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INTRODUCCION

Este espacio académico me lleva a reflexionar enfocándome desde mi existencia como individuo
interactuante ante un colectivo social, soy caucano nacido en la ciudad de Popayán en la década
de los 70, mi padre fue policía y mi madre una ama de casa que se levantaba a las tres de mañana
a moler maíz, para hacer arepas y con esto ayudar a solventar los gastos de la casa, mi niñez y
adolescencia estuvo marcada por el llanto de mama cada vez que la guerrilla de turno se tomaba
una estación de policía, además de la de una apretada situación económica. Por ese entonces a
mediados de la década de los 80 me llamaba la atención, la manera como procedía el M-19 y sus
golpes de opinión, sin embargo, me abstuve de participar en reuniones de las milicias para reclutar
que se hacían en los mismos colegios estales, porque mi papá era policía.

Al terminar el bachillerato, sabia que no era posible continuar con estudios universitarios, las
palabras de mi padre “ya hay que producir”, entre a prestar servicio militar y termine ingresando a
las filas de la policía nacional, a pesar de que odiaba la policía y su sistema de trabajo, pues mi
padre nunca estuvo en casa, era casi un extraño.

Fui Policía durante veinticinco años, aunque se dice que es una vocación de servicio, cuyo lema es
transparencia y cero corrupciones, nunca ame en realidad mi trabajo, me cuestionaban la forma
de proceder al interior de la institución corrupta administrativamente, y más que estar al servicio y
protección de toda una sociedad, la politiquería la ponía servicio e intereses de unos pocos. La
mayor parte de mi vida institucional la desarrolle como jefe de esquemas de protección de
generales y parlamentarios, quienes manejan los hilos de nuestro país, lejos de impórtales las
necesidades reales del pueblo y sus causas, centrados en garantizar los intereses de las familias
dueñas de este país desde la época de la independencia.

Recuerdo un caso en particular de un compañero un patrullero asignado a espacio público, en el


centro de Bogotá, cuya madre, una vendedora ambulante que con su esfuerzo le costeo el curso
de policía, ahora su hijo en atención de lo que la policía llama ética profesional, debida incautar la
carreta y las medias que su vieja vende a 3 pares por $5000. Me sentí impotente vi las lágrimas del
joven, correr por sus mejillas, ese día ante la mirada confundida de policías y vendedores
simplemente nos subimos al camión y no se realizo el plan, esta imagen quedo en mi cabeza.

En algún momento por circunstancias de la vida, y misericordia divina me encontré con una
experiencia diferente de Dios, un Dios ya no teórico, un Padre lleno de amor que me llama hijo,
aunque no sea el mejor, esta realidad me lleva a estudiar teología, necesitaba comprender desde
mi racionalidad, como debida profesar mí fe, y vivir esta nueva experiencia.

Estos párrafos anteriores, los escribo situando en la realidad de los colombianos del común, faltos
de oportunidades de toda índole, inmersos en condiciones de desigualdad social-política y de una
violencia sistemática generalizada, que, aunque se realice hoy, menos con las armas, es más
mediática, a través de los canales de comunicación y tecnología, que desinforman y polarizan al
país, tomando posturas a favor de uno u de otro y de sus ideologías, ya no en realidad de partidos
políticos.
Frente al monstruo del capitalismo o neoliberalismo que devora al pueblo empobrecido,

¿qué propone usted como solución? ¿Cuál cree usted que sea la más urgente y

necesaria y por qué?

En este sentido para responder la pregunta en mención debo focalizarme desde mi condición de
creyente, pero también de ciudadano colombiano, una frase concluyente del módulo de identidad
y pensamiento claretiano, que sin duda alguna debe marcar el camino de un ciudadano
participante de forma activa de la vida social económica y política, de un país con toda la
complejidad del nuestro es “la coherencia que debe existir entre pensamiento y practica
existencial” que nos permita llevar una vida integra que nos dignifique en medio de nuestras
diferencias, pluralidad y diversidad.

