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MANUAL DEL VINPADOR DEL PORE PARA UsO DE LAS CUNFERENCIAS be SAN VICENTE DE PAUL y 6n general para todos aquellos que buscan él consuelo de los pobres escrito por DONA CONCEPCION ARENAL obra premmeat por Is Academia de CienciAS) Morates.% Politicrg, HERRERO HERMANOS, EDITORES. 10, Callején de Santa Clara nim. 10, 1902 ALAS HAS BR SAN VICENTE DE PALL * we ww iQué consuelo pronunciar estas pali- bras, en vez de decir: ‘Al lector, al publi- co! ;Quéconsuelo poner este libro-en ma- nos amigas, en vez de levarle &la:puerta de una tienda, como un verdadero exp6- sito, para que los pasajeros 6 no réparen en 6,6 noten Jos unos sus defects, los otros sus errores, y ninguno la buena va- luntad de quien le escribid! Vosotros sen- tiréis esta buena voluntad mia,-porqne no sois el publico, ni veréis en este libro una obra literaria. Aceptadle con el corazon, como os le ofrezco. Los défectos que tie- ne, son mios: si algo bueno haNais, cs per- 1 Damos este nombre, no sdlo d Jas Hermanas de la Caridad, sino 4 todas las personas que procuran el con. suclo de los pobres, siguiendo el sublime espiritu de San Vicente de Paul, que es cl espiritu: del Evangelio. 6 tenece. Yo no hago mas que decir un po- co de lomucho que hacéis; reflejar imper- fectamente vuestras ignoradas virtudes, Dios seftala 4 cada cual el trabajo segtin su fuerza, A los que valdéis mas, dive: “Dad altos ejemplos." A los que valemos me- nos: “Receged los altos ejemplos y formad la regia." CAPITULO I. gQuE ES EL DOLON? Ilay un enlace tan intimo entre nues+ tras ideas, nuestros sentimientos y nues- tras accioncs; influye tanto lo que pensa. mos en Jo que hemos de hacer, lo que he- mos hecho en lo que habremos de pensar y sentir; la idea, el sentimiento, la aecién se eslabonan de tal modo para formar un circulo, en que cada fendmeno es é Ja vex causa y efecto, que no serd nunca excesi- vo el empefio que tengamos en réctificar nuestres errores, i fin de que una idea equivocada no nos conduzca 4 una aceién eulpable. Ser& may dificil que al visitar al pobre aliviemos su dolor, consolemos su miseria espiritaal y corporal, si antes no forma- 8 CONCEPCEIN ARBNAL mos una idea exacta de nuestra posicién respectiva; si no llevamos una humildad y una tolerancia sentida y razonada; si ho podemos responder con exactitud 4 estas tres preguntas. gQué es el dolor? éQué es el pobre? gQué somos nosotros? Si damos A cada una de ertas preguntas su verdadera respuesta; si la meditamos y nos identificamos con ella, entraremos 4 visitar al pobre en tal situacién de es- piritu, que ocuparemos siempre e) lugar que nos corresponde, y haremos todo el bien que debemos hacer. El dolor no es para Jas sociedades ni para los individuos un estado transitorio, una consecuencia pasajera de circunstan- cias especiales 6 deplorables errores, sino ana necesidad de nuestra naturaleza, un elemento indispensable de nuestra perfee- cién moral. Por eso no debenos mirarle como un cnemigo, sino como un anigo triste, que ha de acompafiarnos en el ca- mino de la vida. Imagineinos, si es posible, una sociedad sin dolores, y creyendo encontrar una mansién de delicias, hallaremos un puc blo de wénstruos repugnantes, El que no BL VISLVFADOR DEL POBKE o recibe mas que impresiones gratas, se de-" grada fisica y moralmente, se envilece sin remedio. Sin lucha, sin contrariedad, sin abnegacidn, sin prueba, sin sacrificio, sin dolor, en fin, no es posible moralidad ni virtud. gQuién cambia los groseros ins- tintos en elevados afectos? EI dolor. La amistad, que no existe sin los amargos dias de prueba; el amor, que se purifica orando junto 4 un lecho de muerte 6 s0- bre una tumba querida; el afecto mater- nal, tan sublime en sus temores y en sus penas; cl heroismo, que bajo cualquier for- ma que se le considere se riega con 1A- grimas 6 con sangre; el arrepentimiento, que no existe sin la amargura de la falta; el perdén, que ha-saboreado el descon- suelo de la injusticia; todo cuanto hay en el hombre, grande, puro, santo, gddnde tiene su origen? Ién el dolor. Kxanine- mos bien todo lo que nos interesa, nos conmueve, nos admira, nos entnsiasma, y hallaremos en el fondo algun dolor, algin grave dolor como su rafz necesaria. Por el contrario, el placer, yato hemos dicho, enerva y degrada: es un Arbol de hella flor y envenenado fruto, cuya som- 10 CONCEPCIONARENAL bra es mortal, El que no recibe mis que sensaciones gratas, no sabe pensar ni sen- tir: no comprende, ni pagece, ni ama; no es hombre. Su ser moral carece de un . elemento esencialisimo, y despreciable y despreciado, arrastra una vida perjudicial para si é inutil para los atros. Hastiado y egoista, busca el placer co- mo la mariposa la luz en que perece: va apurando una tras otra la copa de todos los delcites y leyendo en el fondo de cada una: vacto, degradacién, ruina. La mise- rable naturaleza humanano soporta impu- nemente la dichasin contratiempo: el bien sin mézcla de maj, que no corrompa y de- grade, no es la felicidad de la tierra, es la bienaventuranza del cielo. No llevemos, pues, enfrente del dolor, una impaciencia hostil, ni 1a idea de com- batirle, sino la de consolarle, utilizindole para la perfeccién moral de quien le su- fre y dé quien le consuela. El dolor es el gran maestro de la hu- manidad. ;Qué lecvién tan sublime encie- rra 4 veces una lagrima que vertemos 6 que enjugamos! HE! dolor espiritualiza al hombre mds EL VISITADOR DEL POBRE IL grosero, torna grave al mAs pueril, le ale- ja de las cosas de la tierra, y parece que le hace menos indigno de comunicar con Dios. a ; E} dolor levanta al caido, abate al fuer- te, confunde al sabio, inspira al ignoran- te, y establece un lazo de amor entre los ‘que se aborrecian, El dolor purifica lo que esté mancha- do, santifica lo que es bueno y diviniza lo que es santo. Acostumbrémonos, pues, & mirarle como un poderoso auxiliar, que Dios nos envia para la perfeccién del hon- bre; como el solo cauterio que puede po- ner coto 4 la gangrena de la corrupeién humana. Pero {e6mo esta corrupeién eg tan gran- de, si el remedio se ve por todas partes con profusién lastimosa? Bl dolor ense-- fla, purifica y eleva: donde quiera que volvamos los ojos, vemos dolores sin na- mero: ¢c6mo, pues, no poseemos todos la verdadera ciencia y somos puros y gran- des? jAh! Porque el dolor sin compasién, en vez de moralizar, deprava; y no es un elemento de moralidad sino 4 condicién de ser compadecido y consolado.. Hijo 12 CONCEPCION ARENAL misero de la ticrra, sdlo enlazado con la caridad que viene del cielo, produce cl arrepentimiento y el heroismo, las ldgri- mas santas de la gratitud y las de la coin- pasion, que caen como un divino balsamo sobre Ias heridas de la humanidad culpa- ble y aflijida. Hemos dicho que en el fondo de todo Jo que nos admira vy conmueve, hay siem- pre un gran dolor; ahora debemos afladir que el dolor, origen de las mas grandes virtudes, sucle serlo también de los nis horribles crimenes. gCémo asi? Porque le abandonamos a si mismo, porque le depravaios en el aislamiento, porque le endorecemos con nuestry ezoismo, por- que le irtitamos con nuestra alegria, y ba- biéndole recibido de Dios como un medio de perfeceién, con manos sacritegas le convertimos en un instrumento de muerte. Mirad aquellos dos hombres atribula- dos por el dolor fisico 6 por el dolor mo-, ral: los dos han sido maltratados por la fortuna, 6 probados por la Providencia. Ai ano, desde nifio se le traté con dureza; nunea tivo una mano que cnjugase su Manto, un corazén: que fuera cl eco de sus EL Visi TADOR DEL POBRE a penas, una inteligencia que despertara la suya ¥ la elevara & Dios. Todas sus fa- cwltades amantes se han embotado for falta de ejercicio; todos sus perversos ins- tintos han adquirido una actividad febril: ha empezado por aborrecer i los que eran duros con él, y ha coneluido por aborre- cernos 4 todos. La dureza de los otros le ha petrificado; no hay en é ni gratitad ni compasién, Si querdéis hacerle bien, osin- sulta; si hablarle de Dios, blasfema. El otro tavo quien le compadeciara y lo ex- hortara 4 sufrir con paciencia por amor de Jesus, que tanto sufrié por él. Su do- lor, siempre consolado, ha hecho nacer en él una resignacién dulcisima. Sin apego A las cosas de la tierra, donde tanto pa- dece, parece no estar en alla sino para dar un sublime ejemplo; y fija la vista en el cielo, bendice sus sufrimientos, y ama con amor y gratitud infinita al que le Heva consuelo, Estas dos criaturas tan diferentes ha- bian nacido iguales: el dolor abandonado hizo del uno un ménstruo; cl dolor com- padecido hizo an Angel del otro. Sin du- da que el hombre pucde y debe ser bue- Mt CONCEPCION ARENAL no en todas Jas circunstancias de la vida; pero la humanidad es débil, fuerte la pro- pension al nal, y gravisima nuestra res- ponsabilidad si, pudiendo evitarlo, deja- mos al hombre en circunustancias tales, que no pueda salvar su virtud sin he- roisino. Penetrados de estas verdades, tenga- mos a la vista del dolor una compasién resignada, que nos aparte de la dureza y de la impaciencia. Mliremos las desgra- cias como otros tantos inedios de perfec- cién para el que las sufre y para cl que las consuela; pensemos con cuanta fre- euencia se invierten en la vida los pape- les de consolador y consolado; repitimo- nos una y mil veces que el dolor compa- decido purifica, y abandonado, deprava. CAPITULO IL. (QUE SOMOS NOSOTROS? Si no Hevamos al visitar al pobre un espiritu de humildad razonada y sentida, nuestro orgullo se notardsin que nosotros lo notemos. No hemos de tener el aire de un gran seiior que consiente en deseen- der de su esfera, ni det justo que tolera los defectos del pecador, sino de un her- mano colocado por la Providencia en si- tuaciOn mas ventajosa, que se aflige de que su hermano no pucda participar de ella, y quiere prestarle auxilio y con- suelo. Entremos dentro de nosotros mismos antes de entrar en casa del pobre, y pre- guntémonos: gQué somos? gQué hemos hecho para werecer nuestra posicion, uues- tras riquezas, nuestros honores? éQué he- mos kecho para evitar las desgracias 6 to CONCRPCION ARBNAL los extravios que deploramos en otros? 