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Misión y Visión de La Ufasta
Misión y Visión de La Ufasta
DE LA UNIVERSIDAD
FASTA
VERSIÓN X
MES-AÑO
Contenido
1. La formación
La palabra «formar», según la Real Academia Española, significa dar forma a algo. La formación
es un proceso que involucra la totalidad de la persona humana, dándole forma en orden a la
formulación de un proyecto de vida.
Surge, entonces, la necesidad de considerar que todas las dimensiones humanas conforman a
la persona, no como una sumatoria de partes, sino como una unidad sustancial.
Es por ello, que hablar de formación implica el adjetivo «integral», porque necesariamente el
proceso de formación implica dar forma a todas esas dimensiones de la persona humana. De
acuerdo a esto, tres son los requerimientos que sustentan el proyecto personal de formación:
1
Como enseña Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (I, 29, a. 1,c.): la persona es una sustancia
individual de naturaleza racional
2
Cfr. Fosbery, Aníbal. La Cultura Católica, Buenos Aires: Tierra Media, 1999, cap. 13, pág. 295.
3
Cfr. Fosbery, Aníbal, La formación en FASTA, Cuadernillo para el VI Seminario de Formación
Humanística, Mar del Plata: Universidad FASTA, 2005, pág. 4.
2. El Humanismo Cristiano
En cuanto al concepto de humanismo cristiano, la Universidad Fasta tiene por fin no sólo
informar y capacitar en lo profesional, sino fundamentalmente formar hombres de cultura que
sepan armonizar la razón científica con la razón filosófica y teológica, que les permita ser
profesionales de alta competencia en los dominios del saber científico con sólidas convicciones
éticas y con una cosmovisión trascendente de la vida. Personas que puedan integrar la Fe y la
razón en la unidad del saber cuya verdad se refiere al «ser» del hombre, y sea capaz de iluminar
la praxis profesional hacia la realización de los auténticos valores humanos5.
Esta tarea le compete de manera especial como universidad católica puesto que el humanismo
que ella debe trasmitir tiene un fundamento: el modelo de hombre plasmado por Dios en Cristo.
De forma tal que el estudio de la naturaleza humana como obra de Dios y del hombre desde la
Revelación le permite elaborar un concepto propio de lo humano y contribuir a una
humanización del mundo.
4
García Hoz, Víctor, Educación personalizada, Madrid: Rialph, 1995.
5
De Brito, G. El porque de los estudios Humanistas en la Universidad, Universidad F.A.S.T.A., Sede San
Carlos de Bariloche
6
Juan Pablo II, Constitución Apostólica sobre las universidades católicas Ex Corde Eclessia, 15/08/1990,
nº. 4 y ss.
7
Ramos Alejandro, «La formación humana y cristiana en la Universidad F.A.S.T.A.» (ver Anexo V de este
documento). 8 Cfr. Fosbery, Aníbal, op. cit., cap. XIV, pág. 316-317.
1. La comunidad
La formulación de la Visión presenta como primer concepto fuerte el de «comunidad». Según el
Diccionario de la Real Academia Española, el término se refiere a un conjunto de personas
vinculadas por características o intereses comunes; pero quienes formamos parte de una
comunidad sabemos que es mucho más que eso; es atender a la naturaleza social del hombre
que exige un vínculo mucho más profundo con sus hermanos, basado en la dignidad y la
promoción de la persona humana.
8
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, Documentos del Concilio Vaticano II.
Biblioteca Electrónica Cristiana (www.multimedios.org), cap. II: «La comunidad humana».
9
Derisi, Octavio N., Naturaleza y vida de la Universidad, Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1969.
2. El compromiso
En cuanto al concepto de «compromiso», podemos observar que el diccionario lo define como
una obligación contraída o una palabra dada. Una vez más, debemos elevar nuestra mirada y
enriquecer esta definición tan escueta.
El término «compromiso» implica sentirse parte de algo y establecer con ello una relación de
obligación que parte de una actitud interior, más allá de que sea exigida desde afuera o no. Por
ello, decimos que «el punto de partida del compromiso es, pues, una iniciativa personal fruto
del conocimiento y de la deliberación, y que se instala en el nivel de la conciencia, que se
transforma, entonces, en la primera instancia moral del compromiso. El compromiso es un acto
prudencial deliberado y libre, de cuya consecución juzga, en primer lugar, nuestra conciencia»12.
De esta forma, cuando uno libremente se compromete, inmediatamente renuncia a otra cosa
para poner su inteligencia y voluntad al servicio de aquello con lo que se ha comprometido. Por
eso, podemos decir que el compromiso nos remite indefectiblemente a una actitud de servicio
permanente. Ahora, en este caso, cabe preguntarse quién será el receptor de esta actitud.
Con respecto a esto, el primer rector de la Universidad decía en uno de sus discursos:
«...No hay compromiso universitario verdadero sin respuestas ajustadas a nuestro tiempo
(...)». Y más adelante citaba al Dr. Héctor Padrón: «su iniciativa fundacional [la de la
10
Estatuto de la Universidad FASTA, tít. 1, cap. A, art. 2.
11
Como dice nuestro Estatuto (tit. I, cap. A, art. 4, inciso 1: «La Universidad F.A.S.T.A» es una comunidad
de profesores, alumnos y colaboradores empeñados en la búsqueda de la verdad a través de: la
formación humana integral (...), la investigación (...) y la enseñanza del saber teórico, práctico, artístico y
técnico, para el recto ejercicio de la profesión».
