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De este modo, el papel del docente no debe ser entendido como permutable sino
como un rasgo evolutivo. El uso de dispositivos electrónicos, plataformas educativas,
aplicaciones o algoritmos deben entenderse como un complemento a la labor educativa
dentro o fuera de las aulas, pero cuya base será el educador. Los contenidos ofertados por
las diversas fuentes de (in) formación educativa son objetos cuestionables, observados
desde la necesidad de discernir o prescindir de aquellos cuya calidad aporte en menor
medida al educando. Giró y Sancho-Gil (2022) agregan:
“También depende de un alto nivel de madurez tanto del alumnado como del
profesorado, para abordar de forma crítica las evaluaciones, predicciones o
materiales que el algoritmo ofrece. Los docentes no pueden abdicar de su papel
y los resultados de los algoritmos necesitan ser cuestionados cuando son
defectuosos. […] Los responsables políticos, los educadores y los
investigadores educativos no solo tienen que encontrar el mejor uso de estas
tecnologías en le educación, maximizando sus efectos en beneficio de todos los
individuos y grupos sociales, y evitando sus trampas. También educar a los
estudiantes en los que son los algoritmos y en el impacto que pueden tener en
nuestras vidas.”
Los desafíos que el docente enfrenta en el presente, se conectan con un espectro más
amplio que el de conocer los contenidos de la o las asignaturas que imparte. Las
capacitaciones y actualizaciones docentes se ocupan de dotar al educador de herramientas
que promuevan las relaciones socio-afectivas de los alumnos como eje primordial para el
desarrollo de las habilidades y adquisición del aprendizaje. De esta forma, el rol del docente
recae sobre una base interdisciplinaria, debe promover la transversalidad entre las artes, las
ciencias, las humanidades; así como la tecnología. Oviedo (2014) menciona que,
El quehacer del educando es ahora un rol más activo y con mayor necesidad de
autorreflexión. El desarrollo de su autonomía parte de su capacidad de autoanálisis sobre
sus procesos de aprendizaje, deslindando responsabilidades de su éxito o fracaso a factores
externos que, en la mayoría de los casos, se encuentra fuera de su control.
A manera de conclusión, la educación del siglo XXI ha dejado de ser una labor
centrada o concerniente a un solo ejecutante. Factores diversos como los cambios en la era
digital; la necesidad de una educación más humanista; la implementación de estrategias de
enseñanza-aprendizaje más dinámicas; la inclusión y empatía; reclaman la intervención de
actores diversos. Los roles del docente y el alumno han evolucionado con la sociedad. Con
educando más activos y conscientes de sus necesidades, sus áreas de oportunidad y sus
procesos de aprendizaje; el docente ha dejado de ser el centro y único puente entre la
información y el alumno.
No obstante, en un contexto más globalizado día con día, es relevante asirse con
fuerza a los contextos primigenios; al entorno primario que cada estudiante vive. Para poder
llegar a un aprendizaje global, debemos partir de lo particular, del mundo que rodea al
educando para que el aprendizaje significativo se concrete.