4Qué noble empleo hemos dado 4 nuestra. inteligencia, 4 nuestra riqueza, A nuestro poder? gEn qué grandes luchas ha triun- fado nuestra virtud? gQué grandes sa- crificios hemos hecho por los que acusa- mos? jQué sublimes ejemplos hemos da- do Alos que intentamos corregiv? ¢Qué mérito hay de pucstra parte en no caer eu faltas de que no podemos tener ni la tentacidn siquiera? Si esto nos pregunta- mos cn el silencio de nuestras pasiones acalladas, si & esto respondemos en la sinceridad de nuestra conciencia, gquién de nosotros se atreverd 4 levantar la ma- no para arrojar la piedra de su desdén y de su colera sobre los miacros, que Dios no coloesé tan abajo sino para que los le- vanta4semos? ¢gQuién tan desvanecido por la felicidad que crea merecerla? Todas las circunstancias que & nuestro parecer nos elevan sobre e] pobre, son puramente accidentales. Nuestra fortuna constituye nuestro mérito, y rara vez po- demos reclamar otro que el empleo que hagamos de sus dones. ¢Y quien de no- sotros se atrevera 4 reclamarle? gQuién EL VISITADOR DEL POBRH 1? hay tan ciego queseatreva idccir 4 Dios ni alos hombres: “Yo hice todo el bion que podia hacer, yo evité todo el mal que estaba en mi mano evitar?" gQuién hay que no sea jnsticiable de algunas de es- tas dos grandes faltas: hacer verter lagri- mas, 6 n0 haberlas enjugado? {Qué de causas atenuantes para las fal- tas del pobre! jCudntas agravantes para las nuestras! Desde niflos aprendemos 4 conocer a Dios, 4 temerle y amarle. Nuestras fa- cultades se educan, nuestros buenos ins- tintos reziben expansién, siendo cowmpri- midos los malos, Tenemos nociones exac- tas de lo justo y de lo injusto; 4 nuestros ojos aparecen el vicio en toda su fealdad, la virtud en toda su belleza. gCémo, si todo tiende 4 elevarnos, descendemos tanto? ¢Céino, entrando en los combates con tantos clementos de victoria, sacum- bimos tantas veces? Ante el tribunal de la diviua justicia, nuestra causa ha de te- ner mas dificil defensa que la de esa gen- te objeto de nuestra earidad, muchas veces desdefiosa. Pensemos que la pros- peridad se convierte acilmente en clegu 2 18 CONCEPCION ARENAL orgullo; que, muy solicitos para averiguar si hemos merecido nuestra mala suerte, recibimos la buena como si nos fuera de- bida. Para entrar en casa del pobre con humildad de corazén y de inteligencia, investiguemos si en su lugar nos condu- ciriamos mejor que él, y 4Ja vista de sus faltas, de sus vicios, tal vez de sus cri- menes, dirijamonos esta pregunta: gLos pobres serian lo que son, si nosotros fué- ramos lo que debiamos ser? CAPITULO [IL ¢QUE ES EL POBRE? A esta pregunta no formulamos una respuesta categérica: pero rara vez deja de notarse en nuestras palabras y accio- nes cierto desdén hacia los que socorre- mos; desdén que en algunos casos es un matiz casi imperceptible: no esta en lo que decimos, sino en el modo de decirlo, en Ja mimica, en Ja inflexién de Ja voz, en alguna cosa que se siente, y revela lo superiores que somos, en nuestro con- cepto, al pobre que visitamos. Bien in- justos dehemos parecer & los ojés de Dios, bien ridiculos 4 los de Ja razén, cuando presumimos de gigantes, contando por estatura propia el pedestal en qu2 nos co- 0c la fortuna. 20 CONCEPCION ARENAL Todos hemos formulado & oido formu- lar ciertos cargos contra ei pobre, que constituyen la base de nuestro credo en la materia, x son el punto de partida de muchas acusaciones injustas, de muches irrealizables intentos, El pobre, decimos, falta 4 1a verdad. Es descuidado, Es imprevisor, Es vicioso. Es ingrato. Si en vez de decir e) pobre, dijéramos la pobreza, seriamos mis exactos y me- hos agresivos: porque los males que es- ‘an en las cosas hacen pensar en grande medios para evitarlos, y mandan la tole- rancia. Detengémanos un poco 4 exami- nar hasta qué punto es responsable el po- bre de las faltas que le echamos en cara, I. El pobre falta & la verdad. Un nifio tiene hambre, tiene frio: sus padres no pueden darle lumbre ni pan: sale & Ja alle, alarga la mano, nadie re- EL ViSITANOR DEL POBRE 21 para en él. Dice que no tiene qué comer; todos pueden notar que esta helado; pero todos pasan sin notarlo. Mntonces exa- gera la verdad, como se esfuerza la voz para hacerse oir en medio del tumulto: dice que son seis hermanos, que sus pa- dres estin en el hospital, que no tiene pa- dre ni madre, etc. Pasa uno, no lo cree; pasa otro, le da erédito, se mueve 4 com- pasién y le socorre. Aprende practica- mente que con la mentira aleanza lo que la verdad no consiguié. La mentira, pues, es un excelente mcdio, que adoptura sin esertipulo: sus padres no se lo reprueban; A nadie haee daiio con éf....; miente un dia, dos, un ailo..., mentira toda la vida. La mentira del pobre es una conse” euencia de la dureza del rico y de su abandono. Sila desgracia tal como es so- brado triste en verdad, nos moviera A compasién, no tendria objeto el exage- rarla; y si fuéramos 4 verla por nosotros mismos, quitariamos al infeliz hasta la idea del engafio. Como esti seguro que la mentira es lucrativa y que no se ave" rigua la verdad, el pobre miente, In su 22 » | CONCEPCION ARENAL lugar, gno mentiriamos nosotros? Hipd- crita 6 ciego el que lo sostenga. La mentira y el engafio en el pobre son la transformacién de nuestra dureza: alli podemos estudiarla; esta en relieve, deja ver toda su repugnante desnudez. Acep- temos la responsabilidad de las faltas que incitamos 4 cometer, y en vez de excla- mar con altaneria: «;El pobre miente!> digamos con amargura: «;Le hemos obli- gado & mentir!s» IL. El pobre es descuidado. Para hablar de la miseria con acierto seria menester conocerla: para conocerla, haberla estudiado. Este estudio, gquién le ha hecho? Respondemos sin vacilar: «Nadie.» El actor del terrible drama no pucde hacer mas que sufrir: para los es- pectadores no hay punto de vista posible - desde donde puedan jazgar con acierto. En unos el exceso de la indiferencia, en otros el de Ja compasidn, en todos el de la distancia, no les permite formar una idea exacta. EL VISITADOR DEL POBRE 23 Nosotros no sabemos lo que es Ja mi- seria; ignoramos cémo hace sufrir y sen- tir, e6mo modifica moralmente al desdi- chado que inmola, y no obstante, quere- mos dictarle Jeyes, y jay del pobre si no las guarda! ;Qué diriamos del legislador que formulase un eddigo sin conocer la historia, las costumbres, Jas leyes ante- riores, la religién, el estadc social, ni cl pais que habitaba el pueblo 4 quien debia regir? Pues ese legislador somos nosotros. Ignoramos lo que es la miseria, pero de- cimos al miserable: «Obra conforme 4 ta- les y tales reglas; de lo contrario, caera sobre ti el anatema de mi desprecio y de mi abandono,»> , El! descuido del pobre, su dejadez, su falta de aseo, nos parecen harto culpables, y 4 veces disminuyen nuestra compasién, hacia 6h Para tal y tal cosa, decimos, no se necesita dinero; un poco de cuidado basta, El potre ha de ser limpio, porque . lo somos nosotros, y tener el prapio es~ Mero con sus trapos, que nosotros con nuestras galas: Ja logica no parece muy fuerte, pero no gastamos otra, Todos los arguinentos que empleamos contra el des- Mo CONCEPCION ARENAL cuido del pobre, estén sacados de nos- otros mismos, de lo que nos agrada, nos conviene 6 nos obliga. Detengimonos un Momento 4 considerar si pueden ser unas mismas las inclinaciones y los deberes, cuando son tan diferentes las circunstan- cias, La Hmpieza es una cosa muy artificial ¥ por ella se mide exactamente la civili- zacién de un pueblo. Los nifios son todos sucios; no hay ninguno que no se impa- cjente cuando se le asea y no trate de im- pedirlo: como es débil, sucumbe en la lu- cha, el habito triunfa de Ja inclinacién, y acaba por hacerse limpio. En el pobre no hay esta lucha, ni puede haber este triun- fo. Entre otras tristes herencias recibe la de la suciedad y e} abandono, estando muy complacido entre la mugre, que nos causa nduseas, y respirando sin disgusto la atmésfera infecta, que nos parece irres- pirable: el bienestar que resulta del asco y del orden, no lo comprende, no le ha gustado jamis. Y luego, jqué prodigios de esmero necesita para ser limpio el que no tiene mas que alguna camisa haraposa, el que necesita dormir vestido, la madre EL VISITADOR Dal. POBRE 2% que carece de ropa para mudar & sus hi- jos y de jabén y de tiempo para lavarlos! Insensiblemente se cae en el abandono, porque lo que es dificil todos Jos dias, de hecho viene A no ser posible ninguno. éQué nos sucede, 4 pesar de nuestros habitos de toda la vida, cuando alguna pena grave nos aqueja? La mujer mis pulera, el hombre mas elegante, gno des- cuidan el atavio de su persona? No tie- nen Ja barba crecida, el cabello desorde- nado, el vestido descompuesto? ¢Cudndo se asean? Cuando se consuelan, 6 se tran- quilizan al menos. Esto nos pnede hacer comprender, por analogia, que Ja miseria que impone privaciones 4 que no es po- sible habituarse, y lleva en pos de si do- lores renovados siempre, predispone 4 ese descnido que Je echamos en cara, y por el cual més de nna vez nos creemos autorizados para abandonarla. Seamos razonables y justos, y en vez de afirmar con acritad: “;El pobre es descuidado!" Digamos solamente: "; Es bien diftcil que la miseria no leve en pos de si la suciedad y el descuido!" 26 CONCEPCION ARENAL IT, El pobre es imprevisor. Si formamos una lista de los males que el pobre puede prever, y anotamos en ella los que puede evitar, 6 atenuar siquiern después de haberlos previsto, nos asalta- raesta duda: La imprevisiédn, ges una Brave falta, 6 una providencial compaiie- ra, que velando al pobre jos males del porvenir, le deja disfrutar el bien pre- sente? Fl pobre no puede realizar economias. Si mantiene y educa 4 su familia, si colo- ea en la Caja de Ahorros algunas cortas cantidades para cuando le falte salud 6 le falte trabajo, hace mucho, hace mas que probablemente hariamos en su lugar los que le acusamos con ligereza. Si con- templa su vejez, sila considera, debe apa- recérsele como un espectro, cuya mirada lugubre acibara todas sus alegrias. ¢Po- dra evitar que sus hijos, formando otra familia, le abrndonen? ¢Que, teniendo apenas lo necesario, obedezean al instin- to que nos hace atender primero & Jos que : ~ BL VISITADOR PRL PORRE 24 nos deben el ser, que 4108 que nos lehan dado? gPodra evitar que sus fuerzas fisi- eas se debiliten, y que llegue un dia en que nadie quiera darle un jornal? ePodrA evitar la especie de desdén con que se mira, cuando Ia pierde, al que no tiene més que Ja fuerza material? gPodra evi- tar que las enfermedades, compafieras de la vejez v de la miseria, hagan amargui- simos los ultimos dias de su vida y apre- suren su muerte? Si pensara en el porve- nir, gpudiera gozar del presente, ni tener una hora de contento y alegria? Y si todo esto es cierto, debemos acusar al po- bre por su imprevisién, 6 bendecir 4 Dios que se la envia? Es incomprensible para nosotros este olvido del porvenir, y hay una fuerte pro- pensién A condenar lo que no se compren- de. Debemos netar un hecho, cuya ana- logia podré ayudarnos 4 disculpar la imprevisién del pobre. Si un hombre in- mortal viniera a vivir entre nosotros; si viera c6mo amamos la vida, cémo teme- mos la muerte, gcomprenderia nuestro contentamiento, sabiendo que son tan con- tados los dias que hemos de vivir sobre la 28 CONCEPCION ARENAL tierra? Cada uno que pasa nos acerca 4 In tumba; pasa la nifiez y la javentud, so mos viejos: la muerte, esa muerte tan te- mida, est4 alli & dos pasos; y 6 no la miramos, 6 no la vemos, y seguimos ale- gremente nuestro viaje, como si ignora- semos lo que hay at fin de él. Los pebres no piensan en la vejez. Y nosotros, ¢pen- satuos en la muerte? Ademas; para que la previsién del po- bre dé resultado, debe ir acompafiada de una serie no interrampida de privaciones, y al exigirselas, tal vez no hemos ealeu- lado bien Ia fuerza que necesitan, ni silo que pedimos se balla muy