías, en
los siglos XVI y XVII. y de las guerras de religión que asolaron a la Europa Central después de la
Reforma. El equilibrio político encontró asiento en la Paz de Westfalia, que puso término a la Guerra
de Treinta Años. Existían entonces tres grandes casas reinantes: España, Francia e Inglaterra:
habían surgido ciertos
Estados de importancia: Países Bajos. Prusia y Suecia, y la Europa Central estaba fraccionada en
más de trescientos Estados germánicos. Los tratados de Westfalia —en que fueron parte casi todos
los países cristianos— reconocieron la independencia de los pequeños Estados germánicos, asi
como de los Países Bajos y la Confederación Helvética; y adoptaron de hecho el principio de la
igualdad jurídica de los Estados, sin diferencia alguna por motivos de confesión religiosa o forma
de gobierno.
La paz de Westíalia es considerada por la ciencia del derecho internacional como el momento
histórico que marca la culminación del proceso de aceptación de un nuevo orden jurídico, político y
religioso en Europa. Comienza la era del Estado secularizado que reconoce el principio de tolerancia
religiosa. Á partir de entonces se estructura el sistema moderno de Estados europeos, basado en los
conceptos de soberanía territorial e igualdad de derechos de los Estados.
La paz se afirmó en el equilibrio político, erigido por medio de alianzas pactadas con el fin de
prevenir que ninguno de ellos alcanzara hegemonía sobre los demás.
El derecho público europeo, llamado también derecho de gentes europeo, se estructura sobre las
bases de una comunidad internacional enteramente descentralizada, carente de toda forma de
organización, en la que se afirman los principios de la igualdad jurídica de los Estados y de la
soberanía territorial. Las Estados ejercen sobre sus territorios un poder supremo y exclusivo.
En este período se establecen normas internacionales sobre la adquisición y pérdida de territorios;
nace el moderno derecho de la ocupación; evoluciona el derecho de los tratados y las normas sobre
la inmunidad de los Estados y de los agentes diplomáticos; se consolidan los principios del alta mar y
las normas sobre el mar territorial.
En la época del equilibrio político se extiende la práctica, iniciada por las repúblicas italianas, de
acreditar embajadores permanentes; de tal manera que desde el siglo XVI los principales soberanos
mantenían contacto político por medio de representantes personales. Los descubrimientos
geográficos realizados desde mediados del siglo XV y el consiguiente desarrollo de la navegación
ultramarina originaron más tarde ciertas reglas restrictivas del abuso de la fuerza: la noción de la
libertad de los mares y la del mar territorial.
La Paz de Utrecht (1713) se basó nuevamente en el justum potentiae aequilibrium pues estableció
que las coronas de España y Francia, aunque pertenecieran a una misma dinastía, no podrían
reunirse en una misma cabeza.
Cambian esos tratados la fisonomía de Europa y crean un nuevo equilibrio de fuerzas. A comienzos
del siglo xvín, España, Suecia y Holanda han perdido su papel preponderante. Emerge el poder de
Prusia, el de Rusia bajo el reinado de Pedro el Grande, que se incorpora activamente a la política
europea; persiste el poder de Austria en el centro de Europa —dueña de parte de Alemania, Italia del
Norte y de parte de los Países Bajos—; y aun el de Francia, bajo el reinado de Luis XV.
Se da también el acrecentamiento del poder de Gran Bretaña. El Imperio inglés se consolida en un
ámbito extraeuropeo y su expansión colonial, tanto en las Indias como en América, se realiza a
expensas de Francia y de España. El enfrentamiento de los imperialismos coloniales de Francia e
Inglaterra, la lucha por posesiones extraeuropeas, por la preponderancia económica y la conquista
de mercados desempeña un papel primordial en la historia de este siglo. Se expresa en una
acentuada rivalidad marítima que va a concluir con la paz de París de 1763, que puso fin a la Guerra
de los Siete Años con el abandono por Francia de la mayor parte de su imperio colonial en favor de
Inglaterra.
La rigidez de los métodos coloniales de UK llevó a la insurrección de las trece colonias más antiguas
de América del Norte. Su independencia, proclamada el 4 de julio de 1776, fue reconocida por el
tratado de Versailles de 1783.
Con la revolución norteamericana prima la idea de la legitimidad dinástica sustituida en América por
una legitimidad democrática basada en el libre consentimiento de los pueblos. Principio que algunas
décadas más tarde, fundamentarán la independencia de las colonias hispanoamericanas.
c. Tercera etapa: comunidad internacional.
Se caracteriza por la existencia de una comunidad internacional, arranca desde fines del siglo XVIII,
como consecuencia de la Revolución de la Independencia de los Estados Unidos, en 1776, y de la
Revolución Francesa de 1789.
La noción de la soberanía del pueblo y de los derechos individuales, enunciada y difundida por las
revoluciones de 1776 y 1789, tuvo enorme influencia en las relaciones internacionales, estableciendo
y desarrollando principios o instituciones de gran importancia: el reconocimiento de la independencia,
la igualdad jurídica de los Estados, la teoría de las nacionalidades, la noción de la neutralidad, los
derechos de los extranjeros, la práctica del arbitraje, la cláusula de la nación más favorecida, la
represión internacional de la piratería y de la esclavitud, la extradición de los delincuentes, etcétera.
La política se apoya todavía en el sistema del equilibrio: después de la caída de Napoleón, los
monarcas más poderosos organizan la Santa Alianza y más tarde las “ grandes potencias” se
reúnen en congresos cada vez que es menester solucionar alguna crisis muy grave.
Los tratados de París de 1814 y 1815 reglaron la suerte de Francia y para reconstruir el mapa de
Europa las potencias se reunieron en el Congreso de Viena. El Acta final de Viena de junio de 1815,
el tratado de la Santa Alianza de septiembre y los tratados de noviembre de 1815, entre ellos el
segundo tratado de París, crearon un nuevo orden jurídico. La "paz de Viena" domina el siglo XIX y
adquiere la importancia que tuvieron la paz de Westfalia y la de Utrecht.
Las preocupaciones de los vencedores habían sido, básicamente, lograr un relativo equilibrio de
fuerzas, para lo cual las fronteras europeas fueron remodeladas. Se obró entonces según la
conveniencia de los soberanos, prescindiendo del deseo de los pueblos y del ya irrefrenable
sentimiento nacional. Y, fundamentalmente, se procuró afirmar la solidaridad de los príncipes
cristianos y la estabilidad de los tronos.
El Pacto de la Santa Alianza del 26 de septiembre de 1815, firmado por Austria, Prusia y Rusia,
inspirado por el Zar Alejandro I, sería la expresión de esos principios y de la común voluntad de
permanecer unidos "por los lazos de una fraternidad indisoluble y verdadera y de ayudar a
socorrerse en cualquier ocasión y lugar".
De él emergió la liga permanente o Directorio de las cuatro potencias. Su finalidad fue asegurar el
cumplimiento, por Francia, de las obligaciones de los tratados de París de 1814 y de 1815; excluir de
su trono a Napoleón y su familia y resguardar la seguridad de sus respectivos Estados y la
tranquilidad general de Europa. Tiene este tratado un rasgo inédito: se convino que los cuatro
soberanos o sus ministros celebrarían en épocas determinadas conferencias en las que examinarían
las medidas adecuadas para el mantenimiento de las relaciones internacionales.
La alianza de los cuatro países habría de transformarse pronto en la Ventarquía con la inclusión de
Francia en el Directorio europeo, admitida en el Congreso de Aquisgram de 1818 en igualdad con
sus vencedores.
La obra del Congreso de Viena había procurado estabilizar la Europa monárquica y consolidar las
fronteras. El criterio de legitimidad contradecía el espíritu contemporáneo y era incompatible con las
ideas de nacionalismo y de la soberanía de los pueblos que impulsarían los movimientos
revolucionarios de 1830 y 1848.
La estructura conservadora de la Europa de Viena es conmovida en 1848 por un vasto movimiento
revolucionario. Europa se ha industrializado. La cuestión social comienza a preocupar a los
gobiernos; el artesanado se proletariza, surgen las doctrinas socialistas y se desarrolla el
sindicalismo. Ese movimiento se generaliza. Se trata de obtener regímenes más liberales ya sea
mediante la proclamación de la República, como en París, a través de la obtención de una
constitución, como en diversos Estados de la Confederación germánica, o de poner fin a la
dominación extranjera.
A los sentimientos e ideas nacionales se unen factores económicos. La revolución industrial
cambiaba rápidamente las estructuras económicas; la fluidez de los nuevos medios de comunicación
aproximaba a los pueblos y creaba una solidaridad de intereses que para lograr un cauce adecuado
necesitaba superar el excesivo fraccionamiento político.
En el transcurso del siglo X X el campo internacional se hace más vasto como consecuencia de la
formación de nuevos Estados en el continente americano y del maravilloso desarrollo que adquiere
el intercambio entre los pueblos, gracias a la máquina de vapor, la industria mecánica y la
implantación de comunicaciones rápidas y regulares.
Desde mediados del siglo X IX comenzaron a coordinarse servicios públicos internacionales con el
fin de facilitar .y asegurar ciertas funciones de interés universal, tales como el correo, el telégrafo, la
salubridad, etc., y algunos de esos servicios son consolidados con órganos propios y se convierten
en Ias entonces llamadas “ uniones internacionales” . Una red cada vez más extensa y tupida de
relaciones de todo orden une a todos los pueblos civilizados, que así forman ya una “comunidad
internacional”.
En la segunda mitad del siglo xix se plasma la unidad de Italia y la de Alemania.
Se inicia una etapa con el predominio de Alemania, que rompe el equilibrio entre las potencias
continentales. Su restablecimiento será la preocupación primordial de este período que se prolonga
desde 1890 hasta 1914, año en el que la guerra mundial quiebra el sistema.
En tanto, en esa segunda mitad del siglo xix, una rápida expansión colonial proyecta a las potencias
europeas sobre el África y Asia. Comenzado alrededor de 1880, el reparto de África prosiguió
durante veinte años para concluir con el dominio casi total de las llamadas "Indias Negras".
En esta vasta empresa colonialista rivalizaron las grandes potencias. Una Conferencia —la de Berlín
de 1884-5— dedicada a los problemas del África Central estableció el principio de la ocupación
efectiva de los territorios y reguló la situación de los ríos africanos.
Una Conferencia posterior —Bruselas, 1890— buscó sistematizar los principios de la colonización
africana y como medio de atenuar las rivalidades procuró, como la anterior, trasponer la teoría del
equilibrio el poder al Continente negro.
En Asia, el milenario aislamiento chino fue quebrado por la fuerza de la flota británica. Inglaterra,
posesionada ya de la India, quiso abrir el vasto mercado chino a los productos de su industria en
expansión.
Continuó sin pausas en un proceso de desintegración de la soberanía de China. Luego de los
llamados
"tratados leoninos" de 1898, por los que se arrendaban puertos a Alemania, Francia, Rusia y Gran
Bretaña y se concedían a estos países franquicias exorbitantes, China quedó virtualmente repartida
en zonas de influencia extranjeras.
La política de los países occidentales mostró, en algunos aspectos, una cierta unidad en Asia,
exteriorizada durante la guerra de los Boxers por el envío, en el año 1900, de una fuerza
verdaderamente internacional, formada no sólo por países europeos, sino también norteamericanas
y japonesas y por la intervención de Francia, Alemania y Rusia para temperar los términos de la paz
que le fue impuesta a China en 1895 por Japón.
Este país, a diferencia de China, alcanzó a restaurar sus instituciones imperiales. Desde 1868 siguió
una activa política de industrialización y de desarrollo militar. La victoria sobre China en 1895 le
permitió aspirar a convertirse en una potencia colonial. En 1902. se vincula a Gran Bretaña
mediante un tratado de alianza, primer acuerdo igualitario entre una potencia europea y un Estado
asiático de la era contemporánea. Su triunfo sobre Rusia en 1905 demostró que las potencias
europeas no eran invencibles e impulsó el nacionalismo asiático, particularmente en la India.
En tanto, en América, la conferencia de Washington de 1899 convocada por iniciativa de los EE. UU.
señala el comienzo del sistema interamericano en el que —entre otros principios— se afirma
precursoramente el no reconocimiento de las situaciones derivadas del empleo de la fuerza y se
acoge el principio de la solución pacífica de controversias.
En Europa se consolidan los vínculos que tendían a mantener un equilibrio entre las potencias y se
intensifica el armamentismo. Estas rivalidades políticas y una aguda competencia económica
afectaban profundamente las relaciones entre los países de Europa central, Alemania y el Imperio
Austro-húngaro, agrupados con el Imperio otomano en la Triple Alianza,-por un lado, y Gran Bretaña,
Francia y Rusia vinculados por la Triple Entente, por el otro, y llevarían a la Primera Guerra Mundial.
La participación de los EE. UU., Japón e Italia en contra de los países centrales.
El ambiente de paz formal que, sin embargo, imperó en el continente, fue propicio para la realización
de dos conferencias internacionales en La Haya, las de 1899 y 1907. La primera de estas
conferencias codificó parcialmente el derecho de guerra terrestre y los métodos de solución pacífica
de las controversias; instituyó una Corte Permanente de Arbitraje; ella fue propiciada por el Zar
Nicolás II quien invitó a 26 Estados con el objeto de reducir el armamento.
La segunda conferencia aportó trece convenciones y una declaración afirmando el principio del
arbitraje obligatorio. Se reguló la neutralidad en caso de guerra terrestre y marítima; regló la guerra
marítima y se estatuyó un Tribunal Internacional de Presas.
La segunda de estas conferencias agrupó a 44 Estados, fue la primera conferencia internacional, en
que estaban representados Estados de varios continentes, a la que asistió la Argentina.
La guerra de 1914-18 vino a demostrar, tanto por la generalización de las hostilidades a casi todo el
mundo como por la extensión de sus consecuencias a todos los pueblos, que un nexo incoercible
liga hoy a la humanidad: la interdependencia en el terreno económico y financiero y también en cierto
modo en lo político.
A su término, tras más de cuatro años de guerra, cuatro Imperios habían sucumbido: el alemán, el
austrohúngaro, el otomano y el ruso. Adviene la revolución comunista y el gobierno bolchevique se
consolida en la lucha civil, a pesar de la intervención de las potencias aliadas. La comunidad
internacional se institucionaliza con la creación de la Sociedad de las Naciones junto a ella se creó la
Corte Permanente de Justicia Internacional y la Organización Internacional del Trabajo. La
implantación de estas instituciones señala la iniciación, el primer ensayo positivo de la humanidad
para organizarse en una comunidad de derecho.
El avance tecnológico, la expansión del comercio internacional y la intensificación de las relaciones
internacionales contribuyeron al progreso del derecho internacional.
Se desarrolla el principio de la libre navegación de los ríos internacionales, que comienza con las
normas del Congreso de Viena. Tratados internacionales resguardan los derechos de autor y la
propiedad industrial. Para proteger al individuo se sanciona la abolición del tráfico de esclavos; se
persigue la trata de blancas y el tráfico del opio.
Se procura humanizar la guerra y se emprende la codificación parcial de sus normas. Se desarrollan
los métodos pacíficos para la solución de controversias. Y se dan los primeros pasos para la
cooperación internacional en ámbitos técnicos.
En lo político, durante este período, la comunidad internacional se caracterizó por la primacía y
autoridad que se habían asignado cinco potencias del Concierto europeo sin consentimiento expreso
de los Estados. Sus competencias eran autodefinidas y en su ejercicio el interés de la comunidad
internacional fue a menudo sacrificado al interés particular de las grandes potencias.
Frente a la preponderancia que se habían asignado por derecho propio los miembros del Directorio,
el Pacto de la Sociedad de las Naciones —que encabeza el Tratado de Versalles (1919) y los demás
tratados de paz con las potencias vencidas— se basó en el principio de la igualdad soberana de los
Estados miembros. Con la Sociedad de las Naciones la comunidad internacional tiene una base
estatutaria y orgánica. Su misión principal fue la de preservar la paz y la seguridad y promover la
cooperación internacional.
La Sociedad de las Naciones tuvo éxito en campos diversos: en el de la cooperación internacional
en los campos económico v social pero adoleció de deficiencias que comprometieron sus
posibilidades, sobre todo en el campo político:
a) el Pacto integraba el Tratado de Versarles y quedó de tal suerte vinculado a las vicisitudes
políticas con las que, en él, se resolvieron problemas de índole territorial y económica; b) los
Estados Unidos se negaron a participar en el sistema de Ginebra, lo que menguó su universalidad y
limitó la eficacia de las sanciones.
Desde un principio quedaron excluidas Rusia y Alemania. En 1933 se separó Japón y si Alemania
fue admitida en 1926, cuando en 1934 se admitió a la URSS, aquélla ya se había retirado. c) el
sistema de sanciones previsto para los casos de guerra de agresión era totalmente descentralizado y
su efectividad venía a quedar librada a la discreción de sus miembros.
Dos acontecimientos demostraron la debilidad de la Sociedad. El primero, la invasión de Japón a la
China en 1931, y el segundo, la invasión de Italia a Etiopía, conflicto en el que la calificación de Italia
como agresor, pronunciada por la Asamblea en 1935, y las sanciones económicas que la sucedieron
—carentes de eficacia real— no impidieron la anexión de Etiopía a Italia. Vino luego la absorción de
Austria por Alemania en 1938, y la ocupación de Albania por Italia también en 1939.
La expulsión de la URSS por su agresión a Finlandia fue su último acto político. Ninguna función
cumplió cuando estalló la segunda guerra mundial. Quedaba, empero, una valiosa experiencia que
fue aprovechada en la Conferencia de San Francisco. Abierta a todas las Naciones Unidas elaboró
en 1945 la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1945, se creó la Organización de las Naciones Unidas y
se restableció el anterior tribunal con el nombre de Corte Internacional de Justicia. Se han
establecido además, un número apreciable de organismos internacionales universales y regionales.
Esta vez los objetivos buscados son más amplios. No sólo se pretende mantener la paz y la
seguridad internacionales, sino también fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas
en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos
realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter
económico, social, cultural o humanitario y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos
humanos.
Se afirman ciertos principios como el de la igualdad soberana de los Estados miembros, el arreglo
pacífico de las controversias internacionales y, entre otros, la abstención de recurrir a la amenaza o
al empleo de la fuerza. Este último principio, de por sí, comporta un avance fundamental en el
derecho internacional. Y viene a consagrar la ilicitud no ya del recurso a la fuerza, sino también la de
su amenaza.
A diferencia de la época de la Sociedad de las Naciones, ningún Estado se ha retirado de las
Naciones Unidas; por el contrario, el número de sus miembros ha aumentado considerablemente
durante sus años de vida, a medida que el proceso de descolonización ha significado la
incorporación de nuevos Estados a la comunidad internacional.
Con la ONU se consolida el proceso de institucionalización de la comunidad internacional. No sólo su
estructura orgánica es más compleja que la de la Sociedad de las Naciones, sino que son más
vastas sus competencias y mayores sus poderes. En favor del Consejo de Seguridad —en cuyo
seno las cinco grandes potencias vencedoras, la República de China, Francia, la URSS, el Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los EE.UU. guardan el privilegio de ser miembros
permanentes y el derecho de veto— se opera una verdadera transferencia de competencias
estatales; puede disponer medidas coercitivas, incluso el empleo de la fuerza, que obligan a los
Estados miembros. Reconocen ellos que tal órgano actúa en su nombre cuando asume la
responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacional.
Las Naciones Unidas constituyen, al término de la segunda guerra mundial, la fuerza política
esencial de la comunidad internacional.
Al término de la segunda guerra mundial casi una cuarta parte de la población del mundo vivía en
territorios dependientes. La ONU, al constituirse en 1945, contaba con 51 miembros. Era una
institución eminentemente occidental. La declinación de Europa precipitó un proceso de
descolonización que sería activado y propiciado por la propia Organización y que desintegró los
imperios coloniales consolidados en la segunda mitad del siglo XIX.
Emergen nuevos Estados en Asia y, a partir de 1960, el fenómeno se acelera en África. Su
representatividad es mucho mayor que la de la Sociedad de las Naciones y no tiene precedentes en
anterior época histórica.
La comunidad internacional se ha expandido, ha ampliado el campo de sus preocupaciones e
intereses. Preservar la paz y la seguridad perduran como los objetivos básicos de esa comunidad
institucionalizada, pero éstos trascienden ahora al campo económico y social. Se ha afirmado la
convicción de que no sólo las confrontaciones políticas e ideológicas pueden comprometer la paz,
sino que la desigualdad económica de pueblos y naciones impide la existencia de un orden
internacional estable. De ahí que la Carta haya hecho anticipadamente de la cooperación en la
solución de los problemas económicos y sociales uno de sus propósitos fundamentales y haya
impuesto a los Estados miembros la obligación de tomar medidas, conjunta o separadamente, en
cooperación con la Organización, para realizar la promoción del desarrollo económico y social.
Así la ONU está formada por sus órganos principales, la Asamblea General y el Consejo Económico
y Social, y por un conjunto de organizaciones intergubernamentales autónomas vinculadas a ella
mediante acuerdos particulares, los "organismos especializados".
El desarrollo científico y técnico verificado a partir de la segunda guerra mundial dio cauce,
asimismo, a nuevos temas de regulación y cooperación internacionales. Se procuró la utilización
pacífica de la energía nuclear, evitar la proliferación de armas nucleares y realizar la
desnuclearización de ciertas regiones. El espacio ultraterrestre, comprendiendo a la Luna y demás
cuerpos celestes, han sido sustraídos a toda apropiación nacional y se hallan abiertos
indiscriminadamente a la actividad pacífica de todos los Estados. Un criterio similar rige respecto de
los fondos oceánicos más allá de las jurisdicciones nacionales, a los que se califica como "patrimonio
común de la humanidad". Y mediante la cooperación internacional se procura preservar el medio
ambiente.
La superación de la guerra fría ha contribuido a acentuar esta cooperación internacional. El
enfrentamiento de las dos superpotencias —EE. UU. y la URSS— y la tensión y fricción constantes
entre dos bloques antagónicos, el del mundo occidental y el socialista, caracterizó políticamente la
primera etapa de la postguerra. Este antagonismo incidió en el funcionamiento de las Naciones
Unidas y se manifestó en la actuación del Consejo de Seguridad, paralizado por el ejercicio, del
derecho de veto. Este período, en el que el potencial bélico de las dos superpotencias —dotadas de
bombas termonucleares y de cohetes intercontinentales— es por vez primera en la historia capaz de
extinguir la civilización, creó lo que se llamó el equilibrio del terror y condujo a la "mutua disuasión"
basada en la capacidad de destrucción recíproca.''
A partir de 1962, tras la crisis de los cohetes en Cuba, que se afirma la política de la coexistencia
pacifica.
En esta etapa de la evolución de la comunidad-internacional, caracterizada por la convergencia de
los Estados soberanos —que perduran como sus principales protagonistas— y múltiples
organizaciones internacionales, el reconocimiento de los derechos humanos y su consagración a
través de tratados internacionales marca un avance positivo en el proceso de afianzamiento de la
subjetividad jurídica internacional del individuo y en la afirmación de contenidos éticos en las reglas
positivas del derecho de gentes.

Unidad 2
1. Relaciones entre el Derecho Interno y el Derecho Internacional.
Cada Estado genera con potestad soberana su orden jurídico interno y participa con los demás
Estados, en una relación de igualdad jurídica, en la elaboración de normas internacionales. De la
coexistencia de estos sistemas jurídicos, se derivan problemas atinentes a sus relaciones.
El primero de estos problemas consiste en determinar si el derecho internacional puede ser aplicado
directamente en el ámbito interno de los Estados o si necesita para ello una norma del derecho
nacional que lo integre a este sistema jurídico; y el segundo, establecer su relación jerárquica con las
demás normas del derecho nacional.
a. Doctrinas.
Las relaciones entre el derecho internacional y el derecho interno han sido doctrinariamente
enfocadas por dos concepciones antagónicas: la monista y la dualista.
i. Monismo.
La teoría monista, bajo el presupuesto de la unidad del derecho, propone la existencia de dos
subsistemas jurídicos relacionados jerárquicamente. Esta unidad implica que las normas se hallan
subordinadas unas a otras, formando un sólo ordenamiento jurídico. El derecho internacional
integraría, sin más, el orden jurídico estadual.
Si bien todos los que comparten la teoría monista admiten que tanto el derecho internacional como el
derecho interno pertenecen al mismo orden jurídico general, no están de acuerdo en cuanto a la
relación de dependencia o subordinación entre ambos subsistemas.
Para unos, en esta unidad del derecho, prima el derecho interno sobre el derecho internacional.
Este, el derecho internacional, está subordinado al derecho interno de cada Estado y en él
fundamenta su existencia. El derecho internacional, que deriva así su fuerza obligatoria del derecho
interno, no sería más que un derecho público externo de los Estados. Una de las críticas formuladas
a esta posición se basa en el principio de la continuidad e identidad de los Estados. Una norma de
derecho internacional general establece que los cambios políticos producidos dentro del orden
jurídico interno de los Estados no modifican sus obligaciones internacionales. El orden jurídico
internacional no deriva su fuerza obligatoria del derecho interno, ya que aquél permanece invariable
no obstante la alteración del segundo.
Para otros autores, el derecho internacional prevalece sobre el derecho interno. Consideran ellos al
derecho interno no sólo como derivado del derecho internacional, sino como subordinado y
condicionado por éste. Tal postura, llevaría a la nulidad automática de las normas jurídicas inferiores
contrarias a las normas superiores.
Como crítica, cabe observar que ello contradice el hecho histórico de que el derecho internacional
nace y se desarrolla como respuesta a la coexistencia de un número de Estados seculares,
nacionales y soberanos, con ordenamientos jurídicos internos independientes unos de otros. En una
formulación moderada, la concepción monista reconoce la posible coexistencia en ambos
ordenamientos de normas incompatibles, pero afirma el criterio unitario final en la responsabilidad del
Estado que con sus normas internas contraviene al derecho internacional.
ii. Dualismo.
La teoría dualista propone la coexistencia de dos órdenes jurídicos independientes. Tanto el derecho
internacional como el derecho interno tienen su propio ámbito de validez y su propio campo de
acción.
Anzilottiv Triepel figuran entre los representantes más destacados de esta doctrina.
El derecho internacional diferiría del derecho interno, en primer lugar, en razón de sus sujetos: el
Estado, para el primero, y los individuos, para el segundo; diferiría, también, en cuanto a las fuentes
— entendiendo por tales al fundamento de validez de la norma— ya que la del derecho internacional
es la voluntad común de los Estados y la del derecho interno es la voluntad del Estado; y, finalmente,
las relaciones normadas por uno y otro ordenamiento serían de naturaleza distinta, teniendo cada
uno de estos derechos una esfera de competencia que les sería propia. Por lo tanto, para que una
norma del derecho internacional pudiese ser invocada y aplicada en el ordenamiento interno sería
necesario que mediase un acto del Estado que la transformase en derecho interno. Este proceso de
transformación se conoce con el nombre de recepción o incorporación.
La violación del derecho internacional por una norma del derecho interno daría lugar a la
responsabilidad internacional del Estado, pero no invalidaría, por sí misma, a la norma interna. Las
críticas a la teoría dualista se centran en el hecho de que ciertas normas jurídicas internacionales
penetrarían directamente en las legislaciones internas sin necesidad de aplicar un proceso de
transformación del derecho internacional en derecho interno. Se expresa, asimismo, que no existe
diversidad de sujetos ni de fuentes. Por otra parre, ciertos sistemas jurídicos receptan genérica y
anticipadamente al derecho internacional, sin necesidad de actos concretos de transformación
particulares para cada norma internacional. La existencia de normas válidas para un ordenamiento e
inválidas para el otro tampoco sería prueba definitiva de la dualidad de los sistemas jurídicos, pues
en ciertos órdenes internos —cuya unidad no se cuestiona—existe también la posibilidad de que
rijan normas contrarias a la constitución en tanto no se declaren inválidas y tal declaración, con
frecuencia, sólo produce efectos para el caso que se juzga.
Puede concluirse que tanto la teoría monista como la dualista no alcanzan, a dar una respuesta
coherente para la solución global de los problemas que plantean las relaciones del derecho
internacional con el derecho interno. Sin embargo, monismo y dualismo prestan utilidad a la ciencia
jurídica en cuanto encuadran racionalmente las áreas normativas en conflicto.
iii. La práctica internacional.
La práctica internacional revela que el derecho internacional no regula en forma directa lo atinente a
la manera en que sus normas se integran en los distintos derechos internos. Una norma
consuetudinaria internacional determina que el método por el cual un Estado pone en vigencia los
derechos y obligaciones internacionales dentro de su ámbito es materia reglada por-el derecho
interno de cada Estado. En tal sentido, la C.P.J.I. en la opinión consultiva sobre el Canje de
poblaciones griegas y turcas estableció que el Estado que ha asumido obligaciones internacionales
válidas está obligado a realizar en su legislación las modificaciones que fueran necesarias para
asegurar el cumplimiento de tales obligaciones. En la opinión consultiva sobre la Competencia de los
Tribunales de Dantzign el tribunal dijo que si bien Polonia no podía alegar la imposibilidad de adaptar
su derecho interno a las obligaciones internacionales:
“[…] un tratado no crea derechos y obligaciones que afectan directamente a los individuos. La
verdadera esencia del tratado se complementa, de acuerdo con la intención de las partes
contratantes, con la adopción por parte de éstas de reglas que crean derechos y obligaciones a favor
de individuos y aplicables por los tribunales nacionales”.
También afirma de modo inequívoco la prevalencia de las normas internacionales sobre las de
derecho interno, tal como se sostuvo en el caso de los Intereses alemanes en la Alta Silesia. Criterio
que reiteró en el caso de la “Fábrica de Chorzow”, agregando que en razón de ser regulados los
derechos y obligaciones de los Estados en sus relaciones internacionales por el derecho
internacional, es este derecho y no el derecho interno de los Estados el que da las pautas a través
de las cuales se determina la licitud de las conductas de éstos.
Más tarde, otro caso agregó a esta idea la prohibición a un Estado de prevalerse de su legislación
para limitar el alcance de sus obligaciones internacionales. El hecho de que un Estado aplique la
misma norma jurídica interna a sus nacionales, no exonera la responsabilidad internacional de ese
Estado ante la violación de una obligación internacional impuesta por un tratado.
Tal criterio jurisprudencial ha sido reiterado por la C.I.J. En numerosos laudos arbitrales quedó
también aceptada la supremacía del derecho internacional sobre el derecho interno. En el caso del
Alabama, entre Estados Unidos y Gran Bretaña resuelto en Ginebra en 1872, se estableció que
Gran Bretaña no podía excusarse por el incumplimiento de una obligación internacional alegando
insuficiencia de los medios legales a su disposición.
En el caso de las reclamaciones entre Gran Bretaña y Costa Rica, el Presidente de la Corte
Suprema de Estados Unidos, actuando como árbitro, dijo que de acuerdo con la Constitución delos
Estados Unidos, la Corte Suprema no puede reconocer derechos a extranjeros atribuidos por un
tratado que el Congreso haya dejado sin efecto por medio de una ley (superioridad en el orden
interno de la ley posterior sobre un tratado anterior); sin embargo, frente a un tribunal internacional,
la circunstancia de que una ley deje unilateralmente sin efecto a un tratado no afectará los derechos
emergentes de éste, y su fallo debe necesariamente dar validez al tratado y declarar que la ley que
lo repele carece de vigencia. En el orden internacional tanto la jurisprudencia de la C.PJ.I. como la
de la C.I.J. y la de los tribunales arbitrales han establecido la supremacía del derecho internacional.
Por lo tanto, en caso de conflicto entre normas de derecho internacional y normas de derecho
interno, aquéllas prevalecen.
iv. Solución del problema desde el enfoque interno.
Los Estados, al regular el método de integración de las normas del derecho internacional en su
derecho interno, pueden disponer la directa integración de aquéllas o bien establecer que las normas
internacionales deben ser incorporadas a través de disposiciones de derecho interno que operen la
transformación de las normas internacionales en normas internas.
Igual diversidad de criterios se manifiesta también en lo que respecta a la jerarquía que a las normas
de derecho internacional se les asigna en los ordenamientos jurídicos nacionales.
Las constituciones más modernas tienden a asignar, en este orden, prioridad a los tratados sobre las
leyes internas, en tanto otros sistemas constitucionales, como el de Estados Unidos —que ha sido
seguido por Nuestra Constitución—, tras afirmarla primacía de la Constitución precisan la igual
jerarquía de los tratados y de las leyes dictadas por el Congreso en consecuencia de aquélla.
b. Solución desde el Régimen Constitucional Argentino.
La Constitución de la Nación Argentina determina las normas que integran el ordenamiento jurídico
de nuestro país y precisa la relación jerárquica que entre ellas existe. i. Los tratados.
1. Los tratados y la constitución.
Los tratados en vigor en los que el Estado Argentino es parte, constituyen fuente autónoma del
derecho positivo interno. Forman parte del orden jurídico nacional y prevalecen sobre los
ordenamientos jurídicos provinciales. El art. 31 de la Constitución Nacional establece esta
supremacía. Esta disposición constitucional —armonizada con el art. 27—permite a la vez fijar la
jerarquía de los tratados en relación con la Constitución.
El art. 31 dispone:
«Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los
tratados con las potencias extranjeras, son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada
provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en contrario que
contengan las leyes o Constituciones provinciales, salvo para la Provincia de Buenos Aires, los
tratados ratificados después del pacto del 11 de noviembre de 1859».
A su vez el art. 27 establece:
«El Gobierno federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias
extranjeras por medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público
establecidos en esta Constitución.»
La relación de estas dos disposiciones determina que un tratado no pueda oponerse a la
Constitución. En el supuesto de un conflicto entre normas contenidas en uno y en la otra, la segunda
siempre prevalecerá. Esta supremacía de la Constitución se halla también reconocida por el art. 21
de la ley 4887:
«Los tribunales y jueces nacionales en el ejercicio de sus funciones procederán aplicando la
Constitución como ley suprema de la Nación, las leyes que haya sancionado o sancione el
Congreso, los tratados con las naciones extranjeras, las leyes particulares de las provincias, las
leyes generales que han regido anteriormente a la Nación, y los principios del Derecho de gentes
según lo exijan respectivamente los casos que se sujeten a su conocimiento en el orden de prelación
que va establecido».
Asimismo se ha argumentado, que un tratado no puede ser contrarío a la Constitución porque esto
importaría alterar el único método válido para su reforma según el procedimiento fijado en el art. 30:
«La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de
reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus
miembros; pero no se efectuará sino por una convención convocada al efecto».
La primacía de la Constitución Nacional sobre la base de lo dispuesto en el art. 31 fue claramente
fijada por la Corte Suprema en el caso Alfonso Chantrain, entre otros.
2. Los tratados y las leyes.
El art. 67, inc. 19, de la Constitución Nacional establece que:
«Corresponde al Congreso […] Aprobar o desechar los tratados con las demás naciones y los
concordatos con la Silla Apostólica[…]»
Esta atribución específica del Congreso se ha materializado, consuetudinariamente, por medio de la
sanción de una ley que aprueba el tratado, lo que implica la autorización para que el Ejecutivo
manifieste internacionalmente el consentimiento del Estado en obligarse por el tratado.
Con arreglo a lo dispuesto en el art. 31 de la Constitución Nacional se puede establecer que tanto la
ley nacional como el tratado aprobado por el Congreso y que ha entrado en vigor con relación al
Estado Argentino se encuentran en un mismo plano jerárquico. Todo conflicto entre normas de igual
jerarquía se resolverá, entonces, aplicando los “principios de la ley posterior” y de la "ley especial",
según corresponda.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha afirmado tal conclusión en el caso "S. A. Martin & Cía.
Ltda. c/ Administración General de Puertos s/repetición de pago" expresó que:
«[…]corresponde establecer que ni el art. 31 ni el 100 de la Constitución Nacional atribuyen prelación
o superioridad a los tratados con las potencias extranjeras respecto de las leyes válidamente
dictadas por el Congreso de la Nación. Ambos —leyes y tratados— son igualmente calificados como
“ley suprema de la Nación”, y no existe fundamento normativo para acordar prioridad de rango a
ninguno[…]»
Este fallo tiene importancia pues precisa con claridad el criterio jurisprudencial acerca del problema
de las relaciones del derecho internacional y del derecho interno al adherir, explícitamente, a la
concepción con arreglo a la cual el tratamiento y regulación de las normas del derecho internacional
como normas integrantes del ordenamiento jurídico interno, depende de la organización
constitucional de cada Estado.
De acuerdo con este criterio, las normas internas de un país podrían admitir la aplicación automática
de los tratados —en la medida en que fueran operativos— como en nuestro sistema constitucional
ocurre, o bien podrían exigir ante cada norma del ordenamiento jurídico internacional una concreta
respuesta del derecho interno que la incorpore específicamente a él. Y también, conforme al mismo
criterio, las normas del ordenamiento jurídico nacional podrán asignar un orden de jerarquía a las
normas internacionales que asegure la primacía de éstas sobre aquéllas, su subordinación o su
equiparación.
Naturalmente, esta discrecionalidad acordada a los sistemas constitucionales nacionales para fijar el
método de integración de las normas internacionales y la relación jerárquica de las distintas fuentes,
no implica asignar a las regulaciones internas efectos internacionales.
La posible colisión entre normas de derecho interno y de derecho internacional y las soluciones que
aporte cada derecho nacional dejan subsistentes las cuestiones de orden internacional que podrían
suscitarse en caso de que en el orden interno la norma internacional resultase violada. Como
también lo expresó la Corte Suprema
«[…]la posible cuestión de orden internacional subsistente es ajena, como principio, a la jurisdicción
de los tribunales de justicia internos. Y depende de circunstancias atinentes a la conducción de las
relaciones exteriores de la Nación, sujetas a reclamo por las altas partes contratantes, a cuyo
respecto no cabe decisión de esta Corte[…]»
3. Aprobación y ratificación de los tratados.
La aprobación de un tratado a través de una ley de la Nación es, para el derecho internacional, un
mero antecedente de su ratificación. La aprobación interna de un tratado por una ley es un acto
jurídico distinto del acto internacional de ratificación en virtud del cual un Estado manifiesta su
consentimiento en obligarse por ese tratado.
De conformidad al derecho público argentino, en el proceso de conclusión de los tratados en buena y
debida forma corresponde distinguir varias etapas: la negociación llevada a cabo por el Poder
Ejecutivo; la firma, también por este Poder; la aprobación por el Congreso; y la ratificación por el
Poder Ejecutivo. En consecuencia, el acto por el que el Congreso aprueba un tratado no es un acto
de incorporación, sino un paso en el proceso de conclusión de los tratados que se perfecciona por
medio de la ratificación internacional.
Para la conclusión del tratado es menester el acto aprobatorio del Congreso Nacional, pero los
tratados no se encuentran incorporados al orden jurídico nacional meramente en virtud de la ley
aprobatoria.
El acto de ratificación internacional es realizado por el Poder Ejecutivo con posterioridad a la
aprobación interna. Por ello, al ser el nacimiento de la norma internacional ulterior al acto de
aprobación interna, éste no producirá efectos jurídicos hasta que el tratado no haya sido
debidamente ratificado y entre en vigor con relación al Estado Argentino.
4. Operatividad de los tratados.
Para nuestra Corte Suprema, el hecho de que el Estado Argentino sea parte en un tratado no
implica, por sí mismo, que ese tratado sea operativo y produzca efectos directos en el orden interno.
Es decir, que los derechos y obligaciones en él contenidos puedan ser invocados directamente por
los individuos y aplicados por los tribunales.
Para que todo tratado del que el Estado es parte produzca efectos directos --es decir que sea
operativo— las normas jurídicas en él previstas deberán ser susceptibles de aplicación inmediata.
Esta aplicación inmediata dependerá de la claridad y falta de condicionamientos del contenido de las
normas y, concurrentemente, de la intención de las partes contratantes que deberá haber sido la de
crear esos efectos sin necesidad de recurrir a acto reglamentario interno alguno.
ii. La costumbre y los principios generales del derecho.
El art. 27 y el art. 31 de la Constitución Nacional, se ocupan parcialmente del problema de las
relaciones del derecho interno con el derecho internacional. Ambos se refieren a los tratados, sin
hacer mención a la costumbre internacional, ni a los principios generales de derecho.
El antecedente inmediato de estos artículos es la Constitución de los Estados Unidos de América de
1787. Ésta, en su art. 6, que describe el orden normativo federal y precisa la jerarquía de las fuentes,
omite mencionar otras fuentes del derecho internacional que no sean los tratados; la explicación se
encuentra en el hecho de que tanto la doctrina como la jurisprudencia anglosajona, reconocen al
derecho internacional consuetudinario como parte integrante del derecho interno.
En el sistema constitucional argentino, la costumbre internacional y los principios generales de
derecho integran directamente su orden jurídico positivo ya que, con arreglo a las normas del
derecho de gentes, la Corte Suprema de Justicia de la Nación debe decidir en jurisdicción originaria
y exclusiva las causas concernientes a embajadores, ministros y cónsules extranjeros.
El art. 21 de la ley 48 impone a los tribunales y jueces nacionales la aplicación de «[…]los principios
del derecho de gentes», aunque fijándoles—tanto a ellos, como a los tratados— un orden de
prelación que no corresponde al que emana de la C.N.
A través de frecuentes invocaciones al "derecho de gentes", la Corte Suprema de Justicia de la
Nación ha hecho directa aplicación de normas consagradas por la costumbre internacional.
Al margen de las cuestiones referentes a inmunidades y privilegios de agentes diplomáticos y
consulares, la Corte Suprema hizo aplicación directa de normas consuetudinarias y de principios
generales de derecho en supuestos muy' diversos, aunque bajo la formal invocación de principios del
derecho internacional público, la práctica internacional, la doctrina o jurisprudencia universalmente
aceptadas, etcétera.
La práctica de la Corte Suprema revela, pues, la aplicación directa de la costumbre internacional
como fundamento de sus decisiones. A veces su invocación ha constituido el fundamento único o
bien el fundamento sustancial de sus pronunciamientos; en otros supuestos, la aplicación de normas
del derecho nacional ha convergido con aquélla para la solución del caso.
c. Los Tratados Internacionales (TT.II.) en la Constitución Reformada. i. Introducción.
La reforma constitucional tuvo una trascendencia en el campo de la jerarquía legal de los tratos
internacionales, la jurisprudencia de la CSJN había desbrozado el camino en los dos últimos años en
relación a algunos de estos aspectos.
Los procesos de integración que comenzaron a instrumentarse desde la década del 60, hacían
prever que habría de llegar el momento en que sería necesaria la creación de órganos
supranacionales y funcionamiento podría debilitarse o simplemente quedar inhibido frente a una
Constitución que no contenía cláusulas en las que podía apoyarse esta transferencia de potestades.
Más aún, el concepto de soberanía estatal que dominó toda la filosofía político-constitucional del
siglo XIX, condujo a la adopción en América Latina de textos constitucionales que difícilmente
pudieron dar cabida a interpretaciones extensivas. Aquella concepción hizo muy dificultosa la
armonización de sus normas tanto con los tratados o acuerdos que institucionalizan los procesos de
integración, como con la normativa emanada de los órganos en los que debía recaer la conducción y
ejecución de los procesos. La situación se tornaba crítica al establecer un nuevo marco institucional
en el ámbito del MERCOSUR. En el continente americano fueron varios los países que frente al
avance y profundización de los procesos de integración, o por previsión, introdujeron modificaciones
a sus cartas magnas.
Por otra parte, nuestros tribunales judiciales abordaron las relaciones entre el derecho interno y el
derecho internacional desde diferentes ángulos a partir de la década del ’40. La jurisprudencia
sustentada por la Corte Suprema a partir del caso “Martín y Cía. S.A. c Administración General de
Puertos”, el criterio de la Corte constituyó un precedente cuestionable y que habría de entrar en
franca contradicción con la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados,
instrumento que Argentina ratificó en 1972 y entró en vigor en 1980.
A la problemática de los tratados o acuerdos internacionales en genera, habría de agregarse que el
país se incorporó a diferentes regímenes de protección de los derechos humanos, y la cuestión de la
jerarquía constitucional de tales instrumentos y por ende de los derechos allí preservados.
La reforma constitucional no ha soslayado la competencia de las provincias en esta materia.
ii. Los Tratados Internacionales en la Constitución. Se pueden distinguir varias etapas:
1. Primera etapa.
La primera comprende el período que se extiende desde la sanción de la Constitución hasta el año
1963. Durante este lapso no se llegó a plantear por la Corte Suprema la cuestión de rango
constitucional de los tratados strictu sensu. Se debatió en el campo doctrinario un marco amplio que
comprendía tanto el alcance del art. 31 de la CN como de los arts. 27 y 100 de la Carta Magna. El
art. 27, que no ha experimentado modificaciones, prescribe que el gobierno federal tiene la
obligación de afianzar las relaciones de paz y comercio con los Estados extranjeros “por medio de
tratados que estén de conformidad con los principios de derecho público establecidos en esta
Constitución”. Este dispositivo estableció un límite a las facultes de conducción de las relaciones
exteriores conferidas a los poderes públicos, facultades que están subordinadas a la ley
fundamental. El art. 27 permite sostener la preeminencia de la CN sobre los tratados, por lo que si
éstos aunque hayan sido aprobados por el Congreso y ratificados por el Poder Ejecutivo, violaran
cláusulas de la Carta Magna, podrían no aplicarse en el ámbito interno, señalándose que admitir lo
contrario, implicaría introducir un procedimiento de medicación de la Constitución no previsto
expresamente, que se opondría al carácter rígido que la caracteriza.
Es conveniente destacar que en su momento, la Corte Suprema limitó la vigencia del principio
general de la supremacía de la Constitución sobre los tratados a las épocas de paz, pudiendo estos
últimos cobrar un rango superior en caso de guerra.
Durante este primer período, el más alto tribunal del país tuvo la oportunidad de pronunciarse sobre
la cuestión el cumplimiento de los tratados cuando todavía no habrían entrado en vigor en el orden
internacional.
Al respecto, el leading case fue la causa “Pedro N. Ferreyra c/Nación Argentina” en la que la Corte
Suprema sostendría que la vigencia interna de un tratado debe coincidir con s u entrada en vigor en
el orden internacional, desechando la tesis que bastaba la aprobación legislativa y posterior
ratificación de un acuerdo para que pudiera ser aplicado por los jueces nacionales.
2. Segunda etapa.
Una segunda etapa, se inició con la doctrina sustentada por la Corte Suprema en la causa “Martín y
Cía S.A. c/Administración General de Puertos”. El fallo del ’63, sostiene entre sus diversos
fundamentos: “Que ni el art. 31 ni el 100 de la CN, atribuyen prelación o superioridad a los tratados
con las potencias extranjeras respecto de las leyes válidamente dictadas por el Congreso de la
Nación. Ambos son igualmente calificados como “ley suprema de la Nación”.
Que esta conclusión es también adoptada por la jurisprudencia y doctrina norteamericana.
en cuanto integrantes del ordenamiento jurídico interno de la República, el principio con arreglo al
cual las posteriores erogan a las anteriores, admitió como consecuencia necesaria de la igualdad
jerárquica señalada por la doctrina y la jurisprudencia norteamericana antes recordada.
Que corresponde señalar que el derecho internacional, con base en la distinción entre tratados en
cuanto convenio entre distintas potencias y con normas del ordenamiento jurídico nacional interno
remite también la solución a la organización constitucional respectiva.”
El enunciado de este dispositivo, según Bidart Campos, que establece la prelación del derecho
federal mencionando primero la CN, luego las leyes y en tercer término los tratados, no es suficiente
para fundar una supuesta supremacía de la ley sobre los tratados, ni siquiera su paridad de rango,
ya que de dicho precepto sólo se desprenden la supremacía del derecho federal en bloque sobre el
provincial, y la supremacía de la CN sobre todo orden jurídico derivado, tanto federal como
provincial. Con otros argumentos, los fundamentos de los fallos serían criticados por Goldschimidt,
quien polemizaría en torno a la tendencia del sistema argentino monista o dualista, el mismo
sostiene que si en el sistema argentina se hubiera adoptado el dualismo, que exige la transformación
del tratado en ley para que tuviera eficacia en el derecho interno, se justificaría que la ley
transformadora tuviere la misma jerarquía que cualquier otra, pero la práctica argentina no había
consagrado tal ley transformadora ya que no debía confundirse con la ley que pudiera ser necesaria
para darla carácter operativa a un tratado incompleto. Aceptada esa premisa, el tratado rige en el
derecho argentino como tal y resulta contrario a normas fundamentales que un acuerdo multilateral
pudiera ser derogado por un acto unilateral.
También se sostuvo que la Corte, al admitir que una ley posterior modificara un tratado internacional,
se hallaba en abierta contradicción con lo dispuesta por el art. 2de la Convención de Viena sobre el
Derecho del os Tratados.
Al margen de las discrepancias en torno a la solución adoptada por la CN, surgía con claridad que el
criterio de la Corte era anacrónico para la época, y estaba en evidente contradicción con los
principios universalmente reconocidos en el régimen internacional de los tratados, en particular del
“pacta sunt servanda” y el que incorporaría expresamente en el art. 27 de la Convención de Viena de
1969.
3. Tercera etapa.
La tercera etapa implicó tomar una dirección jurisdiccional acorde con la evolución de las relaciones
internacionales (esto tomó casi treinta años).
En efecto, la causa “Edmekdjian c/Sofovocih, Gerardo y otros”, el Tribunal sostendría:
“Que un tratado internacional constitucionalmente celebrado, incluyendo su ratificación internacional,
es orgánicamente federal, pues el Poder Ejecutivo concluye y firma tratados, el Congreso Nacional
los desecha o aprueba mediante leyes federales, y el P-E- Nacional los ratifica, emitiendo un acto
federal de autoridad nacional. La derogación d un tratado internacional por una ley del Congreso
violenta la distribución de competencias impuesta por la misma Constitución Nacional, porque
mediante una ley se podría derogar el acto complejo federal de la celebración de un tratado.
Constituiría un avance inconstitucional del P.L. Nacional sobre atribuciones del P.E. Nacional, que es
quien conduce, exclusiva y excluyentemente, las relaciones exteriores de la Nación.
Que la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados -aprobada por ley 19.865, ratificada
por el Poder Ejecutivo nacional el 5 de diciembre de 1972 y en vigor desde el 27 de enero de 1980-
confiere primacía al derecho internacional convencional sobre el derecho interno. Ahora esta
prioridad de rango integra el ordenamiento jurídico argentino.
Esta convención ha alterado la situación del ordenamiento jurídico argentino contemplada en los
precedentes, pues ya no es exacta la proposición jurídica según la cual "no existe fundamento
normativo para acordar prioridad" al tratado frente a la ley. Tal fundamento normativo radica en el art.
27 de la Convención de Viena, según el cual "Una parte no podrá invocar las disposiciones de su
derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado.
Que la necesaria aplicación del art. 27 de la Convención de Viena impone a los órganos del Estado
argentino asignar primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier norma interna contraria
o con la omisión de dictar disposiciones que, en sus efectos, equivalgan al incumplimiento del tratado
internacional”.
Tal doctrina sería reiterada y explicitada en otras causas. Por ejemplo “Fibraca Constructora S.C.A c/
Comisión Técnica Mixta de Salto Grande”.
Con posterioridad a la vigencia de las reformas constitucionales, la Corte resolvió, reiterando la
jurisprudencia examinada. Es el ejemplo de “Cafés La Virginia S.A. s/Apelación (por denegación de
petición)”.
iii. Los Tratados sobre Derechos Humanos.
Uno de los aspectos más novedosos de la reforma constitucional ha sido la incorporación con
“jerarquía constitucional” de declaraciones y tratados sobre esta materia:
“La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de
Derechos
Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su
Protocolo
Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los
Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan
artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder
Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada Cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el
Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada
Cámara para gozar de la jerarquía constitucional.”
El texto constitucional incluye una enumeración taxativa de instrumentos de desigual naturaleza
jurídica.
Ello surge de la incorporación de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y del
Ciudadano, y de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y de algunos tratados y
convenciones por otra.
Pese a ello, nada obsta que le otorgue una determinada jerarquía, prescindiendo del valor jurídico
que ellos posean en el campo de las obligaciones internacionales.
Surgen ciertas dudas en la interpretación de la última frase del párrafo segundo del inciso veintidós
del artículo 75.E n efecto, según esta parte del texto, sólo pueden ser “denunciados2, por el P.E.
Nacional, previa aprobación de las 2/3 partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara. La
expresión “en su caso” recepta la diferencia entre las declaraciones y los tratados, dado que sólo
estos últimos pueden ser denunciados. De allí que una interpretación estricta permitiría sostener que
las declaraciones incorporadas tienen carácter definitivo y sólo podrán excluirse o modificarse por el
procedimiento ordinario de enmiendas a la CN.
De la misma forma, al establecer el nuevo texto que “los demás tratados y convenciones sobre
derechos humanos” luego de ser aprobados por el Congreso, necesitan del voto de las 2/3 de la
totalidad de los miembros de cada Cámara para poder gozar de jerarquía constitucional, se infiere
que ya no podrían incorporarse otras “declaraciones” o textos de igual naturaleza, sino por el
procedimiento general u ordinario de enmiendas constitucionales.
Este mismo texto, interpretado literalmente conduciría a sostener que los tratados y convenciones
sobre derechos humanos que ya han sido aprobados por el Congreso pero que no han sido incluidos
expresamente en la enumeración, no tienen jerarquía constitucional, a menos que hayan alcanzado
el procedimiento previsto en el último párrafo del inciso veintidós.
El segundo párrafo del inciso 22, otorga jerarquía constitucional a los instrumentos mencionados “en
las condiciones de su vigencia”. Se refiere a la vigencia internacional, es decir si se encuentra en
vigor, y en las condiciones en que esos instrumentos se encuentran en vigor para nuestro país. Esto
último se refiere a las “reservas”, las reservas, según la Convención de Viena de 1969, son “una
declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o denominación, hecha por un Estado al
firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a él, con objeto de excluir o modificar los
efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación a ese Estado”.
El meollo de este segundo párrafo es escalecer el alcance de la significación de “jerarquía
constitucional”. Así, se sostiene que “ya que las normas que ingresaron por esa vía, si bien forman
un todo con la CN, son complementarias. Ello significa que, en caso de una eventual contraposición
con la Carta Suprema, primará –en principio- ésta”.
iv. Los Tratados sobre Integración.
Merecieron una consideración especial en el inciso 24 del artículo 75. Reza el texto, que
corresponde al Congreso:
“Aprobar tratados de integración que deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones
supraestatales en condiciones de reciprocidad e igualdad, y que respeten el orden democrático y los
derechos humanos. Las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a las leyes.
La aprobación de estos tratados con Estados de Latinoamérica requerirá la mayoría absoluta de la
totalidad de los miembros de cada Cámara. En el caso de tratados con otros Estados, el Congreso
de la Nación, con la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara, declarará la
conveniencia de la aprobación del tratado y sólo podrá ser aprobado con el voto de la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, después de ciento veinte días del acto
declarativo.
La denuncia de los tratados referidos a este inciso, exigirá la previa aprobación de la mayoría
absoluta de la totalidad da los miembros de cada Cámara.”
La importancia es la expresa previsión de la delegación de competencias, jurisdicción o poderes a
órganos supranacionales a través de tratados que igualmente tendrán una jerarquía superior a las
leyes y, por otra, el otorgamiento de la misma jerarquía al derecho “secundario”, es decir, al
emanado de los órganos creados por los acuerdos “marco”.
La última parte del inciso 24 establece la necesidad de una mayoría absoluta de los miembros de
cada Cámara, para la denuncia de los tratados sobre integración. No se reguló el procedimiento de
denuncia de los tratados en general, pero sí el de esta clase de tratados y de os mencionados en el
apartado segundo del inc. 22, que sólo podrán ser denunciados por el P.E., previa aprobación de las
2/3 partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara”.
Hay tres procedimientos, uno para los tratados en general y para los tratados sobre D.H. sin
jerarquía constitucional, otro para los tratados sobre D.H. con jerarquía, y un tercer procedimiento
para los tratados de integración.
v. Las facultades de las Provincias para celebrar tratados.
En el anterior texto constitucional sobre esta materia, aunque referidos a los “acuerdos
interjurisdiccionales internos”. El acuerdo 107, entre las facultes de las provincias, reconoció la de
“celebrar tratados parciales para fines de administración de justicia, de intereses económicos y
trabajos de utilidad común, con conocimiento del Congreso Federal”.
La cuestión retomará actualidad ante la predisposición de las provincias de celebrar acuerdos
internacionales sobre materias que presuntamente no estaban incluidas dentro de las competencias
reservadas por éstas.
El art. 107 por su parte, vedaba a las provincias la potestad de celebrar tratados con carácter
político.
Ambas normas subsistieron en la forma, en los actuales artículos 125 y 126.
La innovación se encuentra en e l art. 124, que faculta a las provincias: “celebrar convenios
internacionales en tanto no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las
facultades delegadas al Gobierno federal o el crédito público de la Nación; con conocimiento del
Congreso Nacional. La ciudad de Buenos Aires tendrá el régimen que se establezca a tal efecto”.
2. Las Fuentes del Derecho Internacional.
Concepto de fuente.
Tradicionalmente se denominaban fuentes de un ordenamiento jurídico tanto a los elementos que
formulaban el derecho positivo como a las razones de validez de ese derecho. Esta última acepción,
sin embargo, ha caído en desuso.
Cuando la ciencia jurídica contemporánea invoca una fuente de derecho no hace ya referencia al por
qué de la obligatoriedad de la norma jurídica sino al cómo esa norma es creada y en qué forma ésta
se manifiesta y verifica. De acuerdo a este concepto general de fuente de derecho como instrumento
de la ciencia jurídica, autores modernos de derecho internacional definen a las fuentes distinguiendo
entre: a) fuente, como causa u origen; b) fuente, como proceso de formulación o creación de normas,
y c) fuente, como modo de verificar o constatar la existencia de la norma jurídica internacional.
Fuente formal y fuente material.
Las fuentes materiales son aquellas causas, orígenes e influencias quedan nacimiento a la norma
jurídica y de las cuales el derecho internacional se nutre y desarrolla.
La cátedra propone como concepto: “se trata de acontecimientos históricos que tienen vigencia y
narran la evolución de la norma jurídica a través del tiempo”.
Las fuentes materiales dan la fundamentación extrajurídica de porqué nace una norma jurídica del
derecho internacional, pero nada agregan sobre el contenido o la validez de esa norma. Las fuentes
materiales se confunden entre sí con el origen del derecho. Por ello las llamadas fuentes materiales
no son objeto de estudio de la ciencia jurídica, sino de la Teoría de las Relaciones Internacionales
Define a la cátedra a las fuentes formales en los siguientes términos: “Las fuentes formales son
donde el derecho se manifiesta y verifica. Son las normas aplicables”
Dentro de la clasificación de las fuentes formales es posible distinguir entre procesos de creación
(fuentes creadoras) y modos de verificación (fuentes evidencia).
Las fuentes formales como modos de verificación son fuentes formales en sentido amplio. Las
fuentes formales como procesos de creación—llamadas también fuentes autónomas— son fuentes
formales en sentido restringido.
Las fuentes formales en sentido amplio son entonces aquellas fuentes a través de las cuales el
derecho se manifiesta y formula y en razón de ser su expresión visible y concreta, se definen como
los modos de verificación de la existencia de normas jurídicas. Las fuentes formales en sentido
restringido son aquéllas aceptadas por el ordenamiento jurídico vigente como los modos o procesos
válidos a través de los cuales el derecho internacional es creado. Las fuentes formales en sentido
restringido, o sea como procesos de creación de normas, necesitan indefectiblemente manifestarse a
través de un resultado verificable que no será otra cosa que la existencia misma de la norma jurídica
creada.
Las fuentes creadoras (fuentes formales en sentido restringido) son a la vez fuentes formales en
sentido amplio, pues constatan la existencia de una norma a través del resultado mismo del proceso
creativo válido para el ordenamiento jurídico internacional. La problemática actual que presentan
éstas, como instrumentos o instituciones dela ciencia jurídica internacional, no se refiere al porqué de
la obligatoriedad de la norma (fuente como fundamento), ni a las causas extrajurídicas que las
motivan u originan (fuente material), sino al cómo esa norma es creada (fuente formal en sentido
restringido) y en qué forma ésta se manifiesta y verifica (fuente formal en sentido amplio).
c. Enumeración de las fuentes del DD. II.
Al referirnos a las características del derecho internacional mencionamos la voluntad de los Estados
como uno de los elementos determinantes de su contenido y evolución. La voluntad común de éstos,
como agentes generadores, condiciona los procesos válidos de creación y verificación de las normas
jurídicas internacionales.
Kelsen sostiene que un elemento característico del derecho en general, y por lo tanto también del
derecho internacional, es que regula su propia creación. La función de una constitución es
especialmente regularla creación de normas generales por órganos especiales (legislación). El
derecho internacional también tiene su "constitución". La constitución dela comunidad internacional
es el conjunto de normas del derecho internacional que regulan su creación, o en otros términos, que
determinan las "fuentes" del derecho internacional.
Kelsen, al enunciar las fuentes del derecho internacional se hace referencia a las bases mismas de
la constitución de este derecho aceptadas por los miembros de la comunidad internacional.
Podemos considerar que aquéllas se encuentran enumeradas por el art. 38 del Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia.
El artículo 38 del Estatuto de la Corte dice:
«1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean
sometidas, deberá aplicar:
las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas
expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas
naciones, como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo
dispuesto en el art. 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono,
si las partes así lo convinieren».
El contenido de esta disposición es obligatorio para la C.I.J. cuando decide conforme al derecho
internacional las controversias que le sean sometidas por los Estados. En cambio, no estaría
obligada, en principio, a su aplicación al formular una opinión consultiva que le requiriese el Consejo
de Seguridad, la Asamblea General, o alguno de los otros órganos de la ONU o un organismo
especializado debidamente autorizado a tal fin.
Sin embargo, la práctica del Tribunal, al igual que la de su antecesora, la Corte Permanente de
Justicia Internacional, reconoció la obligatoriedad del texto en cuestión tanto en materia contenciosa
como en materia consultiva.
Las normas contenidas en el art. 38 son también obligatorias para todos los Estados de la
comunidad internacional. Esta obligatoriedad nace de la práctica reiterada y común de los Estados al
aceptar a las fuentes enunciadas en esta norma como expresión del derecho internacional
consuetudinario. Sin embargo, al no tratarse de una norma imperativa de derecho internacional
general nada impediría que dos o más Estados se pusiesen de acuerdo para dirimir sus
controversias fuera del marco de la estricta aplicación de las normas contenidas en el art. 38. De tal
modo, cabe a los Estados, como agentes generadores de derecho, la posibilidad de aceptar nuevas
fuentes creadoras de normas jurídicas internacionales.
La disposición no menciona el término "fuentes de derecho". Este concepto puede inferirse del hecho
de que la Corte debe aplicar el derecho formulado a través de los modos, de verificación y de los
procesos de creación enunciados por aquélla. Por otra parte, las definiciones de las fuentes
contenidas en el art.
38 son meramente descriptivas.
La enunciación que hace el art. 38 es taxativa para la Corte. Esta no podrá aplicar como normas
jurídicas internacionales reglas que no hayan sido creadas por alguno de los procesos aceptados
como válidos por dicha disposición.
Los actos unilaterales de los Estados y los actos de los organismos internacionales, para poder ser
considerados fuentes creadoras de derecho, deberán reconocer indefectiblemente como base y
fundamento alguna delas fuentes principales enunciadas en el art. 38.1.
Fuentes principales y fuentes accesorias.
Las fuentes principales son los tratados, la costumbre y los principios generales de derecho. Las
fuentes auxiliares —también llamadas subsidiarias— son la jurisprudencia y la doctrina. La equidad
puede llegar a ser una fuente principal si media la expresa voluntad de las partes para que el tribunal
falle ex aequo et bono.
Las fuentes principales son los procesos a través de las cuales el derecho internacional es creado.
Son, por sí mismas, capaces de verificarla existencia de una norma jurídica, pues el resultado del
proceso de creación es verificable a través de ese mismo proceso creativo.
Las fuentes auxiliares son los medios subsidiarios para la determinación de la existencia de las
normas jurídicas. Las llamadas fuentes auxiliares no están facultadas por sí mismas para crear
normas jurídicas; por lo tanto, la norma verificada por medio de una fuente auxiliar deberá reconocer
siempre por antecedente, en cuanto a su proceso de creación, a una fuente principal.
Jerarquía de las fuentes.
El art. 38 del Estatuto de la CIJ no establece ninguna jerarquía entre las fuentes principales. La
Comisión de Redacción del Estatuto de la Corte Permanente había omitido incluir en el texto del art.
38 una propuesta según la cual las fuentes allí mencionadas debían ser aplicadas por el Tribunal en
forma sucesiva.
Esto ha otorgado flexibilidad, tanto a la CPJI como a la CIJ, para la apreciación y evaluación de las
fuentes a aplicar al caso.
El orden de enunciación de las fuentes no determina una jerarquización entre ellas. La aplicación de
la norma pertinente al caso se hará en función de los principios generales de derecho lex specialis
derogat generalis y lex posterior derogat priori. Todas las fuentes principales gozan de idéntica
jerarquía. Ante un conflicto entre normas jurídicas expresadas en fuentes distintas, la Corte decidirá
de acuerdo a su propio criterio cuál es la norma pertinente.
Tratados.
1. Generalidades.
Los tratados son, en la actualidad, la fuente creadora de normas jurídicas internacionales más
importante.
En el siglo XIX se celebraron diversas convenciones multilaterales en el seno de congresos y
conferencias diplomáticas: los tratados de Viena de 1815; el Tratado de París de 1856; el Acta de
Berlín de 1885; las Convenciones de La Haya de 1899 y de 1907.
A fines de ese siglo, mediante tratados, se crean las primeras organizaciones internacionales,
destinadas a desenvolverse en un dominio exclusivamente técnico —la Unión Telegráfica
internacional, la Unión Postal Universal, el Instituto Internacional de Pesas y Medidas. A través de
tratados se elaboran normas particulares o normas abstractas que regulan conductas futuras de los
Estados, cuyas voluntades convergen en tales convenciones y se separan e individualizan una vez
producidas las normas de las que son "parte". Pero también, por vía convencional, se generan
organizaciones permanentes en cuyo seno se manifiesta una voluntad distinta a la de los Estados
que la crearon, quienes a su condición inicial de "partes" del tratado constitutivo, unen la de
"miembros" de la institución constituida.
Este proceso de institucionalización por medio de convenciones multilaterales cobra auge en el siglo
actual con el establecimiento de organizaciones políticas con vocación universal: la Sociedad de las
Naciones, creada en el Tratado de Versalles de 1919 y la Organización de las Naciones Unidas
estructurada en la Carta de San Francisco en 1945.
La Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados, en su preámbulo afirma "la
función fundamental de los tratados en la historia de las relaciones internacionales" 'y se reconoce
"la importancia cada vez mayor de los tratados como fuente del derecho internacional y como medio
de desarrollar la cooperación pacífica entre las naciones, sean cuales fueren sus regímenes
constitucionales y sociales".
En un sistema jurídico como el derecho internacional, carente de un órgano, institucionalizado que
centralice las funciones legislativas, resulta evidente la significación jurídica de los tratados
multilaterales. Ellos posibilitan la creación de normas generales y abstractas destinadas a regir la
conducta de numerosos Estados, en ámbitos de importantes intereses.
2. Denominaciones.
El vocablo “tratado” es comúnmente utilizado por los Estados para referirse a los acuerdos entre
sujetos del derecho internacional. Así, generalmente se denominan convenciones a los tratados
codificadores adoptados con los auspicios de la ONU; carta o pacto a los tratados constitutivos de
organizaciones internacionales; acuerdos a los tratados que no se celebran por escrito.
Pero, cualquiera sea su denominación particular se define a un mismo negocio jurídico generalmente
identificado como "tratado internacional" 3. Concepto – Inciso I del Art. 38.1 de la CIJ.
En sentido amplio se ha definido al tratado como el acuerdo de voluntades entre dos o más sujetos
del derecho internacional que tiende a crear, modificar o extinguir derechos de este ordenamiento.
Esta definición comprende no sólo a los acuerdos entre Estados, sino, también, a todo acuerdo entre
uno o más Estados y uno o más organismos internacionales y a los acuerdos entre dos o más
organismos internacionales entre sí. También incluye a los acuerdos entre dos o más sujetos del
derecho internacional celebrados en forma verbal.
En sentido restringido y al solo efecto de la aplicación de la Convención de Viena de 1969 sobre el
derecho de los tratados, tratado es todo acuerdo entre Estados, celebrado por escrito y regido por el
derecho internacional. El art. 38, 1, del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia dice: "La Corte
[…] deberá aplicar: a) las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que
establezcan reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes[…]"
La doctrina soviética entiende que los tratados son la fuente primaria o fuente fundamental del
derecho internacional. Sin embargo, los tratados, como fuente creadora del derecho internacional,
fundamentan su validez en una norma consuetudinaria que establece que éstos son hechos para ser
cumplidos.
4. Definición a los fines de la Aplicación de la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los
tratados. Elementos. Limitaciones.
El art. 1° establece que será aplicable, exclusivamente, a los tratados que se celebren entre Estados;
el art. 2.1 a) define qué es lo que debe entenderse por tratado a los efectos de la Convención.
Dispone, así, que "Se entiende por 'tratado' un acuerdo internacional celebrado por escrito entre
Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular". El primero de los elementos
que aporta esta definición es la necesidad de que el acuerdo se celebre por escrito. En segundo
lugar, es necesario que el acuerdo se celebre entre Estados. La expresión "regido por el derecho
internacional" debe interpretarse en el sentido de que el acuerdo está destinado a producir efectos
jurídicos en este ordenamiento. Es decir, que el elemento que debe tenerse en cuenta es la intención
de las partes, incorporada en un instrumento internacional, de crear, modificar o extinguir derechos y
obligaciones en dicho ámbito jurídico. Por otra parte se prevé la posibilidad de que el tratado conste
en “uno o más instrumentos conexos”.
La norma pone el énfasis en las características del instrumento internacional y en la voluntad de las
partes en él expresada para determinar la existencia de un “tratado”, al que se le aplicarán las
normas establecidas en la Convención, con prescindencia de la denominación que se le asigne. En
efecto, al referir la norma a “cualquiera sea su denominación particular” se evidencia que, en la
práctica de las RR.II., las partes suelen utilizar diferentes términos para llamar a un tratado, sin que
de ninguna manera, la denominación del instrumento influya en la determinación de su naturaleza
jurídica.
La Convención no incluye una "clasificación" de los tratados del tipo de las elaboradas por la
doctrina. Con ello se tiende a demostrar el carácter unitario del derecho de los tratados ya que, en
última instancia, todo tratado —multilateral o bilateral, acuerdo en forma simplificada o tratado formal,
etc.— es un negocio jurídico que deriva su fuerza obligatoria inmediata, de un preciso acuerdo de
voluntades La Convención se ocupa, entonces, de todo acuerdo internacional que reúna las
características expresadas en el art. 2, pero no desconoce, antes bien, afirma, el valor de otros
negocios jurídicos internacionales no comprendidos en su ámbito; tales, por ejemplo, los acuerdos
verbales o los acuerdos tácitos celebrados entre Estados.
Si bien es cierto que el ordenamiento que se analiza se aplicará a todos los tratados celebrados por
los Estados que reúnan las características del art. 2.1.a) y, en consecuencia, a los tratados
constitutivos de organizaciones internacionales y a los que en su ámbito adopten los Estados, tal
aplicación se hará sin perjuicio de las normas pertinentes de la organización (art. 5). Es decir, que se
subordinan las normas de la Convención a las normas específicas de la organización internacional;
a disposición del art. 5 se refiere a los tratados específicamente adoptados en el ámbito de la
organización y no a los celebrados con los auspicios o sobre la base de proyectos preparados por la
organización internacional.
5. Clasificación de los Tratados.
En cuanto al número de sujetos parte en un tratado:
Los tratados pueden clasificarse en bilaterales y multilaterales. Los tratados bilaterales son acuerdos
internacionales celebrados entre dos sujetos del derecho internacional. Los tratados multilaterales
son acuerdos internacionales celebrados entre varios sujetos del derecho internacional. Los tratados
multilaterales en cuya celebración participa un gran número o la generalidad de los Estados de la
comunidad internacional se conocen con el nombre de tratados colectivos; reservándose la
denominación de tratados regionales para aquéllos celebrados por un número limitado de Estados
con identidad de intereses sobre una región geográfica determinada.

En cuanto a las posibilidades de acceder al tratado:


Los tratados, según permitan o no la incorporación de Estados que no han participado en la
negociación, pueden ser clasificados doctrinariamente en tratados abiertos o cerrados. Estos últimos,
limitados en principio a los Estados negociadores, no contienen cláusulas que permitan la
incorporación de terceros Estados. Ello no obsta a que los Estados parte —una vez entrado en vigor
el tratado— por un acuerdo específico, ofrezcan o negocien con terceros Estados su incorporación.
Los tratados abiertos, en cambio, posibilitan la adhesión de Estados que no han participado en las
negociaciones, sin que para ello sea necesario que medie una invitación expresa de los Estados
parte. En los tratados se suelen insertar distintos tipos de cláusulas referidas a la posibilidad de
adhesión. En algunos, tal facultad es ilimitada; es decir, el tratado está abierto a todos los Estados
indistintamente. En otros, las posibilidades de acceder se hallan reservadas exclusivamente a
ciertos Estados designados expresamente, o bien tal facultad es acordada sólo a aquellos Estados
que satisfagan criterios determinados previstos en el tratado.
En cuanto a las formas de celebración del tratado:
La doctrina distingue entre tratados propiamente dichos o en buena y debida forma y acuerdos en
forma simplificada. Los tratados en buena y debida forma son aquellos acuerdos' internacionales
concluidos a través de un proceso complejo de negociación, adopción del texto, firma y ratificación.
Se formulan y evidencian por medio de un instrumento único. Los acuerdos en forma simplificada —
agreements, notas reversales— son acuerdos internacionales, cuyo proceso de conclusión incluye
solamente una etapa de negociación y la firma, materializándose, comúnmente, en varios
instrumentos separados.
Esta clasificación no produce efecto internacional alguno ya que no hay distinción jerárquica entre
ambas categorías de tratados ni, en principio, diferencia de contenido. Los acuerdos en forma
simplificada son frecuentes en dominios de carácter técnico o administrativo, por ejemplo,
reglamentos aduaneros, aéreos o postales.
Los distintos procesos o formas mediante los cuales los Estados se van a obligar por un tratado son
materia reservada a sus respectivos ordenamientos internos. Un mismo acuerdo internacional
puede, así, ser para una de las partes un tratado propiamente dicho y para la otra un acuerdo en
forma simplificadas.

En cuanto al contenido u objeto del tratado:


Los tratados de naturaleza contractual o tratados-contrato tienen por objeto regular la realización de
un negocio jurídico concreto, estableciendo obligaciones específicas para los Estados parte.164 Los
tratados de naturaleza normativa o tratados-ley, establecen normas generales que reglamentan las
conductas futuras de las partes.
Estas Clasificaciones no agotan la enumeración de todas las posibles.
Así, podríamos referirnos también a los tratados multilaterales restringidos, a los constitutivos de
organismos internacionales, a los adoptados con los auspicios de estos organismos o en su seno.
Son normas de costumbre las que reglan las diversas etapas que conducen a la celebración y
conclusión de los tratados, el régimen de las reservas, la interpretación, observancia y aplicación de
las convenciones y las causales de su nulidad y terminación.
Estas normas consuetudinarias han sido codificadas por la Convención de Viena de 1969 sobre el
derecho de los tratados.
iv. Costumbre.
Definición.
Desde sus orígenes, el contenido del derecho internacional se ha nutrido, principalmente, de la
costumbre entre los Estados. En la actualidad, la evolución del derecho hacia una lex scripta no sólo
se manifiesta en la proliferación de los tratados, sino especialmente en la actividad codificadora
emprendida por la organización de las Naciones Unidas.
Pero el gran auge de los tratados no ha desvanecido la importancia de la costumbre como fuente
creadora del derecho internacional. La fluidez de las relaciones entre Estados, lleva a reconocer en
la costumbre a una de las fuentes formales más dinámicas dentro del proceso creativo de normas
jurídicas internacionales. La costumbre internacional es fuente principal; por lo tanto, fuente creadora
de normas jurídicas internacionales.
Se la define como la práctica común y reiterada de dos o más Estados aceptada por éstos como
obligatoria.
Elementos constitutivos.
La doctrina tradicional ha distinguido en la costumbre dos elementos constitutivos-: uno material y
otro psicológico.
El elemento material es la práctica común y reiterada y el elemento psicológico es la aceptación de
esa práctica como derecho; es decir, la conciencia o convicción de los Estados sobre su
obligatoriedad. a. Elemento material.
Comentario de Clase: Debe tratarse:
Práctica común a 2 o más Estados.
Surge de los actos emanados de órganos o agentes del Estado dotados de competencia
internacional.
Tales actos deben ser similares.
Pueden consistir tanto en un obrar como en una abstención.
Deben ser reiterados en el tiempo.
Esa práctica debe ser general y aceptada por los Estados como derecho.
La práctica de un Estado, para ser considerada como elemento constitutivo de una costumbre
internacional, deberá ser siempre un acto concluyente, emanado de los órganos o agentes dotados
de competencia internacional. Este acto propio, o acto unilateral de un Estado, deberá ser a su vez
"concordante" con el contenido de otros actos, propios o unilaterales, de otro u otros Estados. Estos
actos unilaterales concordantes—la práctica común a dos o más Estados— configuran el
antecedente material del proceso formativo de una costumbre internacional.
La conducta eficaz constitutiva de la práctica internacional puede consistir en un obrar o bien en una
actitud pasiva que implique la aceptación de actos concluyentes de otros Estados.
Esta práctica común de los Estados deberá ser reiterada en el tiempo.
A su vez, la repetición de los actos propios de los Estados deberá ser constante y uniforme para
evidenciar la continuidad del comportamiento de éstos durante el proceso formativo de una
costumbre internacional. Se sostiene, también, que esa práctica común y reiterada deberá tener
cierto grado de generalidad para poder configurar, así, el elemento material de la norma
consuetudinaria.
La CIJ en el caso del Derecho de paso sobre el territorio indio entre India y Portugal, sostuvo que
una práctica particular entre dos Estados, aceptada por ella como derecho, da nacimiento a una
norma consuetudinaria.
La práctica general como antecedente de una costumbre general es el resultado de la multiplicación
de las prácticas precedentes de los miembros de la comunidad internacional, consolidadas en el
tiempo.
Para que una costumbre internacional sea "general" no es necesario que en su proceso formativo
hayan participado todos los Estados de la comunidad internacional, sino que bastará la concurrencia
de la mayoría de ellos.
Ahora bien, toda norma consuetudinaria de tipo "general" no es necesariamente, por esa sola
característica, una norma imperativa de derecho internacional general. La calidad de imperativa de
una norma depende de la aceptación y el reconocimiento del carácter de tal por la comunidad
internacional de Estados en su conjunto y no del sólo hecho de la participación en el proceso
creativo de la comunidad internacional.
b. Elemento psicológico.
No basta, sin embargo, una práctica común y reiterada entre Estados para que nazca una costumbre
internacional. Es necesario, además, que los Estados, cuando así actúen, lo hagan con el
convencimiento de obrar de acuerdo a derecho. Es decir, que un Estado asuma una actitud
concordante con la práctica de otro u otros Estados con la convicción de la obligatoriedad de su
obrar. Al aceptar un elemento psicológico como constitutivo de la costumbre internacional se
fundamenta el carácter volitivo y consensual de ésta como proceso de creación de normas jurídicas
internacionales. El mismo texto del art. 38.l.b), del Estatuto de la Corte hace referencia a la opinio
juris al describir a la costumbre como práctica generalmente "aceptada como ‘derecho’".
La norma consuetudinaria general, resultante de la costumbre como proceso creativo general, podrá
obligar a terceros Estados que no hayan participado directamente en ese proceso siempre y cuando
aquéllos no hayan realizado actos contrarios a esas prácticas o no hayan manifestado su
disconformidad con ellas. El elemento psicológico, necesario durante el proceso formativo de una
costumbre internacional, consiste —en estos supuestos— en la aceptación tácita y pasiva que
implica aquiescencia sobre su obligatoriedad.
Una costumbre internacional general también obligará a los Estados que habiendo participado
directamente en su proceso formativo quisiesen apartarse de ella, si se trata de una norma que ha
sido aceptada y reconocida como imperativa por la comunidad internacional de Estados en su
conjunto.
Prueba de la costumbre. (Pregunta de examen).
En el caso de una costumbre general cabe suponer que el Estado contra el cual ésta se invoca ha
participado en el proceso creativo o que, no habiéndose opuesto a su nacimiento, ha dado su
aquiescencia. Este Estado puede sin embargo probar que ha realizado actos contrarios a las
prácticas antecedentes de esa costumbre general, o bien que mediante protesta u otra conducta
concluyente no ha brindado aquiescencia.
Tratándose de costumbres particulares, se ha considerado —como principio— que la parte que
alega su existencia deberá probarla, como deberá probar también que la norma vincula a las partes
en la controversia. Tal exigencia ha sido puesta de manifiesto en el caso del Derecho de Asilo por la
CIJ. Para acreditar la existencia de las prácticas necesarias a la formación de la costumbre han sido
invocadas múltiples manifestaciones del comportamiento de los Estados. En este orden, han podido
ser alegados tanto actos internos de los Estados, como actos internacionales. Las leyes internas,
decisiones judiciales nacionales, actos que reflejan prácticas gubernamentales reiteradas pueden
exteriorizar esa conducta, como también pueden hacerlo actos internacionales, tales como la firma
de una convención internacional, las reclamaciones diplomáticas, las reservas o diversas otras
manifestaciones a través de las cuales se prueba la reiteración de prácticas estaduales.
En cuanto a la opinio juris deberá ser inferida de todas las circunstancias posibles y no solamente de
los actos constitutivos del elemento material de la norma consuetudinaria invocada.
Problemas recientes del derecho consuetudinario.
Los nuevos Estados y la costumbre vigente
El surgimiento de nuevos Estados independientes y soberanos, plantea el problema de la aceptación
o no por parte de esos nuevos Estados del Derecho Internacional consuetudinario preexistente. Ellos
no han participado en su proceso formativo. Por ello podría considerarse que para estos Estados no
opera el carácter eminentemente consensual de los mecanismos de creación del derecho
internacional.
La doctrina anglosajona opina que existiría siempre una aceptación del derecho internacional vigente
por parte de los nuevos Estados. Esta aceptación no se expresa por medio de su consentimiento,
sino que queda implícita en el acto mismo por el cual ellos acceden a la categoría de sujetos del
derecho internacional.
En nuestra opinión el Estado adquiere personalidad jurídica en un contexto normativo que lo precede
y que regula sus derechos y deberes como entidad política independiente y soberana.
A excepción de las normas imperativas, los nuevos Estados podrán cuestionar la obligatoriedad de
toda otra norma general de ese derecho a través de actos concluyentes opuestos a ella, o bien por
medio de actos reiterados de protesta.

La Costumbre y los Organismos Internacionales


Los Organismos Internacionales, como sujetos del derecho internacional, tienen posibilidad por
medio de sus prácticas reiteradas y concordantes con las de otro organismo internacional o de uno o
más Estados, de participar en la creación de normas consuetudinarias internacionales. Esta
posibilidad está sujeta a las limitaciones impuestas a su condición de persona jurídica por el mismo
estatuto constitutivo.
Por otra parte, las conductas seguidas por los órganos de un Organismo Internacional podrán dar
lugar al nacimiento de prácticas obligatorias dentro de su derecho interno.
5. Codificación. Concepto.
La incertidumbre e imprecisión de las prácticas de los Estados, como antecedentes de normas
consuetudinarias, los ha conducido a tratar de efectuar una formulación más precisa y sistemática de
las reglas del derecho internacional. La codificación es, entonces, para el derecho internacional, el
proceso de ordenamiento y sistematización del derecho existente y aún del derecho deseado,
formulado en un cuerpo orgánico de normas escritas.
Los primeros intentos de codificación del derecho internacional con carácter general los encontramos
en las Conferencias de La Haya de 1899y 1907. Cabe también destacar la importante actividad
codificadora realizada por las Conferencias Panamericanas de México de 1902, de Río de Janeiro de
1906, de Santiago de Chile de 1923 y la de La Habana de1928.
La Asamblea de la Sociedad de las Naciones, motivada por la necesidad de armonizar el derecho
internacional existente, convocó en La Haya en 1930, a una conferencia internacional sobre
codificación. De los temas previstos —nacionalidad, mar territorial y responsabilidad del Estado por
daños causados en su territorio a la persona o a los bienes de los extranjeros—sólo se adoptó una
Convención sobre ciertas cuestiones relativas a las obligaciones militares en algunos casos de doble
nacionalidad, un Protocolo referido a ciertos casos de apatridia, y un Protocolo Especial relativo a la
apatridia.
No obstante ello no frustró la intención de los Estados representados en la Conferencia de San
Francisco de 1945, quienes establecieron en el art. 13,1, a) de la Carta de la ONU que la Asamblea
General «[…]promoverá estudios y hará recomendaciones para […] impulsar el desarrollo progresivo
del derecho internacional y su codificación».
En el ejercicio de estas atribuciones, la Asamblea General de la ONU, por Resolución del 21 de
noviembre de 1947, creó la Comisión de Derecho Internacional.
El estatuto de la CDI establece, en su art. 15, que la expresión codificación del Derecho Internacional
es usada por conveniencia, para expresarla formulación y sistematización más precisa de reglas de
este derecho en aquellas áreas en donde existe una profusa práctica de los Estados, a más de
precedentes y doctrina.
La CDI ha entendido que en el proceso de codificación del derecho internacional su actividad no se
limita a la mera recopilación, en forma sistematizada, del derecho vigente.
La codificación, ya "sea como proceso de creación de nuevas normas jurídicas internacionales o
como proceso de cristalización ordenada del derecho vigente, no es por sí misma una fuente
autónoma del derecho internacional.
La codificación del derecho internacional se materializa indefectiblemente en una convención
internacional. Es decir, que es siempre la voluntad inmediata de los sujetos del derecho internacional
— en este caso expresada en un tratado— la que crea la norma codificada.

v. Principios Generales del Derecho: La disposición del artículo 38 del Estatuto de la C.I.J.
Tratadistas como Rousseau, Starke y Podesta Costa, por distintos motivos, no le dan a los principios
generales de derecho jerarquía de fuentes principales, sino de meras fuentes subsidiarias o
auxiliares en la verificación de las reglas del derecho internacional.
Estas posturas doctrinarias no se compadecen con el contenido del art. 38, 1 del Estatuto de la C.I.J.
que dice que «La Corte […] deberá aplicar[…] c) los principios generales de derecho reconocidos por
las naciones civilizadas[…]».
Para determinar la naturaleza de los principios generales de derecho como fuentes principales, o
sea como fuentes creadoras, de acuerdo al inc. c) del art. 38.1, debemos distinguir entre principios
generales de derecho interno reconocidos por los Estados civilizados y principios generales del
derecho internacional.
Principios generales de derecho reconocidos por los Estados en sus ordenamientos internos. El art.
38, l.c), se refiere concretamente a los principios generales de derecho interno reconocidos por los
Estados civilizados.
Lauterpach sostiene que los principios generales de derecho, mentados por el art. 38, provienen de
ciertas nociones esenciales de los ordenamientos jurídicos internos.294 El hecho de que los Estados
apliquen internamente principios de derecho concordantes con los aplicados por otros Estados,
fundamenta la presunción de que la intención común es también la de aplicarlos en sus relaciones
mutuas.
Ello implica reconocer a una costumbre internacional como la fuente creadora de la norma jurídica
que establece que los principios generales de derecho interno reconocidos por los Estados
civilizados son, a su vez, fuentes creadoras.
La C.I.J., al igual que la C.P.J.I., si bien no ha hecho en sus fallos u opiniones consultivas expresa
referencia a la aplicación del art. 38, l.c), en reiteradas ocasiones ha aplicado principios
"generalmente reconocidos" que notoriamente corresponden a los principios generales de derecho
interno, concordantes entre los Estados." Tales como el de la obligación de reparar el perjuicio
ocasionado; el principio de que nadie puede transmitir un derecho mejor que el que posee; la
autoridad de la cosa juzgada, etcétera.
Los principios generales del Derecho Internacional.
Los principios generales del Derecho Internacional son abstracciones de las normas que integran el
ordenamiento jurídico internacional general; es decir, no son por sí mismos fuentes creadoras del
derecho internacional.
Estos principios generales del derecho pueden, sin embargo, coincidir con el contenido de una
norma jurídica internacional. En estos casos, los principios generales del derecho internacional son
derecho positivo, formulado por medio de una de las fuentes válidas —principales o creadoras—para
el derecho internacional. Cuando mencionamos como principio general del derecho internacional a la
libertad de mares, por ejemplo, nos estamos refiriendo a una abstracción deducida de una costumbre
internacional, reafirmada convencionalmente y que regula el comportamiento de los sujetos de
derecho internacional en la alta mar.

vi. Jurisprudencia.
El art. 38.1 del Estatuto de la C.I.J. establece que «La Corte […] deberá aplicar: […] d) las decisiones
judiciales[…]como medio(s) auxiliar (es) para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio
de lo dispuesto en el art. 59[…]»
El art. 59 del mismo Estatuto dice que: "La decisión de la Corte no es obligatoria sino para las partes
en litigio y respecto del caso que ha sido decidido." Este último artículo establece el efecto de la
relatividad de la cosa juzgada para los fallos de la Corte.
La remisión hecha por el art. 38 al art. 59 del Estatuto debe entenderse como una reafirmación del
alcance de los fallos de la Corte, en cuanto a la imposibilidad de constituir "precedentes" creadores
de normas jurídicas internacionales. Pero dicha remisión en nada obsta a que la Corte se refiera a
sus fallos anteriores o a los fallos de la C.P.J.I., a los efectos de determinar la existencia de una
norma del derecho internacional.
Cuando la Corte hace alusión expresa a sus sentencias anteriores no les da a éstas jerarquía de
fuentes creadoras, sino que las invoca como medios por los cuales es posible verificar la existencia
de normas jurídicas internacionales.
Las decisiones judiciales no son por sí mismas normas jurídicas internacionales con el alcance de
fuentes creadoras de derecho, sino la prueba fehaciente y directa de la existencia de una norma
jurídica preexistente.
Cuando la Corte deba aplicar una costumbre internacional, que no ha sido formulada con precisión
por la práctica reiterada de los Estados, será ia misma Corte la llamada a verificar el contenido y
alcance de aquélla.
La Corte, al aplicar en sus fallos principios generales de derecho, deberá recurrir a un proceso
analógico comparativo con el fin de precisar su existencia y contenido. Esta actividad de la Corte no
debe ser interpretada como creadora de principios generales de derecho, pues éstos existen
independientemente de su aplicación por el tribunal, al ser reconocidos como tales por los Estados.
Cabe concluir entonces, que las decisiones judiciales no son fuentes creadoras sino los medios
auxiliares más efectivos para verificar la existencia de normas jurídicas internacionales.
vii. Doctrina.
El art. 38.1 d), del Estatuto de la C.I.J., establece también como medio auxiliar para la determinación
de las reglas del derecho internacional, a la doctrina de los publicistas de mayor competencia de las
distintas naciones.
El publicista, o sea el estudioso del derecho internacional, no crea derecho a través de su actividad
académico-científica, sino que interpreta y sistematiza el derecho existente, a la vez que propone
normas de conducta de acuerdo a esquemas conceptuales predeterminados.
Cuando el art. 38.1 d) , hace referencia a la doctrina de los publicistas como medio auxiliar para la
determinación de las reglas de derecho, se refiere a la actividad de interpretación y sistematización
por medio de la cual puede clarificarse el alcance y contenido de las normas jurídicas internacionales
existentes.
En la actualidad, la importancia de la doctrina como medio para determinar la existencia de normas
jurídicas es limitada. Distinto fue el caso de los primeros doctrinarios del derecho internacional,
quienes fueron creando un sistema técnico adecuado para estudiar y entender jurídicamente las
interrelaciones de los Estados, como nuevos fenómenos políticos de los siglos XVI y XVII.
Fundamental importancia revisten a su vez los trabajos de los llamados autores tradicionales del
derecho internacional de los siglos XVIII y XIX, pues al ser el derecho internacional, durante estos
siglos, esencialmente derecho consuetudinario, interpretaron el alcance jurídico de éstas.
En las primeras décadas del siglo XX, varios autores internacionalistas se limitaron a la descripción y
al análisis de la práctica contemporánea de los Estados: el contenido de sus doctrinas se identificaba
con el derecho internacional entonces vigente.
viii. Equidad.
El art. 38.2 del Estatuto de la C.I.J. dice que «la presente disposición no restringe la facultad de la
Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes así lo convinieren».
La equidad, como institución jurídica, está históricamente relacionada: a) con el derecho pretoriano,
que nace en Roma como un modo de atemperar los excesos del formulismo jurídico, y b) con la
jurisdicción del Canciller que cumplió funciones similares a las del derecho pretoriano, dentro del
derecho inglés medioeval.
El concepto guarda una íntima relación con la idea de justicia y si bien no hay en la actualidad un
consenso general sobre su contenido, la equidad ha sido invocada como medio para atemperar y
completar el derecho y podría serio aún para suplirlo.
La solución de conflictos internacionales a través de la aplicación de la equidad, ha sido pactada en
varios acuerdos arbitrales. Pero, si bien en reiterados laudos arbitrales ha sido invocada la equidad
hasta el momento la C.IJ. no ha sido llamada a decidir ex aequo et bono.
Hasta su fallo de 1966 sobre el Sud-Oeste Africano, la C.I.J. ha dicho que su función es la de decir el
derecho y no de hacer un justicia subjetiva bajo la apariencia de reglas morales vagas, más o menos
asimilables a la equidad. "La Corte juzga en derecho y no puede tener en cuenta principios morales
sino en la medida en la que se les ha conferido una forma jurídica suficiente".
Sin embargo, en el caso de 1969 sobre la Plataforma Continental del Mar del Norte la Corte afirma
que «cualquiera sea el razonamiento jurídico del juez, sus decisiones deben ser justas; por lo tanto,
en tal sentido, equitativas. No se trata de aplicar la equidad simplemente como una representación
de la justicia abstracta, sino de aplicar una regla de derecho que prescribe el recurso a principios
equitativos conforme a las ideas que siempre han inspirado el desarrollo del régimen jurídico de la
plataforma continental en la materia».
De este modo, la Corte parece aplicar la equidad como principio general de derecho, de los
contemplados en el art. 38.1 c) de su Estatuto.
El concepto ex aequo et bono tal como está sentado en el art. 38.2 del Estatuto de la CIJ no es
identificable con la equidad concebida como principio general de derecho, ni como método de
interpretación que permite al juez atenuar el rigorismo de las normas, sino como la posibilidad
conferida al órgano jurisdiccional de decidir las controversias creando la norma individual de derecho
a aplicar al caso.

d. Actos Unilaterales de los Estados. Casos más frecuentes (tipología). Efectos. ¿Son fuente del D’
Internacional?
La ciencia del derecho internacional se plantea el problema de determinar si los actos unilaterales de
los Estados pueden o no ser fuentes principales de derecho internacional.
Se consideran actos unilaterales de los Estados a aquellas manifestaciones de voluntad emanadas
del Estado y que tienden a producir ciertos efectos jurídicos. En general, la expresión actos
unilaterales está referida a actos diplomáticos tales como el reconocimiento, la renuncia, la protesta,
la notificación, la promesa. Al distinguir entre la actividad que aquéllos realizan como sujetos del
derecho internacional y su actividad como agentes generadores de la norma 28° debemos también
distinguir entre actos unilaterales de los Estados como sujetos y actos unilaterales de éstos como
agentes generadores de derecho.
i) El Estado, en tanto que sujeto del derecho internacional, no está facultado por el ordenamiento
positivo para crear por sí solo normas jurídicas internacionales. La subjetividad del Estado frente al
ordenamiento internacional se define por la capacidad de éste como centro de imputación de
derechos y obligaciones internacionales. La actividad de un Estado, como sujeto de derecho
internacional, comportará siempre la aplicación o violación de una norma jurídica preexistente.
Los actos unilaterales de los Estados pueden ser meras aplicaciones de normas jurídicas en vigor —
la adhesión a un tratado o su denuncia, por ejemplo— o, siendo contrarios a éstas, generar su
responsabilidad internacional; tal, una denuncia no autorizada por el tratado.
Cuando los actos unilaterales de un Estado incompatibles con el derecho positivo son reiterados por
otro u otros Estados, pueden constituir precedentes de una nueva norma jurídica internacional. Son
también precedentes en los supuestos en que los actos unilaterales se refieren a conductas
novedosas, aún no reglamentadas por el derecho vigente.
Considerar a un acto unilateral como precedente no implica aceptarlo como creador de la norma
jurídica. El acto unilateral de un Estado necesita del acto unilateral concordante de otro u otros
Estados pata dar nacimiento a una disposición del derecho positivo ii) Los Estados, como agentes
generadores, crean normas jurídicas internacionales a través de las llamadas fuentes principales o
fuentes creadoras. La igualdad soberana de los Estados, como principio general del derecho
positivo, impide que se impongan derechos u obligaciones a un Estado por el mero acto unilateral de
otro. En los casos en que esto parece ocurrir, en realidad el acto unilateral se fundamenta en una
norma jurídica preexistente. No es posible, entonces, concebir una norma jurídica internacional en
cuyo proceso formativo solamente ha participado un Estado.
El art. 38 del Estatuto de la C.IJ. no menciona a los actos unilaterales entre las fuentes a aplicar por
la Corte; por lo tanto, en razón del carácter taxativo de su enunciado, ninguna sentencia de este
tribunal podrá fundarse exclusivamente en una norma jurídica supuestamente creada por un acto
unilateral de un Estado.
La doctrina internacional contemporánea, en general, no otorga a los actos unilaterales calidad de
fuente autónoma en tanto que proceso de creación de derecho, lo que no implica desconocerles
efectos jurídicos cuando son aplicación de una norma positiva. Revisten ellos importancia, asimismo,
como precedentes para la creación de derecho.
e. Decisiones de los Organismos Internacionales. Efectos jurídicos. Diversidad.
Los tratados constitutivos de los organismos internacionales contienen, generalmente, disposiciones
por las que se faculta a los órganos a adoptar decisiones, resoluciones, reglamentos o
recomendaciones dirigidos a los Estados miembros. Estos tratados constitutivos también contemplan
la posibilidad de autorizar a los órganos por ellos creados a reglamentar sus propios derechos y
obligaciones, al igual que ciertos derechos y obligaciones de los individuos directamente vinculados
con los organismos internacionales.
Frente a esta realidad, autores contemporáneos proponen una nueva categoría de fuentes creadoras
de derecho llamada legislación internacional.
Cabe destacar, que en razón del carácter taxativo del art. 38 del E.C.I.J. sostiene Thirlway que toda
pretendida nueva fuente del derecho internacional deberá reconocer un parentesco directo con una o
más de las fuentes allí enunciadas. Por lo tanto, los actos de los organismos internacionales
generalmente derivarán su fuerza obligatoria del tratado constitutivo o de una costumbre
internacional. Los efectos jurídicos de los actos de los organismos internacionales dependen de lo
que al respecto se disponga en los tratados constitutivos. En ciertos supuestos, aquellos efectos
podrán también inferirse de los poderes implícitos de la organización o bien de las prácticas
reiteradas de sus órganos, creadoras de una costumbre internacional.
i. Las resoluciones de la Asamblea General de NN. UU.
En principio, las resoluciones de la Asamblea General no son obligatorias para los miembros de ¡a
organización; tienden, sólo, a influenciar en la actividad de los Estados mediante recomendaciones
que fijan pautas de conducta. Aunque siendo meras recomendaciones, bajo ciertas circunstancias,
producen importantes consecuencias jurídicas. Por ejemplo, la actividad del Estado miembro de la
ONU motivada en el cumplimiento de una resolución de la A. G. será siempre lícita para el derecho
internacional. Sin embargo, en ciertos casos, una resolución podría ser considerada obligatoria en
razón de reiterar normas contenidas en un tratado o recoger una costumbre internacional. En estos
supuestos, la fuerza obligatoria no derivaría de la resolución en sí, sino del tratado o de la norma
consuetudinaria de la que es expresión.
La voluntad expresada por un Estado al votar a favor o en contra de una resolución de la A. G.
podría ser interpretada como la manifestación de reconocer, o no, la necesidad jurídica del contenido
de dicha resolución.
La convergencia de numerosas voluntades estatales en la aprobación de una resolución comprueba
en modo instantáneo la existencia de una opinio juris. Y la práctica reiterada de los Estados,
concordante con la expresión de esa opinio juris enunciada en una resolución, da lugar al
nacimiento de una norma jurídica internacional. En este caso, la resolución del órgano no sería la
fuente creadora, sino la prueba del elemento psicológico de la costumbre.
En diversos casos, las resoluciones de la A. G. son la expresión de convicciones jurídicas arraigadas
o traducen necesidades colectivas que van a plasmar luego, con cierta inmediatez, en convenciones
internacionales. Así, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Cabe advertir la existencia de un supuesto en que las resoluciones son siempre obligatorias para la
Organización y para sus Miembros. Se trata del caso en que éstas se refieren a actos del derecho
interno de la Organización. Así, por ejemplo, obligan a los Estados miembros y a la propia
Organización, las resoluciones de la A. G. sobre el presupuesto de la ONU, admisión y expulsión de
miembros, creación de organismos subsidiarios, elección de integrantes de otros Órganos, etcétera.
Puede concluirse, entonces, que aun cuando no quepa asignar a las Resoluciones de la A. G. el
carácter
de fuente autónoma de derecho internacional, revisten gran importancia en el desarrollo de este
orden jurídico.
ii. Actos del Consejo y de la Comisión de las Comunidades Europeas.
Los tratados constitutivos de las Comunidades Europeas29a prevén los alcances jurídicos de los
actos de sus órganos, a los que asignan en diversos supuestos efectos vinculatorios, no sólo con
relación a las propias Comunidades, sino también a los gobiernos de los Estados miembros y a las
empresas o individuos establecidos en el territorio de éstos.
Así, por ejemplo, el art. 189 -9T del tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea
establece el valor jurídico de los reglamentos, las decisiones, las directivas, las recomendaciones y
dictámenes aprobados o formulados por la Comisión y por el Consejo. Atribuye a los reglamentos
eficacia general, obligatoriedad en todas sus partes e inmediata aplicabilidad; a las directivas, un
efecto vinculatorio sólo para el Estado miembro al que es dirigida, al que deja libertad en la elección
de los medios adecuados para su implementación; y a las decisiones les confiere obligatoriedad en
todas sus partes para sus destinatarios. Las recomendaciones y los dictámenes, por el contrario,
carecen de efecto obligatorio. La actividad de los órganos de las Comunidades ha dado lugar a la
creación de un conjunto de normas jurídicas derivadas que, integradas con las disposiciones de los
tratados constitutivos, configuran el llamado derecho comunitario. Por ejemplo: los referidos a la
política arancelaria común, a la libre circulación de personas, a la política agraria común, a la
seguridad social, etc. El derecho comunitario, si bien presenta ciertas características propias en
cuanto a su proceso de formación, no es otra cosa que derecho internacional. El origen de los
poderes de los órganos de las Comunidades se encuentra en la transferencia de competencias
normativas realizadas por los Estados miembros.

Unidad 3
1. Subjetividad internacional.
Toda norma jurídica tiene sus destinatarios, es decir, que se dirige a alguien, que son los sujetos del
Ordenamiento. El D.I., como es lógico, también tiene a sus propios sujetos, quiénes son los
miembros de la Sociedad internacional.
Cuestiones generales.
Uno de los problemas más del D.I. es el de la delimitación de la esfera de los sujetos o, el de llegar
un criterio que permita individualizar el mecanismo por el que se ha llegado o se puede llegar a ser
sujeto del ordenamiento Internacional.
Pueden distinguirse al respecto 5 grupos doctrinales:
Aquellos autores que consideran como sujetos del D.I. solamente a los Estados y
consiguientemente que el D.I. sólo regula las relaciones entre los mismos.
Muy vecina a la corriente anterior, encontramos otra posición que consideraba que la subjetividad
internacional surge como consecuencia de un acto jurídico de reconocimiento emanado de cada uno
de los sujetos de D.I. preexistentes, o sea, de aquellos que tuvieran la categoría de tales en el
momento en que se da vida al nuevo sujeto. El reconocimiento revestía para esta posición doctrinal
el carácter de constitutivo de la subjetividad o personalidad internacional.
Otra posición frente al problema es aquélla que considera que existe dentro del Ordenamiento
jurídico internacional una norma única que atribuye la subjetividad internacional a todos aquellos que
se encuentren en una determinada situación.
Frente a esta posición se alza la del profesor Ago y de otros italianos como Ziccardi y Venturini que
niegan la existencia de dicha norma única y sostienen que la subjetividad debe ser determinada por
la ciencia jurídica a través de los datos que nos proporcione el estudio de las distintas normas
internacionales y por los caracteres propios de sus destinatarios. Ello conduce a la necesidad de
examinar en cada caso en particular si concurre la personalidad internacional en el presunto sujeto,
lo que supone llegar a una valoración en concreto caso por caso.
Finalmente, cabe señalar la posición que sostiene la existencia de una norma general respecto a la
subjetividad aplicable a la mayoría de los sujetos y unas normas especiales aplicables a los casos
particulares.
Formas de atribuirse la subjetividad internacional.
i. Que existe una norma, en base a la cual se atribuye ipso iure la subjetividad Internacional a
aquellas entidades en las que concurran determinadas características.
Ésta norma general se aplica a los Estados, siempre que se den determinados elementos, como son
la población, el territorio, la organización política y la independencia o soberanía de forma efectiva.
ii. Existe también otro procedimiento consistente en otorgar la personalidad o subjetividad
internacional en concreto por los otros sujetos preexistentes o un grupo de ellos a uno nuevo que
crean mediante un tratado internacional. El supuesto más conocido es el de las Organizaciones
internacionales. Al respecto se ha sostenido que las Organizaciones internacionales no deben ser
consideradas como sujetos del D.I. general, sino de un D.I. particular. En otros términos, que su
personalidad queda limitada a la esfera de su propio Ordenamiento y su capacidad de obrar también
limitada solamente respecto a los Estados Miembros de la Organización.
iii. Existen, finalmente, supuestos muy particulares de subjetividad internacional — Santa Sede y
Orden de Malta— muy difícilmente explicables en base a las dos reglas anteriores.
c. Consecuencias de la atribución de subjetividad internacional
El otorgamiento de la subjetividad internacional lleva aparejadas una serie de consecuencias:
En general, puede decirse que todo aquel ente que esté en posesión del status de sujeto del
Ordenamiento, internacional se convierte en destinatario de sus normas, es decir, en beneficiario de
las mismas y queda sujeto a las obligaciones que éstas le impongan
La personalidad internacional lleva aparejada la concesión al sujeto de una amplia esfera de libertad
que, desde el punto de vista del D.I., encuentra sus propias limitaciones solamente en las normas del
ordenamiento mismo. El sujeto internacional queda protegido por el Ordenamiento internacional,
consecuencia de la existencia en éste de los principios de libertad, independencia y no injerencia en
los asuntos internos.
El D.I. general no impone obligaciones a la capacidad de obrar de sus sujetos, sino simples
limitaciones a la libertad de obrar, dirigidas a respetar la existencia y la libertad de los demás sujetos.
Lo que sí resulta posible, es que a un sujeto, precisamente en uso de su capacidad de obrar, se
imponga por medio de un acuerdo internacional limitaciones a su libertad de obrar (neutralización,
participación en determinadas Organizaciones internacionales supranacionales, etc.).
Estas limitaciones, salvo que sean de tal extensión que lleven aparejada la desaparición de algunos
de los elementos esenciales de los sujetos, no suponen la pérdida de la subjetividad internacional.
2. El Estado.
El Estado ha sido considerado siempre en el D.I. moderno como el sujeto indiscutido.
Del Estado se dice que es un sujeto de base territorial que adquiere su personalidad internacional en
el momento que se haya constituido y resulte operante.
El D.I. se interesa por él cuando se den unas determinadas características en el mismo, que no son
otra cosa que los requisitos esenciales para su propia existencia. El Estado no nace a la vida
internacional, por el reconocimiento de los otros Estados.
a. Elementos esenciales del estado para el Derecho Internacional.
El Estado, representa una de las formas de organización de las sociedades políticas. Su nacimiento
en los planos ideológico y político se centra geográficamente en la Europa Occidental entre los siglos
XIV y XV. Es pues un producto histórico, sujeto a transformaciones, que debe su aparición en la
historia a una serie de factores de toda índole, desde los económicos a los técnicos, a los sociales e
incluso a los culturales y espirituales.
En la Italia del Renacimiento, en la España de finales del siglo XV, y en Inglaterra y Francia en el
siglo XVI, encontramos los primeros ejemplos históricos de Estados en el sentido moderno del
término.
El estudio de su génesis histórica, así como el problema de su definición y elementos, compete al
estudio de la Teoría del Estado. Lo que al D.I. le interesa es el Estado ya constituido. Para
considerarlo así se deben dar determinados caracteres o elementos, y es entonces cuando se
transforma en destinatario de las normas internacionales. Los referidos elementos son los siguientes:
a) la población; b) el territorio; c) la organización política en su triple vertiente de Gobierno,
ordenamiento jurídico y poder político, y d) la soberanía que engloba a todo el conjunto y le da una
especial significación. i. La población.
Se encuentra constituida por un conjunto de individuos — súbditos o nacionales— sobre los cuales
la organización estatal ejercita un conjunto de poderes de hecho. Se trata de un presupuesto
necesario para el Estado, pues sin el elemento población sería inútil sostener su existencia.
La población exige como requisito el principio de estabilidad el que se cumple no en la exigencia de
una cantidad determinada de habitantes la cual es continuamente cambiante (lo que se manifiesta en
los nacimientos, muertes, naturalizaciones, etc) y lo que no quiere decir que el núcleo central de la
población, en líneas generales, no sea el mismo; sino en el hecho de la estabilidad de la población
hacia el exterior, es decir, que la población tenga un carácter permanente o de inamovilidad relativa
sobre el territorio.
El territorio.
Se considera a tal «el ámbito espacial en el cual la organización ejercita de hecho y con mayor
intensidad la propia potestad de gobierno, con exclusión de análogos poderes por parte de otro
sujeto del D.I. de carácter territorial»
El territorio estatal está delimitado por las fronteras, no obstante no es absolutamente imprescindible
que las fronteras del Estado estén perfectamente delimitadas. De hecho, en algunos estados de
Hispanoamérica y de África la delimitación se ha realizado a posteriori del nacimiento internacional
del Estado. Un ejemplo ha sido el del Estado de Israel, que fue creado sin que se hubiera hecho una
delimitación clara de sus fronteras.
La organización política.
Supone, en primer lugar, la existencia de un Gobierno, en sentido amplio, que ejerza su poder sobre
el territorio y la población. En este sentido, se refiere al gobierno como un conjunto de instituciones y
órganos a través de los cuales se manifiesta la existencia de una organización política constituida y
eficaz. Esta organización se manifiesta, en concreto, a través de los órganos encargados de llevar a
cabo la actividad social del Estado, tanto en el interior como en el exterior. Se expresa también a
través de la creación de normas jurídicas que se impongan a la población, territorio y organización
gubernamental en general, y, finalmente, a través de la existencia de un poder político autónomo
respecto a los otros poderes que ejercen su actividad en la sociedad.
Al D.I. le interesa, a efectos de la subjetividad internacional, que exista la organización, aunque no
sea en principio muy perfecta, y que se manifieste de una forma efectiva. También la forma de
Gobierno concreta es irrelevante a los efectos de la subjetividad internacional.
La soberanía.
Un cuarto elemento, que tiene un carácter global, es el conocido por soberanía, y también
denominado más recientemente como independencia. Supone que el Estado ejerza su actividad
internacional por su propio poder, y no por el de otro sujeto internacional, y de aquí el que pueda
obrar inmediata y directamente sobre todos los elementos que forman el Estado.
La soberanía se manifiesta en un doble sentido:
- Hacia el exterior del Estado por una auténtica libertad de decisión para el ejercicio de su actividad
en las relaciones internacionales. Es lo que se ha calificado como autonomía del Estado, en el
sentido de que ella no permite la injerencia de otros Estados en estas materias. Esta manifestación
fue recogida en el Anexo a la Recomendación de la Asamblea General de las N.U. de 1953 relativa
a los factores que indican el /ogro de la independencia como la «plena responsabilidad internacional
del territorio por los actos propios del ejercicio de su soberanía externa» y «la posibilidad de ejercicio
del poder de enlabiar relaciones directas de cualquier clase con otros Gobiernos y con instituciones
internacionales, y derecho a negociar, firmar y ratificar instrumentos internacionales».
- Y se manifiesta finalmente también hacia el interior, en tanto que el Estado soberano posee la
plenitud de jurisdicción para reglamentar todo lo referente al territorio, la población y a los distintos
aspectos de la vida social. En la citada recomendación de la Asamblea General de las Naciones
Unidas se concreta esta manifestación como la «ausencia de lodo control o injerencia del Gobierno
de otro Estado en el Gobierno interior (poderes legislativo, ejecutivo y judicial) y en la administración
del territorio» La concurrencia de los elementos reseñados en una sociedad política la pone en
situación de ser incluida dentro de la esfera de los sujetos del D.I. A partir de este momento, el
Estado soberano adquiere un status jurídico que los demás sujetos deben respetar como
consecuencia de su independencia, y su libertad queda protegida por el D.I.
Cuando concurren los elementos anteriores decimos que nos encontramos ante un Estado nuevo. La
forma concreta en que éste ha surgido no tiene relevancia para el D.I., en el cual predomina, como
ya hemos dicho, el principio de la efectividad. Por esta razón, lo que verdaderamente interesa es que
el Estado ejerza de manera independiente de otros Estados y en forma efectiva el poder político
sobre el territorio, cuya mayor o menor extensión es irrelevante para el D.I., y sobre la población. La
forma concreta de Gobierno tampoco tiene interés para el D.I., por lo que al nacimiento del Estado se
refiere. Lo que tiene trascendencia para el D.I., a efectos de la subjetividad internacional, es que se
den de hecho los elementos mencionados.
b. El reconocimiento del Estado.
Una vez que el Estado reúne de hecho los elementos esenciales que lo configuran como tal, puede
decirse que existe en tanto que sujeto pleno del D.I. Desde entonces, los otros Estados están en
condiciones de verificar la existencia real del Estado recién surgido, prestándole su reconocimiento,
cosa que suelen hacer según se desprende de la práctica internacional, la cual muestra cómo por el
reconocimiento constata la realidad del nuevo Estado, iniciándose el trato con él en cuanto su
existencia pueda darse por asegurada.
En este sentido parece más cierta la caracterización del reconocimiento como acto declarativo (el
Estado existe de iure desde que se dan en él los requisitos objetivos de la estatalidad, limitándose el
reconocimiento a verificar tal circunstancia) que como acto constitutivo o atributivo (el reconocimiento
crearía el Estado).
El Instituto de Derecho Internacional, en una resolución adoptada en Bruselas en 1936 asigna al
reconocimiento de Estado un valor declarativo, definiéndolo como «el acto libre por el cual uno o
varios Estados constatan la existencia sobre un territorio determinado de una sociedad humana
políticamente organizada, independiente de cualquier otro Estado existente, capaz de observar las
prescripciones del Derecho internacional[…]» (art. 1). En esta línea estaba ya la Declaración sobre
los derechos y deberes de Los Estados aprobada por la séptima Conferencia Internacional
Americana de 1933 (art. 3: «La existencia política del Estado es independiente de su reconocimiento
por los demás Estados»). No obstante, es posible distinguir en la práctica un cierto aspecto
constitutivo, en la medida en que, si bien el nuevo Estado es sujeto de D.I. desde que nace —
limitándose el Estado que reconoce a comprobar que concurren en aquél los elementos propios del
Estado— , no puede ejercitar plenamente ciertos derechos hasta que haya sido reconocido.
Aunque el reconocimiento posee un indudable valor declarativo en relación con la existencia del
Estado, pues no hace sino constatar dicha existencia, la capacidad de acción del nuevo Estado en el
plano de las relaciones internacionales es muy restringida antes de su reconocimiento formal, siendo
éste indispensable para el pleno ejercicio de sus competencias exteriores o para el pleno despliegue
de los efectos de sus actos jurídicos en el territorio de otro Estado; pues, en efecto, aunque la falta
de reconocimiento no impide en principio ciertos tipos de contactos con el Estado no reconocido —
por ejemplo, misiones oficiosas, relaciones comerciales o consulares, acuerdos limitados, tales
contactos, no obstante, tienen un carácter aislado, fragmentario, no oficial.
El reconocimiento es, por otra parte, un verdadero acto jurídico y no un puro gesto político, si bien no
deja de estar influido por motivaciones políticas que suelen conducir a apreciaciones subjetivas de
los Estados en relación con la nueva formación estatal que están llamados a reconocer.
No hay, por otra parte, un deber jurídico-internacional de reconocer, si bien pueden observarse en la
práctica orientaciones en apoyo de la concepción del reconocimiento obligado. Esa inexistencia de
una obligación de reconocer se traduce, por ejemplo, en situaciones de negativa de reconocimiento a
pesar de la efectividad del nuevo Estado (posición de los Estados árabes respecto de . Israel, y,
durante años, posición de los Estados occidentales respecto de las partes no pro-occidentales de los
Estados divididos). En otros casos se ha dado un reconocimiento tardío, actitud constatable en
supuestos de secesión o de emancipación de colonias en que el Estado matriz se resiste a su propio
desmembramiento (Pakistán no reconoció al Estado de Bangladesh hasta febrero de 1974, más de
dos años después del fin de la guerra de secesión de Bengala; España había tardado 75 años en
reconocer al Perú); sin que en estos casos los terceros Estados tengan que esperar a la decisión del
Estado que sufre la pérdida territorial para otorgar su reconocimiento al nuevo Estado
Cabe, en fin, la práctica, tachada de arbitraria, del reconocimiento prematuro, otorgado cuando aún
no se da la existencia efectiva del Estado (reconocimiento de Panamá por los Estados Unidos en
1903, pocos días después de la insurrección panameña, contra Colombia; reconocimiento de
Bangladesh por la India en 1971). El reconocimiento prematuro, que en principio supone una
intervención en los asuntos internos del Estado, ha obedecido con frecuencia en la práctica al intento
político de consolidar situaciones ficticias (así, en el caso del «Estado independiente del Congo»
entre 1885 y 1908) o establecidas contrariando el D.I. (reconocimiento en 1932 del Estado-fantoche
de Manchukuo por el Japón que lo había creado mediante procedimientos de fuerza).
Los Estados suelen tener en cuenta, a la hora de reconocer, la evolución de la situación en los
procesos de creación de nuevos Estados, adaptando su conducta a esa evolución — sin perjuicio de
que, llevados por intereses políticos o de otra índole, ^ se apresuren a veces a reconocer a
entidades in statu nascendi en violación del principio de no intervención en los asuntos internos del
Estado originario en los supuestos de separación o de disolución— e incluso estableciendo
condiciones para el reconocimiento de la nueva entidad. Ello ha sido así en los casos de aparición de
nuevos Estados a resultas de la disolución de la U.R.S.S. y de la República Federativa de
Yugoslavia.
Es interesante destacar a este respecto la Declaración sobre las «líneas directrices referidas al
reconocimiento de nuevos Estados en Europa del Este y la Unión Soviética», aprobada el 16 de
diciembre de 1991 por los Ministros de asuntos exteriores de la C.E. en el marco de la Cooperación
Política Europea. En ella, se expresa una posición común basada en la «voluntad de reconocer, de
conformidad con las normas aceptadas por la práctica internacional y teniendo en cuenta las
realidades políticas en cada caso concreto, a esos nuevos Estados que, como consecuencia de las
modificaciones históricas ocurridas en la región, se constituyan sobre una base democrática, acepten
las obligaciones internacionales pertinentes y se comprometan de buena fe en un proceso pacífico y
negociado».
Según la propia Declaración, aquella voluntad de reconocer está supeditada, entre otras cosas, al
respeto de la Carta de las Naciones Unidas, del Acta Final de Helsinki y de la Carta de París para
una nueva Europa (en particular en lo que se refiere al Estado de Derecho, la democracia y los
derechos humanos), la garantía de los derechos de los grupos étnicos y nacionales así como de las
minorías, el respeto de la inviolabilidad de los límites territoriales, la asunción de obligaciones en
materia de desarme y seguridad y el compromiso de solucionar por vía de acuerdo las cuestiones
relativas a la sucesión de Estados y las controversias regionales.
En la doctrina y en la práctica internacionales se ha buscado, a falta de un deber jurídico de
reconocer, perfilar un deber jurídico de no reconocer (doctrina del no reconocimiento en tanto que
sanción) en aquellos casos en que la situación se establece en contradicción con una regla jurídico-
internacional. En cuanto a las formas que puede revestir el reconocimiento, cabe distinguir por una
parte entre un reconocimiento individual y un reconocimiento colectivo, y por otra entre un
reconocimiento expreso y un reconocimiento tácito o implícito (deducido, éste, de hechos
concluyentes como el intercambio de agentes diplomáticos, la conclusión de un tratado con el nuevo
Estado o la adhesión de éste a un convenio en vigor).
La forma más frecuente es la del reconocimiento individual expreso, que habitualmente se hace
mediante un acto unilateral (nota diplomática, declaración), aunque a veces puede efectuarse a
través de un tratado bilateral con el Estado al que se pretende reconocer o de un comunicado
conjunto. La fórmula consistente en el acuerdo recíproco de establecer (o restablecer) relaciones
diplomáticas y proceder en el más breve plazo posible a la acreditación de embajadores, ha sido
utilizada en la práctica española en relación con los nuevos Estados surgidos en la Europa central y
del Este.
La cuestión de si la admisión de un nuevo Estado en una Organización internacional — que cabría
interpretar en principio como un reconocimiento colectivo tácito— implica el reconocimiento por parte
de los distintos Estados miembros de la Organización, es una cuestión controvertida que, no
obstante, tiende a resolverse en un sentido negativo a partir de la consideración del reconocimiento
como un acto libre y discrecional y, como tal, no obligatorio.
Desde el punto de vista del contenido, se ha distinguido, entre un reconocimiento de facto o
provisional y un reconocimiento de iure o definitivo, irrevocable por tanto, precediendo aquél a éste
cuando el nuevo Estado no pueda considerarse aún como plenamente consolidado.
c. Los diferentes tipos de Estado.
Junto al Estado unitario de base nacional o plurinacional, encontramos otra forma, el Estado federal.
En términos generales, el Estado federal presenta las siguientes características:
que el ordenamiento jurídico que regula el Estado federal y la posición de los Estados miembros del
mismo es un ordenamiento de carácter interno y no internacional, y además es un ordenamiento
originario, ya que no deriva del de los Estados miembros;
que el Estado federal tiene un territorio propio, formado por el conjunto de los territorios de los
Estados miembros, y una población también formada por el conjunto de los pueblos de cada uno de
los Estados que forman parte del Estado federal.
El Estado federal es un sujeto de D.I. en su conjunto, por lo que se debe negar la subjetividad
internacional de los Estados miembros. No obstante, cabe mencionar el particular caso de Estados
partes en una federación que han llegado a ser miembros de organizaciones internacionales. Esta
situación totalmente anorjnal fue la que presentaron las dos antiguas Repúblicas soviéticas de
Bielorrusia y Ucrania, que formaron parte de la O.N.U. como miembros originarios. Ello fue debido a
un acto político, cual fue la petición de la U.R.S.S., aceptada en la Conferencia de Yalta, de que
dichas Repúblicas soviéticas entraran a formar parte en tanto que miembros originarios de las N.U.
Los Estados federados no gozan de la potestad de concertar tratados internacionales, salvo que
sean autorizados por la Constitución o sean aprobados por el Gobierno federal.
No obstante, por lo que se refiere a la responsabilidad internacional el Estado federal es el único
responsable internacionalmente y es el Gobierno federal el único competente para actuar en el plano
internacional y para conocer de las reclamaciones de otros Estados que se consideren perjudicados
por actos contrarios al D.I. ejecutados dentro de los Estados miembros de la federación.
Finalmente, hay que afirmar que la personalidad internacional la tiene el Estado federal, y no los
Estados partes de la federación.
d. El reconocimiento de Gobiernos.
El principio de continuidad.
Las alteraciones que puedan producirse en la organización política interna de un Estado no afectan
en principio a la condición internacional de éste, salvo en el caso de la desaparición de todo
gobierno, que conllevaría la extinción del Estado a falta de uno de sus elementos básicos.
Ello no significa, no obstante, que los cambios internos en un Estado carezcan de toda relevancia en
el
plano jurídico internacional. Con todo, esos cambios internos pueden influir en el sentido de que un
nuevo gobierno surgido en un Estado por vías de hecho (golpe de Estado, revolución, etc.) en
contradicción con el orden constitucional establecido puede verse en dificultades para ejercer en
plenitud sus funciones en el plano internacional si no se ve respaldado por el reconocimiento de los
gobiernos de otros Estados; reconocimiento que le permitirá desarrollar relaciones diplomáticas
plenas, litigar en nombre del Estado que pretende representar ante los tribunales de otros Estados
(aquellos cuyos gobiernos lo hayan reconocido), etc.
Rasgos conceptuales del reconocimiento de gobiernos.
Mediante el reconocimiento de gobiernos se declara la voluntad de mantener relaciones con un
gobierno que ha venido a sustituir a otro de forma irregular, esto es, contrariando la legalidad
constitucional vigente (gobierno de facto en contraposición al gobierno legal o de iure). En este
sentido se ha podido conceptuar el reconocimiento de gobiernos, frente al de Estados, como «un
acto por el cual se da la conformidad para continuar las relaciones habituales de intercambio con el
nuevo régimen, cuando este nuevo régimen ha surgido de manera diferente a la sucesión pacífica y
normal de autoridades de un país, de modo diverso a la sucesión de gobiernos constitucionalmente
establecida».
De esta caracterización del reconocimiento de gobiernos como acto libre o voluntario se desprende
que se procederá o no a reconocer en función del tipo de las relaciones que se desee mantener con
el equipo que pretende representar al Estado tratándose en este sentido de un acto de elección
política y, como tal, discrecional. En efecto, ningún sujeto (de D.I.) puede obligar a otro a entablar
relaciones con él y por tanto, menos aún, aquellas que exijan reconocimiento.
Ello indica que el reconocimiento de gobiernos, más que el de Estados, está influido por una serie
de factores políticos que hacen difícil su aprehensión según pautas jurídicas: así, no parece que
pueda determinarse mediante normas de D.I. los requisitos que debe reunir un gobierno de facto
para ser reconocido.
Todo gobierno efectivo y estable, esto es, capaz de ejercer con carácter continuo las funciones
políticas del Estado, es un gobierno en el sentido del D.I., siendo irrelevante desde este punto de
vista su origen irregular en la perspectiva del Derecho interno.
Es por ello que desde el punto de vista del derecho internacional, se ha entendido a la doctrina de la
efectividad como la más adecuada: según ésta, habría obligación de reconocer a los gobiernos que
ejercen un control efectivo sobre un territorio y la población que en él se asienta.
Por otra parte, existe una indudable relación entre el reconocimiento de gobiernos y el
reconocimiento de Estados, en el doble sentido de que el reconocimiento de un nuevo Estado
implica, necesariamente, el del gobierno que en ese momento ocupa el poder y de que, una vez
realizado, el reconocimiento del Estado persiste a pesar de los cambios de gobierno.
iii. Las doctrinas sobre el reconocimiento de gobierno y la puesta en práctica.
Aparte de la doctrina de la efectividad que se orienta hacia la configuración de un deber de
reconocer a todo gobierno que ejerza un poder efectivo en el territorio estatal, se han elaborado,
sobre todo en el continente americano — sacudido por crónicas convulsiones políticas que conllevan
frecuentes relevos en el poder en distintos Estados— , doctrinas inspiradas, respectivamente, en los
criterios de la legalidad (doctrina Tobar) y de la efectividad (doctrina Estrada).
En cuanto al criterio de la legalidad, recibió expresión en la doctrina formulada en 1907 por el
entonces Ministro de Asuntos Exteriores ecuatoriano Carlos Tobar (doctrina Tobar), según la cual «la
manera mas eficaz de poner término a los cambios violentos de gobierno inspirados en la ambición
consiste en que los Estados se nieguen a reconocer a los gobiernos transitorios, nacidos de las
revoluciones, hasta que demuestren que gozan del apoyo de sus países», apoyo que debería
reflejarse en el asentimiento de una Asamblea representativa.
La doctrina Tobar, tuvo sus prolongaciones en formulaciones posteriores dentro del continente
americano. Tal es el caso de la doctrina Wilson aplicada en la práctica por los Estados Unidos con
respecto a México, Costa Rica, Nicaragua (en 1926), la República Dominicana (entre 1913 y 1916),
Ecuador (en 1913), Honduras (en 1923), Guatemala (en 1930) y El Salvador (en 1931).
Otra de las aplicaciones del criterio de la legalidad la representa la llamada doctrina Larreta,
formulada en 1944 por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay Eduardo
Rodríguez Larreta, la cual propugna la adopción de una posición colectiva o concertada por parte de
los distintos países americanos (excluyendo la intervención armada) respecto de los gobiernos
surgidos por vías de hecho, en defensa de los principios de la democracia y de la solidaridad
americana.
Finalmente, procede apuntar que la llamada doctrina Betancourt, formulada por el Presidente
venezolano Rómulo Betancourt en 1959 y aplicada en la práctica por Venezuela entre 1959 y 1968.
Entre las doctrinas que se inspiran en el criterio de la efectividad, destaca la doctrina Estrada,
contenida en una declaración hecha en 1930 por el entonces Secretario de Relaciones Exteriores de
México Genaro Estrada.
Esta doctrina, que rechaza la aplicación arbitraria que había venido haciéndose del criterio de la
legalidad.
Según esta doctrina, más que inclinarse hacia la configuración de un deber de reconocimiento de
los gobiernos surgidos por vía de hecho que se caractericen por su efectividad, se orienta a sustituir
en su caso el reconocimiento expreso por el tácito al referirse a la posibilidad de mantener (o retirar)
los agentes diplomáticos acreditados, lo que no deja de ser un signo externo de la intención de
reconocer (o no reconocer) al nuevo gobierno. Como manifestación de la Doctrina Estrada aparece
también la de Díaz Ordaz, formulada en 1969. Cabe finalmente considerar:
Teniendo en cuenta el carácter discrecional del reconocimiento y su frecuente vinculación a factores
políticos, no puede decirse que exista en el D .I. general una regla que, con base en el principio de
efectividad, obligue a reconocer a los gobiernos de facto cuando efectivamente ejerzan un control
sobre el territorio y la población;
Por otra parte, aún no existiendo en el D.I. general una regla que establezca la obligación de no
reconocer o de dejar de reconocer a gobiernos «ilegales» en ciertos casos podría llegar a
establecerse por vía convencional una obligación de romper relaciones diplomáticas (cfr. en este
sentido el art. 41 de la Carta de las N.U. que prevé esta medida como sanción) o no reconocer como
legítimo a un gobierno que viole obligaciones internacionales básicas, sobre la base de la decisión
de un órgano competente de una organización internacional
No parece posible mantener indefinidamente el reconocimiento de un «gobierno en el exilio» (aquel
que reivindica su autoridad sobre un Estado en el que ejercen el poder efectivo otras autoridades),
pues tal actitud puede pasar a convertirse en una ficción cuando las expectativas de retorno al poder
por parte del gobierno desplazado se disipan con la consolidación de la nueva situación.
Finalmente, cabe referirse a la distinción entre un reconocimiento de iure o pleno y un
reconocimiento de facto o parcial, la cual se ajusta a una cierta gradualidad en la actitud de los
terceros hacia el nuevo equipo de poder que surge en un Estado. En la resolución de 1936, el
Instituto de Derecho Internacional expresaba al respecto que el reconocimiento «puede ser, ya
definitivo y pleno (de iure), ya provisional o limitado a determinadas relaciones jurídicas (de facto). En
este sentido se ha hablado de la conveniencia de adaptar el procedimiento del reconocimiento a la
realidad, reconociendo a un gobierno nuevo primero como -gobierno de hecho y luego, cuando su
situación se ha estabilizado, como gobierno de derecho; criterio éste seguido, por ejemplo, por varios
Estados en sus relaciones con el gobierno soviético, sucesivamente así reconocido por Gran Bretaña
por Italia y por Suiza.
iv. Forma de reconocimiento de Gobiernos.
Lo que queda dicho más arriba sobre las formas del reconocimiento de Estados vale en general con
respecto al reconocimiento de gobiernos. Así pues, cabe distinguir entre un reconocimiento expreso,
que suele realizarse a través de un acto unilateral o a veces a través de una declaración conjunta o
incluso de un tratado ad hoc, y un reconocimiento implícito, deducido de ciertos hechos como el
intercambio de agentes diplomáticos o el mantenimiento de los que estaban en sus puestos.
Por lo que respecta a la distinción entre un reconocimiento individual y un reconocimiento colectivo, y
en relación precisamente con este último, procede advertir que la participación de un gobierno en
conferencias internacionales o su admisión en organizaciones internacionales no implica
necesariamente su reconocimiento por parte de los Estados participantes en la conferencia o
integrantes de la organización. Ello no obstante, una organización universal como las N.U. se
contempla como un foro apropiado, no ya sólo para promover y coordinar el no reconocimiento de
gobiernos cuya conducta es contraria a ciertas reglas internacionales básicas, sino incluso para
discernir, entre dos gobiernos que se disputan la autoridad sobre un mismo Estado, cuál de ellos es
el representativo.
3. Sucesión de Estado.
Concepto.
Se entiende por sucesión de Estados a la “sustitución de un Estado por otro en la responsabilidad de
las relaciones internacionales de su territorio”.
En este contexto, se llama Estado predecesor al estado que ha sido sustituido por otro con motivo de
una sustitución de Estados. Por su parte, se entiende por Estado Sucesor a aquél que ha sustituido a
otro Estado como consecuencia de una sucesión de Estados.
La fecha de sustitución de Estados será aquella en la que el Estado sucesor ha sustituido al Estad
predecesor en la responsabilidad de las relaciones internacionales de un territorio.
Modificaciones territoriales: categorías.
La distinción se fundamenta en las necesidades de la comunidad Internacional, surgida
principalmente como consecuencia de la conclusión del proceso de descolonización. En este
sentido, se ha optado por prescindir de los Estados de reciente independencia a los que se define
como “un Estado sucesor cuyo territorio, inmediatamente antes de la fecha de la sustitución de
Estados, era un territorio dependiente, de cuyas relaciones internacionales era responsable el
Estado predecesor. Los tipos de sucesión de Estado son:
Trasferencia de parte de un territorio
Se configura cuando una parte de un territorio de un Estado se trasfiere a otro: así el Tratado de
1867 entre EE.UU y la URSS relativo a la cesión de Alaska a los EE.UU.
Unificación de Estados
La unificación se da cuando dos o más Estados predecesores se unen para formar un nuevo sujeto
de Derecho Internacional y, como consecuencia de ello, ambos desaparecen como Estados
soberanos. Por Ejemplo, la República Árabe de Yemen, y la República Democrática Popular de
Yemen, se unieron en 1990 para formar YEMEN.
Absorción
Sin embargo, en estos casos, cabe hablar de ABSORCIÓN en el supuesto de que uno de los
Estados predecesores continúe existiendo y no nace un nuevo sujeto de Derecho Internacional. En
este caso, en 1990 la República Democrática Alemana, y la República Federal de Alemania, se
unieron para formar un solo estado con el nombre de “República Federal de Alemania”. La RFA,
continuó existiendo como tal. iv. Disolución de un Estado
La disolución implica el cese de la existencia de un Estado sin continuación de su personalidad
jurídica.
Aquí pueden citarse como ejemplos:
Proceso de desintegración de la República Federativa socialista de Yugoslavia: durante este proceso
y el conflicto en la península de los Balcanes, la Comunidad Europea y sus Estados miembros,
instituyeron, en el marco de la Conferencia de Paz sobre Yugoslavia, una Comisión de Arbitraje
(1991). A dicha comisión se le solicitó que se pronunciares sobre si las 6 repúblicas que integraban a
Yugoslavia (BosniaHerzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Serbia y Montenegro –que
inicialmente eran un solo país, el cual se separó en 2006 - ) sucedía en pié de igualdad a la
República Federativa Socialista de Yugoslavia y ese Estado predecesor cesaba en su existencia, sin
posibilidad de que alguna de ellas pudiera reclamar continuar la personalidad jurídica de aquella. De
esta manera, en 1992 la Comisión Badinter estableció que el proceso de disolución de Yugoslavia
había concluido y que ese Estado ya no existía, agregando que ninguno de los estados podía
reclamar la continuación de su personalidad jurídica. Señaló también que los nuevos Estados que
habían sido creados en el territorio de la Ex - Yugoslavia, la habían reemplazado y todos ellos eran
sus sucesores
Otro Ejemplo, es el de Checoslovaquia, la cual se disolviere en 1992, naciendo sus Estados
Sucesores; la República Checa y Eslovaquia.
v. Separación de parte de un territorio
Se entiende por secesión la separación de arte de un territorio para formar un nuevo Estado
sucesor, mientras que el Estado precedente continúa su existencia. Usualmente, la secesión se
origina con un acto unilateral de declaración de independencia. Esta independencia se establece a
través del ejercicio del control efectivo sobre un territorio y el reconocimiento de otros Estados, en
particular, el del Estado en cuyo territorio ocurre la secesión. Casos de secesión son los siguientes:
Kosovo: En Febrero de 2008, la Asamblea de las Instituciones provisionales del gobierno de Kosovo,
celerbó una sesión durante la cual se aprobó una declaración de independencia, en virtud de la cual
se declara a Kosovo Estado Independiente y soberano, siendo antes de ello una entidad territorial de
Serbia con cierta autonomía. Serbia, aún niega el reconocimiento como Estado independiente de
Kosovo, el cual ha sido reconocido ya por más de 100 países.
Otro ejemplo fue la secesión de Sudán del Sur que proclamó formalmente su independencia de
Sudán en JULIO de 2011 luego de realizarse un referéndum bajo supervisión de la comunidad
internacional, en Enero de ese año. Sudán del Sur se convirtió así en el estado soberano más joven
del mundo.
Sudán del Sur fue propuesto como nuevo miembro de las Naciones Unidas el 13 de julio de 2011 por
los miembros del Consejo de Seguridad.13La recomendación fue tomada por la Asamblea General
que aprobó la incorporación de Sudán del Sur como el 193.º miembro de la ONU.
Un caso particular se presenta con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas
(URSS) de la que se separaron Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, la Federación de Rusia, Georgia,
Kazajstán, Kirguistán, Moldova, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania, y Uzbekistán. La Federación de
Rusia se declaró continuadora de la personalidad jurídica de su estado predecesor (la URSS) y no
contó con objeción alguna de los demás Estados sucesores. Por ello, la URSS sufrió al
SEPARACIÓN de parte de sus territorios, y NO hubo DISOLUCIÓN como lo que ocurrió con
Yugoslavia.
c. Modificación ilícita de un territorio.
Es importante destacar que en el ámbito del derecho internacional, actual, la anexión por la fuerza de
un territorio NO constituye una hipótesis de sucesión de Estados y resulta contraria a los principios
del derecho internacional acogidos en la Carta de las Naciones Unidas.
Agregué de internet -> Para ser lícita, la modificación territorial debe de ser pacífica. Por ello, las
convenciones de 1978 y de 1983 (artículos 6 y 3, respectivamente), excluyen de su ámbito de
aplicación material las sucesiones de estados que se produzcan en violación del derecho
internacional, y, en particular, de los principios de derecho internacional incorporados en la Carta de
las Naciones Unidas. Uno de los principios de la Carta (artículo 2.4) es la prohibición del uso de la
fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
Una modificación territorial en violación del Derecho Internacional no puede dar lugar a la aplicación
de las reglas de sucesión de Estados, es decir, no da lugar a la sustitución por el Estado ocupante
en los derechos y obligaciones del Estado ocupado.
No se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la
fuerza. Ni aún el uso legal de la fuerza armada, fundado en el derecho de legítima defensa frente a
una agresión, autoriza al Estado que repele la agresión a apoderarse de parte del territorio de su
agresor. De hecho, la práctica de las últimas décadas no ha considerado ceñidas a las normas de
sucesión de estados aquellas modificaciones territoriales ilícitas. Así, la ocupación de parte del
territorio sirio y palestino por Israel y la ocupación por Indonesia de la antigua colonia portuguesa de
Timor Oriental, no dieron lugar a la adquisición de dichos territorios por los estados ocupantes.
d. Sucesión de Estados en materia de Tratados.
i. Efectos sobre los Tratados Internacionales.
En esta materia rige la Convención de Viena sobre la sucesión de Estados en materia de tratados
adoptada en 1978 y que entró en Vigor en 1996.
La convención recepta respecto de los Estados de reciente independencia, el principio de “tabula
rasa” por el cual, el Estado sucesor, NO se encuentra obligado por los tratados suscriptos por el
Estado predecesor. La excepción a ello, la constituyen las disposiciones que se refieren a los
Tratados que establecen fronteras, como tampoco a aquellos que establecen obligaciones y
derechos relativos al uso de un territorio (salvo los que prevén el establecimiento de bases militares
extranjeras en el territorio al que se refiere la sucesión de Estados).
La Convención de Viena del 78, no ha hecho distingo alguno en relación a los tratados que versan
sobre Derechos Humanos, donde se considera que la sucesión de Estados con relación a dichos
instrumentos se produce en forma automática.
Cuando se trata de Tratados Multilaterales, basta con que el Estado sucesor (siguiendo en el caso
de los Estados de reciente Independencia) notifique su calidad de Estado parte en virtud de la
sucesión de Esatdos referida a un Estado determinado.
En los demás casos de sucesión de Estados (unificación, absorción, disolución, y separación), se
aplica la regla de la continuidad: los Estados sucesores continúan obligados por los tratados en los
que Estado predecesor era Parte a la fecha de la sucesión de Estado, salvo:
que la aplicación del tratado al nuevo Estado sea incompatible con su objeto y fin; - cuando el
tratado fuera restringido a cierto número de Estados.
o que los Estados interesados hubieran convenido algo distinto.
La convención prevé el supuesto de que el Tratado haya previsto de manera expresa el caso de
sustitución de Estados, a los fines de incorporación de un estado sucesor, así dispone:
Cuando un tratado disponga que, en caso de una sucesión de Estados, un Estado sucesor tendrá la
facultad de considerarse parte de él, ese Estado podrá notificar su sucesión respecto del tratado.
Si un tratado dispone que, en caso de una sucesión de Estados, un Estado sucesor será
considerado parte en él, esta disposición surtirá efecto como tal, sólo si el Estado sucesor acepta
expresamente por escrito que se le considere parte en el tratado.
En estos supuestos, un Estado sucesor que haga constar su consentimiento en ser parte en el
tratado
será considerado parte desde la fecha de la sucesión de Estados, salvo que el tratado disponga o se
convenga en otra cosa.
ii. Efectos sobre la nacionalidad.
Los efectos de la sucesión de Estados en materia de nacionalidad, pueden clasificarse según se
trate de personas naturales o de personas jurídicas.
1. Efecto de la sucesión de Estados en materia de nacionalidad de personas naturales
En el ámbito de las NU, la Comisión de Derecho Internacional elaboró un proyecto de artículos
sobre la nacionalidad de las personas naturales en relación con la sucesión de Estados, aprobada
por la Resolución de la Asamblea General de las Naciones unidas 55/153 de diciembre del 2000.
Desde entonces, la AG ha reiterado, a través de numerosas resoluciones su invitación a los
gobiernos para que consideren tener en cuenta los artículos elaborados por la CDI al tratar las
cuestiones relativas a la nacional de las personas naturales en relación con la sucesión de Estados,
y los insta a elaborar instrumentos jurídicos a efectos de evitar la apatridia.
Existen numerosos estados que objetaron algunas de las cláusulas en vista de que aún persiste
cierta posición, entre los estados, que sostiene que la cuestión de la nacionalidad es una
prerrogativa exclusiva de los Estados regulada por el derecho interno.
Los Estados optaron por regular la nacionalidad a través de su legislación interna en ocasión de
procesos de sucesión de estados, puntualmente en los casos de la Europa Oriental y central. Así en
el año 2006, el Consejo de Europa, adoptó el Convenio sobre la prevención de los casos de apatridia
en relación con la sucesión de Estados (el cuál entró en vigor en el año 2009). Esta norma contiene
disposiciones más detalladas referidas a las obligaciones de los estados en relación a prevenir y
reducir los casos de apatridia con relación a la sucesión de Estados.
El proyecto de artículos de la CDI en su preámbulo, recoge 2 principios fundamentales:
La nacionalidad se rige esencialmente por el derecho interno dentro de los límites establecidos por el
derecho internacional.
La nacionalidad es un derecho humano.
La comisión sugiere un número de condiciones para la identificación de los nacionales en cada caso
de Sucesión de Estados. Ella va más allá del principio del vínculo efectivo, desarrollando el principio
del vínculo apropiado.
La nacionalidad del Estado sucesor no podrá ser atribuida contra la voluntad de los individuos, salvo
que la no atribución resultara en apatridia.
Por otra parte, el Estado sucesor no está obligado a otorgar su nacionalidad a residentes habituales
en otros estados, y que posean otra nacionalidad. También puede exigir la renuncia a otra
nacionalidad como requisito para la adquisición de la suya. Tanto el Estado predecesor como el
Estado sucesor pueden establecer la pérdida de sus respectivas nacionalidades frente a la
adquisición voluntaria de la nacionalidad del otro.
Se establece en forma clara el derecho a una nacionalidad para todo individuo que tenía la calidad
de nacional del Estado predecesor a la fecha de la sucesión de Estados y, junto a ello, se consagra
la obligación internacional de prevenir la apatridia.
Se presume la nacionalidad del Estado sucesor a favor del individuo que revista la calidad de
residente habitual del territorio afectado por la sucesión de Estados a la fecha de dicha sucesión. Sin
embargo, dicha nacionalidad no podrá ser impuesta a nacionales de terceros Estados que sean
residentes habituales del territorio afectado.
Se recomienda a los Estados adoptar legislación sobre nacionalidad que sea compatible con lo
dispuesto en ella. De este modo, se reconoce tácitamente el principio que incumbe a cada Estado
determinar quiénes son sus nacionales.
El proyecto recoge los principios de unidad de la familia, de protección de los niños, de no
discriminación y de inoponibilidad frente a terceros estados de la nacionalidad concedida sin
respetar el principio del vínculo efectivo, salvo que resulte en apatridia.
Así mismo, la condición jurídica de los residentes habituales no será afectada por la sucesión de
Estados.
En la segunda parte del proyecto, se contempla específicamente la transferencia de parte del
territorio. Para este supuesto, se atribuye la nacionalidad del Estado sucesor a los residentes
habituales del territorio afectado y se dispone el retiro de la nacionalidad del Estado predecesor, a
menos que, en ejercicio del derecho de opción, el individuo desee conservarla.
En los casos de unificación y absorción, siempre el estado sucesor atribuirá su nacionalidad a
quienes a la fecha de sucesión revestían la calidad de nacionales de cualquier estado predecesor.
La pérdida de la nacional del estado predecesor, en caso de unificación, es consecuencia de la
desaparición de ese Estado. El Estado sucesor debe conceder su nacionalidad tanto a lo nacionales
de estado predecesor residentes en el territorio como a los que residen en un tercer Estado, salvo
que posean la nacionalidad de otro Estado.
Cuando ocurre la disolución de un Estado, la pérdida de la nacionalidad del Estado predecesor, es
también consecuencia de su desaparición.
En los casos de separación de parte de territorio, se establecen distintos criterios de atribución de la
nacionalidad por los Estados sucesores, siendo el criterio principal la residencia habitual y se regula
el derecho de opción.
a) Efectos de la sucesión de estados en materia de nacionalidad de las personas jurídicas: La
existencia de un vínculo de nacionalidad es necesaria para la aplicación del derecho internacional
respecto de una persona jurídica a fin de resolver cuestiones tales como los efectos de la protección
diplomática, los conflictos de leyes, el trato a los extranjeros, y la responsabilidad de los Estados. En
este sentido, cabe la observación de 2 puntos principales:
No existe un concepto rígido de nacionalidad respecto de las personas jurídicas;
La analogía que cabe trazar entre la nacionalidad de las personas jurídica y de las personas
naturales tiene un límite.
La nacionalidad de las personas jurídicas se establece con referencia a uno o varios elementos tales
como su constitución o formación, el domicilio social, el centro de operaciones, o el lugar de gestión
real y el control o interés preponderante.
El concepto de la nacionalidad de las personas jurídicas parece ser aceptado por el derecho de los
extranjeros; así el derecho inglés y el estadounidense, subordinan la nacionalidad de las personas
jurídicas al centro de constitución o creación; otros, como el derecho francés lo determinan en base
al domicilio real, mientras que el derecho alemán lo hace según el domicilio social.
El tema de la nacionalidad de las personas jurídicas propiamente dicho no ha sido tratado por la CDI.
Diferencias con el derecho interno y sus atenuaciones.
Uno de los métodos tradicionales utilizado por la ciencia jurídica para caracterizar al derecho
internacional se fundamenta en la comparación de este sistema con el derecho interno de los
Estados. Así es que el ordenamiento jurídico internacional, tal como ha sido definido, presenta una
serie de peculiaridades que lo distinguen de los distintos derechos internos.
La doctrina, en general, sostiene que las diferencias esenciales entre el derecho interno y el derecho
internacional radican en la inexistencia dentro de este último de: a) un órgano legislador; b) un
órgano juzgador obligatorio; c) un vínculo de subordinación de los sujetos de ese ordenamiento.

