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Tema 5

Unidad temática 13.


El empoderamiento ¿Resultado o proceso social?
1.- ¿Qué es la comunidad?
Sistema social de raíz local, diferenciable en el seno de la sociedad de la que es parte en
función de características e intereses compartidos por sus miembros y subsistemas. Incluye:

1. Localidad geográfica (vecindad).


2. Interdependencia e interacción psicosocial estable (experiencias compartidas).
3. Sentido de pertenencia a la comunidad.
4. Identificación con sus símbolos e instituciones.

Se desarrolla una respuesta de apego (afecto) a la comunidad. Esta puede ser positiva o
negativa.

Suele pasar también que en estas comunidades existen familias que históricamente se han
mantenido en el barrio (Artiles o Peña).

Muchas veces es necesario acceder de manera cercana e informal a la comunidad para


conocer un poco más acerca de ella.

Elementos de la comunidad
Red
social.
Conjunto de personas o grupos, con determinada estructura organizativa y de comunicación,
que proporciona ayuda e información.

Apoyo social.
Influencia de las relaciones sociales en la conducta. Efectos directos (bienestar,
identidad) y efectos amortiguadores o protectores (estrategia de afrontamiento).

 Grupos de apoyo: dirección de un profesional; aumento de la autoestima, sentimiento


de control personal y sentido de la comunidad.
 Grupos de autoayuda: intercambiabilidad de los roles de receptor y proveedor de la
ayuda.

2.- Sentido de comunidad.


El sentido psicológico de la comunidad: “La percepción de similitud con otros, el
reconocimiento de la interdependencia con los demás, la voluntad de mantener esa
interdependencia dando o haciendo por otros lo que uno espera de ellos y el sentimiento de
que uno es parte de una estructura más amplia, estable y fiable.

Factores asociados al desarrollo del SdC.


1. Membresía o sentimiento de formar parte de una comunidad : percepción de lazos
compartidos, historia común, símbolos, sentido de seguridad emocional y aportación personal
en la vida comunitaria.

2. Influencia mutua: percepción de oportunidades para participar en la vida comunitaria,


percibir que la propia contribución en las decisiones y acciones comunitaria y conciencia de
que las elecciones y decisiones personales se ven afectadas por la comunidad.
3.Nivel de cumplimiento de las necesidades: percepción de beneficios asociados a la
pertenencia comunitaria, en qué medida se asume que la comunidad ayuda a satisfacer
necesidades personales y grupales.

4.Grado de conexión emocional compartida (historia y eventos significativos) y


percepción de la calidad afectiva de los vínculos sociales.

Medida multidimensional del Sentido de comunidad en barrios.


1. Apoyo residencial (v.g., “conozco los nombres de mucha gente de mi barrio”)
2. Factores físicos (v.g., “el barrio se mantiene limpio”)
3. Apoyo económico (v.g., “en el barrio se cuenta con apoyo económico de instituciones
para hacer mejoras”)
4. Motivación (v.g., “normalmente quiero implicarme en tomar decisiones sobre las
cosas que se pueden hacer en mi barrio”)
5. Participación individual (v.g., “a menudo me ofrezco voluntario para participar en
proyectos de mi barrio”)
6. Empowerment (v.g., “sé cómo trabajar con otros vecinos para resolver problemas”)
7. Apoyo institucional (v.g., “las políticas locales apoyan los esfuerzos por mejorar el
barrio”)
8. Autoeficacia (v.g., “carezco de habilidad para cambiar las cosas que no me gustan de
mi barrio”)
9. Participación comunitaria (v.g.“la mayoría de los residentes adoptan un papel activo
dentro del barrio”).

3.- Empoderamiento.
Proceso a través del cual los individuos adquieren control sobre sus propias vidas.

Estructura del empoderamiento.

Componente intrapersonal: Percepción propias capacidades.


 Percepción de control en el dominio específico
 Autoeficacia específica del dominio
 Control de la motivación
 Percepción de competencia
Componente interactivo: Vínculos persona-entorno cercano.
 Conciencia crítica
 Comprensión de factores causales
 Desarrollo de habilidades
 Transferencia de habilidades entre dominios de la vida
 Movilización de recursos

Componente comportamental: Acciones para desarrollo de control (poder).


 Implicación con la comunidad
 Participación organizacional
 Conductas de afrontamiento

Empoderamiento como proceso individual.


Proceso en el cual una persona que carece de poder establece un objetivo personalmente
significativo orientado a aumentar el poder, toma acción hacia ese objetivo, y observa y
reflexiona sobre el impacto de esta acción, basándose en su autoeficacia, conocimiento y
competencia relacionados con la evolución a la meta

El contexto social influye en los componentes del proceso y los vínculos entre ellos.
UNIDAD TEMÁTICA 14 y 15: Participación social y
voluntariado.
La intervención psicosocial en comunidades y grupos.

1.- Participación social.


Participación: La forma y nivel de movilización de los/as ciudadanos/as en la vida
comunitaria y política.

 Proceso mediante el cual las personas toman parte en un evento de interés público.
(Talò y Mannarini, 2014).
 Las personas participan en la toma de decisiones de las instituciones, programas y
ambientes que les afectan (Wandersman, 1979).

La participación se caracteriza como:


1. Conjunto de acciones o conductas intencionales.

2. Conductas vinculadas a pautas organizadas de actividad colectiva.

3. Funcionalmente instrumentales:

 Sus objetivos persiguen algún tipo de cambio social.


 Conciben el cambio social como el logro del beneficio colectivo.

Modos de participación.
a) Ejercicio individual de derechos (ej. Votar, presentar solucitudes).

b) Movimientos sociales: movilización para un problema social específico (protesta).

c) Asociacionismo: pertenencia formal a una organización.

d) Voluntariado: conducta de ayuda planificada organizacionalmente que supone una


implicación estable en el tiempo.

e) Apoyo social: ayuda espontánea a miembros de la comunidad (familia, amigos, vecinos…).

Dimensiones del apoyo social.


A. Apoyo estructural: existencia y cantidad de relaciones sociales y la interconexión de las
redes sociales de una persona (familia, amigos, iglesia…).

B. Apoyo funcional (énfasis en la percepción sobre la ayuda con la que se cuenta o cree
contar): grado en que las relaciones interpersonales sirven para 5 funciones particulares:

1. Emocional: expresiones de afecto positivo, entendimiento empático y estimulación


de la expresión de sentimientos.
2. Informacional: asesoramiento y consejo, información, guía o retroalimentación que
se ofrece a la persona.
3. Tangible: provisión de ayuda material o asistencia recibida.
4. Interacción social positiva: disponibilidad de otros/as para hacer cosas divertidas y
agradables con la persona.
5. Afectivo: involucra las expresiones de amor y afecto hacia la persona.

Factores del Comportamientos Participativos (Escala PBS de Talò y


Mannarini, 2014).
1. Desvinculación (p.e,: “Ser indiferente a la política”)

2. Participación civil (p.e.: “Discutir de política con amigos/as y/o en internet”)

3. Participación política formal (p.e.: “Desarrollar una actividad en un


partido/sindicato/organización política”)

4. Activismo (p.e.: “Participar en huelgas, protestas o manifestaciones”)

El activismo o militancia
Niveles diferentes de compromiso, roles e implicación (Saegert,1987).

 Activistas militantes versus contribuidores económicos.


 Organizadores de las acciones colectivas versus participantes.
 Líderes versus seguidores.
2.- voluntariado: motivos y permanencia
Conducta de ayuda no espontánea, formal y planeada en el contexto de una organización sin
ánimo de lucro o en una administración.

Voluntaria es la persona que elige libremente prestar algún tipo de ayuda o servicio a otros,
que en principio son desconocidos, sin recibir ni esperar recompensa económica alguna.

Niveles de análisis psicosocial del voluntariado.

Motivación del voluntario/a (Omoto y Snyder, 1995 ).


1) Valores: “Siento que es importante ayudar a otros”

2) Comprensión realidad: “Me permite aprender a través de la experiencia práctica y directa”

3) Crecimiento personal/Mejora ánimo: “Me hace sentir mejor conmigo mismo”


4) Currículum: “Me puede servir para encontrar trabajo”

5) Relaciones sociales: “Puedo conocer a otras personas con mis intereses”

6) Protectora/defensa del yo: “Es un buen escape para mis propios problemas”

Modelo del proceso de voluntariado Omoto y Snyder (1995)

Motivación para ser voluntaria Dávila y Chacón (2004)


GESTIÓN DE PROGRAMAS DE VOLUNTARIADO.
Objetivos de los programas
 Garantizar la incorporación de un número mínimo de voluntarias/os
 Conseguir estabilidad temporal de quienes se han incorporado

Fases de la gestión de programas


 Captación de voluntarias/os
 Selección de voluntarias/os
 Formación de voluntarias/os
 Supervisión de voluntarias/os (Integración en la organización, reconocimiento,
motivación y permanencia)

Cuestiones a tener en cuenta

 Cuestionar las necesidades de voluntariado


 Eliminar barreras organizacionales
 Descripción de los puestos

Propiedades psicométricas de la versión corta de la


escala de Empoderamiento y Agencia Personal en
estudiantes universitarios
Resumen

El presente estudio tuvo por objetivo evaluar las características psicométricas del
empoderamiento en estudiantes universitarios así como validar la versión corta de la escala de
Empoderamiento y Agencia personal (EMPAP; Padilla Gámez & Cruz del Castillo, 2018). Dicho
instrumento tiene por objetivo evaluar la autopercepción del empoderamiento a través de
cuatro factores que miden: agencia personal, autoconciencia, empoderamiento en la salud y
empoderamiento social. El instrumento consta de 47 reactivos en escala de respuesta tipo
Likert de 5 puntos que evalúan en un continuo de 0 a 5, situaciones en las que los individuos
perciben menor o mayor empoderamiento. La versión corta de la escala se desarrolló a través
de un análisis factorial confirmatorio. Para este estudio participaron 255 estudiantes de los
cuales el 38% son hombres y 62% mujeres, con edades entre 17 y 29 años, pertenecientes a las
carreras: de psicología, medicina, biología, optometría, enfermería y odontología. Los
resultados arrojaron un modelo que conserva las cuatro dimensiones originales con 12
reactivos y un buen ajuste en GFI, AGFI, CFI, y RMSEA. El coeficiente Alpha de Cronbach total
fue de .81, por tanto se puede concluir que se obtuvo una versión corta, válida y confiable y
sensible a la población universitaria.

Palabras clave: empoderamiento, estudiantes universitarios, salud.


Introducción

La globalización alcanza muchos rincones del mundo, México no es la excepción. Los jóvenes
se enfrentan no sólo a retos de índole personal sino a diversas situaciones complejas que
tienen que ver con su entorno y a las que tendrán que responder en la vida adulta (Zúñiga,
2012).