en armonia con la naturaleza humana, He aqui una ina~- teria en que no cs facil que juzguemos von ncierto, porque no podemios tener ex- periencia propia. No sabemos lo dificil que es quedarse con hambre todos os dias de una semana, de un mes, de a afio, para no carecer enteramente de pan al aio, al mes, al dia siguiente; no sabe- mos lo que es estar materializados por las ocupaciones y los habitas de toda la vida, y renuneiar al hecho de un goce ma- terial presente, por la idea de evitar un EL VISITADOR DFT PORRE 2 mal fufzzv0; no nos hacemos cargo de que el hombre es antes que todo debil y pa- ciente, con mas aptitud para sufrir tos males, que para evitarlos, y que por ca- da mil que resistan el dolor, apenas ha- bra uno que resista 4 la tentacidn. Si consideramos bien todas estas cosas, seremos mas indulgentes con el pobre, nomprendiendo que no es muy facil que se prive de los goces materiales el que no conoce otros, y cuan dificil es que re- serve cada dia ana parte del jornal, que integro no basta para satisfacer sus nece- sidades, Sus necesidades...., entenddmoslo bien, porque los pobres estan siempre con ham- bre; y no se entienda que hablamos de los mendigos, sino de fos que pueden tra- bajar, y trabajan. Notemos, si no, que cuando la easuatidad 6 la contpasién, en un dia solemne, dan al pobre todo lo que quiere comer, come cuatro, seis, ocho ve- ces nis de Ja cantidad que constituye su comida ordinaria, Seamos muy circuns- Pectos antes de dirigir al pobre un nuevo cargo, y en vez de acusarle de imprevi- sor, pensemos que la previsién en él es en muchos casos de una utilidad harto Oo CONCEPCION ARENAL IV. El pobre es vicioso. El hombre es vicioso en general: loa vicios del pobre son mas groseros, estan mas visibles, y sus consecucncias, si no mas fatales, son mas ostensibles; por eso se le dirigen cargos mas severos. Segu- ramente el vicio es odioso, donde quiera que éesté; pero suéle ser mas disculpable alli donde parece mAs repugnante, El] vicio viene de la preponderancia de la materia sobre el espiritu. gY qué hace- mos para espiritualizar al pobre, para ha- cer penetrar la luz de ia religién y de la ciencia, la verdad bajo todas sus formas, 4 través de esa ruda corteza, que cubre sus mds nobles facultades? gQué hace- mos para arrancarle de la taberna, del gerito, dela orgia? gPor qué la ley da tu- tor al nifio, al joven? 3Es tal vez porque su cuerpo es débil? No, es porque es dé- bil su razén. La del pobre lo es siempre; es menor toda ja vida, y menor sin que baya nadie que se encargue de su tutela. EL VISITADOR DEL POBRE 3l De nifio, de joven, ni de adulto, gquiénle enscha grandes verdades, ni le inspira ele- vadas ideas? gQuién vigila sus juegos ni sus diversiones, para que la necesidad de descanso no se convierta en fuente de co- rrupcién? jE] descanso del pobre! He aqui. su mas terrible enemigo. Tras de una se- agana de trabajo y de privaciones, el sa- bado por la noche no le preocupa la idea de madrugar al dia siguiente, y tiene di- nero. ;Qué tentacién! Alli esta la taber- na, donde entran sus amigos 4 gozar los unicos goces que él comprende. Primero se bebe, se habla y se rie; después se ju- ra, se blasfema, se rifie; lnego....Dios per- done al pobre que peca, y al rico que no procura apartarle del pecado, jCudntos vicios se evitarian, cudntos erfmenes, nada mds que con pagar al jor- nalero el lunes antes de entrar & trabajar, en vez del sibado cuando deja el trabajo! ;Cudnto podria moralizarse al pobre, ocu- pandose en su dia de fiesta tan fatal para él, y haciendo que le distribuyese entre sus deberes de cristiano y sus entreteni- mientos de hombre racional! jE] pobre, como los nifios, se divierte con tan poco! 32 CONCEDCION ARENAL Nosotros, al visitarle, no podemos evitar este abandono; pero debeimos tenerle pre- sente, para ser tolerantes con los vicios del pobre, que tiene menos elementos que nosotros pura resistir 4 ellos. La embriaguez, 6 cuando menos el abu- so de los vinos y licores, es una de las causas, la mAs poderosa tal vez, de los ex- travios del pobre. Vemos 6 sabemos, que el que no tiene pan para el dia, emplea los pocos marayvedises de que dispone, en el aguardiente de por la mafiana, Esto nos indigna, insyirandonos acaso la idea de retirarle in socorro que no merece quien gasta en vicios sus pocos recursos. Refle. xionemos un poco antes de condenar sin apelacidn. El abuso de las bebidas espirituosas tie- Ne sa origen unas veces en la taberna, unica distraccién que halla el pobre, y otras en una ley fistoldgica, Tengamoslo muy presente. Nosotros nos escandaliza- mos de que beba aguardiente el que no tiene pan, y los fisislogos nos dicen que es una cosa natural y conforme con las le- yes de nuestra organizacion, Las bebidas alcohdlicas reaniman el cuerpo abatido EL ViI8SITADO DEL POBRE 33 por la miseria, dan vigor 4 toda la econo- mia, embotan la sensacién del hambre, producen un bienestarfisico y 4 veces mo- ral, que el miserable no puede conseguir de otro modo. Este vigor artificialmente adquirido pasa luego, la reaccién viene después, y el desdichado busca nueva fuerza en un nuevo estimulo. Este medio violento es fatal para la salud, que no tar- da en resentirse: del uso se pasa al abuso; el hAbito adquirido en Ja miseria se con- serva, aun cuando se haya mejorado de posicién, y la enfermedad y el vicio de- gradan el euerpo y pierden el alma del que se abandona a la embriaguez. Pero en muchos casos, no lo olvidemos, su origen esta en una propensién natural, en una ley fisiolégica, que nos manda re- parar nuestras fuerzas ante todo, buscar alimento 4 1a combustidn que da calor 4 Nuestros miembros, aunque 4 la larga el combustible haya de ser fatal. Seamos, pues, tolerantes, muy toleran- tes, con los vicios cuyo origen es una des- gracia, 34 CONCEPCION ARBNAL Vv. El pebre es ingrato. En vez de exclamar: "jEl pobre es in. grato!", hablarfamos con mds exactitud diciendo que el hombre en general no es muy agradecido. gSon tan raros losejem- plos de ingratitud entre Jas personas bien acomodadas? Por desgracia son més faci- les de contar los que recuerdan los bene- ficios, que los que los olvidan. El pobre, decimos, se acostumbra 4 re- cibir el bien que se le hace, como si se le debiera en justicia. gY nosotros no cree- mos que se nos debe el bien que recibi- mos? gSomos muy escrupulosos para in- vestigar si es merecido? Tlay dos razones para que el pobre nos parezca menos agradecido que lo es real- mente. La primera, lo bruseco de su Jen- guaje, la dificultad que halla en expre- sarse de una manera parecida 4 la nues- tra, lo poco habituado que esti A la ex- pansién de los afectos benévolos, de que tan rara vez es objeto: también necesita BL VISITADOR DRL PoBRE 35 educarse la gratitud. La segunda causa es, que i veces damos el nombre de favor ia justicia, y ereemos de muy buena fe que fuimos buenos y generosos, cuando realmente no hemos sido mas que justos. Sinduda, que atin reduciendo su nime- ro conforme la razén manda, quedarin entre los pobres muchos ingratos; la in- gratitud nos afligira, es natural; pero no debe producir en nosotros colera ni des- aliento. Si no ballase mas que criaturas agradecidas, resignadas, prontas 4 enmen- darse, gdénde estaria el] mérito del visita- dor del pobre? Dénde su virtud? Qué pre- inio en el cielo, qué respeto en la tierra mereceria el que marchase tranquilamen- te por un camino, donde nohubiera abro- jos ni precipicios, derramando bienes a derecha é izqierda, sin esfuerzoalguno de su parte? La ingratitud es una prueba: sufrimosla, y dichoso el que no la merez- ca como castige, Pero si ante Dios la ingratitnd es un gran pecado, respecto de nosotros, gno debe considerarse como una gran desven- tnra? Si hemos padecido en la vida, si una mano piadosa ha venido A consolarnos, si 36 C NCEPCION ARENAL hemos derramado las dulcisimas lagrimas de la gratitud, bien celestial de los tristes, lejos de irritarnos contra el ingrato, le compadeceremos, como al que le falta un miembro 6 un sentido, y diremos al de- jarle: «;Infeliz! jtiene la desgracia de no agradecer!» Estas reflexiones que hacemos sobre las falias del pobre, no significan que deba- mos sancionarlas; por el contrario, com- batamoslas sin descanso; pero debemos lle. var A esta lucha calma, tolerancia, verda- dero conocimiento del origen y extension del mal que queremos remediar; en ana palabra, espiritu de caridad. El pobre no ‘se corrige por acriminar sus vicios y dar- le para su enmienda facilidades que no existen; al contrario, con esta condncta se le exaspera y se le desalienta. Todos te- nemos conciencia y propensién 4 recono-, cer nuestras faltas; pero si Se exageran, el amor propio’ y el espiritu de justicia toman la iniciativa, la pasion hace oir su voz, y empezando por defender nuestro derecho; coneluimos por defender nuestra culpa. Meditemos bien Ja parte deresponsabi- EL VISITADOR DEL POBRS 3% lidad que cabe al pobre en sus faltas, y aun restemos caritativamente algo, segu- ros de que no hay como hacerle gracia, para que él se haga justicia. Cuando tra- temos del remedio, no sofiemos facilida- des que no existen, que conducen 4 exi- gencias absurdas ¢é injustos cargos. Para que una cosa dificil se haga imposible, no hay como pintarla facil. El pobre se extravia, necesita toda su fuerza para volver al buen camino; si le pintamos su enmienda como cosa que no exige sino un leve esfuerzo, le hace, y viéndole inatil, desconfia de nosotros y de si mismo, se desalienta y se exaspera, pen- sando en que le engafiamos acerca de las grandes dificultades que tiene que ven cer, 6 que negamos justicia al mérito de haberlas vencido. Esto no lo expresa tal vez con caridad, pero lo siente, y tiene una frase conque muy 4 menudo formula nuestros errores: «jLos sefiores no saben lo que son trabajos!» Que nanca digan esto nuestros pobres. Procuremos, por el contrario, que el des- dichsdo repita estas palabras como una bendicién: «;Parece que los sefores han sido pobres, segun nos comprenden y nos disculpan y nos consuelan!» CAPITULO IV. DE NUESTRO EXTERIOR AL VISITAR AL POBRE. lay personas de elevada categoria, que casi podria decirse que se disfrazan para ir 4 visitar al pobre; tan modesto es el trajé que para esta buena obra usan. Nunea se elogiarA bastante su conducta, que debe proponerse por modelo, ya que no nos atrevamos 4 imponerla como de- ber. Si acostumbrados al lujo, nos parece demasiado penoso vestir pobremente, bus- quemos siquiera para ir A visitar al pobre nuestro traje m4s modesto, més obscuro; negro si es posible: llevemos algunas ho- ras esta especie de luto por los que sufren sobre la tierra. Poco cuesta abrocharse cl frac, la levita, 6 el gab4n, para ocultar EL VISITADOR DEL POBRE 39 la cadena de oro 6 los botones de brillan- tes; poco bajarse la manga de! vestido, para ocultar la rica pulsera, Estas pre- cauciones materiales importan mas que se piensa: nuestros consejos, nuestros cargos 6 exhortaciones, pueden perder toda su eficacia; mas todayfa: un traje rico, una athaja preciosa, puede conver- tirlos & los ojos del pobre en una espe- cie de insulto. El pobre es muy material: ya sabe que tenemos comodidades, lujo y riquezas; pero jmientras no las vea, no le cxasperan: por el contrario, nos agradece que en me- dio de la fortuna no olvidemos su desgra- cia, y cuando él no tiene zapatos, nos perdona que tengamos coche, si nota, enando vamos 4 verle, el polvo 6 el lodo en nuestro modesto vestido. jHacen tan mal efecto las sortijas en la mano que se tiende al miserable, y la preciosa cartera 6 el lindo tarjetero de donde se sacan unosbonos que apenas remediar‘nel ham- bre de un dia, y el reloj que consultamos con impaciencia! Pero necesitamos reloj, tenemos precisién de acudir con exaeti- tnd 4 nuestras ocupaciones, A nuestros pa- 40 CONCEPCION ARENAL satiempos, 4 nuestros deberes; todo esto es cierto; mas el pobre, que no compren- de esta necesidad cuando no puede satis- facer las anyas, si le exhortamos para que se resigne con su desnudez 6 con su ham- bre, al ver brillar nuestras ricas superflui- dades, enyo valor exagera, es dificil que no piense: «;Con el precio de estas alhajas innecesarias podias remediar esos males para los que me pides una resignacién im- posible!» ¥ entonces, ¢cual ser la eficacia de nuestros discursos? Todo se evita conque dejemos en casa las galas y ricos adornos, conque no lle- vemos 4 la del miserable dolorosos con- trastes, que casi podrian llamarse im. pias profanaciones, porque la modestia ‘de la caridad, lejos de parecer hipocresia, es un homenaje de respeto tributado al dolor, No hagamos, pues, nada para in- sultar naterialmente al pobre, que, como hemos dicho, es muy material, y él nos perdonaré nuestras prosperidades, por que no es suspicaz: no, no lo es, aunque de tal sea acusado por los que no Je co- nocen, por los que se equivocan: no que. remos decir por los que le calumnian, EL VISITADOR DEL POBRE 4 porque no podemos creer que haya cria- turas tan viles, que merezcan el nombre de calumniadores dela desgracia, Hemos de entrar en Ja casa del pobre sin dar 4 entender que nos molestan -el calor 6 el frio, el viento 61a Nuvia, ni nos fatiga la mucha escalera, ni ninguna otra incomodidad que sea preciso arrostrar para visitarle, Nos hemos de sentar en cualquier parte, sin reparar si podemos 6 no mancharnos. Hemos de dominar Ja mala impresién que nos produce la falta de aseo, el respirar un aire viciado, y conducirnos en fin, de modo que parez. ca que estamos alli como en nuestra pro- pia casa, sin que nada nos choque ni nos moleste, Esto importa mucho, porque hay molestias que, no comprendiendo el po- bre que lo sean, las califica de exagera- ciones pueriles, de refinamientos hijos de la mucha riqueza y de la poca caridad- Ademas, para que el pobre nos ame, sin lo cual no podemos consolarle ni corre- girle; para que agradezea el bien que le hacemos, para que lo sienta, es preciso que no se lo hagamos sentir, que parez 42 CONCEPCION ARENAL ca que lo ignoramos, y entonces lo com- prendera mejor. Sin usar de una urbanidad exagerada y ridicula, hemos de ser muy atentos con el pobre: esto le lisonjea y le eleva 4 sus propios ojos, cosa muy importante, por- que el origen de muchos de sus extravios es la falta de dignidad y de aorecio de si mismo, Cuando nos ofrece su silla vieja, 6 nos limpia el asiento, 6 se duele de no tener ningano que ofrecernos, 6 nos encarga que no nos caigamos por la es¢alera, debemos manifestar de una manera expansiva y cordial nuestra gratitud por estas aten- ciones. , No hemos de limitarnos 4 ser atentos con el pobre que vamos 4 visitar; debe- mos saludar cortésmerte 4 todos los de la ¢asa que hallemos al paso, y acariciar 4 los nifios y terciar en sus disputas, y hacérnoslos propicios con alguna frusleria. Por regla general, en lacasa donde hay un pobre, hay muchos, y algunos tal vez mds necesitados moral 6 materialmente de nuestros auxilios, que el que vamos a visitar: si nuestra caridad no es expansi- EL VISITADOR DEL POBRE 43 va y afectuosa, no lo sabremos, perdien- do la ocasién de hacer un gran bien 6 evitar un mal grave. Ademds, nuestros pobres necesitan 4 veces una vigilancia, que no podremos ejercer sin auxiliares. Tal vez quieren engafiarnos, y nos enga- fiardn, si entre sus vecinos no hay alguno que pueda y quiera decirnos la verdad. Por nuestra dulzura, por nuestra cari- dad expansiva, debemos establecer rela- ciones benévolas con todos los pobres que rodean al nuestro; debemos procurar que se forme en derredor de 6] una atmésfera de carifio 6 de respeto, que para cual- quier cosa que intentemos ha de ser un auxiliar poderoso. A veces, enesas casas en que, por una desgracia nunca bastante deplorada, se hallan reunidos el vicio, la miseria y el crimen, hallaremos 4 nuestro paso figuras siniestras, miradas torvas, prontas 4 saludarnos con una maldicién: no nos desalentemos, nuestra dulzura aca- bara por triunfar de su aspereza; rara vez el corazén del hombre es tan duro que, tocdndole con la vara magica de la cari- dad, deje de brotar en él algiin buen sen- timiento. 44 CONCEPCION ARENAL Sin tener el aire de suspicaces escudri- fiadores, hemos de observar todo lo que hay en Ja habitaci6n del pobre, porque los objetos materjales pueden servir muchas veces como indicios 6 pruebas de algun hecho importante. Restos de alimentos 6 bebidas, que anuncian falta de orden 6 de obediencia 4 Jos preceptos médicos; una prenda de vestir, un bastén, un pafiuelo, una punta de cigarro, que indican haber estado alli una persona que nos dicen que no ha ido; una baraja, un arma, un libro donde no hay quien tenga tiempo para leer 6 quien sepa, mil objetns materiales, en fin, pueden ayudarnos en nuestras in- vestigaciones. Para que éstas no pongan en guardia al pobre, debemos empezar por notar objetos indiferentes, un espeji- lo, una estampa, colgados en la pared: cualqaier chucheria en una vieja rincone- ra, 6 sobre una tosca mesa. Reparemos en. éstas y otras cosas. no con aire de vana curiosidad, sino como quien toma interés por todo lo que rodea al que quiere con- solar, Una baratija rota, que nos encarga- mos de mandar componer, nos pondra en eamino de hacer gin violencia observacio EL VISITADOR DEL POBRE S5 nes sobre un libro inmoral 6 una lamina obscena. Hemos de conducirnos de tal modo, que el pobre no diga: «En todo se mete»; sino: «Kr todo se ocupa.» CAPITULO V. DE LAS CUALIDADES QUE DEBE TENFR EL VISIFADOR DEL POBRE. Las cualidades necesarias para visitar con fruto al pobre, se resumen todas en esta dulcisima palabra: fa caridad,; pero la earidad como la define San Pablo, la que no se ensoberbece, no es ambiciosa, no es envidiosa, no busca sus provechos, no se mueve 4 ira, no piensa mal, no se goza en Ja iniquidad, sino en la verdad; Ja que es paciente y benigna, la que todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta: la caridad que nunca fe- nece. He aqui el divino ideal de la caridad, que han realizado los grandes santos, el modelo de perfeccién que debemos tener siempre A la vista, para acercarnos 4 él cuanto posible nos sea. EL VISITADOR DEL POBRE 47 Hay pobres de quienes tenemos mucho que aprender, que nos dan el ejemplo de las mas dificiles virtudes (1); otros nece- sitan lecciones, necesitan auxilio, parano perder el buen camino, 6 socorro para volver 4 él. Veamos de qué medios he mos de valernos para ganar su corazon. Dulzura.—El visitador del pobre ha de tener una inagotable dulzura; su misién es toda de paz y de amor; la violencia no le conducira nunca 4 resultados ventajo- sos, Podra intimidar 4 los que pretende corregir, podra obligarles 4 que tengan la apariencia de las virtudes, impulsados por una mira interesada; pero la enmienda verdadera sélo se consigue por medio de la persuasion (2). Para que el pobre nos crea, es preciso que se persuada que le amamos, eS preciso que nos ame: él més que otro alguno, atiende mds que 4 (x) Después de vuestra visita, dice San Vicente de Paul, de vuelta 4 yuestra casa, reflexionad sobre las vir~ tudes que haydis reconocido en estas pobres gentes, pa~ "ra confundiros vosotros mismos 4 a vista de vuestras imperfecciones. (2) No olvidemos que San Vicente de Pat! nos dice; “ Aunque sea necesario sostenerse con firmeza para el fin que uno se propone en Jas buenas obras, no obstante, es preciso usar dulzura en los medios.” 48 CONCEPCION ARENAL Jas razones, al que las dice (1). Nuestro grande argumento, el que debe servir de base A todas nuestras exhortaciones, es el convencimiento intimo que tenga el po- bre, de que todo lo que le decimos es ani- mados del vehemente deseo de su bien es- piritual y temporal: todo esti perdido si ve nuestro amor propio 6 nuestras pasio- nes 4 través de nuestra débil caridad. Aunque tengamos que ser severos con el pobre, porque asi lo exija la justicia, la dureza que pueda haber en el fondo de nuestra resolucién no debe llegar nunca 4 la forma. Debemos mostrarnos como los afligidos ejecutores de una orden severa impuesta por la necesidad, y tener muy presente que el castigo pierde toda su efi- cacia si se ve que Ia pasién anima al que le impone. El pobre 4 quien por incorre- gible retirainos nuestra limosna, 6 la de la sociedad & que pertenccemos, es toda- via un hermano nuestro, un hijo del Dios (2) “‘Los mismos presidiarios, con quiencs he vivido, no se ganan de otro modo: cuando les hablaba con se- veridad, todo lo echaba 4 perder.” Esto dice San Vicen- te de Padl, yen otra parte aade: “Tened toda Ja con- descendencia que querdis, siempre que 1.0 ofenddis 4 Dios.” 49 CONCEPCION ARENAL que muridé por él como por nosotros, y no debemos desesperar nunca de corregirle, Hagdmosle comprender quc, aunque no podamos darle socorro material, estardan siempre con él nuestra buena voluntad, nuestro deseo de verle inejor y mas di- choso. gQuién sabe si el melancdlico re. eucrdo de este amigo desinteresado que eon pena se aparto de él, porque éllo qui- so, quedara en su alma como una precio- sa semilla, que cualquiera circunstaneia puede hacer gerininar? gQuitn sabe si el ultimo dia que nos te es el primero que empieza A comprender lo que para él fai- mos; si aprecia nuestro amor por el vacio que le deja; si este adios hasta la eterni- dad le haee pensar en ella v estremecer- se? Pero aunque dejemos A un pobre, no le abandonemos por cso; sin que parezva que le buscainos, procuremos encontrarle alguna vez; y si cualquiera terrible des- gracia le aqueja, que nos vea 4 su lado. El hombre, sublime por sus aspiraciones y despreciable por sus instintos, es tal, que ni se debe confiar ni deseonfiar de él hun- ca en absoluto. Firmeza.