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ENSAYO

“EL EDUCADOR, AGENTE


NECESARIO DE LA
CONSTRUCCIÓN SOCIAL”
[Document subtitle]
El educador, agente necesario de la construcción social

La educación, así como la labor docente, han sido a lo largo del tiempo temas
debatibles y cuestionables cuando de la construcción de una sociedad exitosa se
habla. Ambas, sociedad y educación, coexisten en una relación estrecha en la cual,
se construyen y nutren la una de la otra. Una sociedad sin educación carecería de
sus bases formadoras y una educación ignorante de los cambios sociales, existiría
fuera de contexto, sin objetivos ni funciones claras. En esta relación, el papel del
educador es una pieza fundamental sobre la cual se sustenta la instrucción de los
sectores sociales en los cuales su labor influye.

Al vivir en una sociedad post pandemia, vivimos en una sociedad rodeada de


influencia digital. El uso de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación (NTIC) adquirió mayor relevancia en el periodo de cuarentena de
manera global, al ser ésta una herramienta que permitió la educación a distancia, a
través del desarrollo de habilidades y estrategias digitales en todas las áreas
laborales. De este modo, el uso de la tecnología se convirtió en una constante, no
solo en el quehacer diario de la sociedad, sino en una herramienta docente
prioritaria.

Sin embargo, a pesar de que las tareas del educador se han incrementado y
evolucionan, es un hecho que su presencia social y su relevancia han sido objeto
de desvalorización y denigración. Bajo estas premisas, el siguiente ensayo intenta
explicar y defender la labor del docente, concibiendo; además de su trabajo en el
desarrollo y la comprensión de saberes de sus educandos; las funciones nuevas
que la educación del siglo XXI le demandan.

La educación, es un asunto compartido entre dos grandes pilares: la familia


y la escuela. No obstante, es relevante mencionar que la labor académica no solo
subyace en la formación de saberes en los alumnos de los 6 a los 16 años, sino una
labor completa en la cual se contemplan otras áreas como la emocional y
conductual. Por tanto, el profesor necesita desarrollar habilidades y estrategias que
le permitan adecuarse a las demandas de la comunidad educativa en la que se
desenvuelve. Como mencionan Juvonen, J y Wentzel, K. R, (2001) a través de
Prieto Jiménez (2008):

“Los maestros no sólo instruyen, sino que representan y comunican una


filosofía educativa particular, que incluye pautas mediante las cuales los
estudiantes serán evaluados. No solo proporcionan retroalimentación referente al
desempeño académico de los estudiantes, sino que tienen un efecto considerable
en la motivación de los mismos para el aprendizaje. No sólo proporcionan
aprobación o desaprobación específica ante el logro de los alumnos, sino que los
maestros también comunican su aprobación o desaprobación general del niño
como persona”. 1 (p. 328)

Es entonces cuando la labor del educador debe replantearse. Además de


conocer los contenidos de la asignatura que imparte, más allá de asignar una
calificación cuantitativa con base en el conocimiento del alumno, el papel del
profesor ahora involucra conocer el contexto del alumno. El docente debe
considerar de la comunidad educativa, aquellas características que influyen las
actitudes del educando; además de ser un humano consciente de la serie de
emociones que se manifiestan o no en sus estudiantes y la influencia que éstas
tienen en el ámbito educativo.

El docente del siglo XXI debe ser capaz de atender otras tareas. Es
importante para el docente, además de cumplir con los requerimientos de
actualización que su asignatura demande, contar con características de adaptación,
humanización y empatía; debe ser un agente motivador, propiciar la armonía, el
respeto, la curiosidad y, además, ser dinámico. Aunado a esto, el educador debe
considerar en todo momento la inclusión, pues las particularidades de los alumnos
son cada vez mas variables y de orden distinto.

