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Bolilla IX

1. SITUACIONES DE EMERGENCIA.
Una situación de emergencia es una circunstancia excepcional y repentina que interfiere
con el funcionamiento normal de las instituciones.
Obliga a tomar medidas temporales para mitigar el carácter imperativo de las normas de
derecho público. Los elementos clave de la emergencia son la excepcionalidad, la
transitoriedad, la necesidad de prevenir daños mayores en beneficio de la comunidad, la
aparición imprevisible de la situación y la falta de responsabilidad de los involucrados.
En nuestro país, la emergencia ha sido un elemento fundamental en la vida institucional. Sin
embargo, su invocación debilita el Estado de Derecho y restringe los derechos
constitucionales.
Sin embargo, resulta sorprendente la recurrcncia del fenómeno en la realidad argentina, el
cual aparece como sustento de toda clase de apartamiento de las reglas constitucionales, a
punto tal que se encontrarían en pugna dos Constituciones en nuestro país, una para
tiempos normales y otra para las emergencias. Todo lo cual se debe fundamentalmente a:
 Una cultura, en particular de parte de los gobernantes, muy poco afecta a guiar sus
actos y decisiones con los dictados del Principio de imperio de la ley.
 Ei sobredimensionamiento del orden y de la eficacia, y la afirmación de la necesidad
de apartarse de las formalidades contempladas en la Constitución y en las leyes para
lograr aquellos objetivos.
 La pugna constante entre legitimidad dejare y legitimidad de facto como fuentes para
el ejercicio de la autoridad de los gobernantes.
 La falta de efectiva vigencia en ei tiempo del principio de separación de poderes en la
historia constitucional argentina.
 El debilitamiento del modelo federal de estado hasta convertir a las autoridades
provinciales en verdaderas subalternos del gobierno nacional, en busca de los
recursos esenciales para hacer frente a los compromisos locales.
Los elementos del Estado de Derecho se han erosionado y los controles han fallado, lo que
debilita el sistema democrático y genera descreimiento en los ciudadanos respecto a la
plena vigencia de los derechos humanos y el poder limitado.
Distintas clases de emergencia
Existen diferentes situaciones de emergencia, según las causas en las que se originan.
Históricamente, tuvieron recepción en la Constitución Nacional las emergencias de origen
político, derivadas de conflictos internacionales o de graves disturbios internos que
afectaban el desenvolvimiento normal de las instituciones.
Los mecanismos constitucionales diseñados para dar respuesta a estos acontecimientos son
el estado de sitio y la intervención federal, según se trate de las situaciones previstas en el
art. 23 o en el art. 6° de la norma fundamental.
A su vez, las crisis económicas de posguerra dieron lugar a la adopción jurisprudencial de la
doctrina de la emergencia económica, con fundamento en precedentes de la Corte
norteamericana, pero, sin base constitucional precisa.
A partir de la reforma de 1994 adquieren "status" constitucional dos nuevos tipos de
emergencia. Por una parte, el art. 76 de la Ley Suprema autoriza la delegación legislativa por
causa de emergencia pública.
A su vez, el art. 99, inc. 3° habilita al Presidente para dictar decretos de necesidad y
urgencia "cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes".
Estos institutos, sin embargo, ya formaban parte de la Constitución material, a raíz de una
tendencia cada vez mayor de nuestros gobernantes a invocar la emergencia para ejercer el
poder sin sujeción a los límites contemplados en el derecho público.
El ejercicio de estas potestades legislativas por parte del titular del Ejecutivo, importa la
sustracción de una notable porción de facultades propias del Poder Legislativo, que no se ha
visto equilibrada, hasta el presente, con un sistema de controles eficaces.