Efectos de la sucesión de Estados sobre la nacionalidad de las personas jurídicas.


La existencia de un vínculo de nacionalidad es necesaria para la aplicación del derecho internacional
respecto de una persona jurídica a fin de resolver cuestiones tales como los efectos de la protección
diplomática, los conflictos de leyes, el trato a los extranjeros, y la responsabilidad de los Estados. En
este sentido, cabe la observación de 2 puntos principales:
No existe un concepto rígido de nacionalidad respecto de las personas jurídicas;
La analogía que cabe trazar entre la nacionalidad de las personas jurídica y de las personas
naturales tiene un límite.
La nacionalidad de las personas jurídicas se establece con referencia a uno o varios elementos tales
como su constitución o formación, el domicilio social, el centro de operaciones, o el lugar de gestión
real y el control o interés preponderante.
El concepto de la nacionalidad de las personas jurídicas parece ser aceptado por el derecho de los
extranjeros; así el derecho inglés y el estadounidense, subordinan la nacionalidad de las personas
jurídicas al centro de constitución o creación; otros, como el derecho francés lo determinan en base
al domicilio real, mientras que el derecho alemán lo hace según el domicilio social.
El tema de la nacionalidad de las personas jurídicas propiamente dicho no ha sido tratado por la CDI.
Efectos sobre el ámbito económico: sucesión de Estados en materia de bienes, archivos y deudas.
Este aspecto de la sucesión de estados, ha sido regulado por la Convención de Viena de 1983, la
cual no ha reunido el número de Ratificaciones necesarias para su entrada en vigor.
Ejemplo de sucesión de Estados en materia de Bienes y archivos, la constituye el acuerdo de 2001
entre
Bosnia-Herzegovina, Croacia, Macedonia, Eslovenia y la Ex República Federativa de Yugoslavia
(actualmente los Estados de Serbia y Montenegro), que entró en vigor en 2004 y conforme al cual,
todos los Estados sucesores de la Ex República Federativa Socialista de Yugoslavia la suceden en
pie de igualdad en sus bienes archivos y deudas.
En materia de bienes la CV de 1983 establece un criterio para la adjudicación de la pertenencia de
los bienes del Estado predecesor al Estado sucesor:
Si se trata de bienes inmuebles, la regla general establece que los que estuvieran situados en el
territorio al que se refiere la sucesión pasarán al Estado sucesor. Cuando se encuentre en el
territorio de un tercer Estado (distinto al Estado predecesor) y en los casos de disolución, los bienes
pasarán a los Estados sucesores en partes equitativas.
Si se trata de bienes muebles, la regla determina que se adjudicarán al Estados sucesor aquellos
muebles del Estado predecesor vinculados a su actividad en relación con los territorios a los que se
refiere la sucesión.
Con relación a los archivos, se establecen distintas categorías de archivos que se trasmitirán del
estado predecesor, al estado sucesor:
Los archivos necesarios para la normal administración del territorio referidos a la sucesión del
Estado.
Los archivos distintos a los anteriores, que versen exclusiva o principalmente sobre el territorio al que
se refiera la sucesión de Estados.
3)La prueba disponible en sus archivos que guarde relación con títulos territoriales del territorio
transferido o de sus fronteras.
4) Los archivos vinculados a los intereses del territorio transferido, siendo las reproducciones a
solicitud y expensas del Estado sucesor.
La regla general establece que el traspaso de los archivos de Estado predecesor, al estado sucesor,
se regirá en principio por lo que ellos acordaren. Ese acuerdo, sin embargo, no puede menoscabar el
derecho de los pueblos del Estado sucesor al desarrollo, a la información sobre su historia, y a su
patrimonio cultural.
Conforme a la CV de 1983, se entiende por deudas de Estado a aquellas obligaciones financieras
del estados predecesor para con otro Estado, Organización Internacional, o cualquier otro sujeto de
derecho internacional, contraídas de conformidad con el derecho internacional. La convención en
este aspecto se aparta de la doctrina por el árbitro de en el asunto de la deuda pública Otomana que
estableció que el derecho consuetudinario no preveía la distribución proporcional de la deuda del
Estado predecesor entre los nuevos Estados sucesores. La Cv, establece, por su parte, que a falta
de acuerdo, la deuda del Estado predecesor, pasará al Estado sucesor en proporción equitativa en
relación con los bienes, derechos e intereses transferidos al Estado sucesor respecto de la deuda
contraída por el Estado predecesor.
Otros sujetos de Derecho Internacional.
Existe una serie de situaciones internacionales, cuya subjetividad internacional no aparece en todos
los casos como indiscutida.
a. La situación de la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano.
La Santa Sede: su personalidad internacional:
Entendemos por Santa Sede, según ha sido definida por el canon 361 del Codex Iuris Canonici,
revisado el 25 de enero de 1983:
«No sólo el Romano Pontífice, sino también las Congregaciones, los Tribunales y los Oficios, por
medio de los cuales el mismo Romano Pontífice suele despachar los asuntos de Ia Iglesia
Universal.»
La Santa Sede, precisamente por estar a la cabeza de ella el Papa, podemos también definirla como
el ente central y supremo de la Iglesia Católica.
La subjetividad de la Santa Sede dentro de la Sociedad internacional se remonta a la época del
nacimiento de esta última y tiene una base histórica innegable, unida a razones de orden espiritual.
Por ellas, la Santa Sede, aun en la época en que estuvo privada de base territorial entre los años
1870 y 1929,
«continuó operando como sujeto internacional, recibiendo y enviando agentes diplomáticos y
concluyendo actos regulados por el Derecho Internacional». Pero, aun prescindiendo de razones de
orden histórico, existen otras de orden puramente jurídico que resultan también convincentes para
afirmar la personalidad internacional de la Santa Sede.
La afirmación de su personalidad internacional se basa en las sgtes. Razones:
La Santa Sede, pese a la desaparición de los Estados Pontificios a partir de 1870, continúa siendo
destinataria de normas internacionales y ejercitando el derecho de legación activo y pasivo,
características inherentes de los sujetos con personalidad internacional.
Ha participado y sigue participando en la conclusión de verdaderos y propios negocios jurídicos
internacionales, creadores de normas internacionales.
Que su potestad, en orden a la creación de instrumentos jurídicos internacionales, se ha manifestado
y se manifiesta, no sólo en lo que se refiere a los Concordatos, sino también en la estipulación de
auténticos tratados internacionales. Ejemplo bien claro fue la conclusión del Tratado de Letrán entre
el Reino de Italia y la Santa Sede, que fue parte en el mismo, reconociéndosele además su
personalidad internacional preexistente, y creándose un nuevo sujeto internacional, que se le
denominó «Estado de la Ciudad del Vaticano». Que la Santa Sede actuó como parte en el Tratado
de referencia y consiguientemente como sujeto internacional resulta evidente, pues es totalmente
inadmisible mantener que fuera el propio Estado de la Ciudad del Vaticano quien pactara, ya que
aún no había nacido.
i. La ciudad del Vaticano: su personalidad internacional. Naturaleza jurídica.
La Ley de Garantías italiana del año 1871 no dio a la llamada «cuestión romana» una solución
satisfactoria, ya que se trataba de una solución unilateral, que no fue aceptada por el Papa.
Con la Ley de Garantías se pretendió consagrar la desaparición de la soberanía temporal,
negándosele incluso a la Santa Sede la propia ဠlos Estados Pontificios y no se reconocía al Papa
más que unas determinadas prerrogativas. De esta situación se sale por los Acuerdos de Letrán, de
11 de febrero de 1929.
Los Acuerdos de Letrán son tres: Un tratado político, un Concordato y una convención financiera.
Por el primero y en su art. 3: «Italia reconoce a la Santa Sede la plena propiedad y la exclusiva y
absoluta potestad.
Y jurisdicción soberana sobre el Vaticano, tal como actualmente está constituido, por los especiales
fines y con las modalidades estipuladas en el presente Tratado. Los límites de dicha Ciudad son los
indicados en el piano que constituye el anexo I del presente Tratado.
La personalidad internacional de la Ciudad del Vaticano nació el mismo día en que se ratificaron los
acuerdos de Letrán; es decir, el 7 de junio de 1929.
En el mismo día de la ratificación, el Sumo Pontífice, por Motu proprio, promulgó las seis leyes
orgánicas que constituyen las bases jurídicas sobre las cuales se asienta el nuevo Estado. Tales
leyes se publicaron el día siguiente en el suplemento del Acta Apostoiicae Sedis y constituyeron la
primera manifestación de la soberanía del nuevo Estado, cuyos poderes se acumulan, y aún más se
encaman, en el órgano supremo que es el Romano Pontífice. En las citadas leyes orgánicas se
estableció lo siguiente: En la primera y fundamental se determinaron los órganos constitucionales del
Estado, su composición, sus atribuciones y las garantías jurídicas de los que crean violado su propio
derecho o interés por un acto administrativo. Se estableció también la bandera, el escudo de armas
y el sello oficial de la Ciudad del Vaticano. Por la segunda, se determinan las fuentes del Derecho;
en la tercera, se establece la ciudadanía vaticana y la residencia; en la cuarta, se contiene el
ordenamiento administrativo: la quinta señala el ordenamiento económico, comercial y profesional, y
la sexta, las prescripciones sobre la seguridad pública.
El territorio está constituido por un espacio geográfico que no se halla sometido a ninguna otra
potestad que no sea la del gobierno propio de la Ciudad del Vaticano. Ello queda reglamentado en el
art. 4 del Tratado de Letrán, que dice exactamente:
«La soberanía y la jurisdicción exclusiva que Italia reconoce a la Santa Sede sobre la Ciudad del
Vaticano supone que en la misma no puede llevarse a efecto ninguna injerencia por parte del
Gobierno italiano y que no existe otra autoridad en ella que la de la Santa Sede»
El territorio de la Ciudad del Vaticano, que comprende una superficie de 44 hectáreas, está
delimitado por el art. 3 del Tratado de Letrán, respecto al cual cabe hacer la consideración de la
situación particular de la plaza de San Pedro, que:
«Continuará estando normalmente abierta al público y sujeta a los poderes de policía de la autoridad
italiana»;
Pero, no obstante ello:
«cuando la Santa Sede, por funciones particulares, creyese oportuno cerrar temporalmente la plaza
de San Pedro al libre tránsito del público, las autoridades italianas, al menos que no sean invitadas
por la autoridad competente a permanecer, se retirarán más allá de la línea externa formada por las
columnas de Bemini y su prolongación»
Más tarde, en el art. 7 del mismo Tratado se estipula que,
«en conformidad a las normas de Derecho Internacional, está prohibido a las aeronaves de cualquier
especie sobrevolar el territorio del Vaticano».
Con ello se expresa claramente que la soberanía vaticana se extiende a la columna de aire por
encima de la Ciudad del Vaticano.
La población, la forman los ciudadanos que tengan su residencia estable en la Ciudad. La residencia
sé deriva según el artículo 9, de la relación de dignidad, cargo, oficio o empleo, siempre que se trate
de dignidades eclesiásticas para las cuales está prescrita la concesión de ciudadanía (art. 10).
Puede concederse también la ciudadanía vaticana por el Papa, por el Secretario de Estado y por el
Gobernador de la Ciudad del Vaticano y se consideran también ciudadanos los Cardenales aunque
residan en la ciudad de Roma. Como se ve, no se siguen los criterios utilizados generalmente por el
Derecho de nacionalidad, del ius soli (lugar de nacimiento) o ius sanguinis (nacionalidad de los
padres), para la concesión de la ciudadanía.
Naturaleza jurídica de la Ciudad del Vaticano.
La propia razón de ser de la Ciudad del Vaticano nos ha de aclarar el problema de su naturaleza
jurídica.
Su creación obedece a la necesidad de asegurar la libertad absoluta y visible y la independencia de
la Santa Sede, asegurándole de modo estable una condición de hecho y de derecho que garantice la
absoluta independencia para el cumplimiento de su alta misión en el mundo.
Ello pone de manifiesto que el «Estado» de la Ciudad del Vaticano —así se le denomina en los arts.
22 y
26 del Tratado de Letrán— es un ente con la especial misión de servir de base territorial a otro — la
Santa Sede— . Por otro lado, tampoco podemos dejar de reconocer que en el mismo se dan, e
incluso fueron buscados así de propósito, los elementos — territorio, población, organización y
soberanía— que caracterizan al Estado moderno y que el ordenamiento internacional los toma como
base para la subjetividad internacional.
Por último, el Estado de la Ciudad del Vaticano ha sido reconocido internacionalmente, tanto por
Italia como por los demás Estados.
Se trata de un Estado neutralizado. La situación de la Ciudad del Vaticano por lo que respecta a
Italia es de plena soberanía. Las mutuas obligaciones asumidas por ambas partes clarifican la
cuestión. La Santa Sede se compromete a cerrar los accesos del Vaticano, excepto la plaza de San
Pedro, y asumir la reglamentación de los Institutos religiosos que tienen propiedad en su territorio.
Por su parte, el Estado italiano se comprometió a dejar libre de todo vínculo de eventuales ocupantes
al territorio de la Ciudad del Vaticano, comprometiéndose además a asegurar a sus expensas los
servicios telefónicos, telegráficos y postales, etc., del Vaticano. Se comprometía también el Estado
italiano a no alterar los nombramientos administrativos que interesen al Vaticano sin acuerdo de éste
y al libre acceso a la Ciudad del Vaticano de los Cardenales, diplomáticos, etc.
El problema de la relación entre la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano.
Se trata de 2 sujetos del derecho internacional, cuyo nexo de unión radica precisamente en la
existencia de un Órgano común a ambos: el Papa.
«El Sumo Pontífice, soberano del Estado y de la Ciudad del Vaticano, tiene la plenitud de los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial.»
El Papa, como es sabido y recoge expresamente el canon 361 del Codex Iuris Canonici citado, está
a la cabeza de la Santa Sede y, por otro lado, es el soberano de la Ciudad del Vaticano.
No se debe olvidar tampoco que la Santa Sede es, un sujeto de D.I. Tal personalidad aparece
expresamente reconocida en el art. 2 del Tratado lateranense, cuando se dice que «Italia reconoce la
soberanía de la Santa Sede en el campo internacional, tributo inherente a su naturaleza, en
conformidad a la tradición y a las exigencias de su misión en el mundo»
Precisamente valiéndose de dicha personalidad se estipuló el acuerdo que dio nacimiento al Estado
de la Ciudad del Vaticano.
La unión entre la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano ha sido definida como un
supuesto de unión personal. La relación de subordinación entre la Ciudad del Vaticano y la Santa
Sede hace que, por el contrario, la unión entre estos dos peculiarísimos sujetos del Ordenamiento
internacional, aunque pueda llevarse a la figura general de las uniones internacionales, no sea
clasificable.
Ello no es obstáculo para que reconozcamos la subjetividad internacional del Estado de la Ciudad
del Vaticano que se presenta como la libre creación en un Tratado de un sujeto internacional por
otros dos sujetos internacionales — Santa Sede e Italia— reconocido por la generalidad de los
miembros de la Comunidad Internacional y con la finalidad de que cumpliera la misión primordial de
dar base territorial a un sujeto internacional preexistente — la Santa Sede— y facilitara con ello el
cumplimiento por este último de su cometido de orden preferentemente religioso.
La Soberana Orden de Malta.
Uno de los casos más discutidos de personalidad internacional es el de la Soberana Orden de Malta.
Dicha Orden gozó en otro tiempo de clara soberanía territorial y tuvo originariamente un carácter
religioso-militar, siendo conocida por la denominación de Orden de San Juan de Jerusalén. En su
historia se pueden distinguir cuatro periodos:
El primero es el de su establecimiento en el Sacro Hospital de San Juan de Jerusalén entre los años
1042 a 1310;
En segundo período se inaugura con la ocupación de la Isla de Rodas, que pertenecía al Imperio
bizantino, y en la cual permaneció dos siglos. Por Bula de Nicolás V, del año 1446, el Gran Maestre
de la Orden fue reconocido como Príncipe soberano de Rodas.
Un tercer período se abre en el año 1530, en que la Orden se traslada a la Isla de Malta por merced
de Carlos V En ella continúa hasta el año 1798 en que fue ocupada la isla por Napoleón y fue
expulsada de la misma. La expulsión se consolidó internacionalmente en el Tratado de paz de París,
de 1814, cuyo art. 7 confiere la Isla de Malta a Inglaterra.
El cuarto período en la historia de la Orden que va desde la fecha de su expulsión (1798) hasta
nuestros días, hay que centrarlo en Roma.
En los años cincuenta la Orden pasó por un mal momento, ya que llegó a discutirse ante los
Tribunales de la Curia Romana su propia existencia. La Sentencia cardenalicia de 24 de enero de
1953 dejó bien sentado que se trata de una Orden religiosa y como tal depende de la Santa Sede y
está regulada por el Ordenamiento Canónico, pero en el ámbito de este Ordenamiento y en los
límites de esta subordinación, goza de una amplia autonomía de organización y movimiento, la cual
le permite asumir derechos y deberes de carácter internacional frente a terceros Estados, quienes la
reconocen como sujeto de Derecho Internacional .
Respecto a la personalidad internacional, hay que tener en cuenta que la Orden de Malta mantiene
relaciones diplomáticas con algunos Estados o sujetos del D.I., entre los cuales se encuentra
España, Argentina, Brasil, Haití, San Marino y la Santa Sede. Por parte italiana fue reconocida por
Decreto de 2 de diciembre de 1929, y la personalidad de la Orden de Malta también se encuentra
reconocida por Sentencias del Tribunal de Casación italiano.
Aunque la personalidad internacional fue sostenida por bastantes autores, debemos manifestar que
la dependencia de la Santa Sede y la falta de territorio le dan un status bastante equívoco, y es
dudosa e insatisfactoria la postura de mantener sin ningún género de dudas la personalidad
internacional plena de la Orden de Malta.
La subjetividad internacional de los pueblos.
En el orden jurídico internacional contemporáneo está vigente un principio fundamental según el cual
todos los pueblos tienen derecho de libre determinación.
La formación del indicado principio como principio de Derecho Internacional general positivo se ha
producido principalmente en el contexto de la lucha por la descolonización.
Por lo que se refiere a su proyección en el contexto de la descolonización posee especial relevancia
la Resolución 1514 de 1960 que contiene la «Declaración sobre la independencia a los países y
pueblos coloniales».
En una formulación más general se encuentra el reconocimiento hecho por la Resolución 2625 de
1970 que establece que:
“todos los pueblo tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencia externa su condición
política, y de proseguir su desarrollo económico, social y cultural; y todo Estado tiene el deber de
respetar ese derecho…”
Siendo entonces el objetivo último del principio de libre determinación, en su sentido más general, la
realización de la democracia.
En el margen del régimen del derecho a la libre determinación cabe hacer un distingo entre aquellos
pueblos cuyo territorio posee un status internacional específico, de los pueblos organizados o
integrados a un Estado:
1) En el primer caso, se trata de los pueblos sometidos a la dominación colonial donde el Estado
que administra o controla el territorio no es considerado, a la luz del D° Internacional, como
representante legítimo del pueblo que lo habita.
En este supuesto, el ejercicio del derecho a la libre determinación cosiste en la expresión libre y
genuina de la voluntad del pueblo de un territorio no autónomo, el cual podrá alcanzar la plenitud del
gobierno propio constituyéndose en Estado independiente, o asociándose o integrándose libremente
a un Estado independiente.
Por otro lado, a la condición jurídica de los pueblos dominados colonialmente, cabe asimilar por un
lado los pueblos sometidos a dominación extranjera (tal el caso del pueblo palestino) y la de los
pueblos sometidos a regímenes racistas. Todos estos pueblos tienen un derecho protegido, en el
orden internacional a liberarse de esa situación y es en ésta medida que son sujetos en el orden
internacional. 2) También los pueblos constituidos en Estado, son titulares del derecho a la libre
determinación. En estos casos, el Estado representa legítimamente al pueblo en su conjunto y por
ello, dentro de la actual estructura de la Comunidad Internacional, no puede en principio plantearse
la cuestión de posibles subjetividades internacionales separadas de otros “pueblos” integrados en
ese territorio.
El núcleo central del derecho de autodeterminación en este caso entendido como manifestación de
la soberanía, es el de elegir libremente sin injerencia extranjera su propia condición política.
No cabe afirmar el derecho a la secesión de un pueblo minoritario en el seno de una comunidad
estatal si “de conformidad con el ppio. de la libre determinación de los pueblos está dotado de un
gobierno que representa a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio sin distinción por motivos
de credo, raza o color”.
Ciertamente no puede ignorarse que cuando se produce el hecho de la disolución de un Estado, el
principio de libre determinación cumple una función legitimadora de la consolidación de nuevos
estados surgidos en sustitución del anterior (tal como ha sucedido con los estados nacientes de la
disolución de la URSS).
En todos los casos son cuestiones de autodeterminación “interior” las que pueden plantearse, pero
que en el derecho Internacional no se plantea la posibilidad de que un “pueblo” integrado en un
Estado tenga derecho a ejercer internacionalmente una capacidad de obra diferente de la que
ejercita el estado que lo representa.
No obstante es importante destacar la situación en la que un Estado utiliza la fuerza armada contra
una “colectividad humana” separada dentro de su territorio que por hipótesis reivindicara
pacíficamente su autodeterminación, lo que sería un acto gravemente violador de los derechos
humanos y de los miembro de tal comunidad, y sólo en esa medida, ello podría abrir una vía para la
afirmación de la titularidad de un derecho de autodeterminación en el plano internacional, según el
cual el pueblo decidiría su independencia o integración de un Estado.
Por último, cabe recordar que multitud de instrumentos internacionales, en particular resoluciones de
órganos y organismos de la ONU, han establecido el derecho de todos los pueblos a la soberanía
permanente sobre sus riquezas, recursos naturales y su derecho al desarrollo.
d. Beligerantes, insurrectos y movimientos de liberación nacional.
Estudiamos aquí situaciones que se originan con motivo de movimientos insurreccionales. En
algunos casos el grupo social que se ha sublevado llega a controlar una parte del territorio del
Estado y a establecer sobre el mismo una cierta organización. La existencia de una tal situación,
puede ser reconocida tanto por el propio Gobierno del Estado donde acontece, como por terceros
Estados y tiene una serie de consecuencias importantes. La principal de ellas es la de aplicar a la
contienda civil los derechos y obligaciones derivados del Derecho de Guerra y de neutralidad. Los
terceros Estados pueden tener intereses en el territorio ocupado por los sublevados y la necesidad
de proteger los que también tengan en dicho territorio sus nacionales. La declaración de beligerancia
les permite también poder beneficiarse del status de neutralidad.
Al grupo sublevado le supone también el beneficio de serle aplicable las leyes de la guerra, y el que
se les trate por terceros países en un plano de igualdad respecto al Gobierno legítimo.
La Comunidad rebelde posee ciertos derechos, y obligaciones directamente emanados del orden
jurídico internacional, lo que evidencia que tiene el carácter de sujeto internacional. Si bien se trata
de un sujeto de carácter provisional, pues la situación de hecho sobre la que se funda la subjetividad
de los beligerantes está destinada a desaparecer. En efecto, el status que se les reconoce
desaparece con la terminación de la guerra civil, cuando la insurrección es aplastada o, finalmente, si
llega a controlar todo el territorio, transformándose en este último caso de Gobierno de facto local o
Gobierno de facto general.
Una situación no igual, pero vecina, es la conocida por insurrección. Es propia de la práctica
americana y se aplica de una manera preferente para los casos de buques insurrectos que ejercen
actos de guerra en el mar.
El D.I. americano se ocupa de la cuestión en varias Convenciones, y especialmente en la firmada en
La Habana en 1928, titulada «Deberes y derechos de los Estados en caso de guerra civil». De ella
citamos dos artículos muy significativos:
En el art. 2 se dice que: «la calificación de piratería, emanada del Gobierno del país, contra buques
alzados en armas no obliga a los demás Estados»,
Y en el art. 3.° se estipula que «el buque insurrecto, de guerra o mercante, equipado por la rebelión
que llegue a un país extranjero o busque refugio en él será entregado por el Gobierno de éste al
Gobierno constituido del país en lucha civil y los tripulantes serán considerados como refugiados
políticos».
Los dos artículos citados son suficientes para poner de relieve cómo la situación de insurrección
tiene una regulación especial. Finalmente, en manera alguna debe hablarse de la subjetividad
internacional de los insurrectos. Son situaciones totalmente transitorias que, sí consiguen apoyo
territorial, pueden transformarse en beligerancia.
Una cuestión nueva y en cierto modo vecina a las anteriores, presentan los Movimientos de
liberación nacional, organizados con la finalidad de luchar por la independencia de las Colonias,
conseguir un asentamiento territorial para un pueblo — caso de la Organización para la Liberación
de Palestina— , la secesión de una parte de un Estado o incluso el cambio de un régimen político.
Encontramos en la práctica de las Organizaciones Internacionales — O.N.U., Organismos
especializados y O.U.A.— la tendencia a admitir a los M.L.N. a las deliberaciones de algunos
órganos — la A.G. de las N.U. por su Resolución 3210 de 1974 admitió a la O.L.P. a participar en
sus deliberaciones— y a concederles un estatuto de Observador ante diversos Órganos o en las
Conferencias organizadas por las mismas. Por otro lado, la tendencia que se abre paso es aplicar a
los miembros de los M.L.N. las leyes de la guerra y que puedan beneficiarse del Convenio de 1949
sobre Prisioneros y del Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, de 10 de junio de
1977, relativo a los Conflictos armados de carácter internacional.
Finalmente y por lo que se refiere a la subjetividad internacional, la práctica y la doctrina distan
mucho de la unanimidad. Para más progresiva de las doctrinas, tienen una «personalidad jurídica
parcial» para las cuestiones relativas a la guerra de liberación nacional o una personalidad
internacional conferida bajo ciertas condiciones. Por tratarse en la mayoría de los casos de conflictos
internacionales o internacionalizados en los que los M.L.N. participan, no cabe negar la aplicación a
los mismos de normas internacionales, lo que lleva aparejado unos derechos y deberes
internacionales y subsiguientemente un reconocimiento, ya sea limitado, de su subjetividad
internacional.
e. La subjetividad internacional de las Organizaciones Internacionales.
Ha sido la práctica y la jurisprudencia internacionales quienes han resuelto el problema precisamente
en favor de su subjetividad de las Organizaciones.
Sobre la sociedad de naciones, cabe decir que con su participación en acuerdos donde se afirmaba
su personalidad internacional, que fue reconocida expresamente por algunos Estados, como Suiza
por ejemplo.
Por otro lado, la S. de N. ejercitó el derecho de legación y poderes especiales respecto al Sarre, a
Danzig, a la protección de minorías, a la concesión de mandatos, etc., que no podían confundirse
con los derechos y obligaciones de cada uno de sus Estados miembros.
La Organización de Naciones Unidas, en la redacción de su carta dio un paso al frente al
prescribirse en los arts. 104 y 105, de la misma, que:
«la Organización gozará, en el territorio de cada uno de sus miembros, de la capacidad jurídica que
sea necesaria para el ejercicio de sus funciones y la realización de sus propósitos», Y también:
«gozará de los privilegios e inmunidades necesarias para la realización de los mismos»
La capacidad a que se refiere es no sólo la de Derecho interno, sino también la de D.I., y la
concesión de privilegios e inmunidades da por supuesto su personalidad internacional.
Contra lo anterior podría argumentarse, como se ha hecho, que su personalidad estaba limitada al
interior de la Organización, y también respecto a los Estados miembros de la misma. Ello excluiría su
personalidad o subjetividad internacional respecto a la Comunidad Internacional general. A sacar de
las posibles dudas ha venido el T.I.J. en su Dictamen de 11 de abril de 1949 sobre la Reparación de
daños sufridos al servicio de las N.U.
En el referido Dictamen se afirma de forma categórica, no sólo la subjetividad internacional de la
Organización de las N.U., sino también su capacidad de obrar, incluso respecto de Estados no
miembros de la Organización, y ello es tanto como afirmar la subjetividad dentro de la Comunidad
internacional general.
Lo dicho es de por sí lo suficientemente significativo para dejar sentado que la personalidad de las
Organizaciones internacionales es un hecho reconocido por la Jurisprudencia; pero podría objetarse
que
el Dictamen transcrito sólo se refiere a |as N.U. Ello sólo es cierto en parte, ya que contiene
afirmaciones que son susceptibles de generalización tales como las siguientes:
Que los Estados tienen el poder de crear no sólo Organizaciones internacionales, sino dotarlas de
subjetividad o personalidad internacional objetiva. A sensu contrario, no podrán ser dotadas de dicha
subjetividad internacional por personas físicas o jurídicas particulares.
Que, si posee la personalidad internacional, «es una entidad capaz de ser beneficiaría de las
obligaciones que competen a sus miembros»
Que «las exigencias de la vida internacional y el incremento progresivo de las actividades colectivas
de los Estados han hecho surgir ejemplos de acciones ejercidas en el plano internacional por ciertas
entidades que no son Estados». Estas tienen unos fines y unos principios. «Para cumplir sus fines es
indispensable que la Organización tenga personalidad internacional» Las tres afirmaciones
anteriores traen como consecuencia:
Que a los Estados les corresponde crear las Organizaciones internacionales y dotarlas de
personalidad internacional.
Que la personalidad internacional de la Organización supone gozar de los derechos que le competen
a sus miembros y estos le hayan transmitido o conferido. Los derechos y obligaciones son
naturalmente de Derecho internacional. Con ello se define más claramente su personalidad.
Que, dado el carácter funcional de las Organizaciones internacionales, los fines que persigan y la
necesidad de dar cumplimiento a los mismos en la esfera internacional, condicionará su
personalidad.
Sólo aquellas Organizaciones cuyas finalidades tengan que ser ejercidas dentro del ámbito del
Ordenamiento internacional gozarán de personalidad internacional. A sensu contrario, aquellas
Organizaciones cuyas actividades sean desarrolladas en el campo del Derecho interno no deben ser
consideradas en manera alguna como dotadas de personalidad internacional.
Esto último cabe decir de las Organizaciones no gubernamentales, cuya personalidad dentro de la
Comunidad internacional general debe ser negada. El que puedan estar dotadas de un estatuto
consultivo dentro de las N.U. nada nos hace modificar la posición negativa, ya que como máximo se
podría hablar de que gozan de una personalidad limitada dentro del ordenamiento particular de las
N.U.
que constituye, como es sabido, un D.I. particular.

Derecho Internacional Público – Bolilla 4: Inmunidad del Estado.


Tema 1: Inmunidad de Estado. Ideas generales. Fundamento de la Inmunidad de Estado. Alcance de
la Inmunidad de jurisdicción. Órganos a los que se extiende la Inmunidad. Excepciones a la
Inmunidad de Jurisdicción. Inmunidad de Ejecución. Legislación.
IDEAS GENERALES. Fundamento de la Inmunidad de Estado.
En la vida de relación internacional los Estados suelen admitir que otros Estados extranjeros
mantengan relaciones jurídicas de muy diverso tipo en el ámbito de su propia soberanía. Así, como
es sabido, los Estados extranjeros realizan en otros Estados funciones de carácter administrativo,
judicial o notarial a través de sus representantes diplomáticos y funcionarios consulares, pero
también los Estados extranjeros pueden comprar o alquilar inmuebles, contratar servicios, emitir
empréstitos, recibir herencias o legados, etc. Como consecuencia de los litigios surgidos de estas
relaciones jurídicas, los Estados pueden acudir a los tribunales de otro Estado como demandantes o
demandados y, finalmente, ganar o perder pleitos.
Sin embargo, como tanto el Estado extranjero como el Estado territorial, es decir, aquel ante cuyos
tribunales se juzga a otro Estado, son dos entes dotados de independencia y de soberanía (ello en
razón del principio de isonomía jurídica reconocido por la paz de Westfalia 1648 en virtud del cual los
estados son soberanos, íntegros e iguales). Se produce entonces una situación en la que se
enfrentan una entidad soberana, con otra entidad, que también goza de soberanía. El principio de la
soberanía territorial y de la independencia protege el interés del Estado territorial de legislar, juzgar y
decidir las relaciones que se desarrollan en el ámbito de su competencia; el principio de la soberanía
e igualdad* del Estado extranjero protege el interés de dicho Estado de que en todo caso, o al menos
en determinados supuestos, no deba someterse a los órganos judiciales y administrativos del Estado
territorial.
Para armonizar estos intereses contrapuestos se ha desarrollado en el ordenamiento jurídico
internacional la regla general o principio, conocido con el nombre de inmunidad del Estado o
inmunidad soberana, en virtud del cual los Estados extranjeros, en determinadas circunstancias, no
están sometidos a los tribunales u órganos administrativos de otro Estado.
La «inmunidad» es un derecho que tiene alguien (persona o Estado) frente a otro (autoridad o
Estado) que «no puede» ejercer su poder. La inmunidad significa la falta de poder, o la necesidad de
no ejercerlo o suspenderlo, en determinados casos.
En el orden internacional y en relación con los Estados extranjeros, la inmunidad presenta dos
modalidades:
la inmunidad de jurisdicción, en virtud de la cual el Estado extranjero no puede ser demandado ni
sometido a juicio ante los tribunales de otros Estados,
la inmunidad de ejecución, en virtud de la cual el Estado extranjero y sus bienes no pueden ser
objeto de medidas de ejecución, o de aplicación de las decisiones judiciales y administrativas, por los
órganos del Estado territorial.

La inmunidad del Estado no es absoluta dado que, como todo derecho, puede ser objeto de renuncia
y tiene límites según la naturaleza del asunto. Los Estados extranjeros están obligados a observar
las leyes del Estado en el que desarrollan sus actividades.
La inmunidad existe únicamente respecto a la jurisdicción de los órganos judiciales y administrativos
del Estado territorial. Además los Estados extranjeros, como es lógico, están obligados a observar
sus obligaciones internacionales y desde este punto de vista, no gozan de ninguna inmunidad. El
Estado extranjero es internacionalmente responsable de sus actos contrarios a sus obligaciones
internacionales, incluidos los actos cubiertos por la inmunidad de jurisdicción, pero dicha
responsabilidad se produce en un plano distinto, el de la responsabilidad internacional, y sólo es
exigible de conformidad con los mecanismos previstos por el propio ordenamiento jurídico
internacional. La inmunidad de jurisdicción del Estado se refiere, por lo tanto, sólo a los
procedimientos judiciales ante los tribunales de otros países y no afecta en absoluto a la
responsabilidad internacional del Estado en el caso de incumplimiento de sus obligaciones conforme
al Derecho internacional y a las controversias en que los Estados sean parte ante tribunales
internacionales.
Las normas internacionales sobre la inmunidad del Estado son esencialmente consuetudinarias.
Los precedentes de la práctica estatal son muy abundantes, pero dicha práctica es muy variable en
algunos aspectos de la institución y, en especial, respecto al alcance de la inmunidad. No hay
ningún convenio multilateral general de codificación internacional de la inmunidad de los Estados.
Algunos convenios generales de Codificación del Derecho Internacional Marítimo contienen
disposiciones dispersas que afectan a algunos aspectos de la cuestión. A modo de ejemplo, las
Convenciones de Ginebra de 1958 sobre el mar territorial y la zona contigua y sobre la alta mar, la
convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 se refieren a la inmunidad de
los buques de guerra y de los buques destinados a un servicio oficial no comercial.
La Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas incluyó el tema de la inmunidad de
los Estados entre los que era posible la preparación de un convenio de codificación de ámbito
universal. Desde 1978 la Comisión de Derecho Internacional ha preparado su codificación. En 1991
la Comisión de Derecho Internacional aprobó el texto final de un conjunto de veintidós artículos
sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes que han sido presentados a la
Asamblea General. En el ámbito regional existe la Convención europea sobre la inmunidad de los
Estados, hecha en Basilea el 16 de mayo de 1972 .
Históricamente el principio de la inmunidad de los Estados extranjeros se desarrolló a partir del
reconocimiento de las inmunidades y privilegios de los soberanos extranjeros y de sus
representantes diplomáticos. Reconocidos éstos en primer lugar, es a partir de comienzos el siglo
XIX cuando empieza a admitirse la inmunidad de los Estados en cuanto tales.
El principio fue expresado con completa claridad en 1812 por el Juez Marshall, presidente del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en el asunto The Schooner Exchange, en el que, después
de afirmar el carácter pleno y absoluto de la jurisdicción de los Estados, y de referirse a la igualdad e
independencia de éstos, dijo: «Esta perfecta igualdad y absoluta independencia de los soberanos, y
este interés común que les induce a mantener relaciones mutuas y a prestarse servicios recíprocos,
han dado lugar a una categoría de situaciones en las que se entiende que cada soberano renuncia al
ejercicio de una parte de esa jurisdicción territorial plena y exclusiva de la que se ha dicho que es un
atributo de todas las naciones»
Esta formulación tiene los elementos esenciales del principio de la inmunidad al recoger la plenitud
de la soberanía de los Estados, por un lado, y la limitación que para dicha soberanía representa la
soberanía de los demás. La institución de la inmunidad del Estado se basa, pues, en el principio de
la igualdad soberana de los Estados y se expresa en la máxima par in parem non habet imperium
(los iguales no tienen jurisdicción uno sobre otro).
La inmunidad de jurisdicción puede considerarse como una consecuencia del principio de la
soberanía que tiene el Estado que la invoca. Desde esta perspectiva la inmunidad es un derecho que
posee cualquier Estado y una limitación que los demás Estados tienen en su facultad para dictar las
normas que determinan la jurisdicción de sus tribunales o las competencias de sus órganos
administrativos.
Desde otro punto de vista, la cuestión de la inmunidad jurisdiccional de un Estado presupone el
establecimiento de un fundamento jurídico firme de competencia o jurisdicción de la autoridad de otro
Estado para iniciar el procedimiento o para conocer el asunto en litigio.
La inmunidad del Estado también puede considerarse desde la perspectiva de la competencia de los
tribunales estatales para juzgar determinados asuntos. Así actos de un Estado extranjero, como la
expulsión de un ciudadano de otro país, el embargo de determinados bienes o la detención de uno
de sus nacionales, no son susceptibles de ser juzgados por los tribunales de otro Estado.
Tanto si se fundamenta la competencia judicial interna de los tribunales estatales en eterminados
principios generales, como si se hace descansar en la adecuación de la naturaleza del litigio, en todo
caso hay que tener presente que la inmunidad del Estado no radica ni en una renuncia voluntaria del
Estado territorial, ni en una regla de cortesía internacional, ni tampoco en ninguna
«extraterritorialidad», sino que dicho fundamento se encuentra en una regla general de Derecho
internacional público de carácter consuetudinario.
ALCANCE DE LA INMUNIDAD DE JURISDICCIÓN
La práctica de los Estados ha sufrido una evolución en la que partiendo en algunos Estados de una
concepción amplia de la inmunidad de los Estados extranjeros (doctrina de la inmunidad absoluta),
progresivamente se ha ido configurando en un mayor número de países como circunscrita a los
actos propios de las funciones oficiales (doctrina de la inmunidad restringida).
) Doctrina de la Inmunidad Absoluta:
La concepción amplia de la inmunidad del Estado según la cual los Estados extranjeros no pueden
ser demandados ni sometidos a la jurisdicción de los tribunales de un determinado país, incluso si se
trata de asuntos civiles o mercantiles, ha sido mantenida durante muchos años por los tribunales
británicos y americanos.
Actualmente todavía la defienden, con mayor o menor rigor, algunos países como Australia y ciertos
países iberoamericanos (Argentina, Brasil, Colombia, Chile).
Como críticas a esta postura se señalan: principalmente el hecho de que el sometimiento de un
Estado en sus conflictos a sus propios tribunales, haría de él juez y parte en el litigio; en segundo
lugar, supone costos muy elevados a quien pretende demandar en especial cuando se trate de
particulares. Implica además la necesidad de conocer la legislación del otro Estado y no da la
“igualdad de condiciones” que actúa como base de todo proceso.
) Doctrina de la Inmunidad Restringida: En la época del intervencionismo del Estado en la vida
económica, la que se abre luego de la I GM, puntualmente con la caída de la bolsa de Wall Street en
1929, que importó la caída del comercio internacional, dependiente de los EE, y en razón del
incremento de las demandas por los particulares por el incumplimiento de sus obligaciones la
jurisprudencia de diversos países adopta, una posición restrictiva de la inmunidad de los Estados
extranjeros. El criterio seguido consiste en reconocer la inmunidad a sus actuaciones públicas y en
negarla en los casos en que dichos Estados actúen como podría hacerlo un particular.
La razón de esta limitación se encuentra en la protección del interés de los nacionales que realizan
operaciones comerciales o de naturaleza privada con Estados u organismos estatales extranjeros.
Los comerciantes, y en general los nacionales del propio país, podían encontrarse con la
imposibilidad de presentar reclamaciones y solicitar justicia ante sus propios tribunales si los Estados
extranjeros podían ampararse en el principio de la inmunidad en litigios de naturaleza puramente
comercial o privada. Por otro lado, la limitación del alcance de la inmunidad se ha justificado con el
argumento de que los Estados extranjeros al realizar operaciones comerciales dejaban de lado su
soberanía y se situaban en pie de igualdad con los particulares con los que contrataban.
Esta concepción restringida o limitada de la inmunidad fue iniciada a principios de siglo por los
tribunales belgas e italianos y después fue seguida por Francia, Suiza, Austria, la República Federal
de Alemania y otros Estados.
En los países anglosajones, durante mucho tiempo firmes mantenedores de la doctrina de la
inmunidad absoluta, se ha producido un cambio de orientación y, actualmente, la doctrina de la
inmunidad restringida también se sigue en los Estados Unidos y en el Reino Unido.

La distinción entre actos IURE IMPERII y actos IURE GESTIONIS:


La doctrina de la inmunidad restringida se ha desarrollado partiendo de la consideración de que las
actividades del Estado pueden dividirse en un esquema dualista. Los componentes de esta dualidad
se expresan de diverso modo. En unos casos se distingue entre actividades «públicas» y actividades
«privadas» del Estado; en otros las actividades se califican de «comerciales» y «no comerciales» y
algunos — como los tribunales italianos— adoptan expresiones más técnicas y distinguen entre el
gobierno en tanto que poder político, y en cuanto persona jurídica privada.
La distinción más generalizada consiste en considerar que gozan de inmunidad los actos realizados
por el Estado en el ejercicio de su soberanía, llamados acta jure imperii, y no pueden ampararse en
la inmunidad los actos propios de las actividades de gestión o administración, llamados acta Jure
gestionis.
El problema más difícil que se plantea en la aplicación de la doctrina de la inmunidad restringida
radica en que no existe un criterio válido universalmente para determinar si cierto acto o actividad de
un Estado es un acto jure imperii o un acto jure gestionis:
Para unos el criterio decisivo consistirá en saber si el acto o la actividad tienen una finalidad pública.
Es un criterio de aplicación delicada porque, en última instancia, cualquier tipo de actividad puede
relacionarse con una finalidad pública más o menos remota.
Para otros el criterio decisivo vendría dado por la naturaleza del acto o actividad. Si se trata, dicen,
de un acto que sólo puede ser realizado por un Estado, o en nombre de un Estado, es un acto
político, un acto de poder público, y no puede ser sometido a juicio de una autoridad extranjera sin
atentar contra la soberanía de dicho Estado. Si, por el contrario, se trata de un acto que podría
realizar un particular, aunque se persiga una finalidad pública, el acto sería un acto de gestión y
podría ser juzgado por los tribunales de otro Estado.
El problema de la distinción entre actos jure imperii y actos jure gestionis se hace patente cuando los
tribunales de los distintos países no se guían por el mismo criterio de calificación. Así se ha dado el
caso paradójico de que un mismo acto, la compra de botas para el ejército de un Estado, haya sido
calificado como un acto jure gestionis por los tribunales italianos y, por otro, actividades comerciales
propias del negocio de banca.
Órganos a los que se extiende la Inmunidad: La inmunidad del Estado hace referencia al Estado en
cuanto a tal como persona jurídica, al gobierno y a todos los órganos superiores de la organización
estatal. Las inmunidades y privilegios de que gozan, por ejemplo, el jefe de Estado, el ministro de
relaciones exteriores, las misiones diplomáticas y los demás órganos de representación del Estado
en el exterior, así como las oficinas y funcionarios consulares, se rigen por normas internacionales e
internas específicas, distintas de las que regulan la Inmunidad del Estado en cuanto a tal.
La práctica internacional no es muy clara sobre si la inmunidad del Estado se extiende a los Estados
miembros de una federación, regiones, comunidades autónomas, etc. Si se considera éstas parte del
Estado, debería reconocérseles la inmunidad de la que este goza; si por el contrario se estima que
ellas carecen de poder político y no participan de las funciones soberanas del Estado, debiera de
negárseles la inmunidad. Lo más razonable en estos supuestos, serpia considerar la estructura
constitucional del Estado en cuestión y la naturaleza del acto.
El intervencionismo de Estado en la vida económica, característico de las últimas décadas, ha
propiciado la creación de entes (vinculado a la estructura del estado, otros bajo la forma de
empresas públicas), cuyas actividades esencialmente mercantiles plantean el problema de hasta qué
punto debe reconocérseles la inmunidad de jurisdicción. En este campo, la práctica internacional es
bastante rica: en líneas generales, puede decirse que han sido los criterios de la personalidad
jurídica distinta del Estado y la naturaleza mercantil de las actividades han inclinado a los tribunales
a negar la inmunidad en estos casos.
Finalmente se presenta la cuestión que versa sobre la concesión o denegación de la inmunidad a
los organismos oficiales, la cual se complejiza cuando se trata de Bancos Centrales. Estas
entidades, que gozan de personalidad jurídica propia, realizan, por un lado, funciones de carácter
público relativas al curso legal de la moneda, al mantenimiento de la paridad monetaria, al control de
cambios, etc., y por otro lado, actividades propias del negocio de banca. Así, en el asunto de los
esposos Martín c. Banco de España, la Cour de cassation francesa reconoció la inmunidad de dicho
banco en un litigio claramente relativo a las funciones públicas de éste. En la sentencia se decía que
el Banco central extranjero no se hallaba sometido a la jurisdicción de los tribunales franceses
«cuando está obligado a un estampillado o un canje de billetes caducados, en los términos
rigurosamente establecidos por el Estado español y en representación de él». Otros bancos
centrales, a su vez, no han visto reconocida su inmunidad por los tribunales belgas, británicos y
norteamericanos, en litigios relativos a operaciones de carácter comercial.
EXCEPCIONES A LA INMUNIDAD DE JURISDICCIÓN
Las dificultades que plantea la distinción entre actos jure imperií y actos jure Gestionis, han
aconsejado abandonar la vía del recurso a un criterio de carácter general para centrarse en la
determinación de en qué casos concretos debía concederse o negarse la inmunidad a un Estado
extranjero. El sistema adoptado en las más recientes regulaciones nacionales o convencionales de la
inmunidad ha sido proceder de un modo empírico mediante una enumeración casuística.
En la enumeración de las excepciones generalmente admitidas puede adoptarse como texto de
referencia la Convención europea de 1972 sobre la inmunidad de los Estados. Recoge las siguientes
excepciones al principio general de la inmunidad del Estado:
La sumisión voluntaria del Estado a la jurisdicción de los tribunales de otro (art. 1). Un Estado que
presente una demanda o intervenga en un procedimiento ante un tribunal mediante cualquier acto
procesal, que no sea la impugnación; de la jurisdicción, se entiende que se somete a la jurisdicción
de dicho tribunal. El consentimiento no puede presumirse y ha de manifestarse de un modo claro e
inequívoco. El Estado se somete a todas las consecuencias derivadas del ejercicio de la jurisdicción,
es decir, las sentencias en primera y posteriores instancias hasta la decisión final, así como la
atribución de costas. Si el Estado es demandado su sumisión puede expresarse mediante una
reconvención o contrademanda contra quien actuó como demandante.
La sumisión voluntaria tiene un alcance limitado el asunto concreto y no debe entenderse como una
sumisión a la jurisdicción general del Estado territorial para todos los casos.
La renuncia como medio formal de someterse a la jurisdicción de otro Estado (art. 2). Puede
considerarse como un supuesto de sumisión voluntaria y, de hecho, sus efectos son equivalentes. La
Ley americana de 1977 trata ambos supuestos conjuntamente. La renuncia presupone la existencia
de un derecho cuyo ejercicio se abandona, de modo que teóricamente sólo puede operar en los
casos en que el Estado goce de inmunidad. Desde esta perspectiva es una excepción más a la regla
general de la inmunidad del Estado. La renuncia puede expresarse de muchas formas: en un tratado
internacional, en un contrato, mediante una manifestación expresa realizada antes o después de
iniciado el litigio.
Las actividades de naturaleza comercial o mercantil realizadas por el Estado o por sus organismos.
La Ley americana de 1976, señala que «la naturaleza mercantil de una actividad se determinará
teniendo en cuenta, más que su finalidad, la naturaleza de la conducta que se haya seguido, del
contrato específico de que se trate o del acto en cuestión». La Ley inglesa de 1978 es más precisa
dado que establece la excepción relativa a las «transacciones comerciales» e indica que
comprenden los contratos de suministro de bienes y servicios, los empréstitos y operaciones
financieras y además todo acto en que un Estado actúe de cualquier modo que no sea en el ejercicio
de su autoridad soberana.
Comparando en este punto ambas leyes, se ha dicho que la Ley americana sólo formula una
directriz general como orientación genérica para sus tribunales, mientras «la Ley del Reino Unido es
más atrevida en su enfoque y, con una mención expresa, resuelve el problema de la calificación de
dos de las actividades transnacionales que los Estados realizan con mayor frecuencia».
La Convención europea contempla esta excepción de un modo más restrictivo refiriéndose a las
actividades industriales, comerciales o financieras cuando el Estado extranjero tenga en el territorio
del Estado del foro una oficina", agencia o establecimiento a través de los cuales ejerza dichas
actividades de la misma forma que una persona privada (art. 7).
El proyecto de artículos de la Comisión de Derecho Internacional excluye en su art. 10 las
transacciones mercantiles, para cuya determinación «se atenderá principalmente a la naturaleza del
contrato o de la transacción pero se tendrá en cuenta también su finalidad si, en la práctica del
Estado que es parte en uno u otra, tal finalidad es pertinente para la determinación del carácter no
mercantil del contrato o de la transacción».
Los asuntos de naturaleza civil, laboral o referentes a inmuebles situados en el Estado del foro
generalmente también se considera que constituyen excepciones a la inmunidad de los Estados
extranjeros.
La Convención europea de 1972, (BASILEA) como contrapartida al carácter restringido de su
regulación de las actividades comerciales, es bastante completa en la enumeración de estos otros
supuestos de exclusión.
La Convención europea, en síntesis, menciona los litigios referentes a las siguientes materias:
Obligaciones contractuales que deban ejecutarse en el territorio del Estado del foro (art. 4).
Contratos de trabajo con personas físicas siempre que el trabajo deba realizarse en él territorio del
Estado del foro (art. 5).
Participaciones sociales con personas privadas en sociedades y personas jurídicas con sede en el
país del foro (art. 6).
Patentes, marcas y derechos análogos registrados en el país del foro (art. 8).
Derechos reales sobre inmuebles situados en el territorio del Estado del foro (art. 9).
j ) Derechos de carácter sucesorio y donaciones (art. 10).
Reparación por daños materiales y personales derivados de hechos ocurridos en el territorio del
Estado del foro (art. 11).
Compromisos de someterse a arbitraje en asuntos civiles o mercantiles (art. 12).
La relación de excepciones contenida en la Convención europea de 1972 no es limitativa. La propia
Convención, en su art. 24, contempla un régimen facultativo en virtud del cual los Estados Parte
podrán ampliar las excepciones.
INMUNIDAD DÉ EJECUCIÓN
La inmunidad del Estado se extiende a las medidas de ejecución (procedimientos de apremio,
aprehensión o embargo de bienes, realización de cosas y derechos) sobre los bienes de los Estados
extranjeros que se encuentren en el territorio de otro Estado. Generalmente se entiende que la
inmunidad de ejecución también comprende las medidas cautelares que decidan los tribunales antes
de dictar sentencia.
Teóricamente, si se parte de un concepto amplio de «jurisdicción» que lo haga equivalente al
conjunto de las competencias soberanas del Estado, podría sostenerse que la inmunidad de
jurisdicción y la inmunidad de ejecución son dos aspectos de la misma inmunidad. Sin embargo, la
práctica internacional distingue la inmunidad de jurisdicción, en el sentido de potestad de juzgar de
los tribunales, de la inmunidad de ejecución como conceptos distintos. La distinción es importante
porque supone que la sumisión voluntaria o la renuncia a la inmunidad de jurisdicción no implican la
sumisión o renuncia a la inmunidad de ejecución. El Estado puede alegar dicha inmunidad en el
momento de la ejecución aunque hubiera aceptado la jurisdicción de los tribunales del Estado
territorial.
Aunque en principio la inmunidad de ejecución ha de ser más amplia que la inmunidad de
jurisdicción, porque tiene más repercusión en las relaciones entre los Estados que un Estado
desposea a otro de sus bienes, en la práctica internacional la inmunidad de ejecución tampoco está
reconocida en términos absolutos. Generalmente se considera que la inmunidad de ejecución
depende de si los bienes que se pretende ejecutar se destinan al ejercicio defunciones públicas. Se
ha dicho que «debería descartarse la ejecución en todos los casos en que se enfrenta con la
soberanía de un Estado extranjero, esto es, cuando se trata de bienes indispensables pata el
adecuado funcionamiento de los servicios públicos.
En consecuencia, es evidente que los bienes de las representaciones diplomáticas, las oficinas
consulares, los buques de guerra, etc., están excluidos de cualquier tipo de medida de ejecución.
Respecto de los buques de propiedad pública dedicados a actividades comerciales, la Convención
de Bruselas de 10 de abril de 1926, sienta el principio de que la responsabilidad y las obligaciones
relativas a la explotación de los buques y al transporte del cargamento y de los pasajeros, las
normas sobre competencia de los tribunales y las acciones procesales, son las mismas tanto para
los buques propiedad del Estado como para los buques privados. Establece así que la inmunidad de
jurisdicción y de ejecución sólo se admite si el buque se destina exclusivamente a una finalidad
pública de carácter no comercial.
Las convenciones de codificación del Derecho internacional marítimo de carácter general celebradas
más recientemente establecen la distinción entre, por un lado, los buques de guerra y los buques de
Estado destinados a fines no comerciales y, por otro, los buques mercantes y los buques de Estado
destinados a fines comerciales. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del
Mar de 1982, en principio, los primeros gozan de inmunidad de jurisdicción y de ejecución (art. 32),
mientras los segundos están sometidos a las medidas de ejecución en materia civil cuando se
encuentran en el mar territorial de un Estado extranjero (art. 28.3).
En relación con las aeronaves, la Convención de Chicago sobre la aviación civil internacional de
diciembre de 1944 establece la distinción entre aeronaves civiles y aeronaves de Estado. El art. 3.e)
dice que se considerarán aeronaves de Estado «Las utilizadas en servicios militares, de aduanas o
de policía». Éstas gozan de inmunidad de jurisdicción y ejecución, mientras las demás aeronaves, de
propiedad estatal deberán, en principio, asimilarse a las aeronaves civiles «sometiéndose a las
leyes y a la jurisdicción locales, especialmente si hacen uso de los derechos y privilegios
reconocidos por la Convención y no podrán alegar la inmunidad soberana». Pero hay que tener
presente también el Convenio de Roma de 1933 para la unificación de ciertas reglas relativas al
embargo preventivo de aeronaves que excluye del embargo preventivo las aeronaves dedicadas
exclusivamente al servicio del Estado, entre las que incluye las dedicadas a los servicios postales, y
admite el embargo preventivo de las dedicadas a actividades comerciales.
Recientemente la cuestión más delicada que se ha presentado ante los tribunales en relación con la
inmunidad de ejecución es si se puede proceder contra las cuentas corrientes bancarias de Estados
extranjeros cuando dichas cuentas son utilizadas tanto para sus funciones públicas (mantenimiento
de las embajadas, sueldos para los representantes diplomáticos y funcionarios consulares, etc.),
como para la realización de operaciones comerciales. El Tribunal Constitucional federal alemán, en
su sentencia de 1977, estimó que la inmunidad de ejecución se extendía a dichas cuentas corrientes
indistintas. Para el más alto tribunal británico, de acuerdo con la sentencia de la Hoiise of Lords de
12 de abril de 1984, esta inmunidad de ejecución de las cuentas indistintas sólo es una presunción
que puede decaer en el caso de que la parte que pretenda la ejecución demuestre que el Estado
titular de la cuenta corriente hubiera señalado en dicha cuenta que determinadas cantidades se
hallaban destinadas a la garantía de operaciones comerciales.
El régimen establecido en la Convención europea de 1972 se complementa con un Protocolo
adicional que refuerza la ejecución de las sentencias entre los Estados partes. El Protocolo adicional
contempla la creación de un Tribunal europeo en materia de inmunidad de los Estados, el cual se
constituyó en Estrasburgo el 28 de mayo de 1985. Esta nueva jurisdicción internacional, que está
abierta a los particulares, tiene competencia para conocer los casos en que un Estado parte de la
Convención se niega a ejecutar la sentencia dictada por los tribunales de otro Estado contratante.
Legislación Argentina:
En nuestra legislación podemos dividir la postura de nuestra doctrina y jurisprudencia en dos
grandes momentos:
Hasta 1994, recepción de la teoría clásica o absoluta de la inmunidad de jurisdicción. Salvo
consentimiento del Estado extranjero, no había posibilidad de que nuestros tribunales sean
competentes para entender en demandas presentadas contra aquellos Estados.
Al respecto, el decreto ley 1285/58 establece en el art. 24 inc.1 que la Corte entendería de manera
originaria y exclusiva, en todos los asuntos que versen entre 2 o más provincias y los civiles entre
una provincia y algún vecino o vecinos de otra o ciudadanos o súbditos extranjeros; de aquellos que
versen entre una provincia y un Estado extranjero; de las causas concernientes a embajadores u
otros ministros diplomáticos extranjeros, a las personas que compongan la legación y a los
individuos de su familia, del modo que una corte de justicia puede proceder con arreglo al derecho
de gentes; y de las causas que versen sobre privilegios y exenciones de los cónsules extranjeros en
su carácter público.
Párrafo seguido agregaba que "No se dará curso a la demanda contra un Estado extranjero, sin
requerir previamente de su representante diplomático, por intermedio del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto, la conformidad de aquel país para ser sometido a juicio". Si bien la redacción de
dicho artículo no conduce necesariamente a la adopción de la teoría clásica o absoluta, tampoco
introduce textualmente la distinción entre los actos iure imperii y los iure gestionis. En 1963 la
postura absoluta fue morigerada por el decreto ley 9015/63 que contempla la posibilidad de que un
Estado extranjero pueda ser sometido a la jurisdicción argentina cuando el Poder Ejecutivo declare
que existe falta de reciprocidad al respecto, es decir, que ese Estado acepta reclamos contra la
Argentina ante sus tribunales.

A partir de 1994 (caso Manauta), recepción de la tesis relativa o restringida de la inmunidad de


jurisdicción.
Manauta, Juan José y otros c/ Embajada de la Federación Rusa s/ daños y perjuicios. Los actores
promovieron demanda contra la Embajada de la Federación Rusa (continuadora política y
diplomática de la anterior U.R.S.S. en la República Argentina), en la que reclamaron -algunos por
derecho propio y otra en su condición de cónyuge supérstite- los daños y perjuicios que les habría
irrogado el incumplimiento de las obligaciones en materia de aportes previsionales, sindicales y
asignaciones familiares, a cargo de la demandada. Fundaron su pretensión en la relación de
dependencia que dos de los demandantes y el esposo de la tercera habrían tenido con la oficina de
prensa de la Embajada, durante el lapso en que se desempeñaron en la revista "Novedades de la
Unión Soviética". El juez de primera instancia obró en cumplimiento del art. 24 inc.1 del decreto ley
1285/58, requiriendo la conformidad de la Federación Rusa para someterse a los tribunales
nacionales.
En este caso el Gobierno de Rusia no contestó nada, entendiendo el magistrado este silencio como
una negativa tácita a someterse a la jurisdicción, con lo que siguiendo la postura hasta entonces de
la inmunidad absoluta, decidió reconocer la inmunidad de la Embajada y por lo tanto declarase
incompetente para entender en el asunto. La Cámara de Apelaciones confirmó su decisión.

Apelada la misma vía recurso extraordinario por los actores, el caso llega a la Corte Suprema. Y es
en esta instancia donde nuestro máximo Tribunal por primera vez y en forma unánime estima que ya
no es posible seguir sosteniendo la tesis de la inmunidad absoluta y por lo tanto reconoce esta
clasificación entre actos de imperio y de gestión, tal como prevé la tesis de la inmunidad relativa. Y
analizando este caso concreto, entiende que aquí la Federación Rusa realizó actos de naturaleza
privada, en este caso derivada de obligaciones laborales, por lo tanto la inmunidad que invoca no es
absoluta, sino que cede cuando se presentan situaciones como las presentadas en el caso. En
consecuencia, cabe concluir que no es de aplicación al caso la ratio del art. 24 inc. 1 párr. 2 decreto
ley 1285/58 por no encontrarse en tela de juicio un acto de gobierno, ya que la controversia traída a
conocimiento de este tribunal se refiere al cumplimiento de obligaciones laborales y previsionales,
que en modo alguno puede afectar el normal desenvolvimiento de una representación diplomática".

Con lo que la Corte hace lugar al recurso extraordinario planteado, le da la razón a los actores
(Manauta y cia) y decide que los tribunales argentinos son competentes para entender en el caso,
con lo que ordena al tribunal de primera instancia sustanciar el trámite de la causa.
Es interesante detenernos en lo siguiente: En este caso no se discute si el Estado goza o no de
inmunidad de jurisdicción, sino los alcances de esa inmunidad. Lo que dice la Corte es que hay
situaciones en donde esa inmunidad debe ceder.
El gran cambio experimentado por la jurisprudencia argentina, motivó que a poco de dictarse el fallo
"Manauta", el Congreso Nacional sancionara la ley 24.488 de Inmunidad de Jurisdicción de los
Estados extranjeros ante los tribunales argentinos. Dicha ley fue sancionada el 31 de mayo de 1995,
y publicada en el Boletín Oficial el día 28 de junio del mismo año.

INMUNIDAD DE JURISDICCION DE LOS ESTADOS EXTRANJEROS ANTE LOS TRIBUNALES
ARGENTINOS – ley 24.488
ARTICULO 1º — Los Estados extranjeros son inmunes a la jurisdicción de los tribunales argentinos,
en los términos y condiciones establecidos en esta ley.
Es decir, que el principio general es la inmunidad, pero a continuación el art. 2 de la ley enumera una
serie de excepciones donde cede esta inmunidad y el Estado extranjero deberá someterse a los
Tribunales de nuestro país.
ARTICULO 2º — Los Estados extranjeros no podrán invocar inmunidad de jurisdicción en los
siguientes casos:
Cuando consientan expresamente a través de un tratado internacional, de un contrato escrito o de
una declaración en un caso determinado, que los tribunales argentinos ejerzan jurisdicción sobre
ellos;
Este supuesto es bastante usual e implica la renuncia a la inmunidad por parte del Estado extranjero
que así lo ha asumido expresamente en un tratado o contrato.
Cuando fuere objeto de una reconvención directamente ligada a la demanda principal que el Estado
extranjero hubiere iniciado;
Cuando la demanda versare sobre una actividad comercial o industrial llevada a cabo por el Estado
extranjero y la jurisdicción de los tribunales argentinos surgiere del contrato invocado o del derecho
internacional;
Esta excepción recoge los criterios más modernos relacionados con las actividades comerciales e
industriales del Estado, que motivaron a partir de la segunda mitad del siglo XX, la necesidad de
contemplar este tipo de actos iure gestionis fuera del alcance del principio de inmunidad absoluta.
Cabe observar que a diferencia de la convención de Basilea, se prevé aquí la consideración NO
SOLO DE LAS ACTIVIDADES COMERCIALES, sino la extensión a los actos industriales.
Cuando fueren demandados por cuestiones laborales, por nacionales argentinos o residentes en el
país, derivadas de contratos celebrados en la República Argentina o en el exterior y que causaren
efectos en el territorio nacional;
Cuando fueren demandados por daños y perjuicios derivados de delitos o cuasidelitos cometidos en
el territorio;
Cuando se tratare de acciones sobre bienes inmuebles que se encuentren en territorio nacional;
Cuando se tratare de acciones basadas en la calidad del Estado extranjero como heredero o
legatario de bienes que se encuentren en el territorio nacional;
Cuando, habiendo acordado por escrito someter a arbitraje todo litigio relacionado con una
transacción mercantil, pretendiere invocar la inmunidad de jurisdicción de los tribunales argentinos
en un procedimiento relativo a la validez o la interpretación del convenio arbitral, del procedimiento
arbitral o referida a la anulación del laudo, a menos que el convenio arbitral disponga lo contrario.

ARTICULO 3º — Si se presentaren demandas ante los tribunales argentinos contra un Estado


extranjero invocando una violación al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el tribunal
interviniente se limitará a indicar al actor el órgano de protección internacional en el ámbito regional o
universal ante el que podrá formular su reclamo, si correspondiere.
Asimismo, remitirá copia de la demanda al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio
Internacional y Culto, a fin de que tome conocimiento del reclamo y adopte las medidas que
correspondan en el orden Internacional.
ARTICULO 4º — La presentación de los Estados extranjeros ante los tribunales argentinos para
invocar la inmunidad de jurisdicción no debe interpretarse como aceptación de competencia.
La interposición de la defensa de inmunidad jurisdiccional suspenderá el término procesal del
traslado o citación hasta tanto dicho planteamiento sea resuelto.
ARTICULO 5º — Los jueces, a pedido del Estado extranjero, podrán ampliar prudencialmente los
plazos para contestar la demanda y oponer excepciones.
ARTICULO 6º — Las previsiones de esta ley no afectarán ninguna inmunidad o privilegio conferido
por las Convenciones de Viena de 1961 sobre Relaciones Diplomáticas, o de 1963 sobre Relaciones
Consulares.
ARTICULO 7º — En el caso de una demanda contra un Estado extranjero, el Ministerio de
Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto podrá expresar su opinión sobre algún
aspecto de hecho o de derecho ante el tribunal interviniente, en su carácter "amigo del tribunal".
La ley 24.488 sobre inmunidad jurisdiccional de los Estados extranjeros ante los tribunales
argentinos, impulsada por el fallo “Manauta”, aunque con ciertas deficiencias, satisfizo la necesidad
de un marco legal certero y adecuado para la temática en cuestión. La ley establece, como principio
general, que los Estados extranjeros son inmunes a la jurisdicción de los tribunales argentinos, en
los términos y condiciones establecidos en dicha ley. Sin embargo, en los diversos incisos del art. 2
establece en qué casos no se aplica la inmunidad de jurisdicción. Ahora bien, este texto normativo
omite el tratamiento de las inmunidades de ejecución y el embargo de los bienes de un Estado
extranjero.
Ante esta laguna hay quienes se han pronunciado en el sentido de que resultaría necesario un nuevo
planteo de inmunidad para obtener la ejecución o el embargo48. Sin embargo, otros han señalado
que no se debe perder de vista que la inmunidad de jurisdicción de los Estados es un instituto
diferente de la inmunidad de jurisdicción de los agentes diplomáticos y que la norma consuetudinaria
no está bien establecida, habiendo jurisprudencia de diversos países que distinguen la posibilidad de
ejecución o no de las sentencias contra un
Estado extranjero teniendo en cuenta la calidad de los bienes
involucrados.
BOLILLA 4
TEMA 2: DERECHOS Y DEBERES FUNDAMENTALES DE LOS ESTADOS
• Los principios de Derecho Internacional referentes a las relaciones entre los Estados
Los principios de Derecho internacional tienen su base en la Declaración relativa a los principios de
Derecho Internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados en
conformidad con la Carta de Naciones Unidas.
Esta Declaración contribuiría a fortalecer la paz mundial y constituiría un acontecimiento señalado en
la evolución del derecho internacional y de las relaciones de los Estados al promover el imperio del
derecho entre las naciones y la aplicación universal de los principios incorporados en la Carta.
Por lo cual establece los siguientes principios:
El principio de que los Estados, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la
amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado;
El principio de que los Estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de
tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y seguridad internacionales, ni la justicia;
La obligación de no intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, de
conformidad con la carta;
La obligación de los Estados de cooperar entre sí;
El principio de igual de derechos y de la libre determinación de los pueblos;
El principio de la igualdad soberana de los Estados;
G) El principio que los Estados cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de
conformidad con la Carta, para conseguir su aplicación más efectiva dentro de la comunidad
internacional.

EL PRINCIPIO DE QUE LOS ESTADOS, EN SUS RELACIONES INTERNACIONALES, SE


ABSTENDRÁN DE RECURRIR A LA AMENAZA O AL USO DE LA FUERZA CONTRA LA
INTEGRIDAD TERRITORIAL O LA INDEPENDENCIA POLÍTICA DE CUALQUIER ESTADO:
Todo Estado tiene el deber de abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza
o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o
en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de Naciones Unidas. Tal amenaza o uso de
la fuerza constituye una violación del derecho internacional y de la Carta de las Naciones unidas y no
se empleará nunca como medio para resolver cuestiones internacionales.
Una guerra de agresión constituye un crimen contra la paz, que con arreglo al derecho internacional,
entraña responsabilidad.
Los Estados tienen el deber de abstenerse a la propaganda a favor de las guerras de agresión.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse a recurrir a la amenaza o al uso de la fuera para violar las
fronteras internacionales existentes de otro Estado o como medio de resolver controversias
internacionales.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza para violar
las líneas internacionales de demarcación, tales como las líneas de armisticio, que se establezcan
por un acuerdo internacional del que sea parte o que esté obligado a respetar por otras razones, o
de conformidad con ese acuerdo.
Los Estados tienen el deber de abstenerse de actos de represalia que impliquen el uso de la fuerza.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los
pueblos aludidos en la formulación del principio de la igualdad de derechos y de la libre
determinación de su derecho a la libre determinación y a la libertad y a la independencia.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de organizar o fomentar la organización de fuerzas
irregulares o de bandas armadas, incluidos los mercenarios, para hacer incursiones en el territorio de
otro Estado.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de organizar, instigar, ayudar o participar en actos de
guerra civil o en actos de terrorismo en otro Estado.
El territorio de un Estado no será objeto de ocupación militar derivada del uso de la fuerza en
contravención de las disposiciones de la Carta. El territorio de un Estado no será objeto de
adquisición por otro Estado derivada de la amenaza o el uso de la fuerza. No se reconocerá como
legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la fuerza.
Todos los Estados deberán realizar de buena fe negociaciones encaminadas a la rápida celebración
de un tratado universal de desarme en general y completo bajo un control internacional eficaz, y
esforzarse por adoptar medidas adecuadas para reducir la tirantez internacional y fortalecer la
confianza entre los Estados.
Todos los Estados deberán cumplir de buena fe las obligaciones que les incumben en virtud de los
principios y normas generalmente reconocidos del derecho internacional con respecto al
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
EL PRINCIPIO DE QUE LOS ESTADOS ARREGLARÁN SUS CONTROVERSIAS
INTERNACIONALES POR MEDIOS PACÍFICOS DE TAL MANERA QUE NO SE PONGAN EN
PELIGRO NI LA PAZ Y SEGURIDAD INTERNACIONALES, NI LA JUSTICIA
Todos los Estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera
que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales, ni la justicia.
Los Estados, procurarán llegar a un arreglo pronto y justo de sus controversias internacionales
mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial,
el recurso a los organismos o sistemas regionales u otros medios pacíficos que ellos mismos elijan.
Las partes en una controversia tienen el deber, en caso que no se logre una solución por uno de los
medios pacíficos mencionados, de seguir tratando de arreglar la controversia por otros medios
pacíficos acordados por ellas.
Los Estado partes en una controversia internacional, así como los demás Estados, se abstendrán de
toda medida que pueda agravar la situación de modo que ponga en peligro el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales.
El arreglo de las controversias internacionales se basará en la igualdad soberana de los Estados y
se hará conforme al principio de libre elección de los medios. El recurso a un procedimiento de
arreglo aceptado libremente por los Estados, o la aceptación del tal procedimiento, con respecto a
las controversias existentes o futura en que sean partes, no se considerará incompatible con la
igualdad soberana.
Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes prejuzgan o derogan las disposiciones
aplicables de la Carta, en particular las relativas al arreglo pacífico de controversias internacionales.
LA OBLIGACIÓN DE NO INTERVENIR EN LOS ASUNTOS QUE SON DE LA JURISDICCIÓN
INTERNA DE LOS
ESTADOS, DE CONFORMIDAD CON LA CARTA
Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir directa o indirectamente, y sea cual
fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. No solo la intervención armada,
sino también cualesquiera otras formas de injerencia o de amenaza atentatoria de la personalidad
del Estado, o de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen, son violaciones
del derecho internacional.
Ningún Estado puede aplicar o fomentar el uso de medidas económicas, políticas o de cualquier otra
índole para coaccionar a otro Estado a fin de lograr que subordine el ejercicio de sus derechos
soberanos y obtener de él ventajas de cualquier orden.
Todos los Estados deberán también abstenerse de organizar, apoyar, fomentar, financiar, instigar o
tolerar actividades armadas, subversivas o terroristas.
El uso de la fuerza para privar a los pueblos de su identidad nacional constituye una violación de sus
derechos inalienables y de principio de no intervención.
Todo Estado tiene el derecho inalienable a elegir un sistema político, económico, social y cultural, sin
injerencia alguna de ninguna forma por parte de otro Estado.
LA OBLIGACIÓN DE LOS ESTADOS DE COOPERAR ENTRE SÍ
Los Estados tienen el deber de cooperar entre sí, independientemente de las diferencias en sus
sistemas políticos, económicos y sociales, en las diversas esferas de las relaciones internacionales,
a fin de mantener la paz y la seguridad internacionales y de promover la estabilidad y el progreso de
la economía mundial, el bienestar general de las naciones y la cooperación internacional libre de
toda discriminación basada en esas diferencias.
Los Estado deben cooperar con otros Estados en el mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales;
Los Estados deben cooperar para promover el respeto universal a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales de todos y la efectividad de tales derechos y libertades, y para eliminar
todas las formas de discriminación racial y todas las formas de intolerancia religiosa;
Los Estados deben conducir sus relaciones internacionales en las esferas económica, social,
cultural, técnica y comercial, de conformidad con los principios de la igualdad soberana y la no
intervención;
Los Estados miembros de las Naciones Unidas tienen el deber de adoptar medidas, conjunta o
separadamente, en cooperación con las UN, de conformidad con las disposiciones pertinentes de la
carta.
EL PRINCIPIO DE IGUAL DE DERECHOS Y DE LA LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
Todos los pueblos tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencia externa, su condición
política y de proseguir su desarrollo económico, social y cultural, y todo Estado tiene el deber de
respetar este derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta.
Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, la aplicación del
principio de igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos y de prestar asistencia a
Naciones Unidas a fin de:
Fomentar las relaciones de amistad y la cooperación entre los Estados;
Poner fin rápidamente al colonialismo, teniendo debidamente en cuenta la voluntad libremente
expresada de los pueblos que se trate; y teniendo presente que el sometimiento de los pueblos a la
subyugación, dominación y explotación extranjera constituyen una violación del principio, así como
una denegación de los derechos humanos fundamentales.
Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, el respeto universal
a los Derechos humanos y a las libertades fundamentales y la efectividad de tales derechos y
libertades.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los
pueblos antes aludidos en la formulación del presente principio de su derecho a la libre
determinación y a la libertad y a la independencia.
El territorio de una colonia u otro territorio no autónomo, tiene una condición jurídica distinta y
separada del territorio del Estado que lo administra y esa condición jurídica distinta y separada,
existirá hasta que el pueblo de la colonia o el territorio no autónomo haya ejercido su derecho de
libre determinación.
Todo Estado se abstendrá de cualquier acción dirigida al quebrantamiento parcial o total de la unidad
nacional e integridad territorial de cualquier otro Estado o país.
EL PRINCIPIO DE LA IGUALDAD SOBERANA DE LOS ESTADOS
Todos los Estados gozan de igualdad soberana. Tienen iguales derechos e iguales deberes y son
por igual miembros de la comunidad internacional, pese a las diferencias de orden económico,
social, político u otra índole.
La igualdad soberana comprende los siguientes elementos:
Los Estados son iguales jurídicamente;
Cada Estado goza de los derechos inherentes a la plena soberanía;
Cada Estado tiene el deber de respetar la personalidad de los demás Estados;
La integridad territorial y la independencia política del Estado son INVIOLABLES;
Cada Estado tiene el derecho a elegir y a llevar adelante libremente su sistema político, social,
económico y cultural;
Cada Estado tiene el deber de cumplir plenamente y de buena fe sus obligaciones internacionales y
de vivir en paz con los demás Estados.
EL PRINCIPIO QUE LOS ESTADOS CUMPLIRÁN DE BUENA FE LAS OBLIGACIONES
CONTRAÍDAS POR ELLOS DE CONFORMIDAD CON LA CARTA, PARA CONSEGUIR SU
APLICACIÓN MÁS EFECTIVA DENTRO DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
Todo Estado tiene el deber de cumplir de buena fe las obligaciones que ha contraído en virtud de la
Carta de las Naciones Unidas.
Todo Estado tiene el deber de cumplir de buena fe las obligaciones contraídas en virtud de los
principios y normas de derecho internacional generalmente reconocidos.
Todo Estado tiene el deber de cumplir de buena fe las obligaciones en virtud de acuerdos
internacionales válidos con arreglo a los principios y normas de derecho internacionales
generalmente reconocidos.
Los principios de la Carta incorporados en la Declaración constituyen principios básicos de derecho
internacional, e insta a todos los Estados a que se guíen por estos principios en su comportamiento
internacional y a que desarrollen sus relaciones mutuas sobre la base de su estricto cumplimiento.
• Principio de “No intervención”
Un Estado realiza un acto de intervención cuando, por medio de la presión diplomática o de la acción
militar se injiere, a fin de imponer su voluntad en sus asuntos interiores o exteriores de otro Estado
con el cual se encuentra un estado de paz.
La intervención fue un fenómeno corriente cuando el concepto de Estado era impreciso. En los siglos
XVII y XVIII aparecen tratados que estipulan la obligación de no intervenir, lo que significa que ésta
era la norma corriente sino más bien la excepción.
A partir de la revolución francesa, la intervención se erigió en sistema desde dos campos opuestos:
para sostener a un gobierno atacado por una rebelión o por el contrario para apoyar a los rebeldes.
La intervención se esgrime como instrumento a favor de determinado régimen político en otro
Estado.
Los hechos revelan que la intervención ha obedecido a motivos diversos:
Se ha fundado en el deseo de mantener el equilibrio político;
Por razones de humanidad ante persecuciones raciales o religiosas;
La necesidad de proteger la vida y los bienes de los nacionales, y aun los intereses financieros de
los tenedores de títulos de la deuda pública.
La intervención ha estado librada a la acción unilateral y eventual de los gobiernos. Ésta no es un
instrumento que puedan utilizar los Estados débiles contra los fuertes; es un arma que únicamente
pueden esgrimir los poderosos en ciertos casos, cuando así lo aconsejen circunstancias
accidentales.
Esta arma gravita sobre ciertos Estados, no ampara a todos para asegurar la justicia y no es una
norma
jurídica.
Si un Estado, en el ejercicio de su soberanía, lesiona los derechos de otro Estado, éste tiene
expeditas, para restablecer el derecho perturbado, las vías propias de las relaciones normales en la
vida internacional: las negociaciones diplomáticas, los diversos medios de solución pacífica y si es
atacado, puede usar el derecho a legítima defensa.
Esa intervención puede ser dispuesta por simple resolución del jefe de Estado como jefe de las
fuerzas armadas y mediante una orden de desembarco, y el Estado interviniente obra por la fuerza
como mejor lo entienda, sin verse obligado a respetar en los terceros la condición propia de
neutrales.
Sólo en dos circunstancias excepcionales era admisible la intervención:
Cuando en el propio país penetrarán a través de la frontera bandas armadas y cometiesen actos de
depredación proviniendo de un país vecino que se hallaba convulsionado, retornaban enseguida a él
para cobijarse en la impunidad.
Cuando en un país igualmente convulsionado y carente de fuerza pública, los extranjeros se veían
atacados en su calidad de tales.
Un considerable número de Estados americanos ha estipulado, en la Convención sobre derechos y
deberes de los Estados (Montevideo 1933) que “ningún Estado tiene derecho de intervenir en los
asuntos internos ni en los externos de otro” y esa norma fue reafirmada en el Protocolo Adicional
subscripto en Buenos Aires el 26 de diciembre de 1963 declarando las repúblicas latinoamericanas
“inadmisible la intervención de cualquiera de ellas, directa o indirectamente y sea cual fuere el
motivo, en los asuntos interiores o exteriores de cualquier otra”, “la violación de las estipulaciones de
este artículo dará lugar a una consulta mutua a fin de cambiar ideas y buscar procedimientos de
avenimiento pacífico”.
El “Acta de Chapultepec” haciendo referencia a los Estados Americanos, establece que: “Todo
atentado de un Estado contra la integridad o la inviolabilidad de su territorio, o contra la soberanía
política de un Estado americano, será considerado como un acto de agresión contra los demás
Estados que la firman”, y “se considerará como un acto de agresión la invasión , por fuerzas
armadas de un Estado, al territorio de otro, traspasando las fronteras establecidas por tratados y
demarcadas de conformidad con ellos”.
En la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), subscripta en Bogotá el 30 de abril de
1948 y modificada por el Protocolo de Buenos Aires el 27 de febrero de 1967, estipula:
“Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente y sea cual
fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. Esto excluye la fuerza armada y
también cualquier forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de
los elementos económicos, políticos y culturales que lo constituyen”.
“Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para
forzar la voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza”.
“El territorio de un Estado es inviolable, no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas
de fuerzas tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera de fuere el motivo, aun de
manera temporal”.
En 1919 el Pacto de la sociedad de Naciones, la obligación de respetar, además de la integridad
territorial, la independencia política existente de todos los miembros de la institución, agregando en
caso de una agresión de esta especie, o de una amenaza o peligro de tal agresión, el Consejo
recomendaría las medidas necesarias para asegurar el cumplimiento de aquella obligación. En 1945,
la Carta de las UN ha establecido que: “los miembros de la Organización, en sus relaciones
internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con
los propósitos de UN”.
Cuando un asunto sea esencialmente de jurisdicción interna, pero ponga en peligro el mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales, el Consejo de Seguridad podrá intervenir aplicando las
medidas coercitivas del capítulo VII.
La Carta de la OEA, teniendo en cuenta las obligaciones que surgen del Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca en su artículo 22 establece: “Las medidas que, de acuerdo a los tratados
vigentes, se adopten para el mantenimiento de la paz y la seguridad, no constituyen violación de los
principios establecidos”.
En 1965, la AG de la ONU adoptó la resolución 2131 sobre “La inadmisibilidad de la intervención en
los asuntos internos de los Estados y protección de su independencia y soberanía”.
Además de la intervención armada se condena cualesquiera otra forma de injerencia o de amenaza
atentatoria de la personalidad del Estado, o de los elementos políticos, económicos y culturales que
lo constituyen.
Ningún Estado puede aplicar o fomentar el uso de medidas económicas, políticas o de cualquiera
otra índole para coaccionar a otro Estado a fin de lograr que subordine el ejercicio de sus derechos
soberanos y obtener de él ventajas de cualquier orden. Todos los Estados deberán abstenerse de
organizar, apoyar, fomentar, financiar instigar o tolerar actividades armadas subversivas o terroristas
encaminadas a cambiar por la violencia el régimen de otro Estado, y de intervenir en una guerra civil
de otro Estado. • La Doctrina de Monroe
El 2 de diciembre de 1823 el Presidente Monroe, teniendo en mira determinados acontecimientos,
formuló un mensaje anual al Congreso, ciertas declaraciones que luego vinieron a constituir, con el
nombre de DOCTRINA de MONROE, una de las piedras angulares de la política exterior de los
EEUU.
Esas declaraciones respondían a hechos que denotaban el propósito de las grandes potencias
europeas de extender su dominación en América: la penetración rusa en las costas americanas del
Pacífico septentrional y sobre todo los planes de la Santa Alianza de auxiliar a España para
reconquistar las colones de América, que hubiera significado el absolutismo en gran parte del
Continente.
En la carta del 24 de octubre de 1823, estableció que la primera regla fundamental de la política
exterior de los EEUU debería ser la de no inmiscuirse en los enredos europeos y la segunda no
permitir que Europa se mezclara en los asuntos de este lado del Atlántico.
La famosa doctrina se basaba en tres principios:
No colonización futura por Estados europeos en América: los estados americanos, dada la condición
de libre e independiente que han asumido y mantienen, no debe ser considerados en adelantes
como sujetos de colonización futura por ninguna potencia europea.
No intervención por Estados europeos en el continente americano: El sistema político de las
potencias aliadas es esencialmente distinto al de América. Corresponde declarar que hemos de
considerar toda tentativa de su parte para extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio
como peligrosa para nuestra paz y seguridad. Con respecto a los gobiernos que han declarado su
independencia y la han mantenido, y cuya independencia nosotros hemos reconocido teniendo en
cuenta elevadas consideraciones y principios de justicia, no podríamos ver ninguna interposición por
una potencia europea con el propósito de oprimirlos o controlar de cualquier manera sus destinos
sino como manifestación de una disposición inamistosa hacia los Estados Unidos.
Desinterés de los Estados Unidos en las cuestiones europeas: Nuestra política con relación a
Europa, que ha sido adoptada desde el comienzo de las guerras que durante largo tiempo han
agitado a esa parte del globo, se mantiene igual y consiste en no injerirnos en los asuntos que sólo
conciernen a esas potencias.
La doctrina Monroe, se resume en la popular frase de "América para los americanos".
Origen: Dos hechos históricos son la causa inmediata de la proclamación de esta doctrina.
Por un lado, la reciente independencia de todas las colonias de Portugal y España en Latinoamérica
(con excepción de Cuba y Puerto Rico). Estados Unidos pretendía evitar que las grandes potencias
europeas intentasen ocupar el vacío dejado por Lisboa y Madrid y que las Américas se convirtieran
en el campo de batalla de los intereses europeos.
En particular, en un primer momento la doctrina de América para los americanos iba dirigida a la
Santa Alianza, una coalición conservadora formada al final de las guerras napoleónicas y a la que
pertenecían Rusia, Prusia y el imperio Austro-húngaro.
Uno de los objetivos de la Santa Alianza era hacer valer los derechos de la monarquía de los
borbones españoles en los países que recientemente habían declarado su independencia de
España.
Por otro lado y ocupando un lugar fundamental hay que destacar la declaración de Rusia el 4 de
septiembre de 1821 proclamando su soberanía sobre lo que se denominaba la América
Noroccidental, esto es, lo que hoy es el estado de Alaska.
Según la proclamación, Rusia prohibía a todos los barcos navegando bajo pabellón de otra nación
no sólo que atracaran o se acercaran a las costas de lo que hoy es Alaska, sino que también
rechazaba la posibilidad de que navegasen a menos de cien millas de dichas costas.
Efectos inmediatos: Hay que destacar que la doctrina Monroe fue bien recibida en Inglaterra, que en
plena expansión industrial buscaba acceso libre a los mercados de las nuevas repúblicas
latinoamericanas, y también por éstas, que veían en la Declaración una garantía frente a los
europeos expansionistas.
Sin embargo, hay que reconocer que en el momento de su proclamación la doctrina Monroe era
poco más que simples intenciones. En esos momentos Estados Unidos carecía tanto de poder
político como militar como para imponerla a la fuerza.
América para los americanos a lo largo de la historia: Aunque el fin original de la doctrina Monroe era
evitar la expansión del colonialismo (europeo), en la práctica se convirtió en una herramienta para
justificar la expansión hacia el oeste de Estados Unidos y sus intervenciones militares, económicas o
políticas en Latinoamérica.
Ejemplos de aplicación de esta doctrina:
Expansión a Texas, junto con la doctrina de Destino Manifiesto.
Intervención en la guerra de la independencia de Cuba.
Expansión a Hawái.
Crisis de Venezuela de 1895 sobre los territorios de la Guayana disputados con Inglaterra.
Y junto a su complemento, la doctrina conocida como Corolario Roosevelt, sirvió para justificar
intervenciones varias en Latinoamérica durante los años de la Guerra Fría.
La Doctrina Drago:
Con el propósito de cobrar las acreencias internacionales de sus países, las flotas combinadas de
Gran Bretaña, Alemania e Italia impusieron un bloqueo naval a Venezuela en diciembre de 1902. De
este episodio surgió la doctrina Drago, formulada por el canciller argentino Luis María Drago en una
nota dirigida el 29 de diciembre de 1902 a su ministro en Washington, para conocimiento del
gobierno de Estados Unidos, según la cual “el principio que quisiéramos ver reconocido es el que la
deuda pública no puede provocar jamás la intervención armada, y mucho menos la ocupación del
suelo de una nación americana por una potencia europea”.
La tesis central de esta doctrina es que las deudas internacionales no pueden cobrarse por la fuerza
o la amenaza de la fuerza. En cierto modo fue un complemento de la doctrina Monroe. Por eso
algunos sectores de la diplomacia de Estados Unidos la miraron con simpatía. Años después, el
tema de la doctrina Drago fue llevado a la segunda Conferencia de la Haya en 1907, donde se
adoptó la llamada Convención Porter que prescribe que “no se debe recurrir a la fuerza de las armas
para el cobro de deudas emergentes de contratos, y reclamaciones por el gobierno de un país al
gobierno de otro, como deudas de sus nacionales”, a cambio de lo cual el Estado deudor debía
comprometerse a aceptar las propuestas de arbitraje y someterse a su fallo.

Unidad 5
1. Dominio del estado
a. Dominio
Concepto.
Llámese al dominio territorial al poder que el Estado ejerce, a consecuencia de su soberanía, sobre,
encima y debajo del espacio del globo terráqueo sometido a su autoridad. Según la ya clásica
definición de Jean Bodin: «Soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una república», agregando
que sus caracteres son los siguientes: única, absoluta, indivisible e imprescriptible.
Dicho espacio es una parte delimitada de la superficie del globo, cuyo dominio se reconocen
recíprocamente los estados.
Constituye el territorio la base física indispensable para que el Estado ejercite su potestad
internacional.
Interpretaciones doctrinarias sobre la soberanía territorial.
Soberanía territorial y la CPJI.
“La soberanía con relación al territorio es llamada en el presente laudo soberanía territorial. La
soberanía en las relaciones entre estados significa independencia. La independencia respecto de
una porción del globo es el derecho de ejercer en ella con exclusión de cualquier otro estado, las
funciones del Estado”. Laudo de la CPJI sobre la isla de Palmas, el 04/04/1928.
Naturaleza jurídica del dominio del Estado.
La naturaleza jurídica del dominio que el Estado tiene depende de la explicación que de ella
suministran determinadas teorías.
a. Teoría patrimonial.
Está inspirada en el derecho romano, y sus autores son Gemma, Cavaglierie, y otros autores
italianos.
Esta teoría considera al territorio como un objeto sometido al domino del Estado, éste ejerce sobre
aquél un derecho análogo al de propiedad, pero regido por el derecho público.
Moreno Quintana considera que es la más exacta y adecuada a la técnica específica del derecho
internacional, habiendo sido además abonada por la jurisprudencia alusiva. Así, Vélez Sarsfield, en
la nota del art. 2507 del CC decía, respecto del dominio territorial del Estado, que se trata de una
“propiedad de Estado a Estado”, considerándola como una “obligación general de todas las
naciones, como toda la que es relativa a los derechos reales, de respetar la acción de cada pueblo
sobre su territorio, no turbarla, ni imponerle obstáculo alguno”.
Cuatro importantes instrumentos internacionales consagraron, merced de una ideología pacifista, la
garantía del status territorial de los estados contratantes:
i. El artículo 10° del Pacto de la SDN.
Comprometía a sus estados miembros a “respetar y mantener contra toda agresión exterior al
integridad territorial y la independencia política presente de todos los Miembros de la Sociedad”. ii. El
artículo 1° de los Pactos de Locarno.
Disponía el mantenimiento del status quo territorial y la inviolabilidad de los fronteras de Alemania,
Francia y Bélgica, tal como las fijaba el tratado de Versalles, y su garantía por Gran Bretaña e Italia.
(16/10/1925).
El artículo 2°, inciso cuarto de la Carta de la ONU.
Obliga a sus miembros abstenerse, en sus relaciones internacionales, “de recurrir a la amenaza o al
uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de cualquier Estado” /26/06/1945).
El artículo 17° de la Carta de la OEA.
Declara: “El territorio de un Estado es inviolable, no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras
medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere le motivo,
aún de manera temporal”, y agrega que no serán reconocidas “las adquisiciones territoriales o las
ventajas especiales que se obtengan por la fuerza o por cualquier medio de coacción”.

En Latinoamérica hay otros tratados que reconocen el dominio del Estado sobre su territorio: el
tratado de unión, liga y confederación (Panamá, 15/07/1826); la nota enviada a Paraguay y Bolivia
con motivo de la guerra del Chacho por los diecinueve países americanos restantes (Washington
03/08/1932); el tratado de no agresión y conciliación propiciado por el entonces ministro argentino de
Relaciones Exteriores, llamado Pacto Antibélico Saavedra Lamas (Río de Janeiro 10/10/1933); la
Declaración de Principios hecha por la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz
(Buenos Aires; 23/12/1938), etc.
Teoría espacial de Fricker.
Establece que el Estado tiene una soberanía abstracta sobre su espacio territorial, que se manifiesta
por un poder de imperio.
Teoría de la competencia.
Sus autores son Radnitsky y Henrich, y fue puesta en boga por varios tratadistas actuales. Reputa
que el derecho internacional habría atribuido a las personas internacionales una suma de facultades
locales sobre su territorio.
Teoría mixta.
Su autor es Verdross.
Combina las teorías del territorio-objeto, y de las competencias, suponiendo que el Estado, antes
que un derecho sobre el territorio mismo, ejerce sobre él determinadas facultades. b. Espacios que lo
comprenden.
Uno de los elementos esenciales de la soberanía es que ella debe ejercerse dentro de los límites del
territorio, y que en defecto de prueba contraria, el territorio tiene los mismos límites que la soberanía
(CPA, laudo sobre las pesquerías en el Atlántico Norte 07/09/1910). Aquella delimitación se extiende,
conforme a la concepción romanista usque ad coelum et ad ínferos hacia arriba y hacia bajo, en
líneas perpendiculares hacia el suelo. Y comprende la tierra y el subsuelo, las aguas que la bañan y
la atraviesan, y la columna espacial que se eleva entre aquellas líneas que marcan los límites
internacionales del Estado. Como podemos advertir, el Estado asume la forma un cono invertido
cuya base está constituida por la corteza terrestre y en cuyo vértice coinciden, en el centro de la
tierra, los territorios de todos los demás estados.
Tres son las clases de territorio que la geografía señala como de pertenencia del Estado: a) el
territorio terrestre, constituido por la tierra firme y el subsuelo de los continentes, y delasislas hasta
converger en el centro mismo del globo; b) el territorio acuático, que se descompone en marítimo,
fluvial o lacustre según recaiga en mares, ríos o lagos; y c) el territorio aéreo constituido por una
columna espacial que excede en elevación continua las distintas capas de la atmósfera sin solución
de continuidad. *Pregunta de examen: ¿Hasta dónde llega el dominio de Argentina? El dominio de
Argentina se extiende en tres dimensiones: la territorial, la marítima y la aérea. La territorial incluye el
continente + islas + Antártida; la Marítima el espacio marítimo per se, el espacio fluvial (ríos), y el
espacio lacustre (lagos); el Aéreo se extiende en un cono invertido hasta cien millas marinas. Cada
país debe notificar a la O.N.U. hasta donde llega su espacio aéreo.
c. Modos de adquisición del dominio del Estado. Formas históricas y modos aceptados por el
Derecho Internacional.
Distintos son los modos por los cuales el Estado adquiere el dominio territorial. Unos se originan en
un hecho, los otros en un acto jurídico. Por virtud de un hecho que tiene consecuencias jurídicas, el
Estado adquiere el dominio territorial con exclusión de todo dominio anterior; a consecuencia de un
acto jurídico, el Estado sustituye su referido dominio a un dominio antes existente.
i. Modos originarios de adquisición del dominio territorial.
Se caracterizan por ser hechos jurídicos.
1. Ocupación.
Concepto.
Como modo de adquirir territorio, la ocupación consiste en la toma de posesión que un Estado
efectúa de un territorio no habitado, o habitado por pueblos salvajes o semicivilizados y mantiene esa
posesión de modo efectivo y público.
La ocupación ha tenido considerable importancia en la época del sistema colonial, que ayudó a
algunos Estados europeos, hasta fines del siglo XIX, a extenderse en los otros continentes. Hoy,
estando ocupada y delimitada casi toda la superficie de la tierra, la regla de la ocupación tiene
aplicación poco frecuente; sin embargo, reviste importancia en los casos en que se convierte un titulo
territorial formado en la referida época, porque la cuestión debe ser resuelta aplicando los principios
vigentes en el tiempo en que ese título se ha originado. (Podestá Costa y Ruda). Es un hecho
jurídico.
Historia.(Aquí se desarrolla otro modo originario de adquisición, el “descubrimiento”)
La ocupación se inspiró primero en las normas del Derecho Romano, según el cual se requería la
aprehensión material de una res nullius y el ánimo de poseerla para sí.
Cuando algunos países europeos comenzaron a penetrar en regiones habitadas por pueblos
bárbaros o de civilización primitiva, las reglas del Derecho Romano resultaron estrechas. La Santa
Sede asignó a los príncipes cristianos los territorios que allí descubriesen. Desde comienzos del siglo
XV, el Papado acordó a Portugal las tierras que descubriera en África y en las Indias Orientales; y
apenas efectuado el descubrimiento de América, el Papa Alejandro VI dispuso en la bula Inter
Caetera, dada el 6 de mayo de 1493, que las tierras descubiertas o por descubrir al Oriente de una
línea meridiana trazada a 100 leguas al Oeste de las Islas Azores y de Cabo Verde pertenecían a
Portugal y las situadas al Occidente de la misma línea pertenecerían a España, todo ello a condición
de que no estuviesen ya ocupadas por un príncipe cristiano para Navidad de 1492. Un año después
— el 7 de junio de 1494— España y Portugal convinieron entre si, por el Tratado de Tordesillas
(aprobado por bula del papa Julio II, del 24 de enero de 1506), en trasladar mucho más al Occidente
la “línea de demarcación”, y agregaron que ambos reyes se comprometían a no enviar navíos “a
descubrir, contratar, rescatar o conquistar tierras” en la zona correspondiente al otro. Es así como se
introdujo la idea de que el primer descubridor obtiene el derecho de apropiarse del territorio. Pero
este título fue pronto contestado. La bula de Alejandro VI, al dividir el mundo en dos sectores,
importaba atribuir a España y Portugal un monopolio colonial basado en el descubrimiento.
Inglaterra, Países Bajos y Francia, impulsados por el deseo de adquirir tierras ultramarinas, no
reconocen tal exclusividad y niegan que el descubrimiento sea bastante para atribuir el dominio
territorial. La Reina Isabel de Inglaterra otorga en 1578 una “Carta Patente” a Sir Humphrey Gilbert
autorizándole “a descubrir las remotas tierras […] no poseídos actualmente por otro príncipe o
pueblo cristiano y tomarlos, ocuparlos y disfrutar de ellos”; y en 1580, cuando el Embajador español
protesta por el viaje de circunnavegación de Drake, la Reina Isabel le manifiesta que “no podía
convencerse de que las Indias pertenecieran a España por el solo hecho de la donación del Papa
[…] invistiendo a los españoles con la posesión, basado solamente en que los españoles hubiesen
tocado en tal o cual punto, erigido refugios, dado nombre a algún rio o promontorio, pues estos actos
no pueden conferir el dominio […] de manera que esa donación no puede impedir que, en las
regiones en que los españoles no residiesen, otros príncipes comercien y establezcan colonias”.
Francia y los Países Bajos adoptan la misma actitud, y tanto los ingleses como los franceses y
holandeses se instalan en distintas regiones de América y Asia.
La doctrina del derecho internacional, desde que empieza a formarse en el siglo XVII, sostiene
unánimemente la necesidad de la ocupación para adquirir territorio.
Grocio, al reclamar en 1609 la libertad de los mares, afirma que el descubrimiento debe ser seguido
de ocupación, y en su obra fundamental, publicada en 1625, observa que la ocupación es desde los
tiempos primitivos el único modo real y originario de adquirir. Zouche sostiene en 1650 que la
ocupación es el medio necesario para la adquisición del territorio y después de aseverar que el
Pontífice Romano carece de la prerrogativa de disponer de las nuevas tierras, expresa que los
derechos de España se extienden solamente a los lugares ocupados por ella.
Luego esta regla vino a ser precisada y consolidada cada vez más, cualquiera que fuese el
procedimiento material empleado para la ocupación: ya mediante la instalación de soldados,
misiones religiosas y autoridades dependientes; la metrópoli; o bien por la acción que desarrollaban
compañías mercantiles autorizadas por su gobierno, como por ejemplo las tres Compañías de las
Indias Orientales, la Inglesa, la Holandesa y la Francesa.
No se denegaba en absoluto validez al descubrimiento, a condición de que fuese realizado por
persona debidamente autorizada por el gobierno; más era bien entendido que el descubrimiento
otorga tan sólo un titulo inicial o incoado que debe ser completado, dentro de un tiempo razonable,
por el hecho de la ocupación del territorio; y ese título es precario, pues pierde todo valor si aquella
ocupación no se produce. En otros términos, el descubrimiento, si no era seguido por el hecho de la
ocupación, no podía obstruir la acción positiva de los demás. En muchos casos, siendo los nuevos
territorios sumamente vastos y careciéndose de medios, sucedía que los exploradores se limitaban a
efectuar un toma de posesión, un acto puramente simbólico y fugaz, consistente en practicar un
desembarco, plantar una cruz, izar el pabellón y hacer constar todo ello en un acta. Contra ese
método, calificado de “ocupación ficticia”, se reaccionó de tal modo que desde comienzos del siglo
XVIII se señala en la práctica internacional y en la doctrina la necesidad de que la ocupación sea
efectiva. No significa esto, sin embargo, que la posesión se aplique materialmente a todas y cada
una de las fracciones de un territorio, pero sí de manera que importe extender en él una autoridad
siquiera virtual.
Toda la evolución ulterior, tanto en la costumbre internacional como en la doctrina, viene a precisar y
consolidar la regla de la ocupación efectiva. (Podestá Costa y Ruda)
c. Normas. (Pregunta de examen: ¿Cuándo se pactó los requisitos de la ocupación?)
La doctrina jurisintencionalista finisecular reconoció como indispensable para la adquisición la
ocupación (como ya vimos), y el IDI, después de la reunión del Congreso Africano de Berlín, aceptó
sus conclusiones en la materia planteando los cuatro requisitos para la validez de la adquisición del
dominio por ocupación (Sesión de Lausanne, 1888). Tales fueron: 1) La existencia de un territorio res
nullius–sin dueño–, vale decir desierto o habitado por salvajes; 2) la manifestación del animus
adquirendi, o sea la voluntad del ocupante de someter dicho territorio a su dominio; 3) la efectividad
de la ocupación por medio de una estancia real de personas en el lugar y no mediante la simple
construcción de locales, erección de monumentos o fijación de símbolos; 4) la publicidad del hecho
merced a una comunicación hecha al as potencias interesadas por si éstas tuvieran que deducir
algún reclamo.
También incorporó a la referida acta, como principios aplicables a la ocupación de territorios en
África, los de la trastierra y de la delimitación de zonas geográficas de influencia entre las potencias
interesadas para distribuir sus ocupaciones futuras.
Según el principio de trastierra, toda potencia que hubiere realizado la ocupación de una parte de la
costa de mar o de la desembarcadura del río, tenía derecho a hacerla extensiva a todo el territorio
adyacente a dicha costa, o al de la respectiva cuenca fluvial, mientras no invadiese una zona de
influencia atribuida a otra potencia.
Conforme al principio de delimitación de zonas geográficas, se determinaron por coordenadas,
meridianos de longitud y paralelos de latitud, la extensión de las respectivas zonas. Por aplicación de
estos principios, los derechos teóricos de las potencias se convertían en situaciones efectivas. De
ahí nacieron las teorías de la contigüidad, de la continuidad, y de la cuenca hidrográfica. i. Teoría de
la contigüidad
Ésta teoría es sólo aplicable cuando no media una delimitación previa. Obedece sobre todo a
razones geográfico-continentales, y a las necesidades de seguridad y defensa militar. Su
procedencia es lógica tratándose de territorios vecinos al de la ocupación o de islas separadas de un
por España en 1767 (está en contra de esta teoría el árbitro Huber en el laudo de Islas de las
Palmas, estableciendo que es imposible demostrar la existencia de una regla de derecho
internacional positivo estatuyendo que pertenecen a un estado islas situadas fuera de las aguas
territorial por el simple hecho de que el territorio de ese estado constituye para ellas tierra próxima).
Teoría de la continuidad
Reconoce como base una dependencia orográfica o hidrográfica que permite la extensión de una
ocupación hecha en un punto de una isla a toda ella, o de la de una isla a todo un archipiélago de
que forme parte. Así adquirió Alemania el dominio de las islas Marshall en 1885. Cuando hay
coetaneidad de ocupaciones, la dificultad puede resolverse mediante la determinación de la distancia
media entre los puntos originarios de la ocupación.
Teoría de la cuenca hidrográfica
Extiende la ocupación de la desembocadura de un río a todo su curso, a dicho curso y al de sus
afluentes, o al de toda la cuenca fluvial. Reconoce importantes antecedentes y es la más verosímil
en la materia. Fue exitosamente sostenida por EE.UU. con motivo de la incorporación de sus ricos
territorios de Luisiana en 1805 y Oregón en 1824.
Accesión.
La accesión es un hecho que provoca el aumento del territorio de un oaís por la acción de fuerzas
naturales o de la del hombre. Casi todas las legislaciones nacionales la reconocen como modo de
adquisición del dominio público del Estado.
Presenta diversas formas: la del aluvión, avulsión, accesión artificial y formación de islas. Acrece el
territorio estatal por avulsión merced a aportaciones sucesivas que realizan las corrientes de las
aguas; por avulsión, si fenómenos geológicos operan el mismo efecto; por accesión artificial, cuando
la manod el hombre gana tierras al mar mediante diques y otras obras, v. gr., La Boca, en Buenos
Aires, y Holanda; y formación de islas, al aparecer éstas fuera del dominio marítimo del Estado y
pertenecer al estado de costas más próximas en virtud de la contigüidad geográfica. (OJO:
completamente ajeno a ese último caso es el de la formación de islas dentro del dominio marítimo
del Estado. Porque en éstos, no hay sino transformación de un dominio acuático a otro terrestre. No
se modifica la condición espacial del territorio del Estado.
Descubrimiento.
Como mero hecho, si no va acompañado de los requisitos que exige la ocupación, el descubrimiento
no confiere título alguno de dominio (como ya vimos en la ocupación).
Anexión o conquista.
Concepto.
Es el hecho por el cual, haciendo uso del derecho de conquista, un estado adquiere el territorio de
otro mediante la fuerza de las armas.
Caracteres.
Para que la anexión se manifieste, la característica de la situación es la de la debellatio, o sea,
aquella de absoluto sometimiento en que, a raíz de una fuera, se halle el estado vencido respecto de
su vencedor. Tal situación es la que habilita jurídicamente al estado vencedor para proceder a la
anexión. Lo consagra así, a través de la historia, una costumbre universal.
Para que la declaración de anexión tenga validez jurídica, el sometimiento del estado vencido debe
ser total. Eran así inválidas las declaraciones de anexión que hicieron en 1900 Gran Bretaña, en
cuanto a Orange y Transvaal, e Italia en 1911 con respecto a Tripolitania y Cirenaica, y en 1935 con
respecto a Etiopía. Pero una declaración inválida puede bonificarse posteriormente si se presenta la
debellatio.
No motiva anexión la mera ocupación militar.
Doctrinas en contra de la anexión.
Contra el derecho de conquista se pronunció claramente F. de Vittoria en su reelección De Jure Belli,
manifestando que no es justa causa de fuera el deseo de ensanchar el propio territorio a costa del
vecino (1539). Lo repudia también la doctrina juristencionalista de la Edad Contemporánea y aún lo
condenó el artículo décimo del Pacto de la SFN. Pero Gran Bretaña e Italia hicieron uso de él en el
siglo XX.
Historia de la anexión.
La sumisión a la soberanía de un Estado, por medio de la fuerza, de un territorio perteneciente a otro
Estado fue frecuentemente un modo de adquirir territorio. Más aún, la ocupación bélica importaba
ipso facto la conquista. La Revolución Francesa reaccionó contra estas prácticas, declarando en
1790 que sus ejércitos no invocarían ya el “derecho de conquista” en los territorios que ocuparan; sin
embargo, considerando que los reyes eran usurpadores de la soberanía del pueblo, autorizó a sus
generales a “proceder en nombre de la República Francesa” a reorganizar las autoridades locales
por medio de leyes internas.
Con todo, la ocupación bélica no importaba ya la abrogación inmediata de la soberanía. Desde el
siglo XIX se concreta la reacción contra la conquista. Los países hispanoamericanos reunidos en los
congresos de Panamá (1826) y de Lima (1865) se coaligan para defender su independencia; y años
más tarde, en la Primera Conferencia Internacional Americana (Washington,
1889-90), las repúblicas del continente formulan una condenación moral del “derecho de conquista”,
según el cual los miembros de la institución “se comprometen a respetar y a mantener contra toda
agresión exterior la integridad territorial y la independencia política presente de todos los miembros
de la Sociedad”.
La Carta de las Naciones Unidas da un importante paso al prohibir, en su artículo 2°inciso 4°, la
amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas.
Dentro del sistema de la Carta el uso de la fuerza sólo es legal cuando se la utiliza en legítima
defensa, conforme con el artículo 51, o cuando se actúa cumpliendo una decisión del Consejo de
Seguridad, dentro de las facultades que le otorga el Capítulo VII.
La Declaración sobre Principios de Derecho Internacional referentes a las relaciones de amistad y
cooperación entre los Estados, adoptada por la Asamblea General, en 1970, establece: “El territorio
de un Estado no será objeto de adquisición por otro Estado derivada de la amenaza o el uso de la
fuerza. No se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso
de la fuerza. Nada de lo dispuesto anteriormente se interpretará en un sentido que afecte: a) A
disposiciones de la Carta o cualquier acuerdo internacional anterior al régimen de la Carta y que sea
válido según el derecho internacional; o b) Los poderes del Consejo de Seguridad de conformidad
con la Carta”.
Finalmente, todo ello se traduce en el no reconocimiento de las adquisiciones territoriales obtenidas
por medio de la fuerza, aunque la conquista aparezca disimulada como una cesión que se estipula
en un tratado de paz.
Entre los Principios de la O.E.A. se reafirma en el artículo 39, inciso c), que: "Los Estados
Americanos condenan la guerra de agresión: la victoria no da derechos”.
ii. Modos derivados de adquisición del dominio territorial. Se caracterizan por ser Actos jurídicos.
1. Cesión.
La cesión es un acto jurídico por el cual un estado adquiriere parte del territorio de otro. (Moreno
Quintana)
La cesión es la transferencia de la soberanía sobre determinado territorio realizada por un Estado a
otro mediante un convenio formal. (Podesta Costa y Ruda). Puede hacerse sin compensación, como
es la cesión estipulada en un tratado de paz —caso en que puede ser una forma disimulada de
conquista—, o puede realizarse mediante compensación, es decir, en calidad de venta o permuta.
En algunas circunstancias, la cesión se efectúa por medio de un plebiscito. La cesión no se puede
considerar perfeccionada hasta que el territorio no haya sido efectivamente ocupado. No sólo
condenan la doctrina y el derecho internacional americanos las anexiones realizadas
unilateralmente, sino también las cesiones de territorio resultantes de tratados celebrados en forma
compulsiva. Tres doctrinas –una colombiana y otra argentina- fueron exponentes de tal posición: las
de Sucre, Varela e Yrigoyen.
Sucre: “los derechos de Colombia son los mismos antes que después de la victoria”.
Varela: “la victoria no da derechos[…]”.
Yirgoyen: “[…] declaraciones y acuerdos que cimienten la armonía internacional, con la
independencia e integridad de territorios de los países latinoamericanos, basándose en la verdad
histórica y la justicia, es el único origen del dominio territorial; rechazando anexiones violentas y
conquistas y estableciendo el principio ius possidendi”.
Venta.
Es la transferencia de dominio de un estado a otro de territorios, por un precio en dinero, que
presenta una característica más comercial que política. Aunque casi siempre adquiere la forma de un
tratado.
Ejemplos: en 1803 Francia procede a la venta del rico territorio de Luisiana bañado por el río
Mississippi a EE.UU., por 60 millones de francos, respecto del cual Napoleón Bonaparte dijo que se
trataba de algo demasiado distante para ser defendido. Otro caso de venta es el de la hermosa
región de La Florida por España a EE.UU. realizado en 1819. Presionada fuertemente por EE.UU.,
Rusia vende en 1867 a ese país, en 7.200.000 dólares, el rico territorio de Alaska que ya había
motivado una cuestión entre ambos estados.
Otros tipos de adquisición.
Otras formas de adquisición del dominio territorial resultan de actos jurídicos que aparecen bajo
denominaciones de derecho civil, muchas veces traducidas por las de conocidos derechos reales.
Éstos se establecen por plazos sumamente largos, cuando no sine die. Reconoce la mayoría de los
autores que se trata de cesiones encubiertas cuya índole responde a la política antes que al derecho
internacional.
Tales fueron los casos de arrendamiento del importante puerto Hong-Kong, en la costa sur de China,
con su zona circundante, por ese país a Gran Bretaña en 1841; del puerto de Kiao-Chao, en la costa
norte de China en 1898, por ese país a Alemania, arrendamiento que caducó con el Tratado de
Versalles en 1919; de las bases navales de Guantánamo y Bahía Honda, en 1903, de Cuba a
EE.UU.; de la zona del canal de Panamá, por este país a EE.UU., en 1903, renovado en 1936, que
comprende una franja de territorio paralela a dicho canal, de un ancho de cinco millas de cada lado,
con exclusión de las ciudades de Panamá y Colón, y las tierras o aguas necesarias para el buen
funcionamiento del canal, etc.
Casos de prenda, ocupación y administración fue el de Bosnia-Herzegovina, territorio balcánico que
Turquía entregó a Austria y Hungría en 1878, siendo éste anexado por el Imperio Austro-Húngaro.
De cesión condicional la de la estratégica isla de Chipre, en el mar Mediterráneo oriental, frente a la
costa de Siria, en 1878 por Turquía a Gran Bretaña, reclamada desde 1954 como territorio propio
tanto por la misma Turquía como por Grecia (ésta última por afinidad racial). Y de cesión temporaria
la de Port Arthur, importante posición estratégica en la península manchuriana de Darién, en 1898,
por China a Rusia, discontinuada por el triunfo de Japón sobre este último país en 1905.
iii. Modos de adquisición de los territorios polares.
Los territorios polares que se extienden sobre cada uno de los extremos del globo terráqueo,
¿pertenecen de derecho a los países circundantes o son, por el contrario, susceptibles de adquirirse
por ocupación?
Afecta cada uno de ellos la forma de un casquete esférico que se delimita por los paralelos 67º de
latitud norte o sur, según el caso, aunque es usual considerar también como polares las tierras
adyacentes. (Aclaración terminológica: hay diferencias entre “territorio polar” y las tierras adyacentes
al territorio polar).
El ártico se haya constituido solamente por un conglomerado de islas y archipiélagos, y grandes
extensiones de aguas congeladas. Se halla rodeado por grandes masas terrestres.
El antártico se haya integrado por una dilatada extensión de tierra firma, y sus mares presentan
mejores posibilidades de navegación, siendo su clima más riguroso. Se halla rodeado por los
océanos Atlántico Austral, Pacífico e Índico. Está situado a considerable distancia de las tierras más
cercanas que lo separa el amplísimo estrecho de Drake. Tiene una extensión de 14.165. kilómetros
cuadrados, por lo que suele ser reputado como un sexto continente. Se divide geográficamente en
cuatro cuadrantes: el Americano, el Pacífico, el Australiano y el Africano. Fue implícitamente
atribuido el domino de la
Antártida a España y Portugal por la bula Inter Coetera expedida en 04/05/1493 por el papa
Alejandro VI, la que dividió su casquete por una línea imaginaria que corría de polo a polo a cien
leguas al oeste de las islas Azores y del Cabo Verde (por el mero hecho del descubrimiento).
Uno como otro casquete han adquirido hoy gran importancia estratégica ante la posibilidad de
establecer en ellos bases militares, y navales, y puntos de apoyo para la aviación que acorta sus
rutas sobrevolándolo.
Hay en ambos casquetes establecimientos meteorológicos y pesqueros permanentes instalados por
Dinamarca, Noruega, Argentina, Chile y Gran Bretaña. Pero mientras el ártico se halla habitado, el
antártico está en su mayor parte desierto. La base más austral de Argentina se encuentra en el
Servicio Meteorológico Nacional, isla Laurie (una de las islas más grandes de la Antártida).
Según la teoría del sector, cada casquete polar se divide por los meridianos pertinentes en tantos
sectores cuantos países del respectivo hemisferio tengan proximidad con las correspondientes
tierras polares. Todo estado que confina con ellas tiene derecho a las situadas dentro de la
prolongación de los meridianos tangentes a los puntos más salientes, al este y al oeste de sus
respectivos territorios. Sólo el cuadrante del Pacífico, que carece de proximidad con estado alguno,
se halla exento en principio, de la aplicación de la teoría del sector.
Ideó dicha teoría el senador canadiense Pascal Poirer para proclamar el dominio de Canadá sobre
tierras árticas.
En materia de adquisición de dominio sobre territorios polares no hay todavía un consenso
internacional definitivo. Sólo la conformidad de los países que reclaman derechos sobre él podría
darle oportunamente solución jurídica al problema. Mientras ello no ocurra, debe estarse a lo que
resulte de la aplicación de normas conocidas y/o aceptadas. Tal, en principio, la teoría del sector,
acatada por importantes estados respecto del casquete ártico, que reduce el número de reclamantes
al de los estados de costas más próximas. La materia se encuentra regulada por el Tratado
Antártico, en el que Argentina participó y ratificó, realizado sus respectivas reservas (en el gobierno
de Frondizi). Dicho Tratado fue firmado en 1959, y entró en vigencia a partir de 1961. Sus artículos
más importantes son los siguientes:
Art. 1. - La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Se prohíbe entre otras, toda
medida de carácter militar […] El presente Tratado no impedirá en empleo de personal o equipo
militares, para investigaciones científicas o para cualquier otro fin pacífico.
ARTICULO 4. - Ninguna disposición del presente Tratado se interpretará:
como una renuncia, por cualquiera de las Partes contratantes, a sus derechos de soberanía territorial
o a las reclamaciones territoriales en la Antártida, que hubiere hecho valer precedentemente;
como una renuncia o menoscabo, por cualquiera de las Partes Contratantes, a cualquier fundamento
de reclamación de soberanía territorial en la Antártida que pudiera tener, ya sea como resultado de
sus actividades o de las de sus nacionales en la Antártida, o por cualquier otro motivo; (c) como
perjudicial a cualquiera de las Partes Contratantes, en lo concerniente a su reconocimiento o no
reconocimiento del derecho de soberanía territorial, de una reclamación o de un fundamento de
reclamación de soberanía territorial de cualquier Estado en la Antártida.
Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia
constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en
la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones
anteriormente hechas valer, mientras el presente Tratado se halle en vigencia.

