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La Iglesia Católica fue, durante el periodo colonial, una de las instituciones más importantes. Si
bien en apariencia, y a partir del PATRONATO, parecía estar sometida a la corona española, lo
cierto es que actuó en conjunto con los reyes para consolidar, potenciar y expandir la conquista y
el poder peninsular.
Esta alianza entre la Corona española y la Iglesia Católica funcionaba a través de dos elementos:
EL REGALISMO, o la doctrina bajo la cual los monarcas españoles se consideraban como “vicarios”
del papa en América. Era ejercido DIRECTAMENTE por los reyes, con intermediarios menores
(Virrey, Gobernadores) que sólo acataban.
Pase o retención de “bulas” y edictos papales: el rey tenía la facultad de revisar toda la
documentación eclesiástica para asegurarse de que no llegara a América ningún elemento que
atentara contra su poder.
Fundación, dotación y construcción de iglesias, conventos, monasterios y hospitales: el rey
autorizaba y financiaba gran parte de las obras.
Elección y presentación de dignatarios eclesiásticos: el rey, o bien presentaba postulantes, o bien
autorizaba la designación papal para sus representantes en América (Obispos).
“Diezmo”: el rey cobraba directamente este impuesto a través de instituciones encargadas (Real
Hacienda), el cual era distribuido para costear los gastos de la Iglesia en América.
Concilios y Sínodos: el rey autorizaba, y muchas veces, participaba de concilios y sínodos de la
Iglesia en sus territorios.
Inmigración de órdenes religiosas: el rey, a través de la Casa de Contratación, registraba y
controlaba la migración de sacerdotes, frailes y monjas, dando autorización o rechazo; además,
vigilaba que las órdenes religiosas que llegaban a América fueran de su aprobación.
Rol y función de la Iglesia en Chile.
Evangelización, educación y defensa de los indígenas: según la legislación indiana, la Iglesia debía
tutelar a los indígenas, por ser estos menores de edad.
Expansión del territorio: a través de la evangelización, la Iglesia podía ampliar el territorio
sometido por la Corona, consolidando además su dominación.
Preservación del poder del rey: la Iglesia actuaba en alianza con la Corona, y a partir de la
evangelización y la educación debía enaltecer la figura del rey, generando lealtad de los nuevos
sometidos.
Preservar la fe: a través del control ejercido por el Tribunal del Santo Oficio (Inquisición), aunque
en Chile particularmente no existió como institución física (había sólo un inspector); sí en cambio
existió en Lima.
Control de la población: a través del registro único y exclusivo de los nacimientos, defunciones y
matrimonios.
La Iglesia chilena dependía de la “Diócesis” virreinal; sin embargo, y paralelamente a la fundación
de ciudades, se autorizó el establecimiento de dos diócesis en la Capitanía General, la de Santiago
y Nueva Imperial. Esta última se trasladó a Concepción por el conflicto indígena y la caída de las
ciudades al sur del Bío- Bío. Además, en Chile funcionaron dos tipos de cleros: el secular, que son
los sacerdotes; y el regular, que son los monjes y frailes de monasterios. Entre los últimos
encontramos a los franciscanos, los jesuitas, mercedarios, agustinos y dominicos.
Dos elementos caracterizan la iglesia colonial chilena: las misiones en la Araucanía y la influencia
en la sociedad y en la cultura a través de la educación y las artes. La iglesia es la única institución
que dicta enseñanza formal a través de sus escuelas. Destaca la enseñanza de la gramática, el
latín, la filosofía, teología y derecho en las escuelas jesuitas como el Colegio Máximo de San
Miguel y el Convictorio San Francisco Javier. En las artes formales, como la pintura, su influencia se
hace evidente por las temáticas religiosas de devoción y evangelización, ligadas al estilo barroco.