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Índice

PORTADA
SINOPSIS
PORTADILLA

Antes de empezar

Parte 1. EN VIVO Y EN DIRECTO


La revolución de las retransmisiones de ajedrez y el babuino Matías
Los haters. Divis y el budismo
La Copa Dicharachera: de la cocina a la televisión iraní
Las trampas en ajedrez: el superyayo Igor Rausis
Historias de Supportlino

Parte 2. LA VUELTA AL MUNDO EN 64 CASILLAS


El Saint Louis Chess Club y el camión del helado
Sobre el picante, la policía y otras verdades de México
Colombia y Perú: José el Berraco y el mago Jorgito
Memorial Capablanca (La Habana). ¡Cogió candela!
Fútbol y ajedrez: Solari y el nudo de corbata
Los enfrentamientos por el Campeonato del Mundo
Campeonato Mundial Juvenil de Ajedrez 2013
Olimpiada de Ajedrez de 2014
Magnus y los sanfermines: menos salmón y más jamón ibérico
Miami: una de Uber y otra de Ronaldo
Gibraltar: mosqueos y temporales
Chile: ¿paramos el reloj?

Parte 3. DETRÁS DEL TABLERO


Matemáticas y ajedrez
Razonando en el siglo XXI

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Sinopsis

Detrás de las competiciones de ajedrez se esconde un mundo apasionante


protagonizado por grandes jugadores con curiosísimas biografías,
enfrentamientos de enorme tensión e interés, anécdotas de todo tipo en el
entono de los campeonatos y miles de aficionados que siguen a sus ídolos,
viven pendientes de una jugada maestra y participan en clubs y asociaciones
donde juegan sus propias partidas al tiempo que conocen cada movimiento
de piezas de los grandes maestros.
Pepe Cuenca y David Martínez nos muestran lo que hay detrás del
tablero con montones de anécdotas, detalles sobre los maestros, jugadas,
campeonatos...
EL DIVIS
PEPE CUENCA

¿QUIÉN DICE QUE EL AJEDREZ ES


ABURRIDO?
¡QUE ME LO CARGO!
Antes de empezar

Medianoche del 30 de noviembre de 2016. En una pequeña habitación del


barrio madrileño de Prosperidad tres apasionados del ajedrez comentan
frente a un ordenador, y para miles de personas, la cuarta y última partida
del desempate por el título mundial entre el campeón Magnus Carlsen, que
además celebra ese día su vigésimo sexto cumpleaños, y el aspirante Sergey
Karjakin. Magnus se acaba de adelantar en el marcador, así que a Sergey no
le queda más remedio que buscar la victoria con las piezas negras para
mantenerse en el encuentro. El campeón, con las piezas blancas, parece
tenerlo todo controlado; aguanta el centro y sus seguidores vislumbran, de
nuevo, el título mundial. El ajedrez es un deporte duro, cruel y muy tenso,
un error puede tirar al traste el esfuerzo de toda la partida y la audiencia se
pregunta: «¿Habrá medido bien Magnus sus recursos contra el ataque de
Karjakin?».
El trabajo del comentarista de ajedrez es traducir las complejas
combinaciones que ocurren en el tablero en un lenguaje comprensible para
cualquier aficionado. Tras siete años comentando partidas una media de
casi ochenta horas al mes, podemos asegurar que lo hemos conseguido.
La dama y la torre de Karjakin han ocupado la séptima fila y amenazan
dar mate al rey de Magnus. El ataque del ruso es desesperado, como el de
un equipo de fútbol obligado a marcar en la última jugada del partido, se
lanza con todo, portero incluido, y trata de infundir miedo al campeón del
mundo. Pero Magnus está hecho de otra pasta y, además, tocado por la
varita mágica de Caissa, la diosa del ajedrez. Llega el momento cumbre,
Magnus da jaque en la última fila y solo tiene a su disposición una jugada
para no perder, un maravilloso sacrificio de dama que ganaría
inmediatamente la partida porque construirá una bonita red de mate que,
cual tela de araña, atrapará al rey negro. Un jugador de ajedrez no tendrá la
oportunidad de sacrificar la dama muchas veces en toda su carrera;
seguramente se cuenten con los dedos de una mano, por lo que es una
jugada de una espectacularidad excepcional. La pieza más valiosa del
tablero se inmola por un bien mayor.
Magnus tiene todo controlado y desliza su dama a la casilla h6 en,
posiblemente, el remate final más hermoso jamás visto en un Campeonato
del Mundo. El campeón logró realizar una jugada de estética inmortal en
uno de los momentos más tensos de su carrera. Los comentaristas esperaban
emocionados el remate, gracias a la ayuda de los potentes módulos
informáticos; los cientos de miles de espectadores que seguían el momento
cumbre del enfrentamiento podían saber que esa jugada era ganadora… En
el canal en español de Chess24, la web desde la que transmitimos, vivimos
el ajedrez con una intensidad diferente de la que, quizá, puedas esperar.
Unos segundos antes del mágico movimiento de Magnus, David Antón y
Divis ya estaban animando a Pepe Cuenca para que sacara a pasear su
clásica metralleta en cuanto Magnus realizase la jugada. Pepe, el mayor
talento que haya dado la narración ajedrecística, no se hará de rogar y, nada
más ver la jugada de Magnus en el tablero, estalla con su clásico
«Ratatatatatá», que acompañan desde sus casas los espectadores. Pepe lo
grita con tanta pasión e intensidad que contagia y alegra a todo aquel que le
esté siguiendo. Diez segundos después de empezar a celebrar aquella
jugada, y con el «Ratatatatatá» aún en la boca, Pepe cae al suelo ante las
sonrisas y alegría de la audiencia, que recordará aquel 30 de noviembre no
solo por el día que Magnus Carlsen retuvo su corona, también por la
emoción que vivieron hasta el último segundo y lo que disfrutaron con
aquella retransmisión.
Aquella noche lo cambió todo. De repente fue normal que se nos
acercaran la gente en los bares para agradecernos lo bien que se lo pasaron
siguiendo el Campeonato del Mundo de Ajedrez con nosotros, que nos
saludaban por las calles en los países de todo el mundo hispanohablante que
visitábamos. Sin darnos cuenta, el trabajo que desarrollábamos en una
pequeña habitación del barrio madrileño de Prosperidad había cruzado
fronteras.
Si te has quedado con ganas de más, en este libro encontrarás algunas de
las historias que nos han sucedido en nuestras vidas como comentaristas y
jugadores de ajedrez, desde La Habana a Bakú, desde las anécdotas más
surrealistas ocurridas en nuestros viajes hasta los momentos más tensos
vividos en plena competición. Sin más, muchas gracias por querer leernos,
además de escucharnos, y por echaros unas risas con nosotros. Y, por si aún
no lo conoces o lo conoces poco, te damos la bienvenida al maravilloso
mundo del ajedrez.
¿O acaso aún crees que el ajedrez es aburrido?
Parte 1
EN VIVO Y EN DIRECTO
La revolución de las retransmisiones de ajedrez y el
babuino Matías

El ajedrez siempre ha tenido fama de deporte tedioso y soporífero. Todos


hemos escuchado alguna vez el dicho «es más aburrido que una partida de
ajedrez por radio». En este capítulo os vamos a contar cómo hemos
intentado revolucionar las retrasmisiones del ajedrez en la última década.
¿Cuál es la labor de un comentarista deportivo? Narrar con suficiente
claridad lo que está sucediendo en el evento deportivo en cuestión y
entretener al mismo tiempo. En la mayoría de los deportes explicar lo que
sucede es bastante sencillo. Si ponemos como ejemplo el fútbol, parece más
o menos obvio saber cuándo un bando está atacando o defendiendo, pero
sobre todo es muy fácil saber cuándo un equipo consigue marcar un gol al
atravesar la línea en la portería. En ajedrez, sin embargo, todo se complica
muchísimo. Para empezar, la propia definición de jaque mate ya es bastante
complicada de por sí, por no hablar de las posiciones de medio juego: es
prácticamente imposible que una persona que no ha jugado nunca entienda
lo que está sucediendo en el tablero. Y luego está el problema de los
tiempos muertos en ajedrez. En fútbol no los hay; en el descanso se ponen
anuncios y listo, mientras, los comentaristas pueden ir a comer algo y a
cambiarle el agua al canario. En una partida lenta de ajedrez, un jugador
puede tirarse cuarenta minutos sin mover una sola pieza. Es ahí donde el
comentarista debe ser especialmente hábil para entretener a toda la gente
que le escucha desde sus casas y echar mano de todos los recursos que se le
ocurran, desde historietas y chistes hasta anécdotas personales.
Corría el año 2013 y por aquel entonces el germano-boliviano Enrique
Guzmán era ya un exitoso hombre de negocios. Enrique fue uno de los
fundadores de la empresa PokerStrategy, una página web dedicada al póker
y conocida mundialmente. Tal fue su éxito que fue adquirida por la
compañía Playtech por la nada desdeñable cantidad de cincuenta millones
de dólares. A raíz de esa venta Enrique diversificó sus negocios y creó
varias compañías dedicadas a la formación y educación en diversos
ámbitos. Una de ellas fue Tradimo, una web sobre bolsa e inversión
orientada a traders. Enrique era un jugador de ajedrez de nivel, e incluso
llegó a representar a Bolivia en la Olimpiada de Novi Sad, en 1990. Para
agradecer todo lo que el ajedrez le había ayudado en su vida fundó
Chess24, con la idea de crear la mejor plataforma de ajedrez del mundo.
Para ello se asoció con el gran maestro alemán Jan Gustafsson, que había
conocido en la ciudad alemana de Hamburgo.
Chess24 pretendía crear una zona de juego, donde pudieran compartir y
enfrentarse cientos de miles de jugadores de todo el planeta. Además, se
ofrecerían cursos de aperturas, medio juego y finales creados por los
mejores jugadores del mundo. Otra parte importante serían las
retransmisiones de torneos de élite, donde comentaristas tratarían de acercar
este deporte a los aficionados a través de plataformas como YouTube y la
propia web. En definitiva, la idea era crear un paraíso ajedrecístico. Se
constituyeron dos sedes para Chess24, una en Hamburgo y otra en
Gibraltar. Había que crear todo desde cero, un trabajo enorme y que
requería la participación de informáticos, diseñadores, creadores de
contenido…
¿Cómo acabamos Divis y yo formando parte de una empresa alemana de
ajedrez? Por aquel entonces, David era uno de los entrenadores de más
prestigio de toda España. Entre sus pupilos se encontraba el actual campeón
de España, David Antón, el Niño Antón. Divis convirtió su apartamento en
un auténtico laboratorio de ajedrez, donde trabajaba incansablemente cada
noche buscando nuevas ideas para las aperturas. En la empresa buscaban a
alguien para que llevara toda la parte en español y Paco Vallejo (actual
número 1 de España y 29 del mundo) recomendó a Divis.
En mi caso, acabar en Chess24 fue pura casualidad. En 2013 yo había
sido contratado en la Universidad de Hamburgo como investigador y
profesor, y además completé allí mi doctorado en Matemáticas Aplicadas.
Era una magnífica oportunidad. Las cosas por España no estaban demasiado
bien para los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, así que hice las
maletas y me fui sin dudarlo. Por aquel entonces yo era maestro
internacional y jugaba torneos solamente en mis vacaciones. Dadas mis
obligaciones laborales, prácticamente no me quedaba tiempo para entrenar.
Estando ya en Hamburgo me llamó un amigo, el maestro internacional
inglés Lawrence Trent, y me dijo que venía a la ciudad a grabar unos vídeos
para una empresa de ajedrez. Ese mismo fin de semana me presentó en la
empresa, uno de cuyos jefes era por entonces el uzbeko Rustam
Kasimdzhánov, excampeón del mundo. Por algún motivo le caí bien y me
contrató para echar una mano en todo lo que hiciera falta. Al principio mi
trabajo consistiría principalmente en ayudar a Divis, que ya coordinaba todo
desde Madrid, desde traducir artículos de inglés a español a proponer
ejercicios sobre vídeos que otros autores habían grabado. Cada tarde,
después de mi trabajo en la universidad, iba tres o cuatro horas a las
oficinas de Chess24.
Los inicios fueron difíciles, pero sobre todo muy divertidos. Desde el
primer momento nos dimos cuenta de la diferencia cultural que había entre
nosotros y los alemanes, que cuidaban cada detalle al milímetro y no
dejaban nada a la improvisación. Todo debía estar perfectamente ordenado.
Recuerdo cuando fui a negociar mi primer salario con el que por entonces
era el CEO de la empresa. Acudí sin haber preparado absolutamente nada y
él tenía dos folios escritos con los motivos por los cuales mi salario debía
ser este o aquel. Salí de la reunión cobrando la mitad de lo que esperaba, y
encima agradecido de que me dejaran trabajar. Fue una lección gratuita y
entendí que me tenía que poner las pilas para adaptarme al sistema en
general.
Como hemos comentado antes, uno de los proyectos de la empresa que
requerían más tiempo era la creación de vídeos de alta calidad para el
público. Teníamos autores como Anand, excampeón mundial, y Peter
Svidler, ocho veces campeón de Rusia. La empresa viviría de los clientes
que adquiriesen una cuenta Premium, que daba acceso a todos estos vídeos
de aprendizaje.
Divis y yo siempre recordamos con una sonrisa un par de anécdotas que
sucedieron en aquellos inicios. Divis las ha bautizado como «El caso
Niclas» y «Lo de la pizza».
Una semana vino al estudio el gran maestro alemán Niclas Huschenbeth
para grabar un curso de aperturas. Durante una de las grabaciones le sonó el
teléfono y habló unos quince segundos con su madre. Colgó y siguió
grabando el vídeo con total normalidad.
Esa espontaneidad nos pareció fantástica para el ajedrez, que se ve tan
rígido desde fuera. Gracias a ese toque «humano» el vídeo había quedado
muy bien. Pues bien, a la responsable de contenido, una chica alemana
llamada Jessica, casi le da un infarto. Aquello era una aberración y
debíamos eliminar inmediatamente esa parte del vídeo. Jessica no lo sabía,
pero aquello fue el inicio de una tendencia que fue degenerando hasta tal
punto que en 2020 hemos llegado a narrar una meada de Divis en directo
durante un torneo de élite.
Otro de los microinfartos de Jessica se produjo cuando Divis grabó un
vídeo sobre la apertura italiana con la maestra húngara Anna Rudolf. En la
introducción, alguien llamaba a la puerta y se oía la voz de un repartidor,
con acento italiano, que traía una pizza. Jessica casi le zampa un tortazo a
Divis cuando vio el vídeo. La seriedad de los alemanes era implacable.
Antes de dejar tranquila a la pobre Jessica, que por cierto hace ya algunos
años que no trabaja en Chess24, es imprescindible mencionar una reunión a
la que nos convocaron los alemanes para decidir cómo había que colocar
los vídeos y en qué orden para que resultaran más atractivos. En un
momento dado de la reunión, Jessica estaba mostrando su propuesta cuando
otro trabajador mediterráneo la interrumpió: «Jessica, esto está ya todo
inventado. Las páginas porno ya descubrieron cómo hay que clasificar el
contenido. Si te fijas, ellos clasifican así y así…». La frase se alargó un
poco más mientras Divis no podía apartar los ojos de Jessica, que
claramente habría podido fulminarnos con la mirada y a la que se notaba
más molesta que un gorila en jaula de canario.
Jamás de los jamases llegamos a pensar que las retransmisiones de
torneos se convertirían en la parte más importante de la empresa, ni que la
figura del comentarista fuera tan determinante. En 2015, después de un año
y medio trabajando para Chess24, llegó nuestro debut como comentaristas.
La empresa había alcanzado algún acuerdo con la Federación de los Estados
Unidos y debíamos aportar comentarios en español. Divis tomó un tren
desde Madrid a Gibraltar y yo volé hacia allí desde Hamburgo. Nuestra
primera retransmisión sería desde Gibraltar. Ninguno de los dos tenemos la
más mínima formación en periodismo. Divis es un entrenador de ajedrez
que ha estudiado Economía y yo un ingeniero de Caminos. Estábamos un
poco nerviosos, además de que prácticamente no nos conocíamos, así que
decidimos irnos a un restaurante cubano a bebernos un par de mojitos antes
de salir en directo. La estrategia funcionó: al ir un poco tocados perdimos
todos los nervios y nos lo pasamos como dos cochinos revolcándose en el
barro. Sí, la primera retransmisión la hicimos algo borrachos. No quiero
decir que la ebriedad nos mostrara el camino, pero nos dimos cuenta de que
si las retransmisiones tenían un tono más desenfadado, sin ese corsé de
seriedad que se asocia al ajedrez, la gente se lo pasaba mucho mejor. Y la
realidad es que en las primeras retransmisiones había muy poquitos
espectadores —en ocasiones se podían contar con los dedos de una mano
—, porque Chess24 apenas era conocido todavía. Pero desde el primer
momento tuvimos claro que había que darle una vuelta de tuerca a las
retransmisiones de ajedrez tradicionales, que tanto a Divis como a mí nos
parecían infumables.
En estos seis o siete años como comentaristas hemos acumulado miles de
historias y anécdotas en viajes por todo el mundo, pero quizás la misma
cantidad —o más— en los propios estudios desde los que hacemos las
retransmisiones. Y hay un par de ellas, durante nuestros inicios en
Hamburgo, que son completamente increíbles.
Año 2015. Recibo un mensaje de Divis diciéndome que tengo que
comentar un torneo que se va a realizar en los Estados Unidos. Algunas
partidas comenzaban a las seis de la tarde, hora de allá. Por tanto, a mí me
tocaba comentar desde las doce de la noche hasta las tres o cuatro de la
madrugada, hora de Hamburgo. Hasta ahí todo normal. Un poco molesto
por aquello de tener que entrar a trabajar a la universidad a las ocho de la
mañana, pero nada grave. Como explicaremos más adelante, tenemos un
estilo futbolero a la hora de comentar ajedrez y en muchas ocasiones, con la
emoción de un remate brutal o de una combinación táctica brillante, los
decibelios suben. Pues bien, una de estas noches, en plena retransmisión,
empiezo a oír cómo llaman con fuerza e insistencia a la puerta de la
empresa, que tenía su sede en un edificio del centro de Hamburgo. Yo no
podía dejar el estudio para abrir, porque estaba en directo, pero me pareció
escuchar cómo tiraban la puerta abajo. Debo confesar que en aquel
momento me cagué vivo; pausé la retransmisión y salí del estudio para ver
qué estaba pasando. Ante mí había tres policías alemanes —dos hombres y
una mujer— que me sacaban tres cabezas cada uno, gritando: «Umdrehen!
Hände, wo ich sie sehen kann!» (¡Date la vuelta! ¡Las manos donde pueda
verlas!). Temí por mi vida. Como un corderito degollado hice lo que me
pedían. No sabía qué estaba pasando. Siguieron gritándome mientras me
esposaban. Mi alemán era muy pobre y no entendía prácticamente nada de
lo que me decían. En lo único que mi alemán no fallaba era cuando iba a
pedir un kebab, ya que tenía la frase perfectamente ensayada. Les pedí por
favor si podían hablarme en inglés. La oficial amablemente se puso a
explicarme que los vecinos del edificio habían llamado a comisaría
diciendo que había un ladrón en una de las viviendas del edificio, y que
además gritaba en un idioma muy raro. Ya me veía pasando esa noche en el
calabozo. Durante mis 27 años de vida había conseguido mantenerme sin
antecedentes penales y todo se iba al garete por haber gritado durante una
retransmisión de partidas de ajedrez. Me sentía muy imbécil.
Estuve varios minutos intentando convencerles de que yo trabajaba ahí y
que era comentarista de ajedrez. «¿Comentarista?». «¿De qué?». «¿De
ajedrez?». Los dos hombres hablaban poco inglés y yo no paraba de repetir:
«Schachkommentator», «Schachkommentator», «Schachkommentator».
Evidentemente, no se creían absolutamente nada.
Finalmente conseguí salir del embrollo al mostrarles imágenes mías en
Google jugando al ajedrez y una taquilla de la empresa en la que ponía mi
nombre. ¿Quién dice que ser comentarista de ajedrez no es una profesión de
riesgo? Cierto es que soy muy escandaloso y, desde luego, entiendo
perfectamente a los vecinos.
En mi residencia de Hamburgo tuve otro malentendido con un vecino del
piso de abajo. Una noche estaba escribiendo un correo electrónico. Es cierto
que tengo manos de burro y que cuando escribo en el teclado suena mucho,
pero tampoco es como para que el vecino se queje, no me jodas. Esa noche
subió a tocar la puerta y me pidió que dejara de mover los muebles. Le
expliqué que solamente estaba escribiendo un e-mail. El aislamiento
acústico era malísimo y cada vez que me levantaba al baño por la noche me
daban golpecitos en la pared pidiendo silencio. Así todos los malditos días.
Si estuviera montando una fiesta brutal lo entendería, pero solamente quería
mear y no iba a llegar al baño volando. Así que un día me cobré mi
venganza. Un sábado, a las cuatro de la tarde, el vecino estaba teniendo
sexo con su pareja y se podía oír todo perfectamente, así que fui a joderles
la fiesta. Toqué en su puerta y les dije que no eran horas de procrear. Según
se lo estaba diciendo me empecé a reír yo solo. No pude aguantarme. Lo
bonito es que acabamos siendo amigos y todo, y estuvimos juntos en un par
de barbacoas.
A finales de 2015 impedí que echaran del trabajo a uno de los jefes. Esto
solo se lo he contado hasta ahora a Divis, y llevamos años riéndonos.
Siempre dijimos que, si escribíamos un libro, era el momento de confesar
qué pasó aquella fría tarde de invierno en Hamburgo en las oficinas de
Chess24. Así que ha llegado el momento. Al protagonista de la historia lo
llamaremos Matías, para no revelar su verdadero nombre y mantener su
anonimato. Pues bien, Matías era una de las personas más relevantes en la
empresa por aquel entonces. Trabajaba durísimo cada día. Era el primero en
llegar y el último en irse. El ambiente en las empresas alemanas es muy
relajado y uno puede llegar e irse más o menos cuando quiere mientras
mantenga el número de horas semanales estipuladas. Matías siempre hacía
horas de más. Los viernes por la tarde siempre se bebía unas cervezas en la
empresa, para relajarse después de la dura semana de trabajo. Hasta aquí
todo normal, ¿verdad? Uno de esos viernes todo se empezó a torcer. Yo
estaba en el estudio en un directo comentando un torneo de élite en el que
participaban Magnus Carlsen y compañía. En un momento dado hice una
pausa y salí para ir al baño. Cuando volvía me crucé con Matías, que iba
completamente ebrio, y me dijo: «Pepe, hoy quiero enseñar el culo en la
retransmisión». Evidentemente, yo me lo tomé a broma, me reí unos
segundos con él y continué mi camino hacia estudio para seguir con los
comentarios. Jamás pensé que Matías irrumpiría de pronto en el estudio
corriendo, dispuesto a entrar en pantalla unos minutos después. Tenía la
pinta de un babuino, puesto que ya se había bajado los pantalones. Era mi
jefe y tenía que salvarle la vida, o por lo menos la cara (y en este caso el
culo). Si entraba en directo lo verían varios miles de personas y el vídeo se
hubiera hecho muy viral; estoy seguro de que lo hubieran echado al instante
de la empresa. Y no quiero ni pensar si lo llega a ver su pareja. Mi primer
instinto fue saltar de la silla e intentar interceptarle para impedir que
entrara. Lo logré a duras penas y conseguí poner la retransmisión en pausa.
Estuvimos discutiendo varios minutos. No cedía en su empeño y aseguraba
con tozudez que tenía que salir en pantalla. Tras unos minutos se relajó un
poco y se quedó sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en la torre del
ordenador de mesa. Yo tenía que volver al directo, así que como vi que
Matías se había quedado frito a mi lado, en el suelo, y no se le veía en
cámara, continué con la retransmisión. Así fue cómo evité que apareciera
un babuino alemán en pantalla y cómo comenté una ronda de un torneo de
élite con un zombi a mi lado.
Antes de entrar a trabajar en Chess24 nunca había visto una
retransmisión de ajedrez. Por aquel entonces yo era maestro internacional y
en varias ocasiones, viendo comentar partidas a algunos maestros, me daba
la sensación de que tal como lo hacían, con ese aire de suficiencia y un
lenguaje plagado de tecnicismos, era difícil que un simple aficionado
pudiera seguir el desarrollo de una partida. Lo que tuvimos claro desde el
principio era que nosotros teníamos que hacer exactamente lo contrario, es
decir, hablar con un lenguaje sencillo y accesible para que cualquiera
pudiera disfrutar una partida, a pesar de su infinita complejidad. A partir de
ahí es donde Andrés Montes y Antoni Daimiel jugaron un papel
fundamental en nuestra carrera.
Aunque parezca una estupidez, la NBA y el ajedrez tienen algunas
similitudes. Sobre todo en los tiempos muertos. Montes y Daimiel hablaban
de cualquier cosa en sus directos, desde los restaurantes a los que acudían
hasta el bar en el que hacían los mejores mojitos de Nueva York. En
ajedrez, o haces esto o sencillamente no puedes aguantar ocho horas
hablando solo de ajedrez. Admirábamos mucho los comentarios técnicos de
Daimiel y la pasión que ponía Montes con su «ratatatá» o su famoso
«pincho de merluza». Si un partido lo comentaban estos dos daba lo mismo
que jugaran los Lakers o el Alcobendas: la gente se quedaba igual de
enganchada. Por supuesto, siempre existían los típicos puristas que
opinaban que el baloncesto no se podía narrar así. La pregunta que nosotros
nos hicimos fue: ¿«Por qué no se puede meter esa emoción en los
comentarios de una partida de ajedrez?». El ajedrez es uno de los deportes
más emocionantes que existen. Seguramente alguno, al leer estas líneas, ya
estará pensando que sus autores somos unos zumbados. Pero es que no hay
deporte cuyo resultado sea más inestable e impredecible que el ajedrez. Si
el Barcelona va ganando 5-0 al Madrid en el minuto 90 de partido, el
Barcelona va a ganar el encuentro en el 100 % de las ocasiones. El ajedrez
es una bomba de emociones y una maldita montaña rusa en el que incluso
los mejores jugadores del mundo cometen errores garrafales, sobre todo a
ritmos rápidos, que dan la vuelta a la partida. Decidí usar el «ratatatá» de
Andrés Montes para celebrar jaque mates fantásticos. La idea era
homenajear a una de las personas que más me había hecho disfrutar viendo
televisión. Al «ratatatá» le siguieron una serie de chascarrillos y
expresiones que crearon un lenguaje propio dentro del mundo del ajedrez y
de Chess24. Imaginaos las caras de los puristas cuando, de repente, sale un
colgado poseído de emoción retransmitiendo a gritos una partida de ajedrez.
La acogida fue muy buena, porque jamás se había hecho algo parecido,
pero, por supuesto, algunos pensaron que se estaba cometiendo un desacato
contra el ajedrez, juego solo apto para una élite de semidioses, mentes
privilegiadas de inteligencia muy superior al resto de los mortales. Por si no
lo he dicho antes, aunque creo que sí, semejante creencia nos parece una
suprema estupidez. ¡No hay deporte más integrador que el ajedrez! Es
baratísimo, hasta tal punto que se puede fabricar un tablero con ramas y
hojitas en cualquier bosque, y no distingue entre clases, idiomas, cultura o
género. Por cierto, hace unos meses recibí la invitación de Antoni Daimiel
para aparecer en su programa Colgados del aro junto a Iturriaga, Lolaso y
Siro López. Para mí fue increíble poder estar con Daimiel, uno de mis
ídolos ¡y encima hablando sobre ajedrez!
El primer boom de Chess24 llegó en el año 2016, con la retransmisión
del mundial Carlsen contra Karjakin. Por algún motivo las cifras de
audiencia se multiplicaron y, por primera vez, miles de personas accedieron
a Chess24 para disfrutar del mundial entre el noruego y el ruso. Recuerdo
que uno de esos días Divis subió a casa y me dijo: «Don Pepe, me ha
parado un tío por la calle y me ha dicho que seguía Chess24». ¡Se estaba
consiguiendo el objetivo de que el ajedrez fuera creciendo poco a poco!
Sin embargo, no fueron unas semanas fáciles: Chess24 fue denunciada en
los juzgados y los comentaristas de nuestra plataforma recibimos amenazas.
¿Qué? ¡Pues sí! En el año 2016, la empresa World Chess (AGON) adquirió
los derechos para retransmitir el match por el título mundial entre Carlsen y
Karjakin. Esto implicaba que las imágenes del torneo y de los jugadores les
pertenecían y, por supuesto, ninguna otra empresa podía usarlas sin su
consentimiento. Ahora bien, el debate estaba en las jugadas en sí de la
partida. ¿Podían otras plataformas mostrar sobre un tablero la partida que se
estaba desarrollando y aderezarla con sus propios comentarios? Parece claro
que las jugadas de ajedrez no deben tener copyright, puesto que si Magnus
Carlsen saca el caballo a la casilla f3 esto se ha hecho muchas veces antes y,
por tanto, no es algo que él haya inventado. Apoyándose en esto, Chess24 y
alguna otra plataforma se disponían a retransmitir el mundial sin imágenes
y con comentarios, simplemente mostrando las jugadas de las partidas.
El 10 de noviembre de 2016 (un día antes de que iniciara el match),
AGON demandó a Chess24 ante el tribunal de Manhattan, Nueva York,
reclamando cuatro millones y medio de dólares. No solamente eso, sino que
los comentaristas del evento llegamos a recibir varios correos electrónicos
con amenazas. Recuerdo haber leído uno donde se nos advertía que, si
interveníamos en los comentarios, se pediría a la Federación Internacional
que nos prohibiese participar en torneos oficiales durante algunos años.
Fueron días de mucho nerviosismo. Estábamos todos absolutamente
cagados, para ser honestos. Perder esa demanda significaría el cierre de la
empresa, y ¡yo no me quería quedar sin jugar torneos! Siempre admiraré la
valentía de Enrique, fundador de Chess24, quien nos dijo: «Tenemos razón,
así que no os preocupéis». Por suerte, Chess24 ganó la demanda y pudimos
continuar trabajando tranquilamente. Carlsen obtuvo la victoria frente a
Karjakin en los desempates, finalizando la última partida con uno de los
sacrificios de dama más espectaculares que se recuerdan en un mundial.
Pasamos unos cuantos años con miedo a que la empresa cerrara.
Empezamos siendo más de veinticinco personas y, en un momento dado, el
equipo se redujo a prácticamente diez. Todo esto ha cambiado en los
últimos años. Chess24 se ha fusionado con varias empresas más para
conformar la multinacional Play Magnus, en la que el mismísimo Magnus
Carlsen, actual campeón del mundo, tiene una participación importante.
Hemos pasado de ofrecernos Divis y yo a jugar contra los usuarios, como
plato fuerte, a poder disfrutar de los mejores jugadores del mundo en la
plataforma casi a diario. Además, se han creado una serie de torneos de élite
online con más de un millón de euros en premios y se ha llegado a un
acuerdo con la cadena deportiva Eurosport para retransmitir algunos
torneos.
¡Corren buenos tiempos para el ajedrez!
Los haters. Divis y el budismo

¿Qué es un hater? Un hater es una persona que muestra sistemáticamente


actitudes negativas u hostiles ante algo o ante alguien. Es una palabra
inglesa que viene a significar ‘persona que odia’ y se ha popularizado
muchísimo en internet en los últimos años. Los haters, en numerosas
ocasiones, se valen de su anonimato para hacer comentarios dañinos,
hirientes u ofensivos. A este colectivo les gusta hurgar en las heridas ajenas
y resaltar los errores del prójimo. Evidentemente, en este libro nos
referimos a los haters del mundillo del ajedrez y hablaremos, en particular,
de lo que nosotros hemos vivido.
En nuestros inicios, en 2014, nunca llegamos a experimentar ninguna
situación incómoda, ya que nos seguían poquísimas personas.
Prácticamente se podían contar con los dedos de una mano. Al ir pasando
los años, hemos empezado a descubrir lo que significa estar constantemente
expuestos al público.
Antes de trabajar en Chess24, Divis lo hacía como entrenador de varios
talentos españoles y yo como investigador en la Universidad de Hamburgo.
Por supuesto, ambos trabajos tienen sus pros y sus contras. En mi caso,
recuerdo con cierto estrés algunas exposiciones en conferencias
internacionales donde presentaba mi trabajo a la comunidad científica. Sin
embargo, estas situaciones se daban ocasionalmente (cuatro o cinco veces al
año) y el resto de mis días laborables eran bastante tranquilos. Iba a la
oficina, trabajaba frente al ordenador, charlaba con un par de colegas y, a
las seis de la tarde, salía por la puerta, olvidando por completo
absolutamente todo lo relacionado con el trabajo hasta el día siguiente.
Aunque parezca una boutade, la vida del comentarista de ajedrez es
bastante más estresante, al menos según lo que yo he vivido. En los últimos
años, habremos estado en directo, fácilmente, una media de dos o tres horas
al día. Son cientos de horas sin parar de hablar, expuestos al escrutinio de
miles de personas de diferentes países del mundo y con distintas culturas.
En mi caso, al haber retransmitido también en inglés, la diferencia cultural
se hace aún más evidente. Uno tiene la sensación de estar haciendo
equilibrismo sin red, en el sentido de que, si cometes el más mínimo error o
tienes alguna pequeña salida de tono, las redes lo guardarán para siempre y
parte del público se asegurará de recordarte tus fallos una y otra vez.
Nosotros nos hemos ido muchas noches a dormir dándole vueltas a la
cabeza y preguntándonos: «¿Se habrán tomado bien esto que dije?», y
pensamientos por el estilo. Siempre hemos pretendido que nuestras
retransmisiones sean un espacio en el que la comunidad de habla hispana se
sienta cómoda, que sea un lugar donde puedan pasar un buen rato y
olvidarse temporalmente de sus problemas. Por eso siempre hemos tenido
una regla en nuestros directos: nada de religión, toros o política. Es
absolutamente imposible que, si se te ocurre dar tu opinión personal sobre
alguno de estos temas, no haya una parte del público que se te eche encima.
Son temas que generan muchísima crispación. Creo que todos lo sabemos
con certeza y hemos vivido situaciones absurdas en ese sentido. Tengo
varios amigos que han dejado de hablarse por tener opiniones políticas
diferentes. A veces no entiendo cómo podemos llegar a ser tan estúpidos y
dar más importancia a nuestra opinión en ciertos temas que a nuestra
relación con familiares o amigos.
Recuerdo una ocasión en la que estaba realizando una sesión de «ajedrez
dicharachero», en la que jugaba en línea con usuarios mientras explicaba las
partidas, me salió lo siguiente: «¡Madre mía, qué alfil! ¡Cómo se lo está
pasando! Se nota que le gusta la fiesta. ¿Quién quiere ir al cielo cuando
puede ir al infierno, dónde están el diableo y el reggaetón?». Todo ello, por
supuesto, en tono de broma y sin la menor intención de herir la sensibilidad
de nadie. Pues bien, parece que sí hubo quien se sintió ofendido, porque
recibí varios mensajes de comunidades cristianas pidiéndome que vigilara
mis frases, que eran una falta de respeto. Aunque para mí aquellas palabras
no eran más que un comentario jocoso, sin ningún sentido oculto, ¡uno
nunca sabe a quién pueden molestar tus palabras!
Una vez que asumimos que nuestro objetivo como comentaristas era
intentar que la gente pase un rato agradable con el ajedrez y generar un
ambiente muy positivo, tuvimos claro que no podíamos echarnos atrás. En
este sentido, os aseguro que nuestro trabajo puede ser duro en ciertas
ocasiones. Hay días que nos ha tocado salir a hablar durante seis horas
después del fallecimiento de un familiar, o de una ruptura sentimental, o
simplemente cuando tienes uno de esos días en que lo que quieres,
básicamente, es cagarte en todo lo que se menea. Pues bien, da igual: tienes
que salir al directo con tu mejor sonrisa para entretener a la gente. Por
supuesto, siempre digo que somos unos privilegiados, y que lo
verdaderamente duro es recoger papas en el campo, picar en la mina o
trabajar como sanitario en tiempos de coronavirus. No me quejo, pero sí
que es cierto que, en ocasiones, se echa de menos estar veinticuatro horas
sin tener que hablar con nadie. Aunque cuando luego te escribe una familia
diciéndote que su hijo está feliz aprendiendo ajedrez con nosotros, o alguien
te cuenta que le has levantado el ánimo tras un momento de bajón, te das
cuenta de lo afortunado que eres.
La mayoría de los comentarios que hemos recibido durante todos estos
años han sido muy estimulantes y positivos, pero también nos han llegado
críticas, algunas constructivas —que, por supuesto, agradecemos—, y otras
simplemente ofensivas. Tanto Divis como yo somos personas que nunca
nos hemos preocupado demasiado por eso; es más, nos hemos pasado tardes
enteras riéndonos con estos comentarios negativos y alabando la
imaginación de sus autores. Hay que saber reírse de uno mismo. Pero el
problema es que hemos visto que no todo el mundo aguanta estos
comentarios vejatorios y sabemos de algunos que lo ha pasado realmente
mal.
Hace unos años, una jugadora amiga nuestra empezó a participar con
nosotros en algunos shows. Se trataba principalmente de jugar partidas
online contra usuarios y explicar sus ideas y planes durante las mismas.
Algunos espectadores, desde el anonimato de internet, se dedicaron a poner
comentarios negativos, tanto sobre su físico como sobre su nivel de juego.
Para empezar, el nivel de esta chica es extraordinario y juega mejor que el
99,9 % de la población mundial, pero en el mundo del ajedrez siempre ha
habido cierto toque elitista.
Parece que si uno no es gran maestro no puede enseñar a nadie. Y esto es
una absoluta estupidez. Algunos espectadores hablan también,
despectivamente, de la diferencia de nivel entre distintos grandes maestros.
No os imagináis la de veces que hemos recibido comentarios como estos:
«Yo solamente puedo ver a Svidler (ocho veces campeón de Rusia y actual
n.º 27 del mundo). Los otros comentaristas no tienen nivel. Ese Pepe
Cuenca, o el David Lariño ese, son unos paquetes. ¿Divis? ¡Si ni siquiera es
gran maestro!». Y luego te das cuenta de que ese comentario viene de
alguien que no tiene ni idea de jugar al ajedrez y al que, probablemente,
cualquier jugador sub-10 federado le podría dar una soberana paliza.
Recuerdo que me costó mucho levantar el ánimo de nuestra amiga. Yo
trataba de reconfortarla diciéndole que en el último vídeo a mí me habían
llamado «hijo de pene flácido». A ella conseguí sacarle una sonrisa, aunque
nunca más volvió a hacer directos de ajedrez. No creo que le haga tanta
gracia a mi padre si lee estas líneas.
Para que veáis lo fina que puede ser la piel de algunos, os cuento una
anécdota que me pasó en febrero de 2021. En las últimas retransmisiones de
torneos a través de Chess24 y Eurosport, me despedía diciendo: «Vayan por
la sombra y aléjense del brócoli», refiriéndome en tono de broma al brócoli
como un vegetal insípido y del que debemos huir a toda costa. Unos días
después recibí el siguiente e-mail de un seguidor vegano:
Hola Pepe. Lo primero transmitirte mi total admiración por todo el trabajo que haces junto con
Divis. Habéis hecho que me enganche al ajedrez después de diez años sin tocar un tablero. Pero lo
cierto es que últimamente me parece que estás educando a las nuevas generaciones en falta de
valores. ¿Cómo puedes fomentar el no consumo de vegetales y en especial del brócoli? ¿Te parece
razonable fomentar el consumo de carne y no mencionar jamás los beneficios de una dieta
vegana? Espero rectifiques en tus próximas retransmisiones. Espero una respuesta. Por cierto, ¿me
puedes recomendar una defensa sólida con negras?

Cuando lo leí,lo primero que hice fue compartirlo en el grupo de


WhatsApp que tengo con Divis y Manolino, a quien conoceréis en el
capítulo dedicado a support. Nos estuvimos echando unas risas los tres
durante un buen rato. Para mí, lo mejor fue que, tras soltarme el discursillo,
me pidiera una recomendación para jugar con negras. Ese día estaba con
ganas de pasarlo bien y le respondí.
¡Hola! En primer lugar, me gustaría pedir perdón a todo el colectivo vegano. ¿Qué te parece si nos
reunimos en alguna ocasión para establecer unas sinergias? Había pensado que quizás sea un buen
momento el verano que viene, en una barbacoa que vamos a organizar en casa de Divis. Habrá
chuletón, solomillo de cerdo y hamburguesas. Se permite asar también algún cebollino, pero sin
pasarse tampoco. Espero confirmación. Para tu repertorio con negras, juega la Philidor. No te
defraudará. ¡Un abrazo!