2. ESTADO DE SITIO
El estado de sitio es un instituto de carácter excepcional establecido por la Constitución
para permitir la defensa de las instituciones democráticas frente a situaciones inusitadas y
transitorias de carácter político.
La Corte Suprema de lusticia de la Nación definió al instituto en un antiguo fallo como "un
arma de defensa extraordinaria puesta en manos de los poderes políticos de la Nación, para
que, en épocas también extraordinarias, puedan defenderse de los peligros que amenacen
tanto a la Constitución como a las autoridades que ella crea".
a) Origen:
El otorgamiento de poderes excepcionales a los gobiernos constituidos para mantener el
orden social en momentos de convulsiones políticas tiene antecedentes históricos, como la
dictadura romana.
Sin embargo, el origen moderno del estado de sitio se encuentra en Francia, en la ley de la
primera Asamblea Constituyente de 10 de julio de 1791. En consecuencia, durante un
peligro político, todos los poderes políticos pasaban a la autoridad militar.
Además, la Constitución francesa del año VIII define el estado de sitio como la facultad de
suspender la Constitución en casos de levantamiento armado o perturbaciones que
amenacen la seguridad del Estado.
Las Constituciones sudamericanas reconocen la influencia de la legislación francesa, como
la Constitución de Chile, que regulaba el estado de sitio. La Constitución de 1853 en
Argentina también contempla la suspensión de las garantías constitucionales en lugar de
suspender el imperio de la Carta Fundamental.
b) Finalidad:
En el célebre caso "Alem", la Corte Suprema ordenó la libertad de un Senador, arrestado por
orden del Poder Ejecutivo durante el estado de sitio, sosteniendo que"... el objeto
primordial del estado de sitio es ¡a defensa de la Constitución y de las autoridades federales
que ella crea..." y que "Toda medida que directa o indirectamente, afecte la existencia de
esos poderes públicos, adoptada en virtud de las facultades que el estado de sitio confiere,
sería contraria a la esencia misma de aquella institución, y violaría los propósitos con que la
ha creado el artículo 23 de la Constitución".
El estado de sitio tiene como objetivo defender la Constitución y los poderes constituidos
frente a un peligro que amenace su ejercicio legítimo.
Este peligro debe ser de suficiente gravedad y amenazar el funcionamiento regular de las
instituciones. Sin embargo, es importante recordar que el estado de sitio aumenta los
poderes políticos a expensas de los derechos individuales, por lo que su implementación y
las restricciones a los derechos deben interpretarse de manera restrictiva.
c) Normativa Constitucional:
El estado de sitio en Argentina está regulado por el art. 23 de la Ley Fundamental y por
disposiciones en los arts. 75, inc. 29 y 99, inc. 16, sobre atribuciones de los poderes políticos
en esta materia.
En caso de conmoción interior o ataque exterior que ponga en riesgo la Constitución y las
autoridades, se declara el estado de sitio en la provincia o territorio donde haya
perturbación del orden y se suspenden las garantías constitucionales. Durante esta
suspensión, el Presidente no puede condenar o aplicar penas, pero puede arrestar o
trasladar personas dentro del territorio. Para legitimar esta medida, se deben cumplir los
requisitos establecidos por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de
Derechos Civiles y Políticos, ambos con jerarquía constitucional en Argentina.
El primero de los tratados mencionados expresa en el primer párrafo del art. 27,
denominado Suspensión de Garantías: "En caso de guerra, de peligro público o de otra
emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado parte, éste podrá
adoptar disposiciones que, en la medida y por el tiempo estrictamente limitados a las
exigencias de la situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de esta
Convención, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna
fundada en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social".
El artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece que en casos
excepcionales de peligro para la vida de la nación, los Estados pueden adoptar medidas
restrictivas que suspendan las obligaciones contraídas en virtud de este Pacto.
Sin embargo, estas medidas no deben ser incompatibles con otras obligaciones impuestas
por el derecho internacional y no deben implicar discriminación por motivos de raza, color,
sexo, idioma, religión u origen social.
Es importante que el Estado respete las exigencias de ambos instrumentos internacionales y
busque conciliar la necesidad de enfrentar la emergencia con la protección de los derechos
humanos, asegurando que cualquier restricción sea solo la necesaria para superar la crisis.
i) Causas que lo autorizan
Según el texto del art. 23, las dos situaciones que autorizan la declaración del estado de
sitio son la conmoción interior y el ataque exterior.
En ambas hipótesis la norma exige como requisito que sea puesto en peligro el ejercicio de
la Constitución y de las instituciones que ella crea.
Por tal razón, debe tratarse —como dijimos— de una situación que, dada su gravedad, no
puede se remediada por los mecanismos institucionales ordinarios y, en consecuencia,
requiere respuestas extraordinarias para recomponer el orden constitucional afectado.
ii) Órgano que lo declara
La declaración del estado de sitio en caso de conmoción interior es atribución del
Congreso. Así lo expresa el art. 75 en su inc. 29: "Declarar el estado de sitio en uno o varios
puntos de la Nación en caso de conmoción interior, y aprobar o suspender el estado de sitio
declarado, durante un receso, por el Poder Ejecutivo".
Esta disposición se complementa, por lo tanto, con la contenida en el art. 99 inc. 16, en
cuanto establece que, en caso de conmoción interior, el Presidente de la Nación sólo tiene
esta facultad si el Congreso está en receso.
Cuando la causa que motiva su implementación es el ataque exterior, la atribución
corresponde al Poder Ejecutivo. Así lo prescribe el aludido art. 99 ínc. 16: "Declara en
estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un tiempo
limitado, con acuerdo del Senado...".
iii) Límites de espacio y tiempo
La restricción en el ejercicio de los derechos y el consiguiente acrecentamiento de las
facultades del Poder Ejecutivo, con motivo de la emergencia, se circunscribe al lugar del
territorio en donde se verifiquen las circunstancias que le dieron origen.
Las tres cláusulas constitucionales referidas al instituto en examen mencionan
expresamente la necesidad de su limitación espacial.
No ocurre lo mismo con el acotamiento temporal, al que sólo alude en el art. 99, inc. 16.
Pero, como se trata de una medida que es extraordinaria por su propia naturaleza y, por
