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LOS RIESGOS DE LA GEOGRAFÍA RADICAL

Geógrafos que ya no conviven con el espacio

Daniel Garza1

Problemas sobran para denunciar en el mundo actual. Lo que no sobra es el


“componente físico” de nuestra ciencia. A medida que pasa el tiempo se hace
cada día más evidente la carencia del dominio conceptual-teórico en lo que al
marco natural respecta. Sí, la Geografía es una ciencia social, ya lo sabemos, y
lo aceptamos. Pero también deberíamos saber qué puede llegar a ocurrir, entre
otras cosas, si nos “alejamos del dominio espacial”. No se trata de un
fenómeno que amenaza al cuerpo docente de un instituto de profesorado, ni al
de una universidad; es una realidad -la de abordar los procesos investigativos
desde la criticidad neomarxista- que fanatiza desde hace ya unos años a la
geografía actual. La criticidad, la radicalidad y el neo-marxismo en detrimento
del componente físico de la ciencia, pone en peligro la integridad de la
disciplina y el cuerpo epistemológico de la misma.

La geografía radical, crítica o neomarxista surge en Norteamérica, en los años


’70, en contraposición a su rival, la geografía cuantitativa –producto del
neopositivismo- de los años ’50. Numerosas críticas recibió esta última, entre
ellas que estaba enceguecida con el fantástico mundo matemático,
obsesionada por cuantificar todo “fenómeno que se cruzara”, por la geometría,
y la modelística; pero… ¿qué pasaba con la pobreza y las dualidades socio-
territoriales? ¿Quién se hacía cargo de denunciar socialmente los fenómenos
de discriminación “racial-espacial” (barrios de negros e indignas condiciones
que al día de hoy deben soportar los habitantes de las villas miserias y el
“habitad subintegrado” en general de las grandes urbes)? ¿Y qué de la
contaminación? ¿Quién se ocuparía de semejantes responsabilidades? Es así
como surge la geografía radical, que al día de hoy existe y toma vigor frente a
1
Daniel Garza, estudiante avanzado de las carreras de Profesorado y Licenciatura en
Geografía. Ayudante de cátedra de Introducción a la Geografía. Dpto. de Geografía, Facultad
de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto. Córdoba.
danielgarzageografia@gmail.com
las injusticias socio-territoriales del mundo contemporáneo. Su origen es más
que justificado y coherente. Era una necesidad de la época. Hoy en día no es
para nada disfuncional o arcaica, por el contrario. Nadie está en contra de esta
corriente de pensamiento geográfica, ni se discrepa ideológicamente con la
cosmovisión y concepción de la misma. Pero sí estamos en contra del olvido
del espacio, sobre todo del componente físico de éste. Nace y crece
diariamente una preocupación epistemológica sobre el porvenir de la ciencia si
no logra “desfanatizarse” en cierto grado de esta corriente epistemológica, que
enfatiza la crítica y los fenómenos sociales en detrimento del marco físico.

Como decía en un principio, sobran problemas para interpretar. Bueno, no los


dejemos pasar entonces; encarémoslos desde nuestro rol de investigadores
comprometidos con la sociedad. No dejemos de interpelarnos, develar (de
“quitar el velo”) y denunciar aquellos intereses ocultos, subyacentes y tácitos
que en el espacio, en más de una ocasión, se ocultan. Pero por amor a la
verdad –principio investigativo por el que debemos bregar y motivar nuestro
quehacer investigativo diario- no olvidemos que aquello que criticamos,
denunciamos, aquello que nos indigna como intelectuales geógrafos
comprometidos con el bien común, se “emplaza” en un ambiente determinado e
interactúa con él recíprocamente. Eso que criticamos influye y modifica, en más
de una ocasión, un marco físico determinado y éste mismo condiciona, a la
vez, a aquello que queremos denunciar (como intereses ocultos e injustos). Sí,
el espacio social. El geográfico. El mismo. Una retroalimentación de lo físico-
natural y lo social sin igual, imposible de “divorciar”.