Como ya hemos comentado, si hay algo de lo que realmente nos sentimos


orgullosos Divis y yo es de haber contribuido a crear un sentimiento de
hermandad en torno al ajedrez entre todos los países de habla hispana. En la
sociedad, en general, siguen oyéndose comentarios tóxicos de algunos
iluminados que reflejan, en mi opinión, una total falta de valores, además de
una meridiana incultura. Durante mi vida, en contadas ocasiones —pero
que no se me olvidan—, he escuchado comentarios despectivos de
españoles contra latinos o viceversa, peleas entre bolivianos y chilenos y
otras rencillas entre ciudadanos de nuestros países hermanos. ¿Qué sentido
tiene pelearse por cosas que sucedieron hace cientos de años? En Chess24,
durante nuestras retransmisiones, nos emocionamos lo mismo ante la
victoria de un chileno, un argentino, un costarricense o un español. Y me
parece que eso es algo que a la gente le ha gustado mucho, porque, además,
estamos convencidos de que así es como debe ser. Debemos remar todos
juntos en la misma dirección. Al fin y al cabo, ¡somos culturalmente muy
parecidos!
Eso sí, si hay una discusión que jamás hemos podido evitar es la de si el
pisco es mejor en Perú o en Chile. Cada vez que quiero echarme unas risas
en un directo, nombro la palabra pisco y ya sé que vamos a tener un par de
horas moviditas. ¡Qué bien nos lo pasamos!
En los primeros años de retransmisiones, evidentemente, sí nos poníamos
más nerviosos delante de la cámara. Corría el año 2016 y en la empresa me
habían elegido para ser el comentarista en inglés del Torneo de Candidatos
junto a la maestra internacional Anna Rudolf, de Hungría. En el Torneo de
Candidatos de ese año el vencedor ganaba el derecho a retar al campeón
mundial Magnus Carlsen, y por tanto, quitando el propio mundial, era el
torneo más importante del año. El hecho de tener que hacer la retransmisión
en inglés, unido a la poca experiencia que tenía por entonces, me tenían
completamente abrumado.
Recuerdo que el primer día, al terminar la jornada, salí más o menos
contento ya que el feedback de los espectadores había sido bueno en
general, pero luego me vine un poco abajo cuando en el Facebook de Emil
Sutovsky, que por entonces era top 100 mundial, pude leer: «No estoy
particularmente impresionado con los comentaristas del Torneo de
Candidatos». Aquello dio pie a un auténtico debate en su muro, donde
muchos aficionados se quejaban de que yo no fuera un gran maestro del top
100 mundial. Con mi compañera el linchamiento fue mucho mayor, al ser
una jugadora de «tan solo» unos 2300 puntos de Elo. Lo gracioso, como
siempre, es que la mayoría de los que hablaban mal de mi compañera no
sabrían distinguir un alfil de un caballo.
Yo creo que es evidente que los comentarios van dirigidos a un público
que no está entre los cien mejores del mundo, que el 99 % jamás ha pisado
un torneo de ajedrez y que muchos de ellos apenas saben mover las piezas.
Creo que es ridículo pensar que, si hablamos de fútbol, Messi o Ronaldo
puedan ser los únicos comentaristas con los que aprendamos algo. A la
gente le jode mucho, por ejemplo, que Divis no sea gran maestro. No creo
que Andrés Montes, uno de los mejores narradores de basket, fuera un gran
baloncestista.
Pues bien, en el terreno competitivo soy como Michael Jordan, aunque
soy el Jordan «de la salada», como dirían en Argentina, o el Jordan «del
mercadillo» o «del Rastro», que diríamos en España. En 2017 nos
encontrábamos Divis y yo compitiendo en uno de los torneos más fuertes
del mundo, el abierto de Gibraltar. Por casualidades de la vida, en la ronda
número 3 me tocó medirme contra Sutovsky, al que me enfrenté muy
motivado. Tras horas de una partida muy luchada llegamos, con tremendos
apuros de tiempo, a la posición que podéis ver a continuación:

Sutovsky, que conducía las piezas negras, acababa de jugar Th8,


ofreciéndome tablas a continuación. La posición estaba objetivamente
igualada, pero yo lo había notado muy nervioso por los apuros de tiempo, y
además recordé el debate que había generado el año anterior en su muro de
Facebook. Me quise hacer el héroe y rechacé las tablas, jugando la horrible
Cf6, que permite Ad2, y tuve que abandonar en pocas jugadas. Habría
quedado bien ganar la partida y hubiera sido una historia similar a las que
pueden verse en el documental de Netflix sobre Michael Jordan, cuando
machacaba en el campo a algún rival que antes le había negado el saludo o
algo por el estilo. ¡Pero yo me quedé en Jordan del Rastro! Como un
auténtico par de calcetines Kike de mercadillo, que por cierto son
fantásticos y poco tienen que envidiarle a los Nike.
Hace tres o cuatro años, Divis y yo nos hicimos muy aficionados a las
«batallas de gallos», lo que se conoce como freestyle rap o rap estilo libre.
Los raperos se suben a un escenario e improvisan sobre determinados
temas. En ciertos aspectos, lo que hacen tiene muchas similitudes con el
ajedrez. En estas «batallas» raperas los reflejos mentales son
imprescindibles y el más mínimo error hace que pierdas la batalla, o la
partida. Llegamos incluso a ir al WiZink Center de Madrid para ver la
famosa God Level, en la que se hicieron con la victoria los raperos locales
Chuty y Skone. Algunos preguntaréis, ¿por qué cuentas esto, melón? Me he
ido a dormir muchos días viendo vídeos de freestyle y, por lo que he podido
observar, se trata de una comunidad en la que culebrean los haters que,
desde el anonimato de las redes sociales, insultan tanto a los raperos
participantes como a los miembros del jurado. El ajedrez lleva puesto un
sambenito desde siempre y es la creencia, muy arraigada, de que se trata de
un deporte que solo puede ser practicado por personas intelectualmente
superiores. Esto, en mi opinión, es una de las lacras de nuestro deporte,
además de ser totalmente falso y absurdo. Rescatando comentarios de los
seguidores de nuestros directos, se pueden leer cosas como esta, que
reproduzco literalmente:
Por supuesto que la mayoría de los niños se aburrirían con los comentaristas de Ajedrez. Así
mismo también se aburrirían con el Ajedrez mismo. Para que sepas, el Ajedrez es un deporte para
intelectuales, no es para cualquiera. El Futbol es impactante y engancha a cualquiera, pero el
Ajedrez no engancha a cualquiera, solo a los de gusto refinado, a quienes encanta poner a trabajar
el cerebro más que otra cosa.

En 2020, y tras el boom de la serie Gambito de Dama, muchas personas


famosas, incluyendo futbolistas, cantantes, políticos, streamers, etc., se han
acercado al mundo del ajedrez. Por ejemplo, ElRubius, uno de los
youtubers más famosos del mundo, ha estado jugando ajedrez en sus
streamings e incluso compitiendo en algún torneito online. A los
ajedrecistas nos debería parecer fantástico, ¿no? En mi opinión, solo puede
ser positivo que el ajedrez llegue cada vez a más y más personas. Para ello
hemos estado trabajando todos los apasionados por este deporte en los
últimos años. Queremos que llegue a las escuelas, que haya más torneos,
más ayuda para los deportistas de alto nivel. Pues bien, para miles de
personas del mundo del ajedrez, que un youtuber con millones de
seguidores difunda en las redes su interés por este deporte es una
«estupidez» y una falta de respeto porque, según ellos, ElRubius tiene un
nivel lamentable. Volvemos a lo de siempre: al apestoso tufillo elitista que
desprenden algunos que pretenden adueñarse del ajedrez creyendo que, por
mover las piezas mejor que otros, son más inteligentes.
«Es una vergüenza que transmitan estos torneos de tan bajo, pero tan bajo
nivel» o «Patético espectáculo» son algunos de los comentarios que se
pueden leer sobre la participación de ElRubius en un torneo. Quizás nos
vaya mejor a todos el día en que nos demos cuenta de que, en cuanto a nivel
ajedrecístico, ElRubius somos la mayoría y que en el ajedrez tiene cabida
absolutamente todo el mundo, tenga el nivel que tenga. Si no, ¿qué sería de
mí en el pádel?
Durante todos estos años, Divis y yo dijimos que teníamos que hacer una
recopilación de los mejores insultos que hemos recibido durante las
retransmisiones, y nunca lo hicimos por la pereza de tener que revisar un
montón de vídeos y su sección de comentarios, pero hemos llorado de la
risa haciéndolo ahora para este libro. Aquí os dejo una selección de los
mejores, todos ellos literales al 100 %:

Comentarios dedicados a Pepe:


¿Soy solo yo o a alguien más le parece inadecuado el estilo que usa el señor Cuenca al narrar?
Opino que esa forma de comentar es propia de los deportes de contacto, pero no me gusta para un
juego donde la inteligencia y creatividad son las mejores armas. Ciertamente me quedan dudas
sobre el intelecto del comentarista y le recomiendo irse a narrar otros deportes.

Pepe contra los duros siempre tiene el pecho fresquito. Es un crack comentando, pero la posta es
la posta.
(Este es de un amigo argentino tras mi derrota en la última partida del Campeonato de España
absoluto en 2019, que me hacía perder el título).

Muy gritón y no deja apreciar el juego… me imagino durmiendo con una mujer lo q debe ser.
Hijo de pene flácido.

Joder Pepe que feo eres. Ni con un palo te tocaba.

Sr. Cuenca, ¿se ha dado cuenta de que esto no es futbol? Le ruego que, mientras no vea un balón
en medio del tablero, haga comentarios en un tono acorde a esta ciencia. Atentamente, un
romántico del ajedrez.

Comentarios dedicados a Divis:


Encima de calvo, más aburrido que un cobrador de peaje. ¡Un poco de alegría, copón!

Divis, macho, no adivinas una sola jugada. No tienes el nivel para ser comentarista de un
campeonato del mundo. Hazte a un lado, que tu época ya pasó.

Qué pedante eres, amigo. Tu voz hizo que me saliera de tu video.

Divis, eres un villano bellaco. Analizas como un jugador de iniciación. ¿Dónde te regalaron el
título de maestro internacional?

Y, por último, el comentario estrella de un aficionado. En una de las


retransmisiones, Divis hizo unos comentarios sobre el budismo y un monje
budista, y este usuario confundió budista con putista:
Soy un aficionado al ajedrez, y no puedo más que sentir vergüenza ajena por las transmisiones en
español de los comentaristas Pepe y Divi. No discuto su valía profesional como jugadores, pero
como comentaristas, además de ser de un nivel ínfimo, es absolutamente impresentable en
muchísimos de sus comentarios. Va una muestra para mí imperdonable:
Vídeo del Airthings Master (9-11), última ronda de clasificatorio día 28/12/2020. Justo en el
minuto 2:12:00, por favor escúchenlo. Aparte del topicazo despectivo contra otra cultura que se
desconoce, no encuentro nada gracioso el comentario del Divi de descubrir su «lado putista». Y
no es mi intención faltarles al respeto, como sí muestran ellos contra los que chatean y les critican
con toda la razón, sino que se den cuenta de lo que representan, y se responsabilicen por ello. Hay
muchos comentarios de este tipo, este solamente es un ejemplo.
Por favor me gustaría que me respondiera algún responsable de Chess24; si ustedes consideran
que este tipo de comentarios se pueden visionar en una web tan prestigiosa, pues entonces no
opinamos igual. Llegados a estos términos quizás tengan que decidir otros estamentos si
comentarios de ese tipo son admisibles o no. Para mí desde el punto de vista ético desde luego que
no.
Espero su contestación, gracias por su atención.

¿Qué responder a un e-mail así? Y, por favor, no confundáis putista con


purista, a los que, como decíamos en el capítulo de retransmisiones,
entendemos perfectamente, y respetamos, además, que vean el ajedrez de
manera diferente a como lo entendemos nosotros.
Para terminar el capítulo os vamos a contar la anécdota del gran maestro
Iván Salgado en la Copa Dicharachera de 2019, uno de los torneos online
de más prestigio al que dedicamos un capítulo entero en este libro. Iván es
uno de los mejores jugadores del país; ha ganado el Campeonato de España
en dos ocasiones y representado a nuestro país en varias olimpiadas. Es un
muy buen amigo nuestro desde hace muchos años y un gran tipo. En la
primera ronda de este torneo se enfrentaba al gran maestro indio
Narayanan, una verdadera bestia a ritmo relámpago. El que consiguiera
llegar a 8,5 puntos pasaría a la siguiente ronda. Tras mostrar un juego
fantástico, Narayanan iba derrotando a Salgado por 8 a 0. Yo sé lo que es
sufrir una derrota de ese estilo en un torneo online ante varios miles de
espectadores; la sensación no es nada agradable. En mi caso, caí derrotado
5-0 en dieciseisavos de final del Campeonato Iberoamericano de 2020 ante
el gran maestro chileno Rodrigo Vásquez. Iván es muy expresivo y, cuando
perdió la octava partida, dio un golpe en la mesa y cortó sin querer la
llamada de Skype. El público pensó que había sido a propósito y que Iván
se había salido antes de que el match terminara. La realidad es que jugaron
la última partida y el encuentro terminó 8,5 a 0,5 puntos. Pues bien, aunque
tratamos de explicar varias veces lo que en realidad había sucedido, para
parte del público Iván se marchó antideportivamente. ¡Por eso el mundo
online es tan peculiar y quisquilloso! Meses más tarde aún se hablaba del
asunto.
Como hemos dicho varias veces en este capítulo, en el mundo del ajedrez
el ambiente es bastante bueno, en general, pero queríamos contaros algunas
situaciones divertidas que hemos vivido y que parecen desmentir la primera
afirmación.
La Copa Dicharachera: de la cocina a la televisión
iraní

Los jugadores profesionales de ajedrez llevamos años entrenando de


manera online. Es muy cómodo poder enfrentarte a los mejores jugadores
del planeta desde el sofá de tu casa, con tu música preferida de fondo, o
incluso desde una terraza con vistas al mar y con la brisa marina
acariciándote el rostro. Y así probar aperturas, ideas de laboratorio y, en
definitiva, poder medirte con jugadores de un nivel similar al tuyo. Lo que
nunca se había hecho era que un jugador narrase sus propias partidas
mientras las disputaba, que hiciese un striptease mental delante de los
espectadores, y lo hiciera con desenfado e incluso cachondeo. Así es como
nació en 2015 el concepto de «ajedrez dicharachero», nombre que le dimos
por aquel entonces y que ha permanecido durante todos estos años en el
mundillo ajedrecístico. Para un aficionado es de un valor incalculable que
un gran maestro vaya explicando sus planes e ideas mientras las piezas se
desplazan vertiginosamente por el tablero.
Gracias a la revolución tecnológica, el nivel de ajedrez ha crecido
exponencialmente en los últimos años. Recuerdo que, cuando yo era
adolescente, la única oportunidad de jugar con un gran maestro era
participar en los pocos torneos internacionales que se organizaban al año
cerca de mi ciudad. Y, para aprender de un gran maestro, la única manera de
hacerlo era contratarlo, con el consiguiente gasto económico. Hoy en día los
mejores jugadores del mundo realizan streamings y clases en vivo a través
de las redes sociales y de diferentes plataformas de ajedrez. Todo esto ha
ayudado considerablemente a una mayor socialización en nuestro deporte.
Una soleada tarde de la primavera de 2018 me encontraba con Divis
almorzando en su casa. El menú, como siempre que uno de los dos se atreve
a trabajar en los fogones, era más que cuestionable. Nuestro plato estrella
suele ser una tortilla precocinada del Mercadona, donde la artística
elaboración de los chefs consiste en agujerear el envase para que fluya el
aire dentro del microondas, como si se tratase de una cajita de zapatos con
gusanos de seda. Quizá no sea mala idea unos crujientes gusanitos al
microondas.
Innovar en una empresa es necesario, pero nunca resulta fácil. Si hay
algo de lo que nos sentimos orgullosos es de lanzarnos de cabeza, cuesta
abajo y sin frenos a por cada nuevo proyecto o idea alocada que se nos
ocurren. Digo que no es fácil innovar, porque esos nuevos proyectos
requieren un presupuesto extra que no resulta sencillo conseguir y su puesta
en marcha exige, además, muchísimas horas de trabajo.
Durante la sobremesa empezamos a divagar y a pensar en la posibilidad
de hacer algo que revolucionase el mundo del ajedrez. Hemos tenido mil
ideas estúpidas que no han cambiado absolutamente nada, pero por fortuna
aquel día y aquellas divagaciones sí fueron productivas: se nos ocurrió lo
que hoy se conoce como la «Copa Dicharachera». La idea era organizar un
torneo en el que los mejores jugadores del mundo comentaran en directo
sus propias partidas online y a ritmo relámpago (las partidas como mucho
duran seis minutos). La rapidez de las partidas, el subsiguiente estrés de los
jugadores y las diferentes emociones que este desataba durante el juego
hacían que el formato resultase superatractivo para cualquier aficionado.
Una partida de ajedrez rápido es una bomba de emociones. Más de una vez
he querido romper a golpes la mesa de mi escritorio tras perder por tiempo
una partida completamente ganada. Una de las cosas de trabajar con Divis
que más me han gustado desde siempre es que todo lo que sea innovar le
tira tanto como a mí. Si nos tenemos que dar un tortazo con un proyecto
fallido, pues no pasa absolutamente nada: el siguiente irá mejor; pero no
nos quedamos con las ganas de intentarlo. Pues bien, imaginaos la cara de
nuestros jefes alemanes cuando les propusimos la idea. Después de varias
horas redactando el proyecto, con la mayor de las ilusiones, no recibimos ni
un solo comentario; nuestra propuesta fue completamente ignorada y quedó
arrumbada en el cajón de las ideas estúpidas. Ante esa falta de interés por
las altas esferas de la empresa, el torneo pasó a tener un carácter local y
decidimos hacerlo solo en español, donde, afortunadamente, sí teníamos
cierta independencia para operar. Tras horas y noches de insomnio, pudimos
conseguir unos dos mil euros de presupuesto para premios, lo que es una
cantidad ridícula para atraer a los mejores jugadores de España y
Latinoamérica. Gracias a la amistad que nos une con la mayoría de los
ajedrecistas top de habla hispana, no faltó prácticamente ninguno a la cita.
La creciente popularidad de Chess24 jugó a nuestro favor, ya que algunos
jugadores consideraron que sería también un buen escaparate para
conseguir clases y eventos. Entre los favoritos se encontraban figuras de
talla mundial, como el cubano Leinier Domínguez (actual n.º 15 del
mundo), Paco Vallejo (n.º 1 de España y n.º 29 del mundo) y David Antón
(actual campeón de España). Las expectativas se superaron con creces y el
evento tuvo varios millones de visualizaciones. El carácter de los latinos y
de los españoles propició algunos momentos muy divertidos. Yo mismo
participé, cayendo en cuartos de final frente al que se declararía campeón,
Leinier Domínguez. Llevo compitiendo más de veinte años y no he vivido
una tensión igual a la que sufrí en aquella primera Copa Dicharachera. ¡El
miedo a ser masacrado por tu rival ante miles de personas está ahí, latente!
Divis cayó eliminado en segunda ronda ante el joven maestro internacional
malagueño Paolo Ladrón, después de un match muy igualado.
Tras el éxito de la primera edición los aficionados no hablaban de otra
cosa y querían que la Copa Dicharachera volviera lo antes posible. La gran
acogida del evento llamó la atención de nuestros jefes alemanes, que ahora
sí parecían convencidos y dispuestos a hacer algo a lo grande, algo que
reuniese a los peces gordos del mundo ajedrecístico, incluyendo al campeón
del mundo, Magnus Carlsen. Y a lo grande se hizo: 50.000 dólares en
premios y 124 grandes maestros de todo el mundo compitiendo por la Copa
Dicharachera, que ahora pasaba a llamarse Banter Blitz Cup, donde cada
jugador debía comentar sus partidas en su propio idioma. Una bomba en el
mundo del ajedrez, y fuera de él también, pues varios medios generalistas
se hicieron eco del evento, como explicaré más adelante. Durante el
desarrollo de la competición se sucedieron decenas de anécdotas
completamente inverosímiles. Por ejemplo, uno de los participantes, el gran
maestro indio Narayanan, estuvo a punto de quedar eliminado en los
cuartos de final frente al gran maestro venezolano Iturrizaga debido a un
apagón eléctrico en su ciudad. Perdió dos partidas decisivas, pero
finalmente pudo remontar y pasar la eliminatoria. Para que os hagáis una
idea del eco que tuvo el torneo, el periódico Times of India escribió sobre lo
sucedido y llegó a pedir un inversor eléctrico al alcalde de Kerala, ciudad
del jugador, para que pudiera disputar las semifinales en igualdad de
condiciones con su rival.
Otra de las anécdotas que revolucionó el mundo del ajedrez tuvo como
protagonista a la leyenda viva del ajedrez Gata Kamsky. Gata es un gran
maestro que nació en la Unión Soviética y que actualmente reside en los
Estados Unidos. Dejó el ajedrez a los 22 años, cuando ocupaba el puesto n.º
3 en el escalafón mundial, tras un doble intento frustrado de convertirse en
campeón del mundo. Tuvo una infancia bastante dura, marcada por la
educación que recibió de su padre, Rustam Kamsky, un exboxeador de
carácter violento que maltrataba físicamente a su hijo cuando sufría una
derrota. Durante los torneos que Gata disputaba en los Estados Unidos, su
padre lo encerraba en la habitación de hotel durante sesiones de
entrenamiento de más de diez horas, para alejarlo así de los vicios y
pecados del capitalismo. Imaginaos el nivel de estrés del chaval y cómo
pudo afectar a su carácter, a su formación y a su carrera. En una partida que
enfrentó a Gata Kamsky con el británico Nigel Short, Gata llegó a asegurar
a su rival que lo «mataría» si se le ocurría volver a hablarle durante la
partida. En 2004, y ya sin la agobiante presión de su padre Rustam, Gata
volvió a la competición y actualmente sigue dando guerra en torneos de
élite.
Pues bien, en la Copa Dicharachera —o Banter Blitz Cup— de 2019, una
de las estrellas que participaban en el torneo era Gata. En primera ronda
eliminó por 9-0 a la múltiple campeona de España y premio Reina Sofía
2018, Sabrina Vega. En segunda ronda se enfrentaba ante el n.º 1 chileno, el
gran maestro Cristóbal Henríquez. Nadie imaginaba que este match daría
tanto que hablar en el mundo del ajedrez. En 2019 Chess24 aún no se había
fusionado con las otras empresas que conforman hoy día el grupo Play
Magnus y el presupuesto a veces era escaso. Divis y yo hemos hecho de
comentaristas, diseñadores, entrevistadores y productores, todo a la vez, en
muchos eventos; eso sí, de cintura para abajo siempre en chanclas y
bañador y de cintura para arriba bien arreglados, que es lo que la cámara
captura. Pues bien, en ese match actuaba como productor del streaming de
Gata Kamsky. Normalmente no tenía que hacer prácticamente nada,
simplemente cambiar el marcador tras una partida, entrevistar al jugador al
acabar el match y poco más. Las partidas se disputaban a tres minutos sin
incremento. Gata Kamsky viene de una época más romántica y caballerosa,
donde tal vez fuera descortés continuar jugando la partida en una posición
perdedora. Eso ahora no tiene ningún sentido, y el tiempo es considerado un
factor más que el jugador debe tener en cuenta. Pues bien, en la tercera
partida del encuentro llegan a un final de torre y rey contra torre y rey, lo
que evidentemente son tablas muertas, pero Gata tiene poco tiempo y acaba
perdiendo por bandera. En ese momento yo ya veía que estaba a punto de
explotar e iba a ponerse a despotricar, pero consiguió contenerse y siguió
jugando.
En la cuarta partida Cristóbal le vuelve a ganar, y yo me disponía a
cambiar el marcador cuando Gata se dirige a mí y me dice literalmente:
—No voy a jugar esto. Me ha ganado por tiempo torre contra torre y
pienso que es una falta de respeto, así que no voy a jugar esto. Le puedes
decir que ha ganado el match, que enhorabuena y que hasta luego.
Tal fue la sorpresa que me llevé que lo único que alcancé a balbucear fue:
—¿En serio?
A lo que Gata respondió:
—Totalmente en serio. Me parece absolutamente insultante y un
sinsentido que gente así… él tiene menos ranking que yo, y yo SOY UNA
PUTA FAMOSA LEYENDA, excandidato al título mundial… que semejante
capullo esté intentando ganarme por tiempo, torre contra torre sin peones.
Es una absoluta falta de respeto.
Y de este modo, tras quedarse más a gusto que una cesta de gaticos al
lado de una estufa, salió de la llamada y nos dejó uno de los momentos más
memorables de la historia del ajedrez moderno. Hay que decir que
pensamos que Gata no tiene razón, ya que conocía perfectamente las reglas
del torneo; en partidas a tres minutos el tiempo es un factor decisivo y su
rival no hizo nada ilegal. Y ya se sabe: lo que no es ilegal… es legal.
Divis y yo llorábamos de risa, pero sabíamos que esto iba a traer cola en
diferentes medios. Y la trajo; tanto es así que la historia no termina aquí, ni
mucho menos. A los pocos días, Chess24 decidió lanzar un merchandising
de sudaderas y camisetas con la inscripción «I am a famous fucking
legend». El gesto no gustó nada a Gata Kamsky, que escribió una nota en su
cuenta personal de Facebook en la que reclamaba su parte por la mercancía
vendida e incluía una advertencia, dirigida a los de Chess24, para que
tuviéramos cuidado si nos cruzábamos con él en las calles de Brooklyn.
Así fue cómo cayó sobre nuestras cabezas, indirectamente, la amenaza de
Gata Kamsky y cómo Gata, tras su célebre salida en aquel match contra
Cristóbal Henríquez, consiguió convertirse en una verdadera leyenda. Hay
que decir que, en la actualidad, nuestra relación con Gata es buena. Con las
aguas calmadas, Chess24 y Kamsky hicieron las paces; de hecho, volvió a
jugar un match amistoso contra el chilero Cristóbal Henríquez, ahora con
dos segundos de incremento por jugada, donde Gata arrasó a su rival. ¡Dos
segundos son dos segundos!
En el terreno personal, tenemos que decir que la Banter Blitz Cup fue
también apasionante. Tanto Divis como yo tuvimos que jugar una ronda
previa para poder entrar en el cuadro principal de los 128 jugadores
elegidos. Una vez publicado el cuadro, nuestra motivación era
extraordinaria. Si Divis conseguía pasar la previa se enfrentaría en primera
ronda al gran maestro polaco Duda, actual n.º 22 del mundo. En mi caso, el
regalito era aún más goloso. Si conseguía pasar la previa y luego la primera
ronda, ¡me cruzaría con el campeón mundial Magnus Carlsen en
treintaidosavos de final!
No sin alguna dificultad, ambos conseguimos pasar la previa, Divis ante
la gran maestra alemana Melanie Lubbe y yo ante el maestro FIDE
canadiense Lefong Hua —sí, sí, se hicieron muchas bromas con el nombre
de mi rival—. Divis disputó su match contra Duda, cayendo
contundentemente por 8,5 a 0,5. ¡Esas tablas supieron a gloria! Y es que
sacarle unas tablas al n.º 22 del mundo a ritmo relámpago produce una
inmensa alegría.
En mi caso, me enfrentaba en segunda ronda al gran maestro georgiano
Levan Pantsulaia, de unos 2600 puntos de Elo FIDE y en aquella época
posicionado en torno al n.º 200 del mundo, mientras que yo contaba con
2523 puntos de Elo FIDE y era aproximadamente el n.º 500 del mundo.
Levan, obviamente, era el gran favorito para pasar a la siguiente. Nunca me
he sentido tan motivado en una competición como en aquella ocasión. La
recompensa, si ganaba, era más atractiva para mí que cualquier premio en
metálico. ¡Tendría la opción de enfrentarme en un match a Magnus Carlsen!
Recuerdo los días previos con muchos nervios y preparando la partida
desde que me levantaba hasta que me iba a dormir, revisando sobre todo el
repertorio de aperturas de mi rival e intentando buscar ideas que pudieran
sorprenderlo. Había una gran expectación en la comunidad ajedrecística de
habla hispana y yo estaba aterrado ante la idea de cagarla
considerablemente y hacer el ridículo en aquel match. Llegó el día del
enfrentamiento y las cosas salieron mucho mejor de lo esperado. Terminé
ganando el match por 9 a 0 gracias a algunos golpes de suerte y a que
estuve bastante rápido en general. Al terminar tuve una sensación parecida
a las que experimenté al acabar los exámenes de la universidad cuando
estudiaba Ingeniería de Caminos en Granada. Esa extraordinaria sensación
de relajación que me permitiría dormir a pierna suelta en los próximos días.
Me había ganado el derecho de jugar contra el campeón del mundo y para
mí el resultado era lo de menos. Por supuesto, traté de preparar algunas
ideas de apertura con ayuda de Divis, aunque todos sabíamos que iba a ser
casi imposible sorprender al campeón.
Pues bien, ¡llegó el gran día! Recuerdo que la partida se jugó en
diciembre de 2019. Yo me encontraba en el Torneo Internacional de Sitges,
trabajando como comentarista. Comenzamos el match y ya en la primera
partida recibí una soberana paliza del campeón del mundo, un ataque en
tromba que me hizo quedar como un auténtico principiante: 1-0, 2-0, 3-0, 4-
0, y así hasta el 7-0, donde tuve algunas opciones de puntuar. Pero el
campeón me superaba una y otra vez. Es increíble la precisión que tiene y
cómo hace sufrir al rival en cada una de las partidas. Para mí era como
darme un cabezazo tras otro contra un muro de piedra. El match se ganaba
al llegar a 8,5 puntos, así que no me quedaban muchas más oportunidades
para puntuar. Pues bien, en la octava partida conseguí arrancar unas tablas,
que tanto yo como los aficionados celebramos como si el Betis hubiera
ganado al Bayern de Múnich la final de la Champions League. Tras la
euforia de las tablas, auguré en tono irónico «Comienza la remontada», pero
Magnus me ganó la última partida, endosándome un bonito 8,5 a 0,5. Aquel
fue, sin duda, uno de mis mejores momentos como ajedrecista. Los
jugadores de ajedrez, como la gran mayoría de los deportistas, somos muy
competitivos y se me quedó clavada la espinita de no haber podido ganarle
una partida al campeón… aunque debo confesar que me sentí algo mejor
cuando luego, en semifinales, Magnus endosó un 9-0 al gran maestro ruso
Sjugirov, n.º 79 del mundo. Estos son algunos de los comentarios más
divertidos que la gente dejó en YouTube sobre este match:
Estuvo parejo hasta que empezó.


¿Habrán sido las tablas más celebradas en la historia del ajedrez?

I don´t know much Spanish, but I did understand «¡Qué dolor! ¡Qué dolor!» in the first game ;-)


Al Divis casi que le crece el pelo de la emoción con las tablas.


Brutal leñera la que te llevaste, Pepe. Eso fue pelea de tigre con burro amarrado.

Otro de los retos que afrontamos como organizadores de esta Copa


Dicharachera fue conseguir que los jugadores realmente hablaran y
comentaran sus partidas mientras las jugaban. Hay una abismal diferencia
de nivel cuando uno puede jugar en silencio a cuando uno tiene que ir
comentando sus propias partidas, lo que provoca una disminución drástica
de la concentración. En la primera edición, que hicimos solo en español y
para público hispano, esto no supuso ningún problema gracias al carácter de
españoles y latinos. Pero en las siguientes, con jugadores y espectadores
internacionales, más de una vez tuvimos que adoptar el papel de «poli
malo» y «regañar» a algunos jugadores para que hablaran más. Recuerdo
una conversación que tuve, durante la II Copa Dicharachera, con el gran
maestro Alexander Moiseenko, de Ucrania:
—Alex, tienes que hablar un poco más.
—Sí, ya lo sé.
A los dos minutos sigue sin soltar una sola palabra y tengo que insistir:
—Alex, siento molestarte de nuevo, pero esto es la Copa Dicharachera y
es imprescindible que comentes las partidas.
—Sí, lo sé. Perdón.
Otros dos minutos sin decir ni mu, así que vuelvo a la carga:
—Alex, es la última vez que te lo digo. Me sabe muy mal todo esto, pero
vamos a tener que ponerte una advertencia.
—No puedo hablar tanto como tú, pero lo voy a intentar.
¡Y finalmente acabó hablando a regañadientes!
Esta segunda edición de la Copa Dicharachera marcó un antes y un
después en el ajedrez online. No cabe duda de que su dotación de 50.000
dólares en premios le conferían rigor y seriedad, lo que no obsta para que se
convirtiera también en un auténtico show en el que algunos jugadores
aparecían disfrazados y otros incluso cantaban. Fue el caso del gran maestro
checo David Navara, que llegó a versionar el Yesterday de los Beatles
poniéndole una letra relacionada con el ajedrez.
La mayoría de los aficionados querían la final que se dio en esta segunda
edición de la Copa Dicharachera: Magnus Carlsen contra Alireza Firouzja.
El campeón del mundo contra un joven iraní que por entonces contaba
solamente con 16 añitos y que ya se encontraba en el top 50 mundial.
Muchos expertos consideran que está llamado a ser el próximo aspirante al
título mundial en un plazo corto de años. La final era retransmitida por
Carlsen, por Firouzja y en varios idiomas adicionales más. Yo fui el
comentarista en español de esta batalla, una de las más emocionantes que he
vivido en los últimos años. Aquello fue un intercambio de golpes
espectacular, con partidas igualadísimas que se decidían en los últimos
segundos, o incluso décimas de segundo. Llegaron empatados 7,5 a 7,5 y,
por tanto, el ganador de la última partida se llevaría el título y los 14.000
dólares del primer premio. Yo estaba ya con la voz completamente rota, por
la emoción que ponía en los comentarios. Pues bien, el joven iraní ganó esta
última partida de manera espectacular, consiguiendo una victoria histórica
frente al campeón del mundo.
Numerosos medios, entre ellos The Guardian, se hicieron eco de esta
fantástica final. La televisión nacional iraní, en sus secciones deportivas de
diferentes telediarios, incluyó fragmentos de nuestros futboleros
comentarios en español.
Y así fue como una estúpida idea que tuvimos Divis y yo, mientras
comíamos tortilla precocinada del Mercadona, llegó a la televisión nacional
iraní y a los medios generalistas británicos.
A propósito, los gusanos al microondas están regular.
Las trampas en ajedrez: el superyayo Igor Rausis

Durante los últimos años, el dopaje ha sido un gran problema en muchos


deportes. Uno de los ejemplos más claros es el ciclismo, donde se han
llegado a descubrir verdaderos entramados dedicados al dopaje. Médicos,
deportistas, directores de equipo, entre otros, han sido sancionados con
dureza en numerosas ocasiones. Quizás el caso más llamativo sea el de
Lance Armstrong, despojado de todos los resultados conseguidos desde
agosto de 1998 en adelante, entre ellos los siete títulos consecutivos
obtenidos en el Tour de Francia, y suspendido de por vida para la práctica
del deporte profesional. Las pruebas demostraron que el equipo US Postal
puso en marcha «el programa de dopaje más sofisticado, profesionalizado y
exitoso que el deporte haya conocido en su historia», en palabras de Travis
Tygart, director de la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos (USADA).
En un deporte tan físico como el ciclismo, el dopaje puede ser
extremamente determinante para el rendimiento. Uno de los propósitos de
los tests antidopaje es mantener el deporte limpio de drogas. En plena
competición, las agencias antidopaje pueden aparecer en mitad de la noche
en las habitaciones de hotel donde se alojan los participantes para hacerles
tests y registros sorpresa. Como deportista debe de ser algo muy estresante,
sin duda alguna, pero la limpieza en el deporte bien vale estas molestias.
En el caso del ajedrez, existen ciertas sustancias que pueden ayudar a los
deportistas a mejorar el rendimiento cerebral, o la concentración. Ha habido
algunos casos de jugadores que se han negado a pasar un control antidopaje,
con la consiguiente sanción correspondiente. Yo mismo he sido testado en
un par de ocasiones en la liga portuguesa. Pero lo cierto es que el dopaje
químico o farmacológico no es un gran problema en el mundo del ajedrez.
El que sí lo es, y de una manera creciente e importantísima, es el «dopaje
electrónico».
En los años noventa se empezó a plantear si las máquinas de ajedrez
podrían vencer ya a los mejores jugadores del mundo. Garry Kasparov era
el campeón mundial por aquel entonces y en 1996 IBM, que había
desarrollado el programa de ajedrez Deep Blue, lo retó a un primer duelo
que tendría lugar en Filadelfia. Existía una gran expectación en todo el
mundo, no en vano se trataba de la batalla de las máquinas contra los
humanos, una especie de Matrix trasladada al mundo del ajedrez. Aunque
en la primera partida Kasparov cayó derrotado, finalmente consiguió
imponerse a Deep Blue por 4-2. Pero tras esta victoria, obtenida no sin
ciertos apuros, todo el mundo esperaba ansiosamente una revancha, que se
emplazó para el año siguiente. En 1997, Kasparov y Deep Blue se citaron
en el Equitable Center de Nueva York para un match que llegaría a ser
histórico.
La sala de juego estaba completamente abarrotada y prácticamente todo
el público aplaudió la entrada de Kasparov, que nos representaba a todos, y
casi nadie al operador de IBM, que representaba al mundo de las máquinas.
Kasparov logró vencer en la primera partida, pero lo que pasó en la segunda
acabaría desquiciando al «ogro de Bakú» para el resto del encuentro. En el
medio juego Garry llegó a una posición ligeramente inferior. El campeón
mundial, ignorando el ataque de Deep Blue, se lanzó a la ofensiva creando
contrajuego contra el rey enemigo. Tal y como actuaban las máquinas de la
época, lo normal hubiera sido que Deep Blue continuara con su ataque, pero
entonces sucedió algo muy inesperado para Kasparov: la máquina realizó
una jugada «profiláctica», que paró por completo el ataque de Kasparov,
para posteriormente continuar su ofensiva con tranquilidad. Esto sacó de
sus casillas a Kasparov, que acabó perdiendo la partida y acusó a IBM de
contar con ayuda humana, algún ajedrecista oculto que le chivaba jugadas a
la máquina en los momentos clave. Kasparov pidió que los procesos de
cálculo de Deep Blue fueran publicados tras cada partida, algo que se le
negó, lo que provocó que sus nervios se fueran crispando más y más a
medida que avanzaba el match. Las tres siguientes partidas acabaron en
tablas y llegó a la última, la determinante, pues quien la ganara se llevaría el
triunfo.
El campeón del mundo hizo una jugada dudosa y muy arriesgada a
sabiendas, en plena apertura, pensado que Deep Blue no la tendría
programada en su base de datos. Un grave error, pues el equipo de grandes
maestros que asesoraba a IBM —entre los que se encontraba el ocho veces
campeón de España Miguel Illescas— la había incluido unas semanas antes.
Kasparov perdió la partida y con él los humanos perdimos por primera vez
en una batalla ajedrecística contra las máquinas.
Desde entonces todo ha ido a peor y, hoy en día, no hay absolutamente
ninguna duda que cualquier «módulo de análisis» decente arrasa con el
jugador de ajedrez más capaz, incluido el campeón mundial Magnus
Carlsen. Por eso el «dopaje electrónico» es tan peligroso: cualquier teléfono
móvil puede llevar instalada una aplicación, con un módulo de ajedrez
incorporado, que te puede aconsejar la mejor jugada en cada momento de la
partida. Numerosos son los casos en los que se ha sorprendido a jugadores
consultando su teléfono en los aseos.
En la mayoría de las competiciones internacionales se dispone un escáner
muy parecido a los que hay en los controles policiales de los aeropuertos.
Aun así, las medidas utilizadas no han sido eficaces al 100 % y se han dado
algunos casos rocambolescos que han revolucionado el mundo del ajedrez.
Vamos a contaros algunos de los más llamativos.
En 2011, la comisión de ética de la Federación Internacional de Ajedrez
(FIDE) suspendió por tres años a Arnaud Hauchard, gran maestro y capitán
del equipo olímpico francés; por dos años y nueve meses a Sebastien Feller,
joven promesa del ajedrez y jugador del mismo equipo; y por un año y seis
meses a Cyril Marzolo, maestro internacional y miembro de la Federación
Francesa de Ajedrez, por hacer trampas durante la Olimpiada de Khanty-
Mansiysk (Rusia) celebrada el año anterior. Hay que decir que Feller había
ganado la medalla de oro en el quinto tablero por su «excelente actuación»
en esta olimpiada.
Los hechos no dejarán indiferentes a nadie, tanto por el propio sistema
que idearon para trampear como por la manera en la que todo se destapó.
En primer lugar, ¿cómo se lo montaron? Según confesión de Marzolo, él se
encargaba de seguir las partidas de Feller por internet, las estudiaba con un
módulo de análisis y enviaba a Hauchard, por SMS, la jugada que Feller
debía realizar. ¿Y cómo trasmitía Hauchard a Feller la jugada indicada por
Marzolo? Al ser Hauchard el capitán de la selección francesa, se le permitía
estar en la sala de juego mientras sus jugadores disputaban el match. Se
sospecha que el método de comunicación entre ambos era el siguiente. En
las olimpiadas, cada equipo cuenta con cuatro jugadores y un suplente. Por
tanto, para Hauchard y Feller la situación de cada jugador se correspondía
con un número y una letra. Por ejemplo, el tercer jugador empezando por la
izquierda equivalía a la letra C y el número 3. Así, si Hauchard quería
indicarle a Feller que debía mover una pieza a d5, no tenía más que
colocarse detrás del cuarto jugador y después del quinto para indicarlo.
¡Menudos diablillos!
¿Cómo se descubrió el pastel? Un día, durante el transcurso de la
olimpiada, Marzolo se pasó por la sede de la Federación Francesa de
Ajedrez, de la que era miembro, para visitar a Joanna Pomian,
vicepresidenta de la federación. Estando juntos, Marzolo recibió un SMS
que Joanna, de alguna manera, alcanzó a leer. El mensaje decía así: «Filer
les coups sur le portable» (Envía las jugadas al teléfono). Aquello la hizo
sospechar un posible engaño, así que lo puso en conocimiento del
presidente de la Federación Francesa. El caso es que los otros jugadores del
equipo olímpico ya habían observado que el capitán Hauchard se
comportaba de forma extraña: se le veía muy nervioso y no paraba de entrar
y salir de la sala de juego, mostrándose especialmente preocupado por los
resultados del joven jugador Feller, de 19 años. Al terminar el evento, los
tres implicados fueron invitados a una reunión donde, tras ser presionados,
acabaron confesando «el crimen». En los foros de ajedrez, que han echado
humo con este caso, se ha llegado a especular con que todo se destapó por
un desengaño amoroso entre Pomian y Marzolo. ¿Será cierto? ¡Nunca lo
sabremos!
Cada deporte tiene su edad, ese momento en el que se alcanza el máximo
nivel. Por ejemplo, en gimnasia artística algunas competidoras tienen sus
mejores años a los 15 o los 16. Pues bien, en el nuestro suele ser en la
treintena, cuando tienes entre 30 y 40 años. Para que os hagáis una idea, en
la actualidad solamente hay tres jugadores en el top 100 mundial con más
de 50 años: Vishy Anand (excampeón del mundo y n.º 17 del mundo),
Vasilly Ivanchuk (n.º 58 del mundo) y Boris Gelfans (n.º 59 del mundo). A
partir de cierta edad, los reflejos mentales, cruciales en los apuros de tiempo
de las partidas, empiezan a mermar. Además, la condición física, otro factor
importantísimo, también se resiente. Los jugadores de ajedrez no paramos
de recibir «vaciles» sobre esto de amigos que no tienen relación con este
mundillo. A todos nos han dicho alguna vez:
—Oye, en serio, ¿el ajedrez es un deporte?
—Veo que has aumentado bíceps. Ahhh, ¿es de levantar el caballo,
verdad?
Pero lo cierto es que todo jugador de élite cuida su preparación física al
milímetro, de la misma manera que la propiamente ajedrecística o técnica.
Imaginaos un torneo de ronda doble, con dos partidas diarias, cada una de
las cuales puede durar unas cinco o seis horas. Estamos hablando, en total,
de unas doce horas de competición al máximo rendimiento cerebral, y todo
esto durante cinco o seis días. Uno acaba fundido, deshecho físicamente, y
cuanto más cansado estás, más errores cometes. Por eso en el ajedrez es tan
importante tener una gran resistencia física.
El último tramposo que ha revolucionado el mundo del ajedrez es Igor
Rausis, un gran maestro nacido en el año 1961 en Ucrania cuando esta aún
pertenecía a la extinta Unión Soviética. Jugó bajo bandera letona varias
olimpiadas, más tarde representó a Bangladesh y, desde 2007, a la
República Checa. Vamos, un verdadero trotamundos del tablero.
De 2003 a 2013, es decir, de los 42 a los 52 años edad, Rausis se
mantuvo entre los 2500 a 2550 puntos Elo, un nivel muy parecido al mío, y
en torno a los puestos 400-500 del ranking mundial. Hasta aquí todo
normal. Fue en 2013 cuando comenzó su ascenso meteórico, escalando en
puntuación hasta entrar en el selecto club de los 2700 de Elo y ¡alcanzar el
puesto n.º 53 del mundo!, convirtiéndose así en el jugador de más edad del
top 100 mundial. Este logro, rondando ya los 60, era evidentemente una
barbaridad. Una vez que entras en la treintena, subir 20-30 puntos requiere
ya muchísimas horas de esfuerzo y trabajo, y, aun así, es una tarea titánica.
Por poner un símil futbolero, es como si un jugador de tercera división
española consiguiera, a los 60 años, que lo fichara el Real Madrid y además
lograse triunfar en la Champions League. Al único deportista que veo capaz
de conseguir semejante proeza en algún momento es a Rafa Nadal, al que
puedo imaginarme perfectamente de «superyayo» ganando el Roland
Garros con 95 años y en silla de ruedas, como se quejó alguna vez su amigo
y oponente Nicolás Almagro.
Por supuesto, el milagroso despegue de Rausis comenzó a desprender un
tufillo sospechoso que no tardó en ser detectado en el mundo del ajedrez.
Para algunos jugadores resultaba evidentemente que estaba haciendo
trampas. Sin embargo, otros lo defendían y creían que estaba rompiendo
barreras. «¡El ajedrez no tiene edad!», «¡Todo es posible!», «¡Lucha por tus
sueños!», «¡Nunca te rindas!», decían algunos, y frases motivacionales por
el estilo. Hablando de frases motivacionales, no sé vosotros, pero yo nunca
he entendido a esos que ponen en sus redes sociales: «Feliz lunes. Empiezo
el día con una sonrisa». Eso sí que es postureo. Esas milongas se las cuentas
a otro. Lo cierto es que el sorprendente ascenso de Rausis era más falso que
el «por siempre juntos» de tu ex: durante el abierto de Estrasburgo de 2019
fue pillado in fraganti usando su móvil en el retrete.
La Federación Internacional llevaba algún tiempo vigilando a Rausis, en
especial Yuri Garret y el profesor Ken Regan, creador de un algoritmo
«antitrampas» que analiza las partidas de los jugadores para detectar
posibles fraudes y similitudes con el juego de los mejores módulos de
análisis. Ante las pruebas que los organizadores mostraron a Rausis, este
solo pudo admitir que había hecho trampas y lo que declaró fue lo
siguiente:
Sencillamente, ayer perdí la cabeza. Confieso que utilicé mi móvil durante la partida. ¿Qué más
podría decir? Estaba cansado después de la partida de la mañana. Todas las acusaciones en
Facebook también tienen su impacto. Al menos ha sido una buena lección, aunque no para mí. Yo
ya jugué mi última partida de ajedrez.