ello, transitoria, el plazo resulta un requisito esencial para su legitimación.
iv) La restricción de las derechos y las facultades judiciales de revisión
La cuestión central consiste en determinar el alcance de la "suspensión de garantías"
establecida en el artículo 23 de la Constitución, debido a la amplitud de su terminología.
En un principio, se interpretó que esta suspensión incluía todos los derechos civiles y
políticos, así como todas las garantías, incluyendo el hábeas corpus. González Calderón
afirmaba que todas las garantías de la libertad civil quedaban suspendidas durante el estado
de sitio.
Esta fue también la postura de la Corte Suprema en relación con el poder discrecional
autorizado constitucionalmente para ejercer las facultades derivadas del artículo
mencionado. Según el tribunal, durante el estado de sitio se suspenden las garantías
constitucionales, incluyendo el derecho de reunión, mientras que la limitación impuesta al
Presidente de la República se refiere únicamente a la libertad individual.
La doctrina establecida resultó en la falta de control judicial sobre el estado de sitio y las
restricciones impuestas por el poder ejecutivo. Sin embargo, se permitió la revisión judicial
en casos que involucraran poderes expresamente negados al poder ejecutivo.
A partir del caso "Antonio Sofía" en 1959, la máxima corte modificó su criterio para permitir
la revisión de las medidas en relación al estado de sitio cuando estas fueran claramente
irrazonables. Posteriormente, se adoptó una interpretación restrictiva de las limitaciones a
las libertades individuales, considerando la relación entre la garantía afectada y la causa del
estado de sitio, así como la proporcionalidad de las acciones ejecutivas.
Además, dicho control debe tomar en cuenta las circunstancias vigentes al momento del
fallo.
Este criterio jurisprudencial fue receptado por la ley 23.098 de habeas corpus, al establecer
no sólo la vigencia de la garantía durante el estado de sitio, sino la extensión del control
constitucional de la restricción de la libertad dispuesta por el Poder Ejecutivo en el contexto
de la emergencia.
La reforma constitucional de 1994, al consagrar expresamente el hábeas corpus, dispone en
el art. 43 que la acción puede interponerse "aun durante la vigencia del estado de sitio".
Asimismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto de Derechos
Civiles y Políticos brindan una valiosa pauta de interpretación del art. 23, al mencionar
expresamente aquellos derechos y garantías que no pueden suspenderse con motivo del
estado de sitio.
v) Facultades del Presidente:
De acuerdo con el art. 23. durante la vigencia del estado de sitio el Presidente tiene la
facultad de arrestar o trasladar personas de un punto a otro del país, con las prohibiciones
expresas de condenar y la de aplicar penas.
Esta limitación concuerda con el art. 109, en cuanto prescribe que "en ningún caso
Presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de
causas pendientes o restablecer las fenecidas", y, asimismo, con el art. 29 que veda al
Legislativo la concesión al Ejecutivo de facultades extraordinarias ni de la suma del poder
público.
Las prerrogativas presidenciales durante la emergencia son privativas del órgano ejecutivo,
y, por lo tanto, es éste quien decide sobre la aplicación de las medidas impuestas con el
objeto de restablecer el orden institucional afectado Para ello, el Presidente emite un
decreto que
debe ser fundado, pues, tal como lo ha exigido la Corte Suprema, si bien la declaración del
estado de sitio es una cuestión privativa de los órganos políticos y, en consecuencia,
írrevisable por el Poder fudicíal, la aplicación concreta de los poderes excepcionales que
confiere al Presidente el art. 23 sobre las libertades individuales está sujeta al control
jurisdiccional de razonabilidad. Por ello, sostuvo en el citado caso "Timerman" que "el
órgano político está obligado, frente a los requerimientos de los jueces competentes, a una
aserción inequívoca en cada caso concreto, para que éstos puedan respetar sin controversia
la esfera de reserva del Poder Ejecutivo.
De modo que una información del Ministerio del Interior insuficiente por lo genérica e
imprecisa, no es válida para justificar el ejercicio de los poderes constitucionales del
Ejecutivo ya que a los fines del control de razonabilidad debe determinarse la pertinencia
entre las razones de la detención y las causas del estado de sitio".
Las medidas adoptadas por el ejecutivo no deben implicar la imposición de una pena, ya
que son disposiciones de seguridad política. Así lo ha declarado el Máximo Tribunal de la
República en el caso "Pujadas", donde se resolvió que es inconstitucional someter a las
personas arrestadas durante el estado de sitio al régimen para procesados y condenados de
máxima peligrosidad.
La restricción de la libertad busca restablecer el funcionamiento normal de las
instituciones. Si el Presidente considera que la persona ha cometido un delito, debe ponerla
a disposición del juez para su investigación.
vi) El derecho de opción:
El arresto y traslado por orden del Poder Ejecutivo tienen como objetivo evitar que factores
político-sociales profundicen la crisis o obstaculicen la recomposición del orden institucional
afectado.
En estos casos, las personas pueden optar por salir del país. La opción está garantizada
tanto para los detenidos como para los trasladados por orden del Presidente. El pedido para
ejercer esta opción debe ser presentado al Poder Ejecutivo, quien deberá resolver
rápidamente. Solo se puede negar si existen procesos abiertos contra el solicitante. En caso
de silencio o rechazo, se puede recurrir al hábeas corpus.
Sin embargo, debido a las persecuciones políticas en nuestra historia, ha habido
incertidumbre sobre el ejercicio de este derecho.
Así, en el caso "Yrigoyen" la Corte Suprema declaró la improcedencia del hábeas corpus
interpuesto a favor del Presidente destituido por las autoridades defacto, por cuanto no
existía en poder del Gobierno manifestación auténtica de que el detenido hubiera pedido
salir del territorio argentino.
Posteriormente, en oportunidad de fallar en el caso "Alvear", la Corte Suprema sostuvo que
el derecho de opción no era absoluto y que, dada la finalidad perseguida por el art. 23, el
Presidente podía exigir al detenido o trasladado, el compromiso de no residir en
determinados países limítrofes.
La Corte Suprema modificó el criterio de residencia en el extranjero. Durante la dictadura
militar, se eliminó el derecho de opción de salir del país.
La Corte Suprema consideró que esta limitación no era arbitraria ni irrazonable. La ley
23.098 regula el hábeas corpus para verificar el ejercicio del derecho garantizado por la Ley
Suprema.

