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1. SITUACIONES DE EMERGENCIA.
Una situación de emergencia es una circunstancia excepcional y repentina que interfiere
con el funcionamiento normal de las instituciones.
Obliga a tomar medidas temporales para mitigar el carácter imperativo de las normas de
derecho público. Los elementos clave de la emergencia son la excepcionalidad, la
transitoriedad, la necesidad de prevenir daños mayores en beneficio de la comunidad, la
aparición imprevisible de la situación y la falta de responsabilidad de los involucrados.
En nuestro país, la emergencia ha sido un elemento fundamental en la vida institucional. Sin
embargo, su invocación debilita el Estado de Derecho y restringe los derechos
constitucionales.
Sin embargo, resulta sorprendente la recurrcncia del fenómeno en la realidad argentina, el
cual aparece como sustento de toda clase de apartamiento de las reglas constitucionales, a
punto tal que se encontrarían en pugna dos Constituciones en nuestro país, una para
tiempos normales y otra para las emergencias. Todo lo cual se debe fundamentalmente a:
Una cultura, en particular de parte de los gobernantes, muy poco afecta a guiar sus
actos y decisiones con los dictados del Principio de imperio de la ley.
Ei sobredimensionamiento del orden y de la eficacia, y la afirmación de la necesidad
de apartarse de las formalidades contempladas en la Constitución y en las leyes para
lograr aquellos objetivos.
La pugna constante entre legitimidad dejare y legitimidad de facto como fuentes para
el ejercicio de la autoridad de los gobernantes.
La falta de efectiva vigencia en ei tiempo del principio de separación de poderes en la
historia constitucional argentina.
El debilitamiento del modelo federal de estado hasta convertir a las autoridades
provinciales en verdaderas subalternos del gobierno nacional, en busca de los
recursos esenciales para hacer frente a los compromisos locales.
Los elementos del Estado de Derecho se han erosionado y los controles han fallado, lo que
debilita el sistema democrático y genera descreimiento en los ciudadanos respecto a la
plena vigencia de los derechos humanos y el poder limitado.
Distintas clases de emergencia
Existen diferentes situaciones de emergencia, según las causas en las que se originan.
Históricamente, tuvieron recepción en la Constitución Nacional las emergencias de origen
político, derivadas de conflictos internacionales o de graves disturbios internos que
afectaban el desenvolvimiento normal de las instituciones.
Los mecanismos constitucionales diseñados para dar respuesta a estos acontecimientos son
el estado de sitio y la intervención federal, según se trate de las situaciones previstas en el
art. 23 o en el art. 6° de la norma fundamental.
A su vez, las crisis económicas de posguerra dieron lugar a la adopción jurisprudencial de la
doctrina de la emergencia económica, con fundamento en precedentes de la Corte
norteamericana, pero, sin base constitucional precisa.
A partir de la reforma de 1994 adquieren "status" constitucional dos nuevos tipos de
emergencia. Por una parte, el art. 76 de la Ley Suprema autoriza la delegación legislativa por
causa de emergencia pública.
A su vez, el art. 99, inc. 3° habilita al Presidente para dictar decretos de necesidad y
urgencia "cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes".
Estos institutos, sin embargo, ya formaban parte de la Constitución material, a raíz de una
tendencia cada vez mayor de nuestros gobernantes a invocar la emergencia para ejercer el
poder sin sujeción a los límites contemplados en el derecho público.
El ejercicio de estas potestades legislativas por parte del titular del Ejecutivo, importa la
sustracción de una notable porción de facultades propias del Poder Legislativo, que no se ha
visto equilibrada, hasta el presente, con un sistema de controles eficaces.
2. ESTADO DE SITIO
El estado de sitio es un instituto de carácter excepcional establecido por la Constitución
para permitir la defensa de las instituciones democráticas frente a situaciones inusitadas y
transitorias de carácter político.
La Corte Suprema de lusticia de la Nación definió al instituto en un antiguo fallo como "un
arma de defensa extraordinaria puesta en manos de los poderes políticos de la Nación, para
que, en épocas también extraordinarias, puedan defenderse de los peligros que amenacen
tanto a la Constitución como a las autoridades que ella crea".
a) Origen:
El otorgamiento de poderes excepcionales a los gobiernos constituidos para mantener el
orden social en momentos de convulsiones políticas tiene antecedentes históricos, como la
dictadura romana.
Sin embargo, el origen moderno del estado de sitio se encuentra en Francia, en la ley de la
primera Asamblea Constituyente de 10 de julio de 1791. En consecuencia, durante un
peligro político, todos los poderes políticos pasaban a la autoridad militar.
Además, la Constitución francesa del año VIII define el estado de sitio como la facultad de
suspender la Constitución en casos de levantamiento armado o perturbaciones que
amenacen la seguridad del Estado.