—La duizura con el pobre de- 4 a CONCEPCION ARENAL be ir acompailada de una razunable seve- ridad; y esto aun para conservar el pres-' tigio que debemos tener con él, y sin el cual no le podremos corregir. La debili- dad de cardicter mueve A desprecio y es es¢arnecida por los mismos que la explo- tan. Cua4les son los hijos insolentes y po- ¢o carifiosos? Los hijos mimados. Cuando- sen necesario, debemos doblar, romper, sins preciso, la voluntad del pobre, no ton la nuestra, sino con la de Dios, qne haremos prevalecer con cristiana firmeza.: No somos duefios, sino administradores de los bienes de todas clases que distri. buimos 4 los pobres, y debemos Ilevarlos alli donde la necesidad y el mérito sean’ mayores. Pensemos que lo que se da in- debidamente 4 uno se quita al que lo me- recfa; que Ja arbitrariedad en la distribu- cién de las limosnas es un poderoso argu- mento contra las asociaciones caritativas, y un motivo que retrae de entrar en ellas A personas virtuosas, cayo auxilio podria ser muy eficaz. Esta arbitrariedad sirve también de pretexto: guardémonos bien de dar al egoismo medios de disfrazarse. Ewactitud.—La exactitud en evar los EL VISITADOR DEL POBRE 51 socorros, jes una cosa tan obvia, tan esel- cial! Es tan facil cumplir este deber, y tan horrible olvidarle, que apenas se concibe — que sea preciso hablar sobre esto 4 nin- guna persona que voluntariamente se pre- senta para visitar al pobre, Hay una fami- lia sumida en la miseria; Ja pobre madre no puede dar mas que ligrimas 4 los ex- tenuados hijos, que le piden pan, ni res- ponder 4 sus ayes sino con los violentos latidos de su coraz6n. Se acusa la lentitud de las primeras horas de la mafiana en que se espera el socorro, luego mas tarde se abre la ventana, se mira, se escucha, se espia el menor ruido, se oye lo que sue. na....., llega la noche, la puerta se cierra, ya no hay esperanza. El que debia Jlevar el consuelo 4 la desolada familia, se ha ido & sus negocios, 4 sus placeres, jy el socorro guardado en su cartera, nada di- ce 4 su corazén ni 4suconciencia! Aque- Ilos bonos son el pan del pobre, son su legitima propiedad. Faltamos 4 la confian- za que deposita en nosotros el que nos confié Ja santa misién de llevar consuelo al desdichado; cada hora, cada minuto que retardamos voluntariamente este con- 52 “CONCEPCION ARENAL suelo, cometemos una especie de fraude, que tiene algo de sacrilego. ¢Quién sera el responsable de la desesperacién de aquella familia, que aguardé en vano to- do el dia el socorro que debjamos Hevar- le; de la blasfemia que formulan aquellos labios, del crimen que medita aquel co-. razon y tal vez consuma?...; Nada nos di- r4n los tribunales de tos hombres, jpero compareceremos un dia ante el de Dios! El visitador del pobre nocumple su san- ta misién con mandar los bones 6 cual- ‘quiera otra clase de socorro, con dejarse- Jos A una vecina del necesitado 6 quien iba 4 visitar, 6 echarlos por debajo de su puerta: no son cl principal bien que lle- vamos al pobre, sino, por el eontrario, son en general el menor bien de los que podemos hacerle. La exactitad en Nevar los socorros ma- teriales es tan facil, y faltar 4 ella es tan repugnante, que apenas parece necesario recomendarla; pero hay otra que, sin im-. portar menos, corre mis riesgo de ser ol- vidada, v lo.es, en efecto, muchas veces. Si nos aj:roximamos un poco 4 ser lo que debemos, muy pronto lo somos todo para EL VISITADOR DEL POBRE 5B el pobre: nos confia sus secretos, Nos ex- pone sus dudas, nos pide apoyo en sus tribulaciones, y consejo en sus perpleji- dades. "No tengo en el mundo.mas que A Dios Nuestro Sefior y 4 usted, nos dice; usted ¢s mimadre y mi padre;" y nos con- vierte en agente de todos sus negocios. El memorial para que un hijo enfermo sca Nevado gratis 4 tomar bafios, otro pidien- do tal 6 cual socorro, la pretensién para que una nifia entre en un asilo de caridad, diligencias para busear ocupacién al que carece de ella, parareclamar un derecho, para defenderse de una inculpacién ca- lumniosa, para buscar un documento, sin el cnal no se puede ligitimar una unicn ilicita, etcétera, etc., todo se encomienda 4 nuestro celo con una fe que nos obliga. Aunque no fuéramos exactos por amor de Dios y del préjimo, parece debemos serlo por delicadeza. js tan indigno bur- lar la confianza que en nosotros se depo- sitd! ’ Si alguna.vez nos olvidamos de cum- plir exactamente los encargos del pobre, disimulemos la verdad sin pronuneiar nun- ea la palabra olvido; jes tan dura de oir 5s CONCEPCION ARENAL para el desdichado! ;Olvidarse de lo que A 61 le preocupa todos los momentos; ol- vidarse de lo que mortifica tanto 4 su hi- jo, de lo que podria aliviarle!.......... 1 Excusémonos de un modo cualquiera, y procuremos reparar nuestra falta: confe- sarsela, es causar al pobre una gran pe- na, producirle un cruel desengaiio; es dirigir un terrible golpe 4 nuestro presti- gio, fundado todo en Ia gratitud y el amor. A veces decimos: E} pobre abusa, tie- ne exigencias impertinentes, verdaderos caprichos de nifio mimado. Dios bendiga desde el cielo, y los hombres respeten é imiten sobre la tierra, al visitador cuyos pobres tengan estas exigencias y estos ~prichos; ellos quieren decir: Es tan bue- no, que la desgracia constituye para ¢f un derecho sin limites (1). {Bienaventura- do el fuerte, de quien abusa el débi} que padece! Circunspeccién.—El visitador del po- bre no Sélo debe ser bueno, debe pare- t Acerdémones de que San Vicente de Pail no da- ba muestra de inipaciencia, ni aun de extraficza, cuan- do un oficial de sastre le encargaba un ciento de agujas, y hacia con exactitud el encargo. i; a EL VISITADOR DEL PORKE ! cer perfecto. Delante de los pobres, co- mo delante de los nifios, debemos medir nuestras palabras y hasta nuestros gestus, estar verdaderamente en escena, y como si representasemos un papel de mucha importancia, en que nada es indiferente. Nunca debemos decir nuestra opinién so- bre nada, hasta conocer perfectamente la del pobre que visitamos, ni tributar gran- des elogios 4 las virtudes que tal vez fin- ge; ni escandalizarnos altamente de los vicios que ostenta; Jas acciones, nuestro poderoso argumento para convencer, han de serlo también para ser convencidos, y Ja reserva un poderoso auxiliar, porque el pobre no es reservado, Pero esta re- serva debe estar suavizada por la cari- dad, para que no parezca suspicacia, yr haga poner en guardia al que queremos. conocer: la circunspeccién no es la serie- dad ni el silencio. Midamos, pues, nues- tras palabras de modo que no haya nin- guna imprudente, y si es posible, ninguna vana. Cuando tratemos con personas de dife- rente sexo, scamos precavidos hasta la nimiedad, ya porque seria insensata arro* 56 CONCEPCION ARENAL enininiane nana Aaa gancia creer superfluas precauciones, que los mas gtandes santos juzgaron necesa- rias, ya porque las apariencias no pucdan: condenarnos nunca, Las apariencias, que son edificacién6 escindalo, importan mu- cho 4 todos, pero muy particularmente 4 los individuos de una asociacién carita- tiva, La falta de un particular 4 él sdlo perjudica; la del que pertenece 4 un cuer- po colectivo, recae sobre Ja corporacién,. y Dios sabe el dafio que puede hacer, y& " por los extraviados que impide corregir, ya por los virtuosos que retrae. Ademas, al mundo, muy tolerante con los que Je siguen, es severo en demasia con Jos que quieren corregirle y aun consolarle. To- das sus franquicias y privilegios Nevan esta condicién: Noserds mejor ni mds gran- _de que yo. El que no Ja Nena, puede pre- pararse, segtin los casos, 4 renunciar al fuero 6 & quedar fuera de Ja ley, Semejante conducta parece una injus- ticia incomprensible, muy propia para irritar 4 los que de ella son victimas; y no obstante, nada les sucede que no sea muy natural, hasta cierto punto justo, y esto principalmente por tres razones. BL VISITADOR DEL POBRE . 7 Primera. El mundo es absoluto en sus fallos y poco perspicaz en sus observa- ciones, No admite mas que tres tipos. Los que le siguen, 4 los cuales, aunque no lo diga, tiene por muy medianos; los - que se apartan de él hacia el mal, que son muy malos; los que camlinan por la senda del bien, que deben ser muy bue- nos: tiene una extraordinaria predilec- vién por el superlativo: de ahi el que no deteste la maldad ni respete Ja bondad, sino cuando pasa ciertos limites. Segunda. El mundo acaba por respe- tar lo que juzga respetable, pero regatea cuanto puede este respeto, y esto porque nuestro amor propio, el de todos, se rin- de lo mas tarde que puede A tributar es- ta especie de homenaje, que quiere decir: Vale mds que yo. Tercera. Los que se apartan del mun- do para hacerle bien, vale més que él, Dios ha fortificado su voluntad, 6 ilumi- nado su entendimiento, con una [fuerza y con una luz que no da al vulgo de las criaturas. Son elegidos. El Seflor ha de pedir cuenta 4 cada uno segin lo que le did: gpor qué extraflar que el mundo pi- 58 CONCEPCION ARENAL we da mucho los que por instinto compren- de que han recibido mas? Sean, pues, tolerantes los mejores, que el mundo quiere impecables, y conside- Tando que las exageradas exigencias de los pobres estan disculpadas por la mise- rable naturaleza humana, y apoyadas en Parte por la razon, lejos de irritarse, pro- curen llegar al elevado blanco que se les fija. Las mismas ofensas son verdadcros homenajes: de nadie se exige mucho sin confesar tacitamente que se tiene de él una alta idea. Celo.—Nada hay en el celo que parez- ca obligatorio; en muchos casos puede tener apariencia de un lujo de compa- sidn, y no obstante, es indispensable en e] visitador del pobre, Colocado muchas ve- ces entre la inercia del que necesita y la indiferencia del que puede dar, se vé pre- cisado Ajmportunar aqui, A rogar all4, 4 Teprender en otra parte; 4 luchar con los errores, con las pasiones, con el egoismo; 4 olvidar tantos desengafios sufridos; A imponer silencio al amor propio; 4 ser, segtin las circunstancias, dulce, severo, jnsinuante, Flexible, patético, jovial y gra EL VISITADOK DEL POBRE. 