3. DOCTRINA DE LA EMERGENCIA ECONÓMICA.


EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL
La emergencia económica es una doctrina basada en la jurisprudencia adoptada por
nuestro Máximo Tribunal, siguiendo los precedentes de la Suprema Corte de Estados
Unidos. En el caso "Ercolano c. Lanteri de Renshaw", se respaldó la constitucionalidad de
una ley que congeló los precios de alquiler durante dos años.
Este pronunciamiento marcó el fin del pensamiento liberal clásico en materia económica. El
criterio establecido en "Ercolano" se confirmó en el caso "Avico c. de la Pesa", donde se
justificó el poder del Estado para restringir derechos económicos en situaciones de crisis.
Sin embargo, esta justificación carece de fundamentos jurídicos constitucionales precisos.
La doctrina de la emergencia permite una interpretación subjetiva de la Constitución, lo que
ha llevado a justificar la incapacidad de los gobernantes para enfrentar crisis, perjudicando
así la protección de los derechos individuales.
Para legitimar medidas extraordinarias se deben cumplir ciertos requisitos:
1) existencia de una situación de emergencia que amenace los intereses vitales de la
comunidad;
2) que la ley busque proteger estos intereses y no los de individuos específicos;
3) que la medida sea razonable y proporcional a las circunstancias; y
4) que sea temporal y limitada al tiempo necesario para superar las causas de la
emergencia.
Las medidas tomadas durante la emergencia buscaban consolidar la intervención estatal en
la economía, más que satisfacer el interés general. Además, los poderes políticos
recurrieron frecuentemente a estas medidas para resolver crisis, y la complacencia del
Poder Judicial permitió que se extendieran y profundizaran, a pesar de que deberían ser
excepcionales y momentáneas.
En los años 90, en el marco de las leyes de emergencia y reforma estatal, la Corte Suprema
validó el decreto del Poder Ejecutivo en el caso "Peralta", que limitaba la devolución de
depósitos a una pequeña suma y disponía el resto en deuda pública. Este decreto, dictado
sin base constitucional, violó los principios de separación de poderes y derecho de
propiedad.
La nueva interpretación del texto resultó en una incoherencia. Se abandonó la medida
impuesta por el constituyente para proteger los derechos fundamentales y dividir las
competencias entre poderes separados e independientes.
Esta acción pretendía asegurar la supervivencia de las instituciones creadas para evitar
abusos del poder establecido. Sin embargo, la intervención estatal para proteger los
intereses económicos de la mayoría, junto con la tolerancia del Poder Judicial, tuvieron un
impacto negativo en los intereses vitales de la comunidad, como la salud, el trabajo, la
vivienda, la familia y la seguridad jurídica.
La reforma constitucional de 1994 tenía como objetivo limitar los poderes presidenciales y
fortalecer los controles republicanos. Sin embargo, hasta ahora, el Poder Legislativo no ha
logrado recuperar sus facultades perdidas y el control judicial no ha equilibrado la
separación de poderes.
La jurisprudencia de la Corte Suprema ha sido oscilante y equívoca, lo que ha llevado a una
mayor concentración de poderes en el Ejecutivo y al debilitamiento del Estado de Derecho.
Además, la ley de convertibilidad y su posterior derogación han creado una situación
inusual en la historia institucional argentina, limitando el derecho de propiedad.
La Corte Suprema, al revisar las medidas implementadas, declaró, en su voto mayoritario, la
inconstitucionalidad del "corralito" en el caso "Smith"(32), en su sentencia del 1 de febrero
de 2002.
Aproximadamente un año después, dictó sentencia en el caso "Provincia de San Luis"1331,
declarando la invalidez constitucional del decreto presidencial que impuso la pesificación.
Tanto la sentencia dictada en eí caso "Smith" como la recaída en "Provincia de San Luis"
implicaron un cambio sustancial en la jurisprudencia de la Corte Suprema, con respecto a la
legitimación de la emergencia económica y a la extensión de los poderes que en ella se
sustentan.
Asimismo, se revalorizó la garantía del amparo, consagrada en el art. 43 de la Constitución,
al haber sido la vía elegida por la mayoría de los ahorristas para hacer valer judicialmente
sus derechos, gravemente cercenados por las normas impugnadas.
Sin embargo, este panorama alentador tuvo duración efímera. El 24 de octubre de 2004, la
Corte se pronunció en el tristemente célebre caso "Bustos", sin argumentos jurídicos válidos
y con una fundamentación predominantemente fáctica, convalidando la emergencia y la
