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¿Cómo es la educación del siglo XXI?

En fechas recientes, la educación en nuestro país ha sido un tema de conversación


común, sobre todo para los actores del sector educativo. Y no es para menos que éste sea un
tema de sobremesa en los recreos de la escuela, entre los pasillos del edificio e incluso en
los hogares de los docentes. Ser parte de un cambio en los planes y programas de estudio es
algo inminente y, por lo tanto, la necesidad de estar preparados para ello. Ante esta
situación actual en nuestro quehacer educativo, es meritorio preguntarnos las causas que
originaron la necesidad de un cambio, cómo es entonces la educación en nuestros días.

En el presente trabajo, rescato ideas diversas sobre el panorama de la educación


actual, sus características, los roles del docente y el alumno; así como las necesidades que
intenta la educación actual subsanar.

Hablar de educación, es hablar de sociedad. La escuela ha sido siempre un


instrumento mediante el cual, las sociedades han contribuido con el desarrollo de
habilidades en las generaciones más jóvenes. A través de la educación, se planean
panoramas futuros que aporten a la sociedad un crecimiento en mano de obra y, por lo
tanto, contribuciones positivas en el sector económico. Partiendo de esta perspectiva, el
capitalismo y la globalización han contribuido en gran medida en los ajustes que
actualmente se ciñen sobre la educación mundial.

Concebir una idea de educación globalizada es una utopía. Pensar en equidad


educativa dentro de una misma región geográfica es una quimera per se, que empeora al
proyectarla como un producto mundial. Y es que, al tratar de hablar de equidad educativa,
no solo se remite a las diferencias económicas regionales, sino a su influencia cultural e
incluso étnica. Marchesi (2000) menciona que,

“Está ampliamente constatado que las diferencias sociales y culturales de los


alumnos condicionan su progreso educativo y los resultados que obtienen. […]
Los recursos existentes, el apoyo a las familias, los criterios de admisión de los
alumnos en las escuelas, el número de alumnos por aula, la formación y
motivación de los profesores, las facilidades para que los alumnos prosigan sus
estudios, los materiales disponibles en el aula y los criterios de evaluación
establecidos, son condiciones generales que tienen mucha relación con los
índices de escolaridad y con los resultados que obtienen los alumnos.”
De este modo, pensar en una educación del siglo XXI incluyente, equitativa y
universal, dista mucho de ser una realidad en el presente. La globalización económica no ha
logrado homogeneizar el crecimiento económico mundial; lograr la mundialización
educativa es, por tanto, distante y falaz.

La globalización, en este intento de universalizar sus ideas, ha traído consigo a la


educación la adaptación y el uso de la tecnología en los procesos de aprendizaje. Un
ejemplo reciente de esta necesidad se vivió con la pandemia provocada por el COVID 19,
cuando adoptar el uso de medios de comunicación para continuar con las lecciones a
distancia, el uso de gamificación, plataformas de comunicación remota e incluso de IAs
para llegar a lugares lejanos fue inevitable.

Sin embargo, es importante considerar que la adquisición de habilidades digitales si


bien es necesaria en la actualidad, no es la panacea para el rezago educativo o el
analfabetismo mundial. Giró y Sancho-Gil (2022), mencionan que, aun cuando los
algoritmos de IA son omnipresentes en la vida cotidiana, éstos suelen presentarse como
elementos complejos difíciles de comprender. Señala además la utilidad de las IA en
entornos educativos mas no el remplazo del contacto humano para alcanzar una instrucción
de calidad.

“La IA puede ser útil, especialmente para complementar la instrucción humana


o en situaciones en las que el contacto humano es limitado, como en los
entornos de aprendizaje digital. Sin embargo, el uso de algoritmos en la
educación requiere supervisión, profesionales informados que comprenden
cuáles son los límites de los algoritmos y transparencia en su aplicación y en los
datos que recogen.”

De este modo, el papel del docente no debe ser entendido como permutable sino
como un rasgo evolutivo. El uso de dispositivos electrónicos, plataformas educativas,
aplicaciones o algoritmos deben entenderse como un complemento a la labor educativa
dentro o fuera de las aulas, pero cuya base será el educador. Los contenidos ofertados por
las diversas fuentes de (in) formación educativa son objetos cuestionables, observados
desde la necesidad de discernir o prescindir de aquellos cuya calidad aporte en menor
medida al educando. Giró y Sancho-Gil (2022) agregan:
“También depende de un alto nivel de madurez tanto del alumnado como del
profesorado, para abordar de forma crítica las evaluaciones, predicciones o
materiales que el algoritmo ofrece. Los docentes no pueden abdicar de su papel
y los resultados de los algoritmos necesitan ser cuestionados cuando son
defectuosos. […] Los responsables políticos, los educadores y los
investigadores educativos no solo tienen que encontrar el mejor uso de estas
tecnologías en le educación, maximizando sus efectos en beneficio de todos los
individuos y grupos sociales, y evitando sus trampas. También educar a los
estudiantes en los que son los algoritmos y en el impacto que pueden tener en
nuestras vidas.”

A manera de recapitulación, la globalización y la era digital influyen en los sistemas


educativos promoviendo ideas de universalización en los planes y programas de estudio.
Por años se manejó la idea de crear “ciudadanos para el mundo del siglo XXI”, dejando de
lado las características de los contextos donde la educación se lleva a cabo.

En el intento de instruir a los educandos sobre el uso de tecnologías educativas, se


omitió (al menos en nuestro país) la gran falta de infraestructura en los edificios escolares.
Escuelas con cortes energéticos, pero dotadas de un aula de medios fueron objeto de
críticas hacia gobiernos que pretendían ensalzarse con la innovación tecnológica en la
educación. Además, el proporcionar de medios a las escuelas sin las estrategias de
enseñanza-aprendizaje adecuadas, sin una capacitación y actualización pertinente para los
docentes, es echar un barco a la deriva en el cual, la educación sería un náufrago.