2. Dominio Terrestre.
a. Dominio terrestre.
i. Concepto. Espacios que lo comprenden.
Comprende el dominio terrestre el suelo, subsuelo y plataforma submarina de aquella parte del globo
señalada por los límites internacionales del Estado, así como las extensiones de agua que cubrieren.
Unos y otros elementos se hallan sometidos a un mismo régimen jurídico.
Elemento imprescindible del dominio terrestre es el territorio nacional metropolitano, dado que la
carencia de un territorio fijo y determinado aniquilaría la noción misma de Estado.
A consecuencia de su posición geográfica, el territorio metropolitano o colonial del Estado puede
verse rodeado íntegramente en el todo o en parte, por un territorio extranjero. Motiva ello así la
situación característica denominada enclave por los autores franceses. Ejemplos de enclaves
actuales son: la República de San Marino en el noreste de Italia, cerca del mar Adriático, constituido
a partir del siglo IV; la ciudad española de Llivia, en Francia, dentro del departamento de los Pirineos
Orientales, desde 1659; el Estado de la Ciudad del Vaticano, la villa de Letrán, y el Palacio de Castel
Gandolfo, en la ciudad de Roma y en sus alrededores, desde 1929, etc.
ACLARACIÓN: cuando se hallan rodeados de otros estados, se pueden constituir enclaves u otros
Estados enteros. Por ejemplo, no son enclaves los países mediterráneos como Bolivia o Suiza.
Integrase también el dominio terrestre con el territorio de las colonias asimiladas a territorio nacional
y el de las islas que se hallaren dentro o fuera de los mares, ríos o lagos nacionales. b. Fronteras y
límites.
El dominio terrestre no se determina por la frontera, sino por el límite. Este último es una línea
matemática abstracta, y separa el dominio territorial de un estado respecto de los demás. La
frontera, en cambio, es una zona real en la que se mantienen relaciones de vecindad entre estados
limítrofes.
La confusión obedece a cuestiones históricas:
En la antigüedad tenía carácter de símbolo religioso el límite hasta el cual se ejercía la autoridad de
un estado. Pero con la expansión territorial del Imperio Romano se refundió límites con fronteras, ya
que las fronteras pasaron a ser bosques, desiertos y otras extensiones geográficas naturales o
artificiales.
Estas zonas pasaron a ser zonas de concentración militar en las que habitaban exclusivamente
soldados.
Estos confines, recibieron la denominación de marcas.
Con objeto de prevenir conflictos armados, recurrió más tarde la técnica internacional, durante las
edades Moderna y Contemporánea, al establecimiento de zonas-tapones objeto, en las fronteras de
determinados estados, de neutralización o desmilitarización.
Renace, en una última etapa, el antiguo concepto del límite preciso que, sometido a una técnica
científica, materializados procedimientos de la demarcación.
i. Fronteras.
Concepto.
La frontera es la zona o lugar de contacto donde se materializan relaciones de contigüidad entre los
estados en la extensión de sus límites comunes. (Lapradelle). Consta en una ley, ya que le
corresponde al Estado regularlo y legislar sobre las personas, el tránsito, etc.
Clasificación.
Según la definición dada por Lapradelle, se puede establecer una forma de clasificación entre
fronteras naturales, estratégicas y nacionales.
Otra forma de clasificación resulta de un punto de vista conceptual. Según éste, hay fronteras
convencionales (las establecidas por acuerdo de estados); tradicionales (reconocen una posesión
inmemorial); y fronteras doctrinales (consecuencia de la aplicación de principios teóricos). No hay
clasificación entre fronteras naturales y artificiales. Dicha clasificación corresponde a los límites.
Delimitación.
Hay tres teorías que establecen cómo deben delimitarse las fronteras.
La teoría de Rousseau.
Rousseau elaboró la teoría en 1762.
Establecía que los accidentes geográficos de importancia eran los que debían separar el dominio
territorial de los estados.
La teoría de seguridad nacional. No tiene un autor determinado.
Ella se basa en las necesidades de la seguridad nacional para atribuir a los estados aquellas
fronteras aptas para una defensa militar eficiente. No toma para ello en cuenta la etnografía. Vale
decir que fronteras estratégicas son, en cierto modo, las mismas fronteras naturales. De ahí que
varios países hayan reivindicado a través de la historia, fronteras neutrales no siempre bien
fundadas. Así lo hizo Portugal a España con relación al Río de la Plata; Francia con respecto al Rin a
Alemania, los Alpes respecto de Italia y los Pirineos respecto de España, etc.
La teoría de Mancini. Fue expuesta en 1851. según ella, las fronteras deben comprender aquellos
territorios habitados por comunidades nacionales, esto es individuos vinculados pro un mismo origen,
idiomas y aspiraciones.
4. Caracteres. Página 332/333 de la fotocopia. No se si va a preguntar.
ii. Límites.
Definición.
Es la línea imaginaria (o no) que deslinda el dominio territorial del Estado. Los límites se materializan
en mojones, hitos y bochas.
Clasificación.
Hay dos tipos de límites: los naturales y artificiales.
Los naturales se determinan por los accidentes de importancia creados por la geografía, y sirven de
base la orografía y la hidrografía.
Los artificiales (o matemáticos), se determinan por una fijación hecha por el hombre. Se establecen
mediante una ficción intelectual que utiliza la astronomía, la geometría o el mero acuerdo de las
partes.
Demarcación.
Para ser delimitados, requiere el límite ser fijado por el terreno, esto es, materializado por la
demarcación. Ésta importa la realización de una serie de operaciones técnicas que efectúan peritos
especializados. Suelen designarse al efecto, por parte de los países interesados, comisiones mixtas.
La colocación de marcas o señales que se hayan adoptado se hace merced a procedimientos
científicos. Se labra un acta especial para dejar aclarad la operación. Dicha acta hace plena fe, si se
trata de volver a colocar una señal o marca destruida o desaparecida.
El dominio terrestre se determina por el límite, el límite, a su vez, se determina de modo natural o
artificial; y la línea de deslinde se determina, según a clase de accidente geográfico que le sirva de
base.
a. Límites orográficos.
Tratándose de límites orográficos (límites según el relieve de la tierra), éstos generalmente siguen la
dirección de una cordillera o cadena de montañas, o el recorrido de su base sobre el suelo. Cuatro
soluciones se presentan sobre su materia:
a) La primera, hace coincidir la línea de deslinde con la de las más altas cumbres. Solución acogida
por el tratado de Versalles al fijar el límite del territorio del Sarre entre Francia y Alemania
(28/06/1919). b) Segunda solución es la de la línea divisoria de las aguas. Ejemplos: el art. 27 de los
tratados concluidos por las Potencias Aliadas y Asociadas en Saint Germain-en-Laye con Austria
(10/09/1919).
La tercera solución adopta a la vez la línea de las más saltas cumbres y al de la divisoria de las
aguas,
que no siempre coinciden, dando lugar a serias dificultades. Ejemplo: el artículo primero del tratado
definitivo de límites entre Argentina y Chile (23/07/1881).
La cuarta solución sustenta el criterio de la línea del pie de montañas. Ejemplo: acuerdo entre Gran
Bretaña y Afghanistán para determinar el límite de este último país. b. Límites fluviales
Cuando se trata de límites fluviales, toman indistintamente como base un río nacional o uno
internacional.
Ríos nacionales.
No son frecuentes. Estos ríos nacionales pueden servir como límite internacional. En tal caso, uno
solo de los ribereños es dueño del río, y el límite entre ambos corre por la línea de la costa de la riera
del que no es dueño. Ejemplo de ello es el Río de la Plata que continuó, al separarse la Provincia
Oriental, bajo el dominio de Argentina como heredad del antiguo Virreinato de la Plata, en virtud del
uti possidetis juris de 1810.
Ríos internacionales.
Cuando el límite está constituido por un río internacional, dos son las soluciones según que el río sea
o no navegable
Ríos navegables.
En los ríos navegables, la línea de deslinde sigue la “línea media del canal de navegación principal”,
como lo establece el art. 30 del mencionado tratado de Versalles.
Si hubiera islas en los ríos navegables, ellas requieren una solución adicional para la determinación
de su dominio: el acuerdo de las partes suele atribuir su domino a una o a otra cuando no se pudiera
determinar a qué línea corresponde la isla.
En los ríos navegables, la vaguada (parte más profunda de un valle o depresión del terreno, por
donde corre el agua de la lluvia, de un río) es la que determina casi siempre, por razones
geográficas, el dominio de las islas fluviales. Así dispuso, respecto de los ríos Paraná y Paraguay, el
artículo 3º del tratado de límites entre Argentina y Paraguay de 03/02/1876, que lo resuelve “según
sea su situación más adyacente al territorio de una u otra república”. Dicho tratado establece que
uno y otro país se dividen, en la parte de esos ríos, “por la mitad de la corriente del canal principal”.
Ríos no navegables.
En los ríos no navegables, se considera la extensión de las aguas como factor determinante de la
solución, trazándose en consecuencia la línea de deslinde por la “línea media de la corriente de agua
o de su brazo principal”, que divide aquélla por mitades tal como lo dispuso el mismo art. 3 del
tratado de Versalles. La posterior división del curso de un río limítrofe en dos o más brazos hace
correr el límite por el brazo principal, pero la variación del curso del río mantiene le límite en el cauce
abandonado.
Ejemplos: el río Pilcomayo, cuy ocurso suele variar en determinadas partes de su recorrido, por los
tratados complementarios de límites entre Argentina y Paraguay de 1939 y 1945. c. Puentes.
Los puentes que se tienden sobre los ríos son objeto de delimitación por su mitad, ya que
constituyen un elemento distinto respecto de los ríos, que son accidentes geográficos. Ejemplos de
ello lo suministra el puente internacional entre Argentina y Brasil, sobre el río Uruguay.
Estrechos de pertenencia de los estados ribereños.
Los estrechos son canales de agua que conectan dos cuerpos de agua. Cuando éste canal
pertenece a dos estados ribereños, la delimitación se hace por la línea de vaguada cuando son
navegables. Si no son navegables, impera la regla de la línea media. Los estrechos libres no ofrecen
problemas de delimitación.
Mares interiores y lagos pertenecientes a dos estados ribereños.
Se delimitan por una línea imaginaria medianera (no media, dice Moreno Quintana) que une los
puntos de intersección de los límites terrestres de aquéllos con la costa del mar o lago en cuestión. f.
Bosques, desiertos o pantanos.
Aunque constituyen obstáculos geográficos naturales, no son susceptibles por su topografía variable
e imprecisa, de otra delimitación que la artificial.
3. La convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Dominio Marítimo
a. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar: Antecedentes y
Caracterización.
i. Origen histórico del Derecho del Mar: el principio de la libertad de los mares.
El origen del poder naval y del conjunto de principios y normas que constituyen el vigente
ordenamiento marítimo-internacional radica en las contradicciones de intereses entre España y
Portugal de un lado (potencias defensoras de su monopolio de comercio y navegación con las
nuevas tierras descubiertas), y por otro las potencias impugnadoras del mismo (Países Bajos, Gran
Bretaña y Francia); que sostenían el principio de la libertad de los mares, es decir, la libertad de
navegación por los mismos de los buques de su bandera, principio doctrinalmente expuesto por el
holandés Hugo Grocio en su famoso opúsculo Mare liberum siguiendo paradójicamente a autores
españoles.
esta primera etapa fue seguida por la rivalidad anglo-holandesa, que desembocó en las tres guerras
navales de la segunda mitad del siglo XVII, que concedieron al supremacía marítima a Gran Bretaña,
gracias a la forzada reducción de la capacidad comercial holandesa tras la pérdida del control de las
rutas vitales para su marina que pasaba por los mares vecinos de las Islas Británicas. De tal guisa,
los británicos impusieron primero por la fuerza su monopolio de iure en los mares vecinos, llegando
así a detentar un monopolio de facto sobre el comercio y navegación marítimos mundiales,
propugnaron decididamente el principio formal de la libertad de los mares todos los Estados, pero
sólo unas pocas potencias (particularmente Gran Bretaña), disfrutaron realmente del mismo.
La aceptación del principio de la libertad de los mares por la S.I. acarreaba como consecuencia
formal la calificación del mar como res communis omnium, cuya propia naturaleza impedía que fuera
objeto de ocupación y posesión.
Por tanto, el proceso de creación y desarrollo del Derecho del Mar hasta nuestros días ha sido
eminentemente consuetudinario, gestándose desde el siglo XVI mediante los usos y prácticas de las
flotas mercantiles y de guerra de Estados europeos con similares grados de desarrollo económico y
concepciones políticas.
Las primeras matizaciones y revisiones del principio de la libertad de los mares surgieron ya en el
mismo siglo XIX, al calor de la denuncia de ciertas prácticas abusivas en que degeneraba esa
libertad, entendida de forma absoluta, como era el caso de la trata de personas; pero se resolvieron
por la vía consuetudinaria o convencional mediante la fiscalización de las actividades de buques bajo
otro pabellón.
Así las cosas, el primer punto de verdadera inflexión del ordenamiento marítimo tal como queda
instaurado desde finales del siglo XVIII lo constituirá el fracaso total del a Conferencia para l
Codificación del Derecho Internacional. Los desacuerdos más importantes en el seno de la
Conferencia versaron sobre la extensión del mar territorial y la zona contigua, así como sobre la
determinación y régimen de las bahías y aguas históricas.
En particular, la regla de las tres millas de extensión del mar territorial, no logrará su consolidación
convencional, y en cambio se introducirá en la Conferencia la idea de una zona contigua al mar
territorial, favorecedora de la ampliación de competencias del Estado ribereño, y que devendrá con el
tiempo en institución. El fracaso de la Conferencia afectó especialmente a los partidarios de un mar
territorial estrecho o del ara libre más amplio posible, en otros términos, a los Estados defensores del
ordenamiento marítimo, que rechazaban la soberanía de los ribereños sobre una extensión
apreciable de aguas costeras porque significaba el ejercicio de la jurisdicción de esos ribereños en
espacios donde tradicionalmente, en tiempo de paz, sus barcos sólo se encontraban sometidos a la
ley de su propio pabellón, y en tiempo de guerra, sus flotas ejercían una serie de derechos que
serían restringidos por cualquier extensión de la zona neutral más allá de las tres millas propugnada
entonces por las potencias marítimo como límite máximo en vigor del mar territorial.
El proceso codificador del Derecho del Mar: las conferencias de Ginebra de 1858 y 1960
Dos décadas después de este primer fracaso codificador, la A.G. de la O.N.U. propuso a su órgano
técnico codificador (la Comisión de Derecho Internacional, C.D.I.), el estudio de los regímenes del
mar territorial y el alta mar. La C.D.I. culminó su labor en 1956, transmitiendo al a A.G. un Proyecto
único que regulaba el mar territorial y el alta mar, incluidos temas conexos como la zona contigua, a
plataforma continental, la pesca y toros, y donde todavía se apreciaba cierta inspiración e influencia
de la Conferencia de 1930.
Así, en 1957, se solicitó de los Gobiernos el envío de Observaciones al último informe de la C.D.I., al
tiempo que se convocaba una Conferencia Internacional para codificar el Derecho del Mar utilizando
como textos básicos los trabajos y el Proyecto de la C.D.I.
No hubo una solución de continuidad, por lo que la A.G. convocó una segunda Conferencia para
resolver definitivamente los problemas que habían quedado pendientes en la primera
(especialmente, la extensión del mar territorial y los límites de las pesquerías).
A pesar de la falta de culminación del proceso codificador en 1960, los cuatros Convenio de Ginebra
de 1958 entraron en vigor en corto espacio de tiempo.
Vamos a ver ciertas aportaciones de esta nueva etapa del proceso codificador del Derecho del Mar:
1) No hubo acuerdo sobre la extensión del mar territorial, pero quedó claro el rechazo definitivo del
límite de las tres millas y la tendencia a la extensión de los derechos del ribereño, cuyo reflejo fue el
significativo apoyo recibido por la propuesta de un límite de doce millas para el mar territorial, sin
olvidar la formalización de los derechos económicos soberanos del ribereño para la exploración y
explotación de los recursos naturales de la palta forma continental adyacente al mar territorial, y el
inicio de la crisis en que se sumerge desde 1958 la libertad de pesca.
2) Se vislumbra el nacimiento de un nacionalismo marítimo por parte de los Estados en desarrollo y
recién descolonizados, que rechazaban el régimen de primacía del principio de la libertad de los
mares en cuya formulación ellos no habían participado, por encubrir una hegemonía de hecho de las
antiguas potencias coloniales en el terreno económico y militar. Así, después de 1960 las
extensiones del mar territorial y del as pesquerías bajo soberanía del ribereño seguirán poseyendo el
carácter de cuestiones abiertas, sometidas a las tensiones de una práctica estatal contradictoria.
La Tercera Conferencia sobre el Derecho del Mar y la Convención de 1982.
Los Convenios de 1958 adolecían de dos defectos: sufrían lagunas jurídicas muy apreciables, y
tampoco regulaban sistemática y satisfactoriamente otras materias. A estos datos se unían nuevas
consecuencias políticas, técnicas y económicas que determinaban la estructura de la S.I. de los años
sesenta, y que destacamos a continuación:
El gran proceso descolonizador de la segunda posguerra supuso el acceso a la independencia de
numerosos Estados. Estos nuevos Estados van a diversificar los intereses estatales en presencia
dentro del ordenamiento marítimo vigente y a desarrollar ese embrionario nacionalismo detectado en
las primeras Conferencias de 1958 y 1960, basándose para ello en el principio de la soberanía
permanente sobre sus recursos naturales y su derecho al desarrollo económico.
La puesta en práctica de nuevas técnicas para la exploración y explotación de los recursos del suelo
marinos fuera incluso de la plataforma continental, en los grandes fondos abisales, unida ala
explotación masiva de los recursos, planteaban por su parte el problema de la propiedad de esas
riquezas recién descubiertas en el fondo oceánico. Todo ello propiciaba también la extensión de las
jurisdicciones nacionales hacia el alta mar con el propósito añadido pro parte de los ribereños de
controlar y evitar al menos en sus aguas adyacentes las peores secuelas del desarrollo técnico y
económico.
También ha contribuido al desprestigio y revisión del ordenamiento marítimo clásico la paulatina
relativización del principio de la libertad de los mares de la mano de una mayor intervención estatal
en el alta mar protagonizada curiosamente por las propias potencias marítimas, celosas defensoras
del principio. Ejemplo: EE. UU. Y sus liquor treatis, donde establecía zonas marítimas sometidas al
control aduanero y fiscal de este país para impedir el contrabando de alcohol.

Así, nace una nueva etapa que se caracteriza por la anarquía jurídica imperante en el medio marino,
producto de la batalla legal entre los Estados partidarios del predominio del uso horizontal del mar
(función como vía de comunicación), y los del predominio del uso vertical del mar (función de
explotación de recursos).
Esta contradicción principal se iba resolviendo a favor de la imposición del principio de soberanía del
Estado ribereño sobre amplias zonas de agua adyacentes a las costas, alcanzando a veces este
principio un auge desmesurado y desnaturalizado como es el caso de las reivindicaciones de 200
millas de mar territorial por parte de ciertos Estados americanos, en rigor con fines exclusivamente
económicos. Así, se trató de volver a la vía de la cooperación y el acuerdo mediante la apertura de
un nuevo proceso codificador, el cuarto desde el primer y fallido intento de la sociedad de Naciones,
y el tercero auspiciado por las Naciones Unidas. Las labores preparatorias de la Tercera Conferencia
comenzaron en 1969, en 1973 se celebró el Nueva York el primer período de sesiones, dando
trabajos en 1982 tras once períodos de sesiones.
El 30 de abril de 1982 se aprobó la Conferencia la “Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar” por mayoría de 130 votos a favor, 4 en contra (EE. UU., Israel, Turquía y
Venezuela) y 17 abstenciones (entre las que se encontraba España). La convención fue firmada por
117 delegaciones el 10 de diciembre de 1984, en esa fecha la habían firmado 159 estados pero sólo
13 lo habían ratificado, número que aumentó hasta alcanzar las 63 ratificaciones en febrero de 1994.
El Embajador maltés Pardo hizo una propuesta a la A.G. de la O.N.U., refriéndose al estudio
específico del tema del uso pacífico de los fondos marinos fuera de la jurisdicción nacional. Así, dice
Díez de Velazco, esto conducirá (junto con otros temas del Derecho del Mar clásico) conducirán a
que le inicial proceso codificador, de pretendido alcance parcial par aun grupo de Estados
desemboque en un proceso global caracterizado por:
Al momento de la preparación de la conferencia: Los Estados no estaban dispuestos a ceder a sus
intereses o recurrir a fórmulas transnacionales en una etapa tan temprana de la negociación.
En el proceso codificador: resultó tan amplio, general, y a la vez profundo, que hizo compleja la labor
negociadora, y obligó a seguir adoptando procedimientos distintos de los tradicionales. Algunas
cuestiones procesales (como la negociación por acuerdo global y el abandono del procedimiento de
toma de decisiones por el método del consenso) ralentizaron el proceso.
Por todas estas cuestiones, la Convención no aporta respuestas definitivas en algunas temas, ya por
el desacuerdo sobre el régimen que propugna par al Zona Internacional de los Fondos Marinos y
Oceánicos, ya por la vaguedad y naturaleza programática del conjunto de sus normas sobre
preservación del medio ambiente, lo que obligará en el futuro inmediato a atender el proceso de
interacción entre sus normas convencionales y la práctica consuetudinaria al respecto para conocer
el valor normativo real de esas disposiciones. Pero también es cierto que la Convención respeta
parte importantes del Derecho codificado en 1958, como el régimen de las aguas interiores, mar
territorial, zona contigua y alta mar, y constituye el punto de referencia más importante acerca del
régimen jurídico de los mares en nuestros días.
b. Dominio marítimo.
i. Espacios que lo conforman.
Comprende el dominio marítimo el mar territorial; las aguas de determinados golfos, bahías,
estuarios, estrechos y canales naturales; los mares abiertos o cerrados, y los canales artificiales,
puertos y radas. Algunos autores suelen excluir las aguas interiores por considerarlas pertenecientes
al dominio terrestre. Esto ha sido aceptado, en su artículo 5º, por la convención sobre mar territorial
aprobada por la Conferencia del Derecho del Mar.
c. El mar territorial.
Concepto.
Es la parte de mar que se extiende desde la línea de la más baja marea hasta otra línea imaginaria
paralela a la primera, a lo largo de las costas de un estado. (Marea baja: cuando el agua del mar
alcanza su altura más baja dentro del ciclo de las mareas).
El mar territorial es una dependencia necesaria para los estados con costas marítimas, de su
respectivo territorio terrestre. No puede ser enajenado sin su correspondiente porción de territorio
terrestre (lo accesorio sigue la suerte de lo principal).
Régimen Jurídico. (Díez de Velazco)
La regulación del mar territorial se establece en el Convenio de 1958 sobre el Mar Territorial y la
Zona Contigua y en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982.
Art. 2 – “Régimen jurídico del mar territorial, del espacio aéreo situado sobre el mar territorial y de su
lecho y subsuelo”.
La soberanía del Estado ribereño se extiende más allá de su territorio y de sus aguas interiores, y, en
el caso del Estado acrhipelágico, de sus aguas archipelágicas, a la granja de mar adyacente
designada con el nombre de mar territorial.
Esta soberanía se extiende al espacio aéreo sobre el mar territorial, así como al lecho y al subsuelo
de ese mar.
La soberanía sobre el mar territorial se ejerce con arreglo a esta Convención y otras normas de
derecho internacional.
Delimitación.
Hay distintas teorías sobre la delimitación del mar territorial
Método de líneas paralelas a la costa.
Esta delimitación fue reconocida impracticable en las costas accidentadas, por dificultades técnicas
derivadas de la sinuosidad de las costas de ciertos países.
Consiste en trazar el límite exterior de la faja de las aguas territoriales siguiendo la costa en todas
sus sinuosidades. Es fácil de aplicar en las costas simples que no ofrezcan demasiados accidentes.
En el caso de una costa profundamente recortada con dentelladas o con escotaduras, o rodeadas
por archipiélagos, la línea de base se separa de la marea de bajamar y no puede obtenerse sino por
alguna construcción geométrica.
Método de aros de círculo.
De acuerdo con éste método, debían trazarse arcos de círculo tangentes desde los puntos más
salientes de la costa, y, para eliminar bolsones demasiado pronunciados, líneas rectas no mayores
de cuatro millas de longitud.
Aceptó esta teoría el II Congreso Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional,
estableciéndolo como método de delimitación en su artículo cuarto.
Método de las líneas de base. (Los únicos que dio la profesora)
Este método consiste en elegir puntos apropiados sobre la línea de la marea de bajamar y unirlos
por líneas rectas.
La convención sobre mar territorial aprobada por la Conferencia del Derecho del Mar aceptó, por su
artículo cuarto, la segunda solución. (Ginebra, 29/04/1958).
Estas líneas de base se subdividen en:
Líneas de base normales. Son aquellas que subsisten cuando no hay irregularidades. Art. 5 de la
Convención.
Líneas de base rectas. Son aquellas que toman en cuenta los puntos más salientes de la costa. Art.
7 de la Convención.

Art. 4 – “Límite exterior del mar territorial”. El límite exterior del mar territorial es la línea cada uno de
cuyos puntos está, del punto más próximo de la línea de base, a una distancia igual a la anchura del
mar territorial.

Art. 5 – “Línea de base normal”. Salvo disposición de esta Convención, la línea de base normal para
mediar la anchura del mar territorial es la línea de bajamar a lo largo de la costa, tal como aparecer
marcada mediante el sigrio apropiado en cartas a gran escala reconocidas oficialmente por el Estado
ribereño.

Artículo 7. – “Líneas de base rectas” (Limitaciones del mar territorial)


En los lugares en que la costa tenga profundas aberturas y escotaduras o en los que haya una franja
de islas a lo largo de la costa situada en su proximidad inmediata, puede adoptarse, como método
para trazar la línea de base desde la que ha de medirse el mar territorial, el de líneas de base rectas
que unan los puntos apropiados.
En los casos en que, por la existencia de un delta y de otros accidentes naturales, la línea de la
costa sea muy inestable, los puntos apropiados pueden elegirse a lo largo de la línea de bajamar
más alejada mar afuera y, aunque la línea de bajamar retroceda ulteriormente, las líneas de base
rectas seguirán en vigor hasta que las modifique el Estado ribereño de conformidad con esta
Convención.
El trazado de las líneas de base rectas no debe apartarse de una manera apreciable de la dirección
general de la costa, y las zonas de mar situadas del lado de tierra de esas líneas han de estar
suficientemente vinculadas al dominio terrestre para estar sometidas al régimen de las aguas
interiores.
Las líneas de base rectas no se trazarán hacia ni desde elevaciones que emerjan en bajamar, a
menos que se hayan construido sobre ellas faros o instalaciones análogas que se encuentren
constantemente sobre el nivel del agua, o que el trazado de líneas de base hacia o desde
elevaciones que emerjan en bajamar haya sido objeto de un reconocimiento internacional general.
Cuando el método de líneas de base rectas sea aplicable según el párrafo 1, al trazar
determinadas líneas de base podrán tenerse en cuenta los intereses económicos propios de la
región de que se trate cuya realidad e importancia estén claramente demostradas por un uso
prolongado.
El sistema de líneas de base rectas no puede ser aplicado por un Estado de forma que aísle el mar
territorial de otro Estado de la alta mar o de una zona económica exclusiva.

Mientras que los lugares en que los que la costa tenga profundas aberturas y escotadoras o en los
que haya una franja de islas a lo largo de la costa situada en su proximidad inmediata, ha de medirse
el mar territorial con líneas de base rectas que unan los puntos apropiados. (Artículo séptimo de
dicha convención).
Dicho artículo también establece que el sistema de líneas de base retas no puede ser aplicado por
un Estado de forma que aísle el mar territorial de otro Estado de la alta mar o de una zona
económica exclusiva.

Art. 15. – “Delimitación del mar territorial entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a
frente”. Cuando las costas de dos Estados sean adyacentes o se hallen situadas frente a frente,
ninguno de dichos Estados tendrá derecho, salvo acuerdo en contrario, a extender su mar territorial
más allá de una línea media cuyos puntos sean equidistantes de los puntos más próximos de las
líneas de base a partir de las cuales se mida la anchura del mar territorial de cada uno de esos
Estados. No obstante, esta disposición no será aplicable cuando, por la existencia de derechos
históricos o por otras circunstancias especiales, sea necesario delimitar el mar territorial de ambos
Estados en otra forma.

iv. Extensión.
Hay diversas teorías que evidencian la insuficiencia de la extensión para asegurar las necesidad más
elementales del Estado en los aspectos mencionados. Son las siguientes:
Teoría más antigua.
Atribuía a las facultades del hombre la de fijar la extensión por el alcance de su voz –hasta donde se
la oyera- o de su vista, hasta donde llegare.
Teoría de la navegación.
Elaborada en 1637 por el sueco Joan Loccenius.
Fija la extensión del mar territorial en la distancia que recorriere un velero durante dos días.
Teoría de la sonda.
Elaborada en 1766 por el francés Joseph Valin.
Formuló un criterio mucho más concreta basado en la aplicación de la sonda marítima. Éste fue un
precursor de la actual doctrina acerca de la plataforma submarina. Sustentando el criterio de las
profundidades marinas, afirmó que dicha extensión alcanzaba hasta donde aquélla ya no tocare
fondo.
Teoría del alcance de las armas.
Fue elaborada en 1703 por Bynkershoek, estableciendo que la extensión del dominio territorial se
establece por el alcance de las armas. Se esgrima así la presunción legal de que cada estado era
capaz de asumir la defensa de su propio mar territorial.
Teoría del tiro del cañón.
Fue formulada en 1782 por el italiano Ferdinando Galliani, que establece que el alcance del cañón
disparado desde la costa hacia el mar era de una legua marina, o sea 3 mil.as. De ahí la extensión
que correspondía dar al mar territorial. Quedó desde entonces unificada la teoría clásica en la
materia hoy conocida como regla de las tres millas.
La adoptó por primera vez EE. UU., con carácter oficial, en una carta dirigida a Gran Bretaña,
redactada por el secretario de Estado Thomas Jefferson.
Ella es actualmente reconocida como única extensión del mar territorial, por Gran Bretaña, EE. UU.,
Japón, Pakistán, Francia, Grecia, Holanda, etc. El CC argentino al aceptaba en su art. 2340, inciso
primero¸ cuando declaraba: “bien público del Estado” el mar adyacente al territorio de la República
hasta la distancia de una legua marina medida desde la línea de la más baja marea. Actualmente
ello está contemplado en el nuevo CCyCN en el artículo 235, cuando establece que la extensión del
mar territorial es aquél que le confieren las leyes especiales y los tratados internacionales. Asimismo,
la ley
23.968, establece en su artículo 3º: “El mar territorial argentino se extiende hasta una distancia de
DOCE (12) millas marinas a partir de las líneas de base que se establecen en el artículo 1 de la
presente ley. La Nación Argentina posee y ejerce soberanía plena sobre el mar territorial, así como
sobre el espacio aéreo, el lecho y el subsuelo de dicho mar. En el mar territorial se reconoce a los
buques de terceros Estados el derecho de paso inocente, siempre que el mismo se practique de
conformidad con las normas del derecho internacional y a las leyes y reglamentos que la República
Argentina dicte en su condición de Estado ribereño.”
Tiempos de paz y de guerra.
El IDI (Instituto de Derecho Internacional) en su sesión de París en 1894 para el tiempo de paz, la
distancia de tres millas, y para los tiempos de guerra, el de 6 millas. Pero, en una reunión posterior,
unificó su criterio, adoptando para ambos tiempos, la primera solución (en 1928).
Distintas distancias.
Determinados países se pronunciaron oficialmente, asignando distancias diversas para la extensión
de sus respectivos mares territoriales. Así lo hicieron, fijando cuatro millas, Dinamarca y Suecia:
cinco millas, Uruguay; seis millas, Italia España, Portugal, Yugoslavia e India; nueve millas México,
doce millas la URSS, Colombia, Venezuela, Guatemala, Ghana, Saudiarabia, Indonesia, Islandia y
China. Si bien cada país fija la distancia de su mar territorial sin que otro país pueda objetarlo, EE.
UU. Protestó cuando El Salvador, en su Constitución de 1950, fijó su mar territorial con la extensión
de 200 millas.
Teoría de Storini.
Un marino argentino, Segundo R. Storini, propició una teoría que fijaba distancias variables al mar
territorial según a diversidad de las necesidades del Estado a su respecto. Es por esto, que un
proyecto de convención sometido a la ILA en Buenos Aires en 1922, establecía para el mar territorial
una extensión de seis millas, y distancias variables mayores de hasta quince millas.
La Convención sobre el Derecho del Mar.
Art. 3 – “Anchura del mar territorial”. Todo Estado tiene derecho a establecer la anchura de su mar
territorial hasta un límite que no exceda de 12 millas marinas medidas a partir de líneas de base
determinadas de conformidad con esta Convención.

d. El derecho de paso inocente. (Diez de Velazco y Convención de las N.U. s/Derecho del Mar) i.
Concepto.
El derecho de paso por el mar territorial comprende la navegación lateral, de paso o tránsito, y
perpendicular, de entrada o salida, por dicho mar (arts. 14.2 del Convenio y 18.1 de la Convención
de la Zona Contigua).
Significado de paso.
Art. 18. – “Significado de paso”.
Se entiende por paso el hecho de navegar por el mar territorial con el fin de:
Atravesar dicho mar sin penetrar en las aguas interiores ni haces escala en una rada una instalación
portuaria fuera de las aguas interiores; o
Dirigirse hacia las aguas interiores o salir de ellas, o hacer escala en una de esas radas o
instalaciones portuarias o salir de ella.
El paso será rápido e ininterrumpido. No obstante, el paso comprende la detención el fondeo, pero
sólo en la medida en ue constituyan incidentes normales de la navegación os realicen con el fin de
prestar auxilio a personas, buques o aeronaves en peligro o en dificultad grave.

El paso debe ser «rápido e ininterrumpido», abarcando también «el derecho a detenerse y fondear»
en tanto que «incidentes normales» impuestos por la navegación o a causa de fuerza mayor (arts.
14.3 del Convenio y 18.2 de la Convención).
Significado de paso inocente.
Art. 19. – “Significado de paso inocente”.
El paso es inocente mientras no sea perjudicial para la paz, el buen orden o la seguridad el Estado
ribereño. Ese paso se efectuará con arreglo a esta Convención y otras normas de derecho
internacional.
Se considerará que le paso de un buque extranjero es perjudicial para la paz, el buen orden o la
seguridad del Estado ribereño si ese buque realiza, en el mar territorial, alguna de las actividades
que se indican a continuación:
a) Cualquier amenaza o uso de la fuerza contra la soberanía, la integridad territorial o la
independencia política del Estado ribereño o que de cualquier otra forma viole los principios de
derecho internacional incorporados en la Carta de las Naciones Unidas; b) Cualquier ejercicio o
práctica con armas de cualquier clase;
Cualquier acto destinado a obtener información en perjuicio de la defensa o la seguridad del Estado
ribereño;
Cualquier acto de propaganda destinado a atentar contra la defensa o la seguridad del Estado
ribereño;
El lanzamiento, recepción o embarque de aeronaves;
El lanzamiento, recepción o embarque de dispositivos militares;
El embarco o desembarco de cualquier producto, moneda o persona, en contravención de las leyes y
reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios del Estado ribereño; h) Cualquier acto
de contaminación y grave contrario a esta convención;
Cualquier actividad de pesca;
La realización de actividades de investigación o levantamientos hidrográficos;
Cualquier acto dirigido a perturbar los sistemas de comunicaciones o cualesquiera otros servicios o
instalaciones del Estado ribereño;
Cualesquiera otras actividades que no estén directamente relacionadas con el paso.

El paso se presume inocente mientras «no sea perjudicial para la paz, el buen orden o la seguridad
del Estado ribereño» (arts. 14.4 del Convenio de 1958 y 19.1 de la Convención), adicionalmente, se
exige a los submarinos que naveguen en superficie y muestren su pabellón para que su paso pueda
calificarse como inocente (arts. 14.6 del Convenio de 1958 y 20 de la Convención). Esta vaga noción
de inocencia, favorable a una interpretación discrecional del ribereño, es completada en 1958 y
también en 1982 con la facultad que se concede a éste para reglamentar el paso en materia de
navegación y transportes [arts. 17 del Convenio de 1958 y 21.1 .a) de la Convención]; para tomar las
medidas necesarias, inclusive la expulsión, a fin de impedir todo paso no inocente por su mar
territorial (arts. 16.1 del Convenio de 1958 y 25.1 de la Convención); y hasta para «suspender
temporalmente, en determinadas áreas de su mar territorial», el mismo paso inocente, siempre que
no se discrimine entre terceros y lo exija la seguridad del ribereño, quien en principio estimará
unilateralmente la presencia de esta exigencia (arts. 16.3 del Convenio de 1958 y 25.3 de la
Convención).
Derechos y deberes del estado ribereño
Art. 24. – “Deberes del Estado ribereño”.
El Estado ribereño no pondrá dificultades al paso inocente de buques extranjeros por el mar territorial
salvo de conformidad con esta Convención. En especial, en lo que atañe a la aplicación de esta
Convención o de cualesquiera leyes o reglamentos dictados de conformidad con ella, el Estado
ribereño se abstendrá de:
Imponer a los buques extranjeros requisitos que produzcan el efecto práctico de denegar u
obstaculizar el derecho de paso inocente; o
Discriminar de hecho o de derecho contra los buques de un Estado determinado o contra los buques
que transporten mercancías hacia o desde un Estado determinado o por cuenta de éste. 2. El
Estado ribereño dará a conocer de manera apropiada todos los peligros que, según su conocimiento,
amenacen a la navegación en su mar territorial.
Art. 25. – “Derechos de protección del Estado ribereño”.
El Estado ribereño podrá tomar en su mar territorial las medidas necesarias para impedir todo paso
que no sea inocente.
En el caso de los buques que se dirijan hacia las aguas interiores o a recalar en una instalación
portuaria situada fuera de esas aguas, el Estado ribereño tendrá también derecho a tomar las
medidas necesarias para impedir cualquier incumplimiento de las condiciones a que esté sujeta la
admisión de dichos buques en esas aguas o en esa instalación portuaria.
El Estado ribereño podrá, sin discriminar de hecho o de derecho entre buques extranjeros,
suspender temporalmente, en determinadas áreas de su mar territorial, el paso inocente de buques
extranjeros si dicha suspensión es indispensable para la protección de su seguridad, incluidos los
ejercicios con armas. Tal suspensión sólo tendrá efecto después de publicada en debida forma.

e. Aguas interiores.
i. Concepto y delimitación.
Art. 8. – “Aguas interiores”.
Salvo lo dispuesto en la Parte IV, las aguas situadas en el interior de la línea de base del mar
territorial forman parte de las aguas interiores del Estado.
Cuando el trazado de una línea de base recta, de conformidad con el método establecido en el
artículo 7, produzca el efecto de encerrar como aguas interiores aguas que anteriormente no se
consideraban como tales, existirá en esas aguas un derecho de paso inocente, tal como se
establece en esta Convención.

El Institut de Droit International se planteó el problema de la distinción entre aguas interiores y mar
territorial, y llegó a la conclusión que la diferencia esencial radicaba en que el Estado ribereño, salvo
uso o convenio en contrario, puede rehusar el acceso a sus aguas interiores a los buques
extranjeros excepto en caso de peligro, en tanto que en el mar territorial los buques extranjeros
gozan de un derecho de paso inocente. Los trabajos de la C.D.I., el Convenio de 1958 y la
Convención de 1982 confirman de nuevo este parecer del Institut. Y la doctrinas de manera unánime
en recoger a posibilidad no del ejercicio del derecho de paso inocente como la distinción jurídica
clave entre ambos espacios.
El Estado ribereño ejerce en principio sin limitaciones sus competencia sobre las aguas interiores, lo
mismo que sobre su territorio terrestre. Como excepción que confirma la regla de aquellas aguas
interiores pueden cerrarse a la navegación de buques extranjeros, el art. 5.2 del Convenio de 1958
sobre el Mar Territorial, y el art. 8.2 de la Convención de 1982, imponen la limitación del derecho de
paso inocente en los casos que, por aplicación del criterio de la línea débase recta para delimitar el
mar territorial, pasen a ser aguas interiores zonas de agua que con anterioridad, por aplicación del
criterio de la línea de base norma o línea de bajamar a lo largo de la costa, eran considerados como
parte del mar territorial o del alta mar.
Dentro de la categoría de aguas interiores pueden quedar comprendidas in extenso no solamente los
puertos y las bahías cuyas costas pertenezcan a un solo Estado, sino los lagos y ríos no
internacionales. Se consideran igualmente aguas interiores los llamados mares interiores, siempre
que sus orillas pertenezcan en su integridad a un solo Estado, y la anchura del estrecho o paso de
acceso al mismo no supere el doble de la anchura del mar territorial.
Se entiende por bahía una penetración o hendidura del mar en la costa que tenga limitad extensión;
y por golfo una penetración o hendidura de mucha mayor extensión. Sin embargo, la tradición
geográfico no ha respetado este matiz y ambos términos se utilizan indistintamente y hasta se
invierte su significado.
En el caso de los ríos, la línea de base desde donde se mida el mar territorial será una línea recta
trazada a través de su desembocadura entre los puntos de la línea de bajamar de sus orillas. Y en
cuanto a los puertos, las construcciones portuarias permanentes más alejadas de la costa se
considerarán parte de ésta a los efectos delimitadores.
Respecto al régimen jurídico de las aguas interiores, es una cuestión que queda en principio
confiada a la reglamentación de cada uno de los Estados, según el D.I.
ii. Condición jurídica. Restricciones.
Las restricciones que se imponen son para las naves extranjeras en las aguas interiores y en los
puertos.
En primer lugar, conviene distinguir si se trata de buques de guerra o mercantes.
Se entiende por buque de guerra el que pertenece a las fuerzas armadas de un Estado y lleva sus
signos exteriores distintos, se encuentra bajo el mando de un oficial designado por el gobierno del
Estado, y cuya dotación está sometida a la disciplina militar. (Art. 8.2 del Convenio de 1958 sobre
Alta Mar, y art.
29 de la Convención de 1982).
En tiempos de paz la entrada de buques de guerra extranjeros en los puertos queda sometida
aciertas condiciones. Cada Estado puede imponer sus propias condiciones. Lo más generalizadla
respecto es que, en tiempo de paz, la arribada de un buque de guerra esté subordinada a la
notificación previa por vía diplomática de su visita, que deberá ser autorizada por el órgano
competente. A los buques de características especiales, como los de propulsión nuclear y los que
transportan armamento nuclear u otras sustancias intrínsecamente peligrosas nocivas, no es habitual
que se les permita la entrada o visita salvo acuerdo en contrario, tal como existen entre EE. UU. y
España en el marco de su Convenio sobre Cooperación para la Defensa del 1º de Diciembre de
1988.
En tiempos de guerra, en los puertos de Estados neutrales, se requiere siempre una previa
autorización, salvo caso de peligro de destrucción del buque. En este supuesto también puede el
Estado negar la entrada, si bien como excepción se permite en los casos de arribada forzosa por
avería del barco, limitándose la duración de la estadía a veinticuatro horas salvo disposición en
contrario. Tanto en las aguas interiores como en los puertos, los buques de guerra tienen la
obligación de observar las leyes de policía, sanitarias, de preservación del medio y de navegación
del Estado huésped, y no pueden ejercer actos de autoridad en los puertos. La práctica más
generalizada es que las autoridades locales no conocen de los hechos ocurridos a bordo, pero sí
pueden intervenir respecto de lo ocurridos en tierra.
Salvo por razones sanitarias o de orden público, los Estados no suelen cerrar el acceso a sus
puertos de los buques mercantes extranjeros. Los buques mercantes tendrán la obligación de
respetar las leyes y reglamentos del Estado a cuyo puerto arriban y mientras permanezcan en él
durante su estadía. Por lo que se refiere al ejercicio de la jurisdicción penal por el Estado huésped, la
mayoría de las legislaciones, admite que en los casos de faltas y delitos cometidos abordo entre
tripulantes extranjeros, sin repercusión en el exterior y sin intervención de ningún nacional, se
abstengan las autoridades locales de conocer e intervenir a favor de los cónsules del Estado del
pabellón del buque.
4. La zona contigua y los estrechos.
a. Zona contigua.
i. Concepto y extensión. Derechos del estado ribereño Art. 33. – “Zona contigua”.
En una zona contigua a su mar territorial, designada con el nombre de zona contigua, el Estado
ribereño podrá tomarlas medidas de fiscalización necesarias para:
Prevenir las infracciones de sus leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios
que se cometan en su territorio o en su mar territorial;
Sancionar las infracciones de esas leyes y reglamentos cometidas en su territorio o en su mar
territorial.
La zona contigua no podrá extenderse más allá de 24 millas marinas contadas desde las líneas de
base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial.

La llamada «zona contigua» es recogida en el art. 24 del Convenio sobre el Mar Territorial y la Zona
Contigua, que la define como «una zona de alta mar contigua al mar territorial» donde el ribereño
ejerce la vigilancia necesaria para prevenir o perseguir las violaciones de sus reglamentaciones
aduanera, fiscal, de inmigración y sanitaria que puedan cometerse o se hayan cometido en su propio
territorio o en su mar territorial (art. 24.1); pero sin poder aplicar en dicha zona su legislación pena! y
administrativa.
La zona contigua se configura así como un nuevo espacio para la protección de ciertos intereses del
ribereño en una extensión de mar más amplia, que mantiene la naturaleza jurídica de las aguas de la
zona como aguas libres o de alta mar, evita que el ribereño recurra en defensa de sus intereses a
expansión unilaterales de mar territorial (función primordial para una parte de la doctrina como Bûrke
y Mc Dougal).
En ese sentido, el art. 242 del Convenio prescribió que la anchura de la zona con tigua «no se puede
extender más allá de 12 milla s, contadas desde la línea de base desde donde se m id e la anchura
del mar territorial».
Ahora bien, la Convención de 1982, que ha mantenido el núcleo de esta institución en términos casi
idénticos (ver su art. 33), ha modificado en cambio tanto su extensión como la naturaleza jurídica de
sus aguas. En efecto, respecto a su extensión, el art. 33.1 de la Convención prevé que la «zona
contigua no podrá extenderse más allá de 24 millas marinas contadas desde las líneas de base, a
partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial».
b. Estrechos y canales utilizados para la navegación internacional.
i. Estrechos y canales marítimos naturales.
El T.U., en su Sentencia de 9 de abril de 1949 en el Caso del Estrecho de Corfii, consideraba que un
estrecho es todo paso que «pone en comunicación dos partes del Alta Mar» y que «es utilizado a los
fines de la navegación internacional». Esta noción de estrecho fue acogida por el art. 16.4 del
Convenio de Ginebra de 1958 sobre el Mar Territorial.
De lo dicho se deduce que son tres los elementos relevantes de la noción de estrecho internacional:
el geográfico, el funcional, y el estrictamente jurídico.
Desde la perspectiva geográfica, un estrecho se define como una parte del medio marino donde se
contrae el mar que constituye un paso natural entre dos áreas de dicho medio, y que al tiempo
separa dos áreas terrestres próximas. A nuestros efectos, tiene relevancia juridica el que se trate de
un paso estrecho natural y no artificial que conecte, más concretamente, dos áreas que se califican
de alta mar. El elemento funcional exige esencialmente que se trate de una vía de comunicación
utilizada para la navegación internacional. Bien entendido que esa utilidad se limita exclusivamente a
que se den las condiciones geográficas mínimas para que el estrecho pueda usarse para el tráfico
internacional. De modo que no es preciso que la vía de paso sea «indispensable o necesaria para la
navegación marítima pacífica, sino también, eventualmente, una ruta útil o conveniente» sin más, y
que se use efectivamente como tal.
Por último, se precisa para completar la noción de estrecho internacional de un elemento de orden
jurídico: que las aguas del estrecho formen parte del mar territorial de uno o varios Estados. Es decir,
a efectos jurídicos sólo puede considerarse como estrecho aquél donde el mar territorial de uno o
más Estados ribereños no deja extensión alguna de alta mar para la libre navegación a través de
dicha vía. En caso contrario, habría un canal de alta mar a lo largo del estrecho que haría
desaparecer la peculiaridad de esas aguas.
ii. Régimen jurídico aplicable y principio vigente.
Las potencias marítimas (como Gran Bretaña) convirtieron en cuestión fundamental dentro de la
Tercera Conferencia la revisión del régimen de los estrechos internacionales, establecido en 1958,
ya que permitía al Estado ribereño impedir el paso por los estrechos internacionales situados en su
mar territorial de buques extranjeros que contravinieran sus leyes y reglamentos dictados al efecto o
causaran perjuicios contra la paz, el buen orden y la seguridad de este Estado.
En efecto, tras el fracaso definitivo de la propuesta de un mar territorial de tres millas, acaecido en
1958, las potencias marítimas se dispondrán a asumir a partir de 1967 la extensión de doce milla
para el mar territorial a cambio de la aceptación por los ribereños de un nuevo concepto desconocido
en el Derecho en vigor: la libre navegación o libre tránsito por los estrechos internacionales. El fin
que perseguían era semejante, aunque bajo una nueva formulación: trataban de obtener
seguridades jurídicas para el mantenimiento de la libertad de movimientos de sus flotas mercantes y
de guerra en las llaves de paso entre aguas libres, salvaguardando así indirectamente sus intereses
económicos y estratégicos implicados en la defensa del mayor espacio posible de alta mar.
Así podemos observar en la Tercera Conferencia al enfrentamiento entre dos posiciones claramente
delimitadas: por un lado, la gran mayoría de Estados ribereños, interesados en la defensa de su
soberanía sobre el mar territorial y en una política exterior activa en pro de su seguridad e integridad
territoriales, apoyarán decididamente la unidad de régimen jurídico para el mar territorial y los
estrechos internacionales incluidos en el mismo. Por su parte, las potencias marítimas propondrán
una dualidad de regímenes según se trate del mar territorial o de los estrechos internacionales: al
tiempo que mantenían la regla del paso inocente para el mar territorial la sustituían en los estrechos
internacionales por el principio de libre paso en tránsito. En particular, se aceptaba la navegación de
los submarinos y se prohibía cualquier ordenación del paso con carácter general o especial por parte
del ribereño; salvo el establecimiento de corredores marítimos a cargo de las Organizaciones
internacionales competentes, de los que quedan excluidos en todo caso el paso en inmersión de los
submarinos. En cambio, se pretendía compensar a los ribereños de estrechos prometiendo la
reparación de posibles daños producidos a consecuencia del tránsito, pero sin ofrecer una solución
aceptable para las dificultades que planteaba el cumplimiento de esta promesa. La Convención de
1982 abrazará la tesis de la dualidad de regímenes el mar territorial y los estrechos internacionales
defendidos por las potencias marítimas.
Se mantiene excepcionalmente el régimen de paso inocente en: 1) los estrechos que unan el alta
mar o zona económica exclusiva con el mar territorial de un Estado extranjero; y 2) en los formados
por una isla del propio ribereño y el continente si existiera ruta alternativa en iguales condiciones
hidrográficas y de navegación por el lado de alta mar o zona económica exclusiva (arts. 37 y 38.1 de
la Convención). Queda por aclarar el sentido del art. 39.1.c) de la Convención, donde se obliga a los
buques y aeronaves en tránsito a abstenerse «de toda actividad que no esté relacionada con sus
modalidades normales de tránsito rápido e ininterrumpido, salvo que resulte necesaria por fuerza
mayor o por dificultad grave». Esta fórmula puede abrir la puerta a interpretaciones arbitrarias de los
usuarios sobre lo que pueda estar permitido a una agrupación aeronaval de combate o a un convoy
'que naveguen por un estrecho' internacional por ejemplo, en una situación de crisis.
Ahora bien, el Estado ribereño mantiene en todo caso su soberanía residual sobre los recursos, el
control de las actividades de investigación y la preservación del medio en esas aguas, debiendo
procurar, que sus derechos residuales no afecten ni se dejen afectar por la libertad de comunicación
imperante en ese espacio.
iii. Estrechos sometidos a regímenes particulares.
Junto al régimen general, encontramos una serie de regímenes especiales en algunos estrechos
principales:
Los estrechos turcos (Bósforo y Dardanelos) están regulados en la Convención de Montreux de 20
de julio de 1936, hoy vigente, pese a los deseos de revisarla por parte de la antigua Unión Soviética,
a lo que se ha opuesto Turquía.
El régimen jurídico del estrecho de Magallanes se fijó por el Tratado de 23 de julio de 1881 entre
Argentina y Chile y ha sido confirmado por el Tratado de Paz y Amistad de 1984 entre ambos
Estados. Los tres elementos característicos principales de dicho régimen son la libertad de
navegación, la neutralización y la prohibición de levantar fortificaciones o defensas militares en el
estrecho. Existen otros estrechos con regímenes particulares, sobre los que no podemos
extendernos en este momento. Baste indicar que en la mayoría de los tratados ad hac se estipula la
libertad de paso para los buques mercantes. Para los barcos de guerra se establece en algunos,
caso del Bósforo y Dardanelos, un régimen especial.
c. Los estados archipelágicos.
i. Concepto y delimitación.
Concepto.
El estado archipelágico se define como el constituido totalmente por uno o varios archipiélagos y que
puede incluir otras islas. Por archipiélago se entiende: “un grupo de islas, incluidas partes de islas,
las aguas que la conectan y otros elementos naturales, que estén tan estrechamente relacionados
entre sí que tales islas, aguas y elementos naturales formen una entidad geográfica, económica y
política intrínseca o que históricamente hayan sido considerados como tal”.
La definición comprende exclusivamente a los Estados archipelágicos pero no a los archipiélagos del
Estado (como las islas Canarias).
Delimitación.
En principio, la delimitación del Estado archipelágico se va a someter a dos condiciones objetivas o
numéricas que, indirectamente, matizan y restringen la definición arriba dada:
El Estado archipelágico podrá trazar sus líneas de base archipelágicas rectas siguiendo el contorno
más externo del archipiélago, siempre que la proporción entre agua y tierra dentro de las líneas de
base rectas se encuentre entre las relaciones 1 a 1 y 9 a 1 (art. 47.1 de la Convención); es decir,
tanto si hay menos de una parte de agua por una de tierra como si hay más de nueve partes de agua
por una sola de tierra, el trazado no es válido. Así Bahamas y Tonga, con unas ratios o proporciones
tierra-agua de 1/25 y 1/10, respectivamente, no podrían encerrar, en principio, todo el archipiélago
con un único sistema de líneas de base rectas.
Los segmentos o líneas de bases rectas no podrán exceder de 100 millas de longitud, salvo un 3por
100 del total de los segmentos que podrán sobrepasar ese límite hasta 125 millas (art. 47.2 de la
Convención).
También se exige que el trazado de las líneas rectas siga “la configuración general del archipiélago”
(art. 47.3), que comprenda las principales islas (art. 47.1), y que no utilicen elevaciones secas sólo
en bajamar, salvo que se hayan constituido en ella instalaciones que pertenezcan siempre sobre el
nivel del mar o que estén situadas dentro del mar territorial de una isla (art.47.4).
Las anchuras del mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva y plataforma continental
del Estado archipelágico se medirán desde las líneas de base rectas trazadas tal como queda
anteriormente recogido en el art. 47 (art. 48).
ii. Calificación de las aguas encerradas.
Las aguas encerradas por las líneas de base rectas no son aguas interiores, pero tampoco
territoriales, pues se regulan en la Parte IV de la Convención, separada e independiente de la
dedicada al mar territorial (Parte II), y porque es a partir de las líneas de base desde donde se mide
el mar territorial; por tanto, las aguas encerradas quedan espacialmente situadas entre las interiores
y las territoriales. Las aguas archipelágicas deberían así responder a un régimen jurídico que
afirmara la soberanía del Estado archipelágico sobre esas aguas sin el carácter absoluto que esta
soberanía tiene en el caso de las aguas interiores, pero, al mismo tiempo, haciendo más estricto el
derecho de paso inocente y más rigurosas las reglas de paso para cierto tipo de buques -los de
guerra, por ejemplo-, dicho sea como simple posibilidad. La Convención mantiene, en efecto, la
terminología ya acuñada: esas aguas se denominarán archipelágicas. Pero ¿cuál es el régimen
jurídico que se establece para ellas?, y, sobre todo, ¿responde ese régimen a la calificación
intermedia entre aguas interiores y territoriales que el término archipelágicas parece evidenciar?
1. Régimen jurídico.
En principio también se afirma la soberanía del Estado archipelágico sobre sus aguas archipelágicas
(art. 49), pero sujetándola inmediatamente a tres clases de restricciones.
a. Restricciones específicas de esta institución.
Se trata de no perjudicar los derechos adquiridos en ciertas partes de las nuevas aguas
archipelágicas cuando eran alta mar por los Estados vecinos de los Estados archipelágicos. b.
Restricciones no específicas.
El Estado archipelágico podrá fijar “vías marítimas” y “disposiciones de separación del tráfico”
siempre de acuerdo con la Organización internacional competente (la O.M.I.), y nunca a propia
discreción (art. 53.6 a 53.11).
Se establece también además “rutas aéreas” y se exige a los buques y aeronaves en tránsito que no
se aparten más de veinticinco millas a uno y otro lado de las líneas ejes de las ruyas fijadas entre los
puntos de entrada y salidas de las aguas archipelágicas, “con la salvedad” de que ni buques ni
aeronaves deberán aproximarse a menos de diez por cien de la distancia entre los puntos más
cercanos de la isla que circunden la ruta (art. 54.5).

AGREGAR A TODO ESTO EL LAUDO DE LAS ISLAS CLIPPERTON.



Unidad 6
1. La Zona económica exclusiva
a. Antecedentes
Con la Convención del 1982 se innovó jurídicamente con respecto a la inclusión de la zona
económica exclusiva.
La creación de esta zona económica obedece a razones puramente económicas, que son las que
explican la extensión de las competencias de los ribereños sobre los espacios adyacentes más
alejados de las costas. Así es como han surgido espacios intermedios entre el mar territorial y el alta
mar sobre los que el ribereño proyecta funcional o especializadamente su soberanía económica
exclusiva. En estos espacios se ha alcanzado un punto de equilibrio entre las tesis del uso horizontal
y vertical del mar, que viene a mostrarnos ya una visión más integrada del medio marino, y que
representa un éxito de la vida cooperadora abierta en la Tercera Conferencia.
El interés reciente despertado por el mar en los países pobres se debe al desarrollo tecnológico, que
ha propiciado un mayor aprovechamiento de los recursos vivos y no vivos del mar, además de
informar fidedignamente sobre el proceso de agotamiento de ciertas especies y la degradación del
medio marino. Sin olvidar, por supuesto, las necesidades alimenticias y de desarrollo industrial que
esas riquezas puedan satisfacer. A estos fines, la exploración preferente o exclusiva de los recursos
marinos de las aguas adyacentes por parte de los ribereños se ha fundado metódicamente en el
principio emancipador de la soberanía permanente de cada Estado sobre todos sus recursos
naturales y su derecho al desarrollo económico.
Porque la propia preponderancia del facto económico en el proceso de revisión del ordenamiento
marítimo y en la Tercera Conferencia en particular, ha conducido a una atención creciente por las
circunstancias concretas de cada Estado de cara al mar. Pero precisamente la diversidad geográfica
de los Estados ha contribuido a ahondar las diferencias económicas ya existentes o a crear otras
nuevas e insalvables entre los mismos. De ahí que desde el segundo período de sesiones celebrado
en Caracas empezara ya a observarse el resquebrajamiento de la solidaridad de los grupos
regionales y del propio Grupo de los 77, dando origen a nuevos grupos de interés como el formado
por 55 Estados sin litoral geográficamente desventajados, y el grupo de los Estados ribereños, con el
fin de potenciar al máximo de los derechos ejercitables en ese espacio frente a las restricciones
propuestas por el primer grupo de interés.
b. Concepto.
Art. 55. – “Régimen jurídico específico de la zona económica exclusiva”. La zona económica
exclusiva es un área situada más allá del mar territorial y adyacente a éste […]
Para la convención de 1982, la zona económica exclusiva se caracteriza por:
1º) ser un área situada fuera del mar territorial y adyacente a éste;
2º) por estar sujeta a un régimen jurídico específico;
3º) porque el Estado ribereño ejerce sobre ella determinados derechos de diferentes tipos; y 4º)
porque los demás Estados tienen en la zona determinados derechos y libertades. i. Diferencias con
el mar territorial.
Primero, dice Diez de Velazco, hay que distinguir a la zona económica exclusiva del mar territorial, y
aunque los derechos que el Estado ribereño ejerce sobre uno y otro no son iguales. No obstante,
para la medición de la anchura de la zona económica se parte también de las “líneas de base a partir
de las cuales se mide la anchura del mar territorial” (art. 57 de la Convención de 1982). Las 200
millas marinas, anchura máxima aceptada, comprende tanto el mar territorial como la zona
económica. Por otro lado, “los derechos del Estado costero en su zona económica no provienen del
ejercicio de la soberanía territorial”. Los derechos que el Estado ejerces obre su mar territorial son
análogos a los que ejerce sobre su territorio y aguas interiores con la limitación relativa al “paso
inocente”. Sin embargo, en la zona económica los derechos del Estado ribereño están en conexión
con la exploración, explotación, conservación y administración de los recursos naturales de la
referida zona; y los derechos de terceros, especialmente el relativo a las libertades de comunicación,
son prácticamente asimilables a los ejercidos en alta mar.
ii. Diferencias con la plataforma continental.
Ambas recaen, en principio y simultáneamente, sobre un mismo espacio físico (el de las doscientas
millas marinas), en el que los Estados pretenden ejercer su soberanía económica. Por ello se
plantearon dos teorías que discutan la unidad o dualidad entre ambas instituciones: a) la teoría
favorable, que supone la absorción del concepto de plataforma continental por la zona económica
exclusiva; y B) la favorable a la dualidad de ambas instituciones, que aparecían como distintas. La
unificación de ambas instituciones no aparece viable, y así lo demuestra tanto la Tercera
Conferencia como la Convención de 1982. ¿Por qué? Por las siguientes razones:
El concepto de plataforma continental está bien establecido en líneas generales, y codificado desde
la Convención de 1958. El de la zona económica se ha abierto camino, pero quedan aún problemas
por resolver en cuanto a la delimitación de los derechos del Estado ribereño y los derechos de
terceros Estados.
Los derechos del Estado ribereño sobre la plataforma continental a los efectos de exploración y
explotación de los recursos están claramente reconocidos como “derechos de soberanía” y tienen el
carácter de “exclusivos”. El carácter de exclusividad de todos los derechos sobre la zona económica
dista bastante de ser reconocido sin discusión.
La tendencia respecto a la plataforma continental ha sido ampliarla hasta “el borde exterior del
margen continental” en vista de las reivindicaciones de los países de plataforma amplia. En la zona
económica, por el contrario, la regla de las doscientas millas apareció como distancia máxima dentro
de os trabajos de la Tercera Conferencia.
D) Los derechos del Estado ribereño sobre la zona económica se refieren a los “recursos naturales,
tanto vivos como no vivos”; mientras que lo relativos a la plataforma se extienden solamente al
“lecho y subsuelo de las zonas marinas”.
Así, podemos observar que la zona económica en su actual estado de evolución aparece ya
claramente diferenciada de las tres figuras examinadas de las que ha tomado elementos para su
formación, y forma parte como concepto autónomo del D.I. general. Ha sido definida como “una
institución nueva, de nueva zona sui generis con un estatuto internacional propio”.
Condición jurídica.
Art. 55. – “Régimen jurídico específico de la zona económica exclusiva”. La zona económica
exclusiva es un área situada más allá del mar territorial y adyacente a éste, sujeta al régimen
jurídico específico establecido en esta Parte, de acuerdo con el cual los derechos y la jurisdicción del
Estado ribereño y los derechos y libertades de los demás Estados se rigen por las disposiciones
pertinentes de esta Convención.

Art. 59. – “Base para la solución de conflictos relativos a la atribución de derechos y jurisdicción en la
zona económica exclusiva”. En los casos en que esta Convención no atribuya derechos o jurisdicción
al estado ribereño o a otros Estados en la zona económica exclusiva, y surja un conflicto de
intereses del Estado ribereño y los de cualquier otro Estado o Estados, el conflicto debería ser
resuelto sobre una base de equidad, y la luz de todas las circunstancias pertinentes, teniendo en
cuenta la importancia de la respectiva que revistan los intereses de que se trate para las partes, así
como la comunidad internacional en su conjunto.
Extensión y delimitación.
Art. 57. – “Anchura de la zona económica exclusiva”. La zona económica exclusiva no se extenderá
más allá de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la
anchura del mar territorial.
Derechos del Estado ribereño.
Art. 56. – “Derechos, jurisdicción y deberes del Estado ribereño en la zona económica exclusiva”.
En la zona económica exclusiva, el Estado ribereño tiene:
Derechos de soberanía para los fines de exploración y explotación, conservación y administración de
los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de las aguas suprayacentes al lecho y del lecho y
el subsuelo del mar, y con respecto a otras actividades con miras a la exploración y explotación
económicas de la zona, tal como la producción de energía derivada del agua, de las corrientes y de
los vientos;
Jurisdicción, con arreglo a las disposiciones pertinentes de esta Convención, con respecto a:
i) El establecimiento y la utilización de islas artificiales, instalaciones y estructuras; ii) La investigación
científica marina; iii) La protección y preservación del medio marino;
Otros derechos y deberes previstos en esta Convención.
En el ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento de sus deberes en la zona económica exclusiva
en virtud de esta Convención, el Estado ribereño tendrá debidamente en cuenta los derechos y
deberes de los demás Estados y actuará de manera compatible con las disposiciones de esta
Convención.
Los derechos enunciados en este artículo con respecto al lecho del mar y su subsuelo se ejercerán
de conformidad con la Parte VI.

Un complejo conjunto de derechos aparecen recogidos a favor del Estado ribereño en la Convención
de
1982. No todos tienen la misma calificación en dicho documento, ya que en el art. 56 se habla
separadamente de “derechos de soberanía” en lo relativo a los recursos naturales y de “jurisdicción”
en lo relativo a todos los demás ámbitos contemplados en dicho artículo.
Derechos de soberanía.
Lo relativo a los recursos naturales vivos y no vivos del mar en la zona económica se pretende ligarlo
al Nuevo orden económico internacional y a uno de sus grandes principios “la plena soberanía
permanente de los Estados sobre sus recursos naturales”. La reivindicación de las riquezas de la
zona obedece a unna filosofía que se viene observando en la Resolución 1803 de la Asamblea
General de Naciones Unidas de 1962 y a la aplicación que de la misma se hace a los recursos del
mar. Debajo de la cuestión terminológica hay un intento de ejercicio de unas competencias
soberanas, con lo que dicho término tiene de “exclusividad” sobre los recursos naturales de una zona
económica.
Derechos de jurisdicción.
Se agrupan un conjunto de competencias a ejercer por el Estado ribereño en la zona económica
según el art. 56.1, b) de la Convención. Entre ellas se señalan:
El establecimiento y la utilización de islas artificiales, instalaciones y estructuras.
Esto se configura como un “derecho exclusivo” del Estado ribereño, ene l doble sentido de construir
o autorizar y reglamentar la construcción, explotación y utilización (art. 60.1 de la Convención); y de
poder ejercer la jurisdicción exclusiva sobre dichas islas artificiales, instalaciones y estructuras,
incluida la jurisdicción en materia de leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, sanitarios, de
seguridad y de inmigración (art. 60.2 de la Convención).
El derecho del Estado ribereño sobre la materia aparece limitado por la necesidad de no obstaculizar
con las islas e instalaciones “las vías marítimas reconocidas que sean esenciales para la navegación
internacional” (art. 60.7 de la Convención).
La investigación científica marina en la zona económica.
Tal prescripción es hija del temor de los países integrantes del Grupo de los 77 de que bajo la capa
de la investigación se puedan realizar actividades de otro tipo o bien se pretendan finalidades
distintas a la investigación científica fundamental. De ahí que la Convención de 1982 no distinga
entre investigación pura o aplicada, ni recoja noción alguna de qué se entienda por investigación
marina. La razón por la cual los Estados ribereños reivindican su poder de “reglamentar y de
autorizar las actividades de investigación en su zona económica derivaría de sus derechos sobre los
recursos”. El Estado ribereño podrá exigir el cese del as investigaciones sólo en los casos previstos
expresamente en la Convención (art. 256.1 a .3 de la Convención), pudiendo levantar la suspensión
con la consiguiente continuación de las actividades de investigación cuando el Estado investigador o
la Organización Internacional competente hayan cumplido las obligaciones o condiciones exigidas
(art. 235.5 de la Convención).
La protección y preservación del medio marino en la zona económica exclusiva.
De todos los derechos que los estados ribereños reivindican éste es el que cuenta en su favor con
razones más sólidas. La degradación del medio marino es obvia y alarmante y las consecuencias
más graves se hacen notar en las costas de los Estados próximos a las rutas marítimas de los
grandes petroleros.
La “jurisdicción” del Estado ribereño en lo relativo a la preservación del medio marino de la zona
económica debe entender no sólo como la manifestación de un derecho propio, sino también como
un deber de carácter internacional.
iii. Otros derechos
Los derechos que anteriormente numeramos no agotan los que se pretende que gocen los Estados
ribereños en la zona económica. El art. 56.1 c) en dicho documento usa finalmente la ambigua
fórmula de “otros derechos y deberes previstos en esta Convención”.
No puede admitirse la licitud del uso de la fuerza que lleven a cabo los Estados ribereños en aguas
de la zona económica exclusiva con el objeto de que se respete, pr ejemplo, su reglamentación en
materia pesquera. Sólo circunstancias políticas peculiares explicarían la violación esporádica por
parte del Estado ribereño de la prohibición del uso de la fuerza armada con motivo del ejercicio de
sus derechos en la zona económica exclusiva.

f. Derechos y deberes de otros Estados en la Zona Económica Exclusiva.


Art. 58. – “Derechos y deberes de otros Estados en la zona económica exclusiva”
En la zona económica exclusiva, todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, gozan, con sujeción
a las disposiciones pertinentes de esta Convención, de las libertades de navegación y sobrevuelo y
de tendido de cables y tuberías submarinos a que se refiere el artículo 87, y de otros usos del mar
internacionalmente legítimos relacionados con dichas libertades, tales como los vinculados a la
operación de buques, aeronaves y cables y tuberías submarinos, y que sean compatibles con las
demás disposiciones de esta Convención.
Los artículos 88 a 115 y otras normas pertinentes de derecho internacional se aplicarán a la zona
económica exclusiva en la medida en que no sean incompatibles con esta Parte.
En el ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento de sus deberes en la zona económica exclusiva
en virtud de esta Convención, los Estados tendrán debidamente en cuenta los derechos y deberes
del Estado ribereño y cumplirán las leyes y reglamentos dictados por el Estado ribereño de
conformidad con las disposiciones de esta Convención y otras normas de derecho internacional en la
medida en que no sean incompatibles con esta Parte.
i. Derechos de los terceros Estados en general.
Al hablar de los Estados terceros en general nos estamos refiriendo a todos los Estados sin
distinción. Se les reconoce el derecho al ejercicio de las libertades de navegación, sobrevuelo,
tendido de cables y tubería submarinas y de “otros usos dl mar internacionalmente legítimos
relacionados con dichas libertades”. En el ejercicio de estas libertades en la zona económica se
declaran subsidiariamente aplicables las disposiciones de la Convención relativas al alta mar y que
no sean incompatibles con las que reglamenten la zona económica.
Los terceros Estados no tienen, en principio, otros derechos en la zona económica salvo lo relativo a
la utilización –muy condicionada– de los recursos vivos (el acceso a la pesca). Según ésta se
requiere para dar acceso a los terceros Estados sin condiciones especiales: a) que el Estado
ribereño carezca de capacidad necesaria para pescar la captura permisible por él establecida; b) que
previamente se llegue a algún acuerdo o arreglo con el Estado ribereño, y c) que el Estado ribereño
deba, para de acceso a terceros en general, tener en cuenta una serie de condiciones y en especial
los requerimientos de determinados países como los carentes de litoral; sin que esto represente
necesariamente la concesión de ninguna preferencia a estos Estados frente a otros Estados
interesados. “Se trata, en realidad, un pacto in contrahendo que concede a estos Estados sólo la
expectativa de un derecho a negociar con el Estado ribereño”. La autonomía del Estado ribereño
para determinar unilateralmente si la captura permisible de los recursos vivos de su zona económica
exclusiva, no alcanza a la libertad para negarse a determinar estos aspectos o para hacerlo
arbitrariamente.
ii. Derechos de los Estados sin litoral y con características geográficos especiales en la zona
económica. El derecho a participar de los Estados sin litoral, y los que poseen características
geográficas especiales sobre unas bases equitativas, en la explotación de los recursos biológicos de
las zonas económicas exclusivas de los Estados costeros limítrofes se planteó pronto en los trabajos
de la III Conferencia, por vía de excepción, por el Grupo de los 53. Las principales dificultades fueron
las siguientes: a)si bien hubo acuerdo en que debía concederse el acceso a los recursos vivos de la
zona económica a los Estados sin litoral, “no existe acuerdo general en cuanto a si ha de calificarse
como un derecho a participar”; b)que es difícil encontrar “un equilibrio entre el derecho del Estado
ribereño a determinar su capacidad para aprovechar los recursos vivos de la zona económica
exclusiva de los Estados sin litoral
y los Estaos en situación geográfica desventajosa a participar en la explotación de esos recursos”; c)
La de determinar si estos últimos grupos de países tienen un derecho de carácter preferencial
respecto a terceros Estados y d)si debe o no establecerse en la futra Convención una diferencia
entre países desarrollados y no desarrollados.
En la Convención de 1982 se dedica todo el art. 69ª regular el derecho de los Estados sin litoral en
las zonas económicas exclusivas. Se dice que:
1º) que “tendrán derecho a participar, sobre una base equitativa, en la explotación de una parte
apropiada del excedente de los recursos vivos de las zonas económicas exclusivas de los Estados
ribereños de la misma subregión o región, teniendo en cuenta las características económicas y
geográficas pertinentes de todos los Estados Interesados”.
2º) los Estados interesados establecerán las modalidades y condiciones de participación mediante
acuerdos bilaterales, subregionales o regionales, en los que se tendrá en cuenta: a) el evitar
perjuicios a las comunidades e industrias pesqueras del Estado ribereño; b) la participación o el
derecho a participar del Estado sin litoral en virtud de tratados en otras zonas económicas de otros
Estados ribereños; c) la participación de otros Estados sin litoral o en situación geográfica
desventajosa en la explotación del a zona económica del Estado ribereño, y d) las necesidades en
materia de nutrición de las poblaciones respectivas.
3º) se prevé también, en el supuesto de que la capturas se aproximan a las máximas permisibles,
que se coopere por todos los Estados interesados para, mediante acuerdos equitativos, permitir la
participación de los Estados sin litoral, en la explotación de los recursos de las zonas económicas
afectadas.
4º) los Estados desarrollados sin litoral tendrán derecho a participar en la explotación de los recursos
vivos sólo en las zonas económicas exclusivas de los Estados ribereños desarrollados de la misma
subregión o región teniendo en cuenta determinadas circunstancias.
5º) lo anteriormente expuesto no afectará a lo acuerdos concertados sobre derechos iguales o
preferenciales.
1. Estados sin litoral.
El Estado sin litoral se define en la Convención como “un Estado que no tiene costa marítima” y los
derechos de estos Estados son en síntesis los siguientes:
Derecho de acceso al mar y desde el mar y libertad de tránsito.
Esto es para los fines del ejercicio de “los derechos que se estipulan en esta Convención, incluidos
los relacionados con la libertad del alta mar y con el patrimonio común de la humanidad. Para este
fin los Estados si litoral gozarán de libertad de tránsito a través del territorio de los estados de
tránsito por todos los medios de transporte”. (art. 125.1).
A diferencia del Convenio de 1958 sobre el Alta Mar, cuyo art. 3 se limitaba a establecer un simple
pacto de negotiando, la Convención de 1982 establece en cambio un verdadero derecho de tránsito
no subordinado a acuerdo reciprocidad, elevando la obligación del Estado de tránsito al rango de
pactum de contrahendo.
Derecho de tránsito.
El tráfico en tránsito “no estará sujeto a derechos de aduana, impuestos u otros gravámenes, con
excepción de las tasas impuestas por servicios específicos prestados en relación con dicho tráfico”.
(Art. 127.1).
Zonas francas.
Para facilitar el tráfico en tránsito, podrán establecerse zonas francas u otras facilidades aduaneras
en los puertos de entrada y de salida de los Estados de tránsito, mediante acuerdo entre estos
Estados y los Estados sin litoral. (Art. 128).
Igualdad de trato.
Finalmente se prescribe la igualdad de trato en los puertos de mar, pues se dice que “los buques que
enarbolen en el pabellón de Estados sin litoral gozarán en los puertos marítimos del mismo rato que
el concedido a otros buques extranjeros”. (Art. 131).
2. Estados en situación geográfica desventajosa.
Su problemática no es idéntica a la de los Estado sin litoral, sin embargo, realizaron un frente común
y consiguieron que en la Convención de 1982 se les dé un tratamiento idéntico.
Se entiende por tales a “los Estados ribereños, incluidos los Estados ribereños de mares cerrados o
semicerrados” que se encuentran en las siguientes condiciones: a) aquellos cuyas necesidades de
nutrición de toda su población o parte de ella dependen de la pesca que obtengan en las zonas
económicas de otro sestados de la subregión o región; y b) aquellos Estados ribereños que no
pueden reivindicar zonas económicas exclusivas propias.
El resto de la reglamentación es idéntica a la que hemos visto para los Estados sin litoral.
2. La plataforma continental.
Ideas generales.
La reglamentación sobre la plataforma continental tiene su origen en la necesidad de la humanidad
de buscar y explotar nuevas recursos, en la existencia de éstos en la plataforma, y en los avances de
la técnica que permiten la explotación de las riquezas contenidas en la plataforma.
Los actos unilaterales de los Estados reseñados, la generalización de esta práctica, y
subsiguientemente, el cada día más creciente interés por la plataforma hicieron de ella un problema
que requería ser recogido en una codificación internacional. La C.D.I. y la Conferencia de 1958 sobre
el Derecho del Mar se ocuparon de la cuestión, y felizmente llegaron a la refacción del Convenio
sobre la Plataforma Continental.
Definición.
El art. 1º del Convenio de 1958 sobre la Plataforma Continental entendía por tal:” a) el lecho del mar
y el subsuelo de las zonas submarinas adyacentes a las costas pero situadas fuera de la zona del
mar territorial, hasta una profundidad de 200 metros o, más allá de este límite, hasta donde la
profundidad de las aguas adyacentes permita la explotación de los recursos naturales de dichas
zonas; b) El lecho del mar y el subsuelo de las regiones submarinas análogas, adyacentes a las
costas de islas”. Como puede observarse, se utilizaron para la definición los criterios de profundidad
y de explotación. Pero la Convención de 1982, que se ocupa de la plataforma continental, ha
modificado sustancialmente esa definición al establecer en el art. 76.1 que: “La plataforma
continental de un Estado ribereño comprende el lecho y el subsuelo de las áreas submarinas que se
extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de la prolongación natural de su territorio
hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta una distancia de 200 millas marinas
contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en los
casos en que el borde exterior del margen continental no llegue a esa distancia”.
La Convención de 1982 ha sustituido los criterios de la profundidad y explotabilidad por los de noción
geológica de plataforma. Tiene una distancia máxima de doscientas millas marinas medidas desde
las líneas de base del mar territorial, criterio no condicionado siquiera a la existencia real de
plataforma hasta esa distancia. De este modo, se han satisfecho los intereses de los Estados con
plataforma amplia o superior a las doscientas millas, como Argentina o Australia, con derechos
adquiridos gracias al régimen previsto en 1958; y por otro, los intereses de los ribereños sin
plataforma, como Chile o Perú, o con escasa plataforma, como España.

Delimitación de la plataforma.
Art. 76. – “Definición de la plataforma continental”.
4.
a) Para los efectos de esta Convención, el Estado ribereño establecerá el borde exterior del
margen continental, dondequiera que el margen se extienda más allá de 200 millas marinas
contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial,
mediante:
Una línea trazada, de conformidad con el párrafo 7, en relación con los puntos fijos más alejados en
cada uno de los cuales el espesor de las rocas sedimentarias sea por lo menos el 1 % de la distancia
más corta entre ese punto y el pie del talud continental; o
Una línea trazada, de conformidad con el párrafo 7, en relación con puntos fijos situados a no más
de 60 millas marinas del pie del talud continental.
b) Salvo prueba en contrario, el pie del talud continental se determinará como el punto de
máximo cambio de gradiente en su base.
Los puntos fijos que constituyen la línea del límite exterior de la plataforma continental en el lecho del
mar, trazada de conformidad con los incisos i) y ii) del apartado a) del párrafo 4, deberán estar
situados a una distancia que no exceda de 350 millas marinas contadas desde las líneas de base a
partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial o de 100 millas marinas contadas desde la
isóbata de 2.500 metros, que es una línea que une profundidades de 2.500 metros. 64
No obstante lo dispuesto en el párrafo 5, en las crestas submarinas el límite exterior de la plataforma
continental no excederá de 350 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las
cuales se mide la anchura del mar territorial. Este párrafo no se aplica a elevaciones submarinas que
sean componentes naturales del margen continental, tales como las mesetas, emersiones, cimas,
bancos y espolones de dicho margen.
El Estado ribereño trazará el límite exterior de su plataforma continental, cuando esa plataforma se
extienda más allá de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se
mide la anchura del mar territorial, mediante líneas rectas, cuya longitud no exceda de 60 millas
marinas, que unan puntos fijos definidos por medio de coordenadas de latitud y longitud.
[…]10. Las disposiciones de este artículo no prejuzgan la cuestión de la delimitación de la plataforma
continental entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente.
Artículo 83. – “Delimitación de la plataforma continental entre Estados con costas adyacentes o
situadas frente a frente”
La delimitación de la plataforma continental entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a
frente se efectuará por acuerdo entre ellos sobre la base del derecho internacional, a que se hace
referencia en el artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, a fin de llegar a una
solución equitativa.
Si no se llegare a un acuerdo dentro de un plazo razonable, los Estados interesados recurrirán a los
procedimientos previstos en la Parte XV.
En tanto que no se haya llegado al acuerdo previsto en el párrafo 1, los Estados interesados, con
espíritu de comprensión y cooperación, harán todo lo posible por concertar arreglos provisionales 67
de carácter práctico y, durante este período de transición, no harán nada que pueda poner en peligro
u obstaculizar la conclusión del acuerdo definitivo. Tales arreglos no prejuzgarán la delimitación
definitiva.
Cuando exista un acuerdo en vigor entre los Estados interesados, las cuestiones relativas a la
delimitación de la plataforma continental se determinarán de conformidad con las disposiciones de
ese acuerdo.

Distinguir el Convenio de 1958 los casos de Estados que estén frente a frente y los que sean
limítrofes para la delimitación de la plataforma continental. En ambos casos la regla general, es que
se delimite mediante acuerdo entre ellos; ahora bien: “A falta de acuerdo, y salvo que circunstancias
especiales justifiquen otra delimitación, ésta se determinará por la línea media cuyos puntos sean
todos equidistantes de los puntos más próximos de las líneas de base desde donde se mide la
extensión del mar territorial de cada Estado”. (Art. 6.1).
El principio de la línea media o equidistancia no era de aplicación estrictamente necesaria, y el
principio delimitador fundamental era el del acuerdo directo. En este sentido, España ha delimitado la
plataforma con Francia en el Golfo de Vizcaya por el Convenio de París de 29 de enero de 1974, y
con Italia en el Mediterráneo por el Convenio de 19 de febrero de 1974, ambos en vigor. Pero a
cuestión de la delimitación de la plataforma entre Estados vecinos plantea graves dificultades,
especialmente en presencia de islas o archipiélagos, y cuando la línea de base sea sumamente
dentada por los accidentes de la costa o exista desacuerdo sobre el sistema de líneas de base
rectas seguido por uno u otro Estado. Conocida esta incertidumbre normativa, cabía esperar que el
problema de la delimitación entre Estados vecinos adyacentes o situados frente a frente se
convirtiera en la Tercera Conferencia en uno de los temas de negociación más delicados. Al final se
terminó adoptando in extremis una solución idéntica para la plataforma y la zona económica. Peor el
art. 83 de la Convención de 1982 se aleja de las reglas delimitadoras fijadas por el Convenio de 1958
sobre la plataforma continental. Las razones de este cambio pueden rastrarse un distinto tratamiento
delimitador dado a las islas en 1958 y 1982. La Convención de 1982 excluye expresamente a las
“rocas no aptas para mantener la habitación humana o vida económica propia”, en contraposición a
la definición de 1958 que daba de las islas, desde un punto de vista geográfico.
La regla de la equidistancia, establecido como principal respecto de las circunstancias especiales en
el régimen convencional de 1958, ha sido posteriormente relegada de su papel por el uso de
principios o de criterios equitativos. Era lógico que este cambio quedara reflejado en la Convención
de 1982, cuyos artículos 74 y 83 consolidan la pérdida de protagonismo de la regla de equidistancia
al fijar como objeto principal cualquier delimitación el “llegar a una solución equitativa” mediando la
aplicación del D.I. Esta fórmula vaga fue la única que logró un grado suficiente en el seno de la III
Conferencia, ya pesar del ascenso del principio de equidad, que favorece a Estados como Argentina,
Francia, Marruecos o Turquía, permite salvar la posición de los Estados partidarios de la
equidistancia como Reino Unido, Espala, Grecia o Italia.
Derechos del Estado ribereño.
Art. 77. – “Derechos del Estado ribereño sobre la plataforma continental”
El Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre la plataforma continental a los efectos de su
exploración y de la explotación de sus recursos naturales.
Los derechos a que se refiere el párrafo 1 son exclusivos en el sentido de que, si el Estado ribereño
no explora la plataforma continental o no explota los recursos naturales de ésta, nadie podrá
emprender estas actividades sin expreso consentimiento de dicho Estado.
Los derechos del Estado ribereño sobre la plataforma continental son independientes de su
ocupación real o ficticia, así como de toda declaración expresa.
Los recursos naturales mencionados en esta Parte son los recursos minerales y otros recursos no
vivos del lecho del mar y su subsuelo, así como los organismos vivos pertenecientes a especies 65
sedentarias, es decir, aquellos que en el período de explotación están inmóviles en el lecho del mar
o en su subsuelo o sólo pueden moverse en constante contacto físico con el lecho o el subsuelo.
El régimen jurídico estipulado en 1958 y 1982 es idéntico en sus aspectos esenciales. En efecto,
tanto el Convenio de 1958 como la Convección de 1982 reconocen unos derechos de tipo general y
otros específicos. Según los primeros, el Estado ribereño ejerce sus derechos de soberanía sobre la
plataforma a los efectos de la exploración y explotación de los recursos naturales. Estos derechos
tienen para el Estado el carácter de soberanos, exclusivos e inherentes en el sentido de que son
independientes de su ocupación real o ficticia, así como de toda declaración expresa.
Como derechos exclusivos, señalaremos le “de construir, así como el de autorizar y reglamentar la
construcción, operación y utilización” de islas artificiales, instalaciones y estructuras sobre la
plataforma continental, y establecer zonas de seguridad en torno a ellas, y también “autorizar y
regular las perforaciones que con cualquier fin se realicen en la plataforma continental”; sin olvidar la
exploración del subsuelo mediante la excavación de túneles.
i. Limitaciones al ejercicio de los derechos y obligaciones del Estado ribereño.
Los derechos del Estado ribereño tienen una serie delimitaciones según el Convenio de 1958 y la
Convención de 1982, que son las siguientes: a) no afectar el régimen de las aguas suprayacentes y
del espacio aéreo sobre esas guas; b) no entorpecer injustificadamente la navegación ni otros
derechos y libertades de los demás Estados; y c) no impedir el tendido ni la conservación de cables
o tuberías submarinas en la plataforma, aunque queden sujetos “al consentimiento del Estado
ribereño”.

Unidad 7
1. El alta mar
Concepto y delimitación según la Convención de Derecho del Mar.
El régimen jurídico del alta mar fue objeto de una amplia codificación en la Conferencia de Ginebra
de 1958. Esto dio nacimiento al Convenio sobre Alta Mar de 1958.
El Convenio de Ginebra define el Alta Mar en su art. 1, diciendo que: “se entiende por alta mar todas
aquellas partes del mar que no forman parte del mar territorial o del as aguas interiores”.
En la Convención del Derecho del Mar de 19982, el alta mar se ha reducido en el sentido de excluir
no tan sólo al mar territorial y a las aguas interiores, sino también a la zona económica exclusiva, y a
las aguas archipiélagas (art. 86 de la Convención). Por otro lado, los fondos marinos y oceánicos
fuera de la jurisdicción nacional, así como su subsuelo y correspondientes recursos son
considerados como “patrimonio común de la Humanidad”.
Los Principios en que se base el régimen jurídico del Alta Mar.
Los principios en los que está basado el régimen jurídico del alta mar son los siguientes: a) que en
cuanto vía de comunicación es un “bien común”; b) que debe estar abierto a todos los Estados,
tengan o no litoral marítimo; c) que no puede ser objeto de apropiación exclusiva o soberanía de un
Estado; y d) que debe estar sometido a una reglamentación jurídica internacional su uso y disfruta
común. Los principios anteriores quedaron articulados en el Convenio de 1958 a través de la
proclamación de las cuatro libertades del alta mar.
Las libertades del mar y del espacio aéreo.
Las cuatro libertades recogidas por la Convención de Ginebra.
En su artículo segundo, el Convenio de 1958 sobre el Alta Mar recoge en su artículo segundo cuatro
libertades, y que son: la libertad de navegación, de pesca, al de tender cables y tuberías submarinas
y la libertad de sobre volar el mar. Esta enumeración no supone un numerus clausus, ya que se
pueden conceder más.
Las nuevas libertades incorporadas por la Convención de Derecho del Mar de 1982.
Art. 87. – “Libertad de la alta mar”. […] Comprenderá entre otras, para los Estados ribereños los
Estados sin litoral:
La libertad de navegación;
La libertad de sobrevuelo;
La libertad de tender cables y tuberías submarinas, con sujeción a las disposiciones de la Parte VI;
La libertad de construir islas artificiales y otras instalaciones permitidas por el Derecho
Internacional, son sujeción a las disposiciones de la Parte VI;
La libertad de pesca, con sujeción a las condiciones establecidas en la sección segunda;
La libertad de investigación científica, con sujeción a las disposiciones de las Partes VI y XIII
Examen concreto de cada una de las libertades
1. Libertad de navegación.
La libertad de navegación se concreta en el art. 4 del Convenio de 1958, y en el art. 90de la
Convención de 1982, al decirnos que: “todos los Estados con litoral o sin él tienen el derecho a que
naveguen en alta mar los buques que enarbolen su pabellón (bandera)”.
Para que este principio pueda ser actuado y no usado arbitrariamente ha sido necesario que el
Convenio se refiera a los verdaderos usuarios del alta mar que son los buques, y a la relación que
éstos tienen con los Estados en particular. El ligamen entre el buque y el Estado, que se exterioriza a
través de la bandera, se concreta jurídicamente por medio de la nacionalidad del buque.
Nuestro país, a diferencia del derecho español, no brinda una definición de abanderamiento, pero
para que a un buque se le otorgue nacionalidad argentina, debe ser inscripto en el Registro Nacional
de Buques, que además asegura el tráfico jurídico mediante la publicidad registral. Primero, debe ser
inscripto en la Matrícula Nacional. Esta inscripción, además de otorgar la nacionalidad argentina,
autoriza el uso del Pabellón Nacional y sujeta al buque a las leyes de la República. Lo mencionado
está directamente vinculado con la policía de seguridad, y la de seguridad de la navegación y
salvaguardia de la vida humana en las aguas, es decir funciones administrativas inherentes a la
Prefectura Naval. Además, el buque tiene que estar registrado en su dominio y sus distintas
afectaciones, función directamente vinculada al orden jurídico. Nuestro país tiene una larguísima
tradición en materia de registro de la propiedad naval, siendo de destacar que los principios que se
procuran generalizar universalmente para la matriculación de los buques, incorporados en un
convenio específico y a la Convención sobre Derecho del Mar, concluidos bajo los auspicios de las
Naciones Unidas, están comprendidos desde hace mucho tiempo en los procedimientos del Registro
Nacional de Buques. El Registro Nacional de Buques está regulado por la ley 19170. (Ojo chicas,
esto lo agregué yo porque el manual habla del Derecho Español).
El derecho a otorgar la nacionalidad se reconoce a los Estados por el art. 5 del Convenio, seguido
por el art. 91 de la Convención de 1982. El Convenio impone la limitación de que para el
otorgamiento del uso de la bandera: “ha de existir una relación auténtica –ligamen sustancial- entre
el Estado y el buque; en particular, el Estado ha de ejercer efectivamente su jurisdicción y su
autoridad sobre los buques que enarbolen su pabellón en los aspectos administrativo, técnico y
social”.
Pero ni el Convenio de 1958 ni la Convención de 1982 definen ese vínculo o ligamen. Si lo hace, en
cambio, el Convenio sobre las Condiciones de Registro de Buques, adoptado por consenso el 8 de
febrero de 1986, que entrará en vigor cuando lo ratifiquen cuarenta Estados y cuyos arts. 8, 9, y 10
disponen que ciudadanos del Estado del pabellón participen en la propiedad, tripulación y
administración de los buques para establecer vínculos económicos importantes entre el buque y el
Estado del pabellón. Sin embargo parece que ninguna de estas reglas convencionales exige
formalmente el ejercicio efectivo de la jurisdicción y autoridad del Estado como un requisito previo
para abanderar buques o para que dicho abanderamiento sea reconocido por otros Estados. La
importancia del derecho al uso de una bandera es extraordinaria, ya que supone que en alta mar los
buques quedan sometidos a la jurisdicción exclusiva del Estado del pabellón. (art. 6.1 del Convenio
de Ginebra de 1958, y el art. 92.1 de la Convención). Ello lleva como consecuencia el “no poder
efectuar ningún cambio de bandera durante un viaje ni en una escala, excepto como resultado de un
cambio efectivo de la propiedad o el registro” y que el “buque que navegue bajo las aguas de dos o
más Estados, utilizándolas a su conveniencia, no podrá ampararse en ninguna de esas
nacionalidades frente a un tercer Estado y podrá ser considerado como buque sin nacionalidad” (art.
6.1 y 6.2 del Convenio de Ginebra 1958).
Serán considerados, por tanto, como buques apátridas, con las consecuencias que dicha situación
comporta.
A la regla general reseñada de la jurisdicción exclusiva del Estado del pabellón en alta mar para
todos los buques, se adiciona para los barcos de guerra (art. 8), y los navíos del Estado, destinados
a fine son comerciales (art. 9), seguidos por los arts. 95 y art. 96 de la Convención, la regla especial
de que “gozado de la completa inmunidad de jurisdicción respecto de cualquier Estado que no sea el
de su bandera”.
La libertad de navegación y su corolario, el principio de no interferencia, tiene una serie de
limitaciones:
a. Piratería.
Art. 100. – “Deber de cooperar en la represión de la piratería”. Todos los Estados cooperarán en toda
la medida de lo posible en la represión de la piratería en la alta mar o en cualquier otro lugar que no
se halle bajo la jurisdicción de ningún Estado.

Art. 101. – “Definición de piratería”. Constituye piratería cualquiera de los actos siguientes:
Todo acto ilegal de violencia o de detención o todo acto de depredación cometidos con un propósito
personal por la tripulación o los pasajeros de un buque privado o de una aeronave privada y
dirigidos: i) Contra un buque o una aeronave en la alta mar o contra personas o bienes a bordo de
ellos; ii) Contra un buque o una aeronave, personas o bienes que se encuentren en un lugar no
sometido a la jurisdicción de ningún Estado;
Todo acto de participación voluntaria en la utilización de un buque o de una aeronave, cuando el que
lo realice tenga conocimiento de hechos que den a dicho buque o aeronave el carácter de buque o
aeronave pirata;
Todo acto que tenga por objeto incitar a los actos definidos en el apartado a) o en el apartado b) o
facilitarlos intencionalmente.

Art. 102. – “Piratería por un buque de guerra, un buque de Estado o una aeronave de Estado cuya
tripulación se haya amotinado”. Se asimilarán a los actos cometidos por un buque o aeronave
privados los actos de piratería definidos en el artículo 101 perpetrados por un buque de guerra, un
buque de Estado o una aeronave de Estado cuya tripulación se haya amotinado y apoderado del
buque o de la aeronave.

Art. 103. – “Definición de buque o aeronave pirata”. Se consideran buque o aeronave pirata los
destinados por las personas bajo cuyo mando efectivo se encuentran a cometer cualquiera de los
actos a que se refiere el artículo 101. Se consideran también piratas los buques o aeronaves que
hayan servido para cometer dichos actos mientras se encuentren bajo el mando de las personas
culpables de esos actos.

Por razón de dedicarse a la piratería se puede apresar al buque o aeronave pirata o que esté en
manos de piratas en alta mar o en cualquier otro lugar no sometido a la jurisdicción de ningún
Estado.
El Convenio de Ginebra de 1958, en su art. 15, seguido por el art. 101 de la Convención de 1982,
definió al acto de piratería. Así, para que exista piratería es necesario que concurran, según el
Convenio, tres elementos: 1º) una acción ilegítima de violencia, detención o depredación; 2º)
cometida con fines personales por la tripulación o pasajeros de un navío o aeronave privada; y 3º)
realizada en alta mar o en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado contra un buque o
las personas o bienes que se encuentren a bordo bien del mismo y otro buque. También se asimilan
a la piratería los actos descriptos en el art. 15 cometidos por la tripulación amotinada de un barco de
guerra o de un aeronave o navío de un Estado. (art. 16 del Convenio de Ginebra, y 102 de la
Convención).
La piratería lleva como consecuencia, además de la ya indicada de proceder al apresamiento del
buque, la de detener a las personas e incautarse los bienes que se encuentren a bordo e imponer, a
través de los tribunales del Estado que haya efectuado la presa, las penas oportunas y las medidas
que haya que tomar respecto al buque, aeronave, y bienes encontrados a bordo (art. 19 del
Convenio de 1958, seguido por el art. 105 de la Convención).
b. Prácticas odiosas.
La represión de otras prácticas odiosas, en especial de la trata de esclavos, justifica la limitación al
principio de no interferencia en el sentido de poder efectuar en el buque el llamado derecho de visita.
Se realizará por buques de guerra siempre que haya motivos fundados para creer que un buque
mercante se dedica a la trata de esclavos (art. 22.1 b) del Convenio, y art. 101.1 b) de la
Convención).
Puede incluirse también dentro de las prácticas odiosas el tráfico ilícito de estupefacientes y
sustancias sicotrópicas. Es cierto que el art. 108 de la Convención de 1982 sólo prevé la cooperación
entre todos los Estados para reprimir dicho tráfico en alta mar y que un Estado pueda solicitar ayuda
de otros para poner fin al tráfico perpetuado por buques de su propio pabellón. Pero la Convenció n
de N.U. contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas (Viena – 1998. Ratificada
por Argentina por la ley 24.072) hace un desarrollo progresivo de la represión en alta mar de esta
práctica odiosa, añadiendo en su párrafo tercero lo siguiente:
“3. Toda Parte que tenga motivos razonables para sospechar que una nave que esté haciendo uso
de la libertad de navegación con arreglo al derecho internacional y que enarbole el pabellón o lleve
matrícula de otra Parte, está siendo utilizada para el tráfico ilícito, podrá notificarlo al Estado del
pabellón y pedir que confirme la matricula ; si la confirma podrá solicitarle autorización para adoptar
las medidas adecuadas con respecto a esa nave”.
El Estado del pabellón podrá autorizar al Estado requirente a abordar la nave, a inspeccionarla o
visitarla no sólo por buques o aeronave de guerra sino por cualesquiera buques o aeronaves al
servicio del Estado, y “si se descubren pruebas de implicación en el tráfico ilícito, adoptar medidas
adecuadas con respecto a la nave, a las personas y a la carga que se encuentren a bordo”. c.
Derecho de persecución.
En un tercer supuesto encontramos recogida otra limitación a la libertad de navegación. Nos
referimos al caso de que haya “motivos fundados” para creer que un buque extranjero ha cometido
una infracción a las “leyes y reglamentos” del Estado ribereño. (art. 23, seguido por el art. 111 de la
Convención). En este caso, el Convenio autoriza a ejercitar lo que se llama derecho de persecución.
El derecho de persecución está cuidadosamente reglamentado. Su ejercicio deberá ser realizado
bajo las siguientes condiciones:
que se inicie la persecución cuando el buque o sus lanchas se encuentren en las aguas interiores,
aguas archipielágicas, en el mar territorial o en la zona contigua del Estado ribereño, si bien la
Tercera Conferencia ha extendido también el derecho de persecución “a las infracciones que se
cometan en la zona económica exclusiva o sobre la plataforma continental, incluidas las zonas de
seguridad en torno a las instalaciones de la plataforma continental;
que se realice por buques de guerra, aeronaves militares o barcos afectos a un servicio público y
especialmente autorizados para ello;
la persecución debe comenzar después de haberse dado una señal visual o auditiva desde una
distancia que permita al buque perseguido verla u oírla;
d)la persecución debe ser continua, es decir que no se interrumpa desde que inició en las aguas
interiores, aguas archipelágicas, mar territorial y zona contigua, y puede continuarse en el alta mar; y
e) la persecución deberá cesar cuando el buque haya entrado en el mar territorial del Estado de su
pabellón o en el de un tercer Estado.
Libertad de pesca.
Art. 116. – “Derecho de pesca en Alta Mar”. Todos los Estados tienen derecho a que sus nacionales
se dediquen a la pesca en la alta mar con sujeción a: a) Sus obligaciones convencionales;
Los derechos y deberes así como los intereses de los Estados ribereños que se estipulan, entre
otras disposiciones, en el párrafo 2 del artículo 63 y en los artículos 64 a 67; y c) Las disposiciones
de esta sección.
El derecho a la libertad de pesca está enunciado en el art. 2 del Convenio sobre el Alta Mar y en el
Convenio de Ginebra sobre pesca y conservación de los recursos vivos del alta Mar de 1958. En
este último se dice que: “todos los Estados tienen el Derecho de que sus naciones se dediquen a la
pesca en alta mar[…]”.
La consolidación consuetudinaria de la nueva institución de la zona económica exclusiva ha reducido
sobremanera la importancia de la libertad de pesca en alta mar.
Libertad de tender cables o tuberías submarinas.
La libertad de utilización del lecho del mar para tender cables o tuberías submarinas no sólo se
enuncia sino que se reglamenta en el Convenio y en la Convención en el sentido siguiente:
no se puede impedir que se tiendan cables o tuberías y que se proceda a su conservación; todo ello
sin perjuicio de tomar medidas para la explotación de la plataforma continental y sus recursos
naturales (arts. 26.1 del Convenio de Ginebra de 1958);
cuando se tiendan nuevos cables o tuberías se tendrán debidamente en cuenta los ya existentes y la
necesidad de repararlos (art. 26.2 del Convenio de Ginebra de 1958);
los Estados dictarán la legislación oportuna para perseguir a los culpables de deterioros o rupturas
causadas voluntariamente o por negligencia culpable (art. 27 del Convenio de Ginebra de 1958), y
para que las personas sometidas a su jurisdicción respondan el costo de la reparación (art. 28 del
Convenio de Ginebra de 1958)
se indemnizarán las pérdidas causadas como el sacrificio de una red por prevenir daños a cables y
tuberías submarinos (art. 29 del Convenio de Ginebra de 1958). Pero en la Tercera Conferencia se
ha dejado afuera el ámbito del ejercicio de esta libertad a la plataforma continental (art. 112 de la
Convención de 1982).
Libertad de sobrevolar el alta mar.
Se enuncia también en el Convenio de 1958 el derecho a sobrevolar el alta mar por parte de las
aeronaves de todos los Estados. El Convenio no desarrolla esta libertad, salvo en lo relativo al
derecho de captura en caso de piratería aérea.
Libertad para construir islas artificiales. (Moreno Quintana).
La posibilidad de instalación en alta mar de islas artificiales, fijas o flotantes, a objeto determinado,
ha instado a la doctrina internacional a pronunciarse al respecto. Básicamente se enfrenta ante un
problema con respecto al derecho de libre navegación y el dominio de los Estados que constituyen
dichas islas.
Tal posibilidad puede servir a objetivos internacionales comunes, como por ejemplo, utilizar esas
islas como bases de aeronavegación.
La Conferencia de Codificación que auspició en la Haya la SDN (1930) hizo prevalecer el criterio de
reconocer el dominio de las islas artificiales a los estados que las hubieras construido, pero
negándoles a éstas todo mar territorial. Se las asimiló, al efecto, a buques estacionados. Y se
declaró la obligación de dichos estados de no entorpecer con su establecimiento la navegación,
prohibiéndoles además que las destinasen a fines militares.
Libertad de investigación científica.
Art. 238. – “Derecho a realizar investigaciones científicas marinas”. Todos los Estados, cualquiera
que sea su situación geográfica, y las organizaciones internacionales competentes tienen derecho a
realizar investigaciones científicas marinas con sujeción a los derechos y deberes de otros Estados
según lo dispuesto en esta Convención. (Convención del Derecho del Mar – 1982)
Art. 240. – “Principios generales para la realización de la investigación científica marina”. En la
realización de la investigación científica marina, se aplicarán los siguientes principios: a) La
investigación científica marina se realizará exclusivamente con fines pacíficos;
La investigación se realizará con métodos y medios científicos adecuados que sean compatibles con
esta Convención;
La investigación no interferirá injustificadamente otros usos legítimos del mar compatibles con esta
Convención y será debidamente respetada en el ejercicio de tales usos;
En la investigación se respetarán todos los reglamentos pertinentes dictados de conformidad con
esta Convención, incluidos los destinados a la protección y preservación del medio marino. Art. 241.
– “No reconocimiento de la investigación científica marina como fundamento jurídico para
reivindicaciones”. Las actividades de investigación científica marina no constituirán fundamento
jurídico para ninguna reivindicación sobre parte alguna del medio marino o sus recursos.
Otras cuestiones relativas al buen uso del mar.
Dichas cuestiones son las siguientes:
Medidas en contra de la contaminación del mar por hidrocarburos.
Estas medidas se han hecho absolutamente necesarias por los peligros de incendio, contaminación
y destrucción de la flora y fauna marinas, así como por la infección de las aguas y playas. El
Convenio de Ginebra sobre el Alta Mar, recoge en su art. 24 la disposición siguiente: “todo Estado
está obligado a dictar disposiciones para evitar la contaminación de las aguas con hidrocarburos
vertidos de los buques, desprendidos de las tuberías submarinas o producidos por la explotación y
exploración del suelo y subsuelos marinos, teniendo en cuenta las disposiciones de los convenios
existentes sobre la materia”.
Medidas contra la contaminación del mar por desechos radioactivos.
La protección contra la contaminación del mar por desechos radioactivos está prevista en el art. 25
del Convenio de Ginebra sobre el Alta Mar. En el mismo se prevé la obligación de los Estados de:
“tomar medidas para evitar la contaminación del mar debido a la inmersión de desperdicios
radiactivos” así como la obligación de “colaborar con los organismos internacionales competentes”.
La Agencia Internacional de energía Atómica debe prestar ayuda a os Estados para prevenir los
peligros de la polución por las materias de referencia. La labor de los Organismos competentes ha
ido desarrollado progresivamente un entramado normativo de naturaleza fundamentalmente
convencional, destacando el Convenio sobre la prevención de la contaminación marina por
vertimiento de desechos y otras materias, adoptado en Londres en 1972 cuyo objetivo esencial es
prevenir la contaminación del medio marino por vertimiento de desechos y otras materias. (NO SHIT
SHERLOCK).
Lucha contra la contaminación en general.
Su objetivo último es la eliminación de la contaminación intencional del medio marino no sólo por
hidrocarburos o residuos radiactivos sino también por otras sustancias perjudiciales, mediante la
elaboración de normas de alcance universal.
La Parte XII de la Convención de 1982 (arts. 192 a 237) está dedicada a la “Protección y
preservación
del medio marino”, y pretende atacar globalmente el problema de la contaminación marina
provocada por todas las fuentes de contaminación hasta ahora conocidas. El art. 192 establece la
obligación de todos los Estados “de proteger y preservar el medio marino”, intentando configurar este
contenido de conducta como una obligación internacional de comportamiento a la que deben
sujetarse todos los Estados mediante la creación de la legislación interna e internacional oportuna.
Ahora bien, la Convención de 1982 sigue determinada todavía por el principio de la competencia
exclusiva del Estado de la bandera en el alta mar, la voluntad discrecional de los Estados a la hora
de cooperar en el desarrollo del Derecho convencional en la materia; y el contenido vago y
programático de sus reglas.
El problema de las estaciones de radio y televisión en alta mar.
El problema se plantea para aquellos Estados que no permiten la explotación comercial de la radio o
prohíben los anuncios. Hoy está regulado pro el Convenio de Ginebra de 1959. En su art. 7 se dice:
“el establecimiento y uso de estaciones de radio y televisión de buques, aeronaves u otro objeto
flotante o que se mantenga en el aire fuera del territorio nacional está prohibido”. El problema de las
transmisiones no autorizadas desde el alta mar ha sido objeto de atención en la Tercera
Conferencia. En el art. 109 de la Convención se dice que:
Art. 109. – “Transmisiones no autorizadas desde Alta Mar”.
Todos los Estados cooperarán en la represión de las transmisiones no autorizadas efectuadas desde
la alta mar.
Para los efectos de esta Convención, por “transmisiones no autorizadas” se entiende las
transmisiones de radio o televisión difundidas desde un buque o instalación en la alta mar y dirigidas
al público en general en violación de los reglamentos internacionales, con exclusión de la transmisión
de llamadas de socorro.
Toda persona que efectúe transmisiones no autorizadas podrá ser procesada ante los tribunales de:
a) El Estado del pabellón del buque; b) El Estado en que esté registrada la instalación; c) El Estado
del cual la persona sea nacional; d) Cualquier Estado en que puedan recibirse las transmisiones; o e)
Cualquier Estado cuyos servicios autorizados de radiocomunicación sufran interferencias.
En la alta mar, el Estado que tenga jurisdicción de conformidad con el párrafo 3 podrá, con arreglo al
artículo 110, apresar a toda persona o buque que efectúe transmisiones no autorizadas y confiscar el
equipo emisor.
Como se puede observar, se amplía la posibilidad de que los infractores sean perseguidos y
juzgados por diversos Estados y no sólo por el del pabellón del buque transmisor. Finalmente se
prevé que pueda aprehenderse en alta mar a toda persona o buque que efectúe las transmisiones no
autorizadas y confiscar el equipo emisor.