Juan Pablo II escribió “Perdiendo el sentido de Dios, se pierde también el sentido del hombre, de
su dignidad y de su vida” evangelium Vitae, 21. El hombre creado con una dignidad sin igual
(Dignidad humana), para amar, vivir y ser feliz, un filósofo afirmaría en uno de sus escritos “el
hombre es una manera finita de Dios” Zubiri 1983. Parece que hemos olvidado que hemos sido
creados a imagen y semejanza Dios, el hombre por su inteligencia es superior y diferente a todo lo
creado, sin embargo, a sido un pésimo administrador, que termino sintiéndose dueño de la
creación.

Volver a Jesús

Podríamos empezar por afirmar que es necesario volver a Jesús, y recuperar el sentido verdadero
del evangelio por el que todo ser humano es llamado (Vocación al servicio), a realizar una misión
(Enviados), Inspirada por el anuncio de la Buena Noticia, que debe hacerse hasta el final de los
tiempos (Mt 28, 19; Mc 16, 15). En este orden la misión es la razón de la existencia de quienes nos
llamamos cristianos, si no hay una actividad misionera no podemos declararnos auténticos
seguidores del Resucitado. Inspirados en el evangelio, la tradición cristiana y su carisma, debemos
profundizar en el sentido que debe ser la misión de la iglesia, que no puede confundirse con una
simple actividad, pues busca ser gestor de un cambio que implique justicia social, desarrollo
humano y paz, para esto la "misión es compartida" desde sus diferentes dimensiones. Esto
también implica el anuncio de la Buena noticia, pero también el denuncio de la injusticia social,
pues el profetismo debe ser la conciencia del pueblo y sus dirigentes “profetas, conciencia de
Israel y su monarquía” Abrego JM 1993.

Volver a Jesús implica como dice Pagola en sus escritos, captar la presencia profética que se
presenta en el contexto de la indiferencia de galilea (un rasgo que también vivimos en nuestra
realidad) Jesús en medio de esa sociedad indiferente grita: “las cosas no son como las quiere
Dios”, aquí no reina la justicia de Dios. Pagola 2010. Jesús nos muestra una alternativa diferente
pues centra toda su actividad misionera en mostrar el Reino Dios, un Dios que se presenta como
Padre y quiere humanizar la vida, su proyecto al que también nos invita es el de crear un mundo
mas digno, con justicia social, dichoso y humanizador, empezando por los que llama los últimos,
los marginados, excluidos, oprimidos, hacer parte de la construcción del reino de Dios es abrir
caminos a su proyecto.
Un ciudadano Participativo de su democracia

Han transcurrido casi tres décadas desde la constituyente del 91 que origino la nueva constitución
política colombiana, esto significa en pocas palabras, que el estado colombiano es galante de los
derechos fundamentales de todos los ciudadanos del territorio nacional. ¿Lo anterior nos permite
cuestionarnos, será esto una realidad? Parece más bien una utopía lejos de tener coherencia entre
la escrito y la práctica existencial. Colombia se caracteriza por una compleja situación de abusos de
poder, desigualdad social, violencia sistemática y el ejercicio de una política corrupta, sin valores
éticos que den credibilidad y sin identidad.

El sistema de gobierno implementado en Colombia es la democracia, lo que refiere que el pueblo a


través del voto o elecciones populares escoge, en nuestro caso a sus gobernantes y legisladores,

En Colombia el 95% de sus habitantes se declara creyente y un 80% católico de algún tipo, estos
creyentes que también son ciudadanos eligen

"El huracán de la globalización"

Así llama Frank Hinkelammert al proceso de globalización que pasa desde hace más de dos
décadas por encima de América Latina, así como pasa por encima del mundo entero como un
huracán.

