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MISIÓN Y VISIÓN

DE LA UNIVERSIDAD
FASTA

VERSIÓN X
MES-AÑO
Contenido

A. Misión de la Universidad FASTA .......................................................................................... 3


1. La formación...................................................................................................................... 3
2. El Humanismo Cristiano .................................................................................................... 4
B. Visión de la Universidad FASTA ........................................................................................... 5
1. La comunidad .................................................................................................................... 5
2. El compromiso ................................................................................................................... 6
3. Los protagonistas .............................................................................................................. 7
4. Un futuro fundado en la Esperanza .................................................................................. 7

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A. Misión de la Universidad FASTA
«Formamos desde el humanismo cristiano»

1. La formación
La palabra «formar», según la Real Academia Española, significa dar forma a algo. La formación
es un proceso que involucra la totalidad de la persona humana, dándole forma en orden a la
formulación de un proyecto de vida.

Antes de avanzar en el desarrollo de este concepto,


es importante destacar que hablar de formación
supone el concepto de «persona humana»1. Como
nos dice el P. Fosbery en La Cultura Católica, el
hombre está inserto en la naturaleza, pero es más
que «naturaleza», ya que imprime con todos los
actos humanos ejercidos sobre ella, el sello racional
de su espíritu y su libertad; y desde allí, obra sobre
sí mismo, buscando ordenar su vida a la
trascendencia2.

Surge, entonces, la necesidad de considerar que todas las dimensiones humanas conforman a
la persona, no como una sumatoria de partes, sino como una unidad sustancial.

Es por ello, que hablar de formación implica el adjetivo «integral», porque necesariamente el
proceso de formación implica dar forma a todas esas dimensiones de la persona humana. De
acuerdo a esto, tres son los requerimientos que sustentan el proyecto personal de formación:

1. regular las tendencias orgánico-instintivas de la propia estructura psicosomática;


2. regular la vida moral-espiritual, por el cultivo de la vida virtuosa;
3. sacralizar la vida por la conversión cotidiana a Dios3.

De este modo, la formación integral parte de la idea de desarrollar, equilibrada y


armónicamente, diversas dimensiones del sujeto que lo lleven a formarse en lo intelectual, lo
actitudinal, lo social y lo profesional. Es decir, la Universidad deberá propiciar que los
estudiantes desarrollen procesos educativos informativos y formativos. Los primeros se darán
cuenta de marcos culturales, académicos y disciplinarios, que en el caso de la educación
superior se traducen en los elementos teórico-conceptuales y metodológicos que rodean a un
objeto disciplinar. Los formativos se refieren al desarrollo de habilidades y a la integración de
valores expresados en actitudes. Como dice García Hoz, «el hombre íntegro no es un

1
Como enseña Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (I, 29, a. 1,c.): la persona es una sustancia
individual de naturaleza racional
2
Cfr. Fosbery, Aníbal. La Cultura Católica, Buenos Aires: Tierra Media, 1999, cap. 13, pág. 295.
3
Cfr. Fosbery, Aníbal, La formación en FASTA, Cuadernillo para el VI Seminario de Formación
Humanística, Mar del Plata: Universidad FASTA, 2005, pág. 4.

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conglomerado de actividades diversas, sino un ser capaz de poner su propio sello personal en
las diversas manifestaciones de su vida»4

2. El Humanismo Cristiano

En cuanto al concepto de humanismo cristiano, la Universidad Fasta tiene por fin no sólo
informar y capacitar en lo profesional, sino fundamentalmente formar hombres de cultura que
sepan armonizar la razón científica con la razón filosófica y teológica, que les permita ser
profesionales de alta competencia en los dominios del saber científico con sólidas convicciones
éticas y con una cosmovisión trascendente de la vida. Personas que puedan integrar la Fe y la
razón en la unidad del saber cuya verdad se refiere al «ser» del hombre, y sea capaz de iluminar
la praxis profesional hacia la realización de los auténticos valores humanos5.

Esta tarea le compete de manera especial como universidad católica puesto que el humanismo
que ella debe trasmitir tiene un fundamento: el modelo de hombre plasmado por Dios en Cristo.
De forma tal que el estudio de la naturaleza humana como obra de Dios y del hombre desde la
Revelación le permite elaborar un concepto propio de lo humano y contribuir a una
humanización del mundo.