Como consecuencia de sus acciones, la Federación Internacional de


Ajedrez (FIDE) le retiró el título de gran maestro y le prohibió participar en
cualquier evento válido para la clasificación FIDE. La policía francesa
también se implicó en el asunto. Es importante que se endurezcan las
sanciones contra estos jugadores: no solo violan el fair play del ajedrez,
además están cometiendo un robo, ya que consiguen hacerse con cuantiosos
premios en metálico estafando a sus contrincantes. La historia del gran Igor
no acaba aquí. En 2020 apareció en otro evento en Letonia bajo el nombre
de Isa Kasimi. El gran maestro Neiksans, al reconocerlo, pidió
inmediatamente que lo expulsaran del torneo. ¡Menudo truhan!
Casos como estos, y otros que mencionaremos luego, han demostrado
que hacer trampas en un torneo de ajedrez es más es más que posible. La
paranoia del fraude se ha extendido sobre todo entre los torneos que
cuentan con menos recursos, en los que los métodos antitrampas son
prácticamente inexistentes.
El gran maestro Gaioz Nigalidze ganó el Campeonato de Georgia en
2013 y 2014. En 2015, sin embargo, captó la atención de todo el mundo al
ser sorprendido in fraganti haciendo trampas en el abierto de Dubái. Tigran
Petrosian, su rival en la sexta ronda, se quejó de que Nigalidze había ido
demasiadas veces al baño durante la partida, en posiciones cruciales. Los
árbitros revisaron el retrete, ¡y encontraron un smartphone y un micrófono
escondidos entre el papel higiénico! El georgiano negó que fueran de su
propiedad, pero en aquel móvil estaba abierta una de sus redes sociales y,
además, comprobaron que tenía una aplicación de ajedrez en la que estaba
la posición actual de la partida. Automáticamente fue expulsado del torneo
y suspendido durante tres años.
Para terminar con estas historias para no dormir, tengo que hablar de
Borislav Ivanov, un jugador búlgaro con unos 2200-2300 puntos de rating.
Yo mismo, en 2013, decidí no jugar en un torneo extremeño porque él
figuraba entre los participantes. Ivanov empezó a ser conocido en el mundo
del ajedrez en 2012, cuando consiguió algunas actuaciones como jugador de
superélite mundial en diversos torneos. El primer escándalo ocurrió en el
abierto de Zadar, en el que derrotó muy fácilmente a varios grandes
maestros. Los árbitros, sospechando que hacía trampas, decidieron
registrarlo, pero no encontraron nada y tuvieron que pedirle disculpas. Aun
así, y pese a carecer de pruebas sólidas, la Federación Búlgara decidió
suspenderlo durante tres meses. Pasado este tiempo, Ivanov volvió a la
carga y se vio envuelto en otro escándalo en un torneo en Bulgaria, tras una
partida muy sospechosa contra el gran maestro Maxim Dlugy; los árbitros
volvieron a registrarle y, en esta ocasión, Ivanov se negó a quitarse los
zapatos. Todo el mundo pensaba que Ivanov hacía trampa, aunque todavía
nadie sabía cómo. Pero sus andanzas terminaron, precisamente, en territorio
español, durante un torneo en Navalmoral de la Mata, en Cáceres. Una vez
más, Ivanov consiguió vencer contra todo pronóstico a varios grandes
maestros, pero fue expulsado del torneo en la sexta ronda: tras una
exhaustiva búsqueda, se había encontrado un dispositivo electrónico en su
ropa. Los árbitros le dieron la opción de continuar jugando, con la
condición de que mostrara el dispositivo, o abandonar el torneo, e Ivanov
eligió la última. Lo último que se supo de este tunante es que en 2017 fue
arrestado en Bulgaria por falsificación de documentos. ¡Al parecer el pájaro
falsificaba y vendía carnets de conducir!
Hasta ahora hemos hablado de trampas en el ajedrez presencial y en
torneos oficiales. Otro mundo completamente aparte es del ajedrez online,
que ha tenido un boom brutal en el año 2020 favorecido por la pandemia del
coronavirus y la serie Gambito de dama. A través de internet es mucho más
fácil hacer trampas. El anonimato envalentona a mucha gente que, además,
piensa que nunca van a pillarles. Algunos torneos organizados para
aficionados y dotados con algún premio en metálico han sido un verdadero
despropósito; en algunas ocasiones ha habido que descalificar a un muchos
de los primeros clasificados tras haberse descubierto que utilizaron ayuda
electrónica. Es cierto que predomina el fair play, pero siempre hay un
pequeño porcentaje de gente que hace las cosas mal. Ya existen algunos
programas que indican la casilla donde tiene que moverse una pieza en el
tablero virtual. Los torneos de superélite, sin embargo, sí están funcionando
muy bien y cuentan con abundantes recursos antitrampas, por ejemplo, se
pide a los jugadores que compartan pantalla a través de Zoom y existen
varias cámaras que proporcionan una vista general de la habitación donde
compiten los jugadores.
Durante la pandemia de 2020 decidimos colaborar con una comunidad
autónoma para organizar un torneo de aficionados de manera online. Pocas
veces he visto a Divis tan estresado y quemado, con ganas de estrangular a
más de uno. El problema de las trampas no es solo si un jugador las hace, es
sorprendido y queda o no eliminado del torneo, sino todo lo que arrastra.
Tras descubrirse que Fulanito o Menganito han hecho trampas y hacerse
público, comienza el Sálvame Deluxe en el mundo del ajedrez. Recuerdo la
siguiente conversación con Divis sobre ese torneo:
—Oye, don Pepe. Mira ese niño. Con 9 años tiene el 95 % de jugadas de
máquina en las últimas quince partidas. En el mismo número de partidas,
Magnus Carlsen tiene el 75 %, el Niño Antón (actual campeón de España)
tiene un 65 % y tú un 55 %. ¿Qué te parece?
—Blanco y en botella, ¿no?
—Además, fíjate en estas partidas (me muestra unas jugadas
completamente inverosímiles).
—¡Vaya locura!
—Pues me escribe primero su padre, y luego su profesor. Que si el niño
saca muy buenas notas, que tiene un comportamiento ejemplar, que es
amigo de sus amigos…
—Como si va al parque a echarle miguitas a las palomas y monta eventos
benéficos para los más desfavorecidos. Pero trampas ha hecho.
—Eso mismo le he dicho yo.
Por este tipo de cosas creo que el ajedrez online nunca reemplazará al
presencial. Es muy difícil garantizar que siempre hay juego limpio; además,
lo que más le gusta al ajedrecista, en general, es el ambiente tan bueno que
hay en los torneos presenciales.
Para terminar este capítulo os voy a contar una anécdota que sucedió
hace muy poco tiempo, en diciembre de 2020. Fui contactado por una
familia mexicana a través de mis redes sociales. Me empezaron a contar que
querían contratarme para unas partidas de entrenamiento con su hijo, ya que
le hacía mucha ilusión jugar contra un gran maestro por su cumpleaños. Yo
les dije que encantado, que lo que necesitaran. Llegó el día y nos llamamos
por Zoom. Aparece en cámara el chaval, que tendría como 9 o 10 años.
Hasta ahí todo normal. Empezamos a conversar y, de repente, se le cae la
cámara y la vuelve a reubicar, de tal manera que ahora, en la parte inferior
izquierda, se puede ver al padre con un ordenador. Comenzamos a jugar las
partidas y entramos en una defensa Philidor extremadamente aguda, con un
perfil muy poco humano, y las jugadas parecen completamente de máquina.
En realidad, el que estaba jugando era el padre. El crío, desde luego,
disimulaba muy mal. Yo me lo estaba pasando genial viendo cómo
montaban todo el circo y le comentaba que estaba jugando muy bien y le
preguntaba que si estaba entrenando mucho. El niño me respondía:
—Pepe, he estado practicando mucho. Últimamente estoy jugando bien
chido. Mi entrenador me ha dicho que puedo llegar a gran maestro el año
que viene.
Digo que el padre estaba jugando con ayuda de máquina, en primer lugar,
porque las jugadas que planteaba eran absurdamente fuertes e inhumanas y,
segundo, porque en un momento dado el papá tuvo la torpeza de compartir
pantalla por accidente y se pudo ver, al lado del tablerito, el programa
Stockfish, uno de los módulos de análisis más potentes del mercado. Por
supuesto, fui masacrado las tres partidas que jugamos. Accedí porque, de
alguna manera, no quería fastidiarle el cumpleaños al niño. Cuando me fui a
dormir aquella noche lo hice con una sonrisa, por la ridícula situación, y
triste por el chaval. ¿Qué padre contrata a un gran maestro para entrenar y
le pide a su hijo que finja que está jugando unas partidas, mientras él mismo
es el que lo hace con engaño?
Para terminar, me gustaría decir que en el mundo del ajedrez predomina
el juego limpio, pero las nuevas tecnologías hacen que el dopaje electrónico
sea un problema muy grave que se debe atajar cuanto antes por dos
motivos:
✓ La ayuda de las máquinas condiciona totalmente el nivel de juego
de cualquier persona. Si un tenista se dopa, conseguirá aumentar su
rendimiento en un pequeño porcentaje; pero si un ajedrecista se
dopa «electrónicamente», su nivel será mayor que el del campeón
del mundo.
✓ Un jugador experimentado solo necesitaría la ayuda de una máquina
en pocas posiciones cruciales durante una partida para ser
prácticamente invencible.
Historias de Supportlino

Mi grupo de amigos y yo somos unos enfermos mentales. ¿Cómo a alguien


que se llama Manuel Crespo se le puede acabar llamando Supportlino?
Manuel Crespo nació en 2014, o al menos es lo que decimos dentro de
nuestro más íntimo círculo de ajedrecistas de Granada, ya que, aunque en
realidad Manuel nació en 1988 y lleva en el mundillo de las 64 casillas más
de veinte años, no hicimos amistad con él hasta 2014. Siempre le he dicho
que es una versión desmejorada de Jax Teller, el protagonista de la serie
Hijos de la anarquía. Manuel es una de esas personas que uno conoce y al
minuto se da cuenta del buen corazón que tiene, además de tener un humor
muy fino.
Dicen que el lenguaje es algo vivo, siempre en desarrollo y constante
evolución. En mi grupo de amigos eso se lleva al extremo, poniéndonos
motes entre nosotros y jugando con las palabras de la manera más estúpida
que uno puede imaginar, y eso que todos superamos la treintena. Mi
hermano Paco, que se acaba de aficionar a la pintura, tiene el morro de
firmar como «Pacasso», emulando al gran pintor malagueño.
En menos que canta un gallo, Manuel pasó a llamarse Manolino. Su
nuevo nombre tuvo tanta aceptación que incluso se lo cambió en Facebook.
Durante los primeros años de vida de Manolino, a partir de 2014, todos
llegamos a la conclusión de que era un tío muy servicial y un grandísimo
apagafuegos. Cualquier problema informático que surgiera era resuelto por
Manolino, al que terminamos llamando también «el Cosillas» porque era
ese hombre del bricolaje que soluciona tus problemas, desde la instalación
del Microsoft Office, al Chessbase (software de ajedrez muy conocido en el
mundillo) o fusionar dos correos electrónicos en uno solo. Todo eso eran
tareas que solo Manolino podía resolver. Por todo lo servicial que era
empezamos a relacionarlo con el botones Sacarino, personaje de una
historieta cómica creada en 1963 por Francisco Ibáñez. Del cruce entre
Sacarino y Manolino nació Sacalino, que debido a esa enfermedad que
tenemos con las palabras acabó convirtiéndose en Sácalain, pronunciado a
la inglesa.
Manolino, al natural, y Charlie Hunnam, el actor que encarna a Jax Teller.
¿Se parecen o no?
© Kathy Hutchins / Shutterstock

En 2016, la web de Chess24 llevaba dos años en el mercado y el volumen


de usuarios y de clientes premium empezó a subir considerablemente. Por
eso se creó el departamento de Support, o atención al cliente. Manolino
acababa de licenciarse en Derecho, pero siempre había dicho que no le
gustaba la profesión, así que se nos ocurrió que podía ser la persona
perfecta para liderar el flamante departamento de Support. Una persona
paciente, eficaz y con buen rollo era el perfil ideal, así que convencimos a
nuestros jefes alemanes y lo contratamos. Y he aquí cómo, una vez más, su
nombre evolucionó de Manolino, Sacalino y Sácalain a Supportlino,
alcanzando ahora sí, con este nuevo mote, la excelencia. En este capítulo os
vamos a contar algunas de las anécdotas vividas con los usuarios en nuestro
departamento de Support.
Normalmente, cuando alguien contacta con este departamento es porque
algo no va bien. En una página web de ajedrez, como la nuestra, los
motivos pueden ser de lo más variopinto, desde gente que ha olvidado su
contraseña a los que quieren darse de alta o de baja de la cuenta premium.
Esto serían los casos normales, pero en Chess24 se han visto cosas que
jamás podríais imaginar. Hemos aprendido que algunos tienen la piel
finísima y que la cosa más tonta puede llegar a generar mucha crispación.
Como comentamos en algún otro capítulo, en Chess24 Divis y yo tenemos
lo que llamamos «las tres reglas de oro»: ni política, ni religión, ni toros.
Basta con que se nos escape la más mínima opinión personal sobre
cualquiera de estos temas para que estalle la bomba atómica de Hiroshima.
Hace un par de años se jugó un match en Barcelona entre una selección
de jugadores catalanes y otra de jugadores argentinos. Hasta aquí todo
normal, ¿no? Como se hace en Chess24 con todos los torneos, se
retransmitieron las partidas en la página web para que la gente las pudiera
seguir desde cualquier parte del mundo. ¿A quién puede ofender esto? Al
siguiente amigo:
Comunico mi deseo de NO RENOVAR mi cuenta premium. Hasta el momento, estaba encantado
con el trabajo y profesionalidad del equipo de Chess24. Era un honor colaborar activamente con
este proyecto ajedrecístico. Acabo de observar que están dando cobertura a un match Argentina
vs. Cataluña y, por principios, no puedo seguir colaborando con este tipo de propaganda. Siento
enormemente tener que dejar mi cuenta premium.

A saber por qué, en la mente de aquel usuario, de repente, surgieron


connotaciones políticas de algo tan maravilloso como unas simples partidas
de ajedrez. Manolino, como siempre, lidió con él de la mejor manera
posible.
La verdad es que nos hemos echado muchas risas con los mensajes que
Manolino recibe en el Support. Uno nunca sabe qué puede molestar al
público cuando estás retransmitiendo tranquilamente un torneo de ajedrez
desde tu casa. Uno de mis favoritos es el de un usuario especialmente
sensible a nuestro uso de la palabra brutal. Aquí esta:
Sois comentaristas brutales de un juego brutalmente brutal: el ajedrez. Me lo paso brutalmente
viendo vuestras brutales retrasmisiones: son brutales. Una vez dicho esto brutalmente, no dejo de
hacerme una pregunta brutal. Divis, Pepe, Fo, Miguelito: ¿conocéis algún otro adjetivo u adverbio
diferente que no sea brutal o brutalmente? Recuerdo, cuando estudiaba, que para ilustrar un
comentario, embellecer una idea, resaltar una imagen… Bueno, como en el ajedrez: cuantas más
variantes y líneas, más bonito… Echad un vistazo a cualquier diccionario de sinónimos: hay
cientos, pero cientos, de brutales sinónimos de brutal. Y la queja no tiene nada que ver con el
hecho de haber logrado un lenguaje de retransmisión propio, divertido, campechano,
irremplazable, con usos y palabras propias, que todo eso está muy bien. Pero es que tanto brutal,
cansa brutalmente. Oíros un día a vosotros mismos y comprenderéis. Brutal. (Atención Miguelito:
básicamente es la misma crítica que, básicamente, se puede hacer contigo: básicamente hay otras
palabras que, básicamente, se pueden utilizar en su lugar. El idioma lo agradece, el comentario
también).
Este otro mensaje me recuerda mucho a mis amigos usuarios que tienen
TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Durante el último año hice los
directos desde un cuarto que tiene un armario empotrado en la pared del
fondo. A veces, sin darme cuenta, este armario se me quedaba abierto, y
empezaba a recibir mensajes en los chats que me pedían por favor que lo
cerrara:
Pepe, te amo y amo tus directos, pero te ruego que cierres la rendija abierta del armario. Tengo
TOC y lo paso realmente mal.

Por supuesto, no faltan las personas convencidas de que el mundo gira en


torno a ellas:
He jugado varias partidas contra supuestos adversarios humanos con un Elo superior al mío
(alrededor de 1000) y repasando el historial de estos adversarios observo partidas en las cuales
mis adversarios abandonan en posiciones que no justifican esa posición. Sospecho que ustedes han
creado una serie de trolls que se ofrecen para jugar conmigo y perder para que yo alimente mi ego
y mi Elo. Me gustaría que me dijeran algo al respecto. Gracias.

El mensaje es espectacular: nosotros creando trolls u ordenando a gente


que juegue contra un usuario para subirle la autoestima. Somos unos
verdaderos samaritanos. Divis tiene fama de buena persona, pero con cosas
como esta, francamente, se está pasando.
En una ocasión prácticamente nos amenazaron con llevarnos al Tribunal
Internacional de La Haya por quitarle unos puntos de Elo a un usuario tras
perder una partida porque, a su juicio, eran más de los que correspondían:
Y de la misma forma, el mismo día, habiendo ganado seis partidas, no llegué a sumar 100 Elos.
Cada partida por mí perdida, ME DESCUENTAN 42 PUNTOS. ¿ESO TAMBIÉN ES
«EQUIDAD» PARA USTEDES? Seis partidas ganadas a 40 puntos cada una, son 240 puntos.
Creería que hay un tema personal (aunque no me conozcan), o contra mi nacionalidad
(Argentina). Aun así, y pese a mi formación jurídica de más de 42 años, NO HARÉ NINGUNA
QUEJA A LA CORTE INTERNACIONAL DE DERECHOS HUMANOS SITUADA EN LA
HAYA. Sin otro particular, y muy a mi pesar, saludo a Uds. Muy atentamente.

Manolino nos enseñó este mensaje al maestro internacional Marcos


Camacho y a mí, una noche que estábamos de copas y jugando partidas de
ajedrez. Manolino es la persona más correcta y con más paciencia de la
historia, pero a mí a veces se me mete el diablillo dentro del cuerpo, así que
le convencí para contestarle lo siguiente:
Estimado usuario, nos complace anunciarle que tiene usted razón. Le devolvemos esos 42 «Elos»
por su fidelidad durante todos estos años. Ah nooo, espere, olvídese. Nos vemos mejor en La
Haya en los tribunales. Pero cuidado, que Supportlino estudió Derecho. Por cierto, Argentina es el
mejor país del mundo. Viva el dulce de leche y Wosito, rey del freestyle argentino.

Hay que decir que también nos llegan mensajes de apoyo que emocionan
bastante. Me hizo mucha ilusión cuando un usuario nos mandó una canción
de heavy metal que había compuesto y grabado en su estudio,
dedicándonosla. En otra ocasión nos contactó el dueño de la óptica
Belavista situada en Bueu, un pequeño pueblo de la provincia de
Pontevedra. En 2020, durante la primera cuarentena y estado de alarma por
el coronavirus, yo me encontraba en Madrid, en casa de Divis. Me había
desplazado allí para comentar el torneo de Candidatos, que empezaba el 11
de marzo de 2020. Pensaba volver a mi casa a las dos semanas, pero con
todo el lío del bicho me quedé atrapado en Madrid hasta mayo,
compartiendo el salón de la casa de Divis con la maestra internacional
Florencia Fernández, jugadora argentina que se quedó siete meses atrapada
en España ya que no había vuelos para su país. Un día, Flor decidió
despejar el salón, ya que daba la sensación de que padecíamos el síndrome
de Diógenes. Recogió el mantel, enrollándolo sobre sí mismo, y salió con él
al balcón para sacudir las mijillas. Flor no se había dado cuenta de que mis
gafas estaban encima del mantel, así que, cuando lo sacudió, mis gafas
salieron volando desde un cuarto piso, junto con las migas, cayendo en la
acera, donde reventaron y quedaron hechas añicos. Cuando Flor,
completamente apurada, me contó lo sucedido, lejos de molestarme me
pareció superépico y fue lo primero que conté en la siguiente retransmisión.
Al terminar, Supportlino recibió el siguiente mensaje:
Hola, estoy siguiendo hoy 03/07 la final del Chessable y acabo de escuchar que el gran Pepe
Cuenca ha perdido sus gafas y que las otras que tenía se las tiró Florencia desde un cuarto piso
xDD.
Soy un fiel seguidor vuestro, y de vuestras retransmisiones, y como tengo una óptica en Bueu, un
precioso pueblo marinero de las Rías Baixas, en Pontevedra, se me ocurre que si Pepe se pone en
contacto conmigo para darme su graduación estaría encantado de enviarle unas bonitas gafas,
cortesía de Belavista Óptica :-D

¡La cantidad de gente encantadora que nos hemos cruzado en todo este
camino es indescriptible! Estos mensajes se alternan con otros un poquito
menos cariñosos:
La puta que les reparió, hijos de puta. Siempre la misma mierda con el reloj, forros. Decreten que
ganen los que tienen buena conexión, directamente, basuras. Identifíquese, ¿quiénes son? Sus
nombres, DNI, etc. En el anonimato nada. ¿Qué se piensan, que porque tienen una empresa grande
me voy a bancar su puta impunidad, hijos de mil putas? Cara a cara.

Última vez que solicito respeto, y se tengan en cuenta mis solicitudes, de jugar sólo y
exclusivamente con socios bien identificados, nacionalidad y nombre propio explicitado.
Asimismo, se me responda de forma personal, identificándose con nombres y apellidos, quien se
responsabilice de la gestión. Si no es así, abstenerse de responder, acudiendo a otras instancias
para resolver lo que considero una tortuosa y reiterada falta de respeto a mi persona, cómo socio y
cómo ciudadano de pleno derecho.

Es realmente curioso el tipo de persona que escribe al servicio de


atención al cliente de Chess24 porque ha perdido una partida de ajedrez por
mala conexión. Lo más divertido es que, normalmente, quienes escriben
estos mensajes no han pagado un solo euro a la empresa y disfrutan
gratuitamente de todos los servicios. Y el tío exigiendo que identifiquemos
en la página a todo quisqui que ose jugar una partida con su majestad.
Aunque tanto insistir en que es un ciudadano de pleno derecho es de jugón.
¡Crack de cracks!
También hay gente que cree que vive en el castillo de Hogwarts con
Harry Potter y compañía. ¡Expelliarmus! ¡Wingardium Leviosa!:
Hola, amigos. Lo que me sucede es simple. Primero me hace trampa en el tiempo. Y después me
cambia piezas de lugares. Creo que debe ser la misma gente. Le pido ayuda por favor. Gracias.

Y este también me gusta mucho:


Me he enfrentado en diversas ocasiones con un jugador que se llama Guest. Le he ganado varias
partidas, pero siempre tiene 1500 puntos Elo exactos. Esto no me parece normal y creo que debe
haber algún tipo de artimaña. Espero que me lo aclaren.

Tal vez conviene precisar que, en nuestra plataforma, a cada jugador que
entra sin registrarse se le asigna el nombre de usuario de Guest y una
puntuación de 1500.
Para terminar el capítulo, lo haremos contando la historia de Joaquín y
del «Romance diablillo». Joaquín es un usuario de los leales, de los que
lleva apoyando el proyecto desde que prácticamente empezamos. Eso sí,
Joaquín cuando sale, sale. No tiene pinta de ser de esos que toman una copa
de vino, leen un libro y mañana será otro día. Joaquín, cuando sale, quema
las calles y, a la vuelta, le da por escribir siempre en los chats de las
retransmisiones. Además, uno puede darse cuenta fácilmente de cuándo
Joaquín está de farra o no. Hay gente que cuando está «de furia» le da por
llorar, a otros por reír, a otros por abrazar a todo el mundo. Pues a Joaquín,
cuando está en pleno éxtasis de fiesta, le da por meterse en el chat de
Chess24 a quejarse de lo mismo. La última conversación con Joaquín fue:
—Puta mierda de página Chess24. Estoy hasta los cojones, quítenme el
premium. ¿Por qué siempre me empareja el sistema con negras? Las últimas
25 partidas las he jugado con negras. Puta basura de página. Quítenme la
cuenta premium y os la metéis por donde os quepa.
—Joaquín, acabamos de revisar tu perfil y, de tus últimas 500 partidas,
250 son con blancas y 250 con negras.
El tema es que Joaquín no solo comenta en los chats, sino que escribe a
Support y publica en todo tipo de redes sociales. A mí me encanta cuando
aparece Joaquín, porque es una de las pocas cosas que saca a Divis de
quicio, y mira que tiene tanta o más paciencia que el mismísimo
Supportlino. Lo más bonito es que al día siguiente, cuando Joaquín ha
superado el resacón, nos pide perdón. Y el ciclo se vuelve a repetir siempre
cada equis semanas. Es un bucle infinito con el grande de Joaquín, al que
queremos mucho.
Entre los seguidores de Chess24 hay mucho talento, y uno de ellos se
animó a escribir el «Romance diablillo», que habla de Granada, mi tierra, y
del argot que se ha ido creando en las retransmisiones. Lo encontraréis al
final del libro. Por cierto, con la palabra diablillos nos referimos a los
alfiles, porque tienen mucha malicia. Como pueden ustedes observar, en el
departamento de atención al cliente de Chess24 se trabaja con una sonrisa
de oreja a oreja.
Parte 2
LA VUELTA AL MUNDO EN 64
CASILLAS
El Saint Louis Chess Club y el camión del helado

Si existe una meca o capital mundial del ajedrez es definitivamente la


ciudad de San Luis (Misuri), en los Estados Unidos. Erigida a orillas del río
Misisipi, cuenta hoy en día con el monumento más alto del país, el arco
Gateway, que rinde homenaje a Thomas Jefferson y a la posición de San
Luis como puerta de entrada de Occidente, a las infinitas praderas de
Norteamérica. Con total seguridad, es la ciudad con más grandes maestros
del mundo. Uno esperaría que esto sucediese en ciudades como Moscú,
Nueva York, Londres, o cualquier otra gran capital con más tradición
ajedrecista. ¿Cómo es posible esto entonces? ¿Qué atractivo oculto tiene
San Luis para que cientos de jugadores profesionales de nuestro deporte
emigren desde sus países de origen para acabar instalándose allí? La razón
tiene nombre propio: Rex Sinquefield, uno de los millonarios más
influyentes y poderosos de los Estados Unidos.
Rex Sinquefield es un hombre de negocios, inversor y filántropo, además
de un gran aficionado al ajedrez desde hace muchos años. En pleno centro
de la ciudad, en uno de los barrios más exclusivos, Maryland Avenue, existe
una calle donde destaca de manera absoluta el ajedrez. Lo primero que Rex
construyó fue un club de ajedrez, el Saint Louis Chess Club. Esto, de
momento, no parece nada especial, ¿verdad? Cualquier aficionado ha
visitado varios clubes de ajedrez, pero este no es un club de ajedrez al uso,
de los que conocemos en España o Latinoamérica. Los clubes a los que
estamos acostumbrados por aquí son locales sin demasiados lujos, con una
o dos personas a su cargo, unos cuantos tableros y libros de ajedrez. Quizá
también alguna araña que mira aburrida desde su rincón favorito. No es el
caso. El Saint Louis Chess Club impresiona desde que entras por la puerta.
Cuatro recepcionistas con pinganillo te atienden con la mejor de las
sonrisas, como si uno fuera cliente del hotel Radisson. No se trata de un
pequeño local, sino de un edificio completo de tres plantas donde trabajan
de veinte a veinticinco personas a tiempo completo. En las mesas de fuera,
en la amplia acera de la calle, varios indigentes conversan y juegan al
ajedrez con algunos de los instructores del club, que tiene un programa de
ayuda a través del ajedrez para personas sin techo.
La primera vez que entré en uno de los baños del club, pensé
literalmente: «Este es el mejor lugar del planeta para deshacerme de los
restos de mi última comida». Hasta ese momento creía que los baños para
minusválidos de los aeropuertos eran lo más amplio que yo había visto en
mi vida, pero en el Saint Louis Chess Club los habían superado. En la
planta baja trabajan informáticos, diseñadores, técnicos de sonido,
productores, etc., todos dedicados a conseguir que las transmisiones de
torneos de élite se acerquen lo máximo posible a la perfección. En la misma
planta, existen dos estudios profesionales, uno para inglés y el otro para un
idioma secundario, que suele ser ruso o español. La planta superior está
reservada para impartir clases y para la realización de supertorneos de élite,
entre los que se encuentra la Sinquefield Cup, uno de los mejores torneos
del mundo, donde participan Magnus Carlsen, Fabiano Caruana y otros
tantos jugadores del top mundial.
Uno podría pensar «Bueno… ¡no es para tanto!», pero hay más. En la
misma calle, y pegado al club, Sinquefield tiene también un restaurante que
se llama Kingside o ‘flanco de rey’. Además, a unos cien metros de
distancia, el club cuenta con alojamientos para los jugadores, periodistas,
fotógrafos, comentaristas y profesionales que asisten a los diferentes
torneos. Pero no estamos hablando de pisos normalitos, como en el que yo
me he criado, de 85 metros cuadrados para cuatro personas. ¡Son jodidas
CASAS, como la de los Simpsons! Tres plantas, jardín, piscina, chimenea…
Llegué a sentirme mal cuando me dieron una casa para mí solo durante una
semana. ¡Me sobraba el 90 % de la misma!
Para terminar con la descripción de esta miniciudad ajedrecística, justo
en frente del club se encuentra el World Chess Hall of Fame, el ‘salón
mundial de la fama del ajedrez’, una organización sin ánimo de lucro que
ofrece varios programas para explorar la dinámica relación existente entre
arte y ajedrez, incluyendo actividades educacionales y exhibiciones sobre
los campeones mundiales de ajedrez. En la entrada se exhibe un récord
Guinness: la pieza de ajedrez más grande del mundo. The great black king,
lo bauticé de inmediato. Y por supuesto, al museo no le falta una bonita
tienda de souvenirs.
El primer contacto que tuvimos con el Saint Louis Chess Club fue en
septiembre de 2018. Divis, en su incansable labor de networking, entró en
contacto con los directivos del club. Les gustó nuestro trabajo y decidieron
contratarnos para ser los comentaristas en el torneo Champions Showdown
que se celebraría en San Luis, donde varios jugadores de élite se
enfrentaban en formato ajedrez 960, también llamado ajedrez aleatorio de
Fischer o sistema Fischer Random Chess, en honor al excampeón del
mundo Bobby Fischer. En esta variante del ajedrez se sortea la posición de
las piezas de la última fila, evitando así la denominada «teoría de
aperturas», y por tanto fuerza a los jugadores a crear, a improvisar desde la
jugada número uno. El bombazo del torneo era que Kasparov, retirado
oficialmente desde el año 2005, volvía a competir, así que su vuelta a la
competición tuvo en vilo a todos los aficionados de las 64 casillas. Se
enfrentaría a otro excampeón mundial, el búlgaro Veselin Topalov, que, por
cierto, reside desde hace años en Salamanca, España. Para nosotros,
convertirnos en comentaristas de un evento de esta magnitud y viajar a los
Estados Unidos era un paso extraordinario en nuestra carrera, así que
hicimos las maletas con mucha ilusión y volamos hasta San Luis. La
primera sorpresa al llegar fue que nos estaba esperando un chófer con una
limusina para recogernos en el aeropuerto. Yo, en mi barrio, no había visto
una limusina en mi vida y pensaba: «Si hace unos años yo jugaba al fútbol
con piedras y era más bestia que un arao, ¿qué pinto yo en un bicho de
estos?».
La pieza de ajedrez más grande del mundo, un enorme rey negro, realizado en madera, que se alza
frente al World Chess Hall of Fame de San Luis.
© RozenskiP /Shutterstock
El elenco de jugadores que participaba en el torneo era apabullante:
Garry Kasparov, Veselin Topalov, Hikaru Nakamura, Peter Svidler, Wesley
So, Anish Giri, Sam Shankland, Maxime Vachier Lagrave, Levon Aronian
y Leinier Domínguez. Después de descansar, y de habernos recuperado un
poco del jet lag, se inició el torneo. En los primeros años de Chess24 el
presupuesto era muy escaso y las personas responsables de toda la
retransmisión en español éramos exactamente dos, Divis y yo, encargados
de producir, comentar, diseñar y de absolutamente todo. En el estudio de
San Luis teníamos a cuatro personas pendientes, exclusivamente, de que la
retransmisión en español saliera bien, y nosotros tan solo teníamos que
hablar. Era una sensación muy extraña, sin el estrés de tener que controlar
absolutamente todo. Recuerdo que el primer día que llegamos nos
encontramos con Yasser Seirawan y Maurice Ashley, los comentaristas en
inglés del evento. Dos grandes maestros que llevan décadas dedicándose a
la difusión del ajedrez. Ambos con un traje impoluto. Mi abuela Dolores
habría dicho que eran «unos mozicos mu apañaos». Cuando nos saludamos,
me di cuenta de que llevaba la bragueta abierta y me puse nervioso, me
aturullé también con el idioma y acabé haciendo el ridículo. El tema de la
bragueta empieza ya a ser recurrente y preocupante. Cuando presenté la
tesis de mi máster, uno de los miembros del comité me dijo al acabar: «Muy
bien todo, pero llevas la bragueta abierta».
Unas cuarenta personas controlaban que la retransmisión del torneo fuese
sobre ruedas: comentaristas, técnicos de sonido, recepcionistas, azafatas,
productores, periodistas, fotógrafos…, pero lo que más nos llamó la
atención de la formidable maquinaria fue el «camión del helado». Así fue
como bautizamos a un camión gigante que todos los días aparcaba en la
parte trasera del club antes de comenzar cada ronda. No sabíamos qué
carajo hacía ahí cada día ese camión, en el que no paraba de entrar y salir
gente. Tampoco queríamos preguntar, porque intentábamos no parecer
demasiado estúpidos en nuestra primera semana allí. Tras varios días
indagando, nos enteramos de que el camión se utilizaba como sala de
control de producción móvil para realizar la filmación del evento. Pero lo
más brutal no era eso, sino que todos los días veíamos entrar al camión al
gran maestro estadounidense de origen armenio Varuzhan Akobian. Yo me
preguntaba: «¿Qué cojones hará este tío todos los días ahí dentro?». Hasta
que un día no pude aguantarme y me acerqué para preguntarle:
—Oye, Var, ¿qué haces en el camión todos los días? ¿Lo conduces o qué?
(Risas).
—No. Lo que hago es trabajar con los cámaras.
—¿Cómo?
—Sí, trabajo indicando a los cámaras a qué tablero tienen que enfocar.
Cuando me dijo la cifra que cobraba, casi me da un patatús. El tío
trabajaba durante el evento simplemente indicando a los cámaras en qué
tablero estaban sucediendo cosas importantes, para que fueran cambiando y
enfocando de un lugar a otro. Yo, para mis adentros, pensaba que debe ser
fantástico cobrar varios miles de dólares por decir: «Tablero 1. Tablero 3.
Tablero 4. ¡Ahora tablero 5! ¡Venga, corre, al tablero 2 de vuelta!». Todo
esto os lo cuento para que os hagáis una idea del presupuesto que manejan y
de cómo cuidaban hasta el más milimétrico detalle sus eventos.
Garry Kasparov es considerado por muchos el mejor jugador de la
historia. El apodado «ogro de Bakú» impone solamente con su presencia.
Tiene una mirada muy penetrante y un enorme carisma. Además de su
juego, era un espectáculo ver los gestos que Garry hacía durante las
partidas. En este torneo de San Luis cayó derrotado por 14,5 a 11,5 ante
Topalov, un resultado excepcional para un jugador que lleva trece años
retirado de la competición. Fue un verdadero lujo ver a Kasparov analizar
las partidas. Él y el mecenas Rex Sinquefield movían las piezas en un
tablero situado en una sala anexa al estudio donde estábamos los
comentaristas en español. Cada vez que podíamos, nos colábamos en
aquella sala para disfrutar de sus comentarios.
Algo que nos llamó muchísimo la atención fue que apenas había
espectadores siguiendo el torneo. Imaginaos si Kasparov estuviera jugando
en Madrid, Nueva York, o Buenos Aires. Cientos, miles de personas se
agolparían en la sede del torneo para pedir una foto al campeón, o
simplemente para ver las partidas. En San Luis está la pasta, pero no la
afición, y da un poco de pena pensar que si algún día Rex Sinquefield
decide retirar sus generosas aportaciones todo puede venirse abajo y
desaparecer de golpe. Garry acudía cada día a su partida, junto con su
«segundo» o entrenador, y cuando entraba a la sala lo hacía muy serio, con
cara de pocos amigos. Divis y yo estábamos sentados en un sofá del club
antes del inicio de una ronda cuando un hombre de unos 40 años se nos
acercó y nos preguntó:
—¿Sabéis si ya ha llegado Kasparov? Me gustaría que me firmara su
libro.
—Justo ahí está llegando.
Y el señor salió escopetado para pedirle la firma en el libro. Garry ni le
contestó, haciendo un gesto con la mano para que lo dejara en paz. Y así fue
como Garry rompió el corazón de este entusiasta aficionado.
Tras las partidas podíamos entrevistar a algún jugador, lo que fue un
verdadero lujo, mostrándose todos muy agradables con la comunidad
hispana. Después de terminar la jornada, Divis y yo nos solíamos dirigir a
un restaurante mexicano próximo, llamado El Burro Loco, donde nos
hicimos amigos del dueño, un mariachi con el que conversábamos casi cada
día. Nos enteramos que los jueves había «noche latina» en un bar cercano,
así que nos animamos a ir un rato. Llegamos al local, pagamos nuestra
entrada y dejamos la chaqueta en el ropero. Nos disponíamos a pedir un
mojito cuando Divis se giró y me dijo:
—¡Hostia! Ese es Maurice Ashley.
Ahí estaba el tío, bailando salsa como un profesional. Ya nos habían
dicho que era un experto, pero se movía realmente bien.
Lo más gracioso fue que a los diez segundos nos dimos cuenta de que no
era el único ajedrecista en el local. El gran Levon Aronian estaba bailando
solo frente a un espejo, ensayando unos pasos de salsa. De repente, se
cruzaron nuestras miradas con la suya y pudimos notar su incomodidad. Un
jugador de élite quiere salir un rato a despejarse de las duras partidas y no
ver a nadie, pero va y se encuentra con los dos palurdos españoles que lo
miran con los ojos muy abiertos. Me recordó mucho a esos momentos
incómodos cuando uno entra a unos baños públicos y se encuentra a alguien
conocido y no sabes si darle la mano o no, porque la mano acaba de pasar
por lugares turbios. Pues estamos convencidos de que le fastidiamos la
noche a Levon Aronian. Tanto es así, que se marchó a los diez minutos.
¿Coincidencia? Y así es como acabó nuestra primera experiencia en San
Luis.
En el Champions Showdown, con traje y corbata, en plena retransmisión.
Cortesia de los autores