pesificación de los depósitos en moneda extranjera, de conformidad a lo que manifiesta el
voto mayoritario.
El control constitucional de normas en situaciones de crisis o urgencia debe ser más estricto
que en situaciones normales. Esto se debe a que el Estado de Derecho busca superar los
actos del príncipe y garantizar la previsibilidad dentro de un marco adecuado.
Si los actos decididos bajo la invocación de emergencia se fundamentan en consideraciones
político-económicas, es probable que se consideren razonables y proporcionales. Sin
embargo, es importante analizar cuidadosamente los medios utilizados para lograr estos
fines y asegurar su coherencia con la Constitución.
El fallo "Bustos" tiene un cambio regresivo en la jurisprudencia del tribunal supremo,
específicamente en el control de constitucionalidad y la acción de amparo. Se descartan y
rechazan las medidas autosatisfactivas y se renuncia al control de constitucionalidad, que es
el propósito principal de la Corte Suprema.
Además, se argumenta que este control no es posible en el marco del amparo, que no sería
útil en una crisis. Esto es contradictorio, ya que en una emergencia se destruyen relaciones
jurídicas y derechos fundamentales.
Este fallo modifica la doctrina establecida en el caso "Peralta", que convalidó una doctrina
emergencia y un decreto inconstitucional. Sin embargo, el fallo permitió el control de
constitucionalidad de oficio según la Constitución reformada en su artículo 43.
Finalmente, el Tribunal, en su nueva integración, resolvió dar solución a "las cuestiones tan
largamente discutidas entre los depositantes y las entidades bancarias", mediante la
sentencia dictada en el caso "Massa".
Allí, estableció el criterio a seguir para efectuar la conversión a pesos de los depósitos en
dólares estadounidenses. La conclusión a la que se arribó en el fallo revistió según expresó
el Tribunal "el carácter de una respuesta institucional, dada por la Corte como cabeza del
Poder judicial de la Nación en aras del elevado propósito de poner fin a un litigio de
indudable trascendencia institucional y social de inusitadas características.
4- PROHIBICIONES DEL ARTÍCULO 29 DE LA CONSTITUCIÓN
El art. 29 de la Constitución, al declarar los actos prohibidos, encuentra su razón de ser en
una práctica usual de nuestra vida política, previa a la Organización Nacional, consistente en
la concesión al Poder Ejecutivo de facultades discrecionales, cuya expresión más elocuente
tuvo lugar durante el régimen rosista'.
Numerosos antecedentes históricos dan cuenta de esa tendencia de las legislaturas, las
cuales traicionaron su deber de representar al pueblo en numerosas oportunidades,
mediante un
obsecuente renunciamiento a sus facultades.
La finalidad del constituyente originario, al incorporar a la Ley Suprema la denominada
cláusula democrática, fue, en consecuencia, la de suprimir de nuestra vida institucional esos
usos y prácticas políticas, contrarios al régimen republicano de gobierno, dada su palmaria
colisión con el principio de separación de poderes.
Su texto constituye una categórica declaración en salvaguardia del sistema que consagra el
art. 1D de la Constitución, y se complementa con la prohibición impuesta al Presidente en el
artículo 109 de ejercer funciones judiciales.
a) Institutos prohibidos
Dice el art. 29: "El Congreso no puede conceder al Poder Ejecutivo nacional, ni las
legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni ¡a
suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor
o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de
esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen,
consientan afirmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria".
La disposición impone tres prohibiciones expresas, cuales son la concesión de facultades
extraordinarias, la suma del poder público y el otorgamiento de sumisiones y supremacías.
Se conceden facultades extraordinarias cuando se habilita al Poder Ejecutivo a realizar actos
que son competencia de alguno de los otros poderes. A su vez, la suma del poder público
significa la concentración de todos los poderes de gobierno en cabeza del Poder Ejecutivo.
Por último, las sumisiones y supremacías constituyen una figura amplia, que incluye la
proscripción de toda prerrogativa, que importe la vulneración de la vida, el honor o las
fortunas de las personas en función de ese predominio.
En este sentido, la norma protege de manera especial derechos constitucionales básicos,
impidiendo al legislador obrar caprichosamente de modo de destruir lo mismo que ha
querido amparar y sostener.