2. Fondos marinos y oceánicos fuera de las jurisdicciones estatales


Ideas generales. Importancia económica de la zona.
El espacio considerado son los abismos marinos y oceánicos y su subsuelo, fuera de los límites de la
jurisdicción nacional, rico en nódulos polimetálicos (como el manganeso, el cobre, el níquel, cobalto y
molibdeno).
El interés de los Estados por este espacio ha ido creciendo en forma progresiva, al compás de los
avances tecnológicos. Desde el ángulo económico permite la explotación comercial de tales
minerales. Respecto de otros intereses, cabe señalar que hoy es posible la colocación de ingenios
bélicos en esos lugares.
Delimitación.
El valor de la Zona depende de su extensión y ésta viene condicionada por e ejercicio de ciertas
reivindicaciones de extensión de las plataformas continentales. Esto significa el reconocimiento de
que la delimitación corresponde a los Estados en ejercicio de su Jurisdicción respecto a la
Plataforma continental del que sean ribereños. La única exigencia jurídica requería es que el límite
exterior se indique en cartas o listas de coordenadas debidamente publicadas y que se depositen
ante el Secretario General de la O.N.U.
La incidencia respecto de la Zona es doble: en primer términos, y que más allá de las doscientas
millas la explotación queda sometida a pagos y contribuciones a la Autoridad, excepto que se trate
de un país en desarrollo; en segundo lugar, porque la Autoridad debe respetar los acuerdos “en
vigor” de la imitación, lo que plantea el problema de que éstos se funden en el criterio de
explotabilidad previsto en el Convenio de Ginebra de 1958, y también el derecho del ribereño a
explotar el subsuelo marino mediante ´túneles sin que pueda estar condicionado a pagos a la
Autoridad de los fondos marinos en el supuesto de sobrepasar la extensión de doscientas millas
marinas.
El régimen jurídico internacional de la Zona. Los dos principios básicos.
El marco jurídico de los fondos marinos internacionales viene dado por dos principios básicos tras la
acción normativa de las Naciones Unidas y la negociación y posterior adopción del Convenio de
1981: el que la Zona constituye “Patrimonio común de la Humanidad” y el de su “Utilización en
beneficio de la Humanidad”.
Por patrimonio común de la Humanidad debe entenderse la exclusión de soberanía o de propiedad
por parte de los Estados o de los particulares, y así “la Zona y sus recursos son Patrimonio común
de la humanidad” y “todos los derechos sobre los recursos se confieren a la humanidad en su
conjunto, en cuyo nombre actuará la Autoridad” (arts. 136 y 137del Convenio). Este principio jurídico
debe entenderse de naturaleza consuetudinaria, codificado por el instrumento convencional y
excluye la posibilidad de apropiación y el ejercicio de soberanía. Ello podría significar la existencia de
un deber de abstenerse de explotar la Zona.
Con el principio de la utilización en beneficio de la humanidad se quiere expresar que todas las
utilizaciones y utilidades posibles de que sean objeto la Zona y sus recursos deben revertir en
beneficio de la humanidad, habida cuenta de las necesidades de los llamados países en desarrollo.
Ello supone, a su vez, la existencia de un acuerdo sobre la creación de una organización
internacional que organice, controle y tenga poderes al fin.
Estas afirmaciones, sin embargo, deben ser matizadas en los siguientes aspectos:
La noción humanidad tanto por las negociaciones como por el articulado del propio Convenio, debe
asumirse en cuanto mediatizada por los Estados en su conjunto, o en conocida expresión, responde
a la desintegración jurídico-estatal de la humanidad.
En cuanto al reparto de beneficios cabe señalar que tal noción tiende a consolidar la idea de
progreso general de la Sociedad internacional, y descarta las utilizaciones que puedan provocar o
causar graves riesgos a tal progreso. En definitiva, estos argumentos pueden significar “beneficio de
la humanidad” al pretender el provecho de todos los países mediante una gestión internacional.
d. La Autoridad de los fondos marinos internacionales.(Material de la Dra. Díaz + Díez de Velazco) i.
Introducción.
Durante largo tiempo, la doctrina aplicable a los océanos fue de la libertad de los mares. En el siglo
XVII se consolida esta doctrina limitando los derechos de los Estados ribereños a una estrecha franja
de mar adyacente. Todo el espacio marítimo restante se consideraba libre y ningún Estado podía
reclamar derecho alguno sobre él.
Esta situación continúa hasta la mitad del siglo XX, en que se produce un fuerte movimiento a favor
de la extensión de los espacios nacionales para aprovechar los recursos naturales.
La pesca de barcos de altura, el problema de la contaminación, la perspectiva de obtener beneficios
económicos de los recursos existentes en los fondos marinos, fueron algunos de los puntos que
amenazaban transformar los océanos en área de conflicto e inestabilidad.
En 1945, el Presidente de EE.UU., Harry Truman, unilateralmente extendió la jurisdicción de los
EE.UU. sobre todos los recursos naturales (gas, minerales, etc.) a la plataforma continental. Otras
naciones le siguieron: en octubre de 1946, Argentina reclamó su plataforma y el mar continental que
le cubría, Chile y Perú en 1947 y Ecuador en 1950. Estos Estados extendieron los derechos
soberanos a 200 millas marítimas.
Después de la II Guerra Mundial Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Libia, Venezuela y algunos países
de
Europa occidental reclamaron un mar territorial de doce millas. Más tarde, el Estado archipelágico de
Indonesia afirmó el derecho de dominio sobre las aguas que separan sus 13.000 islas. Filipinas
adoptó idéntica medida, etc.
A medida que la tecnología avanzaba, los océanos mostraban a la humanidad la enorme variedad de
recursos: petróleo, diamantes, metales, reservas alimenticias… A ello deben agregarse otras
cuestiones de distinta naturaleza como fuentes potenciales de conflicto: el peligro de los submarinos
nucleares, los sistemas de misiles antibalísticos que se podrían ubicar en los fondos marinos, los
supertanques que transportan petróleo del Medio Oriente a Europa u otros destinos, etc.
En 1967 el Embajador de Malta en la ONU, Aruid Pardo, hizo referencia a estos conflictos pidiendo
un régimen efectivo internacional para los océanos, los fondos marinos y una clara definición de las
jurisdicciones nacionales. Este hito inicia un proceso de quince años que determinó la creación del
Comité de las Naciones Unidas para los Fondos Marinos, la firma del tratado prohibiendo las armas
nucleares en los Fondos Marinos, la Declaración de la Asamblea General que determinó que los
Fondos Marinos son patrimonio común de la humanidad y la Convención de Estocolmo sobre
Medioambiente Humano.
Finalmente, la Conferencia sobre el Derecho del Mar se realizó en New York en 1973 y terminó
nueve años después con adopción del texto, en 1982.
El texto de la Convención fue aprobado con el voto afirmativo de ciento treinta estados, cuatro votos
negativos (EE. UU., Israel, Turquía y Venezuela) y diecisiete abstenciones. En 1994 alcanzó las
sesenta ratificaciones necesarias para entrar en vigor.
ii. La Convención de 1982 y su posterior reforma. (Díez de Velazco).
Los Estados pronto aceptaron (1971-1973) la creación de una Organización internacional como
medio mediante el cual se organizase la aplicación y eficacia de la normativa convencional y de sus
principios inspiradores. Sin embargo, hubo dos posturas básicas de entender a la Autoridad: 1) como
medio de registro y concesión de licencias y únicamente con cierto poder reglamentado ara autorizar
actividades de exploración y explotación minera; 2) como una Organización internacional con
poderes plenos respecto de cualquier utilización de la Zona y de sus recursos y en especial para
explotar directamente los nódulos polimetálicos.
En general, el Convenio de 1982 estableció una Organización internacional (“la Autoridad”), que es
operativa directamente a través de un órgano llamado Empresa. Se prevé expresamente que la
Autoridad gozara tanto de personalidad jurídica internacional y de la capacidad jurídica necesaria
para el desempeño de sus unciones y el logro de sus fines, como de privilegios e inmunidades. Son
miembros de la Autoridad todos los Estados Partes en el Convenio.
(Texto de la Dra. Díaz)
En el momento en que se elaboró la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar,
en
1982, los Estados industrializados se opusieron a las disposiciones de la Parte XI relativa a los
Fondos Marinos y Oceánicos. Las razones de la oposición se encuentran en las ideas socializantes
que caracterizaban las disposiciones de la Convención: el sistema paralelo previsto para la
explotación; la obligatoriedad de transferir tecnología a los países en desarrollo; la excesiva
burocracia del aparato institucional previsto que generaba erogaciones que debían ser solventadas
por estos Estados, etc. La falta de apoyo por parte de los Estados industrializados son los
poseedores de capital para las inversiones necesarias en los Fondos Marinos y Oceánicos tornaba
dudosa la eficacia de la Parte XI.
En la década del ’90 se observan cambios en la Comunidad Internacional, se desintegra la Unión
Soviética, reordenándose el orden político y económica internacional en concepciones liberales, de
libre empresa y libre mercado.
En ese escenario internacional y con el objetivo de lograr la participación universal de todos los
Estados en la Convención, el 17 de agosto de 1994, por Resolución de la Asamblea General se
adoptó el texto del “Acuerdo relativo a la Aplicación de la Parte XI de la Convención de la Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar del 10 de diciembre de 1982”, adoptado por consenso en NY en
1994 y en vigor desde 1996, hasta ahora para noventa y ocho Estados.
Por disposición expresa se afirma que el Acuerdo y la Parte XI “serán interpretados y aplicados en
forma conjunta como un solo instrumento” y que “las ratificaciones futuras o confirmaciones formales
de la Convención o adhesiones a lela constituirán además consentimiento en obligarse pro el
Acuerdo y que ningún Estado o entidad podrá manifestar su consentimiento en obligarse por el
acuerdo a menos que haya manifestado previamente o manifiesta al mismo tiempo su
consentimiento en obligarse por la Convención”.
En caso de existir discrepancias entre el Acuerdo y la Parte XI de la Convención, prevalecerán las
disposiciones del Acuerdo.
1. Diferencias entre la Parte XI y el Acuerdo.
a. Sistema de explotación.
i. Parte XI.
Las actividades en la Zona podían ser realizadas en dos modos diferentes:
por la Empresa, que efectuará la explotación en nombre de la Autoridad, pero su actuación queda
subordinada al requisito de rentabilidad.
Por Estados partes, o empresas estatales o personas naturales o jurídicas en asociación con la
Autoridad, llamándose Sistema Paralelo de Explotación. En el supuesto de Estados u otras
entidades, podían realizar actividades mineras mediante la obtención de un contrato de asociación
con la Autoridad. Estos solicitantes deben cumplir una serie de requisitos como el demostrar
condiciones de aptitud financieras y tecnológicas. Por último, hay una vía abierta la participación de
los países en desarrollo en las actividades en la Zona y se articula mediante la institución de
acuerdos conjuntos con la Empresa y los requisitos de capacidad financiera y técnica, así como el de
la obtención de mayores beneficios financieros para la Autoridad en menos tiempo. Para que sea
eficaz el sistema paralelo se había arbitrado dos cauces: el primero, la reserva de áreas que consiste
en que todo solicitante de un contrato debe presentar un plan de trabajo que incluya la descripción
del área de explotación lo bastante extensa y de suficiente valor comercial. Del área así dividida la
Autoridad designaba aquella que quedaba reservada exclusivamente para las actividades de la
Empresa y la calificada como contractual. La segunda vía es la llamada en las cláusulas
antimonopolio establecidas en la Convención, que significan la salvaguarda de las áreas
contractuales en beneficio de todos los Estados.
ii. Acuerdo.
En el régimen actual este sistema desaparece y las actividades en la Zona serán realizadas por los
Estados (desde luego los industrializados, por poseer la tecnología adecuada y los capitales
necesarios) y por las personas físicas o jurídicas bajo control y jurisdicción de esos Estados. Es decir
que, actualmente, los Fondos Marinos y Oceánicos pueden ser explotados por los Estados
industrializados y por inversionistas o contratistas privados que se encuentren bajo jurisdicción de
estos Estados.
El Acuerdo del ’94 ha colocado a la Empresa en un mismo pie de igualdad que a los contratistas
privados.
Organización interna.
Parte XI.
La Asamblea es el órgano plenario y competente para establecer las políticas generales de la
Autoridad como la protección del medio o la de producción mineral. Tenía carácter SUPREMO. El
Consejo es un órgano restringido de carácter ejecutivo y competente en todas las materias concretas
que incidan directamente en la explotación minera, su composición era la de 36 miembros. (voto en
contra: EE. UU. por “no entender como protegidos sus intereses”). El Consejo en su funcionamiento
reflejaba la posición de los Estados altamente industrializados que habían cedido en el derecho de
veto en favor de mayorías muy cualificadas en materia de su interés como son la aprobación por ¾
de las políticas de producción o la exigencia del consenso en relación a la protección de los Estados
en desarrollo.
La Secretaría, órgano de carácter administrativo compuesto por funcionarios internacionales. La
Empresa, órgano operativo y de gestión que en nombre de la Autoridad está llamado a realizar
actividades directamente en la Zona. Está subordinado a la Asamblea y al Consejo.
Acuerdo.

La Empresa y la Comisión de Planificación Económica no se crean en el período inicial, sino cuando


el Consejo lo decida o cuando se apruebe el primer plan de trabajo para la explotación. La Secretaría
de la Autoridad desempeñará las funciones de la Empresa, hasta que ésta se cree.
La Asamblea es el órgano plenario y competente para establecer las políticas generales de la
Autoridad como la protección del medio o la producción mineral. Sus competencias se vieron
reducidas por el Acuerdo del ’94 a favor del Consejo, y de un nuevo órgano, el Comité de Finanzas.
El Consejo, compuesto por 36 miembros, es el órgano ejecutivo y es competente en las materias que
inciden directamente en la explotación minera.
Sistema de adopción de decisiones.
Parte XI.
El régimen anterior establecía un complejo sistema de votación.
Acuerdo.
Art. 3. – Si todos los intentos de adoptar una decisión por consenso se hubieran agotado, las
decisiones sobre cuestiones de procedimiento adoptadas por votación en la Asamblea lo serán por
mayoría de los Estados presentes y votantes, y las decisiones sobre cuestiones de fondo se
adoptarán por mayoría de dos tercios de los Estados presentes y votantes, con arreglo a lo dispuesto
en el párrafo 8 del art. 159 de la Convención.
Art. 4. – Las decisiones de la Asamblea sobre cualquier asunto respecto del cual también tenga
competencia el Consejo, o sobre cualquier asunto administrativo, se basarán en las
recomendaciones del Consejo. Si la Asamblea no aceptare la recomendación del Consejo sobre
algún asunto, devolverá éste al Consejo para que lo examine nuevamente. El Consejo reexaminará
el asunto teniendo presentes las opiniones expresadas por la Asamblea.
En nuestra opinión, dice la Dra. Díaz, el consenso que se procura alcanzar en cada una de las Salas
en que se organiza el Consejo a los efectos de la votación, significa otorgar derecho de veto a los
estados industrializados.
Transferencia de tecnología.
Parte XI
En el régimen original de la Convención la transferencia de tecnología de los Estados patrocinantes y
de los contratistas a la Empresa y a los Estados en desarrollo era obligatoria.
En primer lugar, la Empresa debía tratar de obtener la tecnología en el mercado libre; si esto no era
posible, los Estados patrocinantes y/o contratistas privados mediante licencias u otros arreglos
debían ponerla a disposición de la Empresa.
Acuerdo.
El Acuerdo de 1994 modifica y deroga las modalidades de la asistencia técnica y cooperación en
esta materia.
Actualmente la Empresa y los Estados en desarrollo que deseen obtener tecnología para la
explotación minera de os fondos marinos deberán recurrir al mercado libre; si esto no fuera posible
los Estados patrocinantes y los contratistas sólo tienen una obligación genérica de cooperación para
facilitar la adquisición de tecnología.
Conferencia de revisión.
Parte XI.
Se establecía la convocatoria a una Conferencia de Revisión a los quince años después del primero
de enero del año en que hubiera comenzado la primera producción comercial, con la finalidad de
examinar el rendimiento de las áreas reservadas y si el régimen ha beneficiado o no a los países en
desarrollo.
Acuerdo.
La Asamblea, por recomendación del Consejo, podrá efectuar una revisión del sistema de
explotación de los recursos mineros de los fondos marinos, del desarrollo y utilización de la Zona y
sus recursos cuando lo considere conveniente.
Asistencia económica.
Acuerdo.
El nuevo régimen del Acuerdo del ’94 mantiene la asistencia económica a países en desarrollo cuyos
ingresos de exportación sufran serios perjuicios por disminución del precio o volumen de explotación
de un mineral. Sin embargo, esta asistencia se ve afectada por la supresión del Fondo Automática
de Compensación a Productores Terrestres, de modo que la Autoridad se hará cargo con recursos
propios de la asistencia en la medida que existan excedentes, cubiertos los gastos de
funcionamiento.
Disposiciones financieras de los contratos.
Acuerdo.
El art. 2º de la Sección Octava dispone la derogación de los artículos relativos a las disposiciones
financieras de los contratos en la Convención.
Se ha disminuido notablemente el canon que deben pagar los inversionistas. Actualmente el canon
para la tramitación de solicitudes de aprobación de un plan de trabajo limitado a una sola etapa, de
explotación o exploración, será de 250.000 dólares, y en cuanto al canon fijo anual no se
determinará inicialmente el monto, el que será fijado posteriormente por el Consejo.
3. El Espacio Ultraterrestre.
a. Antecedentes (Podestá Costa y Ruda)
En las postrimerías de la segunda guerra mundial comenzó el desarrollo de nuevas armas de guerra
basadas en la utilización de cohetes de largo alcance con propulsión propia. Esta nueva técnica fue
perfeccionada y el 4 de octubre de 1957 la humanidad se enteró asombrada que la Unión Soviética
había puesto ese día en órbita un satélite artificial a la Tierra que en ruso se denominó Sputnik.
Desde entonces un número elevado de vehículos han circulado por el espacio más allá de la
atmósfera. Pero no sólo el espacio ultraterrestre ha sido surcado por objetos inanimados, sino que el
hombre ha surcado dicho espacio y llegado a la Luna. En 1961, el astronauta soviético Yuri Gagarin
fue el primero en hacerlo, seguido en el mismo año por Alan Sheperd y Virgil Grisson, de los Estados
Unidos. En 1965, Alexei Leonov y Edward White, de la Unión Soviética y Estados Unidos,
respectivamente, salieron de sus respectivas cápsulas espaciales y caminaron en pleno vuelo
espacial.
Al año siguiente la estación soviética Luna desembarcó en la Luna y transmitió por televisión
imágenes de su superficie e información científica. El resultado más espectacular de toda esta serie
de
experiencias tuvo lugar el 20 de julio de 1969 cuando los astronautas norteamericanos Neil
Armstrong y Edwin Aldrin desembarcaron en la Luna, realizaron experiencias, transmitieron a la
Tierra todas sus actividades por televisión, volvieron a reunirse con Michael Collins que circundaba el
satélite en el vehículo principal Apollo II y regresaron.
Últimamente, los esfuerzos están centrados en la exploración de otros planetas. Esta nueva frontera
de la humanidad ha abierto un nuevo capítulo en el derecho internacional, como ocurrió en su
oportunidad con la utilización del espacio aéreo, y está sucediendo con los fondos marinos.
Felizmente la cooperación internacional en este medio y con relación a él ha sido, hasta ahora,
intensa y eficaz y ha favorecido la elaboración de normas especiales adaptadas a este nuevo ámbito,
particularmente en el seno de Naciones Unidas.
La Asamblea General estableció en 1958 una comisión ad hoc, que luego se transformó en
permanente en 1961 con el nombre de Comisión sobre la utilización del espacio ultraterrestre con
fines pacíficos, con dos subcomisiones, una Científica y Técnica, y la otra Jurídica. En esta última se
han elaborado los instrumentos legales que rigen las actividades en el espacio ultraterrestre.
Concepto. (Díez de Velazco)
Ni el Tratado de 1967 ni los demás instrumentos internacionales que conforman el Derecho del
espacio ultraterrestre aportan una definición de este espacio, ni tampoco facilitan una determinación
de sus límites con relación al espacio aéreo.
Podesta Costa y Ruda establece que la International Law Association, en su reunión de Buenos
Aires de
1968, adoptó una resolución que definió el concepto de espacio ultraterrestre, tal como es usado en
el “Tratado sobre los Principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y
utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes” así: “El término
‘espacio ultraterrestre’ como es usado en el Tratado, incluye todo el espacio por encima del perigeo
menor logrado el 27 de enero de 1967, cuando el Tratado fue abierto a la firma, por cualquier satélite
puesto en órbita, sin perjuicio de que posteriormente pueda determinarse incluir cualquier parte del
espacio bajo tal perigeo”
Delimitación entre el espacio aéreo y el espacio ultraterrestre. Importancia del tema. Teorías. A nivel
doctrinal, y en la Subcomisión de Asuntos Jurídicos de la Comisión sobre el espacio ultraterrestre de
las Naciones Unidas, se han defendido muchas teorías para solucionar esta cuestión. Cabría
sintetizarlas en tomo a aquellas que se basan en criterios científicos (consistentes bien en situar el
límite en el lugar en el que acaba la atmósfera, bien en situarlo en el límite del campo gravitatorio
terrestre), en criterios funcionales (que atienden a la altura en la que es posible el vuelo en la
atmósfera de una aeronave, o bien al punto más bajo en el cual haya sido colocado en órbita
alrededor de la Tierra un satélite artificial), y en criterios zonales (considerar que el espacio aéreo
posee un límite máximo de
90, 100 ó 110 kilómetros de altura).
En cualquier caso, sigue pendiente de solución la cuestión de determinar las fronteras entre el
espacio aéreo y el espacio ultraterrestre. Dice Diez de Velazco que cree conveniente proceder a
dicha delimitación por el hecho de tratarse de dos espacios dominados por un régimen jurídico
distinto: soberanía estatal en el espacio aéreo, y no apropiación y libertad en el espacio
ultraterrestre. Por otro lado, Podestá Costa y Ruda establece que se han propuesto respondiendo a
bases físicas o geofísicas, el límite exterior de la atmósfera. La atmósfera, sin embargo, está como
puesta de varias zonas: tropósfera, hasta 1 0 km. de altura, estratosfera, hasta 40 km., mesosfera,
hasta 80 km., termósfera, hasta 375 km. y exósfera, hasta 900 ó 1.000 km.; algunas de estas zonas
han sido sugeridas como límite. De acuerdo con el mismo criterio, algunos autores proponen como
limite la línea hasta donde se extienden los efectos de la gravedad de la Tierra, es decir, donde dicho
efecto termina y comienzan los de otro cuerpo celeste. Se calcula en 327.000 km. el campo de
gravedad terrestre con relación a la Luna y seis veces más con relación al Sol.
Otros autores favorecen como limite la altura hasta la cual la atmósfera puede sustentar el vuelo de
un avión, o sea alrededor de 2 0 km, o donde cesa la fuerza aerodinámica y comienza la fuerza
centrífuga, 16 más o menos 83 km.
Para otros autores, como John C. Cooper y Erik Castren,” el espacio estaría compuesto por varias
zonas sucesivas donde los Estados gozarían de distintos derechos; el espacio aéreo se extendería
hasta donde es posible los vuelos aerodinámicos, luego vendría una zona intermedia, especie de
“zona contigua” y luego el espacio libre accesible a todos los vehículos”.
En cuanto a los Estados, éstos han tomado, hasta ahora, posiciones cautelosas no definitivas, en el
curso de las discusiones en el seno de la Subcomisión Jurídica de la Comisión de Naciones Unidas.
i. Órbita geoestacionaria. (Diez de Velazco)
Hay un problema particular relacionado con lo que se conoce como órbita geoestacionaria que es la
órbita de los satélites sincrónicos geoestacionarios.
La órbita geoestacionaria se sitúa a 35.871 kilómetros sobre la línea ecuatorial de la Tierra, y en ella
el periodo de rotación de un satélite artificial es sincrónico y, por tanto, es igual respecto al periodo
de rotación de la Tierra alrededor de su eje (satélite sincrónico), lo que permite a un satélite colocado
en esta órbita por fuerzas artificiales, pero que se mantiene en ella por las propias fuerzas naturales,
y los atributos físicos de la misma aparecer estacionario en el cielo cuando es visto desde la Tierra
(satélite geoestacionario).
Esta órbita constituye un recurso natural excepcional, y de gran interés para diversas técnicas
espaciales como las comunicaciones, la retransmisión de datos desde satélites, la meteorología,
etc.; y, aunque no es un recurso agotable, la órbita geoestacionaria tampoco es un recurso natural
ilimitado. Es por ello por lo que con independencia de ciertas reivindicaciones de soberanía
planteadas en su momento por los Estados ecuatoriales (Brasil, Colombia, Congo, Ecuador,
Indonesia, Kenia, Uganda y Zaire) sobre los segmentos de la órbita geoestacionaria situada encima
de sus respectivos territorios nacionales (Declaración de Bogotá de 1976), se persigue en la
actualidad articular un régimen equitativo para la utilización de la órbita geoestacionaria, en la
medida en que, tratándose de un recurso natural limitado, está fuertemente saturada por la
colocación de satélites de países desarrollados.
Principios básicos del régimen jurídico del espacio ultraterrestre. Las resoluciones de la Asamblea
General de NN.UU.
Los grandes principios que rigen el Derecho del espacio ultraterrestre vienen definidos en el Tratado
General del Espacio de 1967. La exploración y utilización del espacio ultraterrestre deberá hacerse
«en provecho y en interés de todos los países», sea cual fuere su grado de desarrollo económico y
científico, «e incumben a toda la humanidad», tal como se dispone en el art. 1 del Tratado de 1967.
Sobre esta base, los grandes principios recogidos en el Tratado de 1967 son los siguientes: 1) El de
libertad de exploración y utilización del espacio ultraterrestre a todos los Estados sin discriminación
(art. 1).
El de igualdad en la exploración y utilización (art. 1). Como es obvio, la referida igualdad es más
teórica que real; pero el propio Tratado impone, como vimos, su correctivo a la desigualdad de hecho
al prescribir que “deberá hacerse en provecho y en interés de todos los países, sea cual fuere el
grado de desarrollo económico y científico».
El de no apropiación, ya que se prescribe que "el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros
cuerpos celestes, no podrán ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso
u ocupación ni de ninguna otra manera» (art. 2).
El de utilización para fines pacíficos, ya que se prohíbe expresamente la colocación en órbita de
armas nucleares ni de otro tipo de destrucción masiva, emplazarlas o colocarlas en el espacio
ultraterrestre y establecer bases, instalaciones y fortificaciones militares o efectuar ensayos con fines
militares (art. 4)
El principio de imputabilidad de responsabilidad a los Estados por las actividades que realicen en el
espacio ultraterrestre sus organismos gubernamentales o no gubernamentales. En el caso de
actividades realizadas por una Organización internacional serán imputables a ésta y a los Estados
partes en la misma (art. VI).
El principio de cooperación y asistencia mutua en las referidas actividades (art. 9) y,
El principio de subordinación al D.I., ya que, según se prescribe en el art. 3 del Tratado, «los Estados
partes [...] deberán realizar sus actividades de exploración y utilización [...] de conformidad con el
Derecho Internacional, incluida la Carta de las Naciones Unidas [...]».
Asistencia a astronautas y restitución de objetos lanzados al espacio ultraterrestre.
La adopción del Acuerdo sobre el salvamento y la devolución de astronautas y la restitución de
objetos lanzados al espacio ultraterrestre de 1968 vino a desarrollar y concretar la obligación de
asistencia, al establecer que en caso de que un Estado parte sepa o descubra que la tripulación de
una nave espacial ha sufrido un accidente, se encuentra en peligro, o ha realizado un aterrizaje
forzoso o involuntario en un territorio colocado bajo su jurisdicción, en alta mar o en cualquier otro
lugar no colocado bajo la jurisdicción de ningún Estado, o que un objeto espacial ha vuelto a la Tierra
y se encuentra colocado en alguno de esos espacios, queda sujeto a los siguientes deberes:
notificarlo a la autoridad de lanzamiento -o a hacerlo público en caso de no poder identificarse dicha
autoridad (y al Secretario General de las Naciones Unidas) (arts. 1 y 5.1);
prestar la asistencia y ayuda necesarias para salvar la tripulación (arts. 2 y 3), Y adoptar, a petición
de la autoridad de lanzamiento, todas las medidas que juzgue factibles para recuperar el objeto
espacial (art. 5.2); y
devolver con seguridad y sin demora la tripulación a los representantes de la autoridad de
lanzamiento (art.4) Y restituir el objeto espacial a petición de los responsables del lanzamiento,
pudiendo ser retenido poniéndolo a su disposición, y exigir que se faciliten datos de identificación
antes de su restitución (art. 5.3).
Los Estados sólo quedan obligados, sin embargo, a adoptar las medidas que sean posibles o cuando
se hallen en condiciones de ponerlas en práctica, por donde nos encontraríamos realmente ante una
obligación de comportamiento y no de resultado.
En el Tratado de 1967 se disponía que, al realizar actividades en el espacio ultraterrestre y en los
cuerpos celestes, los astronautas de un Estado parte en el Tratado deberán prestar toda la ayuda
posible a los astronautas de los demás Estados; debiendo informar los Estados parte sobre los
fenómenos por ellos observados en el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos
celestes, que puedan constituir un peligro para la vida o salud de los astronautas (art. 5).
El Acuerdo sobre la Luna de 1979 dispone también que los Estados partes adoptarán todas las
medidas «practicables» para proteger la vida y la salud de las personas que se encuentren en la
Luna; debiendo ofrecer refugio en sus estaciones, instalaciones, vehículos o equipo a las personas
que se encuentren en peligro en la Luna (arts. 10 y 12.3). A los vehículos espaciales, las
instalaciones y equipos o partes de sus componentes que se encuentren en la Luna, cuándo sean
hallados fuera del lugar para el que estaban destinados, se les aplicarán las medidas sobre
restitución de los objetos lanzados al espacio ultraterrestre contenidas en el Acuerdo de 1968.
f. Responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales.
Este ha sido uno de los temas más intensamente debatido en el seno de la Subcomisión Jurídica de
la Comisión del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, luego que el Tratado de 1966 fijó
algunas normas básicas. La discusión de un instrumento específico sobre responsabilidad llevó
varios años; recién en noviembre de 1971, la Asamblea General aprobó por Resolución 2777 (XXVI)
el Convenio sobre la responsabilidad por daños causados por objetos espaciales.
El Tratado de 1966 establece en su artículo 7º la responsabilidad internacional por daños causados
por Estados que lancen o promuevan el lanzamiento de objetos al espacio ultraterrestre, así como de
aquellos desde cuyo territorio sean lanzados, ya sea que los daños tengan lugar en la Tierra, el
espacio aéreo, el espacio ultraterrestre, la Luna u otros cuerpos celestes.
Dicha responsabilidad se extiende por el artículo 6º, a actividades nacionales de organismos
gubernamentales o no gubernamentales, debidamente autorizados.
La Convención de 1971 contiene algunas normas novedosas en materia de responsabilidad que
merecen ser analizadas con cierto detalle.
La Convención sobre responsabilidad por daños causados por objetos espaciales ha adoptado en su
artículo 2º también el principio de la responsabilidad del Estado objetiva (“absoluta”) por daños
"causados por un objeto espacial suyo en la superficie de la Tierra o las aeronaves en vuelo”. Según
el artículo 4º, inciso 1º a), la responsabilidad será no sólo absoluta, sino también mancomunada,
cuando los daños que sufra un tercer Estado en la superficie de la Tierra o en aeronaves sea, a su
vez, el resultado de daños sufridos por un objeto espacial o personas a bordo que hayan sido
originados por otro Estado de lanzamiento.
Sin embargo, siempre que las actividades de lanzamiento hayan sido conducidas conforme con el
derecho internacional, dicho Estado puede obtener exoneración de la responsabilidad objetiva,
conforme con el artículo 6º del Convenio, en la medida en que haya existido negligencia grave o
actos de omisión cometidos por el Estado demandante. Además, el principio de responsabilidad
objetiva no se aplica, de acuerdo con el artículo 3º, cuando se tratara de daños sufridos fuera de la
Tierra por un objeto espacial a otro objeto espacial de otro Estado de lanzamiento, en cuyo caso sólo
habrá responsabilidad en caso de culpa. También se aplicará el principio de culpa, si se trata de
daños cometidos por dos Estados, fuera de la Tierra, a un objeto espacial de un tercer Estado,
conforme con el artículo 4º, inciso b). En este caso, la indemnización se repartirá según el grado de
culpa y si no es posible determinarla, por partes iguales (art. 4 9, inc. 29).
No existirá responsabilidad del Estado de lanzamiento si los daños son causados a naciones de
países extranjeros invitados a participar u observar un lanzamiento (art. 7º del Convenio).
Por otra parte, si dos o más Estados lanzan conjuntamente un objeto espacial, serán solidariamente
responsables por los daños, según el artículo 5º “Se considera como participante en un lanzamiento
conjunto al Estado desde cuyo territorio se lanza el objeto”. Esta norma del artículo 5º, se aplica
independientemente de que la responsabilidad solidaria, según el caso, sea “absoluta” o por culpa.
La Convención establece un procedimiento para solucionar los reclamos que puedan presentarse
por daños. Sólo los Estados pueden presentar la reclamación, conforme al artículo 7º, ya sea en
caso de tratarse de personas físicas o morales por sus nacionales, o en su defecto, el Estado donde
estas personas han sufrido el daño. Si ninguno de los dos actúa podrá demandar el Estado donde
aquéllas tienen su residencia permanente. Para presentar el reclamo se debe usar la vía diplomática
o por intermedio del Secretario General de las Naciones Unidas (art. 9 9). El procedimiento debe ser
puesto en movimiento hasta un año después de producido el daño o que llegue éste a conocimiento
del Estado reclamante (art. 10).
A diferencia del derecho internacional consuetudinario sobre responsabilidad del Estado, el Convenio
establece que no es necesario el agotamiento de los recursos locales para presentar la reclamación.
g. Registro de objetos.
El Convenio sobre registro de los objetos lanzados al espacio ultraterrestre de 1975 establece un
sistema obligatorio de registro, disponiendo que los Estados que lancen o promuevan el lanzamiento
de un objeto espacial en órbita terrestre o más allá (Estado de lanzamiento) registrarán el objeto
espacial por medio de su inscripción en un registro apropiado que llevarán a tal efecto, notificando al
Secretario General de las Naciones Unidas la creación de dicho Registro. Cuando haya dos o más
Estados de lanzamiento con respecto a cualquier objeta espacial, dichos Estados determinarán
conjuntamente cuál de ellos inscribirá el objeto en el Estado de registro. Además, todo Estado de
registro proporcionará al Secretario General de las Naciones Unidas información sobre cada objeto
espacial inscrito en su registro:
Nombre del Estado o Estados de lanzamiento;
Una designación apropiada del objeto espacial o su número de registro;
Fecha y territorio o lugar del lanzamiento;
Parámetros orbitales básicos; y
Función general· del objeto espacial (art. IV).
Junto a estos registros nacionales, el Secretario General de las Naciones Unidas llevará un Registro
en el que se inscribirá la información anteriormente descrita; es decir, un registro central de los
objetos lanzados al espacio ultraterrestre, siendo el acceso a la información consignada en el mismo
pleno y libre(art. ID). Cuando un Estado no haya podido identificar un objeto espacial que le haya
causado algún daño o a alguna de sus· personas físicas o morales, o que pueda ser de carácter
peligroso o nocivo, podrá solicitar asistencia de los demás Estados para la identificación de tal
objeto, debiendo .éstos responder con la mayor amplitud posible (art. VI). El Convenio será de
aplicación a cualquier organización intergubernamental internacional que se dedique a actividades
espaciales, si declara que acepta los derechos y obligaciones previstos en el mismo, y si una
mayoría de sus Estados miembros son partes en este Convenio y en el Tratado sobre el espacio
ultraterrestre de 1967. i. Argentina.
La República Argentina es parte de cuatro tratados internacionales que rigen la actividad del hombre
en el espacio, ellos son: el Tratado sobre los Principios que rigen las Actividades de los Estados en
la Exploración y Utilización del Espacio Ultraterrestre, incluida la luna y otros cuerpos celestes
(1967), el
Acuerdo sobre el salvamento y la devolución de Astronautas y la restitución de Objetos lanzados al
Espacio Ultraterrestre (1968), el Convenio sobre la Responsabilidad Internacional por Daños
causados por Objetos Espaciales (1972) y el Convenio sobre el Registro de Objetos Lanzados al
Espacio Ultraterrestre (1975).
En el marco del Convenio sobre el Registro de Objetos Lanzados al Espacio Ultraterrestre, la
República Argentina se compromete a inscribir todo objeto espacial lanzado o cuyo lanzamiento sea
promovido por el Estado Nacional, o que sea lanzado desde el territorio nacional o instalaciones
pertenecientes al Estado Nacional, siempre que el objeto no haya sido previamente registrado en
otro "Estado de lanzamiento".
Entiéndase por objeto espacial todo objeto físico, tripulado o no tripulado, lanzado al espacio con
propósitos de exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluyendo la Luna y otros cuerpos
celestes. Este término incluye el vehículo de lanzamiento o transporte, sea este recobrable o no, así
como la carga útil o el satélite artificial que será puesto en órbita.
En este marco, la Resolución CONAE 260/1996 aprueba el "REGLAMENTO ORGÁNICO DEL
REGISTRO NACIONAL DE OBJETOS LANZADOS AL ESPACIO ULTRATERRESTRE" y presenta
los "FORMULARIOS DE DATOS RELATIVOS A LOS OBJETOS ESPACIALES“.

Unidad 8
1. Los órganos estatales en sus relaciones internacionales
a. Nociones generales.
Los sujetos internacionales de toda índole –Estado, Organizaciones internacionales, etc.- se
relacionan entre sí. Su propia estructura no permite la relación sino a través de personas
individuales o un conjunto de personas individuales. Éstas son las que se conocen por Órganos de
las Relaciones Internacionales. Su condición de Órganos del Estado viene reglamentada por el
Derecho Interno de éstos, que determina cuáles son las personas que mediante una relación
orgánica tienen la facultad de actuar en su propio nombre.
Los órganos son elementos integrantes del sujeto internacional; de aquí que se haya podido hablar
de la existencia de un “desdoblamiento funcional” al tratarse de órganos internos que ejercen
funciones a la vez internas e internacionales. Ello sirve para distinguirlo de la figura jurídica de la
representación internacional. Se trata de un órgano independiente del Estado a favor del que obra,
aunque lo haga en su nombre.
Las funciones de los agentes estatales pueden ser múltiples; pero todas ellas van directamente
entroncadas en las relaciones diplomáticas normalmente de paz, aunque no se excluye que ciertas
relaciones puedan estar disciplinadas por el derecho de guerra.
La naturaleza jurídica, hace necesario el estudio de hasta qué punto sus funciones vienen
reglamentadas por el Derecho interno o el internacional. En principio es al derecho interno al que le
corresponde determinar o reconocer cuáles son los individuos o los grupos de ellos que tienen la
condición de órganos de los sujetos internacionales y la facultad de haber manifestaciones de
voluntad que le sean imputables, pero por otra parte cada sujeto internacional tiene la facultad de
reglamentar dentro de su propio ordenamiento cuáles son sus órganos y sus competencias
respectivas. Los citados órganos de las relaciones internacionales se clasifican en: a) ESTATALES y
NO ESTATALES
b) INDIVIDUALES o COLEGIADOS , y también los órganos que son comunes a varios sujetos.
b. Determinación de los órganos estatales encargados de las relaciones internacionales. i. Órganos
estatales.
Los Estados son libres de designar conforme a su Derecho interno cuáles sean los Órganos a los
que les compete la gestión de sus relaciones internacionales de hecho.
Los principales son: el Jefe de Estado, el Jefe de Gobierno, el Ministro de Asuntos Exteriores y los
agentes diplomáticos y consulares. Los mismos están protegidos por la Convención de Nueva York
sobre la prevención y castigo de delitos contra las personas protegidas, inclusive los Agentes
diplomáticos (14 de diciembre de 1973).
ii. Jefe de Estado.
De todos los órganos del Estado, el de superior categoría política e incluso administrativa, es el Jefe
de Estado.
Es Jefe de Estado la persona que ejerce y representa con carácter supremo el poder público que
rige en un Estado.
El origen del cargo, el título y las atribuciones del mismo, están regidos por el derecho interno. Esas
materias son ajenas al derecho internacional; para éste el jefe de estado es la persona que
encabeza el poder público.
Al asumir el poder, el jefe de Estado dirige sendas cartas autógrafas a los demás jefes de Estado
comunicándoles el acontecimiento.
Funciones.
En el plano internacional, le corresponde al Jefe del Estado el llamado “ius representationis
omnimodae”, que consiste en la alta dirección de la política exterior, es decir la representación
exterior del Estado (normalmente delega su ejercicio al ministro de Relaciones Exteriores), también
la ratificación o la adhesión a los Tratados, el poder de declarar la guerra y de concluir la paz, la
facultad de enviar y recibir agentes diplomáticos y nombrar los consulares, así como de conceder el
exequátur a los cónsules extranjeros. Tienen en general la competencia de declarar la voluntad del
Estado respecto de los otros Estados.
Algunas de estas funciones son compartidas en el orden interno, con otros poderes u órganos del
Estado.
Ceremonial.
El Estado que recibe en su territorio a un jefe de Estado extranjero debe acordarle el tratamiento
condigno con el cargo que inviste. El ceremonial respectivo se inspira en todos los países en el
propósito de tratar por igual a todos los jefes de Estado.
El jefe de Estado que se propone realizar un viaje no oficial por territorio extranjero y desea
substraerse a las fatigas del protocolo, hace informar que viajará de incógnito. El país referido se
limita a adoptar las medidas necesarias para hacer efectivo el incógnito asó como la seguridad
personal del huésped.
Inmunidades y privilegios.
La costumbre internacional ha establecido que el Jefe de Estado, así como las personas de su
familia y el séquito oficial, gozan en territorio extranjero de ciertas inmunidades, que consisten en la
inviolabilidad de su persona y en la exención de jurisdicción local, y de privilegios que importan la
exención de determinados impuestos.
Las inmunidades tienen por base la necesidad de que el jefe de Estado disponga entera
independencia y los privilegios están abonados por razones de recíproca cortesía.
En virtud de la inviolabilidad, se debe prevenir y reprimir toda ofensa, daño o violencia, tanto de parte
de las autoridades como de la población, contra la persona o los efectos de un jefe de Estado
extranjero. Ello comprende también los agravios de carácter moral, ya sea que el jefe de Estado se
encuentre en el país o fuera de él, pues tales hechos afectan al gobierno que preside, y el Estado
que no los previene o reprime incurre en responsabilidad.
La exención de jurisdicción en materia penal es absoluta y alcanza a la persona, la residencia y los
efectos. Pero la exención de jurisdicción civil plantea algunos problemas. El jefe de Estado extranjero
no puede ser demandado, en su carácter de tal, sin afectar su personalidad oficial y por tanto los
intereses del Estado; y no hay tampoco duda que si oficial el jefe de Estado demanda, a título
meramente personal, a otro individuo, la jurisdicción local procede, porque él se somete
voluntariamente a ella.
Por motivos de cortesía, se exime al jefe de Estado extranjero del pago de los impuestos directos y
de las tasas. Pero se exceptúan de esta liberalidad los impuestos y las tasas sobre los inmuebles
que poseyere a título personal y sobre las sucesiones en que fuere parte.
Las inmunidades y privilegios rigen aunque el jefe de Estado viaje de “incognito”, ya que esto exime
únicamente las obligaciones protocolares y la personalidad que posee el jefe de Estado no se ha
extinguido.
Los privilegios e inmunidades de los jefes de Estado tienen el carácter de normas consuetudinarias.
Así lo establece la convención sobre la representación de los Estado en sus Relaciones con las
Organizaciones Internaciones de carácter universal en su artículo 50: “El jefe de estado que
encabece
una delegación ante un órgano o conferencia convocada por un organismo internacional gozará,
además de lo que otorga la presente convención, de las facilidades y de los derechos e inmunidades
reconocidos por el derecho internacional a los jefes de Estado”.

Los privilegios del Jefe de Estado duran mientras permanece en el cargo.

4. Jefe de gobierno.
En algunos Estados de acuerdo con su estructura constitucional, el jefe de Estado es también Jefe
de gobierno, como ocurre en los regímenes presidenciales, por ejemplo en la República Argentina,
pero en otros el jefe de estado ejerce solo funciones representativas, mientras que el Jefe de
Gobierno ejerce el poder ejecutivo como ocurre en los regímenes parlamentarios europeos.
La concepción de la soberanía nacional y sobre todo la teoría de la división de poderes, influyen de
manera notable en la configuración del ejercicio de las facultades del Jefe de Estado, que quedan
muy limitadas en las democracias parlamentarias en las que el Jefe de Gobierno adquiere en las
relaciones exteriores una enorme relevancia con plena autoridad para representar a su país en los
asuntos internacionales.
En los regímenes dualistas, el Jefe de Gobierno es quien dirige y coordina la acción política del país
en la que queda incluida la política exterior, siendo el superior jerárquico del Ministro de Asuntos
Exteriores.
En el caso de jefes de Gobierno, el Derecho Internacional considera que sus funciones
internacionales tienen la misma naturaleza de los jefes de estado y en consecuencia, se les acuerda
similares inmunidades y privilegios.
En las normas internacionales se ve reflejada la relevancia internacional que posee el jefe de
Gobierno al igual que el jefe de Estado y ministro de Asuntos Exteriores:
Artículo 7.2 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969: incluye al Jefe de
Gobierno, junto al Jefe de Estado y al Ministro de Asuntos Exteriores, como órganos que en virtud de
sus funciones, se consideran vinculan a su Estado en materia de tratados sin tener que presentar
plenos poderes.
Artículo 13 del Reglamento del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: “El jefe de gobierno o
el Ministro de Relaciones exteriores de cada miembro del Consejo de Seguridad tendrán derecho a
ocupar un asiento en el CS sin presentar credenciales”.
5. Ministro de asuntos exteriores.
En todos los estados modernos, existe el Ministros de Asuntos Exteriores bajo diversos nombres. Al
frente del mismo se encuentra un Ministro que es el jefe de la rama administrativa que dirige la
política exterior, bajo la dependencia del Jefe de Estado o Gobierno, según los regímenes políticos.
El Ministro de Relaciones Exteriores tiene autoridad para hablar por y comprometer su Estado
internacionalmente.
Los distintos derechos internos son los encargados de reglamentar sus funciones y la organización
del Ministerio del que es jefe.
El ministro de Asuntos Exteriores se encuentra al frente de la diplomacia de su país, y es habitual
que su nombramiento y cese sea comunicado por carta del propio Ministro al Cuerpo Diplomático
acreditado.
Las comunicaciones de representantes extranjeros, salvo circunstancias excepcionales, deben ser
dirigidas al ministro de Relaciones Exteriores. La convención sobre Relaciones Diplomáticas de 1961
en su artículo 41, inciso 2°, que: “todos los asuntos oficiales de que la misión está encargada por el
Estado acreditante han de ser tratados con el ministro de Relaciones Exteriores de ese Estado o por
conducto de él, o con el Ministerio que se haya convenido”
Cuando viaja por territorios extranjeros se ha discutido si debe gozar de un status privilegiado. Según
Cahier: “El ministro debe gozar primordialmente de la inviolabilidad, a fin de quedar al abrigo de
cualquier medida coercitiva por parte de las autoridades locales”. Y haciendo referencia a la
inmunidad jurisdiccional, es indudable que el ministro goza de la inmunidad penal y de policía. Por
razones de cortesía se le concede generalmente la franquicia para sus equipajes y por extensión, la
inviolabilidad para su esposa e hijos menores y los miembros del séquito oficial. c. Agentes
diplomáticos
i. Nociones generales.
Son agentes diplomáticos las personas que ejercen la representación oficial de un Estado en otro
Estado, ya sea de modo general y permanente, o bien con carácter ad hoc, para determinado
asunto. ii. Antecedentes. El derecho de legación. Facultades del Estado.
Los primeros agentes diplomáticos permanentes fueron instituidos en el siglo XV por las repúblicas
italianas. La paz de Westfalia (1648), al erigir los Estados europeos un sistema de equilibrio político,
indujo a mantener entre ellos los representantes diplomáticos permanentes.
La realización de congresos o conferencias internacionales ha sido cada vez más frecuente desde el
Congreso de Viena de 1815, y si bien a los más importantes concurren los jefes de Estado o sus
primeros ministros, el desarrollo de este método ha exigido acreditar en ellos agentes diplomáticos
ad hoc en carácter de delegados plenipotenciarios.
La facultad de enviar y recibir agentes diplomáticos pertenece a los Estados, se llama
respectivamente derecho de legación activo y pasivo.
En el caso de envío, se trata de una facultad sujeta a la discreción del Estado en cuestión. En
relación al recibo de agentes diplomáticos, se debe distinguir si se trata del establecimiento de una
misión diplomática permanente o de una misión especial. En este último caso, el Estado receptor no
puede rehusarse a recibirla. En el primero, es necesario del acuerdo mutuo de ambos Estados.
Artículo 2° de la Convención sobre Relaciones Diplomáticas: “El establecimiento de relaciones
diplomáticas entre Estados y el envío de misiones diplomáticas permanentes se efectúa por
consentimiento mutuo”.
Artículo 15: “Los Estados se pondrán de acuerdo acerca de la clase que habrán de pertenecer los
jefes de sus misiones”
El derecho de legación es ejercido acreditando a un agente diplomático. Este, llamado “jefe de
misión”, está acompañado por los “miembros de la misión” que se estime necesario: consejeros,
secretarios, agregados comerciales, etc.
Cada Estado, ha organizado el “servicio exterior”. Esto comprende todo lo relacionado al ministerio
de Relaciones Internacionales, como también a los agentes diplomáticos y a los funcionarios
consulares en el exterior.
Las normas relativas a los agentes diplomáticos se rigen hoy por la Convención de Viena sobre
Relaciones diplomáticas de 1961.
El preámbulo de dicho tratado afirma que: “las normas del derecho internacional consuetudinario han
de continuar rigiendo las cuestiones que no hayan sido expresamente reguladas en las disposiciones
de la presente Convención”.

iii. Análisis de la Convención de Viena sobre las relaciones diplomáticas.


Clasificación de los Jefes de Misión.
Los agentes diplomáticos permanentes fueron clasificados en categorías según el reglamento del
Congreso de Viena de 1815, modificado por el Congreso de Aquisgrán de 1818: a) Embajadores,
legados y nuncios (Santa Sede);
b) Enviados extraordinarios y Ministros plenipotenciarios e internuncios de la Santa Sede; c)
Ministros residentes;
d) Encargados de negocios (permanentes o ad interim).
Esta clasificación hoy tiene valor histórico, y la tercera categoría quedó en desuso. En la generalidad
se designan embajadores como jefes de misiones permanentes.
La Convención sobre Relaciones diplomáticas de 1961, divide los jefes de misión en 3 clases, los
detalla en su artículo 14:
Embajadores y nuncios acreditados ante los jefes de Estado, y otros jefes de misión de rango
equivalente;
Enviados, ministros o internuncios acreditados ante los jefes de Estado;
Encargados de negocios acreditados ante los ministros de Relaciones Exteriores.
A su vez, cada Estado da a sus agentes diplomáticos las denominaciones que estime convenientes.
En nuestro país la distinción de las distintas categorías la establece la ley 20.957 del Servicio
Exterior, las cuáles son:
Embajador extraordinario y plenipotenciario;
Ministros plenipotenciarios de primera clase;
Ministros plenipotenciarios de segunda clase;
Consejero de embajada y cónsul general;
Secretario de embajada y cónsul de primera clase;
Secretario de embajada y cónsul de segunda clase;
Secretario de embajada y cónsul de tercera clase.
En el Servicio Exterior Argentino estos agentes pueden ejercer funciones indistintamente en el
servicio diplomático o en el servicio consular.
A veces se envían al extranjero ciertos agentes oficiales no permanentes y sin carácter diplomático,
ya que no ejercen representación formal del Estado:
Agentes confidenciales: se encomienda realizar cierta exploración o gestión de carácter reservado;
Comisionados o peritos: encargados de realizar determinados estudios o trabajos de carácter oficial
relativos a demarcación de límites, régimen aduanero, policial, etc.
Delegados sin plenipotencia: encargados de deliberar en una conferencia internacional para preparar
anteproyectos sobre determinados temas o sacar conclusiones respecto a las distintas posturas que
deben adoptar los Estados;
Observadores: son enviados a una conferencia internacional por un Estado que no participa de ella
en modo oficial.
Designación e investidura.
La costumbre internacional ha establecido, como requisito previo para la designación de un jefe de
misión diplomática, consultar confidencialmente al gobierno ante el cual ha de ser acreditado, si el
candidato es “persona grata”. El gobierno consultado puede responder en sentido negativo sin
necesidad que fundamentar los motivos. No se requiere consulta para la designación de los demás
funcionarios que integran el personal oficial de la misión diplomática.
Respecto de la nacionalidad del agente diplomático la Convención de Viena dispone en su artículo 8°
inc. 1° que los miembros del personal diplomático: “habrán de tener en principio, la nacionalidad del
Estado acreditante” pero podrán designar personas que posean la nacionalidad del Estado receptor.
Los jefes de misión de las dos primeras categorías, establecidas en la Convención de 1961,
acreditan su carácter con las “cartas credenciales”, documento en el cuál el jefe de Estado que lo
envía manifiesta al Jefe de Estado de destino que ha resuelto designar ante él en carácter de
embajador.
Los “plenos poderes” o “plenipotencia” son un documento mediante el cual el jefe de Estado autoriza
a determinado agente diplomático a realizar tal o cual negociación diplomática o a participar en una
conferencia de esta especie, y en ambos casos subscribir los acuerdos que correspondan. Pueden
estar contenidos en las “cartas credenciales” o pueden ser especiales.
Hoy se entiende que autorizan a negociar y a firmar; pero los acuerdos que en virtud de ellos se
realicen están subordinados a la ratificación ulterior del respectivo gobierno, salvo que el tratado
entre en vigor por la mera firma.
Según el artículo 7° de la Convención sobre el Derecho de los Tratados establece en su inciso 2° b)
que los jefes de misión diplomática, se considera que representan a su Estado, sin tener que
presentar plenos poderes, para la adopción del texto de un tratado entre el Estado acreditante y el
Estado ante el cual se encuentra acreditado”.
Las instrucciones que el agente diplomático recibe de su gobierno no son documentos habilitantes
sino directivas para el desempeño del cargo, que se le dan con carácter reservado. La personería del
agente diplomático, así como la extensión de sus facultades, surgen únicamente de las “cartas
credenciales” y de los “plenos poderes”.
El jefe de misión queda investido en su carácter de representante de su gobierno desde el momento
en que, habiendo presentado personalmente sus “cartas credenciales” al jefe de Estado respectivo, y
es así reconocido oficialmente por éste como tal.
Normalmente se notificará al Ministerio de Relaciones Exteriores del estado receptor, el
nombramiento de los miembros de la misión, su llegada o salida definitiva o terminación de sus
funciones, las de la familia del miembro de la misión, de los criados particulares y la contratación y
despido de las personas residentes en el Estado receptor.
Los encargados de negocios ad interim podrán ser designados, en caso de vacancia o de
imposibilidad del jefe de misión de ejercer sus funciones y generalmente se nombra a un miembro
del personal diplomático. Pero también podrá designarse a personal administrativo y técnico, con el
consentimiento del Estado receptor para hacerse cargo de los asuntos administrativos corrientes de
la misión.

Funciones de los agentes diplomáticos


Las funciones del agente diplomático, son esencialmente cuatro: a) Misión de representación;
Misión de negociación;
Misión de observación e información;
Misión de protección.
La convención de 1961 las enumera en su artículo 3° inciso 1:
Representar al Estado acreditante ante el Estado receptor;
Proteger en el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y la de sus nacionales, dentro de
los límites permitidos por el derecho internacional; c) Negociar con el gobierno del Estado receptor;
Enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en
el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante;
Fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y científicas
entre el Estado acreditante y el Estado receptor;
Las misiones diplomáticas podrán ejercer también funciones consulares.
Estas funciones están enumeradas en forma no exhaustiva, es decir que puede haber otras.
En el desempeño de sus funciones, el agente diplomático tratará los asuntos oficiales con el
Ministerio de Relaciones exteriores o por conducto de él, con el ministerio que se haya convenido.
En la práctica y en casos excepcionales, el jefe de misión puede tratar asuntos importantes con el
Jefe de estado o del Gobierno con su anuencia previa e intervención del Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Cada Estado establece las reglas del ceremonial para precisar las formas y procedimientos a que
deben ajustarse en sus relaciones oficiales los representantes diplomáticos acreditados en él. Esas
reglas tienen por objeto asegurar un tratamiento regular sobre la base del principio de igualdad de
los Estados.

Derechos de la misión y su jefe en los locales, residencias y medios de transporte.


Normalmente la misión diplomática se instala en la sede del gobierno del Estado receptor, pero el
artículo 12 de la Convención de Viena autoriza a establecer, con el consentimiento del estado
receptor, oficinas que formen parte de la misión, en otras localidades diferentes de la sede principal.
los efectos de un mejor funcionamiento de la misión, el Estado receptor deberá, facilitar al Estado
acreditante la adquisición de los locales necesarios para el funcionamiento de la misión diplomática.
Cuando esto no sea posible, deberá ayudar a obtener alojamiento de otra manera. Así también a lo
que refiere a un alojamiento adecuado para los miembros de la misión diplomática.

Deberes del Estado receptor con relación a los locales, archivos y documentos.
El artículo 25 de la Convención de Viena establece la norma general que “el Estado receptor dará
toda clase de facilidades para el desempeño de las funciones de la misión”. Dicho Estado tiene la
obligación de tomar medidas especiales adecuadas para proteger los locales de la misión no sólo
contra toda intrusión, sino que se debe evitar que se perturbe su tranquilidad o se atente contra su
dignidad.

Asentimiento del Estado receptor.


El personal de la misión tiene la obligación de respetar las leyes locales y no podrá inmiscuirse en
los asuntos internos del Estado receptor. Así también los locales de la misión no pueden ser
utilizados de manera incompatible con sus funciones.
Sus agentes diplomáticos no podrán ejercer ninguna actividad profesional o comercial en provecho
propio.

Inmunidad y privilegio en la misión.


Estos privilegios e inmunidades se fundan en el principio de que la misión diplomática debe funcionar
sin trabas, ni presiones que impidan el cumplimiento de sus objetivos lícitos.
Para ello la norma central es, que los locales de la misión son INVIOLABLES.
También son siempre inviolables, los archivos y documentos de la misión “donde quiera que se
hallen”. Tampoco pueden tener lugar ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución en los
locales de la misión, su mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como sus medios de
transporte.
Cualquier comunicación del Poder Judicial del Estado receptor a una misión diplomática, se efectúa
por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La misión y su jefe son autorizados a colocar su bandera y escudo en los locales de la misión,
incluyendo
la residencia del jefe de misión y en sus medios de transporte.
los miembros de la misión diplomática el Estado receptor debe garantizarles libertad de circulación y
tránsito.
El artículo 27 de la convención de Viena reconoce el derecho de libertad de comunicación de la
misión para fines oficiales, utilizando los medios de comunicación adecuados, como correos
diplomáticos, mensajes en clave o en cifra. Esta correspondencia es inviolable. Así, las valijas
diplomáticas, que no pueden contener más que objetos y documentos para uso oficial, no pueden
ser abiertas ni retenidas. Los correos diplomáticos que transportan esta correspondencia gozan
también de inviolabilidad personal, no pueden ser objeto de detención o arresto. La valija diplomática
puede ser también confiada al comandante de una aeronave comercial, pero no es considerada
correo diplomático. El Estado acreditante goza de todos los impuestos sobre los locales de la misión
que sean propietarios o inquilinos, salvo los que constituyan el pago de servicios particulares.
La exención fiscal no se otorgará a los impuestos que deba pagar el particular que venda o arriende
los locales de la misión.
Los derechos y aranceles que perciba la misión, están exentos de todo impuesto y gravamen. En
materia aduanera el Estado receptor, permitirá la entrada libre de derechos de aduana de los objetos
destinados al uso oficial de la misión.

Límites de las inmunidades y privilegios.


Los privilegios e inmunidades otorgados a los distintos miembros del personal de la misión, están
limitados rationae personae, rationae temporis y rationae loci.
Rationae personae: las inmunidades del agente diplomático que sea nacional del Estado receptor o
de los que tengan residencia permanente en éste, están limitadas a la inviolabilidad y la inmunidad
de jurisdicción por actos oficiales realizados en el ejercicio de sus funciones.
Rationae temporis: las inmunidades y privilegios se otorgan a los beneficiaros, mientras se
encuentren en condición oficial en el territorio del Estado receptor.
Según el artículo 39 inciso 1° de la Convención de Viena: “Toda persona que tenga derecho a
privilegios e inmunidades gozará de ellos desde que penetre en el territorio del Estado receptor para
tomar posesión de su cargo o, si se encuentra ya en este territorio, desde que su nombramiento
haya sido comunicado al Ministerio de Relaciones Exteriores o al ministerio que se haya convenido”.
Estos privilegios cesan en el momento en que la persona salga del país o que expire el plazo
concedido para su salida. También cuando es declarado persona no grata, o cuando se rompieran
las relaciones diplomáticas o en caso de conflicto armado.
Rationae loci: los privilegios e inmunidades son acordados, en principio, en el territorio del Estado
receptor, salvo el tránsito por un tercer Estado.
El artículo 40 de la Convención de Viena dispone que si el agente diplomático y los miembros de su
familia atraviesan el territorio de un tercer Estado o estuvieran en él para ir a tomar posesión de su
cargo o volver al país, dicho Estado le concederá la inviolabilidad y todas las inmunidades
necesarias.

9. Fin de la misión diplomática.


En cuanto a las personas consideradas miembros de la misión, sus funciones terminan normalmente
por traslado a otro destino a iniciativa del Estado acreditante.
La misión podrá terminar para un miembro del personal diplomático si el Estado acreditante
comunica que es persona no grata, en cuyo caso está obligado a exponer los motivos de su
decisión.
La misión diplomática puede terminar por cierre temporal, definitivo, sin ruptura de relaciones, por
conflicto armado o por ruptura de las relaciones diplomáticas.
Aun existiendo conflicto armado en el Estado receptor, deberá facilitar la salida del personal y sus
familias lo más pronto posible, poniendo a su disposición los medios de transporte indispensables a
tal efecto, si ello fuere necesario y respetar los locales de la misión, así como sus bienes y archivos.
En caso de ruptura de relaciones diplomáticas o cierre definitivo o temporal de la misión, el Estado
acreditante está facultado a confiar la custodia de los locales, sus bienes y archivos, así como la
custodia de sus intereses y los intereses de sus nacionales a un tercer Estado, aceptable para el
Estado receptor. d. Agente diplomático ad hoc.
La Comisión de Derecho Internacional (CDI) observó en 1958 que las relaciones diplomáticas entre
los Estados revisten otras formas que las misiones diplomáticas permanentes “que pueden
designarse con la expresión diplomacia ad hoc y que comprenden los enviados itinerantes, las
conferencias diplomáticas y las misiones especiales enviadas a un Estado con una finalidad
determinada”. La CDI preparó un proyecto sobre de este tema que se transformó en 1975 en la
Convención de Viena Sobre la Representación de los Estados en sus Relaciones con las
Organizaciones Internacionales de Carácter Universal.
En cuanto al enviado itinerante y las misiones especiales, la CDI decidió acertadamente que no se
justificaba la adopción de normas particulares para los primeros. Se entiende por enviado itinerante
al sujeto “que cumple, en los Estados a lo que se le envía, encargos diplomáticos especiales”, por
ende se deduce que respecto a cada uno de los Estado que se le envía, la misión del enviado
itinerante es una misión especial.
Para tales casos la CDI preparó un proyecto único que comprende ambas misiones, y fue la base de
la Convención sobre Misiones Especiales, aprobada por la Asamblea General de la ONU el 8 de
diciembre de 1969.
El artículo 1° inciso a), de la Convención define así la misión especial, a los efectos de la convención:
“Por misión especial se entenderá una misión temporal, que tenga carácter representativo del
Estado, enviada por un Estado ante otro Estado con el consentimiento de este último para tratar con
él los asuntos determinados o realizar ante él un objetivo determinado”.
La definición señala el carácter provisional, limitado, bilateral, representativo y consensual que debe
tener la misión, pero además tienen un carácter restrictivo, pues excluye otra forma de diplomacia ad
hoc constituida por el envío de funcionarios que no son diplomáticos de profesión.
El consentimiento del Estado receptor debe ser obtenido previamente al envío de la misión especial
y sus funciones también deben ser determinadas por mutuo consentimiento. Este consentimiento se
solicita por la vía diplomática, no es necesaria la existencia de relaciones diplomáticas o consulares
para la recepción de la misión.
La Convención aprobada en New York en 1969, reconoce varias formas diferentes de misiones
especiales:
Envío de la misma misión especial ante dos o más Estados;
Envío de una misión especial común por dos o más Estados;
Envío de misiones especiales por dos o más Estados para tratar una cuestión de interés común. En
todas debe observarse la regla del consentimiento del Estado Receptor.
Si la misión es encabezada por un jefe de Estado, por un jefe de Gobierno, un ministro de
Relaciones Exteriores u otro tipo de personalidad de rango elevado, dichas personas gozan de los
privilegios e inmunidades que le otorgan el derecho internacional.
El Estado que envía tiene la facultad de designar libremente los miembros de la misión especial, que
podrá estar integrada por uno o varios representantes y comprender personal diplomático,
administrativo, técnico y de servicio. El Estado receptor podrá negarse a aceptar una misión especial
cuyo número de miembros no considere razonable y también a cualquier persona como miembro de
la misión especial.
El Estado receptor podrá declarar a cualquier representante del Estado que envía o a cualquier
miembro del personal como persona no grata o no aceptable si se trata de otros miembros del
personal de la misión, sin tener que dar razones de su decisión.
Se considerará que ha comenzado la misión especial desde que tome contacto oficial con el
Ministerio de Relaciones Exteriores u otro órgano si así se ha convenido. No es necesario, como en
las misiones diplomáticas permanentes, ni la representación, ni la entrega de cartas credenciales.
Las funciones de una misión especial terminan por acuerdo entre los Estados interesados, la
realización de su cometido, la expiración del período señalado para ella, la notificación del Estado
que envía que pone fin a la misión o la retira y la del Estado receptor que la considera terminada.
En materia de privilegios e inmunidades, las disposiciones de la Convención de New York son casi
idénticas en lo que se refiere a la misión, como a sus miembros. La principal diferencia es que se
agrega, a las excepciones sobre inmunidad de jurisdicción civil y administrativa, la acción por daños
resultante de un accidente ocasionado por un vehículo utilizado fuera de las funciones oficiales de la
persona que se trate.
2. Agentes consulares.
a. Antecedentes históricos.
Como antecedente remoto de la institución consular se recuerda a los proxenos, que en las ciudades
de la antigua Grecia asumían la protección y ayuda de sus coterráneos cuando llegaban a la ciudad
en que ellos residían.
La institución consular ha tenido origen en los países de Levante, como consecuencia del desarrollo
alcanzado por factorías comerciales instaladas allí, a partir del siglo XII por venecianos, genoveses,
pisanos. Las corporaciones de mercaderes y marinos que traficaban en los puertos de Levante se
habituaron a designar anualmente a uno de sus connacionales allí domiciliados para confiarle la
función de dirimir como árbitro las divergencias que se suscitaran entre ellos en sus relaciones
comerciales.
El cónsul surgió así como un magistrado electivo. La institución se extendió así en el siglo XIII a la
Europa del Mediterráneo y más tarde a los países del Mar del Norte y del Báltico. Desde el siglo XV,
los extranjeros que se hallaban en los países de Levante quedaron en situación difícil como
consecuencia de la conquista otomana y la implantación de las leyes del Corán, los países
occidentales exigieron del sultán que se les reconociera los derechos de residir y comerciar y que
únicamente los cónsules respectivos tuviesen jurisdicción sobre ellos. Apareció así en dichas
regiones, mediante tratados denominados “capitulaciones”, un régimen de extraterritorialidad para
aquellos extranjeros. Los cónsules eran investidos por sus nacionales residentes, y por eso se los
llamó electi. Con la desaparición de los pequeños Estados mercantiles y a medida que los poderes
del Estado se fueron centralizando en manos de las grandes monarquías, los cónsules pasaron a ser
designados y enviados a los gobiernos, y por ello se les dio el calificativo de missi.
Los representantes diplomáticos adquirirían carácter permanente y los cónsules perdían toda
atribución política y judicial, con excepción de ciertas regiones de Levante, en las cuales conservaron
funciones judiciales.
b. Nociones generales.
Los cónsules son funcionarios oficiales de un Estado que actúan en territorio de otro Estado, con
previo consentimiento de éste, ejerciendo, en lo que respecta al tráfico comercial y a las
transacciones privadas con su país, así como a sus nacionales domiciliados, residentes o
transeúntes, ciertos actos administrativos que surten efecto en su propio país, trabajan a favor del
intercambio entre los Estados respectivos, informan sobre el particular a su gobierno y auxilian a
dichos nacionales en ciertas circunstancias personales extraordinarias.
LOS CÓNSULES NO SON AGENTES DIPLOMÁTICOS.
La implantación de la función consular ha menester de consentimiento expreso o tácito de parte del
Estado extranjero. Con ese objeto se acostumbra a estipular por medio de tratados bipartitos el
derecho recíproco de establecer consulados.
Todo lo referente a la institución consular se rige por la costumbre internacional y los tratados. La
normativa que rige las relaciones consulares es la Convención sobre Relaciones Consulares
adoptada en Viena en el 24 de abril de 1963, bajo los auspicios de Naciones Unidas.
En su preámbulo afirma “que las normas de derecho internacional consuetudinario continuarán
rigiendo las materias que no hayan sido expresamente reguladas por las disposiciones de la
Convención”.
En el orden regional, se suscribió en La Habana en 1928, una Convención interamericana sobre la
materia y el Consejo de Europa elaboró en 1967 la Convención sobre Funciones Consulares, que
tienen en cuenta algunos problemas particulares como las migraciones de trabajadores.
En el orden interno, cada Estado generalmente establece en un reglamento consular las normas
generales a que se debe ajustar su personal consular, normas que son actualizadas periódicamente
mediante circulares.
El actual Reglamento Consular argentino fue aprobado por decreto número 8714 en 1963.
c. Clasificación. La disposición de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares.
Cada Estado clasifica a sus funcionarios consulares en categorías: cónsules generales, cónsules,
vicecónsules, etc.; también se clasifica a las oficinas en consulados generales, consulados y
viceconsulados.
Todas esas clasificaciones implican diferencia de jerarquía en el escalafón administrativo, tienen
efecto en cuanto a la extensión y a la importancia del “distrito consular” que se asigna al funcionario
y a la oficina, y determinan cierta subordinación de carácter administrativo entre las oficinas
existentes en un mismo país.
Funcionarios consulares de jerarquía menor son designados a veces como adjuntos del cónsul
titular. También se distingue a los “cónsules de carrera” y a los que no lo son. Los primeros
pertenecen al servicio exterior en el carácter de funcionarios públicos permanentes; los segundos
han sido nombrados por algunos Estados para regentear un consulado de poca importancia,
escogiéndose a una persona residente en la localidad a quien se asigna una de las categorías
inferiores de la escala consular, y ese cargo, siendo honorario o escasamente remunerado, no es
incompatible con el ejercicio de actividades lucrativas de orden privado. Hoy se tiende a designar
únicamente a “cónsules de carrera”. En los principales países el servicio exterior ha sido unificado,
de modo que un funcionario consular puede ser transferido para desempeñar funciones en la
categoría equivalente de la representación diplomática y viceversa.
Este sistema es el que adopta el servicio exterior argentino; además la ley 20.957 prohíbe toda
designación honoraria en dicho servicio.
La Convención de Viena distingue en su artículo 1°, dos clases de funcionarios consulares: los de
carrera y los honorarios.
La distinción afecta principalmente las facilidades, privilegios e inmunidades que se otorgan unos a
otros.
A su vez, la Convención prevé en su artículo 9° cuatro categorías de jefes de oficina consular: a)
Cónsules generales;
Cónsules;
Vicecónsules;
Agentes consulares.
Asimismo, concede a las partes la facultad de denominar en la forma que lo estimen conveniente a
los funcionarios consulares que no sean jefes de oficina consular.
La precedencia entre los jefes de oficina consular se determinan por la fecha de concesión del
exequátur.
Los jefes de oficina consular que sean cónsules honorarios, seguirán a los jefes de oficina consular
de carrera.
d. Análisis de la Convención de Viena sobre relaciones consulares.
Establecimiento de las Relaciones Consulares.
El artículo 2° inciso 1° de la Convención de Viena dispone que el: “establecimiento de relaciones
consulares entre Estados se efectuará por consentimiento mutuo”. Dado que el establecimiento de
relaciones consulares no trae aparejado consecuencias políticas, se pueden mantener consulados
territorios de Estados no reconocidos o bajo el control de regímenes no reconocidos o en territorios
no autónomos o en protectorados. Es común que se establezcan oficinas consulares antes de la
independencia de un territorio, o ante un gobierno no reconocido, como sucedió con la URSS y la
República Popular de China, en estos casos también debe obtenerse el consentimiento de la
autoridad que domina el territorio.
El consentimiento se concede generalmente en tratados de amistad y comercio o en tratados
consulares, el establecimiento de relaciones diplomáticas implica el consentimiento para establecer
relaciones consulares.
La ruptura de relaciones diplomáticas, no entraña la ruptura de relaciones consulares.
Establecimiento de la oficina consular.
El establecimiento de relaciones consulares no supone automáticamente la autorización para la
apertura de una oficina consular.
El artículo 4° inciso 1° establece: “No se podrá establecer una oficina consular en el territorio del
Estado receptor sin su consentimiento”. Ello se debe a que el Estado que envía puede establecer
varias oficinas consulares en distintas ciudades y zonas del Estado receptor, dadas sus funciones de
promoción del comercio y protección de intereses de los nacionales, pero dicho Estado receptor, por
razones de seguridad nacional u otras que le sean propias, podrá negarse a la apertura de
consulados.
Si existe una sola oficina consular, esta actúa generalmente para todo el país, pero el Estado que
envía puede establecer circunscripciones consulares.
En circunstancias extraordinarias, al funcionario consular a ejercer sus funciones fuera de la
circunscripción con el consentimiento del Estado receptor. Los artículos 7 y 8 permiten también a una
oficina consular cumplir funciones en otros Estados y ejercerlas por cuenta de un tercer Estado, con
el consentimiento de los interesados.
iii. Funciones consulares.
Las funciones de los cónsules son muy diversas, pues tienen por objeto atender, dentro de su
distrito, los intereses generales de su país, especialmente los económicos relacionados con el tráfico
comercial. Están a su cargo ciertas actividades con respecto a sus nacionales domiciliados,
residentes o transeúntes en el lugar, y ejercen también funciones de carácter notarial.
La labor de los cónsules está principalmente destinada a su propio país y a sus nacionales. A fin de
desempeñarla puede el cónsul, entenderse directamente con las autoridades de su distrito y en
último caso puede acudir al propio representante diplomático para que actúe en la emergencia según
corresponda.
No puede afirmarse, que los cónsules tengan funciones de carácter representativo. A falta de
representación diplomática, el cónsul puede por sí o por un tercer estado realizar actos diplomáticos
con el consentimiento del Estado receptor y sin que ellos afecte a su status consular, también podrá
representar al Estado que envía ante una organización intergubernamental.
Las funciones de los cónsules pueden clasificarse en:
Fomento de las relaciones, especialmente comerciales y económicas;
Supervisión de la navegación y la aeronavegación;
Protección del Estado que envía y de sus nacionales;
Funciones notariales.
Otras disposiciones de la Convención y normas del Derecho consuetudinario permiten el ejercicio de
otras funciones.
Los funcionarios consulares pueden ejercer las demás funciones confiadas por el Estado que envía,
que no están prohibidas por la legislación del Estado receptor o a las que éste no se opongo o las
atribuidas por acuerdos internacionales en vigor.
iv. Designación e investidura.
La designación de un funcionario consular no requiere consulta previa al gobierno del Estado
receptor acerca del candidato.
“Los jefes de la oficina consular será nombrados por el Estado que envía y serán admitidos al
ejercicio de sus funciones por el Estado receptor”.
La persona designada, es provista por su gobierno de un documento denominado “carta patente”
que acredita su calidad y destino. Dicho documento, se transmite por la vía diplomática al Estado
receptor. El jefe de la oficina consular queda admitido para ejercer su cargo desde el momento que
el Estado receptor lo autoriza. Dicho Estado puede negarse a otorgar el exequátur, sin estar obligado
a comunicar las razones de la negativa. Este jefe puede ser admitido provisionalmente en el ejercicio
de sus funciones y que en caso de vacancia o imposibilidad podrá actuar un jefe interino.
El Estado que envía podrá pedir el exequátur de un funcionario de una oficina consular aunque no
sea jefe de ella.
El Estado que envía puede nombrar libremente a los miembros del personal consular, pero el Estado
receptor, si no existe acuerdo al respecto, puede exigir que el número de funcionarios se mantenga
dentro de los razonable y normal. Los funcionarios han de tener, la nacionalidad del Estado que
envía, pero podrán designarse de otra nacionalidad, inclusive del Estado receptor, con su
consentimiento.
v. Facilidades, inmunidades y privilegios relativos a la oficina consular.
Con excepción de los países en que ha existido el régimen de las “capitulaciones” nunca se ha
atribuido a los funcionarios consulares la ficción de la “extraterritorialidad”; sin embargo la costumbre
internacional y a veces los tratados les acuerdan algunas inmunidades y privilegios porque el
funcionario consular se encuentra, en virtud de las funciones que ejerce, en una situación diferente
de un residente extranjero.
La Convención sobre Relaciones Consulares reglamenta las normas referentes a las facilidades,
privilegios e inmunidades de la oficinas consular y de los funcionarios consulares en forma amplia y
detallada, distinguiendo en secciones diferentes las aplicables a la oficina consular, a los
funcionarios consulares de carrera y demás miembros de dicha oficina y el régimen a los
funcionarios honorarios y a los oficinas dirigidas por éstos.
1. Facilidades.
Oficina consular.
En cuanto a las facilidades de la oficina consular, el Estado receptor, deberá conceder “todas las
facilidades” para el ejercicio de sus funciones. Dicho Estado deberá facilitar la adquisición de los
locales necesarios para su funcionamiento o ayudarle a obtenerlos de alguna manera, así como
conseguir alojamiento para sus miembros.
Funcionarios de carrera de la oficina consular.
Con relación a las facilidades a funcionarios de carrera y demás miembros de la oficina consular, la
convención reconoce, el derecho de ser tratados con deferencia y tomas medidas para evitar
atentados en su contra.
El Estado receptor está obligado a comunicar al jefe de la oficina consular, o al Estado que envía, si
se trata de este último, todo arresto o detención preventiva o la instrucción de un proceso penal a un
miembro del personal consular.
El agente diplomático no está obligado a dar testimonio, pero en el caso de los miembros del
consulado, inclusive los cónsules, podrán ser llamados a comparecer como testigos, aunque no se le
aplicará ninguna medida coactiva o sanción.
La autoridad que requiera el testimonio deberá evitar que se perturbe al cónsul en el ejercicio de sus
funciones. Los miembros de la oficina consular no están obligados a deponer en asuntos
relacionados con el ejercicio de sus funciones.
En relación con la obligación de comparecer como testigo, es un privilegio la exención de la misma
para los miembros de la oficina consular en relación con hechos vinculados con el ejercicio de sus
funciones.
Se pueden negar dichos miembros a exhibir la correspondencia y documentos oficiales, así como se
podrán rehusar deponer como expertos respecto a las leyes de su Estado.

2. Privilegios.
Oficina consular.
Con respecto a privilegios de la oficina consular, el Estado que envía podrá usar su bandera y
escudo en el local de dicha oficina, en la residencia del jefe de la oficina consular y en sus medios de
transporte, cuando éstos se utilicen en asuntos oficiales.
Libertad de tránsito
La Convención de Viena reconoce en su artículo 34 la libertad de tránsito a los miembros de la
oficina consular, salvo las zonas de acceso prohibidas por razones de seguridad nacional, en las
mismas condiciones que a los agentes diplomáticos.
Libertad de comunicación.
El artículo 35 también reconoce la libertad de comunicación de la oficina consular para fines
oficiales, en normas similares a la misión diplomática y la misión especial.
Exención impositiva.
El artículo 39 otorga a la oficina consular la facultad de percibir derechos y aranceles por sus
actuaciones, que estarán exentos de todo impuesto y gravamen.
Funcionarios de carrera de las oficinas consulares.
Libertad de tránsito.
Los funcionarios y empleados consulares y sus familias están exentos de las obligaciones sobre
inscripción de extranjeros y permisos de residencia, salvo que los empleados consulares sean
residentes permanentes. Los miembros de la oficina consular están exentos de las obligaciones
relativas a permisos de trabajo y al régimen de seguridad social.
Exención impositiva
En materia fiscal, los cónsules y los empleados administrativos gozan de exención fiscal, con
relación a los impuestos personales o reales, con excepción de los impuestos indirectos, los
imponibles sobre bienes inmuebles de propiedad privada, sobre sucesiones, sobre ingresos
privados, sobre determinados servicios prestados y derecho de registro, aranceles judiciales,
hipoteca y timbre.
En materia aduanera están exentos de derechos e impuestos, los bienes destinados al uso personal
del cónsul, incluidos los de instalación. Los empleados consulares gozarán de este privilegio con
respecto a su primera instalación. También los cónsules están exentos de inspección aduanera. En
caso de fallecimiento de un miembro del consulado o de su familia, el Estado receptor permitirá la
exportación de los bienes de propiedad del fallecido y no exigirá los impuestos sobre la sucesión de
bienes muebles.
Los miembros de la oficina consular están exentos de todo servicio de carácter público y de cargas
militares como requisas, contribuciones y alojamientos militares.
3. Inmunidades
a. Oficina consular.
Acerca de las inmunidades de la oficina consular el artículo 31 establece la inviolabilidad de los
locales consulares, pero sus disposiciones son más restringidas, es decir de una inmunidad menor
que en cuanto a los locales de la misión diplomática.
Las autoridades del Estado receptor no podrán penetrar sólo en la parte de los locales que se utilice
exclusivamente para el trabajo de oficina, salvo consentimiento de su jefe, que para los consulados
es presumible en caso de incendio u otra calamidad. Los locales deberán ser protegidos por el
Estado receptor, y no podrán ser objeto, conjuntamente con sus muebles, bienes y medios de
transporte, de requisa por razones de defensa o utilidad pública. Pero para estos fines si podrán ser
objeto de expropiación, a diferencia de la misión diplomática, pero debe evitarse perturbar el ejercicio
de las funciones consulares.
El Estado receptor debe pagar una compensación “inmediata, adecuada y efectiva”. Debe recordarse
que la requisa es temporaria y la expropiación definitiva.
La residencia del jefe de la misión consular está excluida de estas normas referentes a inviolabilidad.
Se omite también la exención del registro, embargo y medidas de ejecución, aplicables a la misión
diplomática.
La oficina consular no puede ser utilizada como lugar de asilo.
El regalo consular argentino establece en su artículo 9° inciso 18, cuando se refiere a los Derechos y
Obligaciones de los funcionarios consulares que “bajo ningún concepto podrán ejercer el derecho de
asilo, que es competencia exclusiva de la misión diplomática, pues ellos mismos están sujetos a la
jurisdicción civil o criminal del país que residen. Carecen en consecuencia de la facultad de sustraer
al requerimiento de los jueces a los individuos que residan o se refugien en su residencia particular o
en la oficina consular”.
La Convención dispone en su artículo 33 que los archivos y documentos consulares son siempre
inviolables dondequiera que se encuentren.
b. Funcionarios de carrera de las oficinas consulares.
Las inmunidades de los funcionarios consulares de carrera y demás miembros de la oficina consular,
son respectivamente la inviolabilidad personal y la inmunidad de jurisdicción.
Inviolabilidad personal
Los cónsules no podrán ser detenidos o puestos en prisión preventiva, salvo casos de delitos graves
o cuando exista sentencia firme. En caso de procedimiento penal deberán comparecer y las
autoridades deberán tratarlos con la debida deferencia.
Inmunidad de jurisdicción.
Los cónsules y empleados consulares “no estarán sometidos a la jurisdicción de las autoridades
judiciales y administrativas por actos ejecutados en el ejercicio de las funciones consulares”. Se
exceptúa el caso de procedimiento civil que resulte de un contrato concertado por el cónsul o el
empleado consular no como agente del Estado o que sea entablado por un tercero, como
consecuencia de daños causados en un accidente. La exclusión de la inmunidad de jurisdicción civil
de los casos de accidentes refleja la tendencia reciente de considerar los accidentes de tránsito
como extraños a la función consular, así también se incluyó referido a los accidentes ocurridos por
fuera de sus funciones.
La Convención sobre Relaciones consulares contiene disposiciones similares a la Convención sobre
Relaciones diplomáticas en materia de renuncia de los privilegios e inmunidades que otorga la
Convención a los miembros de la oficina consular, que deberá ser expresa, presumiéndosela en
caso de reconvención. La renuncia a la inmunidad de jurisdicción, no implica renuncia a la inmunidad
de ejecución, para lo que es necesario una nueva renuncia.
Los privilegios e inmunidades consulares comienza, cuando los miembros de la oficina consular
entran en el territorio del Estado receptor, o si se hallan con él desde que asumen sus funciones y
terminan cuando abandonen dicho territorio o cuando expire un plazo razonable que se conceda
para ello. Los actos ejecutados en el ejercicio de las funciones consulares gozarán indefinidamente
de inmunidad de jurisdicción.
4. Cónsules honorarios.
La Convención establece un régimen especial aplicable a cónsules honorarios y a las oficinas
consulares dirigidas por los mismos.
Les otorga las mismas facilidades, privilegios e inmunidades que a los cónsules de carrera y a las
oficinas dirigidas por ellos.
El principio de inviolabilidad del local consular, es substituido por una mera protección “contra toda
intrusión o daño”.
La inviolabilidad de los archivos y documentos consulares depende que se encuentren separados de
la correspondencia particular.
Los locales consulares están exentos de los impuestos y contribuciones sólo si son propiedad o
alquilados por el Estado que envía.
Las franquicias aduaneras determina que sólo están exentos los artículos importados para el uso
oficial del consulado, pudiendo ser sujetos a inspección.
La Convención deniega la inviolabilidad personal de los cónsules honorarios. Están obligados a
comparecer ante las autoridades en un proceso penal. El Estado receptor solamente está obligado a
tratarlo con la debida deferencia.
Los funcionarios consulares de carrera u honorarios, gozan solamente de inmunidad de jurisdicción y
de inviolabilidad personal por los actos oficiales realizados en el ejercicio de sus funciones; del
privilegio de estar exentos de dar testimonio en asuntos relacionados con el ejercicio de dichas
funciones y del derecho, en caso de arresto, detención o procedimiento penal de que estos hechos
sean puestos en conocimiento de las autoridades del Estado que envía, o a su misión diplomática.
Los cónsules honorarios sólo gozan de la protección que puedan necesitar por razón de su carácter
oficial.
La exención fiscal, está limitada a las retribuciones que el cónsul honorario recibe como
consecuencia del ejercicio de las funciones consulares.
La exención de la inscripción de extranjeros y del permiso de residencia, así como prestaciones
personales, se limita a los funcionarios y no comprende a su familia, ni al resto de su misión y en
cuanto a la inscripción y al permiso de residencia, sólo si no ejercen profesión o actividad
profesional en provecho propio.
Los cónsules honorarios no están exentos de las obligaciones relativas al permiso de trabajo ni de la
aplicación del régimen de seguridad social del Estado receptor y no pueden invocar ningún beneficio
en caso de sucesión.

Obligaciones del personal consular.


Las personas que gozan de las facilidades, privilegios e inmunidades establecidos en la Convención
están sujetas también a obligaciones:
Deben respetar las leyes y los reglamentos del Estado receptor;
No inmiscuirse en asuntos internos;
No utilizar los locales consulares de manera incompatible con el ejercicio de sus funciones
consulares;
Cumplir con las disposiciones sobre seguro de responsabilidad civil por daños causados a terceros
por utilización de vehículos, buques o aviones;
No ejercer provecho propio de ninguna actividad profesional o comercial.
Agencias consulares.
El artículo 69 de la Convención de Viena permite a los Estados interesados al establecimiento de
“agencias consulares” dirigidas por agentes consulares que no hayan sido designados jefes de
oficina consular. Las condiciones de su actuación serán determinadas por mutuo consentimiento.
Misiones diplomáticas en funciones consulares.
Es común que las misiones diplomáticas, por razones de presupuesto y en países pequeños, ejerzan
también funciones consulares.
En tales circunstancias, los miembros de la sección consular, serán comunicados al Ministerio de
Relaciones Exteriores.
En materia de privilegios e inmunidades, seguirán gozando de las que el derecho internacional
concede a las misiones diplomáticas.
1. Fin de las funciones consulares
Las funciones de un miembro de la oficina consular, pueden terminar según el artículo 25 de la
Convención por:
Notificación del Estado que envía que se ha puesto término a sus funciones;
Revocación del exequátur;
Notificación del Estado receptor que ha dejado de considerar a la persona que se trate como
miembro del personal consular.

Derecho Internacional Público – BOLILLA 10:


TEMA 1: TRATADOS – DEFINICIÓN Y NOCIONES GENERALES. Definiciones doctrinales.
Clasificación.
LA CONVENCIÓN DE VIENA SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS. Caracterización general
y análisis de sus de sus disposiciones.
Generalidades: Los tratados son, en la actualidad, la fuente creadora de normas jurídicas
internacionales más importante.
En el siglo xix se celebraron diversas convenciones multilaterales en el seno de congresos y
conferencias diplomáticas: los tratados de Viena de 1815; el Tratado de París de 1856; el Acta de
Berlín de 1885; las Convenciones de La Haya de 1899 y de 1907.
A fines de ese siglo, mediante tratados, se crean las primeras organizaciones internacionales,
destinadas a desenvolverse en un dominio exclusivamente técnico —la Unión Telegráfica
internacional, la Unión Postal Universal, el Instituto Internacional de Pesas y Medidas. A través de
tratados se elaboran normas particulares o normas abstractas que regulan conductas futuras de los
Estados, cuyas voluntades convergen en tales convenciones y se separan e individualizan una vez
producidas las normas de las que son "parte". Pero también, por vía convencional, se generan
organizaciones permanentes en cuyo seno se manifiesta una voluntad distinta a la de los Estados
que la crearon, quienes a su condición inicial de "partes" del tratado constitutivo, unen la de
"miembros" de la institución constituida.
Este proceso de institucionalización por medio de convenciones multilaterales cobra auge en el siglo
actual con el establecimiento de organizaciones políticas con vocación universal: la Sociedad de las
Naciones, creada en el Tratado de Versalles de 1919 y la Organización de las Naciones Unidas
estructurada en la Carta de San Francisco en 1945.
La Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados, en su preámbulo afirma "la
función fundamental de los tratados en la historia de las relaciones internacionales" 'y se reconoce
"la importancia cada vez mayor de los tratados como fuente del derecho internacional y como medio
de desarrollar la cooperación pacífica entre las naciones, sean cuales fueren sus regímenes
constitucionales y sociales".
En un sistema jurídico como el derecho internacional, carente de un órgano, institucionalizado que
centraüce las funciones legislativas, resulta evidente la significación jurídica de los tratados
multilaterales. Ellos posibilitan la creación de normas generales y abstractas destinadas a regir la
conducta de numerosos Estados, en ámbitos de importantes intereses.
Denominaciones: El vocablo “tratado” es comúnmente utilizado por los Estados para referirse a los
acuerdos entre sujetos del derecho internacional. Así, generalmente se denominan convenciones a
los tratados codificadores adoptados con los auspicios de la ONU; carta o pacto a los tratados
constitutivos de organizaciones internacionales; acuerdos a los tratados que no se celebran por
escrito.
Pero, cualquiera sea su denominación particular se define a un mismo negocio jurídico generalmente
identificado como "tratado internacional".
Concepto - Inciso I (a) del Art. 38 del Estatuto de la C.I.J.
En sentido amplio se ha definido al tratado como el acuerdo de voluntades entre dos o más sujetos
del derecho internacional que tiende a crear, modificar o extinguir derechos de este ordenamiento.
Esta definición comprende no sólo a los acuerdos entre Estados, sino, también, a todo acuerdo entre
uno o más Estados y uno o más organismos internacionales y a los acuerdos entre dos o más
organismos internacionales entre sí. También incluye a los acuerdos entre dos o más sujetos del
derecho internacional celebrados en forma verbal.
En sentido restringido y al solo efecto de la aplicación de la Convención de Viena de 1969 sobre el
derecho de los tratados, tratado es todo acuerdo entre Estados, celebrado por escrito y regido por el
derecho internacional. El art. 38, 1, del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia dice: "La Corte..
. deberá aplicar: a) las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establezcan
reglas expresamente reconocidas por los Estados litigiantes. . ."
La doctrina soviética entiende que los tratados son la fuente primaria o fuente fundamental del
derecho internacional. Sin embargo, los tratados, como fuente creadora del derecho internacional,
fundamentan su validez en una norma consuetudinaria que establece que éstos son hechos para ser
cumplidos.
Clasificación de los Tratados.
En cuanto al número de sujetos parte en un tratado: Los tratados pueden clasificarse en bilaterales y
multilaterales. Los tratados bilaterales son acuerdos internacionales celebrados entre dos sujetos del
derecho internacional. Los tratados multilaterales son acuerdos internacionales celebrados entre
varios sujetos del derecho internacional. Los tratados multilaterales en cuya celebración participa un
gran número o la generalidad de los Estados de la comunidad internacional se conocen con el
nombre de tratados colectivos; reservándose la denominación de tratados regionales para aquéllos
celebrados por un número limitado de Estados con identidad de intereses sobre una región
geográfica determinada.
En cuanto a las posibilidades de acceder al tratado: Los tratados, según permitan o no la
incorporación de Estados que no han participado en la negociación, pueden ser clasificados
doctrinariamente en tratados abiertos o cerrados. Estos últimos, limitados en principio a los Estados
negociadores, no contienen cláusulas que permitan la incorporación de terceros Estados. Ello no
obsta a que los Estados parte —una vez entrado en vigor el tratado— por un acuerdo específico,
ofrezcan o negocien con terceros Estados su incorporación. Los tratados abiertos, en cambio,
posibilitan la adhesión de Estados que no han participado en las negociaciones, sin que para ello sea
necesario que medie una invitación expresa de los Estados parte.
En los tratados se suelen insertar distintos tipos de cláusulas referidas a la posibilidad de adhesión.
En algunos, tal facultad es ilimitada; es decir, el tratado está abierto a todos los Estados
indistintamente. En otros, las posibilidades de acceder se hallan reservadas exclusivamente a
ciertos Estados designados expresamente, o bien tal facultad es acordada sólo a aquellos Estados
que satisfagan criterios determinados previstos en el tratado.
En cuanto a las formas de celebración del tratado: La doctrina distingue entre tratados propiamente
dichos o en buena y debida forma y acuerdos en forma simplificada. Los tratados en buena y debida
forma son aquellos acuerdos' internacionales concluidos a través de un proceso complejo de
negociación, adopción del texto, firma y ratificación. Se formulan y evidencian por medio de un
instrumento único. Los acuerdos en forma simplificada —agreements, notas reversales— son
acuerdos internacionales, cuyo proceso de conclusión incluye solamente una etapa de negociación y
la firma, materializándose, comúnmente, en varios instrumentos separados.
Esta clasificación no produce efecto internacional alguno ya que no hay distinción jerárquica entre
ambas categorías de tratados ni, en principio, diferencia de contenido. Los acuerdos en forma
simplificada son frecuentes en dominios de carácter técnico o administrativo, por ejemplo,
reglamentos aduaneros, aéreos o postales.
Los distintos procesos o formas mediante los cuales los Estados se van a obligar por un tratado son
materia reservada a sus respectivos ordenamientos internos. Un mismo acuerdo internacional
puede, así, ser para una de las partes un tratado propiamente dicho y para la otra un acuerdo en
forma simplificada.
En cuanto al contenido u objeto del tratado: Los tratados de naturaleza contractual o tratados-
contrato tienen por objeto regular la realización de un negocio jurídico concreto, estableciendo
obligaciones específicas para los Estados parte.164 Los tratados de naturaleza normativa o tratados-
ley, establecen normas generales que reglamentan las conductas futuras de las partes.
Estas Clasificaciones no agotan la enumeración de todas las posibles.
Así, podríamos referirnos también a los tratados multilaterales restringidos, a los constitutivos de
organismos internacionales, a los adoptados con los auspicios de estos organismos o en su seno.
Son normas de costumbre las que reglan las diversas etapas que conducen a la celebración y
conclusión de los tratados, el régimen de las reservas, la interpretación, observancia y aplicación de
las convenciones y las causales de su nulidad y terminación.
Estas normas consuetudinarias han sido codificadas por la Convención de Viena de 1969 sobre el
derecho de los tratados.
El régimen de los tratados en la Convención de Viena de 1969
La Convención recoge normas consuetudinarias y crea otras, totalmente novedosas, realizando, así,
una verdadera labor de desarrollo progresivo del derecho internacional.
Tiene su origen en un proyecto de la Comisión de Derecho Internacional y fue adoptada en una
conferencia internacional celebrada con los auspicios de la Organización.

Ámbito de validez de la Convención


Es preciso determinar el ámbito de aplicación de las normas contenidas
a) Ámbito de validez personal
El art. 1° establece que será aplicable, exclusivamente, a los tratados que se celebren entre Estados;
el art. 2, 1 a) define qué es lo que debe entenderse por tratado a los efectos de la Convención.
Dispone, así, que "Se entiende por 'tratado' un acuerdo internacional celebrado por escrito entre
Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular". El primero de los elementos
que aporta esta definición es la necesidad de que el acuerdo se celebre por escrito. En segundo
lugar, es necesario que el acuerdo se celebre entre Estados.
La expresión "regido por el derecho internacional" debe interpretarse en el sentido de que el acuerdo
está destinado a producir efectos jurídicos en este ordenamiento. Es decir, que el elemento que debe
tenerse en cuenta es la intención de las partes, incorporada en un instrumento internacional, de
crear, modificar o extinguir derechos y obligaciones en dicho ámbito jurídico. Por otra parte se prevé
la posibilidad de que el tratado conste en “uno o más instrumentos conexos”.
La norma pone el énfasis en las características del instrumento internacional y en la voluntad de las
partes en él expresada para determinar la existencia de un “tratado”, al que se le aplicarán las
normas establecidas en la Convención, con prescindencia de la denominación que se le asigne. En
efecto, al referir la norma a “cualquiera sea su denominación particular” se evidencia que, en la
practica de las RR.II. , las partes suelen utilizar diferentes términos para llamar a un tratado, sin que
de ninguna manera, la denominación del instrumento influya en la determinación de su naturaleza
jurídica.
La Convención no incluye una "clasificación" de los tratados del tipo de las elaboradas por la
doctrina. Con ello se tiende a demostrar el carácter unitario del derecho de los tratados ya que, en
última instancia, todo tratado —multilateral o bilateral, acuerdo en forma simplificada o tratado formal,
etc.— es un negocio jurídico que deriva su fuerza obligatoria inmediata, de un preciso acuerdo de
voluntades
La Convención se ocupa, entonces, de todo acuerdo internacional que reúna las características
expresadas en el art. 2, pero no desconoce, antes bien, afirma, el valor de otros negocios jurídicos
internacionales no comprendidos en su ámbito; tales, por ejemplo, los acuerdos verbales o los
acuerdos tácitos celebrados entre Estados.
Si bien es cierto que el ordenamiento que se analiza se aplicará a todos los tratados celebrados por
los Estados que reúnan las características del art. 2, 1.a) y, en consecuencia, a los tratados
constitutivos de organizaciones internacionales y a los que en su ámbito adopten los Estados, tal
aplicación se hará sin perjuicio de las normas pertinentes de la organización (art. 5). Es decir, que se
subordinan las normas de la Convención a las normas específicas de la organización internacional;
a disposición del art. 5 se refiere a los tratados específicamente adoptados en el ámbito de la
organización y no a los celebrados con los auspicios o sobre la base de proyectos preparados por la
organización internacional.
Ámbito de validez temporal
La Convención —conforme a lo establecido en su art. 4— se aplicará a los tratados que sean
celebrados por Estados después de su entrada en vigor con respecto a tales Estados. Fija, así, el
principio de la irretroactividad de la convención.
El artículo 4 luego de estableces el principio de irretroactividad admite que ciertas disposiciones
enunciadas en la Convención se apliquen a tratados celebrados por Estados con relación a los que
ella no haya entrado en vigor, siempre que dichos tratados estén sometidos a tales disposiciones en
virtud del derecho internacional general.
Ciertas disposiciones —las que están formuladas en normas consuetudinarias preexistentes o las
que hayan de formularse en normas consuetudinarias nacidas a partir de ella— serán aplicables a
todos los tratados con independencia de la vigencia de la Convención.
Ámbito de validez territorial
Aun cuando la Convención no contiene ninguna disposición referida al ámbito de validez territorial de
sus normas, el derecho internacional general regula la cuestión. Conforme a éste, un tratado en vigor
será obligatorio para las partes sobre la totalidad de su territorio. La misma Convención recoge esta
norma consuetudinaria en el art. 29 sobre el ámbito territorial de aplicación de los tratados. Cabe
destacar que el territorio es un elemento del Estado que comprende no solamente el territorio en
sentido geofísico sino, también, todos aquellos espacios que estén sometidos a su jurisdicción.
En el período entre las dos guerras mundiales la práctica internacional entendía que, para que un
tratado fuese aplicable al territorio colonial de un Estado parte, era necesario una declaración
expresa en tal sentido. Los tratados no se extendían, de pleno derecho, a las colonias. El art. 29
debe interpretarse en el sentido de que los tratados se aplican a la totalidad del territorio de cada
parte, independientemente de que se trate de territorios metropolitanos o dependientes.
TEMA 2: CELEBRACIÓN. CAPACIDAD (Las disposiciones de la Convención). NEGOCIACIÓN,
concepto. ADOPCIÓN DEL TEXTO, objeto de esta etapa. LA AUTENTICACIÓN DEL TEXTO:
concepto, modalidades aplicables. FORMAS DE MANIFESTARSE EL CONSENTIMIENTO: la
orientación de la Convención de Vienna – análisis de cada una de las modalidades. REGISTRO Y
PUBLICACIÓN. RESERVAS: Definición, aceptación de las reserva, Modalidades y efectos -
Relaciones entre el estado Reservante, el E’ Aceptante y el E’ Objetante – Retiro de la reserva.
ENTRADA EN VIGOR y APLICACIÓN PROVISORIA.
CELEBRACIÓN. CAPACIDAD (Las disposiciones de la Convención). NEGOCIACIÓN, concepto.
ADOPCIÓN DEL TEXTO, objeto de esta etapa.
Capacidad de los Estados para celebrar Tratados: con arreglo al ARTICULO 6 de la convención:
“Todo Estado tiene capacidad para celebrar tratados.”
La conclusión de los tratados
Etapas conducentes a la celebración del tratado
Plenos poderes, La negociación: Cuando un Estado desea relacionarse con otro mediante un tratado
designa una o varias personas para que lo representen con tal fin. A éstas les otorga los "plenos
poderes", documento emanado de la autoridad competente del Estado, para iniciar las
conversaciones tendientes a fijar el acuerdo de voluntades. La Convención acepta, en el art. 7, que
en virtud de sus funciones representan al Estado, sin necesidad de presentar plenos poderes, los
jefes de Estado, jefes de gobierno y ministros de relaciones exteriores. Estas personas pueden,
inclusive, obligar al Estado. También se considera que los jefes de las misiones diplomáticas y los
representantes acreditados por los Estados ante una conferencia internacional o ante una
organización internacional o uno de sus órganos, en virtud de sus funciones, representan al Estado
ante el Estado, la conferencia internacional, organización internacional u órgano en el que están
acreditados, según sea el caso. En estos supuestos, sin embargo, estas personas sólo pueden
negociar y adoptar el texto del tratado sin necesidad de autorización especial, pero no pueden ni
autenticar el texto ni obligar al Estado acreditante. Los plenos poderes no requieren un acto bajo
forma sacramental, pueden constar en una carta, o aún se otorgados mediante telegrama.
La adopción del texto: Tiene por fin dar por terminada la etapa de la negociación. Es el momento en
que los representantes de los Estados negociadores fijan los términos del acuerdo de voluntades
redactando el texto del tratado. Este se adopta cuando todos los negociadores expresan su
consentimiento con la redacción (art. 9, 1.). Sin embargo, cuando la negociación se ha llevado a
cabo en el seno de una conferencia internacional bastará que dos tercios de los Estados presentes y
votantes manifiesten su conformidad con el texto para que éste se considere adoptado.
Ahora bien, estas normas tienen una naturaleza residual; es decir, que se aplicarán si los Estados
negociadores no llegan a un acuerdo especial para fijar otro mecanismo de adopción del texto con
relación a un tratado determinado.
LA AUTENTICACIÓN DEL TEXTO: concepto, modalidades aplicables. FORMAS DE
MANIFESTARSE EL CONSENTIMIENTO: la orientación de la Convención de Vienna – análisis de
cada una de las modalidades.
Autenticación del texto: Es el acto por el cual los negociadores establecen mediante su firma, su
firma ad referendum, o su rúbrica, que el texto que tienen a la vista es aquél que ellos han adoptado
y hace plena fe. También en este caso los negociadores pueden, en un supuesto determinado,
acordar otro mecanismo para la autenticación si lo consideran más adecuado. Igualmente, si se trata
de un convenio adoptado en el seno de una organización internacional, deberán seguirse para su
autenticación los ritos establecidos por ella.
Finalmente, en las conferencias internacionales, el texto del tratado se incorpora al Acta Final siendo
este instrumento firmado por representantes de los Estados negociadores en la conferencia. Esta
firma es la que autentica el texto y establece, por tal vía, la reciprocidad del consentimiento acordado
en el texto del tratado.
Formas de manifestar el consentimiento en obligarse por un tratado
Con la autenticación del texto, el acuerdo de voluntades de los negociadores queda definitivamente
fijado, pero es necesario para que el tratado entre en vigor que, además, los Estados manifiesten
expresamente la voluntad de obligarse por aquél. Los arts. 11 a 15 de la Convención de Viena
enumeran, en forma enunciativa, los diferentes mecanismos que, con tal fin, pueden seguir los
Estados.
La firma: La firma del tratado tiene por objeto autenticar el texto; pero, además, los Estados
negociadores pueden acordar que baste para expresar el consentimiento en obligarse (art. 12).
Puede tener lugar en el acto de la adopción del texto o, en el caso de ciertos acuerdos multilaterales,
diferirse hasta una fecha determinada a fin de que los Estados negociadores, u otros Estados
invitados especialmente para ello, puedan también firmar el texto. La expresión del consentimiento
mediante la firma es típica de los llamados "acuerdos en forma simplificada". A diferencia de la
ratificación, la confirmación de una firma ad referendum no constituye la confirmación del tratado en
sí, sino, simplemente, de la firma. En consecuencia, la confirmación da al Estado la caridad de
signatario a partir de la fecha de la firma.
El canje de instrumentos que constituyen un tratado: El art. 13 de la Convención se refiere a los
acuerdos en forma simplificada; particularmente, a la práctica desarrollada entre los Estados de
instrumentar acuerdos por "notas reversales". Mediante éstas un Estado propone a otro un
determinado tratado, el Estado receptor contesta manifestando su consentimiento en una nota en la
que se acusa recibo de la primera y en la que, generalmente, se transcribe íntegramente el texto.
La ratificación: Es el acto internacional mediante el cual el Estado manifiesta en forma definitiva su
voluntad de obligarse por el tratado. Lo hace en una declaración escrita denominada "instrumento de
ratificación". Se considera que la obligación jurídica nace a partir del momento en que los Estados
negociadores canjean estos instrumentos, dejando constancia de tal hecho en un acta, o a partir del
momento del depósito del instrumento ante la persona designada para tal función en el cuerpo del
tratado. Desde que el Estado negociador da su consentimiento y hasta el momento en que el tratado
entra en vigor con relación a tal Estado, —lo que no tiene por qué, necesariamente, coincidir en el
tiempo—, este Estado se denominará Estado contratante. El acto internacional de ratificación no
debe confundirse con el acto interno de aprobación del tratado que puede dar un órgano del Estado,
competente para tal fin según el derecho interno, y que en algunos ordenamientos es requisito previo
al acto internacional.
La adhesión: Es la facultad que se ofrece a un tercer Estado, un Estado que no ha participado en la
negociación, de llegar a ser parte en el Tratado. El ofrecimiento es necesario en todos los tipos de
tratados, sea cual fuere su objeto. Es decir que, interpretando el art. 15 a contrario sensu, un Estado
que no ha participado en la negociación no puede imponerse como parte en el tratado. En el texto de
los tratados se establece, usualmente, quiénes son los sujetos del derecho internacional que pueden
adherir. Se denomina tratado "abierto" al que contiene una cláusula de adhesión y tratado "cerrado"
al que no contiene tal cláusula.
Es posible que el tratado no contenga disposición alguna referida a la capacidad de otros Estados
para adherirse; sin embargo, si todas las partes se ponen de acuerdo para invitar a un determinado
Estado a adherir al tratado, éste tiene la facultad jurídica de hacerlo. La terminología de la
convención permite inferir que basta que la invitación la formulen los. Estados parte, es decir,
aquéllos que han manifestado su consentimiento en obligarse por el tratado, que no necesariamente
son todos Estados negociadores. Además, al hablar de Estado parte, la convención se está
refiriendo a un tratado en vigor para aquéllos que formulan la invitación.
En consecuencia, ésta se hará por acuerdo de partes sin necesidad del consentimiento para tal acto
de los Estados negociadores —aquéllos que aún no han manifestado su consentimiento en obligarse
por el tratado—, ni de los Estados contratantes —aquellos que ya han manifestado el consentimiento
en obligarse por el tratado, pero con relación a los que el tratado aún no ha entrado en vigor.
Registro y publicación:
La creencia de que la publicidad de las relaciones internacionales es un factor de paz, determinó que
en el Preámbulo del Pacto de la Sociedad de las Naciones se repudiase la diplomacia secreta.
Acorde con ello, el art. 18 del Pacto establecía la obligación de los Estados miembros de la
organización de registrar en la Secretaría, para su publicación, todos los compromisos
internacionales que concluyesen. La sanción prevista en caso de incumplimiento, cuyo rigorismo no
se vio reflejado en la práctica, era la no obligatoriedad del acuerdo.
El art. 102 de la Carta de la ONU retoma esta disposición con relación a los miembros de la
organización, pero la sanción no es ya la invalidez del acuerdo sino la prohibición de invocar ante
sus órganos el compromiso no registrado. Es decir, que el acuerdo es válido en sí mismo y obliga a
los Estados parte.
Por una resolución adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de febrero de 1946 los
Estados no miembros de la organización tienen la facultad de pedir el archivo e inscripción de los
compromisos que concluyan. A su vez el reglamento de diciembre de 1946, modificado en
diciembre de 1950, establece que el Secretario General debe registrar ex officio un tratado o acuerdo
internacional cuando la organización misma es parte.
El art. 80 de la Convención amplía el ámbito de validez personal del art. 102 de la Carta de la ONU a
todos los Estados que lleguen a ser partes en esta Convención, independientemente de su carácter
de miembros de la organización. De allí la terminología empleada en el párrafo 1. Al establecer que
los tratados, después de su entrada en vigor, se transmitirán a la Secretaría de las Naciones Unidas
para su registro o archivo e inscripción, según el caso, y para su publicación.
RESERVAS: Definición, aceptación de las reserva, Modalidades y efectos - Relaciones entre el
estado Reservante, el E’ Aceptante y el E’ Objetante – Retiro de la reserva.
Las reservas son las declaraciones unilaterales que hacen los Estados, en el momento de obligarse
por el tratado, con el objeto de excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones de
éste en su aplicación al reservante.
La Convención, en el art. 19, consagra, como principio general, que los Estados pueden formular
reservas a los tratados, salvo que éstas estén expresamente prohibidas en el texto o que sean
incompatibles con el objeto y el fin perseguidos.
Se trata de un principio de aceptación relativamente nuevo en el plano de las relaciones
internacionales. En la época de la Sociedad de Naciones, se consideraba que era necesario
preservar el tratado en su integridad. De este modo para que un estado reservante pudiese ser
considerado “parte” en ese tratado era necesario que todos los Estados parte aceptaran la reserva.
Por su parte, en el ámbito interamericano, la Convención de la Habana de 1928 disponía sobre los
TT.II. celebrados entre diversos estados que la reserva hecha en el acto de la ratificación solo
afectaría a la aplicación de la cláusula respectiva en las relaciones entre los Estados partes. El
rechazo de la reserva no impedía la entrada en vigor de la convención entre los Estados partes, y el
reservante continuaba siendo parte en el tratado. Por su parte el Consejo Directivo de la Unión
Panamericana, aprobó que un tratado entrará en vigor en la forma en que fue firmado entre los
Estados que lo ratifiquen sin reserva; cuando se formula reserva, entrará en vigor entre los que
acepten la reserva y el reservante con el alcance establecido en la reserva y no entrará en vigor
entre el reservante, y quien rechace la reserva. A demás, al menos uno de los Estados parte en el
tratado debía aceptar la reserva para que el reservante fuera considerado parte en el tratado.
En el marco de la ONU, al adoptarse a convención para la Prevención del Genocidio, la misma fue
ratificada en ciertos casos con reservas, lo que planteaba el problema de saber su éstas, en caso de
no haber sido aceptadas podían ser válidas y, en consecuencia, computar las ratificaciones así
formuladas para determinar la entrada en vigor del tratado, el cual necesitaba un número mínimo de
ratificaciones para poder entrar en vigor. El Secretario General, puso en conocimiento de la
Asamblea General, la cual resolvió pedir una opinión consultiva a la C.I.J la cual sostuvo que ningún
Estado puede ser obligado sin su consentimiento por lo que la reserva que se formule será válida,
exclusivamente para aquellos que la acepten. Entendió que el Estado que formule las reservas es
parte del tratado, y que tales reservas son posibles en tanto no sean contrarias a su objeto y a su fin.
Éste último es el sistema incorporado a la Convención de Viena que adopta este criterio
estableciendo como norma subsidiaria para el caso de silencio del Tratado, la posibilidad de
efectuar reservas que no sean contrarias al objeto y al fin perseguidos por éste.
Por otro lado, se considerará que la reserva ha sido aceptada tácitamente si no s ele ha formulado
ninguna objeción dentro de los 12 meses siguientes a la fecha de la notificación de la reserva o en la
fecha en que se haya manifestado el consentimiento en obligarse por el tratado, si ella fuera
posterior.
El Estado reservante será considerado como parte del tratado cuando al menos uno de los Estados
contratantes acepte la reserva expresa o tácitamente. La reserva produce los efectos jurídicos
deseados sólo entre el Estado Reservante y aquéllos que la acepten. Si uno de los Estados
interesados considera que la reserva no es válida puede objetarla; ello no impedirá, sin embargo, la
entrada en vigor del tratado entre el Estado Reservante y el Estado objetante, entendiéndose en tal
caso que las disposiciones a las que se refiere la reserva no se aplicarán entre los dos Estados en
la medida en que ellas lo determinan. Para que el tratado no entre en vigor entre ambos, es
necesario que el Estado que formula la objeción se oponga inequívocamente a tal hecho.
La convención entiende en un solo supuesto el principio de la unanimidad en la aceptación de la
reserva para que el reservante pueda ser considerado parte en el tratado y ello es en el caso de los
tratados multilaterales restringidos, a saber: “Cuando el número reducido de Estados negociadores y
del objeto y el fin del tratado se desprenda que para la aplicación del tratado en su integridad entre
todas las partes es condición esencial el consentimiento de cada una de ellas en obligarse por el
tratado, una reserva exigirá la aceptación de todas las partes” (aceptación que puede ser tácita o
expresa).
En el caso de que se trate de un tratado constitutivo de una Organización Internacional, la validez de
la reserva queda subordinada a la aceptación por parte del órgano competente de la organización.
La Convención no prevé un mecanismo de resolución de controversias que se plantee entre el
Estado reservante y aquéllos que objetan la validez de la reserva (o de los que la objetan y se
oponen a la entrada en vigor del tratado), por lo que los estados quedan sujetos solamente, a la
norma de derecho internacional que los obliga a solucionar pacíficamente sus controversias por la
vía que consideren más adecuada.
(Art. 20 – todo lo anterior ↑ )
La reserva y todos los demás instrumentos referidos a ella (aceptación expresa u objeción) deben
formularse por escrito y comunicarse a los Estados contratantes y a todos aquellos que pudiesen
llegar a ser parte en el tratado. Cuando un Estado contratante o parte en un tratado ha efectuado
una reserva, los Estados que con posterioridad manifiesten su consentimiento en obligarse por el
tratado, deben en ese momento, formular las objeciones que pudiesen tener con relación a la
reserva y en su caso oponerse inequívocamente a la entrada en vigor entre ellos y el reservante.
Retiro de la Reserva: tanto la reserva como una objeción hecha a ésta pueden ser retiradas en
cualquier momento, salvo que en el tratado se disponga otra cosa. (art. 22).
ENTRADA EN VIGOR y APLICACIÓN PROVISORIA.
El art. 24 de la Convención establece que un tratado entrará en vigor cuando todos los Estados
negociadores hayan expresado el consentimiento en obligarse por el mismo,- a menos que el propio
tratado disponga otra cosa. Sin embargo hay ciertas disposiciones del tratado —las llamadas
disposiciones finales— referidas a la autenticación del texto, la forma de manifestar el
consentimiento en obligarse por el tratado, las modalidades o la fecha de entrada en vigor, las
reservas, las funciones del depositario, etc., que por su naturaleza y el objeto que persiguen, son
aplicables desde la adopción del texto.
La entrada en vigor de un tratado no implica, necesariamente, su aplicación. Las dos situaciones
pueden coincidir o no en el tiempo. También puede ocurrir que un tratado prevea su aplicación
provisoria, antes de su entrada en vigor, situación contemplada en el art. 25 de la Convención. Dicha
norma tiende a reglar un acuerdo colateral de los Estados por el que, sea en el mismo tratado, o de
toda otra manera, éstos han convenido la posibilidad de aplicarlo antes de su entrada en vigor. La
participación en este acuerdo colateral o accesorio está sometida a la condición resolutoria de llegar
a ser parte o no en el tratado, es decir, que el Estado dejará de ser parte del acuerdo colateral en el
momento en que manifieste su consentimiento en obligarse por el tratado o exprese su intención,
notificándola a los demás Estados entre los que el tratado se aplica de forma provisoria de no llegar
a ser parte de éste.
La posibilidad de la terminación unilateral del acuerdo tiende a subrayar su carácter de provisorio en
su aplicación; sin embargo, ello no menoscaba el hecho de que el acuerdo accesorio, mientras esté
en vigor, obligue a las partes (art. 26).

TEMA 3: OBSERVANCIA DE LOS TRATADOS: Análisis del ppio. PACTA SUNT SERVANTA. El
Derecho Interno y la OBSERVANCIA DE LOS TRATADOS. APLICACIÓN DE LOS TRATADOS. Los
tratados y los terceros Estados, análisis de la regla general. Los elementos no auténticos. Tratados
en dos o más idiomas. ENMIENDA y MODIFICACIÓN de los tratados (análisis de las diferencias
entre ambos conceptos). NULIDAD, TERMINACIÓN Y SUSPENSIÓN de los tratados: régimen
general - Nulidad de los tratados, causales establecidas en la Convención de Viena. Terminación de
un tratado. Irretroactividad.
OBSERVANCIA Y APLICACIÓN DE LOS TRATADOS: Análisis del principio “pacta sunt servanta”. El
derecho interno y observancia de los Tratados. Aplicación de los tratados.
Una vez que el tratado ha quedado concluido y entra en vigor, es fuente de derechos y obligaciones
para los Estados parte. La fuerza obligatoria inmediata reside en la voluntad de obligarse por el
tratado, pero el fundamento de validez mediato se encuentra en una norma consuetudinaria
comúnmente enunciada como pacta sunt servanda. El art. 26 de la Convención la consagra
disponiendo que todo tratado en vigor obliga a las partes de buena fe.
El elemento de la fides era considerado ya en el derecho romano como fuente del carácter
obligatorio de las convenciones internacionales. Por su parte el ART. 2, 2 de la Carta de Naciones
Unidas dispone que los miembros deben cumplir de buena fe las obligaciones que han asumido en
virtud de la Carta.
Se presume que los estados actúan de buena fe, salvo prueba en contrario.
Es importante acotar que no se trata de un principio de moral o una regla de comportamiento, sino
que se trata de una verdadera OBLIGACIÓN JURÍDICA en la que la buena fe forma parte la norma
según la cual los pactos se han hecho para ser cumplidos. La norma alude a los tratados en vigor, es
decir a aquello por los que los Estados se han obligado y que no han sido posteriormente declarados
inválidos.
Como corolario de esta norma el art. 27 consagra la primacía del derecho internacional sobre el
derecho interno y, así, un Estado parte "no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno
como justificación del incumplimiento de un tratado".
El tratado en vigor obliga, en principio para lo futuro y es por ello que sus disposiciones no pueden
ser aplicables a actos, hechos o situaciones anteriores la fecha de su entrada en vigor, con relación
a cada parte en particular. El principio de la autonomía de la voluntad autoriza, sin embargo a que las
partes puedan establecer en el tratado, o a que pueda determinarse por otro medio, la retroactividad
de la norma convencional (art. 28).
El tratado en vigor obliga al Estado por la totalidad de su territorio, tal como este se encuentre
constituido a lo largo de toda la vida del tratado. (art. 29)
La observancia de los tratados impuesta por la norma pacta sunt servanda plantea el problema de un
eventual conflicto o incompatibilidad entre tratados sucesivos concernientes a la misma materia. El
sistema incorporado a la Convención en el art. 30 parte de la prioridad en la aplicación del tratado
posterior, siempre y cuando esté en vigor, entre quienes son partes en el segundo tratado.
Si el tratado posterior celebrado por todas las parte en el tratado anterior guarda silencio sobre la
terminación del anterior, el conflicto debe resolverse a través del examen previo de ambos tratados
para ver si concurren las condiciones necesarias para la terminación de un tratado o suspensión de
su aplicación implícita como consecuencia de la celebración de un tratado posterior. Cuando de la
comparación resulte que el tratado posterior ha puesto fin al anterior, se estará en presencia de un
solo tratado.
El artículo 30, regula además de todo esto, el supuesto en el que todas las partes de un tratado
anterior son partes en el tratado posterior. En este caso, el tratado anterior se aplica únicamente en
la medida en que sus disposiciones sean compatibles con las del tratado anterior; el tratado posterior
siempre prevalecerá. Si, por el contrario, no todas las partes del anterior fueran parte en el tratado
posterior, se tendrán en cuenta no ya el orden de prelación de un tratado sobre el otro, sino las
relaciones emergentes de los ambos tratados. Así las relaciones entre los Estados que son partes en
ambos, estarán regidas por el tratado posterior; las relaciones entre los Estados parte en el primer
tratado que no son parte en el segundo, y los Estados parte en ambos, se regirán por el primer
tratado; entre un Estado que sólo sea parte en el tratado anterior y un Estado que sólo sea parte en
el tratado posterior no se establecerá relación jurídica alguna.
Las reglas que rigen las relaciones jurídicas emergentes de los tratados sucesivos concernientes a
la misma materia, reconocen una excepción, consagrada también en el art. 30 relativa al art. 103 de
la Carta de la ONU. Esta disposición establece la prioridad en la aplicación de la Carta en caso de
conflicto entre ésta y cualquier otro tratado; in embargo, ello no importa declarar la invalidez
automática del segundo tratado.
Los tratados y los terceros Estados
El art. 2, l.h) de Convención define al tercer Estado como el Estado que no es parte en el tratado. El
principio de la autonomía de la voluntad en materia convencional tiene como consecuencia que los
sujetos del ordenamiento que no han dado su consentimiento para la conclusión del tratado no se
encuentran vinculados por él. El tratado sólo crea obligaciones y derechos para las partes. El art. 34
consagra un principio general de derecho, enunciado en el derecho romano como “pacta tertiis nec
nocent nec prosunt”. La doctrina discute si esta regla puede o no tener excepciones en lo que hace
al otorgamiento de derechos a favor de terceros Estados.
Tratados en que se prevén obligaciones para terceros Estados: El art. 35 de la Convención requiere
la existencia de dos elementos para que se pueda considerar que un tratado da origen a una
obligación para un tercer Estado. En primer lugar, la intención de las partes de que una disposición
del tratado cree tal obligación; en segundo lugar, que medie una aceptación expresa formulada por
escrito, que emane del tercer Estado. En realidad, la fuente de la obligación no es la disposición del
tratado que la prevé sino el acuerdo colateral que se perfecciona entre las partes y el tercer Estado
al dar éste su consentimiento. Se trata de un nuevo tratado que por sus características quedaría
también comprendido en el ámbito de la convención. El consentimiento requiere en este supuesto
una forma sacramental para que sea posible considerar que se ha otorgado, debe darse en forma
expresa y por escrito.
La obligación fundada en el tratado colateral terminará cuando las partes en el tratado y el tercer
Estado de su consentimiento en tal sentido. Se trata de una mera aplicación del principio de la
autonomía de la voluntad y de la regla pacta sunt servanda, en virtud del cual los acuerdos sólo
pueden quedar sin efecto por la voluntad de todos aquéllos que lo han concluido.
El art. 35 reconoce, sin embargo, una excepción: el caso de un Estado agresor. En virtud del
ordenamiento jurídico de la comunidad internacional contemporánea es posible admitir que se le
pueda imponer una obligación en virtud de un tratado a un tercer Estado considerado agresor,
siempre y cuando se lo haga como consecuencia de medidas adoptadas conforme a la Carta de la
ONU, con respecto a la agresión del tal Estado.
Tratados en que se prevén derechos para terceros Estados: art. 36. Para que el derecho nazca es
necesario que existan: a) intención de las partes de conferir el derecho al tercer Estado, a un grupo
de Estados o a todos los Estados; y b) que medie consentimiento del tercer Estado En este caso
también la fuente del derecho está, no en el tratado mismo, sino en el acuerdo colateral que se
perfecciona entre las partes en el tratado y el tercer Estado al dar éste su consentimiento.
Sin embargo, como el art. 36, 2. subordina el ejercicio del derecho a las condiciones que para ello
estén prescritas en el tratado o se establezcan conforme a éste, si tales condiciones comportan
obligaciones a cargo del tercer Estado, la regla del art. 35, sobre la necesidad de dar el
consentimiento en forma expresa y por escrito, prima sobre la del artículo 36.
El derecho emergente del acuerdo colateral terminará cuando medie consentimiento en tan sentido
de las partes y del tercer Estado. La regla que sienta el art. 37 perite establecer que en caso de
silencio o falta de prueba de la intención de los intervinientes sobre la necesidad del consentimiento
del tercer Estado, el derecho sería revocable unilateralmente por las partes en el tratado.
Los tratados que crean situaciones objetivas: Cuando se habla de estos tratados, la doctrina se
refiere: a) los tratados que fijan un régimen jurídico a aplicar en un espacio determinado; b) los
tratados que crean un nuevo sujeto de derecho internacional.
Tratados que fijan un régimen jurídico a aplicar en un espacio determinado: su análisis de be
hacerse considerando si los Estados que son parte tenían antes de la conclusión del tratado
jurisdicción sobre ese espacio. En tal supuesto, nada les impide llegar a un acuerdo sobre el régimen
a aplicar, oponible al resto de la comunidad Internacional en la medida en que el Estado tiene la
competencia de dictar el ordenamiento jurídico válido para todos los espacios que se encuentran
bajo su jurisdicción. Si no la tenían, la obligación de la obligación por parte de la comunidad
Internacional sólo podría originarse en una norma consuetudinaria posterior, de la que el tratado
fuese antecedente. (Art. 38)

Tratados que crean un nuevo sujeto de derecho internacional si los estados que concluyeron el
tratado constitutivo de la nueva organización internacional representaban la mayoría de la
comunidad internacional y si tenían la intención de crear un ente dotado de derechos y obligaciones
en virtud del ordenamiento jurídico internacional con el fin de conservar la paz en el mundo ( es
decir, de propender al desarrollo y perfeccionamiento de la comunidad internacional), este sujeto
tendrá personalidad jurídica objetiva.

Si el ente creado goza de derechos y obligaciones en el orden jurídico internacional, será sujeto de
este derecho independientemente del reconocimiento efectivo que hagan los demás miembros de la
Comunidad Internacional. En lo que hace a las disposiciones del tratado mismo, y al derecho
derivado de los órganos competentes de la organización, éstos no crearán derecho y obligaciones
para los Estados no miembros, sino en algunos supuestos en los que las obligaciones para la
organización y los miembros impongan actuar de modo tal que los terceros estados deban respetar
los principios constitucionales de la organización.