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"El neoliberalismo es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado
hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y
racional". Frank Hinkelammert 1993

Francisco I vs. el capitalismo

“Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay tantos
pobres me llamaron comunista” (frase del obispo brasileño Helder Cámara, referente de la
Teología de la Liberación).
Más que preocupado Francisco I está horrorizado por la violencia y la descomposición moral de la
sociedad global en que vivimos. Pecados que no adjudica a causas ligadas con un deterioro
relacionado con el tiempo y el cambio de hábitos sino que señala un culpable con insistencia y
claridad: el sistema capitalista neoliberal.

En nuestro país se han politizado o banalizado actitudes suyas, como el rosario a Milagros Sala o la
frialdad con Macri, reduciéndolos a coyunturas circunstanciales, perdiendo de vista la formidable
significación ecuménica de su lucha contra la inequidad y la exclusión, eje vertebral de su labor
pastoral. No se limita a lamentaciones o a condenas retóricas, sino que diagnostica y denuncia al
sistema social, político, cultural, pero sobre todo económico imperante en Occidente. Su mensaje
ha encendido manifestaciones a favor y en contra, también entre nosotros, en un mundo
acostumbrado a que lo religioso se deslice por vía separada de las angustias sociales.

Ya en 1998, el entonces arzobispo Bergoglio, a raíz de una visita a Cuba acompañando al entonces
papa Juan Pablo II, escribió “Lo que la iglesia critica es el espíritu que el capitalismo ha alentado al
utilizar el capital para someter y oprimir al hombre” en su libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel
Castro. También “el capitalismo se desarrolla con características de individualidad, en una vida
donde los hombres buscan su propio bien y no el bien común”. Y no vaciló en afirmar “Nadie
puede aceptar el neoliberalismo y ser un buen cristiano”.

Una vez en el trono eclesiástico no disminuyó el tono de sus combativas admoniciones. En Santa
Cruz de la Sierra dijo “el sistema capitalista ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier
costo”, y agregó “este sistema no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los
trabajadores... no lo aguantan los pueblos”.

Es imposible no recordar a Juan XIII, quien como Francisco abogó por una Iglesia “pobre y para los
pobres”. Ambos asumieron el Papado a los 76 años, provenían de hogares humildes, compartieron
la devoción por San Francisco, el “poverello” de Asís, de quien Bergoglio tomó el nombre mientras
Roncalli era seglar franciscano.

Este último con su Concilio Vaticano II, al que se sumó la Conferencia de Medellín en 1968, dio
origen a la “Teología de la Liberación” de amplia difusión en América Latina, también en
Argentina. El teólogo argentino Juan Carlos Scannone escribió: “Lo común a todas las distintas
ramas o corrientes de la teología de la liberación es que teologiza a partir de la opción preferencial
por los pobres y usa para pensar la realidad social e histórica de los pobres, no solamente la
mediación de la filosofía, como siempre utilizó la teología, sino también las ciencias humanas y
sociales”.

Si bien Francisco I ha expresado algunas críticas, sobre todo relacionadas con la influencia excesiva
del marxismo, no hay dudas de su simpatía y coincidencia, como lo demostró al recibir al
sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, principal referente de dicha orientación católica, a pesar del
recelo de muchos en el Vaticano.

Es oportuno entonces desarrollar algunas de las ideas rectoras de la teología de la liberación:

1. Opción preferencial por los pobres.


2. La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica,
como signos visibles de la dignidad del hombre.

3. La espiritualidad de la liberación exige hombres nuevos y mujeres nuevas en el Hombre Nuevo


Jesús.

4. La liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana y de la


necesidad de eliminar la explotación, la falta de oportunidades e injusticias de este mundo.

5. La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de


Dios y es consecuencia de un pecado social.

6. No solamente hay pecadores, sino que hay víctimas del pecado que necesitan justicia y
restauración.

7. El método del estudio teológico es la reflexión a partir de la práctica de la fe viva, comunicada,


confesada y celebrada dentro de una práctica de liberación.