Por suerte, sigo ligado al Saint Louis Chess Club. Me suelen contratar
unas dos semanas al año para que los visite. Otro de los ambiciosos
programas que tienen se llama «Residencia de gran maestro», donde cada
dos semanas alojan a un gran maestro en el club para dar clases a los socios.
Los maestros llegan desde cualquier parte del mundo y las clases son para
adultos y niños de todos los niveles. De hecho, mi clase favorita es la de los
domingos, el Sunday funday, donde treinta críos diabólicos de menos de 7
años batallaban contra mí durante más de dos horas. Como tengo facilidad
para tratar con chavales no me mandaban los dos asistentes que
normalmente ayudan en esas clases, y en una ocasión Jimmy, de 5 años,
dijo que quería ir al baño. A los cinco minutos comenzó a gritar:
—Pepo, Pepo, can you help me? (¿Me puedes ayudar?).
Y así fue como una clase magistral —en teoría— de ajedrez se convirtió
en una batalla en el baño tratando de limpiar a Jimmy, que aún no sabía
hacerlo sin la ayuda de su mamá. Eso sí, Jimmy le contó a mami lo
sucedido y al día siguiente me trajeron una botella de vino, por los servicios
prestados.
En estos periodos de dos semanas en 2019 y 2020 (en 2021
lamentablemente por la pandemia la residencia fue online), pude disfrutar
mucho más de la ciudad. Culturalmente, San Luis es muy interesante. Lo
primero que hice fue visitar el antiguo Palacio de Justicia, muy famoso por
ser el lugar donde el esclavo Dredd Scott presentó una demanda legal para
reclamar su libertad en el año 1846, un caso que despertó un enorme interés
en toda la nación y que sentó las bases para la abolición de la esclavitud en
los Estados Unidos. Las imágenes expuestas en el museo y los vídeos ponen
los pelos de punta. Pocos años después de la demanda de Scott, Virginia
Minor y su marido reclamaron el derecho al voto de las mujeres en 1873. Al
igual que el caso de Scott, les fue denegado.
Ese día todo iba bien, sentía que estaba haciendo algo útil y no la típica
estancia de un torneo de ajedrez donde los jugadores solo vemos tableros y
el hotel. Pero entonces todo dio un vuelco y me pasó una de las historias
más surrealistas de mi vida, algo que cuando mi madre lo lea
probablemente no le haga ninguna gracia. Pedí un Uber para que me llevara
de vuelta a la casa donde me había alojado el club. El conductor, que se
llamaba John, era un tipo superagradable, un enorme afroamericano de más
de doscientos kilos. En seguida hicimos buenas migas. Tenía el mayor flow
que he visto jamás. Me costaba seguir lo que decía, entre el argot que usaba
y su acento tan marcado, pero todo eran risas y pasarlo bien en el viaje, los
dos contando anécdotas todo el rato. No sé cómo, pero John me acabó
invitando a una especie de fiesta familiar que había organizado por la tarde,
a la que decidí acudir con un amigo. Un nuevo Uber me llevó a un barrio de
los suburbios que no tenía muy buen aspecto. Llegué a la casa y me recibió
John. Pasamos al jardín, en el que había entre treinta y treinta y cinco
personas. Como yo era el único blanco, desde el primer momento me
llamaron white spanish boy en tono cariñoso. Debía de haber unos cien
kilos de carne asándose en una barbacoa. Aquello daba para alimentar a
veinte equipos de fútbol. Nunca he visto comer a nadie como lo hacía John.
Dejaba los huesos limpios como patenas. ¡Qué manera de devorar! Pues
bien, en un momento dado dos mujeres empezaron a gritar y a enzarzarse
en una discusión. Hasta aquí todo normal, allí la gente hablaba a voces todo
el rato. Yo, como buen andaluz, me sentía muy a gusto en medio de aquel
barullo. Pero el caso es que la bronca empezó a subir de tono y se unieron
dos o tres hombres a la trifulca. De repente, dos de ellos sacaron un
machete. ¡Un jodido machete! ¡¿Os imagináis?! Y, cuando miro más de
cerca a los dos tíos, veo que uno de ellos es John, mi conductor de Uber. Mi
reacción instantánea fue ir a calmarlo, y tras varios segundos muy tensos
me dijo: «No lo mato porque eres mi invitado». Y a los pocos segundos
estaban todos abrazados conmigo y llorando. Fue lo más épico que me pasó
en todo el año. No sé cómo acabé allí, y si hubiera seguido los consejos que
mi madre me daba cuando era adolescente esto no hubiera pasado, pero
John siempre estará en mi corazón. No he vuelto a saber de él desde aquel
día.
Otro de los ambiciosos programas del filántropo Rex Sinquefield es el
escolar. Miles de niños de todas las escuelas del estado reciben clases de
ajedrez en sus diferentes centros. Una de mis obligaciones durante mi
estancia de gran maestro residente era visitar una vez por semana un centro
educativo. A mí me tocó el John Burroughs School, una escuela de
educación primaria y secundaria al más puro estilo de los Estados Unidos.
Un pabellón enorme para hacer deporte y un teatro, que era igual o más
imponente que cualquiera de los de la Gran Vía de Madrid. Solo el pabellón
ya tenía más metros cuadrados que el instituto donde yo estudié. Realicé
una exhibición simultánea contra varios de los mejores jugadores del
centro, que ya competían en la liga escolar del estado.
El boom ajedrecístico en San Luis ha sobrepasado la educación
secundaria, alcanzado el mundo de la universidad. En los Estados Unidos,
la competición universitaria más importante en muchos deportes es el
llamado Campeonato Panamericano, donde cada universidad presenta
equipos llenos de profesionales. El ajedrez no es una excepción, y varios
grandes maestros y maestros internacionales de todo el mundo obtienen
becas tanto para estudiar una carrera como para hacer un máster. El jugador
recibe un estipendio mensual y el pago de la matrícula. A cambio, debe
competir en los campeonatos panamericanos. Tres de los mejores equipos
de ajedrez de los Estados Unidos están en San Luis: los de la Mizzou
University of Missouri, la Saint Louis University y la Webster University,
este último dirigido nada más y nada menos que por Susan Polgar, famosa
excampeona mundial.
El actual equipo olímpico de los Estados Unidos está compuesto por
cuatro grandes del ranking mundial: Fabiano Caruana (n.º 2 del mundo),
Wesley So (n.º 9), Leinier Domínguez (n.º 15) e Hikaru Nakamura (n.º 18).
Todos, menos Nakamura, cambiaron de federación seducidos por los
encantos del tito Rex, que consiguió llevarse al huerto —a San Luis— a
Caruana y Domínguez, actualmente residentes en esta ciudad. So es de
origen filipino, Domínguez de la bella isla de Cuba y Caruana había jugado
anteriormente por Italia.
Por último, si visitáis San Luis en alguna ocasión, además de una parada
obligatoria en el Saint Louis Chess Club, os recomiendo que vayáis a ver un
partido de hockey sobre hielo. El Saint Louis Blues es uno de los mejores
equipos de la NHL, la liga profesional norteamericana de este deporte. Es
uno de los más apasionantes que he visto, e ir al estadio es toda una
experiencia.
Si en el estadio queréis actuar como verdaderos estadounidenses,
adquirid una bebida de diez litros y haced hueco para meteros entre pecho y
espalda unos nachos empapados en diversos untos y pringues, de aspecto
sospechoso. Así podréis despediros con todos los honores de la ciudad de
San Luis, la meca del ajedrez.
Sobre el picante, la policía y otras verdades de
México

El abierto mexicano de 2017 se celebró en la ciudad de León, Guanajuato,


conocida por su producción de calzado y piel. A pesar de que llevábamos
ya algunas semanas de viaje por otros países de Latinoamérica no podíamos
saber lo que nos esperaba en México.
En este caso estaríamos cubriendo el evento desde el vestíbulo principal,
mientras en diferentes salas se disputaba el torneo. Recuerdo llegar con
nuestras mochilas cargadas de portátiles, cámaras y micrófonos, mientras la
gente nos miraba y saludaba tímidamente. Desde el primer momento noté
que se nos quería, pero no sabía aún cuánto nos conocían.
La primera ronda comenzó, con algo de retraso, y Pepe se fue a jugar su
partida. Yo estaba comentando con la que en aquel momento era la n.º 1
chilena, Damaris Abarca, actualmente política de la Asamblea
Constituyente de su país. Comenzó la ronda, avanzaron las partidas y, al
cabo de unas cuatro horas, al terminar las partidas, bajé a hablar con Pepe
que acababa de finalizar la suya. En ese momento, sin pretenderlo, nos
convertimos en el centro de atención y, con muchísima educación, se nos
empezó a acercar gente para pedirnos que nos hiciéramos fotos con ellos.
Ya era habitual que durante las retransmisiones nos fotografiáramos con los
seguidores que nos lo pedían, pero esa «sesión fotográfica» puede que
durara, tranquilamente, una hora. Decenas de jugadores hacían fila,
esperando su turno…
La gente de México figura, sin ningún tipo de duda, entre los más
hospitalarios del mundo. Siempre nos han hecho sentir genial y no es
casualidad que tantos artistas españoles acaben viviendo allí. México,
además, es una fuente constante de anécdotas, siendo las más habituales las
que giran en torno a la relación de algún inocente europeo con el picante.
Es cierto eso que dicen de que un mexicano te asegurará que no pica,
pero, te lo advierto, sí pica. Tendríamos que documentar científicamente
cómo han evolucionado por allí para aguantar el ardor que produce el chile
habanero y demás picantes usados en la cocina mexicana, que nos harán
pasar un mal rato si no tenemos cuidado. Además, no está de más recordar
—como también te advertirán— que arde tanto al entrar como al salir…
Aun sabiendo la que se avecinaba, nos hemos atrevido muchas veces a
darle al picante ¡para luego sufrirlo! Uno de los momentos más divertidos
fue el torneo por parejas que organizamos en Mérida, en el que los
perdedores debían tomarse un chile de golpe. La cara de Pepe cuando veía
que la partida se le iba complicando, sabiendo el castigo que le esperaba
poco después, fue inolvidable. Mérida es de nuestras ciudades favoritas y
Yucatán un estado que todo el mundo debería visitar alguna vez en la vida,
¡aunque es mejor ir en invierno si no queréis sufrir las altísimas
temperaturas!
La ciudad más turística de Yucatán es Cancún. Personalmente no la
recomiendo demasiado, salvo, quizá, para una noche de fiesta o si lo que os
apetece es encerraros en alguno de sus fantásticos resorts «todo incluido»
para disfrutar de la playa y de la vida contemplativa. La fiesta, que hace a
Cancún tan conocida, es sin duda espectacular, pero ante la gran cantidad de
guiris borrachos por metro cuadrado que os encontraréis allí creo que es
preferible visitar casi cualquier otro lugar de México. Al fin y al cabo,
viajar a otro país para relacionarte con turistas no parece lo suyo. Eso sí, al
haber tanto extranjero, la picaresca está a la orden del día y es casi
inevitable no tener algún tropiezo con los temidos policías mexicanos.
Seguro que si has comentado que tienes intención de viajar a México te
habrán advertido que tengas cuidado con la policía. Debo decir, antes de
contaros mi experiencia, que esto suele significar que te puede caer alguna
multa injusta, pero nada exagerado. El último día de nuestra estancia en
Cancún decidimos alquilar un coche e ir a visitar el maravilloso Chichén
Itzá. A mitad de camino, vi que un coche de policía se situaba detrás de
nosotros y nos indicaba que nos detuviéramos. Tras frenar en el arcén se
acercó el policía, con andar lento y sobrado. Nos preguntó si era nuestra
primera visita y un poco sobre nuestras vidas y, al comprobar que no había
ningún lugareño en el coche, no pudo evitar que se le escapara una
sonrisita. «Iba usted muy rápido en ese tramo», me dijo el oficial. Lo cierto
es que me extrañó lo que dijo, porque una de las cualidades de las carreteras
de México, que sorprenden de hecho al extranjero, es que las rectas son
infinitas y como la conducción es relajada suelo tener muy controlado el
velocímetro. Estaba seguro de no haber sobrepasado los límites en ningún
momento, pero en la que estábamos poco importaba. «¿Cuándo se van?»,
fue la pregunta que llegó al rato. Nuestra respuesta no pudo gustar más al
agente: «Mañana tenemos el avión». La sonrisa interior del agente, mal
disimulada detrás de una seriedad casi solemne, se notaba a la legua. «Si le
pongo la multa tendré que retirarle el pasaporte y para mañana no lo tendría
de vuelta», continuó, «pero…».
Ahí estaba, ese «pero…» mágico que anulaba la amenaza anterior. En
casos así, el agente, que solo busca tu bien, te ofrecerá una solución al
tremendo problema que se te viene encima, que siempre será, casualmente,
un pago en mano que hará que el generoso policía olvide todas tus
fechorías. En este caso en concreto, el agente se fijó en que teníamos algo
de dinero a la vista y pidió, sin muchos tapujos, la mitad de ese dinero para
evitar la multa y la retirada del pasaporte. La fórmula matemática para
calcular cuánto había que pagarle —«la mitad de lo que tengas ahí»— ya
pone a cualquiera sobre aviso de lo que estaba ocurriendo, pero, ¿qué
haces? Recuerdo que eran cuarenta dólares al cambio y en aquel momento
pensé aliviado que, si por ese dinero me quitaba el problema de encima,
adelante. Así que se lo mostré al agente, que rápidamente me pidió
discreción. De forma muy disimulada, y con elegancia de contorsionista,
pegó su mano a la puerta y, sacando los dedillos, esperó a que le acercara el
dinero para atraparlo, desearnos buen viaje y desaparecer. Siempre que
cuento esta anécdota a mis amigos mexicanos se ríen de que le diera
cuarenta dólares, pensando que era lo mínimo: «¡Haberle dado cuarenta
pesos, güey!».
Tras superar este primer obstáculo, a la mitad del camino encontramos un
lugar donde vendían entradas para visitar Chichén Itzá, así que decidimos
comprarlas. Pagamos con tarjeta; varias semanas después Pepe se daría
cuenta de que le habían cargado dos veces todas las entradas… La ciudad
prehispánica de Chichén Itzá te sobrecoge, transportándote mil años en el
tiempo. No me cansaré de verla; personalmente os recomiendo ir de noche,
no solo por evitar el sol sino principalmente por disfrutar del espectáculo
nocturno y de las luces, que convertirán la visita en una experiencia casi
mitológica. Tras asistir al espectáculo y bañarnos en uno de los
maravillosos cenotes del camino, cuando estábamos a apenas unos metros
de la oficina donde iba a dejar el coche de alquiler, nos paró otro agente. En
esta ocasión, me pidió que saliera del coche y me situara junto a su moto.
Me dijo que había hecho un giro prohibido, a lo que respondí que había
visto que esos giros en U, tan extraños en España, sí estaban permitidos en
México. «Pero se debió echar usted unos metros más allá», me respondió.
En ese momento debió notar que su respuesta no me había convencido
demasiado; al fin y al cabo, para alguien que no había recibido ni una sola
multa de tráfico en doce años de experiencia conduciendo, recibir dos el
mismo día ¡no era fácil de digerir! El agente me soltó un discursito, cuyo
comienzo recuerdo perfectamente: «No vaya usted a pensar mal…», y
continuó la charla intentado limpiar la injusta imagen que se tiene de la
policía mexicana. Excusatio non petita, accusatio manifesta, reza la
locución latina, que se aplica a los que se excusan sin haber sido acusados,
confirmando así que saben muy bien cuál es su falta. Debo reconocer que
aquel agente me hizo sentir hasta cómodo y estuvimos hablando un rato de
la vida, el viaje y todas esas cosas. Al fin y al cabo, incluso cuando se trata
de un policía que te está sacando el dinero, el mexicano no dejará de ser
educado y un excelente anfitrión. Cuando terminó la charleta, y tras
comprobar que llevaba algo de dinero en el bolsillo, abrió el pequeño
maletín trasero que tenía su moto y me invitó a dejar disimuladamente el
dinero. Así lo hice, me deseó lo mejor, y por fin pude entregar el coche
alquilado… por el que, por cierto, tuvimos que pagar bastante más de lo
esperado.
A pesar de esta experiencia, debo decir que me gusta mucho conducir por
México, especialmente por Durango, donde suelo moverme con la ranchera
de Magda, la madre de mi novia, que hace que me sienta como un
mexicano más… salvo por el pequeño detalle de que me suelo comer, con
demasiada frecuencia, esos malditos «bordos», que duelen en el alma y que
no son nada fáciles de ver. En España estamos acostumbrados a nuestros
badenes, que se ven claramente y, aunque también obligan a los
conductores a bajar la velocidad, puedes frenar y pasarlos suavemente a una
velocidad reducida. En México los «bordos» son menos visibles y, además,
si no estás casi parado, tendrás la sensación de que en lugar de subir unos
centímetros estás atravesando un afilado cuchillo. No sé cómo lo hacen los
mexicanos, pero me parece que ellos los ven mejor que yo.
Volviendo al abierto mexicano de León de 2017, quiero contarles lo que
ocurrió el último día de aquel torneo. Estábamos terminando los
comentarios de la jornada —de hecho, recuerdo que Pepe ya había
terminado su partida y la estaba explicando a los usuarios— cuando veo
que el presidente de la Federación Española de Ajedrez, Javier Ochoa, que
estaba de visita por allí, me está haciendo gestos desde el fondo de la sala
para que me acerque. Es muy poco usual que alguien con la experiencia de
Javier, que sabe que estás en directo, te pida que te levantes, así que me
acerqué, curioso, para saber qué quería. Salimos unos metros de la sala,
para no molestar, y me dijo: «Nos vamos ya». Al principio pensé que
simplemente tenía que irse y quería despedirse cordialmente, pero pronto
me di cuenta de que se trataba de algo más. ¿Y la entrega de premios? Pues,
por surrealista que parezca, en aquel torneo no hubo entrega de premios, ni
premios, durante largo tiempo; y la aún más surrealista solución del
presidente de la Federación Mexicana de Ajedrez fue largarse antes de que
empezara… Contaré, de paso, que a nosotros nos llevó tres años cobrar lo
prometido.
Sin embargo, es de justicia decir que en la actualidad han mejorado
muchísimo y, de hecho, en los últimos dos años, la mexicana se ha
convertido en una de las federaciones más activas y que más ha mejorado
con el paso del tiempo. Así que olvidemos aquellos problemas de 2017 y
esperemos que continue en la buena senda actual, trabajando correctamente
para que el ajedrez en México siga creciendo. ¡Ojalá sea así!
Colombia y Perú: José el Berraco y el mago Jorgito

Acabar dedicándome a ser comentarista de ajedrez no ha sido fácil.


Después de estudiar una carrera, dos másters y un doctorado, ¿cómo le
dices a tu madre que no vas a renovar en Alemania como investigador para
dedicarte el 90 % del tiempo a Chess24 y al ajedrez? Hoy en día hay una
gran cantidad de trabajos que no existían hace treinta o cuarenta años, la
mayoría de ellos relacionados con las nuevas tecnologías e internet. Cuando
hace cinco años le preguntaban a mi madre que a qué se dedicaba su hijo,
decía orgullosa que era ingeniero y trabajaba en una universidad alemana,
pero en esa época de transición en la que empecé a dedicarme más al
ajedrez la pobre no sabía qué responder ni a qué me dedicaba en concreto.
Cariñosamente me decía que me había convertido en un feriante que iba
con los bártulos de un sitio a otro. Terminaron aceptando que este sería mi
nuevo trabajo, pero lo cierto es que no fue así hasta que mis condiciones
laborales mejoraron bastante. Yo los entiendo perfectamente, a todos nos
cuesta aceptar cambios en nuestras vidas. Mi madre tenía toda la razón del
mundo cuando decía que no parábamos de ir de aquí para allá, y es que a
partir de 2016 Chess24 explotó y comenzaron a surgir muchos proyectos en
Latinoamérica. En los últimos años hemos visitado una gran cantidad de
países hermanos, en los que hemos acumulado algunas anécdotas
interesantes y divertidas. En este capítulo me centraré en Colombia y Perú,
lugares en los que Divis no ha estado aún y que por eso cubro yo.
Nunca llegamos a ser conscientes de lo que habíamos conseguido a
través de Chess24 hasta que pisamos Latinoamérica. Uno de esos años
estábamos en Mérida (México) compitiendo en el Memorial Carlos Torre,
uno de mis torneos favoritos. Una familia se nos acercó y comenzaron a
charlar con nosotros. Eran muy humildes y nos empezaron a contar que
habían hecho veinticinco horas en «camioneta» para conocernos. Aquel era
el regalo para Juan, el pequeño de la familia, que tenía 9 años. Me dijeron
que habían estado ahorrando tres meses para poder hacer ese viaje. La
verdad es que no me lo podía creer. Nosotros solo enseñábamos ajedrez por
internet, pero ahí estaba Juan, emocionado. Me dio por llorar un rato largo
en la habitación de hotel cuando volví después de cenar con la familia, al
igual que ahora mientras escribo estas líneas y recuerdo aquel momento.
Uno de los primeros viajes que hice a Latinoamérica fue a Colombia.
Recibí una invitación de La Liga del Cesar para realizar una serie de
eventos en la ciudad de Valledupar. La gente en Colombia es
extremadamente cálida y hospitalaria y desde el primer minuto que aterricé
en aquella ciudad, desconocida para mí, me trataron de manera exquisita.
Incluso me asignaron un chófer. Yo les dije que no se preocuparan, que no
hacía falta chófer para un paquete como yo, pero insistieron, y cada detalle
lo tenían cuidado. Estuve entrenando con los jóvenes talentos de la zona,
dando una charla en la Universidad Popular del Cesar sobre ajedrez y
matemáticas y jugando unos torneos a ritmo relámpago, lo que se conoce
como «ajedrez blitz».
Además, escuché por primera vez un tipo de música que no conocía: la
champeta. Me pareció brutal y todavía sigo escuchándola. Recuerdo que,
por aquel entonces, uno de los temas que más sonaba por la calle se llamaba
La cama floja. «Falta una tabla en la cama», decía el estribillo una y otra
vez. Luego, investigando la letra al volver a España, me di cuenta de que la
canción hacía referencia a un señor cornudo que se iba a trabajar y que
cuando volvía encontraba la cama floja y sin una de las tablas, de todo el
meneo que se le había dado. Si vais por Valledupar, ¡no podéis dejar pasar
la ocasión de daros un baño en el río Guatapurí! Una vez terminada mi
estancia en Valledupar, decidí tomar un bus a Cartagena de Indias y, desde
allí, un vuelo a Medellín. Mi hermano y un amigo, que estaban de
vacaciones, se reunirían conmigo allí unos días. Los buses en
Latinoamérica son muy diferentes a los que tenemos España. He viajado en
bus tanto en Argentina como en Colombia y están maravillosamente bien
acomodados. Hay verdaderas camas, en las que se duerme
espectacularmente bien. Imagino que en España los tenemos con asientos
simples ya que las distancias, evidentemente, son mucho más cortas y no se
requiere tanta comodidad.
Una vez en Medellín me reuní con el periodista y ajedrecista Diego
Londoño, quien hizo de anfitrión y me invitó a un programa de deportes en
la radiotelevisión de Medellín para hablar sobre ajedrez. Me llevó a comer
una «bandeja paisa». Ese plato lo carga el demonio. Está riquísimo, pero si
te comes todo puedes acabar muriendo o con tres kilos más. Yo no pude
terminar ni media bandeja. Medellín nos tenía reservado un momentazo,
protagonizado por todo un personaje. Mi hermano Paco, su amigo de la
universidad Corbi y yo salimos a tomar algo por la zona del Parque Lleras,
donde hay bastantes bares. Recuerdo que era un día entre semana y la zona
estaba algo muerta, así que, tras bebernos una ronda en uno de los bares,
decidimos tomar un taxi para regresar al hotel. Fue en este taxi donde
conocimos a José, el conductor. Ahora lo miro con perspectiva y no
entiendo cómo no salimos de ese taxi a los diez segundos, en cuanto le
oímos hablar, porque estoy seguro de que iba muy borracho. Decía que era
el más berraco de todos. En Colombia se usa mucho esta expresión. Si
buscamos la definición en el diccionario, encontramos: «persona que por su
talento o destreza sobresale en alguna actividad u oficio, o que se destaca
por su fuerza física, audacia o valentía». Repetía una y otra vez que lo
llamaban José el Berraco porque era el más rápido y el que más caja hacía
cada día. A nosotros ya se nos había puesto esa sonrisa, entre nerviosa y
sincera, porque el tío realmente era muy gracioso, pero llevaba un peo
como un demonio. En un momento dado sonó el teléfono. Era su madre.
José le contó que no pensaba volver a casa, que se iba a ir de fiesta porque
era el más berraco. Se podía oír a la madre llorando al otro lado. Pasaron
unos dos o tres minutos más y entonces apareció el padre de José el Berraco
en otro taxi. La familia entera se dedicaba al gremio. Nos interceptó en otro
semáforo y le pidió a José que saliera inmediatamente del taxi. No era la
primera vez que José el Berraco hacía de las suyas, imagino. Eso sí, con el
padre no se puso gallito. Obedeció inmediatamente y el padre se ofreció a
llevarnos. Increíblemente, resultó que era aficionado al ajedrez y acabó
invitándonos a la central de taxistas a tomar una botella de aguardiente, que
es lo que se lleva en Colombia. Una vez más, haciendo caso omiso de la
madre que todos llevamos dentro y que no paraba de gritar «¡Ni se te ocurra
ir!», accedimos y amanecimos en una de las centrales de taxis de Medellín,
bebiendo y compartiendo con unos quince taxistas. No sé cómo andará
José, ¡pero seguro que sigue siendo el más berraco! Be berraco, my friend!
A Colombia he vuelto en un par de ocasiones más, y siempre me he
quedado con ganas de regresar. Para terminar con Colombia, os voy a
contar una anécdota que nos ocurrió al Niño Antón y a mí en Bogotá. Se
organizó un torneo benéfico en Bogotá para ayudar a niños sin recursos de
la capital. El Niño Antón y yo fuimos invitados a participar en él y
aceptamos encantados. Se trataba de un torneo blitz, o relámpago, en el que
llegaron a participar más de cien jugadores. Llegamos al local de juego y
estuvimos charlando con todo el mundo, haciéndonos fotos y jugando unas
partidas cuando de repente apareció «el Diablillo de las Muletas». Lo
vamos a llamar así, porque ni el Niño ni yo recordamos su nombre. Se
trataba de un joven de unos 25 años que iba con muletas. Al Niño Antón le
tenía frito con las fotos. Si no le pidió quinientas no le pidió ninguna. Yo me
moría de la risa viendo la cara del Niño, cuando volvía entre ronda y ronda
para pedirle otra foto. El Niño, con la seriedad y humor fino que le
caracteriza, me decía:
—Joder, el tipo tiene la misma foto quince veces.
Pero con quien realmente se cebaría el Diablillo de las Muletas sería
conmigo. De repente se acerca y me dice que si me puede poner un
problema de ajedrez. Le digo amablemente que sí, y va y me sienta en una
mesa situada en el centro de la sala. Me pone el problema y empieza a gritar
y a llamar a todo el mundo. Iba distribuyendo a la gente, a medida que
llegaba, entre las sillas que rodeaban la mesa. Lo hacía con las muletas
señalando para un lado y para el otro:
—¡Señoras y señores! Vengan a ver esto. El gran maestro Pepe Cuenca
no puede resolver un problema que mi hermano pequeño, que tiene 5 años,
pudo resolver en cinco minutos.
No contento con eso, empezó a grabarme con varias cámaras e incitaba a
la gente a que hiciera lo mismo.
—¡Más ayudas para mi hermano! ¡Este gran maestro español no puede
resolver el problema que mi hermano sí pudo! ¡Fraude!
El problema era realmente diabólico. Ahí estaba yo, con cincuenta
personas mirando, y el tipo gritando y haciendo aspavientos con las
muletas. Parecía el inspector Gadget o el pulpo malo de Spiderman.
Siempre llevaré en mi corazón al Diablillo de las Muletas: aunque me hizo
pasar un mal rato me ha proporcionado una buena anécdota para este libro.
Por cierto, no pude solucionar el problema, pero afortunadamente dejé de
ser el centro de atención porque la organizadora del evento publicó los
emparejamientos de la siguiente ronda del torneo. Anécdotas a un lado,
¡cuento los días para volver a Colombia y disfrutar de su gente!
Perú es, probablemente, uno de los países con más talento para el ajedrez
del mundo, sino el que más. Nunca he perdido tantas partidas en
exhibiciones simultáneas como en el país andino. Si hablamos de Perú,
tenemos que mencionar inevitablemente a Julio Granda. Este gran maestro
nacido en Camaná, en la provincia de Arequipa, al sur de Perú, es un icono
nacional. Julio llegó a estar entre los treinta mejores jugadores del mundo
en la década de los noventa. La familia de Julio se dedicaba a la agricultura
y él no vio un solo libro de ajedrez hasta participar en sus primeras
competiciones internacionales. Julio Granda es, con seguridad, el maestro
de ajedrez al que más he admirado en mi vida, tanto dentro como fuera del
tablero. Durante mi etapa de niñez y adolescencia Julio vivía en España, en
la ciudad de Salamanca, y participaba con frecuencia en torneos de rápidas
que se disputaban en algunos pueblos de Andalucía, mi región, así que pude
compartir con Julio y disfrutar de su juego en numerosas ocasiones. El
maestro Granda me ha ganado todas las partidas menos una. Creo que me
debe llevar un diez a uno, siendo generoso conmigo. Recuerdo con especial
cariño la única victoria que conseguí contra él, porque Julio tuvo un gesto
que hizo que le admirara mucho más aún. Yo debía tener 17 o 18 años y me
tocó enfrentarme a Granda en un torneo de rápidas en Lucena, un pueblo de
Córdoba. Se trataba de un torneo de verano, con el calor propio de la
provincia. De los 40 ºC seguro que no bajaba. Granda me jugó una defensa
Caro-Kann y yo le planteé la denominada «variante fantasía» (1.e4, c6;
2.d4, d5; 3.f3!?), una línea muy agresiva y de ataque. No sé cómo, pero
conseguí una posición completamente ganada, aunque con solo diez
segundos en el reloj, mientras que Julio disponía de un minuto. No me daba
tiempo a ganar e iba a perder por tiempo con una seguridad del 100 %. Para
mi sorpresa, Julio abandonó la partida, alegando que la posición estaba
perdida, renunciando así a la victoria y al correspondiente premio
económico. Yo me quedé embobado, acostumbrado como estaba a un
mundo donde predomina el pillaje y, de vez en cuando, alguna que otra
mala arte. Solo un jugador entre cada mil habría hecho lo que hizo Julio. Yo
ya lo admiraba fuera del tablero, por la manera en la que trataba a los
aficionados, por cómo hablaba y por mucho más. De vuelta a Granada
estuve comentando con mis padres lo que había sucedido en aquel torneo y
tuve muy claro que Julio era un modelo a seguir. Muchos años más tarde,
en 2016, comencé a entablar una amistad con mi ídolo ajedrecístico de la
infancia. Chess24 por fin empezaba a crecer y teníamos presupuesto para
contratar a un comentarista extra para la Olimpiada de Bakú, en
Azerbaiyán. Divis viajaba como capitán del equipo olímpico femenino, así
que yo necesitaría un compañero en el estudio de Madrid. Conseguimos
contratar a Julio, y se vino dos semanas a Madrid. Comentar las partidas
con Julio Granda es una absoluta gozada. Es cierto que no sabe tanto de
nomenclaturas de aperturas y todo este tipo de rollos, pero cuando lo dejas
pensar y profundizar en una posición, hay que callarse y disfrutar viendo
cómo analiza el juego. Nunca he aprendido tanto como en aquellas dos
semanas de charla con Julio. Además del ajedrez, Julio y yo compartimos
otra afición: el tenis. Cada día, sobre el mediodía, antes de comentar las
partidas, nos íbamos a una pista a jugar un par de horas. La forma física de
Julio era brutal. Jugábamos dos horas seguidas al solano de Madrid, en
pleno verano, y el tío no necesitaba parar ni medio minuto para beber agua.
Por ser respetuoso con Julio y seguirle el ritmo, jugábamos las dos horas
seguidas cada día, y casi morimos allí en más de una ocasión. Siempre
recordaré las expresiones de Julio cuando fallaba una bola: «¡Brutus!» o
«¡Agbar!» son algunas de ellas. Otra característica en su juego tenístico es
que no tiene revés, ¡pega de derecha con las dos manos!
No fue hasta 2019 cuando pisé por primera vez Perú. Puedo decir, con
seguridad, que Perú es el país en el que mejor se come del mundo. Ceviche,
lomo saltado, ají de gallina, rocoto, adobo, arroz chaufa, son algunas de las
delicias de la comida peruana. La variedad es impresionante y todo está
brutal. Fui invitado a un torneo en Arequipa, donde me trataron de manera
muy especial. He jugado muchos torneos en Europa en donde te tratan bien,
pero el trato no es tan personal. Por poneros un ejemplo, en Europa te
pueden organizar la recogida en el aeropuerto y avisar al hotel para que te
preparen la cena. En Latinoamérica viene a buscarte al aeropuerto el
organizador del evento, te lleva a su casa con toda la familia y te prepara un
festín tremendo. Además, al día siguiente te organiza un tour para que
conozcas toda la ciudad. Esa es la diferencia que hace sea tan mágico todo.
En Arequipa jugué un torneo de partidas lentas y un par de simultáneas,
donde pude ver de primera mano el talento peruano del que tanto había oído
hablar. ¡Varios niños que no llegaban a la mesa me ganaron la partida!
También pude visitar Cuzco, probablemente una de las ciudades más
impresionantes del mundo. Pasear por la Plaza de Armas, por ejemplo, es
simplemente impresionante. Mi amigo César me organizó una macro
simultánea en una de las plazas de la ciudad. Jugaría contra unos setenta
jugadores. Fue un rato muy agradable ya que, como os decía, en Perú se
respira ajedrez y la gente estaba muy motivada, con ganas de jugar una
buena partida. Recuerdo especialmente a Jorgito, un niño que por aquel
entonces tenía 9 años. Yo estaba dando mi simultánea tranquilamente y
debería llevar unas diez o quince vueltas y jugadas cuando paso por la mesa
de un niño pequeño y, en plena apertura, veo que me falta un peón en la
casilla g2. Durante las simultáneas, los maestros de ajedrez quizás no
seamos capaces de acordarnos absolutamente de todas las posiciones, pero
uno sí que se da cuenta si algo se sale de lo normal. No tenía ningún sentido
que ese peón no estuviera en g2. Miré a Jorgito, sonreí, y seguí jugando
como si nada. En la siguiente vuelta otro peón, en esta ocasión en a4, había
volado también. En esta ocasión le pregunté:
—¿Cómo te llamas, chibolo?
—Jorge.
Chibolo, en Perú, es un sinónimo de chaval. Continué jugando, y en la
siguiente ronda me desapareció un alfil. Entonces cogí una bolsa que vi en
el suelo y, cuando llegué de nuevo a la mesa de Jorgito, le dije:
—Toma, Jorgito, para que eches todas las piezas que me has ido quitando
y te vas guardando en el bolsillo.
Los dos empezamos a morirnos de risa y le dije a Jorgito que se creara
una cuenta en Chess24, que le iba a activar la cuenta premium para que
pudiera ver unos vídeos.
César Quiñones me organizó una visita al Machu Picchu, una de las
experiencias más fascinantes de mi vida. Es cierto todo lo que dicen sobre
este lugar: cuando uno está ahí arriba siente una energía especial, y os
aseguro que yo soy cero místico. Ni siquiera hay consenso sobre por qué los
incas levantaron algo así en un sitio de tan difícil acceso. Pero lo que está
claro es que estar allí arriba te deja sin aliento y sientes que la vida es un
regalo.
En Machu Picchu. ¡Brutal!
Cortesia de los autores

Fue muy grato descubrir que en el pueblo de Aguascalientes, pegado a


Machu Picchu y donde se concentra todo el turismo, existe una escuelita de
ajedrez. René, el profesor, me invitó a compartir con los chicos una tarde.
Este tipo de momentos para mí son de un valor incalculable, es lo más
bonito que me aporta el ajedrez. Quién me iba a decir a mí, cuando crecía
en mi barrio de La Chana, en Granada, que iba a estar enseñando ajedrez en
Machu Picchu a unos niños. Al regresar a Cuzco desde Aguascalientes, en
un tramo había que hacer en camioneta, vi la luz. Estuvimos muy cerca de
tener un accidente grave, pero la pericia del conductor nos salvó de una
buena. Yo me la hubiera pegado, seguro. El tráfico suele ser bastante
caótico en Perú y estoy convencido de que si sueltas allí a cien europeos,
acostumbrados a que esté todo muy tranquilo en calles y carreteras, no
duramos ni diez minutos sin tener una colisión.
Como os he contado antes, admiro mucho a Julio Granda y para mí fue
muy grato que me invitara a dar un par de charlas en su fundación. Para ello
me desplacé a Lima y, además de lo puramente ajedrecístico, pude disfrutar
con Julio de unos partidos de tenis en unas pistas de tierra fantásticas en el
club Las Terrazas, ubicado en el barrio de Miraflores.
Como he dicho al inicio de este capítulo, la afición al ajedrez en Perú es
una pasada. Recuerdo que la familia de Julio anunció que íbamos a estar en
el Pasaje Champagnat del barrio de Miraflores para compartir un rato con
los aficionados. Se avisó apenas con un par de horas de antelación y yo
pensaba que allí no iba a aparecer ni el Tato, pero me llevé una sorpresa
estupenda cuando llegaron entre trescientas y cuatrocientas personas para
echar unas partidas, hacerse unas fotos o, simplemente, conversar un rato.
Es muy gratificante poder conocer a toda esa gente que te ha estado
siguiendo en las retransmisiones online. Perú, el país donde mejor se come
del mundo y donde más partidas te van a ganar unos chibolos que miden
menos de un metro de altura y no llegan ni a la mesa. ¡Deseando volver!
Memorial Capablanca (La Habana). ¡Cogió candela!

José Raúl Capablanca (1888-1942) fue un ajedrecista cubano, campeón


mundial entre los años 1921 y 1927. Nació en La Habana, en la capitanía
general de Cuba, Reino de España, en el seno de una familia militar, ya que
su padre José María Capablanca Fernández fue un oficial del ejército
español. Su madre, María Matilde Graupera Marín, era matancera española
de origen catalán. Desde muy pequeño aprendió a jugar al ajedrez
observando cómo su padre lo hacía con sus amigos, siendo apodado «el
Mozart del ajedrez» por su precoz ingenio. Su padre lo empezó a llevar a
eventos de ajedrez y al club de ajedrez de La Habana, donde Capablanca
empezó a destacar desde muy joven. Tanto es así, que se convirtió en
campeón nacional de Cuba a los 13 años al derrotar a Juan Corzo.
Su familia no disponía de recursos suficientes para darle una buena
educación, pero desde muy joven Capablanca tuvo un mecenas que
financiaría su formación: Ramón Pelayo de Tirriente, un rico indiano y
empresario español. Costeó sus estudios en los Estados Unidos para que el
joven ajedrecista terminara la secundaria y posteriormente fuera a la
universidad, con la idea de que, al acabar su formación, regresara a Cuba
para gestionar un negocio azucarero. Pero Capablanca interrumpió sus
estudios, seducido por el ajedrez.
Con 17 años comenzó a frecuentar el Manhattan Chess Club y al año
siguiente ya logró derrotar a Emanuel Lasker (campeón del mundo de 1894
a 1921) en un torneo de ajedrez relámpago.
Una de las primeras competiciones internacionales donde participó el
joven cubano fue en el torneo de San Sebastián (España) en 1911, donde se
produjo una divertida anécdota. En los descansos de las partidas oficiales,
es muy normal que los ajedrecistas sigamos jugando partidas relámpago
para pasar un buen rato mientras charlamos entre amigos. Pues bien,
Bernstein y Nimzowitsch jugaban una de estas partidas amistosas cuando
Capablanca interrumpió para sugerir una variante, a lo que Nimzowitsch
replicó de la siguiente manera: «Los jugadores sin trayectoria deberían
mantener la boca cerrada en presencia de sus superiores». Tras esto,
Capablanca lo retó a una serie de partidas rápidas, donde lo sacó
literalmente del tablero. El cubano logró ganar el torneo, algo muy
sorprendente ya que era su primera participación en un evento de élite.
Había nacido una estrella que iba a dar mucho que hablar.
En 1921 Capablanca venció a Lasker en el match por el título mundial
que se disputó en La Habana. El balance fue de 4 victorias, 0 derrotas y 10
empates. Desde entonces, y para siempre, Capablanca se convirtió en un
símbolo imprescindible de cubanía. Retuvo el título mundial hasta 1927,
año en que le fue arrebatado por el ruso Alexander Alekhine en Buenos
Aires, en uno de los matches por el título mundial más largos de la historia
del ajedrez.
Volviendo al presente, debo decir que en Cuba se respira ajedrez en sus
calles y plazas. En cada ciudad se ofrecen clases gratuitas en varias
instituciones y locales. Es imposible dar un paseo por La Habana y no ver a
un grupo de amigos disputando unas partidas entre risas. Todo el mundo
tiene cierta cultura ajedrecística y sabe quién fue Capablanca, o quienes son
Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón.
En cada país existe una escuela, una manera de aprender el ajedrez, un
estilo de juego. No es lo mismo aprender ajedrez en Cuba que en Rusia o en
China. En cada lugar existen unos rasgos propios y característicos que
intervienen en la formación de ajedrecistas. Esto hoy en día esto tal vez no
sea tan determinante, debido a la globalización de la información y del
acceso a internet, donde existe infinidad de material gratuito de calidad que
los jóvenes emplean en su aprendizaje desde cualquier lugar del globo.
Que el ajedrez sea tan popular en Cuba es, en parte, gracias al Instituto
Superior Latinoamericano de Ajedrez, también conocido por el acrónimo
ISLA, fundado en La Habana en 1992 con el objetivo de promover el
ajedrez en Cuba y Latinoamérica y que está reconocido por la Federación
Internacional de Ajedrez (FIDE). El ISLA ofrece clases gratuitas por todo
el país, además de cursos televisados de ajedrez. Sí, en Cuba, en la
televisión nacional, el ajedrez tiene un gran protagonismo. Pero la tradición
ajedrecística en Cuba viene de mucho antes. Importantes personajes
históricos de Cuba como Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Carlos J.
Finlay, e incluso Ernesto Che Guevara, fueron grandes aficionados y
ayudaron de manera notoria al desarrollo de esta disciplina. Desde el triunfo
de la revolución, en 1959, Cuba desarrolló métodos propios de
entrenamiento y escuelas deportivas, muy influidas por la Unión Soviética,
donde el ajedrez siempre fue muy importante. Gracias a estos programas, y
al esfuerzo realizado durante muchos años por entrenadores, monitores e
instituciones, Cuba es el país de Latinoamérica con más grandes maestros,
siendo los primeros Silvino García, Amador Rodríguez y Walter Arencibia.
Para muchos es un ídolo, para otros un bellaco, pero lo que quizás
muchos no sepan, es que Ernesto Che Guevara fue un gran aficionado al
ajedrez. El argentino-cubano leía ávidamente literatura ajedrecística en
Argentina e incluso participó en algún torneo universitario. Además, llegó a
confesar que supo de la existencia de Cuba cuando Capablanca acudió a
Buenos Aires para participar en la VII Olimpiada de Ajedrez, donde obtuvo
la medalla de oro en el primer tablero. Tal era su afición al ajedrez que
cuando la revolución triunfó en la isla fue promotor y difusor de su práctica
masiva en Cuba. Pero incluso durante la revolución lo introdujo como parte
de la formación militar, obligando a los soldados a practicarlo. Y es que el
ajedrez, al fin y al cabo, es una guerra, donde el objetivo es doblegar al rival
utilizando una serie de técnicas y estrategias.
Gracias precisamente a Ernesto Che Guevara, se celebró la primera
edición del Memorial Capablanca en 1962, en homenaje al excampeón del
mundo cubano. Desde entonces el torneo se convirtió en el más prestigioso
de Latinoamérica y uno de los más fuertes del mundo. En aquella primera
edición, la inauguración se realizó en la Plaza de la Revolución de La
Habana, donde un millón de personas cantaron La Internacional al unísono.
A los veintidós participantes del torneo se les debió de erizar todo el vello
del cuerpo al ver cómo la multitud coreaba el himno. El argentino de origen
polaco Miguel Najdorf fue el campeón de la primeria edición. Desde 1962
se han disputado cincuenta y cuatro ediciones del torneo, normalmente en
La Habana, aunque la sede ha cambiado algunos años para recorrer otras
ciudades del país: Cienfuegos, Holguín, Matanzas y Varadero.
Corría el mes de julio de 2010 y yo me encontraba realizando el proyecto
de fin de carrera. Quería fabricar un nuevo tipo de hormigón
autocompactante más ecológico. La idea era sustituir los «finos» del
hormigón (arena) por cenizas derivadas de la combustión de biomasa, un
residuo. Recuerdo que trabajaba a destajo en la Escuela de Caminos,
Canales y Puertos para poder entregar todo el proyecto antes de que se
celebrase el Open de Benasque, uno de mis torneos favoritos en España. Yo
mismo hacía también de peón albañil, cargando sacos de cemento de un
lado para otro. Granada en verano no es precisamente agradable en cuanto a
temperatura. Con frecuencia se alcanzan los 40 grados a mediodía.
Literalmente se puede freír un huevo poniendo una sartén al sol. Mi falta de
precaución me provocó una insolación. Cuando llegué a casa medio
mareado, mi madre empezó a despotricar diciéndome que era un burro y
que cómo se me ocurría trabajar a esas horas.
Uno de los peones que me ayudaron entonces con el proyecto tenía
familia cubana. Me contaba muchas historias sobre ese país y desde
entonces sentí mucha curiosidad por él. Por supuesto, también había
escuchado hablar del Memorial Capablanca, y soñaba con participar en
algún momento de mi vida.
Al terminar la carrera, decidí escribir a dos federaciones de ajedrez
extranjeras. Yo por entonces era maestro internacional (MI). Una de esas
federaciones fue la japonesa, de la cual nunca obtuve respuesta, y la otra fue
la cubana. Tuve la suerte de contactar con el MI cubano José Luis Vilela,
que había sido entrenador mío en concentraciones de tecnificación de la
Federación Española, y con quien tengo una buena amistad. La Federación
Cubana de Ajedrez tuvo la amabilidad de invitarme al Memorial
Capablanca del año 2011.
Era mi primera competición fuera de Europa y recuerdo que estaba
especialmente nervioso. Tenía 23 años y nunca había tomado un vuelo
transatlántico. Tampoco conocía demasiado sobre Cuba. Solo sabía que era
un torneo de un prestigio enorme y que tenía ganas de hacer un buen papel.
Cuando la Federación Cubana me hizo llegar la carta de invitación, me
llamó algo la atención. En una parte de la misma, se podía leer:
En caso de respuesta positiva, por favor envíenos la fotocopia de su pasaporte para garantizar la
ubicación del visado en el Consulado Cubano de su elección. Por favor, reducir el fichero adjunto
con la fotocopia del pasaporte de forma que no sobrepase 300kb. Es necesario que la visa sea del
tipo adecuado para una visita de esta naturaleza.