Debemos dejar de ver el espacio geográfico como el mero “cesto” o “escenario


sostén” de las problemáticas a interpretar: contaminación, indigencia, pobreza,
marginación. El espacio geográfico, cultural por excelencia, no es mero
escenario de ninguno de estos problemas; es, en todo caso, causa y
consecuencia, un feedback continuo entre sí mismo y la problemática. Es el
escenario, y la sociedad la actriz, pero también se convierte en actor
protagonista, cuando la sociedad pasa a ser el objeto de acción. Pensemos en
las inundaciones, fenómeno recurrente y preocupante para los investigadores
en geografía si los hay. Cuando la población marginada decide asentarse en
las terrazas del río, tierras fiscales, lo hace por decisión propia y por falta de
asistencia estatal, por su puesto. En este primer momento vemos que es ella,
la sociedad, la que decide dónde asentarse. El grupo humano es entonces en
ese caso el actor, y las terrazas del río el escenario de acción. Cuando se da la
crecida del río, es el curso del agua el que decide, el actor. La sociedad el
objeto de acción. De todas formas, ambos hacen al espacio geográfico, ya lo
sabemos; pero un estudio efectuado desde la geografía radical- aunque más
de un colega lo niegue- trataría solo las condiciones socioeconómicas de esa
población asentada en las terrazas del río: NBI, años que llevan de
desocupación, etc.; y no la dinámica hídrica. ¿Será por fanatismo?

No olvidemos la vertiente física del espacio geográfico. No dejemos de


“dominar” esos conocimientos. Es realmente peligroso si eso ocurre. Por el
simple hecho, pero real, de fanatizarnos con la corriente crítico-radical, no
estaremos haciendo otra cosa distinta a una “sociología marxista”… ¿Qué tiene
de malo? Básicamente ponemos en riesgo el principio teleológico de síntesis
geográfica y correlación. Sintetizar y correlacionar procesos físico-naturales y
sociales en un todo inseparable, holístico. ¿Qué es, si no el dominio espacial,
lo que nos distingue de las demás ciencias de la sociedad?

Es realmente fascinante el mundo de la geografía radical. No tiene desperdicio


alguno; desde las categorías conceptuales de análisis que nos exige conocer
en profundidad (marco teórico marxistas fundamentalmente) hasta las variadas
y múltiples formas de adaptar la metodología. Pero pierde la cualidad de
“riqueza” cuando olvidamos, nosotros, los productores del saber geográfico, el
fundamento físico que dio en su momento origen a la disciplina.

Se trata de un fenómeno común producto del fanatismo que este enfoque


ideológico genera en la ciencia. La criticidad no “empapó” a la geografía
exclusivamente. En los años ’70; la sociología, la economía, la política, la
antropología, y tantas otras ciencias sociales, se dejaron seducir por los
desesperados fundamentos que esgrimió este enfoque, asegurando que con su
forma de ver, de pensar y de criticar los problemas, el mundo sería otro.
Muchos perdieron la ilusión al ver sus propias prácticas, por introspección,
comprobando que eran meros críticos reproductores de oficinas universitarias.
¿Para qué criticaban tanto?... Otros, no eran meros reproductores, ni sujetos
funcionales al capitalismo salvaje –“cuna de todos los males” para éstos- pero
ya no eran tampoco los “clínicos del espacio” que querían ser al egresar de la
carrera con el título bajo el brazo.

Los que se consideraron “no radicalistas”, se encargaron de criticar a sus


colegas radicales por años, a los enamorados perdidos del “neo-marxismo
geográfico”, porque le recriminan “el divorcio del espacio”. Geógrafos que ya no
conviven con el espacio.

Cada vez son más los estudiantes del nivel superior que sienten inseguridad o
falta de contenidos conceptuales en la “rama” física de la geografía. De esto no
existen estadísticas empíricas, pero con ver las currícula de los planes de
estudio obtendremos un buen “termómetro” de la situación. “La geografía física
no es mi fuerte”, dicen varios jóvenes –y unos cuantos catedráticos también- en
los pasillos y aulas universitarias. No es culpa de ellos tampoco, si no de una
formación de base, de grado. También es cierto que las universidades del país
parecen manifestar una tendencia, más acercada o alejada, a este “lado del
saber” geográfico. Muy simplistamente podemos aseverar que la facultades,
que dictan la carrera por su puesto, de la región de cuyo se especializan en
una geografía física (con gran dominio cartográfico como complemento), las de
la región pampeana y metropolitana (UBA, Universidad Nacional de la Plata,
Universidad Nacional del Sur), tienen un grado de atracción por el fenómeno
social. Y las del centro, bregan por una suerte de síntesis en sus enfoques.

Así como la geografía matemática, locacional, teorética y tantas otras, por sí


solas, no lograron solucionar los problemas de la sociedad, ni dar respuestas a
las necesidades de los distintos espacios; la geografía crítica tampoco. Pero
ésta última, individualmente, no sólo no logrará solucionar nada, sino que
atenta contra un caudal de conocimientos físico-naturales que la ciencia fue
construyendo, recopilando y defendiendo como propios. El espacio como una
categoría íntegra es la que corre riesgo.

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