Hoy en día, son pocos los jóvenes que pueden acceder a la educación superior que sea gratuita
y de calidad. Las universidades públicas se caracterizan por hacer un ejercicio de
heterogeneidad en sus procesos de selección, no obstante durante la formación profesional
pueden interponerse diversas problemáticas que impactan en la eficiencia terminal de los
estudiantes (Zúñiga, 2012). Los jóvenes inician su formación profesional partiendo de diversos
escenarios, cada uno cuenta con un bagaje personal, familiar y contextual que promueve u
obstaculiza su tránsito en la carrera universitaria. Algunos problemas que se presentan
frecuentemente en los alumnos, incluyen dificultades de diversa índole entre las que se
pueden citar: depresión, problemas con el consumo de alcohol y/o drogas, ideación suicida,
conducta sexual de riesgo, por mencionar algunos. En este sentido, existe una estrecha
relación entre desempeño, salud física y salud mental que juegan un papel determinante tanto
en su formación profesional como personal. De esta manera, se hace cada vez más importante
contemplar el bienestar de los jóvenes en todas sus aristas para un adecuado recorrido
profesional, puesto que existe una vasta literatura que muestra cómo las problemáticas
pueden afectar el desarrollo y conclusión de la vida universitaria (Riveros, 2018).

Desde esta perspectiva, se hace importante dotar a los universitarios de habilidades


psicosociales que les provean de las herramientas necesarias para afrontar las situaciones que
se les presenten. Es justo esta etapa, en la que se pueden poner a prueba los recursos con los
que ingresan los estudiantes o en su defecto fortalecerlas o incluso, iniciar un proceso de
formación (Riveros, 2018). Por otra parte, cada vez se observa más literatura sobre el
empoderamiento, no obstante la que se dirige específicamente al empoderamiento de los
jóvenes, no se encuentra con facilidad (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017). El concepto de
empoderamiento refiere a una orientación valórica pero también a un proceso con
componentes cognitivos, afectivos y conductuales (Rappaport, 1981; Zimmermarn, 2000;
Zimmerman & Rappaport, 1988). Se ha determinado como una de las vías de transformación
individual y contextual (comunitaria).

Bauman (2010, pag. 70; cit. En Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017) describe que la persona
empoderada es “capaz de elegir y de actuar conforme a lo elegido y eso, a su vez, implica la
capacidad de influir en el conjunto de acciones alternativas disponibles y en los escenarios
sociales en los que se eligen y materializan esas opciones”. Esta definición se dirige a la
capacidad de decisión y por tanto a la capacidad de actuar de forma consecuente con lo
decidido.

Zimmerman (1995) argumentó que el empoderamiento psicológico no es estático; más bien,


un solo individuo puede sentirse empoderado en algunos momentos y en algunos contextos y
desempoderado en otros momentos y contextos. El empoderamiento se concibe como una
cuestión de grados (aprendizajes que se van adquiriendo) en lugar de un todo o nada. Varios
autores (Foster-Fishman, Salem, Chibnall, Leglet & Yapchai, 1998; Maton & Salem, 1995;
McMillan, Florin, Stevenson, Kerman & Mitchell, 1995; Mechanic, 1991; Montero, 1998, 2003;
Rappaport, 1981, 1984; Serrrano García, 1984; Speer & Hughey, 1995; Trickett, 1994;
Zimmerman, 1995, 2000; Zimmerman & Rappaport, 1988; cit. en Silva y Loreto, 2004) han
desarrollado y enriquecido el significado y las implicaciones del constructo. Es un concepto
fundamental en los estudios feministas (por ejemplo, Worell y Remer 1992; Yoder y Kahn
1992); también ha sido un concepto influyente en campos como la psicología comunitaria (por
ejemplo, Rappaport 1984; Riger 1993; Zimmerman 1990, 1995) y la salud pública (por ejemplo,
Kar et al. 1999; Rissel 1994; cit. en Peterson, 2010). Más recientemente, el empoderamiento
ha sido adoptado por una serie de disciplinas y prácticas tan diversas como la promoción de la
salud, el feminismo, la enfermería, el trabajo social, la educación y la gestión organizativa
(Organización Mundial de la Salud 1986; Skelton 1994; Karl 1995; Kendall 1998; Kuokkanen y
Katajisto 2003; Laverack 2005).

A su vez el empoderamiento se ha evaluado en relación con otras variables como por ejemplo
con el género y la salud sexual (Peterson, 2010); en mujeres (Padilla Gámez & Cruz del Castillo,
2018); autoeficacia en el climaterio; (Doubova, Espinosa, Infante, Aguirre, Rodríguez, Olivares
& Pérez, 2013); pero poco con estudiantes universitarios (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017).
En este sentido, algunos instrumentos desarrollados para evaluar el empoderamiento se
encuentra la “Escala de percepción de empoderamiento comunitario” de Carnaval (1999),
consta de 27 reactivos distribuidos en 4 factores que evalúan: participación e influencia,
liderazgo, interés comunitario y control personal; diseñado principalmente para mujeres en
Colombia.

Por otra parte, en México se desarrolló la Escala de Agencia Personal y Empoderamiento


(ESAGE, 2007), que se conforma de dos subescalas: agencia personal con 35 reactivos y
empoderamiento con 7. Dicha escala desarrollada por Pick, Sirkin, Ortega, Osorio, Xocolotzin &
Givaudan, (2007) puntualiza la división teórica de los dos constructos (agencia personal y
empoderamiento) que se observan relacionados entre sí, pero separados, este instrumento se
aplicó a población rural y urbana.

A su vez, Casique (2016) plantea la “Encuesta sobre noviazgo, empoderamiento y salud sexual
y reproductiva en adolescentes estudiantes de preparatoria en México (ENESSAEP), cuenta con
6 factores: empoderamiento social, actitudes frente a roles de género, autoestima, poder en la
relación de pareja, agencia personal y poder en la relación sexual. Como se puede observar es
una encuesta que posee una serie de elementos que se relacionan con la salud sexual, los roles
de género y el poder en las relaciones, sin embargo se diluye el constructo del empodera- N.
Padilla Gámez et al. / Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65 61
miento además que está diseñada para población adolescentes, no para universitarios.

Con base en lo anterior, la pregunta es, ¿en términos conductuales, cómo se evalúa el
empoderamiento? particularmente en los jóvenes; en este sentido Soler, Trilla, Jiménez & Úcar
(2017) proponen que esto se puede observar en: a) la toma de decisiones y el actuar de forma
consecuente sobre aquello que afecta la propia vida, b) el poder participar en la toma de
decisiones e intervenir de forma compartida y responsable en lo que afecta a la colectividad de
la que se forma parte y al medio en el que se vive. Este planteamiento se hace cada vez más
urgente en un mundo en el que es cada vez más evidente que las acciones o decisiones
tomadas en lo individual formarán parte, tarde o temprano, del cambio en lo colectivo. De esta
manera, se hace necesaria una mirada multidimensional tanto en lo individual como en lo
relacional y colectivo –por lo tanto, se vuelve conveniente hacer la distinción entre lo que sirve
para poder controlar autónomamente la propia vida, y lo que sirve para poder participar en
asuntos sociales-, de tal forma que el empoderamiento debe acoger conjuntamente ambas
dimensiones, sobre todo en las nuevas generaciones, ya que el impacto que tendrán en lo
individual también tendrá un efecto en el contexto de su vida profesional.
Desde esta mirada, se vuelve importante destacar cuáles pueden ser los espacios de
empoderamiento más significativos para los jóvenes (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017), y uno
de los de mayor importancia son las instituciones educativas formales: institutos de enseñanza
secundaria, universidades, centros de formación profesional (Peterson, 2010), así también:
instituciones educativas no formales y de educación social (centros juveniles, instituciones,
grupos de educación en el tiempo libre, etc.); asociaciones políticas; instituciones culturales,
artísticas, deportivas y sanitarias (museos, bibliotecas, clubes deportivos, hospitales y centros
de salud); espacios ciudadanos públicos (plazas, parques, la calle, centros comerciales y
recreativos, etc.); el ámbito familiar; el ámbito laboral y los espacios virtuales, las TIC, medios
de comunicación y redes sociales (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017). De esta manera, se
observa cómo los espacios educativos formales, en este caso los universitarios juegan un papel
crucial en el empoderamiento de los jóvenes, pues se torna un espacio en el que no sólo se
forman cualidades académicas, sino recursos personales y relacionales, es el ámbito en el que
pasarán de lleno a la vida adulta, por tanto se hace necesario tener herramientas válidas y
confiables que puedan medir el empoderamiento en esta etapa de vida.

Con base en lo anterior, el objetivo del presente estudio fue evaluar las propiedades
psicométricas del instrumento de empoderamiento y agencia personal así como validar la
versión corta (EMPAP diseñado y validado originalmente para mujeres) adaptado a una
muestra de jóvenes universitarios.

Método

Participantes

El presente estudio que parte de una investigación más amplia, participaron 614 estudiantes
universitarios del primer año de licenciatura de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala
(FESI) – UNAM de las carreras: psicología, medicina, biología, enfermería, odontología y
optometría de la modalidad presencial. Por medio de un muestreo probabilístico por
conglomerados (Kerlinger & Lee, 2003), se seleccionaron dos grupos del turno matutino y dos
grupo vespertino de las seis carreras que se imparten en una facultad localizada en el
municipio de Tlalnepantla, Estado de México.

La muestra para el AFC quedó conformada por 255 participantes de los cuales el 38% (97) son
hombres y 62% mujeres (158), con edades entre 17 y 29 años (M=18 D.E= 1.8), el 80.7%
heterosexuales (205), 9.8% bisexuales (25) y 8.7% homosexuales (22) el resto no respondió; en
su mayoría solteros (92.8%); la religión versa entre: católicos el 56.7% y ateos 35.2%.
Pertenecientes a las carreras: de psicología 19.6% (50), medicina 20.8% (53), biología 18.4%
(47), optometría 11.4% (29), enfermería 18.4% (47) y odontología 11.4% (29). El 44.3%
reportaron sí tener pareja actualmente mientras el 55.7% dijeron que no.

Procedimiento

Con el consentimiento de las autoridades, en conjunto con la administración escolar de la


Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM, se solicitó a los jefes de cada carrera el
acceso a los grupos seleccionados, acordando con los profesores nos facilitaran el acceso a los
grupos para la aplicación.
Previamente se llevó a cabo una capacitación a cuatro becarios que colaboraron en la
aplicación del inventario: para la impartición de las instrucciones, la resolución de dudas en los
participantes así como en la entrega y recolección de instrumentos.

Para cumplir con los lineamientos éticos: en cada grupo se explicó el propósito e importancia
de la investigación, asegurando la confidencialidad y anonimato de sus datos, así como la
libertad de abandonar el estudio en el momento que lo desearan, aunado a lo anterior se
incluyó un consentimiento informado, el cual fue firmado por los participantes libre y
voluntariamente.

Finalmente, los datos se capturaron y analizaron con ayuda del Software Estadístico SPSS
versión 20 y del paquete estadístico AMOS 24 para Windows.

Instrumentos

Datos sociodemográficos: en este apartado se solicitó a los participantes además de su


consentimiento informado, datos sobre su sexo, orientación sexual, estado civil, carrera de
ingreso, religión, y si tenían pareja en la actualidad.