Interpretación de los tratados. Análisis de la regla general. Los elementos no auténticos. Tratados en
2 o más idiomas.
El resultado de todo proceso interpretativo permite determinar el sentido o el alcance de las
disposiciones de un tratado. La doctrina propone, para lograr tal fin, tres métodos distintos: a) el
método textual, según el cual el texto escrito de un tratado es suficiente como elemento de
interpretación; b) el método subjetivo, según el cual lo importante en la labor interpretativa es
descubrir la voluntad real de las partes y, c) el método funcional o teleológico, según el cual el
tratado debe interpretarse en función del objeto y del fin buscado con su conclusión.
En los hechos, todo proceso interpretativo, sea que se lleve a cabo por las partes, por una
jurisdicción internacional o por un órgano de una organización internacional, se fundamenta en los
tres métodos y utiliza todos los procedimientos preconizados por ellos para determinar el sentido de
las disposiciones del tratado. Sobre la base de esta realidad, la CDI, partiendo del método textual,
proyectó las normas sobre interpretación contenidas en los arts. 31, 32 y 33 de la Convención. El art.
31 está dedicado a los elementos auténticos, es decir a aquéllos originados en la actividad de las
partes, dando así una regla general de interpretación. El art. 32 se refiere a los elementos no
auténticos a los que se puede recurrir en el caso en que la aplicación de la regla general deje
ambiguo u oscuro el sentido de los términos del tratado o conduzca a un resultado manifiestamente
absurdo o irrazonable.
El art. 33 se ocupa del problema de los tratados que, como la misma Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados, se autentican en dos o más idiomas. En este supuesto, como norma
residual ante el silencio del tratado o falta de acuerdo de las partes, la Convención establece que
todos los textos harán igualmente fe. Sin embargo, la comparación de los textos auténticos puede
revelar una diferencia de sentido, caso en el cual será necesario acudir a las disposiciones de los
arts. "31 y 32 para dar una interpretación que los concilie. Si la aplicación de tales normas no fuese
suficiente para lograr el fin querido, en última instancia el art. 33 hace una remisión al objeto y al fin
del tratado. Cabe destacar que, en este caso, el objeto y el fin serán siempre los que las partes
hayan querido en el momento de la celebración del acuerdo.
La regla general del art. 31, al establecer que un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme
al sentido corriente que haya de atribuirse a los términos del tratado en el contexto de éstos y
teniendo en cuenta su objeto y fin, con la posibilidad de dar a un término un sentido especial si
consta que tal fue la intención de las partes, recoge los tres métodos interpretativos por los que la
doctrina se había manifestado en distintas oportunidades.
El "sentido corriente" de los términos del tratado marca, como punto de partida de la labor
interpretativa, el texto (método textual). La necesidad de tener en cuenta el "objeto y el fin" indica que
el examen de este debe hacerse a la luz del espíritu del tratado (método funcional). Finalmente, la
posibilidad de investigar la intención de las partes si consta que ellas entendieron dar un "sentido
especial" a un término del tratado (método subjetivo), por oposición al "sentido corriente”.
El art. 31, 2. se refiere a los elementos emanados de la actividad de las partes, contemporáneos a la
celebración del tratado. A los efectos de la interpretación debe tomarse en cuenta el contenido del
tratado el que además del preámbulo —en el que probablemente estará enunciado el objeto y el fin
perseguidos— comprenderá los anexos, los acuerdos referidos al tratado que hayan sido
concertados por todas las partes en razón de una negociación de tipo global, y todo otro instrumento
formulado por una o más partes con motivo de la celebración del tratado y aceptado por las demás
como instrumento referente al tratado.
El art. 31, 3. contempla los supuestos de elementos también emanados de la actividad de las partes
pero posteriores a su celebración. Estos pueden estar originados en acuerdos ulteriores referidos a
la interpretación o aplicación del tratado, o en prácticas por las que conste el acuerdo de las partes
acerca de la interpretación.
Enmienda y modificación de los tratados. Análisis de las diferencias entre ambos conceptos.
El principio de la autonomía de la voluntad en materia convencional indica que un tratado podrá ser
enmendado sólo por acuerdo entre las partes.
El término enmienda se utiliza para designar la hecha a un tratado, 219 que tiene por objeto
modificar ciertas disposiciones de éste, o revisarlo en su conjunto, con relación a todas las partes
intervinientes.
Todos los contratantes tienen derecho a participar en las negociaciones tendientes a la enmienda del
tratado y, en consecuencia, tendrán derecho a llegar a ser parte en el tratado en su forma
enmendada. Esta última facultad le asiste, también, a todo Estado que tenga derecho a ser parte en
el tratado original, sea en razón de haber intervenido en su negociación, sea en razón de haber sido
invitado a adherir a aquél. Nuevamente el principio de la relatividad de las relaciones emergentes de
un tratado nos indica que el tratado en su forma enmendada regirá entre todos aquéllos que han
manifestado su consentimiento en obligarse por la enmienda; el tratado en su forma original regirá
entre aquéllos que han manifestado su consentimiento de obligarse por la enmienda y las partes en
el tratado original que no lo han hecho y regirá, también, entre todos aquéllos que no han
manifestado su consentimiento en obligarse por la enmienda. Todo Estado que llegue a ser parte en
el tratado con posterioridad a la entrada en vigor de la enmienda, salvo que manifieste una intención
diferente, será considerado parte en el tratado enmendado y parte en el tratado no enmendado con
relación a toda parte en el tratado original que no esté obligada por el acuerdo en virtud del cual se
enmienda el tratado (art. 40).
El término modificación, contenido en el art. 41, se refiere al acuerdo concluido entre dos o más
partes en un tratado multilateral que tiene por objeto modificar el tratado únicamente en sus
relaciones mutuas.
La Comisión de Derecho Internacional considera la existencia de una diferencia ESENCIAL entre los
“Acuerdos de Enmienda” concebidos para enmendar un tratado entre tolas las partes (aún cuando la
enmienda no entre luego en vigor entre todas ellas) y los acuerdos concebidos ab initio para
modificar la aplicación de del tratado entre ciertas partes, exclusivamente.
El art. 41 se ocupa de establecer las condiciones en que válidamente ciertos Estados parte en un
tratado multilateral podrán concluir un acuerdo que tenga por objeto modificar el tratado en sus
relaciones mutuas. Para ello será necesario que la posibilidad de la modificación esté prevista en el
tratado; en su defecto, la modificación no debe afectar al disfrute de los derechos que corresponden
a las demás partes en virtud del tratado ni al cumplimiento de sus obligaciones y, además, no ha de
referirse a ninguna disposición esencial para el cumplimiento del objeto y del fin del tratado en su
conjunto. En este caos, también es necesario que todos aquellos Estados que quieran concluir un
acuerdo “inter se” (acuerdo modificatorio) notifiquen su intención a las partes en el tratado y luego o
hagan con relación a la modificación del tratado que hayan estipulado en el acuerdo que concluyan.
NULIDAD, TERMINACIÓN Y SUSPENSIÓN de los tratados: régimen general - Nulidad de los
tratados, causales establecidas en la Convención de Viena. Terminación de un tratado.
Nulidad de los tratados: Puede considerarse que un tratado ha sido válidamente concluido si el
consentimiento ha sido expresado por quien tiene capacidad para hacerlo y se ha otorgado en forma
consciente y libre. El derecho internacional contemporáneo requiere, además, que el objeto del
tratado sea lícito. Es decir, que no sea contrario a una norma imperativa de derecho internacional
general. Si alguno de estos requisitos no se cumple, la consecuencia será la anulabilidad o la nulidad
del tratado, o del consentimiento dado por el Estado en obligarse por aquél.
La convención enumera en los Arts. 46 a 53 las causales de nulidad de los tratados. Éstas se
refieren a la capacidad, al consentimiento y al objeto:
Capacidad: La capacidad en esta materia no se refiere ya a la de las partes, puesto que el art. 6
afirma la de todos los Estados para celebrar tratados," sino a la de los representantes del Estado. El
art. 46, 1. Dispone que un Estado no podrá alegar como casual de nulidad que su consentimiento ha
sido manifestado en violación de una disposición de su derecho interno, a menos que: a) esa
violación sea manifiesta; b) se refiera a una disposición concerniente a la competencia para celebrar
tratados, v c) afecte a una norma de importancia fundamental.
El artículo 46. 2 tiene por objeto definir que es lo que se entenderá por “violación manifiesta”, y
establece que será tal si resulta objetivamente evidente para cualquier Esto que proceda conforme a
la práctica usual y a la buena fe. Ello significa que el Estado debe haberse informado, según lo
imponen las exigencias de la normal prudencia.
El art. 47, concordante con el principio según el cual una parte no puede invocar las disposiciones de
su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado y del criterio de objetividad
sentado en el art. 46, establece que la inobservancia por parte del representante de un Estado de las
restricciones específicas aportadas a sus plenos poderes para obligar al Estado no podrá alegarse
por dicho Estado como vicio de su consentimiento, a menos que las restricciones hayan sido
notificadas a los demás Estados negociadores, con anterioridad a la manifestación de ese
consentimiento.
Consentimiento: un Estado sólo podrá alegar un error en un tratado como vicio de su consentimiento
si: a) éste se refiere a un hecho o a una situación; b) su existencia se diera por supuesta por el
Estado en el momento de la celebración del tratado, y c) fuese una base esencial de su
consentimiento en obligarse por el tratado (art. 48, l). Es decir que el error debe reunir como
condición, para configurar un vicio del consentimiento, ser de hecho y no "de derecho, ser esencial
y, finalmente, excusable. Si el Estado de que se trate contribuyó con su conducta al error o si las
circunstancias fueron tales que hubiera quedado advertido de la posibilidad de error, no podrá
alegarlo como vicio de su consentimiento. El vicio existirá si la manifestación exterior de voluntad no
corresponde a la voluntad real del Estado.
Pero el Estado puede haber incurrido en error no ya por una confusión que le sea exclusivamente
imputable, sino por haber sido inducido a ella por la conducta fraudulenta de otro Estado negociador.
En este caso quedará configurado el dolo y el Estado perjudicado podrá alegarlo como vicio de su
consentimiento (art. 49). El dolo no sólo vicia el consentimiento sino que destruye la base de la
confianza mutua entre las partes. Para que quede tipificado es necesario que medie un elemento
psicológico -—la intención del negociador de engañar— y un elemento material — las maniobras que
constituyen la conducta fraudulenta—. Si estas conductas emanan de un tercer Estado y no de un
negociador, el dolo no quedará configurado. Como en el caso del error, el dolo debe ser esencial; es
decir, debe ser determinante del consentimiento otorgado por el Estado. Debe ser, además,
excusable; esto es, que la víctima no debe haber sido negligente al dar su consentimiento.
Uno de los medios posibles de obtener el consentimiento por maniobras dolosas sería la corrupción
del representante de un Estado. La Convención contempla especialmente este supuesto en el art.
50. Así, se dispone que un Estado podrá alegar como vicio de su consentimiento la corrupción de su
representante si ésta ha sido efectuada directa o indirectamente por otro Estado negociador.
Todos estos supuestos no acarrean la nulidad automática del tratado o del consentimiento dado en
obligarse por el tratado, sino que otorgan el derecho para el Estado que ha sufrido el vicio de
alegarlo como causal de nulidad. Se trata de casos en que la nulidad es relativa.
Las disposiciones de los arts. 51 y 52 se vinculan con la necesidad de que el consentimiento se
exprese en forma no sólo consciente sino, también, libre. La violencia ejercida tanto sobre el
representante del Estado como sobre el Estado mismo origina la nulidad absoluta del tratado, el que
carecerá de todo efecto jurídico. La segunda de estas normas, referida a la coacción sobre el Estado
por la amenaza o el uso de la fuerza.
La disposición del art. 52 se vincula con el principio consagrado en el art. 2, 4. de la Carta de la
ONU, según el que: "Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se
abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos
de las Naciones Unidas".
Finalmente, la "fuerza" que menciona el art. 52 de la Convención es, indudablemente, la "fuerza
armada". Pero nada impediría que en un caso determinado se pudiese interpretar que este concepto
comprenda también la fuerza "económica" y la "política".
El art. 51 se refiere a la coacción ejercida en forma personal, sobre el representante del Estado,
mediante actos o amenazas diversas contra él, a fin de obtener la manifestación del consentimiento
en obligarse por el tratado.235
iii) Objeto lícito: El art. 53 la nulidad absoluta de todo tratado que, en el momento de su celebración,
esté en oposición con una norma imperativa de derecho internacional general.
La primer característica que presenta la regla imperativa es la necesidad de que la comunidad
internacional no sólo la "acepte" como ocurre con la costumbre, sino que, además, la "reconozca".
En segundo lugar, la norma imperativa no podrá ser derogada por la voluntad de la comunidad
internacional de Estados en su conjunto, sino, simplemente,
"modificada", mediante otra norma que tenga idéntica naturaleza.
Terminación de los tratados. Irretroactividad:
El hecho de que un tratado termine, o que una de las partes en el tratado no se encuentre ya
obligada por él, significa que éste ha dejado de estar en vigor, o que ha dejado de estar en vigor para
dicha parte.
El art. 70, l.b), consagra la irretroactividad de la terminación del tratado. Este deja de producir efectos
jurídicos a partir del momento en que se le pone fin, pero tal hecho no afectará a ningún derecho,
obligación o situación jurídica de las partes creada por la ejecución del tratado antes de su
terminación.
Los tratados pueden terminar en virtud de la voluntad de las partes o en razón de la aplicación de
ciertas normas del derecho internacional general.
i) Terminación del tratado por voluntad de las partes: Un tratado terminará en la fecha o en el
momento en que sus propias disposiciones lo establecen [art. 54, a].
Distinta es la situación que se plantea con relación al derecho de una de las partes de declarar que
el tratado deja para ella de estar en vigor. El equilibrio de las relaciones emergentes de un tratado y
la igualdad jurídica de las partes indican que un Estado no puede unilateralmente ponerle fin. Sólo
podrá ejercerse el derecho de denuncia o retiro si el tratado mismo lo prevé; si la parte que intenta
ejercerlo puede acreditar que consta de algún modo que fue la intención de las partes admitir tal
posibilidad; o, si de la naturaleza del tratado puede inferirse el derecho de denuncia o retiro (art. 56)
Un tratado puede terminar, también, si todas las partes, luego de consultar a los demás Estados
contratantes, dan su consentimiento para que ello ocurra [art. 54, b]. No es necesario que el
consentimiento se dé en otro tratado.
Un tratado puede terminar porque todas las partes en él celebran ulteriormente un tratado sobre la
misma materia siempre que se desprenda del tratado posterior, o conste de otro modo, que tal ha
sido la intención de las partes; o, las disposiciones del tratado posterior sean hasta tal punto
incompatibles con las del tratado anterior que los dos tratados no puedan aplicarse simultáneamente
(art. 59). El principio según el cual la ley posterior deroga la ley anterior" indica la primacía del
segundo tratado sobre el primero.
El art. 55 de la Convención establece que en el caso de un tratado multilateral en que el número de
partes llegue a ser inferior al necesario para su entrada en vigor, éste no terminará por ese solo
hecho, salvo que el tratado disponga otra cosa.
De acuerdo a las disposiciones de la Convención —arts. 57 y 59— las normas sobre terminación de
los tratados por voluntad de las partes son aplicables, mutatis mutandi, a los casos de suspensión de
la aplicación por voluntad de las partes. Esto se explica porque la consecuencia inmediata de la
suspensión es la de impedir- que el tratado produzca efectos jurídicos, limitada, en este supuesto, a
un tiempo determinado. La norma del art. 58 autoriza a que dos o más partes en un tratado
multilateral puedan celebrar un acuerdo ínter se con el objeto de suspender la aplicación de
disposiciones del tratado temporalmente y sólo en sus relaciones mutuas si la posibilidad de tal
suspensión está prevista en el tratado o, en caso de silencio del tratado, si con el acuerdo posterior
no se afecta el disfrute de los derechos que a las demás partes corresponden en virtud del tratado ni
al cumplimiento de sus obligaciones y la suspensión no es incompatible con el objeto y el fin del
primer tratado.
ii) Terminación del tratado en razón de la aplicación de ciertas normas del derecho internacional
general:
El art. 60, 1. autoriza a una de las partes en un tratado bilateral, ante una violación grave del tratado
cometida por la otra, a alegarla como causal de terminación o de suspensión de su aplicación total o
parcialmente. Corresponde, entonces, a la parte perjudicada elegir entre solicitar la ejecución del
tratado o invocar la violación como causa de extinción.
Esta norma se funda en el principio del equilibrio de las prestaciones contenidas en un tratado. El
derecho de invocar la violación como motivo de terminación existe sin perjuicio del derecho que
podría tener la parte perjudicada de presentar una reclamación para obtener reparación sobre la
base de la responsabilidad internacional de la otra parte
(art. 73).
En el caso de una violación grave de un tratado multilateral, establece el art. 60, 2. que las demás
partes, por acuerdo unánime, podrán tanto suspender su aplicación como darlo por terminado sea en
las relaciones entre ellas y el Estado autor de la violación o entre todas las partes. La parte que haya
resultado especialmente perjudicada por la violación podrá alegarla como causa para suspender la
aplicación del tratado total o parcialmente en las relaciones entre ella y el Estado autor de la
violación.
Finalmente, cualquier otra parte podrá alegar la violación como causa para suspender la aplicación
del tratado total o parcialmente con respecto a sí misma si el tratado es de tal índole que una
violación grave de sus disposiciones por una parte modifica radicalmente la situación de cada parte
con respecto a la ejecución ulterior de sus obligaciones en virtud del tratado. El inc. 3 del artículo
define los hechos que constituirán violación grave de un tratado. Establece que tal será un rechazo
del tratado no admitido por la Convención de Viena o la violación de una disposición esencial para la
realización del objeto o del fin del tratado.
La conferencia acogió en el art. 60, 5. el criterio doctrinario según el cual ciertas categorías de
tratados no deben terminar por el hecho de su violación. Se trata de aquéllos que tienen por objeto la
protección de los heridos, de los enfermos y de los prisioneros en caso de lucha armada y, en
general, todas las convenciones relativas a la protección de la persona humana.
El art. 61 autoriza a una parte a alegar la imposibilidad de cumplir un tratado como causa para darlo
por terminado o retirarse de él si esa imposibilidad resulta de la desaparición o destrucción definitivas
de un objeto indispensable para el cumplimiento del tratado. Si la imposibilidad es temporal, podrá
-alegarse únicamente como causa para suspender la aplicación del tratado.
El caso del art. 62 es el de la llamada cláusula rebus sic stantibus que, para parte de la doctrina,
sería una disposición implícita en toda convención—una condición resolutoria tácita— en virtud de la
cual podría abrogársela unilateralmente cuando las circunstancias existentes a la época de su
conclusión sufriesen modificaciones notables. Se trataría, entonces, de descubrir la voluntad común
de las partes a la época de la conclusión del tratado para determinar si cabe o no considerar que el
acuerdo ha terminado. Para otros autores, en cambio, sería una expresión del "estado de necesidad
sobreviniente" por un hecho imprevisible a la época de la conclusión, que pondría en peligro la
existencia de la parte que la invoca y que en razón del derecho de conservación le permitiría poner
fin unilateralmente al tratado.
El fundamento de la disposición contenida en la Convención es el de permitir la terminación del
tratado unilateralmente sólo en ciertos supuestos excepcionales por razones de equidad y de justicia
compatibilizando, mediante una norma objetiva, el interés de las partes con la regla pacta sunt
servanda. Es así que sólo es posible alegar como causa para dar por terminado un tratado, un
cambio fundamental en las circunstancias ocurrido con respecto a las existentes en el momento de la
celebración si:
la existencia de esas circunstancias constituyen una base esencial del consentimiento de las partes
en obligarse por el tratado, y
si ese cambio tiene por efecto modificar radicalmente el alcance de las obligaciones que todavía
deban cumplirse en virtud del tratado.
El art. 62, 2.b), recoge un principio general de derecho al establecer que si el cambio fundamental de
las circunstancias resulta de una violación al tratado o a una obligación del derecho internacional
general, la parte que cometió tal violación no podrá alegarlo como causal para dar por terminado el
tratado.
Nunca podrá invocarse un cambio fundamental en las circunstancias como causal para dar por
terminado un tratado o retirarse de él si se trata de un tratado que establece una frontera (art. 62,
2.a).
Finalmente, un tratado terminará y será nulo si luego de su conclusión surge una nueva norma
imperativa de derecho internacional general a la que éste se oponga (art. 64). En este supuesto, el
objeto del tratado se convertirá en un ilícito internacional en razón de ser contrario al orden público
internacional.
Consecuencias de la nulidad: La Convención establece que es nulo un tratado cuya nulidad quede
determinada en virtud de ella y que las disposiciones de un tratado nulo carecen de fuerza jurídica.
Empero, si a pesar de la nulidad se han ejecutado actos basados en el tratado nulo, se hace
menester distinguir la situación que se .presenta con relación a los actos cumplidos en virtud del
tratado con antelación a la determinación de la nulidad y la que se plantea con relación a los actos
posteriores a tal momento:
Actos anteriores: En los casos en que la nulidad se declare por error, violación del derecho interno o
exceso de poder del representante del Estado, cualquiera de las partes en el tratado podrá exigir de
la otra u otras partes que, en la medida de lo posible, vuelva las cosas al estado anterior,
restableciendo la situación que habría existido si no se hubieran ejecutado tales actos. Sin embargo,
los actos ejecutados de buena fe antes de que se haya alegado la nulidad no resultarán ilícitos por el
solo hecho de la nulidad del tratado.
En, los casos en que la nulidad se declare por dolo o corrupción o cuando el tratado carezca de
efectos jurídicos por la coacción ejercida sobre el representante del Estado o sobre el Estado mismo,
aun los actos ejecutados presumiblemente de buena fe por la parte a quien le sea imputable el dolo,
el acto de corrupción o la coacción, serán considerados como ilícitos. Este Estado no tendrá derecho
a exigir de la otra, o de las otras partes, que vuelva las cosas al estado anterior a la ejecución de los
actos que se realizaron en virtud del tratado.
Finalmente, si el tratado es nulo por ser contrario a una norma imperativa de derecho internacional
general, las partes deben en lo posible eliminar las consecuencias de todo acto que se haya
ejecutado basándose en una disposición que esté en oposición con la norma imperativa y ajustar sus
relaciones mutuas a la norma imperativa anterior a la celebración del tratado. Si, en cambio, tal
norma aparece con posterioridad a la celebración del tratado y por tal hecho éste se convierte en
nulo y termina, la terminación del tratado no afectará ningún derecho, obligación o situación jurídica
de las partes creados por la ejecución del tratado antes de su terminación; sin embargo, esos
derechos, obligaciones o situaciones podrán en adelante mantenerse únicamente en la medida en
que su mantenimiento no esté por sí mismo en oposición con la nueva norma imperativa de derecho
internacional general.
Actos posteriores: Como principio, las disposiciones de un tratado nulo carecen de fuerza jurídica. A
partir del momento en que se determine la nulidad de las disposiciones de un tratado, éstas ya no
constituirán para las partes fuente de derechos y obligaciones.
Consecuencias de la terminación o suspensión: En este caso la Convención sólo da normas de
carácter residual para el supuesto en que las disposiciones del tratado que termina, o se suspende,
no contemplen tal situación o que las partes no convengan algo al respecto.
Ante el silencio del tratado y la no existencia de convenio de las partes, la Convención establece que
la terminación del tratado, o la suspensión de su aplicación, eximirá a las partes de la obligación de
seguir cumpliéndolo; sin perjuicio del deber que les incumbe de continuar acatando las obligaciones
enunciadas en él a las que estén sometidas en virtud del derecho internacional independientemente
del tratado que termina o se suspende.
En lo que concierne a los derechos, obligaciones o situaciones jurídicas de los Estados parte
creados por la ejecución del tratado antes de su terminación o suspensión, éstos seguirán siendo
válidos. Cabe destacar que esta disposición se refiere a las partes y no contempla el problema que
se pueda plantear con motivo de "derechos adquiridos" por los particulares.
Al igual de lo que ocurre en el caso de un tratado nulo, en este supuesto la Convención tampoco
prejuzga sobre la responsabilidad internacional de los Estados parte en el tratado, o sobre
cuestiones referidas a la reparación, que se pudiesen originar en actos que motivaron la terminación
del tratado; tales como su violación por una de las partes.
Unidad 11
1. Medios de solución pacífica de las controversias internacionales
Conceptos generales.
Bajo este título corresponde analizar los distintos métodos de solución pacífica de controversias
elaborados y reglamentados por el Derecho Internacional.
Medios diplomáticos.
Negociación directa.
Es el método más espontáneo. Consiste en el contacto directo entre los dos Estados en controversia
con el fin de intentar buscar un arreglo a la misma. Este es un procedimiento inicial que permite
constatar la existencia de una dispuesta y explorar las primeras posibilidades de solución de la
misma. Se llevan a cabo a través de los representantes diplomáticos de un Estado ante otro Estado,
con el cual existe o se ha planteado una dificultad.
El método de consulta es bilateral, es una utilización del procedimiento elemental de la negociación.
Buenos oficios y mediación.
¿Cuál es elemento común que tienen entre sí los buenos oficios y la mediación? En ambos
procedimientos interviene un tercer Estado o un grupo, entre los Estados en controversia; pero no
intervienen esos terceros Estados para decidir la disputa, sino que su intervención consiste en
aproximar a las partes de modo que ellas mismas decidan la dispuesta. Esta es su característica
fundamental: el tercero no interviene para resolver la controversia, intervienen para poner en
contacto, para aproximar a las partes.
Hay una diferencia un poco sutil. En los buenos oficios, el Estado tercero o los Estados terceros se
limitan a aproximar a las partes. El objeto de los buenos oficios es la reanudación de negociaciones
y, una vez obtenida la reanudación de negociaciones entre las partes, los buenos oficios cesan,
pierden su razón de ser. En cambio, en la mediación el mediador no se limita a obtener la
reanudación de la negociación, sino que además participa por sí misma en la negociación, está
presente en la discusión entre las partes, sugiere fórmulas de entendimiento.
Esta distinción suele borrarse en la práctica. El Estado que ejerce buenos oficios y pone en contacto
a las partes se siente llamado a intervenir en la negociación. La diferencia tiene importancia práctica
y se puso de relieve en un problema que se planteó con Indonesia en las relaciones entre Holanda y
la República de Indonesia, cuando el Consejo de Seguridad, en e l año 1947, a iniciativa de los
Estados Unidos, nombró un Comité o una Comisión de Buenos Oficios.
Se planteó la cuestión siguiente: ¿este Comité de buenos oficios podía formular sugestiones a las
partes acerca del modo de llegar a un acuerdo en la controversia? La mayoría de la Comisión,
teniendo en cuenta el concepto limitado de esta expresión “buenos oficios” en el Derecho
Internacional, sostuvo que la Comisión no tenía competencia para formular sugestiones a los
Estados en conflicto, a menos que los dos Estados en conflicto solicitaran esas sugestiones.
1. La Convención de La Haya.
La Convención de La Haya de 1907 se pronunció para el arreglo pacífico de los conflictos
internacionales. En esa Convención, el artículo segundo legisla sobre los buenos oficios y la
mediación. Por regla general, no se da carácter preceptivo a los buenos oficios y la mediación, casi
siempre quedan librados a la discrecionalidad de las partes en controversia.
No se le da carácter preceptivo, porque se establece que este recurso se empleará “en cuanto lo
permitan las circunstancias”.
La característica fundamental de los buenos oficios y de la mediación es que son ejercidos por
Estados. Son procedimientos de solución pacífica cuya eficacia descansa en el prestigio
internacional de los Estados que los ejercen.
Generalmente, los estados que ofrecen sus servicios son las grandes potencias. Cabe señalar como
ejemplo la fracasada mediación del Secretario de Estado Haig, de los Estados Unidos, en el asunto
Malvinas.
La Convención de La Haya define y caracteriza la función del mediador. “El papel del mediador –dice
el artículo cuarto- consistirá en conciliar las pretensiones opuestas, y en calamar los resentimientos
que puedan producirse entre los Estados que se hallen en conflicto”.
¿Cuándo cesa la función del mediador? “La función del mediador cesará desde el momento que se
compruebe que los medios de conciliación propuestos por él no son aceptados”. Quiere decir que
cesa, ya por el éxito, o ya por el fracaso.
El art. 6º establece que “los buenos oficios y la mediación tendrán exclusivamente el carácter de
consejo, y no tendrán nunca fuerza obligatoria”.
En la Convención de La Haya se estipuló especialmente que la mediación y los buenos oficios no
surtirán el efecto de paralizar las medidas militares, salvo convenio en contrario.
iii. La conciliación.
La conciliación consiste en que un tercero interviene entre los Estados en controversia y trata de
componer sus dificultades sobre la base de concesiones reciprocas.
La diferencia entre la mediación y al conciliación radica en el órgano que la ejerce. La mediación es
ejercida por un Estado o por un representante de un Estado sometido por lo tanto a las instrucciones
de éste. En cambio, al conciliación es ejercida por un órgano integrado por personas, que no
dependen ni están bajo instrucciones de ningún Estado y que actúan con entera independencia.
En la conciliación, el factor esencial es la independencia del conciliador, en la mediación, el factor
esencial es el prestigio político del mediador.
Además, la conciliación, a diferencia de la mediación, con mucha frecuencia ha sido objeto del
compromiso de recurrir obligatoriamente a ella. En este sentido tiene una gran importancia el “acta
general para el arreglo pacífico de controversias internacionales” firmado en Ginebra en 1928. Con
respecto a la conciliación hay tres puntos capitales a considerar. En primer lugar, el alcance del
compromiso o del Tratado que establece la conciliación, la clase de disputa abarcada pro ese
Tratado como objeto de conciliación. En segundo lugar, el órgano encargado de la conciliación, y, en
tercer lugar, los efectos de la conciliación.
En lo que respecta al alcance, el acta establece “la obligación entre los Estados a recurrir a la
conciliación con respecto a disputas de toda clase que no haya sido posible solucionar por medios
diplomáticos”.
En cuanto a los órganos de la conciliación la característica de ellos es que es ejercida por un
individuo o un grupo, actuando en forma particular, con independencia respecto de su Estado.
Hay dos clases de comisiones de conciliación: la Comisión Permanente restablecida y la Comisión
Adhoc,
El desiderátum en esta materia es que exista una Comisión de Conciliación. Esto tiene grandes
ventajas.
En primer lugar, acuerda la posibilidad de la citación unilateral.
Sin embargo, el establecimiento de comisiones permanentes de conciliación es difícil, porque sería
imposible crear comisiones permanentes entre todos los Estados. La imposibilidad viene de la mano
de los fallecimientos que se van produciendo entre os miembros. De ahí que sea necesario prever
procedimientos para la creación ad-hoc o especial de esas Comisiones.
Este procedimiento para la creación de comisiones ad-hoc está contemplado en el protocolo de
Ginebra: “Las comisiones están compuestas por cinco miembros: cada parte nombra un miembro
elegido dentro de sus nacionales; los otros tres serán nombrados de acuerdo con las partes, entre os
nacionales de terceros Estados. Los tres deben ser de nacionalidades diferentes. Si no se ponen de
acuerdo se confía el nombramiento de estos terceros a otra potencia elegida por acuerdo entre las
partes, o al presidente de la Liga de las Naciones” –actualmente el Presidente del Consejo de
Seguridad– “si tampoco hay acuerdo, cada parte somete un número de candidatos y se designa por
sorteo”.
Después que el caso se ha examinado, informa a las partes de los términos del arreglo que le
parezcan conveniente y fijará el período dentro del cual deben adoptar sus decisiones. Es decir, la
Comisión de Conciliación, al final de su existencia, someterá a las partes un informe que no tiene
carácter obligatorio.
“Al terminar el procedimiento, la Comisión declarará si las partes han llegado a un acuerdo o si ha
sido imposible verificar un acuerdo”. Este es siempre el efecto de la conciliación: su informe no se
impone con obligatoriedad a las partes.
iv. La investigación.
La investigación es un procedimiento que surgió en las Convenciones para el arreglo pacífico,
celebradas en La Haya en 1899 y en 1907.
El alcance de este procedimiento es que se aplica a “los litigios de carácter internacional que no
afecten ni el honor ni los intereses esenciales y que provengan de una divergencia de apreciación
sobre cuestiones de hecho”.
La característica de la investigación es la de ser un procedimiento solamente aplicable y útil cuando
la disputa proviene de diferencias de apreciación de los hechos.
En segundo lugar, no tiene fuerza obligatoria, sino tiene uso meramente facultativo.
El fundamento en el cual descansa este método es que cuando hay divergencias en la apreciación
de hechos se confía el examen detallado y minucioso de esos hechos a personas desinteresadas,
imparciales y expertas en los problemas.
La Comisión encargada de llevar a cabo la investigación en esta Convención de La Haya, son
Cuerpos adhoc o especiales.
El art. 25 de la Convención de la Haya de 1907 dice: “el informe de la Comisión, limitado a establecer
los hechos, no tendrá en manera alguna el carácter de sentencia arbitra; dejará a las partes entera
libertad para dar el curso que quieran a esa comprobación”.
El ejemplo más conocido fue un incidente que se llama el incidente del Dogger Bank, que se planteó
entre Gran Bretaña y Rusia.
Durante la guerra ruso-japonesa, unos barcos de guerra rusos bombardearon a unos barcos de
pesca ingleses creyendo que se trataba de submarinos japoneses, provocando una gran conmoción
en Gran Bretaña- Por mediación de Francia se deicidio nombrar una Comisión, compuesta por
almirante de distintos países. Esa comisión estudio los hechos y llegó a la conclusión de que era
perfectamente posible, en la hora y en el día en que ocurrieron, discriminar perfectamente que se
trataba de barcos de pesca británicos y no de barco enemigos, llegando por mayoría, a esa
conclusión de los hechos. Esto motivo que, como resultado de ese informe, se clausurara el
incidente mediante el pago de una indemnización por parte de Rusia a Gran Bretaña.
Hoy, la investigación se ha impuesto como método auxiliar para la solución pacífica de controversias.
Es aplicada, principalmente a través de los órganos de las Naciones Unidas. El artículo 34 de la
Carta, se refiere, precisamente a este procedimiento de la investigación.

c. Las disposiciones de la Carta de la Organización de los Estados Americanos.


i. Régimen de la Carta de 1948.
Ya desde el texto originario se establecieron varias normas específicas para esta cuestión. Entre los
“propósitos esenciales” de la Organización se halla el de “prevenir las posibles causas de dificultades
y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre los Estados Miembros” (art. 2º
b) y entre sus “principios” el de que “las controversias deben ser resueltas por medio de
procedimientos pacíficos”. (art. 3º).
En el Capítulo V (“Solución pacífica de las controversias”) se establecen varias reglas al respecto.
La regla general expresa que “Todas las controversias internacionales que surjan entre los Estados
Americanos serán sometidas a los procedimientos pacíficos señalados en esa Carta, antes de ser
llevadas al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas” (Art. 23).
esas disposiciones, no obstante, deben compatibilizarse con las correlativas de la Carta de las
Naciones Unidas.
De acuerdo a dicha Carta (Artículo 33 párrafo 1), el “recurso a los organismos o acuerdos regionales”
constituye uno de los medios pacíficos mediante el cual “las partes en una controversia cuya
continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento y la seguridad internacionales,
tratarán de buscarla solución, ante todo […]”.
Por su lado, los acuerdos regionales están facultades para “entender en los asuntos relativos al
mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales”.
Finalmente, establece el artículo 52 establece que los Miembros de las Naciones Unidas “harán
todos los esfuerzos posibles para lograr el arreglo específico de las controversias de carácter local”.
Si comparamos entonces los textos de ambas normas encontramos que de aquellas surge una
obligación más fuerte y directa de recurrir a los arreglos regionales para resolver las controversias.
Sin embargo se debe tener en cuenta el principio de prevalencia de las obligaciones impuestas por la
Carta de las Naciones Unidas frente a las dispuestas por cualquier otro acuerdo (Artículo 103 de
dicha Carta).
Debe entenderse en definitiva que los mecanismos de solución pacífica de controversias
establecidos en los distintos instrumentos del Sistema Interamericano, constituyen una necesaria
instancia previa a la de las Naciones Unidas, sin perjuicio de lo cual cuando una de las partes en una
controversia entienda que ya se han agotado “los esfuerzos posibles” de los mecanismo regionales,
pueda recurrir en cualquier momento por ante los órganos competentes de las Naciones Unidas”.
A continuación se enumeran en la Carta de la O.E.A. los procedimientos pacíficos: la negociación
directa, los buenos oficios, la mediación, la investigación y conciliación, el procedimiento judicial, el
arbitraje y los que especialmente acuerden, en cualquier momento, las partes. (Artículo 24). Por
último s acuerda que un tratado especial establecerá los medios adecuados para resolver las
controversias y determinará los procedimientos pertinentes a cada uno de esos medios de forma de
no dejar que ninguna controversia entre los Estados Americanos puede quedar sin solución definitiva
dentro de un plazo razonable (Artículo 26).
ii. Comisión Interamericana de Paz.
En la Segunda Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de La Habana de 1940
se encomendó al Consejo Directivo de la Unión Panamericana la creación de una comisión que se
encargaría de “velar permanentemente porque los Estados entre los cuales existe o surja algún
conflicto, lo soluciones a la mayor brevedad posible”.
Esa Comisión fue constituida en 1940 con cinco miembros, pero comenzó a funcionar en 1948.Su
nombre fue cambiado a “Comisión Interamericana de Paz2. Estaba habilitada para actuar a
requerimiento de cualquier Estado Americano, cuando las negociaciones directas se hayan agotado,
o cuando no esté en trámite alguno de los otros procedimientos diplomáticos usuales o de solución
pacífica o cuando circunstancias de hecho hagan imposible cualquier negociación.
La Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de Santiago en 1959 amplió
las competencias de la Comisión encomendándole el estudio de cuestiones relacionadas con los
medios para evitar actividades procedente del exterior, encaminadas a derrocar gobiernos
constituidos; las relación entre las violaciones de los DD.HH. o la falta de ejercicio de la democracia
representativa y las tensiones políticas que afecten la paz continental.
La Comisión actuó activa y exitosamente en numerosos casos suscitados entre Estados americanos.
iii. La Carta reformada por el Protocolo de Buenos Aires de 1967.
Esta reforma trajo dos innovaciones: se le confiere al Consejo Permanente atribuciones precisas en
la materia y se crea la “Comisión Interamericana de Soluciones Pacíficas”, para que como órgano
subsidiario del Consejo lo asista en el ejercicio de esas nuevas facultades.
Hay una nueva concesión de funciones políticas al Consejo Permanente, pues se le atribuye la tarea
preventiva de que “velará por el mantenimiento de las relaciones de amistad entre los Estados
miembros y con tal fin también la de asistencia por la que “les ayudará de una manera efectiva en la
solución pacífica de sus controversias”. No se le confieren, por tanto, facultades resolutivas. Para
auxiliar al Consejo Permanente ene l ejercicio de tales facultades, se crea la C.I.S.P (Comisión
Interamericana de Soluciones Pacíficas) como órgano subsidiario.
Esta reforma posee ciertas características que limitan en definitiva casi hasta la inoperancia. Así, en
última instancia se requiere para su funcionamiento el acuerdo de las partes; la Comisión de un
cierto rigor formal, resulta un órgano subsidiario; el Consejo, órgano preponderante, por su
composición no parece la entidad idea para intervenir en estos casos.
El tratamiento del conflicto entre Costa Rica y Nicaragua de 1977 y 1979 constituye la aplicación por
primera y única vez de las facultades que en materia de solución pacífica de controversias fueron
atribuidas por la Carta de la O.E.A. reformada en 1967.
Costa Rica pidió la convocatoria de una sesión extraordinaria del Consejo Permanente a fin de
plantear la situación de su frontera con Nicaragua. Sobre la base de esta petición, el Consejo
Permanente fijó su acción pacificadora en relación con el conflicto, y para cumplir sus funciones de
buenos oficios designó comisiones ad-hoc de observadores.
Puede considerarse que la labor del Consejo en este conflicto fue relativamente exitosa y la apertura
de su experiencia en materia pacificadora.
iv. La Carta reformada por el Protocolo de Cartagena de Indias de 1985.
Reformula la obligación genérica establecida en el artículo 23 y reforma las facultades del Consejo
Permanente en esta materia.
Reformulación de la norma del artículo 23.
Se procedió a dar una nueva redacción al artículo 23 de la Carta de la O.E.A.: “Las controversias
internacionales entre los Estados Miembros deben ser sometidas a los procedimientos de solución
pacífica señalados en esta Carta. Esta disposición n o se interpretará en el sentido de menoscabar
los derechos y obligaciones de los Estados miembros de acuerdo con los artículos 34 y 35 de la
Carta de las Naciones Unidas”.
Ahora el texto recoge explícitamente la debida interpretación que correspondía a dar a su anterior
redacción, lo que excluye a su vez las posiciones extremas que sostenían de un lado la prioridad
absoluta del sistema regional, y del otro la preeminencia total del sistema universal por sobre aquél.
Es decir entonces que la instancia previa regional debe darse, en todo caso, y de no resultar
apropiada para solucionar al conflicto, a la instancia podrá pasar a los órganos competentes de
Naciones Unidas.
Reformas de las facultades del Consejo Permanente.
Quedan sin modificar las competencias generales del Consejo, las mayorías para tomar decisión y la
normativa jurídica a observarse.
En las restantes disposiciones en esencia se modifican las formas de acción de las partes y las
atribuciones del Consejo, se simplifican los procedimientos y se elimina la Comisión Interamericana
de Soluciones Pacíficas, sustituyéndola por comisiones ad-hoc.
En el nuevo régimen, cualquier parte en una controversia, en la que no se encuentra en trámite
ninguno de los procedimientos pacíficos previstos en la Carta, puede recurrir al Consejo
Permanente, para obtener sus buenos oficios, quien asistirá a las Partes y recomendará los
procedimientos de arreglo que considere adecuados. (Art. 84).
Ahora nos e hace necesario el consentimiento de todas las partes involucradas, sino que basta la
mera petición de una parte para que se vea abierta la acción del Consejo Permanente.
La existencia de un órgano preestablecido carecía de la espontaneidad de la integración adecuada
para cada caso específico. Es por esto que se las revocó.
v. El Tratado Americano de Soluciones Pacífica, Pacto de Bogotá.
La proliferación de instrumentos con disímiles vigencias y fallos de coordinación entre sí, llevó a la
convicción de que era necesario alcanzar un convenio único, coherente y sistemático.
Es por ello que en 1948 se firmó el Pacto de Bogotá. Entre los veintiún países signatarios del
convenio, ocho lo ratificaron sin reservas (Brasil, Costa Rica, Haití, Honduras, México, Panamá,
República
Dominicana y Uruguay), seis lo ratificaron con reservas
(Bolivia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y Perú), cinco no lo han ratificado
(Argentina, Cuba, Estados Unidos, Guatemala y Venezuela) y uno lo denunció (El Salvador).
1. Obligación de resolver las controversias por medios pacíficos.
a. Principios generales.
Ante todo, los Estados se comprometen en materia de controversias internacionales a la doble
obligación que el problema encierra: abstenerse de la amenaza o del uso de la fuerza o de cualquier
otro medio de coacción para el arreglo de sus controversias, y por otro recurrir en todo tiempo a los
procedimientos pacíficos (Artículo 1).
En este sentido entonces “Las Altas Partes Contratantes reconocen la obligación de resolver las
controversias internacionales por los procedimientos pacíficos regionales ante se llevarlas al Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas”.
“En consecuencia, en caso de que entre dos o más Estados signatarios se suscite una controversia
que, en opinión de las partes, no pueda ser resuelta por negociaciones directas, las partes se
comprometen a hacer uso de los procedimientos establecidos en este Tratado en la forma y
condiciones previstas en los artículos siguientes, o bien de los procedimientos especiales que, a su
juicio, les permiten llegar a una solución” (Artículo 2).
Esta norma en su inciso primero es poco feliz en su redacción, ya que impone a las partes la
obligación de “resolver” la controversia antes de recurrir al Consejo de Seguridad, y por tanto, si se la
debe resolver previamente, no habrá ya nunca instancia ante dicho órgano para las partes en el
Pacto.
No obstante, debe entenderse esta norma en el mismo sentido que s ele ha dado a normas similares
del Sistema Interamericano.
El inciso segundo del artículo II plantea por su parte la obligación de los Estados, de recurrir a los
procedimientos establecidos en el Pacto o a otros especiales que ellos determinen.
Libertad de elección de procedimientos.
Existe total autonomía de las Partes para elegir los medios pacíficos establecidos en e l Tratado, sin
que exista prelación entre ellos ni necesidad de seguirlos a todos.
Agotamiento de los medios.
Mientras existe litispendencia, no podrá incoarse otro antes de haberse agotado aquél (Artículo 4).
Excepciones a la obligación de sometimiento a procedimientos pacíficos.
Se establecen cuatro excepciones al principio general, a saber, los casos de jurisdicción doméstica,
cosa juzgada, agotamiento de la jurisdicción interna y derecho de legítima defensa. i. Jurisdicción
interna.
Los procedimientos no pueden aplicarse a “las materias que por su esencia son de la jurisdicción
interna del Estado”.
Ha sido común en los tratados para la solución pacífica de controversias la exclusión de los asuntos
de jurisdicción doméstica.
La jurisdicción interna, doméstica o reservada de los Estados, constituye la materia son alcanzadas
por el Derecho Internacional, y respecto de las cuales por lo tanto los Estados tienen total dominio
hallándose libre de obligaciones externas.
Tradicionalmente se reputan dentro de la jurisdicción doméstica los aspectos fundamentales de la
vida de la comunidad estatal, con la forma de gobierno de los Estados y su sistema política, la
organización de las funciones estatales, su política social, económica, comercial, etc.
Cosa juzgada.
Los procedimientos tampoco podrán aplicarse “a los asuntos ya resueltos por arreglo de las partes, o
por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal internacional, o que se hallen regidos por acuerdo o
tratados en vigencia en la fecha de la celebración del presente Pacto”. (Artículo 6).
Agotamiento de la jurisdicción interna.
Las Partes se obligan asimismo a no intentar reclamaciones diplomáticas para proteger a sus
nacionales ni a iniciar al efecto una controversia ante la jurisdicción internacional, cuando dichos
nacionales hayan tenido expeditos los medios para acudir a los tribunales domésticos competentes
del Estado respectivo. (Artículo 7º).
Es decir, si un asunto que ataña e un nacional de un Estado, ha sido analizado y resuelto en toro
Estado, en debida forma por ante sus tribunales son puede ser ya sometido a los procedimientos del
Pacto.
Derecho de legítima defensa.
“El recurso a los medios pacíficos de solución de las controversias o la recomendación de su
empleo, no podrán ser motivo, en caso de ataque armado, para retardad el ejercicio del derecho de
legítima defensa individual o colectiva”. (Art. 8)
Un Estado Americano que fuera atacado por otro Estado americano, está amparado antes que nada
en su “derecho inmanente de legítima defensa” y en principio no obligado a someter sus
controversias a los arreglos pacíficos del Pacto.
2. Procedimiento de buenos oficios y de mediación (Capítulo Segundo).
Se regulan aquí dos procedimientos diversos, a saber, los buenos oficios y la mediación.
El procedimiento de los buenos oficios consisten en la gestión de uno o más Gobiernos Americanos
o ciudadanos eminentes de Estados americanos, ajenos al litigio, para aproximar a las partes,
proporcionándoles las posibilidad de que encuentren directamente una solución adecuada. (Artículo
9).
Una vez logrado este acercamiento queda terminada esta gestión.
La mediación consiste en someter la controversia al mismo tipo de gobierno o ciudadanos antes
referidos, elegidos de común acuerdo por las partes. (Artículo 11).
Las funciones de mediación consisten en asistir a las partes en el arreglo de las controversias de la
manera más sencilla y directa, evitando formalidades y procurando hallar una solución aceptable
(Artículo 12).
Si las partes no se ponen de acuerdo en la designación del mediador en el plazo de dos meses, o
iniciada la mediación son se alcanza una solución dentro de los cinco meses, se debe recurrir a
cualquier de los otros procedimientos. (Art. 13).
3. Procedimiento de investigación y conciliación (Capítulo Tercero).
Consiste en someter la controversia a una comisión de investigación y conciliación (Artículo 15). La
Comisión de Investigación y Conciliación, en principio de cinco miembros, puede ser designada por
acuerdo de las partes para cualquier controversia que pueda tener lugar entre lelas (Artículo 17). La
parte que promueve el procedimiento puede pedir al Consejo Permanente que convoque a la
Comisión, quedando suspendida de inmediato a la controversia, pudiendo también el Consejo, a
petición de parte, hacer recomendaciones en este sentido (Art. 16).
La función de la Comisión es “esclarecer los puntos controvertidos procurando llevar a las partes a
un acuerdo en condiciones recíprocamente aceptables”. La Comisión puede promover las
investigaciones que estime necesarias sobre los hechos de la controversia y las partes están
obligadas a facilitar esa labor. (Artículo 12 y 13).
La Comisión debe concluir sus trabajos dentro del plazo de seis meses de constituida, prorrogable
por acuerdo de partes (Art. 25)
Los informes y conclusiones de la Comisión no son obligatorios para las partes, y sólo revisten
carácter de recomendaciones sometidas a la consideración de aquéllas para facilitar el arreglo
amistoso de la controversia (Art. 28).
4. Procedimiento judicial. (Capítulo Cuarto):
Se establece aquí el procedimiento judicial referido a la Corte Internacional de Justicia, y
descartándose tradicionales ideas de una Comisión o Corte Interamericana de Justicia.
Se establece que “De conformidad con el inciso segundo del artículo 36 del Estatuto de la CIJ, las
Altas Partes contratantes declaran que reconocen respecto a cualquier otro Estado Americano como
obligatoria ipso facto, sin necesidad de ningún convenio especial mientras esté vigente el Tratado, la
jurisdicción de la Corte en todas las controversias de orden jurídico que surjan entre ellas y que
versen sobre: a)la interpretación de un tratado; b) cualquier cuestión de D.I.; c) la existencia de todo
hecho, que si fuere establecido, constituiría la violación de una obligación internacional; d) la
naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por el quebrantamiento de una obligación
internacional” (Art. 31).
El artículo 31 en análisis tiene pues el efecto jurídico de transformar en una relación contractual entre
los Estados Americanos Partes del Tratado, la flexible relación que surge de las declaraciones
unilaterales de acuerdo al art. 36, párrafo segundo del Estatuto.
Frente a un conflicto que ha sido planteado por ante la Corte, ésta puede asumir tres posiciones: a)
Declárase competente para conocer la controversia y entrar a su consideración.
Declararse incompetente por cualquiera de los casos señalados en los artículos 5, 6, y 7 del Tratado,
declarándose terminada la controversia (Art. 34).
Declararse incompetente para conocer y decidir la controversia por cualquier otro motivo que los
ya enumerados y en este caso las Partes deben someter el caso al arbitraje de conformidad con las
disposiciones respectivas del Pacto. (Art. 35).
La Corte puede tener jurisdicción en todas las cuestiones, cualquiera sea su naturaleza,
dependiendo de las situaciones. Para las cuestiones jurídicas su jurisdicción es obligatoria ipso facto
(Artículo 31). Cabe consignar que si las partes lo convienen la Corte puede fallar el conflicto ex
aequa et bono, es decir, conforme a la equidad (Artículo 37).
La propia Corte califica a una disputa como de carácter jurídica a aquella “capaz de ser resuelta por
la aplicación de principios y reglas del derecho internacional” más allá de toda cuestión política que
la provoque o sustente.
Procedimiento de arbitraje (Capítulo Quinto).
Las Partes tienen la facultad de someter al arbitraje de común acuerdo, las diferencias de cualquier
naturaleza, sean o no jurídicas, que hayan surgido o surgieren entre ellas (Art. 38). Se estatuye por
tanto en esta norma, el arbitraje facultativo.
El arbitraje es obligatorio cuando la Corte se declare incompetente por cualquier otro motivo que los
establecidos en los artículos 5, 6 y 7 del Tratado. (Art. 35).
En cuanto a la constitución del tribunal arbitral en sí, las partes pueden de común acuerdo
constituirlo en la forma que consideren más conveniente y aún elegir un único arbitro (Art. 41).
A falta de acuerdo al respecto, el Pacto fija la forma de constitución del tribunal de cinco miembros,
designados y propuestos combinadamente por las Partes y el Consejo Permanente de la O.E.A.,
fijándose plazos para ello (Art. 40).
Cuando más de dos Estados estén implicados en la misma controversia, los que defiendan iguales
intereses serán considerados como una sola parte y si fueran opuestos tendrán derecho a aumentar
el número de árbitros para alcanzar todas las partes igual representación (Art. 42).
Las partes deben celebrar el compromiso para definir la materia objeto de la controversia, sede del
Tribunal, procedimiento, plazo de pronunciamiento y demás condiciones, y en su defecto el
compromiso es formulado con carácter obligatorio por la Corte internacional de Justicia (Art. 43). El
laudo una vez notificado a las partes decidirá la controversia en forma definitiva y sin apelación, y
recibirá inmediata ejecución. (Artículo 46).
Cumplimiento de las decisiones (Capítulo Sexto).
En caso de que una de las Partes no cumpliera con las obligaciones que le imponen un fallo de la
Corte o un laudo arbitral, la que requiere el cumplimiento, antes de recurrir al Consejo de Seguridad
de NN. UU., debe promover una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, a fin de
que resuelva las medidas que convenga tomar parte para que se ejecute la decisión resistida (Art.
50).
Opiniones consultivas (Capítulo Séptimo).
Las partes en una controversia pueden de común acuerdo solicitar, a través del Consejo Permanente
de la Organización, a la Asamblea General o al Consejo de Seguridad de las NN. UU., que solicite a
la Corte Internacional opinión consultiva sobre cuestiones jurídicas (Art. 51).
Disposiciones finales (Capítulo Octavo).
Cualquier Estado que no sea signatario del Tratado o que haya hecho reservas al mismo podrá
adherir a éste o abandonar en todo o en parte sus reservas (Art. 54).
Aplicaciones del Pacto de Bogotá.
Las aplicaciones al Pacto de Bogotá no fueron numerosas, y en principio obedecieron más que a la
iniciativa de las partes en una controversia, a la invitación De órganos regionales.
En el conflicto de Costa Rica y Nicaragua en 1948-1949, las partes suscribieron un Pacto de Amistad
para someter las controversias que surgieran entre ellas a métodos de arreglo pacífico, para lo cual
dieron plena validez al respecto, al Pacto de Bogotá.
En el conflicto limítrofe de Honduras y Nicaragua en 1957 el Órgano de Consulta sugirió a las Partes
resolverlo mediante el recurso de la Corte Internacional de Justicia.
d. Las disposiciones de la Carta de Naciones Unidas.
La Carta establece como uno de sus principios fundamentales, en su artículo segundo párrafo
tercero, que “los miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por
medios pacíficos, de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacional, ni
la justicia”. La verdadera obligación impuesta individualmente a cada Estado respecto a una
controversia determinada, no es arreglarla, sino procurar de buena fe su solución pacífica.
Asimismo, el art. 33 termina diciendo que esos esfuerzos se llevarán a cabo por las partes mediante
“otros medios pacíficos de su elección”. Tal elección no puede hacerse en forma unilateral, sino que
debe ser acordada por las dos partes de la controversia. La falta de acuerdo acerca del método de
solución pacífica a ser utilizado en una controversia determinada lleva a menudo a un “impase” en el
proceso de arreglo pacífico.
Las funciones de arreglo pacífico de las Naciones Unidas.
La Carta confiere a los órganos políticos de las Naciones Unidas funciones que van más allá del
mero mantenimiento de la paz. El artículo 1, parágrafo 1, de la Carta fue enmendado mediante la
Conferencia a fin de exigir que la Organización logre “por medios pacíficos y de conformidad con los
principios de la justicia y del Derecho Internacional, el ajuste o arreglo de las controversias o
situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamiento de la paz”. El Consejo de
Seguridad, según el artículo 24 de la Carta, al desempeñar sus funciones está obligado a “proceder
de acuerdo con los Propósitos y Principios de Naciones Unidas”.
Se debe considerar que, a fortiori, una obligación similar incumbe a la Asamblea General.
Un segundo rasgo característico de la reglamentación del arreglo pacífico en la Carta es que
establece el Principio de que una controversia que pone en peligro la paz y seguridad internacional
no es asunto exclusivo de las partes en conflicto, sino que concierne a todos los Estados y a la
comunidad internacional en su conjunto. Se trasforma entonces en un asunto de interés general y
cualquier Estado miembro o el Secretario General puede llevarla a la atención del Consejo de
Seguridad o de la Asamblea a fin de que estos órganos cumplan sus funciones de pacificación. Sólo
cunado una controversia se haya deteriorado al extremo de ser “realmente susceptible de poner un
peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”, es que está facultado el Consejo
de Seguridad, conforme el artículo 37, para asumir la responsabilidad de “recomendar los términos
de arreglo que considere apropiados”.
El sistema de arreglo pacífico contemplado en la Carta.
La idea básica es que en caso de controversia y de “impase” acerca del método a empelarse para el
arreglo pacífico, los órganos políticos de Naciones Unidas deben remover ese obstáculo
recomendando a las partes un método de arreglo pacífico determinado.
Al formular estas recomendaciones, el Consejo de Seguridad o la Asamblea General deben arribar a
una elección del método de ajuste o arreglo que consideren adecuado. Y para desempeñar esta
función e encarrilara las partes hacia la vía más adecuada de arreglo pacífico, los órganos políticos
de las NN. UU., deben tomar en consideración factores de carácter objetivo acerca de las
circunstancias y naturaleza de cada controversia, no los deseos o preferencias de cada una de las
partes. El art. 36, parágrafo 2, dispone que los órganos de NN. UU. deberán tomar en consideración
no las actuales preferencias de los Estados en oposición, sino “todo procedimiento que las partes
hayan adoptado” ene l pasado. Y en el parágrafo tres del art. 36 se señala que el Consejo de
Seguridad deberá tomar en consideración que las controversias de orden jurídico, por regla general,
deben ser sometidas por las partes a l CIJ de conformidad con las disposiciones del Estatuto de la
Corte.
Pero la recomendación de un medio particular de arreglo pacífico requiere la previa conformidad de
ambas partes de la controversia.
Es cierto que la recomendación de un órgano político de las NN UU., no impone el deber jurídico de
recurrir al método concreto que se ha recomendado. Pero tal recomendación posee indudable
autoridad política.
La razón fundamental de las actuales deficiencias del sistema de arreglo de controversias radica en
la timidez evidenciada por los órganos políticos de las NN. UU. para ejercer sus funciones.
La posición de las negociaciones.
Se niega el carácter prioritario a la negociación directa, colocando todos los métodos en un mismo
plano.
Sin embargo, se reitera la necesidad de que se trate los medios que los Estados mismos elijan.
Carácter y alcance de la función del Consejo de Seguridad en la solución pacífica de controversias.
El Consejo de Seguridad no intenta sustituir a los procedimientos tradicionales de arreglo pacífico,
sino que se añade a ellos y aspira a entrar en funcionamiento sólo cuando esos métodos hayan
fracasado. Antes de intervenir el Consejo se da planea oportunidad al juego regular de los
procedimientos corrientes de conciliación. Por eso el Art. 33 de la Carta pone el énfasis inicial en la
acción espontánea de las partes.
Dice el art. 33: “l. Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en
peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante
todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo
judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección. 2. El
Consejo de Seguridad, si lo estimare necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias
por dichos medios.”
La obligación del art. 33 tiene carácter previo: por eso la Carta dice “ante todo”. Se trata de algo que
debe hacerse antes de acudir al Consejo.
Es necesario aclarar que la obligación de un esfuerzo previo de arreglo por los medios tradicionales
no significa que se deba recurrir sucesivamente a los distintos métodos enumerados: no obliga a un
proceso infinito.
Resoluciones creando órganos de arreglo pacífico.
Cuando el Consejo de Seguridad toma una resolución instando a las partes a arreglar su
controversia por medos pacíficos de su propia elección o recomienda procedimiento o términos de
ajuste apropiados, es a menudo necesario recurrir a otro órgano o agencia para ejercer los
procedimientos de arreglo pacífico o ayudar en la ejecución de los términos de arreglo que han sido
recomendados. Un ejemplo de esto ocurrió cuando el Consejo de Seguridad refirió la cuestión del
Canal de Corfú a la CIJ y otro cuando el primero de abril de 1948 requirió al Secretario General que
convocara una sesión especial de la Asamblea General para considerar todavía la cuestión del futuro
Gobierno de Palestina, en virtud del artículo 20 de la Carta.
El Consejo de Seguridad ha creado órganos subsidiarios par aponer en práctica dos de lo distintos
procedimientos de arreglo pacífico enumerado en el art. 33, a saber, buenos oficios, procedimiento
escogido pro las partes en la cuestión indonesia y mediación, recomendado en la controversia entre
India y Pakistán.
Medidas provisionales para impedir o detener hostilidades.
El Consejo de Seguridad ha desarrollado una técnica que consiste en asilar primero las
circunstancias que amenazan la paz y ceñir su consideración del problema a este primer aspecto,
relegando para una etapa posterior el estudio del mérito o demérito de las reclamaciones que sobre
e fondo de la cuestión sustentan las partes adversarias y la formulación de recomendaciones para el
arreglo pacífico de estas discrepancias.
La acción primera y básica que el Consejo adopta en estos casos, es la más extrema y efectiva, que
es el orden de cesación de hostilidades.
Después de que se adopta y ejecuta una resolución urgente de este tipo se hace posible un estudio
preliminar de la situación, en su aspecto militar o de seguridad, y el Consejo, o la Asamblea en su
caso, está entonces en posición de reclamar ciertas medidas específicas destinadas a consolidar la
cesación de hostilidades y a mantener el equilibrio entre las partes mientras esté en vigor el cese del
fuego. Estas medidas pueden ser de carácter no militar o cuasi militar, prohibir la realización de
actividades políticas, o la entrada de bandas armada so personal combatiente.
En cuanto a las medidas puramente militares ella se pueden varias, desde el establecimiento de una
línea, a fin de separar a las fuerzas adversarios o la orden de retiro de las fuerzas armadas, ya
comprometidas en lucha. Es indudable que la consolidación más efectiva de la cesación de
hostilidades, a falta naturalmente de un tratado de paz, consiste en el acuerdo de las partes
mediante el establecimiento de una tregua o de un armisticio. La cesación del fuego es una mera
detención de la lucha, en tanto que la tregua constituye un acuerdo entre las partes para consolidar
la cesación de hostilidades. El armisticio en la práctica del Consejo de Seguridad es un un paso más,
porque configura un acuerdo que implica la desmovilización y reducción de fuerzas armadas y la
creación de amplias zonas desmilitarizadas.
Y en tanto que al tregua y el armisticio son resultado del acuerdo “existe la diferencia de que la
tregua es el resultado de una simple aceptación, en tanto que el armisticio consiste en una
convención sujeta a las condiciones que gobiernan todas las convenciones internacionales”.
Operaciones para el mantenimiento de la paz.
Las operaciones de mantenimiento de la paz pueden ser descriptas como operaciones de carácter
militar o paramilitar que no consistente en actividades de combate o de lucha, sino en establecer una
fuerza o barrera que se interpone entre dos adversarios claramente definidos y trata de asegurar que
las fuerzas en conflicto no entrene n contacto directo. Tanto en el caso de la UNEF o como de ONUC
el establecimiento de estas fuerzas tenía carácter no obligatorio y se contaba con una invitación, o
por lo menos el consentimiento del Estado en cuyo territorio se establecían las fuerzas.
El objetivo fundamental de estas operaciones es crear una presencia de las NN UU. como un factor
de estabilización para el cese del fuego o para impedir que se reanuden las hostilidades, una
especie de “cordón sanitario” para impedir la efusión de sangre y mantener separados a los
adversarios. La misión asignada puede consistir en asegurar el retiro de la fuerzas y supervisar le
cese de las hostilidades (UNEF);L la observación de las condiciones de una frontera o línea de
demarcación (2ª UNEF); la averiguación de hechos y la observación de una supuesta interferencia
del exterior (UNOGIL); la supervisión de un cese de fuego (UNMOGIP); impedir la reanudación de
las hostilidades entre comunidades rivales (UNFICYP); y la ayuda aun país en el mantenimiento del
orden y al ley (ONUC), o finalmente asegurar e l ejercicio de la libre determinación (Irian Occidental).
Base jurídica en la Carta de las operaciones de mantenimiento de la paz.
Se ha sostenido que la base jurídica de las operaciones de mantenimiento de la paz puede
encontrarse en el artículo 40 de la Carta (A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de
Seguridad, antes de hacer las recomendaciones o decidir las medidas de que trata el Artículo 39,
podrá instar a las partes interesadas a que cumplan con las medidas provisionales que juzgue
necesarias o aconsejables. Dichas medidas provisionales no perjudicarán los derechos, las
reclamaciones o la posición de las partes interesadas. El Consejo de Seguridad tomará debida nota
del incumplimiento de dichas medidas provisionales).
Peor las medidas provisionales de que trata el ar.t 40 son directivas dadas por el Consejo de
Seguridad a las partes en conflicto; consistente en medidas que deben ser adoptadas por ellas, tales
como un cese del fuego, el retiro de fuerzas armadas, el cese de hostilidades, etc. En cambio, las
operaciones de manteamiento de paz consisten en ciertos actos y medida que deben ser adoptados
no por las partes, sino por los órganos de NN UU. Por lo tanto, el art. 40 no constituye una base
jurídica adecuada.
La conclusión inevitable a que debe llegarse es que estas “operaciones de mantenimiento de la paz”
(peacekeeping) una expresión no usada en la Carta, constituyen un desarrollo “praeter legem” de la
Carta que no tiene su base jurídica ni en el Cap. VI ni en el VII, pero que resulta de los poderes
implícitos de las NN UU., a fin de asegurar el cumplimiento de su propósito fundamental, el
manteniendo de la paz y seguridad internacionales mediante la adopción de medidas colectivas
eficaces con ese objeto.
2. El arbitraje
a. Concepto.
Consiste el arbitraje en someter una divergencia internacional, mediante acuerdo formal entre la
partes, a la decisión de un tercero –que puede ser una persona o varias-a fin de que, previo un
procedimiento contencioso ante ese tribuna, dicte fallo definitivo.
El arbitraje institucional es limitado cuando se excluyen las divergencias de cierta naturaleza y es
ilimitado s no se formula ninguna exclusión.
Los tratados en que se pacta arbitraje con carácter institucional suelen denominarse tratados
generales de arbitraje.
Para que el arbitraje sea institucional no es indispensable que emane de un tratado general de
arbitraje. Aquél puede ser acordado mediante una “cláusula compromisoria”. Es “especial” cuando
dispone que toda divergencia ulterior con respecto a la aplicación o interpretación de ese tratado
será dirimida por el procedimiento arbitral; y es una “cláusula compromisoria general” cuando la
obligación de acudir al arbitraje abarca de modo genérica las cuestiones que surjan en lo futuro. b.
Antecedentes.
El arbitraje es el más antiguo de los medios de solución pacífica de las divergencias internacionales
mediante la colaboración de terceros. Se registran casos de arbitraje en la historia de todos los
pueblos civilizados, especialmente en las ciudades de la antigua Grecia y durante la Edad Media
entre pueblos unidos por vínculos religiosos o políticos: las ciudades helénica sometían sus
divergencias al Consejo Anfictiónico, los señores feudales acudían al Papa o al Emperador.
El arbitraje desaparece cuando impera la fuerza: no lo practicaron Roma ni las monarquías absolutas
que rigieron durante los siglos XVI a XVIII.
El arbitraje renace en 1794 cuando EE. UU. Y G. B. conciertan el Tratado Hay acordando resolver
las cuestiones referentes a los límites del río Saint Croix y las reclamaciones de sus nacionales
respectivos a causa de prejuicios sufridos en la pasada guerra.
En el siglo XIX el arbitraje tornase frecuente y luego adquiere forma institucional. Esta doble
evolución es consecuencia de las ideas que inspiran las instituciones en la mayoría de los países de
civilización occidental.
Gran número de cuestione son resueltas desde comienzos del siglo XIX mediante el arbitraje,
encomendado a comisiones mixtas o a un jefe de Estado como árbitro único o a un tribunal
colegiado que se organiza ad hoc. Más de doscientas cuestiones se resuelven de esa manera en el
transcurso del pasado siglo, y en ellas son parte principalmente G.B., EE. UU., Francia, Italia, etc.
Correspondió a las repúblicas americanas asignar al arbitraje carácter institucional.
En esta forma aparece el arbitraje en los tratados de unión, liga y confederación celebrados por
Colombia
desde 1882 a 1826 con Perú, Chile, México, Buenos Aires y América Central a fin de contrarrestar
los propósitos de reconquista de la Santa Alianza; y aunque ese régimen no llegó a implantarse lo
cierto es que en los países latinoamericanos el arbitraje fue fruto natural de la comunidad de origen y
de los ideales comunes con que se constituyeron todos ellos.
El arbitraje institucional se presenta en América Latina siguiendo tres etapas: en el primer tercio del
siglo XIX como simple “cláusula compromisoria especial”, inserta en tratados de diversa naturaleza;
en seguida aparece en los tratados la “cláusula compromisoria general” (una estipulación que
importa por sí sola pactar el arbitraje de modo genérico, pero sumario para otras divergencias a
futuro); finalmente surgen los tratados generales de arbitraje, que no son sino el desarrollo del
germen contenido en aquélla cláusula compromisoria general.
Los primeros tratados generales de arbitraje aparecen en 1880-83 por obra de El Salvador, que los
estipula con Colombia, República Dominicana y Uruguay. El 23 de junio de 1898, la República
Argentina e Italia firmaron un tratado estipulando el sometimiento a arbitraje de todas las
divergencias, sin limitación alguna, que surgieran en lo futuro.
En la I Conferencia de la Paz, reunida en La Haya de 1899 con asistencia de 26 Estados, la
delegación de G.B. se pronunció a favor de la concertación de un tratado de arbitraje “obligatorio2
con excepción de las cuestiones que afectaran los intereses vitales o el honor nacional sosteniendo
que con ese criterio podía convenirse una lista de cuestiones arbitrales. Pero, habiendo Alemania
adoptado una actitud contrario, sólo pudo elaborarse una “convención para el arreglo pacífico de los
conflictos internacionales”. La concertación de tratados de arbitraje con carácter institucional es
requerida para aquellos mediante acuerdos bipartitos. En 1899, la República Argentina, empleando
esa fórmula, concertó tratados generales de arbitraje con Uruguay y Paraguay; en 1902 con Bolivia y
Chile y en 1905 con Brasil.
En el año 1902 el continente americano dio un nuevo paso, por iniciativa de la República Argentina y
Perú; la elaboración del primer tratado colectivo de arbitraje institucional, subscripto el 29 de enero
en la II Conferencia Internacional Americana, reunida en México; pero en él se excluyen las
cuestiones que afecten la independencia o el honor nacional.
En 1903, G.B. entra en acción a favor del arbitraje con carácter institucional mediante el tratado que
subscribe con Francia el 14 de octubre y después con otros países; el movimiento se extiende desde
1908 a los EE. UU. Y se desarrolla en forma tal que al cabo de dos años G.B. y EE. UU. Habían
firmado cada uno alrededor de una docena de tratados.
En la II Conferencia de la Paz, reunida en La Haya en 1907 con asistencia de 44 Estados, se renovó
el intento de concertar un tratado de arbitraje con carácter, se renovó el intento de concertar un
tratado de arbitraje con carácter institucional; pero se reprodujo una situación análoga a la de 1899,
pues Alemania se opuso.
Los esfuerzos a favor del arbitraje institucional siguiéronse con mejor éxito mediante la concertación
de tratados bipartitos. En este plano el problema se circunscribió a la extensión que debía darse a la
competencia del tribunal. A este respecto, habían aparecido nuevas fórmulas que constituían dos
corrientes que permitieron concertar dos grupos de tratados de arbitraje.
A la primera tendencia respondió una serie de tratados, iniciados por Dinamarca en 1904, en que se
concierta el arbitraje para todas las cuestiones con excepción de “las que correspondan a los
tribunales administrativos o judiciales de una de las partes”.
En la segunda tendencia se inspiran los gobiernos de EE. UU. Y Brasil. Los EE. UU. Suscriben
desde 1908 veinticinco tratados, conviniendo someter al arbitraje “las cuestiones de naturaleza
jurídica o relacionadas con la interpretación de tratados”, se excluye a “las cuestiones que afecten
los intereses vitales, la independencia o el honor nacional de las dos partes contratantes o los
intereses de terceros”.
El estallido de la guerra, en 1914, y la configuración que envolvió al mundo durante cuatro años
detuvieron esa labor.
Después de 1919 el esfuerzo por el arbitraje institucional resurge nuevamente.
El Pacto de la Sociedad de las Naciones adoptó el arbitraje entre los procedimientos a que debían
recurrir los Estados miembros, y el artículo 13 parágrafo 2º consideraban susceptibles de solución
arbitral las divergencias relativas a la interpretación de un tratado cualquier cuestión de derecho
internacional, la existencia de un hecho que constituyera la violación de una obligación internacional,
y la naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por el quebrantamiento de una
obligación internacional. Desde 1921 a 1928, muchos Estados europeos conciertan crecido número
de tratados de arbitraje institucional: principalmente Alemania, Suiza, Suecia, Dinamarca, Noruega,
Finlandia, Polonia, etc. El gobierno de Washington renovó en 1928 su política a favor de la
concretación de tratados de arbitraje con carácter institucional (“tratados Knox”).
El 5 de enero de 19 29 los Estados americanos concertaron en una conferencia especial reunida en
Washington un tratado colectivo de arbitraje con carácter institucional, pues establece que se
someterán a arbitraje las cuestiones que surjan con motivo de la reclamación de un derecho, en
virtud de un tratado o por cualquier otra causa que sea de naturaleza jurídica “por ser susceptible de
decisión mediante la aplicación de los principios del derecho”. El tratado de 1929 fue suscripto por
muchas reservas y por ello se le agregó un protocolo de arbitraje progresivo.
La Comisión de Derecho Internacional se abocó al estudio el procedimiento arbitral desde el
comienzo de sus labores y preparó en 1953 un proyecto de Convención. La Asamblea General
estimó inconveniente adoptar tal convención y, finalmente, el proyecto tomó forma de un “Modelo de
Reglas sobre procedimiento arbitral” que fue llevado a la atención de los Estados, en la Resolución
1262.
La Carta dela O.E.A. enumera, en su artículo 24 al arbitraje como de los procedimientos pacíficos al
que pueden recurrir las partes en una controversia.
En el marco del Consejo de Europa en 1957 la Convención Europea sobre arreglo pacífico de
controversias estableció un recurso al procedimiento arbitral para las disputas de naturaleza jurídica.
¿Qué resolvió la República Argentina por medio de arbitraje? Resolvió las reclamaciones de Francia
(28/10/1841) por perjuicios a sus nacionales; en 1858 las reclamaciones de Cerdeña, Francia e
Inglaterra por perjuicios a sus nacionales; en 1864, la reclamación de Inglaterra por perjuicios
sufridos en 1845 por seis buques ingleses a causa de la clausura del puerto de Buenos Aires
(notificados con quince días de antelación, que para ellos eran insuficientes); en 1878 la cuestión de
límites en Paraguay: en 1815 la cuestión de límites con Brasil; en 1898 la cuestión de límites con
Chile con motivo de las disidencias surgidas en la aplicación del tratado de límites de 1881 y el
protocolo de 1893; en 1976 la cuestión con Chile sobre la interpretación del Laudo de 1902, la
cuestión con Chile sobre el canal de Beagle, cuyo laudo la Argentina declaró nulo.
c. La competencia.
Emana la competencia como el tribunal mismo, de la voluntad de las partes expresada de común
acuerdo, pues a ellas corresponde determinar cuál es la cuestión o cuestiones que someten a su
decisión arbitral.
No es posible pactar el sometimiento a arbitraje sin calificación alguna de todas las divergencias o
conflictos que puedan suscitarse. Se entiende que hay cuestiones que por su naturaleza e
importancia fundamental deben ser excluidas del procedimiento arbitral, son las cuestiones
“reservadas” o que pertenecen al “domino reservado del Estado”.
En muchos tratados cicrunscríbense el arbitraje a “cuestiones de naturaleza jurídica”; con ello se
entiende excluir las que son de naturaleza política. Pero en la práctica se hace muy difícil precisar
cuáles son estas cuestiones.
Con la limitación del arbitraje a las “cuestiones de naturaleza jurídica” o sin ella, aparece en los
tratados la excepción relativa a las cuestiones que afecten “los intereses vitales, la independencia o
el honor de los Estados contratantes”, a lo que se añade a veces la exclusión de las cuestiones que
afecten “los intereses de terceros Estados”.
La fórmula argentina de 1899 excluye del arbitraje “las cuestiones que afecten los preceptos
constitucionales de una de las partes”. Esa fórmula no es mucho más comprensiva y precisa que la
anterior, porque sería difícil imaginar una divergencia internacional que directa o indirectamente no
afecte a las normas constitucionales.
El tribunal arbitral tiene la facultad de resolver toda divergencia que se plantea acerca de su
jurisdicción o competencia al entender una cuestión que s ele ha sometido.
esta regla es indudable: enunciada desde antiguo por la doctrina, ha sido establecida reiteradamente
por la jurisprudencia internacional.
Las partes.
Se consideran como partes de un arbitraje internacional solamente a los Estados cuando se
proponen dirimir mediante ese procedimiento una divergencia de carácter internacional, no son parte
de las personas privadas, aunque tengas intereses comprometidos en el litigo.
Puesto que el arbitraje es un juicio de jurisdicción voluntaria, sólo son partes los Estados que han
recurrido a él en la divergencia en cuestión y no los terceros Estados, pero a veces se ha pactado
que estos últimos, cuando se trate de la interpretación de un tratado colectivo en que ellos no son
parte contratante, pueden intervenir ene l proceso.
Las partes se hacen representar ante el tribunal por medio de “agentes”, quienes actúan en nombre
de su mandante y están acompañados, como “consejeros”, por juristas que intervienen en el
desarrollo del proceso.
El tribunal.
La función de árbitro es conferida por las partes designando al efecto de común acuerdo, a una
persona o a varias, o a una institución determinada. Como es obvio, la organización del tribunal
requiere la aceptación del cargo por las personas designadas.
En las últimas décadas se observa firme tendencia a encomendar la función arbitral a un tribunal
colegiado, con un número impar de miembros elegidos por su versación y honorabilidad
universalmente reconocidas.
Muchos tratados generales de arbitraje establecen que las cuestiones se someterán al Tribunal
Permanente de Arbitraje de La Haya, o bien dejan opción entre dicho tribunal y cualquier otro que las
partes convengan organizar.
La organización y el funcionamiento del llamado Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya están
reglados pro la convención para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales elaborada en La
Haya en 1899,y modificada en 1907, pero todos tienen libertad para acudir, si así lo convienen, a un
tribunal ad hoc.
A pesar de su nombre, el referido tribunal de La Haya no está constituido de forma permanente. Sólo
se ha instituido un régimen que permite organizar un tribunal tan pronto como dos o más Estados
convengan en recurrir a sus servicios. Ese régimen consiste en una secretaría permanente,
establecida en La Haya, que conserva una lista de las personalidades designadas a razón de cuatro
por cada uno de los Estados ligados por las referidas convenciones de 1899 o 1907. Llegado el caso
de acudir al tribunal, las partes eligen de común acuerdo, dentro de la mencionada lista, el árbitro o
árbitros que han de constituirlo.
Las “comisiones mixtas” con tribunales arbitrales que generalmente se instituyen para pronunciarse
sobre una cuestión de límites o sobre reclamos pecuniarios o contractuales. Pueden organizarse con
miembros desinados en número igual por los Estados que son parte, y entonces ha ocurrido en
algunos casos que se les ha dado la facultad de proceder a la manera de “amigables
componedores”, pero casi siempre la de “comisiones mixtas” actúan como tribunales arbitrales. f.
Iniciación del juicio.
El juicio se inicia como consecuencia de una cuerdo formal entre las partes.
Ene l caso de un arbitraje ocasional, ese acuerdo es de carácter ad hoc y se denomina “compromiso
arbitral”.
El “compromiso arbitral” debe contener ciertas cláusulas fundamentales: son las concernientes a la f
roma y el plazo par a la designación del tribunal y para constituirlo; a la definición clara y precisa de
la cuestión/cuestiones cuya decisión se le ha encomendado; a las normas de fondo que debe aplicar
(si son de DD. II. O las de “equidad”, o ambas, o bien la autorización expresa al tribunal para fijarlas
por sí mismo); el término dentro el cual deberá dictar sentencia y al modo de cubrir las costas y
demás erogaciones.
Cuando el juicio debe realizarse en virtud de un tratado general de arbitraje. Puede ocurrir así
cuando el tratado es explícito y claro sobre las divergencias del futuro que deben someterse a
arbitraje, sobre la manera de constituir el tribunal, sobre la naturaleza y extensión de sus poderes,
sobre el derecho aplicable sobre el procedimiento, etc. Pero si tales estipulaciones no se encuentran
ene l tratado general, es menester concertar en cada caos un acuerdo ad hoc entre las partes.
La necesidad de concertar en cada caso un “compromiso arbitral” es el punto débil del arbitraje como
medio de solución de las divergencias internacionales; a poco que las partes opongan dificultades, el
acuerdo se hace inasequible y con ello el arbitraje. Para salvar tal obstáculo se ha estipulado en
algunos tratados generales de arbitraje que, a falta de “compromiso arbitral”, el tribunal será
convocado mediante requisición de una sola de las partes.
g. Normas de fondo aplicable al juicio.
Corresponde a las partes fijar de común acuerdo cuáles han de ser las normas de fondo que deben
regir en el litigio para apreciar los hechos y las pruebas así como las alegaciones respectivas. Todo
ello está condicionado por la naturaleza y las circunstancias de la cuestión.
En ciertas ocasiones, las partes convienen en realizar un arbitraje de derecho. Estipulan que el
tribunal deberá regirse por normas del DD. II., pero en casos excepcionales precisan de común
acuerdo reglas de fondo para que el tribunal se ajuste a ellas como reglas de derecho.
En otras oportunidades, las partes acuerdan que el tribunal aplique las normas más elásticas que las
estrictamente jurídicas: estipulan entonces un arbitraje de equidad. (ex aequa et bono).
La autorización para pronunciarse según “la equidad”, debe ser expresa porque confiere a los
árbitros una facultad que no está restringida por frenos legales. Tal autorización existe cuando las
partes estipulan que los árbitros decidirán ex aequa et bono o al menos manifiestan que procederán
de acuerdo con la justicia y la equidad.
Los árbitros autorizados para decidir “de acuerdo con el derecho internacional” no pueden
pronunciarse según la “equidad” aunque estimen satisfacer con ello deficiencias del DD. II. Y cuando
las partes han acordado que los árbitros se pronunciarán “de acuerdo con el derecho internacional y
ex aequo et bono” debe entenderse que ésta actúa de modo subsidiario.
En la práctica sucede a menudo que las estipulaciones acordadas por las partes, siendo el resultado
de trabajosas negociaciones diplomáticas, no aparecen suficientemente claras acerca del derecho
aplicable y se hace difícil precisar si han convenido un arbitraje juris o un arbitraje juris y ex aequa et
bono. Sin embargo el p unto es de capital importancia para la decisión del litigio.
Si las partes nada hubieran estipulado acerca de las reglas que ha de aplicar el tribunal, parece
indudable que éste debe ajustarse a las provenientes del derecho internacional.
h. El procedimiento.
La reglas del procedimiento que ha de seguirse en el juicio son establecidas por las partes en el
“compromiso arbitral” o en un acuerdo ad hoc. Como es obvio, ellas pueden delegar esa función en
el tribunal.
Puesto que el juicio arbitral es contencioso, las reglas del procedimiento –sean cuales fueren los
detalles- se inspiran siempre en el doblo propósito de asegurar que ambas partes sean debidamente
oídas y de que el tribunal disponga de libertad para la apreciación de las pruebas.
Ni en los tratados generales de arbitraje ni en el “compromiso arbitral” se especifica a quién
corresponde la carga de la prueba. En la práctica, los árbitros han entendido que la carga de la
prueba incumbe a la parte que afirma un hecho y, en su caso, a la que opone una excepción o una
defensa. i. El fallo.
El tribunal está obligado a dictar sentencia sobre la cuestión o cuestiones que s ele han sometido. Y
para ello debe ajustarse a las normas estipuladas en el “compromiso arbitral”, tanto en lo que
respecta a fondo del asunto como a la forma en el proceso porque sus facultades provienen de aquel
acuerdo entre las partes.
El fallo debe decidir de modo claro y preciso la cuestión o cuestiones concretas sometidas y no otras
que difieran de éstas por su naturaleza y alcance.
Habiéndose desarrollado el proceso sin que las referidas deficiencias fuesen observadas o
subsanadas por las partes, habiendo concurrido éstas y producido las probanzas y alegaciones que
han estimado necesarias, parece indudable que el tribunal puede y debe pronunciarse interpretando
según su ciencia y conciencia “el compromiso arbitral”. Y en el caso de un arbitraje puramente juris,
el tribunal puede y debe decidir aplicando las normas provenientes de las diversas fuentes del
derecho internacional, esto es, de los tratados y de la costumbre y, de modo subsidiario, de los
“principios generales del derecho”, la jurisprudencia y la doctrina.
El tribunal carece de competencia para declarar nula una ley o sentencia; pero si esa ley o sentencia
fuere la causa del litigio, el tribunal está habilitado para declarar responsable al Estado
correspondiente. El tribunal debe examinar los hechos, aquilatar las pruebas y las alegaciones de las
partes y someter todo ello a un análisis crítico a la luz de ciertas normas, y de su propio
entendimiento, y aún ene l caso de actuar ex aequo et bono, la solución a que arribe como más
satisfactoria se apoya en ciertos fundamentos. Por tanto, es menester que el fallo sea motivado.
Cuando el tribunal es colegiado, el fallo debe ser dado por mayoría de votos.
En cuanto a los emolumentos y demás gastos del juicio, se acostumbra generalmente convenir el
“compromiso arbitral” que cada parte cargará con los propios y con la mitad de los inherentes al
tribunal. i. Efectos del fallo.
Una vez notificado a las partes, el fallo hace cosa juzgada y el tribunal se disuelve.
La cosa juzgada rige solamente para las partes en litigio y en lo que respecta al caso resuelto. Este
doble efecto alcanza a los terceros estados que hayan intervenido en el proceso.
El fallo arbitral no es apelable.
El hecho de someter a arbitraje una cuestión lleva implícita la obligación para las partes de cumplir
de buena fe el fallo.
El fallo constituye un conjunto jurídico indivisible, debe cumplirse íntegramente; pero, si surgieran
dificultades prácticas para ejecutar alguna de sus disposiciones, la parte obligada no podría invocar
aquella indivisibilidad jurídica para rehusarse a cumplir las demás obligaciones que fuese
materialmente posible ejecutar.
En muchos tratados de arbitraje se estipula que cualquier de las partes puede solicitar al tribunal que
ha dictado el fallo, que aclare o interprete las decisiones que ella considere a obscuras o dudosas. 4)
A veces se estipula la posibilidad de un recurso de revisión ante el mismo tribunal, dentro de un lazo
dado, siempre que se reúnan ciertas condiciones consistentes ene l descubrimiento de un hecho
que, habiendo sido ignorado, al terminar los debates, pro el tribunal y por la parte que solicita la
revisión, fuese de naturaleza tal que hubiera ejercido influencia en el fallo.
5) El fallo carece de fuerza obligatoria cuando el árbitro se ha excedido de los límites de la
competencia. En tales circunstancias, el fallo carece de fuerza obligatoria porque el árbitro ha
desnaturalizado su mandato. Sin embargo, no puede hablarse de nulidad del fallo en el sentido en
que esta expresión se emplea en el ámbito de los tribunales internos de justicia.
3. Corte Internacional de Justicia
Antecedentes.
El nacimiento de la C.I.J. está ligado al de la Organización de las Naciones Unidas. Sus ligámenes a
las NN.UU. hicieron necesario crear un nuevo Tribunal de Justicia, distinto del Tribunal Permanente
de Justicia Internacional que había sido una creación de la fracasada y fenecida Sociedad de
Naciones. La creación de un nuevo Tribunal se prevé por la Conferencia de Dumbarton Oaks de
1943, la cual propone que el Estatuto del futuro Tribunal forme parte integrante de la Carta de
Naciones Unidas, proposición que se recogió en el art. 92 de dicha Carta y que los Estados
Miembros fueran ipso facto partes en el Estatuto.
El nuevo Tribunal, cuyos jueces fueron designados el 5 de febrero de 1946, se reunió por primera
vez el día 3 de octubre de 1946. El propio Tribunal elaboró su propio Reglamento que fue aprobado
el 6 de mayo de 1946, y que ha sido enmendado en dos ocasiones, en 1972 y en 1978.
Organización del Tribunal.
El Tribunal Internacional de Justicia que tiene las funciones de un órgano colectivo de carácter
judicial compuesto por un cuerpo de magistrados o jueces y de un Secretario y organizado de forma
que pueda funcionar de una manera permanente.
El C.I.J. está compuesto por quince miembros, que forman un cuerpo de magistrados
independientes, elegidos “entre personas que gocen de alta consideración moral y que reúnan las
condiciones requeridas para el ejercicio de las más altas funciones judiciales en sus respectivos
países o que sean jurisconsultos de reconocida competencia en materia de Derecho Internacional”
(art. 2 del Estatuto). En la elección se tendrá en cuenta no sólo que individualmente reúnan las
condiciones reseñadas “sino también que en el conjunto estén representadas las grandes
civilizaciones y los principales sistemas jurídicos del mundo” (Art. 9 del Estatuto).
La lista de candidatos a jueces se forma a base de propuestas hechas por los grupos nacionales del
Tribunal Permanente de Arbitraje. A falta de grupo nacional por no estar representados los Estados
Miembros de las N.U. en el Tribunal Permanente de Arbitraje, los “candidatos serán propuestos por
grupos nacionales que designen a este efecto sus Gobiernos respectivos” (art. 4.2 del Estatuto). Con
las personas designadas, el Secretario General de N.U. preparará una lista por orden alfabético que
presentará a la Asamblea General y el Consejo de Seguridad (art. 7 del Estatuto).
La elección de los Jueces se hace por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las NN.UU
que votarán independientemente. Ello quiere decir que debe obtener la misma persona o candidato
al mayoría requerido en los Órganos reseñados. Para ser elegidos se requiere que los candidatos
obtengan la “mayoría absoluta devotos en la Asamblea General y en el consejo de Seguridad” (Art.
10.1 del Estatuto). Si después de la primera votación quedaran plazas vacantes se celebrará para
cubrirlas una segunda incluso una tercera votación.
La duración del mandato de los jueces es de nueve años y son reelegibles (art. 13.1 del Estatuto).
Los jueces pueden renunciar y ser separados del cargo si “a juicio unánime de lo demás miembros,
hayan dejado de satisfacer las condiciones requeridas” (art. 18.1 del Estatuto) para su elección y de
las que ya hemos hecho referencia.
Existe en el C.I.J. la figura de un juez ad hoc que está prevista para las causas en las que no haya
ningún juez en el Tribunal que tenga la nacionalidad de los Estados litigantes (art. 31.2 y 31.2 del
Estatuto). En este caso está prevista la posibilidad de designar un magistrado por el Estado o
Estados que no tienen juez de entre sus nacionales en el Tribunal mientras dure el procedimiento,
con las mismas prerrogativas y funciones que tienen el resto de los jueces del Tribunal, aunque
puede ocurrir que la parte autorizada a nombrar un juez ad hoc elija a una persona que no tenga su
nacionalidad (como por ejemplo hizo Nicaragua en el asunto de las actividades militares y
paramilitares en y contra Nicaragua).
El Presidente se elige por tres años y representa al Tribunal, dirige lo trabajos, los servicios, los
debate s y las vistas (art. 45 del Estatuto). El Presidente tiene la obligación de residir en la sede del
Tribunal (art.
22.2 del Estatuto), y tiene voto de calidad en los empates (art. 55.2 del Estatuto). Será sustituido en
las ausencias o en los casos de imposibilidad de actuar por el Vicepresidente.
La secretaría del Tribunal está compuesta por un Secretario y un Secretario Adjunto y los
funcionarios. El Secretario y el Adjunto son elegidos por el Tribunal para un período de siete años y
son reelegibles. El Tribunal se reúne y funciona en pleno, en salas especiales o en sala de
procedimiento sumario. Lo normal es que el Tribunal ejerza sus funciones en sesión plenaria, es
decir, con asistencia de todos los magistrados o al menos con un quórum de nueve, ya que con
menos número no podrá funcionar. El funcionamiento en salas especiales está previsto en el art.
26del Estatuto. En el mismo se dice que podrán constituirse salas de tres o más magistrados para
determinados asuntos como los relativos al trabajo, tránsito y comunicaciones. También es posible
constituir salas especiales para conocer un negocio determinado.
La competencia del tribunal en materia contenciosa.
“Una de las manifestaciones más típicas de la estructura paritaria de la Comunidad Internacional
está constituida por la imposibilidad para un Estado de obtener la solución de una controversia en
que sea parte por medio de sentencia sin el consentimiento del Estado con el que haya surgido la
controversia en concreto. Según el Derecho Internacional, la iniciación de un procedimiento no e s
posible en base a la voluntad de uno solo de los contendientes”.
Hay que distinguir la competencia ratione personae de la competencia ratione materiae.
Con respecto a las personas hay que afirmar inicialmente que sólo los Estados podrán ser Partes en
casos ante la Corte” (art. 34.1 del Estatuto). La afirmación lleva como consecuencia que los
particulares no tienen acceso al Tribunal en vía contencioso ni en la consultiva. Las Organizaciones
Internacionales tampoco tienen acceso en vía contenciosa al Tribunal; no obstante, el Estatuto de la
Corte en su art. 34.2 nos dice que “podrá solicitar de las Organizaciones Internacionales públicas
informaciones relativos a casos que se litiguen ante la Corte y recibirá la información que dichas
Organizaciones envíen a iniciativa propia”.
El Tribunal está abierto a los Estados, pero no a todos los Estados. Cabe al respecto distinguir los
siguientes grupos de Estados que pueden llevar sus diferencias ante el tribunal i- Los Estados que
sean Parte en el Estatuto de la Corte (art. 35.1), y dentro de estos podemos distinguir otros dos
grupos, los Estados que son miembros de las NN.UU., ya que estos son ipso facto partes en el
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (Art. 93.1 de la Carta) y otros Estados que han llegado
a ser partes en el Estatuto pro cumplir las condiciones “que determine en cada caso la A.G. a
recomendación del Consejo de Seguridad” (art. 93.2 de la Carta).
ii- Los Estados que no sean Parte en el Estatuto. Para que esté abierta la Corte ante estos Estados
deben cumplir una suerte de condiciones. Dichas condicione son: depositar una declaración
aceptando la jurisdicción del Tribunal, comprometerse a cumplir de buena fe las decisiones del
Tribunal y aceptar todas las obligaciones de los miembros de las NN.UU.
Por razón de la materia la Corte es competente para entender de toda las diferencias de orden
jurídico que le sean sometidos por los Estados Partes en las mismas. Constituye una diferencia de
este tipo aquellas que versen sobre un punto del D.I. o sobre una situación de hecho que le lleve
aparejado unas consecuencias jurídicas internacionales.
Para que la C.I.J ejerza su competencia en materia contenciosa es necesario que las Partes en la
diferencia hayan manifestado su voluntad de someter el asunto al Tribunal.
Para la aceptación de la jurisdicción del Tribuna encontramos una diversidad de formas, que
sintetizaremos de la manera siguiente: i- Por medio de un acuerdo compromisorio. ii- Por medio de
tratados o convenciones que contengan cláusulas compromisorias.
Por medio de la aceptación del mecanismo de la jurisdicción obligatoria del C.I.J. mediante la
aceptación de la llamada “cláusula facultativa”.
Por medio de la aplicación del principio fórum prorogatum (forma de aceptación tácita o indirecta de
la jurisdicción, por ejemplo, realizar actos de procedimientos que no sean presentar una excepción
de procedimiento frente al Tribunal, o aceptar su competencia por medio de una carta. Es fórum
prorogatum contestar a una demanda unilateral de otro Estado).
La competencia del tribunal en materia consultiva.
Tiene la facultad de emitir dictámenes respecto a cualquier “cuestión jurídica”.
Rationae personae: Los Estados no pueden pedir dictámenes a la C.I.J., pero si pueden intervenir
ante el Tribunal mediante exposiciones escritas y orales.
En cuanto a las Organizaciones Internacionales hay que manifestar que la A.G. y el Consejo de
Seguridad tienen derecho a pedir dictámenes a la C.I.J., los otros órganos de NN. UU. Y los
Organismos especializados de la misma deben ser autorizados a pedir dictámenes a la C.I.J.
Rationae materiae: la C.I.J. es competente en vía consultiva sólo para pronunciarse sobre “cualquier
cuestión jurídica” (no política).
El procedimiento del tribunal
i. El procedimiento contencioso.
1. La iniciación del procedimiento.
Cuando un asunto se lleva por las partes o por alguna de ellas al Tribunal e iniciar el procedimiento
que en vía contenciosa terminará generalmente por medio de sentencia.
Como dice el art. 40.1 del Estatuto:
“Los negocios serán incoados ante la Corte, según el caso, mediante notificación del compromiso o
mediante solicitud escrita dirigida al Secretario. En ambos casos se indicarán el objeto de la
controversia y las partes”.
Las demandas para su presentación requieren, según el art. 38 del Reglamento, que se indique: 1) la
parte demandante; 2) el Estado contra el que se dirige; 3) el objeto de la diferencia; 4) los medios de
derecho en que el demandante pretende fundar la competencia del Tribunal; 5) la naturaleza precisa
de la petición o peticiones; 6) una exposición sucinta de los hechos y fundamentos jurídicos sobre los
que se basa la demanda, y 7) finalmente, debe llevar la firma del Agente del representante
diplomático de la Parte demandante en el País de la Sede del Tribunal o de la persona debidamente
autorizada. Para los asuntos que se introduzcan vía compromiso, el Reglamento en su art. 39 no
requiere otra formalidad que “la notificación del compromiso”. La aceptación de la competencia del
Tribunal se deduce de la aceptación del propio compromiso. La notificación del Tribunal debe ir
“siempre acompañada del original o de copia certificada”.
La representación de las partes ante el Tribunal deberá estar acreditada desde el inicio del
procedimiento. Como dice el art. 42 del Estado, “las partes estarán representadas por sus agentes”.
También pueden tener “consejeros o abogados”.
Una vez incoado el procedimiento mediante la presentación de la demanda o la notificación del
compromiso se empiezan a contar los plazos, la competencia del Tribunal se verifica si se da en esa
fecha, se fija el objeto del litigio y el secretario del Tribunal “transmitirá copia de la demanda o
notificación del compromiso” al Secretario General de NN.UU., a los miembros de la ONU y a los
demás Estados con derecho a comparecer en el Tribunal (art. 40 del Estatuto).
2. La fase escrita del procedimiento.
Una vez que se ha incoado el procedimiento, el Tribunal, organiza el procedimiento, es decir “la
forma y términos a que cada partes debe ajustar su alegato”. Éstos se presentarán en dos fases:
escrita y oral. La fase escrita se fija por el Tribunal mediante providencias y se especifica en ellas el
número de escritor, el orden de presentación y los plazos. Éstos podrán ser prorrogados por el
Tribunal a petición de la parte interesada.
Respecto al número de escritos y al orden de presentación, el Reglamento del Tribunal distingue
según que el procedimiento se haya iniciado por demanda o por compromiso. En los primeros, “las
piezas del procedimiento comprenden, en este orden, una memoria del demandante y una
contramemoria del demandado. El Tribunal puede autorizar o prescribir la presentación de una
réplica por el demandante y una dúplica por el demandado si las pares están de acuerdo o si el
propio Tribunal decide que estos escritos son necesarios” (art. 43 del Reglamento). Por el contrario,
si el asunto ha sido incoado por compromiso, el número y orden de presentación de los escritos será
el acordado en el propio compromiso, y en, caso de que éste guarde silencio o las partes no se
pongan de acuerdo, “cada una de ellas depositará una memoria y una contramemoria en los mismos
plazos. El Tribunal autorizará la presentación de una réplica y una dúplica si lo estima necesario”.
(Art. 46 del Reglamento).
El contenido está dado por el art. 49 del Reglamento, que literalmente dice:
“1. La memoria contendrá una exposición de los hechos en que se basa la demanda, los
fundamentos de derecho y las conclusiones.
La contramemoria contendrá: el reconocimiento o la negación de los hechos expuestos en la
memoria; una exposición adicional de hechos, si procede; observaciones relativas a los fundamentos
de derecho expuestos en la memoria; una exposición de fundamentos de derecho en respuesta; y
las conclusiones.
La réplica y la dúplica, si la Corte las autoriza, no repetirán simplemente los argumentos de las
partes sino que irán dirigidas a poner de relieve los puntos que todavía las separan.
En cada alegato escrito, la parte que lo presente indicará cuáles son sus conclusiones a esa altura
del procedimiento, distinguiéndolas de los argumentos presentados, o confirmará las conclusiones
hechas previamente”.
Todos los escritos deben ir acompañados de las correspondientes conclusiones que son “el
enunciado preciso y directo de una petición”.
La fase oral del procedimiento.
El procedimiento oral consistirá, según el art. 43.5 del Estatuto, “en la audiencia que el Tribunal
otorgue
a testigos, peritos, agentes, consejeros y abogados”. La fecha del inicio de las sesiones se fija por el
Tribunal o por el presidente (art. 54 del Reglamento). También él determina si las intervenciones
orales deben hacerse antes o después de las pruebas, así como el orden de sus actuaciones. Éstas,
que serán en audiencia pública, salvo que el Tribunal decida otra cosa o que lo pidan las partes (art.
59 del Reglamento), deberán ser todo lo sucintas que permita una buena presentación de los
argumentos. Durante la fase oral, además de oír a los testigos, peritos, etc., de los que nos
ocuparemos al estudiar la prueba, el Tribunal o los jueces pueden hacer preguntas o pedir
precisiones a los agentes, consejeros y abogados de las partes. Éstos pueden contestar
inmediatamente o bien más tarde, en el plazo fijado por el presidente. La contestación puede
hacerse oralmente o por escrito (art. 61 del Reglamento). Generalmente la contestación se hace a
posteriori y después de haber sido convenientemente preparada.
De cada audiencia se levanta un acta por el secretario en la lengua o lenguas oficiales utilizadas en
la misma. Copia del acta se transmite a los jueces ya las partes quienes bajo el control del Tribunal
pueden hacer correcciones sin modificar el sentid (art. 71 del Reglamento).
La fase oral se cierra por el presidente y losa gentes de las partes deben quedar a disposición del
Tribunal hasta que pronuncie la sentencia.
Los medios de prueba.
Tanto el Estado como el Reglamento tratan de la prueba de una manera general, sin distinguir la
prueba del derecho (costumbres, derecho interno, etc.) de la prueba de los hechos. La cuestión es
delicada, ya que en materia de Derecho internacional no se puede silenciar que al Tribunal se le
aplica el principio iur a novit curia, pero el alcance del mismo en determinadas cuestiones es
discutible. El tribunal ha preferido evitar la distinción de derecho y hechos en materia de prueba, y al
redactar su Reglamento ha procurado dar una fórmula más amplia y comprensiva al decirnos en su
art. 62.1 que:
“La Corte podrá invitar, en cualquier momento, a las partes a presentar los medios de prueba o a dar
las explicaciones que considere necesarios para aclarar cualquier aspecto de las cuestiones en
disputa o podrá tratar de procurarse otras informaciones con ese fin”.
La prueba documental está prevista en el Estatuto de la Corte, en su art. 43.2, estableciendo que
éste comprende “toda pieza o documento” en que se apoye la memoria, contramemoria, réplica y
dúplica.
En el Reglamento se ordena que se adjuntará a las piezas del procedimiento copias certificadas de
“todos lo documentos pertinentes presentados en apoyo de las tesis formuladas en cada escrito” (art.
50 del Reglamento).
En la fase oral del procedimiento cabe presentar una prueba testifical o bien la intervención de
peritos. En efecto, antes del inicio del procedimiento oral, cada parte debe comunicar al Secretario
“los medios de prueba que pretende invocar o que tiene intención de pedir al Tribunal. Estas
comunicaciones contienen la lista de nombres, apellidos, nacionalidades, profesión y domicilio de los
testigos y peritos que la parte desea utilizar, con indicación en términos generales, de los puntos
sobre los que deben declarar”. (art. 57 del Reglamento). Además, la Corte puede invitar a las partes
a presentar algún testigo o perito (art. 61.2 del Reglamento) y las partes pueden pedir en el curso del
procedimiento oral que se interrogue también a algún testigo o perito que no figure en la lista
transmitida a la Corte (art. 63 del Reglamento). Finamente, la Corte puede directamente “en
cualquier otro momento, comisionar a cualquier individuo, entidad, negociado, comisión u otro
organismo que ella escoja, para que haga una investigación o emita un dictamen pericial”. (Art. 50
del Estatuto).
Las conclusiones de las partes y su modificación.
Las conclusiones consisten “en enunciar precisa y directamente una petición sobre una diferencia
concreta”, son el “resumen preciso y conciso de la demanda motivada de cada una de las partes”.
Las conclusiones deben contener el objeto del litigo sobre el que deberá pronunciarse el Tribunal.
Simplifica enormemente la labor de los jueces. “La Corte tiene el deber de contestar a las peticiones
de las partes tal y como ellas se enuncian en sus conclusiones finales, pero también tiene el deber
de abstenerse de juzgar sobre los puntos no comprendidos en dichas peticiones”.
La deliberación del tribunal.
Acabado el procedimiento oral el Presidente declarará terminada la vista, y el Tribunal “se retirará a
deliberar” en privado y en secreto (art. 54 del Estatuto). Las deliberaciones finales tienen gran interés
ya que en ellas se preparará, a través de las discusiones e intercambios de puntos de vista, la
sentencia.
La sentencia y las peticiones de interpretación y revisión. La ejecución.
El momento final del procedimiento en vía contenciosa está marcado por la sentencia. En ella el
Tribunal emite su fallo en el asunto sometido a su consideración, que, según el art. 56 “debe ser
motivado”. El Reglamento, en su art. 95, nos dice cuál debe ser el contendió de la sentencia: 1) la
fecha de la lectura; 2) el nombre de los jueces; 3) la indicación de las partes; 4) el nombre de los
agentes, consejeros y abogados de las partes; 5) la exposición sumaria del procedimiento; 6) las
conclusiones de las partes; 7) las circunstancias de hecho; 8) los fundamentos de derecho; 9) el
fallo; 10) las decisiones relativas a las costas, si las hubiere; 11) el nombre de los jueces que hayan
constituido la mayoría; y 12) la indicación del texto que hace fe (que normalmente está redactado en
dos lenguas). El cuerpo de la sentencia se completa con los votos particulares de los jueces y las
declaraciones de éstos.
el cuerpo de la sentencia será leído en sesión pública y se considera que tiene la fuerza obligatoria
para las partes en litigio, a partir de ese día (art. 94.2del Reglamento) y “respecto del caso que ha
sido decidido” (art. 59del Estatuto).
Característica esencial de las decisiones de la C.I.J. en su carácter de definitivas e inapelables.
La interpretación ha sido definida por la C.I.J. en el sentido de que se propone “esclarecer el sentido
y el alcance de los que ha sido decidido con fuerza obligatoria por la sentencia”. Para que la
interpretación pueda darse, se requiere “un desacuerdo sobre el sentido o el alcance del fallo” (art.
60 del Estatuto), y para ello, según ha interpretado la C.I.J., se requieren dos condiciones:
“Es preciso que la petición tenga realmente por objeto una interpretación de la sentencia, lo que
significa que debe tender únicamente a esclarecer el sentido y alcance de lo que se ha decidido con
fuerza obligatoria por la sentencia, y además se requiere que exista una disputa sobre el sentido y
alcance de la sentencia”.
El alcance y sentido de las demandas de interpretación, como puede observarse, es limitado, pues
no va en contra del principio de cosa juzgada, ni va dirigido a obtener un nuevo fallo, sino a que éste
sea esclarecido.
La revisión afecta al principio de cosa juzgada y, como dice el art. 61 del Estatuto, podrá pedirse
“cuando la solicitud se funde en el descubrimiento de un hecho de tal naturaleza que pueda ser
factor decisivo y que fuera desconocido de la Corte y de la parte que pide la revisión siempre que su
desconocimiento de la Corte y de la parte que puede la revisión siempre que su desconocimiento
nos e deba a negligencia. Para la apertura en procedimiento de revisión se requiere: 1) que se trate
de un hecho desconocido; 2) que por su naturaleza justifique la revisión; 3) que se pida dentro de los
seis meses del descubrimiento del hecho nuevo, y 4) que no hayan transcurrido más de diez años
desde la fecha del fallo (art. 61 del Estatuto).
Sobre la ejecución de las sentencias se imponen unas pocas palabras. En principio las mismas
deben ser ejecutadas por los propios litigantes. La obligación de hacerlo deriva de la propia
aceptación de la competencia del Tribunal. El art. 94 establece que “cada miembro de las NN. UU.
Se compromete a cumplir la decisión de la Corte Internacional de Justicia en todo litigio que sea
parte”. La obligación se extiende a los Estados no miembros de las Naciones Unidas ya que entre las
condiciones bajo las que el Tribunal les está abierto figura la de acatar y cumplir las sentencias,
según se estipula en la Resolución 9 (1946) del Consejo de Seguridad de las N.U. del 1946.
En los casos de inejecución, cabe conseguir ésta por diversos procedimientos: 1) mediante medidas
unilaterales, y 2) por medio de la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Como puede verse, en el volumen consagrado a las Organizaciones Internacionales, las referidas
medidas pueden llegar a ser inoperantes en la práctica como consecuencia del derecho a veto a que
puede estar sometida la adopción de decisiones del Consejo de Seguridad.

ii. El procedimiento accidental.


Éstos pueden dar lugar incluso a la paralización del procedimiento principal o de fondo, o bien ser
resueltos en vía preliminar.
Las medidas preliminares.
El estatuto de la C.I.J. prevé que el Tribunal “tendrá facultad para indicar si considera que las
circunstancias así lo exigen, las medidas provisionales que deban tomarse para resguardar los
derechos de cada una de las partes” (art. 41.1), pues son tomadas “mientras se pronuncia el fallo”, y
dado que le objeto de las misma son es otro que el de “salvaguardar los derechos de cada parte
pendiente de la decisión del Tribunal. Esto es en tanto que el perjuicio que amenaza a esos
derechos fuera irremediable de hecho y de derecho”:
La provisionalidad y la urgencia son las características de este incidente en el procedimiento, que
pueda adoptarse por el Tribunal a petición de parte o de oficio con prioridad a cualquier otro asunto
de que éste conociendo el Tribunal (art. 74.1 del Reglamento).
Las excepciones preliminares.
La excepción preliminar “es un medio de defensa susceptible de poner fin al procedimiento sin que el
Tribunal se ha llamado a apreciar el fondo de la diferencia”.
Deben ser presentadas por escrito al Tribunal antes del plazo fijado para la entrega de la
contramemoria por el demandado o del propósito de la primera pieza del procedimiento por las
demás partes en el mismo (art. 79.1 del Reglamento). La presentación lleva aparejada la suspensión
del procedimiento principal, o de fondo (art. 79.3 del Reglamento).
Se inicia con un escrito que contiene una exposición de los hechos y del derecho en que se funda la
excepción o excepciones, de las conclusiones y de una nota de los documentos que se acompañan
en apoyo de las peticiones (art. 79.2 del Reglamento), Terminada esa fase escrita de procedimiento,
el Tribunal acordará el paso a la fase oral del mismo. Acabada la fase oral, el Tribunal delibera y
toma su decisión que puede ser de tres clases: a) rechazar la excepción, en cuy o caso se pasa al
examen del fondo del asunto y continúa el procedimiento principal; b) admitir la excepción en cuyo
caso no se pasa a examinar el fondo bien porque el Tribunal se considere incompetente o porque
nos e den las condiciones de admisibilidad, y c) se une la excepción al fondo del asunto, en cuyo
caso el procedimiento principal continúa y el Tribunal conoce le fondo del asuntos en las dos fases,
escrita y oral.
Las demandas reconvencionales.
Para que pueda presentarse una demanda reconvencional deben darse las siguientes condiciones:
Que la instancia principal haya sido presentada ante el Tribunal por medio de una demanda y no por
medio de un compromiso.
Tiene que haber una conexión directa entre el objeto de la demanda reconvencional y el objeto de la
demanda principal.
Que la demanda reconvencional debe contener una pretensión que sea de la competencia del
Tribunal. iv) Que sea presentada con la contramemoria de la parte que emane y figure la petición
entre las conclusiones de ésta (art. 80.2 del Reglamento).
La intervención.
La intervención de un tercer Estado en un procedimiento principal entre otros dos Estados está
previsto en los arts. 62 y 63 del Estatuto del Tribunal.
Según el art. 62 del Estatuto, “Si un Estado considerare que tiene un interés de orden jurídico que
puede ser afectado por la decisión del litigio, podrá pedir a la Corte que le permita intervenir”. En este
caso, la necesidad de que exista por parte interviniente, dicho “interés jurídico es esencial para la
admisión de la intervención por el Tribunal. También es necesario que haya una conexión directa
entre dicho interés y el objeto de la demanda principal”.
La intervención, en el caso previsto por el art. 62 del Estatuto, se hace mediante demanda que debe
ser depositada antes de cerrarse el procedimiento escrito, y deberá indicar además del nombre del
agente de su Gobierno y precisar el asunto que ella se refiere lo siguiente: “a) el interés de orden
jurídico que, según el Estado demandante, que va a intervenir, le afecte; b) el objeto preciso de la
intervención, y c) el ligamen que a efecto de la competencia del Tribunal exista entre el Estado
interviniente y las partes” en la diferencia (art. 81.2 del Reglamento).
La intervención, en base al art. 63 del Estatuto, se refiere a la interpretación que pudiere hacerse en
un proceso, ante el Tribunal, de una convención, en la que pudieran ser parte otros Estados distintos
de los litigantes. Estos otros Estados tendrán derecho a intervenir en el proceso; pero, si ejercen ese
derecho, la interpretación contenida en el fallo será obligatoria para ellos (art. 63.2 del Estatuto).
La intervención se hace por medio de una declaración en la que, además de indicar el nombre del
agente, el asunto y la convención a que se refiera, se deberá especificar: a) los datos en base a los
que el Estado declarante se considera como parte en la convención; b) la indicación del as
disposiciones de la convención que estime pueden estar en situación de ser interpretadas; c) una
exposición de la interpretación que el Estado declarante dé a estas disposiciones, y d) una nota de
los documentos que apoyan su interpretación, adjuntos en anexo (art. 82.2 del Reglamento).
Depositada la demanda o la declaración de intervención el Tribunal decidirá sobre su admisión con
prioridad sobre a el asunto principal (art. 84). Además fijará un plazo para que el Estado interviniente
presente sus observaciones durante la fase oral del procedimiento principal.
iii. El procedimiento en materia consultiva.
Comienza con a petición de dictamen al C.I.J., y analiza con la emisión de éste. Un dictamen
consiste en una opinión basada en derecho, dada por el Tribunal en su conjunto sobre “una cuestión
jurídica” que le haya sido preguntada por un órgano de las Naciones Unidas u Organización
Internacional que esté autorizada para ello. Sólo determinadas Organizaciones están facultadas para
pedir dictámenes, y ni los particulares ni los Estados pueden pedirlos a la C.I.J.
El Tribunal, en ejercicio de sus funciones consultivas, se guiará por las disposiciones dl Estatuto que
rijan en materia contenciosa.
La petición de dictamen se hace por el Secretario General de las Naciones Unidas o el alto
funcionario de la Organización autorizada al Tribunal (art. 104 del Reglamento). Sobre su forma nos
dice el art. 65.2 del Estatuto, que “las cuestiones sobre las cuales se solicite opinión consultiva serán
expuestas a la Corte mediante solicitud escrita, en la que se formula, en términos precisos, la
cuestión respecto de la cual se haga la consulta. Con dicha solicitud se acompañarán todos los
documentos que puedan arrojar luz sobre la cuestión”. Recibida la solicitud de dictamen, el
secretario del Tribunal “la notificará a todos los Estados que tengan derecho a comparecer ante la
Corte” (art. 66.1 del Estatuto), y “mediante comunicación especial y directa a todo Estado con
derecho a comparecer ante a la Corte, y a toda Organización
Internacional que a juicio de la Corte, o de su presidente, puedan suministrar alguna información
sobre la cuestión2 (art. 66.2).
Dentro de las medidas iniciales encontramos además de las notificaciones, el nombramiento del juez
ad hoc. Este no se nombra en todos los casos sino en aquellos en que “el dictamen es pedido
respecto de una cuestión jurídica actualmente pendiente entre dos o más Estados” (art. 102 del
Reglamento). En el procedimiento consultivo también encontramos una fase escrita generalmente y
una fase oral. En la primera los Estados y las O.I. que hayan recibido la comunicación especial
podrán presentar sus observaciones escritas dentro del plazo fijado por el tribunal (art. 105.2 a del
Reglamento). Por lo que se refiere a la fase oral se decidirá por el Tribunal, si hay lugar a ella, y, en
caso afirmativo, se fijará la fecha del inicio. En la misma los representantes de las O.I. y de los
Estados presentan sus informes e intervenciones por el orden que acuerde el Tribunal.
Acabada la fase oral, el Tribunal delibera de la misma forma que lo hace en el procedimiento
contencioso, y prepara su dictamen, que es leído en audiencia pública.
Los dictámenes no producen los siguientes efectos:
Los dictámenes no producen efectos de cosa juzgada, pues son “decisiones jurisdiccionales
normativas”. Además, la C.I.J. n o está ligada por sus dictámenes.
Tampoco el dictamen tiene, salvo excepciones, fuerza obligatoria. Esto requiere dos precisiones: en
primer lugar, que efectivamente un dictamen no puede producir efecto obligatorio para los Estados;
pero ello no permite afirmar que para la Organizaciones peticionarias del dictamen, máxima si es la
O.N.U. no produzca ciertos efectos obligatorios.
Además existe la excepción de haberse concedido efectos obligatorios a determinados dictámenes.
En estos casos la obligatoriedad no está fundamentada en el Estatuto de la C.I.J. sino en otros
instrumentos internacionales que acuerden concederles tal efecto. Ejemplos: la “Convención sobre
privilegios e inmunidades de las N.U.”.
4. Medios coercitivos que no suponen el uso de la fuerza armada.
a. Conceptos generales.
Cuando una divergencia internacional no llega a ser resulta ni por negociaciones diplomáticas entre
las partes ni con la colaboración de terceros, sólo restan dos caminos posibles: o las partes
abandonan toda nueva gestión a la espera de que si el tiempo provea oportunidad más propicia, o
alguna de ellas recurre a los medios coercitivos.
Estos medios son la retorsión, las represalias, la ruptura de relaciones diplomáticas y el ultimátum.
La guerra constituye la máxima forma de coerción entre los Estados. b. La retorsión.
Hay retorsión cuando un Estado aplica a otro la misma o similar medida restrictiva o prohibitiva que
éste, usando de un derecho, ha aplicado a aquél. No supone el uso de la fuerza armada.
Por ejemplo: un Estado, sin violar tratados, dispone una elevación de tarifas aduaneras con respecto
a ciertas mercaderías, o establece restricciones a la admisión de buques o personas extranjeras o a
los derechos que éstos puedan ejercer; en tales casos, otro Estado, afectado por esa actitud puede
adoptar análogas medidas.
c. Las represalias.
Es la adopción con respecto a determinado Estado, de ciertas medida de coerción en respuesta a un
hecho ilícito realizado por aquél en perjuicio de sus derechos del Estado o de sus nacionales.
Las represalias son de naturaleza diversa, por ejemplo, prohibir la entrada a puerto a los buques de
la
bandera del Estado culpable, o proceder a su embargo.
El ejercicio de las represalias conduce a una pendiente peligrosa: incita a contestar una represalia
con otra nueva y más grave, de tal manera que lo actos sucesivos y crecientes de fuerza pueden
degenerar en serio conflicto y provocar la fuera.
Las represalias no deben ser excesivas en relación al daño recibido y deben terminar si se acepta el
reclamo.
El art. 2.4 de la Carta de la ONU establece la prohibición de represalias con uso de la fuerza armada.
En ciertos casos las represalias pueden ser autorizadas en un tratado. Ejemplo: el Convenio del Café
de 1968.
La ruptura de relaciones diplomáticas.
Es ésta una medida que un Estado asume cuando se siente gravemente afectado por la conducta de
otro Estado, o cuando la desinteligencia ha llegado a un punto que considera preferible no discutir
más directamente y aun formular con ello una advertencia indirecta acerca de su desagrado.
La medida se adopta entregando sus pasaportes al jefe de la misión diplomática correspondiente,
como así también a todos los miembros del personal oficial y sus familias, y ordenando así a los
propios agentes diplomáticos en el país respectivo soliciten a su vez sus pasaportes. En principio, la
ruptura de relaciones diplomáticas no comprende a los funcionarios consulares, dado que el
desempeño de su cargo no tiene alcance político.
Los agentes diplomáticos deben abandonar el país a la brevedad posible. Mientras tanto, sus
inmunidades y privilegios, como también las consideraciones de cortesía personal, no cesan hasta
que traspongan la frontera.
El bloqueo pacífico.
Es una forma de represalia, pero también sirve de instrumento para desarrollar una intervención de
carácter político. Consiste en impedir, por medio de fuerzas navales y sin que exista estado de fuera,
las comunicaciones marítimas de un país determinado.
La interdicción del uso o el amenaza de la fuerza contenido en el artículo 2.4 de la Carta de la ONU
ha transformado el bloqueo pacífico en un acto ilegal, pues supone claramente le uso de la fuerza
armada. EL bloqueo pacífico puede, eso sí, ser decidido por el Consejo de Seguridad de acuerdo al
artículo 42, como una medida para mantener la paz y la seguridad internacional, en caso de
amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o actos de agresión.
No ha habido un caso de declaración de bloqueo pacífico desde 1945, pero debe recordarse el caso
de la “cuarentena” decretada en 1962 por EE. UU. a las costas de Cuba, en ocasión de la
construcción de silos para cohetes nucleares por la Unión Soviética.
La medida se basó jurídicamente ne una decisión unánime del Órgano de Consulta de la O.E.A. que
recomendó a los miembros tomar las medidas necesarias, incluso el uso de la fuerza, para impedir
que Cuba recibiera el material militar. El asunto fue tratado en el Consejo de Seguridad pero no se
adoptó ninguna resolución. La U.R.S.S. protestó y la disputa se resolvió mediante negociaciones,
cuyo resultado fue el retorno a la U.R.S.S. de los misiles y el levantamiento por los EE. UU. de la
“cuarentena”: El gobierno argentino ordenó a buques de la Armada participar de esta “cuarentena”.
f. El últimatum.
Es una intimación que un gobierno dirige a otro, por medio de una nota diplomática como proposición
final con respecto a una divergencia que los separa, requiriéndole aceptar determinada solución
entro de un plazo que generalmente es de 24/48 horas, siendo entendido que la no aceptación
implica la adopción de medidas graves, por ejemplo la ruptura de relaciones diplomáticos y aún la
guerra.

Unidad 12
1. La Organización de las Naciones Unidas.
Ideas generales.
La ONU es el intento más amplio y acabado en la historia de la Humanidad de crear una OI capaz de
mantener la paz y seguridad internacionales, que es el primero y principal de sus propósitos. Forman
parte e la misma como miembros la inmensa mayoría de los Estados del mundo. Por ello la
catalogamos entre las Organizaciones de ámbito universal.
Antecedentes.
La ONU no surgió de forma inesperada, sino a través de un proceso laborioso.
Entre los antecedentes remotos la experiencia de la Sociedad de Naciones es el más cercano a la
actual ONU. Dicho antecedente no fue siquiera mencionado por los redactores de la Carta. Era
lógico este proceder si tenemos en cuenta la amarga experiencia de la S. de N. y el hecho de que
dos de los grandes protagonistas de la nueva OI se encontraron en una situación especial ante la S.
de N. Por un lado los EE. UU. no participaron en la misma, pues el Senado norteamericano se negó
a ratificar el Pacto de la S. de N., puesto que el Senado norteamericano se negó a ratificar el Pacto
de la S. de N., y por otro lado la URSS había sido expulsada de dicha sociedad por su agresión a
Finlandia. Que no haya sido mencionado no quiere decir que no se tuviera en cuenta al estructurar la
ONU.
Como antecedentes próximos encontramos la Declaración de lo Aliados, firmada en Londres en
1941 por representantes de 14 países aliados y la importantísima declaración conjunta (la
denominada Carta del atlántico), firmada por el Presidente norteamericano Roosevelt y el premier
británico Churchill. Otro paso importante fue la Declaración de Washington o Declaración de las
NN .UU. que suscribieron 26 naciones en 1942, en la que se sientan las bases sobre las que habría
de sustentarse la política exterior y el nuevo orden del mundo. Tenía ocho principios reconocidos en
la Carta, entre los cuales podemos mencionar la renuncia a toda expansión territorial, la prohibición
de cambios territoriales contra la voluntad de los pueblos; respeto al derecho de cada pueblo a
escoger libremente su forma de gobierno, etc.
Hito capital en el camino de la ONU fue la Declaración de Moscú del ’43, firmada por los
representantes de las cuatro grandes potencias: EE. UU., Gran Bretaña, Rusia y China. En ella se
hablaba del deseo de perpetuar en tiempos de paz la comunidad de grandes potencias impuesta por
las necesidades de los tiempos de guerra. Se halaba también de establecer una Organización
Internacional encargada de mantener la paz (art. 4º). A esta Declaración siguió la de Teherán del ’43
en parecidos términos. Los principios de la Declaración de Moscú necesitaban un desarrollo
posterior, y para ello el Gobierno Soviético proponía la creación de unos Comités de expertos para
proyectar una OI sobre los principios anteriores. El Gobierno norteamericano sugirió la celebración
de una Conferencia de expertos, que se reunieron en dos etapas entre el 21 de agosto al 7 de
octubre de 1944, en Dumberton Oaks. De dicha reunión salieron unas propuestas que dejaron
sentadas las bases de la ONU y fueron comunicadas por el Departamento de Estado norteamericano
en diciembre del ’44, a todas las naciones, abriéndoles la posibilidad de presentar enmiendas y
sugerencias a las referidas propuestas. No obstante, quedó por resolver el gravísimo problema del
voto ene l Consejo de Seguridad. A la solución del mismo se llegó en la Conferencia de Yalta, que se
realizó a principios del ’45, y la final de la cual se hizo oportuna. Se tomó un acuerdo sobre el voto
ene l C de S, pero no se hace público hasta que no se someta a los Gobiernos de China y de Francia
Libre, y posteriormente fue dado a la publicidad en marzo del ’45. En la
Declaración de Yalta se preveía la convocatoria para el 25 de abril de 1945m de la Conferencia de
SAN Francisco.
La C. de San Francisco se celebró entre los días 25 de abril y 16 de junio de 1945 y tomaron parte
50 naciones. La Conferencia quedó dividida en cuatro Comités generales de verificación, dirección,
ejecutivo y de coordinación, y cuatro Comisiones (Disposiciones generales, AG, C de S y
Organización judicial).
Fruto final de la C. de San Francisco fue la Carta de las NN. UU., firmada el 26 de junio de 1945, y el
Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia, que figuraba como anexo a la misma.
La necesidad de poner en marcha las estipulaciones dela Carta y preparar la Primera Asamblea se
puso de manifiesto en la propia Conferencia de San Francisco y por ello se firmó un Tratado
conocido como Disposiciones provisionales, en el cual se preveía la creación de una Comisión
preparatoria para llenar dicho cometido. Dicha Comisión cesaría de funcionar en el momento de la
elección del Secretario general de la Organización. La Comisión cumplió su cometido y la AG pudo
celebrar su primera reunión en Londres entre los días 10 de enero a 14 de febrero de 1946. A partir
de esta primera reunión la ONU se puso en marcha, ya que en esta fecha la Carta había entrado en
vigor, hecho que ocurre el 24 de Octubre de 1945, día en el que se habían recibido las ratificaciones
de los «cinco grandes» y de la mayoría de los Estados signatarios.
c. Naturaleza jurídica de la Carta.
Por los primeros comentaristas de la Carta se planteó el problema de si ésta supone un simple
tratado internacional, o más bien se trata de una Constitución. Desde el punto de vista formal es
innegable que nos encontramos ante un Tratado internacional, no obstante éste ofrezca algunas
particularidades especiales. Una de las cuestiones es la superioridad de la Carta respecto a lo
demás Tratados concluidos por sus Miembros. Según se ha indicado, el art. 103 de la Carta
prescribe que:
«En caso de conflicto entre las obligaciones contraídas por lo Miembros de las NN. UU. en virtud de
la presente Carta y sus obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro convenio internacional,
prevalecerán las obligaciones impuestas por la presente Carta»
La razón de ser de este precepto la encontraba Aréchaga en la experiencia de la S. de N. en cuanto
al intento en el ’36 de aplicar sanciones a Italia.
El art. 103 puede dar lugar al planteamiento de cuatro supuestos de incompatibilidad que vamos a
examinar por separado:
i. El conflicto entre las obligaciones estipuladas en Acuerdos anteriores a la Carta y ésta entre
Estados miembros de la Organización: se resuelve por el principio de ley posterior deroga a la
anterior. ii. Un segundo conflicto lo plantean los conflictos entre acuerdos posteriores a la Carta y
ésta entre Estados miembros de la Organización. Se trata de una obligación particular que han
contraído los miembros d hacer prevalecer las obligaciones de la Carta y conseguir que éstas
puedan ser cumplidas en todos sus términos sin ninguna traba jurídica.
El tercer supuesto es el de los conflictos que pudieran plantearse ante Acuerdos anteriores y la Carta
entre un Miembro de las NN. UU., y un Estado no Miembro. La cuestión hoy ha perdido interés por la
ampliación del número de miembros de las NN. UU., pero las dudas sobre la aplicabilidad del art.
103 a Estados no Miembros de la ONU ya se planteó en la Conferencia de San Francisco y tanto la
práctica como la doctrina se inclinó por la no aplicabilidad a terceros.
Finalmente, uncu arto supuesto es el conflicto que pudiera sufrir en el improbable caso que se diera,
entre las obligaciones contraídas por acuerdos posteriores y la Carta entre un Estado Miembro de la
ONU y un Estado no miembro. La solución es idéntica al punto anterior.
d. La reforma y la revisión de la Carta.
i. Reforma.
La reforma viene de la mano del art. 108., cuando dice que:
«Las reformas a la presente Carta entrarán en vigor para todos los Miembros de las Naciones
Unidas cuando hayan sido adoptadas por el voto de las dos terceras partes de los miembros de la
Asamblea General y ratificadas, de conformidad con sus respectivos procedimientos
constitucionales, por las dos terceras partes de los Miembros de las Naciones Unidas, incluyendo a
todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad».
El artículo sienta un principio básico democrático, pero es cercenado a la hora de ponerse en
práctica, ya que surge el derecho de veto en la fase de ratificación de las reformas adoptadas, pues
se requieren las ratificaciones de los miembros permanentes dl Consejo de Seguridad.
En el supuesto de que una reforma a la Carta hubiese sido aprobada y posteriormente ratificada por
quórum (art. 108), dicha reforma resulta obligatoria para todos los miembros de la Organización,
incluidos los que se hubieran opuesto a la misma. Dichos miembros se verían en la alternativa de
acatar dicha reforma o retirarse de la Organización, perdiendo su status.
En la práctica de la Organización se han realizado reformas de la Carta por el procedimiento previsto
en el art. 108 de la misma, relativas al aumento de miembros de algunos de sus miembros (Consejo
de Seguridad, y ECOSOC).
Las referidas reformas son las únicas que en aplicación del art. 108 se han llevado a cabo. No
obstante, en la práctica, y por procedimientos no estatuarios se han realizado otras reformas, como
por ejemplo la realizada a través de la Resolución 377 (V) de la A.G. de 1950, que supuso la
ampliación de facultades de la AG en materias relativas al mantenimiento de la paz.
ii. Revisión.
Está reglamentado por el art. 109:
«1. Se podrá celebrar una Conferencia General de los Miembros de las Naciones Unidas con el
propósito de revisar esta Carta, en la fecha y lugar que se determinen por el voto de las dos terceras
partes de los miembros de la Asamblea General y por el voto de cualesquiera nueve miembros del
Consejo de Seguridad. Cada Miembro de las Naciones Unidas tendrá un voto en la Conferencia.
Toda modificación de esta Carta recomendada por el voto de las dos terceras partes de la
Conferencia entrará en vigor al ser ratificada de acuerdo con sus respectivos procedimientos
constitucionales, por las dos terceras partes de los Miembros de las Naciones Unidas, incluyendo a
todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Si no se hubiere celebrado tal Conferencia antes de la décima reunión anual de la Asamblea General
después de entrar en vigor esta Carta, la proposición de convocar tal Conferencia será puesta en la
agenda de dicha reunión de la Asamblea General, y la Conferencia será celebrada si así lo
decidieren la mayoría de los miembros de la Asamblea General y siete miembros cualesquiera del
Consejo de Seguridad.»
Supone, para efectuarle, la convocatoria de una Conferencia general. La convocatoria de la misma
habrá de acordarse por el voto de las 2/3 partes de los miembros de la A.G., y por el voto de
cualesquiera nueve miembros del C. de S. Para la adopción de las modificaciones se requiere el voto
favorable de las 2/3 de los miembros de las NN. UU., incluyendo todos los miembros permanentes
del C. de S.
En la décima Asamblea se cumplió la letra del precepto estatuario, pero nos e decidió la
convocatoria a la Conferencia, simplemente se acordó crear un «Comité de Preparativos» encargado
del estudio de la cuestión. Dicho Comité fue renovándose periódicamente hasta el año 1965, sin
resultado práctico. Como consecuencia de dicho fracaso se cambió de orientación y en 1970 se pidió
al Secretario General que invite a los Estados miembros a comunicarle sus opiniones y sugerencias
sobre la revisión, que no requieren la introducción de reformas a la Carta. La A.G. mediante
consenso, elevó el número de miembros del Comité a 47 y así quedó establecido el «Comité
especial de la Carta de las NN. UU. y del fortalecimiento del papel de la Organización». El referido
Comité ha celebrado Sesiones anuales y presentado los correspondientes Informes a la A.G.
Los propósitos y principios de la Organización contenidos en la Carta. (Bolilla 4, no lo agrego porque
ya está hecho)

Los miembros de las NN. UU.