Las Constituciones sudamericanas reconocen la influencia de la legislación francesa, como
la Constitución de Chile, que regulaba el estado de sitio. La Constitución de 1853 en
Argentina también contempla la suspensión de las garantías constitucionales en lugar de
suspender el imperio de la Carta Fundamental.
b) Finalidad:
En el célebre caso "Alem", la Corte Suprema ordenó la libertad de un Senador, arrestado por
orden del Poder Ejecutivo durante el estado de sitio, sosteniendo que"... el objeto
primordial del estado de sitio es ¡a defensa de la Constitución y de las autoridades federales
que ella crea..." y que "Toda medida que directa o indirectamente, afecte la existencia de
esos poderes públicos, adoptada en virtud de las facultades que el estado de sitio confiere,
sería contraria a la esencia misma de aquella institución, y violaría los propósitos con que la
ha creado el artículo 23 de la Constitución".
El estado de sitio tiene como objetivo defender la Constitución y los poderes constituidos
frente a un peligro que amenace su ejercicio legítimo.
Este peligro debe ser de suficiente gravedad y amenazar el funcionamiento regular de las
instituciones. Sin embargo, es importante recordar que el estado de sitio aumenta los
poderes políticos a expensas de los derechos individuales, por lo que su implementación y
las restricciones a los derechos deben interpretarse de manera restrictiva.
c) Normativa Constitucional:
El estado de sitio en Argentina está regulado por el art. 23 de la Ley Fundamental y por
disposiciones en los arts. 75, inc. 29 y 99, inc. 16, sobre atribuciones de los poderes políticos
en esta materia.
En caso de conmoción interior o ataque exterior que ponga en riesgo la Constitución y las
autoridades, se declara el estado de sitio en la provincia o territorio donde haya
perturbación del orden y se suspenden las garantías constitucionales. Durante esta
suspensión, el Presidente no puede condenar o aplicar penas, pero puede arrestar o
trasladar personas dentro del territorio. Para legitimar esta medida, se deben cumplir los
requisitos establecidos por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de
Derechos Civiles y Políticos, ambos con jerarquía constitucional en Argentina.
El primero de los tratados mencionados expresa en el primer párrafo del art. 27,
denominado Suspensión de Garantías: "En caso de guerra, de peligro público o de otra
emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado parte, éste podrá
adoptar disposiciones que, en la medida y por el tiempo estrictamente limitados a las
exigencias de la situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de esta
Convención, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna
fundada en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social".
El artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece que en casos
excepcionales de peligro para la vida de la nación, los Estados pueden adoptar medidas
restrictivas que suspendan las obligaciones contraídas en virtud de este Pacto.
Sin embargo, estas medidas no deben ser incompatibles con otras obligaciones impuestas
por el derecho internacional y no deben implicar discriminación por motivos de raza, color,
sexo, idioma, religión u origen social.
Es importante que el Estado respete las exigencias de ambos instrumentos internacionales y
busque conciliar la necesidad de enfrentar la emergencia con la protección de los derechos
humanos, asegurando que cualquier restricción sea solo la necesaria para superar la crisis.
i) Causas que lo autorizan
Según el texto del art. 23, las dos situaciones que autorizan la declaración del estado de
sitio son la conmoción interior y el ataque exterior.
En ambas hipótesis la norma exige como requisito que sea puesto en peligro el ejercicio de
la Constitución y de las instituciones que ella crea.
Por tal razón, debe tratarse —como dijimos— de una situación que, dada su gravedad, no
puede se remediada por los mecanismos institucionales ordinarios y, en consecuencia,
requiere respuestas extraordinarias para recomponer el orden constitucional afectado.
ii) Órgano que lo declara
La declaración del estado de sitio en caso de conmoción interior es atribución del
Congreso. Así lo expresa el art. 75 en su inc. 29: "Declarar el estado de sitio en uno o varios
puntos de la Nación en caso de conmoción interior, y aprobar o suspender el estado de sitio
declarado, durante un receso, por el Poder Ejecutivo".
Esta disposición se complementa, por lo tanto, con la contenida en el art. 99 inc. 16, en
cuanto establece que, en caso de conmoción interior, el Presidente de la Nación sólo tiene
esta facultad si el Congreso está en receso.
Cuando la causa que motiva su implementación es el ataque exterior, la atribución
corresponde al Poder Ejecutivo. Así lo prescribe el aludido art. 99 ínc. 16: "Declara en
estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un tiempo
limitado, con acuerdo del Senado...".
iii) Límites de espacio y tiempo
La restricción en el ejercicio de los derechos y el consiguiente acrecentamiento de las
facultades del Poder Ejecutivo, con motivo de la emergencia, se circunscribe al lugar del
territorio en donde se verifiquen las circunstancias que le dieron origen.
Las tres cláusulas constitucionales referidas al instituto en examen mencionan
expresamente la necesidad de su limitación espacial.