Escala de agencia personal y empoderamiento en mujeres construida y validada por Padilla


Gámez y Cruz del Castillo (2018), que consta de cuatro factores que evalúan habilidades y
estrategias de: agencia personal, autoconocimiento, empoderamiento en la salud y
empoderamiento social. A su vez, esta escala se conforma de 47 reactivos con escala de
respuesta tipo Likert que refieren algunas situaciones o condiciones que reflejan habilidades y
estrategias de agencia personal y empoderamiento, en un continuo que va de 0 (dicha
condición no aplica para la persona); al 5 (se perciben más posibilidades de hacer frente a las
situaciones). En la validación realizada por las autoras, el instrumento muestra un Alfa de
Cronbach de .92, que explica el 43.36% de la varianza total. Para esta investigación se concibe
al empoderamiento como: “una herramienta de desarrollo humano que contempla entre sus
componentes el que los individuos sean autónomos, adquieran agencia personal para poderla
reflejar en autoeficacia de poder lograr los objetivos planteados, pag. 33” (Padilla Gámez y
Cruz del Castillo, 2018). Cabe mencionar que se adaptaron y rediseñaron algunos reactivos
para la población objetivo.

Análisis de Datos

La muestra inicial (614 participantes) fue dividida de forma aleatoria en dos partes con ayuda
del programa estadístico SPSS versión 20 para Windows. Con este mismo programa se analizó
a la primera submuestra siguiendo el procedimiento estadístico para realizar el AFE partiendo
del análisis del instrumento original, es decir se seleccionaron los reactivos correspondientes a
cada factor del instrumento original (Agencia personal, Autoconciencia, Empoderamiento en la
Salud y Empoderamiento Social). Para el AFC se utilizó el paquete estadístico AMOS 24 para
Windows con la finalidad de encontrar un modelo psicométrico válido y confiable sensible a la
población universitaria.
Resultados

Con base en el análisis factorial confirmatorio realizado, los reactivos y pesos factoriales finales
se muestran en la siguiente tabla:
Análisis factorial confirmatorio

Por otra parte, el valor obtenido del coeficiente de normalidad multivariada fue significativa
(asimetría= 47.974, c.r.=20.897) lo que reflejó ausencia de normalidad en las variables a
utilizar. Por tal motivo, se decidió llevar a cabo el método de máxima verosimilitud con
corrección robusta de Browne, obteniendo los siguientes resultados sobre el modelo: la
prueba de bondad de ajuste absoluto arrojó resultados que indican que el modelo se ajustó
adecuadamente (X2=78.334, gl=48, p=.004), sin embargo, al usar el criterio de cociente
resultante de X2 /gl= 1.63, se refleja un valor cercano a 2 que muestra un ajuste aceptable.
Otros indicadores que respaldan este resultado fueron: el error cuadrático medio de
aproximación (RMSEA), con un valor de .050 que representa una valoración aceptable del
modelo; el residuo cuadrático medio (RMR) obtuvo un valor de .029 encontrándose por dentro
del mínimo recomendado .05; además el indicador de bondad de ajuste general (GFI=.974) y el
índice de ajuste normado (NFI=.935) arrojaron valores entre .9 y .97, que denotan que el
modelo tiene un ajuste satisfactorio (Tabla 2).

Los resultados obtenidos del modelo de medida AFC, revelan que tanto la consistencia interna,
calculada con base al coeficiente de confiabilidad compuesta (CR =0.54956225), como la
validez convergente (varianza entre indicadores y constructo), evaluada a través de la media
extraída (AVE =.9345), tuvieron puntuaciones por arriba de .5, lo que demostró que hay una
adecuación convergente, ya que más del 50% de la varianza del constructo es atribuida a sus
indicadores. Los resultados obtenidos del AFC, revelan la solución final del instrumento de
empoderamiento en estudiantes universitarios, conformándose así por cuatro factores de tres
reactivos cada uno, dando un total de 12 que evalúan agencia personal, empoderamiento en la
salud, autoconciencia y empoderamiento social, tal como el instrumento original (Figura 1).
Figura 1 Modelo del IEMPeU (Inventario de Empoderamiento en Estudiantes Universitarios).

Discusión
Con base en lo anterior, se puede observar que el instrumento de empoderamiento y agencia
personal muestra las características psicométricas adecuadas para medir dicho constructo en
estudiantes universitarios. La escala quedó conformada por doce reactivos, distribuidos en
cuatro factores como en el inventario original. Lo cual ofrece un instrumento válido y
confiable, sensible a dicha población y de fácil y rápida aplicación. El IEMPeU (Inventario de
Empoderamiento en Estudiantes Universitarios) explora en cuatro factores: agencia personal
que refiere a la capacidad de los individuos de tomar sus propias decisiones en torno a
situaciones de la vida, a la vez que se considera como la libertad de actuar en función de lo que
se necesita y se desea en diversos contextos, ya sea en lo individual (metas personales, salud,
sexualidad, etc.) como en lo interpersonal (pareja, familia, hijos, amistades, etc.); el segundo
factor que evalúa autoconciencia, hace referencia a la capacidad de los individuos de actuar en
situaciones de incomodidad o inestabilidad consigo mismo o con el contexto, no obstante se
requiere de autoconocimiento para lograr identificar las necesidades, deseos, metas, etc., que
se pretenden alcanzar en función del desarrollo personal. Para el empoderamiento en la salud,
se torna de vital importancia las situaciones y condiciones en que 64 N. Padilla Gámez et al. /
Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65 los individuos pueden hacer
respecto a su salud, ámbito que determinará la condición y calidad de vida en el futuro.
Finalmente, en el empoderamiento social se evalúan las decisiones que puedan tomarse en lo
personal e interaccional, por tanto se tornan importantes las redes de apoyo, la claridad en la
toma de decisiones para poder expresar necesidades o desacuerdos a quien sea.

Dentro de los reactivos que conforman la versión corta, se tiene para el factor de agencia
personal se presentó un énfasis importante en la toma de acciones en torno al abuso físico, al
acoso escolar y respecto a la aceptación, aspectos que son de vital importancia dada la
situación actual en el país. Es evidente que para las y los estudiantes universitarios, un área en
la cual deben percibir herramientas de acción es en torno a los límites y la escuela no es la
excepción: pues cada vez es más visible el acoso escolar en las instancias escolares. En cuanto
al factor de empoderamiento en la salud, los reactivos que conforman la versión corta
responden principalmente a la importancia de atender problemáticas relacionadas con el
consumo de alcohol y drogas, así también como el hacer algo respecto al proceso de salud-
enfermedad.

Cabe resaltar cómo para esta población, el tema del alcohol y las drogas se torna para muchos
en un problema, existen cifras que confirman que los jóvenes tienen un consumo importante
que tarde o temprano puede derivar en un problema de salud individual y de salud pública
(INSP, 2017); en este sentido, se vuelve importante detectar si existe una problemática de esta
índole al inicio de la formación universitaria, con la finalidad de hacer un abordaje
multidisciplinario y dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan afrontar esta
situación que desafortunadamente es muy frecuente en nuestro país.

Por otra parte, los reactivos del factor de autoconciencia evalúan principalmente si los
individuos cuentan con las herramientas para solucionar problemas de índole personal, este
factor alude principalmente al autoconocimiento, pues sin éste es difícil que una persona
pueda detectar sus necesidades y por tanto, hacer algo al respecto para cubrirlas. En este
orden de ideas, Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, (2017) hablan de lo sustancial que se vuelve la
congruencia entre las decisiones y las acciones, aquí se plantea lo importante que es para los
jóvenes el autoconocimiento, el que tengan los escenarios necesarios para explorarse y
ejercitar en situaciones cuidadas (p. ej. En los programas institucionales, talleres, charlas,
cursos, etc.) lo que les genera bienestar o malestar.
Por otra parte, también se agrupó un reactivo que puede ser un indicador importante para el
bienestar de los individuos y particularmente de los universitarios, este es la percepción de
poder hacer algo frente al estrés. Particularmente esta etapa que está llena de retos
autoimpuestos y del contexto, donde los jóvenes viven etapas de alta exigencia que puede
impactar seriamente a su salud.

Es en este tenor, que se vuelve una necesidad sustancial el dotar a los jóvenes universitarios
de herramientas de afrontamiento del estrés, actividades que proporcionen espacios de
entretenimiento, ejercicio, relajación, etc. Así como estrategias de autorregulación pues
dentro de esta población también existe un riesgo importante derivado del estrés que es la
ideación e intento suicida (Padilla Gámez, Sebastián & Eguiluz, 2017).

Finalmente, los reactivos del factor del empoderamiento social en la versión corta refieren a la
importancia de la expresión de los desacuerdos así como de las necesidades a quien sea. Estos
ítems se vuelven decisivos en el camino del empoderamiento, pues de esta manera se puede
evaluar que los jóvenes se perciban con la capacidad asertiva de identificar lo que les causa
malestar y poderlo plasmar en el contexto necesario. Así también respecto a la orientación
sexual, pues es una etapa en la que se tiende a asumir la salida del clóset y afrontar la vida
sexual ante la sociedad (Lozano Verduzco & Salinas Quiroz, 2016).

De esta manera, esta escala ofrece la posibilidad de identificar variables relacionadas como: la
conducta sexual de riesgo, percepción de vulnerabilidad, ideación e intento suicida, uso de
sustancias adictivas, etc. Que como lo menciona la literatura se relacionan estrechamente con
el empoderamiento (Campero, Atienzo, Suárez, Hernández &Villalobos, 2013; INSP Instituto
Nacional de Salud Pública, 2014; 2017; Sánchez Vidal, 2013). Asimismo presenta las
características psicométricas necesarias para ser un instrumento válido, confiable y sensible
para la población universitaria.

Conclusiones

Como lo plantea Riveros (2018), es cada vez más urgente dotar a los universitarios de
habilidades psicosociales que les provean de las herramientas necesarias para afrontar las
situaciones que se les presenten. Es en este sentido, que se hace cada vez más importante
hacer un tamizaje de línea base a los estudiantes universitarios de primer ingreso, pues es con
base en este que se puede evaluar continuamente cuáles son sus fortalezas y también sus
áreas de oportunidad para que en función de éstas se puedan desarrollar programas de
prevención y atención de situaciones que ponen a los estudiantes en riesgo personal,
relacional, académico y social.
Motivaciones y burnout en el voluntariado
RESUMEN

En el siguiente trabajo se exponen algunos resultados de carácter empírico que se han


obtenido en el estudio de las motivaciones de los voluntarios españoles que trabajan en el
campo del sida y del cáncer. Estos resultados, parecen mostrar la gran importancia que para la
permanencia de los voluntarios en las organizaciones tienen, tanto de las motivacio - nes
heterocentradas como las autocentradas. También se presentan los primeros re s u l t a d o s
obtenidos en el estudio del llamado «síndrome del quemado» o burnout en el voluntariado.
Los datos muestran que el grado de burnout de los voluntarios en activo es bajo.