El status de miembro de las NN. UU. supone gozar de todos los derechos y estar sometido a todas
las obligaciones dimanantes de la Carta. Los mismos no son universales, por razones de carácter
político. i. Clasificación.
La Carta de las NN. UU. hace una distinción entre miembros originarios (art. 3), y admitidos (art. 4).
La distinción sólo tiene efectos respecto al procedimiento de admisión, pues ambas categorías de
miembros gozan de los mismos derechos y están sometidos a las mismas obligaciones. La distinción
«no implica ninguna discriminación contra los miembros futuros y viene impuesta por la naturaleza
de las cosas, pues hay que aceptar que para admitir nuevos miembros e necesario que la
Organización exista, y para ello es necesaria la existencia de miembros originarios».
Miembros originarios.
Art. 3º: «Son Miembros originarios de las Naciones Unidas los Estados que habiendo participado en
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional celebrada en San
Francisco, o que habiendo firmado previamente la Declaración de las Naciones Unidas de 1 de
enero de 1942, suscriban esta Carta y la ratifiquen de conformidad con el Artículo 110».
Este artículo presenta una analogía con el Pacto de la S. de N., en el cuál se distinguía entre los
miembros originarios y posteriores.
Miembros admitidos. (Admisión)
Son todos aquellos que han ingresado o ingresen en las NN. UU. por medio del procedimiento que
se estipula en el art. 4 de la Carta.
a. Condiciones de fondo para la admisión.
Art. 4, párrafo 1: «Son Miembros originarios de las Naciones Unidas los Estados que habiendo
participado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional celebrada en
San Francisco, o que habiendo firmado previamente la Declaración de las Naciones Unidas de 1 de
enero de 1942, suscriban esta Carta y la ratifiquen de conformidad con el Artículo 110».
Así, podemos observar que se requieren cinco condiciones:
Ser un Estado.
Es decir, debe reunir los elementos del Estado (población, territorio, organización política y
soberanía). Pero de todos los elementos, el más discutido es el que se refiere a la organización y a
las condiciones de gobierno: la independencia. Para juzgar sobre esta condición, los órganos de las
NN. UU. no pueden ser rígidos en extremo. Los mismos han interpretado esta primera condición en
un sentido amplio, bastándole la comprobación del hecho de que tengan los elementos de un Estado
y que sus Gobiernos, por ser lo suficientemente independientes, puedan cumplir las obligaciones de
la Carta. Por otro lado, debemos recalcar que la admisión supone el reconocimiento de la
personalidad del miembro dentro del ámbito del ordenamiento jurídico particular de la O.N.U., pero
no dentro del ámbito de la C.I. general.
Que el Estado sea amante de la paz.
Esta condición está llena de contenido político. La interpretación ha sido confusa, pues mientras para
algunos significaba que hubieran declarado la guerra al Eje (el formado por Alemania e Italia), para
otros un simple incidente fronterizo servía para calificar de no amante de la paz a un determinado
Estado. Hoy en día carece de significación esta condición, máxime desde el ingreso masivo en la
Organización ocurrido ene l año 1955 y en el que entraron diversos Estados que habían luchado a
favor del Eje.
Aceptar las obligaciones consignadas en la Carta.
Es una condición superflua, por cuanto la adhesión al tratado supone la aceptación de dichas
obligaciones. No obstante, en la práctica de la Organización se ha venido exigiendo un instrumento
de aceptación que establezca la aceptación de las obligaciones impuestas por la Carta.
Que los Estados estén capacitados para cumplir dichas obligaciones.
Este concepto es de carácter subjetivo, y deberá ser estudiado en cada caso por los órganos
competentes para la admisión.
Que el Estado se halle dispuesto a cumplir las obligaciones. Esta última es aún más subjetiva que la
anterior.
Las cinco condiciones enumeradas son las únicas que deben tenerse en cuenta por los miembros de
las NN. UU. para votar en favor o en contra de la admisión de un nuevo miembro. Sin embargo, se
planteó la siguiente duda:
«Si a un miembro de las NN. UU. se le pide que se pronuncie mediante su voto en el Consejo de
Seguridad o en la A.G. sobre la admisión de un Estado como miembro de las NN .UU, ¿puede ese
miembro someter su voto afirmativo al reconocimiento de ese Estado a la condición adicional de que
otro Estado sea admitido en las NN.UU. junto con ese Estado?» (Petición de la A.G. al T.I.J. por un
Dictamen)
A lo que el T.I.J. respondió, en 1948: «Las condiciones enunciadas en el artículo cuarto, deben ser
considerad no solamente como condiciones necesarias, sino como condiciones suficientes». b. El
procedimiento de admisión.
Además de cumplir con las cinco condiciones examinadas, se requiere que se sometan a un
procedimiento de admisión de orden procesal, que se reglamenta en el art. 4, párrafo 2: «La
admisión de tales Estados como Miembros de las Naciones Unidas se efectuará por decisión de la
Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad».
El T.I.J. se pronunció sobre este artículo, estableciendo que «El Tribunal es de la opinión de que un
Estado no puede ser admitido como miembro de las NN. UU. en virtud del párrafo segundo del
artículo cuarto de la Carta, por decisión de la A.G. cuando el C. de S. no ha recomendado su
admisión, bien porque el Estado candidato no haya obtenido la mayoría requerida, o bien porque un
miembro permanente haya votado en contra […]»
c. Referencia a casos especiales.
Los casos especiales son los casos de separación, división/fraccionamiento, unificación o fusión de
sus Estados miembros.
Como ejemplos de fusión tenemos como los más recientes los de Yemen, comunicada a NN. UU. a
partir de 1992, y el de Alemania con efectos también en el mismo año. En ambos casos pasaron a
figurar como un solo miembro sin necesidad de solicitar una nueva admisión del Estado resultante de
la unión o unificación.
El supuesto de separación de dos Estados que habían sido independientes y miembros de las NN.
UU. antes de la unión también se han dado. Este es el caso de Siria y Egipto, que debieron
posteriormente separarse. En este caso Egipto conservó el nombre de R.A.U., y continuó como
miembro originario de las NN. UU., y la República Árabe de Siria volvió a ocupar su puesto previa
petición y sin oposición por parte de la Asamblea.
En los casos de división, escisión o fraccionamiento de un Estado, la práctico ha sido tanto distinto
que ene l caso de separación. Tanto en el caso de división de la India, para dar lugar a los dos
Estados de India y Pakistán, y en el de Bangladesh de Pakistán, la práctica ha sido uniforme y
consiste en que el nuevo Estado debe solicitar ser admitido como miembro de la Organización,
continuando con su status de miembro el Estado objeto de la escisión. Un caso reciente de
fraccionamiento nos lo ha dado la antigua U.R.S.S. La Federación Rusa ha sucedido a la U.R.S.S.
como miembro de la O.N.U., y también como miembro permanente del Consejo de Seguridad, sin
necesidad de solicitar una nueva admisión. Las demás Repúblicas ex soviéticas han tenido que
solicitar la admisión que se ha producido en todos los casos.
La suspensión de los Derechos y Privilegios inherentes al status del Miembro.
Art. 5: «Todo Miembro de las Naciones Unidas que haya sido objeto de acción preventiva o
coercitiva por parte del Consejo de Seguridad podrá ser suspendido por la Asamblea General, a
recomendación del Consejo de Seguridad, del ejercicio de los derechos y privilegios inherentes a su
calidad de Miembro. El ejercicio de tales derechos y privilegios podrá ser restituido por el Consejo de
Seguridad».
Ello supone que se les suspende a los miembros de sus derechos y privilegios, pero no de sus
obligaciones, y entre los primeros cabe resultar le derecho de voto en la A.G., y el de participación en
los órganos de las NN. UU.
La práctica de la ONU no nos ofrece ningún caso en que se haya tomado esta medida de
suspensión, o que favorece el mantenimiento de la tesis del carácter facultativo de dicha medida.
La expulsión.
Art. 6: «Todo Miembro de las Naciones Unidas que haya violado repetidamente los Principios
contenidos en esta Carta podrá ser expulsado de la Organización por la Asamblea General a
recomendación del Consejo de Seguridad».
El artículo sexto prevé la expulsión. La práctica de las NN. UU. no nos ofrece ningún ejemplo de que
se haya llevado a cabo dicha medida, al contrario de lo ocurrido en la S. de N., en donde se expulsó
a la U.R.S.S. con motivo de la agresión a Finlandia en 1938.
El adoptar una medida de expulsión le corresponde a la A.G., previa la recomendación del C. de S.
iv. Retirada voluntaria.
La retirada voluntaria no está prevista en la Carta, al contrario de lo que ocurría en el Pacto de la S.
de
N. Pero, «la estructura de la Organización nos hace afirmar la posibilidad de retirada» (Díez de
Velasco)
La práctica de la Organización viene confirmando dicha afirmación. Ejemplo: el 20 de enero de 1965
Indonesia anunció su decisión de retirarse de las NN. UU. «por el momento y debido a las
circunstancias actuales». Dichas circunstancias eran puramente políticas, pues se había elegido a
Malasia como miembro del C. de S., Estado no reconocido por Indonesia. La A.G. y el C. de S. no
tomaron ninguna decisión al respecto, pero Indonesia dejó de contribuir a los gastos de la
Organización y de figurar en la lista de miembros. Dieciocho meses más tarde anunció por telegrama
su «decisión de reanudar su plena cooperación con las NN. UU. y su participación en las
actividades». Así, es insoslayable que se retiró al menos temporalmente, y que por otro lado la
Organización no le negó, ni siquiera puso en discusión, su derecho a retirarse voluntariamente.
2. Los órganos de Naciones Unidas.
a. Órganos principales y subsidiarios.
El criterio central que presidió la redacción de la Carta. De las NN. UU. fue el de llegar a una clara
división funcional. A cada órgano principal se le encomendaron determinadas funciones específicas.
Así, existe un órgano principal –la Asamblea General- cuyo poder deliberante es omnímodo, ya que
está facultada por el art. 10 para:
«La Asamblea General podrá discutir cualesquier asuntos o cuestiones dentro de los límites de esta
Carta o que se refieran a los poderes y funciones de cualquiera de los órganos creados por esta
Carta, y salvo lo dispuesto en el Artículo 12 podrá hacer recomendaciones sobre tales asuntos o
cuestiones a los Miembros de las Naciones Unidas o al Consejo de Seguridad o a éste y a aquellos».
La limitación del art. 12 (no hacer recomendaciones cuando el C. de S esté actuando respecto a una
controversia o situación a menos que éste lo solicite) ha sido mitigada por la Resolución 377 de la
A.G., conocida por «Unión pro-paz» del 2 de noviembre de 1950.
Otra precisión está dada por los artículos 60,85.2 y 83.3, que se pronuncian respecto a la
subordinación de ECOSOC y C. de Administración Fiduciaria a la A.G. y parcialmente de ésta última
al Consejo de Seguridad.
Ellos nos permite distinguir entre órganos principales y aquellos de autonomía dudosa.
Son órganos principales autónomos la A.G., el C. de S. y el T.I.J. Sus competencias son
independientes de cualquier otro órgano, salvo las limitaciones ya dichas.
Son órganos de autonomía dudosa ECOSOC y la Administración Fiduciaria. Al primero le
corresponden las funciones referentes a la cooperación económica y social de forma subordinada, ya
que se estipula en el art. 60 que éstas son propias de la A.G., y «bajo la autoridad de ésta del
ECOSOC». Otro tanto cabe decir del Consejo de Administración Fiduciaria, que según se preveía
expresamente en la Carta ayudaría a la Asamblea, bajo la autoridad de ésta, en el desempeño de las
funciones dimanantes de la administración fiduciaria (art.85.2) y al C. de S. en lo referente a las
llamadas Zonas estratégicas. Finalmente es calificado como órgano principal por la Carta el
Secretario General, pero su autonomía de derecho es muy reducida y sus funciones están
configuradas con el carácter de auxiliares:
Art. 98 «El Secretario General actuará como tal en todas las sesiones de la Asamblea General, del
Consejo de Seguridad, del Consejo Económico y Social y del Consejo de Administración Fiduciaria, y
desempeñara las demás funciones que le encomienden dichos órganos. El Secretario General
rendirá a la Asamblea General un informe anual sobre las actividades de la Organización».
La complicación orgánica de las NN. UU. se ha llevado a cabo por medio de la multiplicación de
órganos subsidiarios al amparo de la autorización expresa contenida en el art. 7.2 de la Carta, que
faculta para « […] establecer, de acuerdo con las disposiciones de la presente Carta, los órganos
subsidiarios que se estimen necesarios»
Las normas que autorizan la creación de órganos subsidiarios han sido interpretadas con una gran
amplitud. Ni el número, ni sus competencias, ni la designación de «subsidiarios» debe ser entendida
en el sentido de que sean «necesariamente» secundarios. La subsidiariedad viene marcada por el
procedimiento por el que han nacido y por la dependencia del órgano que los ha creado.
b. Composición, funcionamiento y competencias de los órganos principales. i. Asamblea General.
La A.G. es un órgano de competencia general, compuesta por todos los miembros de la
Organización, que se hacen representar en la misma por medio de cinco delegados y un número
igual de suplentes. Su funcionamiento no es permanente, ya que se reúne una vez por año en sesión
ordinaria, generalmente el tercer martes de septiembre, pero puede reunirse también en sesiones
extraordinarias cada vez que las circunstancias lo exijan, o en seisones extraordinarias de
emergencia, a petición del C.
de S.o de la mayoría de los miembros de las NN. UU. en uso de la Resolución «Unión pro paz».
Votación
Las decisiones en cuestiones importantes, que son las enumeradas en el art. 18.2 de la Carta, serán
tomadas por mayoría de dos tercios de los miembros presentes y votantes. En el resto de las
cuestiones rige la regla de la simple mayoría de presentes y votantes.
Art. 18.2: «[…] Estas cuestiones comprenderán: las recomendaciones relativas al mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales, la elección de los miembros no permanentes del Consejo de
Seguridad, la elección de los miembros del Consejo Económico y Social, la elección de los miembros
del Consejo de Administración Fiduciaria de conformidad con el inciso c, párrafo 1, del Artículo 86, la
admisión de nuevos Miembros a las Naciones Unidas, la suspensión de los derechos y privilegios de
los Miembros, la expulsión de Miembros, las cuestiones relativas al funcionamiento del régimen de
administración fiduciaria y las cuestiones presupuestarias.»
Comisiones
El trabajo de la A.G. se lleva a cabo en pleno o bien a través de Comisiones. Dentro de éstas
últimas encontramos como principales las siguientes: la Comisión Política y de Seguridad; la
Comisión de
Asuntos Económicos y Financieros; la Comisión de Asuntos Sociales, humanitarios y Culturales; la
Comisión de Administración Fiduciaria; etc. Además hay que señalar las dos Comisiones de
procedimiento: a) la Mesa de la Asamblea, compuesta por el presidente, 21 vicepresidentes y los
presidentes de las Comisiones principales (Art. 38 del Reglamento de la Asamblea de 1981), y b) la
Comisión de verificación de poderes. Además, la A.G. puede constituir Comisiones mixtas o
Comisiones especiales para examinar una cuestión en concreto.
Competencias
La A.G. tiene una competencia general y varias específicas. La general, faculta a la Asamblea para
discutir cualquier asunto o cuestión referente a los poderes y funciones de los órganos de la ONU.
Las específicas más sobresalientes son:
Considerar los principios generales de la cooperación en el mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales;
considerar los principios del desarme y limitación de armamentos;
recomendar medidas para el arreglo pacífico de cualquiera situación;
promover e impulsar el desarrollo progresivo del D.I. y su codificación, como también la cooperación
internacional en el campo político/económico/social/cultural, etc;
recibir y considerar los informes anuales del Secretario General, del C. de S, y de los demás órganos
de la N.U.;
admitir, suspender y expulsar a los miembros de la ONU;
fijar las cuotas o contribuciones de los miembros de la Organización para sufragar gastos de la
misma;
examinar y aprobar el presupuesto de la Organización;
i)dictar su propio reglamento interno;
establecer órganos subsidiarios;
ayudar a hacer efectivos los derechos humanos y libertades fundamentales de todos;
l)elegir los miembros no permanentes del C. de S., a todos los miembros del ECOSOC, a los Jueces
del T.I.J, y al Secretario General, etc.
La amplitud de las cuestiones de la A.G. trae como consecuencia la necesidad de crear un aparato
orgánico muy complicado de comisiones y subcomisiones, comités y órganos subsidiarios.
ii. El Consejo de Seguridad.
Otro de los órganos principales autónomos es el C. de S., cuya misión capital es la de mantener la
paz y seguridad internacionales (art. 24). El C. de S. está compuesto actualmente por quince
miembros: cinco de ellos tienen el carácter de permanentes (China, EE. UU., Rusia, Francia y Gran
Bretaña), y los restantes 10 son elegidos por la A.G. por un período de dos años –no siendo
reelegibles para el período inmediatamente siguiente- teniendo en cuenta su contribución al
mantenimiento de la paz, y a una distribución geográfica equitativa. Esta última condición fue
reglamentada por Resolución de la A.G. (1991) en el sentido que deberán ser elegidos cinco Estados
de África y Asia, uno de Europa Oriental, dos de América Latina y dos correspondientes de Europa
Occidental y «otros Estados».
Funcionamiento
El funcionamiento está previsto que pueda hacerse de forma permanente, para lo cual los Estados
miembros deben tener en todo momento un representante en la Sede de la ONU. Este órgano
celebra reuniones periódicas y es frecuente que se reúna con carácter de urgencia dadas sus
competencias relativas al mantenimiento de la paz.
Votación. (pregunta de examen)
Art. 27: « 1. Cada miembro del Consejo de Seguridad tendrá un voto.
Las decisiones del Consejo de Seguridad sobre cuestiones de procedimiento serán tomadas por el
voto afirmativo de nueve miembros.
Las decisiones del Consejo de Seguridad sobre todas las demás cuestiones serán tomadas por el
voto afirmativo de nueve miembros, incluso los votos afirmativos de todos los miembros
permanentes; pero en las decisiones tomadas en virtud del Capítulo VI y del párrafo 3 del Artículo
52, la parte en una controversia se abstendrá de votar.»

Respecto a las votaciones, en el art. 27 de la Carta distingue entre: a) las decisiones sobre
cuestiones de procedimiento, en las que se requiere para su adopción el voto afirmativo de nueve
miembros cualesquiera, y b) las decisiones para las demás cuestiones que requieren el voto de
nueve miembros, pero incluido en este número el de los cinco miembros permanentes del C. de S.
Ello lleva aparejado que si uno solo de estos miembros permanentes vota en contra, aunque el resto
de los miembros del consejo lo haga a favor, no hay decisión sobre la cuestión planteada. Esto se
llama «derecho de veto», que hace inoperante al C. de S. En ocasiones se ejerce lo que se llama
«derecho de doble veto», ene l cual se vota dos veces en contra: la primera cuando se propone una
cuestión para que sea considerada o no de procedimiento, y la segunda cuando se vota el proyecto
de resolución sobre el fondo de la cuestión.
Contra el uso y abuso del veto, se han procurado algunos medios:
Considerar que la ausencia de un miembro permanente no supone el ejercicio del veto. Para ello ha
sido necesario una interpretación no literaria del art. 27.3 de la Carta.
También se considera que la abstención de votar de un miembro permanente no supone vetar la
decisión. Por tanto, en aquellos casos en que los miembros del C. de S., permanente o no, sean
partes en una controversia, se abstendrán de votar. Con ello el derecho de veto queda limitado.
Evitar el veto. Para ello es el necesario el método de consensus, que en este caso se lleva a la
práctica de la siguiente forma: debatida una cuestión en el seno del Consejo, el Presidente, en su
calidad de tal, y no como representante de un Estado miembro, resume el debate y saca las
conclusiones, manifestando que ellas expresan la voluntad del Consejo en su conjunto, salvo
objeción por parte de algún miembro. Si esta última no se presenta, la decisión se toma por
unanimidad de facto, pero sin recurrir a la votación. Este procedimiento se llama «decisiones
presidenciales».
Este último procedimiento consiste en ir fijando por medio de listas las cuestiones que son
consideradas de procedimiento, y por tanto no sujetas a derecho de veto y procurar la ampliación de
las mismas.
3. Competencias.
Las mismas están enunciadas a lo largo de los Cap. VI, VII, VIII y XVIII de la Carta. Son:
Investigar toda controversia o situación susceptible de conducir a fricción internacional o dar origen a
una controversia, a fin de determinar si aquélla o ésta pueden o no poner en peligro la paz o
seguridad internacionales.
Determinar la existencia de toda amenaza o quebrantamiento de la paz o acto de agresión y hacer
oportunas recomendaciones o tomar medidas para mantener/restablecer la paz y seguridad
internacionales. Pueden implicar o no el uso de la fuerza.
Está especialmente facultada para utilizar los Acuerdos u Organismos regionales en la aplicación de
medidas coercitivas bajo su autoridad.
Designa una zona como estratégica, y ejerce la totalidad de las funciones de NN. UU. en dicha zona.
Le corresponde elaborar planes a someter a los miembros de las NN.UU. para establecer un sistema
de regulación de armamentos (art. 26 de la Carta).
Tiene la facultad de dictar medidas o hacer recomendaciones para que se ejecuten los fallos
Tiene la facultad de pedir dictámenes a la T.I.J. sobre cualquier cuestión jurídica.
Está facultado para crear los organismos subsidiarios que estime necesarios (art. 29 de la Carta).
Tiene competencia concurrente con la A.G. en las siguientes cuestiones: a’) recomendar la
admisión de nuevos miembros de las NN. UU. (art. 4.2) b’) recomendar la suspensión/expulsión a
los miembros de la Organización (arts. 5 y 6); c’) recomendar el nombramiento del Secretario
General (art. 97).
d’) decidir, coincidiendo con la A.G.., la convocatoria de la conferencia General de Revisión de la
Carta (art. 109); e’)participar en la elección de los miembros del T.I.J., y f’) recomendar a la A.G.
las condiciones en que lo Estados no miembros de las NN. UU. puede llegar a ser partes en el
Estatuto del TIJ (art. 39) y fijarles condiciones en que dicho Tribunal estará abierto a otros Estados
que no sean partes en el Estatuto (art. 35)
El T.I.J. entiende que el art. 24.2 de la Carta atribuye al C. de S. poderes generales, por lo que
puede adoptar decisiones obligatorias para los Estados miembros al margen del Cap. VII de la carta.
iii. El Tribunal Internacional de Justicia
El órgano judicial con carácter principal de las NN. UU. es el TIJ. Es un claro órgano autónomo,
además de principal (art. 7 y 92) Su estatuto es parte integral de la Carta de las NN.UU (art. 92). Son
partes en el Estatuto todos los Estados miembros de las NN. UU. (art. 93), y además los Estados
que no sean miembros bajo las condiciones que determine en cada caso la A.G. a recomendación
del C. de S. Gozan de esta condición última Suiza y Nauru. Finalmente el T.I.J. está abierto a
Estados no partes en su Estatuto según las condiciones fijadas por el C de S.
Competencia.
El Tribunal tiene competencia contenciosa:
Sobre los asuntos que las partes le sometan. El procedimiento normal es llegar a un acuerdo entre
los
Estados denominado «compromiso» para cada asunto en concreto;
En los casos previstos en los tratados vigentes, incluido naturalmente entre ellos la propia Carta de
las NN. UU., y
En aquellas controversias de carácter jurídico entre dos o más Estados que hayan declarado que
reconocen como obligatoria ipso facto y sin convenio especial la jurisdicción del Tribunal. Los
Estados a que se refiere este apartado pueden aceptar a jurisdicción obligatoria de forma
incondicional, a condición de reciprocidad o por tiempo determinado (art. 36). Todo lo anterior se
refiere a la misión de juzgar y decidir sobre las controversias entre Estados. El Tribunal tiene además
otra función importantísima conocida por emisión de dictámenes –opiniones consultivas– sobre
cualquier cuestión jurídica que le sea sometida por los órganos y organizaciones autorizados. La
A.G. y el C. de S. están especialmente facultados para pedir dictámenes por el art. 96 de la Carta
Además, la A.G. ha autorizado a pedir lo referidos dictámenes sobre cuestiones jurídicas que surjan
dentro de sus actividades a los siguientes órganos y organizaciones: ECOSOC, Consejo de
Administración Fiduciaria, Comisión Interina de la Asamblea, la O.I.T, la F.A.O., la U.N.E.S.CO., la
O.M.S., el B.I.R.D., la C.F.I., la A.I.F., el F.M.I., la
O.A.C.I., la U.I.T., el F.L.D.A., la O.M.M., la O.M.I., la O.M.P.I., la O.N.U.DI., y la A.I.E.A.Ç
Composición del Tribunal
El Tribunal está formado por quince jueces o magistrados elegidos por nueve años y con posibilidad
de reelección por la A.G. y el C. de S.
Los Magistrados son escogidos entre personas que gocen de alta consideración moral y que reúnan
las condiciones requeridas para el ejercicio de las más altas funciones judiciales en sus respectivos
países o que sean de reconocida competencia en materia de D.I. (art. 2 del Estatuto). Aunque no se
tiene en cuenta la nacionalidad de los jueces o Magistrados, no podrá haber dos que sean
nacionales del mismo Estado (art. 3º del Estatuto). Además de tenerse en cuenta las condiciones
individuales o personales, los órganos encargados de la elección están obligados a procurar que ene
l T.I.J. estén representadas las grandes civilizaciones y los principales sistemas jurídicos del mundo
(art. 9 del Estatuto). a. Composición actual del Tribunal.
Ronny Abraham, de Francia. Presidente hasta 2018.
Abdulqawi Yusuf, de Somalia. Vicepresidente hasta 2018.
Antônio Augusto Cançado Trindade, de Brasil. Miembro hasta 2018. Sir Christopher John
Greenwood de Reino Unido. Miembro hasta 2018 Patrick Lipton Robinson de Jamaica. Miembro
hasta 2024.
iv. ECOSOC.
Es un órgano principal no autónomo compuesto por 54 miembros, después de la reforma del art. 61
de la Carta en el año 1973, son elegidos por la A.G. por tres años, según un reparto geográfico
riguroso y son reelegibles.
En las tareas del ECOSOC pueden participar, sin derecho a voto, los Estados no miembros del
Consejo particularmente interesados (art. 69), y también representantes de los organismos
especializados (art. 70) y ciertas Organizaciones no gubernamentales que tengan reconocido
estatuto consultivo (art. 71).
Respecto a su funcionamiento debemos indicar que se reúne generalmente dos veces al año en
Nueva York y Ginebra y sus sesiones duran aproximadamente un mes. Las decisiones se adoptan
por mayoría de los miembros presentes y votantes (art. 68). La labor del ECOSOC se lleva a cabo en
el seno del propio Consejo, y a través de Comités permanentes, de Comisiones técnicas y de las
Comisiones económicas regionales.
1. Competencias.
Las competencias de ECOSOC son amplísimas, pues es el órgano gestor de la cooperación
económica y social de las N. UU. bajo la autoridad de la A.G. Las competencias son, en síntesis, las
siguientes:
a) en primer lugar puede hacer o iniciar estudios e informes, respecto de asuntos internacionales de
carácter económica, social, cultural, educativo, sanitario o con ellos conexos (art. 62 de la Carta); b)
tiene la facultad de hacer recomendaciones a la A.G., a los miembros de las NN. UU., y a los
organismos especializados (art. 62.1);
también puede hacer recomendaciones para promover los derechos humanos y las libertades
fundamentales de todos;
está capacitado para tramitar las comunicaciones sobre derechos humanos;
está facultado para formular proyectos de convención en materia de su competencia para someterlos
a la A.G;
convocar conferencias internacionales en asuntos de su competencia, como la Internacional de la
Salud en 1946, la de Libertad de Información de 1948 y la de Estupefacientes de 1961, entre otras;
g) podrá concretar acuerdos con los organismos especializados, aunque dichos acuerdos estarán
sujetos a la aprobación por la A.G. (art. 63);
tiene la misión de coordinar las actividades de los organismos especializados a través de consultas;
podrá tomar medidas para obtener informes periódicos de dichos organismos especializados y
comunicar a la Asamblea sus observaciones sobre los mismos (art. 64);
suministrará información al C. de S. y le prestará ayuda si lo solicita (art. 65);
tiene la facultad de darse su propio reglamento interno (art. 72);
podrá prestar, con la aprobación de la A.G., los servicios que le soliciten los miembros de las NN.
UU.
y los organismos especializados;
puede invitar a los miembros de las NN. UU. a sus deliberaciones (art. 69 de la Carta y 75 del
Reglamento interno);
está facultado para hacer arreglos con los organismos especializados para que los representantes
de éstos participen, sin derecho a voto, en sus deliberaciones (art. 70);
ñ) podrá celebrar consultas con organizaciones no gubernamentales que se ocupen en asuntos de la
competencia de Consejo (art. 71) y
puede establecer comisiones de orden económico y social para la promoción de derechos humanos
que crea necesario (art. 68)
El Consejo de Administración Fiduciaria.
Este Consejo, que se creó con el fin fundamental de supervisar el régimen de la administración de
los territorios fideicometidos y ha coronado su misión por haber obtenido la independencia todos los
territorios sometidos a dicho régimen.
Su composición era tripartita (estaba compuesto por los Estados administradores de territorios, los
miembros permanentes del C. de S., y tantos otros miembros cuanto fueran necesarios para que
hubiera un equilibrio entre administradores de territorios y los no administradores). Después de la
independencia de las Islas Palau, el Consejo de Administración Fiduciaria ha enmendado su
Reglamento en 1994. De esta manera se elimina la obligación de celebrar períodos de sesiones
anuales y sólo lo hará ene l lugar y la fecha que sea necesario, por decisión propia o de su
Presidente.
El Secretario General y la Secretaría.
La Secretaría de las NN.Ñ UU. está compuesta (art. 97) «de un Secretario General y del personal
que requiera la Organización». El Secretario General es la pieza central que encabeza el conjunto.
La propia Carta lo define como «el más alto funcionario administrativo de la Organización».
El Secretario General es designado por la A.G. a recomendación del C. de S. (art. 97). Aunque nada
se dice en la Carta de la duración del mandato, por acuerdo posterior de la A.G. y del C. de S. éste
se fijó en cinco años, y es prorrogable.
El personal de la Secretaría es nombrado directamente por el Secretario General de acuerdo con las
reglas establecidas por la A.G. para icho nombramiento, deberá el Secretario General tener en
cuenta «la necesidad de asegurar el más alto grado de eficacia, competencia e integridad», así como
prestar la debida consideración a la «importancia de contratar el personal de forma que haya la más
amplia representación geográfica posible» (art. 101 de la Carta).
1. Función
La función del Secretario General y de los funcionarios de la Secretaría es de carácter estrictamente
internacional. El Secretario y funcionarios que no soliciten ni reciban instrucciones de ningún
Gobierno ni autoridad ajena a la Organización, así como abstenerse de actuar en forma alguna que
sea incompatible con su condición de funcionarios responsables únicamente ante la Organización
(art.
100.1 de la Carta).
2. Competencias.
Las competencias del Secretario General no están totalmente reglamentadas en la Carta. La práctica
de la Organización nos permite señalarlas. A efectos de simplificación, las dividiremos en dos
grandes apartados.
a. Técnico-administrativas.
Técnico-económicas, que son las de preparar el proyecto de presupuesto de la Organización y el
control de gastos e ingresos.
Técnico-organizativas, que se manifiestan en la organización del trabajo burocrático de los distintos
órganos de las NN. UU., y en la ejecución de las decisiones de los mismos. Dentro de este grupo
cabe incluir la contratación del personal.
Administrativas propiamente dichas, que incluye el actuar como Secretario en «todas las sesiones de
la A.G., del C. de S., del ECOSOC, y del Consejo de Administración Fiduciario y desempeñar las
demás funciones que le encomienden dichos órganos» (art. 98).
Técnico-jurídicas, como ser depositario de tratados, registrarlos y publicarlos.
Técnico-asesoras, como son la preparación de estudios e informes, el proporcionar documentos,
datos e informaciones a los órganos, realizar estudios y análisis de las leyes y disposiciones
administrativas que se refieran a temas que figuran en el orden del día.
Técnico-coordinadoras, dentro de ellas están las de formular proposiciones y enmiendas y cumplir
las decisiones de los órganos e informar a los órganos respecto a la medida en que sus
disposiciones y recomendaciones son puestas en práctica.
b. Políticas y diplomáticas.
Político-administrativas, como preparar el informe anual que debe presentar a la A.G. (art. 98). Junto
a este informe, que es un escrito de conjunto, encontramos los informes orales o escritos que está
autorizado a presentar al C. de S. sobre «toda cuestión que sea objeto de un examen del Consejo»
Político-representativas, como manifestar respecto a Estados no miembros la opinión formada por
los órganos de las NN. UU. en asuntos que les afecten. También al de formular reclamaciones en
nombre de la Organización ante Tribunales nacionales e internacionales.
Políticas-diplomáticas, como son las de «Poder llamar la atención del C. de S. hacia cualquier asunto
que en su opinión pueda poner en peligro el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales»
(art. 99). Y también las funciones de mediador y consejero que ha desempeñado en numerosos
asuntos por sí o por medio de sus representantes.
Político-ejecutivas¸ como ha sido la de organizar los contingentes armados al servicio de las NN. UU.
–los conocidos cascos azules–.
3. El mantenimiento dela paz y la seguridad internacionales.
a. El arreglo pacífico de controversias.
Es propósito de las NN. UU. lograr por medios pacíficos el arreglo de controversias o situaciones
internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz (art. 1.1). Así, arreglar
pacíficamente controversias es una obligación de los miembros de las NN.UU. y una de las bases
del sistema de paz que las NN. UU. pretender instaurar y asegurar.
Así, debemos distinguir entre aquellas controversias cuya continuación sea susceptible de poner en
peligro la paz y la seguridad internacionales, incluidas en el Cap. V de la Carta, y aquellas otras que
suponen una amenaza o quebrantamiento de la paz o acto de agresión, incluidas en el cap. VII de la
misma. En las primeras, la intervención del C. de S. sólo es preceptiva, si puede dar lugar su
prolongación poner en peligro la referida paz y seguridad internacionales (art. 34).
El funcionamiento del arreglo pacífico de controversias en la O.N.U. pasa por una serie de estadios:
i. Acción inicial
Existe una acción inicial obligatoria que corresponde a las partes en una controversia y es la de
buscar la solución por los medios tradicionales de arreglo, que son la negociación, la investigación, la
mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, y un medio específico que es el recurso a
organismos o acuerdos regionales. Finalmente, podrán las partes buscar o escoger los medios
pacíficos a su libre elección.
Intervención del C. de S.
La intervención del C. de S. se llevará a efecto, bien porque las partes así lo acuerden o porque la
prolongación de la controversia pueda poner en peligro la paz y la seguridad internacionales. El C.
de S. es, en definitiva, el competente para dictar las medias de arreglo. Cabe preguntarse quién está
facultado para llevar la controversia al C. de S. Lo están: a) los Estados miembros de la ONU, según
lo prescripto en el art. 35.1; b) están facultados lo Estados que no sean miembros de las NN. UU.
que podrán llevar la controversia al C. de S. o a la A.G. Para ello es necesario que se den dos
condiciones: que sean partes en la controversias y que acepten de antemano las obligaciones de
arreglo pacífico establecidas en la carta (art. 35.2); c) podrá llevar también el asunto el Secretario
General, que está especialmente facultado por el art. 99 de la Carta, ya que en él se dice que: «El
Secretario General podrá llamar la atención del Consejo de Seguridad hacia cualquier asunto que en
su opinión pueda poner en peligro el mantenimiento de ]a paz y la seguridad internacionales»; y d)
podrá someterlo a la consideración del C. de S. la propia A.G., que se encuentra especialmente
facultada por el art. 11.3 de la Carta: «La Asamblea General podrá llamar la atención del Consejo de
Seguridad hacia situaciones susceptibles de poner en peligro la paz y la seguridad internacionales».
La A.G., además, tiene la facultad de tratar por sí mismas estos asuntos, y que es competente según
el art. 10 de la Carta para discutir cualquier asunto o cuestión dentro de los límites de la misma. La
práctica de la Organización es rica en asuntos de esta índole tratados directamente por la A.G.
Tramitación ante el C. de S.
Procedimiento
El Consejo deberá, en primer lugar, tomar la prescripción de considerar el problema. Por tratarse de
una cuestión de procedimiento, no está sometida al derecho de veto. El C. de S. la incorporará a los
asuntos su orden del día, sin que ello suponga el pronunciarse sobre él.
La segunda fase de este procedimiento es la de invitar a los Estados que se consideren
especialmente afectados o que sean partes en la controversia a participar en las tareas del Consejo
sin derecho a voto. Una tercera fase del procedimiento es oír las declaraciones de los Estados
interesados y, oídas éstas, el asunto queda en la situación de poderse abrir a una discusión o debate
general en que participen todos los miembros del C. de S. y los Estados interesados. La última fase
de este procedimiento inicial consiste en investigar los hechos, según lo prescrito en el art. 34 de la
Carta: «El Consejo de Seguridad podrá investigar toda controversia, o toda situación susceptible de
conducir a fricción internacional o dar origen a una controversia, a fin de determinar si la
prolongación de tal controversia o situación puede poner en peligro el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales».
El C. de S. necesita ilustrarse de los hechos, para lo cual ordenará las investigaciones oportunas,
que consistirán en un examen imparcial de los hechos. Para llevar a cabo estas investigaciones el C.
de S. puede servirse de los organismos subsidiarios correspondientes, para ala creación de los
cuales está autorizado por el art. 29.
Medidas de arreglo que puede ordenar el Consejo
Las medidas de arreglo que puede decretar el Consejo cabe catalogarlas en los apartados
siguientes:
Recomendaciones en las cuales pide a las partes que escojan los medios de arreglo que consideren
adecuados (art. 33.2). En este caso el C. de S. se limita a dirigir a las partes la recomendación de
que resuelvan por medios pacíficos las controversias, pero que esos medios sean escogidos
libremente por las mismas.
Otro tipo de recomendaciones son las que contienen los métodos de ajuste de la controversia, según
se desprende del art. 36.1 de la Carta. Dicho Art. Faculta al Consejo a «recomendar los
procedimientos o métodos de ajuste que sean apropiados».
El C. de S., según lo dispuesto en el art. 37.2, puede decidir si ha de recomendar lo términos de
arreglo que considere apropiados. En este caso, dicta los pormenores de los medios de arreglo de la
controversia.
Finalmente, en el caso de que el arreglo de la controversia por medios pacíficos fracasara, el C. de
S. podrá recurrir a lo previsto en el capítulo VII de la Carta, «ante una controversia internacional
prolongada, en la que las partes o una de ellas al menos desoye las recomendaciones del C. de S.,
se opera casi insensiblemente un tránsito del Cap. VI al Cap. VII de la Carta, ya que, aun sin
quebrantamiento efectivo de la paz o un acto de agresión, puede existir una amenaza a la paz».
b. Acción en caso de amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o actos de agresión.
El propósito esencial de las NN. UU. es el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales,
con tal fin la Organización deberá «tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar las
amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz». Todo el
capítulo VII está dedicado a este fin.
El órgano que tiene la responsabilidad primordial del mantenimiento de la paz es el C. de S. según
los arts. 24 y 25 de la Carta. Junto a él tenemos a la A.G., con funciones limitadas por el art. 11 pero
ampliadas en virtud de la resolución «Unión pro paz». Por lo que al C. de S. se refiere, el art. 39 de la
Carta dice que: «determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o
acto de agresión y hará recomendaciones o decidirá que medidas serán tomadas de conformidad
con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacionales».
Así, podemos observar que le corresponde al C. de S. dos suertes de actuación: a) en primer lugar,
determinar la existencia de toda amenaza a la paz, y b) recomendar o decidir las medidas que habrá
de adoptarse.
La A.G. es otro de los órganos de las NN. U. que puede ser llamado a intervenir en casos de
amenaza a la paz o de actos de agresión; pero tal intervención no se deriva directamente de la
Carta, pese a las prescripciones de los art. 11 y 12 de la misma, sino de la célebre Resolución Nº
377 (V) del 3 de noviembre de 1950 de la propia Asamblea, conocida como «Unión pro paz». Por
esta Resolución se le otorga a la A.G., en los casos en que el C. de S., por falta de unanimidad de
sus miembros permanentes no cumpla con sus responsabilidades, la facultad de recomendar a los
miembros de las NN. UU., en los casos de amenaza a la paz, medidas colectivas que no impliquen el
uso de la fuerza, y para el supuesto de quebrantamiento de la paz o actos de agresión, cuando fuese
necesario, medidas comprensivas del empleo de la fuerza armada. En dicha resolución se
recomendó también a los miembros el mantenimiento de fuerzas armadas nacionales que,
entrenadas, organizadas y equipadas debidamente, estuvieran preparadas para actuar, de acuerdo
con sus respectivas Constituciones nacionales, cuando lo recomendase el C. de S. o la A.G., para
que fuesen puestas al servicio de las NN. UU.
Respecto a las medidas que pueden tomarse, en todos los casos de amenaza a la paz,
quebrantamiento de la misma o actos de agresión,en la Carta revisten las formas siguientes:
La declaración de agresión que puede ser acordada por el C. de S. según el art. 39 de la Carta,
aunque etiene un evidente carácter moral.
Otras medidas son las que se contienen en el art. 40 de la Carta, calificadas como medidas
provisionales: «A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de Seguridad, antes de hacer
las recomendaciones o decidir las medidas de que trata el Artículo 39, podrá instar a las partes
interesadas a que cumplan con las medidas provisionales que juzgue necesarias o aconsejables.
Dichas medidas provisionales no perjudicarán los derechos, las reclamaciones o la posición de las
partes interesadas. El Consejo de Seguridad tomará debida nota del incumplimiento de dichas
medidas provisionales.»
Las medidas provisionales serán, pues, tomadas antes de hacer recomendaciones o hacer funcionar
el aparato coactivo instituido en la Carta de la ONU.
Otro tipo de medidas que pueden tomarse son aquéllas que no impliquen el uso de la fuerza. Las
mismas están previstas en el art. 41, por el que se autoriza al C. de S. para decidir este tipo de
medidas e instar a los miembros de las NN. UU. para que las apliquen. Las mismas normas
consisten en: «la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones
ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de
comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas».
Las sanciones prescritas son extremadamente graves, especialmente por lo que se refiere a las
sanciones de tipo económico, de interrupción de comunicaciones y de ruptura de las relaciones
diplomáticas. El art. 50 de la Carta dice que: «Si el Consejo de Seguridad tomare medidas
preventivas o coercitivas contra un Estado, cualquier otro Estado, sea o no Miembro de las Naciones
Unidas, que confrontare problemas económicos especiales originados por la ejecución de dichas
medidas, tendrá el derecho de consultar al Consejo de Seguridad acerca de la solución de esos
problemas».
Un ejemplo de sanciones económicas decididas por el C. de S., son las dirigidas contra Irak debido a
al agresión perpetrada por este Estado contra el Estado de Kuwait (1989);al embargo de armas
decretado contra Yugoslavia en los primeros momentos del conflicto desencadenando en ese país
(1991); y a las sanciones de carácter económico, político y diplomático adoptadas contra la
República Federativa de
Yugoslavia (ahora Serbia y Montenegro) después de producirse el desmembramiento a la antigua
Yugoslavia,
Entre las medidas recientes que no implican el uso de la fuerza, cabe citar a las impuestas a Libia,
por su negativa a entregar a dos agentes suyos, sospechosos de perpetrar un atentado terrorista
contra un avión de la Pan Am sobre la localidad escocesa de Lockerbie, en la que fallecieron 270
personas. (1992).
4. Finalmente, existen otras medidas previstas en la Carta que son aquéllas que implican el uso de la
fuerza. Las mismas están recogidas en el art. 42 de la Carta, que dice: «Si el Consejo de Seguridad
estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado
serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria
para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender
demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres
de Miembros de las Naciones Unidas».
iii. El cumplimiento de medidas coercitivas puede llevarse a cabo por: a) la Organización; b) los
miembros; c) los organismos regionales.
La Organización.
La ONU hubiera podido poner en práctica medidas coercitivas, ya que el art. 42 así lo prescribe.
Ahora bien, para ellos, habría sido necesario que los restantes preceptos de la carta se hubieran
puesto en práctico. En efecto, se prevé en el art. 43 que los miembros de las NN. UU. se
comprometan a poner a disposición del C. de S., cuando éste lo solicite, fuerzas armadas y dar
ayuda y facilidades que sean necesarias, incluido el derecho de paso.
Los miembros.
Las medidas coercitivas pueden ser cumplidas a través de los miembros de las NN. UU. A los
mismos les incumbe la obligación de carácter general, que se prescribe en diversos artículos de la
Carta, pero más concretamente en el art. 48 que dice:
«1. La acción requerida para llevar a cabo las decisiones del Consejo de Seguridad para el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales será ejercida por todos los Miembros de las
Naciones Unidas o por algunos de ellos, según lo determine el Consejo de Seguridad.
Dichas decisiones serán llevadas a cabo por los Miembros de las Naciones Unidas directamente y
mediante su acción en los organismos internacionales apropiados de que formen parte». Un ejemplo
es la Resolución del C. de S. de 1950, relativa al conflicto de Corea, mediante la cual se «exhortó a
todos los Estados miembros que estuviesen dispuestos a facilitar asistencia militar en cumplimiento
de las Resoluciones del consejo, que la pusieran a las órdenes del Mando unificado bajo la dirección
de EE. UU».
Organismos regionales.
El cumplimiento de las medidas puede ser realizada por medio de acuerdos regionales. En tercer
lugar, el cumplimiento de las medidas coercitividad previstas en la Carta de las NN. UU., en los arts.
41 y 42 de la misma, pueden ser llevados a cabo a través de los acuerdos regionales.
Según lo prescripto en el art. 53 de la Carta:
«1. El Consejo de Seguridad utilizará dichos acuerdos u organismos regionales, si a ello hubiere
lugar, para aplicar medidas coercitivas bajo su autoridad. Sin embargo, no se aplicarán medidas
coercitivas en virtud de acuerdos regionales o por organismos regionales sin autorización del
Consejo de Seguridad, salvo que contra Estados enemigos, según se les define en el párrafo 2 de
este Artículo, se tomen las medidas dispuestas en virtud del Artículo 107 o en acuerdos regionales
dirigidos contra la renovación de una política de agresión de parte de dichos Estados, hasta tanto
que a solicitud de los gobiernos interesados quede a cargo de la Organización la responsabi1idad de
prevenir nuevas agresiones de parte de aquellos Estados.
El término "Estados enemigos" empleado en el párrafo 1 de este Artículo se aplica a todo Estado que
durante la segunda guerra mundial haya sido enemigo de cualquiera de los signatarios de esta
Carta».
En este caso es el C. de S. el que escoge las medidas coercitivas que considerar más idóneas para
la situación concreta y confía su ejecución a un acuerdo regional. Al respecto cabe mencionar la
utilización de la fuerza armadas contra la llamada «República Serbia de Bosnia», por parte dela
OTAN, autorizada por las Resoluciones 836 y 958 del C. de S.
c. Las operaciones de mantenimiento de la paz.
Consideraciones generales
La actuación de las NN. UU. en el cumplimiento de su función de mantener la paz y seguridad
internacionales se encuentra ante la difícil tesitura de conciliar de un lado la necesidad de actuar
cuando se presenta una situación que pueda amenazar o quebrantar la paz de otro la necesidad de
respetar el compromiso político que la Carta supone. Esta contradicción ha sido asumida por la
práctica de las NN.
UU. a través de diversas formas de actuación, y s eles dio el nombre genérico de «operaciones para
el mantenimiento de la paz».
Estas operaciones tienen como rasgo común el envío al lugar donde se produce el conflicto de
contingentes de fuerzas armadas que los Estados miembros ponen al servicio de las NN. UU., previo
el consentimiento del Estado o los Estados en cuyo territorio deben operar tales contingentes.
Normalmente la actividad de estas fuerzas se limita a operaciones de vigilancia, seguridad o de
policía. Pueden considerarse, como antecedentes de estas operaciones, el Organismo de las N. UU.
para la Vigilancia de la Tregua de Palestina (ONUVT).
En su conjunto estas operaciones de mantenimiento de la paz han movilizado a unas 500.000
personas, principalmente militares –los denominados “cascos azules” – procedentes de unos 60
países de todo el mundo. Su actuación en favor de la paz los hizo acreedores en 1988 del Premio
Nobel de la Paz en cuanto las mismas «representan la voluntad de la comunidad de las naciones de
alcanzar la paz por medio de la negociación, y esas fuerzas con su presencia han hecho una
contribución decisiva a la iniciación de negociaciones efectivas de paz».
Evolución histórica.
Hay dos etapas claramente diferenciadas: una, de establecimiento y consolidación de tales
operaciones, que podemos situar entre 1956 y 1987, y otra, la actual, caracterizada por la ampliación
y transformación de las operaciones de mantenimiento de la paz, evidenciada sobre todo a partir de
los finales de los años ochenta.
1. Primera etapa: 1956-1987.
Históricamente, hay que referirse a dos operaciones de mantenimiento de la paz, hoy extintas. Estas
operaciones son la «Fuerza de Emergencia de las NN. UU. » (F.E.N.U.), establecidas en relación al
conflicto provocado por la nacionalización del canal de Suez realizada por el Gobierno Egipcio en
1956, y la «Operación de las NN. UU. en el Congo» (O.N.U.C.).
La realización de estas operaciones puso de manifiesto dos problemas importantes: el de la
distribución de competencias entre la A.G. y el C. de S. en relación al mantenimiento de la paz y el
de la obligación de los Estados miembros de pagar dichas operaciones.
El planteamiento de estas cuestiones se presentó inicialmente en el seno de las NN. UU. como un
problema financiero, dada la postura de los países del este de Europa, Mongolia Exterior, Francia y
Cuba de no paga r ninguna o alguna de las costas que la A.G. les había asignado como contribución
a los gastos de esta operaciones. Junto a ello, y en relación a la F.E.N.U., la URSS denunció su
creación «en violación de la Carta», ya que el único órgano competente conforme a la Carta para
establecer un contingenten de fuerzas armadas al servicio de las NN. UU. sería el C. de S.
Por estas cuestiones, la A.G. le solicitó a la TIJ un dictamen sobre si los Estados miembros de las
NN. UU.
tienen o no obligación de sufragar los gastos de las operaciones de mantenimiento de la paz. El TIJ
entendió que los gastos de las operaciones de mantenimiento de la paz eran «gastos de la
Organización» en el sentido del art. 17.2 de la Carta, y que, por tanto, la AG estaba autorizada a
prorratearlos entre lo Estados miembros. El TIJ entendió que la naturaleza de las operaciones dela
FENU y la ONUC no es la de acción coercitiva, sino que la creación de la misma fue una medida
recomendad por la AG en aplicación del art. 14 de la Carta.
En esta línea marcada por el TIJ se orientaron los trabajos del «Grupo de trabajo para el examen del
os procedimientos administrativos y presupuestario de las NN. UU». Esta actitud es finalmente
revisada ene l XIX período de sesiones de la AG mediante la creación del «Comité de Operaciones
de Mantenimiento de la Paz».
El Comité se planteó la doble cuestión de resolver la crisis del momento y de buscar los principios y
procedimientos adecuados para futuras operaciones de mantenimiento de la paz. En el primer
sentido, se llegó a un acuerdo de la totalidad de los países industrializados para resolver la situación
financiera mediante contribuciones voluntarias. En cuanto a la segunda cuestión, existe un consenso
general respecto a la necesidad de la aceptación voluntaria por parte de los Estados miembros de
las obligaciones financieras provenientes de operaciones de mantenimiento de la paz.
En base a este consenso, el Comité de trabajo elaboró un proyecto de directrices para las
operaciones de mantenimiento de la paz, cuyas líneas fundamentales son las siguientes:
Las operaciones de mantenimiento de la paz están bajo el mando de las NN. UU, del que estará
investigo el Secretario General bajo la autoridad del C. de S.
El C. de S., como órgano que tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y seguridad
internacional, es el que tiene la autoridad sobre el establecimiento, la dirección y el control de las
operaciones del mantenimiento de la paz.
El C. de S. podrá delegar su autoridad sobre ciertos aspectos de las operaciones de mantenimiento
de la paz en un organismo subsidiario creado al efecto.
El Secretario General será el Comandante en Jefe de las operaciones de las NN. UU. para el
mantenimiento de la paz.
Las fuerzas de las NN. UU. para el mantenimiento de la paz deberán satisfacer tres condiciones:
tener en todo momento la confianza total y el apoyo pleno del C. de S., realizar sus operaciones con
la total cooperación de las partes interesadas, y funcionar como unidades militares integradas y
eficientes. - Los costos de las operaciones del mantenimiento de la paz autorizadas por el C. de S.,
se consideran «gastos de la Organización», que serán sufragados por los miembros de conformidad
con el art. 17.2 de la Carta.

Todas las operaciones de mantenimiento de la paz adoptadas en este período que va desde 1956 a
1988 –salvo las del Congo y Chipre– se centran en el conflicto d Oriente Medio, y sus mandatos
están relacionados con el cumplimiento de medidas de alto el fuego o de separación o retirada de
tropas de las partes enfrentadas.
2. 1988-actualidad.
A partir de 1988 se observa un giro significativo en las operaciones de mantenimiento de la paz; y
ello, tanto por su extensión a diversas partes del mundo, como por las tareas encomendadas. En
este período las operaciones de mantenimiento de la paz se configuran como un mecanismo
generalizado de pacificación, y sus tareas no se limitan a la congelación de los conflictos en tanto se
llega a una solución, sino que consisten también en controlar y verificar el cumplimiento de los
acuerdos alcanzados para la solución de un determinado conflicto. Así, por ejemplo, el Grupo de
Observación de las NN. UU. en Centroamérica (ONUCA) ha tenido por misión verificar el
cumplimiento de los acuerdos alcanzados entre los cinco Estados centroamericanos para la
pacificación del a Región.
Una nueva tarea, recientemente asignada a las operaciones de mantenimiento de la paz, son las
misiones de carácter humanitario. Ésta es una de las funciones específicas de las Fuerzas de
protección de las NN. UU. en Yugoslavia (UNPROFOR), encargadas de facilitar y vigilar el suministra
de ayuda humanitaria a la población civil víctima del conflicto en diversas zonas de Bosnia-
Herzegovina. Fue creada en 1922 y fue objeto de sucesivas prórrogas y ampliaciones de u mandato.
Máximo exponente de estas tendencias son las operaciones de las NN. UU. para Somalia. En
relación al conflicto armado interno en este país africano, el Consejo de Seguridad destacó en 1922
«la importancia que atribuye que las organizaciones internacionales, regionales y no
gubernamentales, incluso el CICR, sigan prestando asistencia humanitaria y otra asistencia de
socorro, en difíciles circunstancias, a los habitantes de Somalia».
Naturaleza y alcance.
Desde el punto de vista jurídico, las operaciones de mantenimiento de la paz pueden calificarse de
órgano subsidiario del C. de S. Atendiendo a la función que desempeñan, son medidas transitorias
destinadas a favorecer la solución de conflictos y cuyo mandato no puede renovarse
automáticamente. Esta concepción amplia de las operaciones de manteamiento de la paz, favorece
que las mismas que le son encomendadas pueden ser muy variadas, si bien todas ellas están en
relación con conflictos armadas, sean de carácter interno o internacional, y tanto para prevenirlos
como para congelarlos, o verificar las medidas acordadas para su solución.
Aplicación y eficacia.
Las mismas están vinculadas con el consenso político que requieren para su establecimiento. «Las
operaciones de mantenimiento de la paz sólo pueden funcionar adecuadamente si cuentan con la
cooperación de las partes y con un mandato claramente definido por el C. de S. Su fuerza principal
radica en la voluntad de la comunidad internacional que ellas simbolizan. Su debilidad surge cuando
se desconocen o rebasan los supuestos políticos en que se basan».
Para que funcionen las operaciones de mantenimiento de la paz, se requiere un claro entendimiento
y cooperación entre las NN. UU, los Estados que aportan fuerzas y el Estado receptor. Dicha
cooperación se estructura en torno a los siguientes principios básicos:
Las operaciones de mantenimiento de la paz están bajo la autoridad de las NN. UU.
Deben realizarse con el consentimiento expreso del Estado.
Deben realizarse con respeto a la soberanía e integridad territorial del Estado donde las mismas
operan.
Antes de autorizar el despliegue de nuevas operaciones de las NN. UU, el C. de S. exigirá:
que el país anfitrión adopte todas las medidas apropiadas para garantizar la seguridad de la
operación y del personal que interviene en la operación;
que los arreglos de seguridad adoptados por el país anfitrión se apliquen a todas las personas que
interviene en la operación, y
que se negocie sin demora una cuerdo sobre el estatuto de la operación y de todo el personal que
interviene en la operación ene l país anfitrión, que ese acuerdo entre en vigor lo antes posible
después del comienzo de la operación.

Por otro lado hay que recordar el problema financiero. Es cierto que después de la crisis ocasionada
por las operaciones de Suez y el Congo ya no se discute la obligación de los Estados miembros de
las NN. UU de sufragar los gastos ocasionados por las operaciones de mantenimiento de la paz. Sin
embargo, su alto costo y el retraso de los Estados en pagar las cuotas que corresponden, ha
originado un fuerte déficit en la financiación de estas operaciones. Como datos significativos basta
señalar que en 1922 la previsión de gastos para operaciones de esta naturaleza era de 3.000
millones de dólares y que en esa fecha la suma adecuada por las NN. UU. a los países que aportan
contingentes superaba los 2000 millones de dólares.

Unidad 14
1. Fondo Monetario Internacional
a. Antecedentes
El FMI es fruto de la Segunda Guerra Mundial, en especial, de la victoria de un sector de la Alianza,
EE.
UU.
El FMI nace de lo acuerdos logrados en la Conferencia de Bretton Woods, celebrados en 1944. En
esta Conferencia, desde su inicio, se manifestaron dos posiciones diferentes, expresadas por Harry
White –delegado norteamericano–, y John Keynes –representante del gobierno británico–.
La posición de Keynes presentaba ideas innovadoras, tales como la creación de un procedimiento
para otorgar créditos a países en dificultades de liquidez, la creación de una Unión Internacional de
Compensación (facultada para dar asistencia financiera, y para emitir moneda según las
necesidades del comercio mundial); otorgamiento automático a los países deficitarios de un medio
de pago internacional que se llamaría “BANCOR”; responsabilidad compartida entre países
deficitarios como superávitarios sobre el ajuste y la aceptación de los controles de capitales en casos
necesarios. La posición de White era menos ambiciosa, consistía en la creación de una unidad de
cuenta llamada
“Unitas”, que a partir de una escritura contable permitía adquirir divisas (lo que es actualmente el
D.E.G.); la creación de un Fondo de Estabilización de los tipos de cambio, con capacidad reducida
para otorgar créditos; los créditos no serían concedidos automáticamente; rechazo a los países
excedentarios sean co-responsables del ajuste; la prohibición y reducción de los controles de
capitales. El Plan de Keynes no se concretó porque EE. UU. era consciente de que tenía la divisa
más fuerte de la pos-guerra. El plan de White era en beneficio de EE. UU., y suponía la
consolidación de la situación nacida como fruto de la Segunda GM, y que evidentemente favorecía a
este país.
i. Conclusiones de Bretton Woods.
Se concluyó conviniendo tres principios básicos: 1) Igualdad entre los países miembros, sin distinguir
entre desarrollados y no desarrollados; 2) Estabilidad de los tipos de cambio entre los estados
miembros, respetando los valores acordados en la conferencia y prohibiendo las devaluaciones
competitivas; 3) Libertad de Cambios, prohibiéndose los controles de capitales.
Se acordó, entonces, un nuevo sistema monetario internacional, con un esquema de tipos de
cambios donde todas las monedas del mundo tendrían un tipo de cambio respecto al dólar y al oro,
pero sólo el dólar sería convertible directamente al oro, cuya paridad fue acordada en U$S 35 por
onza de oro. Se resolvió que el dólar sería la moneda central.
Esta situación duró aproximadamente veinte años. El proceso culminó cuando el 15 de agosto de
1971 el presidente norteamericano Richard Nixon decidió la suspensión de la convertibilidad del
dólar en oro; luego, en diciembre del mismo año, el propio estado norteamericano dispone una
primera devaluación del dólar respecto del oro de un 7,9% que fue seguida de una segunda
devaluación en el año 1973, que acabó con todo el sistema monetario de posguerra.

b. Introducción.
El Convenio Constitutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) se aprobó junto con el del Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento en la Conferencia de Bretton Woods de 1944. El Fondo
comenzó s uexistencia el 27 de diciembre de 1945, cuando los representantes delos 29 países cuyas
cuotas ascendían al 80% de las cuotas aceptadas en la Conferencia de Bretton Woods, depositaron
sus ratificaciones al Convneio.
El acuerdo mediante el cual pasó a ser Organismo Especializado de NN.UU. fue aprobado por el
Consejo
de Gobernadores en 1947, entrando en vigor ese mismo año, tras su aprobación por la A.G. de las
NN.
UU. Tiene su sede en Washington y fue reformado en tres oportunidades (1969/1978/1992). c.
Principios.
Igualdad entre miembros.
El Estatuto no prevé diferencias de trato en base al grado de desarrollo de cada estado, ni en países
desarrollados o no. La única distinción que hace es entre países deficitarios y los que no lo son, ya
que ellos tienen derecho a asistencia financiera.
Estabilidad de los Tipos de Cambio.
¿Qué son los tipos de cambio? Es la relación de la moneda de un Estado con una moneda fuerte.
El estatuto busca el respeto por parte de los Estados, con relación al cambio convenido, con eje en
U$S 35 por cada onza de oro. La finalidad de ello era controlar los flujos de mercaderías,
prohibiendo las devaluaciones competitivas como una herramienta válida en el comercio
internacional.
Libertad de cambios.
El estatuto busca que los Estados miembros se abstengan de imponer controles a la entrada y salida
de capitales, impulsando la erradicación de los controles de cambio.
d. Estructura orgánica.
Junta de Gobernadores.
No es permanente.
Es la autoridad máxima del FMI y está formada por un gobernador titular y uno suplente por cada
estado miembro (son 192 según el profe). Duran en sus funciones cinco años, y pueden ser
renovados. El gobernador normalmente es el Ministro de Hacienda o Economía del país, o el
presidente del Banco Central. El presidente es nombrado por la propia junta.
Este órgano está investido de todos los poderes del FMI, pero delegó la mayoría en el Directorio
Ejecutivo, a excepción de los enumerados en el art. 12 del Estatuto, entre lo que cabe destacar la
admisión y suspensión de miembros, la aprobación de la revisión de cuotas, etc. Se reúne
generalmente una vez al año.
Directorio Ejecutivo.
Es el órgano permanente del FMI (se reúne varias veces por semana en la sede). Está integrado por
25 miembros: el Director Gerente y 24 Directores Ejecutivos, de los cuales cinco son permanentes y
designados directamente por EE. UU., Japón, Francia, Alemania y Gran Bretaña. Los restantes 19
son relegidos por 19 grupos de países random. Cada uno de los grupos elige un director titular y no
suplente. Tres de esos 19 grupos están conformados por un sólo país (Rusia, Arabia Saudita, y
China), lo que lo transforma, de hecho, en miembros permanentes.
Tiene a su cargo la política, el funcionamiento y la administración del FMI, hace el análisis de los
aspectos sistemáticos de la economía mundial, etc. Eleva informes a la Junta de Gobernadores. iii.
Director Gerente.
Es elegido por el Directorio Ejecutivo. El cargo recaerá siempre en un ciudadano europeo. Es el
representante legal del FMI y la cabeza visible de la organización.
Entre sus atribuciones están las de presidir las reuniones de los Directores Ejecutivos, aunque sin
derecho a voto, salvo en los casos de empate, y las propias de la jefatura del personal. Dirige y
ejecuta las actividades ordinarias del FMI bajo la autoridad del Directorio Ejecutivo. Su mandato dura
cinco años, y puede ser reelegido indefinidamente.
iv. Comité Provisional.
Es un órgano asesor integrado por 24 gobernadores, ministros u otros funcionarios de igual
jerarquía, y reproduce en su composición al Directorio Ejecutivo. Se reúne dos veces por año. Sus
responsabilidades son guiar al Directorio Ejecutivo, vigilar la evolución, gestión y adaptación del
sistema monetario, hacer recomendaciones y propuestas, notifica a la Junta de Gobernadores sobre
cuestiones vinculadas con disturbios repentinos que puedan amenazar el sistema monetario y
financiero internacional. v. Comité para el Desarrollo.
Está integrado por 24 miembros. Informa a las Juntas de Gobernadores del FMI o BM, sobre
aspectos relativos al desarrollo de sus problemas,
Estos Comités son órganos del FMI, pero también del Banco Mundial, y asesoran a ambas
instituciones. e. La cuota.
Es el canon o remuneración que cada Estado paga para pertenecer al FMI.
Cómo se calcula la cuota.
Las cuotas se estiman en base a la importancia económica relativa de cada país con el conjunto
mundial. A intervalos no mayores de cinco años, la Junta de Gobernadores debe llevar a cabo una
revisión de las mismas y determinas si es necesario proponer un ajusto de las mismas. Las misma
son calculadas en función de datos macroeconómicos que son tenidos en cuenta como ser el PBI,
las reservas externas, la relación entre PPBI y exportaciones, etc.
Este procedimiento y cálculo técnico es hecho por una comisión técnica de expertos, que eleva una
recomendación de la nota a la Comisión de Admisión del Directorio Ejecutivo.
Suscripción de la cuota.
En sus orígenes, la cuota de los países que ingresaban al FMI debía ser pagada de la siguiente
manera: el 25% de la misma debía ser en oro, y el 75% restante en su propia moneda nacional. A
partir de la década del ’70 se modificó el sistema, y ahora el 25% en oro puede ser abonado en DEC
(que es la unidad contable del FMI), o en otras monedas duras convertibles (dólar, euro, yen, etc.)
Efectos de la cuota.
La misma tiene tres consecuencias:
Número de votos.
La magnitud de la cuota de un país determina el número o cantidad de sus votos. Cada país
miembro tiene derecho a un básico de 250 votos, más un voto por cada 100.000 DEG de su cuota.
(El grupo en el que está Argentina no supera el 2% de los votos, mientras que EE. UU. por sí solo
posee el 17% de lo votos).
Acceso al financiamiento.
El monto máximo de financiamiento que puede obtener un país del FMI está basado en su cuota. Un
país puede solicitar un préstamo de hasta 300% de su cuota, y dentro de los servicios especiales,
hasta el 500% de la misma.
Asignación de DEG.
Cada país tendrá asignado una cantidad de DEG proporcional a la magnitud de su cuota. f. Votación.
Carece de impronta democrática, ya que el eje sobre el que está construido es el poder de votos de
cada estado, donde los Estados más desarrollados y poderosos concentran en sus manos la
mayoría de los votos en juego, pudiendo así imponer las decisiones en el seno del FMI.
Cada país posee la cantidad de votos asignados en función de su cuota. Cuando mayor sea la cuota,
mayor será el poder de voto de un país. Los cinco países permanentes, más sus aliados, poseen en
conjunto más del 45% de los votos de este órgano, con la posibilidad de imponer su voluntad dentro
del Directorio.
g. Recursos del FMI.
El Fondo cuenta con un caudal de recursos financieros que pone a disposición de los países
miembros –
bajo ciertas condiciones–, para que puedan ejecutar programas encaminados a remediar su déficit
de balanza de pagos.
El Fondo para llevar a cabo su misión de asistencia financiera, necesita proveerse de recursos
suficientes. Estos recursos los consigue de cuatro fuentes principales: i. Las cuotas.
El aporte de todos los miembros del FMI a través de sus cuotas constituye la fuente principal y más
importante de provisión de recursos. El FMI, a partir de 1999, posee 212.000 millones de DEG,
equivalentes a 280.000 millones de dólares.
Los empréstitos.
El FMI puede tomar préstamos del sector privado para aumentar sus recursos prestables, no
teniendo para ello impedimento jurídico alguno, sólo necesita el acuerdo del país emisor de la
moneda en que se efectúa el préstamo.
Los acuerdos generales para la obtención de préstamos (AGP).
El FMI también puede acrecentar sus recursos financieros disponibles a través de préstamos
otorgados por los países industrializados mediante el mecanismo de los Acuerdos Generales para la
Obtención de Préstamos (AGP) creados en 1962. Por esta fuente, el FMI recibe préstamos de uno o
varios países industrializados con el objetivo de financiar créditos solicitados por un país miembro del
Grupo de los Diez, o por cualquier otro país cuyas dificultades de balance de pagos comprometan la
estabilidad del Sistema Monetario Internacional. Por este mecanismo, el Fondo no puede tomar
préstamos por una suma mayor al 50% del monto global de las cuotas.
Nuevos acuerdos para la obtención de préstamos (NAP).
En el año 1997 se crearon los Nuevos Acuerdos de Préstamos (NAP) celebrados entre el FMI y 25
países e instituciones. Los participantes comprometen sumas de dinero en base a su solvencia
económica y medida por sus cuotas. Los NAP no sustituyen a los AGP, pero son la fuente
suplementaria de recursos principal y más importante del FMI.
Activos de reserva del FMI.
El FMI también posee Activos de Reserva muy importantes que tienen por objetivo principal dar
mayor liquidez adicional a los mecanismos de asistencia creados por el FMI.
Tenencia de Oro y Divisas.
El FMI posee reservas en oro que provienen del 25% en oro con que debía ser abonada la cuota
inicial de los países miembros. Gran parte de estas tenencias de oro fueron vendidas por decisión
del Directorio Ejecutivo, y con el dinero recaudado se conformó el Fondo Fiduciario.
ii. Derechos Especiales de Giro (DEG).
Es un activo de reserva internacional creados por el FMI en 1969 para complementar los activos de
reserva. Es la unidad de cuenta para todas las operaciones administrativas y transacciones que
realiza el FMI.
i. Mecanismos de acceso a los recursos del FMI.
Razones que motivan su utilización por los Estados miembros.
A través de estos mecanismos y servicios de asistencia financiera, el Fondo cumple su objetivo
principal, que es dar apoyo financiero a los países miembros que padezcan un déficit en su balanza
de pagos, para que por esta razón no se vean tentados a tomar medidas distorsivas que
obstaculicen el libre comercio internacional.
Requisito básico, trámite y mecanismo.
El requisito básico para que un país solicite ayuda financiera es que esté sufriendo un déficit de
balanza de pagos. La única excepción es el Servicio para el Crecimiento y Lucha Contra la Pobreza.
El trámite administrativo principal es el Acuerdo Stand-By, o Acuerdo Contingente. Su naturaleza
jurídica es la de un acuerdo internacional entre el organismo y el país miembro, en donde se
concede una línea de crédito, con modalidades especiales y el derecho del FMI a vigilar y controlar
sy cumplimiento.
Cabe aclarar que el país solicitante es q leu escoge el mecanismo o servicio de ayuda financiera
preferido de entre todos los que el FMI pone a su disposición. Este país hace su elección en base a
la cantidad o volumen e ayuda financiera que necesita.
Comienza el trámite con la presentación de una Carta de Intención, firmada por le gobernador de un
país ante el FMI, donde solicita el préstamo a través de un determinado servicio de ayuda del FMI,
declara la necesidad de financiamiento por déficit de balanza de pagos y, lo acompaña con un
programa económico para superar la situación. Este programa implica generalmente la condición de
alcanzar metas macroeconómicas y cumplir determinados criterios de ejecución.
Esta Carta de Intención es negociada previamente con un equipo de técnicos enviados por FMI
quienes confeccionan un Memorándum de entendimiento que acompaña a la Carta de Intención
presentada, sin el cual ésta nunca será aprobada.
La Carta de Intención, junto al Memorándum, son entregados al Director Gerente: si éste lo acepta,
recién son elevados a consideración y aprobación del Directorio Ejecutivo.
El mecanismo por el cual se conceden todos los servicios de ayuda financiera del FMI se llama
Sistema de Compra y Recompra y funciona de la siguiente manera: cunado un país recibe la
aceptación de la ayuda financiera solicitada, significa que puede proceder a COMPRAR con su
moneda nacional un monto equivalente a otra moneda estable o dura, con la obligación de que en un
tiempo acordado, RECOMPRE su moneda nacional que entregó, con el equivalente de moneda dura
que compró, abonando cargos e intereses por el préstamos.
iii. La condicionalidad.
Es el conjunto de medidas y objetivos macroeconómicos que el país se obliga a ejecutar dentro del
servicio de ayuda financiera que concede el Fondo. Este programa de ajuste económico contiene los
llamados Criterios de Ejecución, que os objetivos macroeconómicos que debe ejecutar dentro de un
plazo de tiempo (3 o 6 meses) y de cuya ejecución depende el desembolso de la próxima cuota del
préstamos. Por ejemplo, un criterio de ejecución puede ser la privatización del sistema jubilatorio y
de pensiones del país en un plazo fijado.
La característica principal de la condicionalidad es que siempre es un ajuste estructural en la
economía del país de tal envergadura que inevitablemente repercute en la vida cotidiana del
ciudadano común, condicionando su nivel de vida y perspectivas de progreso, y afectándolo por
varias generaciones. El estatuto original del FMI no establece condiciones d este tipo para el
otorgamiento de la ayuda. El art. 5, sección 33, sólo dispone que para recibir asistencia, el país
solicitante deberá hacer una declaración en donde afirma que necesita ayuda.
j. Derechos Especiales de Giro (DEG).
Concepto.
El DEG es un ACTIVO DE RESERVA internacional y UNIDAD DE CUENTA para las operaciones y
transacciones del FMI. Fue creado en 1969 para complementar las reservas del Fondo, otorgándole
estabilidad.
Determinación del valor.
Esta unidad de cuenta es “la moneda del FMI” y su valor está dado diariamente en función de una
cesta de monedas integrada originalmente por el marco, franco, yen, libra esterlina y el dólar, hasta
que en el año 2001 el marco y franco de la cesta fueron reemplazados por el EURO, por lo que
actualmente la cesta está integrada sólo por cuatro monedas. El valor dl DEG suele ser más estable
que el de cada una de las monedas de la cesta.
Las monedas que integran la cesta fueran elegidas en virtud del ser las que más se utilizan en las
transacciones internacionales.
De la cesta de monedas, un equipo de técnicos del FMI todos los días fijan el valor del DEG.
Determinación de la tasa de interés.
Estos técnicos también establecen la Tasa de Interés del DEG, que se fija semanalmente y que es el
resultado de la ponderación promedia de las tasas de interés de ciertos instrumentos financieros a
corto plazo de los cinco países cuyas monedas integran la cesta.
La tasa de interés del DEG es la base para calcular los intereses que se cobran por el financiamiento
ordinario del FMI y la tasa de interés que se paga a los países acreedores de la institución y se
publica cada semana en el sitio web del FMI.
Asignación del DEG.
El FMI asigna DEG a los países miembros en proporción a sus cuotas.
Las asignaciones de DEG no constituyen préstamos, los países pueden utilizarlos para financiar
necesidades de balanza de pagos sin tener que tomar medidas de política económica ni contraer
obligaciones de reembolso. No obstante, cuando un país utiliza sus DEG debe paga r intereses
sobre el monto en el que sus asignaciones esperen sus tenencias.
Más de la quinta parte de los países miembros nunca han recibido asignaciones de DEG porque
ingresaron al FMI después de la última asignación.
Uso del DEG.
El FMI ha establecido una lista de quince países e instituciones internacionales que serán Tenedores
Autorizados de DEG y contra ellos y el FMI un miembro puede usarlo de tres formas distintas:
Por acuerdo.
Es cuando el país poseedor del DEG negocia y acuerda voluntariamente ocn uno de los tenedores
Autorizados o con otros países miembros, la compra o cambio de sus DEG por una moneda dura, y
de esta manera el país solicitante transfiere sus DEG y recibe a cambio la moneda seleccionada,
mediante el pago de un cargo o interés.
Por designación.
Es cuando un país u organismo que recibirá los DEG es designado por el propio FMI, pudiendo se
rúnicamente un Tenedor Autorizado. El designado no podrá negarse a la operación salvo que
acreditase que sus tenencias de DEG han sobrepasado el límite fijado por el Fondo.
Con el FMI.
Un país miembro también pueden usar sus DEG en el pago de sus obligaciones con el Fondo, como
ser cargos impuestos, recompras, pago de cuotas, etc., para lo cual transfiere sus tenencias a favor
de este organismo y por el monto suficiente para cancelar la obligación.
2. El Banco Mundial de Reconstrucción y Fomento.
Antecedentes.
Su origen se remonta a la Conferencia Monetaria y Financiera de las NN. UU. reunida en Bretton
Woods en julio de 1944.
Los Estatutos del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo fueron firmados en
1945 por 28 países.
El acuerdo entre l ONU y el Banco, que convirtió a éste en Organismo especializado en la misma,
fue aprobado por el Consejo de Gobernadores del Banco en 1947 y entró en vigor en 1947 como
consecuencia de la aprobación por la AG de las NN. UU. La sede del Banco se estableció en
Washington.

Fines.
Ayudar a la reconstrucción y al desarrollo de los territorios de los Estados miembros, facilitando las
inversiones de capitales para fines productivos.
Fomentar las inversiones privadas de capitales extranjeros mediante garantías o participaciones en
los préstamos y otras inversiones hechas por capitalistas privados.
Se propone también promover un crecimiento equilibrado a largo alcance del comercio internacional
y el mantenimiento del equilibrio de las balanzas de pagos, contribuyendo también a promover las
inversiones internacionales que contribuyan al desarrollo de los recursos productivos de los Estados
miembros, ayudando así a aumentar la productividad, el nivel de vida y a mejorar las condiciones de
trabajo en sus territorios.
Coordinar los préstamos conseguidos o garantizados por el Banco con otros préstamos
internacionales de otros orígenes, dando prioridad a los proyectos más útiles y urgentes.
Facilitar, en los primeros años posteriores a la 2GM, la transición entre la economía de guerra a la
economía de paz.
Miembros.
Art. 2 del Estatuto, «serán miembros fundadores del Banco aquellos miembros del FMI que se
adhieran al Banco antes de 1945».
Estructura orgánica.
La Junta de Gobernadores.
Formada por personas designadas por cada uno de los Estados miembros a razón de uno por cada
Estado. Pueden tener un suplente. Es el órgano deliberante supremo.
Los Administradores o Directores ejecutivos.
Son veintidós, del os cuales cinco son nombrados por cinco Estados miembros que posean el mayor
número de acciones o participaciones en el capital del Banco –EE. UU., Japón, Alemania, Reino
Unido y Francia– y los 17 restantes son elegidos por los Gobernadores de los otros Estados
miembros.
El Presidente.
Es el jefe personal del Banco, responsable dela gestión administrativa del mismo, nombra y despide
a los funcionarios y preside las reuniones de los Administradores o Directores ejecutivos en las que
no tiene normalmente voto, salvo el de calidad en caso de empate.
Tribunal Administrativo.
Que se compone de 7 miembros pertenecientes a Estados miembros del Banco, pero de
nacionalidades diferentes cuya elección se lleva a cabo por lo Administradores del Banco sobre una
lista de candidatos presentada por el Presidente. Su competencia se extiende a cualquier demanda
de un agente del Grupo del Banco que alegue inobservancia de su contrato o de sus condiciones de
empleo.
Completa la estructura la Secretaria, el Comité Consultivo, las Comisiones de Préstamos, las
Oficinas y misiones regionales y los Consejos Regionales.
3. La Asociación Internacional de Fomento.
Antecedentes.
La iniciativa de su creación fue anunciada en la Gran Conferencia de Gobernadores del B.I.R.D., en
el ’59. Meses más tarde, en el ’60, se aprobaron sus Estatutos. Desde el ’61 es un Organismo
especializado de las NN. UU., cuya sede también está en Washington.
Fines.
Se enumeran, en su artículo primero: “promover el desarrollo económico, incrementar la
productividad y de este modo elevar el nivel de vida en las regiones menos desarrolladas del mundo,
comprendidas dentro de los territorios de los miembros de la Asociación, especialmente mediante la
aportación de recursos financieros necesarios para atender a sus más destacadas necesidades de
desarrollo, en condiciones más flexibles y menos gravosas para la balanza de pagos que las que
suelen aplicarse en los préstamos usuales, a fin de contribuir de este modo a impulsar los objetivos
de expansión económica del BIRD y a secundar sus actividades”.
Miembros.
El Convenio distingue entre miembros fundadores, que figuran en su Anexo I, y que se incorporaron
hasta el ’60, y “los demás miembros que son aquellos que se adhieran a la Asociación en el
momento y de acuerdo con las condiciones que determine la Asociación”.
Estructura orgánica.
Es idéntica al BIRD.
4. La Cooperación Financiera Internacional.
a. Antecedentes.
La idea de crear esta Organización fue también norteamericana. ECOSOC, la A.G en el ’54 le
confiaron al BIRD la preparación de sus Estatutos, que entraron en vigor en el ’56. Se trata de una
filial de la BIRD, pero sus fondos están separados, tiene personalidad jurídica distinta y en el ’57 se
convirtió en un Organismo especializado de las NN. UU. Su sede está en Washington. b. Fines.
Sus actividades son complementarias al BIRD. En su art. 1 establece que su objeto «será promover
el desarrollo económico, estimulando la expansión delas empresas privadas productivas en los
países miembros, particularmente en las zonas menos desarrolladas».
c. Miembros.
Se distinguen entre miembros fundadores y los demás miembros. Los primeros fueron los miembros
del BIRD que se adhirieron al Convenio antes del ’56. Los segundos son aquellos miembros del
BIRD que se adhirieron posteriormente bajo las condiciones que la Corporación determine. d.
Estructura orgánica.
La Asamblea de Gobernadores y la Junta de Directores integradas, respectivamente, por todos los
Gobernadores y Administradores o Directores ejecutivos del BIRD que representan a países que
también sean de la CFI. Finalmente, el Presidente del BIRD es ex officio Presidente de la Junta de
Directores de la CFI y el Presidente de la Corporación que es el jefe de los funcionarios de la misma.

Unidad 15
1. Desarme
Concepto
La expresión “desarme” abarca un amplio espectro de situaciones y designa tanto la eliminación total
de todo elemento beligerante militar, como la prohibición absoluta de ciertas armas en particular.
(Lavina)
Ámbitos institucionales para impulsar el desarme.
Desarme y seguridad son dos caras de la misma moneda. La Carta, que no menciona el desarme ni
en su Preámbulo ni en los propósitos o los principios (art. 1 y 2), dispuso que la AG podría considerar
y hace recomendaciones sobre «los principios generales de la cooperación en el mantenimiento de
la paz y la seguridad internacionales, incluso los principios que rigen el desarme y la regulación de
armamentos» (art. 11). También puso a cargo del Consejo de Seguridad el establecimiento de un
sistema de regulación de estos armamentos.
Pero aún más, la carrera armamentista ha sido concebida, desde la perspectiva de la ONU como
una amenaza a la paz y a la seguridad internacionales. Sin embargo, esta percepción debe coexistir
con la inexistencia de normas del DI General que obliguen a un Estado a limitar e l nivel de sus
armamentos, a salvo de las obligaciones que voluntariamente asuma.
En cuanto a las instancias para activar el desarme, la AGNU desarrolló en su Primer período
extraordinario de sesiones dedicado al tema (1978) un mecanismo en que, buscando la máxima
eficacia, se distinguía entre órganos deliberantes y de negociación. Deliberantes eran la misma
Asamblea y la Comisión de Desarme; órgano negociador, el Comité de Desarme. La Comisión de
Desarme es un órgano subsidiario de composición plenaria que ha de actuar por consenso. Órgano
único de negociación es el Comité de Desarme, técnicamente ajeno a la ONU pero íntimamente
unido a ella, pues presenta informes anuales a la Asamblea, que a su vez le dirige recomendaciones.
La
Conferencia está compuesta por 40 Estados, entre ellos los poseedores de armas nucleares. Los
demás Estados, a los que se reconoce estatuto observador, tienen la posibilidad de participar en sus
actividades presentando propuestas escritas o documentos de trabajo o interviniendo en los debates.
La Conferencia de Desarme, «el órgano multilateral de negociación de la comunidad internacional en
la esfera del desarme», ha coexistido con otros entes y ámbitos de negociación: 1) el bilateral,
emblemáticamente representado por las negociaciones sobre desarme nuclear entre las dos
superpotencias, Estados Unidos y la URSS (Tratado START I), Estados Unidos y Rusia (Tratado
START II);
2) el multilateral restringido, con varios foros de negociadores, como el propiciado en Europa por la
CSCE (OSCE); el latinoamericano, en el que se negoció el Tratado para la proscripción de las armas
nucleares en América Latina, o Tratado de Tlatelolco (1967), y el Foro Pacífico Sur, o Tratado de
Rarotonga (1985).
c. Etapas y prioridades para su consecución.
El objetivo al que apunta la Asamblea General de Naciones Unidas (AGNU) no es otro que lograr un
desarme general y completo bajo un control internacional eficaz. Para su consecución se conoce: 1)
las etapas y prioridades, 2) los principios que han de inspirar las negociaciones de desarme y 3) los
instrumentos jurídicos en que se plasmarán
i. Etapas y prioridades.
Son la limitación, reducción y eliminación de armas nucleares, de armas de destrucción masiva, de
armas que causan sufrimientos inútiles o efectos indiscriminados y reducción de fuerzas y armas
convencionales hasta el mínimo necesario para el mantenimiento del orden interior y la protección de
los ciudadanos dentro de cada Estado, y para facilitar los efectivos requeridos a una fuerza
internacional de paz, con capacidad preventiva y represiva, bajo la autoridad de las Naciones
Unidas. ii. Principios.
En cuanto a los principios que han de inspirar a las negociaciones son: derecho de todos los Estados
a participar en pie de igualdad en las que incidan directamente sobre su seguridad; responsabilidad
primordial de los Estados poseedores de armas nucleares y militarmente importantes;
concurrencialidad e interacción de las negociaciones sobre las distintas cuestiones prioritarias;
equilibrio aceptable de responsabilidades y obligaciones recíprocas entre Estados dotados y no
dotados de armas nucleares, etc.
iii. Instrumentos jurídicos.
Éstos se concretan en tratados y, en su caso, en tanto se estipulan, en declaraciones unilaterales
con idéntico contenido, testimoniadas ante el Consejo de Seguridad. En el plano multilateral, por lo
general, los tratados adoptados se encuentran abiertos a la participación común de todos los
Estados. Entre las excepciones cabe mencionar los tratados multilaterales restringidos por los que se
conviene la desnuclearización de una zona geográfica específica –por ej., América Latina (Tratado
de Tlatelolco, 1967); o el Pacífico Sur (Tratado de Rarotonga, 1985). Estos tratados están abiertos a
los Estados de la región y a las potencias nucleares.
La objeción más importante que cabe hacer a estos tratados es la de que se dirigen
fundamentalmente a la limitación de armamentos y no han conseguido invertir su carrera. Fuera del
ámbito nuclear, sólo dos tratados rompen esta regla por el compromiso de los Estados Partes de
destruir en su totalidad las armas ya existentes: el primero, en vigor desde 1975, es la Convención
sobre la prohibición del desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas bacteriológicas
(biológicas) y tóxicas y sobre su destrucción (1972); el segundo, la reciente Convención sobre la
prohibición del desarrollo, la producción, el almacenamiento y el empleo de armas químicas y sobre
su destrucción (1933) que ha entrado en vigor el 29 de abril de 1997.
La nueva situación internacional, generada tras el fin de la guerra fría y del conflicto ideológico
EsteOeste, ha influido en gran medida sobre el desarme. En la más inmediata posguerra fría han
progresado espectacularmente las conversaciones sobre desarme nuclear y químico, y otro tanto ha
ocurrido con las negociaciones de desarme convencional en Europa.
Sin embargo, el desarme general y completo sigue siendo sólo un reclamo publicitario.
El Secretario General de la ONU de 1995, Boutros-Ghali, propuso en su Suplemento al Programa de
Paz, que se concentren los esfuerzos en el microdesarme, esto es, en procesos concretos de
desarme en el contexto de conflictos que las NNUU tratan de solucionar y en relación con las armas,
en su mayoría ligeras, que los protagonizan, fundamentalmente las de pequeño calibre y las minas
antipersonas. En cuanto a estas últimas, el uso d algunas de ellas se encuentra prohibido por el
Protocolo II de la Convención de 1981 concerniente a la prohibición o restricción del uso de ciertas
armas que se consideran excesivamente dañinas.
La perspectiva del microdesarme se ha vertido en la mayoría de los acuerdos generales de paz en
los que las NNU han desmepeñado un papel importante para el proceso de consolidación de la paz
después de los conflictos.
2. El desarme nuclear.
Concepto.
El desarme nuclear se considera un objetivo altamente prioritario que supondría la eliminación total
de las armas nucleares. Para lograrlos e pretende actuar una política de no proliferación horizontal y
vertical. Con la primera se evita la difusión a través de las naciones, y con la segunda, los Estados
que poseen armas nucleares deberían adoptar las medidas para cesar en la carrera de armamentos,
poniendo fin a su perfeccionamiento cualitativo (nuevas armas) y a su aumento cuantitativo y
renunciando, a continuación, a su producción para ir reduciendo gradual y equilibradamente el
número y despliegue de las armas.
La no proliferación horizontal.
i. El tratado de no proliferación de 1968.
Art. 1. – Cada Estado poseedor de armas nucleares que sea Parte en el Tratado se compromete a
no traspasar a nadie armas nucleares y otros dispositivos nucleares explosivos ni el control sobre
tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente; y a no ayudar, alentar o inducir
en forma alguna a ningún Estado no poseedor de armas nucleares a fabricar o adquirir de otra
manera armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos.

Art. 2 – Cada Estado no poseedor de armas nucleares que se aparte en el Tratado se compromete
a no recibir de nadie ningún traspaso de armas nucleares u otros dispositivos nucleares, explosivos
ni el control sobre tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente, a no fabricar ni
adquirir de otra maneras armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos.[…]
Cada Estado no poseedor de armas nucleares que sea Parte en el Tratado se compromete a aceptar
las salvaguardas estipuladas en un acuerdo que ha de negociarse y concertase con el Organismo
Internacional de Energía Atómica. Los procedimientos de salvaguardia exigidos por el presente
artículo se aplicarán a los materiales básicos y a los materiales fisionables especiales.[…] 2. Cada
Estado Parte en el Tratado se compromete a no proporcionar: a) materiales básicos o materiales
fisionables especiales, ni b) equipo o materiales especialmente concebidos o preparados para el
tratamiento, utilización o producción de materiales fisionables especiales.[…]
4. Los Estados no poseedores de armas nucleares que sean Parte ene l Tratado, concertarán
acuerdos con el Organismo Internacional de Energía Atómica a fin de satisfacer las exigencias del
presente artículo. La negociación de esos acuerdos comenzará dentro de los ciento ochenta días
siguientes a la entrada en vigor inicial de este Tratado.

Art. 4 – 1. Nada de lo dispuesto en este Tratado se interpretará en el sentido de afectar el derecho


inalienable de todas las Partes en el Tratado de desarrollar la investigación, la producción y la
utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación.
Todas las Partes en el tratado se comprometer a facilitar el más amplio intercambio posible de quipo,
materiales e información científica y tecnológica para los usos pacíficos de la energía nuclear[…]

Art. 5 – Cada Parte en el Tratado se compromete a adoptar las medidas apropiadas para asegurar
que los beneficios potenciables de toda aplicación pacífica de las explosiones nucleares sean
asequibles sobre bases no discriminatorias a los Estados no poseedores de armas nucleares Partes
en el Tratado y que el costo para dichas Partes de los dispositivos explosivos que se empleen sea lo
más bajo posible. Los Estados no poseedores de armas nucleares Partes en el Tratado deberán
actuar en posición de obtener tales beneficios, en virtud de uno o más acuerdos internacionales
especiales, por conducto de un organismo internacional apropiado.
Cada Parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas
eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al
desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo najo estricto y eficaz control
internacional.

La no proliferación horizontal ha sido consagrada por el Tratado de 1968 (TNP), en vigor desde el 5
de marzo de 1970, una vez ratificado por los Estados depositarios, y por otros 40 Estados
signatarios, con un duración de 25 años.
El TNP estructura sus equilibrios sobre una diferenciación básica que permite reconocer dos tipos de
Estados Partes: los poseedores de armas nucleares que, además, hayan fabricado hecho explotar
ingenios nucleares antes del primero de enero de 1967 (art. 9.3), y ols demás. La primera resulta ser
una categoría cerrada de Estados, pues uno de los objetivos que pretende el TNP es frenar la
proliferación de países poseedores de armas nucleares. Los Estados no parte ene l TNP que hayan
devenido nucleares de facto con posterioridad al primero d enero de 1967 no pueden adherirse al
tratado como poseedores de iure, es decir, en la primera categoría, que está reservada a Estados
Unidos, Francia, Gran Bretaña, China y la URSS, pues Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania, las otras
repúblicas soviéticas poseedoras de armas atómicas, se han adherido al TNP como Estados Partes
no nucleares.
Ahora bien, el “Club Atómico” no está integrado exclusivamente por dichos países. Al margen del
TNP se estima que distintos Estados disponen o podrían disponer de armamento nuclear. La India,
en primer lugar, persistente opositor al actual TNP, ha desarrollado la tecnología suficiente para que
pueda dudarse que cuenta con arsenal atómico. Su interés se cifra en sus conflictos fronterizos con
China, potencia nuclear, y Paquistán.
Por su parte, Israel no sólo parece disponer de un completo arsenal atómico, sino que ha impedido
activamente mediante el bombardeo de la central iraquí de Osiraq (1981) que este país, que si era
Parte en el TNP, pudiera completar su programa nuclear. Iraq que se encontraba en el umbral de
poseer armas nucleares, en violación de sus obligaciones de no proliferación como parte en el TNP.
Irán también se le supone capacidad nuclear, ene l marco de un acelerado programa de rearme tras
el conflicto que le enfrentó a su vecino iraquí. Como contrapunto, determinados Estados con
contrastada capacidad nuclear han renunciado en los últimos tiempos a políticas eventualmente
proliferado ras, adhiriéndose incluso al TNP. Tal es el caso de Sudáfrica (1991) o de Argentina
(1995),
En cuanto a los derechos y obligaciones que se derivan del TNP para los distintos Estados Partes,
los poseedores de armas nucleares se comprometen a no traspasarlas a nadie ni directa ni
indirectamente y a no alentar, inducir o ayudar a otros para que las fabriquen o adquieran (Art. 1). El
TNP evidencia aquí una grieta estructural cuando, a pesar de luchar por l ano proliferación, permite
el despliegue y emplazamiento de armas nucleares por uno de los Estados que las posee en el
territorio de otro Estado parte con el consentimiento de su gobierno.
ii. El rol de la AIEA. La utilización pacífica de la energía nuclear.
Los Estados no poseedores se obligan, por su parte, a no recibir en forma alguna armas nucleares, a
no fabricarlas, y ano recabar o recibir ayuda para su fabricación. El TNP reconoce, en cambio, el
derecho inalienable de todos los Estados a desarrollar la investigación y las aplicaciones pacíficas de
la energía nuclear según sus necesidades, intereses y prioridades. No obstante, teniendo en cuenta
que no es posible que un Estado lleve a cabo un programa de explosiones nucleares o con fines
pacíficos si n lograr al mismo tiempo una capacidad de fabricación de armas, los Estados no
poseedores se comprometieron a abstenerse de efectuar por sí tales explosiones y a poner el
montaje y explotación de sus instalaciones nucleares bajo la supervisión de la AIEA.
La AIEA es un organismo autónomo dentro del sistema de las Naciones Unidas, creado en 1957,
con sede en Viena, que realiza el control verificando el diseño de las centrales y revisando todas sus
operaciones y movimiento e inventario de materiales mediante inspecciones in situ y el examen de
informes periódicos elaborados por los Gobiernos con base en detallados registros que son
perceptivos. El sistema de salvaguardias tiene como única finalidad «verificar el cumplimiento de las
obligaciones asumidas por ese Estado en virtud de ese Tratado con miras a impedir que la energía
nuclear se desvíe de usos pacíficos hacia armas nucleares u otros dispositivos nucleares
explosivos» (art. 3). A la AIEA n ole corresponde asegurarse de si un Estado adquiere armas
nucleares. Sin embargo, en casos excepcionales se ha n incrementado los poderes de dicho
organismo internacional para que si inspección cubra otros ámbitos, como ha sucedido con la
inspección de la totalidad de las actividades nucleares iraquíes tras su invasión de Kuwait.
La sumisión de cada país al sistema de salvaguardias se concierna individual o colectivamente
mediante la celebración de un acuerdo internacional entre los Estados no poseedores y la AIEA. Son
exclusivamente éstos los obligados a someterse a la verificación del cumplimiento de sus
compromisos, mientras que los Estados poseedores pueden, en cambio, decidir voluntariamente
abrir o no sus instalaciones nucleares a la AIEA. Caso de incumplimiento por un Estado parte de
acuerdo de salvaguardia el Estatuto de la AIEA incorpora un sistema de arreglo de controversias,
que incluye la posibilidad de acudir a la CIJ, y de sanciones que puedan dar lugar, entre otras
medidas, a la suspensión del Estado Parte en el ejercicio de sus derechos y privilegios, la reducción
o la interrupción de la ayuda técnica.
Las Partes en el tratado se obligaron a no proporcionar materiales básicos o fisionables especiales ni
equipo para su tratamiento, utilización o producción a quienes no se sometiesen a las salvaguardias
de la AIEA. A cambio debían ser asequibles a los Estados no poseedores sobre bases no
discriminatorias los beneficios potenciales de toda aplicación pacífica de explosiones nucleares. Pero
los años han transcurrido sin que ese acuerdo se haya materializado y los Estados no poseedores
denuncian el exiguo volumen de la asistencia técnica y de la información recibida.
El carácter discriminatorio del tratado, que exige renuncias a los Estados no poseedores sin
garantizar que éstos reciban los beneficios de la aplicación pacífica de la energía nuclear, se explica
tal vez porque su principal objetivo es contrarrestar la multiplicación de los países poseedores del
arma atómica. De ahí que no ataque la dimensión vertical de la proliferación nuclear.
c. La no proliferación vertical.
La cesación de pruebas de armas nucleares.
La cesación de los ensayos de armas nucleares se ha venido estimando como un medio idóneo para
detener la proliferación vertical. En 1963, EE. UU., Gran Bretaña, y la URSS firmaron un tratado que
prohibía tales ensayos en la atmósfera, debajo del agua y en el espacio ultraterrestre, así como
también en cualquier otro medio si la explosión causara la presencia de desechos radiactivos más
allá del territorio del Estado que la efectúe. El tratado permitía las explosiones subterráneas de
armas nucleares. El propósito era el de avanzar hacia una prohibición general y completa de las
pruebas, se tradujo inicialmente en la exclusión, acordada por EE. UU. y la URSS en 1974 y
acatada por Gran Bretaña, de las experiencias subterráneas con potencia superior a 150 kilotones
(150.000 toneladas de TNT, un umbral que en la práctica no se alcanzaba ya de ordinario.
La resolución 48/70 de la AG de 1993, adoptada sin votación, acogió la «disposición de todos los
Estados poseedores de armas nucleares, y del resto de la comunidad internacional a proceder a la
negociación multilateral de un tratado de prohibición completa de los ensayos», de la que se encargó
la Conferencia de Desarme.
Las negociaciones para la adopción de un texto convencional se aceleraron significativamente en
1993, al mandatarse a un Comité ad hoc la activa negociación del tratado. Ello posibilitó que la AG
adoptara en 1996 el Tratado para la prohibición total de ensayos nucleares y que éste fuera firmado
el mismo año pro cincuenta y cinco países. La entrada en vigor queda suspendida cuando lo
ratifiquen cuarenta y cuatro países que cuenten con instalaciones nucleares militares o civiles.
La limitación de las armas estratégicas.
El ambicioso objetivo del TNP es que cada Parte de él «se comprometa a celebrar negociaciones de
buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera, de armamentos nucleares y
en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y c completo bajo
estricto y eficaz control internacional». Sin embargo, las negociaciones para la detención de la
carrera de armamentos se ha llevado bilateralmente sólo entre EE. UU. y la URSS-Rusia.
Dos son las etapas que pueden distinguirse en ese esfuerzo negociador de las superpotencias
nucleares: una primera etapa (1945-1985) caracterizada más por lograr el control de la carrera de
armamentos que por asumir obligaciones de auténtico desarme; y la segunda (1985-1997) que
afronta con mayor decisión el objetivo de la eliminación de armamento nuclear.
La primera ronda de conversaciones sobre limitación de armas estratégicas se inició en 1969 (SALT
I) y condujo en 1972 a la firma de un tratado sobre limitación de sistemas de cohetes antibalísticos, y
de un acuerdo provisional por el que se adoptaban ciertas medidas de limitación de armas
estratégicas ofensivas (SALT II). Seis meses después, comenzó la segunda ronda (SALT III), que
llevó en 1979 a la autenticación de texto de un tratado, un protocolo y otros documentos
complementarios con limitación de armas estratégicas ofensivas y a una Declaración conjunta de
principios y directrices básicas para las posteriores negociaciones en la materia. El Senado de EE.
UU., sin embargo, se negó a ratificar estos últimos instrumentos convencionales. A pesar de todo, se
llevó a cabo también al tercera ronda de conversaciones, iniciada en 1982, rebautizada START. Las
mismas fructificaron a impulsos de la perestroika gorbachoviana, y de la disgregación soviética. Se
abrió entonces una segunda etapa. Ello explica que en 1987 se firmara en Washington entre EE. UU.
y la URSS, el primer tratado que afronta la eliminación completa de un tipo de armamento atómico;
se trata del Tratado para la eliminación de cohetes de alcance intermedio y de alcance menor, o
Tratado INF, que supuso la eliminación de los misiles cuya instalación en Europa había provocado
una crisis. El Tratado INF supuso la eliminación de 2695 misiles soviéticos, y 859 estadounidenses.
A dicho texto le siguió el Tratado sobre la reducción y la limitación de las armas ofensivas
estratégicas
(START I), firmado en Moscú en 1991, entre EE. UU. y la URSS, que luego se multilateralizó
mediante el
Protocolo de Lisboa suscrito en 1992, junto con EE. UU., por Rusia, Ucrania, Kazajstán y Bielorrusia,
y el Tratado entre EE. UU. y Rusia sobre nuevas reducciones y limitaciones de armas ofensivas
estratégicas, de 1993 (START II).
3. Las zonas desnuclearizadas.
Concepto general.
Es zona desnuclearizada aquélla en la que un grupo de Estados conviene mediante tratado la
ausencia total de armas nucleares bajo control internacional y que es reconocida como tal por la AG.
El TNP viene a complementar u éste mismo reconoce su compatibilidad, al sostener «el derecho de
cualquier grupo de Estados a concertar tratados regionales a fin de asegurar la ausencia total de
armas nucleares en sus respectivos territorios» Art. 7.
Las zonas desnuclearizadas en la actualidad.
En la actualidad existen seis zonas desnuclearizadas. Tres de ellas –Antártida, Espacio ultraterrestre
y
Fondos marinos- corresponden a espacios despoblados que se declaran como patrimonio común del
a Humanidad. Las otras tres afectan a áreas de población: América Latina (T. de Tlatelolco, 1967), el
Pacífico Sur (T. de Rarotonga, 1985), y África (T. de Pelindaba, 1995).
El caso de la Antártida.
TRATADO DE PROHIBICIÓN DE PRUEBAS CON ARMAS NUCLEARES EN LA ATMÓSFERA, EN
EL ESPACIO
ULTRATERRESTRE Y BAJO EL AGUA. (en vigor desde 1963, rat. por Arg. por Ley 23.340)
Art. 1. 1. Cada una de las Partes del presente Tratado se compromete a prohibir, impedir y no
realizar explosiones de pruebas con armas nucleares ni cualquier otra clase de explosión nuclear, en
ningún lugar situado bajo su jurisdicción o control:
en la atmósfera, fuera de sus límites, incluido el espacio ultraterrestre, o bajo el agua, comprendido
las aguas territoriales o alta mar, o
En cualquier otro medio físico cuando la explosión origine la presencia de residuos radiactivos fuera
de los límites territoriales del Estado en cuya jurisdicción o control aquélla se efectuare. […] 2. Cada
una de las Pares del presente Tratado se compromete asimismo a abstenerse de disponer o
fomentar la realización de explosiones de pruebas con armas nucleares o cualquier otro tipo de
explosión nuclear o de participar de algún modo en las mismas, sea cual fuere el lugar donde se
efectuaren en cualquier de los medios mencionados en el párrafo uno de este artículo.

Art. 2. 1. Cualquiera de las partes podrá proponer enmiendas al presente Tratado. […]

Art. 3. […] El presente Tratado tendrá duración ilimitada.


La Antártida y el Espacio ultraterrestre son algo más que zonas desnuclearizadas: son zonas
desmilitarizadas. Los Fondos Marinos no han sido desmilitarizados pero si desnuclearizados y
liberados de cualesquiera otras armas de destrucción masiva a partir de las doce millas de la costa,
límite del mar territorial del Estado ribereño.
La situación de América Latina.
La idea de desnuclearizar América Latina fue lanzada por Brasil en 1962, tras la crisis de los misiles
soviéticos en Cuba, y apoyada por la AG en 1963, desembocando ene l Tratado de Tlatelolco (a967).
El Tratado ha ampliado también el ámbito espacial de su vigencia a todos los Estados del Caribe. El
Organismo para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina (OPANAL), creado por el
Tratado, supervisa su aplicación en concierto con la AIEA. Los Estados Partes se obligan a prohibir
en su territorio no sólo el ensayo, fabricación y adquisición de armas nucleares, sino también su
recepción, almacenamiento o instalación, directa o indirectamente, por mandato de terceros o en
cualquier forma. Un año anterior al TNP, permite a los Estados Partes la realización de explosiones
de artefactos nucleares con fines pacíficos, aun sometiéndolas a una verificación rigurosa.
El Tratado de Tlatelolco se completa con dos importantes protocolos. El I invita a asumir sus
obligaciones a los Estados no latinoamericanos con responsabilidades de iure o de facto sobre
territorios incluidos en la zona objeto del tratado (EE. UU., Francia, Gram Bretaña y Holanda; lo que
todos han hecho. El II convoca a los Estados poseedores de armas nucleares para que respeten el
status de desnuclearización, y no amenacen ni empleen sus armas contra los Estados Partes. Han
aceptado tal obligación EE. UU., Gran Brótala, China, Francia y la antigua URSS, aunque con
ocasión del conflicto de las Malvinas se especuló sobre la observancia por Gran Bretaña de esa
obligación.
Fue ratificado por todos los Estados de la región, lo que produjo su entrada en vigor en general.
El tratado para la proscripción de las armas nucleares en América Latina (1967).
Art. 1. 1. Las Partes Contratantes se comprometen a utilizar exclusivamente con fines pacíficos el
material y las instalaciones nucleares sometidos a su jurisdicción, y a prohibir e impedir en sus
respectivos territorios:
El ensayo, uso, fabricación, producción o adquisición, por cualquier medio, de toda arma nuclear,
por sí mismas, directa o indirectamente, por mandato de terceros o en cualquier otra forma, y
El recibo, almacenamiento, instalación, emplazamiento o cualquier forma de posesión de toda arma
nuclear, directa o indirectamente, por sí mismas, por mandato a terceros o de cualquier otro modo.
2. Las Partes Contratantes se comprometen, asimismo, a abstenerse de realizar, fomentar o
autorizar, directa o indirectamente, el ensayo, el uso, la fabricación, la producción, la posesión o el
dominio de toda arma nuclear o de participar en ello de cualquier manera.

Art. 3. – “Definición de territorio”. Para todos los efectos del presente Tratado, deberá entenderse
que el término "territorio" incluye el mar territorial, el espacio aéreo y cualquier otro ámbito sobre el
cual el Estado ejerza soberanía, de acuerdo con su propia legislación.

Art. 5 . – “Definición de las armas nucleares”. Para los efectos del presente Tratado, se entiende por
"arma nuclear" todo artefacto que sea susceptible de liberar energía nuclear en forma no controlada
y que tenga un conjunto de características propias del empleo con fines bélicos. […]

Art. 7. – “Organización”. 1. Con el fin de asegurar el cumplimiento de las obligaciones del presente
Tratado, las Partes Contratantes establecen un organismo internacional denominado "Organismo
para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe", al que en el presente
Tratado se designará como "el Organismo". Sus decisiones sólo podrán afectar a las Partes
Contratantes.
El Organismo tendrá a su cargo la celebración de consultas periódicas o extraordinarias entre los
Estados Miembros en cuanto se relacione con los propósitos, las medidas y los procedimientos
determinados en el presente Tratado y la supervisión del cumplimiento de las obligaciones derivadas
del mismo.
Las Partes Contratantes convienen en prestar al Organismo amplia y pronta colaboración de
conformidad con las disposiciones del presente Tratado y de los acuerdos que concluyan con el
Organismo, así como los que éste último concluya con cualquier otra organización u organismo
internacional.
La sede del Organismo será la ciudad de México.

Art. – 8 – “Órganos”. 1. Se establecen como órganos principales del Organismo una Conferencia
General, un Consejo y una Secretaría. […]

Art. 12. – “Sistema de control”. 1. Con el objeto de verificar el cumplimiento de las obligaciones […]
se establece un Sistema de Control […].
2. El Sistema de Control estará destinado a verificar, especialmente:
Que los artefactos, servicios e instalaciones destinados a usos pacíficos de la energía nuclear no
sean utilizados en el ensayo y la fabricación de armas nucleares;
Que no llegue a realizarse en el territorio de las Partes Contratantes ninguna de las actividades
prohibidas en el Artículo I del presente Tratado, con materiales o armas nucleares introducidos del
exterior, y
Que las explosiones con fines pacíficos sean compatibles con las disposiciones contenidas en el
Artículo 18 del presente Tratado.

Art. 13. – “Salvaguardias de la O.I.E.A.”. Cada Parte Contratante negociará acuerdos -multilaterales
o bilaterales- con el Organismo Internacional de Energía Atómica para la aplicación de las
Salvaguardias de éste a sus actividades nucleares. […] Estos acuerdos deberán entrar en vigor, para
cada una de las Partes, a más tardar dieciocho meses a contar de la fecha de iniciación de dichas
negociaciones, salvo caso fortuito o fuerza mayor.

Art. 14. – “Informes de las Partes”. 1. Las Partes Contratantes presentarán al Organismo y al
Organismo Internacional de Energía Atómica, para su conocimiento, informes semestrales en los que
se declare que ninguna actividad prohibida por las disposiciones del presente Tratado ha tenido lugar
en sus respectivos territorios. […]
Art. 16. – “Inspecciones especiales”. 1. El Organismo Internacional de Energía Atómica tiene la
facultad de efectuar inspecciones especiales […].
A requerimiento de cualquiera de las Partes […] el Consejo podrá enviar a consideración del
Organismo Internacional de Energía Atómica una solicitud para que ponga en marcha los
mecanismos necesarios para efectuar una inspección especial.
El Secretario General solicitará al Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica
que le transmita oportunamente las informaciones que envíe para conocimiento de la Junta de
Gobernadores del OIEA con relación a la conclusión de dicha inspección especial. El Secretario
General dará pronto conocimiento de dichas informaciones al Consejo.
El Consejo, por conducto del Secretario General, transmitirá dichas informaciones a todas las Partes
Contratantes.

Art. 17. – “Uso pacífico de la energía nuclear”. Ninguna de las disposiciones contenidas en el
presente Tratado menoscaba los derechos de las Partes Contratantes para usar, en conformidad con
este instrumento, la energía nuclear con fines pacíficos, de modo particular en su desarrollo
económico y progreso social.

Art. 18. – “Explosiones con fines pacíficos”. 1. Las Partes Contratantes podrán realizar explosiones
de dispositivos nucleares con fines pacíficos […] o prestar su colaboración a terceros para los
mismos fines, siempre que no contravengan las disposiciones del presente Artículo y las demás del
Tratado […]
2. Las Partes Contratantes que tengan la intención de llevar a cabo una de tales explosiones, […]
deberán notificar al Organismo y al Organismo Internacional de Energía Atómica, con la antelación
que las circunstancias lo exijan, la fecha de la explosión y presentar simultáneamente las siguientes
informaciones:
El carácter del dispositivo nuclear y el origen del mismo;
El sitio y la finalidad de la explosión en proyecto;
Los procedimientos que se seguirán para dar cumplimiento al párrafo 3 de este Artículo;
La potencia que se espera tenga el dispositivo; y
Los datos más completos sobre la posible precipitación radiactiva que sea consecuencia de la
explosión o explosiones, y las medidas que se tomarán para evitar riesgos a la población, flora,
fauna y territorios de otra u otras Partes.
3. El Secretario General y el personal técnico designado por el Consejo, así como el del Organismo
Internacional de Energía Atómica, podrán observar todos los preparativos, inclusive la explosión del
dispositivo.
Art. 20. – “Medidas en caso de violación del Tratado”. 1. El Organismo podrá también entrar en
relación con cualquier organización u organismo internacional, especialmente con los que lleguen a
crearse en el futuro para supervisar el desarme o las medidas de control de armamentos en
cualquier parte del mundo.
2. Las Partes Contratantes, cuando lo estimen conveniente, podrán solicitar el asesoramiento de la
Comisión Interamericana de Energía Nuclear en todas las cuestiones de carácter técnico
relacionadas con la aplicación del presente Tratado, siempre que así lo permitan las facultades
conferidas a dicha Comisión por su Estatuto.

Art. 24. – “Solución de controversias”. Una vez que haya entrado en vigor el presente Tratado, todo
acuerdo internacional que concierte cualquiera de las Partes Contratantes, sobre las materias a que
el mismo se refiere, será notificado inmediatamente a la Secretaría, para que ésta lo registre y
notifique a las demás Partes Contratantes..

Art. 28. – “Reservas”. El presente Tratado no podrá ser objeto de reservas.



Unidad 16
1. Derecho Internacional Humanitario
a. Origen, definición y desarrollo del Derecho Internacional Humanitario. i. Origen.
Desde los orígenes del derecho internacional se vislumbraba la convicción de que era necesario
someter la relación bélica a un régimen de derecho a fin de hacerla compatible con los principios
fundamentales de la convivencia internacional, así como para mantenerla dentro de límites
razonables y evitar que la guerra tuviera el aspecto de total barbarie.
Los padres del D.I., como Hugo Grocio, Francisco de Vitoria y Albérico Gentile, consideraron que la
normativa de las relaciones internacional debía organizarse alrededor del problema central de la
legalidad de la guerra.
La fundación del D.I. como disciplina distinta de las demás ciencias jurídicas fue, más que nada,
debida a la transferencia del debate sobre la guerra justa (guerra legítima) y la que no lo era,
fundada en sus consideraciones filosóficas e ideológicas.
es así como se llega, de este modo, a la formulación del clásico derecho de la fuera como parte
fundadora del D.I., en lo que se contempla la relación internacional bélica bajo dos aspectos: el de
procedimientos legales de iniciar y terminar la guerra de conformidad con las reglas del derecho (jus
ad bellum), y el del comportamiento, en la situación de conflicto, respeto de las personas y los bienes
que estén afectados por él (jus in bello).
Suele considerarse el año 1864 (que corresponde a la creación del primer instrumento multilateral
del Derecho Internacional Humanitario, el Convenio de Ginebra de 1864) como la fecha de
nacimiento de este Derecho.
Así adquirió el D.I.H. un cometido más específico en el momento en que se convirtió en una
normativa del comportamiento internacional ante la situación de guerra, como un régimen general de
derecho aplicable en esta situación. ii. Fuentes.
1. Fuentes principales.
Los tratados internacionales bilaterales y multilaterales, celebrados por los Estados y que se
encuentren vigentes según las reglas del derecho de los tratados.
La costumbre, las principales normas del derecho internacional de la guerra han logrado carácter
consuetudinario.
Los principios generales del derecho, en el sentido del Art. 38 del Estatuto de la C.I.J.
2. Fuentes subsidiarias.
La jurisprudencia.
Se trata, ante todo, de la jurisprudencia de los tribunales internacionales, pero también de la de
tribunales nacionales acerca de reglas de la normativa internacional incorporadas en los respectivos
derechos internos de los Estados.
Respecto de los tribunales internacionales, se puede distinguir entre los que pican el D.I. de la guerra
como parte del derecho internacional general (véase, la Corte Internacional de Justicia de La Haya),
y los que de manera no permanente (ad hoc), son constituidos para conocer las inobservancias y
violaciones del derecho de la guerra en situaciones específicas (tales como los tribunales
constituidos por los aliados después de la Segunda Guerra Mundial para juzgar los dirigentes de los
Estados del Eje).
La doctrina.
Existe ahora una doctrina específicamente dedicada a la interpretación y a la implementación del
derecho humanitario vigente, que es la llamada “doctrina del Comité Internacional de la Cruz Roja”,
que es un conjunto de reglas que elabora el Comité para dar coherencia a su actuación internacional
humanitaria.
Fundamentos materiales del DIH (consenso internacional).
La materia regida por el derecho internacional se halla en el núcleo mismo de los intereses
trascendentes de cada Estado, porque en las situaciones bélicas pueden estar involucradas su
integridad territorial, su competencia personal y su relación con la comunidad internacional.
El “bien protegido” del Derecho Internacional Humanitario es la “humanidad”, como la actitud ante un
conjunto de seres humanos que tiene que seguir existiendo, superando los peligros de la guerra. La
humanidad protegida por el DIH sería comparable al “medio ambiente” como objeto de protección de
las normas internacionales.
Funciones del D.I.H.
Hay que tener presente que el D.I.H. tiene como propósito someter al dominio de las leyes una
situación de violencia actual.
Cabe asimismo destacar otra característica de este Derecho: la de servir de complemento
internacional a las insuficiencias, las carencias y las falencias del derecho interno del propio Estado.
Tiene el Derecho Internacional Humanitario la función organizadora, la de organizar las relaciones
entre los Estados en situación de conflicto armado.
Los límites que se imponen a la actuación de los órganos del Estado en esta situación corresponden
a la función preventiva, es la materia más substancial de este Derecho porque se establece en él el
catálogo de las calamidades que causa la violencia humana.
La función protectora consiste en brindar amparo a las personas humanas (y en cierta medida
también a los bienes).
Es esencialmente esta última la que permite al D.I.H. pretender ser el primer cuerpo de normas
internacional específicamente destinado a proteger la persona humana, en la cronología del
desarrollo de todo el Derecho Internacional Público.
v. El D.I.H. y la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.
Después de la prohibición de recurrir a la fuerza en la comunidad internacional contemporánea,
refrendad por la Carta de las Naciones Unidas, los Estados perdieron la capacidad legal de resolver
sus contiendas y litigios por vía de conflicto armado.
Quedan excepciones a este principio, que son las siguientes:
La guerra de la legítima defensa.
Es el derecho de un Estado de defenderse contra un ataque armado (Art. 51 de la Carta de las
Naciones Unidas).
La guerra de la liberación nacional.
Debe cumplir con las condiciones de un tal enfrentamiento armado, en conformidad con las
modalidades del ejercicio del principio de autodeterminación de los pueblos, lo cual legitima la
existencia de esta excepción a la prohibición general del uso de la fuerza.
Las medidas de seguridad colectiva,
Estas mismas están previstas en el Capítulo Séptimo de la Carta de las Naciones Unidas, y son las
que se pueden tomar en contra de un Estado que represente una amenaza para la paz y/o para la
seguridad internacional. Desde los órganos de la Carta gasta nuestros días las medidas de este
capítulo jamás han sido aplicadas.
Derecho de “La Haya” y Derecho de “Ginebra”.
El Derecho Internacional Humanitario constituye una limitación a la soberanía del Estado. Se trata
del imitarla en lo que atañe al a conducción de las hostilidades y respecto a los individuos que están
implicados en las mismas.
Este Derecho tiene dos vertientes que corresponden a sus dos objetivos:
el de limitar el recurso a ciertos métodos y medios de combate en las hostilidades (Derecho de La
Haya o jus in bello); y
el de proteger a las víctimas del conflicto (Derecho de Ginebra o jus ad bellum). Este último es
considerado como el Derecho Humanitario en sentido estricto.
Definido de tal manera, el D.I.H. puede ser definido como “el derecho internacional aplicable en
situaciones de conflictos armados”.
Carácter imperativo del D.I.H.
El carácter fundacional del D.I.P., al igual que su anterioridad y la universalidad actual del D.I.H. a
nivel convencional y consuetudinario, hacen a menudo aparecer en la doctrina jurídica la convicción
de que una parte de las normas fundamentales del D.I.H. representa exactamente lo que se suele
llamar como jus cogens, es decir, derecho imperativo y no derogable.
Dejando de lado las controversias sobre la naturaleza misma de las normas imperativas, la
Convención de Viena de 1969, como así también la de 1986m especialmente en sus artículos 53 y
64, ponen de relieve el carácter imprescindible para la supervivencia de la comunidad internacional
de los principios del Derecho Humanitario, por lo menos, en el sentido mínimo del “orden público
internacional”.
b. Contenido del Derecho Internacional Humanitario.
Al alcanzar nivel multilateral en 1864, con el primer Convenio de Ginebra, la tendencia a considerar
los principios de D.I.H. como fundamentados en las leyes naturales, de transformó palatinamente
hasta nuestra época, en la doctrina del D.I.P. según la cual el DIH ha de integrar plenamente la
normativa internacional formalmente vigente.
Por ello nos vamos a detener en sus más importantes codificaciones, sin olvidar la constante
permanencia del título consuetudinario de vigencia de la mayoría de sus principales normas.
i. Principales instrumentos del “Derecho de La Haya”.
En el Derecho de La Haya, después de la “Declaración de San Petersburgo”, que en su preámbulo
ya define los principios de esta normativa, diciendo que: “las necesidades de la guerra deben
detenerse ante las exigencias de la humanidad”.
En las dos Conferencias de la Haya, en 1889 y en 1907, se procede a codificar las costumbres
internacional en la materia, ya aprobar nuevas normas.
La mayoría de las reglas fundamentales de estos Convenios revisten actualmente carácter
consuetudinario y no se requiere que los nuevos Estados acepten, formalmente, su contenido
mediante declaraciones de sucesión o de adhesión.
Bajo los auspicios de la Sociedad de Nacionales, se adoptó una serie de instrumentos
internacionales entre las dos Guerras Mundiales, con el propósito de excluir especialmente del
campo de combate las armas de destrucción masiva. Un ejemplo de ello es el “Protocolo de Ginebra”
de 1925, que prohíbe el uso de las armas químicas y bacteriológicas, como incompatibles con “…la
opinión general del mundo civilizado”.
Las terribles experiencias del Segundo Conflicto Mundial han presidido las nuevas iniciativas en el
ámbito de La Haya. Como ejemplos de ella está la “Convención de La Haya” de 1954 para la
protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado y su Reglamento de aplicación, la
resolución 31/72 de la A.G. de NN.UU. sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación
ambiental con fines militares u otros fines hostiles, y la Convención de las Naciones Unidas de 1980
sobre prohibiciones o restricciones del empleo de ciertas armas convencionales, que puedan
considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados y sus Protocolos anexos.
Así, podemos mencionar el Protocolo Adicional I de 1977 a los Convenios de Ginebra, en su Título II.
En esta parte, el “Derecho de La Haya” y el “Derecho de Ginebra” se encuentran definitivamente
reunidos en un solo instrumento internacional.
ii. Codificaciones del “Derecho de Ginebra”.
Con respecto al Convenio de Ginebra, el primer Convenio multilateral de 1864 se amplió en 1906,
con el mismo propósito de proteger a los heridos militares en el campo de batalla.
Una nueva ampliación tuvo lugar en 1929, a favor de la protección de los heridos y enfermos
militares, En la misma Conferencia diplomática se aprobaron también, por primera vez, reglas de
protección sobre los prisioneros de guerra, bajo la forma de un Convenio, llamado frecuentemente
“código de los os prisioneros de guerra2.
La última codificación completa del DIH en su rama llamada “de Ginebra”, consta actualmente de
Cuatro Convenio de Ginebra de 1949.
El Primero de los Convenios contempla el régimen de la protección de los enfermos y de los heridos
en situación de guerra terrestre;
El Segundo la normativa de la protección de heridos, enfermos y náufragos en situación de guerra
naval;
El Tercer Convenio reglamenta el trato debido a los prisioneros de guerra; y
El Cuarto contiene el régimen de la protección de la población civil en manos del enemigo. La
situación de conflicto armado no internacional fue ya contemplada por los Estados en el Artículo 3
común de los Convenios de 1949.
El considerable aumento de conflictos bélicos no internacionales, así como también el desarrollo de
nuevos medios de guerra, hicieron indispensable la adaptación del Derecho Humanitario. Por estas
razones se convocó, en el año 1974, a una Conferencia Diplomática que elaboró los dos tratados
complementarios a los Convenios de Ginebra, que tomaron la forma definitiva de Protocolo
Adicionales I y II de 1977.
El Protocolo Adicional I completa y desarrolla las disposiciones de los Convenios de Ginebra
aplicables en situaciones de conflicto armado internacional.
El Protocolo Adicional II desarrolla y completa, a su vez, la normativa del artículo 3 común a todos
los Convenios de Ginebra, aplicable en situación de conflicto armado no internacional,
salvaguardando el derecho de los Gobiernos de mantener o de restablecer el orden público con
todos los medios de derecho.
c. Ámbito de aplicabilidad del DIH
i. Ámbito de aplicabilidad situacional (rationae situationis).
Es decir, responde a la pregunta ¿en qué momento se aplica el DIH?
Bajo el primer aspecto de aplicabilidad directa o indirecta, se distinguen cuatro situaciones: en al dos
primeras (las únicas mencionadas en clase), el DIH es directamente aplicable e invocable, mientras
que en la dos últimas se las invoca o aplica de manera indirecta y/o por analogía.
Conflicto armado internacional.
Es definido en el art. 2 común de los Convenios de Ginebra de 1949 como “la guerra declarado o
cualquier otro conflicto armado que surja entre dos o varias de las Altas Partes Contratantes, aunque
el estado de guerra no haya sido reconocido por alguna de ellas […]” (podemos notar que la
declaración es objetiva y evita las referencias a la calificación dada por las partes a la situación
bélica).
En aquella situación de conflicto armado internacional son aplicables todas las reglas del Derecho
Internacional Humanitario, refrendadas en los 4 Convenios de Ginebra de 1949 y en el Protocolo
Adicional I de 1977.
Son también aplicables todas las reglas consuetudinarias.
Conflicto armado no internacional.
Se encuentra su definición en el Protocolo II de 1977. Se define allí esta situación como la de un
conflicto: “que tiene lugar en el territorio de una Alta Parte contratante, entre sus Fuerzas Armadas
disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable ejercen
sobre una parte de dicho territorio, un control tal que les permita realizar operaciones militares
sostenidas y concertadas y aplicar el presente Protocolo”.
En los términos de dicho artículo, basta que un conflicto no internacional ocurra dentro del territorio
de un Estado entre dos grupos identificables, sin la exigencia de que el bando opositor ejerza un
dominio sobre una parte del territorio estatal y tenga capacidad de realizar operaciones militares
sostenidas y concertadas.
En consecuencia, en un conflicto armado no internacional son aplicables e invocables las normas del
artículo 3 común de los Convenios de Ginebra de 1949 y las normas del Protocolo Adicional II de
1977. Las normas de Derecho de La Haya son aplicables a esta situación cuando exista
reconocimiento del estado de beligerancia entre las partes en conflicto. Pero, no obstante la falta de
este reconocimiento, son igualmente aplicables aquellas normas del Derecho de La Haya
universalmente reconocidas como parte del derecho internacional imperativo (ius cogens).
Disturbios interiores.
Esta situación es definida de la siguiente manera: “cuando hay, dentro de un Estado, un
enfrentamiento que represente cierta gravedad o tensión, o implique actos de violencia. Estos actos
pueden ser en formas variables, desde actos espontáneos de rebelión, hasta la lucha entre sí de
grupos más o menos organizados o contra las Autoridades que están en el poder. Las Autoridades
en el poder recurren a cuantiosas fuerzas policiales e incluso a fuerzas armadas, para restablecer el
orden, ocasionando con ello muchas víctimas y haciendo necesario la aplicación de un mínimo de
reglas humanitarias” (Le Droit Humanitarie de Jean Pictet).
No existe aplicación directa del DIH, puede ser aplicado por vía de analogía, pero esta aplicación no
se fundamenta en reglas positivas de instrumentos humanitarios, sino en los idóneos mecanismos
instituidos por la comunidad internacional.
Tensiones internas.
La situación de tensiones internas se califica como una situación de un nivel inferior de violencia,
donde no ocurren sino esporádicamente enfrentamientos violentos.
En esta situación suceden: arrestos en masa, elevado número de detenidos políticos, probables
malos tratos o condiciones inhumanas de detención, suspensión de garantías judiciales
fundamentales, alegaciones de desapariciones.
Por lo que estipulan expresamente los propios instrumentos de D.I.H., no existe aplicación directa de
los mismos instrumentos ni en la situación de disturbios internos ni en la de tensiones internas.
Se aplica simplemente por analogía o incluso por aplicación indirecta del DIH en ambas situaciones.
ii. Ámbito de aplicabilidad temporal (rationae temporis).
Es decir, ¿cuándo se aplica el DIH?
Hay que contemplar tres situaciones:
En la primera categoría de reglas el comienzo de la aplicabilidad corresponde al inicio de las
hostilidades y el fin de la aplicabilidad corresponde al cese de las hostilidades activas. La mayoría de
los tratados humanitarios pertenecen a esta categoría.
La segunda categoría de reglas aplicables la formas normas que no tienen una temporalidad
limitada. Son aquellas reglas aplicadas de manera permanente, desde la entrada en vigencia de los
tratados. Como ejemplo de tales reglas se pueden citar los compromisos de los Estados en materia
de difusión del Derecho Internacional Humanitario, en que se obligan “[…] en tiempo de paz y de
guerra […]” a dar a conocer el contenido de los tratados.
Finalmente, la tercera categoría de reglas se compone de normas que, por razones de su finalidad
jurídica deben surtir efectos hasta que se cumpla con sus objetivos.
Por ejemplo: la Agencia Central de Búsquedas, cuyo propósito es el de preservar los vínculos
sociales y familiares de las víctimas de los conflictos armados.
iii. Ámbito de aplicación personal. (ratioane personae).
Es decir, ¿a quién se aplica el DIH?
Los tratados de Ginebra utilizan el concepto de víctima como un término técnico.
En este sentido, puede ser “víctima” cada persona o real o potencialmente afectada por un conflicto
armado, ya sea ella una persona civil, o un combatiente “fuera de combate”.
Así, el término no conlleva en los tratados de Ginebra ninguna clase de juicio moral o ético, sino que
tan sólo se refiere a una característica de facto de la persona.
Desde el punto de vista formal, los destinatarios de las normas de Ginebra son los Estados Partes.
También se beneficia, por aquellos tratados, el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Las personas protegidas son beneficiarios de las normas, pero no gozan de los de una titularidad
que se asemeja a la que se confiere a las personas mediante los instrumentos sobre derechos
humanos. Por esta razón, los instrumentos de Ginebra constituyen más bien un sistema a favor de la
persona humana, sin otorgarle la posibilidad de actuar en pro de su propia protección.
Cada Convenio de Ginebra encierra una categoría principal de víctimas de los conflictos armados.
En el Primer Convenio, esta categoría principal de víctimas es representada por los heridos y los
enfermos. En el Segundo Convenio, por los heridos, enfermos y náufragos. En el Tercer Convenio,
los prisiones de guerra, y en el Cuarto Convenio, los civiles en el poder del enemigo.
Cada uno de estos sistemas principales de protección incluye también categorías particulares de
personas que tienen derecho a una protección máxima. Tal es el caso del personal sanitario y
religioso en el Primer y Segundo Convenios, de los menores de edad y de las mujeres en el Tercer
Convenio. En el caso del Cuarto Convenio, se otorga protección especial a las mujeres, y a los
niños, como así también a los refugiados y apátridas.
Los tratados de Ginebra también contemplan un sistema de protección mínima en el cual una
persona, sin tener derecho a la protección completa, puede beneficiarse con alguna de sus
garantías. Por ejemplo, el caso de los espías y mercenarios, quienes, sin tener derecho al estatuto
de prisioneros de guerra, tienen derecho a las garantías fundamentales del sistema de Ginebra.
En el ámbito del conflicto no internacional, todos los heridos, enfermos y náufragos también deben
ser respetados y protegidos, tratados humanamente y asistidos a nivel médico. Se protege por
disposiciones del Protocolo II al personal sanitario en el desempeño de sus actividades a favor de los
heridos y los enfermos.
El Tercer Convenio tiene la finalidad de proteger a otra categoría de personas: los prisioneros de
guerra. Es prisionero de guerra todo miembro delas Fuerzas Armadas de una de las partes, que
caiga en poder del adversario.
Los instrumentos de Ginebra confieren el trato de prisionero de guerra, sin darles ese estatuto, a las
personas detenidas en los territorios ocupados por pertenecer a las fuerzas Armadas sin tener la
calidad de combatientes, a los internos militares de los países neutrales y a los miembros del
personal médico y religioso no combatiente que forma parte de las Fuerzas Armadas. El Tercer
Convenio prevé igualmente la protección de los periodistas que efectúen misiones profesionales en
la zona de conflicto armado. El régimen de la protección de los prisioneros de guerra no estaría
completo sin las disposiciones relativas a la Agencia Central de Búsquedas. En el artículo 123 del III
Convenio se instituye una agencia internacional fundada por el CICR, cuya finalidad es proteger a los
prisioneros de guerra de las consecuencias de la pérdida de su identidad. Por ella se deben
transmitir sus datos personales al país de origen y a la respectiva familia.
Por último, el III Convenio de Ginebra otorga al CICR el derecho de visitar a los prisioneros de guerra
y determina las modalidades de su ejercicio.
En el Cuarto Convenio gozan de la protección principal los miembros de la población civil.
Pertenecen a esta categoría todas las personas que no forman parte de las Fuerzas Aradas.
La población civil es objeto de protección en la situación de conflicto armado no internacional.
iv. Protección de bienes.
En el sistema de Ginebra también se protege a los bienes afectados por el conflicto.
Esta protección se fundamenta en la convicción de que es necesario poner fuera de los efectos de
las hostilidades a ciertos bienes indispensables para la supervivencia de las personas protegidas y
para la realización de las reglas de protección personal. Es por ello que se protege a las unidades
sanitarias (todos los edificios y establecimientos fijos o móviles como hospitales, centros de
transfusión de sangre, hospitales de carpa, etc., como así también los transportes sanitarios, y al
personal sanitario o religioso). Además se confiere una protección particular a los bienes culturales, y
a los que componen el medio ambiente. Estos últimos no deben sufrir durante los enfrentamientos,
que comprometan la salud y las condiciones de supervivencia de la población civil.
En el Protocolo II de 1977 análoga protección es otorgada a los bienes culturales, y a los bienes
indispensables para la supervivencia de la población civil en un conflicto armado no internacional.