Yo no entendía muy bien lo de los 300 kb. Cuando llegué al país me


enteré de los problemas que allí existían con la conexión a internet.
Cuando aterricé en La Habana, en mayo de 2011, experimenté el choque
cultural más fuerte de mi vida, con diferencia. Había viajado a numerosos
países gracias a las competiciones de ajedrez, pero jamás había estado en un
lugar tan mágico, distinto y peculiar como Cuba. Nada más recoger la
maleta, me recibieron en el aeropuerto los organizadores del torneo. El
Capablanca es un evento nacional muy importante en Cuba y tratan a los
invitados de una manera fantástica. Nos alojábamos en el hotel Riviera,
ubicado en pleno Malecón de La Habana. El vehículo que nos llevó al hotel
era lo que los cubanos llaman un «almendrón». Flipé en colores cuando vi
uno de ellos por primera vez. Es el nombre que dan en Cuba a los coches
antiguos que todavía circulan por las calles de la isla, desmintiendo el poder
del tiempo, gracias al ingenio e inventiva de sus dueños. Suelen ser
automóviles de los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo, que fueron
importados a la isla antes de la revolución a través de compañías
norteamericanas. El ingenio derrochado por los cubanos para mantener
operativas esas reliquias merecería un libro entero, ya que, al romperse las
relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, los repuestos de piezas
dejaron de llegar a la isla… pero ahí están los almendrones, todavía en pie y
rodando.
El conductor del almendrón que me llevó de camino al hotel me preguntó
qué hacía en Cuba y al responderle que venía a jugar el Memorial
Capablanca, me dio una verdadera clase de historia de ajedrez, hablándome
de Capablanca, Leinier, Bruzón y de Silvino García. Es verdaderamente
fascinante cómo se ha filtrado el ajedrez en la cultura cubana. En España es
muy raro que la gente sepa quién es Paco Vallejo, o quién fue Arturo
Pomar.
Al llegar al hotel, me topé con un botones muy joven cuya primera frase
fue: «¿Qué bolá, asere?». No entendí absolutamente nada de nada. Para
empezar, solo el acento cubano ya me pareció complicadillo de entrada,
algo así como una evolución del andaluz, nada recomendable para un
noruego que quiera aprender español, pero cuando el botones me soltó
aquella frase me quedé mirándolo sin poder contestarle nada. «¿Qué bolá,
asere?» es una manera coloquial de saludar a alguien en Cuba.
Curiosamente, la definición rigurosa de asere —según todos los cubanos a
los que preguntamos— es ‘conjunto de monos apestosos’.
Probablemente Cuba sea el país más hospitalario del mundo de todos los
que he visitado. Puedo decir que probablemente tengo más amigos en Cuba
que en mi propio país; jugadores y sus familiares, que luego he recibido en
España también, y que me han hecho sentir en la isla como si estuviera en
mi propia casa.
Llegué un par de días antes de que comenzara el torneo para poder
conocer un poco La Habana. En la recepción del hotel se encontraba
Holman Hernández, hermano del gran maestro Holden Hernández
Carmenate. Enseguida hicimos buenas migas y terminamos fraguando una
gran amistad. A la media hora ya me estaba invitando a ir con su familia a
la playa. Esta espontaneidad es algo que me encanta en Cuba. Recuerdo
cuando viví en Alemania de 2013 a 2016, que para poder quedar con
alguien necesitabas planearlo con dos semanas de antelación.
La Habana no tiene muy buenas playas, así que la idea era ir a Guanabo,
una playa de arenas blancas situada a unos treinta kilómetros de distancia.
Habíamos quedado a las diez de la mañana y bajé a recepción
supermotivado para conocer mi primera playa de Cuba. Pasa media hora y
no llega nadie. Una hora, dos horas, tres horas… y a las dos de la tarde
aparece Holman por la puerta del hotel. Cuatro horas tarde. Y me dice:
—Asere, me he retrasado unos minuticos.
Yo me empecé a descojonar de la risa y comencé a entender que La
Habana y el Caribe van a otro ritmo. El otro extremo es Alemania, donde
llegas cinco minutos tarde y no vuelven a quedar contigo. A propósito de
los alemanes y los diferentes ritmos de vida, y antes de continuar con la
excursión a la playa, acabo de recordar una anécdota de un gran maestro
alemán durante un memorial Capablanca que se disputaba en Varadero.
Estábamos varios jugadores en uno de los bares de la piscina del hotel
cuando este señor se acercó a la barra y pidió «Un mojito, por favor».
«Claro, mi hermano», fue la respuesta del camarero. Pasaron diez minutos y
allí ni pasaba nada ni había mojito, así que el alemán volvió a insistir. «¿Me
pone un mojito, por favor?», a lo que el camarero respondió: «Claro,
brother». La piel del gran maestro iba enrojeciéndose cada vez más hasta
que acabó colapsando y largándose del lugar.
Emprendimos el viaje a la playa de Guanabo, que fue una verdadera
odisea. Holman era el conductor y yo iba de copiloto. En un momento dado
nos paramos y tocó aparcar el coche. Holman me mira y me dice:
—Asere, ¿tú sabes aparcar?
Me quedé sorprendido por la pregunta, así que le respondí:
—¿Cómo?
—Sí, es que aún no sé aparcar. Llevo poco tiempo conduciendo. ¿Puedes
hacerlo tú?
Ahí fue cuando le pregunté, entre risas, cómo había obtenido el carnet de
conducir. En un viaje de una media hora tuve que hacer de «piloto
aparcador» en unas cuantas ocasiones. El «carro», además, se quedó sin
gasolina en un momento dado. El caso es que tardamos unas dos horas en
llegar a Guanabo.
En mi afán por saber si podía pasar por cubano le pregunté a Holman si
la gente por la calle se daba cuenta de que yo era extranjero, a lo que me
respondió:
—Desprendes tremendo tufillo a yuma, mi hermano.
Yuma, otro «palabro» que aprendí en aquella ocasión, es como los
cubanos llaman coloquialmente a los extranjeros, sobre todo a los
estadounidenses. Una de las asociaciones que suelen hacerse en muchos
países es que europeo significa dinero. Algo que para nada era cierto en mi
caso en aquel momento. Yo era un universitario recién licenciado que aún
no había trabajado, así que estaba muy tieso de pasta. Aun así, como a buen
yuma, trataban de venderme de todo. Una de las cosas que más me
sorprendió era que en las zonas más turísticas de la isla me preguntaban la
hora por la calle cada dos o tres minutos. Las tres primeras veces pensé que
debía ser casualidad. Cuando en un solo día llegaron a pedirme la hora
quince veces, a la dieciséis, mosqueado, acudí a mi maestro el sabio
Holman para preguntarle:
—Oye tío, me han preguntado cientos de veces la hora por la calle.
—Claro, máster. Eso es para oír tu acento, para ver si eres extranjero y
venderte algo.
Llegó el día de la inauguración del torneo. El Memorial Capablanca es
una fiesta en Cuba. Todos los mejores jugadores del país y muchos
maestros extranjeros se citaron durante once días, en el hotel Riviera, en
aquel año 2011. Ajedrecistas, políticos y autoridades están presentes en un
evento inaugural donde se toca el himno nacional de la República de Cuba,
donde diferentes artistas de una escuela de danza cubana bailan sobre el
escenario antes de proceder al sorteo de emparejamientos del Grupo Élite
del torneo. Los participantes de esta edición eran:

— Dmitry Anreikin (2687, Rusia),


— David Navara (2702, República Checa),
— Le Quang Liem (2687, Vietnam),
— Vassily Ivanchuk (2776, Ucrania),
— Leinier Domínguez (2726, Cuba),
— Lázaro Bruzón (2693, Cuba).

Los tres últimos son verdaderos ídolos en Cuba. Ivanchuk es muy


querido en todo el mundo, pero en la isla es un dios. ¡El ucraniano ha
ganado hasta en ocho ocasiones el certamen! Leinier Domínguez y Lázaro
Bruzón son los dos mejores jugadores de Cuba. Aunque en la actualidad
representan a los Estados Unidos, le han dado muchas alegrías al ajedrez
cubano. Leinier es el número 15 del mundo y Bruzón el número 124,
habiendo ganado el Memorial Capablanca tres veces el primero y una el
segundo. En 2011 fue Ivanchuk quien obtuvo la victoria final.
Yo participaba en el grupo abierto I del torneo, que reunía a más de un
centenar de jugadores incluyendo cubanos y extranjeros. Los locales llegan
con muchísimas ganas al evento, ya que es el más importante del año y para
poder salir del país a competiciones internacionales necesitan conseguir
normas y títulos. Por eso la competitividad es máxima y las partidas son
muy reñidas. Diría que el jugador cubano es muy aguerrido en el tablero y
muy agresivo. He participado en seis ediciones del Capablanca en los años
2011, 2013, 2014. 2016, 2018, 2019 y en todas he acabado con la sensación
de estar destrozado, ya que todas las partidas fueron durísimas dado el
elevado nivel de juego que hay en la isla. Casi todos los cubanos que se
dedican al ajedrez estudian Cultura Física y del Deporte en la universidad,
para poder dedicarse de lleno a entrenar.
Tras la inauguración del torneo todos los jugadores nos quedamos
charlando en la recepción del hotel. En Cuba es muy fácil integrarte
socialmente ya que son muy extrovertidos. Recuerdo que estábamos
hablando de series. A todo el mundo le encantaba Los hombres de Paco,
una de mis series favoritas también. En esta conversación fue donde aprendí
lo que era «el paquete». Todo el mundo hablaba del «paquete» y yo no tenía
ni pajolera idea de qué significaba. En 2011 era prácticamente imposible
conectarse a internet en Cuba. Solamente había un par de hoteles en La
Habana donde uno se podía conectar a unos precios desorbitados y
completamente inaccesibles para un cubano. Recuerdo que llegué a pagar
ocho dólares por media hora de conexión. Necesitaba revisar mi correo, ya
que antes de viajar hacia Cuba me habían ofrecido trabajo en una empresa
de construcción. Nunca conseguí ese trabajo. Durante las dos semanas que
estuve en Cuba jamás conseguí acceder a mi correo. Unos años más tarde se
repitió la historia: me habían ofrecido dar una Charla TED en Argentina,
pero yo me encontraba entonces en La Habana y me fue imposible hacer
una videollamada, así que acabé faltando a la prueba decisiva. Hoy en día
vivimos enganchados a las tecnologías y a nuestros teléfonos móviles, pero
en 2011 viajar a Cuba significaba desconectar por completo; luego uno
acababa agradeciendo esa sensación de vivir realmente y de poder olvidarte
de todo lo virtual.
Pues bien, el famoso «paquete» resultó ser una especie de memoria USB
que los cubanos compran. Contiene todas las series y películas del
momento. Cuando me enseñaron todo lo que había dentro me quedé
asombrado: ¡era mejor que Netflix!
Siguiendo con el tema de internet en la isla, tengo otra anécdota grabada
a fuego en mi mente que jamás se me olvidará. Recuerdo que hicimos
amistad con varias personas de «la beca de F con Tercera». La beca es
como llaman en Cuba a una residencia universitaria de estudiantes, el
equivalente a un colegio mayor de aquí, y F con Tercera era la dirección de
la misma, que se encontraba muy próxima al hotel Riviera, donde nos
alojábamos los participantes. Recuerdo que estábamos charlando unas ocho
o diez personas en el Malecón y tomando algo cuando, de repente, a una de
las chicas del grupo le suena el móvil. Empieza un cuchicheo entre sus
compañeros y nos dicen que tienen un plan en el hotel Melià Cohiba y que
nos invitaban a unirnos. Resulta que uno de los chicos, que trabajaba en la
sección de internet de este hotel —uno de los pocos con acceso a la red en
La Habana—, había conseguido una tarjeta mágica que daba acceso gratuito
al wifi durante una hora.
Cuando llegamos al hotel había, sin exagerar, como treinta jóvenes de
entre 18 y 30 años sentados a hurtadillas frente a un ordenador en un rincón
de la recepción del hotel. No entendía cuál era el misterio. ¿Qué estarían
haciendo? ¿Por qué tanto secretismo? Cuando llegué, eché un vistazo a la
pantalla y vi lo que estaban mirando: pelis porno. En Europa, la gente puede
acceder a este tipo de contenidos desde sus casas, pero en Cuba esto no era
tan sencillo y para ellos era una novedad.
Para los que nos dedicamos a deportes como el ajedrez, internet se ha
convertido en una herramienta imprescindible en el entrenamiento. Hoy en
día, la situación ha mejorado muchísimo en Cuba en lo que respecta a
internet, pero algunos jugadores se siguen quejando de que no se les facilita
esta herramienta tan básica para seguir progresando.
En el Memorial Capablanca se juega una partida por día, y además hay
una jornada de descanso en el ecuador del torneo, así que hay tiempo para
todo: preparar la partida, competir, disfrutar de los encantos de la ciudad y
tomar algo por las noches. Es imprescindible dar un paseo por La Habana
Vieja, donde se pueden visitar lugares tan emblemáticos e imponentes como
el Capitolio o el Museo de la Revolución. Otro lugar de obligada asistencia
es el Gran Teatro de La Habana, donde se puede ver actuar a una de las
mejores compañías de ballet del mundo. La plaza de la Revolución o la
heladería Coppelia tampoco dejan indiferente a nadie, aunque para mí el
lugar favorito es sin duda el Malecón de La Habana. Cuántas noches he
pasado allí simplemente charlando con amigos con el sonido del mar de
fondo. En una de esas largas tardes y noches en el Malecón me crucé con
Javier Sotomayor, el mejor atleta de la historia de salto de altura, y por
supuesto no dejé escapar la ocasión para pedirle una foto.
Uno de los días que visité La Habana Vieja, tomé un almendrón para
desplazarme. En la radio sonaba «cubatón», el reggaetón cubano. Iba
conversando con el conductor cuando, de pronto, y sin transición, el taxista,
que veía la parte trasera del vehículo por el retrovisor, comenzó a gritar:
—¡Cogió candela! ¡Cogió candela!
Mis ojos no daban crédito. La parte de atrás del coche estaba ardiendo y
las llamas se abrían paso veloz y peligrosamente hacia mi trasero. En ese
medio minuto en el que tardamos en reaccionar, frenar en seco y bajarnos
del coche, solo pensaba en una cosa: «se me va a quedar el trasero como el
de un babuino». ¡A ver cómo le explicaba yo a mi madre eso! Lo único
positivo es que ya no tendría que ir a una playa nudista para que me diera el
sol por ahí y lucir un bronceado integral. Por suerte, nada pasó aquel día.
En diferentes lugares del Malecón o La Habana Vieja había jugadores de
ajedrez que apostaban en la calle con cualquiera que se atreviese a jugar
unas partidas con ellos. Yo observaba aquellas partidas callejeras y pude
comprobar que esos jugadores tenían muchísima destreza, a pesar de no ser
profesionales ni de torneo. Es imposible no mencionar la historia del
cubano Orelvis Pérez, actual gran maestro residente en España, que se
inició en Cuba como jugador de ajedrez y que empezó en la calle, donde era
un verdadero experto en este ritmo de partidas. Muchos de los cubanos que
conocí hablaban de su destreza en partidas rápidas y de cómo conseguía
sacar de quicio a unos cuantos grandes maestros extranjeros que acudían al
Memorial Capablanca y que osaban retarle. Cuentan que uno de ellos, tras
perder con Orelvis unas cuantas batallas, volvía a su habitación para
preparar las partidas y mejorar las variantes, pero que invariablemente
volvía a caer ante el cubano una y otra vez.
Otra cosa que me sorprendió muchísimo fue cómo manejaban los
cubanos el tema de la lluvia. Sí, de la lluvia. Creo que era el año 2016
durante un Memorial Capablanca. Iba caminando por la ciudad con el gran
maestro Omar Almeida, el Gatillo, como le conocen en el mundillo. Omar
es uno de los jugadores más fuertes del país en la actualidad. Pues bien,
íbamos caminando por el centro de la ciudad cuando de repente comenzó a
llover. Yo ya vivía en Alemania por aquel entonces y esa lluvia cubana era
una broma comparado con lo que podía caer en Hamburgo. De repente la
ciudad se paralizó. Había cientos de personas caminando y todas se
refugiaron en los soportales, y absolutamente nadie se movió hasta que dejó
de caer la última gota. Llegué a pensar que iba a pasar la noche al sereno.
Fue una de las tardes más divertidas que pasé en Cuba. En esa hora extraña
en la que todo el mundo permanecía inmóvil bajo su soportal conocí a una
decena de personas interesantes, y de una manera totalmente random. Esa
misma noche me descubrieron uno de los lugares más fascinantes que
ofrece La Habana para tomar algo por la noche. Se trata de la Fábrica de
Arte Cubano (FAC) y es un gran laboratorio de creación interdisciplinar que
expone lo mejor del arte contemporáneo de Cuba, con un marcado enfoque
social y comunitario. Una antigua fábrica de aceite, trasformada en un
espacio generalista que se abre al intercambio entre las diversas
manifestaciones artísticas que conviven en el mismo edificio. Este espacio
es compartido por diversos bares, museos y exposiciones de cuadros, moda,
esculturas, conciertos…
Por aquella época Chess24 era ya más o menos conocido, y nuestras
retransmisiones también. Al día siguiente tenía una entrevista en la radio
nacional cubana con Danilo Buela, que realiza una labor incansable de
promoción del ajedrez en Cuba desde hace muchísimos años. La entrevista
era por la tarde, así que, por la mañana, tras irnos a dormir algo tarde la
noche anterior, me disponía a ir a comprar el desayuno para mí, mi hermano
y unos amigos que me habían acompañado en aquella edición. El torneo
aún no había empezado, así que estábamos alojados en casa de un amigo en
un apartamento de Centro Habana, en un piso de la planta 11.
Me disponía a tomar el ascensor para bajar los once pisos y salir a la
calle. De repente, ¡boom! El ascensor se bloquea y me quedo
completamente atrapado. Ya me había pasado alguna vez en España, pero
esta vez iba a ser diferente. Lo primero que empezó a ponerme nervioso es
que se fue la luz por completo. No había luz de emergencia. Entonces eché
la mano al bolsillo y pensé «Venga, Pepe, tío, que eres lo más. Coge el
teléfono móvil y llama a alguien para que te saquen de aquí». Era un plan
de genio total, pero el problema es que miré la pantalla y vi que el teléfono
no tenía cobertura. Pasó como media hora y me empecé a desesperar un
poco. En un determinado momento colapsé. El motivo es que me di cuenta
de que en el espejo se iba acumulando una especie de vaho, y empecé a
pensar que el aire no se estaba renovando dentro del ascensor. Todo era,
evidentemente, imaginación mía, pero el caso es que empecé a gritar como
un descosido: «Por favor, ayúdenme, me estoy quedando sin aire. ¡Ayuda!
¡Ayuda!». De repente, una voz cercana llegó hasta mí.
—Tranquilo, mi hermano. Deja de gritar. Relájate, que no es pa tanto.
En aquel momento se me fue todo el miedo y pasé una vergüenza
tremenda. Pasó una hora, y dos, y tres, y Roberto y yo ya éramos amigos de
toda la vida. Nos separaba una pared, pero nos contamos absolutamente
toda nuestra vida. Roberto se había quedado encerrado en el ascensor de al
lado. Su hijo Osmani era muy fan del Barcelona. Su mujer quería visitar
Pamplona, porque tenía ascendientes de allí. Él se dedicaba a la carpintería.
Nunca fue tan ameno quedarse encerrado en un ascensor. Me imaginaba la
misma situación en Alemania, y probablemente no hubiera cruzado palabra
con mi vecino. En un momento le pregunté:
—Oye, Roberto, ¿cuándo nos van a sacar de aquí?
—Eso puede ser hoy o mañana, dependiendo si está el técnico o no.
Pasaron así ocho horas, y por fin nos sacaron del ascensor. Perdí una
mañana, pero gané un amigo, y llegué a la entrevista en la radio de puro
milagro.
Nuestras retransmisiones de ajedrez son pura improvisación y la
improvisación en Cuba forma parte del día a día. Jugando al ajedrez tengo
un estilo muy seco y posicional, y mis partidas se suelen alargar una
barbaridad, siendo muchas veces de los últimos en terminar. Tras una de
esas larguísimas partidas, mi amigo el maestro internacional británico
Lawrence Trent, me llamó y me dijo que me recogían en la recepción del
hotel en dos minutos. Aparecí y vi que en la puerta había un coche
chiquitillo. Se abrió una de las puertas y de allí empezó a salir gente; hasta
siete personas conté. No sé cómo habían podido meterse ahí dentro seis
cubanos y un inglés. Me pidieron que subiera y, tras diversas torsiones y
contorsiones propias del yoga más avanzado, conseguimos entrar los ocho.
El plan era ir a ver a uno de los artistas más conocidos en Cuba, Ray
Fernández, que actuaba los jueves en un local llamado Diablo Tun Tun. Tal
número de personas embutidas en un vehículo no podía traer nada bueno y,
en efecto, a los diez minutos nos paró la policía. Resultó que uno de los
agentes era aficionado al ajedrez y, gracias a eso, pudimos continuar nuestro
camino.
Otro de los momentos épicos que recuerdo fue una noche en la que
terminamos de copas en un local llamado Kingbar y quisimos continuar en
casa de mi amigo, el maestro FIDE cubano Jony Wilson. Debíamos ser
como veinticinco personas dispuestos a seguir compartiendo la noche. Yo
esperaba que tomásemos cinco o seis taxis, cuando de repente veo que, tras
una llamada telefónica, ¡aparece un jodido camión! Y nos subimos los
veinticinco al bicho. No me lo podía creer, pero ya había visto de todo. Y
siempre con una sonrisa, porque cada año Cuba me sorprendía más y más.
Si eres aficionado al ajedrez, el Memorial Capablanca es una parada
obligatoria. Formarás parte de la historia del ajedrez, y ten por seguro que el
pueblo cubano te hará sentir como en casa, además de que no pararás de reír
ni un solo minuto.
Fútbol y ajedrez: Solari y el nudo de corbata

Los ajedrecistas, desde pequeños, somos víctimas de todo tipo de vaciles y


objeto de chistes facilones, la mayoría de las veces cuando comparan
nuestro deporte con otras actividades deportivas. Comentarios como «Ten
cuidado al calentar, a ver si te vas a lesionar» o «¿Ese bíceps es de levantar
el caballo?», acompañados de la típica sonrisilla, están a la orden del día.
Pero la realidad es que el ajedrez tiene muchos puntos en común con otros
deportes y, aunque no lo parezca, todo lo relacionado con la preparación
física es más importante de lo que se pueda imaginar. ¿La preparación
física? ¡Pero qué me está contando este pagafantas de Pepe Cuenca! Pues sí,
y os cuento por qué. Un torneo de ajedrez puede llegar a ser
extremadamente duro. Imaginaos partidas de seis o siete horas, al máximo
rendimiento mental y con mucho nerviosismo y adrenalina, y más cuando
pueden llegar a disputarse hasta dos partidas diarias a este ritmo. Al cabo de
una semana compitiendo los jugadores acaban realmente extenuados; por
eso es tan importante tener una buena forma física, sin ella más se cansará
un jugador y, por ende, más fácilmente cometerá errores. Cualquier jugador
del top 40 mundial cuida al milímetro su preparación física, que es casi tan
importante como la parte técnica y puramente ajedrecística.
Aún recuerdo con una sonrisa una anécdota que sucedió hace
exactamente diecinueve años, en 2002. La selección andaluza sub-16 estaba
compuesta por cinco chicos y cinco chicas. Nos reunieron en el Centro de
Alto Rendimiento (C.A.R.) de Sevilla, situado junto al Guadalquivir, para
concentrarnos un par de días antes de viajar a Las Palmas de Gran Canaria
para el Campeonato de España de la Juventud. La ubicación del C.A.R., a
orillas del Guadalquivir, no era aleatoria: sus instalaciones y actividades
estaban completamente orientadas al remo y al piragüismo. El primer día,
cuando entramos en el comedor, estaba lleno de bestias pardas con un brazo
más grande que todo mi cuerpo y unas espaldas que podían ser
perfectamente la pared de mi dormitorio. En nuestro grupo estaba el actual
maestro internacional sevillano Jesús Garrido, que por aquel entonces
tendría unos 14 años y no debía pesar más de cuarenta kilos. Los
bicharracos de remo nos lanzaban miradas cada vez más curiosas desde las
mesas contiguas, intentando averiguar de qué deporte éramos. Finalmente,
uno de ellos no se pudo aguantar. Se levantó de la mesa, se acercó a
nosotros y nos preguntó:
—¿De qué deporte sois?
—De ajedrez.
—Ahhhhhhhh. Ahora entiendo.
Se dio la vuelta y se fue a hablar con sus compañeros. Acto seguido,
volvieron en grupo y se dirigieron a Jesús Garrido, preguntándole cuánto
pesaba. Cuando les respondió que unos cuarenta kilos, lo invitaron a
participar en el Campeonato de España de Remo señalando que le faltaban
unos cuantos kilos para llegar al mínimo exigido. De esta manera, no tenía
más que subirse en la embarcación, sin mover ni un solo brazo, y… ¡a
disfrutar del paseo!
A lo largo de todos estos años hemos tenido alguna relación con el
mundo del fútbol y os vamos a explicar cómo ha llegado a ocurrir. El fútbol
y el ajedrez tienen bastante en común. Para empezar, el tablero de ajedrez es
bastante similar al campo de fútbol. Los jugadores son piezas que el
entrenador dispone para tratar de doblegar al rival, siendo en este caso el
portero el rey, ya que es el objetivo final de ataque. El centro del tablero es
superimportante, al igual que el centro del campo. Quien lo domine tendrá
la posesión o iniciativa, y a partir de ese dominio surgirán oportunidades en
las bandas o en el flanco de rey o dama. El centro del campo se puede
controlar con los propios jugadores o desde la distancia, al igual que en
ajedrez, con el denominado «ajedrez hipermoderno».
Hablando de táctica y estrategia, podríamos decir que el juego de la
selección española de los últimos años de «tiquitaca»se parece bastante a un
juego posicional en ajedrez, buscando casillas o puntos débiles, asfixiando
al rival poco a poco sin dejar opción de contrajuego. Recuerda mucho al
juego de Karpov o incluso al de Magnus Carlsen, actual campeón del
mundo. Por otra parte, el juego del Real Madrid en la época de Cristiano
Ronaldo era mucho más directo, de golpes fulminantes, lo que en ajedrez se
llama juego táctico o de ataque, el estilo de jugadores como Kasparov.
Durante una partida de ajedrez se busca el flanco débil para lanzar un
ataque en tromba, a lo bestia. Una señal puede ser un rey desprotegido o un
punto de ruptura interesante para nuestros peones. En fútbol, esto es
exactamente igual. Imaginad que existe un lateral mucho más lento que el
extremo en cuestión por esa banda. Está claro que entonces el equipo
volcará su ataque en esa área del terreno de juego. Y como estas, podríamos
buscar muchas similitudes más.
Después del mundial Carlsen vs. Karjakin de 2016, algunas personas
empezaban a pararnos por las calles para felicitarnos por nuestro trabajo en
Chess24. Era bonito ver cómo el ajedrez estaba creciendo tanto en tan poco
tiempo. Divis y yo siempre nos preguntábamos si habría algún futbolista
que siguiera nuestras retransmisiones, y pensábamos que sería genial hacer
algo de ajedrez relacionado con el fútbol. Nuestras conversaciones eran de
este estilo:
—Divis, ¿te imaginas si Messi jugara al ajedrez y estuviera siguiendo el
mundial? Quizás algún día se anime a grabar algún vídeo.
—Baja de la nube, don Pepe.
—Cierto, bajemos.
Aunque no fue Messi el primer jugador con quien entramos en contacto,
sino alguien que nos haría aún más ilusión. Debía de correr el año 2017 o
2018 cuando Esteban Granero, exjugador del Real Madrid, del Getafe, de la
Real Sociedad, y en ese momento jugador del Espanyol, comenzó a seguir
la cuenta de Chess24 en español y la mía personal en Twitter. Para mí fue
como el típico momento ese, con 15 años, que te empieza a hacer caso una
chica que te gusta y estás entre acojonado y contento. Como buenos
aficionados al fútbol, nos habíamos tragado cientos de partidos del Pirata.
Al instante, conversación con Divis:
—Hostia, tío. ¡Que Granero nos sigue!
—¿Qué?
—¡En Twitter, tío! Tiene que ser un error. O es que le gusta el ajedrez…
Y, en efecto, El Pirata resultó ser un gran aficionado al ajedrez que no
solo seguía nuestras retransmisiones con frecuencia, sino que además tenía
una fuerza ajedrecística muy considerable; incluso había llegado a
participar en alguna partida de la liga vasca de ajedrez. Decidimos
comunicarnos con él por Twitter y en seguida hicimos buenas migas.
Además, resultó que sus padres son de Baza, un pueblo de Granada, mi
tierra. Desde que entablamos relación con El Pirata siempre nos ha ayudado
en cualquier cosa que le hemos pedido, desde actos solidarios hasta pasarse
a saludar en las retransmisiones de los campeonatos del mundo. Y le
tenemos mucho que agradecer, porque le hace mucho bien al ajedrez que
personas tan mediáticas como él visibilicen nuestro deporte.
Fruto de este buen rollo existente entre Esteban, Divis y yo, nos invitó en
un par de ocasiones a la Cena Pirata, un evento solidario fantástico en el
que se reúnen todo tipo de personalidades del mundo del deporte, del
espectáculo, de la ciencia, etc. Es una cena donde se realizan diferentes
subastas con el objetivo de recaudar fondos para luchar contra el cáncer u
otra enfermedad. Cuando recibimos la invitación nos hizo muchísima
ilusión, ya que por fin íbamos a poder echar unas risas con El Pirata en
persona.
Llegó el día de la primera cena, y no pensábamos que la noche iba a dar
para tantas anécdotas. Eché mano de mis mejores galas, que en aquella
época consistían en un traje de Zara de sesenta euros. No tenía cinturón, así
que le tuve que pedirle uno prestado a Divis que, por supuesto, no pegaba ni
con cola. Aun así, ambos nos sentíamos unos auténticos fuckers cuando
cerramos la puerta de la casa, dispuestos a pillar un taxi. Cuando estábamos
en el portal, a punto de salir a la calle, tuve la mala idea de mirarme en el
espejo. Resultado: una mancha roja en la chaqueta del traje, que no sé de
dónde rayos había salido, y un bonito agujero en la camisa. Miré con
decisión a Divis y le dije que ya no había tiempo, que llegábamos tarde, así
que palante.
Ninguno de los dos nos hacíamos una idea de lo que nos íbamos a
encontrar en aquella cena del 21 de marzo de 2018 en el Casino de Madrid.
Al llegar a la puerta, y tras identificarnos, pudimos pasar y lo primero que
vi fue una alfombra roja y gente con mucha clase. Yo no paraba de
repetirme: «¿Dónde coño me he metido?» y «El lamparón que llevas se te
ve a dos kilómetros, cazurro». A los dos minutos nos cruzamos con El
Pirata y su mujer. Nos dimos unos abrazos y ella nos dijo, entre risas, que
estaba harta de nosotros, que Esteban nos ponía hasta cuando iban en el
coche. Estuvimos hablando un ratito y El Pirata se tuvo que ir a atender a
otros invitados. Habían habilitado un photocall, donde todos los invitados y
famosos posaban mientras la prensa los fotografiaba. Obviamente, nosotros
queríamos huir de todo aquello, pero, sin que nos diéramos cuenta, uno de
los periodistas nos había ido empujando hacia el «pase de modelos». Ahí
estábamos, Divis, entrenador de ajedrez, y yo, el cateto del barrio de La
Chana de Granada, siendo fotografiados —sin exagerar— por más de
treinta medios, todos ellos preguntándose probablemente quién cojones eran
esos dos. Para que os hagáis una idea, justo antes de subir nosotros, acababa
de pasar por la tarima del photocall el cantante Leyva. Pero es que, cuando
nos bajábamos, vimos que el siguiente en subir era… ¡Florentino Pérez!
Una vez recibidos, los invitados nos dirigimos a la sala donde había un
picoteo y comenzaría la subasta. Famosos como Sergio Llul, Roberto
Carlos, Felipe Reyes o Sergio Canales andaban por ahí, y como
presentadora estaba Luján Argüelles. Y luego había gente del mundo de los
negocios con mucha, pero mucha pasta. Recuerdo, por ejemplo, que entre
los invitados se encontraba la familia Alsa. Llegó el momento de la subasta,
donde se podía pujar por camisetas, zapatillas o botas de futbolistas y
jugadores de baloncesto, entre otras cosas. Recuerdo que nos hizo especial
ilusión ver que en la subasta entraba la camiseta de Llul, ya que tanto Divis
como yo somos grandes aficionados al baloncesto. Así que comenzamos a
hablar entre nosotros:
—Don Pepe, me encantaría tener la camiseta de Llul. Vamos a pujar por
ella y así también ayudamos, ¿no?
—Me parece buena idea. ¿Ponemos 150 euros cada uno?
—¡Venga! Yo creo que con 300 euros nos la llevamos.
Ahí estábamos nosotros, motivadísimos ante la posibilidad de conseguir
una camiseta firmada por Llul, y cuando estábamos a punto de hacer la
primera puja, se nos adelantó un miembro de una las familias pudientes que
había acudido a aquella cena y soltó:
—4000 euros.
¡Boom! Divis y yo nos miramos, muriéndonos de la risa. Menos mal que
no nos dieron la palabra. A partir de ese momento decidimos quedarnos
calladitos el resto de la subasta. Porque tampoco es que empezáramos bien
del todo. Justo cuando iba a iniciarse, Divis y yo nos habíamos puesto a
buscar una mesa, y cuando ya pensábamos que la habíamos conseguido, se
nos acercó una mujer que flotaba en pasta —os referiremos a ella con el
nombre ficticio de Diablilla— y nos dijo, con bastante mal gesto y muy
estirada, que ahí no podíamos sentarnos ya que la mesa estaba reservada
para ellos. Nos levantamos inmediatamente, por supuesto, y cuando nos
estábamos yendo volvió a dirigirse a nosotros y nos dijo: «¿Estáis seguros
que venís a esta cena?». Nos encendimos bastante, pero no le respondimos
y nos desplazamos a otro lugar para seguir la subasta benéfica. Es de
admirar lo que consigue Esteban Granero cada año. ¡Ojalá haya más gente
como El Pirata! Una vez que acabó todo el jaleo y se terminó la subasta,
comenzó una mini fiesta durante la cual estuvimos charlando bastante
tiempo con El Pirata. Se notaba que realmente disfruta con el ajedrez y
hablamos largo y tendido sobre las retransmisiones y los diferentes torneos.
Lo mejor de la noche vino después de la conversación con Esteban. ¿Os
acordáis de Diablilla, la mujer que nos trató con tanto desprecio? Pues la
simpática Diablilla, al percatarse de que hablábamos tanto con El Pirata, se
acercó a nosotros y empezó a interesarse por nosotros y a preguntarnos qué
hacíamos aquí, ahora sí de buen rollo. A mí me apetecía trolearla, mucho, y
le dije que yo conocía a Esteban ya que habíamos coincidido hacía cinco
años en la Fiorentina, la liga italiana, y que Divis era un poeta mexicano.
—Me imagino que debes conocer a Divis Martínez, el gran poeta
mexicano ganador del premio Rancho Colapso.
—Por supuesto que sí, encantada.
Acabamos haciéndonos una foto y todo antes de que se marchara. Fue lo
mejor de la noche, aparte de poder compartir un rato con el genio de
Esteban y ver de primera mano lo buena persona que es y su trabajo
desinteresado para ayudar a los demás.
Y, ya que hablamos de fútbol y ajedrez, es necesario mencionar también a
Quique Setién, uno de los mejores entrenadores de España, que ha pasado
por equipos como el Barcelona o el Betis, entre otros. Como él mismo
confiesa, se interesó bastante por el ajedrez a raíz del match entre Fischer y
Spassky, llegando a convertirse en un jugador bastante fuerte con un Elo de
2055 puntos. «Mi concepto como entrenador, y en el ajedrez, es atacar con
cierto orden y controlar la retaguardia. Puedes ser un jugador ofensivo, pero
siempre controlando lo que pasa atrás: no dejar piezas sueltas, que haya
sincronización. Es lo mismo que pasa en el fútbol cuando tienes un equipo
coordinado, en el que todos sus jugadores conectan, hay buenas
asociaciones… De joven iba más a lo loco: siempre para adelante, avanzar
los peones, no mirar lo que dejas atrás, olvidarte de la defensa… Luego te
daban las que te daban», declaraba al diario Marca en 2016.
Quique Setién ha participado en numerosas exhibiciones de ajedrez,
llegando a jugar contra Karpov en 1991 y en 2018 en Sevilla, cuando era
entrenador del Betis. Justo ese mismo año fuimos invitados al estadio del
Betis para comentar un evento de ajedrez en el que el actual Campeón de
España, David Antón —el Niño Antón—, se mediría en una partida
simultánea contra Setién y el presidente del Betis, Ángel Haro, que también
resultó ser un excelente jugador. Muchos no lo creerán, pero ¡Ángel Haro
llegó a complicarle muchísimo la partida a Antón, actual top 100 mundial!
Nos gustaría contaros también nuestra experiencia con el Real Madrid.
Magnus Carlsen, actual campeón del mundo, forma parte del grupo Play
Magnus, al que también pertenece Chess24, así que de una u otra manera
todos estamos en la misma empresa. Magnus siempre ha sido un reconocido
fan del Real Madrid, y del fútbol en general, y su relación con el club
merengue es bastante estrecha, hasta el punto de que incluso ha realizado,
en un par de ocasiones, el saque de honor en el Santiago Bernabéu. Como
dato curioso, hay que decir que en diciembre de 2019 Magnus llegó a
liderar mundialmente el juego Fantasy Premier League (FPL), en el que
estaban dados de alta más de siete millones de usuarios. En el último año ha
llegado a disputar torneos de ajedrez online, con cientos de miles de euros
en juego, más pendiente del televisor donde echaban los partidos de la
premier league que de la propia partida de ajedrez que estaba jugando.
En noviembre de 2020 llegamos a un acuerdo de colaboración con la
Fundación Real Madrid para realizar doce horas solidarias, con la
participación, nada más y nada menos, de Magnus Carlsen, Santiago Solari
y Álvaro Arbeloa. Se subastarían camisetas y balones firmados por el Real
Madrid, réplicas de trofeos, tableros firmados, y otros objetos de deseo para
cualquier fan. Santiago Solari, que por aquel entonces era embajador del
Real Madrid, ya había manifestado en alguna declaración anterior su afición
por el ajedrez. En la presentación del evento, Solari jugaría una partida por
videoconferencia contra Carlsen, que se encontraba en Oslo. Divis y yo
cogimos nuestros bártulos y nos dirigimos a la ciudad deportiva del Real
Madrid, donde nada más llegar conocimos a Solari. Tenía fama de ser una
persona agradable y cercana. Pues os aseguro que es cierto. ¡Menudas risas
nos echamos con él! Íbamos con algo de miedo, porque uno nunca sabe si
las personas de su nivel acuden a estos eventos benéficos porque les
motivan o porque se sienten obligados a hacerlo y, en realidad, les da una
pereza infinita estar ahí. Pero, ¡vaya genio! Desde el minuto uno se mostró
muy colaborador e interesado, además de que realmente le gusta el ajedrez.
Me sucedió con él una anécdota divertida, que quería compartir con
vosotros. La apertura del evento era un acto muy formal, y me había tocado
ser el presentador. Recuerdo que diez minutos antes de salir de casa estuve
viendo tutoriales en YouTube para aprender a hacerme el nudo de la
corbata. No hubo manera, así que me la metí en el bolsillo esperando ser
capaz de anudármela en el taxi. Para Divis aquello no era un problema,
porque su corbata tenía el nudo hecho. Ya en la ciudad deportiva del
Madrid, charlando con Solari, salió el tema de la corbata. Y va Santiago y
me dice:
—Si querés te lo hago yo, que hago mil nudos cada semana.
—¡Venga!
Y ahí estaba yo, mientras Solari me hacía el dichoso nudo de la corbata y
Divis se partía la caja de risa. Fueron unas horas muy divertidas, en las que
muchos aficionados al fútbol conocieron el ajedrez y muchos ajedrecistas se
interesaron más por el fútbol. Al acabar el evento, me disponía a coger un
taxi —Divis se había tenido que marchar antes— cuando, de repente, Solari
se ofreció a llevarme. No solo había tenido que aguantarme cuatro horas,
sino que además el tío me llevaba a casa. Probablemente él no se acuerde de
mí, pero yo siempre recordaré lo agradable y sencillo que fue conmigo.
Esperaba que nos fuéramos a montar en un Ferrari, pero, para mi sorpresa,
su coche era muy sencillo y pequeñito. En cuanto llegué a casa le escribí un
wasap a mi hermano Paco: «Tío, me acaba de traer Solari a casa de Divis».
Y me contestó: «Claro. Y yo estoy jugando un culé con Neymar». Imagino
que todos habéis jugado al culé, ¿no? Aquel juego en el que, el que perdía,
tenía que poner el trasero para que se lo reventaran a petardazos…
Para cerrar el capítulo os hablaremos de nuestro contacto con el fútbol
latinoamericano. En nuestro afán por llegar a más gente, y por supuesto por
pura afición, nos ha hecho ilusión siempre colaborar con diferentes equipos
de fútbol. En 2017 nos encontrábamos en Argentina, disputando un torneo
de ajedrez, cuando se nos ocurrió que queríamos grabar un Boca vs. River
en la Bombonera. La Peque Maggiolo, jugadora argentina de ajedrez, era
nuestro contacto, ya que trabaja en una sección de ajedrez del Boca. Nos
invitaron primero a un entrenamiento del primer equipo, y luego nos
abrieron las puertas de la Bombonera para grabar nuestro particular Boca
vs. River ajedrecístico. La Peque Maggiolo (la campeona argentina más
joven de la historia) y yo haríamos de Boca y Divis, junto con Florencia
Fernández (varias veces campeona argentina), harían de River. Nos
disponíamos a colocarnos las camisetas de Boca y River cuando, de
repente, llegó un miembro de seguridad corriendo a la velocidad de Usain
Bolt y gritándonos que eso no se podía hacer: al parecer, en Argentina no se
puede llevar una camiseta del equipo rival en el estadio del equipo local. La
intensidad con la que viven el fútbol en América del Sur es altísima, como
también tuvimos ocasión de comprobar en Chile, en el estadio del Colo
Colo, donde hicimos otra colaboración.

