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LOS SORDOS

Adaptación de la obra de Germán Berdiales

Personajes:
El Pasajero
El Granjero
La Patrona
La Hija
La Abuelita
El Hijo

En escena se encuentran la patrona y el granjero. El granjero coloca un cartel que dice “CE
BENDEN MELONES.” Se escucha música de fondo de Julión Álvarez mientras la señora barre el
patio y baila con la escoba.

LA PATRONA: ¿Qué es eso que huele? ¡Ay! ¡Mis frijoles! (Suelta la escoba y corre hacia la cocina.
Sale de escena)

EL PASAJERO: (Apareciendo a espaldas del granjero) ¡Ay que largo está este viaje! ¿Todavía faltará
mucho? (Ve al granjero de espaldas y se acerca) ¡Eh, buen hombre!... ¡Buen hombre! (El granjero
no lo escucha.) ¡Ni que estuviera sordo como yo! (Se acerca al granjero. Le toca un hombro) ¡Oiga!

EL GRANJERO: ¡Hola! ¿Qué tal? ¿Qué desea?

EL PASAJERO: Usted, que ha de conocer estos lados…

EL GRANJERO: Sí, señor, Rudecindo Lagos, para servirle. (Le da la mano)

EL PASAJERO: Hágame el favor de hablar más alto porque estoy un poco sordo.

EL GRANJERO: ¡Si no grita más, no podré entenderle porque soy bastante torpe de oído!

EL PASAJERO: ¿Podría indicarme dónde queda la Hacienda “Los leones”?

EL GRANJERO: ¡Claro que tienen fragancia mis melones! Es que son muy buenos; le haré traer
algunos para que los pruebe.

EL PASAJERO: ¿Nueve? ¿Nueve qué? ¿Nueve leguas? ¿Tanto? ¡No puede ser!

(LA PATRONA se asoma de un extremo a ver qué sucede)

EL GRANJERO: Sí, esa es mi mujer. (Se dirige a La patrona) Oye, tráele a este hombre una docena
de melones, para que elija algunos.

LA PATRONA: (Contenta) ¡Aha, muy bien! ¿Así que este caballero quiere conocer a nuestra hija?
Tanto gusto, señor. En seguida se la presentaremos. (Gritando hacia el interior de la casa).
¡Mariquita!... ¡Mariquita!... Esta muchacha está más sorda que yo todavía… Un momentito,
siéntese… (Entra a su casa).
EL PASAJERO: ¿De modo que usted dice que la estancia “Los Leones” queda a nueve leguas de
aquí?

EL GRANJERO: Sí, señor; se lo he dicho y se lo repito: la fragancia de mis melones es exquisita…

(Aparece la patrona con Mariquita)

LA PATRONA: No grites, hombre; aquí está Mariquita. (A su hija) Bueno, hija, aquí tienes a tu
pretendiente…

LA HIJA: ¡Ay, mamá! ¿Cuántas veces quiere que le diga que no me duelen los dientes ni nada?

LA PATRONA: ¿Qué no tiene nada? ¿Y tú qué sabes? A lo mejor resulta que es rentista.

LA SORDITA: ¡Mamá, por favor! ¿Yo para qué quiero un dentista? ¡Yo no tengo la boca enferma!

LA PATRONA: Ya sabes que tu madre pocas veces se equivoca: ha de ser rentista nomás.

EL GRANJERO: ¿Y los melones, mujer?

LA PATRONA: No, que no piense que somos sangrones. Es lo que yo le digo a esta criatura. ¿Por
qué te pones así, hija?

EL GRANJERO: Pero, si no le has traído ninguno, ¿cómo quieres que elija?

LA PATRONA: Es que tú ya sabes cómo es esta niña: quiere salirse siempre con la suya.
(Dirigiéndose al pasajero) Esta es mi hija, se llama Mariquita.

EL PASAJERO: ¿Cómo cerquita? Si su esposo me ha dicho que faltan nueve leguas.

LA PATRONA: (Al granjero) ¿Qué dice este hombre de las yeguas?

EL HIJO: ¿Por qué tanto grito? ¿Qué haces aquí, Mariquita?