b) Efectos de los actos incriminados


El art. 29 prescribe dos tipos de efectos jurídicos para los actos prohibidos: la nulidad
insanable; y la incriminación para quienes los formulen, consientan o firmen, a la pena y
responsabilidad de los infames traidores a la Patria.
i) Nulidad insanable
La nulidad insanable se refiere a la invalidación de los actos de concesión de poderes
dictatoriales formulados por el Congreso o la Legislatura de la Provincia, ya que están
viciados desde su origen y, por lo tanto, son inexistentes.
En cuanto a las consecuencias de estas normas, se deben analizar en el contexto de la
finalidad de salvaguardar el principio republicano de división de poderes y las libertades
fundamentales.
La Constitución también establece la nulidad absoluta e insanable de los decretos
legislativos dictados por el Poder Ejecutivo fuera de las restricciones constitucionales. En
ambos casos, se trata de situaciones en las que un poder incompetente adopta decisiones
en ejercicio de una facultad usurpada a otro poder.
ii) Los poderes tiránicos
El art. 29 tipifica un delito constitucional, que es el de la concesión de poderes tiránicos, sin
establecer la pena aplicable. Según se deriva de la última parte de la norma, aquélla debe
ser igual que la que se adjudique a los "traidores de la patria".
La traición a la patria es otro delito constitucional, tipificado en el art. 119, pero al que
tampoco se le asigna pena en esa norma, por lo cual ha quedado en manos del Congreso su
determinación.
El ilícito previsto en el art. 29 ha sido denominado en el art. 227 del Código Penal como
"delito de concesión de poderes tiránicos", estableciéndose a su respecto la pena prevista
por el art. 215 de dicho código para los traidores a la patria.
Conforme el art. 227 del Código Penal, el sujeto activo de este delito es el legislador
nacional o provincial, es decir, quien formula el acto prohibido.
Sin embargo, la Constitución extiende la responsabilidad penal a quienes los consientan o
firmen, esto es, a los integrantes de los otros poderes del Estado y a aquellos que
intervengan en el trámite.
Frente a esta contradicción entre el texto constitucional y el legal, creemos que debe
prevalecer el primero, por aplicación de los arts. 31 y 75, inc. 22 de la Constitución.