En este punto, es relevante retomar entonces el papel del docente en la educación


actual. El rol de los educadores, como lo mencioné líneas arriba, es un proceso en constante
evolución. A través del tiempo, las estrategias educativas ejecutadas por los docentes han
ido adaptándose a las necesidades sociales. El docente ha pasado de ser un esclavo
acompañante del hijo de su amo para instruirlo (paidagogo) y ser, además, fuente de todo
conocimiento a ser un individuo con autonomía curricular, facilitador del proceso
enseñanza aprendizaje.

Los desafíos que el docente enfrenta en el presente, se conectan con un espectro más
amplio que el de conocer los contenidos de la o las asignaturas que imparte. Las
capacitaciones y actualizaciones docentes se ocupan de dotar al educador de herramientas
que promuevan las relaciones socio-afectivas de los alumnos como eje primordial para el
desarrollo de las habilidades y adquisición del aprendizaje. De esta forma, el rol del docente
recae sobre una base interdisciplinaria, debe promover la transversalidad entre las artes, las
ciencias, las humanidades; así como la tecnología. Oviedo (2014) menciona que,

“[…] se plantea también la necesidad de que [los educadores] lo hagan con un


espíritu abierto, preocupados por establecer un diálogo efectivamente
comunicativo con otros profesionales, con otros docentes y con otros espacios
curriculares, incluso aparentemente inconexos con los suyos. […] la necesidad
de incorporar las TIC al desarrollo profesional de los docentes, […] conseguir
que los docentes reflexionen, investiguen y comprendan cómo los estudiantes
de hoy están aprendiendo a partir de la presencia cotidiana de la tecnología;
cuáles son los actuales estilos y ritmos de aprendizaje de la niñez y la juventud,
configurados desde el uso intensivo de las TIC; cuáles son las nuevas
capacidades docentes que se requieren para enfrentar adecuadamente estos
retos, y qué cambios deben producirse en la cultura escolar para avanzar de
acuerdo con los tiempos, con las demandas sociales y con los intereses de los
estudiantes.”

En esta interdisciplinariedad, el docente es objeto de una demanda de disposición,


empatía, apertura, de intercambio, de críticas constructivas. Los docentes deben estar
dotados de un grado personal de exigencia en su aprendizaje y el desarrollo de sus propias
habilidades para fungir como un guía, como facilitador; y al mismo tiempo, ser conscientes
de la importancia de una autoevaluación constante que le permita reconocer sus áreas de
oportunidad y accionar respecto a ello.

Así como es importante enunciar las características de los docentes en la educación


actual, es relevante también conocer las expectativas en las particularidades de los
educandos. En los últimos años, la labor educativa ha evolucionado indudablemente del
magistrocentrismo al paidocentrismo. Los estudiantes han sido privilegiados con estrategias
pedagógicas que le permiten aprender a su ritmo, aprender con libertad desde la
experiencia, en contextos distintos a las cuatro paredes de un aula y, sobre todo, ser
reconocido como un ser con autonomía, capacidades diversas de aprendizaje y con
emocionalidad.

Esta nueva concepción del educando, conlleva al desarrollo de otras características


que le permitan adaptarse a las demandas que la educación de él hace; primordialmente,
porque ha dejado de ser un agregado en el proceso de aprendizaje, para ser ahora el
protagonista. Fernández (2012) enfatiza la importancia de apropiarse de sus habilidades y
competencias, más allá de simplemente adquirir conocimientos y resultados de procesos,
procedimientos y estrategias.

“Lo que más servirá en el futuro al alumnado será la autonomía personal, la


capacidad de cambio y la habilidad para utilizar los recursos que posee en el
momento que los necesite. Hay que aprender a aprender sobre tres aspectos:
las estrategias, la evaluación y el análisis de los propios logros y cierto
conocimiento sobre los procesos de aprendizaje. […] En síntesis, el o la
estudiante de hoy y del futuro debe desarrollar la conciencia de los propios
procesos de pensamiento, de modo que pueda guiarse con mayor autonomía y
sin excesiva dependencia de los estímulos externos: calidad de docentes,
condiciones del aula, estructura del currículo, clima social de la clase, etc.”

El quehacer del educando es ahora un rol más activo y con mayor necesidad de
autorreflexión. El desarrollo de su autonomía parte de su capacidad de autoanálisis sobre
sus procesos de aprendizaje, deslindando responsabilidades de su éxito o fracaso a factores
externos que, en la mayoría de los casos, se encuentra fuera de su control.

A manera de conclusión, la educación del siglo XXI ha dejado de ser una labor
centrada o concerniente a un solo ejecutante. Factores diversos como los cambios en la era
digital; la necesidad de una educación más humanista; la implementación de estrategias de
enseñanza-aprendizaje más dinámicas; la inclusión y empatía; reclaman la intervención de
actores diversos. Los roles del docente y el alumno han evolucionado con la sociedad. Con
educando más activos y conscientes de sus necesidades, sus áreas de oportunidad y sus
procesos de aprendizaje; el docente ha dejado de ser el centro y único puente entre la
información y el alumno.

No obstante, en un contexto más globalizado día con día, es relevante asirse con
fuerza a los contextos primigenios; al entorno primario que cada estudiante vive. Para poder
llegar a un aprendizaje global, debemos partir de lo particular, del mundo que rodea al
educando para que el aprendizaje significativo se concrete.

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