Como afirma Juan Pablo II en Ex Corde Eclessiae:

«Es un honor y una responsabilidad de la Universidad Católica consagrarse sin


reservas a la causa de la Verdad. Es esta su manera de servir, al mismo tiempo,
a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia, que tiene la íntima
convicción de que la verdad es su verdadera aliada y que el saber y la razón
son fieles servidores de la fe.... Por una especie de humanismo universal se
dedica a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad en sus relaciones
esenciales con su relación suprema, que es Dios.... La Universidad Católica está
llamada a explorar audazmente las riquezas de la Revelación y de la
naturaleza, para que el esfuerzo conjunto de la inteligencia y la fe permita a
los hombres alcanzar la medida plena de su humanidad creada a imagen y
semejanza de Dios.»6

Por esto la Universidad F.A.S.T.A., respondiendo a su misión, asume la responsabilidad de


transmitir esta verdad sobre el hombre y sobre Dios7, para que todos los miembros de la
comunidad universitaria puedan imprimir en todos sus actos el sello de su espíritu ordenando

4
García Hoz, Víctor, Educación personalizada, Madrid: Rialph, 1995.
5
De Brito, G. El porque de los estudios Humanistas en la Universidad, Universidad F.A.S.T.A., Sede San
Carlos de Bariloche
6
Juan Pablo II, Constitución Apostólica sobre las universidades católicas Ex Corde Eclessia, 15/08/1990,
nº. 4 y ss.
7
Ramos Alejandro, «La formación humana y cristiana en la Universidad F.A.S.T.A.» (ver Anexo V de este
documento). 8 Cfr. Fosbery, Aníbal, op. cit., cap. XIV, pág. 316-317.

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todo su accionar a la perfección. De este modo, estarán enriqueciendo el tesoro que hemos
heredado de la Iglesia y que llamamos Cultura Católica.

B. Visión de la Universidad FASTA


«Ser una comunidad comprometida en la formación de protagonistas de
un futuro fundado en la esperanza»

1. La comunidad
La formulación de la Visión presenta como primer concepto fuerte el de «comunidad». Según el
Diccionario de la Real Academia Española, el término se refiere a un conjunto de personas
vinculadas por características o intereses comunes; pero quienes formamos parte de una
comunidad sabemos que es mucho más que eso; es atender a la naturaleza social del hombre
que exige un vínculo mucho más profundo con sus hermanos, basado en la dignidad y la
promoción de la persona humana.

El Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes explica:

«(...) la comunidad entre las personas exige un recíproco respeto a la plenitud


de su dignidad espiritual. Comunidad interpersonal, que recibe en su
promoción un gran auxilio de la Revelación cristiana, la cual nos conduce al
mismo tiempo a profundizar más y más en las leyes que regulan la vida social,
que el Creador grabó en la naturaleza espiritual y moral del hombre mismo.
«De la índole social del hombre se deduce claramente que la perfección de la
persona humana y el incremento de la misma sociedad son mutuamente
interdependientes. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las
instituciones sociales es y debe ser la persona humana, puesto que por su
propia naturaleza tiene absoluta necesidad de la vida social. Al no ser la vida
social algo externo añadido al hombre, el hombre crece en todas sus dotes y
puede responder a su vocación en sus relaciones con los demás, en los mutuos
deberes y en el diálogo con los hermanos»8

Podemos especificar el concepto de «comunidad» si lo circunscribimos al ámbito universitario,


porque entonces adquiere la particularidad que le imprime su misión específica: descubrir y
comunicar la verdad. Su crecimiento y la vida de sus miembros están signados por el amor
común a la verdad y el trato íntimo en esta labor conjunta9. En este punto, resulta fundamental
atender a la definición de la Universidad que da S.S. Pablo VI y que cita nuestro estatuto: «como

8
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, Documentos del Concilio Vaticano II.
Biblioteca Electrónica Cristiana (www.multimedios.org), cap. II: «La comunidad humana».
9
Derisi, Octavio N., Naturaleza y vida de la Universidad, Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1969.

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una comunidad de personas distintas en la experiencia y en las funciones, iguales en la
dignidad, comprometidas en la formación científica y en la formación integral del hombre,
para lo cual buscan inspiración en la luz de la verdad revelada»10

Así, llegamos a la característica distintiva de nuestra comunidad universitaria: el empeño en la


búsqueda y la transmisión de la verdad, con un estilo fuertemente definido forjado en la
adquisición de hábitos de estudio, de honestidad intelectual, de coherencia entre pensamiento,
palabra y obras11

2. El compromiso
En cuanto al concepto de «compromiso», podemos observar que el diccionario lo define como
una obligación contraída o una palabra dada. Una vez más, debemos elevar nuestra mirada y
enriquecer esta definición tan escueta.

El término «compromiso» implica sentirse parte de algo y establecer con ello una relación de
obligación que parte de una actitud interior, más allá de que sea exigida desde afuera o no. Por
ello, decimos que «el punto de partida del compromiso es, pues, una iniciativa personal fruto
del conocimiento y de la deliberación, y que se instala en el nivel de la conciencia, que se
transforma, entonces, en la primera instancia moral del compromiso. El compromiso es un acto
prudencial deliberado y libre, de cuya consecución juzga, en primer lugar, nuestra conciencia»12.