No ocurre lo mismo con el acotamiento temporal, al que sólo alude en el art. 99, inc. 16.
Pero, como se trata de una medida que es extraordinaria por su propia naturaleza y, por
ello, transitoria, el plazo resulta un requisito esencial para su legitimación.
iv) La restricción de las derechos y las facultades judiciales de revisión
La cuestión central consiste en determinar el alcance de la "suspensión de garantías"
establecida en el artículo 23 de la Constitución, debido a la amplitud de su terminología.
En un principio, se interpretó que esta suspensión incluía todos los derechos civiles y
políticos, así como todas las garantías, incluyendo el hábeas corpus. González Calderón
afirmaba que todas las garantías de la libertad civil quedaban suspendidas durante el estado
de sitio.
Esta fue también la postura de la Corte Suprema en relación con el poder discrecional
autorizado constitucionalmente para ejercer las facultades derivadas del artículo
mencionado. Según el tribunal, durante el estado de sitio se suspenden las garantías
constitucionales, incluyendo el derecho de reunión, mientras que la limitación impuesta al
Presidente de la República se refiere únicamente a la libertad individual.
La doctrina establecida resultó en la falta de control judicial sobre el estado de sitio y las
restricciones impuestas por el poder ejecutivo. Sin embargo, se permitió la revisión judicial
en casos que involucraran poderes expresamente negados al poder ejecutivo.
A partir del caso "Antonio Sofía" en 1959, la máxima corte modificó su criterio para permitir
la revisión de las medidas en relación al estado de sitio cuando estas fueran claramente
irrazonables. Posteriormente, se adoptó una interpretación restrictiva de las limitaciones a
las libertades individuales, considerando la relación entre la garantía afectada y la causa del
estado de sitio, así como la proporcionalidad de las acciones ejecutivas.
Además, dicho control debe tomar en cuenta las circunstancias vigentes al momento del
fallo.
Este criterio jurisprudencial fue receptado por la ley 23.098 de habeas corpus, al establecer
no sólo la vigencia de la garantía durante el estado de sitio, sino la extensión del control
constitucional de la restricción de la libertad dispuesta por el Poder Ejecutivo en el contexto
de la emergencia.
La reforma constitucional de 1994, al consagrar expresamente el hábeas corpus, dispone en
el art. 43 que la acción puede interponerse "aun durante la vigencia del estado de sitio".
Asimismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de Derechos
Civiles y Políticos brindan una valiosa pauta de interpretación del art. 23, al mencionar
expresamente aquellos derechos y garantías que no pueden suspenderse con motivo del
estado de sitio.
v) Facultades del Presidente:
De acuerdo con el art. 23. durante la vigencia del estado de sitio el Presidente tiene la
facultad de arrestar o trasladar personas de un punto a otro del país, con las prohibiciones
expresas de condenar y la de aplicar penas.
Esta limitación concuerda con el art. 109, en cuanto prescribe que "en ningún caso
Presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de
causas pendientes o restablecer las fenecidas", y, asimismo, con el art. 29 que veda al
Legislativo la concesión al Ejecutivo de facultades extraordinarias ni de la suma del poder
público.
Las prerrogativas presidenciales durante la emergencia son privativas del órgano ejecutivo,
y, por lo tanto, es éste quien decide sobre la aplicación de las medidas impuestas con el
objeto de restablecer el orden institucional afectado Para ello, el Presidente emite un
decreto que
debe ser fundado, pues, tal como lo ha exigido la Corte Suprema, si bien la declaración del
estado de sitio es una cuestión privativa de los órganos políticos y, en consecuencia,
írrevisable por el Poder fudicíal, la aplicación concreta de los poderes excepcionales que
confiere al Presidente el art. 23 sobre las libertades individuales está sujeta al control
jurisdiccional de razonabilidad. Por ello, sostuvo en el citado caso "Timerman" que "el
órgano político está obligado, frente a los requerimientos de los jueces competentes, a una
aserción inequívoca en cada caso concreto, para que éstos puedan respetar sin controversia
la esfera de reserva del Poder Ejecutivo.
De modo que una información del Ministerio del Interior insuficiente por lo genérica e
imprecisa, no es válida para justificar el ejercicio de los poderes constitucionales del
Ejecutivo ya que a los fines del control de razonabilidad debe determinarse la pertinencia
entre las razones de la detención y las causas del estado de sitio".
Las medidas adoptadas por el ejecutivo no deben implicar la imposición de una pena, ya
que son disposiciones de seguridad política. Así lo ha declarado el Máximo Tribunal de la
República en el caso "Pujadas", donde se resolvió que es inconstitucional someter a las
personas arrestadas durante el estado de sitio al régimen para procesados y condenados de
máxima peligrosidad.