59 ve; A inventar mil ingeniosos medios de llegar al santo objeto quese propone. Por ventura, gpodra hacer todas estas cosas sin“ese entusiasmo del bien, sin esa ima- ginacién de la virtud, sin ese fanatismo de la caridad, quese llama celo? Segura- mente que no. Si el oelo nos falta, habra en los movimientos de Ja caridad cierta exactitud casi mecdnica; cumpliremos con el reglamento de la asociacién piadosa, si pertenecemos 4 alguna; nadie podria re- prendernos si no Dios y nuestra concien- cia. Toda ley es esencialmente negativa, sobre todo en materia de caridad. En sas articulos hallaremos lo que no debemos hacer; lo que debemos practicar sdlo en nuestro corazén. Cumpliendo material- mente con lo que se nos Manda, sin dar lugar 4-que se formule una queja razona- da contra nosotros, Ja familia confiada A nuestro cuidado se hallard sin apoyo efi- eaz y sin consuclo. Los que pertenecen 4 una asociacién caritativa deben tener cui- dado de no ejecutar nada de lo que el re- glamento prohibe; pero necesitan hacer mucho de lo que no puede mandar: nin- gun reglamento puede ser otra cosa que 60 CONCHPUION ARENAL OO el esqueleto de la caridad. En vano quie- re tomar su nombre esa virtud falta de ve- lo, que es un rio sin corriente, una flor. sin aroma, una maquina sin motor. : Perseverancia,—La_perseverancia es una virtud tan necesaria como dificil; llevamos la veleidad 4 todas las cosas, Vv la mayor prueba de nuestra miseria es et poder del tiempo. Nuestros dolores, nues- tras alegrias, nuestra edlera, nuestra com- pasion, todo se gasta, El hombre de ele- vada raz6n, el as profundo fildsofo, tie- ne una desgracia: se le hacen los mis po- derosos argumentos, los mis légicos; es inutil, padece eruelimente. Pasa un afio; se.consuela de su pena, si acaso no la ol- vido. ;Miserable razén la del hombre, que en su mayor altura, no puede competir con el suefio de 365 noches! El tiempo, cuya mano se posa tan sua- veen la frente del que goza, y tan ine- xorable sobre Ja de! que sufre; el tiempo extingue 6 amortigua, no la divina Nama de la caridad, pero si los fuegos fatuos que muchas veces toman su nombre. Hay gran diferencia entre impresionarse con los ma- Jes de nuestros hermanos, y afligirse. Pa- EL VISITADOR DEL POBRE 61 ra lo primero basta imaginacién, y se ne- cesita corazén para lo segundo. Estudicé- monos bien, y si no hay en nosotros mis que impresionabilidad, pida4mos 4 Dios vocacién verdadera, porque vocacién y_ alta vocacién necesita la prictica de la caridad: confiemos nuestra limosna 4 los que supieren distribuiria, y no vayamios A dar el mal ejemplo de nuestra desercion: La earidad, para que sea perseverante, necesita echar raiz muy profanda en nues- tro corazén, Sondeémosle bien antes de entrar en una asociacidn caritativa: el que sale de ella por no haber Ienado los de- beres que impone, no deja un puesto va- efo, sino una brecha por donde entran la eritica, la calumnia y el deserédito. Si Dios nos ha elegido para instramen- tos de su misericordia infinita, correspon- damos dignamente A tan seflalado favor, hagamonos dignos de tan sagrado depd- sito, aercditumos nuestra vocacién con nuestra perseverancia, Sin esta virtud na- da podemos, nada somos para consolar al pobre, ni para corregirle: nuestro tra-_ bajo ser& el del obrero que empieza mu- chas soborea [as ¢ y jamnecluye una. Sea- 62 CONCEPCION ARENAL mos circunspectos para ofrecer protec- cidn 4 los desvalidos. Consultemos nues- tros medios materiales y nuestro corazén, siempre pequefio, antes de ofrecernos 4: visitar un gran numero de familias. Si vi- sitamos bien una, si la consolames, si la corregimos, si nos identificamos con eila, si perseveramos, 4 pesar de todos los obs- taculos que el mundo nos oponga, y de las pruebas que Dios nos envie, no hemos he- cho en vano la peregrinacién de la vida. E) mérito no esté en halagar nuestro amor propio con la proteccién de un gran nit- mero de personas, sino en la perseveran-, cia de ser utiles 4 anas pocas. A veces nos desalienta la poca propor- cién que hay entre los escasos resultados que obtenemos y los medios que emplea- mos, como si Dios en la balanza de su di- vina justicia hubiera de arrojar nuestra buena fortuna, y no nuestra buena volun- tad, Ademds, no somos exactos aprecia- dores del mal que evitamos ni del bien que hacemos. El bien y e] mal van por el mundo como esos pequefios fragmentos de roca desprendidos de las altas monta- nas cubiertas de nieve, y que se convier- EL VIsiTADOR DEL POBRE 63 ~~ ten en masas enormes, gQuién es capaz de calcnular el dafio que se evita al evitar una falta; el bier que se hace al contri- buir 4 una accién baena? Por ventura, 2el mal y el bien no dejan en el alma una es- pecie de levadura, que hace fermentar en ella nuestros perversos instintos 6 nues- tras nobles facultades? Cuando obramos mal, gno sentimos una especie de fascina- cién, que nos impele 4 obrar peor? Cuan- do hacemos bien, gno nos sentimos mejo- - res y mAs dispuestos 4 Ja virtud? ¥ lue- go, ¢quién nos ha dicho el precio de una lagrima que se enjuga? ;Ah! jSi hemos si- do desgraciados, debemos saber que es grande! Humildad,—La humildad con los po- bres es una virtud que nos eusefié el di- vino Maestro, y sin la cual no podemos corregirlos. a humildad no es més que e] exterior de la caridad, la expresién de an amor sin limites, que ninguna injusti- cia extingue, que ningun odio altera: ten- gamos ese amor, y seremos humildes. No hay nada tan sablime como Ja humildad verdadera, que por amor de Dios se in- clina ante el hombre, que compadece a: 64 . CONCEPCION ARENAL que la maltrata; que consuela al que la injaria, que perdona de rodillas (1). La bamildad tiene un gran poder cuan- do se ye en aquellos en quienes no pucdé parecer bajeza, y por eso impresiona 4 los pobres cuando Ja observan en sus [a- vorecedores. La soberbia en el débil cs absurda, en el fnerte es vil. La soberbia humilla sin corregir; la humildad corrige sin humillar: La soberbia despierta el amor propio y nos dispone 4 defender tiuestras faltas; la humildad habla al co-. razén y nos lleva 4 confesarlas. Cuanta mas distancia ha puesto la fortuna entre el pobre y nosotros, mas le impresiona nuestra humildad para con él. Ilay pocos tan insensibles 6 tan depravados que, por una especie de reaccién, no se sientan movidosAinclinarse ante el que nunca los bumilla, Pero lo mas difieil no es ser humildes con los pobres; su misma desdicha escu- da nuestro amor propio: ;los vemos tan abajo, que no creemos que puedan alean- zarnos sus ofensas! Nuestra humildad es (1) La humildad, dice San Vicente de Paul, ese mino que conduce 4 la mds aha perteccién, EL VISITADOR DEL POBRE 65 Oe eee et una forma de la compasién. Nuestros iguales, los que tienen mejor posicién, nuestros compafieros 6 superiores, si per- tenecemos 4 una asociacion caritativa: he aqui escollos mas temibles para nuestra humildad, que la soberbia del pobre. La suspicacia del amor propio nos hara notar la frialdad del saludo en uno, cl aire des- defioso del otro, la falta de franqueza en el de mas alla. Nos parecera que nuestras recomendaciones no se atienden, mientras se escuchan otras; que nuestros pobres son los menus favorecidos, siendo los més necesitados. Notaremos que nuestros ta- lentos, nuestro mérito, nuestra buena vo- luntad, pasan inadvertidos, confiando al cuidado de personas menos aptas encar- gos que deberiaimos nosotros desempefiar. Llegaremos tal vez 4 tener por cierto que se nos desprecia de propésito y se nos hu- milla 4 sabiendas. El amor propio, que no hay disfraz que no tome, se revestira conla sagrada tunica de la caridad, acu- sando en nombre de Dios 4 los que nos ofenden. Guardémonos de escucharle: la acrimonia de nuestras quejas debe revelar nos su verdadero origen. Pensemos que los 5 66 CONCEPCION ARENAL otros valdran mas de lo que suponemos, y nosotros menos de lo que hemos imagi- nado. En corroboracién de ello nos bas- tara recordar la exagerada idea que de su mérito tienen las mAs de las personas que conocemos, y e6mo se ciegan acerca de sus defectos, Por ventura, gnosotros se- remos mejores apreciadores de nuestro propio valer? gPor qué razon? Pensemos también que los desdichados que quere- ; mos amparar, con serlo tanto, tienen quien ; los aventaje en esa terrible competencia de dolores, cuya escala parece infinita. Pensemos, en fin, que si realmente hay alguna parcialidad, debemos sufrirla hu mildemente per Dios, que recibiraé el sa- crificio del amor propio como Ja mejor ofrenda que podemos llevarle. Si e] hom- bre es débil é imperfecto, gcdmo sus obras no han de resentirse de su imperfeccién y de su debilidad? Hay razon, hay sen- tido comin siquiera, en exigir que en la asociacién & que pertenecemos las cosas pasen comosi estuviera compuesta de san- tos y dirigida por angeles? Demos de ha- cernos esta pregunta: gEs mas el bien que se hace que el mal, en Ja asociacién que EL VISITADOR DEL POBRE 67 criticamos? Sila respuesta es afirmativa, las injasticias que alegamos para no per- tenecer 4 ella 6 para abandonarla, son pretexto del egoismo, del amor propio, de la debilidad, dela soberbia, origen de tantos males, Para mejorar la suerte de nuestro po- bre necesitamos 4 veces recurrir al auxi- lio de personas cuya posicién social es muy superior 4Ja nuestra, y nos irrita la dificultad de verlas, la necesidad de es- perar enuna antesala, la insolencia de un lacayo, la altaneria del sefior. Si somos buenos cristianos, poco nos costara ofre- cer A Dios estas pequeiias contrariedades; pero,aun suponiendo que nuestra virtud es débil y tibia nuestra fé, apelando sélo 4 la razon, debemos mirar con calma estos contratiempos, que estan en la naturaleza de Jas cosas. gNo arrostramos por amor del pobre la suciedad de su habitacién, su fetidez, su mucho calor 6 su mucho frio? Pues gpor qué no hemos de arrostrar al lacayo del rico, y su antesala y su vani- dad? 2Por qué hemos de darle mas impor- tancia que la que se da 4 una cosa desa- gradable que hay que sufrir, 6 4 un obs- 68 CONCEPCION ARENAL taculo que hay que vencer? Si al ver los defectos del pobre decimos para excusar- le: “Es tan pobre!" gpor qué 4 vista de los del rico né hemos de desir: “;Es tan rico!” éNo hay escollos muy dificiles de evitar para los que est4n en lo m4s alto de la escala social, como para los que estén en lo mas bajo? En vez de irritarnos contra los poderosos, debemos gracias 4 Dios, que no nos ha puesto tan caidos que se abrume nuestro corazon, ni tan levanta- dos que se desvanezca mrrestra cabeza: démosle gracias porque nos ha colocado en la situacién en que el entendimiento ‘se ofusca menos y la virtud es mAs facil. Sucedera, tal vez, que Ja familia con- fiada & nuestro cnidado nada adelante en el camino de la virtud: en lugar de darla por incorregible, pensemos que acaso !!0 hay en nosotros las dotes neceSarias para corregirla; que no la inspiramos esa sim- patia que, nacida de] corazén, es el me- dio mAs seguro para Hegar 4 él, y enton- ces debemos pedir ser relevados por otra persona mAs apta. Este acto de bumildad, fejos de rebajarnos, nos eleva; nunca el hombre parece tan grande como cuando confiesa su pequefiéz, ni para nada se ne- cesita mds fuerza que para ser humilde, CAPITULO VI. DE LA HABITACION DEL POBRE Y DE SU VESTIDO. Sin necesidad de dinero podemos hacer mucho bien al pobre, aun materialmente, La miseria produce, entre otros males, una apatia que parece preferir los dolo- res al trabajo de busearles remedio, y un abandono que la caracteriza siempre y en todas partes. Nicholls, al hablar de la miseria en Ir- landa, dice que, viendo Ja entrada de las pobres chozas obstruida por estiercol y toda clase de inmundicias, preguntaba 4 los colonos cémo no la limpiaban, y ellos le respondian: «j/Somos tan pobres!