2. Implementación del DIH


a. Implementación del DIH: procedimientos de aplicación del DIH.
Medidas de implementación nacional.
Se trata de medidas nacionales de aplicación que cada Estado tiene la obligación general de tomar
al ratificar un tratado dentro del marco general del respeto a sus obligaciones internacionales, para
no exponerse a los efectos de la sanción.
La misma proviene del art. 1º común a los Cuatro Convenios de Ginebra, que dice: “[…] El Estado se
compromete a respetar y hacer respetar el Convenio en todas las circunstancias”, para ello se
requieren medidas nacionales con el fin de hacer operativa toda una serie de disposiciones precisas
de los
Convenios y de los Protocolos Adicionales. Las mismas se analizarán en el transcurso de los otros
tipos de medidas.
Medidas preventivas.
Son mecanismos que aseguran las condiciones para prevenir inobservancias o violaciones al DIH.
De las medidas preventivas de los Convenios de Ginebra, la fundamental es la obligación de difusión
del contenido de los Convenios hacia todos los órganos destinatarios y todos los beneficiarios. La
obligación de difusión (tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra), implica la inclusión del
estudio de los tratados de Ginebra en los programas de instrucción militar, y la promoción del
conocimiento de estos tratados en la población civil.
Medidas de control.
La Conferencia de Ginebra de 1949 se inspiró en una añeja institución del Derecho Internacional
Público: el de la Potencia protectora, pudiendo ser definida ésta como un país neutral en el conflicto
al que una de las Partes le encarga proteger sus intereses ene l territorio del a otra.
Se refrendó esta institución ene l Convenio de Viena sobre las relaciones diplomáticas de 1961. (Art.
54). La designación d estas Potencias está sometida a la aprobación de la Potencia ante la cual han
de cumplir su misión. Si se trata de la Potencia Protectora encargada únicamente de representar los
intereses diplomáticos de un Estado Parte en un conflicto, hablamos de un “mandato de Viena”,
mientras que si se trata de una Potencia designada para velar por la observancia de los Convenís de
Ginebra y para controlar su aplicación, hablamos de “mandato de Ginebra”.
Si por razones políticas no es factible ponerse de acuerdo sobre la designación de la Potencia
Protectora, el Comité Internacional de la Cruz Roja puede ser llamado a asumir las tareas de control
con el acuerdo de los Estados partes en el conflicto. Se habla entonces del CICR como “sustituto” de
las Potencias Protectoras.
El Protocolo I agregó un nuevo procedimiento de control, aunque con un ámbito limitado: el de la
investigación de hechos que constituirían infracciones graves a los Convenios de Ginebra. Este
procedimiento es el de la Comisión Internacional de Investigación prevista en Artículo 90 del
Protocolo I.
El método de investigación trata de averiguar de manera imparcial la verosimilitud y el carácter
fidedigno de los sucesos alegados con efecto determinante para las Partes que hubieran
expresamente aceptado la competencia de la Comisión. Este procedimiento internacional entrará en
vigor cal ser aprobado por veinte Estados, cifra aún no alcanzada. La principal labor de la Comisión
consiste en investigar los hechos, limitándose a determinar si ha habido infracción grave o violación
grave de los Convenios de Ginebra o del Protocolo I. Es una comisión de encuesta y no un tribunal o
una corte de justicia. No pronuncia fallo alguno ni trata cuestiones jurídicas en relación con los
hechos que haya comprobado.
iv. Medidas de represión (sanciones).
El propósito de estas medidas es punitivo, dado que su incorporación al derecho interno de los
Estados influye en los comportamientos de las personas y en la actuación del propio Estado, tanto
para prevenir como para castigar.
El primer tipo de infracciones que los Estados tienen que sancionar son los actos no conformes a las
disposiciones de los Convenios y de los Protocolos Adicionales.
Estas infracciones son pasibles, en el derecho interno del Estado, de sanciones administrativas,
disciplinarias o judiciales, y que, a nivel internacional, involucran los mecanismos de responsabilidad
internacional en materia de no cumplimiento de los tratados.
Un caso muy distinto y propio al del sistema de Ginebra es el de las infracciones graves, las cuales,
desde el Primer protocolo de Ginebra de 1977 son calificadas expressis veribis de crímenes de
guerra. Son crimines de guerra los siguientes actos, si se cometen contra personas o contra bienes
protegidos: a) el homicidio internacional;
la tortura, incluidos los tratos inhumanos y los experimentos biológicos;
el hecho de causar, intencionalmente, grandes sufrimientos, o de atentar contra la integridad física;
toda omisión deliberada que ponga gravemente en peligro la integridad física o mental de una
persona;
k la deportación o los traslados ilegales;
la detención ilegal;
el hecho de obligar a una persona protegida a servir en las Fuerzas Armadas de la Potencia
enemiga;
h)el privar a una persona de su derecho de ser juzgada regular e imparcialmente, según las
prescripciones de los Convenios y de los Protocolos mismos; i) la toma de rehenes;
j) la destrucción y apropiación no justificada de bienes por necesidades militares.

Además, constituyen crímenes de guerra, los siguientes actos si se los cometiera de forma
internacional y si ocasiona la muerte o perjudicaran gravemente la integridad física o la salud de los
protegidos: a) los ataques contra la población civil;
los ataques indiscriminados o los ataques contra obras o instalaciones que contengan fuerzas
peligrosas;
los ataques contra localidades no defendidas y zonas desmilitarizadas;
los ataques contra las personas reconocidas fuera de combate;
el uso pérfido del signo de la Cruz Roja o la Media Luna Rojo u otros signos protectores
reconocidos.

Se califican también como infracciones graves las siguientes actuaciones:


el traslado por la Potencia ocupante de parte de la propia población civil a territorio que ocupa;
la deportación de la totalidad o una parte de la población de ese territorio;
toda injustificada demora en la repatriación de prisioneros de guerra o de personas civiles;
la práctica del “apartheid” y demás prácticas análogas;
los ataques dirigidos contra los bienes culturales claramente reconocidos.

Luego de calificar los “crímenes de guerra”, el sistema de Ginebra obliga a los Gobiernos a tomar
todas las medidas necesarias para establecer las sanciones penales adecuadas que han de
aplicarse a las personas que impartieron la orden de cometer cualquiera de ellos.
Las Autoridades se comprometen a juzgar a las personas acusadas de haber cometido o dado la
orden de cometer esas infracciones.
Entre esas Autoridades, los jefes militares tienen la obligación particular de velar para impedir las
infracciones.
Se instituye así, en el sistema del Derecho de Ginebra, el recurso a la competencia penal universal
de todos los Estados Partes de los tratados de Ginebra.
La institución del sistema de represión universal no impide ni la posibilidad de crear un tribunal
especializado, ni la de reconocer la competencia para la aplicación del DIH a los tribunales ya
existencias. Hay que enfatizar el principio de la responsabilidad personal que consagra este derecho
respecto de los crímenes de guerra. Dicho principio excluye la exoneración de responsabilidad de
una persona por el hecho de haber actuado en calidad de representante de un órgano de Estado,
cumpliendo con órdenes superiores de modo a sustraerse a su culpabilidad personal.
b. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) como instrumento de actuación internacional
humanitaria.
i. Mandato del Comité Internacional de la Cruz Roja.
El Movimiento de la Cruz Roja (creado en 1863) fue inicialmente un organismo de beneficencia
privado establecido en Ginebra por cinco ciudadanos suizos, con el fin de dar cuerpo a las
generosas ideas de Henry Durant (humanitario suizo, que escribió libro “Un recuerdo de Solferino”,
en el que reclamó la creación de un cuerpo de voluntarios para socorrer a los heridos de guerra sin
distinción del bando que fuera).
El primer propósito del Comité de Ginebra se limitó a desarrollar actividades en favor de los militares
heridos en el campo de batalla. En 1864 el “Comité de Ginebra” instrumentó la convocatoria por el
Gobierno suizo de una conferencia diplomática en Ginebra, propiciando la aprobación del primer
sistema universal de la protección jurídica internacional de las víctimas de los conflictos armados. A
partir de este primer instrumento jurídico, al “Comité de Ginebra” se le atribuyeron tareas
internacionales cada vez más amplias, abarcando nuevas categorías de víctimas y extendiendo la
índole de su acción de protección y asistencia.
Luego de la actuación del Comité Internacional en la Primera Guerra Mundial, los Estados ampliaron
más aún su mandato jurídico, confirmándole en derecho su capacidad de actuar a favor de los
prisioneros de guerra (en 1929).
La normativa de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 no sólo confirmó el cometido asignado al
CICR, sino que lo profundizó comprendiendo dentro de las categorías de víctimas a las cuales brinda
protección los civiles en poder del enemigo, También se dio al CICR la posibilidad de actuar en los
conflictos armados no internacionales.
Hoy en día, es posible distinguir en el cometido internacional de CICR, las siguientes competencias:
a) la de agente de implementación de los tratados de Ginebra;
la de custodio del Derecho Internacional Humanitario y de los Principios de la Cruz Roja;
la de promotor y propagador del DIH;
la de actor de la acción internacional humanitaria por propia iniciativa;
la de gestor de las actividades humanitaria s por encargo de la comunidad internacional; y
la de componente y elemento fundador del Movimiento de la Cruz Roja.
A cada una de las competencias del CICR corresponde una función determinada.
El CICR como agente de implementación de los Convenios de Ginebra
Los Convenios de Ginebra ahora vigentes, reconocen al CICR una serie de competencias propias o
vicarias (competencias que la institución habría de desempeñar si otros no lo hubieran hecho).
Las más importantes son las siguientes:
la de emprender actividades humanitarias en favor de las víctimas, así como también al de prestarle
socorro.
la de poder actuar como sustituto de la Potencia Protectora;
la de poder beneficiarse de la protección del emblema protector;
la de poder actuar en favor de los prisioneros de guerra y de las personas civiles protegidas por el IV
Convenio, como también visitarlos;
las que se refieren a las tareas de la Agencia Central de Búsquedas.
Hay que hacer hincapié en el derecho del CICR para tomar iniciativas humanitarias en situaciones de
conflicto armado no internacional reconcomio por el Art. 3 común, inciso segundo, de los Convenios
de Ginebra.
El CICR como custodio del DIH y de los Principios de la Cruz Roja.
Se reconoce también universalmente al CICR la calidad de custodio del DIH y de los principios de la
Cruz Roja, es el reconcomiendo da la Institución de la autoridad en materia de aplicación, así como
en las modalidades de implementación y de interpretación del DIH.
Esta autoridad es jurídica y efectiva, como consecuencia de su capacidad de alentar, por medio de
sus gestiones, la formación de nuevas reglas y/o aclarar sus reglas vigentes.
El CICR es custodio de los Principios fundamentales de la Cruz Roja. Ellos son los Principios de
humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, carácter voluntario, unidad y universalidad.
También es importante destacar que los Convenios de Ginebra le atribuyeron al CICR el carácter de
intermediario neutral, significando esto que debe abstenerse de todo acto que pudiera interpretarse
en sentido opuesto.
Su incondicional adhesión a la neutralidad tiene por consecuencia que nos e pueda atribuir al CICR
ninguna prerrogativa de dictaminar sobre la implementación del DIH por las partes en conflicto. La
calidad de juez, y el de fiscal, es incompatible con los requerimientos de neutralidad. Sólo debe
desempeñar su papel de custodio.
El CICR como promotor y propagador del DIH.
Ocupa al CICR la difusión del DIG y de los Principios de la Cruz Roja. E particular, corresponde al
CICR: a) Intervenir en la elaboración de instrumentos del Derecho de Ginebra;
preparar material de información adaptado a las áreas y esferas que se pretenda alcanzar;
asesorar a las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja:
d)dar conocer en sus informes y publicaciones, las realizaciones de los Gobiernos y Sociedades
Nacionales en la difusión y enseñanza de los Convenios de Ginebra; y
e) organizar él mismo o participar en seminarios orientados a la formación de especialistas en
Derecho Internacional Humanitario.
El CICR como actor de la acción internacional humanitario por su propia iniciativa.
Los Convenios de Ginebra reconoció a la Institución posibilidades de actuar a niveles internacional y
con efectos de derecho por vía de otros procederes. se puede reagrupar estos procedimientos den
dos categorías distintas:
aquella en que se otorga al CICR la posibilidades de actuar por su propia iniciativa (motu propio);
aquella en que se conforman las posibilidades de actuar mediante la concurrencia de la voluntad de
los Estados.
En la primera categoría, el fenómeno más importante es el derecho de iniciativa humanitaria extra
convencional.
Consiste en la posibilidad del CICR de poder ofrecer por propia iniciativa, sus servicios humanitarios
a los Gobiernos.
El CICR decide solo la conveniencia de ofrecer o no sus servicios. Puede reiterar este ofrecimiento
cuantas veces y por le tiempo que juzgue oportuno.
Se hace el ofrecimiento sin ninguna consideración política y nos e califica a la situación, limitándose
a señalar al as Autoridades las categorías de víctimas que tienen que ser protegidas o asistidas. Los
Gobiernos no tienen ninguna obligación de aceptar dicho ofrecimiento, pero no pueden rehusarlo con
el solo argumento de que contraviene el principio de no injerencia en los asuntos internos de los
Estados.
Proponiendo sus servicios, el CICR pone en conocimiento del Gobierno los criterios del ejercicio de
su mandato, los cuales siempre deben avenirse con sus principios de neutralidad y de
independencia. En lo que atañe a la asistencia alimentaria o médica, esos criterios tienen como
finalidad garantizar que los socorros del CICR lleguen efectivamente a las víctimas.
Pero cuando se trata de la actividad principal del CICR en la situación de disturbios interiores o de
tensiones internas, se brinda protección a la categoría más importante y voluminosa de víctimas: es
decir, su actuación principal es en favor de los detenidos en razón de los acontecimientos.
Se formuló en la doctrina del CICR una serie de modalidades cuya aceptación siempre se solicita a
las Autoridades:
ver a todos los detenidos de la categoría a la que s ele acordó acceso;
entrevistarse libremente y sin testigos con todos los detenidos o con los detenidos de la categoría
que
elija el CICR;
poder volver a visitar a los detenidos;
poder establecer la lista de los detenidos y organizar la transmisión de mensajes entre lo detenidos y
sus familiares.
Por su parte, la obligación del CICR es garantizar a las Autoridades que no podrá en conocimiento
de la opinión pública nada de lo que sus representantes hayan podido ver en los lugares de
detención, es este el principio de confidencialidad, ampliamente reconocido por todos los Estados.
La aceptación del ofrecimiento crea entre el Gobierno y el CICR una relación contractual e instituye
un acuerdo bilateral, en cuyo ámbito el CICR cumple con sus actividades de protección y de
asistencia en favor de las víctimas intentando hacer aceptar e implementar el máximo de reglas y de
principios humanitarios.
Hoy en día el CICR es parte en 27 acuerdos bilaterales de este tipo. En el continente
latinoamericano existen tales tratados entre el CICR y Argentina, Colombia, El Salvador, Costa Rica,
Chile, Honduras y Perú. Estos acuerdos comprueben asimismo, la capacidad del CICR de concretar
tratados internacionales de manera relevante (treaty-making power).
vi. El CICR como gestor de las actividades por encargo o por delegación de la comunidad
internacional. El CICR puede ser llamado a asumir a raíz de los acuerdos especiales en que se
estipulen competencias en favor de él.
Esta situación puede ser la prevista en los artículos 6/6 y 6/7 de los Convenios de 1949.
En primer lugar, se trata en esta categoría de las resoluciones de la Conferencia Internacional de la
Cruz Roja.
Estas Conferencias pueden encargar al Comité funciones y actividades por vía de sus resoluciones,
constituyéndole, de tal manera, mandatos complementarios o subsidiarios a su específico cometido.
c. Derecho Internacional Humanitario y Derecho Internacional de los Derechos Humanos. i.
Diferencias.
Aunque sean personas humanas los beneficiarios de los derechos de la normativa humanitaria, son
fundamentalmente los Estados los titulares de sus derechos.
En cambio, en la esfera de los Derechos Humanos, los individuos poseen derechos propios y su
titularidad los constituye en sujetos de esta rama del derecho.
El propósito de los DDHH es el de garantizar al individuo la posibilidad de desarrollarse como
persona para realizar sus objetivos personales, sociales, políticas y económicos, amparándolo contra
los impedimentos y obstáculos que encuentre en su camino. Se puede hablar en cierta forma de un
derecho promocional de la persona humana.
Cuando se habla de DIH, no se debe olvidar que esta normativa de protección tiene como finalidad
hacer posible que un ser humano atraviese los gravísimos peligros del conflicto armado,
salvaguardando su integridad personal, y en cierta medida, la de su entorno social. Sería difícil, por
consiguiente, considerarlo como un derecho promocional.
Tienen ratioane materiae distintos.
Por otro lado, podemos contemplar que tienen distinto origen respecto de su conformación jurídica y
formación histórica, y un distinto ámbito de aplicación.

Derecho Internacional Público - Bolilla 17: Introducción a la política Internacional


Tema 1: Política Nacional e Internacional. Las características del orden interno en los sistemas
políticos. Los rasgos de la política internacional. Análisis del concepto de anarquía en la política
internacional. La diferencia de estructura entre política internacional y política interna. Limitaciones
de los conceptos tradicionales para explicar los nuevos fenómenos en la política internacional.
Las relaciones políticas. Rasgos:
El poder. La política, Como actividad, se caracteriza por la importancia en que en esa asume el
fenómeno del poder. El poder puede ser entendido como aquella relación mediante la cual uno o
más sujetos (sujeto activo) procuran obtener de otros (pasivo) un determinado comportamiento sea
de acción o de omisión, valiéndose para este fin de determinadas sanciones, consistentes en
consecuencias materiales e inmateriales, positivas o negativas - recompensas o privaciones -, que
han de seguir a la respuesta el sujeto pasivo.
Proceso de decisión de la autoridad. Las relaciones políticas se caracterizan por el hecho de
apuntar, directa o indirectamente, a los procesos de decisión a cargo de las autoridades públicas.
Los agentes políticos, procuran a través de sus acciones que se tomen ciertas decisiones. Estas
acciones pueden dirigirse tanto favorecer determinados intereses materiales, como a establecer o
consolidar posiciones en el proceso político. Las acciones de los agentes políticos también se
pueden orientar a la creación o modificación, parcial o Total, de instituciones y estructura.
Obligatoriedad. El producto el proceso político consiste en decisiones (como leyes y decretos) y
acciones ( movilización de tropas) que deben ser acatadas por los miembros del sistema político,
según lo establece el respectivo sistema de normas. Las autoridades disponen de medios variado,
sin excluir, en último término, el uso de la fuerza para asegurar la vigencia efectiva de sus mandatos
o para sancionar a los infractores.
La característica de obligatoriedad se presenta más claramente en aquellas relaciones de poder que,
dentro de los procesos políticos del sistema, conducen a qué eventualmente las autoridades tomen
una decisión realista en determinadas acciones. Pero la obligatoriedad también existe como el
resultado de un conjunto de relaciones de poder y la confirmación del estado de cosas existente.
Materia de interés general. Easton ha caracterizado el ámbito de la política como el de la asignación
autoritativa de valores. De acuerdo con la concepción de Easton, solamente se encuentra en el
ámbito político aquellas materias o valores que interesan a la generalidad de los miembros de un
sistema político o, por lo menos,a una parte significativa de los mismos.
De esta manera la teoría política presenta las siguientes características:
es una forma de vida social centrada en la búsqueda competitiva de ventaja por parte de actores
individuales y colectivos.
es una actividad que produce consecuencias de magnitud tal que llega a afectar a toda la sociedad
o parte importante de ella.
frases de gira en torno a la toma de decisión es aplicable a la colectividad, lo que generalmente tiene
lugar por medio de determinadas instituciones.
Aunque, como se ha planteado, la política consiste en una trama de relaciones de poder, la presión
que implica el ejercicio de este por los sujetos activos se ve acompañada por la tendencia de los
sujetos pasivos a aceptar su condición de tales y, en consecuencia, a aceptar el ejercicio del poder y
acatar los mandatos. Los motivos de tal aceptación o acatamiento son muy variados, y comprenden
desde el temor reverencial y el respeto a la tradición hasta la decisión racional a la conveniencia y
utilidad, y el apego a la legalidad de los mandatos.
La cooperación voluntaria con el sujeto activo tiene gran importancia para este, por cuanto bajo estas
condiciones puede ejercer el poder con un mínimo de utilización de sanciones, gozando al mismo
tiempo de una situación de legitimidad, que consolida y estabiliza su posición ante los sujetos
pasivos y otros agentes del poder.
Política nacional y política internacional: En el estado moderno, las instituciones de Gobierno,
constituyen los instrumentos políticos generalmente aceptados para mantener un marco de orden en
la sociedad y para procurar, determinadas finalidades colectivas. A diferencia de otras instituciones,
el estado tiene la capacidad de apoyar los mandatos emanados de las instituciones de gobierno
mediante la coacción física. El Virtual monopolio estatal del uso regular de la fuerza restringe
severamente de empleo privado de ésta que queda confinada a situaciones altamente excepcionales
como por ejemplo, la legítima defensa de los particulares.
El ámbito Político Nacional se caracteriza por la existencia de un orden social reglado por un
conjunto complejo de normas de comportamiento.
Gran parte del proceso político gira en torno a la afirmación y el cambio del sistema normativo
formado por esas reglas, las que son, por consiguiente, materia de diversos niveles de conflicto y
consenso entre individuos y grupos. Este proceso y sus resultados configuran la función de la
creación de normas o función legislativa en el cual interviene de manera preponderante, aunque no
exclusiva, un cuerpo legislativo, parlamento o congreso, compuesto de representantes populares.
Si bien el poder ejecutivo suele tomar parte en la función legislativa, en esencia su tarea se
concentra en la función de implementación. Esta tiene por objeto ejecutar y aplicar en casos
concretos y particulares los mandatos contenidos en normas generales.
Finalmente la función de resolver conflictos entre agentes privados y/o públicos en torno de la
aplicación de normas legales, en relación con determinados comportamientos y actuaciones de
éstos, es la función jurisdiccional, que compete preferentemente a los tribunales de Justicia, los que
en el marco organizativo de un estado de derecho conforman un poder público independiente.
En segundo lugar, la vigencia y la modificación del sistema de normas en el ámbito nacional se basa
en la comunicación entre las instituciones de gobierno y los gobernados. La vigencia efectiva y la
solidez del sistema de normas en el sistema político depende decisivamente de la fluidez que se
alcance en esta mutua comunicación de acciones y expectativas entre gobernantes y gobernados.
En tercer lugar, las instituciones de gobierno pueden contribuir a la legitimación de las reglas
mediante la influencia que poseen sobre la formación e información de los ciudadanos como la
capacidad de persuasión de sus dirigentes y su aptitud para llegar al representar y a orientar
efectivamente los valores predominantes en la sociedad. En la medida en que tenga lugar está
identificación, aumentarán la correspondencia o el ajuste entre los patrones sociales de actitudes y
las instituciones, lo que tendrá un efecto estabilizador del sistema.
Además las instituciones políticas pueden canalizar las demandas de cambio que se agitan entre los
miembros del sistema, alguna de las cuales se traducirán en reformas legislativas y/o en nuevas
modalidades de implementación y de ejercicio de la función jurisdiccional.
En la medida en la que prevalezca un orden normativo legítimo con el gobierno estará en
condiciones de emprender, con apoyo de la sociedad como las acciones protectoras del orden
imperante.
Diferencia de estructura entre política interna y política internacional. Análisis del Concepto de
Anarquía en la política internacional: en primer lugar, la política internacional consiste
fundamentalmente en relaciones de poder, aunque el fenómeno del poder no describe ni explica la
totalidad de las interacciones internacionales. El fenómeno básico consiste en que los principales
actores internacionales se vinculan entre sí en función de perspectivas o consideraciones del poder,
esto es, de su aptitud presente o futura para alcanzar ciertos objetivos fundamentales frente a otros
actores. Lo específicamente internacional en este tipo de relación está dado por la interacción de
actores que constituyen diferentes sistemas estatales o que pertenecen a estos o, por la interacción
de actores de cualquier índole entre diversos sistemas políticos.
Segundo, la vinculación con proceso de decisión de la autoridad, la obligatoriedad y la relación con
los intereses de actores sociales e importancia se presentan en forma análoga la política interna. No
cabe hablar de un proceso político internacional, más bien se dan en el sistema internacional
diversos procesos políticos entre diferentes constelaciones de actores estatales y transnacionales.
Cada tipo de proceso político internacional y sus resultados exhiben ciertos rasgos distintivos,
conformando perfiles o régimenes característicos.
Wight entiende que la característica que distingue a la política Internacional de la política común es
la anarquía. El estudio de la política internacional presupone la ausencia de un gobierno, existe un
sistema de derecho internacional e instituciones internacionales que modifican o complican el
funcionamiento de la política de poder. Pero se puede afirmar en general que, mientras la política
interna la lucha por el poder está gobernada y circunscripta por el marco de la ley y de las
instituciones, en la política internacional la ley y las instituciones están gobernadas y circunscritas por
la lucha del poder.
La condición de anarquía internacional a la que se refiere Wight no es la ausencia total de orden,
situación que equivaldría al caos. Más bien, el autor subraya la existencia de una multiplicidad de
centros de poder, cada uno interesado en afirmar su independencia frente a las demás, sin que
ninguna se someta a un gobierno o poder centralizado común. En estrecha relación con esta
situación de descentralización del poder político está el fenómeno de la ausencia en el sistema
internacional de un monopolio de la coacción física, que en el ámbito interno es un rasgo central de
ese orden Estatal. En tales condiciones, la política internacional, en términos de la hipótesis de una
situación de anarquía, se desenvuelve bajo la permanente amenaza del uso de la fuerza por parte de
los estados y otros actores internacionales. Eso da lugar a la situación hobbesiana del estado de
naturaleza descrito por Thomas Hobbes, que es esencialmente un estado de guerra, sin que sea
necesario que se libren constantemente hostilidades; es suficiente que prevalezca entre los factores
una permanente disposición a utilizar la fuerza.
La caracterización de la política internacional en términos de una condición subyacente anarquía
nextplus el desarrollo de cierto grado de sociabilidad internacional que puede eventualmente fundar
algunas relaciones de cooperación.
Mientras la estructura externa de los estados tiende a una verticalidad en cuanto se dan
efectivamente relaciones de Supra y subordinación entre gobernante y gobernado, la estructura el
sistema internacional tiende a la horizontalidad, en la medida en que los actores no reconozcan un
superior común dotado de autoridad para ordenar sus interacciones. A pesar de que las unidades del
sistema son muy desiguales en cuanto a poder e influencia, la estructura es descentralizada en tal
grafo que para existir requiere sólo un nivel mínimo de intereses compartidos, a los que los actores
adhieren por interés propio.
El primer interés compartido es la conservación del sistema internacional. Los estados se oponen a
la aspiración de cualquier actor a dominar el sistema en tal grado que puedas llegar a convertirlo en
un imperio universal. En segundo lugar, se trata de evitar que los conflictos internacionales traspasen
los niveles de violencia que tolera el funcionamiento del sistema.
La hipótesis de anarquía como una condición subyacente de la política internacional se plantea
sobre la base de un modelo fundamentalmente estadocéntrico, es decir, un modelo del sistema
internacional que privilegia la autonomía de los actores estatales, y por lo tanto presta poca atención
a la influencia de los actores subnacionales y transnacionales.
Las normas en el sistema internacional: la situación subyacente de anarquía del sistema
internacional no importa un sistema caótico. Aunque ciertamente no es un sistema ordenado al modo
de un estado altamente organizado institucionalizado, y en diversos aspectos suele conducirse como
sistema de base anárquica, el sistema internacional exhibe elementos de orden.
Un régimen internacional, consiste en un conjunto de expectativas, normas, y procedimientos y
canales institucionales diseñado por los autores internacionales para regularizar recíprocamente sus
acciones.
Algunas normas de los regímenes Internacionales adquieren el carácter de normas jurídica, esto es,
de reglas de derecho internacional. La funciones politico-jurídicas dr elaboración e implementación
de normas y la función jurisdiccional, que son claramente identificables en el ámbito interno del
Estado moderno, se dan también en el sistema internacional.
Primero, los estados, en cuanto a tales, son los agentes de la función legislativa o de elaboración de
normas en el sistema internacional, en la medida en que presten su consentimiento a determinadas
normas de comportamiento especificadas en tratados internacionales o que fueran incorporadas en
la costumbre internacional.
Las organizaciones internacionales no legislan para el sistema internacional,Aunque suelen
colaborar en la gestación o modificación de Norma.
Además las normas no bligan desde que las delegaciones participantes en una conferencia
aprueban y firman el texto de la convención, sino desde que cada estado, o cierto número de ellos,
otorga, de acuerdo con las respectivas normas internas, su ratificación de la convención. De este
modo, la sociedad internacional permanece alegar a al principio del consentimiento como base
obligación legal.
Segundo, la implementación de normas depende principalmente de las acciones del Estado,
secundariamente - en cuanto los estados interesados en el acuerdo así lo hubiesen determinados -
de otros agentes, como las organizaciones internacionales. Solamente en casos altamente
excepcionales, determinadas organizaciones llegan a implementar normas y políticas de modo
comparable a los gobiernos en el plano interno: así el caso de los órganos ejecutivos de la
Comunidad Europea, que representan la mayor aproximación, bajo el actual sistema internacional, a
la idea de un "Ejecutivo Supranacional". Pero aún aquí, se trata de la implementación de reglas
emanadas de órganos políticos constituidos por la voluntad de los estados miembros, y no de un
gobierno internacional, frente al cual los gobiernos nacionales serían los gobernados.
En tercer lugar, la función jurisdiccional se encuentra relativamente poco desarrollada en el sistema
internacional. Con pocas excepciones, su ejercicio de limita a situaciones en que las partes están de
acuerdo en someter determinado de litigio a la resolución de un órgano jurisdiccional internacional,
como un tribunal arbitral o la Corte Internacional de Justicia. Estas situaciones son, por lo general,
aquellas en que los gobiernos estiman que no se encuentran comprometidos lo que perciben como
"intereses vitales del Estado" respectivo.
También la comunicación y la legitimación se encuentran bajo el control del Estado, que, mediante
acciones y declaraciones dirigidas a los Estados y demás actores internacionales procura justificar
sus puntos de vista y promover sus intereses. La legitimación de las reglas vigentes es una
preocupación prioritaria de los gobiernos que tratan de preservar un determinado régimen
internacional. En cambio, los gobiernos insatisfechos con uno o más aspectos en el orden
establecido plantean demandas de cambio y procuran ilegitimar la norma o todo el conjunto del
régimen internacional del que forman parte. Eventualmente, algunos autores notifican a comunidad
internacional que en adelante dejarán de observar las normas que han enjuiciado.
Conclusión: El concepto de política internacional se construye a partir de interacciones entre dos o
más actores - estatales o no estatales- pertenecientes a diferentes sistemas políticos. Al igual que la
política en el ámbito interno de los Estados, la política internacional consiste básicamente en
conjuntos de relaciones de poder que inciden en los procesos de toma de decisiones y autoridades
nacionales, los que recaen en materias de interés para las sociedades respectivas. No obstante, la
política internacional exhibe rasgos distintivos que la diferencia en el universo de los fenómenos
políticos. Estas diferencias derivan básicamente de la inexistencia de un gobierno central en el
sistema internacional. Se configura de este modo un sistema marcadamente descentralizado, en que
no se reconocen las pretensiones de algunos actores a ejercer coacción sobre otros miembros del
sistema.
El enfoque tradicional de las relaciones políticas internacionales se desarrolló a partir de la hipótesis
de un estado de anarquía, o de competencia entre unidades centradas en la promoción de sus
intereses, principalmente por medio de instrumentos diplomáticos y militares. La condición básica de
anarquía no se opone al desarrollo de una estratificación internacional, esto es, una diferenciación de
las unidades en términos de poder e influencia, que permite a las más importantes configurar
elementos de orden internacional que limitan la tendencia anárquica. Sin embargo, estas jerarquías
son parciales o incompletas, es decir, el sistema como un todo conserva características
fundamentalmente descentralizada.
Los actores internacionales: concepto, distinción entre sujetos y actores. El Estado como actor
principal: concepto, rasgos que lo caracterizan, el poder nacional, el interés nacional, política
exterior. Grandes potencias, superpotencias y potencias Regionales.
Los actores internacionales: concepto, distinción entre sujetos y actores. -> hay que analizar 2
textos.
1º texto: WHILELMY
Para que una entidad puede considerarse como un actor internacional, debe cumplir ciertos
requisitos:
El primero se refiere a cierta capacidad de interacción con otros actores, es decir la capacidad de
modificar en alguna medida el funcionamiento del sistema internacional.
Segundo los demás actores deben prestar alguna atención a la entidad, esto es, tomarlo en
consideración en uno o más aspectos de su política exterior o de sus actuaciones internacionales.
Tercero, la entidad debe poseer cierto grado de autonomía sus decisiones.
Considerando estos requisitos, se puede identificar al estado como el actor principal.
En estas lides es importante distinguir a los actores internacionales de los sujetos del derecho
internacional: en este sentido vale recordar que son sujetos del derecho internacional aquellos que
gozan de personalidad internacional; así siempre un sujeto de derecho internacional es un actor
internacional; sin embargo existen actores internacionales que no son sujetos de derecho
internacional, tal es lo que sucede con organizaciones No gubernamentales internacionales las
cuales gozan de los requisitos mencionados sin tener personalidad internacional.
El surgimiento del estado como organización política predominante en el mundo occidental implicó la
declinación de actores con pretensiones supranacionales, como el Papado y el Imperio Romano-
Germánico y la exclusión de muchísimos actores subnacionales, como los señores que controlaban
regiones dentro de los reinos. Como consecuencia del proceso de descolonización en el siglo XX, el
desarrollo del Estado alcanzado el apogeo de su impacto en el sistema.
También luego de la mitad de este siglo es notoria la proliferación de actores no estatales, que
entablan relaciones tanto entre sí como con los Estados. Junto a las relaciones interestatales, que
conforman el plano clásico de la política internacional, han resurgido en forma vigorosa las
relaciones transnacionales.
El debate entorno de estos actores se plantea en términos de dos posiciones básicas: la primera
sostiene que se trata de una transformación de la naturaleza misma de la política internacional,
resultante de una interdependencia cada vez más estrecha entre los componentes estatales y no
estatales en sistema contemporáneo; alternativamente, la otra postura, ha sostenido que si bien el
fenómeno trasnacional merece ser estudiado con interés, constituye un cambio dentro del sistema
internacional y esta es la perspectiva seguida por el autor.
Otra categoría de actores son las organizaciones internacionales. Estos actores son distintos de los
estados, pero se establecen funcionan gracias a estos, sus fundadores, miembros y destinatarios de
sus acciones. Se trata, por lo tanto, de entes de carácter intergubernamental. Las organizaciones
internacionales se desarrollan desde las últimas décadas del siglo XIX, con el fin de promover los
intereses comunes de los estados en ciertas áreas administrativas y técnicas, dando origen a la
práctica de la cooperación funcional. En el curso de este siglo, las áreas de actividad de las
organizaciones internacionales se ha ampliado significativamente, llegando abarcar, la problemática
económico y social y el desarrollo, y además la mantención de la paz y seguridad internacional
(cabal ejemplo de esto la Organización de las Naciones Unidas).
Las interacciones de los factores presentan ciertas regularidades que tienden a configurar sistemas
internacionales. Desde esta perspectiva, el sistema es un producto de los factores que lo animan y
especialmente de los factores de mayor gravitación.
El sistema político internacional se define como el conjunto de interacciones de los actores políticos
internacionales, que tienen lugar bajo determinadas formas de control. De acuerdo con esta
concepción, el sistema tiene en primer lugar, miembros: los actores internacionales, es decir las
entidades como los estados y otros agentes dotados de voluntad y capacidad de mantener
relaciones con otros actores y, por ende, de formular demandas en el marco del sistema. En
segundo lugar, el sistema comprende interacciones, formas de comportamiento recíproco conflictivo
o cooperativo de los actores. En tercer lugar, existen instancia de control, esto es, principios de
regulación del comportamiento internacional.
Los controles en el sistema internacional son relativamente descentralizados y por tanto
cualitativamente distintos de los que ejercen los gobiernos en el plano interno.
El estado como actor internacional: son actores internacionales las entidades capaces de modificar
en algún grado el funcionamiento del sistema internacional mediante la participación en los procesos
el mismo.
El concepto de estado como actor: y la evolución del sistema internacional y los últimos siglos perfil
al estado como actor principal del sistema internacional.
Son múltiples definición el concepto de estado existiendo tres perspectivas básicas:
Para la sociología política, el rasgo distintivo del estado es la posesión del monopolio de la coacción
física legítima en un territorio determinado, que el gobierno ejerce sobre los gobernados valiéndose
de una organización administrativa. Weber, identifica el fenómeno estatal con la existencia de una
relación vertical entre gobernantes y gobernados.
Desde el punto de vista de la economía política como el estado puede definirse como una
organización que provee protección y bienestar a la sociedad en retribución de los ingresos que está
aporta. Este concepto apunta al intercambio de prestaciones entre las esferas de la sociedad y el
gobierno como fenómeno básico del Estado.
Los autores del derecho político generalmente definen al Estado como una agrupación humana
asentada en un territorio, regido en los asuntos de interés común por una organización política o
gobierno que ejerce poder soberano en nombre de la colectividad. En esta definición, la relación
vertical de gobierno se conceptualiza como una relación de Supra y subordinación formal: la relación
entre el poder soberano y los gobernados.
En suma al estado como actor internacional se caracteriza por los siguientes rasgos:
Es una entidad política en cuanto es regido por un conjunto de relaciones de poder, que se traducen
en una determinada estructura de gobierno y política destinada a regir los asuntos que interesan a la
colectividad.
Es una entidad soberana en la medida en que sostenga exitosamente la pretensión de resolver los
asuntos que define como de su competencia, sin ulterior recurso a otras autoridades. En el ámbito
externo, el reconocimiento del carácter soberano del Estado da lugar a la independencia como
aquella situación en que un estado determina libremente y sin interferencias externas o políticas de
cualquier tipo, dentro del marco de sus obligaciones internacionales (principios de autodeterminación
y de no intervención).
Es un ente territorial en cuanto existe un espacio geográfico determinado, que es el ámbito físico en
que se ejerce su jurisdicción, comprimiendo los espacios propiamente terrestre y otros espacios
como el mar territorial y el espacio aéreo estatal.
Teniente demográfico y social al estar conformado por una población, la que desarrolla diversas
formas de sociabilidad en el ámbito territorial del Estado, sin perjuicio de las relaciones sociales en el
ámbito externo.
El poder nacional: el poder Estatal depende de un conjunto de condiciones tanto objetivas como
subjetivas o psicológicas. El poder es un proceso o fenómeno de carácter fungible.
Se asume que es posible convertir diversas bases de poder en recursos utilizados por el Estado para
el ejercicio de aquel a través de la política externa. De este modo resulta posible distinguir entre el
poder real que es el que se encuentra disponible actualmente y el poder potencial, que es aquel que
se obtiene una vez que se ha movilizado y convertido todas las bases del poder político apropiadas
para perseguir determinados fines políticos internacionales.
Los análisis tradicionales del poder nacional adoptan la perspectiva de máxima prueba de éste, es
decir la del caso límite con la hipótesis de guerra total. De acuerdo con esta óptica, las diversas
formas de poder estatal en último término se manifiestan y combinan en la capacidad del estado de
hacer frente a otros Estados en un enfrentamiento. En cierto modo, se supone que el verdadero nivel
de poder de un estado solamente se conoce después de que éste ha debido a librar una guerra
importante, puesto que en esta debido desplegar todas sus bases de poder. En la práctica, sin
embargo, la mayoría de las relaciones de poder se utilizan en contextos de negociación, sin que
intervenga la capacidad de coacción física.
Los análisis del poder centrados en la base o los recursos, al concentrarse en el estudio de atributos
del estado, tienen las desventajas de usar la naturaleza del poder como una relación política.
El análisis moderno del poder destaca que una proporción significativa las relaciones de poder no se
apoya directamente en el uso de la fuerza o en las amenazas de su utilización. Esto no quiere decir
que la capacidad de los estados para librar guerras, que se apoya en bases militares, económicas,
científico - tecnológicas, políticas y administrativas, carezca de importancia; por el contrario, esta
dimensión de las relaciones de poder siguen constituyendo aspectos centrales de la política
internacional.
El poder militar domina elpoder económico en la medida en que los medios económicos por sí
mismos probablemente serían inefectivos contra el uso serio de la fuerza militar. Es posible que la
decisión de recurrir a la fuerza se deba a la constatación previa de la falta de poder político del
Estado para lograr determinado objetivo.
Como consecuencia de la variabilidad, mutabilidad y diferenciación de las bases del Poder del
estado como las posiciones de poder internacional no son únicas y uniformes. En este sentido un
análisis de poder exige especificar frente a quién y en relación con qué materias se pretende ejercer
poder, así como la cantidad de poder al que se aspira y la que se obtiene al cabo de cierto tiempo y
un conjunto de esfuerzos políticos.
Los destinatarios del poder, aquellos sujetos respecto de quienes se trata de ejercer, constituyen lo
que se llama dominio de poder. La descripción del dominio el poder Estatal es geográfica cuando se
refiere al área en que se presume consolidado el poder de un estado. Demográfica cuando se trata
de cuantificar la población bajo la jurisdicción efectiva del Estado, y es política cuando identifica los
factores políticos por su comportamiento se estima condicionada en alguna medida por el ejercicio
del poder del Estado. En esta dimensión el ejercicio del poder consiste: 1) asegurar el dominio
interno y 2) adquirir cierta gravitación internacional, extendiendo el dominio a algunos actores
situados fuera del territorio nacional. Un amplio dominio de poder es un importante componente de
poder nacional, mientras que la pérdida del dominio interno es una grave amenaza al estado, que
puedes llegar a ser zozobrar su supervivencia.
El alcance del poder se refiere a la forma, materias y aspectos del comportamiento de los objetos
incluidos en el dominio del poder con respecto de los cuales el estado pretende ejercer poder. Una
estrategia limitada de poder puede apuntar simplemente a que los sujetos en el dominio se
abstengan de cualquier comportamiento que el Estado defina como contrario a su interés.
En estrecha relación con esta cuestión, el alcance del poder, compréndeme qué comportamientos
afectados tangencialmente por el estado hasta comportamientos políticos como económicos como
sociales como religiosos, filosófico y estético, qué se trata de subordinar íntegramente a los
designios estatales como conforman un proyecto político de tipo comprensivo y totalitario.
El peso cantidad de poder en fin, es un concepto comprensivo que se refiere a la probabilidad de que
el actor Estatal logre materializar determinados objetivos de poder.
El interés nacional: Las acciones estatales están orientadas fundamentalmente a procurar ventajas
para el propio estado. La consideración preferente de los gobiernos a la utilidad del respectivo
estado se expresa como en el principio de interés nacional.
En general, los gobiernos procuran aumentar los niveles de poder de los estados respectivos con el
fin de mejorar sus posiciones relativas entre otras colectividades. También es cierto que la
maximizacion del poder nacional no es un fin en sí mismo, si no un instrumento para fines ulteriores.
La naturaleza y el contenido concreto del interés nacional depende del contexto político y cultural
dentro del cual se formulan las políticas. En atención a su condicionamiento interno, es inevitable
que las definiciones e intereses nacionales que se encuentran en los Estados reflejen en diversa
medida intereses subnacionales. El grado de condicionamiento de las definiciones dependerá de la
influencia relativa de los actores subnacionales.
A la vez la noción de interés nacional puede analizarse en la perspectiva de los actores que
participan en la elaboración de las políticas exteriores. Esta nación tiene tres dimensiones: el interés
vital, la tradición diplomática y el criterio de evaluación de políticas.
1. Internacional como interés vital consiste la percepción dominante entre los factores relevantes en
el sentido de que ciertos intereses del estado son fundamentales para consolidar Cómo mejorar O
preservar la posición del mismo como actor en el sistema internacional. Estos intereses tiene las
siguientes características:
son imperativos;
son superiores;
son de largo plazo aunque por lo general se proclaman como permanente; - son irrenunciables.
En oposición a los intereses vitales es posible definir otra categoría, como podrían ser las de
intereses importantes e intereses secundarios: estos son menos imperativos que los intereses
vitales, admiten mayores márgenes de disensión política, son más variables y pueden ser objeto de
renuncia y transacciones.
La traición diplomática demarca el rango de policía que se estima necesarias, apropiadas y
convenientes para el fortalecimiento del actor nacional.
La traición diplomática constituye, sin duda, un importante factor de continuidad de las políticas
exteriores.
Una tercera perspectiva para la discusión del interés nacional consiste en especificar determinados
valores como criterios de evaluación de políticas concretas. El primero de estos valores será la
supervivencia o conservación de la comunidad política. Esta es considerada como la primera de las
metas que debe constituir el interés nacional.
Se trata, evidentemente, de un interés vital. Por esta razón, muy pocos dudan de que, en el hecho
de amenaza grave e inminente a la supervivencia del estado, el recurso defensivo a la guerra es
legítimo.
pero la identidad de una colectividad política no podría mantenerse en forma aislada. Salvo algunas
excepciones (Estado con políticas exteriores marcadamente aislacionista, que no promueven
relaciones activas con otros países), la conservación del estado de exige velar por la existencia
continuada de aquellos Estados con los que se da una mayor identificación política, económica,
cultural y estratégica.
Otro valor ampliamente identificado con el interés nacional es el de la seguridad. El estado no debe
ser objeto de amenazas externas en realidad política y territorial y en que en caso de producirse
tales amenazas, el estado debe contar con medios políticos y militares apropiados para conjurarlas y
repelerlas.
En muchos países, especialmente del Tercer Mundo, el desarrollo económico y social es valorado
como un interés nacional de gran importancia. Es tan significativa esta dimensión, que se ha llegado
a vincular el desarrollo con la seguridad y la misma supervivencia de los estados.
Sin embargo, vale decir que no existe un interés nacional fijo y determinado, sino más bien un
conjunto de valores políticos que son socialmente compartidos en diversos grados.
Finalmente cabe hablar de la relación entre el interés nacional y el interés internacional: la fijación de
criterios acerca del interés nacional depende la existencia de actores políticos internos cuyas
percepciones coincidan razonablemente en torno a cierto criterio de relevancia con valores y
tradiciones políticas. A nivel de sistema internacional existe la proyección de los respectivos
intereses nacionales en el escenario global.
La política exterior: la política exterior es el conjunto de actividades políticas mediante las cuales
cada estado promueve sus intereses frente a otros estado. Desde que las organizaciones
internacionales de tipo intergubernamental han comenzado a tener roles de cierta significación en el
sistema internacional, se ha entendido que la política exterior comprende también las relaciones de
cooperación y conflicto con estas entidades.
La concepción tradicional de las políticas exteriores se basaba en el postulado de la primacía de este
ámbito de la política sobre los requerimientos de la política interna. Según este planteamiento, la
promoción efectiva de los intereses de la colectividad exige el reconocimiento de la competencia
exclusiva del gobierno en la conducción de las relaciones exteriores, para lo cual éste puede utilizar
todos los medios disponibles en la sociedad.
Frente a esta posición, el Liberalismo político de origen a la noción opuesta, según la cual la política
externa debió subordinarse a los requerimientos y opiniones prevalecientes en la sociedad. De este
modo se afirma implícitamente la primacía de la política interna.
Actualmente se reconoce que toda separación la distinción entre política interna y exterior es
solamente de carácter analítico. La política exterior proyecta hacia otros estados aspectos relevantes
de la política interna de un estado.
La investigación contemporánea de la política exterior puede agruparse esquemáticamente en los
siguientes enfoques:
la política de poder: este enfoque de la política exterior postura de las políticas exteriores consisten
en esfuerzo sistemáticos de formación, consolidación y producción de posiciones de poder Estatal, el
que se utiliza para asegurar determinados intereses nacionales.
acción y reacción: se basa en la idea de interdependencia estratégica entre los estados: cada actor
estatal orienta su comportamiento ante estímulos provenientes de otros estados que se perciben
como favorables o desfavorables. A su vez, los demás estados consideran una respuesta del
primero como un nuevo estímulo, lo que da lugar a una secuencia de retroalimentación.
objetivos e instrumentos: este enfoque postula que en toda política exterior se trata de influir en el
comportamiento de otros factores estatales, para lo cual se emplean determinados medios o
instrumentos. La investigación se concentra en la jerarquía de objetivos postulados y efectivamente
perseguidos como en el grado de adecuación de los instrumentos estatales para el logro de los
objetivos.
estructuras de condicionamiento: de acuerdo con este enfoque como la política exterior es el
resultado de la utilización de márgenes variables de opción prevalecientes en el marco de
condicionamientos estructurales de largo plazo. Esto fijo en un marco de oportunidades y
restricciones internas e internacionales que los gobiernos deben considerar al tomar sus decisiones.
proceso de decisión gubernamental: la política exterior no se reduce a un conjunto de procesos
racionales de elección de alternativas por parte de actores perfectamente informados. En la realidad
los actores gubernamentales disponen de información imperfecta. Así la política exterior se concibe
como una resultante de complicados procesos políticos intragubernamentales de negociación.
Finalmente los tipos de políticas se limitan a dos clasificaciones fundamentales: la primera se formula
en términos de contenido, distinguiendo políticas de estatus quo y políticas revisionistas; la segunda
se basa en las perspectivas de elaboración y los modos de conducción, que permiten identificar
política pragmática e ideológica.
Las políticas está tu cocina que sea destinado a perser preservar determinados intereses nacionales.
En cambio las políticas revisionistas propender al cambio internacional como en la medida en que los
gobernantes tiene entre estructura y sistema internacional no responde a sus intereses y la
distribución efectiva los recursos de poder.
La política exterior es pragmática en cuanto se orientan y conducen según criterios de utilidad
Estatal, e ideológicas en cuanto se sirven de un discurso justificativo consistente en proposiciones
más o menos elaboradas e integrados acerca del estado y de su papel actual y futuro en el sistema
internacional.
La estratificación internacional: Grandes potencias, superpotencias y potencias regionales. en la
cúspide la estratificación internacional se encuentran tradicionalmente las grandes potencias. Estas
grandes potencias se caracterizan sobre todo por la amplitud de sus intereses, que son virtualmente
globales. Las grandes potencias movilizan considerables instrumentos de acción en el sistema
internacional, tanto de carácter diplomático, militar, económico, etcétera.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el término grandes potencias, no es unívoco. Se ha
popularizado la expresión superpotencia para aludir Estados Unidos y la URSS como potencias
rectoras de bloques en el sistema internacional Bipolar. La expresión sugiere que estas potencias
formarían una categoría especial dentro de las grandes potencias.
Alguna caracterizaciones de la estratificacion mundial procuran tomar en cuenta esta nueva realidad
convirtiendo las antiguas grandes potencias en grandes potencias de carácter regional. Entre las
potencias de este tipo se mencionan a Gran Bretaña, Francia, Alemania y Japón.
La base de la pirámide internacional de Estados agruparía a la gran mayoría de los estados que se
consideran potencias menores. Sin embargo esta categoría resulta tan heterogénea que es difícil
generalizar sobre potencia menor o pequeños estados.
2º Texto - BLADOMIR - LAVIÑA:
Actores de la política internacional: concepto.
En primer lugar cabe apuntar la diferencia de los sujetos de la política internacional y los factores de
la política internacional.
Sujeto, en el ámbito internacional, son los que tienen personería jurídica: son los sujetos del derecho
internacional. En cambio, el vocablo actores comprende una gama mucho más amplia de
participantes que tienen o no personería jurídica y que actúan o no con organizaciones
internacionales.
Sin embargo, la opinión no es unánime; para algunos, los únicos actores de la política internacional
son los sujetos del derecho internacional, los Estados, pues los organismos internacionales no son
actores en sí mismos, sino la proyección de la política exterior de los estados.
Otro autores, en cambio, admiten que son actores tanto unos como otros. Por ejemplo no son
sujetos de derecho internacional las compañías petroleras pero, actúan y pesan como si lo fueran en
la política internacional.
Para un tercer grupo de autores, la noción de actores es todavía más amplia y abarca también otros
grupos que tienen poderes económicos, e ideológicos.
La posición más aceptada es que los estados son actores principales y privilegiados de las
relaciones internacionales, pero hay otros actores secundarios que son los organismos
internacionales gubernamentales y otros factores potenciales que no siempre participan en la política
internacional pero que tiene la posibilidad de hacerlo y que se denominan como fuerzas
transnacionales.
Diferentes tipos de actores son cualitativamente diferentes entre sí generan también diferentes
relaciones políticas.
Puede entenderse que son actores de la política internacional los Estados soberanos, sujetos de
derecho internacional, y todo poder que esté en condiciones de ejercer directamente influencia
sobre el curso de las relaciones internacionales, aunque no esté reconocido como sujeto del derecho
internacional.
Los estados como actor principal: concepto, rasgos que lo caracterizan. son los actores políticos
esenciales del sistema internacional, y por diferentes que sean entre ellos tienen los mismos
elementos constitutivos y fundan sus relaciones sobre los mismos principios políticos comunes.
El estado comprende un conjunto de población que habita determinado territorio; que esta política y
jurídicamente organizado bajo la autoridad de un gobierno soberano y que tiene la capacidad de
mantener relaciones con otros estados.
Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la capacidad del Estado para relacionarse
con otros estados debe entenerse en un sentido moral y en un sentido jurídico. Y decir, que tengan
un mínimo de aptitud para relacionarse con los demás estado, para acceder a la convivencia, y que
goce del derecho de legacion propio de la soberanía plena en el plano internacional que permite al
Estado decidir por sí mismo su propio destino (autodeterminación), libre de imposiciones extrañas
(no intervención).
Existe una serie de principios básicos que rigen la existencia de los estados en la comunidad
internacional, ellos son:
Principio de igualdad de los estados
Principio de no intervención, que consiste en la obligación para un estado de abstenerse de
intervenir en los asuntos internos o externos de otro estado.
Principios de coexistencia pacífica, que comprende según la resolución declaratoria 2625 de las
Naciones Unidas, 4 aspectos principales:
Respeto de la integridad territorial de la soberanía;
Propósito de no agresión mutua;
Igualdad de las ventajas otorgadas por una parte a otra; IV. No injerencia en los asuntos internos.

El ejercicio de las funciones internacionales del estado le pertenecen al Gobierno, ya que desde el
punto de vista jurídico de las relaciones internacionales, los estados actúan entre sí por medio de sus
gobiernos que son los únicos calificados para actuar en su nombre.
La igualdad jurídica existente entre los Estados, según el derecho internacional y la similitud de
características básicas, se desdibuja de analizar la diversidad de propiedades reales y las que están
dotados los estados que componen la comunidad internacional. La diferencia se notan en cuanto:
primero la edad del Estado posibilita mayor estabilidad política para unos que para otros; los
regímenes políticos diferentes; las diferencias de tamaño; y las diferencias en cuanto a riqueza y
capacidad.
De todas estas diferencias surge necesariamente contraste en la capacidad de que disponen los
estados para actuar en el ámbito de la Esfera internacional.
La política internacional importa el enfrentamiento constante de voluntades entre Estados
soberanos, que buscan expresar y ejecutar libremente sus decisiones, transformándose en rivales, al
efectuarse y contraponerse unas decisiones con otras.
El poder se define como la capacidad de un actor para imponerse a otro. Sin embargo este concepto
es impreciso, pudiendo decirse que el poder es un concepto más amplio que incluye, además de la
amenaza o el empleo real de la fuerza, otra forma de persuasión no violenta como los beneficios
económicos, la cooperación técnica y científica o la solidaridad y biológica.
También se debe distinguir entre el concepto de poder y el concepto de influencia que actúa por la
persuasión.
El poder además de determinar diferentes relaciones de equilibrio jerárquico entre los actores, o de
reconocimiento.
Otro hecho que caracteriza el poder del Estado en el terreno internacional con respecto a su poder
interno, es que no se ejerce por los mismos medios y tampoco se ejerce sobre el mismo espacio.
El el poder consta de 3 elementos básicos: el temor a las sanciones, la esperanza de Premio, y la
adhesión por admiración afecto.
Tema 2: Sistemas Internacionales. Concepto. El mundo visto como sistema. Definiciones.
Elementos, miembros, interacciones, control.
Los sistemas internacionales:
Los actores de la vida internacional, en el afán de desarrollar sus objetivos Nacionales, expanden su
radio de acción en función de su capacidad de obrar o poder, lo que constantemente va
determinando cambios ya sea de posición de los Estados en el medio internacional o de las
relaciones de competencia o de fuerza entre uno y otro.
Pero la convivencia internacional supone la admisión de determinadas formas más o menos estables
como reglas de juego entre los estados, que se mantienen durante cierto tiempo, creando una
estructura internacional o sistema.
Esa estructura está sometida constantemente a cambios que le hacen variar sus características.
La comunidad internacional que regula la relación entre los estados exige la existencia de un orden,
y que puede asumir, a su vez, distintas formas, según los intereses de las Naciones que prevalezcan
en la época que se considere.
Se puede definir al sistema internacional como lo hace Marcel Merle, como un conjunto de relaciones
entre unos actores situados en un medio específico y sometidos a un modo de regulación.
Caracteres y elementos condicionantes de la existencia de un sistema internacional. Las relaciones
de hegemonía y miembros ejemonizados. Relaciones horizontales y verticales.
Caracteres de un sistema internacional: Marcel Merle señala como características específicas de
este sistema internacional:
Se trata de un sistema global, que abarca todas las relaciones que se desarrollan entre los factores;
es un sistema cerrado: el sistema se extiende hasta los límites del espacio terrestre. Éste en su
totalidad, está ocupado por los Estados.
Esta característica determina la existencia de coacciones diversas entre los actores. Por tratarse un
sistema global y cerrado, carece de entorno exterior, todo el Estado se única en un plano de igualdad
teórica, obligados a participar en el sistema y a respetar en lo fundamental las reglas o valores
comunes.
El sistema heterogéneo los países que integran el sistema son desiguales en riqueza y poder.
Además, junto a los Estados funcionan como actores las organizaciones intergubernamentales, así
como también las fuerzas transnacionales.
Los reagrupamientos de Estados pueden obedecer a la solidaria regional o a intereses económicos.
La heterogeneidad del sistema también se refleja en el orden político, por la formación de bloques
militares distanciados por rivalidades ideológicas. Marca también la heterogeneidad del sistema las
grandes diferencias religiosas, culturales y raciales entre sus componentes.
El sistema carece de una regulación adecuada: si bien existen la legislación internacional y como
organizaciones internacionales como los estados no han transferido a esta el poder de decisión
necesario, lo que hace que estás organizaciones ocupen un lugar marginal en la solución de
conflictos. De ahí que se diga que las leyes e instituciones de la comunidad internacional son
rudimentarias por su escaso nivel de eficacia.
Se destaca como característica principal del sistema internacional su descentralización, en cuanto
carece de un gobernante. Como consecuencia de ello, el orden será establecido por aquel o aquellos
actores que dispongan de mayor poder. A causa de esto, los países que carecen de esa capacidad
son los receptores de ese orden, es decir que son los países gobernados.
Elementos condicionantes de la existencia del sistema internacional: el sistema internacional se
maneja bajo dos supuestos.
El primero de ellos es la vigencia algunos valores comunes entre sus miembros los cuales
establecen como principios comunes reglas del juego.
el segundo es la relación de fuerza por cuanto a las relaciones internacionales se dan en sistemas
que son reflejo de fuerzas que predominan entre los distintos componentes.
El modelo de equilibrio de fuerzas o balance de poder: caracteres distintivos. El modelo bipolar:
estructura y funcionamiento.
Balance de poder y sistema bipolar:
El sistema internacional se define como el conjunto de interacciones de los factores políticos
internacionales como las que tienen lugar bajo determinadas formas de control.
Dos son los tipos de sistemas internacionales de mayor importancia en la era moderna y
contemporánea.
El concepto de balance de poder ha sido utilizado en diferentes sentidos. En primer lugar, se ha
entendido por balance del poder el resultado de un conjunto de relaciones interestatales,
consistentes en una condición aproximada de equilibrio entre dos coaliciones o alianzas. Pero dado
que el balancepuede entenderse también como un proceso, este equilibrio aproximado tiende a ser
inestable. Así se ha dado un nuevo sentido del balance según el cual éste puede concebirse con un
principio de acción política, una máxima de comportamiento diplomático destinada a producir o
mantener un determinado estado de cosas, sea de equilibrio o, preferentemente, de desequilibrio a
favor del actor interesado. Los actores individuales y las coaliciones Generalmente no se conforman
con la igualdad, sino que buscan cierto grado de superioridad para asegurar sus intereses frente a
sus adversarios.
La potencia de cuya política depende la mantención o alteración del balance sería el estado
balanceador. Esta idea sugiere un principio de diferenciación entre los miembros del sistema, ya que
por lo menos uno de esos tendría que poseer una cuota de poder suficiente y una orientación
diplomática adecuada para encauzar el sistema en una determinada dirección.
La característica del sistema del balance del poder son:
Número de miembros: el sistema requiere por lo menos tres miembros. Sin embargo tres miembros
son una cantidad muy reducida de actores, porque es muy probable que se den desequilibrios
pronunciados en las inevitables las combinaciones 2-1 que se forman en tan baja cantidad de
miembros. Por esto se estima generalmente que un número de 5 o más factores pueden hacer viable
el balance. El número total puede en realidad ser bastante superior a esta cifra, pero el cómputo de
los miembros considera solamente las potencias más importantes, bajo el supuesto de que las
potencias menores tendrán la participación marginal en el balance central. Muchas veces estas
potencias menores interactúan en diversos balance locales o subregionales, que formarán
subsistemas dentro del sistema central.
Poder nacional: la distribución y atributos de poder en un sistema de balance no debe ser demasiado
desigual. En la medida en que uno de los estados sea tan poderoso que por sí solo puede
enfrentarse a todos los demás, no puede darse un balance y en cambio tiende a surgir un sistema
hegemónico. Por otra parte, ningún miembro del sistema ha de ser tan débil que sea indiferente su
pertenencia a una u otra coalición.
El balance de poder se caracteriza por la flexibilidad de alineamiento, el sistema no coarta la opción
de cada miembro de cambiar de bando coalición, sin que sea admisible la intervención de otro
estado para dictarle una determinada conducta diplomática. De este modo se pretende preservar la
capacidad de cada estado de inclinar la balanza en el sentido que el gobierno considere más
favorable a sus intereses. La flexibilidad de alineamiento supone que las alianzas sobre
entendimientos esencialmente transitorias, que deben acomodarse a las circunstancias cambiantes
de las relaciones de poder y de los objetivos políticos de los factores.
Preponderancia: el balance de poder funciona en la medida en que los factores no buscan alcanzar
una posición de tal predominio individual en el sistema, que pudieras llevar a un control unilateral de
las políticas de los demás miembros. No obstante, se reconoce la existencia eventual de ambiciones
de preponderancia. En cuanto éstas se traduzcan en políticas de orientación hegemónica, el sistema
estará en peligro y se requeriría la formación de una coalición tendiente a frustrar la pretensión
hegemónica. Este mecanismo es esencial para la protección del carácter descentralizado del
sistema, y, en la medida en que cumpla su finalidad, el balance regresará su condición normal.
Identidad de los actores: los actores centrales no procuren alterar recíprocamente sus identidades
Hola de los actores secundarios, por medio de políticas de intervención. Los actores centrales no
tratan tampoco de excluirse mutuamente el sistema, pero aceptan eventualmente la eliminación y
creación de actores secundarios. La guerra entre actores centrales como el objetivo no es La
rendición incondicional y el término eliminación del adversario como ente político; más bien se limita
a la extracción de condiciones de paz favorable a los intereses de los vencedores. Una vez logrado
ese objetivo, la parte vencida se reintegra el sistema de balance.
El balance tiende a perdurar, y el proceso a funcionar de manera más fluida, en la medida en que la
estructura interna de los estados no constituye un tema objetivo de las políticas exteriores,
descartándose en consecuencia las políticas de intervención en los asuntos internos de los
participantes. Esta característica se cumplen los sistemas homogéneos, es decir aquellos cuyos
actores responden a similares principios de organización política.
La concepción del balanceo del equilibrio multipolar hace que bajo este sistema, los Estados, se
consideren mutuamente rivales, pero no enemigos mortales. Los gobiernos no se juzgan
amenazados personalmente por los de los estados vecinos.
En la medida en que sistema se vuelve heterogéneo, como ocurre cuando se enfrentan estados que
suscriben principios ideológicos opuestos que tratan de imponerse mutuamente, se pierde la
moderación y eventualmente el sistema puede volverse revolucionario. En esta variante del balance,
las políticas se dirigen no sólo alterar las relaciones de poder, sino también la organización interna
de los Estados y aún su identidad política. Bajo estas condiciones tiende a hacerse insostenible el
equilibrio multipolar.
El balance de poder rigió la política internacional Europea de la Edad Moderna, especialmente el
periodo de la segunda mitad del siglo XVI, después de la Paz de Westfalia y el reinado de Luis XVI
hasta la Revolución Francesa.

El sistema Bipolar:
Respecto al número de miembros los factores centrales son dos grandes potencias o hegemones.
Éstas constituyen los polos de poder en el sistema alrededor de los cuales se encuentran otras
potencias, formando dos alianzas compactas o bloques.
Se pueden distinguir dos variantes del sistema Bipolar: la rígida, en que no habría actores fuera de
los bloques, y la flexible, en que existiría la opción de no alineamiento. No obstante, los no alineados
no constituyen un tercer Polo. Alternativamente, puede considerarse que cada Polo es una alianza
de varios estados centrada en un estado dirigente. El problema básico de un sistema Bipolar reside
en la alta probabilidad de que cada pueblo trate de eliminar al otro. Un sistema Bipolar Cómo se
caracteriza por un grado tan alto de concentración del poder, que las relaciones entre los bloques
tienden intrínsecamente hacer tensa y conflictivas. Aunque ninguno de los bandos abrigue propósitos
expansionista, cada uno debe, en el interés en su propia seguridad, atender ante todo a las
capacidades objetivas de la otra parte para hacerle daño.
El poder nacional: las bases de poder se encuentran fuertemente concentradas en los polos del
sistema. Especialmente en los aspectos militares, las potencias rectoras controlan proporciones muy
altas de los recursos de poder de cada bloque, ejerciendo un control estricto sobre las actuaciones
de éste. Las posiciones de poder de los estados subordinados son de clara inferioridad. Sólo en los
polos del sistema tienen intereses políticos y estratégicos verdaderamente globales. Las potencias
subordinadas tienen intereses locales y en algunos casos regionales, los que pueden promover, en
la medida en que sean compatibles con los de la respectiva potencia rectora.
Alineamientos: los alineamientos son rígidos. Los polos propenden a la maximización del poder
colectivo de cada bloque. Las alianzas centrales se organizan como combinaciones virtualmente
permanentes involucrando la adhesión de cada miembro a los principios y métodos de la potencia
rectora, o al menos, a un reconocimiento a la primacía de sus intereses de seguridad. Al mismo
tiempo, los polos buscan recíprocamente socavar la disciplina política de los integrantes
subordinados del bloque rival. Esto tiende a generar y elevados niveles de tensión.
Preponderancia: cada bloque busca, al menos como objetivo de largo plazo, superar la situación de
bipolaridad. En último término, la eliminación del bloque rival y la consiguiente transformación del
sistema constituye una única garantía de seguridad integral desde la perspectiva de las grandes
potencias enfrentadas en conflicto Bipolar. Tal objetivo, sin embargo, no se adopta como meta
práctica e inmediata en la medida en que prevalezca la disuasión mutua. En tal situación, las
potencias rectoras no llegan a atacarse de manera frontal, porque estiman altamente probable que
tal acción no podría reportar beneficios comparables a los altos costos de las represalias que se
desencadenarían en su contra.
Identidad de los factores. Como consecuencia de su voluntad de alcanzar un predominio global con
valores del sistema no descartan la eliminación de los factores del bloque rival. En ausencia de
disuasión como conflicto bélico entre bloques tiene hacer total.
En caso de realineamiento exitoso de un actor secundario, producto de la combinación de cambios
internos y del uso limitado de la fuerza, la potencia rectora del bloque beneficiado procurará
subordinar a sus designios, al nuevo integrante de su bloque, de modo tal que pase pertenecer a
este de manera estable. El realineamiento lleva a un cambio de identidad Internacional del actor, y
no sólo un cambio en su política.
Mas allá de estos cambios parciales, en sí altamente conflictivos en este tipo de sistema, el gran
objetivo sigue siendo la de ropa y eventual disolución del bloque rival.
Diversos autores han debatido los méritos relativos y los sistemas multi bipolares en términos de sus
niveles de estabilidad. El. De vista más Generalmente aceptado entiende que un sistema con mayor
número de actores proporciona numerosas oportunidades de interacción. Por el contrario y en favor
de los sistemas bipolares, existen posturas que han enfatizado el rol moderador de la disuasión
nuclear, que obliga a las partes en conflicto a limitarse a un uso altamente selectivo y controlado del
uso de la fuerza convencional.
La desaparición de la URSS y el fin del mundo bipolar. Elementos de transición hacia un nuevo
orden mundial.

Unidad 18
1. La política exterior argentina y sus políticas profundas
a. El proyecto argentino: su inserción internacional y los antecedentes coloniales. i. Introducción.
Es posible establecer categorías de captación de nuestra política exterior. Para ello es necesaria
visualizarla entro de a estructuras en que tuvo lugar, o sea, el régimen internacional.
Los impulsos provenientes de la realidad internacional promovieron todo un modelo de país. En
conexión con este modelo surgieron las grandes tendencias de nuestra política exterior. ii. Época
colonial.
El “proyecto nacional del siglo XIX” comenzó a estructurarse en los tiempos coloniales. Así, el
Reglamento del Comercio Libre de 1878, la autorización para comerciar con colonias extranjeras y
neutrales, etc.- A partir de este cambio de política ocurrieron dos cosas. Por una parte, comenzó la
explotación ganadera en gran escala, por otra, se produjo la decadencia de las industrias
autóctonas. El aumento de la importancia del comercio ganadero trajo consigo una explotación
brutal de las riquezas naturales. Las vacadas disminuyeron considerablemente, y el ganado cimarrón
fue extinguiéndose insensiblemente.
En cuanto a la decadencia de las industrias autóctonas, ello es consecuencia también de la
orientación librecambista. Bajo forma artesanal había florecido durante el Virreinato vinos, frutas
secas, tejidos de algodón, harinas, carretas, hasta embarcaciones se producían. La decadencia tuvo
lugar a fines del siglo XVIII, cuando la introducción ilegal o clandestina cada vez más acentuada de
géneros extranjeros hizo posible la competencia en calidad y precios. Se produjo así el colapso de la
manufactura colonial y la industria quedó relegada al aprovechamiento y transformación de los
productos naturales, en primer lugar ganaderos, y luego agrícolas. De aquí la gran importancia de la
industria saladeril, que va a tener un predominio absoluto hasta el siglo XIX y se va a continuar
naturalmente en la industria frigorífica. La industria argentina nace estrechamente ligada al campo,
supeditada casi por completo a las actividades básicas. Las cuatro ramas ed actividad industrial que
abarcaban los capitales nacionales eran la transformación de las carnes o subproductos, la molienda
del trigo, y la elaboración de la caña y de la vid.
Acción del grupo rivadaviano.
El grupo rivadaviano fue el primero que trató de orquestar racionalmente tantas medidas dispersas.
A la ley de enfiteusis y a las leyes y decretos sobre trabajo obligatorio de los “vagos” se unieron el
Tratado de Paz, Amistar, Comercio y Navegación con Gran Bretaña y el empréstito Baring Brothers.
Pero singularmente reveladora es la política aduanera que tuvo un propósito fiscal y no
proteccionista. La réplica al argumento librecambista es que “se establecería un monopolio por el
que se vería estrechado el pueblo a comprar malo y caro”.
Proyecto alberdiano.
Treinta años más tarde Alberdi habría de reproducir los mismos argumentos para unificar la inserción
periférica: “La Aduana proteccionista es opuesta al progreso de la población porque hace vivir mal,
comer mal pan, beber mal vino, vestir ropa mal hecha […] ¿Qué nos importa a nosotros que la bota
que calzamos se fabrique en Buenos Aires o en Londres?”.
En verdad toda la elaboración alberdiana está impregnada de europeísmo: inmigración, tratados,
navegación.
Alberdi trata de explicar por qué el proteccionismo funcionó en EE. UU. y no en Arg.: en primer lugar,
aunque sin duda muy atrasado con respecto a los países industriales europeos, era cierto que
poseía experiencia manufacturera y marítima Su comercio internacional era más diversificado,
contaba con una población mucho más homogénea, adiestrada en las tareas que se desarrollaban
los países europeos y en general, tenían un índice de alfabetización satisfactorio, etc. v. La
generación del ’80.
Tocó a los hombres de la generación de los ’80 concretar la realización del proyecto así pergeñado.
Cierto es que contribuyeron a esta concreción factores: el flujo de la corriente inmigratoria y la guerra
de Secesión en EE. UU. que culminó con el triunfo del Norte industrialista y empujó a Gran Bretaña a
incrementar su abastecimiento en otros países periféricos.
Hacia 1910 la Argentina se había convertido en un país periférico que más progreso había realizado
y que ostentaba los índices de crecimiento más alto del mundo. El proyecto nacional de la
Constitución de 1853 podía visualizarse en el tráfico de buques y ferrocarriles, en el desembarco
incesante de inmigrantes, en las obras públicas, en el comercio, en la edificación urbana, en la
alfabetización y el progreso agrario.
Era el país que mantenía lazos más estrechos con Europa, especialmente con Gran Bretaña, que
era su abastecedor y al mismo tiempo su cliente más importante.
vi. Caracterización de las tendencias.
En el marco global es posible ahora discernir cuáles fueron las tendencias profundas y significativas
de la política exterior argentina. Ellas se derivan de la estructura del régimen internacional. A nuestro
entender pueden conceptualizarse así:
Afiliación a la esfera de influencia británica;
Oposición a EE. UU;
Aislamiento respecto de América Latina;
Debilidad de la política territorial.
1. Influencia Británica.
Dependencia nacional.
Fue una afiliación racionalizada y nacional, en el sentido que por lo menos, desde un punto de vista
económico y social, se trataba de obtener el mayor provecho posible de la situación. En cuanto al
aspecto político, también significaba un esfuerzo por poner alguna limitación al flujo de la Potencia
dominante.
La diplomacia británica tuvo éxito en cuanto contribuyó a fomentar las oportunidades comerciales
buscadas por los intereses británicos influyente.
La diplomacia británica hubo de participar hábilmente en la política de la comunidad argentina, y
aprestando un reducido apoyo a determinados intereses, ya privando a otros de este limitado apoyo.
Revolución de Mayo: el reconocimiento de la independencia.
Vimos cómo se perfilan las tendencias librecambistas. La Revolución de Mayo no hizo más que
confirmarla: «Las consecuencias económicas inmediatas del acto político del 25 de mayo fueron un
signo del creciente poder de lo varios intereses locales».
Sin embargo, el reconocimiento de la independencia por parte de Gran Bretaña y de EE. UU. demoró
bastante. En ambos casos, el reconocimiento se produjo cuando los obstáculos desaparecieron por
sí mismos: la derrota definitiva de España en América, y el fracaso de las pretensiones españolas de
obtener el apoyo de la Pentarquía para recuperar las colonias.
La guerra con Brasil.
Este conflicto comenzó por la declaración de guerra del Imperio de 1825. Las actividades bélicas
traían como consecuencia el bloqueo del puerto de Buenos Aires y con ello un perjuicio considerable
al comercio británico a la sazón de gran importancia, y por eso motivaron la intervención británica.
Sin embargo, cuando el ministro inglés quiso presionar en favor de una paz negociada sobre la base
del mantenimiento de la hegemonía brasileña en la “Provincia Cisplatina”, la respuesta fue negativa.
Se prosiguió la guerra y el final fue la independencia de la Banda Oriental.
Conflictos con Francia y Gran Bretaña.
Durante el período rosista nuestro país mantuvo dos graves conflictos con potencias europeas. El
primero, con Francia a raíz de la detención de súbditos franceses, y de las exigencias argentinas de
que los extranjeros prestaran servicio militar.
El segundo, con Francia y Gran Bretaña por el apoyo prestado por el gobierno de Rosas al general
Manuel Oribe que, nuevamente, traía prejuicios al comercio debido al sitio de Montevideo. En todos
estos conflictos, se llegó a la solución mediante tratados que significaban en gran medida la
aceptación de las posiciones sustentadas por la Argentina.
Doctrinas Elizalde y Tejedor.
En diversos períodos las autoridades argentinas contestaron negativamente a reclamaciones
británicas. La respuesta de Rufino de Elizalde afirma que “el gobernó argentino no admite el principio
de que no pueden derogarse las leyes de la República, porque esa sería una limitación a su
soberanía que no tiene el derecho de pedírselo por ningún gobierno extranjero”.
Con motivo de perjuicios sufridos por súbditos británicos ora con motivo de levantamientos armados,
ora por malones de indios, hubo consultas y reclamaciones por parte de diplomáticos británicos en
1871 y 1872. Carlos Tejedor sostuvo la tesis de que “los extranjeros desde que entran a un país,
están sujetos a sus leyes y autoridades. Esas leyes son so iguales en todas partes pero, sea como
quiera, favorables o no para el extranjero, le obligan igualmente”.
Caso del Banco de Londres del Rosario.
Este episodio también es muy significativo. En 1876 se había dictado en la provincia de Santa Fe
una ley que ordenaba la conversión en oro de las emisiones de papel moneda autorizada por el
gobierno provincial. Como el Banco de Londres no cumplió con la ley, el gobierno dispuso la
detención del gerente, el embargo por 50.6000 pesos oro y la liquidación inmediata e la sucursal. El
gerente sometió el asunto al representante diplomático inglés y éste reclamó oficialmente por la
medida, basándose en que el banco era una sociedad británica. Bernardo de Irigoyen, canciller a la
sazón, refutó esta apreciación y puntualizó los reales términos de la controversia: «[…]Pero en el
estado del asunto no es posible al Gobierno nacional por intervención oficial. El Banco de Londres es
una sociedad anónima a que ha dado existencia las leyes de Santa Fe. Si ha tenido lugar alguna
infracción de ellas, si el banco ha sufrido perjuicio, si piensa que algunos funcionarios de aquella
provincia han extralimitado sus atribuciones, tienen expeditos todos los caminos legales para
demandar y obtener reparación.
‘La Constitución y las leyes de Santa FE y las leyes nacionales facilitan ampliamente todo los
recursos ante los tribunales para la defensa integra de os derechos y delos intereses particulares. Y
sólo cuando hay denegación de justicia, y cuando esos caminos, abiertos por la ley, son cerrados o
notoriamente entorpecidos por los encargados de aplicarla, puede venir un asunto que afecta
intereses extranjeros a la discusión diplomática […]».
Su señoría manifiesta en su última nota que el procedimiento de las autoridades del Rosario
constituye una de las más graves ofensas contra los súbditos de un país amigo. g. Doctrina Drago.
Como es sabido, Luis María Drago, ministro de relaciones exteriores en 1902 enunció el principio del
cobro no compulsivo de las deudas públicas. La nota había sido emitida con motivo de la
intervención armada de Gran Bretaña, Alemania e Italia en Venezuela y reclamaba además la
injerencia de EE. UU. en el conflicto a fin de garantizar la integridad territorial venezolana en base a
la doctrina Monroe.
Llama la atención que un país dependiente de G.N. adopte una actitud tan enérgica de defensa
frente a otro Estado contrario a la metrópoli común. La explicación radica que en la Argentina era el
país deudor más importante de G.B. y el gobierno temía que pudiera producirse en la Argentina una
intervención británica similar a la venezolana.
2. Relaciones con EE. UU.
Indiferencia, aislamiento y oposición.
También en este período comenzó a advertirse el delineamiento de otra de las tendencias que
hemos tipificado: la oca importancia de las relaciones con EE. UU., que a veces llegaron hasta la
oposición. Gran Bretaña obtenía del país todas las ventajas de la dependencia colonial.
Razones profundas y adicionales: cuestión Malvinas y comercio exterior.
La explicación de esta actitud radica en su congruencia con el proyecto nacional. Evidentemente la
aceptación de la influencia europea significaba como alternativa inevitable la desconexión con EE.
UU. Por otra parte, este país, si bien mantenía una rivalidad continua con GB, aun con respecto
América Latina no poseía una potencia razonable para desafiarla. Por otra parte, el intercambio
comercial era de poca monta en comparación con el europeo.
Pero también, desde el punto de vista político-diplomático, la situación no fue especialmente
favorable. Ello se debió particularmente al episodio de las Malvinas. Fue en efecto debido a la acción
de un buque norteamericano, el “Lexington”, al mando de Duncan. Que arrasó el establecimiento
argentino en Malvinas, se desmanteló la isla, se destruyeron sus poblados y se encarceló a algunos
habitantes. La posterior ocupación de las islas por Gran Bretaña parecería haber sido decidida
aprovechando el conflicto planteado y sus repercusiones.
Confrontación política con EE. UU. en el panamericanismo.
Pero fue ene l seno del panamericanismo donde se advirtió con claridad la operatividad de esta
tendencia. La Primera Conferencia Panamericana, convocada por el gobierno norteamericano con el
propósito, entre otros, de promover una unión aduanera continental, fracasó debido
fundamentalmente a la oposición argentina.
3. Aislamiento continental.
a. El sentido del aislamiento. Actitud ante Congresos los de Panamá y de Lima.
Luego de concluidas las guerras de emancipación, comenzó a delinearse una política de aislamiento
político en América Latina. Esto se ve con claridad en las respuestas negativas o el poco favor que
se dispensó a las propuestas de confederación latinoamericana.
En 1847, el gobierno de Perú tomo la iniciativa de organizar en Lima un congreso al que asistieron
Bolivia, Chile, Ecuador, Nueva Granada y Perú. La Argentina fue nuevamente invitada, pero el
gobierno rechazó nuevamente la invitación. “Las extraordinarias circunstancias en que se encuentra
la República Argentina o le permiten ocuparse de este asunto”. Las “Extraordinarias circunstancias”
que mencionaba Rosas eran la intervención armada de Francia y Gran Bretaña. b. Tratado
continental.
El Tratado continental, firmado en 1856 en Santiago de Chile, establecía una suerte de garantía
contra la agresión. Al ser requerida la adhesión argentina, Urquiza la rehusó. A pesar de esta
negativa, algunos años más tarde, el gobierno de Perú, a través de su ministro en Buenos Aires,
Seoane, insistiría en obtener la adhesión argentina. El resultado fe un intercambio epistolar bastante
ácido: «La unión americana con los propósitos y en la forma que se pretende crear y se ha
pretendido antes de ahora, es imposible y es inconveniente».
c. Relaciones no solidarias: la política de poder regional.
La competencia con el Brasil fue una confrontación de carácter hegemónico, en la que Gran Bretaña
tuvo siempre bastante que ver. Así, por ejemplo, a pesar de los conflictos sostenidos con Gran
Bretaña, Rosas gozaba del apoyo británico. “La caída del general Rosas dejó al gobierno británico
en un aposición aislada”. Henry Souther estaba tan convencido de la necesidad de Rosas y su
régimen, que le era abiertamente adicto, hasta el punto de que suscitó el rumor de que el dictador lo
había sobornado.
4. Debilidad de la política territorial.
a. Despreocupación y negligencia.
Con la excepción de la época de Rosas, en la que se dio una gran importancia a los problemas
territoriales vinculados con el litoral, no hubo en todo el período una preocupación genuina y
generalizada por la preservación de al heredad argentina. El mismo Rosas trató con bastante
displicencia la cuestión Malvinas, Patagonia y Alto Perú.
La política que seguimos en materia territorial, fue de extrema debilidad. Virtualmente todos los
conflictos de límites y las cuestiones territoriales afrontados por la República se resolvieron en su
detrimento.
Se advierte una despreocupación generalizada respecto de estas cuestiones. Lo propio ocurrió con
el conflicto de límites con Chile, en que los territorios litigiosos fueron prácticamente divididos entre
los dos países.
Nos permitimos adelantar que en los conflictos que se plantearon por problemas territoriales se
trataba siempre de superficies inhóspitas, lejanas, áridas, de ninguna manera aptas para la
explotación agrícola-ganadera, que era el eje del proyecto nacional argentino en el siglo XIX.
2. Política Argentina Exterior Contemporánea.
a. Presidencia de Raúl Alfonsín.
i. Principios, valores y necesidades prácticas.
El sistema de creencias del gobierno de Alfonsín se nutrió de tres vertientes distintas: del
pensamiento reformista latinoamericano en general, y del radicalismo en particular; y, por último, de
las concepciones éticas tradicionales del partido radical. Estas últimas aportaron como creencia
filosófica central el antropocentrismo. Esto es el reconocimiento de que el hombre es el centro de la
actividad política, razón por la cual “ésta debe regirse con criterios éticos, procurando siempre el
respeto de la dignidad humana”. Conforme a esta concepción de la acción política, la política interna
y la política exterior deben basarse en las mismas aspiraciones y valores. El antropocentrismo hace
a la política exterior una extensión natural de la política interna y no deja espacio para la clásica
división realista entre una y otra.
El idealismo en materia de relaciones internacionales, por su parte, fue entendido como un conjunto
de supuestos, principios y valores que sirven para orientar la práctica política.
En primer lugar, los principios fueron percibidos como escudos protectores frente a las intenciones
y/o acciones de los estados más poderosos. Se puso acento en el respeto al derecho internacional.
Antes bien, la adecuación de las conductas de los Estados al derecho fue percibido como el mejor
camino para afirmar la independencia nacional de los países débiles.
Segundo, el poder de guía que se asignó a los principios y valores fue acompañado de una creencia
filosófica tradicional del radicalismo: la negativa a concebir a la política desde una ética utilitaria y a
medir, en consecuencia, el resultado de la acción política tan solo en términos de costos y beneficios
materiales.
Tercero, el acento en la búsqueda o el logro de objetivos éticos en las relaciones internacionales
tuvo, asimismo, mucho que ver con consideraciones prácticas, percibidas por la diplomacia radical
como de carácter y alcance universal.
ii. Las imágenes y su impacto en el diseño de la política exterior.
Al asumir el gobierno, los máximos responsables de la formulación de la política de la administración
Alfonsín hicieron una lectura del sistema internacional y de la situación del país: a) que el conflicto
EsteOeste –entonces en una nueva fase de agudización- ejercía un impacto negativo sobre la
estabilidad política de la Argentina; b) que las cuestiones Norte-Sur eran más importantes que las
tensiones EsteOeste porque “afectan a la vida cotidiana de gran parte de la humanidad y establecen
un irritante contraste entre los países que ha tenido la posibilidad de acrecentar su bienestar y los
países bloqueados en el subdesarrollo”; c) que las relaciones internacionales habían sufrido una
peligrosa distorsión al haberse “sustituido la concepción moral ene orden mundial por una
concepción de poder”; d) que las variables económicas externas y sus tendencias entonces
observables imponían fuertes restricciones a la supervivencia de la democracia y al desarrollo
argentinos; e) que las dictaduras militares en la mayoría delos países vecinos eran un factor
adicional de amenaza externa a la estabilidad democrática; y f) que las posiciones de Argentina en el
mundo se habían deteriorado de manera extrema como consecuencia de las políticas interna y
exterior del régimen militar.
La diplomacia radical se propuso cuatro objetivos básicos: recuperar el prestigio externo del país;
hacer frente a los problemas heredados del régimen militar que requerían un tratamiento especial,
particularmente las cuestiones del Beagle y Malvinas; crear a través del vínculo con el exterior una
malla protectora de la democracia argentina.
Los múltiples puntos de apoyo y la relación con Occidente.
La “herencia” del Proceso es una variable fundamental para explicar y comprender el alto y
diversificado perfil de la política exterior del gobierno de Alfonsín. Alfonsín intentaba revertir la mala
imagen de Argentina en el mundo que se había formado durante os años del régimen militar. Tres
hechos habían contribuido al desarrollo de la misa: las violaciones a los derechos humanos, la
declaración de nulidad del laudo arbitral de la corona británica sobre la cuestión del Beagle y la
ocupación militar de Malvinas.
En un principio, el manejo de las relaciones con los países desarrollados de Occidente fue percibido
como el mayor desafío inmediato para el éxito de esta política de “búsqueda de múltiples puntos de
apoyo externo”.
A este fin, desarrolló un esquema conceptual que se asentó en el reconocimiento de tres elementos
básicos de la realidad del país a partir de los cuales se procuraría reconstruir la relación con el
mundo: que Argentina es una nación occidental, no alineada y en vías de desarrollo.
Dada la permanente manipulación y el uso abusivo por parte de las autoridades del Proceso del
concepto de Occidente, se redefinió la “occidentalidad cultural” de Argentina, destacando tres
aspectos principales. En primer lugar, se reconoció la existencia de u conflicto global de carácter
ideológico sobre distintas formas de organización política-económicas y sociales, y la pertenencia de
Argentina al conjunto de los sistemas que aseguran el pluralismo político, la tolerancia frente a la
diversidad, el respeto a los derechos humanos y la libertad económica, de opiniones y de credo.
En segundo término se rechazó la adscripción a alianzas militares en el marco de la por ese
entonces recalentada rivalidad estratégica Este-Oeste. La exposición de esta diferencia era un
aspecto clave para dar sustento teórico y práctico a la política de “recomposición madura” de las
relaciones con EE. UU, que tendría como uno de sus pilares la creación de un espacio legítimo para
las discrepancias bilaterales.
La fase defensiva de la política exterior.
El cambio de la imagen de Argentina en el mundo mediante una política de alto perfil fue uno de los
ejes estructurales de la acción externa del gobierno radical. El segundo y menos conocido, fue la
utilización de la política exterior para proteger la democracia interna. Esta fase se puso en práctica
de dos maneras distintas: la creación y desarrollo de redes de entrelazamientos internos externos
que actuasen como disuasores frente a los sectores antidemocráticos.
Por otro lado la política exterior procuró impedir, frenar o atemperar las consecuencias negativas de
las variables políticas y económicas externas sobre el proceso de transición. Esto es crear una malla
protectora frente a las amenazas exteriores.
Las acciones desarrolladas frente a la crisis de América Central y las negociaciones con Fidel Castro
tendientes a desarticular la expansión del terrorismo chileno hacia la Argentina se inscribieron en
este marco de políticas defensivas. Asimismo, la reorientación de la participación argentina e NOAL
tuvo mucho que ver con esta dimensión de la política exterior como malla protectora.
El gobierno de Alfonsín insistió en la necesidad de que el NOAL recuperara sus principios
fundacionales y sus valores más puros, el rechazo a la política de bloques, la oposición a la carrera
armamentista y la abstención a integrar alianzas militares.
3. La fase ofensiva de la política exterior.
La administración Alfonsín siempre reconoció que era extremadamente limitado lo que Argentina
podía hacer para influir en el curso del conflicto Este-Oeste. Sin embargo, adoptó un perfil alto en el
tema del desarme y la no proliferación nuclear vertical. Así entonces, la presencia internacional en el
esfuerzo por detener la carrera armamentista nuclear y asegurar la paz mundial fue considerada
menos una cuestión principista que una asunción de responsabilidad.
Este supuesto fue el que movilizó a la diplomacia radical a elevar el perfil de Argentina en las
cuestiones de desarme e la ONU y en el NOAL. Por otro lado, el desarrollo de un proyecto misilístico
como el Cóndor II y la negativa a ratificar el tratado de Tlatelolco y adherirse al TNP restó credibilidad
internacional al discurso oficial en pos de la paz y el desarme.
Así como se consideró un actor secundario en el conflicto Este-Oeste, el gobierno de Alfonsín
asumió que Argentina debía ser un actor directo en la cuestión Norte-Sur, dada la pertenencia
estructural del país al mundo en vías de desarrollo. Este reconocimiento expreso de la condición de
Argentina de país en vías de desarrollo fue acompañado de una percepción clara acerca de la
diversidad del mundo subdesarrollado y de la coexistencia en su interior de intereses y prioridades
distintas.
La fragmentación de intereses y prioridades del Sur fue un argumento de uso corriente en los años
del Proceso. Sin embargo marcaron diferencias de importancia respecto del régimen militar. Este
último puso el acento en las diferencias y minimizó los intereses comunes intra-Sur, mientras que la
administración de Alfonsín hizo exactamente lo contrario: destacó las coincidencias objetivas
emergentes de la propia condición del subdesarrollo y dos aspectos que consideraba comunes a
todos los países del Sur. El gobierno radical procura el fortalecimiento de las relaciones en los países
del Sur, mediante el apoyo a diversos esquemas de cooperación.
No obstante estos objetivos, las relaciones con el Sur encontraron en la práctica abundantes
dificultades. La mayor complejidad y fluidez del orden mundial, la creciente interdependencia entre
las naciones del Norte, el fenómeno de la difusión del poder habían dejado al Sur casi a la deriva y
profundizado su incapacidad estructural.
En este marco Latinoamérica puso pie en una fase histórica caracterizada por dos desafíos clave: la
consolidación de la democracia y la realización de la integración.
iii. Los ejes estructurantes de la política exterior del gobierno de Alfonsín. (Segundo texto)
En el orden externo, la acción debía estructurarse en torno a los siguientes ejes: a) el desarrollo de
una nueva relación madura con los EE. UU. que equidistara tanto del alineamiento automático como
de posiciones de confrontación o ruptura; b) la participación activa y genuina frente a los problemas
que integran la así llamada cuestión Norte/Sur; c) el fortalecimiento de las relaciones con América
Latina, particularmente con los países del Cono Sur; y d) el fortalecimiento de las relaciones con
Europa Occidental.
Las relaciones maduras con EE. UU.
Con el propósito de sacar a las relaciones argentino-norteamericanas de su recurrente ciclo de
acercamiento y hostilidad se diferenciaron dos niveles de las relaciones: el de las “convergencias
esenciales” y el de los “disensos metodológicos” En el primero se situaron los aspectos que
conforman la base de sustentación permanente del vínculo bilateral: “la democracia, el pluralismo la
dignidad del hombre, los derechos humanos, la libertad y la justicia social”. El segundo nivel se
reservó a las apreciaciones y posiciones distintas sobre los métodos para realizar o mantener e el
mundo en desarrollo los principios y valores compartidos.
Esta forma de aproximación a Washington, aunque permitió reencauzar la relación bilateral sobre
bases más firmes y previsibles, tropezó con dificultades prácticas. Las políticas de la administración
Reagan orientadas a recomponer y fortalecer la dominación norteamericana en la región, aunadas a
la serie crisis interna del país, redujeron progresivamente el margen de acción del gobierno radical
en el campo de os “disensos metodológicos”. Así, a partir de los últimos meses de 1984 la
administración Alfonsín dejó de lado algunos de los proyectos acuñados al color del regreso a la
democracia por ejemplo el pago sólo de la deuda externa legítima. Las posiciones asumidas frente a
lo organismos internacionales y a la banca privad ay la puesta en marcha del Plan Austral en junio
de 1985 allanaron el camino de la recomposición de relaciones con EE. UU.
Las relaciones con Europa Occidental.
El énfasis inicial puesto en las relaciones con Europa apuntaba, específicamente, a diversificar os
puntos de apoyo de la política exterior hacia Occidente y contrabalancear el peso de los EE. UU.Ç
En este marco, el gobierno de Alfonsín desarrolló una acción diplomática que atravesó dos fases. La
primera, procuró utilizar el capital político ofrecido por la recuperación de la democracia en el país
para recomponer los vínculos políticos bilaterales y lograr apoyo económico por parte de algunos
gobiernos europeos, particularmente una posición más benigna en el tema de la deuda y la apertura
de oportunidades en el ámbito comercial. En esta fase, los países seleccionados para desplegar esta
estrategia de aproximación a Europa Occidental fueron Alemania, España, Francia e Italia. Sin
embargo las expectativas se vieron frustradas. En efecto, la retórica europea de apoyo a la
democracia argentina no se tradujo en acciones concretas en la esfera económica. Los dirigentes
europeos subordinaron su apoyo al gobierno argentino al cumplimiento de dos condiciones: el logro
de la estabilidad económica y la firma de un acuerdo previo con los organismos multilaterales de
crédito y la banca acreedora.
A raíz de estas limitaciones, desde el inicio del año 1987 el Gobierno puso en marcha la segunda
fase de la relación argentino-europea, más selectiva, orientada a crear u marco institucional de
“mecanismos originales” que permitiera abrir canales de acceso al capital y a la tecnología europeos.
El comercio pasó a un lugar secundario y la acción se orientó esencialmente a buscar asociaciones
“particulares” privilegiando las inversiones, especialmente a las PyMES.
b. La presidencia de Carlos Menem.
El realismo periférico: un modelo teórico para la periferia del nuevo orden mundial.
El realismo periférico es, por antonomasia, la política exterior de un Estado comercial.
Los principios básicos del “realismo periférico” pueden resumirse en los siguientes:
La política exterior de un país vulnerable, empobrecido y poco estratégico, debe ser del más bajo
perfil posible para evitar la confrontación, salvo en aquellos asuntos materiales vinculados en forma
directa con su bienestar y su base de poder; adaptando sus objetivos políticos a los de esa potencia
dominante; - Esta política exterior debe formularse teniendo en cuenta la relación costo-beneficios
materiales y considerando os riesgos de costos eventuales.
Ella requiere de una reformulación y reconceptualización de la autonomía, en términos de la
capacidad y costo relativos de la confrontación.
Para Escudé, la reducción de costos y riesgos debe ser el principal objetivo de la dimensión política
de un Estado dependiente, ya que enfrentar políticamente a los poderosos es contraproducente para
el interés nacional de países dependientes, vulnerables y poco estratégicos.
Para afirmar estos supuestos, el autor toma dos variables para el análisis de las estrategias políticas
de la política exterior: “la emergencia internacional” y la “memoria histórica”, como factor racional o
intelectual de los procesos de toma de decisiones en los Estados poderosos.
Las reformulaciones: autonomía y alineamiento.
Escudé rechaza el concepto de autonomía (aquél que utilizo Puig en su doctrina), definido en
términos de libertad de decisión o de acción. Para el autor, la autonomía se ha poseído “desde
siempre”. No hay poder superior a los Estados. Sin embargo, Escudé presenta a la autonomía como
una falacia, supuesta generadora de desarrollo, que considera a la dignidad nacional como parte del
mismo, oponiendo ésta a la idea de que es el desarrollo el que permite la autonomía.
Para él, la autonomía se construye desde el desarrollo interno, siendo ella la variable central de ese
desarrollo –económico-, y por lo tanto el producto de maniobras de política exterior. Presenta a la
autonomía como un proceso, que se construye mediante el desarrollo nacional, autorrestringiendo la
libertad de decisión o de acción, es decir, aplicando un realismo periférico: no confrontación y
alineamiento.
Define así la autonomía limitando la extensión de su concepto a su capacidad de confrontación. De
esta forma vincula la autonomía con la adaptación y a los objetivos más significativos de las grandes
potencias.
Críticas.
La primera cuestión que surge al percibir la relación entre un país periférico y el poder hegemónico
es el carácter poco estratégico que Escudé le asigna al primero, en este caso la Argentina, en los
intereses vitales de EE. UU.
En su perspectiva pragmática, el realismo periférico niega o desconoce la existencia de supuestos
básicos en una política exterior.
Una segunda cuestión tiene que ver con la pretensión de que es posible formular una política de no
confrontación internacional. Por último, es imposible desligar la no confrontación de lo efectos de la
política internacional de las grandes potencias. Esta sola cuestión ha permitido vincular
históricamente al realismo con la hegemonía, lo que hace oponer la política de las grandes potencias
a todas aquellas de terceros Estados –periféricos- que busquen acrecentar su poder.
Factores externos e internos que condicionan la política exterior del Presidente Menem y sus ejes
ordenadores
Cuando Carlos Menem accedió a la primera magistratura del país en julio de 985, el mundo y
Argentina transitaban circunstancias muy distintas a las que habían signado el primer tramo del
gobierno de Alfonsín.
En el orden externo el conflicto Este-Oeste daba sus últimos estertores, EE. UU. aparecería como
líder indiscutido de la coalición vencedora de la guerra fría, la democracia, casi sin excepción, se
había extendido a toda América Latina, la crisis de América Central se había aplacado y la cuestión
de la deuda externa estaba encuadrada en un marco de negociación provisto por los gobiernos de
los países acreedores y los organismos multilaterales de crédito.
En lo interno, el centro de la escena política argentina estaba ocupado por las demandas
económicas y sociales. Las situaciones de hiperinflación de 1989 no hicieron más que fortalecer de
manera brutal estas demandas generalizadas. Era necesario introducir cambios en materia externa.
Los principales argumentos utilizados por el Gobierno para dar cuenta del cambio de política son los
siguientes:
que el nuevo orden mundial se caracterizará por la interdependencia y la cooperación entre los
países y por el triunfo de la democracia liberal;
que en este orden existen condiciones para que la paz se sustente más e la seguridad colectiva que
en el equilibrio de poder;
que la globalización de la economía ha hecho obsoleto el modelo de crecimiento basado en la
sustitución de importaciones;
que este modelo acarreó al decadencia relativa del país y, por ende, la pérdida de gravitación de
Argentina en el orden internacional;
que la relación preferente con GB fue una de las claves para la inserción exitosa de Argentina e el
mundo a fines del siglo XI y principios del siglo XX; y
que, en consecuencia, el país necesita encontrar y desarrollar en forma pragmática nuevas
relaciones preferentes para asegurarse una nueva reinserción exitosa en el siglo XXI.
De acuerdo a este razonamiento, se puso en marcha una política exterior que se ordena alrededor
de cuatro ejes. El primero es el abandono de las posiciones de confrontación política con los países
desarrollados. Hay una crítica expresa al confrontacionismo inútil del gobierno radical. En su
reemplazo, se propone una política exterior “normal”, “realista” y “pragmática”, que define el interés
nacional en términos económicos.
El segundo eje es el bajo perfil político en las cuestiones que ocasionan confrontaciones o fricciones
con los países desarrollados.
El tercer eje estructurante, fundado en el reconocimiento de la debilidad relativa del país, es que
Argentina no puede –ni debe- pretender un alto perfil ni mucho menos una posición de protagonismo
internacional.
De acuerdo con esta lectura, se postula la concentración de la acción externa en muy pocas áreas
del mundo que importan esencialmente desde el punto de vista de las necesidades económicas del
país. Estas áreas son los EE. UU., los países vecinos de la región MERCOSUR, Bolivia y Chile,
Europa Occidental y para más largo plazo, Japón y los países de industrialización reciente del
Sudeste Asiático.
Ciertamente, la nueva política exterior se basa en la necesidad de terminar con la tradicional
hostilidad hacia Washington.
Fiel a estos dichos, se han adoptado varias medidas importantes que no dejan dudas acerca de la
firme voluntad de fortalecer esta relación preferencial. Así, el gobierno de Menem se abstuvo de
condenar la invasión dispuesta por la administración Bush a Panamá. Envió dos naves de guerra al
Golfo Pérsico para participar en la alianza multinacional contra Irak, manifestó su disposición a
cooperar de manera creciente con el gobierno norteamericano en distintos temas de naturaleza
global, cambió el perfil del voto argentino en la Asamblea General de la ONU, ratificó el Tratado de
Tlatelolco, y por último desactivó totalmente el plan misilístico Cóndor II.
La destrucción del plan Cóndor era otro de los pasos imprescindibles para acceder progresivamente
al grupo de “naciones confiables del mundo” y para asegurar el apoyo del gobierno norteamericano
en las áreas temáticas económicas de la relación bilateral y en los organismos multilaterales donde
el voto de los EE. UU. es de suma importancia.
En lo que hace a las relaciones con Latinoamérica, se cuestiona seriamente la “visión romántica” de
la unidad latinoamericana de los sesenta, lo que podríamos llamar la concepción bolivariana de la
integración. Se propone circunscribir el ámbito de acción regional y procurar concreciones
específicas. Finalmente, el apoyo al funcionamiento afectivo del sistema establecido en la carta de
ONU para garantizar la paz y la seguridad internacionales constituye el cuarto eje estructurante de la
política exterior. Primero en la participación creciente de las fuerzas armadas argentinas en
operaciones de mantenimiento de la paz en el marco de las Naciones Unidas. Segundo, en el
rechazo y abandono de las políticas precedentes de búsqueda de desarrollo autónomo en áreas
sensitivas. Y tercero, en la adopción de posiciones de alto perfil en el seno de la OEA para crear
nuevos mecanismos de seguridad regional.

Derecho Internacional Público – Bolilla 19: Política Territorial Argentina.
Tema 1: La cuestión Malvinas. Análisis de los títulos argentinos y británicos sobre las Islas Malvinas.
La Cuestión Malvinas en las Naciones Unidas.
Análisis de los Títulos Argentinos y Británicos:
LOS DERECHOS ARGENTINOS SOBRE LAS ISLAS MALVINAS (ALFREDO BRUNO BOLOGNA)
La integridad territorial argentina se ve afectada en la actualidad por tres cuestiones que reclaman
soluciones: conflicto en la zona austral con la República de Chile-, política con relación a la Antártida
y la cuestión de las islas Malvinas, Georgias del Sur (San Pedro) y Sandwich del Sur.
Debe destacarse en primer lugar que la situación ha cambiado a partir de la positiva labor
desarrollada por la Organización de las Naciones Unidas con respecto al tema del colonialismo.
De acuerdo a la resolución 1514 (XV) aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el
14 de diciembre de 1960, conocida como «Declaración sobre la concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales», los dos principios establecidos para terminar con una situación colonial
son:
«Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan
libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.»
«Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad
territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones
Unidas.»
Respecto del primer principio cabe considerar lo dicho por la Corte Internacional de Justicia en el
caso de!Sahara Occidental consideró que la consulta de la voluntad de los pueblos interesados
constituye la esencia misma del principio. Agregó además: «La validez del principio de libre
determinación, definido como necesidad de tomar en cuenta los deseos libremente expresados de
los pueblos, no se ve afectado por el hecho de que en ciertos casos la Asamblea General , ha dejado
de lado el requerimiento de consultar a los habitantes de un territorio determinado. Estos ejemplos
estaban basados ya sea en la consideración de que cierta población no constituía un "pueblo" con
derecho a su libre determinación o en la convicción de que una consulta era totalmente innecesaria,
en vista de circunstancias especiales»
De acuerdo a Jiménez de Aréchaga el primer tipo de excepción existiría, por ejemplo, en los casos
de Gibraltar o Malvinas (islas Falkland) donde la Asamblea General ha requerido a los Estados
interesados que negocien la cuestión de soberanía y la transferencia del territorio, y se han negado a
aceptar los efectos de un referéndum o consulta a los actuales habitantes de esos territorios. En el
caso de Malvinas ha quedado claramente expresado el principio de la integridad territorial por la
Asamblea General de las Naciones Unidas cuando «invita a los Gobiernos de la Argentina y del
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones» (artículo
1.°, Res. 2065 de 16 de diciembre de 1965). Este principio se confirmó por la Res. 3160 (XXVIII), de
14 de diciembre de 1973, y por la Res. 31/49, de 17 de diciembre de 1976.
¿Por qué no puede aplicarse el principio de libre determinación a las islas Malvinas? Recordando
los aspectos históricos del conflicto, el 3 de enero de 1833 los ingleses intervinieron en las Malvinas,
ocupadas hasta esa fecha por Argentina. El 4 de enero de 1833 el comandante de la goleta de
guerra «Sarandía», teniente coronel de Marina, José María de Pinedo, ante la superioridad de las
fuerzas británicas, deja Puerto Soledad en las islas Malvinas y se dirije a Buenos Aires. Es decir, que
a partir de 1833 y más específicamente desde 1834 comienza la colonización inglesa en las islas. El
último censo realizado en las islas Malvinas, el 7 de noviembre de 1980, nos demuestra que el 95%
de la población es de origen británico. Sobre esta base se descarta en absoluto la aplicación del
principio de libre determinación ya que de acuerdo al origen de la misma podemos preveer el
resultado.
OBJETIVOS PERSEGUIDOS POR ARGENTINA
Posición del gobierno argentino:
El primer documento oficial de importancia para el tema está contenido en los considerandos del
decreto de 10 de junio de 1829, cuando se nombra a Luis Vernet como comandante político y militar
de las islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el mar atlántico.
En los considerandos se dice que hallándose justificada aquella posesión por los siguientes títulos:
Derecho del primer ocupante.
Consentimiento de la posesión por las principales potencias de Europa.
Adyacencia de estas islas al continente, 4. Sucesión de todos los derechos de España.

En la protesta presentada al gobierno inglés por la intervención de las islas Malvinas, en 1833, el 17
de junio de 1833, el ministro plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Manuel
Moreno, expresaba que los títulos de España a las islas fueron: «Su ocupación formal; su compra a
la Francia por precio convenido; y la cesión o abandono que de ellas hizo Inglaterra (ocupación
derivativa)... La ocupación española continuó entonces sin inquietud de parte de ningún poder... Las
Provincias Unidas sucedieron por consiguiente a España en los derechos que esta nación de que se
separaba había tenido en aquella jurisdicción...»
Cuando Inglaterra manifiesta que el gobierno de Su Majestad se niega a entrar a discutir el derecho
a las islas Malvinas (Falkland), el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Quirno Costa, por
nota de 20 de enero de 1888 expresa: «...que hoy como antes el gobierno argentino mantiene su
protesta respecto a la ilegítima ocupación de las islas Malvinas, que no abandona ni abandonará sus
derechos a esos territorios y que en todo tiempo, hasta que le sea hecha justicia, los considerará
como parte integrante del dominio de la República Argentina, fundado en la prioridad del
descubrimiento, en la prioridad de la ocupación, en la posesión iniciada y ejercida, en el
reconocimiento tácito y explícito y en la adquisición por tratado de estos títulos que pertenecían a
España»
En fecha más reciente y con motivo de cumplirse ciento cincuenta y un años del decreto de 10 de
junio de 1829, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto emitió un documento fundamentando la
soberanía argentina en las islas Malvinas en lo siguiente:
La soberanía española de las islas, derivada de la concesión pontificia y de la ocupación de
territorios en el Atlántico Meridional que Gran Bretaña reconoció al comprometerse a no navegar ni
comerciar en los mares del Sur (Tratados de 1670, 1713 y subsiguientes).
La posesión efectiva de Puerto Soledad desde 1764—como sucesora de Francia—hasta 1811, la
cual a partir de 1774 fue una ocupación exclusiva de todo el archipiélago, acreditado mediante
múltiples actos de soberanía y confirmada por la aceptación de todas las naciones.
El compromiso británico de evacuar Puerto Egmont—como se hizo en 1771— y el nuevo acuerdo en
España de no establecerse en las costas orientales u occidentales de América meridional, ni en las
islas adyacentes (1790).
La incorporación de las Malvinas al gobierno y, por tanto, al territorio de la provincia de Buenos Aires,
resuelta por España en 1766 y mantenida luego sin alteración alguna.
La continuidad jurídica de la República Argentina con respecto a todos los derechos y obligaciones
heredados de España.
La ocupación pacífica y exclusiva del archipiélago por Argentina —la provincia de Buenos Aires—
desde 1820 hasta el 2 de enero de 1833, en que sus autoridades fueron desalojadas por la fuerza.
El traspaso hecho por España a la República Argentina, mediante el tratado del 21 de setiembre de
1863 "de todas las provincias mencionadas en su constitución federal vigente, y de los1 demás
territorios que legítimamente le pertenecen o en adelante le pertenecieren"»
Doctrina:
Beltramino divide los títulos con respecto a Malvinas, primero de España y luego de Argentina.
Los títulos de España son
Bulas pontificias.
Descubrimiento.
Tratados celebrados entre Inglaterra y España.
Ejercicio de la soberanía y reconocimiento por Francia e Inglaterra de los derechos de España.
Los títulos de Argentina son:
Sucesión de los derechos de España y uti possidetis juris.
Ejercicio de soberanía en las islas.
Reiteración del reclamo de restitución de las islas y de la reserva de derechos argentinos

Moreno Quintana divide en títulos geográficos, históricos y jurídicos.


El título geográfico primordial es la dependencia geológica de las islas con relación al territorio
argentino.
Desde el punto de vista histórico, las Malvinas fueron parte integrante del dominio español en
América, luego transmitida por derecho de sucesión a su legítima heredera la Argentina.
Y en cuanto al orden jurídico, Argentina sucedió por derecho a España en el acervo territorial que le
correspondía. Instaló sus autoridades en las islas y ejerció en ellas posesión hasta que fue esta
discontinuada por el acto de fuerza de 1833 ".
De acuerdo a Martínez Moreno los derechos argentinos estarían basados en:
«1. Siendo España dueña de las islas, al producirse la emancipación de nuestro país, pasaron al
dominio nacional, por sucesión, y las legítimas posesiones española y argentina aparecen unidas de
hecho y legalmente. 2. ...las islas son argentinas por la teoría de la continuidad ya que están unidas
al territorio patrio por la plataforma continental. 3. Cabría aplicar la prescripción adquisitiva a favor de
Argentina.» Lo cierto es que desde 1774, fecha en la cual Inglaterra abandonó las islas, a 1829,
cuando reclamó por el nombramiento de Vernet o a 1833, en la que volvió por tercera vez (ocupando
ya todo el archipiélago), transcurrieron 54/58 años, sin que las «usara» o reclamara. En ese lapso las
Malvinas estuvieron poseídas por España y luego por Argentina ".
De acuerdo a Bonifacio del Carril los títulos argentinos son: 1. La concesión pontificia. 2. Derechos
provenientes del descubrimiento y ocupación. 3. Usucapión o adquisición del dominio por el uso
prolongado.
Para Groussac «la posición inexpugnable de España, insistimos en esto, descansa en la asimilación
del archipiélago al continente vecino, que nadie ha pensado disputarle» .
Según señala en su texto F. BOLOGNA, la ocupación efectiva de Argentina es el hecho jurídico más
relevante, con el cual coinciden casi todos los autores mencionados. El autor se refiere a los
derechos argentinos que se encuentran en relación a las argumentaciones jurídicas que pueden
servir en cuanto al principio de la integridad territorial expresada en la resolución 1514 de la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Por ello considera 2 fundamentos
jurídicos: 1. Sucesión de los derechos de España, y 2. Teoría de la continuidad.
1. Sucesión de los derechos de España.—Para llegar al derecho de sucesión debemos partir del
principio del uti possidetis juris. «Principio aceptado por todos los Estados hispanoamericanos, que
consagra, como límites internacionales de sus respectivos territorios, las demarcaciones
administrativas hechas por España, vigentes al tiempo de la emancipación. En virtud de esta fórmula
de derecho, dichos Estados dieron garantía recíproca a su status territorial».
Estados Unidos sostuvo esta teoría para toda la América en la correspondencia del tratado Bulwer
de 1856: «Los Estados Unidos consideran como un principio establecido de jurisprudencia pública y
de derecho internacional, que al declarar su independencia una colonia europea en América, la
misma hereda los límites territoriales que ella tenía al depender de la madre patria» ".

Por el principio del uti possidetis juris las islas Malvinas formaban parte del Virreinato del Río de la
Plata.

El 2 de febrero de 1825 por el Tratado de Amistad y Comercio, Inglaterra había reconocido la


independencia de Argentina y naturalmente la existencia de un ámbito territorial propio de ella. En el
artículo 2° de este tratado se establecía que.- «...habrá entre todos los territorios de Su Majestad
británica en Europa y los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata una recíproca
libertad de Comercio».
De la misma manera el 21 de septiembre de 1863 por el Tratado de Reconocimiento, Paz y
Amistad, España realiza el traspaso a la República Argentina-. «...de todas las Provincias
mencionadas en su Constitución federal .vigente, y de los demás territorios que legítimamente le
pertenecen o en adelante le pertenecieren»

El principio del uti possidetis juris representa un derecho de sucesión. El nuevo Estado, en este caso
Argentina, debe realizar acciones para la perfección de su título y continuarlo. Existe una continuidad
jurídica por parte de la República Argentina con respecto a todos los derechos y obligaciones
heredadas de España. De esta manera la República Argentina ocupó pacíficamente y con
exclusividad las islas Malvinas desde 1820 hasta 1833, fecha en la cual se produce la usurpación de
las mismas por parte de Gran Bretaña.
Resulta, pues, importante observar los numerosos actos de gobierno y administrativos realizados
por el gobierno de Buenos Aires y por su comandante político y militar en las islas Malvinas entre
ellos: - el 6 de noviembre de 1820 el comandante Davit Jewett, en nombre del gobierno de Buenos
Aires toma posesión de las islas. El hecho es puesto en conocimiento público por una circular
dirigida a todos los gobiernos extranjeros.

A demás de ellos, y hasta 1829 se conocen otros decretos relacionados a los buques que se
encuentren en las aguas de Malvinas; otros vinculados con la el ejercicio de usufructo sobre la isla
Soledad por don Jorge Pacheco; la concesión a Luis Vernet la isla Malvina del Este.

Con fecha 10 de junio de 1829 se da el decreto por el que se crea la Comandancia Política y Militar
de las islas Malvinas.
Se dieron otros decretos relacionados con la reglamentación de la pesca de anfibios, posteriormente
con la prohibición de pesca. Seguidos de la detención de distintos buques pesqueros.

Todo estos vienen a demostrar de manera clara el ejercicio de la soberanía argentina, de


conformidad con las normas del derecho internacional.

2. Teoría de la continuidad.(* Cabe primero establecer la diferencia entre la teoría de la continuidad y


de la contigüidad. 1. La teoría de la continuidad extiende la zona de influencia a una unidad
orográfica o a una unidad hidrográfica. Este sistema, por su misma naturaleza, permite que no deba
exigirse la ocupación inmediata. La denominación correcta para nosotros y para evitar confusiones
seria: teoría de la continuidad geográfica, y 2. La teoría de la vecindad o proximidad, también
conocida como doctrina de la contigüidad, pretende que la ocupación efectiva de un territorio por un
Estado le hace adquirir ipso iure a este Estado, la soberanía de todas las tierras nullis que están
próximas o vecinas a él. Es decir, que la potestad del Estado se extiende automáticamente no a los
territorios continuos o fronterizos.)

De acuerdo a Bassett Moore la doctrina de la continuidad, pretende asegurar al Estado que ocupa un
territorio, su derecho sobre lo que lo rodea, a los fines de mantener su independencia y afianzar su
seguridad, y acepta que no debe exigirse la ocupación inmediata.

La aplicación de esta teoría tiene antecedentes para el caso de las islas Malvinas. El 4 de febrero de
1766 se firmó en San Ildefonso el acta de entrega de Puerto Luis por parte de Francia a España. En
esa ocasión España reivindicó estas islas como una dependencia del continente de la América
meridional.

Otro antecedente es el decreto de 10 de junio de 1829, dado por el gobierno argentino, que en sus
considerandos dice que se justifica esa posesión, entre otras razones, «por la adyacencia de estas
islas al continente que formaban el virreinato de Buenos Aires, de cuyo gobierno dependían» .
En una nota y memorándum enviada por el ministro de Relaciones Exteriores, Francisco J. Ortiz, el 2
de enero de 1885, al embajador británico, Edmundo Mcnson, a raíz de la publicación de un mapa en
el cual se incluyen a las islas Malvinas como pertenecientes a ese país, entre otras razones se
expresa: «...islas que, dependientes de la costa firme o continental, no basta que una nación las
ocupe, las arme y cultive, si geográficamente están sujetas al dominio de otra potencia soberana de
la costa de que hacen parte. En este caso se hallan las Malvinas por su cercanía a la región austral
del continente descubierto y colonizado por los españoles» ".

La teoría de la continuidad ha tenido aplicación también en el derecho del mar, y se la conoce como
doctrina de la plataforma continental. El 28 de septiembre de 1945, el presidente Truman proclama la
jurisdicción de los Estados Unidos sobre esa zona marcando así el nacimiento de la doctrina de la
plataforma continental.
Merece especial atención el decreto argentino nro. 14.708 el que declara pertenecientes a la
soberanía de la Nación el Mar Epicontinental y el Zócalo Continental Argentino. El mentado decreto
remite al decreto 1386 por el cual el PE de la nación manifestó categóricamente la soberanía sobre
el “Zócalo continental argentino” y sobre el Mar Epicontinental Argentino a los que declara zonas
transitoria de reservas minerales. Recuerda además el reconocimiento por el derecho internacional
como territorio nacional de éstos espacios, así como las declaraciones realizadas en este sentido por
EE.UU y México y también el sustento científico.
En 1958 se celebró en Ginebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar,
siendo de particular interés la Convención sobre plataforma continental. En esta convención se
define lo que debe entenderse por plataforma continental la que designa: a) el lecho del mar y el
subsuelo de las zonas submarinas adyacentes a las costas pero situadas fuera de la zona del mar
territorial, hasta una profundidad de 200 metros o, más allá de este limite, hasta donde la
profundidad de las aguas suprayacentes permita la explotación de los recursos naturales de dicha
zona, y b) el lecho del mar y el subsuelo de las regiones submarinas análogas, adyacentes a las
costas de las islas.
También aclara la convención cuáles son los derechos de los Estados: El Estado ribereño ejerce
derechos de soberanía sobre la plataforma continental a los efectos de su exploración y de la
explotación de sus recursos naturales. Derechos que son exclusivos en el sentido de que, si el
Estado ribereño no explota la plataforma continental y no explota los recursos naturales de ésta,
nadie podrá emprender estas actividades o reivindicar la plataforma continental sin expreso
consentimiento de dicho Estado. A la vez, los derechos del Estado ribereño sobre la plataforma
continental son independientes de la ocupación real o ficticia, así como de toda declaración
empresa...»

En la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, se entendió que «La
plataforma continental de un Estado ribereño comprende el lecho y subsuelo de las zonas
submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de la prolongación
natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental o bien hasta una distancia de
200 millas marinas desde las líneas de base, a partir de las cuales se mide la anchura del mar
territorial en los casos en que el borde exterior del margen continental no llegue a esa distancia».
De acuerdo con la definición aceptada en el artículo 76, la plataforma llegaría «hasta el borde
exterior del margen continental». Este margen «comprende la prolongación sumergida de la masa
continental del Estado ribereño y está constituido por el lecho y subsuelo de la plataforma, el talud y
la pendiente continental»

La plataforma continental argentina, considerada en su aspecto geológico, cuya anchura aumenta


gradualmente de norte a sur para llegar a más de 700 kilómetros de extensión en la zona de Santa
Cruz y que alcanza hasta las islas Malvinas —su ancho es de 180 kilómetros frente a Mar del Plata,
500 kilómetros frente a Comodoro Rivadavia y 750 kilómetros frente a Río Gallegos—, abarca una
extensión de 960.000 kilómetros cuadrados, es decir, aproximadamente la tercera parte de la
superficie continental. Pero, si se considera la reivindicación argentina, por la que se sostiene que
aquélla debe extenderse hasta el borde exterior de la emersión continental que limita con la cuenca
oceánica o fondos abismales, la superficie total alcanzaría a 3.000.000 de kilómetros cuadrados.