La restricción de la libertad busca restablecer el funcionamiento normal de las
instituciones. Si el Presidente considera que la persona ha cometido un delito, debe ponerla
a disposición del juez para su investigación.
vi) El derecho de opción:
El arresto y traslado por orden del Poder Ejecutivo tienen como objetivo evitar que factores
político-sociales profundicen la crisis o obstaculicen la recomposición del orden institucional
afectado.
En estos casos, las personas pueden optar por salir del país. La opción está garantizada
tanto para los detenidos como para los trasladados por orden del Presidente. El pedido para
ejercer esta opción debe ser presentado al Poder Ejecutivo, quien deberá resolver
rápidamente. Solo se puede negar si existen procesos abiertos contra el solicitante. En caso
de silencio o rechazo, se puede recurrir al hábeas corpus.
Sin embargo, debido a las persecuciones políticas en nuestra historia, ha habido
incertidumbre sobre el ejercicio de este derecho.
Así, en el caso "Yrigoyen" la Corte Suprema declaró la improcedencia del hábeas corpus
interpuesto a favor del Presidente destituido por las autoridades defacto, por cuanto no
existía en poder del Gobierno manifestación auténtica de que el detenido hubiera pedido
salir del territorio argentino.
Posteriormente, en oportunidad de fallar en el caso "Alvear", la Corte Suprema sostuvo que
el derecho de opción no era absoluto y que, dada la finalidad perseguida por el art. 23, el
Presidente podía exigir al detenido o trasladado, el compromiso de no residir en
determinados países limítrofes.
La Corte Suprema modificó el criterio de residencia en el extranjero. Durante la dictadura
militar, se eliminó el derecho de opción de salir del país.
La Corte Suprema consideró que esta limitación no era arbitraria ni irrazonable. La ley
23.098 regula el hábeas corpus para verificar el ejercicio del derecho garantizado por la Ley
Suprema.
b) El derecho de resistencia:
El constituyente de reforma ha reconocido el derecho de resistencia como uno de los
derechos fundamentales, junto con la libertad, la propiedad y la seguridad.
Este derecho se basa en la soberanía popular y permite a la comunidad resistir y desplazar
a aquellos que quebrantan el sistema democrático. Sin embargo, en términos jurídicos, el
reconocimiento de este derecho depende del éxito o fracaso de quienes ejercen la
resistencia. Aunque es necesario diferenciar este derecho de la obligación de los ciudadanos
de armarse en defensa de la patria, así como del derecho de la comunidad a manifestarse y
oponerse a actos de gobierno considerados injustos dentro del sistema democrático.
d) Ética Pública:
El artículo 36 del 29 de septiembre de 1999 establece el mandato de sancionar una ley de
ética pública para el ejercicio de la función. En cumplimiento de esto, el Congreso aprobó la
ley 25.188 sobre ética en el ejercicio de la función pública. La ley define ampliamente el
concepto de función pública, incluyendo cualquier actividad temporal o permanente,
remunerada u honoraria, realizada en nombre o al servicio del Estado.
Se establecen deberes, prohibiciones e incompatibilidades generales para garantizar una
conducta transparente y prevenir actos que perjudiquen al Estado. Además, se establece la
obligación para los funcionarios de presentar declaraciones juradas patrimoniales integrales
dentro de los treinta días de asumir el cargo.
El incumplimiento se considera una falta grave y conlleva sanciones disciplinarias. Estas
declaraciones pueden ser consultadas por terceros mediante una solicitud escrita. Si un
funcionario deja la función pública, también debe presentar una declaración jurada
patrimonial, y no hacerlo le impide volver a ocupar cargos públicos. Aunque se creó la
Comisión Nacional de Ética Pública en el Congreso Nacional, aún no se ha integrado.
Se introducen reformas al Código Penal, específicamente en los artículos 266 y 268, y se
incorpora el artículo 268. En el artículo 266, se incrementa la pena de prisión de 3 a 4 años.
En el artículo 268, la inhabilitación absoluta de 3 a 10 años se convierte en una
inhabilitación absoluta perpetua y se impone una multa del 50% del valor del
enriquecimiento, que no estaba contemplada previamente. También se extiende el período
para justificar el enriquecimiento patrimonial aceptable hasta dos años después de dejar el
cargo, en lugar de solo después de asumir un cargo o empleo público, como se establecía
antes.
Estas reformas no solo cumplen con un mandato constitucional, sino que demuestran un
mayor rigor normativo para penalizar los actos de corrupción, que representan un grave
peligro para un verdadero estado de derecho.
En el ámbito del Poder Judicial, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha emitido la
acordada 1/2000 para implementar la ley. Además, el Consejo de la Magistratura aprobó el
Reglamento de Presentación y Consulta de las Declaraciones Juradas Patrimoniales del
Poder Judicial de la Nación, al que también adhirió la Corte Suprema.