> A primera vista, la respuesta parece absur- da: para barrer un poco no se necesita ser rico; pero éste «jsomos tan pobres!s, 70 CONCEPCION ARENAL bien meditado, tiene su raiz profunda en el corazén humano, y explica y disculpa gran numero de hechos que nuestra lige- reza condena, Porque son tan pobres, se hacen sucios; porque son tan pobres se causan de luchar contra la fortuna, que los ha vencido tantas veces; porque son tan pobres, no sienten las molestias, ator- mentados por los dolores; porque son tan pobres, se desagradan y caén en una apa- tia que no es filoséfico estoicismo ni cris- tiana resignaci6én, sino, brutal indolencia. Preparémonos, pues, 4 trabajar, mu- chas veces sin fruto, contra el descuido del pobre, pensando que Dios recompen- sard nuestro buen deseo, y que 4 los ojos de la caridad noes nunca pequefio el bien que se hace, ni el mal que se evita. Procuremos mejorar las condiciones hi- giénicas dela habitacién del pobre, cui- dando mucho de hacerlo de modo que él No Sospeche nunca que es nuestra como- didad, y no su bien, el mévil de semejan- te conducta, Si el aire esté viciado, cosa tuuy comun, podemos abrir ja ventana, con un pretexto cualquiera, notando la buena vista que alli se disfruta para oh- EL VISITADOR DEL POBRE, a server un objeto que hay enfrente, etc., etc.; y Inego, como por deseuido, la deja- remos abierta. Podrd ser que el pobre note una grata impresién con el aire re- novado, y entonces ya no hay mas que hacer; pero podra ser que no, porque la miseria embota hasta el] instinto de con- servacién, Entonces, ya en pie para mar- charnos, debemos explicarle, del mejor modo que podamos, que el aire respirdn- dole se vicia, se hace infecto, y si no se renueva, basta por si solo para producir Ala larga enfermedades y agravar desde luego cualquiera que se padezca: después le pedimos permiso para abrir un poco, y nos vamos, 4 fin de que nunca imagine que Jo hemos hecho por comodidad nues- tra. Otras veces, por el contrario, hay que evitar la entrada del viento, que penetra por todas partes. Se tapan con papceles, Hevados al efecto, las rendijas; se pide un poco de yeso en la obra mas inmedia- ta para cubrir unos agujeros; se pone un bramante en cruz para que sostenga cl papel de una ventanilla; en donde el vien- to le rompia siempre; se unen algunos pe- 72 CONCEPCION AKENAL dazos de estera vieja 6 alfombra para cu- brir el frio ladrillo. ete., etc. El pobre, que nada de esto remediaba, apenas ve que ponemos manos a la obra, es otrohom- bre. jCon qué actividad nos ayuda! ;Con qué solicitud procura que no nos marche- mos, que nv hagamos esfuerzos que pue- dan perjudicarnos! jInfeliz! ;Lo que no ha- cia por si, lo hace por nosotros! ;Parece que no ama sino porque le amamos! Muchas veces, la cama de un enfermo que debe sudar y estar sudando, se halla colocada en el sitio mas expuesto al vien- to, 6 donde se percibe mds ruido, que molesta ul que sufre un fuerte dolor de cabeza, ete. Ni el paciente ni los que le rodean lo echan de ver; notémoslo noso- tros, y pongamosio remedio hasta donde sea posible. Hay pobres 4 quienes, por su tempera- mento, perjudica mis habitar en parajes lébregos y hamedos; debemos hacer todo cuanto esté en nuestra mano para que cambien de habitacion, porque hay fami- lias que se envenenan paulatinamente con el aire que respiran, y que con un peque- fio auxilio podrian hallar otra vivienda que no les fuese fatal, EL VISITADOR DEL POBRE =~ B El aseo de la casa también nos dara que haeer: sin embargo, por regla gene- ral, nuestra visita, hecha cuando nos es pera, basta para que las cosas vayan un poco mds en orden. Poeas seran las fami- Has que no traten de asear algo su habi- tacién, para recibirnos en ella. Las hay, No obstante, y con ellas es preciso recu- rrir 4 remedios supremos. La violencia y la eélera nada consiguen: la amenaza de retirar el socorro debe economizarse mu- cho, dejindola para casos mas graves: los medios supremos no son los medios violentos, en confirmacién de lo cual ci- taremos un hecho. Habia una familia pobre, sumamente descuidada, y una seffora que la visitaba se valié inttilmente de mil medios para que barriese la habitacién. Un dia entrd con una escoba, y se puso A barrer. Los pobres quisieron impedirlo: fué inexora- ble; se acusaron, los disculpé; la repre. sentaron to vil de la ocupacién. «gPara qué lavé Jesncristo los piés 4 sus disci- putos, les dijo, sino para ensefiarnos 4 prestar servicios humildes 4 los que son menos que nosotros?» Coneluida su fae- 4 CONCEPCION ARENAL na, afiadi6 «Me Hlevaré la escoba para otra vez.» «No, sefiora, no», dijeron 4 un tiempo la mujer y el marido, conmovidos visiblemente; y desde entonces no hubo en el barrio casa més barrida que la su- ya. . Si de la habitacion del pobre pasamos 4 su vestido, seran atin mds graves las dificultades que se nos presentan. La mujer pobre que tiene cuatro 6 seis hijos, es imposible que los traiga decen- tes, y en la imposibilidad de hacer todo’ lo que convendria, coneluye por no hacer nada, Asi el pobre adquiere desde nifio el hAbito de vivir en la desnudez y la in- mundicia, que ni aun puede notar, aque- jado por el hambre y el frio. Asi, sucede - con frecuencia que vestimos 4 una fami- lia necesitada, y al poco tiempo la halla- mos cubijerta de harapos, La ropa inte- rior no se lava, la exterior no se quita para dormir, ni se cose un rasgén, ni se echa una pieza, Es verdaderamente para desalentar. Pero la earidad nunca se cansa y todo lo sobrelleva. Kxhortemos un dia y otro, y siempre sin irritarnos, pensando que EL VISITADOR DEL POBRE 15 en aquel abandono hay mas desgracia que culpa. Busquemos en la familia el individuo que sea menos descuidado, y con amonestaciones, ruegos y_ ofertas, veamos de corregirle: si le hacemos dar el primer paso, casi todo esta hecho, por- que se-complacera en verse mds limpio, - en que le distingamos, dandole la prefe- reneia, y én ver que le consideran mas en todas partes, porque sabido es eudnto influye el traje para todo. Al mismo tiem- po que estimulos a] que procura enmen- darse, procuremos que el incorregible re- ciba humillaciones, sin que sospeche que hemos contribuido 4 ellas, y aunque nos parezea duro, consintamos en que sufra los rigores de la estacién, ya que no cui- da el traje que podria ponerle 4 cubierto de ellos, y dig&mosle con pesar: “Amigo mio, me duele en el alma ver 4 usted en este estado; pero como darle un vestido es tirarlo, y hay tantos que lo necesitan, no puedo en conciencia hacerlo." Lo sua- ve del lenguaje y lo duro del castigo tal vez logren corregirle. En el desorden y abandono del traje, la falta esta principalmente en las muje- 76 CONCEPCION ARENAL res, y 4ellas hay que dirigirse, apelando 4 sus afectos benévolos, 4 su amor pro- pio, 4 su instinto de abnegacién. Una prenda que no cuidaria por su comodidad.” tal vez lo cuida porque se la hemos lleva - do el dia de susanto 6 del nuestro, en- cargandole que la conserve como una me- moria. Acaso se anime 4 coser si la rega- lamos una linda cajita que contenga hilos, dedal y ahujas. Puede que la mueva la gratitud 6 el deseo de agradarnos, y que haga por nosotros lo que no haria por ella misma. Encarezcamos la belleza dc sus hijos, que resaltaria sélo con lavarles la cara, y un dia con aire de broma, sa- quemos del bolsillo un pedazo de jabén, y bagamos que se laven los nifios. El que lo haga sin Horar recibira en premio al- gan regalillo, y la oferta de algin otro siempre que le hallemos con las manos y Ja cara limpia. Tal vez baste esto para que todos se laven y Ja pobre madre se anime. Alentémosla de modo que com- prenda que sabemos toda la dificultad y todo el valor que tienen sus esfuerzos, haciéndole ver cudn meritorios seran pa- ya con Dios y para con el mundo, porque BL VISITADOR DEL POBRE 91- Jas personas caritativas que entran en ca- sa ‘del pobre, dicen como un gran elogio: «jLa tiene tan limpia!» Este cnidado material del pobre puede tener consecuencias que no sean materia- les. E! hombre fisico y el moral estan uni- dos de ta] manera, que modificado el uno, rara vez deja de modificarse el otro. La postracién de! animo le hace ser des- cuidado con su persona, y el aseo levan- ta su espiritu. Si al que yace en la mise- ria le vistiéramos decentemente, ddndole una buena habitacién, veriamos que sus pensamientos se elevaban, que sus incli- naciones eran menos bajas. Por eso al corregir al pobre por su descuido, no le hacemos sélo un servicio niaterial, sino que le ponemos en camino de ser mejor, y con la higiene de su cuerpo le prepara- mos la salud de! alma. CAPITULO VII. gDE QUE HEMOS DE HAHLAR CON EL POBRE? {sta pregunta sirve de respuesta cuan- do alguno nos hace presente el poco tiem- po que estamos en casa del pobre, donde no pueden pasar Jas visitas de cumpli- miento. gCon quién cumplimos? Dios ve su inutilidad, el pobre Ja siente, nuestros superiores la comprenderan por Ios re- sultados, el mundo no nos Mira, nosotros mismos....gQué idea tenemos de nuestra santa misi6n si creemos Jlenarla con al- gunos minutos de esistencia material? ¢Cémo nuestra conciencia no nos acusa de abusar de Ja confianza de]os que con- fian A nuestro celo un cargo que tan ms] desempefiamos, y de estar en un puesto que otro ocuparia mis dignamente? La visita del pobre puede dividirse en cuatro clases. La que se ha llamado de EL VISITADOR DEL PORBRE 9 corredor, reducida 4 veral pobre y darle el socorro material, sin sentarse, tal vez sin entrar en su casa, ni acabar de subir su penosa escalera. La de cumplimiento, en que el visitador se sienta, esti muy amable, habla algu- nos minutos de cosas muy indiferentes, y se va, La de amigo, que se prolonga, y en que se habla de las necesidades del pobre, de sus faltas, de los medios de mejorar su eonducta y su posicién, y se dan consejos y consuelos. La de padre, que es todo lo largo que el caso requiere, y frecuente segan Ja ne- cesidad; en que se rie y se llora, se re- prende asperamente y se consuela con amor; en que se habla mucho; en que se guarda silencio ante dolores sin remedio sobre la tierra; en que se reciben intinas confidencias; eu que se manda y se pro- hibe, y se amenaza y se ruega; en que hay lagrimas de arrepentimiento, deamar- gura, de compasion y degratitud: en que se reciben desengafios y estimulos, que- jas y bendiciones. Ya se comprende la inutilidad de las 80 _____ CONCEPCION ARENAL dos primeras visitas, que podemos hacer durante muchos afios, toda la vida, sin inspirar confianza al pobre que Jas reci- be, sin conocerle mds que de vista, ni ha- cerle otro bien que el socorro material que le llevamos, que asi aislado acaso no lo sea, y tal vez le perjudique estimulan- do su pereza, 6 dando pAbulo 4 su intem- perancia. Nuestra visita debe ser de padre, y si 4 tanto no podemos llegar, de amigo. gDe qué hemos de hablar con el pobre? ;Ah! iSi somos buenos, nofaltara asunto de conversaciéu! jEl pobre tiene tantas co- sas de que hablarnos! jLe sirve de tanto consuelo el que le escuchemos! ;Nos da tanto derecho 4 que nos escuche, el ha- berle escuchado! : El pobre tiene una larga y triste histo- ria, que cuenta prolijamente: oigdmosla para dar gracias 4 Dios, que no nos ha enviado tan duras pruebas; para apren- der 4 sufrir; para que nos sirvan de ejem- plo la resignacién, el valor, mil virtudes, secreto entre Dios y el pobre que la cari- dad sorprende; para conocer al que visi- tamos; porque quien refiere su vida, se EL VISITAD OR DEL POBER 81 pinta en ella, y es casi imposible que al pintarse el pobre no se retrate. Hay en el pobre crrores que combatir, faltas que deben corregirse, propésitos de eumienda que animar, dudas que resol- ver, ignorancias que ilustrar, proyectos que dirigir, temores que desvanecer, y la esperanza, que debemos custcdiar en su corazon tan -piadosamente