PALABRAS CLAVE

Voluntariado, Motivaciones, Burnout, Perm a n e n c i a

INTRODUCCIÓN

Las motivaciones de los voluntarios, es d e c i r, las razones por las deciden dedicar parte de su
tiempo y de sus esfuerzos a ayudar a otras personas que no conocen y por un tiempo
relativamente pro l o n g ado, aparecen en la literatura psicosocial como el factor más
importante para explicar diferencias entre voluntarios y no voluntarios, y entre voluntarios que
continúan y voluntarios que abandonan sus actividades (Penner y Finkelstein, 1998; Omoto y
Snyder, 1995; Black y Di Nitto, 1994; Clary y Snyder, 1991). Por el contrario, el burnout o
«síndro m e del quemado» ha empezado a ser estudiado en voluntarios muy recientemente.
LópezCabanas y Chacón (1997) comprueban que desde 1989 a 1996 tan solo apare c i eron en
las principales bases documentales psicológicas y médicas cinco trabajos que estudiasen
directamente el burnout de los voluntarios. En tres de ellos, se comparaban las variables que
facilitan el burn o u t en profesionales y voluntarios (Capner y Caltabiano, 1993; Glass et al.,
1992; Paradis y Usui, 1989). Por su parte, Lafer (1991) investigó el burnout en voluntarios que
trabajaban en el ámbito hospitalario, mientras que Cyr y Dowrick (1991) investig a ron este
mismo síndrome en voluntarios que desarrollaban intervenciones en crisis. El burnout ha sido
estudiado tradicionalmente en relación con el abandono del trabajo por parte de los
profesionales de la salud y puede definirse como «una re spuesta a un estrés emocional
crónico cuyos rasgos principales son el agotamiento físico y psicológico (emocional), una
actitud fría y despersonalizada en la relación con los demás (pacientes) y un sentimiento de
inadecuación a las tare a s que se han de desarrollar (reducción del sentido de realización
personal)» (Maslach y Jackson, 1982). Algunos aspectos del trabajo de los p rofesionales de la
salud facilitan la aparición del síndrome del quemado. Entre ellos, cabe citar los siguientes
(Pines y A ronson, 1989):

1. Tratar con mucha gente. Un aspecto clave para el desarrollo del burnout es la cantidad y
grado de contacto que mantienen con los re c e p t o res de los servicios. Este contacto puede
ser muy gratificante, p e ro también supone grandes demandas emocionales por motivos
diversos.

2. Expectativas de éxito y fracaso. La anticipación de expectativas demasiado positivas, y a


veces poco realistas, sobre las posibilidades de aliviar el dolor, o el sufrimiento de otros, puede
producir sentimientos de indefensión, al no verse cumplidos en la re a l i d a d .

3. Control. Existen muchos aspectos que están fuera de control en los escenarios de salud, y
esto provoca sentimientos de impredictibilidad, que re p e rcuten en las personas tanto física
como emocionalm e n t e .

4. Ambigüedad. La incertidumbre sobre el rol que se debe desempeñar también tiene


importantes re p e rcusiones negativas s o b re el estado emocional de los pro f e s i on a l e s .
Los voluntarios que realizan actividades de atención directa a enfermos de SIDA y de cáncer, al
igual que los pro f e s i onales que trabajan con este mismo campo, están sometidos a una gran
demanda emocional, ya que tratan cara a cara con una población gravemente enferma que, en
el caso del SIDA, además, es rechazada socialmente. Esta consideración justifica el estudio de
la variable burnout en relación a la permanencia o abandono de los voluntarios. En España el
tema de la perm a n e n c i a del voluntariado ha empezado a ser tratado de una manera
empírica re c i e n t e m e nte. El Departamento de Psicología Social de la UCM abrió, hace apro
x i m a d a m e n t e dos años, una línea de investigación para Motivaciones y burnout en el
voluntariado 3 2 I N T E R VENCION PSICOSOCIAL tratar de determinar qué factores
psicosociales se relacionan con la mayor o menor p e rmanencia de los voluntarios en las o
rganizaciones. N u e s t ro primer objetivo era validar el Modelo de Proceso de Voluntariado de
Omoto y Snyder (1993; 1995). Este modelo identifica tres etapas en el proceso de
voluntariado: antecedentes, experiencia de voluntariado y consecuencias del voluntar i a d o .
En la primera etapa se sitúan las variables que pueden ser consideradas como antecedentes de
la conducta voluntaria y entre ellas se encuentran las motivaciones que llevan a las personas a
buscar e implicarse en tareas voluntarias, y que les mantienen en ellas a lo largo del tiempo.
Omoto y Snyder, siguiendo la Te o r í a Funcional, inicialmente postulada para las actitudes
(Smith, Bruner y White, 1956; Katz, 1960) y posteriormente aplicada a las motivaciones de los
voluntarios (Clary y Snyder, 1991), incluyen cinco motivos distintos que pueden explicar una
misma conducta de voluntariado: e x p resión de valores, conocimiento, desar rollo personal,
incremento de la autoestima e interés por la comunidad. Según esta teoría, en el voluntariado
coexisten una gran variedad de motivaciones que cumplen funciones difere n t e s para los
individuos. Distintas personas pueden involucrarse en una misma actividad voluntaria por
motivos distintos, que puede cumplir funciones psicológicas, personales y sociales muy
diversas, y estos motivos en una misma persona pueden cambiar a lo largo del desarro l l o de
esa actividad. Cuando el voluntariado se basa en un interés altruista de ayudar a otros, en v a l
o res humanitarios, en deseos de contribuir a la sociedad, o incluso cuando está inspirado por
motivos religiosos, la perspectiva funcional indicaría que esa conducta cumple una función de
expresión de valores para el individuo. Una persona, también puede decidir implicarse en una
actividad de voluntariado para adaptarse a la influencia normativa que pueden tener los
amigos, la familia, etc.. En estos casos, las conductas de ayuda están controladas por las
recompensas y los costos, y el voluntariado se convierte en un medio para adaptarse al grupo
de re f e rencia. Además, algunas personas pueden ver en el voluntariado una manera de
ampliar su círc u l o de relaciones sociales. En todos estos casos el voluntariado cumple una
función adaptativa de ajuste social, o utilitarista. El voluntariado puede servir también a
algunas personas, o a todas en alguna medida, como una forma de autopro t e g e rse de sus
propios miedos y ansiedades. Por último, Clary y Snyder (1991) señalan que para algunas
personas y en algunas ocasiones, ser voluntario puede cumplir una función de conocimiento. A
través del voluntariado se aprende de las personas con las que se establece re l ación y esto
aporta nuevas perspectivas que surgen al abordar determinados problemas y situaciones
humanas, con lo que se satisface la curiosidad intelectual de conocer mejor la realidad que nos
rodea. Pero además, mediante la re a l i z ación de actividades voluntarias se puede adquirir
mayor nivel de conocimiento, habilidades y experiencias concretas (técnicas de primeros
auxilios, habilidades para tratar con niños, discapacitados, etc.), que en ocasiones pueden ser
útiles en el futuro. Realizar tareas de voluntariado da la oportunidad de poner en práctica
competencias que de otra forma sería muy difícil poder practicar. Los datos empíricos parecen
apoyar la Teoría Funcional de la Motivación, ya que en la inmensa mayoría de los estudios, los
voluntarios encuestados manifiestan una gran diversidad de motivos. Fernando Chacón
Fuertes y M.ª Luisa Vecina Jiménez I N T E R VENCION PSICOSOCIAL 3 3 Los distintos motivos
para ser y permanecer como voluntario pueden ser clasificados en dos categorías teóricas:
motivos centrados en los demás (hetero c e n t r ados) y motivos centrados en uno mismo
(autocentrados) (López-Cabanas y Chacón, 1997) o altruistas y egoístas según la t e rminología
de Gidron (1978). Las otras variables que Omoto y Snyder (1995) incluyen en esta primera
etapa del proceso de voluntariado son: la «disposición a la ayuda», es decir, las disposiciones
personales de los voluntarios que f a v o recen la realización de actos de ayuda, y el «apoyo
social» que los voluntarios tienen en su vida cotidiana y específicamente para realizar acciones
de volunt a r i a d o . En la segunda etapa se sitúan las variables que promueven o detienen el p
roceso de voluntariado, como «satisfacción» con las actividades realizadas e «integración en la
organización». En este momento del proceso pueden incluirse otras variables no estudiadas
por Omoto y Snyder (1995), pero que también pueden estar relacionadas con la perm a n e
ncia, como es el caso del burnout. De a c u e rdo con este esquema, el burn o u t sería un
resultado no previsto de la experiencia del voluntariado que afectaría negativamente a la
permanencia, bien d i rectamente, o a través de una re l a c i ó n negativa con la satisfacción.
Por último, en la tercera etapa, se incluye la variable «tiempo de perm a n e ncia» como
principal consecuencia del proceso de voluntariado. Aplicando una metodología de ecuaciones
estructurales, Omoto y Snyder (1995) comprueban la existencia de una re l a c i ó n d i recta y
positiva entre la motivación inicial para ser voluntario y el tiempo total de perm a n e n c i a .
Además, mediante metodología correlacional, se detectan relaciones significativas entre el
Tiempo de permanencia y t res de las subescalas del cuestionario de Motivaciones,
concretamente, con las tre s que podemos denominar autocentradas (Conocimiento,
Desarrollo Personal y E s t i m a ) . Algunos autores han planteado que las motivaciones que
inicialmente influyen en la decisión de ser voluntario son distintas de las que influyen en la
decisión de continuar (Gidron, 1984; Oda, 1991; Wi n n if o rd, Carpenter y Stanley, 1995).
Gillespie y Kind, (1985) compro b a ron que los motivos del voluntariado cambiaban con la
edad, el género o el estado civil. En este sentido, sería relevante conocer si los voluntarios que
más tiempo llevan en una o rganización presentan motivaciones diferentes respecto a los
voluntarios que menos tiempo llevan, y si la edad y otras variables sociodemográficas son
también fuentes diferenciadoras de las motivaciones de los voluntarios españoles. Siguiendo el
Modelo del Proceso del Voluntariado, iniciamos una serie de trabajos empíricos relacionados
con las motivaciones de los voluntarios españoles, ya que consideramos que el re c o n o c
imiento de la existencia de una gran variedad de motivaciones para realizar una d e t e
rminada conducta, no conlleva una falta de interés por conocer los patro n e s comunes de
variación que puedan darse en las motivaciones de los voluntarios. En el primer estudio
realizado, se pilot a ron los instrumentos de medida adaptados, en el segundo, se calculó la
fiabilidad y la estructura factorial del Cuestionario de Motivaciones del Vo l u n t a r i a d o
(Omoto y Snyder, 1995), en el terc e ro, se estudió la relación entre las motivaciones y el
diferente tiempo de permanencia de los voluntarios en las organizaciones, y por último, en el
cuarto estudio que aquí p resentamos, se estudió el grado de burnout de los voluntarios y una
primera a p roximación a su relación con el aband o n o .

ESTUDIO PILOTO

En un primer estudio (Chacón, Ve c i n a , et.al., 1997), se realizó un estudio piloto con 34


voluntarios en temas de sida para fiabilizar y adaptar los instrumentos que medían los
conceptos del Modelo del Proceso del Voluntariado, y especialmente, el Cuestionario de
Motivaciones del Vo l u n t ariado en el campo del sida (CMVS).

Las diferencias entre la muestra americana, compuesta mayoritariamente por homosexuales, y


la española, compuesta mayoritariamente por heterosexuales, nos obligó a introducir diversas
modificaciones en el proceso de adaptación del CMVS, como, por ejemplo, traducir de una
forma más genérica la subescala de Interés por la Comunidad, pues en el cuestionario original,
«comunidad» se refería específicamente a comunidad de homosexuales, refiriéndose en el
cuestionario adaptado a seropositivos en general.

El cuestionario adaptado pre s e n t a b a una elevada fiabilidad a=0.9). Este buen dato, aun
teniendo en cuenta la inestabilidad de las covarianzas, debido al tamaño de la muestra nos
permitió utilizar el Cuestionario de Motivaciones en las siguientes fases de la investigación.