5. LA DEFENSA DEL ORDEN DEMOCRATICO


El artículo 29 se complementa con el artículo 36, que establece sanciones para aquellos que
realicen golpes de estado en el país desde 1930 a 1983.
Esta medida busca castigar las acciones políticas que interrumpieron la vida institucional de
la nación. Aunque algunos creen que las normas por sí solas pueden cambiar el
comportamiento social, la historia demuestra lo contrario.
Sin embargo, no se puede negar que las normas pueden disuadir y modificar conductas. La
penalización constitucional de los golpes de estado y el castigo a sus responsables son un
límite claro para aquellos que puedan intentar repetir experiencias del pasado.
La ruptura del orden constitucional no fue sólo un fenómeno de nuestro país, si no que se
extendió por Latinoamérica, caracterizando el sistema político de nuestro continente.
Las reformas constitucionales producidas en otros países con anterioridad a nuestra
reforma sirvieron de antecedente a la disposición incorporada.
La Constitución de Venezuela de 1961 establece la nulidad de cualquier autoridad
usurpadora y sus actos, así como la vigencia de la Constitución frente a cualquier acto de
fuerza. Los ciudadanos tienen el deber de colaborar en el restablecimiento del orden
institucional.
La Constitución de Perú de 1979 protege el orden constitucional mediante el delito de
sedición y el derecho de desobediencia a gobiernos usurpadores. Las reformas en el
derecho público provincial desde 1983 también establecieron cláusulas defensoras del
orden constitucional.
Por ejemplo, la Constitución de Salta establece que no pierde vigencia incluso en caso de
interrupción por actos de violencia u otra naturaleza. Responsables y colaboradores pueden
ser enjuiciados e inhabilitados de por vida para ocupar cargos públicos.
La Constitución de Venezuela de 1961 anula a las autoridades usurpadoras y sus actos,
manteniendo la Constitución como ley suprema. Los ciudadanos deben ayudar a restablecer
el orden institucional.
La Constitución de Perú de 1979 protege el orden constitucional mediante el delito de
sedición y el derecho a desobedecer gobiernos usurpadores. Las reformas en el derecho
público provincial desde 1983 también protegen el orden constitucional.
La Constitución de Salta, por ejemplo, permanece vigente incluso en casos de interrupción
por violencia u otros actos. Los responsables y colaboradores pueden ser enjuiciados e
inhabilitados de por vida para ocupar cargos públicos.
a) Delitos constitucionales
El art. 36 tipifica dos conductas penales diferentes:
1) Las de los ejecutores de los actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema
democrático.
2) Las de los usurpadores de cargos públicos como consecuencia de esos actos de fuerza.
La remisión al artículo 29 para sancionar actos prohibidos no es la mejor opción, ya que este
artículo hace referencia a la traición a la patria. A esta sanción se le añaden la inhabilitación
perpetua para cargos públicos y la imposibilidad de recibir indulto y conmutación de penas,
poderes presidenciales otorgados por el artículo 99, inciso 5, de la Constitución Nacional.
Aunque no se menciona la amnistía, creemos que el Congreso no puede otorgar este
beneficio, ya que es un delito constitucional. Según Bidart Campos, ningún delito tipificado
directamente por la Constitución puede recibir estos beneficios, incluso en ausencia de una
norma constitucional que prohíba el indulto, la conmutación o la amnistía. Los órganos del
poder constituido no tienen competencia para anular el efecto penal de los delitos
constitucionales.
Las acciones legales contra quienes cometan las conductas mencionadas son
imprescriptibles y se pueden ejercer en cualquier momento. Aunque no se establece quien
puede tomar dichas acciones, se estima que los ciudadanos tienen legitimidad para iniciar
procesos de castigo contra los responsables de los actos de usurpación debido al derecho
de resistencia reconocido por el artículo.
En el caso "Bussi"(la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en su voto de mayoría, sostuvo
que una interpretación correcta del art. 36 de la Constitución y de los tratados sobre
derechos humanos, cuando establecen sanciones de carácter penal, impone el
cumplimiento de un proceso judicial. "...Los graves hechos que imputan al diputado electo
deben ser motivo de un proceso judicial, porque todos los ciudadanos tienen la garantía del
debido proceso. No hay una incapacidad de derecho para las personas que hayan tenido
una actuación histórica determinada, ya que el impedimento deviene, necesariamente, de
una condena judicial por un delito".
Recordemos que la causa se había originado a raíz del rechazo del diploma de Antonio Bussi
con fundamento en su participación en el terrorismo de Estado y específicamente al
encuadre de su conducta en las Convenciones sobre Genocidio y Tortura —art. 75, inc. 22,
Constitución Nacional—. La referida doctrina se ratifica en el caso "Patti".