El Boca vs. River de ajedrez, a punto de empezar. ¡No nos dejaron ponernos las camisetas! 😢
Cortesia de los autores

¡En definitiva, estamos convencidos de que el fútbol y el ajedrez se


pueden compenetrar muy bien!
Los enfrentamientos por el Campeonato del Mundo

Magnus Carlsen defendió por primera vez su título mundial en noviembre


de 2014, precisamente contra el jugador al que se lo había arrebatado el año
anterior, Viswanathan Anand. Fue el primer match del Campeonato del
Mundo que comentamos y una experiencia completamente diferente. Tuve
el lujo de compartir dos semanas de retransmisión con el maestro
internacional inglés Lawrence Trent —al que nosotros llamamos Lorenzo,
porque habla perfectamente español—, con el que fui aprendiendo sobre la
marcha. ¿Cómo mantener entretenida a la audiencia cuando tan solo hay
una partida que puede durar hasta siete horas?
Recuerdo que yendo con Lorenzo hacia el estudio de retransmisión nos
cruzamos por la calle con una chica guapa que paseaba un perro. «¿Eres de
mascotas?», le pregunté; pero antes de que pudiera contestar le dije: «Mejor
no me respondas y me lo cuentas en directo». ¡Ahí estuvo la magia!
Aprovechando alguna posición de medio juego en la que durante varios
minutos no iba a suceder nada especial, cambié un poco la pregunta que le
había hecho por la calle y comenzó una divertida conversación entre
nosotros, y con la audiencia participando, sobre si, para ligar, era mejor
pasear un simpático perrito o saber bailar salsa. Yo tenía claro, desde el
principio, que defendería el argumento opuesto al que eligiera Lorenzo, y
de esta forma entretuvimos a los que seguían la retransmisión, ¡que solo
eran unos cuantos centenares!
Aquel match tuvo su momento más tenso en la sexta partida, en la que
Magnus Carlsen cometió un gravísimo error que aprovechó Vishy para, con
un golpe táctico, dar la vuelta a la partida. Justo en aquel momento
estábamos entrevistando al número uno español, Paco Vallejo, cuando
vimos, alertados por el módulo de análisis, que Anand tenía esa jugada de
caballo… Las pulsaciones subían. Mientras explicábamos a los
espectadores por qué esa jugada ganaba dos peones y podría dar la victoria
al jugador indio, ¡este pasó por alto la posibilidad y movió un peón! «No
me lo creo, no me lo creo», exclamó Trent, una frase que se convertiría en
un clásico durante un tiempo. Y a continuación soltó algo que rápidamente
muchos etiquetaron como «error gramatical»: «¡Qué malo!». Rápidamente
se corrigió: «¡Qué mal!». Conociendo a Trent, yo sabía perfectamente que
no había sido un error gramatical: ¡estaba llamando malo a Anand! Hice
como que no lo había oído y seguimos adelante… aunque no faltó algún
usuario que puso en el chat: «¿Acaba de decir que Vishy es malo?».

El momentazo: «No me lo creo, no me lo creo».


Cortesia de los autores

Durante aquel mundial logramos también nuestro primer tuit viral, o al


menos lo era para las cifras que movíamos en aquellos años. Resultó que, al
poco de empezar la partida, todos pudimos observar por las cámaras que
Magnus se quedaba medio dormido en el tablero. ¿Estaba quizá
concentrado recordando variantes? ¡Qué va! Aunque solo fuera por unos
segundos, ¡se estaba quedando frito! Las risas no faltaron y aprovechamos
la ocasión para crear el hashtag #DoaMagnus, invitando a todos los
usuarios a que nos enviaran una foto suya dormitando ante un tablero o
echándose una cabezadita en plena retransmisión. Según explicó Magnus
más tarde, aquel día andaba algo enfermo y había tomado una medicación
que le había dejado medio adormilado.
Lorenzo y yo sumándonos al hashtag #DoaMagnus.
Cortesia de los autores

La interacción con los seguidores es vital: es lo que hace que los directos
por internet sean más cercanos a la televisión. ¡Y sin duda les están
comiendo mucho terreno! Esto, que resulta evidente en 2021, no lo era
tanto en 2014, cuando el mundo de los streamers aún estaba por eclosionar.
En 2014 el seguimiento del Campeonato del Mundo fue bastante modesto,
pero en 2016, con la web y nuestro trabajo mucho más maduros, todo
estaba listo para despegar. Pepe ya se había convertido en una estrella y
contaba con seguidores por todo el mundo; además pudimos comentar el
match junto al gran maestro David Antón, al que llevo ayudando a
progresar desde 2006 y cuyos triunfos viven como propios todos los
usuarios de Chess24, ya que la gran «explosión» del Niño Antón llegó con
el nacimiento de la página.
Como contábamos en el prólogo, el match por el título mundial entre
Magnus Carlsen y Sergey Karjakin fue el evento que nos permitió dar un
salto de popularidad muy grande y con el que disfrutamos de principio a
fin. ¡Sergey consiguió poner a Magnus contra las cuerdas! La retransmisión
fue divertida, dejó anécdotas y un gran sabor final para todos, con aquel
sacrificio de dama que finalmente le dio el título a Magnus en los
desempates. Por desgracia, los problemas legales derivados de la
retransmisión de aquel mundial lo empañaron bastante.
En 2018 llegó el momento del n.º 2 mundial, Fabiano Caruana, que retó a
Magnus en Londres en un match igualadísimo que llegó a los desempates
¡tras doce empates! No faltaron las quejas por el número de tablas, pero lo
cierto es que las partidas fueron apasionantes. Ambos jugadores tuvieron
sus oportunidades para anotarse alguna victoria, pero no fueron capaces de
conseguirlo, y, aunque comprendo que no quede bonito que todas las
partidas quedasen en tablas, ¡todas ellas fueron buenísimas! El día de los
desempates batimos nuestro récord de audiencia, con 34.399 personas
concurrentes en el momento más alto, un número que sin duda se quedará
corto en 2021. Nuestra retransmisión fue correcta y la gente la disfrutó,
pero Magnus ganó contundentemente los desempates por 3 a 0, haciendo
que la magia de la emoción desapareciera totalmente.
En 2021 esperamos comentar el mundial desde Dubái, a unos metros de
donde se dispute presencialmente y, a no ser que te hayas dado mucha prisa
en adquirir este libro, cuando leas estas líneas ya se habrá disputado.
¡Quedará ese capítulo para un próximo libro!
Campeonato Mundial Juvenil de Ajedrez 2013

Aterrizamos cerca de la medianoche en Dubái, tras un largo viaje en la


siempre confortable Emirates. Acompaño como entrenador a la delegación
española, menos numerosa que en otras ocasiones pero con los mejores
jóvenes del país. Visitar los Emiratos Árabes Unidos nos produce cierto
respeto, a la vez que curiosidad. Las familias de los niños están algo
inquietas, así que nos informamos bien del lugar donde se disputará el
evento, la universidad de Al Ain, la cuarta ciudad en población de los
Emiratos Árabes Unidos y cuyo nombre significa ‘el manantial’ por estar
situada en un oasis en medio del desierto.
Nada más aterrizar en Dubái nos recibe un grupo de jóvenes altos, con
túnicas blancas y barba bien cuidada (no sé por qué me fijé en este detalle).
Son extremadamente simpáticos y nos saludan con mucha alegría y buen
humor; enseguida nos preguntan por el Real Madrid y el Barcelona y
acabamos haciéndonos selfies con ellos antes de salir del aeropuerto.
Nuestro destino se sitúa a unos ciento sesenta kilómetros de Dubái.
Somnolientos, tras casi dos horas de viaje en autocar, llegamos a la
residencia de estudiantes de la universidad de Al Ain. El módulo que nos
han asignado es la habitual residencia femenina, que se encuentra vacía
salvo por las jóvenes estudiantes, voluntarias, que nos atienden a la entrada
de la residencia. Ataviadas con la típica abaya negra, que las cubre enteras
salvo la cara, destacan por su educación, amabilidad y buen inglés.
Las habitaciones son individuales, aunque comparten baño y ducha con
la habitación contigua, que en mi caso es la del psicólogo de la selección,
mi gran amigo Carlos Martínez. Carlos es una persona muy cercana,
profunda y generosa, que se incorporó ese año a la delegación tras destacar
por el buen trabajo que hace regularmente con los jóvenes de la delegación
valenciana. Me acerco a su habitación y le convenzo para que vayamos a
pedir una botella de agua. Carlos me sonríe y nos bajamos. Según llegamos
a recepción, con cara de perdidos, se nos acerca la chica que nos atendió y
nos pregunta si nos puede ayudar. Le decimos que tenemos un poco de
hambre y sed y si podemos tomar algo antes de dormir. Hay una pequeña
máquina con algunas cosas, pero resulta que no funciona. En ese momento
tiene lugar uno de esos momentos especiales que, al romper todos los
prejuicios, se te quedan grabados para siempre. La chica nos pide que
esperemos un momento, que nos va a conseguir agua y comida.
Inmediatamente sale por la puerta de la residencia y, levantándose
ligeramente la abaya, empieza a correr hacia el edificio de al lado. En
menos de un minuto vuelve con unas botellas de agua y, si no recuerdo mal,
unos panecillos para darnos. No nos deja que se lo paguemos y nos invita a
sentarnos en unos cojines que hay cerca de recepción. Agradecidos y
sorprendidos por igual, nos sentamos allí y al rato se nos acerca un grupo de
seis chicas de la residencia, de entre 19 y 23 años, que se sientan con
nosotros a charlar. Durante horas descubrimos a unas jóvenes que admiran
la cultura española, que siguen a Sara Carbonero por Instagram y te hablan
del juego de Cristiano Ronaldo con la misma naturalidad que interrumpen
la charla al alba tras escuchar la ahhan, la llamada al salat —oración
obligatoria— que el muecín realiza cinco veces al día. Las chicas se
preocupan por nuestras costumbres y responden a nuestras infinitas dudas.
La conversación se alarga hasta la hora de desayunar y finalmente Carlos y
yo apenas llegamos a dormir un par de horas antes de que los chicos de la
delegación se levanten y vayamos a ver el enorme campus universitario.
Vivir un Campeonato del Mundo por dentro es una experiencia
apasionante. Cada jugador tiene su experiencia propia y los primerizos
suelen seguir a los más experimentados para mitigar los nervios. Sin duda
alguna, los más nerviosos e impacientes siempre son los padres.
La labor del entrenador durante estos campeonatos es complicada.
Básicamente tienes que conseguir que los chicos se adapten perfectamente
y permanezcan centrados, detectando y resolviendo cualquier imprevisto
que pueda surgir antes de que se convierta en un problema. Por suerte, las
habitaciones que nos han proporcionado son cómodas y, aunque la comida
que brinda la organización deja en cambio mucho que desear, localizamos
una plaza central con una oferta de restauración muy variada y a buen
precio. Yo voy con mis dos alumnos, David Antón —el Niño Antón—, e
Irene Nicolás, y también me encargo de María Eizaguerri, una niña sub-12
muy talentosa de Aragón.
El lugar es muy tranquilo y, al ser diciembre, la temperatura muy
agradable, así que podemos centrarnos en realizar el mejor papel posible.
El Niño Antón, que está disputando el absoluto sub-18, comienza algo
frío, con dos tablas ante rivales en principio inferiores, pero entonces
encadena cuatro victorias consecutivas. David viene de tener un muy mal
Campeonato de Europa sub-18, pero tras analizar sus partidas nuestro
veredicto fue que su juego había sido bueno. Entrenar a jóvenes es tan
motivador como exigente. Tienes la responsabilidad de pulir talentos que
nadie sabe dónde podrán llegar. A veces tan solo tienes que acompañarlos,
animarlos y darles alas para que sigan por su camino. Otras veces tienes que
invitarlos a que cambien de hábitos, a que se esfuercen más o que busquen
nuevas aperturas que les ayuden a mejorar su comprensión del ajedrez.
Todo esto se escribe en cinco líneas, pero para llevarlo a cabo se necesitan
meses de trabajo y confianza. David llega al ecuador del torneo pleno de
confianza y seguro de poder luchar por el campeonato.
Irene juega el Femenino sub-16 y viene de rozar la medalla en el europeo
tras haber comenzado con solo medio punto en las dos primeras partidas.
En la entrega de premios, mira con envidia sana a las chicas del podio y me
dice: «Quiero estar ahí». La motivación de los que realmente quieren lograr
grandes hitos les lleva a trabajar cuando los demás duermen y a esforzarse
en las partidas cuando los demás se dan por vencidos. Irene comienza el
mundial con cinco victorias consecutivas y está disfrutando de su juego.
Las rondas tras el día de descanso resultaron ser fatales. David tan solo
hizo 1 de 3 de la séptima a la novena, mientras que Irene solo logró medio
punto de la sexta a la octava. Con la perspectiva que da el tiempo me resulta
difícil saber por qué les recomendé jugar una u otra apertura; aún me
lamento al pensar qué hubiera pasado si hubieran encontrado una jugada
clave o si hubieran tenido esa pizca de suerte que creo que faltó en alguna
partida. Durante la competición esto, sin embargo, no existe. El papel del
entrenador siempre es preparar lo mejor posible al jugador para la próxima
partida. En este punto hay que decir que la ayuda de Carlos fue
fundamental, porque siempre encontró la forma de mantener a los jugadores
en «la zona». A veces hay que guiar al jugador, pero otras veces tan solo
hay que escucharle.
Los ajedrecistas, y más en los tiempos que corren, no viven los
campeonatos en una burbuja. Todos están conectados a internet y hablan
constantemente con familiares y amigos. Cuando estás trabajando a diario
para lograr tus objetivos, durante muchas horas, y no lo logras, es muy
duro. Pero, lo logres o no, para lo que no estás preparado cuando estás
creciendo es para la repercusión que van teniendo tus actos. Los jugadores
que teníamos ahí, luchando por el Campeonato Mundial, eran adolescentes,
con todas las inquietudes que tienen los adolescentes; y, de repente, sin
ellos buscarlo, tienen a muchas personas opinando sobre lo que hacen.
Estos tropiezos dejaban a los nuestros con pocas opciones, pero aún las
había. Recuerdo que Carlos y yo, como psicólogo y entrenador
respectivamente, dejamos prácticamente de dormir por las noches. Cuando
los objetivos de los alumnos están tan cerca quieres ayudarles como puedas
y todas las noches nos juntábamos a trabajar cerca de la recepción, donde
las voluntarias árabes se habían convertido en las mayores seguidoras del
equipo español; aún recuerdo que nos llevaban té y pizza mientras nosotros
estábamos enfrascados con los ordenadores haciendo que funcionaran
algunas variantes. No creo haber dormido tan poco en ningún campeonato
como los últimos días en Al Ain.
A falta de dos rondas, el milagro iba a consistir en ganar las dos partidas
que quedaban y esperar. La situación era crítica, no puedes ni hacer unas
tablas; sientes cansancio y los nervios se acumulan si piensas que un error
te alejará del objetivo y tendrás que esperar al menos un año por luchar de
nuevo por él.
Recibimos el emparejamiento de Irene y David con cierta alegría, vemos
buenas opciones y, de hecho, ambos logran buenas victorias. Estamos a
falta tan solo de una ronda y todo puede pasar. Irene se enfrentará en la
última ronda a la líder del torneo, la iraní Sarasadat Khademalsharieh. Si
gana la superaría en la clasificación y si la jugadora china no lograra ganar
su partida, Irene podría ser campeona del mundo. David se enfrenta al gran
maestro estadounidense Daniel Naroditsky, un prodigio absoluto que, de
hecho, en ese momento, con 18 años, ya tenía dos libros de ajedrez
publicados.
Carlos y yo no dormimos ni un segundo aquella noche. Preparamos las
aperturas a conciencia y Carlos grabó un vídeo motivador para todos los
chavales que luego proyectamos en una pantalla gigante, en recepción,
antes de ir a la ronda. Toda la delegación estaba volcada con los jugadores
mejor clasificados y los ánimos estaban por las nubes.
A David le juegan lo esperado y entra en una posición en la que se siente
cómodo; maniobra y maniobra, quedando con ventaja. Está jugando bien y
confiado. Irene, por otro lado, ha cometido algunas imprecisiones y la iraní
la está presionando mucho; la posición pinta, desde muy pronto, bastante
fea. Estoy muy nervioso, pero decido no romper la rutina que llevo durante
todo el torneo y me voy a la habitación a echarme una buena siesta.
Al despertar, el corazón me late a mil por hora al ver las posiciones. A
David le han sacrificado la dama por torre y alfil. Esto hace que se llegue a
un final donde solo él tiene oportunidades de ganar, pero su rival parece
estar cerca de obtener una fortaleza inexpugnable. Normalmente, jugar una
posición donde solo puedes ganar o empatar es muy bueno, pero esto no
importa nada cuando en juego está el Campeonato Mundial. Todo lo que no
fuese una victoria era una derrota, y todos lo sabíamos. Seguimos el final de
la partida muy nerviosos, mientras vemos que Irene parece estar cada vez
más perdida. Afortunadamente, no hay ningún tipo de comunicación entre
jugador y entrenadores o familiares durante las partidas, porque en ese
momento estoy siguiendo las partidas con otros componentes de la
delegación y mi ánimo no es precisamente bueno.
Los apuros de tiempo llegan a la partida de Irene, y cuando parece que su
rival está a punto de coronar su peón, convertirlo en dama y acabar la
partida, surge la oportunidad. Sarasadat comete un error muy humano al
intentar apoyar su peón con su dama para avanzarlo y omite un recurso
genial, sacrificando su torre, que parece otorgar el empate a Irene. A la
murciana no le quedaba mucho tiempo, pero ¡encuentra la solución! La
brillante idea coge completamente desprevenida a la iraní, que tiene que
elegir si toma la torre y acepta el empate o escoge otra opción. Pero no hay
otra opción. La psicología en el ajedrez interviene decisivamente cuando
tienes que tomar decisiones complejísimas en apenas segundos y con
circunstancias de estrés extremo. Sarasadat decide sacrificar su peón pasado
y seguir luchando, pero eso no solo hace que pierda su ventaja, sino que
¡ahora Irene está mucho mejor!
La tensión es máxima cuando Irene decide situar todas sus piezas
atacando el peligroso caballo enemigo que está en su terreno. Esos caballos
avanzados suelen dar mucho dolor de cabeza, pero si no están defendidos
por ningún peón, como era el caso, también pueden ser objetos de ataque.
Sarasadat comete un error al seguir buscando la victoria e Irene, con una
fina jugada de torre, logra atacar el caballo con las cuatro piezas que tiene e
impide su retirada. La partida está ganada. En cuestión de pocos minutos la
murciana logra remontar y convierte una derrota casi segura en una victoria
que la sitúa en lo más alto. La delegación estalla de alegría y el entusiasmo
no decayó en ningún momento, aunque finalmente la jugadora china
también logró la victoria y se quedó con el oro.
Mientras celebrábamos la victoria de Irene, el Niño sigue presionando.
Su rival ha decidido activar su rey, mientras con la torre y el alfil controlan
al rey de David, que permanece atrapado en la primera fila. El ánimo decae
un poco porque, aunque las máquinas siguen señalando mucha ventaja, no
acabamos de ver cómo ganar. Muchas veces se dice que desde fuera se ve
mejor el ajedrez. Este tópico viene de que a veces se cometen errores
«inexplicables» en el tablero que el que está observando detecta
rápidamente, pero esto es tan solo una media verdad. El jugador
concentrado podrá siempre profundizar mucho más que el observador, y
más aún si es un jugador frío como David, a quien la presión no le afecta.
El Niño ha sido capaz de encontrar una maniobra sutil, atacando el peón
más débil de su rival y obligándole a elegir entre dejar salir al rey blanco de
su «cárcel» o perder un peón. El estadounidense no está dispuesto a
permitirlo, pero cuando quiere evitarlo ya es demasiado tarde. David ha
logrado otro peón pasado y convierte con facilidad la partida en victoria.
Con todos los resultados ya publicados vemos que, al igual que Irene,
logrará el subcampeonato mundial.
La alegría que vivimos aquel día, 28 de diciembre de 2013, fue
inolvidable y culminó un excelente torneo donde, además, todos nos
trajimos de vuelta una gran experiencia personal. Recuerdo que una de las
voluntarias no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas por nuestra
marcha, recordándonos que, muy por encima de religiones y culturas, los
seres humanos podemos conectar y, en este caso, dejar el recuerdo de dos
semanas maravillosas en Al Ain.
Olimpiada de Ajedrez de 2014

El 12 de agosto de 2014 es un día que quedará marcado para siempre en la


historia del ajedrez femenino español. Ese día nos tocaba enfrentarnos a
China, la selección favorita para ganar esta olimpiada, liderada por la
campeona del mundo, Hou Yifan.
La Olimpiada de Ajedrez de 2014 se disputaba en la ciudad noruega de
Tromsø, una población de algo más de 70.000 habitaciones y situada tan al
norte que el Círculo Polar Ártico comienza más al sur. La temperatura,
incluso en agosto, es fresca, rondando los diez grados pero lo que más llama
la atención, y pone a prueba al organismo, es la ausencia completa de
noches, que se convierten en un ligero atardecer constante con algunas
pocas horas de sol. Los días duran veinticuatro horas y para nosotros
transcurrieron entre la sala de juego y el modesto hotel donde nos
alojábamos. Las cortas pero necesarias salidas a algún bar cercano, para
airearnos un rato, solían ser tan entretenidas como caras, ya que cada
consumición, por modesta que fuera, dejaba temblando la tarjeta. La
comida me pareció excelente el primer día, un buffet con ensaladas y
salmón, pero al cabo de dos semanas a base de diferentes versiones de un
exquisito salmón ¡había ganas de cambiar un poco! Eso sí, los camareros
cada día guardaban unas manzanas para Ana ya que, aunque parezca
increíble, es prácticamente la única comida que ingería la mayoría de los
días.
El ambiente entre las jugadoras era excelente y el gran reto al que nos
enfrentábamos no hacía sino aumentar nuestra motivación. A pesar de que
el ajedrez es un deporte individual, la selección funcionaba como un
auténtico equipo perfectamente engranado, a pesar de estar formada por
cinco mujeres realmente diferentes. Permítame el lector que haga una breve
presentación de las jugadoras, antes de proseguir con la acción. En el
ajedrez, como en la vida, hay varias formas de enfocar las partidas y la
competición sin ser, objetivamente, una mejor que otra.
Sabrina Vega, que a día de hoy sigue siendo el tablero número uno, es
sociable, muy educada y la jugadora más científica del equipo. Es una de
las personas más queridas y respetadas del panorama internacional y me
alegré mucho cuando, años después, le concedieron el premio Reina Sofía.
Olga Alexandrova aportaba experiencia y temple. Olga es serena y
eficiente y sabe decir a sus compañeras las palabras exactas para guiarlas,
tanto en la preparación de la partida como justo antes de empezar la batalla.
Ana Matnadze es una de las jugadoras con más talento que hayamos
conocido. Con un estilo tan original como brillante, el resto del equipo
confiaba ciegamente en ella. ¡Y nunca falla! Su habilidad para encontrar el
contraataque y remontar cualquier posición hace que tanto ella, como todo
el equipo, piensen que siempre va a ganar.
Amalia Aranaz, que entonces tenía 19 años, era la joven debutante que,
con todo el descaro del mundo, inició el torneo con cuatro victorias
consecutivas, convirtiéndose en el motor del equipo.
En los resultados no se verá la gran labor de la jugadora suplente,
Yudania Hernández, a la que considero una pieza fundamental de la
selección. Yudania aporta buen ambiente, serenidad cuando el resto de
jugadoras están nerviosas y ese toque de buen humor que ameniza tanto las
esperas en los aeropuertos como los tensos paseos en la sala de juego. No es
casualidad que las mejores actuaciones de la selección hayan sido con ella
como jugadora, independientemente de su buen resultado, ¡que fue
extraordinario en 2016!
En la noche del día 11, tras una buena victoria ante Argentina, recibimos
la noticia de que tendríamos que enfrentarnos a China. No nos pilló por
sorpresa, puesto que el equipo estaba a un solo puesto del podio y en la
primera mesa se viviría el clásico y tenso encuentro entre Ucrania y Rusia.
¿Cómo se prepara un equipo para luchar contra la mejor selección del
mundo en la penúltima ronda de una olimpiada? Como he señalado antes,
cada jugadora es un mundo. Sabrina quiere tener todo lo más controlado
posible e intentamos repasar y prever todas las posibles variantes que se
puede encontrar en el tablero. Gracias a su buena memoria, Sabrina suele
acordarse de la gran cantidad de información que recibe en las horas previas
a la partida.
Olga confía mucho en sus conocimientos, líneas sólidas que
complementa con su comprensión del juego. Con Ana usamos el que,
medio broma, medio en serio, llamamos «método Matnadze». Ana no es
una jugadora que necesite estar preparada con largas líneas ni con sutilezas
teóricas: ella quiere obtener una posición cómoda donde sepa cuáles son sus
planes y por dónde le van a atacar. Mi trabajo suele ser tenerlo todo bien
esquematizado para explicárselo en menos de quince minutos y Ana lo
recibirá con una sonrisa y alguna duda puntual.
Amalia se encamina más a ser una jugadora científica, como Sabrina,
pero a la vez prioriza las sensaciones y necesita sentir seguridad a la hora de
encarar la posición. No busca el juego concreto, sino tener cubiertas todas
las posibilidades en una posición jugable.
Las jugadoras tienen algunas rutinas que pueden sorprender vistas desde
fuera. En una olimpiada no es obligatorio ir vestidos de ninguna manera,
pero es habitual que las jugadoras hablen entre ellas para ir conjuntadas,
con las uñas pintadas del mismo color —habitualmente de rojo y amarillo—
y, por supuesto, con nuestro inseparable Qoikoo, una simpática mascota de
peluche que llevamos a todos los encuentros y ponemos a presidir la mesa.
Aún recuerdo cuando, en un despiste, dejé olvidado a Qoikoo en la sala de
juego de un campeonato europeo y se me ocurrió decirle a Sabrina: «Bueno,
ya lo cogeremos mañana». Por supuesto, minutos después ya estaba
recogiéndolo de la sala: no íbamos a dejar abandonado a Qoikoo allí toda la
noche…
El encuentro con China comenzó de forma no muy favorable para
nuestro equipo porque Sabrina había quedado algo peor contra la campeona
del mundo, Hou Yifan, mientras que Olga empataba en el segundo tablero
tras no poder lograr nada en la apertura. Ana y Amalia mantenían
posiciones muy jugables.
El ambiente en la sala de juego de una olimpiada es de un silencio
interrumpido ligeramente por el movimiento de las piezas y el clic de los
relojes. Como capitán me gusta estar cerca de la mesa donde juega el
equipo, aunque —sobre todo en la primera hora de juego— suelo ir a visitar
el área de restauración donde con Jordi Magem, el capitán del equipo
absoluto, solemos charlar sobre las partidas y en general sobre el torneo, ya
que prácticamente son los únicos momentos de tranquilidad que un capitán-
entrenador vive durante dos semanas.
Nuestra situación empeoró pasada la tercera hora. Sabrina tenía serios
problemas y acabó perdiendo, mientras que Amalia no pudo aprovechar su
ligera presión y acabó empatando. Ana mantenía una buena posición, pero
parecía difícil que lograra la victoria.
El buen competidor, tanto en el ajedrez como en otros deportes, tiene una
presencia que, desde fuera, inspira seguridad. Un buen portero infunde
respeto al delantero que está a punto de chutar un penalti y en baloncesto un
buen defensor cubre más espacio del que pueden alcanzar sus brazos. En
ajedrez, el jugador con confianza en la victoria siempre encuentra un último
recurso para obligar al rival a jugar preciso hasta el último momento. Ana
lo es y supo materializar la ventaja que había adquirido durante la partida de
forma precisa para, sin inmutarse, poner el empate en el marcador.
Recordaré siempre las lágrimas de alegría de Sabrina y el abrazo de Amalia
mientras esperábamos que Ana, con ritmo pausado, viniera hacia nosotros y
con voz suave nos detallara algún detalle técnico de la partida. Las hazañas
son solo pasos rutinarios a ojos de los héroes.
Tras el empate el equipo estaba eufórico y con ganas de luchar por entrar
en las medallas. La última ronda, sin embargo, resultó triste, y no solo por
cuestiones ajedrecísticas. Nos tocó enfrentarnos a la peligrosa Armenia,
país con larga tradición en este deporte y con jugadoras muy
experimentadas. A mitad de jornada el encuentro no pintaba bien. Sabrina
había quedado mal, Olga hizo tablas y Amalia, viendo que teníamos
problemas en el primer tablero, decidió forzar para acabar perdiendo. En
aquel panorama sombrío, de repente escuché gritos a unos veinte metros de
donde me encontraba. En menos de un minuto se produjo el caos. Unas
semanas antes del evento se había corrido el rumor de que la olimpiada
podía sufrir un ataque terrorista y, aunque una vez allí la amenaza parecía
totalmente olvidada, la semilla había quedado plantada en la conciencia
colectiva. Al oír los gritos muchísimos jugadores se levantaron de sus
mesas y salieron corriendo fuera de la sala de juego, e incluso alguno me
confesó más tarde haber recorrido ¡más de trescientos metros! Por mi parte,
como suelo tener buen oído me di cuenta de que no estábamos ante ese tipo
de problemas y me acerqué a la zona de la que provenían los gritos.
Recuerdo perfectamente la escena, con decenas de personas corriendo
despavoridas en dirección contraria, y se me quedó en la memoria la cara
desencajada por el miedo de un veterano gran maestro que suele presumir
de valentía.
La desgracia llegó a la olimpiada en forma de un ataque al corazón, el del
veterano jugador de las islas Seychelles Kurt Meier, de 67 años. Los gritos
eran producto de la desesperación de su hijo, que jugaba al lado, llamando a
la asistencia médica; por desgracia, no consiguieron reanimarlo. Durante
prácticamente media hora los médicos intentaron salvar la vida de Kurt con
un desfibrilador mientras el resto de partidas de la olimpiada volvían a
ponerse en juego. La tristeza por perder el encuentro quedó en segundo
plano ante las duras imágenes que presencié y el fallecimiento de Meier.
Pasadas las horas, el equipo pudo valorar la gran olimpiada realizada y
Ana Matnadze recibió la medalla de plata por su excelente actuación en el
tercer tablero. Como anécdota de despedida recuerdo que, tras la fiesta de
clausura, bastante light, alguien nos dijo que había gente reunida en una
habitación del mejor hotel de la ciudad y, como buenos españoles, allí que
fuimos a colarnos… solo para descubrir que era la habitación del campeón
del mundo, Magnus Carlsen, que estaba allí tranquilamente con algunos
amigos. Y nosotros.
El caso es que, aunque no nos conocía de nada, nos recibieron muy
amablemente. Eso sí, con cierta cara de extrañeza.
Magnus y los sanfermines: menos salmón y más
jamón ibérico

¿Cómo acabó el campeón del mundo Magnus Carlsen comiendo un plato de


jamón ibérico en la calle Estafeta de Pamplona en los no-sanfermines de
2021? Esto, y mucho más, es lo que os voy a contar en este capítulo.
Un día, casi recién estrenado 2021, estábamos Divis y yo retransmitiendo
un torneo. Ahora mismo no recuerdo exactamente cuál, ya que desde que se
inició la pandemia no hemos tenido un solo día libre debido a la cantidad
tan brutal de torneos online que se han disputado. Recuerdo perfectamente
que ese día terminé de comentar y me dije a mí mismo: «Joder, Pepe,
ordena la maldita habitación YA: esto es un estercolero». Mientras ordenaba
el cuarto, en plena faena, me entró un mensaje de mis redes sociales de una
cuenta con un tick azulito, indicativo de que el remitente es una persona
importante, lo que me hizo dejar el estercolero como estaba. El mensaje era
de Mikel Urmeneta, un dibujante y artista de muchísimo renombre. Yo,
como buen ignorante que soy, no caí en ese momento en quién era Mikel.
Fue cuando lo comenté con varios amigos y con mi familia cuando supe
realmente de quién se trataba. «¡Hostia, Pepe!», me dijeron, «¡Pero si es el
creador de Kukuxumusu!». Ahí caí finalmente, ya que había visto decenas
de camisetas de la marca e incluso me habían regalado alguna hace algunos
años. Mikel, con sus dibujos y creaciones, se ha convertido en un icono
para Pamplona y los sanfermines. Me puse a investigar sobre él y vi que en
2009 fue nombrado «vasco universal» y más tarde, en 2017, la revista
Forbes le incluyó en la lista de las cien personas más creativas del mundo.
Su mensaje en las redes fue el siguiente:
Me aficioné al ajedrez hace dos años con mi socio, el cocinero Iñaki Andradas. Somos de
Pamplona y embajadores no oficiales de San Fermín. El año pasado, con el rollo Covid y la
suspensión de las fiestas, hicimos un programa online llamado Sinfermín, con retransmisiones en
directo y entrevistas a distancia. Como este año tampoco tendremos un Sanfermín corriente
estábamos dándole vueltas a cosas ¿Y si organizáramos el Campeonato de Ajedrez de Sanfermín
(Sinfermín)?
Muchas veces recibimos mensajes que nos proponen hacer eventos de
todo tipo, que al final se quedan en nada porque simplemente no existe un
interés real ni hay una idea sólida detrás. Para que os hagáis una idea, una
vez un tío me insistió muchísimo para que tuviéramos una reunión
presencial en Madrid. Decía que era organizador de eventos y que tenía
algo muy grande entre manos, pero que prefería contármelo personalmente.
Yo, por supuesto, accedí de buena gana. Cojo el bus desde Granada, llego a
Madrid y quedo con el tipo en un restaurante. Y allí, va el tío y me suelta
que su misterioso proyecto era un grupo de WhatsApp donde compartían
memes y bromas sobre ajedrez, y que si me podía agregar. Ya está: no había
más. Casi me peta la cabeza. ¡Diez horas de bus para eso! Es una de las
pocas ocasiones en las que me he enfadado de verdad en lo que va de año.
Volviendo a lo que estábamos, le dije a Divis:
—Divis, hay una persona que nos ha contactado para hacer algo en
Pamplona.
—¿Como tu colega, el de la reunión de Madrid?
—No, nada que ver. Este otro, en cambio, sí parece la polla —ya sabéis
que en Granada abusamos un poco de la palabrita en cuestión—. En serio,
Divis.
Pues así fue cómo surgió la primera reunión con Mikel Urmeneta. Nos
contó que se había enganchado a las retransmisiones de Chess24 y nos
proponía que organizásemos un bombazo ajedrecístico en Pamplona. Nos
presentó a Iñaki Andradas, su socio y uno de los cocineros top de España,
con el que se había aficionado a jugar al ajedrez durante la cuarentena, que
también nos cayó genial. La conversación fluyó desde el minuto uno, en
gran parte gracias a Mikel, una persona con la que no te puedes aburrir
jamás. Y, ahora, la pregunta del millón: ¿qué hacen —y qué pueden llegar a
hacer— un artista, un chef y dos ajedrecistas en el mismo equipo?
Para empezar, hicimos un balance de la situación. Era casi seguro que los
sanfermines de 2021 se iban a cancelar. El ritmo de vacunación en España
era aún lento y una celebración de este tipo, con una aglomeración de gente
bestial, era prácticamente impensable. Mikel es un genio y desde el
principio visualizó un proyecto que acabó siendo aprobado por el
ayuntamiento de Pamplona, como plato fuerte para los sanfermines. La idea
era hacer un supertorneo de élite online en el que participaran los mejores
jugadores del mundo, pero con una mira mucho más amplia. No sería solo
un torneo de ajedrez, sino un festival gastronómico y cultural donde se
mostraría al mundo entero la cultura de Pamplona, los sanfermines, su
gastronomía, además de dar a conocer a algunas de sus personalidades más
interesantes. ¿Qué podíamos aportar cada uno de nosotros para que el
evento fuera un éxito? Mikel es la persona con más contactos que he
conocido en mi vida: políticos, artistas, deportistas, arquitectos… Estoy
seguro de que, si le pido una cita con el Dalai Lama, el tipo me dice que
para cuándo la quiero. Iñaki, por su parte, es un referente en el mundo
gastronómico, de modo que con él teníamos cubierta —y de lujo— esa
parte del programa. Y nosotros, a través de nuestros millones de
visualizaciones en torneos de ajedrez de élite, seríamos los encargados de
llevar la cultura de los sanfermines al resto del mundo, con retransmisiones
en varios idiomas desde diferentes plataformas. Todo esto sería aderezado
con actividades callejeras de todo tipo en distintos escenarios de la ciudad.
La idea era que durante los sanfermines se respirara ajedrez en toda
Pamplona.
Empezamos a darle vueltas al coco, y nos vinimos muy arriba. Teníamos
bastante claro que, si no conseguíamos un pez muy gordo para el torneo, el
ayuntamiento no nos aprobaría nada. Entonces se encendió la bombilla:
«¡Hostia! Hay que traer a Pamplona a Magnus Carlsen, el campeón del
mundo. Que juegue el torneo online desde aquí». Lo cierto es que en
Chess24 tenemos una posición privilegiada, porque Carlsen tiene acciones
del grupo de empresas Play Magnus, al cual pertenece Chess24, así que
formamos parte de un proyecto común, de modo que teníamos la
posibilidad de contactar con él por la vía rápida. El presupuesto que
manejábamos para el proyecto era ridículo para traer a Carlsen. Lo que se le
podía ofrecer no llegaba ni al 20 % del caché de una superestrella de su
calibre. Divis y yo estuvimos dándole mil vueltas sobre cómo «atacar» al
padre de Carlsen, para seducirlo y que quisiera venir unos días a Pamplona
para participar en el festival. Sabíamos que los actos públicos en los que
podría participar debían ser los mínimos, ya que él vendría a competir y se
centraría en el torneo. Si le pedíamos demasiadas cosas podría echarse para
atrás. Todavía no sabemos cómo, pero el caso es que Magnus acabó
aceptando venir a Pamplona, gesto que hay que agradecerle, y mucho,
porque como dije antes la cantidad económica que se le ofreció era mucho
menor de lo que suele cobrar. Lo hizo por ayudar a Chess24, que formaría
parte de la organización del evento, y para hacer crecer el ajedrez en
España.
Una vez que conseguimos a Magnus, el proyecto no podía resultar más
atractivo y tanto la concejala de cultura de Pamplona, María García
Barberena, como su alcalde, Enrique Maya, le vieron un potencial enorme;
finalmente, tras algunas reuniones, obtuvimos la aprobación municipal. Hay
que decir que la única condición que Magnus Carlsen había puesto en el
contrato era que no vendría a jugar si, tanto al entrar como al salir de
España, tenía que guardar cuarentena. Al principio no le hicimos mucho
caso a la letra pequeña, pero en torno al mes de abril su padre, Henrik
Carlsen (que, por cierto, es una persona muy agradable), volvió a insistir en
ello en un mensaje que nos envió. Divis lo colgó en el grupo de WhatsApp
que compartíamos con Mikel e Iñaki. Fue uno de los pocos momentos
tensos que vivimos como equipo. Estábamos todos acojonados. Si Carlsen
no venía, se caía todo el proyecto; el ayuntamiento quedaría fatal, y por
ende Mikel e Iñaki, a los que afectaría aún más al ser de Pamplona. Tal y
como estaba la situación en mayo, y con las restricciones que por entonces
imponía el Gobierno noruego, Magnus no podría volver de España sin tener
que guardar cuarentena en algún hotel. Fueron noches de muchísima
tensión, buscando como locos soluciones para que Magnus no tuviera que
someterse a la cuarentena, pero no teníamos muchas opciones, porque a
Magnus todavía no le tocaba vacunarse y en Noruega es impensable saltarse
el orden de vacunación. Los escandinavos son muy rectos y tienen un gran
sentido de la ética, mucho tenemos que aprender de ellos en ese sentido. No
me imagino a políticos, famosos u otras personas de poder de aquellos
países, colándose para recibir la vacuna. El caso es que el campeón del
mundo de ajedrez, y además una estrella en su país, aún no estaba vacunado
porque no le tocaba. Llamamos a las embajadas para ver si se podía emitir
un salvoconducto; mirábamos los datos de la incidencia de la COVID-19 en
España a catorce días, ya que, si bajaba de cierta cifra, Noruega permitiría
viajar a España… Y todo sin éxito. Mágicamente todo se arregló en el
último minuto, cuando recibimos un mensaje de Henrik Carlsen en el que
nos informaba que Magnus sería vacunado unos días antes del evento. Tras
muchas noches sin dormir, por fin pudimos descansar aliviados: Magnus
era el pilar de todo.
Una vez solucionado este tema se convocó en Pamplona una rueda de
prensa para anunciar las actividades que se harían durante los sanfermines.
Los platos fuertes serían el festival de ajedrez y un certamen de hípica que
se celebraría en septiembre. Los que me conocen saben que detesto la
política. Solo ha traído crispación entre amigos y familia, y prefiero hablar
de cualquier cosa antes que de política. Me resulta triste ver cómo en este
país, e imagino que en casi todos, todo, absolutamente todo, se politiza.
Inundar las calles de Pamplona de ajedrez, traer a la ciudad al campeón del
mundo, que la gente lo vea, se haga unas fotos, promocionar la cultura de
Pamplona y sus sanfermines y hacer que lleguen a todo el mundo parece un
buen plan, ¿no? El público ajedrecista es muy interesante para un
ayuntamiento: gente normalmente educada, muy viajada, en definitiva, una
alternativa muy interesante al turismo de borrachera. Ya digo que todo lo
relacionado con la política no es lo mío y no me gusta, pero el caso es que
nos avisaron de que la oposición iba a intentar dejar mal el festival de
ajedrez. Entiendo que es su trabajo, pero, ¿tan difícil es que de vez en
cuando la gente reme en la misma dirección, sobre todo cuando se trata de
proyectos sanos y positivos para todo el mundo? A la rueda de prensa, que
se celebraba en mayo, acudí yo solo en representación de Chess24, ya que
Divis se encontraba en México. Lo que me habían dicho es que desde la
oposición iban a intentar presentar el ajedrez como un deporte elitista; y
entonces fue cuando me relajé, porque hay que saber muy poco de ajedrez
para decir que es elitista. Entiendo que uno pueda pensar que la hípica no es
una disciplina que pueda practicar todo el mundo. Yo mismo soy de un
barrio humilde en Granada, y jamás he conocido a nadie que practique
hípica en mi barrio, pero, ¿el ajedrez? Es el deporte más integrador que
existe, y el más barato. Si no tienes un tablero de ajedrez, lo puedes dibujar
en el suelo y simular las piezas con piedras, ramitas, chapas… cualquier
cosa sirve. Y es sabido que su práctica desarrolla un montón de habilidades:
ayuda en la toma decisiones, mejora el cálculo… Y las que me parecen más
importantes: enseña a los chavales a perder y a responsabilizarse de sus
propios errores. Yo estaba muy desconectado de los asuntos políticos
locales, no solo como andaluz sino también porque era mi primera vez en
Navarra y, además, como ya he dicho, por mi falta de interés por todo lo
relacionado con la política. Nosotros solo habíamos venido a hablar de
ajedrez. Pero, para empezar, el propio nombre de uno de los torneos
clasificatorios fue objeto de polémica: ¿debía llamarse Arena España o
Arena Estatal? En fin… Dentro del presupuesto, que era público, 50.000
euros se dedicaban a premios. Desde el punto de vista puramente
económico, para Magnus Carlsen aquello era una cantidad mucho menor de
lo que suele cobrar y para Chess24 resultó en pérdidas, teniendo en cuenta
que se trabajó durante dos meses para los torneos clasificatorios y
posteriormente, ya en sanfermines, con un equipo de más de quince
personas entre informáticos, diseñadores, comentaristas, productores,
marketing… Nos metimos de lleno en el proyecto porque la posibilidad de
traer a Magnus Carlsen a España ocurre muy de vez en cuando y creíamos
que podía ser algo muy positivo para todos, pero nos costó nuestras buenas
broncas con nuestros jefes de arriba, porque rentable no lo fue —ni mucho
menos—, al menos económicamente.
Pasada la rueda de prensa donde se anunciaba el festival San Fermín
Mundial, finalmente llegó el día de viajar a Pamplona. Divis y yo llegamos
el 26 de junio con muchas ganas. Desde ese mismo día se comenzaría a
emitir un programa en los canales español e inglés de Chess24, donde,
además de retransmisiones de ajedrez, habría secciones de gastronomía y
entrevistas a personajes interesantes de Navarra y de los sanfermines. Una
de las secciones de gastronomía la lideraba Iñaki Andradas; se llamaba
Kaiku Iñaki y en ella nos sometía a diferentes pruebas culinarias a Divis y a
mí. En las retransmisiones quedaba muy bonito, pero lo que la gente no
sabe es que todos esos programas se grabaron en un estudio del hotel La
Perla, donde nos alojábamos Divis y yo, y además de siete a diez de la
mañana. Durante cinco días estuvimos comiendo chistorra, polvorones,
carne, y otras delicias típicas de Navarra, bastante potentes como desayuno.
A ver, ¿quién no se ha tomado nunca un colacao con un bocata de chistorra?
Con una productora grabamos también las visitas que hicimos a veintidós
bares y restaurantes de Pamplona, que nos dieron a probar algunos de sus
mejores pintxos. Creo que solo durante la primera semana Divis y yo
debimos engordar como tres kilos cada uno. ¡Qué manera de engullir!
Algunos sitios eran tan finos que me daba pena que una de las personas que
probaba aquellas exquisiteces fuera yo, con mi paladar tan básico, que me
sacas del lomo con papas y huevo y me pierdo. Y de repente me veía ahí,
degustando una piel de sandía con unas esferificaciones de no sé qué
mezcladas con un aire de no sé cuánto. Delicioso todo, la verdad.
Divis y yo a punto de enfrentarnos a un Kaiku Iñaqui.
Y es que nos gusta sufrir…
Cortesia de los autores