No obstante, la labor docente sin el trabajo colaborativo de la familia es un


trabajo a medias. Como se mencionó líneas arriba, el docente y el núcleo familiar
deben trabajar a la par a fin de construir al alumno como un ser con capacidad,
aptitudes y actitudes propias de los retos que la sociedad demanda. Sin embargo,

1
PRIETO, E. (2008) El papel del profesorado en la actualidad. Su función docente y social. España,
Foro de Educación, p. 328
en la actualidad, el papel fundamental de la familia como eje formador de valores,
ha sido relegado a la escuela. Al respecto, Prieto (2008) menciona que

“La sociedad en general y los padres en particular dotan al docente de diferentes


objetivos a alcanzar que, en determinados momentos, no son otra cosa sino
competencias transferidas, es decir, funciones educativas y socializadoras, las
cuales son la propia sociedad y la familia las que han de dar el debido cumplimiento
pero que, por diferentes razones de tiempo, apatía, desinterés… las dejan en
manos de la escuela sobrecargando a ésta de funciones e impidiendo el buen y
correcto funcionamiento de la misma.” 2

Si bien el educador es un agente esencial en la construcción de una


sociedad, es ella la encargada de cumplir con funciones fundamentales en la
estructura de un estudiante como ser humano e individual, dado que pertenece a la
3
misma. Maturana (1985) menciona en su artículo Biología del fenómeno social
que el ser humano solo puede crecer entre humanos y que solo se puede ser a
través de las sociedades a las cuales pertenece. De este modo, la familia no puede
actuar de forma aislada, con prácticas distintas y distantes de la labor educativa que
imparten la escuela y los educadores. El trabajo de la comunidad educativa debería
ser una labor compartida, de trabajo cooperativo y con metas afines.

Es en este punto en el cual, cabe cuestionarse las razones por las cuales el
trabajo del docente se ha denigrado en los últimos años. En apariencia, existe una
generalidad en la cual la labor docente se divide en dos grupos: “buen maestro” y
“mal maestro”. Strickland (1998)4 a través de Sánchez et al (2007, p.12) enlista siete
atributos que caracterizan a un “mal maestro”: desconocimiento de los contenidos
de la asignatura que imparte, indisciplina, falta de profesionalismo, incapacidad de
detectar y atender problemas de aprendizaje en sus alumnos, metódicos, carentes
de objetivos y metas confiables en su labor educativa.

2
PRIETO, E. (2008) El papel del profesorado en la actualidad. Su función docente y social. España,
Foro de Educación, p. 330
3
MATURANA, H. (1985) Biología del fenómeno social. España, Talleres de Investigación del Desarrollo
Humano, p. 12
4
SÁNCHEZ, S. A. et al (2007). Buenos Maestros vs. Malos Maestros. Psicología Iberoamericana, 15(2), p. 12
Sin embargo, el pensamiento colectivo del docente clasificado bajo este
concepto, es el cual ha permitido que el trabajo, la dedicación, el compromiso y la
vocación de todos los educadores, pertenezcan o no a este porcentaje de “malos
maestros”, sean sujeto de juicios y cuestiones en su quehacer diario. Es en este
punto donde es inevitable cuestionarse cómo un agente constructor de una
sociedad, quien es a su vez producto de la sociedad que construye, puede
pertenecer y ser rechazado al mismo tiempo del grupo social al cual pertenece. En
otros términos, es rechazar el producto de algo que fue construido socialmente por
la misma sociedad que eleva al docente al papel de constructor social y es producto
y generador al mismo tiempo.

A manera de conclusión, las demandas sociales que atañen a la labor


educativa son adaptables y modificables respecto a los cambios sociales y
culturales que se generan. A pesar de las adaptaciones, capacitaciones y
actualizaciones constantes, adopción de tareas que corresponden a la familia, de la
empatía, la inclusión, el esfuerzo, la motivación propia de su condición como
educador, este constructor social sigue en vías de ser valorado. No obstante, el
docente sigue encausado en su trabajo de constructor, de generador de estructuras,
de guía y, sobre todo, continúa proporcionando a la sociedad a la que pertenece,
herramientas que fomentan el potencial de sus educandos para ser humanos,
individuales y sociales.
Biblografia

Jiménez, E. (2008). EL PAPEL DEL PROFESORADO EN LA ACTUALIDAD. SU


FUNCIÓN DOCENTE Y SOCIAL. Foro De Educación, 6(10), 325–345.
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2907073.pdf

Maturana, H. (1985) BIOLOGÍA DEL FENÓMENO SOCIAL. Talleres de


Investigación del Desarrollo Humano, 1-15

Sánchez Ochoa, S. A., & Domínguez Espinosa, A. (2007). BUENOS MAESTROS


VS. MALOS MAESTROS. Psicología Iberoamericana, 15(2), 11-16.

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