b) El derecho de resistencia:
El constituyente de reforma ha reconocido el derecho de resistencia como uno de los
derechos fundamentales, junto con la libertad, la propiedad y la seguridad.
Este derecho se basa en la soberanía popular y permite a la comunidad resistir y desplazar
a aquellos que quebrantan el sistema democrático. Sin embargo, en términos jurídicos, el
reconocimiento de este derecho depende del éxito o fracaso de quienes ejercen la
resistencia. Aunque es necesario diferenciar este derecho de la obligación de los ciudadanos
de armarse en defensa de la patria, así como del derecho de la comunidad a manifestarse y
oponerse a actos de gobierno considerados injustos dentro del sistema democrático.

c) Delito doloso contra el estado:


El artículo 36 busca combatir la corrupción, un fenómeno que afecta el equilibrio y la
legitimidad del régimen político. Aunque la norma constitucional es menos contundente en
términos de tipificación y sanción del delito, deja en manos del Congreso su regulación
específica.
Es interesante que el delito doloso contra el Estado se considere un acto que atenta contra
el sistema democrático, ya que la corrupción afecta la legitimidad de los regímenes
constitucionales y fortalece al autoritarismo. Además, Argentina tiene obligaciones
derivadas de la Convención Interamericana contra la Corrupción de 1997 y la Convención de
las Naciones Unidas contra la Corrupción de 2006, las cuales exigen tomar medidas en el
derecho interno para prevenir, tipificar y castigar conductas ilegales de funcionarios
públicos, como la malversación, el cohecho y el soborno internacional.

d) Ética Pública:
El artículo 36 del 29 de septiembre de 1999 establece el mandato de sancionar una ley de
ética pública para el ejercicio de la función. En cumplimiento de esto, el Congreso aprobó la
ley 25.188 sobre ética en el ejercicio de la función pública. La ley define ampliamente el
concepto de función pública, incluyendo cualquier actividad temporal o permanente,
remunerada u honoraria, realizada en nombre o al servicio del Estado.
Se establecen deberes, prohibiciones e incompatibilidades generales para garantizar una
conducta transparente y prevenir actos que perjudiquen al Estado. Además, se establece la
obligación para los funcionarios de presentar declaraciones juradas patrimoniales integrales
dentro de los treinta días de asumir el cargo.
El incumplimiento se considera una falta grave y conlleva sanciones disciplinarias. Estas
declaraciones pueden ser consultadas por terceros mediante una solicitud escrita. Si un
funcionario deja la función pública, también debe presentar una declaración jurada
patrimonial, y no hacerlo le impide volver a ocupar cargos públicos. Aunque se creó la
Comisión Nacional de Ética Pública en el Congreso Nacional, aún no se ha integrado.
Se introducen reformas al Código Penal, específicamente en los artículos 266 y 268, y se
incorpora el artículo 268. En el artículo 266, se incrementa la pena de prisión de 3 a 4 años.
En el artículo 268, la inhabilitación absoluta de 3 a 10 años se convierte en una
inhabilitación absoluta perpetua y se impone una multa del 50% del valor del
enriquecimiento, que no estaba contemplada previamente. También se extiende el período
para justificar el enriquecimiento patrimonial aceptable hasta dos años después de dejar el
cargo, en lugar de solo después de asumir un cargo o empleo público, como se establecía
antes.

Además, se amplía el concepto de enriquecimiento en dicho artículo para incluir no solo el


incremento de patrimonio con dinero, bienes o cosas, sino también el pago de deudas o la
extinción de obligaciones que lo afecten.
Asimismo, se establece pena de prisión e inhabilitación especial perpetua para aquellos
que, con malicia, omitan presentar su declaración jurada patrimonial, inserten datos falsos
o se abstengan de incluirlos, siempre y cuando haya una intimación fehaciente.

Estas reformas no solo cumplen con un mandato constitucional, sino que demuestran un
mayor rigor normativo para penalizar los actos de corrupción, que representan un grave
peligro para un verdadero estado de derecho.
En el ámbito del Poder Judicial, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha emitido la
acordada 1/2000 para implementar la ley. Además, el Consejo de la Magistratura aprobó el
Reglamento de Presentación y Consulta de las Declaraciones Juradas Patrimoniales del
Poder Judicial de la Nación, al que también adhirió la Corte Suprema.

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