Respecto a la relación entre las Motivaciones y la Expectativa de continuar en la o rganización,


que fue tomada como predictor de la Permanencia, no se encontró c o r relación significativa.
Por el contrario, sí se encontró una relación positiva entre las variables de proceso, Integración
en la O rganización y Satisfacción, y la Expectativa de continuar en la org a n i z a c i ó n .
Consideramos que el hecho de no encontrar relación entre las motivaciones y la Expectativa de
Permanencia, puede ser debido a las importantes diferencias que separaban el estudio de
Omoto y Snyder (1995) y el nuestro.

Una, especialmente importante, es que en nuestro estudio no se realizó un seguimiento de los


voluntarios para comprobar el tiempo real de permanencia, por lo que es de esperar que
siendo voluntarios que ya llevaban mucho tiempo en la organización su motivación fuera muy
alta (este dato se confirma al observar las puntuaciones) y su expectativa de continuar
también.

Esto podría estar reflejando un efecto techo en la variable Motivaciones: al ser tan
homogéneamente alta la puntuación de los voluntarios en esta variable, la variabilidad
disminuye y con ello las corre l a c i o n e s .

ANÁLISIS DE LA FIABILIDAD Y DE LA ESTRUCTURA FACTORIAL DEL CUESTIONARIO DE MOTIV A


C I O N E S DEL VOLUNTARIADO EN SIDA
En el siguiente estudio nos centramos de lleno en el CMVS. El objetivo fue analizar la
estructura factorial del Cuestionario de Motivaciones del Voluntariado en el campo del SIDA,
diseñado por Omoto y Snyder (1995) y estudiar su fiabilidad en una muestra lo
suficientemente grande (Chacón y Vecina, 1999).

Una muestra de 130 voluntarios de ocho organizaciones diferentes, cumplimentó el CMVS.


Con los datos, re a l i z amos un análisis factorial exploratorio y encontramos que la estructura
factorial del CMVS, obtenida en población española aportaba cinco factores. Los re s u l t ados,
en líneas generales, confirman la estructura factorial del cuestionario original y refuerza la
Teoría Funcional de la Motivación de la que parten Omoto y Snyder (1995): existen distintas y
variadas motivaciones para realizar una misma conducta, en este caso, de voluntariado. En la
tabla 1 pueden observarse los ítems que componen cada uno de los cinco fact o res, así como
la fiabilidad de las subescalas, y el porcentaje de varianza explicad o . Las subescalas de Va l o
res, Interés por la Comunidad y Conocimiento apare c i eron claramente en la muestra
española como reflejo de tres tipos distintos de motivaciones, tal y como la Teoría Funcional
de la Motivación (Clary y Snyder, 1995) propone, y tal y como Omoto y Snyder (1995) confirm
a ron en una muestra de voluntarios estadounidenses. Las principales diferencias, encontradas
e n t re ambas estructuras factoriales, consideramos que son debidas a la distinta orientación
sexual predominante en cada una de las muestras. Estas difere n c i a s afectan especialmente
a la subescala de D e s a r rollo Personal original, ya que su sentido de autodefensa ante la
ansiedad que el SIDA provoca en el grupo de homosexuales se ha perdido en la muestra
heterosexual española.

Los cinco ítems de esta subescala se han dispersado por el re s t o de las subescalas. Los dos
ítems referidos a la necesidad de ponerse a prueba y evaluarse (87 y 72) han pasado a saturar
en la escala de Incremento de la Estima y todos estos ítems componen un factor que nosot ros
hemos denominado también de Desar rollo Personal, pero dándole un significado más unitario
y genérico referido a todos los aspectos relacionados con uno mismo. Este nuevo factor re p
resentaría la función de defensa del yo o de autoprotección re specto a los propios miedos e
inseguridades generales y también específicos (como por ejemplo ante el SIDA). Los dos ítems
re f e r idos a la necesidad de relacionarse con o t ros (66 y 80) han quedado aislados,
constituyendo el último factor, denominado Relaciones Sociales y el ítem referido a la
necesidad de adquirir experiencia en temas emocionalmente difíciles (68) ha pasado a saturar
en el factor de Conocimiento, pues la experiencia sería una de las posibles consecuencias del
aprendizaje y el conocimiento sobre un tema.

Por otra parte, la elevada fiabilidad del Cuestionario total y de sus subescalas nos permite
afirmar que el CMVS, adaptado a la población española cuenta con el suficiente nivel de
consistencia intern a para medir las motivaciones de: Desarrollo Personal, Interés por la
Comunidad, Conocimiento, Va l o res y Relaciones Sociales de los voluntarios que trabajan en
el campo del SIDA, aunque este último factor necesitaría ser confirmado en poster i o res
investigaciones, incluyendo un n ú m e ro mayor de ítems.
ESTUDIO SOBRE LAS MOTIV A C I O N E S DE UNA MUESTRA DE VOLUNT A R I O S E S PAÑOLES
EN EL CAMPO DEL SIDA

En un trabajo más reciente (Vecina y Chacón, 1999) hemos tratado de avanzar algo más en el
estudio de las motivaciones de los voluntarios españoles, tratando de comprobar la influencia
de variables sociodemográficas (edad, sexo, nivel de estudios, situación laboral, tipo de org
anización en la que se trabaja como voluntario, tiempo de permanencia en una o rganización y
conocimiento previo a la decisión de ser voluntario de alguna persona con sida), en las
motivaciones de los voluntarios, medidas con el CMVS. Un segundo objetivo de este trabajo
era comp robar si existía un perfil motivacional específico que pudiera ser asociado al tiempo
de permanencia en una org a n i z ación, ya que podríamos, de esta manera, conocer el perfil
motivacional que caracteriza a los voluntarios que mayor tiempo llevan en una org a n i z a c i ó
n.

Este estudio fue realizado con una muestra de 112 voluntarios, pertenecientes a nueve
organizaciones diferentes. Con los datos obtenidos se re a l i z a ron, por una parte, análisis de
varianza para comprobar posibles diferencias motivacionales e n t re los diferentes grupos
formados en función de las variables sociodemográficas. Se calculó, además, la potencia de las
d i f e rencias encontradas. Por otra parte, se realizó un análisis de conglomerados con las
puntuaciones de los voluntarios en las escalas de CMVS y con el tiempo pre v i o que llevaban
en la organización (el grupo 1 estaba formado por voluntarios que llevaban menos de 3 meses
en la org a n i z a c i ó n, los voluntarios del grupo 2 llevaban entre 4 y 7 meses, los del grupo 3
llevaban entre 8 y 18 meses y los del grupo 4 llevaban más de 19 meses en la organización).

De los resultados obtenidos, se puede concluir que, en general, los voluntarios se ven a sí
mismos motivados especialmente por la motivación de Valores, es decir, por un interés
humanitario por ayudar a otros. Además, para los voluntarios que más tiempo han
permanecido en una organización, las motivaciones heterocentradas son significativamente
más importantes que para los voluntarios que menos tiempo han permanecido, lo que nos
indicaría que, en principio, estas motivaciones son las más relacionadas con la mayor duración
del voluntariado.

Ahora bien, el análisis más profundo de los datos aportados por el análisis de conglomerados
revela que los voluntarios que más tiempo han permanecido en una o rganización presentan
un perfil motivacional caracterizado por conceder una importancia mayor a las motivaciones
autocentradas que los voluntarios que llevaban menos tiempo, y por conceder, tanto a las
motivaciones heterocentradas como a las autocentradas mucha más importancia que el resto
de los voluntarios que llevaban menos tiempo en las organizaciones. Por tanto, debemos
suponer que las motivaciones autocentradas también juegan un importante papel en la
permanencia de los voluntarios. (Ver gráfico 1)

En cualquier caso, ignoramos si la mayor importancia de la motivación de Va l o res en el grupo


que más tiempo lleva en una organización y la mayor importancia concedida a todas las
motivaciones y especialmente a las autocentradas por ese mismo grupo, son igualmente altas
desde el momento de la toma de decisión o si se han ido incrementando con el paso del
tiempo y otras características org a n izacionales y personales. Para poder dar una respuesta a
esta cuestión es necesario realizar estudios longitudinales que den cuenta de la evolución real
de las motivaciones a lo largo del tiempo.

En el estudio que describimos, las medidas de las variables se tomaron en un único momento
temporal, por lo que sólo podemos aproximarnos a la respuesta y aventurar una posible
hipótesis sobre la evolución temporal de las motivaciones. En este sentido, podríamos suponer
que las personas que deciden ser voluntarias estarían motivadas tanto por motivos
heterocentrados como autocentrados. En este primer momento temporal, podemos suponer
que el nivel de expectativas es muy alto y el nivel de conocimiento de la realidad muy bajo, por
lo que, transcurridos unos primeros meses de toma de contacto con la realidad, los voluntarios
experimentarían una importante bajada en sus motivaciones. Se produciría, por tanto, un alto
porcentaje de abandonos, que sería debido, fundamentalmente, a la no satisfacción de las
motivaciones iniciales. Pasados estos primeros meses, y siguiendo las hipótesis del modelo de
Piliavin y Callero (1991), los voluntarios que continuasen, empezarían a incorporar a su
identidad personal el rol de voluntario, por lo que experimentarían un incremento de las
motivaciones centradas en los demás y no de las motivaciones centradas en ellos mismos. Este
perfil, que hemos denominado autosacrificado, no podría ser mantenido a largo plazo, por lo
que en un cuarto momento temporal, transcurrido el año y medio, los voluntarios
incorporarían a las motivaciones heterocentradas las autocentradas.

No obstante, como hemos comentado a n t e r i o rmente, la evolución de las motivaciones de


los voluntarios descrita, es sólo una hipótesis de trabajo que debe ser c o n f i rmada en futuras
investigaciones.

Finalmente, podemos concluir que, según los datos aportados por este estudio, aquellos
voluntarios que se prepaban y burnout en el voluntariado en gran medida por los demás, sin
por ello olvidarse de sí mismos eran los que más tiempo había permanecido en una org a n i z a
c i ó n Consideramos, que este tipo de voluntariado está expuesto a situaciones de una alta
demanda emocional al igual que los profesionales de la salud, en los que típicamente se ha
estudiado este s í n d ro m e .

ESTUDIO PILOTO SOBRE EL BURNOUT EN VOLUNTARIOS QUE TRABAJAN EN PROGRAMAS DE


ATENCIÓN A PACIENTES CON SIDA O CÁNCER

El objetivo fundamental de este estudio fue conprobar si los voluntarios que desar rollaban
tareas socioasistenciales con personas afectadas por sida o cáncer estaban o no afectados por
el síndro m e del burnout. Consideramos, que este tipo de voluntariado está expuesto a
situaciones de una alta demanda emocional al igual que los profesionales de la salud, en los
que típicamente se ha estudiado este s í n d ro m e . Para satisfacer este objetivo se aplicó una
adaptación del «Cuestionario de Burnout de Maslach» (Maslach y Jackson, 1982), compuesto
por 22 ítems que miden la frecuencia con la que se experimentan d e t e rminados
sentimientos (1 significa que nunca se experimenta un sentimiento d e t e rminado y 5 que se
experimenta diariamente). Los ítems se agrupan en tre s subescalas: Cansancio Emocional (9
ítems), Despersonalización (5 ítems) y Evaluación negativa de uno mismo (8 ítems).

El índice de fiabilidad a de la escala total es de 0.64, y el de las subescalas es de 0.8, 0.5 y 0.7 re
spectivamente.