No es de extrañar entonces que Francisco I haya acelerado el proceso de canonización de Juan


XXIII, demorada por años con el pretexto de que no se le puede adjudicar ningún milagro. En una
decisión de alto vuelo político, a las que el Papa argentino es proclive, la hizo simultánea a la de
Juan Pablo II, quien no despertaba resistencias. No puede pasarse por alto el contraste con la
celeridad con que se cumplió el trámite de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

Las encíclicas, discursos y escritos del Papa argentino son un claro llamado a la acción: “Ustedes,
los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho –dijo durante su
visita a Bolivia–. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus
manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda
cotidiana de las tres T (trabajo, techo, tierra). ¡No se achiquen!”?

Es “vox populi” que Bergoglio fue elegido Papa para sacar a la Iglesia de su tremenda crisis. ¿Pero
cómo encaminar a la sociedad de hoy en la senda de lo espiritual y religioso si el capitalismo
neoliberal ha colonizado nuestras mentes con el materialismo, el relativismo, el egoísmo, el
consumismo, la idolatría del dinero y el poder económico? Es por ello que se ha asignado la
indesmayable misión de concientizar acerca de que la miseria humana y la destrucción del planeta
no son fenómenos “naturales” e irreversibles sino la consecuencia de un sistema desviado.
Tampoco excluye de su discurso pastoral “bajar” a la crítica de teorías económicas en boga,
también en Argentina: “Algunos todavía defienden las “teorías del derrame”, que suponen que
todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo
mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los
hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder
económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante” (“Evangelii
gaudium”).

Francisco I nos convoca a la lucha: “Digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un
cambio de estructuras”. Se ha convertido en el líder de la resistencia contra el cáncer de
entronizar a la economía como centro de la existencia humana, desplazando a la solidaridad, al
amor al prójimo, a la responsabilidad. Ese Papa que llama al capitalismo “una dictadura sutil” y al
dinero “estiércol del diablo” suscita inquietud en quienes se sienten interpelados. No es casual
que los candidatos del derechista Partido Republicano de los Estados Unidos compitan en
denostar a Francisco: “El Vaticano debería despedirlo” (Ted Cruz) o “Los curas no se tienen que
meter con la política ni con la economía” (Donald Trump). Ellos están también molestos porque la
intervención papal fue decisiva en la reanudación de las relaciones diplomáticas con Cuba y en el
pronto levantamiento del bloqueo.

Son muchas y muchos, sobre todos jóvenes, quienes ven hoy como valiente líder de la resistencia
contra los males del liberalismo a quien no es ajeno a la acuciante y dramática realidad, como lo
demuestra haber elegido a refugiados para el lavado de pies pascual, diferenciando un rito secular
de una toma de partido y denuncia ante una horrenda tragedia cuyas causas y consecuencias no
ignora.

Comercio Justo: un modelo más equitativo, justo y sostenible

Este tipo de comercio solidario y alternativo al convencional persigue el desarrollo de los pueblos y
la lucha contra la pobreza. Su objetivo es mejorar el acceso al mercado de los productores más
desfavorecidos y cambiar las injustas reglas del comercio internacional.

El comercio justo tiene sus orígenes en la década del sesenta, aparece como una voz crítica, tanto
desde el "Norte" como desde el "Sur", en reclamo de un "nuevo orden económico internacional"
que comprenda las relaciones comerciales "Norte-Sur" en un trato mutuamente beneficioso. El
Comercio Justo es un sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que
busca una mayor equidad en el comercio

Se podría empezar por detectar los pequeños productores que desde sus granjas o de forma muy
artesanal ofrecen productos y servicios. Luego, ayudar a buscar canales que puedan garantizar la
compra de sus productos. Para ello es necesario sensibilizar las familias para que satisfagan sus
necesidades dando prioridad de compra a dichos productores.

Abrego de Lacy ,los libros proféticos, verbo divino 1998

https://www.ugr.es/~pwlac/G27_18PazConcha-Patricia_Figueira.html

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