como la cari- dad en e} nuestro. Somos bien poco cristianos y bien -ri diculos al decir con aire de superioridad desdefiosa: “gDe qué hemos de hablar con el pobre?” A Jesucristo, que confundia 4 los doctores en el templo, le faltaba de qué-hablar con el pobre pueblo ignoran-: te y extraviado? Nosotros, miserables criaturas, gtendremos que descender tan- to como el divino Maestro, para ensefiar algo 4 los que visitemos? A los ojos de la eterna sibiduria, ¢glas lecciones que da- mos valen tanto'como las que podemos recibir? A Jas personas de elevada inteli- genceia, de vasta instruccién, si tienen ca- ridad, no les falta nunca de qué hablar con los pobres, que al-cabo de una lai, visita les dicen: “;Tan pronto se marchan 6 #2 CONCEPCION ARENAY, ustedes!" Porque el pobre no es lo que cuentan los que no le conocen ni le con- suelan. Hay pobres pervertidos, y sobre todo de escasa capacidad, que aprecian principalmente el socorro material que se les lleva; pero muchos aprecian tanto la ‘visita, y no pocos, mas que el socorro. éPor ventura ef pobre no tiene alina- para recibir con gratitud la limosna de carifio que Hevamos 4 su corazon? ‘Una sefiora, cuyo nombre pronuncian con respeto todas las personas que cono- cen sus virtudes y su talento, decia pre- sidiendo una Conferencia de San Vicente de Paul: "Nuestro celo falta muchas ve- ces: los medics materiales no faltan nun- ca: {Yo hubiera querido verlos agotados alguna vez para visitar sin bonos!" Y co- mo alguna de sus hermanas replicase: “Entonces Jos pobres nos recibirian mal," contest6: "Eso seria prueba de que no sa- biamos cumplir con nuestra obligacién: silos pobres no recibian mal sin bonos, es que no los visitamos bien.” En corro- boracién cité una Conferencia de sefioras en Cataluiia, que estuvo visitando:sin bo- nos por espacio de un mes, y cuyos po- _ EL VISITADOR DEL POBRE | 83 bres recibian 4 las hermanas con las mis- mas pruebas de afecto, con el propio ¢a- rifio que cuando les Hevaban socorros ma- teriales. Esto prucba que si es cierto que hay pobres que no ven mis que los bonos, se ballan muchos que ven el coraz6n, que le comprenden, simpatizan con él y agra- decen la visita mas que la limosna; esto prucba que en el corazén del pobre, co- mo en el drbol del desierto, kay un fruto de ruda corteza que encierra un licor dul- cisimo; refrigerante, no sospechado por el egoismo y que Ja caridad revela. No puede faltar asunto de conversacién con el pobre, que recibe como un gran consuelo nuestra visita, que nos consulta sobre todo lo que debe hacer, y nos refie- re todo lo que ha hecho: tiempo y volun- tad es lo que faltan generalmente. El po- bre suele ser prolijo cn sus relatos; & ve- ces nos cansa y nos impacienta con sus rodeos, con sus episodios, empleando me dia hora en decir lo que podria muy bien referirse en cinco minutos. Pero si interrumpimos su relato, si da- mos muestras de impaciencia, si no le de. jamos decir todo lo que él quiere, es se- a CONCEPCION ARENAL ruro que callar4 alguna vez cosas que nos importe saber. Ademas, si no le eseucha- mos, no nos escuchara, y luego, jparece. tan duro privarle de] consuelo que haila. en referirnos extensamente sus cuitas! iTiene tan pocos que le oigan! jLa des-. gracia deja un vacio tan grande en derre- dor del desgraciado! . Nuestras primeras conversaciones con el pobre no suelen ser muy animadas, por- que tiene poca confianza, y porque no cs-: tamos familiarizados con su‘ lenguaje ni ~él con el nuestro, Pero la caridad hace prodigios. ;Qué pronto el que la tiene ins- pira confisnza al que visita! (Qué pronto se comprenden, y qué especie de fusién se verifica en el lenguaje de entrambes! Es digno de notarse cémo las personas’ ilustradas se acomodan al lenguaje de jos pobres, adoptando uno que, sin ser bajo, esté A su aleanee, y eémo los pobres pu- Jen el suyo, y poco & poco le van elevan. do. Una vez llegados 4 este punto, y se Nega."pronto, falta siempre tiempo, no asunto de conversacién. La falta de tiempo es un motivo que -alegamos para. detenernos poco en lq vi- EL VISITADOR DEL PoBRE 8 sita. Esta exeusa podra ser legitima en muchos casos; si deberes mAs imperiosos nos llaman 4 otra parte, no es justo que estemos en vasa del pobre; pero entonces, 6 limitemos nuestros cuidados A una sola familia, 6 confiemos nuestra limosna al que pueda llevarla acompaiiada de con- sejos y consuelos que no tenemos tiempo, para dar, porque con nuestra vista mal hecha privamos tal vez al pobre de otro visitador que le serfa mas Util, Sin negar que haya personas de tal mo- do ocupadas, que no pueden dediearse 4. visitar 4 los pobres, notaremos que el tiempo tiene cierta elasticidad para los que saben emplearle. Los buenos lo ha- llan siempre para hacer bien, y 4 los que no saben de qué hablar 4 los pobres, no es que les falten palabras, es que les fal- ta varidad. CAPITULO VIII. DE LA CORRECCION DEL POBRE tRRELIGICSC. Nunca repetitemos bastatte que el so- _corro material no es el bien mayor que podemos hacer al pobre, y que debe ser mirado por nosotros, mAs bien que cumo objeto, como medio. . Nuestro objeto, nuestro grande objeto. es inspirar al pobre sentimientos religio- sos, moralizarle, dirigirle, alentarle y sos- tenerle, para buscar alivio 4 sus, males, - y consolarle en los que no tiencu reme- dio, : . Cuando hallemos un pobre que no cum- . _ ple con sus deberes de eristiano, no nos ocurra la idea de predicarle largcs sermo- nes, de presentarle las objeciones que se ban hecho contra la religi6n, para reba- Bu VistTADOR DaLvouee Bt tirlas luego. Este medio es pelizrosisimo eon los pobres que discurren un poco, y 4 quienes damos para combatir la verdad, un arma que no tenian. Sin duda que los argumentos que combaten la religién pe- san mucho menos que los que la defien+ den; pero arrojando con aquéllos los de- pravados instintos, los malos haAbitos y las pasiones, la balanza podrd inclinarse del lado de laimpiedad y del error. Esta éireunspeccién es tanto més razonable, cuanto que Ia irreligién del pobre es prAc« tica y no tedrica, y sa materialismo ‘no és sistematico, sino brutal. No va 4 misa, - porque no iba su padre, por que eu madre no cuidéd de que fuese, No se confiesa, porque cuesta trabajo revelar las propias faltas, No se enmienda, porque es mas facil satisfacer los instintos, que ponerles freno. Se burla de las cosas santas por estupidez, por insustancialidad, por hibi to, por fanfarronada; tal vez por sofocar Ja voz de su conciencia, como canta en Ja obscuridad el que tiene miedo, Da malos ejemplos, pero no tiene pretensio- nes de formar prosélitos: no vayamos 4 sugerirle la terrible revelacién de que i CONCEPCION ALENAL aque!lo mismo que él hace, hay quien lo defiende y razona, bien 6 mal: no eleve- mos 4 sistema sus extravios, que él mira sdlo como un hecho. Armémonos de todo nuestro celo, de toda nuestra dulzura y circunspeccién, de toda nuestra caridad, en fin, para es- cuchar al impio. Oigamos con aparente impasibilidad sus blasfemias y sus obsce- nidades; sepamos lo que hace, lo que piensa, lo que cree; escuchemos sus mal. diciones sin escandalizarnos, sin repren- derle, sin alterarnos, y del mismo modo que oiriamos los desvarfos de un de- " nente. Después que con nuestra calma y nues- tra dulzura hayamos sondeado todo aquel abismo de males, guardémonos de querer _ponerles un pronto remedio. El mayor enemigo del bien es la impaciencia de ha- cerle (1). Es duro ver & un hombre que puede contar las ofensas que hace 4 Dios por las horas del dia, que arruina por Momentos su escasa fortuna, su débil (1) Las obras de Dios, dice San Vicente de Paul, se Nevan 4 cabo poco 4 poco, por principios y progresiva- mente, EL VISITADOR DEL POBRE 99 salud, y ante este espectaculo esperar una semana y un mes y un afio, y guardar silencio, y devorar la impaciencia, la re- pugnancia, el horror, la compasién, las ligrimas, todo, para aparecer tranquilos en medio de una escena desgarradora: es duro, es cruel, pero es preciso; el que no sabe esperar, no puede corregir. Debemos ante todo, atraernos el cora- z6n de aquel ser extraviado; si él no nos mira como amigos, nuestras exhortaciones ‘seran siempre inutiles: comprendamoslo bien: si no conquistamos su afecto, es im- posible quesalvemossu alma, Pero, gtiene afectos esa criatura depravada, que mal- dice de Dios y de los hombres, ese corazon, eaverna de rencores y de iras? ;A, si! Por ese hombre murié en la cruz Jesucristo, y asi eomo la huella del pecado original se percibe 4 través de las virtudes del justo, la luz de la redencién llega hasta los infelices de que hablamos. Mas gpor qué medios se conquista la amistad de una criatura que parece no abrigar mds que odios en su corazén? El amor; he aqui el grande, el tnico medio: la earidad es la vara prodigiosa que hace, ws _ CONCRECION ARBNAL brotar el arrepentimiento de la aspera ro- ca de un corazén depravado. Si no tene-, mos caridad de ega que no se irrita, ni se cansa, y que todo lo espera; inutil es que emprendamos la regeneraciéu de nin- gun pecador; pero si esa caridad divina existe en nosotros, nada hay imposible. ’ Hallaremos en nuestra inteligencia, en nuestro corazén, en nuestro earacter, me- dios que no sospethibamns; y si, al que- rer elevarnds un poco sobre la naturale- za humana, nos hemos visto tan peque- ilos, al descender 4 los abismos de la cul- pa para salvar 4 un hermano, nos senti- remos grandes. Amor, amor, siempre amor; he agquf nuestro objeto, nuestro medio, nuestra alma casi irresistible (1). El hombre per- vertido snele despreciar Ja hamildad y la dulzura del débi!, porque la equivoca con el temor y la bajeza; pero el pobre no. puede tener esta idea de nuestra manse- dumbre, Sabe que podemos y valemos mas que él, que no le necesitanios para (1) E! parviso de la tierra, como el del cielo, dice San Vicente de Paul, estd en fa caridad, ‘El paraiso no es otra cosa que amor, unién y caridad. ELVISITADOR bEL PORRE _ 91 nada, que de él nada podemos esperar ni temier; y la abnegacién hamilde, desin- teresada, perseverante, la paciencia del que todo lo sufre, el celo del que todo lo intenta, es dificil que no conniuevan al pobre extraviado, y le conduzcan 4 pre- guntarse si no hay mas allA de la tierra y de la vida un movil y un premio para tantos sacrificios, Empecemos 4 tratar al pobre deprava- do, como si prescindiéramos de sus fal- tas, de sus errotes y hasta de sus crime- - nes; como si nos olvidisemos de que tié- ne alma. Tratemos de mejorar su situa- oién material, y hablémosle largamente de los medios de cons yuirlo. Como el pecado es tan fatal para esta vida como para la otra, todos nuestros planes y nues- tros proyectos para mejorar su suerte irdn A estrellarse contra su mala conduc- ta: procuremos que Ja vea muy en relie- ve. Que el médico le diga que su intem- perancia se opone 4 8a etracién; que el casero al parecer inexorable, motive tal dureza en su mala conducta; que el que. le niega trabajo alegue su poca exactitud y esmero para cumplir sus compromisos;

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