Los cuestionarios se aplicaron en 8 o rganizaciones diferentes a los voluntarios que estaban


desarrollando actividades voluntarias desde hacía más de 6 meses. La continuación de este
estudio supone realizar seguimientos, en los que se tomarán medidas repetidas de burn o u t a
aquellos voluntarios que abandonen su a c t i v i d a d .

Un total de 69 voluntarios cumpliment a ron el cuestionario. El tiempo medio de p e rmanencia


era de 35 meses (dos años y nueve meses); predominaban las mujere s (54%) frente a los
hombres y la edad media era de 34 años, con un rango que oscilaba entre los 19 y los 71.
Además, el 54% de los voluntarios conocía a ninguna persona con sida o cáncer antes de
decidir ser voluntaria, y el 60% no conocía a ninguna persona voluntaria antes de tomar dicha
decisión. Un 19% trabajaba en más de una organización como voluntario.
El resultado fundamental, obtenido tras el análisis de los datos, indicó que los voluntarios de la
muestra analizada exper i m e n t a ron los síntomas típicos del burnout «algunas veces al
año». Analizando cada una de las subescalas, los voluntarios mostraron signos de cansancio
emocional y de baja gratificación personal con una frecuencia de «algunas veces al año»,
mientras que en casi ningún caso habían sufrido síntomas de «despersonalización».

Para comprobar si existían difere n c i a s significativas en la frecuencia con la que se


experimentaban síntomas de burnout, dependiendo de las variables sociodemográficas
medidas, se re a l i z aron análisis de la varianza de un factor y la prueba de r t de Student.
Entre los resultados más destacables pueden apuntarse los siguientes:

1. No se encontraron diferencias significativas en burnout en general, ni en ninguna de las


subescalas, debidas al sexo, a la edad, al conocimiento previo de alguien con sida o cáncer y al
conocimiento previo de voluntarios. Así mismo, tampoco re s u l t a ron significativas las
diferencias en función del nivel de estudios, la situación laboral y el tiempo de perm anencia
previo en la org a n i z a c i ó n

2. Apare c i e ron diferencias significativas en burnout y, específicamente, en gratificación


personal, en función de que los voluntarios trabajaran en una o más de una organización, (t=-
2,70; p=0,009 y t=4,25; p=0.000, respectivamente). De igual forma, apare c i e ron diferencias
significativas en función del tipo de org a n i z ación (F=2,23; p=0,043), constatando que su
adscripción laica o religiosa podría estar explicando este hecho (t=2,01; p = 0 , 0 4 8 ) .

El sentido de estas diferencias indica que los voluntarios que trabajaban en más de una
organización experimentaro n con una mayor frecuencia los síntomas del burnout, que los que
trabajan sólo en una, y, específicamente, una menor gratificación personal.

También es posible señalar que los voluntarios que realizaban sus actividades en
organizaciones de carácter re l i g i o s o p resentaban un menor grado de burn o u t y una
mayor gratificación personal que los que lo hacían en organizaciones laicas.

El hecho de que los síntomas del burnout se experimenten con una baja frecuencia podría
llevarnos a pensar que los voluntarios no se ven afectados por este p roblema. No obstante, es
necesario re a l izar una serie de precisiones que pondrían en cuestión esta primera conclusión.

En primer lugar, existe una importante d i f e rencia entre ser voluntario y trabajar en una
organización como pro f e s i o n a l . Mientras que los primeros pueden abandonar libremente
su vinculación con la org anización en cuanto que experimentan algún signo de malestar, los
pro f e s i o n a l.se ven obligados a permanecer en sus puestos por un período de tiempo
mucho más prologado, en el que los síntomas de b u rnout se intensificarían. Esto nos hace
suponer que será difícil encontrar voluntarios que estén en activo y muy quemados, p o rque,
como es lógico, abandonarán su actividad antes de llegar límites extre m o s .

Además, hay que tener en cuenta que todos los voluntarios de nuestra muestra estaban en
activo en el momento de tomar las medidas, y que aún no se han realizado los seguimientos
que nos perm itirán comparar quienes abandonan y quienes permanecen. Por lo que la pro b
abilidad de que los voluntarios de la muestra utilizada estuviesen quemados es muy p e q u e ñ
a.

Habría que pensar que el cuestionario utilizado para medir burnout, que es una adaptación del
diseñado originalmente para profesionales, no es lo suficientemente sensible para dar cuenta
de índices significativos de burnout en voluntarios, por lo que sería necesario m o d i f i c a r l o.
La investigación longitudinal que estamos realizando y cuya primera fase es la que aquí hemos
presentado nos perm i t i r á verificar si los voluntarios abandonan p o rque se queman y en
este caso, el nivel máximo de burnout que alcanzan antes del abandono, o inmediatamente
posterior al abandono. En este momento hipotetizamos que el burnout será máximo, aunque
prevemos que raramente alcanzará las altas cotas obtenidas en los estudios que se han
realizado con muestras de profesionales

CONCLUSIONES

Los resultados de estos primeros estudios permiten concluir, en primer lugar, que el
instrumento de medida de las motivaciones de los voluntarios en el campo del sida es bueno,
ya que, además de ser fiable, re p roduce la estructura de cinco factores de cuestionario
original. Esto permite medir las motivaciones de: « v a l o res», «interés por la comunidad»,
«conocimiento», «desarrollo personal» y « relaciones sociales».

En segundo lugar, parece que, con independencia del tiempo de perm a n e n c i a , los
voluntarios señalan que la motivación más importante para ellos es la de «valores»
(motivación heterocentrada). Además, si relacionamos el tiempo de perm a n e n c i a con las
motivaciones, observamos que las h e t e rocentradas son significativamente más importantes
para los voluntarios que más tiempo han permanecido en una o rganización. No obstante, el
análisis de los perfiles motivacionales asociados al tiempo de permanencia, nos permite comp
robar que los voluntarios que más tiempo llevan en una organización (más de un año y medio)
conceden más importancia a las motivaciones autocentradas (conocimiento, desarrollo
personal y relaciones sociales) que los que llevan menos tiempo, por lo que podemos concluir
que, tanto las motivaciones heterocentradas como las autocentradas, en sus niveles altos, se
relacionan con la permanencia de los voluntarios.

En tercer lugar, parece que la muestra de voluntarios estudiada presenta niveles bajos de
burnout. Sin embargo, este dato no permite concluir que los voluntarios no se ven afectados
por el burnout porque, en primer lugar, los voluntarios de la muestra estaban en activo en el
momento de tomar la medida, con lo que es poco p robable que estuviesen quemados, y en
segundo lugar, porque aún no se han re alizado los seguimientos de los sujetos que nos
permita conocer quienes siguen y quienes no y el nivel de burnout previo al abandono. Es
preciso realizar estudios longitudinales más amplios, tanto para c o m p robar la evolución de
las motivaciones a lo largo del tiempo, como para conf i rmar si el burnout re p e rcute o no en
el abandono de los voluntarios.

Relación entre activismo proambiental y otras


formas de participación social
RESUMEN

La literatura política al uso ha pretendido establecer una línea divisoria entre el activis - mo
político y el compromiso ecológico. Desde esta perspectiva se ha intentado separar la
participación política convencional, adscrita a opciones de partido de la participación en
movimientos no convencionales o alternativos, como las organizaciones de conservación de la
naturaleza. De acuerdo con esta misma línea, la investigación psicosocial ha intentado
desarrollar modelos explicativos diferentes para ambas formas de participación, consoli -
dando la distinción entre formas convencionales de participación y la acción vinculada a los
denominados nuevos movimientos sociales, entre los que se identifica el movimiento
ambientalista. El objetivo de este trabajo es analizar el perfil sociopolítico del activismo
ambiental en relación con otras formas de acción social y política. A partir de un cuestiona - rio
aplicado a 257 personas, residentes en las Islas Canarias, se contrasta la militancia en
organizaciones ambientalistas con la participación en organizaciones políticas, comunita - rias y
de ocio, así como con los sujetos no activos. Los resultados ponen de manifiesto la vinculación
de los activistas ambientales con otras formas de participación sociopolítica y la existencia de
un perfil diferencial en cuanto a la orientación ideológica y a la percepción de su capacidad
política.

PALABRAS CLAVE

Participación ambiental, Nuevos Movimientos Sociales, Orientación política, Capacidad política


percibida.

La participación, entendida en sentido general como la forma y el nivel de movilización de los


ciudadanos en la vida comunitaria y política, representa uno de los principales factores de
estudio de la Psicología Social a la hora de intervenir en los problemas relacionados con el
cambio social.

Los modos de intervención política de la ciudadanía han sufrido una evidente diversificación
dentro de los sistemas de democracia representativa, situándose frecuentemente más allá del
voto como conducta fundamental. Sabucedo (1996) identifica la mayor familiaridad y contacto
de los ciudadanos con el funcionamiento del sistema político como elementos claves para
entender la aparición de fórmulas participativas alternativas. Un mayor nivel de conocimiento,
información y educación política ciudadana implica, en tal sentido, la posibilidad del desarrollo
de nuevas destrezas y vías de acción a la hora de enfrentarse a la toma de decisiones, cuyo
objetivo último no es otro que el sostenimiento de un mayor nivel de control directo e
indirecto de los procesos políticos.

Por lógica, esta ampliación de las formas de acción política ha supuesto la modificación del
propio término de participación. Bajo este concepto se agrupan desde acciones recogidas en el
marco legal de la práctica política, hasta el recurso a actividades violentas. Por otro lado,
engloba actividades a diferente escala, entre el "microescenario" propio de las acciones
vecinales y el nivel macro de las intervenciones que afectan, por ejemplo, a la totalidad de un
país o, incluso, al planeta en su conjunto. En este contexto, ha adquirido una particular
relevancia el análisis de los procesos participativos a partir del desarrollo, en los estados
occidentales postindustriales, de formas de intervención sociopolítica entre los que se
encuentra la movilización proambiental. El ambientalismo como movimiento en torno a las
condiciones, cambios, defensa y protección del medio ambiente y la naturaleza destaca
esencialmente como uno de los ejemplos más característicos de lo que se entiende por nuevos
movimientos sociales. El objetivo principal del trabajo que aquí se presenta es identificar el
perfil psicosocial del ambientalismo a partir de las relaciones existentes entre la participación
ambiental y otros tipos de comportamiento participativo, analizando en particular la influencia
de la percepción de la acción política y de orientación ideológica.
El concepto de crisis ecológica generada por la expansión del sistema productivo tendrá su
origen en la segunda mitad de la década de los sesenta, y se consolidará a lo largo de los
setenta. El auge del movimiento ecologista y de protección del medio ambiente coincide, en
este sentido, con la surgencia de trabajos que, principalmente desde la Ecología, aportan
evidencia empírica sobre el impacto negativo que determinadas actividades productivas
provocaban sobre los ecosistemas en general y, en última instancia, sobre el ser humano.

Sin embargo, el movimiento de conservación de la naturaleza supone no sólo la asimilación y


utilización de conceptos y vocabulario proveniente de la Ecología como disciplina científica,
sino, también, la actualización de determinados antecedentes ideológicos preexistentes en las
sociedades occidentales. Así por ejemplo, Lemkow y Buttel (1982) destacan el papel de las
reivindicaciones obreras en relación a las condiciones de salubridad pública en las ciudades
industriales británicas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX; las propuestas para la
protección de enclaves naturales "salvajes" frente a la explotación de recursos y destrucción
del entorno desarrolladas en los Estados Unidos durante las últimas décadas del siglo XIX y las
primeras del XX; o la idea de retorno a la naturaleza y a la vida rural subyacente en los
procesos de colectivización anarquista durante el período previo a la guerra civil en España.