Además de estas visitas gastronómicas, se grababan tres entrevistas


diarias. La mayor parte las hizo Divis, que es un entrevistador genial y tiene
una habilidad envidiable para sacar temas de conversación de todo tipo,
incluso sin apenas preparárselas. Yo, por el contrario, para esto soy muy
malo, y me llevaba un par de horas preparármelas; prácticamente solo hacía
las que eran en inglés. Eso sí, me tocó entrevistar a gente tan interesante
como John Hemingway, nieto del escritor Ernest Hemingway, premio
Nobel de Literatura que dio a conocer la fiesta de los sanfermines en todo el
mundo gracias a su novela The sun also rises. También entrevisté a Jokin
Zuasti, uno de los corredores más famosos de los encierros de los
sanfermines. Por cierto, entre unas cosas y otras descubrí que un hombre
llamado Mickey Hanning organiza unos sanfermines paralelos en Nueva
Orleans, pero en lugar de toros se «sueltan» chicas con patines, bates de
plástico y casco que van persiguiendo a los asistentes para propinarles unos
batazos curiosos.
Una vez terminados los torneos clasificatorios tuvimos la lista de los
ocho jugadores, todos ellos grandes maestros, que disputarían el torneo de
San Fermín Mundial. Como podéis comprobar, ¡una nómina de absoluto
lujo!:

— Magnus Carlsen (Noruega): actual campeón mundial y n.º 1 del


mundo durante más de diez años.
— Ding Liren (China): n.º 3 del mundo.
— Levon Aronian (Armenia): n.º 5 del mundo.
— Wesley So (Estados Unidos): n.º 9 del mundo.
— Eduardo Iturrizaga (España): campeón Arena Estatal.
— Nodirbek Abdusattorov (Uzbekistán): campeón Arena
Internacional.
— Jaime Santos (España): subcampeón iberoamericano.
— Le Quang Liem (Vietnam): n.º 33 del mundo.

Llegó el 5 de julio, el día de la presentación oficial del festival en el


ayuntamiento, al que asistirían el alcalde y el presidente de la Federación
Española de Ajedrez entre otras personalidades. Y fue en esta presentación
donde entraría en juego un personaje que ha sido clave en este evento: ¡el
gran Rey Enigma!
Desde hace unos meses, circula por el mundo del ajedrez un nuevo
superhéroe que está haciendo mucho bien por el ajedrez. Es un jugador
bastante fuerte. Calculo que debe andar entre 2350 y 2400 de Elo FIDE y
tener el título de maestro FIDE o de maestro internacional. Lo más
interesante de este personaje es que siempre lleva puesto un disfraz
ajedrezado que oculta su identidad. Además de hacer streamings con el
disfraz y un distorsionador de voz para que nadie lo pueda reconocer,
recorre las calles de Madrid (normalmente se le ve por el Retiro) retando a
cualquier jugador que se atreva a echar una partida y ofrece una
recompensa de 100 euros a quien consiga ganarle. Nos pareció que su
presencia podía hacerle mucho bien a este festival, sobre todo en las
actividades callejeras, y decidimos invitarlo a pasar unos días en Pamplona,
a lo que accedió encantado. Estoy seguro de que lo conocería si revelara su
identidad, porque es un jugador fuerte y el mundo del ajedrez es un
pañuelo, pero la verdad es que no quiero saber quién es, no quiero que se
pierda nunca esa magia que ha conseguido crear.
Pues bien, el día de la presentación Rey Enigma llegó tarde y cuando
entró en el Salón de Plenos del ayuntamiento el alcalde se le quedó
mirando, flipado. «Este debe ser el enigma», dijo, provocando una
carcajada de los asistentes. En los vídeos, como decía antes, Rey Enigma
utiliza un distorsionador de voz como parte de su disfraz, así que siempre
he sentido curiosidad por saber cómo se lo montaría en vivo, delante de un
público. No sé por qué, pensaba que no hablaría. Pero su solución es mucho
más imaginativa. Emulando a los mejores castratis italianos, ¡el tío habla
con voz de pito! ¡Todo el rato! Resulta de lo más gracioso, porque es un
tipo corpulento que debe medir 1,85 metros, y esa vocecita impostada de
grillo que se gasta no le pega ni con cola. Al terminar la presentación, Rey
Enigma disputó una partida de exhibición contra Abel Otazu, tercer
clasificado en el Campeonato de España sub-8, y yo mismo jugué una
partida a la ciega contra Javier Habans, que con 13 años es una de las
esperanzas del ajedrez español. Javier me acabó ganando, mostrando una
madurez tremenda. ¡Estoy seguro de que va a llegar muy lejos! Después de
esto se produjo una de los momentos más épicos de todo este festival.
Íbamos caminando Rey Enigma, Divis, Javier Ochoa (presidente de la
Federación Española de Ajedrez) y yo por el centro de Pamplona, de vuelta
al hotel. De repente, veo que Rey Enigma se acerca a Ochoa por detrás y le
toca el hombro con la mano diciéndole con voz de pito:
Rey Enigma, con su tablero bajo el brazo.
Cortesia de los autores

—Javier, somos contacto en Linkedin.


Empezamos todos a reírnos y decidimos ir a tomar algo a uno de los
bares de Plaza del Castillo, que están pegados al hotel La Perla. Al ser Rey
Enigma tan simpático, y como yo estaba convencido de que debía conocerle
sin la máscara, me tomé muchas confianzas con él desde el principio. Aquel
día hacía bastante calor. Estoy seguro de que estábamos a más de 30º y el
pobre debía estar asándose como un pollo con ese traje. Empezamos
pidiendo algo de beber; no pedimos nada de comer, porque Rey Enigma no
podía hacerlo por su disfraz. Para beber sí se las apañó, ya que hizo un
orificio al disfraz para poder meter una pajita y así ingerir líquido. La
situación era dantesca. Un tío con un disfraz ajedrezado, sus dos ayudantes
(que le graban en la calle cuando hace alguna actividad), Javier Ochoa,
Divis y yo. Se notaba que Javier, al igual que nosotros, es un buen
«jaquetón» —así es como llama Rey Enigma a sus seguidores— y que
aprecia lo que Rey hace por el ajedrez.
Comencé preguntándole que si había pensado en hacerse algún orificio
más en su traje para otros menesteres. Recordad que siempre tenéis que
imaginaros las respuestas de Rey Enigma con voz de pito:
—Estoy pensando en hacer algunas mejoras técnicas en mi disfraz.
Y luego le pregunté si ya había ligado con el disfraz puesto (en mi
opinión, Rey Enigma triunfaría si eso llegara a suceder). La conversación
derivó hasta llegar a un punto en el cual quisimos saber si, llegado el caso,
aceptaría una oferta del mundo del cine para adultos.
—De momento estoy centrado en el ajedrez, pero quién sabe. La vida da
muchas vueltas —dijo entre risas Rey Enigma.
Magnus Carlsen y su padre Henrik aterrizaban en Barcelona el 9 de julio,
con la idea de llegar al día siguiente a Pamplona, así que les ofrecimos
pasar a recogerlos en coche. De esta forma, yo me quedaría en Pamplona,
encargado de las retransmisiones y las actividades callejeras, y Divis se
metería la paliza de ir desde Pamplona a Barcelona en coche y volver.
Horas antes de que Divis saliera hacia Barcelona, fuimos al parking
donde habíamos dejado el coche en el que habíamos venido a Pamplona. La
puerta del maletero no se abría. No sé qué habíamos hecho, pero era
imposible abrirla. Además, en la parte de atrás parecía que había vivido
alguien con síndrome de Diógenes. Un par de donuts derretidos y con mal
aspecto descansaban sobre el suelo del vehículo. Por todo esto, decidimos
olvidarnos del coche y alquilar un «carraco» para ir a recoger a Magnus.
Desde hace años, y con cariño, nos referimos al campeón del mundo con el
sobrenombre de «Magnus Almendrado Carlsen», por asociación con los
famosos helados Magnum.
Me encontraba tranquilamente en la habitación de hotel cuando, de
repente, recibo un wasap de Divis:
Magnus acaba de abrirme un almendrado mientras conduzco.

Habían parado en una estación de servicio y Divis se había comprado un


helado. Fue a comérselo al arrancar, pero le costaba quitarle el envoltorio,
así que le pidió a Carlsen si podía abrirlo.
Hay que decir que las veinticuatro horas previas a que Carlsen aterrizara
en España fueron muy muy tensas. El padre nos comunicó que Carlsen
había sido contacto estrecho con una persona que había dado positivo en
COVID-19 una semana antes, y que el día antes de salir para Pamplona le
darían el resultado de una PCR. No tenía síntomas, pero no podían descartar
que no se hubiera contagiado. En esta ocasión Divis y yo decidimos
tragarnos el marrón y no compartir con nadie la información. Con toda la
movilización que se había hecho, el ayuntamiento de Pamplona anunciando
a los cuatro vientos la presencia de Carlsen, gente que había viajado incluso
desde Canarias para hacerse una foto con el campeón, imaginad que de
repente se anuncia que no puede venir. ¡Un caos! Por suerte, su PCR dio
negativo y el 10 de julio por la tarde estaba en el hotel La Perla de
Pamplona. Bajé a recibirlos a la recepción del hotel y lo primero que veo es
a Magnus cojeando de forma muy acusada. Había estado jugando al fútbol
en Barcelona y se había lesionado. En un balón dividido, había chocado con
otro jugador. Divis me contó, entre risas, quién era el otro jugador. Se
trataba de Mathilde Congiu, una de las mejores jugadoras de ajedrez de
Francia y una de las personas más divertidas que conocemos. Matilde no
debe llegar a los cincuenta kilos ni medir más de metro y medio. ¡Mathilde
Power!
Llegó el día de la recepción de Magnus Carlsen en el ayuntamiento. Era
el 10 de julio por la mañana y la ciudad se vestía de gala para recibir al
noruego. Magnus iba con traje y zapatillas de deporte negras, para andar
cómodamente debido a la lesión. Me dije «Hostia, Pepe. Por una vez no
eres el que va peor», pero no me duró mucho la alegría. De lo que aconteció
es testigo el equipo de Chess24 al completo. Llegamos a la plaza del
ayuntamiento y, no os lo vais a creer, pero una jodida paloma me cagó en la
camisa. Yo tan pancho, porque me cayó en la parte de la espalda, pero me
avisó del desastre Manolino —Supportlino para los amigos—, que como ya
contamos es el jefe de nuestro departamento de atención al cliente.
Demasiado tarde para volver al hotel, así que tocó hacer el apaño con agua
y servilletas. Había una expectación tremenda y la plaza del ayuntamiento
estaba llenísima. Subimos al salón donde se hacía la recepción. Allí se
encontraban el alcalde y los concejales, Mikel Urmeneta e Iñaki Andradas,
Rey Enigma, el equipo de Chess24 y un montón de medios. Manolino, que
también estaba en la sala, fue el protagonista de una de las anécdotas más
divertidas del día. Para entenderla, tenéis que saber que Manolino es un tío
alto, rubio y de ojos claros.
Se encontraba el alcalde junto a Mikel Urmeneta, Divis y Rey Enigma,
cuando de repente le pidieron a Manolino que se pusiera en la foto. Él no
entendía bien qué estaba pasando, pero llegaron dos chicas más insistiendo
para que se pusiera con los otros. Casi le obligaron a que le diera la mano al
alcalde y posara, así que Manolino acabó accediendo. De repente, una de
las periodistas le dijo: «Magnus, can you smile?». Fue ahí cuando todos nos
dimos cuenta de que le habían confundido con el campeón del mundo.
Manolino, muy en su línea, se limitó a decir: «Sé que puedo pasar por
noruego, pero soy de Úbeda, en Jaén».
Manolino, a la derecha, haciendo de Magnus Carlsen.
Cortesia de los autores

El alcalde de Pamplona, Enrique Maya, colocó el pañuelo de San Fermín


a Magnus Carlsen y, tras finalizar los discursos pertinentes, salimos todos a
la plaza del ayuntamiento a presenciar una partida de exhibición a ritmo
blitz entre Carlsen y el joven jugador local sub-14 Javier Habans. La plaza
estaba abarrotada de gente, todos luchando por un lugar privilegiado para
presenciar la batalla. En una tremenda exhibición, ¡el pequeño Habans
logró unas meritísimas tablas!
Habans vs. Carlsen: ¡tablas! El chaval promete.
Cortesia de los autores

Tengo que reconocer que tanto Divis como yo estábamos bastante tensos
ese día, al fin y al cabo era nuestro primer evento de superélite como
organizadores. Algunas estrellas mundiales suelen ser algo «quisquillosas»,
así que, para curarnos en salud, todos los actos de Magnus estaban
previamente hablados y pactados con su padre y mánager. Pero, como suele
suceder, se produjeron muchos imprevistos. El primero de ellos fue que no
habíamos podido imaginar que las calles de Pamplona se llenarían a rebosar
de gente que quería ver al campeón. Por supuesto, todos querían hacerse
una foto con él y que le firmaran su tablero o camiseta. Nada de esto se
había hablado con Magnus, pero él nos dio una lección a todos y, sin
quejarse ni un solo segundo, estuvo una hora haciéndose fotos con sus fans
y firmando autógrafos, en un gesto que lo engrandece aún más si cabe.
Tras la firma de autógrafos, salí con Magnus y su padre de la plaza del
ayuntamiento. El último acto que se había pactado con el campeón era un
paseo por la calle Estafeta, para terminar haciendo una parada en un lugar
de pintxos típicos donde comeríamos algo. A los cinco metros de doblar la
esquina pasamos por una tienda de embutidos, en cuyo escaparate se
exhibían decenas de apetitosos bocadillos de jamón, chorizo y chistorra. A
Magnus se le iluminaron los ojos. Su reacción me sorprendió gratamente y
comenzamos a hablar sobre jamón ibérico. Tras caminar unos metros
llegamos a un bar de la calle Estafeta, típico en sanfermines. Salió el dueño
a recibir a Magnus y a ofrecernos unos pintxos. Trajeron una mezcla
variada, casi todos de marisco y salmón. Pensé no era la jugada más fina, ya
que en Noruega el salmón está cien veces más rico que en España; de
hecho, en muchas ocasiones lo traemos de allí. Miré a Magnus, vi su cara y,
recordando su expresión cuando pasamos por la tienda de embutidos, decidí
pedirle al camarero un plato de jamón ibérico. Fue un acierto total: Magnus
y su padre arrasaron con él, dejando el plato más limpio que el culo de
Aquaman.
Estuvimos hablando bastante tiempo de la Eurocopa de fútbol y de
ajedrez; en un momento dado apareció en la escena Rey Enigma. Empecé a
contarles a Magnus y a Henrik lo que estaba haciendo Rey Enigma por el
ajedrez en España. Pude ver que ambos flipaban en colores. Henrik incluso
me dijo, en tono de broma, que yo no quedaba descartado de la ecuación, ya
que podía haber contratado a alguien para que se hiciera pasar por mí en
Pamplona. Le dije al Rey que se acercara y comenzamos a charlar los
cuatro. Ahí estaba el Rey, con su voz de pito, hablándole en inglés a
Magnus Carlsen. El noruego, en tono de broma, le preguntó si era Ivan
Cheparinov, un poderoso gran maestro búlgaro que tiene la voz aguda. Al
cabo de algunos minutos de charla, el Rey empezó a contarle a Magnus que
jugaba partidas callejeras apostando 100 euros y que, antes de venir a
Pamplona, nadie había conseguido ganarle. Yo me moría de la risa cuando,
de repente, oigo que le suelta en inglés con esa voz de pito:
—Es como un juego de videoconsola, Magnus, y tú podrías ser el
monstruo final del juego. Para mí sería un honor caer derrotado por ti en la
partida final.
Magnus, Henrik y yo nos echamos a reír. Así terminaban los actos
oficiales con el campeón del mundo. Por la tarde comenzaría la «mandanga
de la buena» con los cuartos de final.
Hay que decir que Magnus Carlsen ganó el torneo con relativa facilidad.
Una de las partidasmás igualadas en cuanto a juego fueron precisamente los
cuartos de final contra el venezolano-español Eduardo Iturrizaga, ídolo de
la afición local. Magnus se impuso por 4,5 a 2,5 y en las semifinales arrasó
a su archienemigo Wesley So con un contundente 5 a 1. En la final Magnus
se deshizo de Aronian con un 5 a 3. Al ser un torneo online, Magnus jugaba
sus partidas desde la habitación de Hemingway y nosotros comentábamos
el torneo desde un estudio improvisado en una de las habitaciones del hotel,
dos plantas más arriba. Me sorprendió lo competitivo que puede llegar a ser
Carlsen. No cabe duda de que tiene que serlo muchísimo para estar donde
está, pero tiene unas ganas de ganar tremendas en cualquier evento. Al
terminal la final, se improvisó una entrega de premios en la habitación de
Hemingway, así que Divis y yo bajamos. Fui a chocarle la mano a Carlsen y
me la dio con una intensidad propia de alguien que ha liberado mucha
tensión y que tenía muchas ganas de llevarse el torneo. Los campeones
están donde están por alguna razón. Y así es como terminó el paso de
Carlsen por Pamplona. ¡Estoy seguro de que se llevó una muy buena
impresión y se intentará que repita en futuras ediciones!
Carlsen se despedía de Pamplona, pero aún no terminaba el festival. Los
días 12 y 13 de julio se realizaron diversas actividades callejeras:
simultáneas, partidas a la ciega, partidas rápidas… Queríamos terminar el
festival a lo bestia, intentar hacer historia de alguna manera. Al haberse
cancelado los encierros de toros por la COVID-19, a los cuatro
organizadores locos del evento se nos ocurrió, un par de meses antes de
llegar a Pamplona, intentar reemplazarlos por un encierro ajedrecístico.
Todo ello, además, mejorado siempre con las locas y excelentes ideas de
Mikel Urmeneta, que es un creativo de la leche. El 14 de julio, en lugar de
seis toros Miura, habría seis ajedrecistas, seis, jugando partidas simultáneas
a lo largo de los 850 metros que tiene el encierro. En lugar de corredores
habría ochenta ajedrecistas tratando de «sortear» a los toros o derrotar a los
simultaneadores. A mí me tocó el tramo de la plaza de toros y debo decir
que es una de las experiencias más bonitas que he vivido como ajedrecista.
La repercusión del evento fue muy alta. Un dron recorrió todo el tramo
del «encierro» para grabar las imágenes más impactantes y el vídeo se llegó
a emitir en varios telediarios nacionales e internacionales.
Inundar Pamplona de ajedrez durante sus fiestas ha sido una experiencia
inolvidable. Hemos acabado reventados, durmiendo una media de tres o
cuatro horas diarias como mucho, ¡pero cada maldito segundo ha valido la
pena! Esperemos que se vuelva a repetir. Por nosotros que no quede, lo
intentaremos por todos los medios.
El 14 de julio dejé con pena Pamplona para dirigirme a Peniche, en
Portugal, para disputar la liga portuguesa. Al día siguiente Divis fue a coger
su coche para regresar a Madrid y… ¡no arrancaba! Incluso el coche
terminó agotado, y eso que el cabrón se pasó quince días sobando en el
parking de Plaza del Castillo.
¡Agur!
Miami: una de Uber y otra de Ronaldo

A principios de abril de 2017 aterrizamos en Miami donde íbamos a grabar


con el mejor jugador iberoamericano de la actualidad, el gran maestro
cubano Leinier Domínguez.
Nos hospedamos en Miami Beach, en un modesto apartamento.
Acostumbrados a los viajes por Latinoamérica, visitar los Estados Unidos,
aunque fuera la hispanizada Miami, era un cambio de chip, ¡especialmente
en los precios! La primera noche, aunque algo cansados del viaje, quisimos
salir a celebrar que estábamos allí y nos dirigimos a un restaurante italiano
que vimos en una concurrida calle peatonal. Fue una cena divertida en la
que, después de hablar de trabajo —nuestros planes con Leinier, algunos
detalles técnicos para grabarlo todo bien—, dedicamos un tiempo a
especular sobre cómo sería la noche de Miami. Lo teníamos claro:
¡cansados o no, había que descubrirla! La cena estuvo bien, sendos platos
de pasta, una jarra de sangría para compartir y animarnos y, creo recordar,
un postre cada uno. Lo que nos terminó de despertar fue la cuenta,
¡superaba las tres cifras! Miami es caro, carísimo. Pero debemos reconocer
que, aunque nos dolió en la cartera, decidimos no privarnos de nada en los
tres días que íbamos a pasar allí.
Ir a Miami y no intentar vivir su noche era un pecado que no pensábamos
cometer, aunque hubiéramos quedado con Leinier por la mañana. Pedimos
un Uber para que nos llevara a una de las zonas de marcha que, por lo que
habíamos visto, era de las más populares de la ciudad. El conductor era un
hombre corpulento, calculamos que pesaría, aproximadamente, unos ciento
veinte kilos; parecía simpático y le gustaba charlar. Nos preguntó un poco
sobre nuestras vidas y nos recomendó algunos locales. Todo transcurría
normalmente y estábamos a punto de llegar a nuestro destino cuando, de
repente, mientras estábamos detenidos en medio de un pequeño atasco,
vimos que un autobús privado, de estos que te montan la fiesta dentro y te
llevan a la discoteca más cool del mundo, se acercaba a nosotros con
intención de girar, cuando era evidente que no podría hacerlo sin llevarse
nuestro Uber por delante. Bueno, quizá no era tan evidente, no al menos
para el conductor de aquel armatoste que, sin dar señales de habernos visto,
golpeó sin inmutarse la puerta izquierda del Uber comiéndose, de paso, el
retrovisor. Lo primero que nos sorprendió es que el autobús siguió su
camino como si nada, ante nuestra mirada atónita. No así la del nuestro
conductor que, con ojos de asesino en serie, ¡salió corriendo detrás del
autobús! Imaginaos la escena. Ahí estábamos nosotros, con ganas de fiesta,
en el asiento de atrás de un Uber magullado, viendo cómo el conductor
abandona el vehículo y mueve sus ciento veinte kilos (o más) a toda
velocidad detrás de un autobús lleno de gente con más litros de alcohol que
sangre en las venas. Hay que reconocer que Michael, nombre inventado
para el conductor, tenía un buen sprint. Pronto alcanzó la parte posterior del
autobús, en un par de segundos más se puso a la altura de la puerta trasera y
ahí mismo, a la carrera, empezó a golpearla violentamente con los puños
hasta que el vehículo «enemigo» no tuvo otra opción que detenerse. En ese
momento, todos los prejuicios sobre lo que puede suceder en la noche de
Miami pasan por tu cabeza. Afortunadamente, aunque nuestras mentes nos
habían mostrado en un segundo los desenlaces más gore, la realidad que se
impuso fue mucho más civilizada. Las puertas de autobús se abrieron, bajó
el conductor y, mientras bajaban también chicas en minifalda. nuestro
Michael y el «busero» dialogaron, primero quizá en un volumen algo alto,
hasta que el busero terminó reconociendo su culpa, ¡faltaría más! Fueron
momentos tensos que finalmente acabaron bien. Nuestro conductor regresó
a su Uber, nos llevó a nuestro destino fiestero y no nos quiso cobrar nada
por las molestias causadas. ¡Ni que el pobre hubiera tenido la culpa! Fue el
momento más emocionante de la noche, ¡aunque salir con don Pepe
siempre es divertido!
Leinier Domínguez es una de las personas más caballerosas y educadas
que he conocido. Habla pausado y se nota su inteligencia en cada palabra.
Estuvimos grabando algunos vídeos sobre sus partidas y también un
divertido cuadrangular con otro gran jugador cubano, Yuniesqui Quesada.
Por cierto, aunque normalmente no tomo café, Yuniesqui me insistió en que
probara uno que iban a prepararme, ¡y debo decir que fue el mejor que he
probado en mi vida!
Tras grabar lo que teníamos pendientes teníamos un buen regalo para los
maestros: unas entradas para la final del abierto de Miami, que disputaban
esa misma tarde Federer y Rafael Nadal. Todo un planazo. Por desgracia,
cometimos un error muy grave: ¡fuimos en el coche de Leinier! No, no os
equivoquéis, Leinier conduce perfectamente y el trayecto fue de lo más
agradable, pero —debimos haberlo pensado antes— era imposible aparcar.
Estaba tan colapsado el aparcamiento que tan solo llegamos a ver los
últimos juegos del partido, en el que Federer pasaba por encima de Rafa
Nadal. ¡Qué pena!
A la salida, sin embargo, sucedió algo que mitigó un poco la desilusión
que nos produjo no haber podido disfrutar del partido. En el aparcamiento,
mientras buscábamos nuestro coche, nos quedamos tiesos. «¡Joder, mira!»,
dijo de pronto Pepe señalando con un dedo que temblaba. Allí mismo, a
unos cien metros, estaba… «¡Ronaldo!», gritamos a coro, mientras
corríamos hacia él para hacernos una foto.
Lo curioso es que antes de que nosotros le pidiéramos la foto, parece que
nadie se había dado cuenta de su presencia.
Os lo aseguro, ¡Miami es un pañuelo!
Gibraltar: mosqueos y temporales

En Gibraltar se disputa uno de los abiertos más fuertes del mundo. Se llama
«abierto» a un tipo de torneo cuya inscripción está abierta a todo el mundo,
de forma que puedes encontrarte en el mismo a los mejores jugadores
mundiales y a aficionados llegados de todas partes. Dirigido por el gran
maestro Stuart Conquest, es mucho más que un simple torneo de ajedrez.
En torno a él se organizan actividades de todo tipo, la más conocida de las
cuales es la Batalla de los Sexos, donde un equipo masculino se enfrenta a
otro femenino en un tablero gigante que simula un ring.
Nosotros hemos participado, en el torneo principal o en sus actividades,
desde 2014. Le tenemos especial cariño, porque se le ha dado especialmente
bien al Niño Antón, que en 2017 hizo una de las mejores actuaciones de su
vida al conseguir empatar en el primer puesto tras vencer a jugadores tan
importantes como el excampeón del mundo Veselin Topalov. Gibraltar es de
los pocos torneos que mantienen un desempate a partidas rápidas entre los
que quedan empatados en el primer puesto. A la audiencia le fascinan estos
desempates, y más cuando hay un jugador al que apoyar. Pepe se trasladó a
las oficinas que tiene Chess24 en Gibraltar para cubrir el torneo. Están en
un edificio que hace unos años parecía bastante antiguo, pero que tras una
serie de rehabilitaciones se ha modernizado y da gusto verlas. Aunque en
pantalla dé otra impresión, lo cierto es que nuestro trabajo se puede realizar
fácilmente con un portátil, una webcam y un micrófono externo de cierta
calidad; es decir: el estudio cabe en una mochila.
El enfrentamiento entre el Niño Antón y Nakamura fue interesante. Unas
tablas en la primera partida y el estadounidense apretó mucho y bien en la
segunda para llevársela. No podíamos estar satisfechos del desempate, pero,
por supuesto, ¡sí del torneo! Al día siguiente me pasé por las oficinas y,
como era de esperar, me encontré a todos los trabajadores de Chess24, y a
los de otras empresas con las que compartimos edificio, hablando del chico
que pegaba gritos en una habitación y narraba ajedrez. «Parecía fútbol», es
la frase que más veces he escuchado en estos casos. Pepe, como siempre,
había desatado su magia durante los desempates y en Chess24 todos
disfrutaron al máximo con su retransmisión, incluso más que si hubieran
estado viendo el desempate en vivo. Uno de los secretos del éxito de las
retransmisiones de ajedrez es, precisamente, hacer este deporte
comprensible para todo el mundo. La mayoría de las personas que escuchan
nuestras retransmisiones por primera vez se sorprenden de cómo pueden
llegar a emocionarse con ellas. La ventaja del ajedrez respecto a otros
deportes es que la partida puede dar un vuelco prácticamente en la última
jugada, porque un error grave puede estropear cualquier posición. ¡Qué
cruel es muchas veces!… ¡y cómo le gusta eso a la gente!
Esa misma mañana, durante la última ronda de Gibraltar previa a los
desempates, se vivió uno de los hechos más extraños que se hayan visto
nunca. Nada más empezar, repasando en la retransmisión cómo habían
empezado las partidas, vi que la mejor jugadora del mundo, la china Hou
Yifan, había comenzado su partida de forma absurda, como si fuera una
jugadora novata. ¡Incluso peor! La jugadora asiática no parecía saber lo que
hacía; en cuatro jugadas quedó prácticamente perdida y abandonó en la
quinta. ¿La razón? Hou Yifan protestaba de esta forma porque en el torneo
había sido emparejada contra siete mujeres, algo que ella creía que había
sido amañado por la organización; Hou no participa en torneos
exclusivamente femeninos y estaba realmente molesta porque creía que los
organizadores la forzaban a jugar contras las mejores del mundo en vez de
enfrentarla a otros jugadores del torneo. La protesta fue tan sonada como,
por cierto, equivocada. Ya durante el directo, y al conocer las razones que
exponía Hou para protestar, pregunté si entre los usuarios había algún
árbitro. Creo que fue Alberto Muñiz, árbitro internacional y gran amigo de
la casa, quien en pocos minutos me confirmó que los emparejamientos eran
correctos y que no había atisbo de amaño ni nada parecido. Todavía hoy no
me explico cómo Hou Yifan no preguntó a algún árbitro para que revisara
los emparejamientos para comprobar antes si su protesta tenía base o no.
¡Simplemente fue casualidad que le tocara jugar con tantas mujeres!
El torneo de Gibraltar se disputa en el hotel La Caleta, un buen lugar para
pasar unos días del mes de enero ya que el invierno suele ser relajado por
esa zona. A nosotros nos gusta alojarnos al otro lado de la frontera y La
Alcaidesa, una urbanización situada a unos veinte minutos, ofrece unos
apartamentos amplios y confortables donde disfrutar el torneo con los
amigos. Aunque tengamos que hacer algunos kilómetros en coche, es un
trayecto rápido y normalmente sin problemas. Digo «normalmente» porque
Pepe tuvo algún que otro percance en la frontera, ¡especialmente cuando se
presentó con el DNI prácticamente partido en dos! Una pena, no pude ver
bien la cara del policía de la frontera cuando Pepe se lo mostró al agente
con la intención de pasar. Estaba claro que era él, la foto (por suerte intacta)
lo demostraba, pero todos comprendimos que la autoridad no estuviese de
acuerdo con que aquel documento partío era completamente válido. Por
suerte, tras alguna negociación, pudo pasar.
Aunque he mencionado que el tiempo en Gibraltar, por lo general, es
estupendo, de vez en cuando cae alguna tormenta de las buenas. Un año fue
tan tremenda que pensamos que la ronda, directamente, no se podría jugar.
El viento golpeaba fuerte y, antes de salir, no paramos de consultar los
partes meteorológicos de la zona. A causa del temporal se desprendió una
roca y cayó sobre la carretera, de modo que para llegar al hotel tuvimos que
dar la vuelta a todo el peñón y entrar por el sur. Por suerte el peñón es
minúsculo y el cambio de recorrido solo suponía algunos minutos más. No
sé bien por qué, supongo que por cabezonería, hicimos un primer intento
por el camino habitual, en medio de una cortina de agua y con un viento
que debía andar cerca de los ochenta kilómetros por hora. Era casi
imposible moverse por la calle; recuerdo que Pepe intentó salir del coche
para caminar y, podéis creerme, el viento era tan fuerte que le costó
muchísimo cerrar la puerta del coche. Nunca había visto algo así, ¡y
seguramente nunca lo vuelva a ver! Pepe desistió pronto de ir caminando y
regresó al coche. Después de aquello optamos por el plan B y dimos la
vuelta al peñón.
Gibraltar tiene unas carreteras estrechas y, en diversos tramos, muy
bonitas, puesto que hay que atravesar unos pintorescos túneles que te hacen
retroceder a tiempos pasados. En este caso el recorrido no fue tan bonito,
porque la carretera estaba realmente peligrosa y la lluvia arreciaba cada vez
más y más fuerte. Batallamos con el temporal entre risas nerviosas y,
cuando apenas estábamos a quinientos metros del hotel, una ola oscura saltó
sobre el coche, cubriéndolo entero. Se me paró la respiración, y supongo
que a todos los que íbamos en aquel coche. Por suerte la cosa no fue a más
y llegamos, aunque un poco tarde, a disputar las partidas de la ronda. ¡Sin
duda el viaje más accidentado que he tenido nunca!
El torneo de Gibraltar está lleno de detalles de buen gusto y mejor saber
hacer, como la invitación final a una cena de gala, donde se entregan los
premios, y la divertida fiesta final, en los salones del hotel, que cierra el
evento. Algunos la pasan jugando rápidas con otros jugadores, otros
bebiendo relajadamente con sus amigos.
Debo reconocer que las historias que suceden en aquellas últimas noches
de Gibraltar ¡están a la altura de las de la Bermuda Party de la olimpiada!
Chile: ¿paramos el reloj?