De esta forma, cuando uno libremente se compromete, inmediatamente renuncia a otra cosa
para poner su inteligencia y voluntad al servicio de aquello con lo que se ha comprometido. Por
eso, podemos decir que el compromiso nos remite indefectiblemente a una actitud de servicio
permanente. Ahora, en este caso, cabe preguntarse quién será el receptor de esta actitud.

En consonancia con la idea de comunidad, la Universidad se pondrá al servicio de la persona


humana, tanto en su dimensión individual (bien personal) como social (bien común), y en ello,
contraerá la obligación de poner todos sus recursos y esfuerzos en función de ella13.

Con respecto a esto, el primer rector de la Universidad decía en uno de sus discursos:

«...No hay compromiso universitario verdadero sin respuestas ajustadas a nuestro tiempo
(...)». Y más adelante citaba al Dr. Héctor Padrón: «su iniciativa fundacional [la de la

10
Estatuto de la Universidad FASTA, tít. 1, cap. A, art. 2.
11
Como dice nuestro Estatuto (tit. I, cap. A, art. 4, inciso 1: «La Universidad F.A.S.T.A» es una comunidad
de profesores, alumnos y colaboradores empeñados en la búsqueda de la verdad a través de: la
formación humana integral (...), la investigación (...) y la enseñanza del saber teórico, práctico, artístico y
técnico, para el recto ejercicio de la profesión».
12
Fobery, Aníbal, Vocación y compromiso en FASTA, Buenos Aires: Aquinas, 2004, pág. 9 y 10.
13
Como dice nuestro Estatuto (tit. I, cap. A, art. 4, inciso 3: «Consciente de su situación histórico-
geográfica, la Universidad
F.A.S.T.A. aspira a convertirse en ámbito de respuestas universitarias a las necesidades del desarrollo,
atendiendo a los requerimientos de sus zonas de influencia (...). En tal sentido considera un deber
fomentar mediante la extensión universitaria el acceso a la cultura, de tal modo que posibilite a
sectores cada vez más amplios de la comunidad «ser más» en el gozo de su autorrealización»

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Universidad] es privada pero su vocación de servicio es pública, en la medida en que
discierne y coopera en el bien común de los argentinos a través de aquellos modos de ser
que le son propios: la vida académica, las actividades científicas, tecnológicas, culturales,
que promueven los frutos históricos que traducen creativamente nuestra raíz hispano-
cristiana. La Universidad F.A.S.T.A. puede y debe responder al hombre y a la cultura...»14.

3. Los protagonistas
El siguiente término es «protagonistas». Según el Diccionario de la Real Academia Española, el
protagonista es aquella persona que, en un suceso cualquiera, desempeñan un papel principal.
Y esto es justamente a lo que aspiramos: que los miembros de la comunidad universitaria,
cualquiera sea el ámbito en el que se inserten,
logren destacarse no sólo por sus
conocimientos científico-técnicos sino también
por el compromiso ético (respeto a la dignidad
de la persona) con el que ejerzan su profesión,
en consonancia con el llamado de la Iglesia. Si
esta aspiración se concretara, seríamos
considerados verdaderos referentes en la
sociedad y reconocidos como líderes,
entendiendo como liderazgo la puesta en
práctica por parte de toda la comunidad de
esta doble dimensión del ejercicio profesional.

Otros conceptos vienen aparejados, entonces, con la idea de protagonismo: liderazgo, calidad,
excelencia, ser referentes... Todos ellos remiten al anhelo de formar a nuestros graduados como
personas capaces de participar de los grandes debates culturales contemporáneos,
comprometidos éticamente con el bien común de la sociedad en la que se insertan.

4. Un futuro fundado en la Esperanza


Por último, la expresión «futuro fundado en la esperanza» nos impulsa en una dirección común
tensionando nuestras fuerzas en el logro de un objetivo compartido. El futuro está planteado
como el tiempo de las posibilidades, de los anhelos y de los desafíos. Pensar en el futuro nos
permite vislumbrar o imaginar cómo queremos ser.

Pero esta visión no sólo se proyecta hacia un futuro, sino que explicita cómo debe ser ese futuro
imaginado a través de la expresión «fundado en la esperanza».

La esperanza es una virtud teologal infundida por Dios en el hombre y consiste en una especie
de proyección del deseo que se esclarece a partir de las características del bien hacia el cual se
lanza: por la esperanza, se espera un bien que no se posee y el ánimo se tensa hacia el futuro,

14
Catalano, Juan Carlos. «Discurso de asunción de un nuevo período rectoral», 12/04/1996

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sufriendo de ausencia y de carencia, pero pregustando la posesión. Este lanzarse en la búsqueda
de un bien arduo implica esfuerzo de realización, coraje, fortaleza, y grandeza de ánimo de
quien se empeña en el cumplimiento de un destino apetecible, de quien asume la vida como
una vocación.