Se tiende a identificar dos corrientes ideológicas que conviven en el seno del movimiento de
conservación de la naturaleza, producto de su evolución histórica y social más inmediata: la
corriente conservacionista y la corriente ecologista (Martín Crespo, 2002). El conservacionismo
se centra en la alta valoración y protección de los enclaves naturales y de ciertas especies, sus
actuaciones estarían orientadas por el pragmatismo y la colaboración institucional, alejadas
aparentemente de consideraciones de carácter político. Por el contrario, el ecologismo estaría
centrado en la consecución del control comunitario de la gestión del espacio, asumiendo que
las condiciones ambientales son ilegítimas en términos sociales y económicos. Así, incorpora
“un componente básico de denuncia que mplicaba interpretar el deterioro del medio como un
agravio injusto y reivindicar derechos considerados como propios” (Martín Crespo, 2002, pág.
349).

Desde los trabajos que analizan los procesos de movilización (p.e. Castells, 1986; Klandersman,
1996) se apunta la distinción en la organización social entre movimientos sociales y el sistema
y las acciones políticas. La acción de los movimientos sociales, en términos de participación,
poseería un carácter explícitamente no institucional y de innovación, frente a las formas de la
participación política institucional y legal, que instrumentalizarían los procesos de negociación
social. Tal diferenciación conceptual no implica, sin embargo, la total desvinculación de los
movimientos sociales y el sistema político. Así, aun cuando la autonomía de los movimientos
sociales -respecto a las organizaciones políticas- se plantea en lo que se refiere a aspectos
ideológicos y de organización, la consecución de los objetivos de los movimientos sociales
pasaría por su conexión con el sistema formalizado de la actuación política. Los movimientos
sociales quedan definidos, de esta manera, por su naturaleza transformadora y de oposición a
los intereses, los valores y las instituciones políticas socialmente dominantes.

En tal sentido, mientras que el ecologismo responde a pautas transformadoras y de cambio, el


conservacionismo no aparece asociado a este tipo de consideraciones, al menos
explícitamente. Desde este punto de vista, cabe asociar el ecologismo con orientaciones
políticas de izquierda (Fernández, 1999).
Igualmente, pueden ser interpretadas también dentro del marco de los nuevos movimientos
sociales algunas de las características que permiten describir el perfil de la acción
proambiental, como es el caso de la influencia del género. La evidencia empírica refleja que, si
bien no existen grandes diferencias, son las mujeres quienes tienden a expresar una mayor
preocupación por los problemas ambientales, a la par que mantienen un comportamiento
proambiental más activo en el ámbito privado aunque no así en lo referido ala dimensión
pública (p.e., Stern, Dietz y Kalof, 1993; ; Hernández y Suárez, 1997; Corral Verdugo 2001).

Desde un punto de vista transformativo y de cambio social, el ambientalismo es asociado al


feminismo. En su perspectiva ecofeminista, la vínculación positiva entre las mujeres y el medio
se explicaría por la existencia de experiencias sociales e individuales que conectan a la mujer
con la naturaleza de manera diferencial y mucho más profunda que la sostenida por el
hombre. Por tanto, promover el cambio en las condiciones ambientales pasa necesariamente
por la modificación en las relaciones de género.

Con todo, desde el ambientalismo, en cualquiera de sus dos vertientes, conservacionista o


ecologista, la gestión ambiental va más allá de una mera aplicación de soluciones técnicas a los
problemas ecológicos, en la medida que promueve la consideración del compromiso social y
comunitario. En tal sentido, se concibe la participación ambiental como un elemento clave a la
hora de diseñar acciones proambientales eficaces (Castro, 2000).

La participación ambiental se caracteriza, por tanto, como un conjunto de acciones o


conductas intencionales, producto de la existencia de pautas organizadas de actividad
colectiva, funcionalmente instrumentales, cuyos objetivos persiguen algún tipo de cambio y
contribuyen al logro del beneficio colectivo asociado con las condiciones y la calidad
ambientales. Los factores que determinan la participación ambiental se pueden agrupar en
tres categorías fundamentales. En primer lugar, por la interpretación que se efectúa de las
condiciones del medio ambiente. En segundo lugar, por la valoración de las condiciones
sociocomunitarias asociadas al mismo, y, en tercer lugar, por variables relacionadas con la
construcción psicosocial de la acción política (Hernández y Suárez, 1997; Hernández, Suárez y
Martínez Torvisco, 1997).

El activismo o militancia constituye una noción relacionada con la participación. La


consideración del activismo supone el reconocimiento de los diferentes niveles de compromiso
e implicación asumidos de participación (Saegert, 1987). Por ejemplo, se distingue entre
activistas militantes y miembros contribuidores -aquellos que limitan su participación al apoyo
económico-. De igual forma, se diferencia entre organizadores de las acciones y participantes,
o entre líderes y seguidores. Así, bajo el término de activismo ambiental quedan agrupadas
distintas conductas que responden, a su vez, a diferente grado de implicación en las acciones
colectivas. La participación en el movimiento ecologista podría definirse, por tanto, como la
conducta individual asociada a un conjunto de acciones no convencionales, producto del
conflicto y la protesta social, intencionales y organizadas hacia el cambio de las condiciones
ambientales.

Desde el punto de vista individual, los factores que permiten explicar el nivel de implicación
personal se desarrollan alrededor de los conceptos de sentido de control, poder y eficacia
asociada a la capacidad de intervención política de los individuos. En este conjunto de
conceptos destaca especialmente el sentimiento de impotencia política -powerlessness-, como
factor directamente relacionado con el comportamiento y la participación política. Este
constructo hace referencia a la falta de control percibida, es decir, a las existencia de
expectativas por las cuales las personas asumen que su propia conducta ha dejado de influir en
los resultados políticos que desea (Sabucedo,1988). En contraposición al sentimiento de
impotencia, se encontraría el concepto de competencia, en sentido de eficacia personal
percibida, relacionada con la posibilidad de influir en la toma de decisiones políticas.

Ya sea en sentido positivo como en sentido negativo, sin embargo, la evidencia empírica
confirma la relación del sentimiento de capacidad política que mantengan las personas con el
nivel de participación política de las mismas, tanto en el ámbito de la participación institucional
como no institucional (p.e., Sobral, Sabucedo y Vargas,1986; Watanabe y Milburn, 1988).
Según Yeich y Levine (1994), la eficacia política se asocia a tres factores diferentes: la
percepción de competencia personal (eficacia interna), la percepción de respuesta del sistema
(eficacia externa) y la percepción de la eficacia política colectiva. Atendiendo a esta distinción,
la participación es mayor cuando la percepción de la eficacia personal y colectiva es alta, y la
percepción de eficacia externa es baja. En este sentido y en relación con las condiciones
ambientales, el sentimiento de impotencia o de baja competencia política supone tanto una
valoración negativa la capacidad de respuesta personal, como de la capacidad de respuesta del
sistema político convencional ante los problemas que se denuncian, todo lo cual explicaría un
bajo nivel de participación y militancia.

El objetivo de este trabajo es analizar el perfil sociopolítico del activismo ambiental en relación
a dos aspectos de los comentados en los párrafos precedentes. Por un lado, se trata de evaluar
la consistencia de las acciones participativas; esto es, analizar en qué medida la participación y
el activismo ambiental suponen, también, la implicación de los militantes proambientales en
otros ámbitos de la acción social, haciendo especial hincapié en los vínculos con los
restantlado, se pretende analizar la relación entre la conducta participativa y factores de
percepción de la actividad política, específicamente, la relación con orientación política y con
la capacidad política autopercibida.

MÉTODO

Sujetos

Participaron en esta investigación 257 sujetos, 103 hombres y 154 mujeres, con una edad
media de 26 años y una desviación típica de 7,6 años. Del total de sujetos, un 24,9 % (n= 64)
eran miembros de alguna organización o grupo ecologista, frente a las restantes 193 personas
no activistas

Instrumento y procedimiento

Para la recogida de datos sobre se elaboró al efecto un cuestionario de respuestas cerradas. El


cuestionario incluye treinta y dos items que recogen, junto los aspectos de identificación
sociodemográfica, una medida de la conducta participativa proambiental (11 items), una
medida de tipo de militancia social (6 items), una medida de orientación política (1 item) y una
medida de capacidad política percibida (14 items).

En la escala de participación ambiental los sujetos debían indicar la frecuencia de ejecución de


once conductas específicas relacionadas con la participación en actividades organizadas para la
protección del medio ambiente (p.e.: “Participar en manifestaciones”; “Participar en boicots”,
Apoyar económicamente”). Se utilizan cinco puntos de anclaje: 1 ("Nunca"), 2 ("Casi nunca"), 3
("De vez en cuando"), 4 ("Muchas veces") y 5 ("Casi siempre"). Las conductas de participación
ambiental se seleccionaron a partir de los cuestionarios utilizados en una investigación
anterior sobre participación política y ambiental (Suárez e Hidalgo, 1997). El cálculo del índice
de conducta final se realiza mediante la media de las puntuaciones obtenidas en cada una de
las once cuestiones.

El cuestionario recogía, a su vez, información -a través de seis items- sobre la pertenencia o no


de los sujetos a distintos tipos de organización o grupos, específicamente: pertenencia a
organizaciones políticas/sindicales, a organizaciones recreativo-deportivas, a organizaciones
comunitarias (vecinales, culturales o humanitarias), a organizaciones políticas alternativas
(pacifistas, feministas) y, por último, pertenencia a organizaciones para la protección del
medio ambiente. Asimismo, se les pedía a los sujetos indicasen su orientación política
personal, a partir de un único ítem que presentaba siete puntos de anclaje, desde extrema
izquierda a extrema derecha.

Respecto a la medida de capacidad política percibida, el cuestionario incorpora una versión


reducida (catorc e i t e m s ) de la Escala de impotencia política elaborada y perfeccionada por
Va rg a s (1984) y Sobral, Sabucedo y Va rg a s (1986). La escala evalúa en qué medida las
personas se sienten capaces de influir en las decisiones políticas y hasta qué punto mantienen
una adecuada comprensión de la acción política. Los sujetos responden a las difere ntes
preguntas afirmando o re c h a z a n d o la idea de manera dicotómica. A las re spuestas
afirmativas se les asigna un valor de 1 y a las negativas el valor 0. El cálculo del índice de
impotencia política se halló mediante la suma del total de respuestas a los ítems.

La cumplimentación del cuestionario se realizó en sesiones colectivas, utilizando


fundamentalmente grupos de estudiantes universitarios en horario lectivo de clases. Al
margen de los grupos Relación entre activismo proambiental y otras formas de participación
social de estudiantes universitarios, con el objeto de asegurar la presencia en la muestra de
personas que formaran parte de organizaciones ambientalistas, se entró en contacto con los re
s p o n s a b l e s de cuatro grupos de defensa del medio ambiente. A los responsables de los
grupos se les solicitaba que facilitaran la p resencia del investigador a alguna reunión ordinaria
de su organización, de tal manera que, en esa misma reunión o en alguna sucesiva, los
activistas pudiesen cumplimentar el cuestionario. En todas las ocasiones, uno de los
investigadore s se personaba en la sede de las org a n i z ac i o n e s.

