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Carné 18003250
Contar con una cultura organizacional sólida es clave a la hora de captar nuevos talentos en
Recursos Humanos. Se trata de aquellos principios que conforman la personalidad de la empresa y
que asientan las bases de sus procesos y actitud.
Es precisamente por eso que cada compañía cuenta con su propia cultura organizacional. Hoy
incidiremos en algunos de los tipos principales, así como en la importancia de definirla de manera
correcta.
Tolerancia al riesgo
Se refiere al grado de libertad que tienen los empleados para tomar decisiones arriesgadas.
Proactividad
Se refiere al grado de independencia que tienen los individuos para tomar decisiones por sí
mismos dentro de la organización.
Identidad
Se refiere no solo a la imagen de la empresa (identidad gráfica, logo, colores distintivos, etc), sino
también al grado de coherencia. Mientras más coherente sea la identidad, será más perdurable en
el tiempo.
Cultura compartida
Se refiere a los valores, creencias y conductas que son compartidos por los miembros de la
organización.
Modelo comunicacional
Control
Una característica para validar la fluidez de los procesos en las organizaciones es el grado de
supervisión directa de los empleados. Generalmente, a mayor grado o número de supervisores, los
procesos son menos fluidos.
Incentivos
Se asegura que aproximadamente una tercera parte de las empresas poseen una “cultura fuerte”.
En tales empresas, los directivos tienden a marchar enérgicamente en la misma dirección, de una
forma muy bien coordinada. La unificación de los objetivos, la alta motivación, la organización y el
control que implica este tipo de culturas se convierte en la palanca que potencia la rentabilidad.
Una cultura fuerte permite al grupo adoptar e implantar decisiones rápidas y coordinadas para
reaccionar contra un competidor o en favor de un cliente. Pero, a la vez, una cultura fuerte puede
implicar algunas desventajas y algunos riesgos que no suelen ser puestos muy de manifiesto en la
literatura empresarial. De hecho una cultura fuerte en una mala dirección suele conllevar un
fracaso intenso y rápido.