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30 Introducción

auge las ciudades con la emancipación de muchos municipios y la creación


de las escuelas urbanas108.
Por ello, a los instrumentos primeros de la gramática y la retórica vemos
sobreponerse en este tiempo la dialéctica. La historia reconoce el influjo de
las controversias eucarísticas del siglo precedente en este tema, pero, sobre
todo, pone de relieve los nuevos conocimientos introducidos en Occidente.
Hasta entonces la civilización occidental solamente conocía las categorías de
Aristóteles transmitidas por Boecio. Es lo que se denomina la logica vetus 109.
Por eso, la teología de la primera escolástica va ligada a estas artes. Pero la
importancia de Boecio está justamente en que los métodos racionales se in-
troducen en la tarea teológica. Hacia la mitad del siglo XII se introducen
nuevos libros de Aristóteles, particularmente los relativos al silogismo como
forma de demostración científica110.
El texto sagrado tenía entonces una tradición asentada. Aunque la tra-
ducción más comúnmente aceptada continúa siendo la de los Setenta, la
transmisión de la Biblia en la Edad Media sigue los derroteros de la glosa.
El texto constituía parte central en la misma disposición del libro, donde las
glosas o comentarios se hacían al margen o entre líneas. La más conocida
es la glossa ordinaria, usada por los teólogos del tiempo y cuya paternidad se
ha atribuido recientemente a Anselmo de Laón. Se comprende que semejan-
te método llegara a tal saturación, que incluso atentara a la misma percep-
ción originaria del texto. Los resultados de semejantes procedimientos pe-
dían la introducción de un método que pusiera orden racional entre los co-
mentarios al texto sagrado.
Durante un largo período de tiempo, el trabajo teológico se realiza reco-
giendo el material de la tradición patrística. Este patrimonio se transmite
mediante florilegios o cadenas, en las que se recogen los textos espigados de
los autores, principalmente de Agustín y de Gregorio Magno. La palabra
sentencias se refiere originariamente a estas colecciones de textos de la anti-
güedad agrupados según criterios diversos. Este tipo de obras arranca ya de
finales de la era patrística, pero serán más características del trabajo teológi-
co de esta época. Hoy se reconocen como obras características del siglo XII,
y la prueba la constituyen las compilaciones de este período conocidas como
florilegios y sentencias 111 . A estos textos, particularmente de los Padres y
que acompañaban la glosa medieval, se les denomina auctoritas. Estas autori-
dades se convierten también en el fundamento de la teología, pero aplicán-
dole el sentido lógico y dialéctico introducido en este siglo.
Este nuevo filón de la teología tiene una amplia gama de representantes
y escuelas en el siglo XII. La historia pone de relieve a Anselmo y Abelar-
do112. En el primero, la preocupación por la comprensión racional es asi-
mismo ingrediente del aspecto contemplativo. En Anselmo se da una fe que
busca la inteligencia, frase de indudable éxito histórico, con la que expresa el
108
H. PIRENNE, Las ciudades de la Edad Media (Madrid 19804); PH. DELHAYE, L'organisation
scolaire au X I I e siède: Traditio 5 (1947) 211-268.
109
L. MINIO PALUELLO, Les traductions et les commentaires aristotéliciens de Boèce: Studia pa-
trística 2 (Berlín 1957) 358-365; ID., Note sull'aristotelismo medievale: Rivista di fil. neo-scolastica
54 (1962) 137-147; J. ISAAC, Le «Peri Hermeneias» de Boèce a St. Thomas (París 1953).
110
F. VAN STEENBERGHEN, Aristote in Occident. Les origines de l'aristotelisme parisién (Lo-
vaina 1946); L. GENICOT, Le X I I I e siècle européen (París 1968) 212-219; P. M. PESSION, Alle ori-
gini dell'aristotelismo del secolo XII: Sap. 1 (1948) 374-386 y 2 (1949) 61-78.
111
J. DE GHELLINCK, Le mouvement théologique du X I I e siècle (Bruselas-París 19482) 112-148;
P. GLORIEUX, Sentences: DTC, XIV, 2 (París 1941) col. 1860-1884.
112
M.-D. CHENU, La théologie au douzième siècle (París 19662) 350.

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