LA PATRONA: No le digas “gordita” enfrente de las visitas. Este señor es el novio de tu hermana.

EL HIJO: ¿Chicharrones de marrana? ¿Dónde? ¡Que traigo un hambre!

LA PATRONA: ¡No sea grosero, chamaco! ¡Tampoco parece alambre! ¿A quién crees que le heredó
esa silueta? (Se acaricia la cintura.)

EL HIJO: ¿Taquitos de chuleta? Mmmm, con harta salsa y frijolitos… Ya mamá, aunque sea dame
caldo de gallina.

LA PATRONA: ¡Tampoco le hace falta vitamina! ¡Pos este! Ya vete de aquí Juan Euraclio Fernando
Roberto. Échale más agua a los frijoles porque el señor se queda a cenar.
EL PASAJERO: Ya quedan pocas horas de luz y sigo sin saber cómo llegar a la hacienda de “Los
Leones”

LA ABUELITA: ¡Eso quiero saber! ¡Dónde están mis calzones? Los dejé tendidos en la cerca.

EL PASAJERO: Esta señora debe saber, con tanto años viviendo aquí. (Se acerca a la abuelita).
Oiga, señora. ¿Usted cree que pueda llegar a la Hacienda de “Los Leones” caminando? ¿No cree
que haya en el camino algo de barro?

LA HIJA: ¡Pero qué majadero! Por muy dentista que usted sea, no tiene derecho a decirle a mi
abuelita que tiene sus dientes llenos de sarro. No sin antes haberle revisado siquiera la boca.

LA ABUELITA: ¿Loca? ¡Cómo que “loca”! Yo nada más ando buscando mis calzones que dejé ahí
colgados y no los encuentro por ningún lado.

EL PASAJERO: ¿Un soldado? No me diga que en el camino hay ladrones. Tendré que tomar más
precauciones.

LA HIJA: ¡Nada de extracciones! Aquí todos estamos muy saludables. Lo mejor es que se vaya.

EL PASAJERO: Señorita, no se enoje. Me urge llegar a la hacienda a buena hora.

LA HIJA: No, si todavía no soy señora. (Coqueteándole al pasajero)

EL PASAJERO: No sé ni siquiera si es bueno el camino.

LA HIJA: ¡Ah, yo no pretendo que usted sea adivino; me he limitado a hacerle saber que sigo
soltera hasta la fecha!

EL PASAJERO: ¡Ah! Ya entiendo: ¿llegando a la tranquera, sigo hacia la derecha? ¿y de ahí, a “Los
Leones”?

EL GRANJERO: ¡Pero claro que están rebuenos los melones! Puedo mandarle todos los que quiera.

EL PASAJERO: Sí, ya me dijo la señorita: de la tranquera a la derecha.

LA PATRONA: Yo no digo que usted no quiera a la chica, pero convendría que fijara fecha…

EL PASAJERO: (Saliendo de escena) Hasta la próxima y perdonen la molestia.

LA PATRONA: ¡Oiga, oiga! ¡Más bestia será usted, atrevido!

EL GRANJERO: ¿Qué? ¡Tiene razón! ¿o iba a esperar hasta mañana a que le trajeras los melones?

LA PATRONA: No y no. Jamás consentiré que nuestra hija tenga relaciones con semejante gente.

LA HIJA: Déjelo que se vaya: total aquí a nadie le duelen los dientes.
EL GRANJERO: No es que te lo reproche pero hubiera comprado tres o cuatro…

LA HIJA: ¡Ay, qué bueno eres, papá! ¿Oyes, mamá? Dice que esta noche nos llevará a ver las
comedias al teatro.

LA PATRONA: ¡Cierto! Ya me había olvidado que tenía que coserle sus calcetines para antes de las
cuatro. ¿Sabes dónde he dejado el hilo azul?

LA HIJA: ¡No me digas! ¿La comedia de Barba Azul? ¡Qué bonito título! ¡Ay, qué contenta estoy
madre mía!

LA PATRONA: Es lo que le digo siempre a tu padre; ¡que Dios nos conserve esta armonía! Porque el
día que no nos entendamos, esta casa será un infierno.

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