La sesiones colectivas, tanto en las aulas universitarias como en las reuniones de las
organizaciones ambientalistas, tuvieron una duración aproximada de treinta minutos.

RESULTADOS

Nuestros resultados describen, en primer lugar, el nivel de participación ambiental


desarrollado por los sujetos atendiendo a las puntuaciones medias en el conjunto de
conductas participativas, para posteriormente comparar la conducta de los militantes
ambientalistas con la conducta del grupo de personas no militantes, teniendo en cuenta el
género. En segundo lugar, se analiza la relación entre participación y la edad. Por último, se
analiza el vínculo entre la participación ambiental y los factores de representación política:
orientación ideológica y percepción de ineficacia política.

La frecuencia en la ejecución de la conducta general de participación -media de las


puntuaciones obtenidas en cada una de las conductas particularesalcanzó, en una escala de 1 a
5, una media de 2.14, con una desviación típica de 0.77. El nivel de participación para el
conjunto de sujetos resulta, por tanto, bajo; las personas tienden a participar, en este sentido,
"casi nunca" o sólo "de vez en cuando". La fiabilidad de este conjunto de items expresada
mediante el alpha de Cronbach es de 0.87.

A continuación se realiza un contraste a priori del efecto de la pertenencia o no a una


organización ambientalista y del género, obtiendo las medias recogidas en la Tabla 1.

Con respecto a las pruebas a priori, se obtuvieron diferencias significativas entre las personas
no activistas y las activistas tanto en el grupo de hombres, como en el de mujeres
(F1,253=94,15, p=0.00; F1,253=101,3 p=0.00, respectivamente). Además, aparece una
diferencia significativa entre hombres y mujeres en el grupo activista (F1,253=4,50; p=0.035),
pero no en el no activista (F1,253=3,10; p=0.079).

Respecto al efecto de la edad, existe una correlación significativa positiva, aunque baja, (r=
0.18, p< 0.01, n= 239) entre edad e índice general de participación. Son los sujetos de más
edad los que tienden a desarrollar un mayor nivel de participación, frente a aquellos más
jóvenes, teniendo en cuenta la media de 25,9 años y una desviación típica de sólo 7,6.

En cuanto a la relación entre activismo ambiental y otras formas de participación comunitaria,


observamos que el activismo ambiental se relaciona significativamente con otros tipos de
activismo social. Los ecologistas tienden a formar parte, también, de organizaciones políticas
convencionales partidos y sindicatos- (Chi2 = 9.10, p< 0.01), organizaciones ciudadanas -
humanitarias, vecinales, etc...- (Chi2 = 23.27, p< 0.001) y alternativas -pacifistas y feministas-
(Chi2 = 63.70, P< 0.001).

Respecto a la orientación política - entendida como orientación en la dimensión


izquierda/derecha- de las personas que se autoadscriben políticamente a alguna de las
opciones (n= 164), un 51.2 % se identifican como de izquierda, un 20.1 % de centro-izquierda y
un 11.6 % de centro. Las orientaciones de derechas (derecha y centro-derecha) reúnen sólo un
11.6 % de la muestra. Por último, a las opciones extremas, extrema-izquierda y extrema-
derecha respectivamente, se autoadscriben un 4.9 % y un 0.6 % de los sujetos. En relación con
la conducta de participación ambiental, la orientación política solo resulta significativa, tal y
como se refleja en la matriz de correlaciones que recoge la Tabla número 2 dentro del grupo
de ambientalistas, pero no en el grupo de personas no activas.
En el grupo de personas no activas ambientalmente podemos observar que no aparecen
correlaciones significativas entre comportamiento, sentimiento de ineficacia política y
orientación política, mientras que las correlaciones entre estas tres variables son significativas
para el grupo de activistas ambientales. En este sentido dentro del grupo de personas activas
ambientalmente observamos que las personas con menor sentimiento de impotencia política,
esto es, que se perciben con capacidad para influir en la toma de decisiones políticas, son
aquellas que mantienen un mayor nivel de participación ambiental, al igual que sucede con las
personas que se adscriben en posiciones ideológicas de izquierda o centro izquierda.

DISCUSIÓN

La participación ambiental supone la realización de un conjunto de conductas particulares,


asociadas a acciones colectivas organizadas, cuyo objetivo es influir en la toma de decisiones
sobre las condiciones del medio ambiente. La conducta participativa proambiental, de acuerdo
con los resultados obtenidos en nuestra investigación, implica en este sentido distintos niveles
y frecuencias de ejecución.

Asimismo, la participación ambiental aparece relacionada con factores de naturaleza diversa,


ya sean representacionales o sociodemográficos. Atendiendo al perfil sociodemográfico en
nuestra investigación, la participación es mayor entre los hombres que en las mujeres que son
miembros de organizaciones ambientalistas, y entre aquellos sujetos de más edad. Sin
embargo, esta diferencia no resulta significativa entre aquellos hombres y mujeres que no
forman parte de este tipo de organizaciones. Los resultados obtenidos son coherentes con las
conclusiones de los estudios clásicos sobre participación política, en los que se señala el efecto
constante del genero en favor de los hombres. Las explicaciones a este fenómeno han sido
planteadas, de manera habitual, en términos de socialización o de características estructurales
del sistema social, como la diferencia de roles asociados al género. En este sentido, por tanto,
la participación ambiental, de acuerdo a nuestros resultados, no se diferenciaría de la
participación política en general.

Existen diferencias significativas entre activistas de organizaciones ambientalistas y la


población general no activista en relación a las conductas realizadas. La razón de este hecho
habría que buscarla en la propia definición de la conducta individual como producto de la
acción colectiva organizada. De tal manera, lógicamente, los activistas se encuentran más
"cerca" del origen de las acciones - las organizaciones-, con lo que la probabilidad de
participación en las mismas es más alta. Coherentemente, la pertenencia, pues, a una
organización supone el mayor conocimiento de las posibilidades y estrategias de actuación,
factores que determinan, en alguna medida, la participación ambiental (Hines, Hungerford y
Tomera, 1987).

Por otro lado, el activismo ambiental se relaciona con otras formas de activismo, como sucede
con aquellas de naturaleza política convencional (militancia en partidos o sindicatos), y aún,
más claramente, con el activismo en organizaciones ciudadanas (humanitarias, vecinales...) y
alternativas (feministas, pacifistas...). Los activistas ambientales son sujetos, así, con una alta
presencia en la vida pública. Consistentes con este razonamiento se muestran los resultados
asociados a la medida de la percepción de impotencia política. La capacidad política percibida
está asociada los niveles de participación en acciones proambientales, si bien esta relación sólo
se encuentra en el grupo de activistas. Aunque la significación hallada no es alta, parece indicar
la existencia de una forma diiferente de intrepretar las posibilidades de influir en las decisiones
ambientales entre activistas y no activistas Los activistas consideran que el comportamiento
político personal es eficaz en la consecución de las metas que se persigue, de forma que
resulta consistente con el nivel de participación desarrollado. Sin embargo, no resulta
significativa la relación entre capacidad percibida (en sentido negativo) y comportamiento
participativo, entre aquellas personas no integradas en organizaciones ambientalistas. Es decir,
las personas que participan son aquellos que esperan que sus acciones sean útiles para
alcanzar los resultados previstos. Por contra, el sentimiento de incapacidad política no parece
estar relacionado con el nivel de participación que mantienen aquellas personas no integradas
en organizaciones proambientales.

Se confirma por tanto en el contexto de la participación ambiental, la imagen recurrente del


participante en acciones colectivas como un sujeto racional, motivado hacia conductas
explícitamente instrumentales y optimista respecto a su capacidad de influencia y control
personal, frente a la idea clásica del individuo irracional y reactivo, en la línea abierta en los
trabajos de Psicología política desde la formulación de la Teoría de la Movilización de Recursos
en la década de los setenta (p.e., Long, 1981).

En relación con el efecto de la edad, la c o r relación positiva hallada parece contradecir los
resultados obtenidos en otras investigaciones, en las que se identifica un mayor nivel de
participación pro a m b i e n t a l e n t re los jóvenes (v.g., Arcury y Christianson, 1990; Scott y
Willis, 1994). En nuest ro caso, el hecho se explicaría teniendo en cuenta la alta homogeneidad
en la edad de la muestra y su media, 26 años. Nuestra muestra pertenece al segmento joven
de la población canaria, por lo que la interpretación de esta correlación positiva no debe
interpretarse de forma distinta a lo señalado por la bibliografía antecedente. No obstante, el
resultado, aunque significativo, ha de tomarse también con cautela, debido a que la
correlación entre edad y conducta es baja.

En cuanto al papel de la orientación política, se halló relación con la participación ambiental de


nuevo en el seno del grupo de activistas, si bien las características de la muestra analizada
pueden haber tenido alguna influencia en ello, debido a la mayoritaria polarización de los
sujetos hacia una orientación de izquierda. En cualquier caso, el índice de correlación, aunque
significativo, es bajo. No obstante, tampoco es un factor sobre el cual otras investigaciones
hayan comprobado una significación orientada de manera consistente (Milbrath, 1986).

En resumen, la militancia ambiental a p a rece vinculada a otras formas de acción comunitaria


y política, especialmente en lo que respecta a movimiento a l t e rnativos o nuevos
movimientos sociales como el feminismo o el pacifismo. Ello no quiere decir, sin embargo, que
los ecologistas "desechen" su participación en las o rganizaciones clásicas -como son los
partidos políticos y los sindicatos-, al igual que, tampoco, evitan las acciones políticas de
carácter institucional -p.e., votar- . Estamos, así, ante personas que se caracterizan por su nivel
de implicación en la vida política de su comunidad de manera general. De ahí que, más que su
orientación ideológica atendiendo a la tópica dimensión izquierd a / d e recha, el nivel de
participación se relaciona con la forma en que se percibe las posibilidades -capacidad- de
intervención en la práctica política. La percepción de eficacia aporta, en este sentido, cierta
potencia explicativa a la hora de analizar las "razones" de la participación social en cualquiera
de los contextos participativos, incluido el del activismo pro a m b i e n t a l .
Adaptación al castellano de la Escala de
Comportamiento Participativo (PBS)
resumen

El objetivo del estudio es adaptar y de obtener evidencias de validación al castellano de la


Escala de Comportamiento Participativo (PBS). Los participantes fueron 501 individuos de todo
el territorio espanol ˜ obtenidos mediante un muestreo de bola de nieve. La Escala de
Comportamiento Participativo (PBS) y los cuestionarios de sentido de la comunidad, creencia
en un mundo justo y maquiavelismo fueron utilizados para analizar la validez de criterio. El
análisis factorial confirmatorio puso de manifiesto la existencia de un modelo de segundo
orden con 4 factores, correspondientes a las 4 dimensiones propuestas por los autores
originales del estudio (desvinculación, participación civil, participación política formal y
activismo). Además, se halló que la escala se relacionaba con las medidas de sentido de la
comunidad, creencia en el mundo justo y maquiavelismo. A la luz de los resultados, se
concluye que el cuestionario es metodológicamente valido y que puede ser usado en la
comunidad científica para medir comportamiento participativo.

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