En 2017 nos encontrábamos disputando el Zicosur, un evento que tenía


lugar en Antofagasta, una ciudad portuaria situada al norte de Chile a la que
hay que llegar atravesando el famoso desierto de Atacama, conocido por ser
el lugar no polar más árido del planeta. En otras palabras: no se os ocurra
quedaros allí sin agua. El lugar elegido para celebrar el torneo reunía unas
condiciones fantásticas: un bonito club deportivo situado junto al mar, que
teníamos apenas a unos metros de la sala de juego. Recuerdo estar a mitad
de partida, reflexionando frente al tablero, algo preocupado porque mi rival
estaba tomando la iniciativa en el flanco de rey y no encontraba cómo
frenarla. De repente, el sepulcral silencio que reina en un torneo de ajedrez
se vio interrumpido por un sonido poderoso y extraño: eran los ventanales
del edificio, vibrando. No conseguía entender por qué vibraban así, tan
fuerte, pero pronto caí en la cuenta: era el anuncio de un movimiento de
tierra, que en Chile dicen «temblor» pero que en España llamamos
directamente terremoto. La sensación que experimenté, rodeado de gente
mientras todo temblaba, me desconcertó muchísimo. Mi rival, que se había
levantado y caminaba por la sala de juego para estirar las piernas, cuando
empezaron los temblores regresó muy tranquilamente a la mesa de juego y
me dijo con voz calmada: «¿Paramos el reloj?». El reloj sirve para medir el
tiempo que tiene cada jugador durante la partida, pero, como os podéis
imaginar, ¡yo no estaba para pensar en la partida! Creo que no llegué a
contestar, observaba fascinado la reacción de la gente, que salía con
bastante calma del edificio. Cuando me quise recuperar del shock, el
temblor ya había parado. Gracias a eso, a que fue relativamente corto, hoy
puedo presumir de no haber salido corriendo enloquecido como pollo sin
cabeza. La tranquilidad que tienen los chilenos ante los temblores es algo
que, hasta que no vives, no te lo puedes creer. Lo que para nosotros es una
experiencia que lo altera todo, ellos lo viven solo como unos segundos
incómodos y luego todos continúan como si nada. Así fue también en este
caso: en unos instantes ya estábamos de nuevo sentados frente al tablero,
disputando la partida…
No fue aquel terremoto el susto más grande que me llevé en Chile. Al
regresar a Santiago desde Antofagasta, mientras atravesábamos la carretera
que cruza el desierto de Atacama, un coche que venía en sentido contrario
pensó que era buen momento para adelantar cuando apenas estaba a
doscientos metros de distancia de nosotros. En Latinoamérica, y en
Portugal, no es extraño ver carreteras de un solo carril en las que los coches
que circulan por ambas direcciones se abren a los extremos, dejando libre la
zona central para de este modo facilitar los adelantamientos. En España, sin
embargo, no existe esta costumbre, así que, al menos en ese momento, yo
circulaba tranquilamente por el centro de mi carril a una velocidad decente,
puesto que en las carreteras chilenas los tramos rectos son prácticamente
infinitos. Cuando vi la maniobra de adelantamiento del otro coche apenas
tenía dos segundos para reaccionar. Mirando fijamente al coche que se me
venía encima de frente, reduje la velocidad bajando de marcha y agarré muy
fuerte el volante por si había que pegar un volantazo. Quizá suene a
invento, pero minutos antes se me había pasado por la cabeza esa
posibilidad y había decidido que lo mejor sería estar muy atento a ver qué
hacía el coche que venía de frente. Así lo hice y, afortunadamente, este giró
aún más a la izquierda, de forma que nosotros quedamos entre el camión y
el otro vehículo. Aquel momento crítico transcurrió en apenas cinco
segundos, pasados los cuales todo volvió a la normalidad, como cuando
cesaron los temblores. ¡Bendita normalidad! Pero tengo muy claro que pudo
haber ocurrido lo peor.
Chile es un país que nos gusta mucho y donde siempre nos han tratado
muy bien. Tuvimos la suerte de visitarlo a finales de 2019, año en que
además grabamos algunas escenas para una película que, por desgracia, ha
quedado en el aire debido a los problemas surgidos a raíz de la pandemia.
Fue muy divertido grabar escenas en Santiago donde nos introducíamos,
haciendo de nosotros mismos, en una ficción que podría haber encajado
bien en el universo de la popular serie de Netflix, Gambito de dama.
Apenas pasamos veinticuatro horas en nuestra última visita a Santiago,
pero las recordamos con mucho cariño porque también fue nuestra última
visita a Sudamérica. La cerramos, como debe ser, con una buena fiesta con
choripanes, pisco y otras maravillas. Nuestras fantásticas anfitrionas, las
componentes de la asociación de mujeres ajedrecistas chilenas, nos
explicaron la situación del país que, en aquel momento, estaba envuelto en
unas revueltas que sacudieron Chile durante semanas.
Parte 3
DETRÁS DEL TABLERO
Matemáticas y ajedrez

Como ajedrecista profesional y doctor en Matemáticas Aplicadas siempre


me ha fascinado la relación entre estas dos disciplinas ancestrales. Desde
hace ya muchos años se dice que existe una potente relación entre ambas,
pero, evidentemente, resolver dos problemas de «Mate en 1» no hará que te
conviertas en profesor de Matemáticas de la Universidad de Harvard, ni
resolver un par de ecuaciones de primer grado conseguirá que derrotes al
campeón del mundo Magnus Carlsen.
¿Qué habilidades requiere el ajedrez? Concentración, planificación,
memorización, paciencia y autocontrol (se castiga jugar rápido), reglas de
conducta y aprendizaje de errores, entre otras cosas. Por tanto, tiene sentido
pensar que aprender ajedrez desarrolla habilidades de concentración,
memoria y resolución de problemas, entre otras funciones ejecutivas.
En otras palabras, está claro que existe una relación estrecha entre el
ajedrez y las matemáticas en muchos aspectos. Por ejemplo, el ajedrez
introduce un sistema de coordenadas y algunos conceptos geométricos
como filas, columnas o diagonales. Además, el ajedrez también requiere un
cálculo continuo y el análisis de posiciones tiene mucho en común con los
problemas matemáticos. Jugar al ajedrez también desarrolla la memoria
visual, habilidades de pensamiento espacial y la capacidad de predecir y
anticipar consecuencias, destrezas que también desarrolla el aprendizaje de
las matemáticas. Esta clara correlación entre las dos disciplinas nos lleva a
pensar que el aprendizaje de una puede potenciar la otra y viceversa.
Es una cuestión abierta desde hace tiempo si el aprender a jugar ajedrez
puede ayudar a mejorar el rendimiento académico (Aciego et al., 2016).
Hay autores que son muy críticos a este aspecto (Gobet et al.,2016),
argumentando que la mayoría de los estudios que relacionan el aprendizaje
de ajedrez con un incremento del rendimiento académico son incompletos e
inconclusos. Además, desaconsejan incluir el ajedrez como una asignatura
más del currículum escolar porque la obligatoriedad potencia la
desmotivación. Por último, concluyen expresando que el aprendizaje del
ajedrez tiene un impacto positivo al principio, pero a medida que el alumno
va profundizando en el mundo del ajedrez el impacto disminuye porque se
requiere un entrenamiento específico.
Por otra parte, podemos encontrar una recopilación de estudios que
relacionan el aprendizaje del ajedrez con un incremento del rendimiento
académico porque ayuda a desarrollar la memoria visual, la concentración,
habilidades espaciales, la capacidad de predecir y anticipar consecuencias,
el pensamiento crítico, el respeto, la búsqueda de soluciones y la
autoestima, entre otras capacidades (Bart, 2014; Berkman, 2004; Campitelli
et al., 2008; Ibrahim, 2014; Hong et al., 2007; Kazemi et al., 2012).
A propósito del tema de la autoestima, me es imposible no esbozar una
sonrisa cuando escribo la siguiente anécdota. Me encontraba dando una
clase en un campamento de ajedrez en 2018. Uno de los chicos procedía de
una familia de escasos recursos y tenía muy poca autoestima, en parte
porque el resto de alumnos de la clase se metían con él. Realizamos un
torneo de partidas rápidas al terminar la clase y lo ganó. Su primera
reacción fue ponerse a llorar de la emoción. Al preguntarle por qué lloraba
me dijo: «Profe, ¿ya no soy tonto verdad?», con una cara de felicidad
absoluta. Según mi experiencia, el ajedrez proporciona confianza y
autoestima, y enseña que uno tiene posibilidades de éxito, incluso si no
tiene grandes recursos.
También es necesario resaltar que jugar al ajedrez te obliga
constantemente a tratar de buscar soluciones a problemas complejos. Uno
se encuentra en mitad de una partida en una posición complicada, donde no
quiere mover. Es como tener que pasar con una cerilla encendida por una
habitación rociada con gasolina. Tienes varias opciones. Una es no mover y
perder por tiempo, la otra es ofrecer tablas —que tu rival probablemente no
aceptará— y la última es estrujarte el cerebro y buscar una buena jugada:
coger esa cerilla y pasar por encima de la gasolina con mucho cuidado. Al
final, el ajedrez es como la vida misma, un escenario donde se tienen que
tomar decisiones muy complejas en poco tiempo.
El 15 de marzo de 2012 el Parlamento Europeo recomendó la
introducción del programa «Ajedrez en la escuela» en todos los sistemas
educativos de la Unión Europea (Parlamento Europeo, 2012). Tres años
después, en 2015, se aprobó por unanimidad en el Congreso de los
Diputados la inserción del programa en el sistema educativo español como
una asignatura más, en horario lectivo y no como una extraescolar
(Congreso de los Diputados, 2015). Desgraciadamente, no se han llegado a
aprobar los presupuestos para poner en marcha la iniciativa y existen pocos
recursos para aplicar la potencialidad del ajedrez en el aula, sobre todo en el
nivel de secundaria. Algunas comunidades autónomas sí que han impulsado
algunos programas para facilitar recursos y formar a los docentes en el
ámbito del ajedrez educativo. Entre ellas podemos resaltar el programa
«aulaDjaque», impulsado en Andalucía en el curso académico 2017-2018
(Consejería de Educación, 2017). En él se pueden encontrar recursos
variados para aprender diferentes materias a través del ajedrez.
Como ya dijimos, el ajedrez es un juego de estrategia y de habilidad. Para
tratar de mejorar las habilidades ajedrecísticas, y para comprender de una
manera más profunda la complejidad y profundidad de las 64 casillas, las
matemáticas son una muy buena herramienta. Utilizar los recursos que las
matemáticas nos proporcionan para profundizar en la comprensión del
ajedrez es la misma estrategia que se utiliza en cualquiera de las ciencias
naturales o sociales, y es por este motivo, entre otros, por el cual podemos
considerar al ajedrez como una ciencia. Los primeros análisis matemáticos
del ajedrez se produjeron a través de la geometría para estudiar los finales
en ajedrez.
La fase final de una partida de ajedrez es muy importante y una de las
más complicadas del juego. Desde hace ya muchísimos años, los jugadores
de ajedrez emplean sencillas reglas geométricas para descubrir, con una
simple mirada al tablero, el resultado de la partida. Como ejemplo,
podemos hablar de la famosa regla del cuadrado (figura 1).
Figura 1. La regla del cuadrado.

En ella se puede apreciar que el bando blanco cuenta con rey y peón,
mientras que el negro solamente con el rey. Con la regla del cuadrado se
puede saber, con un simple vistazo, si el rey negro puede parar al peón
pasado o si, por el contrario, dicho peón se convertirá en una dama. Se traza
un cuadrado de lado igual al número de casillas entre el peón y la casilla de
coronación. Si el rey negro, al mover, queda dentro del cuadrado, podrá
parar al peón. De esta manera, los maestros de ajedrez, trazando un simple
cuadrado mental en el tablero, no tienen la necesidad de calcular
mentalmente jugada a jugada.
Similar a esta es la regla de Bahr (figura 2). Se trazan dos flechas
diagonales. Una desde el peón pasado de las blancas y la otra desde el peón
negro. Si estas coinciden, el blanco ganará la partida y si no lo hacen, la
partida acaba en tablas. Esto ahorra mucho tiempo de cálculo al jugador que
puede ser importante en apuros de tiempo. De no utilizar esta regla, el
jugador debe calcular toda la secuencia de jugadas una a una.

Figura 2. La regla de Bahr.

Así como las matemáticas son utilizadas por los ajedrecistas, el ajedrez
ha servido también para ejemplificar diversos problemas matemáticos.
Durante el renacimiento, la popularidad del ajedrez creció
exponencialmente en Europa. Se comenzaron a crear diferentes escuelas de
ajedrez y los pensadores y científicos de la época empezaron a interesarse
por el juego. Dicho auge motivó a muchos matemáticos de la época y
posteriores a resolver problemas matemáticos sobre el tablero. A
continuación, exponemos algunos de los más interesantes.

El número de Shannon
Una de las preguntas que nos hemos hecho muchas veces los ajedrecistas, y
que sobre todo nos hacen nuestros amigos, es: «¿Cuántas posibles partidas
de ajedrez existen?». A lo cual, hinchándonos de orgullo, respondemos: «El
número de posibles partidas de ajedrez es mayor que el número de átomos
del universo». ¿Es esto verdad? ¿De dónde viene esto? O, ¿simplemente
nos lo sacamos de la manga para vacilar y quedar bien? ¡Pues no! Esto se
conoce como el «número de Shannon». Claude Shannon escribió en los
años cincuenta del pasado siglo un artículo científico titulado «How to
program a computer to play chess» (Cómo programar una computadora
para jugar al ajedrez). En este artículo halló una estimación de cuántas
posibles partidas de ajedrez existen, ¡y el número que dio fue nada más y
nada menos que 10120! El número de átomos en el universo es alrededor de
1080, lo cual significa que se pueden asignar billones de partidas de ajedrez
para cada átomo del universo. ¿Cómo llegó a calcular ese número y extrajo
tal conclusión? Shannon realizó una serie de asunciones. La primera es que
consideró que, en cada posición, existen de media unas 30 jugadas legales
que un jugador puede realizar. En ajedrez llamamos una jugada completa a
la suma de la realizada por el blanco más la realizada por el negro. Por
tanto, en solo una jugada completa, donde cada jugador tiene unas 30
posibles, existen 30 x 30 = 900 posibles jugadas.
Shannon, además, consideró que cada partida suele durar unas 40 jugadas
completas (40 del blanco y 40 del negro). Por tanto, el número total de
posibilidades asciende a 3080, lo que aproximadamente es 10120, que es el
número de Shannon.
Esto, evidentemente, es demasiado simplista; de hecho, Shannon insistió
en que solo se trataba de una estimación. Un párrafo de su artículo donde lo
que quería dejar claro, señala que si uno tuviera una computadora lo
suficientemente potente para intentar calcular el futuro del juego, analizar
todas las posibilidades para luego tomar decisiones sobre cómo seguir
jugando, la computadora nunca haría una jugada. Imaginad que la
computadora es capaz de calcular 10 partidas por microsegundo: pues bien,
para hacer una sola jugada necesitaría un tiempo prácticamente infinito.
Este era el punto al que Shannon quería llegar al hacer su estimación.
Si empezamos a contar el número de posibilidades exactas desde la
jugada uno, todo se complica muy rápido y de manera exponencial. En la
jugada 1, el blanco tiene 20 jugadas legales (16 posibles de peón y 4 de
caballo). El negro puede responder con 20 jugadas legales también, lo que
significa que, tras la primera jugada completa, existen 400 posibilidades.
Después de dos jugadas completas, todo se va de madre ¡y ya existen
197.742 posibilidades!

1 2 3 4 …. 11.800

20 400 8902 197.742 ….

Pues bien, la comunidad científica, con cierto desacuerdo respecto al


número exacto, ha llegado a la conclusión de que la partida más larga puede
ser de unas 11.800:2 = 5950 jugadas completas, y esto teniendo en cuenta la
regla de las 50 jugadas. «¿Y qué carajo es la regla esa de las 50 jugadas?
¿Me estás hablando en chino?», dirás. En ajedrez competitivo, la partida es
declarada en tablas cuando han transcurrido 50 jugadas sin capturar una
pieza o mover un peón.
Godfrey Hardy, un famoso matemático del siglo pasado, intentó realizar
una estimación más exacta del número de posibles partidas totales en
ajedrez. El número al que llegó era una cantidad mucho mayor que el
número de Shannon.
Pero es que, incluso si simplificamos mucho todo, como expone el
matemático y divulgador James Grime, y asumimos que solo hay tres
jugadas razonables por posición y partidas de 40 jugadas completas, el
número de posibilidades totales ascendería a 380 lo que es aproximadamente
igual a 1040. ¡Si jugáramos una partida por día, tardaríamos trillones y
trillones de años en llegar a jugar la última!
El problema de las ocho damas
Fue un problema que propuso en 1848 el ajedrecista alemán Max Bezzel
(figura 3). Consistía en encontrar el número de posibles soluciones para
colocar ocho damas en un tablero de ajedrez sin que se capturasen unas a
otras. Cantor y Gauss fueron dos científicos de renombre que se interesaron
por el problema. Este problema se generalizó a un tablero N x N, en lugar
de 8 x 8. La solución correcta se halló en 1972, con programas informáticos
y por medio de backtracking, encontrándose 92 soluciones totales, 12 de las
cuales son independientes entre sí (Ramírez, 2004).

Figura 3. Una solución al problema de las ocho damas.


Figura 4. Problemas de independencia.
Arriba: reyes y alfiles; abajo: torres y caballos.

Este problema entra dentro de la familia de «problemas de


independencia» en los cuales, dada una pieza, se debe encontrar el mayor
número de ellas que se pueden colocar en el tablero de tal manera que no se
ataquen entre sí. Por ejemplo, el mayor número de reyes independientes que
se pueden colocar en un tablero de ajedrez son 16, mientras que torres son
8, alfiles 14 y caballos 32. En la figura 4 se muestra una solución para cada
uno de estos problemas de independencia.
Problemas de dominación
Otro problema matemático muy interesante sobre el tablero es el de
dominación, que es un caso especial de la teoría de grafos y, en especial, de
cobertura de vértices. En estos problemas, dada una pieza de ajedrez, se
trata de encontrar el mínimo número de estas de manera que, al colocarlas
estratégicamente, todas las casillas libres sean atacadas. Se necesitan 9
reyes, 5 damas, 8 torres, 8 alfiles o 12 caballos para dominar
completamente el tablero. En la figura 5 se muestra un ejemplo para los
caballos.

Figura 5. Los 12 caballos atacan todas las casillas libres.

El problema del salto del caballo


Probablemente sea el más conocido de todos. Dada una casilla de inicio, se
pide recorrer todas las casillas del tablero con un caballo sin pasar dos veces
por la misma. Es un problema de matemática directa. Aparece planteado
por primera vez en manuscritos árabes del siglo IX y tuvo mucho auge entre
los matemáticos del siglo XVIII debido a la cantidad de soluciones diferentes
que ofrecía. En 1759 Euler presentó una solución muy famosa en la
Academia de Ciencias de Berlín, basándose en la premisa Divide et impera,
divide y vencerás (figura 6). Evidentemente, el problema se complica
cuando generalizamos a un tablero o cuadrícula N x N en lugar de 8 × 8.

Figura 6. Una solución al problema del salto del caballo en tablero de ajedrez.

Respecto a este problema os puedo contar una anécdota televisiva. En el


verano de 2020, fui invitado junto al maestro FIDE Dan Cruz a participar
en el show televisivo Got Talent. Siempre he pensado que todo lo que sea
promocionar el ajedrez en los medios es bueno para todos, así que accedí
encantado. Por mi experiencia, una de las exhibiciones ajedrecísticas que
más impresiona a la gente ajena a nuestro mundillo son las partidas rápidas
a la ciega. Esto era una de las cosas que me hubiera gustado hacer, pero por
motivos de tiempo era imposible. Solo disponíamos de unos tres minutos en
la actuación, así que lo que decidimos hacer fue resolver el problema del
salto del caballo con algunas particularidades. Lo haríamos entre dos
personas y a la ciega. El jurado me daría a mí una casilla de inicio y yo
tendría que completar 32 casillas del tablero. A mi compañero Dan le dirían
cuál fue mi primera jugada; él comenzaría por una casilla de su elección y
recorrería las otras 32 casillas, completando de esta manera el tablero. Por
supuesto, estábamos aislados también acústicamente y ninguno podía oír al
otro.
Como buenos ajedrecistas, dejamos todo para el final y no habíamos
ensayado demasiado el número. Un par de horas antes de salir a actuar en el
Teatro Colliseum de Madrid, seguíamos errando. Fallamos varias veces.
Ahí me empecé a acongojar. Dan y yo tampoco es que tuviéramos una
ilusión especial por ganar, ni nada por el estilo. Simplemente nos habían
llamado y pensábamos que era un buen escenario para hacer crecer el
ajedrez en el país. Pero una cosa es eso y otra hacer el ridículo delante de
tanta gente.
Got Talent es un programa muy variopinto donde hay de todo, aunque lo
mayoritario suelen ser artistas. Recuerdo que hablamos con dos
participantes antes de actuar. Uno de ellos decía que era capaz de comerse
no sé cuántos kilos de sushi sin parar. Otro, a los dos minutos de iniciar la
conversación, se subió el pantalón de chándal y nos mostró un dibujo que
parecía la cara de Bob Marley y llevaba tatuado en la rodilla. Decía que
había venido a hacer un playback del jamaicano, pero que no lo
interpretaría él sino el Bob Marley de su pierna. Yo flipaba en colores.
Al final nuestra actuación salió bien. Yo tenía más nervios que un filete
de dos céntimos el kilo, pero el público acabó en pie y todo. Siempre es
agradable ver cómo el ajedrez puede interesar a todo tipo de público. Para
un ajedrecista con experiencia la prueba no era difícil en absoluto, pero
desde fuera parece complicado. Fue una grata sorpresa ver que Risto
Mejide sabía bastante de ajedrez y estuvimos conversando sobre Kasparov,
Carlsen y el récord de simultáneas a la ciega del excéntrico jugador Timur
Gareyev. En un momento le dije que podría organizarle una partida con
Carlsen. Me miró como si pensara: «¿Qué me está contando el pardillo
este?». Lo cierto es que era verdad, podríamos haberle dado una plaza en
Chess24 para una simultánea que organizábamos online junto al campeón
mundial. Y así fue cómo el problema del salto del caballo terminó en Got
Talent.
Hablando de partidas a la ciega, si algunos de vosotros sois jugadores
seguro que os han pedido que juguéis a la ciega en alguna fiesta, cuando
todo el mundo ya va un tanto pasado de todo. No sé por qué, pero siempre
que iba a una fiesta en casa de alguien, durante la universidad, en algún
momento —sobre las cuatro de la mañana— me pedían que jugara a la
ciega. Cuando hice mi máster Erasmus en L’Aquila (Italia), en 2011, esto
sucedía cada fin de semana. Además, por algún motivo, todos mis
compañeros querían aprender ajedrez y aquello me sirvió para «conectarlo
con las matemáticas» de la forma más provechosa. Tanto es así que con mi
amigo Marious de Camerún hacía el siguiente trueque: yo le daba clases de
ajedrez un par de horas a la semana y él me ayudaba con los deberes y los
trabajos de Análisis Funcional, que era una asignatura completamente
infumable para un ingeniero civil.
Para terminar con el problema del salto del caballo, os voy a proponer un
ejercicio que salió en una olimpiada matemática. Imaginad que Messi y
Ronaldo están jugando al ajedrez con un caballo en un tablero como el de la
figura 7.

Figura 7. El caballo de Messi.

En cada turno, uno mueve el caballo a una nueva casilla que no ha sido
ocupada anteriormente. Messi empieza colocando el caballo donde quiere
(en este caso la casilla e5). El primer jugador que no pueda mover el caballo
a una nueva casilla pierde. La pregunta es: ¿quién gana, si ambos jugadores
lo hacen de manera óptima, y cuál es la estrategia ganadora? Os recomiendo
que os estrujéis el cerebro un ratito, ¡porque no es fácil!

Solución
Podemos demostrar que Ronaldo siempre ganará en este juego, sin importar
lo que Messi haga. Y lo vamos a probar de manera gráfica. Dividimos el
tablero en 8 regiones diferentes de 4 x 2 casillas, como se muestra en la
figura 8. En cada una de las regiones, un caballo solo tiene una jugada legal
para permanecer en dicha región. Si Messi empieza colocando el caballo en
e5, la estrategia de Ronaldo será llevar el caballo a f7, para permanecer en
la misma región.

Figura 8. Solo hay una posibilidad.

Messi se verá obligado ahora a salir de la región entrando en otra


diferente, donde una vez más Ronaldo realizará la única jugada con la que
permanece en dicha región. De esta manera, ¡llegará un momento donde
Messi no tendrá casilla para mover su caballo!

Distancia euclídea
El ajedrez es un escenario ideal para discutir sobre distancia euclídea y no
euclídea. Aunque esta palabra puede sonar muy rara, no nos vamos a
complicar la vida, y definimos como distancia euclídea como «la de toda la
vida». Es decir, si yo pregunto cuál es la distancia entre el origen de
coordenadas y el punto A (4/3) (figura 9), todos me diréis que 5, aplicando
simplemente el teorema de Pitágoras.
Esta es la denominada distancia euclídea o euclidiana, pero existen
muchas situaciones en la que esta no resulta demasiado útil. Por ejemplo, si
queremos desplazarnos de un punto a otro de la ciudad, lo que nos interesa
es saber es cuál será la mejor ruta, es decir, por qué calles tendremos que ir
para que el recorrido nos lleve menos tiempo, ya que no podemos ir en línea
recta atravesando edificios.

Figura 9. Teorema de Pitágoras.

Si nos trasladamos ahora a un tablero de ajedrez, la consideración de la


distancia se vuelve todavía más interesante. Volvamos a la figura 8 e
imaginad que queremos medir la distancia de la casilla a1 a b3. ¿Cómo se
define la distancia entre dos casillas? Si hablamos de ajedrez necesitamos
más información. Por ejemplo, hay que saber de qué pieza estamos
hablando. Si se trata del rey, la distancia será igual a 2, ya que tardará dos
movimientos en llegar a dicha casilla. El caballo lo hará en una sola jugada
y la torre en dos. Algunos dirían que, en el caso de la torre, la distancia sería
igual a 3, ya que ha pasar por tres casillas. ¿Quién tiene razón? ¿Cuánta
flexibilidad se permite?
Para definir lo que es una función de distancia y una métrica se deben
satisfacer las siguientes condiciones (siendo a, b y c tres puntos arbitrarios):

• d (a, b) ≥ 0 (la distancia entre dos puntos siempre debe ser positiva o
igual a 0).
• d (a, b) = 0, si, y solamente si, a = b (la distancia será 0 solo en el
caso de que los dos puntos coincidan).
• d (a, b) = d (b, a) (condición de simetría).
• d (a, b) ≤ d (a, c) + d (c, b) (también llamada desigualdad triangular;
la igualdad se cumplirá solamente cuando el punto c se encuentre
sobre el segmento ab).

Para aclarar esto, veamos el ejemplo de la figura 10. Si la pieza que se


mueve es el rey, ¿cuál será la distancia entre a8 y a1? Y, ¿cuál es la
distancia entre a8 y a1, pasando por d5?
Como podemos observar, la distancia euclídea no es la misma, pero ¡la
ajedrecística sí!, ya que en ambos recorridos el rey tarda siete tiempos
exactamente en llegar a su casilla de destino en a1. Este tipo de
consideraciones son muy importantes para el cálculo de variantes en una
determinada posición de ajedrez.

Figura 10. Distancia ajedrecística.

Como hemos tratado de reflejar en este capítulo, la relación entre ajedrez


y matemáticas es muy rica. Y lo bonito es que, si quisiéramos profundizar
de verdad en este tema, ¡necesitaríamos un libro entero solo para ello!

Referencias
ACIEGO, R., GARCÍA, L., y BETANCORT, M. (2016). «Efectos del método de entrenamiento
en ajedrez. Entrenamiento táctico versus formación integral en las competencias cognitivas y
sociopersonales de los escolares». Universitas psychologica 15(1), 165-176.
BART, W. M. (2014). «On the effect of chess training on scholastic achievement». Frontiers in
psychology 5, 762.
BERKMAN, R. M. (2004). «The Chess and Mathematics Connection: More than Just a Game».
Mathematics Teaching in the Middle School 9(5), 246-250.
CAMPITELLI, G., & GOBET, F. (2008). «The role of practice in chess: A longitudinal study».
Learning and Individual Differences 18, 446-458.
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS, «Proposición no de Ley sobre la implantación y fomento
de la práctica del ajedrez en escuelas y espacios públicos y su promoción como deporte
(161/002598)», Boletín Oficial de las Cortes Generales D-617, 25 de febrero de 2015, pág.
13. Disponible en: http://www.congreso.es/public_oficiales/L10/CONG/BOCG/D/BOCG-10-
D-617.PDF# page=13(acceso 10/05/2021).
CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA (2017), aulaDjaque.
Junta de Andalucía.
https://colaboraeducacion30.juntadeandalucia.es/educacion/colabora/web/auladjaque (acceso
10/05/2020).
GOBET, F. & CAMPITELLI, G. (2006). Educational benefits of chess instruction: A critical
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Disponible en: https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/?
uri=uriserv:OJ.CE.2013.251.01.0116.02.SPA&toc= OJ:C:2013:251E:TOC (acceso
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RAMÍREZ RODRÍGUEZ, J. (2004). Extensiones del problema de coloración de grafos. Tesis
doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones.
Razonando en el siglo XXI

«¿Cuántas eliminatorias a partido único se deberían jugar en un evento con


384 equipos?». Con esta pregunta, variando la cifra final completamente al
azar, suelo hacer pensar a los oyentes de muchas de las conferencias que he
dado en los últimos años. La pregunta no es mía, la escuché del gran
maestro español Miguel Illescas que, según contó, la había escuchado a su
vez del gran entrenador ruso Boris Zlotnik. ¡Al fin y al cabo, los
ajedrecistas tenemos la virtud de aprender de los demás!
Me gusta observar al público que asiste a estas conferencias cuando les
he planteado esta pregunta, ver cómo debaten y argumentan unos con otros
o miran al techo haciendo cálculos. Y lo cierto es que nadie todavía me ha
dado la respuesta correcta tan rápidamente como me gustaría, que sería en
menos de diez segundos.
La clave está en ser efectivo razonando porque, más allá de las
habilidades matemáticas de cada uno, es fácil averiguar la respuesta si se ha
entendido bien la pregunta. Cuando finalmente digo a la audiencia que la
respuesta se puede averiguar en unos segundos la gente se queda
boquiabierta y, por lo general, empiezan a decir cifras prácticamente al azar.
¿Por qué cuesta tanto encontrar la respuesta adecuada en un tiempo que
considero más que suficiente?
No me extenderé, pero no me resisto a mencionar lo que, seguramente,
muchos piensan: el sistema educativo español no está diseñado para
fomentar la creatividad, el razonamiento ni la reflexión. Aprendemos a
memorizar con eficacia, aprendemos a escribir conceptos o ideas que nos
han explicado o leemos, sin cuestionarlos seriamente. Esto nos prepara bien
para un tipo de vida que, posiblemente, no es con la que soñamos. ¿Cómo
vas a aceptar tus errores si no estás acostumbrado a argumentar para
defender tus ideas ni a reflexionar para entender los argumentos del que no
opina como tú? ¿Cómo vas a innovar o a desarrollar una investigación en
un campo complejo si no has pensado en ello hasta pasados los veinte? El
sistema de aprendizaje en 2021 se parece demasiado al de hace treinta años,
pero vivimos en un mundo que se ha desarrollado tecnológicamente a la
velocidad del rayo. Estoy convencido de que si desde la más tierna infancia
nos enseñaran a preparar los temas por nosotros mismos, exponerlos en
clase, hacer comentarios constructivos y encontrar nuestros errores para
corregirlos, tendríamos una sociedad más preparada para comprender y
trabajar en un entorno cambiante como en el que vivimos.
Me he desviado mucho, pero quería compartir esta breve reflexión con
vosotros. Mientras tanto, ¿habéis averiguado cuantas eliminatorias se
disputarán? La respuesta es sencilla si, en vez de lanzarnos
apresuradamente a hacer cálculos, comprendemos la esencia del problema:
en una eliminatoria se elimina a un equipo y al final solo tendremos un
campeón, así que las eliminatorias totales serán el número de
jugadores/equipos menos uno. ¡Así de sencillo!
En el fantástico libro Ajedrez para cebras, el gran maestro Jonathan
Rowson refiere la primera vez que se enfrentó en un match al n.º 1 inglés,
Michael Adams. Él era un joven gran maestro con ganas de destronar al
ídolo inglés, pero no fue así y Adams le ganó con facilidad. En el libro
cuenta cómo, al terminar las partidas, analizaba e intercambiaba
impresiones con su rival y cómo se dio cuenta de que él enseñaba largas
variantes que habían pasado por su cabeza durante la partida mientras que
Michael había analizado muchas menos jugadas, pero de mayor calidad. La
cifra más elevada es un argumento que se suele usar para justificar
prácticamente todo en esta vida. Mucha gente piensa que un trabajador es
mejor si trabaja muchas horas, un estudiante más responsable si estudia más
horas que otro o, lo que aún es más grave, un artículo es mejor que otro si
cuesta más caro. ¡Cómo se aprovechan de esto último los genios del
marketing!
La calidad de las acciones que realizamos siempre debe estar por encima
de cualquier cantidad. ¿Acaso no es más importante tomar la carretera
correcta para llegar a un punto que el número de kilómetros que hagamos o
la velocidad que llevemos para conseguirlo?
No os voy a vender el ajedrez como la solución para todos los problemas,
de hecho conozco a grandes ajedrecistas que han tomado decisiones
claramente equivocadas, pero en una partida de ajedrez sí que nos
enfrentamos a problemas que nos obligan a razonar para dar con la mejor
solución posible en un plazo de tiempo medido y limitado; en ese tiempo
debemos analizar una situación determinada, plantear soluciones posibles,
comprender el planteamiento del adversario, valorar si lo que tenemos sobre
el tablero vale más o menos que lo del rival… ¡y además decidir si debemos
dedicarle más tiempo, o no, a pensar en una posición! ¿Cuándo nos han
enseñado todo eso? ¿Por qué no dialogamos en colegios y universidades
sobre las decisiones que vamos a tomar en la vida?
Tanto en el ajedrez como en la vida real tendemos a valorar más la
recompensa a corto plazo que la que podemos conseguir pasado un tiempo.
La inmediatez, el saber que «hago esto ahora y, a continuación, consigo esto
otro» es un caramelito de satisfacción y dopamina para nuestro cerebro
difícil de evitar. En Chess24 hemos observado que el material que más nos
piden los usuarios, y que consumen más a menudo, son los vídeos de
aperturas. A los ajedrecistas nos encanta saber nuestras líneas teóricas, de
modo que, durante unas jugadas, repetimos en el tablero las jugadas que
hemos estudiado y, de esta forma, sabemos que son las correctas, o al
menos sentimos una sensación de control sobre lo que estamos haciendo.
Nosotros no nos cansamos de repetir que estos vídeos no son los que van a
hacer progresar más a los aficionados, ¡ni mucho menos! ¿De qué va a
servir realizar diez jugadas de memoria si no se han adquirido las
capacidades básicas para desarrollar la posición? Es fácil darse cuenta de
ello y cualquier jugador apreciará, tras un breve análisis, que la apertura no
influye tanto en el resultado final de la partida ¡pero a pesar de ello querrá
estudiar aperturas! Las razones que lo explican son varias, pero
principalmente debemos destacar el deseo de controlar lo que estamos
haciendo. En una partida de ajedrez solo podemos estar seguros de que
partiremos de la posición inicial y que allí las piezas empezarán a tomar
vida con un número de combinaciones posibles que, en la práctica,
podríamos considerar infinitas. Durante años se han estudiado variantes,
analizado y profundizado en algunas de ellas hasta la saciedad, y sin duda
es bonito ver su evolución y aprenderlas. Ser capaz de conocer una
apertura, todos sus detalles, y demostrar ese conocimiento sobre el tablero
hace que el jugador experimente una sensación de sabiduría y control, en
parte adictiva, pero, a la vez, bastante engañosa. Lo que comienza bien no
tiene por qué acabar de la forma correcta y para progresar en el ajedrez —y
seguramente en la vida— debemos liberarnos de la seguridad que
proporciona reproducir jugadas aprendidas de memoria para aprender a
convivir con la inseguridad y atrevernos a razonar y desarrollar nuestras
propias jugadas. Entonces, ¿cómo se entrena en el ajedrez?
El entrenamiento en ajedrez
El ajedrez es una actividad en la que se mejora con la práctica, siempre y
cuando seas capaz de aprender de tus errores. Cuando me preguntan cómo
se aprende a jugar bien al ajedrez lo comparo con aprender a cocinar o
dominar un idioma. ¿Por qué? Porque nadie pensará que es capaz de
cocinar bien solo leyendo libros de cocina o viendo el programa de Karlos
Arguiñano, y tampoco se atreverán a decir que hablan bien inglés porque
ven las series en versión original subtitulada. Cuando dejan de oírse las
risas que despierta la anterior comparación, suelo hacerles una pregunta:
«Entonces, ¿por qué creéis que vais a mejorar solo leyendo libros o viendo
vídeos?».
El ser humano quiere controlar lo que hace. Desde pequeños nos ponen a
estudiar libros, a memorizar fechas y fórmulas que debemos volcar en unos
exámenes, pero, ¿funciona así el mundo? El ajedrez es, por excelencia, el
arte del «saber hacer»; se requiere un alto nivel de conocimientos para
progresar, pero, sobre todo, la capacidad de aplicar lo aprendido y una serie
de habilidades ajedrecísticas que nos ayuden a encontrar las mejores
jugadas.
¿Qué se necesita, entonces, para mejorar en ajedrez? La clave consiste,
precisamente, en perfeccionar esas habilidades que nos permitirán tomar
mejores decisiones en el tablero. En la vida, en la escuela, tampoco nos
enseñan a hacerlo. ¿Por qué? Seguramente porque no es tan fácil de evaluar
como otro tipo de materia, e incluso es difícil saber si una decisión es buena
o mala. Lo correcto, en mi opinión, sería enseñar a razonar, a aprender del
pasado y a pensar qué posibles escenarios se nos pueden presentar en el
futuro. Al igual que nuestro yo actual podría darle grandes consejos al de
hace diez años, ¿por qué no darlos por adelantado?
En esto consiste precisamente el entrenamiento del ajedrecista. Hoy en
día en el ajedrez, al contrario que en la vida, es fácil saber si la decisión que
tomamos al hacer una jugada es buena o mala gracias a los ordenadores,
cada vez más potentes, y a los avanzados módulos de análisis. Muchos
jugadores se quedan ahí. Frases como «¡Lástima no haber visto aquella
jugada! ¡Ganaba seguro!», y otras por el estilo, se escuchan en todos los
torneos, pero en ellas no encontraremos el espíritu que permite progresar.
¿O acaso evitaremos nuestros errores del pasado —aquella pareja que no
nos aportaba nada, un trabajo mal elegido, un accidente provocado por
alguna imprudencia— solo lamentándonos por ello? La pregunta correcta, y
a la cual tiene que responder el entrenador experimentado es «¿Cómo podía
haber encontrado la jugada correcta?», o viceversa, «¿Cómo pude haber
evitado hacer esa mala jugada?». Para contestarlas no es suficiente una
respuesta objetiva, ya que debemos tener en cuenta el nivel del jugador. Si
para realizar una jugada necesitamos «ver» seis movimientos precisos por
adelantado, el entrenador debe saber si el alumno está o no capacitado para
ello. A veces la dificultad consiste, directamente, en entender la posición.
¿Por qué las blancas están mejor? Cada detalle cuenta a la hora de evaluar y
es preciso ponderarlos todos para dar con la respuesta correcta. Muchos se
sorprenden al saber que los mejores jugadores del mundo a menudo se
equivocan gravemente al valorar una posición, porque el aficionado puede
resolver al instante esa jugada viendo lo que dice la computadora. ¡Pero la
cuestión no es tan sencilla!
¿A dónde quiero llegar? Comencé a dar clases individuales hace quince
años y dediqué muchos a estudiar compulsivamente la toma de decisiones
en el ajedrez, creando una enorme base de datos de posiciones instructivas y
analizando cada jugada con fines didácticos. Recuerdo mi primera clase
como entrenador, en 2006. Me la había preparado a conciencia: partidas
clásicas, explicaciones posicionales, incluso una conferencia que duraría,
como mínimo, la hora entera prevista para la clase. Al menos tuve la suerte
de darme cuenta de mi error a los quince minutos de empezar, y dejé de
hablar para preguntarle a mi alumno qué pensaba de la posición, por qué
hacía esa jugada y guiar su propio razonamiento con preguntas y respuestas
que le ayudaban a decidir la mejor forma de elegir una jugada. La hora de
un entrenador de ajedrez no es, precisamente, barata. Si la ocupamos
reproduciendo lo que ya viene en un libro o lo que puede verse en un vídeo,
¿qué valor añadido estamos aportando? Sin embargo, si el entrenador
dedica esa hora a plantearle preguntas a su alumno para que se cuestione
una y otra vez cada jugada, facilitándole al mismo tiempo herramientas y
guiándole para que pueda mejorar sus puntos débiles, ¡esas horas valen oro!
No creo que nadie piense que, por ver a Leo Messi haciendo maravillas en
un campo de fútbol, va a convertirse en un as del balón. Al igual que para
mejorar al fútbol hay que realizar un entrenamiento físico y táctico muy
activo, el ajedrez debe entrenarse también de forma regular y el entrenador
tan solo debe ser el guía que indique, desde la observación, cómo proseguir
la práctica de forma efectiva.
En 2013, durante los campeonatos de Europa juveniles, tuve la
oportunidad de asistir por primera vez a las sesiones que realizaba el
psicólogo Carlos Martínez. Las charlas se habían organizado, de manera
informal, por grupos de edades; niño por niño, a partir de los 10 años de
edad, iban contando cómo se habían sentido durante la partida. Para mí
fueron una auténtica revelación las horas que pasé escuchando a aquellos
chavales explicar cómo tomaban sus decisiones frente al tablero y ver la
forma en que se abrían, y escuchar, de sus propios labios, qué factores
podían influir en su juego. ¡Una experiencia mágica! «Mi rival me miraba
mucho», «Tenía miedo de lo que dijera mi padre», «Mi oponente tiene
mucha suerte»… Debo decir que, como entrenador, hasta aquel momento
había dejado en un discreto segundo plano el peso de las emociones en el
proceso de toma de decisiones, pero comprendí que estaba omitiendo una
parte muy importante del proceso. Las emociones están presentes en todo lo
que hacemos, ya sea de forma positiva o negativa. ¡Incluso cuando crees
que es neutra! ¿O acaso vamos a esforzarnos al máximo por algo que nos
«da igual»?
Hay ciertas emociones que son relativamente fáciles de identificar.
Sentirse nervioso, tener miedo o la falta de confianza son sensaciones que
experimentamos a menudo en la vida y cualquiera puede comprender. Pero,
a través de la experiencia, se aprende a detectar dos problemas muy
relacionados: la pereza y la falsa intuición. El razonamiento en el ajedrez
requiere un esfuerzo mental a veces muy intenso. Da pereza permanecer
cuatro o cinco horas delante de un tablero, analizando variantes en tu
cabeza, teniendo que decidir en cada jugada y en un tiempo determinado, y
todo esto tras haber pasado varios días haciendo eso mismo, ¡no es nada
fácil! Así que el jugador tiende a intentar reservar fuerzas, y tiempo en el
reloj, en posiciones que considera poco importantes. Muchas veces sentirá
que una jugada es la correcta y a eso le llamará «intuición», pero lo que
realmente sucede es que, en ciertos momentos, tendemos a convencernos de
que lo que vamos a hacer es lo correcto ¡aunque no tengamos argumentos ni
datos objetivos para ello! En el ajedrez, afortunadamente, tenemos la
posibilidad de analizar con objetividad la partida una vez terminada y ver
cuándo hemos cometido errores y, si somos capaces de ser sinceros con
nosotros mismos, podremos aprender de ellos, por mucho que duela
comprobar que nos equivocamos al realizar una jugada. El jugador con
talento, que sabe aprender, es capaz de reorientar los errores que ha
cometido para ampliar su comprensión del ajedrez y optimizar su propia
manera de razonar y, de esta forma, ir mejorando poco a poco. El jugador
estancado, por el contrario, tenderá a centrarse demasiado en la jugada, en
la posición única que tiene ante el tablero, sin que eso le permita sacar una
conclusión general que le permita no cometer errores similares en el futuro.
Es en este punto donde la «mano» del entrenador es fundamental,
precisamente para poner «el dedo en la llaga» en el momento oportuno, el
revelador, ese del que se puede extraer una enseñanza efectiva que facilitará
el progreso y que es difícil encontrar en libros o vídeos ya que ha surgido de
las situaciones que van apareciendo en tus propias partidas.
¡Qué difícil es aprender de nuestros errores!
¿QUIÉN DICE QUE EL AJEDREZ ES ABURRIDO?
¡QUE ME LO CARGO!
El Divis y Pepe Cuenca

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