Esta virtud tiene dos dimensiones: la sobrenatural y la natural. El objeto de la esperanza


sobrenatural es la Vida Eterna, así como los medios para alcanzarla. Dios nos infunde la
esperanza de llegar, cuando Él lo disponga, a la Felicidad eterna y es Él quien nos ayuda a
encontrar los medios para ello; en cambio, la esperanza natural es aquella que se dirige a bienes
posibles en la vida terrena: en ese caso, el bien común de la sociedad en la cual la Universidad
se inserta.

Ahora bien,

¿Qué relación podemos establecer entre la dimensión sobrenatural y la dimensión natural


de nuestra esperanza?, ¿es posible esperar con esperanza teologal el futuro de nuestra
sociedad?

Sin duda, en orden a Dios y a la Bienaventuranza eterna, podemos esperar muchas cosas, que
por relación a la meta última y suprema, son, de algún modo, medios para llegar a ella. Dice
Santo Tomás: podemos esperar de Dios todo aquello que podemos pedirle en la oración.

¿No rezamos acaso por nuestra Patria? Luego, debemos esperar en ella, por ella; debemos
esperar un bien. De modo que sería legítimo desde esta perspectiva para un cristiano esperar
con esperanza teologal el bien de la sociedad, de la Patria a la que pertenece. De esta forma, la
esperanza teologal, la esperanza en el gran Bien de la Vida Eterna asume bajo su influjo,
comunica su fuerza a todas las legítimas esperanzas humanas y, entre ellas, está esta legítima y
obligatoria esperanza por el futuro de la Patria15.

En este punto, es importante reflexionar


cómo puede la comunidad universitaria
pensar y construir un futuro que brinde
esperanza en relación a los desafíos de la
actualidad, con la mirada puesta en Dios.
Para ello, como hombres y mujeres de
cultura que pertenecen a la Iglesia y deben
ser el fermento de la esperanza que la
sociedad de hoy reclama, podemos vernos
reflejados en las palabras de nuestro
querido Juan Pablo II:

15
Cfr. Mons. Aguer, Héctor. «La esperanza de una argentina posible» (Conferencia dictada en la
Universidad FASTA, 2002) en Boletín de Cultura Católica, Mar del Plata: Universidad FASTA, 2004.

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«Pero aún se levantan barreras enormes entre las esperanzas de justicia y sus realizaciones,
entre la opulencia y la miseria, mientras que las rivalidades renacen desde el momento en que
la lucha por el tener aventaja al respeto al ser. Un mesianismo terrestre se ha desplomado y la
sed de una nueva justicia brota en el mundo. Surge una nueva esperanza de libertad, de
responsabilidad, de solidaridad, de espiritualidad. Todos reclaman una nueva civilización
plenamente humana, en esta hora privilegiada en que vivimos. Esta inmensa esperanza de la
humanidad no debe quedar frustrada: todos nosotros tenemos que responder a las
expectativas de una nueva cultura humana. Esta tarea exige vuestra reflexión y reclama
vuestras propuestas.

«(...) A las mujeres y a los hombres de cultura, incumbe pensar en este futuro a la luz de la fe
cristiana que los inspira. La sociedad de mañana deberá ser diferente en un mundo que no
tolera más las estructuras estáticas inhumanas

«(...) Este futuro será el que los hombres hagan, con su libertad responsable sostenida por la
gracia de Dios. Para nosotros cristianos, el hombre al que queremos ayudar a crecer en el
corazón de todas las culturas es una persona de una dignidad incomparable, imagen y
semejanza de Dios, de este Dios que ha tomado rostro de hombre en Jesucristo. El hombre
puede parecer hoy vacilante, a veces agobiado por su pasado, inquieto por su futuro, pero
también es cierto que un hombre nuevo emerge con una estatura nueva sobre el escenario del
mundo. Su profunda esperanza es la de afirmarse en su libertad, avanzar con su
responsabilidad y actuar en favor de la solidaridad. En esta encrucijada de la historia en busca
de esperanza, la Iglesia le anuncia la savia siempre nueva del Evangelio, creador de cultura,
fuente de humanidad, al mismo tiempo que promesa de eternidad. Su secreto es el Amor. Es la
necesidad primordial de toda cultura humana. Y el nombre de este Amor es Jesús, Hijo de
María. Queridos amigos, llevadlo, como ella, con confianza, por todos los caminos de los
hombres, al corazón de las nuevas culturas que tenemos que construir entre los hombres, con
los hombres. Estad convencidos: la fuerza del Evangelio es capaz de transformar las culturas
de nuestro tiempo por su fermento de justicia y de caridad en la verdad y la solidaridad»16.

16
Juan Pablo II, «Nuevos horizontes para la cultura mundial», Discurso a los Miembros del Consejo
Pontificio para la Cultura, 12 de enero de 1990

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