12
Fobery, Aníbal, Vocación y compromiso en FASTA, Buenos Aires: Aquinas, 2004, pág. 9 y 10.
13
Como dice nuestro Estatuto (tit. I, cap. A, art. 4, inciso 3: «Consciente de su situación histórico-
geográfica, la Universidad
F.A.S.T.A. aspira a convertirse en ámbito de respuestas universitarias a las necesidades del desarrollo,
atendiendo a los requerimientos de sus zonas de influencia (...). En tal sentido considera un deber
fomentar mediante la extensión universitaria el acceso a la cultura, de tal modo que posibilite a
sectores cada vez más amplios de la comunidad «ser más» en el gozo de su autorrealización»
3. Los protagonistas
El siguiente término es «protagonistas». Según el Diccionario de la Real Academia Española, el
protagonista es aquella persona que, en un suceso cualquiera, desempeñan un papel principal.
Y esto es justamente a lo que aspiramos: que los miembros de la comunidad universitaria,
cualquiera sea el ámbito en el que se inserten,
logren destacarse no sólo por sus
conocimientos científico-técnicos sino también
por el compromiso ético (respeto a la dignidad
de la persona) con el que ejerzan su profesión,
en consonancia con el llamado de la Iglesia. Si
esta aspiración se concretara, seríamos
considerados verdaderos referentes en la
sociedad y reconocidos como líderes,
entendiendo como liderazgo la puesta en
práctica por parte de toda la comunidad de
esta doble dimensión del ejercicio profesional.
Otros conceptos vienen aparejados, entonces, con la idea de protagonismo: liderazgo, calidad,
excelencia, ser referentes... Todos ellos remiten al anhelo de formar a nuestros graduados como
personas capaces de participar de los grandes debates culturales contemporáneos,
comprometidos éticamente con el bien común de la sociedad en la que se insertan.
Pero esta visión no sólo se proyecta hacia un futuro, sino que explicita cómo debe ser ese futuro
imaginado a través de la expresión «fundado en la esperanza».
La esperanza es una virtud teologal infundida por Dios en el hombre y consiste en una especie
de proyección del deseo que se esclarece a partir de las características del bien hacia el cual se
lanza: por la esperanza, se espera un bien que no se posee y el ánimo se tensa hacia el futuro,
14
Catalano, Juan Carlos. «Discurso de asunción de un nuevo período rectoral», 12/04/1996
Ahora bien,
Sin duda, en orden a Dios y a la Bienaventuranza eterna, podemos esperar muchas cosas, que
por relación a la meta última y suprema, son, de algún modo, medios para llegar a ella. Dice
Santo Tomás: podemos esperar de Dios todo aquello que podemos pedirle en la oración.
¿No rezamos acaso por nuestra Patria? Luego, debemos esperar en ella, por ella; debemos
esperar un bien. De modo que sería legítimo desde esta perspectiva para un cristiano esperar
con esperanza teologal el bien de la sociedad, de la Patria a la que pertenece. De esta forma, la
esperanza teologal, la esperanza en el gran Bien de la Vida Eterna asume bajo su influjo,
comunica su fuerza a todas las legítimas esperanzas humanas y, entre ellas, está esta legítima y
obligatoria esperanza por el futuro de la Patria15.
15
Cfr. Mons. Aguer, Héctor. «La esperanza de una argentina posible» (Conferencia dictada en la
Universidad FASTA, 2002) en Boletín de Cultura Católica, Mar del Plata: Universidad FASTA, 2004.
«(...) A las mujeres y a los hombres de cultura, incumbe pensar en este futuro a la luz de la fe
cristiana que los inspira. La sociedad de mañana deberá ser diferente en un mundo que no
tolera más las estructuras estáticas inhumanas
«(...) Este futuro será el que los hombres hagan, con su libertad responsable sostenida por la
gracia de Dios. Para nosotros cristianos, el hombre al que queremos ayudar a crecer en el
corazón de todas las culturas es una persona de una dignidad incomparable, imagen y
semejanza de Dios, de este Dios que ha tomado rostro de hombre en Jesucristo. El hombre
puede parecer hoy vacilante, a veces agobiado por su pasado, inquieto por su futuro, pero
también es cierto que un hombre nuevo emerge con una estatura nueva sobre el escenario del
mundo. Su profunda esperanza es la de afirmarse en su libertad, avanzar con su
responsabilidad y actuar en favor de la solidaridad. En esta encrucijada de la historia en busca
de esperanza, la Iglesia le anuncia la savia siempre nueva del Evangelio, creador de cultura,
fuente de humanidad, al mismo tiempo que promesa de eternidad. Su secreto es el Amor. Es la
necesidad primordial de toda cultura humana. Y el nombre de este Amor es Jesús, Hijo de
María. Queridos amigos, llevadlo, como ella, con confianza, por todos los caminos de los
hombres, al corazón de las nuevas culturas que tenemos que construir entre los hombres, con
los hombres. Estad convencidos: la fuerza del Evangelio es capaz de transformar las culturas
de nuestro tiempo por su fermento de justicia y de caridad en la verdad y la solidaridad»16.
16
Juan Pablo II, «Nuevos horizontes para la cultura mundial», Discurso a los Miembros del Consejo
Pontificio para la Cultura, 12 de enero de 1990