En el margen continental se encuentran las islas Georgias del Sur (San Pedro) y Sandwich del Sur.
De esta manera tenemos que las islas Malvinas están conectadas con Sudamérica por una elevada
plataforma submarina y las islas Georgias del Sur (San Pedro) y Sandwich del Sur se encuentran en
el margen continental formando una unidad geológica con la parte continental de la República
Argentina e integrando así su territorio. Los derechos argentinos sobre las islas Malvinas, Georgias
del Sur (San Pedro) y Sandwich del Sur, están fundamentados por:
La sucesión de los derechos de España y consiguiente ocupación argentina desde 1820 a 1829 sin
contestación por parte de ningún país del mundo y hasta 1833, cuando se produce en tiempos de
paz la intervención de Inglaterra, y
Por la teoría de la continuidad, por la cual las islas Malvinas, Georgias del Sur (San Pedro) y
Sandwich del Sur, forman parte de la unidad geológica de la República.
Este último argumento es de vital importancia, ya que la plataforma y margen continental tiene una
superficie mayor que la parte continental argentina. De esto se desprende que Argentina, además de
los recursos naturales de la zona que puede explotar, se convierte en una potencia de primer orden
en el área de importancia estratégica como es el Atlántico Sur, llave maestra en la geopolítica de las
comunicaciones navales del mundo.
LOS DERECHOS DE INGLA TERRA SOBRE LAS ISLAS MALVINAS: PRESCRIPCIÓN.
La manifestación más clara con respecto a los derechos del Reino Unido sobre las islas Malvinas
está expresada por el delegado de este país en el Subcomité III del Comité Especial encargado de
examinar la situación con respecto a la aplicación de la «Declaración sobre la independencia a los
países y pueblos coloniales» (Resolución 1.514 del 27 de noviembre de 1961, modificada por
Resolución 1.810 del 17 de diciembre de 1962). el representante del Reino Unido, el 16 de
septiembre de 1964, C. E. King, expresó: «...que no deseaba discutir en detalle acontecimientos del
pasado lejano, pero su Gobierno estaba convencido de que las actividades británicas de épocas
anteriores habían sido suficientes para darle buenos títulos sobre las islas Malvinas (Falkland) por
ocupación; además, el establecimiento de la soberanía británica, mediante una abierta, continua,
efectiva y pacífica ocupación por casi un siglo y medio daba al Reino Unido un claro título
prescriptivo. La Argentina no había protestado constantemente desde 1833, como había dicho su
representante, sino que había guardado silencio por espacio de hasta treinta y cinco años».
De acuerdo a esta manifestación los derechos del Reino Unido a las islas Malvinas serían: I),
ocupación, y 2). prescripción.
Se debe distinguir que el delegado británico en las Naciones Unidas quiere aplicar la prescripción por
dos vías distintas: a) La ocupación británica durante un siglo y medio, de 1833, cuando desaloja por
la fuerza a los representantes del Gobierno argentino, a 1964 (exactamente 131 años), y b) La
segunda alternativa, es el silencio de la República Argentina durante dos períodos, uno de los cuales
es de 35 años. El representante inglés se refería al silencio de Argentina de 1849 a 1884 (35 años) y
de 1888 a 1908 (20 años).
Cabe primero destacar algunas de las características generales de la prescripción como título de
adquisición de soberanía. Siguiendo a Barberis podemos decir que para «analizar la prescripción
adquisitiva hemos de distiguirla de la ocupación, que es otra forma válida de adquirir soberanía
territorial en el Derecho de Gentes. Para que la ocupación sea viable es necesario que el territorio a
adquirir sea res nullis, en tanto que la prescripción presupone que el territorio en cuestión ha estado
anteriormente bajo la soberanía de otro Estado, en cuyo perjuicio precisamente ocurre la
prescripción adquisitiva.
En doctrina podemos decir que los autores están divididos en cuanto a su licitud aunque la mayoría
la acepta.
Al referirse a la prescripción, Verdross dice que «tales ocupaciones no suelen fundamentar una
adquisición territorial inmediata. El hecho de un señorío efectivo sólo engendra derechos en la
medida que el ordenamiento jurídico internacional le atribuye consecuencias jurídicas y la ocupación
de un territorio ajeno o disputado sin título contractual, una atribución de este tipo presupone siempre
un ejercicio inalterado, ininterrumpido e indiscutido del señorío.
El mismo autor analiza las dos posibilidades de adquisición de soberanía territorial por prescripción:
bélica y sin violencia. En el primer caso puede manifestarse a través de occupatio bellica y
transformarse en anexión... el vencedor no adquiere la soberanía territorial sobre el territorio
ocupado hasta que su señorío, ejercido con ánimo de apropiación, no se haya impuesto permanente
y definitivamente. Aunque modernamente se consideran inoperantes las anexiones llevadas a cabo
por actos de violencia contrarios al Derecho internacional, si los demás Estados toleran la situación
así creada (fuerza) se producirá con el tiempo una prescripción adquisitiva, porque el Derecho
internacional legaliza en definitiva la posesión permanente e inalterada.
En el segundo caso la adquisición territorial vale también por posesión pacífica e inalterada, salvo
norma convencional en contrario, para delimitar territorios sin violencia.
Según Verdross no es preciso un reconocimiento formal del cambio territorial por terceros Estados, si
bien esto aceleraría la prescripción adquisitiva al poner fuera de discusión puntos litigiosos.
En doctrina existen también criterios dispares en cuanto al plazo para la adquisición de soberanía
territorial por prescripción. En general, lo importante para la jurisprudencia no es el plazo más o
menos prolongado de tiempo, sino que la posesión haya sido ejercida en forma interrumpida o
continua y por un período suficiente para adquirir las características de indisputada y pacífica.
Además de la doctrina, debemos aclarar que la prescripción adquisitiva también es aceptada por los
Tribunales internacionales (Jurisprudencia). Se considera que para que un Estado pueda adquirir
soberanía territorial mediante prescripción adquisitiva deben ocurrir, de acuerdo a BARBERIS, dos
requisitos: 1) Posesión efectiva, y 2) Animus domini. Referida a la posesión efectiva, debe reunir
ciertas condiciones: ser pública, pacífica e indisputada. La comunidad internacional debe considerar
al Estado adquirente como legítimo soberano del territorio y los demás Estados deben haber cesado
de reclamar en forma eficaz derechos de soberanía respecto al territorio a adquirir.
El segundo requisito exigido por la jurisprudencia internacional para la procedencia de la adquisición
por prescripción es la intención y voluntad de comportarse en calidad de soberano. Esta actitud
subjetiva se conoce con el nombre de animus domini. Este elemento subjetivo se exterioriza
mediante los actos que el ocupante ejecuta.

De tal manera observamos que para el caso Malvinas, la prescripción adquisitiva no se puede
aplicar, ya que la posesión inglesa desde 1833, no ha sido indisputada o incontestada, ni
ininterrumpida, ya que la República Argentina en todo momento ha manifestado que las islas le
pertenecen y jamás renunció a ese derecho de soberanía.
Señala Barberis no se encuentra en la jurisprudencia ningún precedente en el que se haya
adjudicado a un Estado la soberanía de un territorio cuya posesión se obtuvo por la violencia o dolo.

Antes de que Gran Bretaña empleara por primera vez oficialmente el derecho de prescripción sobre
las islas Malvinas, en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas en 1964, otros autores
habían mencionado que ese derecho le correspondía a la República Argentina.
Calvo expresa: «En efecto de este derecho primordial, la República Argentina, que ha sucedido a
España legítimamente, no tiene a su favor solamente el Tratado de 1790, por el cual Inglaterra
misma reconoce la propiedad exclusiva de España, sino también la prescripción, resultado de una
posesión no disputada y no interrumpida de cincuenta y nueve años consecutivos.

El plazo correcto conforme lo señala BOLOGNA a los fines de la prescripción que puede invocar
Argentina es desde 1774, fecha en la cual España ocupa con exclusividad las islas Malvinas hasta
1829 cuando Gran Bretaña reclama por la sanción de un decreto del 10 de junio de ese año, cuando
nombra comandante político y militar de las islas Malvinas y adyacentes hasta el Cabo de Hornos a
Luis Vernet. Plazo de 55 años.

Con posterioridad al debate de las Naciones Unidas en 1964 otros autores argentinos se han referido
a la prescripción como título para la adquisición de soberanía en las islas Malvinas.
De acuerdo a Martínez Moreno, y aun en el supuesto de que Inglaterra tuviera algún derecho, cabría
aplicar la prescripción adquisitiva a favor de Argentina. Desde 1774 (abandono de Inglaterra de las
islas Malvinas) a 1829 cuando reclamó por el nombramiento del comandante político y militar de las
islas o a 1833 fecha de la usurpación, transcurrieron cincuenta y cuatro o cincuenta y ocho años, sin
que las «usara», ni las reclamara. En este lapso las Malvinas estuvieron poseídas por España y
luego por Argentina. «En tal virtud, se ha producido la prescripción adquisitiva de dominio a favor de
Argentina (uniendo su posesión a la de España) y se ha operado la pérdida de todo supuesto
derecho de Inglaterra».

También Bonifacio del Carril expone como tercer título de dominio que puede invocar la República
Argentina el de la usucapión. «España poseyó durante más de doscientos años el cono sur del
continente americano sin que nadie discutiera sus derechos hasta la inesperada aparición de Gran
Bretaña en la isla Saunders (del archipiélago de las Malvinas) en 1776. En el caso concreto de las
islas Malvinas, Gran Bretaña poseyó Puerto Egmont (isla Saunders). en el mejor de los casos, sólo
ocho años, desde 1766 a 1774. En 1833 la Argentina, uniendo su posesión con la de España, había
poseído el estrecho de Magallanes y sus adyacencias, incluso las Malvinas, durante casi tres siglos.
Ocupó, además, materialmente la isla Soledad (Malvina Este) durante setenta y nueve años, desde
1764 hasta 1833, y la totalidad del archipiélago, incluyendo la isla Saunders cincuenta y ocho años,
desde 1775 hasta 1833. La posesión británica fue controvertida, jamás consentida por España y,
además, compartida con este país. La posesión española, luego argentina, fue pacífica, exclusiva, a
título de dueño, desde tiempo inmemorial. Fue sólo interrumpida en la isla Saunders desde 1766
hasta 1774, pero volvió a ser exclusiva, sin que contradictor alguno, hasta la protesta de Parish
(representante inglés en Buenos Aires) en 1829».

De acuerdo a la doctrina, jurisprudencia y tratados podemos observar que la prescripción no puede


aplicarse en favor de Inglaterra en el caso de las islas Malvinas, Georgias (San Pedro) y Sandwich
del Sur, ya que la posesión de la misma no es efectiva, pues ella no ha tenido un ejercicio continuo e
indisputado (caso Chamiza!), sin protesta, ni contradicción (caso Bahía de Fonseca), ni incontestada
(caso Alpe de Cravairola).

Argentina reclamó permanentemente desde la usurpación inglesa a las islas Malvinas en 1833 en
tiempos de paz entre las dos naciones. La posición oficial del Gobierno argentino con respecto a este
tema está expresada por el representante argentino en Naciones Unidas, doctor José María Ruda,
quien expresó: «que, incluso según algunos autores británicos, la prescripción británica no podía
constituir un título de adquisición de dominio sobre las islas, porque la Argentina la había
interrumpido por las protestas que había reiterado en toda ocasión propicia. Agregó que si se
utilizaba el argumento del Reino Unido sobre los plazos transcurridos, sin que hubiera protestas
formales, a quien beneficiaría dicho argumento seria a la República Argentina, sencillamente porque
los británicos abandonaron Puerto Egmont en 1774, guardaron silencio durante cincuenta y cinco
años y reconocieron así los títulos legítimos de Argentina sobre el archipiélago».

Conclusiones de los títulos Británicos y Argentinos sobre las Islas: FERRER VIEYRA.
ENRIQUE FERRER VIEYRA señala que Gran Bretaña no fundamenta su reclamación sobre las
Islas en el primer descubrimiento. Según autores ingleses fue John Davies le primer descubridor en
1592; según señalan historiadores españoles, el primero habría sido en 1520, Esteban Gómez. El
derecho internacional no le asigna importancia al hecho del descubrimiento, y este tampoco es
fundamento de las reclamaciones argentinas.
El asentamiento británico en la Isla Falkland del Oeste, entre 1766 y 1774 le permite establecer un
título sobre dicha Isla y las vecinas, lo suficientemente fuerte para sobrevivir a los 59 años de
ausencia (es decir hasta la ocupación de 1833. Para la posición británica, en 1774 no hubo
abandono de las islas, las cuales continuaron bajo la soberanía de ese país. Así no habría dudas
sobre las Islas Falkland del Este, pero sí sobre las del Oeste. Entienden además que los actos de
Gobiernos realizados por Argentina desde 1820 no alcanzaron a constituir ocupación efectiva ni
tampoco le confirieron un título válido a la Argentina.
Sostiene por su parte, respecto de la Ocupación de 1833 que ella fue lograda por la persuasión
pacífica de las fuerzas británicas a los habitantes argentinos de las Islas para que las dejaran, sin
ejercer actos de fuerza. En este sentido señala la validez del título que invoca Gran Bretaña basado
en la adquisición por Prescripción después de 1833 frente a la falta de protestas argentinas entre
1849 y 1908, la cuales motivan dudas sobre la continuidad de las objeciones argentinas a la
ocupación Británica.
Otro de los argumentos británicos es el Derecho a la libre determinación, sosteniendo que ninguna
decisión sobre las Islas puede tomarse sin el consentimiento de la población que habita en ellas.
La reclamación británica se basa en tres elementos esenciales:
1.El no abandono de las islas en 1774
la adquisición por prescripción producida la ocupación de las Islas desde 1833
la negación de que las protestas Argentina hayan tenido o tengan fuerza para interrumpir dicha
prescripción.

Los títulos argentinos sobre Malvinas se encuentran en el informe Kershaw. Estos títulos están
fundados en el reconocimiento, tanto expreso como implícito, de los títulos de España por parte de
Gran Bretaña en el siglo XVIII. Basados en los siguientes hechos:
La decisión del gobierno británico de cancelar la expedición proyectada a las islas en 1749 como
resultado de una forma de protesta por parte de España.
El supuesto entendimiento de que Gran Bretaña en 1771 abandonaría las Islas después de la
reocupación.
La firma de la convención de Nootka en 1790 por la cual Gran Bretaña renuncia establecerse, en el
futuro, en las costas del este y el oeste de América del Sur y las Islas adyacentes.
Empero como los elementos más importantes en la reclamación Argentina son:
al dejar las islas en 1811, España reservó sus derechos de soberanía por lo que no podía
considerarse las como terra nullius.
la Argentina es heredera de toda la jurisdicción territorial del antiguo Virreinato del Río de la Plata
que incluye a las Islas Malvinas.
el nuevo gobierno de Buenos Aires realizó diversos actos gubernamentales sin oposición alguna por
parte de otros gobiernos incluido Gran Bretaña.
Gran Bretaña reconoció la independencia Argentina en 1825 después de que ella ejerció acto de
soberanía sobre las Islas sin hacer ninguna reserva a este respecto.
La ocupación británica de 1833 significó la expulsión por la fuerza de las autoridades Argentinas.
la Argentina repetidamente desde 1833 ha protestado formalmente por la ocupación británica de las
Islas solicitando su devolución.
Con relación al principio de la libre determinación, Argentina sostiene: I. que la controversia está
referida a la integridad territorial del país y II. que la población de las Islas no constituye propiamente
un pueblo.

El abandono de las Islas Malvinas por los ingleses en 1774: uno de los elementos más importantes
para determinar cuál era el status de las islas en 1833, es determinar si GB las abandonó o no al
retirarse de ese en 1774.

No se discute que el abandono del territorio en el derecho internacional constituye la tradicional


teoría del abandono del derecho romano. En el derecho romano, quién llevaba a cabo un abandono
puro y simple lo hacía con el ánimo de perder la posesión y sólo reteniendo la posesión se podría
retener El dominio. En el plano internacional de la intención y el hecho del abandono se requiere
que en el tiempo subsiguiente el gobierno respectivo no efectúe acto alguno de soberanía. El efecto
jurídico del abandono se traduce en la pérdida del territorio, para eso el abandono debe ser
voluntario.

La mayoría de los autores parece favorecer la tesis de que los ingleses abandonaron las islas en
1774. Sin embargo, en el informe Jenner, se sostiene que las Islas nunca fueron abandonadas por
los ingleses porque dejaron claros indicios y reclamaciones de soberanía sobre ellas, incluidas una
placa que reclamaba su propiedad para el George III de Inglaterra. Ferrer Vieyra sostiene que el
abandono queda demostrado por la completa falta de actividad Estatal. Sólo en 1829 después de un
período de 55 años, GB presentó protesta por los reiterados actos de gobierno de las Provincias
Unidas.

La reclamación británica fundada en la prescripción: a propósito de este fundamento Cabe señalar


que en dos circunstancias ante tribunales internacionales, Gran Bretaña rechazo la prescripción
como institución de derecho internacional. Así, la negó en el caso del mar de Bering y en el caso de
las fronteras de Alaska.

a) Requisitos para prescribir: respecto al territorio hay unanimidad de opinión entre los tratadistas,
acerca de que sólo se puede prescribir un territorio sobre el cual otro país tiene un título. Es decir
sólo se puede prescribir territorios que no sean res nullius, si el territorio es res nullius la adquisición
es por ocupación. En el caso de las Islas Malvinas, la posición oficial inglesa es contradictoria. En el
informe de Kershaw se dice que en 1811 el retiro español las transformó en Terra nullius y que los
actos del gobierno argentino no constituyeron ocupación efectiva. A la vez se afirma que había
dudas acerca de la soberanía británica sobre la Falkland del este, pero no sobre las Falkland del
Oeste, contradiciendo se hace la declaración de Terra nullius. Finalmente el informe sostiene que
los títulos de Gran Bretaña sobre las islas fundados en la prescripción adquisitiva parecen tener
valor. Por otra parte en el memorándum del Foreign Office se dice que la acción del capitán
Duncan en 1831 no fue suficiente para establecer un estatus de Terra nullius y que la reclamación
británica no ha sido basada en la afirmación de que las Islas tenían ese carácter, sino en que
Argentina no tenía suficientes títulos sobre ellas.
La realidad como lo dice Verykios es que las Islas eran de Argentina y que los ingleses se
apoderaron de ellas por la fuerza. En conclusión, señala Ferrer Vieyra que no hay dudas - de hecho
o de derecho - de que las Malvinas estaban ocupadas en 1833 por Argentina. La reclamación de
1820 fue seguida por numerosos actos de gobierno que configuran una Real ocupación desde el
punto de vista del derecho internacional.

Respecto del acto de Posesión sólo pocos autores sostienen que no interesa que el acto de
Posesión haya sido realizado por la fuerza. La mayoría expresa claramente que un acto de fuerza
en la posesión excluye a la prescripción. Indudable que Gran Bretaña ocupó las islas Malvinas en
1833 utilizando la fuerza naval; si puede discutirse si hubo o no actos de fuerza física propiamente;
Pero en ningún caso cabe sostener que las fuerzas argentinas - que estaban en evidente
inferioridad- abandonaron voluntariamente las Islas.

Sobre la buena fe el acto de Posesión debe ser realizado con ella. Esto se funda en que se trata de
una institución que procede del Derecho civil y que requiere para poder prescribir que la posesión
sea de buena fe, pacífica y no interrumpida natural o civilmente.
En el caso de las Islas Ferrer Vieyra reconoce que no se ha encontrado ningún tratadista o
historiador inglés que insista en la buena fe del acto de ocupación de 1833. Inglés conocía que era
un territorio reclamado y ocupado por Argentina.

En cuanto al tema del consentimiento parece haber opiniones acordes entre los autores. De esta
manera Está en la esencia de la prescripción la aceptación del Estado contra el cual se prescribe.
Esta aceptación puede estar representada por una larga y continua tolerancia o aceptación de la
privación de sus derechos. Cuando no hay consentimiento, la reclamación por prescripción no puede
prosperar, frente a la negación de la validez del acto posesorio como contrario al derecho
internacional y violatorio de los derechos del Estado afectado.
No hace falta decir que este requisito, necesario para poder prescribir, en ningún caso puede ser
invocado por Inglaterra. El gobierno Argentino nunca aceptó o dio, tácita o expresamente, su
consentimiento la ocupación de las Islas por parte de los británicos.

A los fines de la posesión pacífica se afirma que para poder prescribir la posición tiene que ser no
cuestionada. En el caso de Malvinas no es racional afirmar que la ocupación británica haya sido
pacífica, frente una oposición abierta del gobierno y del pueblo argentino, independientemente de las
protestas diplomáticas que periódicamente se le planteó el gobierno inglés.

Al fin de la prescripción se requiere un tiempo el cual debe ser suficiente para crear, bajo la influencia
de los sucesos históricos, la convicción Universal de que la situación está ajustada al derecho
internacional. Gran Bretaña fundaría su reclamación en el hecho que desde 1849 hasta 1884 y
desde 1888 hasta 1908 la Argentina no presentó ninguna protesta como circunstancia que le
proporcionaría un tiempo apropiado para prescribir. A propósito de ello cabe invocar que Argentina
en 1849 dejó expresa constancia de que no continuaría con las reclamaciones dada la poca atención
que prestaba el gobierno británico, pero que los derechos argentinos continuaban en su plena
vigencia. En en 1884, azul, Argentina le ofreció formalmente al Reino Unido recurrir al arbitraje,
ofrecimiento que fue rechazado y que se reiteró en los años siguientes. Desde ese ofrecimiento,
Gran Bretaña quedó de nuevo en falta frente al derecho internacional sin poder prescribir. Por otra
parte, en ningún caso hubo una convicción generalizada de que la ocupación de las Islas por los
británicos estaba ajustada al derecho internacional.

El tema de la protesta tiene importancia fundamental aunque no decisiva para la reclamación de la


Argentina. Cabe preguntarse cuál es el valor que tiene la protesta frente al valor del transcurso del
tiempo: la doctrina tradicional entiende que la protesta de un estado interrumpe la prescripción. En
los últimos años ha existido una modificación a dicha posición, en el sentido de que la protesta
necesita de una manifestación adicional de voluntad que se debe traducir en el recurso a la
negociación o al arbitraje y, eventualmente, en la comparecencia de un tribunal de Justicia
internacional.
Para algunos autores, hay actos tan claramente violatorio del derecho internacional que no es
necesario protesta para impedir la prescripción. La protesta constituye una declaración de voluntad
de no reconocer como legítima una pretensión determinada, puede discutir el valor de una situación
dada. Esa permite preservar los derechos del Estado protestante y es un impedimento efectivo para
impedir el perfeccionamiento de un título por prescripción. Concretamente, sirve a los fines de indicar
que el estado no abandonará su título sobre el territorio controvertido.
Sin embargo esta posición ha sufrido algunas variantes: antes del pacto de Briand Kellog las
protestas de papel eran suficientes; luego de este luego de este si los estados han renunciado a la
fuerza, esa debe ser seguida de una propuesta que persigue una solución pacífica de las
controversias. En este sentido, vuelve recordarse que la República Argentina desde el comienzo
mismo del conflicto estuvo dispuesta a someterlo a una solución amistosa. Además de que en 1884
hicieron una propuesta formal de llevarlo al arbitraje internacional. Esta propuesta fue reiterada en
dos o tres oportunidades más y en todas fue contestada con el silencio británico.

En última instancia comprensible la dificultad que tienen los autores británicos en encontrar un
razonamiento ajustado a derecho: para que la prescripción pueda proceder se debe descartar el
status de tierra de nadie; si se reconoce el abandono de las islas en 1774, se está reconociendo la
validez de la ocupación Española y posteriormente Argentina; si se reconoce que la soberanía
continúan manos de España, de viola la Convención de Nootka. De reconocerse la validez de la
actividad Estatal Argentina después de 1820 se reconoce que el apoderamiento de las islas en 1833
constituyó un acto contrario al derecho internacional. Pretender que Argentina abandonó las islas en
1833 sin que hubiese ningún acto de fuerza británico no sirve en modo alguno como para convencer
de que hubo real abandono y las inmediatas protestas Argentina destrucción es argumento.

La Cuestión Malvinas en las Naciones Unidas:


Resolución 2065 (XX) – Cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands): Conforme a esta
resolución, de fecha 16 de diciembre de 1965 Asamblea General de la ONU habiendo examinado la
cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands),y con conocimiento del conflicto existente entre los
Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte acerca de la
soberanía sobre dichas Islas, invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité
Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la
concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución
pacífica al problema.
Resolución 3160 (XXVIII) - Cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands): La Asamblea General,
gravemente preocupada por el hecho de que habían transcurrido 8 años desde la adopción de la
resolución 2065 (XX) sin que se hayan producido progresos sustanciales en las negociaciones, y
reconociendo los continuos esfuerzos realizados por el Gobierno de la Argentina, para facilitar el
proceso de descolonización y promover el bienestar de la población de las Islas. Declara la
necesidad de que se aceleren las negociaciones previstas en la resolución 2065 (XX) para arribar a
una solución pacífica de la disputa de soberanía existente entre ambos sobre las Islas. Insta en
consecuencia a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que, de acuerdo con las
prescripciones de las resoluciones pertinentes de la Asamblea General, prosigan sin demora las
negociaciones para poner término a la situación colonial.
Resolución 31/49 - Cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands): Esta resolución, agrega a las
anteriores el instar a las dos partes a que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la
introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las Islas están atravesando por
el proceso recomendado en las resoluciones arriba mencionadas.
Tema 2: La Guerra de Malvinas y sus Efectos en las Naciones Unidas. Negociaciones en la
Posguerra de Malvinas.
Los hidrocarburos y la plataforma continental de las Islas Malvinas: HORTENSIA GUTIERREZ
POSSE
La cuestión de la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del sur, pendiente de
solución entre nuestro país y el Reino Unido de conformidad con las resoluciones de la asamblea
general de la ONU y a los acuerdos a los que han llegado las partes en la controversia, involucra no
sólo un problema territorial sino también de jurisdicciones marítimas que rodean a las Islas. Estoy es,
y de conformidad o el moderno derecho del mar, el ejercicio de la soberanía sobre el mar territorial,
las competencias en la zona contigua, y los derechos soberanos en la zona económica exclusiva a
los fines de la explotación, exploración, conservación y administración de sus recursos tanto vivos
como no vivos; Cómo así el ejercicio de derechos de soberanía sobre la plataforma continental a los
efectos de la explotación de los recursos naturales.

La controversia en relación a la soberanía de las Islas se inserta en el marco de la Organización de


las Naciones Unidas desde los albores mismos de esta institución. En efecto, en la conferencia de
San Francisco en la que se adoptó el texto de la carta constitutiva, Argentina manifestó que ningún
caso aceptaría que el sistema del fideicomiso que se estaba elaborando para un determinado tipo de
territorios no autónomos pudiese ser aplicado a territorios de nuestro país sujetos a reclamo o
controversia o que se encontrasen en posesión de otros estados. En ese ámbito, desde 1945 y hasta
1965, año a año se reafirmaba el principio de que se trataba de un territorio integrante del territorio
nacional, del ya había sido agregado por un acto de fuerza colonial en 1833. Precisamente es en
1965 que la Asamblea General adopta la resolución 2065 (XX) por la que la comunidad internacional
verifica la existencia de la controversia sobre la soberanía de las Islas y señala el Reino Unido ya la
Argentina que la cuestión debe ser solucionada por negociaciones en las que se apliquen los
principios adoptados por la organización en materia de descolonización y tendientes hacer cesar
todas formas de dominación extranjera. Es importante señalar que hasta ese momento, y desde
1833, sólo se mencionaba las islas; es decir, territorios. Sin embargo, ya en 1950 Gran Bretaña
había adoptado una ordenanza haciendo reserva de derechos en relación a los espacios marítimos
que rodean estas tierras, en particular a la plataforma continental.
Así en 1964 y en el marco de Subcomité de Organización, el Reino Unido se preocupó en dejar
asentada su posición en el sentido de que las islas, en el derecho del mar, tienen su propia
plataforma continental sobre la que gozan derechos los Estados costeros. Por ende, reservaba
plenamente sus derechos sobre la plataforma continental adyacente a las Islas Falkland estando
dispuestos a determinar la frontera apropiada de esta plataforma entre la Argentina y las Islas.
Las negociaciones en el marco de la ONU se inician en 1966 y durante sus primeros años ambos
países parecen buscar de buena fe una solución a la cuestión. No obstante, en el Documento de
Trabajo preparado por la Secretaría General en 1970 con información sobre el territorio en lo que
hace a las condiciones económicas, se expresa que en diciembre de 1969 se había manifestado en
la Cámara de los Comunes que se habían formulado algunas consultas al gobernador del territorio
acerca de las licencias para realizar exploraciones en busca de petróleo en el mar próximo.
En la evolución de las relaciones internacionales 1973 es uno de los años claves. Es el año de la
primera crisis del petróleo en el mundo a raíz del conflicto árabe israelí y es también el año en el que
el gobierno argentino se ve obligado a dirigir una nota al secretario general de la ONU comunicando
que el proceso de negociación con el Reino Unido se encontraba virtualmente paralizado. En razón
de la situación planteada, la asamblea general de la ONU adopta la resolución A/3160 (XXVIII) en la
que, a la par de expresar su reconocimiento por los continuados esfuerzos realizados por el gobierno
de la Argentina, declara la necesidad de acelerar las negociaciones, instando a ello a ambos países.
Una vez más el Comité Especial de agosto de 1974, al ocuparse de la economía de las Islas relata
que su gobernador había afirmado la posibilidad de que se encontrara petróleo.
El informe del año siguiente incluye dos mociones adoptadas por el Consejo legislativo de las islas
según las cuales el Gobierno de la Colonia debía tomar medidas inmediatas para invitar a las partes
interesadas a que soliciten licencias para examinar las posibilidades de perforar pozos de
explotación de petróleo, con el fin de aprovechar lo antes posible todo el que hubiere disponible.
Por su parte una nota publicada en Th Financial Times de Londres en 1975 mencionaba que aunque
era poco probable una inmediata reanudación de las negociaciones entre Argentina y Reino Unido,
este país estaba contemplando soluciones que pudieran armonizar las reclamaciones de Argentina
con la decisión de Gran Bretaña de acatar los deseos de los habitantes del territorio.
En tanto el Secretario de Estado de Relaciones Exteriores y Asuntos del Commonwealth declaraba
ante la cámara de los comunes que el gobierno de Su Majestad no tenía duda alguna acerca de su
soberanía sobre las Islas Falkland y su correspondiente en mar territorial. Y agregaba que tampoco
había dudas acerca de sus derechos soberanos exclusivos de explotación y exploración de los
recursos naturales de la plataforma continental de las Islas.
Sin embargo, ante la Asamblea General de la ONU el representante permanente adjunto del Reino
Unido declaraba en 1975 que su gobierno no tenía intenciones de tomar medidas unilaterales en la
explotación del petróleo.
La tensión generada entre ambos países se hace evidente cuando el representante permanente de
la Argentina ante la ONU le informa al Consejo de Seguridad y al Secretario General de la
organización en febrero de 1976 la seria violación de las normas relativas a la jurisdicción marítima
Argentina en que había incurrido el buque británico Shackleton como consecuencia de las
actividades de investigación científica, geofísicas y geológicas, realizadas en la plataforma
continental Argentina, claramente orientada la prospección geológica con miras a la explotación del
petróleo.
La asamblea general de la ONU adopta en 1976 la resolución 31/49 por la que se pide ambos
gobiernos que aceleren las negociaciones relativas a la disputa de soberanía, instándolos a que se
abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la
situación.
En julio de 1977 se reanudan las negociaciones entre los dos países, las que ahora se referirían
tanto al tanto a las futuras relaciones políticas, incluyendo la soberanía, como a la cooperación
económica con respecto a las islas en particular y al Atlántico sudoccidental en general.
En agosto de 1978 trasciende la noticia de que el Consejo de Ministros británico estaría por decidir
extender la jurisdicción marítima de las Islas Malvinas a 200 millas. En este marco cabe resaltar que
la ONU intentaba través de la Convención sobre el Derecho del Mar revisar y desarrollar las
instituciones de ese ordenamiento jurídico para considerar que la regla según la cual los estados
ribereños tenían ciertos derechos soberanos en una zona de doscientas millas marinas medidas de
las líneas de base se estaba consolidando como una hora norma jurídica consuetudinaria de alcance
general.
En diciembre de 1980 el Ministro de Estado de la Secretaría Asuntos Exteriores y del Commonwealth
del Reino Unido, luego de haber visitado el Territorio informaba al parlamento británico que los
elementos esenciales de toda solución consistirían en preservar la administración, las leyes y el
modo de vida de los isleños, liberando al mismo tiempo las posibilidades de la economía y los
recursos marítimos de las Islas que se veían frustrados por la por controversia. Todo posible arreglo
Debería ser sancionado por los isleños y por esta Cámara. En enero del año siguiente, el Consejo
legislativo del Territorio, aprueba una propuesta que pedía el gobierno de Reino Unido que
continuase las conversaciones con el gobierno de la Argentina con miras a llegar a un acuerdo que
congelara la disputa sobre la soberanía durante un determinado período.

Es interesante poner de resalto que a mediados de febrero de 1891 se anunció que, en este
momento, el mayor yacimiento submarino de petróleo perteneciente a nuestro país había sido
encontrado a cerca de la costa patagónica. El pozo, descubierto por la empresa, se encontraba
situado en una zona adyacente a Magallanes Este la que se extendería ambos lados de lo que el
Reino Unido consideraba como una línea media entre Argentina y el Territorio.
En julio de 1981 El representante permanente de nuestro país ante la ONU se dirigía el secretario
general a fin de hacer saber que se había invitado al Reino Unido a impulsar el proceso negociador
en razón de que aún no se había logrado progresos sustanciales, y al expresar las posiciones
básicas del gobierno argentino, afirmaba que en relación a los recursos de las Islas estaba dispuesto
a procurar fórmulas prácticas que contemplas en los intereses de quienes podrían beneficiarse con
el desarrollo de dichos recursos.

La propuesta Argentina fue rechazada por el gobierno británico lo que llevó a una situación de
tensión internacional que ha raíz del ojitos en Georgia del Sur que se suceden a partir de marzo de
1982 desembocó en un conflicto armado. En ese contexto, el Reino Unido establece a partir de las
0400 horas el meridiano de Greenwich del lunes 12 de abril de 1982 en torno a las Islas Malvinas
una zona de exclusión marítima cuyo límite exterior fuere un círculo de 200 millas náuticas de radio.
La zona de doscientas millas aún cuando en un contexto bélico quedó establecida.
Una vez cesadas de hecho las hostilidades en el Atlántico sur y manifestada por las partes la
intención de no reanudarlas, tal como lo verifica la resolución de la Asamblea General de la ONU
37/9 de diciembre de 1982, el Reino Unido comunicó al presidente del Consejo de Seguridad que en
lugar de la zona de exclusión había proclamado en julio de 1982 una zona de protección de 150
millas en la que no permitiría el ingreso de buques de guerra o aviones militares argentinos y en la
que los aviones civiles y buques mercantes en nuestro país sólo podrían entrar con el acuerdo previo
del gobierno británico.
A pedido del gobierno británico como un grupo de estudiosos dirigido por Lord Shackleton elaboró y
publicó en septiembre una versión actualizada de su informe de 1976 sobre la economía de las Islas.
Entre otras propuestas a ser consideradas para su desarrollo señalaba que las perspectivas de
explotación de petróleo frente a la costa, tomando a las Islas como base, dependían de un arreglo
político con Argentina.

En 1984 el gobernador británico de las Islas resuelve conceder el primer permiso de prospección de
petróleo y gas en la Isla Gran Malvina a la empresa británica Firstland oil and gas. Ese mismo día, en
Berna, se interrumpía la primera reunión argentino-británica luego del conflicto armado al expresar
los representantes del Reino Unido que no estaban dispuestos a hablar de la soberanía ni Ahora ni
nunca. En tal contexto nos sorprende el representante británico permanente de la ONU declarase
que el otorgamiento de la licencia prospección no era más que un ejemplo del ejercicio por el pueblo
de las islas de su derecho a disponer libremente de sus recursos naturales. La Asamblea General de
la organización adoptan 1985 la resolución A /40 /21 en la que una vez más Pide a los gobiernos de
Argentina y Reino Unido que inicien las negociaciones con miras encontrar los medios de resolver
pacífica y definitivamente las problemas pendientes entre los dos países incluyendo todos los
aspectos sobre el futuro de las Islas Malvinas. De esta manera la cuestión soberanía, pendiente
desde 1833 Cómo hacer yo el problema de los recursos el territorio. En aquel momento aparece en
el escenario internacional el problema de la pesca en el Atlántico Sur, es indudable que la cuestión
de los hidrocarburos ya estaba latente en el futuro de las Islas.
En octubre de 1986 el gobierno británico hace una declaración en el sentido de que las Islas
Malvinas tienen derecho conforme al ordenamiento jurídico internacional a una zona de pesca de un
ancho máximo de 200 millas marinas, que se encontraba sujeta a una delimitación con la Argentina
en las áreas en que la zona de nuestro país se superponga con tal territorio.
La misma declaración agregaba que la plataforma continental alrededor de las Islas tiene una
distancia de 200 millas. Así mismo, en este instrumento se dejaba en claro que correspondía las
autoridades de las Islas Malvinas adoptar medidas legislativas tendentes a implementar la
declaración.
En febrero de 1987 el canciller argentino admite constituir un proceso negociador. Así se abre el
estado actual con la primer reunión sustantiva de Madrid que se realizó en octubre de 1989.
En la declaración conjunta adoptada en esa ocasión se deja establecido que ambos gobiernos
habían acordado que nada en el desarrollo o contenido de la reunión o de cualquier otra similar
ulterior sería interpretado como un cambio en la posición de uno y otro país acerca de la soberanía o
jurisdicción territorial y marítima sobre las Islas Malvina, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los
espacios marítimos circundantes a ellas (paraguas de soberanía - ver en el próximo texto).
Asimismo convinieron que ningún acto o actividad que llevasen a cabo Argentina, el Reino Unido o
terceras partes como consecuencia en ejercicio de lo acordado en esta reunión o en cualquier otra
reunión similar ulterior podría constituir fundamento para afirmar, apoyar o denegar la oposición de
uno u otro acerca de la soberanía y jurisdicción territorial y marítima sobre las Islas. Este texto
implicaba renovar el reconocimiento de la disputa de soberanía sobre los tres grupos de Islas y las
áreas marítimas vinculadas con ellas, como así sobre la plataforma continental.
El mecanismo de trabajo establecido en la Declaración comporta una creación de dos grupos de
trabajo: uno destinado examinar las medidas para crear confianza y evitar incidentes en la esfera
militar y el otro, para considerar la problemática de la pesca.
También el 1989 Su Majestad británica adoptaba la fijación del límite del mar territorial de las Islas a
12 millas náuticas.
En 1990 se realiza en Madrid la llamada Reunión Sustantiva de las delegaciones Argentina y
británica, adoptaron la Declaración Conjunta en la que se dejaba constancia de que el gobierno del
Reino Unido había decidió dejar sin efecto la zona de protección establecida en 1982. Entran en
vigor las medidas transitorias acordadas por ambos países para evitar incidentes.
La segunda de sus reuniones se realizó en Londres se estuvo de acuerdo en intercambiar nuevas
ideas pero por la vía diplomática. Por su parte, los isleños habían dado a conocer un comunicado en
el cual reclamaban comenzar los relevamientos sísmicos.
En septiembre Gran Bretaña anuncia finalmente, en forma unilateral que ha decidido abrir la
licitación para la protección del área de la plataforma continental.
El derecho del mar y la legislación Argentina: La Corte Internacional de Justicia como a través de su
jurisprudencia, a verificado que el principio de la intangibilidad de las fronteras coloniales se identifica
con el principio del uti possidetis juris cuya consecuencia es el respeto de las fronteras heredara de
las antiguas metrópolis. Este es el título que reivindica nuestro país frente al Reino Unido para
sostener sus derechos a las Islas malvinas, Georgias y Sandwich del Sur como estado sucesor de la
corona española. En materia de derecho del mar y la condición jurídica de los espacios marítimos
sigue a la de las tierras que le son adyacentes, es indudable que el título legítimo de la soberanía
sobre las Islas comprende también el título legítimo la jurisdicción marítima que la rodean; en
particular, a la plataforma continental.
El concepto jurídico de plataforma continental parte de una realidad física: la prolongación natural del
territorio bajo el mar. Y ese territorio sumergido provee un cuarto de la producción petrolera mundial.
La plataforma continental, en sentido jurídico, comprende actualmente el lechoj y el subsuelo de las
áreas submarinas que se extienden más allá del mar territorial y a todo lo largo de la prolongación
natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta una distancia de
200 millas marinas contadas desde la línea de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar
territorial, en los casos que el borde exterior del margen continental no llegues a distancia. Eso
significa que en el derecho la noción geomorfológica de la plataforma continental reconoce a la par
un límite y una extensión.
Como antecedente de la declaración Truman y en lo que hace a nuestro país, cabe recordar el
decreto del poder ejecutivo del 25 de enero de 1944 por el que se proclama la soberanía del Estado
argentino sobre el mar epicontinental y la plataforma continental contemplada por el decreto n°
14708.
En ese contexto se lleva a cabo el debate en el seno el Subcomité III del Comité Especial encargado
de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la Concesión de la
Independencia a los Países y Pueblos Coloniales de la ONU de 1964, entre el representante
argentino y el representante del Reino Unido, en relación a la cuestión de soberanía sobre las Islas
Malvinas. En esa ocasión el representante de nuestro país puso de relieve de las Islas se encuentran
enclavadas en plena plataforma continental Argentina lo que resulta un hecho incontrastable que
ilustra claramente la vinculación geográfica y geomorfológica con el territorio continental como una
realidad imposible negar puntos como resultado de este debate se adopta la resolución 2065 (XX) de
la Asamblea General en 1963.
En diciembre de 1966 se dicta la ley 17094 por la que se establece la extensión de la soberanía
Argentina en el mar. En ella se dispone que la soberanía de la nación se extiende al hecho del mar y
el subsuelo de la zona submarina adyacentes a su territorio y hasta una profundidad de 200 metros o
más allá de este límite hasta donde la profundidad de las aguas suprayacentes permite la
explotación de los recursos naturales de dichas zonas.

La valorización del mar como fuente de recursos impulsan el marco de la ONU un proceso de
revisión y desarrollo del derecho aplicable a los espacios marítimos que culmina en 1970 con la
convocatoria para 1973 de la 3° Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar; sus
trabajos se prolongaron hasta 1982, año en que se adoptó la Convención de Derecho sobre el mar
en Montego Bay, Jamaica. Nuestro país declaró desde 1971, en las sesiones preparatorias, que los
límites de la soberanía nacional sobre el lecho del mar y su subsuelo los fines de la exploración y de
la explotación de los recursos naturales se encuentran en el borde inferior del margen continental.
Resulta congruente entonces, que en la Asamblea General de la ONU al tratarse la cuestión de la
descolonización en 1974, el delegado argentino expresase que en el caso de las Islas malvinas las
riquezas naturales pertenecen a la población que fue desterrada y, por ende, eran y son de la
República Argentina con más territorio del que las Islas fueron separadas por un acto de fuerza. Y en
esta intervención se agregaba que todos sus recursos naturales deben quedar reservados hasta que
se resuelva el pleito de la soberanía por su devolución a la Argentina.
En marzo de 1975, el representante permanente de Argentina en la ONU comunica el secretario
general el texto del comunicado de prensa emitido por el gobierno argentino. En él se afirma que,
teniendo en cuenta que las Islas Malvinas y su plataforma continental forman parte del territorio
nacional, no se reconocen y se reconocería su titularidad ni el esfuerzo de ningún derecho relativo a
la explotación y exploración de minerales e hidrocarburos por parte de un gobierno extranjero. No
obstante los objetivos de la política exterior británica permanecen incomovibles y ante noticias del
envío de la misión Shackleton un nuevo comunicado de prensa es trasmitido como documento a la
Asamblea General por Argentina. En el comunicado se expresa que la misión no sería Bienvenidos
a que violaría el principio de no innovar al realizar investigaciones tendientes evaluar la posibilidad
de explotar económicamente recursos naturales de las Islas y por ende de la República Argentina.
En 1976 el Comité Jurídico Interamericano adoptó una declaración en la que apoyaba plenamente la
posición de nuestro país; alegaba que el envío de la misión contravenía las resoluciones de la
Asamblea General de la ONU; definía la presencia de naves de guerra extranjeras en aguas
adyacentes a la Argentina como una amenaza a la paz y a la seguridad y una violación a las normas
internacionales sobre no intervención y concluía que esta era una conducta hostil contra la
Argentina.
Ello se puso en conocimiento del presidente del Consejo de Seguridad de noviembre de 1976.
Cuándo se reanudan las negociaciones bilaterales en 1977 en nuestro país se ve en la necesidad de
precisar en la nota dirigida al secretario general de la ONU que si una orden del Consejo de Ministros
extendiese a 200 millas la zona jurisdicción marítima de las Islas Malvinas, tal actitud no coincidiría
con la naturaleza litigiosa del territorio y violaría el principio de no innovar contenido en la Resolución
31/49 de la Asamblea General. Vanas también fueron las protestas ante la Organización
Internacional cuando cesada las hostilidades, Gran Bretaña declara la zona de protección de 150
millas náuticas de radio alrededor de las Islas o cuando en enero de 1985 se reafirma que en razón
de ser las Malvinas parte integrante del territorio Nacional no se reconoce, ni se reconocería en ellas
la titularidad o el ejercicio de derecho alguno relativo a la exploración, o explotación de minerales e
hidrocarburos. El Reino Unido avanzaba en su política de actos unilaterales tendientes a generar en
el ámbito internacional la percepción de un título que el derecho no reconoce como legítimo.
Cuando en octubre de 1986 el gobierno británico efectúa la declaración en relación a los espacios
marítimos en la zona de 200 millas, Argentina hace saber su formal protesta ante lo que denomina
una pretensión jurídica y políticamente inaceptable al recaer en espacios sobre los que nuestro país
ejerce derechos de soberanía y jurisdicción, violando Resoluciones de la Asamblea General.
En diciembre el Primer Ministro de Reino Unido manifiesta su apoyo a los derechos de los isleños a
decidir el propio futuro incluso cuando otros gobiernos de las Naciones Unidas prefieran aplicar este
principio fundamental de un modo selectivo. Y afirmaba que no negociarían sobre la soberanía.
Argentina pública también en diciembre de 1991 en el boletín oficial la ley 23.968 sobre espacios
marítimos en la que se fija la extensión de la plataforma continental Argentina. En este espacio como
dice La Ley como la Nación Argentina ejerce su soberanía. De allí la reacción de nuestro país
cuando en septiembre de 1992 se rechaza la decisión unilateral británica de abrir la licitación de
prospección aérea de la plataforma continental de las Islas Malvinas.

Resoluciones del Consejo de Seguridad 502 y 505:


La resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada el 3 de abril de 1982,
exigió el cese inmediato de las hostilidades a las partes implicadas en el conflicto de las Malvinas, al
considerar que existía un quebrantamiento de la paz en la región de las Islas Malvinas. La resolución
exigía además la retirada inmediata de todas las fuerzas argentinas de las Islas. Finalmente
exhortaba tanto a Argentina como al Reino Unido a que buscasen una solución diplomática al
conflicto respetando lo dispuesto por la Carta de las Naciones Unidas.
La resolución 502 fue aprobada un día después del inicio de las operaciones terrestres argentinas
para tomar el control de las Islas Malvinas, conocida como Operación Rosario. Previamente, el 1 de
abril de 1982, el Consejo de Seguridad ya se había reunido de urgencia por la escalada en la tensión
entre Argentina y el Reino Unido a petición de este último país tras remitir una carta al presidente del
Consejo de Seguridad en la cuál exponía que El Gobierno del Reino Unido tenía razones fundadas
para creer que las fuerzas armadas de la República Argentina están a punto de intentar invadir las
Islas Falkland por lo que se solicitaba que se convoque inmediatamente una sesión del Consejo de
Seguridad .
La sesión 2345.ª convocada de urgencia a petición del Reino Unido comenzó a las 20:35 horas del 1
de abril. Tras la abrir la sesión el presidente rotatorio del Consejo (Kamanda wa Kamanda, del Zaire),
tomó la palabra el representante británico ante las Naciones Unidas, Anthony Parsons. En su
intervención abordó la situación en la Atlántico Sur, incluyendo el incidente ocurrido en marzo de
1982 en las Georgias del Sur y reafirmando la soberanía de su país sobre las Georgias y las
Falkland, pero dejó claro que la naturaleza urgente de la sesión se debía a las sospechas sobre una
intervención militar argentina posiblemente a realizarse al día siguiente. A demás señaló en esa
oportunidad que la prensa argentina durante varios días había dado no sólo una información
detallada de los movimientos navales argentinos “dispuestos para operaciones en el Atlántico
meridional”, sino también acerca de declaraciones sobre la importancia de estos movimientos por
parte del Ministerio de Defensa argentino.
A pesar de no ser miembro del Consejo de Seguridad en aquel momento, el representante Argentino
fue invitado a tomar parte en la sesión por invitación del presidente del Consejo, de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 37 del reglamento provisional del Consejo de Seguridad. Argentina denunció
ante el Consejo lo que creía una agresión por parte británica por el incidente ocurrido en las
Georgias del Sur (o Isla San Pedro), reclamando a su vez la soberanía argentina de esas islas y
denunciando la actitud obstruccionista del Reino Unido para la resolución diplomática del problema
histórico en torno a la soberanía de las islas.
Esta agresión se ha materializado nuevamente en los recientes sucesos que motivan la reunión del
Consejo de
Seguridad, mediante un virtual uso de la fuerza contra los nacionales argentinos que se encuentran
en la isla San Pedro -en territorio argentino injustamente usurpado- (...) esta amenaza grave e
inminente del uso de la fuerza, que significa la presencia y la acción de naves de guerra británicas en
aguas argentinas y contra nacionales argentinos, da derecho al ejercicio de la legítima defensa.
La Argentina se vería obligada así a emplear los recursos defensivos apropiados para la protección
de su territorio y de sus nacionales.
Antes de finalizar la sesión el representante británico hizo uso del derecho de réplica para afirmar
que su país no tenía intención alguna de agredir a Argentina, interpelando al representante argentino
a que siguiera la recomendación que el presidente del Consejo de Seguridad acababa de hacer.3
El 2 de abril, dio comienzo la 2346 sesión del Consejo de Seguridad. Se celebró a petición expresa
del representante británico, después de alertar al presidente del Consejo que las Islas Malvinas
estaban siendo invadidas por fuerzas argentinas.
El gobierno británico condenó lo que a su juicio era una agresión argentina, que violaba la Carta de
las Naciones Unidas y el derecho internacional, quebrantado además la voluntad de los habitantes
de las Malvinas e ignorando las recomendaciones del Secretario General y el presidente del Consejo
de Seguridad.
El representante británico leyó a continuación un proyecto de resolución (documento S/14947)
redactado por su delegación, que el día 3 sería votado y aprobado bajo el título de resolución 502.
Posteriormente el representante argentino, de nuevo invitado a la sesión por el presidente del
Consejo, acusando al Reino Unido de evadir la cuestión de la soberanía de las islas y la decisión del
gobierno argentino de no aceptar los hechos formulados por el representante británico durante esta
sesión y la anterior, emprendiendo para ello la "recuperación" de las islas en disputa en el Atlántico
meridional.

La resolución 505 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada por unanimidad el 26
de mayo de 1982, se reafirmó en la resolución anterior número 502 y declaró que la situación la
región de las Islas Malvinas, en referencia a la Guerra de las Malvinas, preocupaba al Consejo
después de haberse agravado. El Consejo expresó su reconocimiento a Javier Pérez de Cuéllar,
Secretario General de las Naciones Unidas, por sus esfuerzos en conseguir un acuerdo entre las
partes implicadas, Argentina y Reino Unido, lograr el cumplimiento de la resolución 502 y el
restablecimiento de la paz.
La resolución instaba a las partes implicadas en el conflicto a cooperar con el Secretario General
para conseguir el fin de las hostilidades. Se pretendía que las partes beligerantes negociasen los
puntos para un alto el fuego para posteriormente, de ser necesario, el envío de una fuerza de
observadores que la verificase. Por último solicitó al Secretario General que presentara un informe al
Consejo de Seguridad en el menor plazo posible, inferior a 7 días.
Originalmente Argentina pretendía que la resolución 505 incluyese una referencia a una posible
administración transitoria de las islas, idea que surgió durante las sesiones desarrolladas los días
previos, aunque finalmente fue descartada.
Anteriormente a la aprobación de la resolución 505, el 1 de mayo, Perú, con Fernando Belaunde
Terry como mediador, propuso un acuerdo de paz que fue aceptado por Reino Unido pero no por
Argentina. Leopoldo Galtieri postergó la respuesta a la proposición peruana a la consulta de la Junta
Militar, siendo descartada cualquier solución pacífica por su parte tras el hundimiento del Belgrano.
Un posterior proyecto de resolución promovido por Panamá y España, como miembros no
permanentes del Consejo de Seguridad, fue vetado por el Reino Unido y Estados Unidos.

El paraguas y la soberanía en las Malvinas: GARCÍA DEL SOLAR


El "paraguas" es el sobrenombre de una fórmula jurídica llamada "reserva de soberanía" que cobró
autoridad con motivo de los acuerdos en Madrid de 1990 cuando se normalizaron los vínculos entre
Argentina y Reino Unido.
Se trata de un mecanismo jurídico que permite a las partes que tienen un reclamo territorial y que
asisten a una reunión determinada a establecer acuerdos reservando sus respectivas posiciones de
soberanía, las que no serán afectadas por las decisiones que se adopten en esos acuerdos.
Fuente británicas sostienen que este término fue utilizado por primera vez en las conversaciones
diplomáticas entre Francia y Gran Bretaña acerca de las islas del Canal de la Mancha. La Argentina
la usó por primera vez en 1959 con motivo de la firma con varios países del tratado Antártico, por
existir en este continente reclamos territoriales. Años después en 1971, Argentina y Reino Unido
apelaron a estea para el Acuerdo de Comunicaciones qué promovió un amplio programa de
actividades argentinas ejecutadas en las propias Malvinas hasta 1982 como la construcción del
primer aeropuerto, el suministro de nafta y gas, etcétera. Actividades todas en tierra que el Reino
Unido acusa pero que por haberse acordado bajo el paraguas no significan reconocimiento de los
británicos de derechos argentinos sobre las Islas.
Transcurrieron 18 años sin recurrirse a la figura del paraguas pero en 1986 hubo tensiones en el
Atlántico Sur con motivo de la decisión británica de crear una zona de prohibición de pesca alrededor
de las Islas. El gobierno del presidente Estadounidense Reagan se alarmó y propició el encuentro
entre argentinos y británicos para que se deliberara sobre la forma de conservar los recursos
pesqueros y de evitar incidentes. El canciller argentino Dante caputo propuso acudir al paragua: el
Foreign Office aceptó y se cambiaron papeles a través de Washington para redactar el texto de la
Fórmula. Aprobado por las partes, la reunión no alcanzó a realizarse por la renuncia prematura del
Dr Alfonsín a la presidencia.
Su sucesor Carlos Menem adoptó como primera medida sobre política exterior la apertura hacia el
Reino Unido para normalizar las relaciones. La tarea fue facilitada por estar listo el texto del paragua
negociado por el gobierno anterior. Un mes y medio después de la asunción del nuevo presidente,
se reúnen en Nueva York en 1989 los representantes argentinos y británicos para preparar la
agenda de las tratativas de Madrid.

El texto del paraguas establece: "que ningún acto o actividad que lleven a cabo la República
Argentina y el Reino Unido o terceras partes como consecuencia y en ejecución de lo convenido en
esta reunión o en cualquier otra similar ulterior podría constituir fundamento para afirmar, apoyar o
denegar la posición de la República Argentina o del Reino Unido acerca de la soberanía y la
jurisdicción territorial y marítima sobre las Islas. Esto permitió la normalización de los vínculos
bilaterales.
Por su parte el Foreign Office adoptó la posición de que el resultado de la guerra había decidido a la
cuestión y como el paraguas excluye el tema de la soberanía del diálogo ángulo argentino nuestro
país debería abandonar su reclamo. Al consentir nuestra cancillería excluir la cuestión de la
soberanía del diálogo formal de alto nivel con los británicos tácitamente se acompañó la
interpretación del Foreign Office sobre las facultades del paraguas.
Posteriormente en la reunión formal realizada en Chevening, Reino Unido nuestro canciller aborda
la cuestión de la soberanía y propuso una fórmula de posible acuerdo futuro. Si bien la reunión no
se tradujo en progreso concretos, la posición Argentina permitió alterar el congelamiento de los
reclamos. Derecho Internacional Público – Bolilla 19: Tema 3, ANTÁRTIDA.
Tema 3: Antártida.
Características Generales del continente Antártico. Breves Acontecimientos históricos.
Reclamaciones Territoriales. La Aplicación de la Teoría de los Sectores. La influencia del contexto
Internacional. Evolución hasta nuestros días. El tema Antártico en las Naciones Unidas. Influencia de
las Organizaciones no gubernamentales.
Características Generales del continente Antártico. Aspectos geográficos:
1) características generales.
El continente Antártico Presenta una configuración aproximadamente circular, en cuyo centro se
encuentra el Polo Sur. Existe coincidencia entre los distintos autores en señalar como sus
características más notables: el frío extremo como la gran altura media y el aislamiento en que se
encuentra debido a las distancias y los separan de los otros continentes.
La superficie varía con las distintas estaciones siendo mayor en invierno que en verano por el
derretimiento de las plataformas de hielo. En invierno ésta llega a 14.000.000 kilómetros cuadrados.
El continente se encuentra rodeado por los océanos Atlántico Pacífico e Índico que forman el
Océano Antártico. El límite político es el de determinado por el tratado Antártico a saber el paralelo
de 60° de latitud Sur.
La altura media es la mayor del planeta aproximadamente 2000 metros sobre el nivel del mar; eso se
debe a la existencia de grandes cordilleras y a la gruesa capa de hielo que cubre la superficie.
El meridiano de Greenwich y su antimeridiano, dividen a la antártida en dos porciones: Antártida
Oriental y Antártida Occidental, de características distintas: la primera es una meseta con relieve
general más bajo, presenta cadenas montañosas en más de 3000 metros de altura y sus costas son
regulares; la segunda, constituida por grupos insulares unidos por el hielo presenta plegamientos
más jóvenes, que originariamente fueron parte de los Andes, por lo que son llamados Andes
Antárticos. Cabe señalar que sus costas son irregulares y presentando dos amplias escotaduras en
los mares de Weddell y Ross, en las que el hielo forma amplias barreras. Otro accidente geográfico
es el de la península antártica, llamada la Tierra de San Martín.
El clima es el resultado de una serie de factores como entre esos la imposibilidad de retener la
radiación solar por el efecto de reflexión de la cubierta de hielo y nieve teniendo un efecto como de
heladera. Los vientos Cómo pueden superar los 200 kilómetros por hora y Las bajas temperaturas
crean condiciones sumamente desfavorables para la vida en todas sus formas. Las tormentas de
Viento y nieve ocasionan el fenómeno denominado como viento blanco o blizzard antárticos que
suelen durar más de 2 días.
La antártida tiene una influencia poco conocida sobre los continentes que la rodean que actúa como
una especie de pulmón que constantemente renueva nuestro aire viciado. El continente se halla
totalmente cubierto por hielo.
La capa de hielo se desplaza hacia las costas, lo que produce ríos de hielo y las yales que la
antártida Oriental descarga en el mar y en la occidental y las plataformas.

La vida en el Continente:
- en cuanto a la vida vegetal como no existe vegetación de árboles, arbustos o hierbas. Solamente
se encuentran pequeños líquenes Como algunos hongos y dos espieces de plantas florales y
musgos y algas.

- respecto de la vida animal en el Continente sólo se encuentran algunos insectos y ácaros como no
existen aves terrestres reptiles y peces de Agua Dulce. La flora y la fauna marítima presentan una
importante particularidad que es producto de las aguas dulces del hielo mezcladas con el agua
salada del mar que da lugar a la formación de aguas menos salinas pero más frías creando una
fauna especial. Las aguas contienen organismos vegetales (fitoplancton) y animales (zooplancton)
que alimentan directa o indirectamente aves, focas, ballenas. La base de la cadena alimenticia se
inicia con el fitoplancton y continuar con el zooplancton principalmente el krill como un crustáceo con
alto valor proteico.

Las especies no son variadas, pero sí presentan un gran número de individuos. Existen 43 especies
de aves entre las que encontramos peltres, pingüinos, cormoranes, ánade, etc.
Entre los mamíferos se cuentan 8 especies de focas entre ellas, la peletera, cuya piel es muy
apreciada y 12 especies de ballenas la más valiosa de las cuales es la ballena azul, productora de
aceite.

vida humana: no existen aborígenes y población permanente. En este sentido, no hay asentamientos
estables, en cuanto a actividades ininterrumpidas, tratándose su poblacion de dotaciones que se
renuevan anualmente.
Hacia 1904 el total de habitantes del continente estaba constituido por la dotación del Observatorio
argentino de las Islas Laurie. En el año geofisico internacional (1957-1958) se produjo un aumento
de la población a 890 habitantes.

Recursos:
En cuanto a los recursos la primera actividad económica desarrollada en el Continente fue la caza de
focas y ballenas. Las aguas del Océano Antártico constituyen una fuente importante de alimento
para la humanidad, existen peces, cefalópodos y crustacios, especialmente Krill.

Un segundo grupo de recursos se encuentra constituido por los minerales del fondo marino y
continental en particular hidrocarburos como metales: constituyen el segundo grupo Los cimientos de
hierro y carbón existente en la Antártida Oriental. Se supone la existencia de yacimientos metalíferos
En Los Andes antárticos, por su Constitución geológica similar a la Cordillera de los Andes.
En cuanto a los hidrocarburo, hasta el momento sólo se ha comprobado la existencia de metano y
etano, siendo necesario efectuar estudios a fines de verificar la existencia de petróleo o gas.

Por último el tercero de los recursos de la Antártida es el hielo, su importancia radica en su calidad
de reserva de Agua Dulce.

Breves antecedentes históricos:


La historia de los descubrimientos y expediciones al continente Antártico puede resumirse en cuatro
períodos:
El primero de eso supone un período descubrimiento de manera accidental o fortuitos.
Ya lo griego suponía la existencia del continente antártico al que denominaron "Antartikos", y los
maoríes afirmaban haber encontrado, en un viaje al sur un mar helado y sin vida.

A partir del descubrimiento de América, y por la necesidad de encontrar el paso que permitirá a los
españoles continuar al Oriente, el hombre fue aproximándose a la antártida.
En 1520, Magallanes descubre el ansiado paso, que hoy se va a su nombre. En 1546 una carabela
española descubrió el pasaje que separa Sudamérica de la Antártida denominado actualmente
como pasaje de Drake.

El segundo período importa la realización de expediciones con objetivos económicos. Se caracteriza


por el auge de las foquerías si los viajes realizados con el fín de pescar cazar y comercializar pieles.
A partir del siglo XIX se abre un tercer periodo en el que se realizaron expediciones con objetivos
políticos, las cuales procuraron la conquista del continente el nombre de sus respectivos estados.
Se destaca la navegación de buques rusos entre 1819 y 1821; también la navegación de Weddel
(inglés) quien recorrió el mar que ahora lleva su nombre.
Hacia 1840 Se realizaron dos expediciones más una norteamericana y otra francesa.

El último período es un período de expediciones científicas, caracterizado por el creciente interés de


profundizar los conocimientos científicos sobre el continente Antártico, y el de actualizar la
cartografía y el estudio de las posibilidades de explotación de los recursos.

El posterior devenir de Antártida estaría asignado, en gran medida, por las actividades científicas
producidas como resultado de los denominados años polares. El primero de ellos entre 1882 y 1883
en el cual se establecieron estaciones científicas en ambas regiones polares, Aunque ninguna de
esas al sur de los 60°. El comienzo de su era científica sobrevendría un tiempo después, luego de la
realización del 6° y 7° Congreso Internacional de Geografía.

Paralelamente, y cumpliendo las recomendaciones del Congreso Internacional de Geografía


realizado en Berlín en 1899 en Europa organizaron 4 expediciones científicas: una alemana, una
sueca, una británica, y una escocesa.

El interés de nuestro país por Antártida se manifiesta desde 1880 cuando se apoyó una expedición
austral al mando de un italiano que no llegó hasta la Antártida.
En 1900, el país participó de la Expedición Atlántica Internacional. Y fundó en 1904 la primera
estación antártica Argentina la cual se ubicó en las Islas Laurie, instalándose la primera dotación
Argentina y la primera oficina de Correos que funcionó en la Antártida.

En 1907 Ernest Shackleton intenta la conquista del Polo Sur la cual fracasa por falta de provisiones.
Fue recién en 1911 cuando el explorador noruego Ronald Amundsen logra llegar al Polo Sur
utilizando como transporte trineos tirados por perros.
Es importante citar la expedición de Robert Scott que arribo al Polo Sur un mes después de
Amudsen los cuales al regresar, sorprendidos por una tormenta y faltos de provisiones, murieron
junto a sus hombres.

La Primera Guerra Mundial suspendió las exploraciones australes, durante este periodo sólo
Shackleton recorrió, por segunda vez el territorio polar.

El segundo año polar entre 1932 Y 1933, permitió la realización de observaciones sincronizadas que
cubrirían todo el globo terráqueo. Los viajes y expediciones buscaron algunos puntos firmes de
apoyo en la región antártica y diferentes gobiernos interesados comenzaron a intervenir de manera
creciente en ella. De esta manera se materializaron, a través de declaraciones, cartas patentes,
decretos y otros actos jurídicos internacionales, reivindicaciones de soberanía territorial en Antártida.
La expediciones Argentina a la zona Austral, se organizaron a partir de 1940.

La II GM tendrá un importante impacto en el desarrollo de la cuestión antártica. Podría decirse que


renovó el interés de algunos países, que enviaron expediciones lanzándose a una ocupación y
exploración de distintos puntos y áreas del continente.
La actividad científica en la Antártida como se vio notablemente incrementada durante el primer Año
Geofísico Internacional entre 1957 y 1958. Durante este periodo se acrecentó el conocimiento del
continente, realizan sus investigaciones oceanográficas, geomagnética, meteorológica,
sismológicas, mediante la instalación de 55 nuevos observatorios.

Valor geopolítico y geoestratégico: el interés en el Continente Antártico radica principalmente en su


ubicación como escala intermedia de las nuevas rutas traspolares. La base australes pueden ejercer
el control de las nuevas rutas y servir de apoyo de las aeronaves en su vuelo. En este sentido se
entiende la importancia del paso interoceánico.
En el plan económico, calle fundamentalmente poner de resaltó que el continente artantico es un
gran reservorio de recursos alimenticios, como así también energéticos y metalíferos.

Bases Científicas: Argentina es la única nación que ha mantenido una base científica permanente
desde 1904. La mayor concentración de bases se encuentran en la Península Antártica, siendo
escasas las instaladas en el interior del continente. Esto se debe a la benignidad del clima y el hecho
de que, los países reclamantes de sectores instalan sus bases únicamente en la zona que
pretenden. La presencia de otras bases en la Península dificulta la reclamación de la soberanía
Argentina sobre este sector.

Reclamaciones territoriales: planteamiento del problema. Aplicación de la teoría de los sectores.


La cuestión a resolver es si admiten los territorios polares el régimen común de adquisición de
soberanía o si requiere quizá, de un sistema diferente como atendiendo sus enormes diferencias
naturales. También cabe preguntarse si existe en realidad un régimen posible de adquisición de
soberanía exclusiva por parte de algún estado o si debe pensarse en una suerte de internalización,
condominio o alguna compleja forma de explotación común.

Dejando de lado el debate jurídico en manos de los especialistas el derecho internacional, Los
Estados interesados en alguna porción del continente Antártico han ido delimitando los sectores
pretendidos por cada uno de esos a través de instrumentos unilaterales.
En la práctica son 7 los países que han reclamado como propios un sector, delimitandólo por el
correspondiente decreto, ley, o cualquier otra medida de derecho interno. Ellos son: Argentina,
Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Noruega, y Nueva Zelanda.

El problema fue la utilización de distintos criterios a los fines de la reclamación (y de la delimitación


del territorio reclamado). Entre ellos se acude a la ocupación o a distintas aplicaciones de la teoría
del sector.

Vale recordar que la teoría del sector Cómo fue creada los efectos de la ley de limitación de los
territorios árticos por el canadiense Pascal Poirier. Esta teoría no es un título de adquisición de la
soberanía sino sólo un modo o método delimitación de territorio ya adquiridos por alguno de los
títulos reconocidos por el derecho internacional.

Este método delimitación consiste en trazar línea que, partiendo de los extremos oriental y occidental
de un Estado, y siguiendo el correspondiente meridiano, llegan al Polo. De lo que resulta un triángulo
esférico, con base en un paralelo determinado y vértice en uno de los polos de la tierra.

Así entendida como a la teoría del sector sólo fue aplicada por Argentina en la delimitación de su
porción antártica, que tomó para eso estrictamente su extremo Oriental y occidental. No fue aplicada
así por ninguno de los otros seis países reclamantes el sector ni siquiera por chile, que excedió
abundantemente sus extremos en la elección de los meridianos límites.

La teoría del sector de Poirier, que fue tan rápidamente aceptada por las potencias para la
delimitación del Polo Norte, no fue igualmente bien recibida para su aplicación en el Polo Sur. Esta
teoría del sector puede ser usada explicablemente por los Estados que, a mayor o menor distancia,
rodean al continente Antártico como a saber: Argentina chile Australia y Nueva Zelanda. Ello si
además se cuenta con títulos de fondo justificantes de las pretensiones de soberanía, como es el
caso de nuestro país. Pero, como es natural como los Estados que no se encuentran en esta
situación ha preferido a posarse persistentemente en el título del descubrimiento.

Sector Antártico argentino: delimitación.


Argentina reivindica el sector comprendido entre los meridianos de 25° y 74° de longitud oeste, y el
Paralelo de 60° de latitud Sur. El merengue el meridiano de 25 oeste representa la línea más
oriental de nuestro país en las Islas Sandwich. El paralelo de 60° Sur pasa al norte de las Islas
Orcadas y coincide con el límite político fijado para el continente Antártico por el Tratado Antártico.

Así quedan comprendidas dentro de nuestro sector, además de la porción continental de la


Península Antártica o Tierra de San Martín, para los argentinos los grupos de las Islas Orcadas.
Títulos invocados: Argentina es el país que cuenta con más sólidos títulos justificantes de soberanía
en el sector que reivindica.
Así se invoca:
Sucesión: en virtud del uti possidetis Iuris corresponde la Argentina los dominios que pertenecían a
la Madre Patria y luego al Virreinato del Río de la Plata.
Descubrimiento: ya desde 1817 barcos matriculados en el Río de la Plata cazaban focas y
frecuentaban las zonas de las Islas Shetland.
Proximidad geográfica: hay autores que sostienen que este título no debe ser invocado, porque la
soberanía no es un regalo de la geografía. Pero lo cierto es que Chile y Argentina son los países
más próximos al continente Antártico, demostrando con una simple comparación de distancias el
hecho de su vecindad o adyacencia geográfica.
Continuidad geológica: La cordillera de los Andes se sumerge en el océano, reapareciendo
intermitentemente para formar el denominado Arco Antillano y luego aparece como la Cordillera
Antártica.
exploraciones y salvamentos los puntos el primer salvamento relevante la antártida fue realizado por
Argentina: fue el rescate de la expedición del científico sueco Otto Nordenksjold 1903.
Ocupación efectiva: Este es el más importante título de nuestro país para afirmar sus derechos de
soberanía sobre el sector de reivindicado. Argentina tiene la ocupación efectiva de las Islas Orcadas
del sur desde 1904, año en que se instaló en la isla Laurie con un observatorio meteorológico en
permanente funcionamiento. Además se ha notificado esto a todo el estado, a través de la unión
postal universal.
Actividad administrativa: lleva a cabo desde 1904 a través de la oficina postal instalada en las Islas
Orcadas y desde1927 con estacion radiotelegrafica.
Presencia en el Continente artantico: desde 1904 Argentina desarrollar su actividad científica y
técnica, desde entonces y hasta hoy ha instalado 15 bases en su sector.

La situación de Chile: al igual que Argentina chile invoca la sucesión de España, lo mismo ocurre
con la proximidad geográfica y también con la ocupación efectiva. La diferencia con Argentina y
también el punto de conflicto en cuanto a la reclamación territorial radica en la distinta aplicación que
han dado uno y otro país a la teoría del sector. Vale recordar que al exceder su punto más oriental su
reclamación se ha extendido sobre territorios reclamados también por Argentina.
Autores chilenos, sostienen que esta teoría no puede ser aplicada en el Continente Antártico tal
como fue formulada por Poirer, ya que su elaboración atendió a una región natural diferente. Para
determinar los meridianos del sector, para nada tienen que ver los límites del país vecino, sino que
debe tenerse en cuenta las zonas sobre las que se ha ejercido soberanía, y esto se proyecta hacia el
Polo por los meridianos correspondientes para formar el sector. Así justifica chile haber excedido
sus límites Oriental y occidental en la determinación de su sector.

Desde 1906 Argentina y Chile han entablado conversación es para tratar cuestiones referentes a la
suposición de sus sectores. En 1947 lograron la declaración conjunta donde se reconocieron
mutuamente su soberanía en el Continente Antártico y dejaron para futuro la demarcación de los
límites entre sus sectores. Si bien Chile reconoce los derechos argentinos a la soberanía como el
problema no está en éste sino en la determinación del límite entre ambos sectores. Por otra parte,
Chile también ha reconocido los derechos de otros estados circundantes a un estado bastante mayor
distancia, como Australia y Nueva Zelanda.

Sector Británico: conflicto con Argentina y Chile. El reclamo original de Gran Bretaña tomaba parte
de la Patagonia Argentina y el sur de Chile. Si bien nunca se interpretó que Gran Bretaña pretendía
la soberanía sobre estas últimas regiones la formulación original requirió modificaciones, dando
forma irregular al territorio que actualmente se reclama.
La primera reclamación consideraba el sector como dependencia de las colonias británicas en las
Islas Falkland.

El error de la primera proclamación fue corregido en el año 1917 con otra carta patente quedando el
sector determinado en la forma irregular actual. Lo que resulta curioso es que el argumento de la
dependencia geográfica de Gran Bretaña contundentemente rechaza para los territorios que están
mucho más cerca de Argentina (es decir Malvinas respecto de la Patagonia), son usados para
justificar sus pretensiones de dominio en una región ubicada a mayor distancia.

El Reino Unido y boca el título del descubrimiento y las sucesivas exploraciones; el descubrimiento
invocado pertenece a William Smith en 1819 fecha en que, es conocido, ya se dedicaban en la zona
a la cacería de focas buques inscriptos del Río de la Plata. Todo esto sin mencionar que el derecho
internacional no reconoce como modo de adquisición de la soberanía del Estado el solo hecho el
descubrimiento sino que es necesario que éste vaya seguido de ocupación efectiva, condición que
Gran Bretaña nunca ha podido acreditar ya que Argentina Es quien ha tenido la ocupación efectiva y
continuada desde 1904.

Esto se mantuvo así hasta 1943 cuando los efectos de contrarrestar las reivindicaciones argentinas y
chilenas Gran Bretaña inicia la ocupación efectiva. La primera base permanente fue recién instalado
en 1955 y en 1962 Gran Bretaña creó el territorio Antártico británico, separando lo de las Islas
Malvinas.

Respecto del conflicto de superposición, a los fines de mantener a su favor la opinión pública
mundial Gran Bretaña adoptó la política de someter a la Corte Internacional de Justicia la solución
del problema que fue rechazada por Argentina y chile.

Posición Internacionalista: en el plano del derecho internacional existen distintas posturas acerca del
ejercicio de la soberanía sobre el continente Antártico.
Existen distintas variantes sobre un régimen de condominio, el cual a su vez admite diversas
modalidades. Estás varían entre el ejercicio conjunto de la soberanía por sí mismo es decir en el
sentido de que cada estado lo ejerza directamente, o el ejercicio a través de un organismo
internacional, Como así también se propone la existencia únicamente de un condominio en cuanto al
producido de la explotación de los recursos. También el problema parece determinar A cuál Estado
alcanzaría tal condominio. Otra tendencia en el sistema de internalización propiamente dicho, es
decir, el caso de soberanía Estatal exclusiva y determinadas pero colocadas bajo la administración
de una comisión internacional.

Todo esto sin olvidar la propuesta surgida en el marco de las Naciones Unidas que propone someter
a la Antártida a un régimen similar al de los fondos marinos y oceánicos, en una suerte de "
patrimonio común de la humanidad".

El sistema del Tratado Antártico. La influencia del contexto internacional:


El Año Geofísico Internacional: impulso decisivo sea una acción coordinado en la Antártida. El
tratado Antártico.

En 1950 como en el consejo internacional de uniones científicas se discutió la posibilidad de realizar


un 3° Año Polar Internacional. A sugerencia de la Organización Meteorológica Mundial se decidió
realizar un Año Geofísico Internacional entre 1957 y 1958. La importancia de éste fue fundamental
en la historia de Antártida.

El Consejo Internacional de Uniones Científica creó en 1957 el Comité Especial de Investigaciones


Antárticas, que cambió luego su nombre por el de Comité Científico de Investigaciones Antárticas,
conocido por sus siglas SCAR.

Este año contribuyó considerablemente al conocimiento de la región antártica, lo que se materializó


en la instalación de 44 bases de observación investigación científica.

Una vez finalizado este año, la mayor parte de los estados mantuvieron, sin embargo, sus bases
antárticas, elemento que gravitó decididamente la convocatoria de la Conferencia Antártica de
Washington en 1959. El interés manifestado por los países actuantes en la Antártida, algunos de los
cuales contaban con sectores antárticos, sumado a la situación planteada por la presencia de las
bases de la URSS en el sector australiano y a la inquietud del gobierno de los Estados Unidos por el
establecimiento de un régimen internacional para la Antártida, algo que se agregaba el conocimiento
del área aportado por el Año Geofísico Internacional, apresuraron la búsqueda de un estatus jurídico
apropiado para resolver la compleja situación creada en Antártida.
Como resultado de la conferencia de Washington se aprobó y firmó con el 1° de diciembre de 1959,
el Tratado Antártico por los representantes de los 12 estados que habían participado del AGI. Este
tratado consagra como principios la libertad investigación científica, la cooperación internacional
hasta el fin y la utilización exclusivamente pacífica de Antártida, prohíbe expresamente la
militarización de la región y su utilización para explosiones nucleares y como depósito de desechos
radiactivos.
El sistema del tratado Antártico: El tema antártico en las Naciones Unidas. Influencia de las ONGs:
el tratado Antártico se ocupó de aquella cuestiones que aseguraría en el mantenimiento de la paz en
la región y facilitar y en el desarrollo de la ciencia.

En los años setenta una serie de acontecimientos habrían de dirigir la atención mundial hacia la
Antártida. La superpoblación, unida al problema de la alimentación y a la escasez de recursos
naturales en el planeta y la crisis petrolera de 1973, con sus consecuencias en los países
desarrollados dependientes este recurso, son factores que aceleran la búsqueda de nuevos espacios
productores todavía no explorados.

El interés manifestado por diversos países para vincularse el sistema el Tratado Antártico, y en
algunos casos, para tener una participación directa y activa generó una importante corriente de
adhesiones, envío expediciones e instalaciones nuevas bases, que produjo una mayor actividad de
reuniones consultivas.

A nivel de las organizaciones internacionales también se pone de manifiesto el creciente interés por
las cuestiones antárticas. Se inicia un período en el que el Sistema el Tratado Antártico es blanco de
críticas, sobre todo referidas al supuesto "carácter cerrado" del mismo. Uno de los ámbitos donde se
manifiesta este malestar en la 3° Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en
cuyas discusiones algunas propuestas pretendían asimilar a la antártida la cuestión de los fondos
marinos y vincularla a la de "patrimonio común de la humanidad".

Dentro de las Naciones Unidas y luego de la Conferencia sobre Medio Ambiente en Estocolmo
(1972), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) proponía, en 1975, el
establecimiento de un amplio sistema de consulta entre los estados Antárticos y otros estados
interesados, del cual emanasen medidas aplicables a la exploración y explotación de los recursos
antárticos.
También la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) incursionó
en la problemática antártica, puntualmente en investigaciones sobre la captura del krill Antártico. En
1977 los estados antárticos y emiten un informe que evita la creación este nuevo mecanismo para el
manejo de los recursos Antártico fuera de la órbita que le es propia.

Los diversos intentos para abordar temas antárticos en la órbita de diferentes organismos y
programas especiales de las Naciones Unidas, desembocarían en el tratamiento de la cuestión
antártica por la Asamblea
General desde 1983; proceso iniciado por el representante de Malasia en la 36° sesión de la
asamblea general.
En 1980 se adoptó la Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos,
en la que hubo que conciliar dos enfoques: uno exclusivamente conservacionista de los recursos
pesqueros junto a otro encaminado a la utilización con las menores restricciones posibles. Sin
embargo, esta convención no llegó a entrar en vigencia.

Intereses y objetivos nacionales Argentinos con relación a Antártida y el Sistema del Tratado
Antártico: Respecto del territorio Antártico Argentino, integrante de la provincia de Tierra del Fuego,
(la Antártida e islas del Atlántico Sur) cabe recordar que se trata de una parte del territorio nacional
argentino en el que rigen condiciones, que son diferentes a las del resto de este último,
caracterizadas por la presencia y actividades humanas regidas por el Tratado Antártico y el Sistema
en el que se basa, cuyas normas han sido aceptadas por nuestro país.

En consecuencia, los intereses nacionales fundamentales de la Argentina con relación a su territorio


Antártico y a la Antártida consisten en lo siguiente:
que su soberanía en el sector Antártico, conforma el tratado Antártico sea mantenida;
que su seguridad y la integridad de su territorio nacional no se vean afectados por conflictos y la
militarización de cualquier tipo en Antártida;
el estatus territorial Antártico actual no se ha modificado en su perjuicio;
conservar la mayor autonomía y Libertad de acción, dentro de las condiciones imperantes, en lo que
se refiere a la presencia de actividades que se desarrollan en la Antártida y el accionar institucional
dentro del Sistema del Tratado Antártico;
contar con la posibilidad de explotar en las mejores condiciones los recursos económicos de
Antártida y sus espacios marítimos correspondientes;
asegurarse la conservación de los recursos vivos y protección del medio ambiente Antártico, evitar
con respecto a éste último que su deterioro y las acciones que se realizan en la Antártida puedan
afectar el ámbito territorial Sudamericana argentino.

En cuanto a los objetivos nacionales particulares:


El primero de ellos pretende asegurar para nuestro país la mayor Independencia y autonomía posible
accionar dentro del Sistema del Tratado Antártico. A tal efecto debe mantenerse las decisiones por
acuerdo unánime de las partes consultivas y oponernos a propuestas que puedan llegar a limitar de
manera restrictiva e inadecuada los derechos y actividades de dichas partes.
Debe fortalecerse la posición de las partes consultivas con sectores antárticos en toda decisión y
actividades referentes al ejercicio de jurisdicción y competencia.

Nuestro país pretende establecer, definitivamente, como objetivo fundamental el logro de una
posición preeminente a través de un mayor y realista protagonismo en los campos científicos y
logísticos. A tal efecto, debe llevarse a cabo una actividad científica del más alto nivel, y una
actividad logística avanzada y de provisión de servicios adecuados a la comunidad antártica.
se busca lograr un conocimiento integral intensivo de su sector Antártico, en su aspecto territorial,
antrópico, físico y biológico y contar con una cartografía de primer nivel y de aceptación general.

Finalmente se trata de desarrollar relaciones de cooperación y a la vez maduras con más realista y
de mutuo beneficio con las demás partes consultivas del tratado Antártico y, en particular, con las
que cuentan con sectores antárticos y con las latinoamericanas en general.

El Tratado Antártico. Las partes contratantes. Ámbito geográfico de Aplicación. El paraguas de la


soberanía del Artículo 4. La utilización pacífica del continente Antártico. Convenciones más
importantes. Procedimiento para la modificación del Tratado.
El tratado Antártico: las partes contratantes. Los firmantes
originales fueron:
Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, el
Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética, pero el tratado dejó la puerta abierta a cualquier
miembro de la Organización de las Naciones Unidas, u otro estado invitado por la totalidad de los
signatarios consultivos. Desde su firma el número de signatarios creció hasta un total de 52 en 2015,
pero solo 29 de ellos poseen la categoría de «miembros consultivos» la que les otorga plenos
derechos decisorios. Los restantes 23 son considerados «miembros adherentes», por lo cual no
gozan del derecho a voto.
Articulado:
El Artículo PRIMERO de este tratado, establece que La Antártida se utilizará exclusivamente para
fines pacíficos.
Se prohíbe, entre otras, toda medida de carácter militar, tal como el establecimiento de bases y
fortificaciones militares, la realización de maniobras militares, así como los ensayos de toda clase de
armas. No obstante, el Tratado no impedirá el empleo de personal o equipos militares para
investigaciones científicas o para cualquier otro fin pacífico.

(el Artículo 2 es completamente irrelevante)

Con arreglo al ARTÍCULO 3 y con el fin de promover la cooperación internacional en la investigación


científica en la Antártida, las Partes Contratantes acuerdan proceder, en la medida más amplia
posible:
Al intercambio de información sobre los proyectos de programas científicos en la Antártida, a fin de
permitir el máximo de economía y eficiencia en las operaciones;
Al intercambio de personal científico entre las expediciones y estaciones en la Antártida;
Al intercambio de observaciones y resultados científicos sobre la Antártida, los cuales estarán
disponibles libremente.
El Artículo 4 abre un “paraguas de soberanía” estableciendo que Ninguna disposición del presente
Tratado se interpretará:
Como una renuncia, por cualquiera de las Partes Contratantes, a sus derechos de soberanía
territorial, o a las reclamaciones territoriales en la Antártida, que hubiere hecho valer
precedentemente;
Como una renuncia o menoscabo, por cualquiera de las Partes Contratantes, a cualquier
fundamento de reclamación de soberanía territorial en la Antártida que pudiera tener, ya sea como
resultado de sus actividades o de las de sus nacionales en la Antártida, o por cualquier otro motivo;
Como perjudicial a la posición de cualquiera de las Parte Contratantes, en lo concerniente a su
reconocimiento o no reconocimiento del derecho de soberanía territorial, de una reclamación o de un
fundamento de reclamación de soberanía territorial de cualquier otro Estado en la Antártida.

A demás, ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en
vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía
territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región.
No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida, ni se ampliarán las
reclamaciones anteriormente hechas valer, mi entras el presente Tratado se halle en vigencia.

El Artículo 5 refiere a la explotación nuclear. Toda explotación nuclear en la Antártida y la


eliminación de desechos radiactivos en dicha región quedan prohibidas.
En caso de que se concluyan acuerdos internacionales relativos al uso de la energía nuclear,
comprendidas las explosiones nucleares y la eliminación de desechos radiactivos, en los que sean
Partes Contratantes cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en
el artículo IX, las normas establecidas en tales acuerdos se aplicarán en la Antártida.

El ámbito de aplicación territorial del Tratado está establecido en el ARTÍCULO 6 que prevé que las
disposiciones del presente Tratado se aplicarán a la región situada al sur de los 60º de latitud Sur,
incluidas todas las barreras de hielo; pero nada en el presente Tratado perjudicará o afectará en
modo alguno los derechos o el ejercicio de los derechos de cualquier Estado conforme al Derecho
Internacional en lo relativo a la alta mar dentro de esta región.

El ARTÍCULO 7 con el fin de promover los objetivos y asegurar la aplicación de las disposiciones del
Tratado, cada una de las Partes Contratantes, cuyos representantes estén facultados a participar en
las reuniones consultivas tendrá derecho a designar observadores.
Los observadores serán nacionales en la Parte Contratante que los designa.
Todos los observadores designados gozarán de entera libertad de acceso, en cualquier momento, a
cada una y a todas las regiones de la Antártida.
Todas las regiones de la Antártida y todas las estaciones, instalaciones y equipos que allí se
encuentren, así como todos los navíos y aeronaves, en los puntos de embarque y desembarque de
personal o de carga en la Antártida, estarán abiertos en todo momento a la inspección por parte de
cualquier observador

A la vez, se prevé en este artículo que cada una de las Partes Contratantes, al entrar en vigencia
respecto de ella el presente Tratado, informará a las otras Partes Contratantes y, en lo sucesivo, les
informará por adelantado sobre:
Toda expedición a la Antártida y dentro de la Antártida en la que participen sus navíos o nacionales y
sobre todas las expediciones a la Antártida que se organicen o partan de su territorio.
Todas las estaciones de la Antártida ocupadas por sus nacionales; y
Todo personal o equipo militares que se proyecte introducir en la Antártida

Los observadores designados y el personal científico, así como los miembros del personal
acompañante de dichas personas, estarán sometidos solo a la jurisdicción de la Parte Contratante
de la cual sean nacionales, en lo referente a las acciones u omisiones que tengan lugar mientras se
encuentren en la Antártida con el fin de ejercer sus funciones. (ARTÍCULO 8)

El sistema de reuniones de las partes contratantes se encuentra previsto en el 9° ARTÍCULO del


Tratado Artántico: Los representantes de las Partes Contratantes, se reunirán en la ciudad de
Camberra dentro de los dos meses después de la entrada en vigencia del presente Tratado y, en
adelante, a intervalos y en los lugares apropiados, con el fin de intercambiar informaciones,
consultarse mutuamente sobre asuntos de interés común relacionados con la Antártida y formular,
considerar y recomendar a sus Gobiernos medidas para promover los principios y objetivos del
Tratado, inclusive medidas relacionadas con:
- Uso de la Antártida para fines exclusivamente pacíficos;
- Facilidades para la investigación científica en la Antártida;
- Facilidades para la cooperación científica internacional en la Antártida;
- Facilidades para el ejercicio de los derechos de inspección
- Cuestiones relacionadas con el ejercicio de la jurisdicción en la Antártida; F - Protección y
conservación de los recursos vivos de la Antártida.

Cada una de las Partes Contratantes que haya llegado a ser Parte del presente Tratado por
adhesión, conforme al artículo XIII, tendrá derecho a nombrar epresentantes que participarán de
estas reuniones, Contratante demuestre su interés en la Antártida, mediante la realización en ella de
investigaciones científicas importantes, como el establecimiento de una estación científica o el envío
de una expedición científica. (ARTÍCULO 9, 2° párrafo -> Condiciones para obtener la calidad de
Parte contratante)
(Artículo 10: irrelevante -> Cada una de las Partes Contratantes se compromete a hacer los
esfuerzos apropiados, compatibles con la Carta de las Naciones Unidas, con el fin de que nadie lleve
a cabo en la Antártida ninguna actividad contraria a los propósitos y principios del presente Tratado.)

ARTÍCULO 11: solución de controversias. En caso de surgir una controversia entre dos o más de las
Partes Contratantes, concerniente a la interpretación o a la aplicación del presente Tratado, dichas
Partes Contratantes se consultarán entre sí como el propósito de resolver la controversia por
negociación, investigación, mediación, conciliación, arbitraje, decisión judicial u otros medios
pacíficos, a su elección. Toda controversia de esa naturaleza, no resuelta por tales medios, será
referida a la Corte Internacional de Justicia, con el consentimiento, en cada caso, de todas las partes
en controversia, para su resolución; pero la falta de acuerdo para referirla a la Corte Internacional de
Justicia no dispensará a las partes en controversia de la responsabilidad de seguir buscando una
solución por cualquiera de los diversos medios pacíficos contemplados en el presente artículo.

Enmiendas al Tratado Antártico: ARTÍCULO 12.El presente Tratado podrá ser modificado o
enmendado en cualquier momento, con el consentimiento unánime de las Partes Contratantes,
cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en el artículo IX. Tal
modificación o tal enmienda entrará en vigencia cuando el Gobierno depositario haya sido notificado
por la totalidad de dichas Partes Contratantes de que las han ratificado;
Subsiguientemente, tal modificación o tal enmienda entrará en vigencia, para cualquier otra Parte
Contratante, cuando el Gobierno depositario haya recibido aviso de su ratificación. Si no se recibe
aviso de ratificación de dicha Parte Contratante dentro del plazo de 2 años, contados desde la fecha
de entrada en vigencia de la modificación o enmienda, se la considerará como habiendo dejado de
ser Parte del presente Tratado en la fecha de vencimiento de tal plazo.

Si después de expirados 30 años, contados desde la fecha de entrada en vigencia del presente
Tratado, cualquiera de las Partes Contratantes, cuyos representantes estén facultados a participar
en las reuniones previstas en el artículo IX, así lo solicita, mediante una comunicación dirigida al
Gobierno depositario, se celebrará, una Conferencia de todas las Partes Contratantes para revisar el
funcionamiento del presente Tratado;
Toda modificación o toda enmienda al presente Tratado, aprobada en tal Conferencia por la mayoría
de las Partes Contratantes en ella representadas, se comunicará a todas las Partes Contratantes por
el Gobierno depositario, inmediatamente después de finalizar la Conferencia, y entrará en vigencia
cuando el Gobierno depositario haya sido notificado por la totalidad de dichas Partes Contratantes de
que las han ratificado; Si tal modificación o tal enmienda no hubiere entrado en vigencia, dentro de
un período de 2 años, contados desde la fecha de su comunicación a todas las Partes Contratantes,
cualquiera de las Partes Contratantes podrá, en cualquier momento, después de la expiración de
dicho plazo, informar al Gobierno depositario que ha dejado de ser Parte del presente Tratado, y
dicho retiro tendrá efecto dos años después que el Gobierno depositario haya recibido esta
notificación.

Ratificación, ARTÍCULO 13: El presente Tratado estará sujeto a la ratificación por parte de los
Estados signatarios.
Quedará abierto a la adhesión de cualquier Estado que sea miembro de las Naciones Unidas, o de
cualquier otro Estado que pueda ser invitado a adherirse al Tratado con el consentimiento de todas
las Partes Contratantes cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas
en el artículo IX del Tratado.

La ratificación del presente Tratado o la adhesión al mismo será efectuada por cada Estado de
acuerdo con sus procedimientos constitucionales.

Los instrumentos de ratificación y los de adhesión serán depositados ante el Gobierno de los
Estados Unidos de América, que será el Gobierno depositario.

El Gobierno depositario informará a todos los Estados signatarios y adherentes sobre la fecha de
depósito de cada instrumento de ratificación o de adhesión y sobre la fecha de entrada en vigencia
del Tratado y de cualquier modificación o enmienda al mismo.

Una vez depositados los instrumentos de ratificación por todos los Estados signatarios, el presente
Tratado entrará en vigencia para dichos Estados y para los Estados que hayan depositado sus
instrumentos de adhesión. En lo sucesivo, el Tratado entrará en vigencia para cualquier Estado
adherente una vez que deposite su instrumento de adhesión.

Artículo 14 – Idiomas: El presente Tratado, hecho en los idiomas inglés, francés, ruso y español,
siendo cada uno de estos textos igualmente auténtico, será depositado
en los Archivos del Gobierno de los Estados Unidos de América, el que enviará copias debidamente
certificadas del mismos a los Gobiernos de los Estados signatarios y de los adherentes

Características Generales: se trata de una fórmula jurídico-política que se adopta como modus
vivendi en una jurisdicción determinada.
Fue creado con la finalidad de prevenir futuros conflictos en la zona Antártica, crear una suerte de
equilibrio. El tratado posterga las soluciones en materia territorial y mantiene el estatus quo que
existía en éste mientras el tratado se encuentre vigente.
Supuso un modo de entendimiento entre Estados Unidos y la URSS en medio de la Guerra Fría. Y
establece la Antártida como el primer continente de paz en el mundo.
Contenido: se trata de un tratado corto y claro que consta de 14 artículos. Sus principios
fundamentales son:
antártida es una zona de paz, donde está prohibida todo operación militar.
promueve la cooperación científica y la libertad de investigación.
estimula el intercambio en ciencia y técnica.
los estados reivindicante no renuncian a sus reclamos territoriales y de soberanía.
los estados no reivindica antes tampoco renuncian a su posición de reconocimiento, o no
reconocimiento, de los reclamantes.
no habrá nuevos reclamos en el Continente Antártico, mientras rija el tratado.
el continente Antártico no será depósito de desechos radiactivos.
el límite de jurisdicción fijado es el paralelo de 60° de latitud Sur. 9) impone inspecciones y control
mutuo mediante observadores. 10) el personal científico, de trabajo y acompañante, se somete la
juridicción del Estado parte al cual pertenece.
fija reuniones periódicas para formular recomendaciones a sus gobiernos tendientes a lograr los
objetivos del tratado. Establece condiciones para estar acceder a la categoría de partes consultivas.
todo conflicto que surge entre las partes Cómo se resolverá por medios pacíficos.
el tratado Antártico puede modificarse en cualquier momento, por unanimidad. Desde los 30 años de
su vigencia cumplida en 1991 puede ser modificado por la mayoría de las partes contratantes.
* vale en este extremo r que cumplida la fecha de vigencia de las 30 años ninguna de las partes
aceptó la modificación del tratado manteniéndose el régimen originario.
el tratado Antártico se encuentra abierto a la adhesión de cualquier miembro de la ONU. En este
supuesto se accede a él como parte adherente.
distingue dos categorías de Estados partes: los estados partes consultivas (con poder de decisión en
las reuniones) los estados partes adherentes.


Dinámica del tratado Antártico: reuniones consultivas.
El tratado sienta los principios generales de un régimen jurídico político, que debe ser posteriormente
desarrollado en base a las recomendaciones que adopten las partes consultivas en las reuniones
realizadas a este efecto. En este sentido se interpreta que las reuniones consultivas deben
desempeñar actividad legislativa.

Las recomendaciones aprobadas en las reuniones consultivas deben ser posteriormente ratificadas
por las partes contratantes.
Reuniones consultivas especiales: a partir de 1977 se introdujo otra modalidad que supone la
realización de reuniones consultivas especiales llamadas a tratar cuestiones trascendentales, Cómo
le fue el motivo de la primera de estas reuniones realizada en Londres para deliberar y decidir la
admisión de Polonia como parte consultiva o miembro pleno.
Existe una diferencia fundamental en cuanto a las recomendaciones adoptadas por las reuniones
consultivas especiales respecto de las ordinarias, en el sentido de que aquellas no necesitan la
ratificación de los estados partes contratantes, sino que son obligatorias y rigen por sí desde su
aprobación.
La cuestión de la explotación. La temática de los recursos vivos se introdujo en la reunión consultiva
de Wellington, Nueva Zelanda en octubre de 1972 y quedó fijada como un título a tratarse en la
próxima reunión consultiva que sería en Oslo en 1975. No obstante antes de esas Se realizaron dos
reuniones preparatorias, que demostrar las dificultades para llegar a un acuerdo en este tipo de
problemática.
Las tesituras principales respecto al régimen de explotación de los recursos vivos son 2:
las potencias pesqueras: Estados Unidos y la URSS Japón y Noruega quieren pescar sin trabas en
las aguas antárticas.
los países reclamantes de soberanía especialmente Argentina y chile se pronunció por un sistema de
conservación rigurosa.

En 1980 se le ve una resolución parcial la cual promueve la conservación de los recursos vivos
marinos pero no alcanza Establecer un régimen concreto de explotación. Se limita a enunciar una
serie de propósitos y principios genéticos, tendientes a lograr en la explotación racional que las
partes contratantes deberán cumplir.
Conforme lo señala la opinión de la cátedra la solución adoptada por la convención en Canberra
favorece la primera de las posiciones al no establecer límites concretos a la explotación.
Por su parte la cuestión tocante a los recursos no renovables es aún más conflictiva. La reunión
consultiva de Oslo de 1975 logra la aprobación de una recomendación que consagra una moratoria
limitada, es decir una postergación de la explotación hasta que se realizan los estudios científicos,
que aporten condiciones mínimas de seguridad esta futura explotación.
En esta problemática, como en la anterior, se presentan dos tendencias contrapuestas:
Los primeros que se pronuncian por la moratoria, donde sea aglutinan Estados con motivos
diferentes. Por un lado como los que rendir y que reivindican sector y en consecuencia tratan de
proteger sus derechos patrimoniales, y que al mismo tiempo no disponen de la tecnología apropiada
para esta exploración. Y la URSS que tuvo dos razones claras y lógicas para oponerse a la
explotación: primero produce y exporta petróleo y 2 desea dirigir todos los esfuerzos en materia de
explotación para lograr la primera en su vastísimo territorio.
La segunda postura agrupa los estados que Proponen la explotación mineral inmediata, que son
las potencias con tecnología apropiada y que a su vez sufren la crisis energética, viendo como
posible nueva fuente de abastecimiento de petróleo a la Antártida.
Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del medio ambiente. Análisis General del Protocolo y
de sus anexos.
El protocolo en el resultado de un proceso de negociación entre las partes consultivas, basado en el
principio indiscutible de la necesidad de protección integral del medio ambiente.
Constituye un verdadero régimen para la protección integral del medio ambiente, cubriendo todas las
actividades humanas y usos permitidos en la Antártida. Es a la vez una Codificación Ordenada de
Recomendaciones de Reuniones Consultivas y de normas de otros instrumentos del Sistema del
Tratado Antártico sobre las que existe experiencia acumulada así como de normas nuevas.
En este sentido el preámbulo señala la necesidad de incrementar la protección del medio ambiente
Antártico y de los Ecosistemas Dependiente y Asociados; a la vez la de reforzar el Sistema del
Tratado Antártico para garantizar que la Antártida sigue utilizándose siempre exclusivamente para
fines pacíficos y no se convierta en escenario u objeto de discordia internacional.
En cuanto al área de aplicación se refiere al medio ambiente Antártico Como así a los ecosistemas
dependiente y Asociados es decir, se trata de la misma que la del Tratado Antártico, así como
también a las áreas adyacentes que deben ser tenidas en cuenta para el propósito de protección del
protocolo. El ARTÍCULO 2 que menciona el objetivo y la designación, establece que "las partes se
comprometen a la protección global del medio ambiente Antártico y los ecosistemas dependientes y
Asociados y, mediante el presente protocolo, designan a la Antártida como reserva natural,
consagrada a la paz y a la ciencia". Debe sostenerse que esta expresión de reserva natural
consagrada a la ciencia, no implica dar a la Antártida el carácter de patrimonio común de la
humanidad. No obstante acoge la tendencia del derecho internacional tendiente a la
internacionalización de la Antártida.
El ARTÍCULO 3 se refiere a los principios medioambientales entre los cuales establece:
que la actividad en el área del tratado Antártico serán planificadas y realizadas de tal manera que se
limita el impacto perjudicial sobre el medio ambiente Antártico y los ecosistemas dependiente y
Asociados.
que las actividades en el área del tratado Antártico serán planificada y realizadas de tal manera que
se eviten los efectos perjudiciales sobre:
las características climáticas y meteorológicas
la calidad del agua y del aire
los cambios significativos en el medio ambiente atmosférico terrestre, incluyendo el acuático, glacial
y marino.
los cambios en la distribución, cantidad o capacidad de reproducción de las especies o poblaciones
de especies de la flora y la fauna.
la degradación o el riesgo sustancial de degradación de áreas de importancia biológica, científica,
histórica, estética o de vida Silvestre.

las actividades en el área del tratado Antártico deberán ser planificada y realizada sobre la base de
una información suficiente que permita evaluaciones previo y un juicio razonado sobre su posible
impacto en el medio ambiente Antártico y en sus ecosistemas dependiente y Asociados.
se llevará a cabo una observación regular y ética que permita la evaluación del impacto de las
actividades en curso incluyendo la verificación de los impactos previstos.
Finalmente establece el artículo 3 qué "Las actividades deberán ser planificadas y realizadas de tal
manera que se otorga prioridad a la investigación científica y se preserva el valor de la Antártida con
una zona para la realización de Tales investigaciones".
De lo establecido por el artículo cabe entender que se prevé la evaluación integral del impacto sobre
el medio ambiente el cual es considerado como un todo.
El ARTÍCULO 4 de este protocolo establece la relación del mismo con los otros componentes del
Sistema del Tratado Antártico: establece el protocolo complementar al Tratado Antártico y no lo
modificarán y enmendará. Además nada en el afecta a los derechos y obligaciones de las partes del
protocolo, derivado de los otros instrumentos internacionales en vigor dentro del Sistema del Tratado
Antártico.
Dentro de las disposiciones de interés en el Protocolo Cabe destacar:
ARTÍCULO 7 - que establece la prohibición de cualquier actividad relacionada con los recursos
minerales, salvo la investigación científica.
ARTÍCULO 11 - Comité para la Protección del Medio Ambiente: por el presente protocolo se
establece un comité para la protección del medio ambiente.
Cada parte tiene derecho a participar como miembro de este comité tiene un ver un representante
que puede estar acompañado por expertos y asesores este comité debe presentar un informe de
cada una de sus secciones a las reuniones consultivas el tratado Antártico. El informe de abarcar
todas aquellas materias consideradas durante la sesión y la que se refleje las opiniones expresadas.
El protocolo Establece en su ARTÍCULO 11 el procedimiento para la adopción de conclusiones
informe del comité. Si bien se infiere que debe ser dicha adopción por unanimidad como ocurre en
las reuniones consultivas no lo dice por lo que qué aspecto debe estar claramente cubierto en las
reglas del procedimiento del comité de modo que sus decisiones sean adoptadas exclusivamente por
su miembro que sean partes consultivas.
Según el ARTÍCULO 12 la función del comité consiste en proporcionar asesoramiento y formular
recomendaciones a las partes en relación con la aplicación del protocolo.
Al respecto si bien parece razonable y útil contar con la opinión científica y técnica tanto del comité
como de les carcoma así como de los representantes de realizaciones científicas como
medioambientales y técnicas en las sesiones del comité de protección del medio ambiente, una
interpretación amplia de esta disposición podría llevar a una participación de la referida organismos
en los debates en un mismo pie de igualdad que los representantes de los estados partes, cuando
es regla general los organismos internacionales limitara los observadores a una intervención por
sesión.
A los fines del cumplimiento del protocolo, el ARTICULO 13, establece cada parte tomará las
medidas adecuadas en el ámbito de su competencia para asegurar el cumplimiento del mismo,
inclusión de la adopción de leyes y reglamentos, actos administrativos y medidas coercitivas.
A su vez cada parte debe llevar a cabo los esfuerzos necesarios, compatibles con la carta de
Naciones Unidas, para que nadie emprenda ninguna actividad contra el protocolo en el territorio
Antártico.
De la misma manera cada parte podrá llamar la atención de todas las demás sobre cualquier
actividad que, en su opinión Cómo afecta la aplicación de los objetivos y principios de este protocolo.
Las reuniones consultivas el tratado Antártico llamarán la atención de cualquier estado que no sea
parte del protocolo sobre cualquier actividad emprendida por aquel estado, sus agencia, organismos
como personas naturales o jurídicas, buques o aeronaves y otros medios de transporte que afectan
la aplicación de los objetivos y principios del protocolo.
Fines de la inspección, el ARTÍCULO 14, con el fin de promover la protección del medio ambiente
Antártico y sus ecosistemas dependientes y Asociados y para asegurar el cumplimiento del protocolo
establece las partes consultivas el tratado Antártico tomarán medidas individual o colectivamente
para la realización de inspecciones por observadores.
Son observadores los designados por cualquier parte consultiva del tratado que serán nacionales de
esa parte y, cualquier observador designado durante las reuniones consultivas del tratado Antártico
para realizar inspecciones según los procedimientos que se establezcan.
Otro de los aspectos relevantes del protocolo es el procedimiento para la solución de controversias,
el cual resulta más elevado que el tratado Antártico y lleva a las partes a la aceptación de una
jurisdicción obligatoria qué es la del tribunal arbitral el cual no tiene, sin embargo, competencia en los
asuntos relativos al artículo 4 del tratado Antártico.
El ARTÍCULO 18 relativo a la solución de controversias establece que en cualquier controversia que
se refiera a la interpretación o aplicación del protocolo las partes deben consultarse entre sí a través
de los medios pacíficos que las mismas acordaren.
El ARTÍCULO 19 Establece que al momento de firmar, ratificar com aceptar como aprobar o
adherirse este protocolo, o en cualquier momento posterior, pueden elegir, mediante declaración
escrita, uno uno de los siguientes medios para la solución de controversias relacionadas con la
interpretación o aplicación de los artículo 7 relacionada con la actividad sobre recursos mineros, 8
relativa a la evaluación del impacto ambiental y 15 sobre la respuesta en caso de emergencia.
Estos medios son la Corte Internacional de Justicia o el Tribunal Arbitral.
Cuando una parte nos ha formulado una declaración acogiendo alguno de estos medios o bien
cuando su declaración ha dejado de tener vigor, se entiende que aceptado la competencia del
tribunal arbitral.

Si las partes de una controversia han aceptado el mismo medio para la solución de controversias, la
controversia sólo puede ser sometida ese procedimiento salvo que las partes acuerden lo contrario.
Si las partes no han aceptado el mismo medio para la solución de controversias o si ambas han
afectado a los medios como la controversia sólo puede ser sometido al tribunal arbitral, salvo que las
partes acuerden lo contrario.
Con arreglo al procedimiento para la solución de controversias previsto por el artículo 20 como si las
partes de una controversia no han acordado el medio para resolverla en un plazo de 12 meses
después de la solicitud de consulta, la controversia será remitida, a solicitud de cualquiera de las
partes en la controversia, para que sea resuelto de conformidad con el procedimiento determinado
por el artículo 19, elegir que en caso de no haber optado por el mismo medio la resolución está en
manos del tribunal arbitral.

El tribunal arbitral no tendrá competencia para decidir o emitir laudo sobre ningún asunto dentro del
ámbito del artículo 4 del tratado Antártico.

El APÉNDICE del Protocolo se refiere al arbitraje el cual establece la Constitución el funcionamiento
el tribunal arbitral. En él se fija el derecho de las partes a Designar hasta tres árbitros, cuyo nombre
constituirán una lista de arbitraje y donde las partes deben mantener en todo momento el nombre de
por lo menos un árbitro en la lista.
Ante una controversia el tribunal arbitral estará formado por tres árbitros que serán designados uno
por la parte en controversia que inicia el proceso, que podrá ser de su misma nacionalidad; el
segundo por la otra parte en la controversia y finalmente un tercero designado en común acuerdo
por las partes en la controversia. Este último árbitro no podrá ser de la misma nacionalidad de
ninguna de las partes y será quien presidirá el tribunal arbitral.
El protocolo Establece en cualquier parte crea tener interés jurídico general o particular, que pudiera
ser afectado de manera sustancial por el laudo del tribunal arbitral puede intervenir en el proceso,
salvo que el tribunal arbitral decida lo contrario.
Si una de las partes en la controversia no comparece ante el tribunal arbitral o sea viene de defender
su caso como cualquier otra parte en la controversia podrá solicitar al tribunal arbitral que continúa el
curso del proceso y te dicte laudo.
El tribunal arbitral decidirá sobre la base del protocolo y de otras normas y principios de derecho
internacional aplicable que no sean incompatibles con este protocolo todas las controversias que le
sean sometidas. Podrá decidir ex aequo et bono sobre las controversias que le sean sometidas si las
partes en la controversia así lo convinieran.
Los laudos que produce el tribunal arbitral serán definitivos y obligatorios para las partes en la
controversia y para toda parte que es intervenido en el proceso y deberá ser cumplido sin dilación.
Los laudos sólo serán obligatorios respecto del caso particular.
Los últimos artículos del protocolo se refieren:
21: FIRMA - Establece que el protocolo quedará abierto a la firma de cualquier estado que sea parte
contratante del tratado Antártico.
22: RATIFICACIÓN/ ACEPTACIÓN/ APROBACIÓN o ADHESIÓN - el protocolo que ha sometido a la
ratificación, aceptación aprobación de los estados signatarios, con posterioridad a octubre de 1992
el protocolo está abierto a la adhesión de cualquier estado que sea parte contratante del tratado
Antártico 24 - RESERVAS: no se permiten reservas al protocolo.
25 - MODIFICACIÓN o ENMIENDA. El protocolo puede ser enmendado en cualquier momento Con
arreglo al procedimiento establecido por el artículo 12 del tratado Antártico el cual exige que en este
momento el consentimiento sea unánime de las partes contratantes el tratado.
Luego de los 50 años después de la fecha de entrada en vigor del protocolo como cualquiera de las
partes consultivas del tratado Antártico y así lo solicitará se celebrará una conferencia a la mayor
brevedad posible a los fines de revisar la aplicación del protocolo.
Toda modificación o enmienda propuesta en una conferencia de revisión solicitada conforme a lo
establecido anteriormente se adoptará por la mayoría de las partes incluyendo las tres cuartas partes
de los estados que eran partes consultivas el tratado Antártico en el momento de la adopción del
protocolo.

Es interesante destacar que el mismo artículo 25 resguarda la protección de la Norma del artículo 7
sobre la prohibición de las actividades que se refieren a los recursos minerales la cual continuará
salvo que esté en vigor un régimen jurídicamente obligatorio sobre las actividades relativas a los
recursos minerales antárticos que incluso modalidades acordadas para determinar si dichas
actividades podrían aceptarse y, si así fuera, en qué condiciones.
Además el apéndice del protocolo que se refiere al tribunal arbitral este cuenta con distintos anexos:
El primero de ellos se refiere la evaluación del impacto sobre el medio ambiente
El segundo se refiere a la conservación de la fauna y la flora antártica.
En líneas generales el anexo prohíbe la toma cualquier intromisión perjudicial sobre la fauna y la
flora nativa salvo que se cuente con un autorización a tales efectos.
Estás autorizaciones deberán especificar la actividad autorizada y se otorgarán solo cuándo
permiten proporcionar especímenes para estudios científicos información científica, para museo
herbario jardines zoológicos o botánicos.
Establece además que no se introducirá en tierra ni las plataformas de hielo en el agua en la zona
del tratado Antártico en ninguna especie animal o vegetal que no se autóctona de la zona del tratado
Antártico.
Especialmente perros en tierra ni en las plataformas de hielo junto con establecer que los perros que
se encontraron ya en la zona deberían ser retirados de esas.
El anexo cuenta con un apéndice que se refiere a las especies especialmente protegidas entre las
cuales se encuentran las focas peleteras y la foca de Ross.
Establece que si pueden ser introducidos al área del tratado Antártico las plantas domésticas y
animales y plantas de laboratorio, incluyendo virus o una bacteria, levaduras y hongos de
conformidad con las autorizaciones concedidas.
El apéndice prohíbe introducir aves de corral y otras aves vivas en él la zona del tratado Antártico.
Además debe evitarse en la mejor medida posible, la introducción de tierra no estéril.
El tercero a la eliminación y el tratamiento de residuos.
La primera parte de este anexo refiere a las obligaciones generales que las partes del Tratado
antártico asumen frente a la eliminación y tratamiento de residuos. En este sentido, “se reducirá, en
la medida de lo posible, la cantidad de residuos producidos o eliminados en el área del Tratado
Antártico, con el fin de minimizar su repercusión en el medio ambiente antártico y de minimizar las
interferencias con los valores naturales de la Antártica, con la investigación científica o con los otros
usos de la Antártica que sean compatibles con el Tratado Antártico.”
A demás, “los residuos removidos del área del Tratado Antártico serán devueltos al país desde
donde se organizaron las actividades que generaron los residuos o a cualquier otro país donde se
hayan alcanzado entendimientos para la eliminación de dichos residuos de conformidad con los
acuerdos internacionales pertinentes”
Serán removidos por los generadores de dichos residuos:
los materiales radioactivos;
las baterías eléctricas;
los combustibles, tanto líquidos como sólidos;
los residuos que contengan niveles peligrosos de metales pesados o compuestos persistentes
altamente tóxicos o nocivos;
todos los demás residuos plásticos, excepto los recipientes de polietileno de baja densidad (como las
bolsas para almacenamiento de residuos);
los bidones y tambores para combustible,
otros residuos sólidos, incombustibles;

También deben ser removidos por su generador, los residuos: Los residuos líquidos no incluidos en
el párrafo anterior, las aguas residuales y los residuos líquidos domésticos.
Por último seguirán la misma suerte, a menos que sean incinerados, tratados en autoclave o
esterilizados de cualquier otra manera:
residuos de despojos de los animales importados,
cultivos de laboratorio de microorganismos y plantas patógenas,
productos avícolas introducidos.

ELIMINACIÓN DE RESIDUOS POR INCINERACIÓN: procedimiento por el cual se eliminarán los


residuos combustibles, procurándose que se reduzca de la mayor manera posible las emanaciones
peligrosas. Deberá abandonarse toda incineración al aire libre.
OTROS TIPOS DE ELIMINACIÓN DE RESIDUOS EN TIERRA: Los residuos no eliminados o
removidos por los generadores de éstos, o bien por mecanismos de incineración NO serán
depositados en áreas libres de hielo o en sistemas de agua dulce.
En la mayor medida posible, las aguas residuales, los residuos líquidos domésticos y otros residuos
líquidos no removidos del área del Tratado Antártico, no serán depositados en el hielo marino, en
plataformas de hielo o en la capa de hielo terrestre.

Los residuos generados en campamentos de base serán retirados, en la mayor medida posible, por
los generadores de tales residuos y llevados a estaciones de apoyo, o a buques para su eliminación.

ELIMINACIÓN DE RESIIDUOS EN EL MAR: Las aguas residuales y los residuos líquidos


domésticos podrán descargarse directamente en el mar, tomando en consideración la capacidad de
asimilación del medio marino receptor y siempre que dicha descarga se realice, si es posible, allí
donde existan condiciones para su dilución inicial y su rápida dispersión..
ALMACENAMIENTO DE RESIDUOS: Todos los residuos que vayan a ser retirados del área del
Tratado Antártico o eliminados de cualquier otra forma deberán almacenarse de manera tal que se
impida su dispersión en el medio ambiente.
PRODUCTOS PROHIBIDOS:Ni en tierra, ni en las plataformas de hielo, ni en el agua, no se
introducirán en el área del Tratado Antártico PCB, tierra no estéril, gránulos o virutas de poliestireno
o pesticidas.

PLANIFICACIÓN DEL TRATAMIENTO DE RESIDUOS: Cada Parte que realice actividades en el


área del Tratado Antártico deberá establecer, un sistema de clasificación de la eliminación de los
residuos.
Con el fin de reducir aún más el impacto de los residuos en el medio ambiente antártico, cada Parte
preparará, revisará y actualizará anualmente sus planes de tratamiento de residuos.

El cuarto a la prevención de la contaminación marina.


ÁMBITO DE APLICACIÓN: Este Anexo se aplica, con respecto a cada Parte, a los buques con
derecho a enarbolar su pabellón y a cualquier otro buque que participe en sus operaciones
antárticas o las apoye en el área del Tratado Antártico.

DESCARGA DE HIDROCARBUROS PETROLÍFEROS


Cualquier descarga en el mar de hidrocarburos petrolíferos o mezclas petrolíferas estará prohibida.
Mientras estén operando en el área del
Tratado Antártico, los buques retendrán a bordo los fangos, lastres contaminados, aguas de lavado
de tanques y cualquier otro residuo y mezcla petrolíferos que no puedan descargarse en el mar.
Los buques sólo descargarán dichos residuos en instalaciones de recepción situadas fuera del área
del Tratado Antártico

Este Artículo no se aplicará:


a) A la descarga en el mar de hidrocarburos petrolíferos o de mezclas petrolíferas resultantes de
averías sufridas por un buque o por sus equipos:
siempre que después de producirse la avería o de descubrirse la descarga se hayan tomado todas
las precauciones razonables para prevenir o reducir a un mínimo tal descarga; y
salvo que el propietario o el Capitán haya actuado ya sea con la intención de causar la avería o con
imprudencia temeraria y a sabiendas de que era muy probable que se produjera la avería; o
b) a la descarga en el mar de sustancias que contengan hidrocarburos petrolíferos cuando sean
empleados para combatir casos concretos de contaminación a fin de reducir los daños resultantes de
tal contaminación.

DESCARGA DE SUSTANCIAS NOCIVAS LIQUIDAS: Estará prohibida la descarga en el mar de


cualquier sustancia nociva líquida; asimismo, la de cualquier otra sustancia química o de otras
sustancias, en cantidades o concentraciones perjudiciales para el medio marino.
ELIMINACIÓN DE BASURAS:
Estará prohibida la eliminación en el mar de cualquier material plástico
Estará prohibida la eliminación en el mar de cualquier otro tipo de basura, incluidos los productos de
papel, trapos, vidrios, metales, botellas, loza doméstica, ceniza de incineración, material de estiba,
envoltorios y material de embalaje.
Podrán ser eliminados en el mar los restos de comida siempre que se hayan triturado o molido tan
lejos como sea prácticamente posible de la tierra y de las plataformas de hielo y en ningún caso a
menos de 12 millas náuticas de tierra o de las plataformas de hielo más cercanas.

DESCARGA DE AGUAS RESIDUALES:


Excepto cuando perjudiquen indebidamente las operaciones antárticas:
las Partes suprimirán toda descarga en el mar de aguas residuales sin tratar dentro de las 12 millas
náuticas de tierra o de las plataformas de hielo;
más allá de esa distancia, las aguas residuales almacenadas en un depósito no se descargarán
instantáneamente, sino a un régimen moderado

SITUACIONES DE EMERGENCIA Este Anexo no se aplicarán en situaciones de emergencia


relativas a la seguridad de un buque y a la de las personas a bordo, ni en caso de salvamento de
vidas en el mar.

EFECTO SOBRE ECOSISTEMAS DEPENDIENTES Y ASOCIADOS: En la aplicación de las


disposiciones de este Anexo se presentará la debida consideración a la necesidad de evitar los
efectos perjudiciales en los ecosistemas de pendientes y asociados, fuera del área del Tratado
Antártico.

CAPACIDAD DE RETENCIÓN DE LOS BUQUES E INSTALACIONES


DE RECEPCIÓN: Las Partes tomarán todas las medidas necesarias para asegurar que todos los
buques con derecho a enarbolar su pabellón y cualquier otro buque que participe en sus operaciones
antárticas o las apoye, antes de entrar en el área del Tratado Antártico, estén provistos de un tanque
o tanques con suficiente capacidad para la retención.

INMUNIDAD SOBERANA
El presente Anexo no se aplicará a los buques de guerra ni a las unidades navales auxiliares, ni a los
buques que, siendo propiedad de un Estado o estando a su servicio, sólo le presten en ese momento
servicios gubernamentales de carácter no comercial. No obstante, cada Parte asegurará mediante la
adopción de medidas oportunas que tales buques de su propiedad o a su servicio actúen de manera
compatible con este Anexo, sin que ello perjudique las operaciones o la capacidad operativa de
dichos buques.
El procedimiento de solución de controversias establecido en los Artículos 18 a 20 del Protocolo no
será aplicable a este Artículo.

Y el quinto a la protección y gestión de zonas.


OBJETIVOS: Para los fines establecidos en el presente Anexo, cualquier zona, incluyendo una zona
marina, podrá designarse como Zona Antártica Especialmente Protegida o como Zona Antártica
Especialmente Administrada. En dichas Zonas las actividades se prohibirán, se restringirán o se
administrarán en conformidad con los Planes de Gestión adoptados según las disposiciones del
presente Anexo.

ZONAS ANTÁRTICAS ESPECIALMENTE PROTEGIDAS: Cualquier zona, incluyendo las zonas


marinas, puede ser designada como Zona Antártica Especialmente Protegida a fin de proteger
sobresalientes valores científicos, estéticos, históricos o naturales, cualquier combinación de estos
valores, o las investigaciones científicas en curso o previstas.

Las Partes procurarán identificar, con un criterio ambiental y geográfico sistemático, e incluir entre
las Zonas Antárticas Especialmente Protegidas:
las zonas que han permanecido libres de toda interferencia humana
los ejemplos representativos de los principales ecosistemas terrestres, incluidos glaciales y
acuáticos, y marinos;
las zonas con conjuntos importantes o inhabituales de especies, entre ellos las principales colonias
de reproducción de aves y mamíferos indígenas;
la localidad tipo o el único hábitat conocido de cualquier especie;
las zonas de especial interés para las investigaciones científicas;
las zonas de excepcional valor estético o natural;
los sitios o monumentos de reconocido valor histórico;
cualquier otra zona en donde convenga proteger los valores expuestos

Quedará terminantemente prohibido ingresar en una Zona Antártica Especialmente Protegida, salvo
en conformidad con un permiso expedido

ZONAS ANTÁRTICAS ESPECIALMENTE ADMINISTRADAS: Cualquier zona, inclusive las zonas


marinas, en que se lleven a cabo actividades o puedan llevarse a cabo en el futuro, podrá designarse
como Zona Antártica Especialmente Administrada para coadyuvar al planeamiento y la coordinación
de las actividades, evitar los posibles conflictos, mejorar la cooperación entre las Partes y reducir al
mínimo los impactos ambientales.

Las Zonas Antárticas Especialmente Administradas pueden comprender:


las zonas donde las actividades corran el riesgo de crear interferencias mutuas o impactos
ambientales acumulativos;
los sitios o monumentos de reconocido valor histórico.

No se requerirá un permiso para ingresar en una Zona Antártica Especialmente Administrada.

Una Zona Antártica Especialmente Administrada puede comprender una o varias Zonas Antárticas
Especialmente Protegidas, a las que queda prohibido ingresar.

PLANES DE GESTIÓN: Cualquier Parte, el Comité, el Comité Científico de Investigación Antártica o


la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos pueden proponer que se
designe una zona como Zona Antártica Especialmente Protegida o como Zona Antártica
Especialmente Administrada, presentando un proyecto de Plan de Gestión a la Reunión Consultiva
del Tratado Antártico

PERMISOS: Cada Parte designará una autoridad competente que expedirá los permisos que
autoricen ingresar y emprender actividades en una Zona Antártica Especialmente Protegida en
conformidad con las disposiciones del Plan de Gestión relativo a dicha zona.

SITIOS Y MONUMENTOS HISTÓRICOS: Los sitios o monumentos de reconocido valor histórico que
se hayan designado como Zonas Antárticas Especialmente Protegidas o como Zonas Antárticas
Especialmente Administradas, o que estén situados en tales zonas, deberán clasificarse como Sitios
y Monumentos Históricos.

Los Sitios y Monumentos Históricos no deberán dañarse, trasladarse ni destruirse.

Actividad Científica Argentina: Intereses y objetivos.


La República Argentina comenzó sus investigaciones en la región antártica en su base de La Isla
Laurie, del grupo de las Orcadas del Sur, a partir de 1904 se realizaron de manera permanente
observaciones meteorológicas y luego geomagnética.
En una primera etapa de los estudios en los campos de las ciencias atmosféricas, oceanográfica, de
la glaciología, geológicas así como el reconocimiento del interior de las tierras, costas y fondos
marinos, se desarrollaron en buena parte con aporte de las fuerzas armadas argentinas. Una vez
establecido el Sistema del Tratado Antártico debieron tenerse en cuenta las pautas que fueron
siendo adoptadas dentro de dicho sistema para la investigación científica y la coordinación
internacional para ese fin y, en particular, y los lineamientos establecidos para tal actividad, a través
de los años, por el Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR).
Existen numerosos intentos de materializar de manera orgánica y permanente la política científica
Argentina en la Antártida. Entre esos el proyecto del Plan Científico Tecnológico Antártico para el
período 1991-2001 en el que se fijaron los siguientes objetivos:
conocimiento de los recursos minerales y pesqueros;
conocimiento del medio ambiente en miras a su protección;
desarrollo de tecnología específicamente antártica, haciendo hincapié en la utilización de las
facilidades nacionales y en la coordinación con países extranjeros.
Durante la preparación del programa se tuvieron en cuenta los borradores del que fuera
posteriormente el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, firmado en
Madrid en 1991, que es ley de la nación bajo el número 24216, desde julio del 93.
El protocolo de Madrid fija líneas claras de conservación y protección del medio ambiente que
podrían, en parte, llegar a afectar el desenvolvimiento de las actividades científicas y logística
argentinas en la Antártida.
Los programas de investigación científica tienen especialmente en cuenta la protección del medio
ambiente Antártico que es de interés nacional, al propio tiempo que revelan la decidida voluntad de
llevar adelante la obtención del mayor conocimiento que se pueda lograr, conforme a los medios
disponibles como el suelo, del mar y el aire, así como de los recursos naturales, dentro del sector
Antártico argentino.

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